Doce hombres sin piedad; Sidney Lumet

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12 HOMBRES SIN PIEDAD
ARGUMENTO:
El hecho tiene lugar en Estados Unidos, a finales de los años cincuenta.
Un chico de 18 años es juzgado por haber asesinado a su padre con premeditación con una navaja
automática. El jurado, compuesto de 12 hombres de diversas clases sociales, ideológicas, deben emitir su
veredicto por unanimidad en un caso en que todas las evidencias parecen condenar al acusado. Si el jurado
considera que no hay pruebas para juzgar culpable al acusado, se le dejarÃ−a en libertad; por el contrario, al
ser considerado culpable, serÃ−a llevado a la silla eléctrica: la decisión de la vida o la muerte del acusado
queda en manos del jurado; tal decisión debe ser tomada por unanimidad, si no son capaces de llegar todos a
un acuerdo, se darÃ−a por nulo el jurado y se volverÃ−a a repetir el juicio con otro distinto. Estos doce
hombres, a los que el sistema presupone imparciales, comienzan a manifestar su personalidad a medida que
deliberan, a petición de uno de ellos, sobre los testimonios que fueron presentados. La fuerza del diálogo y
de la lógica va desmoronando la consistencia de esos testimonios que, una vez que son unidos como un
puzzle, manifiestan su inconsistencia. La racionalidad del protagonista se va abriendo camino entre los
prejuicios, pasiones y motivaciones anÃ−micas de los demás miembros del jurado. Uno a uno son incitados
a reflexionar, comprender y aclarar lo que se esconde tras las apariencias del caso. En este proceso, son sus
propias personalidades las que están siendo analizadas una vez que se embarcan en el ejercicio esclarecedor
de la razón.
COMENTARIO:
Desde el primer momento, el chico parece culpable, las evidencias lo enfocan asÃ−; el debate del jurado
va desmoronando la consistencia de esas evidencias, hasta desembocar en una “duda razonable”, suficiente
por ley para absolver a un acusado. Es importante destacar que no se demuestra la inocencia del chico: lo que
se demuestra es el conjunto de pre-juicios que condicionan una apariencia de culpabilidad, de los cuales hay
que desvincularse para juzgar frÃ−amente si hay pruebas consistentes, no meramente circunstanciales.
Por tanto, podrÃ−amos decir que son muchos los factores que intervienen o alteran de algún modo la
formación de un juicio: los prejuicios (ideas preconcebidas sobre la realidad), los intereses, la influencia del
pensamiento de la sociedad y de la opinión ajena (actitud supeditada a menudo al miedo a la imagen que
proyectamos), la apariencia, a la cual a menudo se produce una adhesión acrÃ−tica... Todas estas actitudes
se ven reflejadas de un modo u otro en los personajes, que componen asÃ− un microcosmos social, un reflejo
de modelos humanos encerrado en una habitación. Sólo hay un camino para superar estas barreras: la
reflexión. En la pelÃ−cula se plantean varias actitudes ante la reflexión: al principio, sólo uno ha optado
por llevarla a cabo, y va arrastrando a otros. En los demás encontramos: o bien una primera pasividad, que
van superando de distinto modo, o bien una abierta hostilidad: en alguna escena se ve cómo alguno de ellos
se niega a la evidencia racional de aceptar como posible una determinada interpretación de los hechos.
Es importante destacar que ese debate no se produce porque uno piense que es inocente; la declaración del
protagonista es que no lo sabe.
Por lo tanto, surge la duda, cuando alguien comienza a plantearse hasta qué punto los hechos son,
efectivamente, evidentes. Para situarnos en esta posición es imprescindible analizarnos primero a nosotros
mismos. A lo largo de nuestra vida y en el proceso de socialización vamos adquiriendo una serie de
prejuicios, de concepciones positivas o negativas sobre la realidad. Es algo necesario para desarrollarnos, para
ir ampliando nuestro ámbito de acción y nuestra capacidad de respuesta ante el entorno que nos rodea. Se
trata de lo que denominamos experiencia. La experiencia, efectivamente, es un tipo de conocimiento
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práctico que proporciona una mayor plasticidad de respuesta. La experiencia exige capacidad de aprendizaje,
de lectura de la propia vida.
Después de surgir la duda, viene el diálogo: cuando el protagonista propone una segunda votación,
incitando a dialogar; el protagonista se hubiera rendido si no hubiera encontrado apoyo.
En la pelÃ−cula, ese conocimiento, la proporciona el anciano del jurado, un hombre con verdadera
experiencia, le permite diferenciar caracteres, motivaciones, necesidades, en los distintos testimonios que los
dos testigos principales ofrecen; es a partir de ese sutil conocimiento psicológico como consiguen encajar las
piezas del puzzle que faltaban: sobre por qué habrÃ−an de mentir o disfrazar la verdad los testigos.
Es impresionante como el protagonista va desmoronando a cada uno de los hombres del jurado , a través
del razonamiento y el diálogo, y cada una de las evidencias por las que se le imputan al chico para ser
condenado. “ Tengo una duda razonable” frase del protagonista en la pelÃ−cula para dejar claro que él no
sabe si el chico es verdaderamente o no culpable. Es por ello, por lo que el protagonista insiste en dialogar,
porque el diálogo es imprescindible para el desarrollo vital de la razón.
La utilización de un razonamiento socialmente responsable y de ideas de la justicia está muy relacionada
con el papel fundamental que desempeña la libertad individual. Eso no quiere decir que los individuos
invoquen con firmeza sus ideas de la justicia o utilicen sus poderes de razonamiento socialmente sensible
cuando tienen que decidir cómo van a ejercer la libertad.
Cada persona tiene una forma muy distinta de interpretar las ideas éticas, incluidas las de la justicia social,
e incluso puede distar mucho de saber con seguridad cómo organizar sus reflexiones sobre la cuestión.
Por tanto, podemos hablar de la teorÃ−a de argumentación constructivista sobre la prueba de los hechos, que
entiende que la objetividad del conocimiento deriva de nuestros esquemas de pensamiento y juicios de valor;
es decir, que la verdad de los enunciados está muy vinculada al contexto.
Nunca se podrá saber si el chico mató o no realmente a su padre, pero para la conclusión de la pelÃ−cula
esto es irrelevante. Nadie acaba en el proceso igual que comenzó; la seguridad en el modo de intervenir y de
expresarse de cada uno se van dando la vuelta; la fuerza del prejuicio se debilita, la pequeña sociedad ahÃ−
concentrada se transforma. La racionalidad, en todo su poder, ha cumplido su misión.
TEORÃ A POLÃ TICA
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