Los grandes ambientes naturales y su relación conflictiva con el hombre Un marco referencial: las grandes geoformas La geomorfología del territorio argentino es muy compleja. Sólo se verán las formas en su relación con las diferentes maneras de intervención del hombre y en asociación a los otros componentes del paisaje y subsistema natural. Y sólo algunas. No es un inventario de relieves sino ejemplos concretos de cómo se llevan naturaleza y sociedad en Argentina, una relación que suele ser poco feliz. Partiremos dividiendo el ambiente en dos grandes geoformas: montañas y planicies. Entre las montañas, están las viejas y las jóvenes. Los Andes es la gran montaña argentina, unidad joven que en el país alcanza su mayor altura (Aconcagua, 6.959 metros) correspondiendo al sector de Los Andes Áridos. Es una forma plegada, Tal estructura se hizo sobre sedimentos mesozoicos que se fueron acumulando sobre una gigantesca cubeta de borde, es decir entre placas presionadas por fuerzas tectónicas. Los volcanes que se formaron –ya que es zona de contacto entre la placa continental y la oceánica- son la necesaria expulsión del material magmático a través de esta zona de fisura, y complicaron el conjunto. La acción glaciaria hizo el resto, sobre los últimos retoques hechos en tiempos cuaternarios por ascensos propios de movimientos epirogénicos. Es decir, intervino el clima que generó el modelado glaciar que alterna con las formas áridas de alta montaña. La acción de los hielos en períodos fríos glaciales –hubo dos glaciaciones identificadas- esculpió formas violentas que le dan el aspecto magnífico que la montaña presenta. Circos glaciales en forma de enormes U; matterhorns de gran porte (montañas en pico); nichos de nivación; morenas; cuencas lacustres. Luego con el retroceso glacial, los hielos se retiraron a grandes alturas, dejando espacios pedregosos donde la acción de un clima seco posglacial y los procesos de enfriamiento constante propio de áreas periglaciales actuando sobre la roca pelada, la trituraron, generando campos y taludes de escombros, conos de deyección, coladas de barro etc. Hacia el sur, manifiesta un descenso de alturas con relieves mesetarios y escalonados fuertemente recortados en muchos casos por los sistemas hidrográficos y aquí el nivel de las nieves desciende a unos 2000 a 2300 metros. Son conocidos como Andes de transición. Por arriba de los 40° de latitud, en plena Patagonia, se presentan Los Andes húmedos. Un paisaje diferente. Aquí las nieves persistentes descienden a muy baja altura (estamos en un clima frío de altura ahora asociado a mayores latitudes). Al paredón rocoso y continuo de Los Andes Áridos ahora se contraponen unos Andes mucho más bajos pero de paredes empinadas y crestas aserradas. Son un ambiente donde hubo un intenso glaciarismo (Capitanelli, Ricardo G. 2008) Las precipitaciones que se producen son intensas (las más elevadas del territorio argentino, con más de 2000 mm), lo que produce una cubierta boscosa magnífica. Finalmente los valles, también son un elemento de distinción de este tramo andino: son transversales, producidos por el avance potente de los glaciares en su acción erosiva, descendiendo hacia la vertiente chilena o la argentina. Por la humedad y su forma, muchos albergan lagos de enorme magnitud. Asociadas a esta cordillera y propiamente jóvenes están la Puna, la cordillera saltojujeña y las sierras subandinas. La Puna es la continuación del altiplano boliviano en Argentina, proyectándose en las provincias de Salta, Jujuy y Catamarca. Es un enorme bloque sobre elevado de materiales sedimentarios acumulados en una antigua cuenca de sedimentación. Es una unidad adherida al sistema cordillerano de manera amesetada (a más de 3.000 metros), con espacios deprimidos cerrados y compartimentados por montañas –algunas, volcanes- , en los fondos de las depresiones se alojan salares, que son explotados económicamente y que generan una mano de obra hormiga para la cosecha de la sal. Es un espacio sumamente árido y difícil de habitar por las condiciones climáticas imperantes (frío seco de alta montaña). Su extremo oriental lo conforma un sistema plegado a modo de “reborde montañoso”, la cordillera saltojujeña que sobrepasa el nivel general de la Puna con alturas superiores a los 6.000 metros. Están cortadas por la presencia de valles (fosas tectónicas rellenadas) y quebradas, corredores estrechos disectados