Filosofía de la Cultura II - Sobre el Logos

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Sobre los dos Logos y la justificación de la asignatura: Filosofía de la
cultura II.
La cultura actual está en la encrucijada de dos Logos. El de la violencia y el del
amor, el Logos heraclitano y el Logos joánico. Nietzsche decía que la verdadera
oposición está entre Dionisos y el crucificado. Nuestra obsesión como filósofos es la
relación entre la fe y el que consideramos el Logos griego, el que esgrime la razón
frente al mito. Pero Fides et Ratio y el discurso de Ratisbona nos dejan entrever que la
búsqueda del Logos universal que permita la universalización del discurso de la fe,
apenas tiene relevancia para el otro lado, el de los filósofos, que han abdicado en masa,
en favor de la ciencia, del ejercicio de la razón. El refugio de la filosofía hodierna es el
retorno al relato, a la conversación y la ironía, al diálogo en condiciones de igualdad, a
los entretenimientos o juegos del lenguaje, al devaneo con la inconmensurabilidad de
los sistemas, a la crítica de los lenguajes, a la poética de las ideas, en suma, a la
mitología. De este otro lado no hay dudas de la conciliabilidad entre el discurso
revelado y el razonado. Por todo lo cual, lo que realmente interesa es establecer vínculos
para el diálogo abierto entre el mundo y la fe. El primero está entregado al logos
heraclitano, expresado a la vez en términos míticos y en lenguaje pseudo-científico
(prisionera como está la ciencia del cientificismo, ideologizada y arrojada en los brazos
del materialismo y el biologicismo, los nuevos mitos). El segundo ha de descubrir que
su idiosincrasia es el hallazgo original y originario del Logos joánico, inédito como
logos en la historia de la humanidad. El amor –logos Joánico-, es el único antídoto
contra el veneno de la muerte que destila nuestra cultura descreída, pero atenazada por
la fe en la violencia de todo tipo, del Logos heraclitano.
La cultura está en el quicio de este diálogo. El Documento Pontificio para la
cultura (¿Dónde está tu Dios?) es la guía de este intento de diálogo. En el punto 3. La
vía del amor, se dice:
«(Gaudium et spes, n. 21). El testimonio de la caridad es el argumento más
convincente que los cristianos presentan como prueba de la existencia del Dios
del amor; es el «camino mejor», del que habla san Pablo (cfr. 1Cor 13). En el
arte cristiano y en la vida de los santos, resplandece una chispa de la belleza y
del amor de Dios que se encarna de manera siempre nueva en la