sobre la montaña por la red hídrica que desciende hacia las planicies. Por ellos, y hasta ciertos niveles, del lado oriental asciende la vegetación ordenándose en pisos definidos por el paulatino descenso de la temperatura. Finalmente están las sierras subandinas, al este de las anteriores y separadas por los valles agrícolas, por lo que se presentan prácticamente desprendidas del grupo anterior. Están formadas por pliegues modernos pero mucho más discretos igualmente que su altura. Son un sistema de pliegues de suave pendiente que en algunos casos cambia por la presencia de disloques de los bloques y la presencia de planos de falla. Están cubiertas –hoy en parte- por la masa del bosque chaqueño. En el ambiente cordillerano norteño hay explotaciones mineras de importancia y yacimientos de gran valor tanto metalíferos como de uso industrial. La puna explota sal común, boratos y hay yacimientos de cobre, oro, baritina, etc. Las dificultades de extracción de la sal por la topografía y la altura, hace que se requiera de una importante mano de obra, que si bien no es bien rentada garantiza el acceso a la población local a un circuito productivo regional. El resto del territorio argentino se cubre de macizos viejos, algunos rejuvenecidos en la tectónica terciaria, como el caso de las sierras pampeanas. Se incluyen además aquí, la cordillera frontal árida y la precordillera. La cordillera frontal es una alta montaña en bloques, con cumbres que llegan a los 6.000 metros. (Aconcagua, la cumbre más alta de América, alcanza los 6.959 m). Elevada en tiempos antiguos (paleozoico), fue erosionada y vuelta a levantar en el Cenozoico tiempos modernos- , mientras se hundían los territorios pedemontanos, lo que le da un aspecto de gran paredón que mira al este. Ya en Patagonia, la cordillera disminuye sus alturas promedio, mostrando recortes profundos en las montañas –en forma de picos agudos- producto de la erosión glaciaria. Los mismos glaciares provocaron valles en U que atraviesan transversalmente la montaña y facilitan el paso de los vientos provenientes del Pacífico. La precordillera, al este de la cordillera y separada de ésta por valles longitudinales como el de Calingasta y Uspallata, se desprende de la Puna al norte y llega hasta Mendoza. Es un zócalo elevado expuesto a un clima erosivo de tipo árido. Sus puntas redondeadas alcanzan alturas de 4.000 metros. Incluye valles con interfluvios suaves y poco perceptibles. En algunos lugares se manifiesta mediante largos y cordones paralelos separados por valles estrechos. Finalmente, los macizos serranos, antiguos, pero nuevamente levantados en tiempos modernos se dispersan o presentan aislados en las planicies. Es el caso del sistema de Ventania y Tandilia y las sierras Pampeanas, estas últimas conformando una región geográfica. Son un conjunto con límites difíciles de definir. Levantadas sobre un antiguo basamento cristalino a manera de sedimentos plegados, fueron arrasadas por la erosión del mesozoico. La orogenia andina, la cual repercutió en la región, fracturó este macizo antiguo a través de complejos sistemas de fallas. Se levantaron y hundieron los fragmentos dando lugar a las montañas y las depresiones, éstas últimas formando valles, bolsones y llanos. En general, se destacan las fallas longitudinales de dirección norte sur, con frentes abruptos de los bloques elevados –las sierras- orientados hacia el oeste, de dónde provino la fuerza orogénica. Por su dispersión, tanto en latitud como de distancia al mar, manifiestan paisajes diferenciados, unos más boscosos y otros más áridos y según la disposición de las vertientes, orientadas a las masas de aire húmedas del Atlántico o no. Además, están los modelados glaciales para las montañas más altas del sistema. Con respecto a las planicies, ocupan la mayor superficie territorial de la Argentina americana. Están primero las mesetas. La más relevante ya fue mencionada, la puna. Un macizo de gran altura (3.800 metros) con formas onduladas y accidentadas por volcanes y cerros aislados. La más representativa, por extensión y forma, es la patagónica, con sus típicos rebordes dispuestos de manera escalonada, que le dan el nombre característico. Y su riqueza mineral, en especial hidrocarburos). Es una unidad que evolucionó en los primeros tiempos de manera separada del resto del territorio. Una vieja planicie sobre elevada y fracturada sobre la cual reposan sedimentos marinos y terrestres de la época secundaria y terciaria. Se protegió por extensas capas de rodados y de mantos eruptivos resistentes que aguantaron hasta que movimientos la levantaran parcialmente para dar proceso a la acción erosiva. También los ríos que descendieron de la cordillera la cortaron y comenzaron su erosión selectiva luego que pudieron traspasar la coraza superior. Hundidos ya en los materiales blandos comenzaron el ensanche de sus valles hasta encontrar otra capa rígida y recomenzar el proceso. Es así que los valles sobre los que los ríos se asientan son notablemente anchos y chatos. El Patagónides atraviesa la parte norte de la meseta como una unidad vieja y de baja altura, desprendiéndose del ambiente cordillerano. La más singular es la meseta misionera –o sierra?- localizada en ambiente subtropical y con procesos de evolución propios de ese clima. Es una meseta constituida de areniscas y basaltos derramados metamorfizados y fosilizados conocidos como chapada. Estos se degradaron y la descomposición lenta pero efectiva bajo un clima húmedo y cálido dio lugar a los suelos ferralíticos que caracterizan la tierra de Misiones. Está cortada por los ríos Paraná y Uruguay, los cuáles han provocado el retroceso general de las vertientes y han terminado por disectar la meseta que ha quedado como una estrecha divisoria de aguas de cumbres redondeadas, adoptando la forma de una sierra. (Capitanelli, Ricardo G. 2008) Las llanuras son el otro gran ambiente argentino. Podemos hablar en esta ocasión de una unidad de más de un millón de km2. En algunos autores este conjunto se despliega en tres, basándose en la fisonomía del paisaje: la llanura pampeana, la llanura chaqueña, y la llanura fluvial o mesopotámica. Constituye una gran cubeta cubierta con densos mantos sedimentarios loésicos que se acumularon provenientes de la erosión. Movimientos modernos alteraron su horizontalidad y dificultaron la escorrentía –escurrimiento- de la escasa red fluvial con la que cuenta, salvo la zona mesopotámica. La alteración de la topografía da lugar a espacios arreicos y endorreicos, y con una red hídrica desordenada y mal drenada. Esto genera lagunas, áreas anegadas, juncales, esteros. La pampa deprimida y la zona correntina es ejemplo del problema del escurrimiento del agua y son proclives a las inundaciones. La fertilidad de esta planicie es variable pero alcanza el territorio sanluiseño (llanura mercedina), con buenas condiciones agrícolas y ganaderas. Sobre el norte, los ríos son los más grandes del territorio y encierran extensos esteros con aguas estancadas. Las partes altas se ejemplifican con la llanura occidental más seca y con ausencia de drenaje superficial y expuesto a sequías más prolongadas, y las lomadas entrerrianas (sobre elevaciones de contornos suaves de bajas alturas, unos 100 metros sobre el nivel del mar). Finalmente, cabe citar la morfología litoral. Es importante porque en ella se llevan a cabo profundas transformaciones basadas en importantes inversiones. Las costas conforman una extensión de 3.900 km. Es bastante regular si bien tiene importantes bahías y golfos que le marcan su silueta particular. Hay distintos tipos: las de playa, sobre la llanura, con médanos; es unja formación baja, con médanos móviles y fijos. Están sujetas a dinámicas distintas de erosión: eólica, marina y fluvial. Si bien es una dinámica intensa desde el punto de vista natural, el hombre, con la expansión de servicios orientados a la urbanización de extensos corredores costeros y el turismo en expansión, fija el relieve y altera los procesos naturales. Las de acantilado son costas propias de las mesetas de la región patagónica. Son paredones continuos, solo cortados por la presencia de los estuarios que abren el acceso al mar a los valles fluviales. Los cantiles, el último escalón de las terrazas patagónicas, se elevan poco más de 100 metros. Recorren todo el litoral patagónico. Por último, y bajo la fuerza del modelado glacial, están las costas jóvenes, a modo de fiordos profundos, verdaderos canales labrados con potencia por los glaciares de montaña que llegaban al mar. Son de costas sin litoral llano, con paredones rocosos abruptos y bien altos, acompañadas de morrenas y otros elementos de la geomorfología glaciaria. Se dan en la Patagonia austral. Meseta de Somuncura. Norte patagónico. Fuente: guillermopirriargentino.blogspot.com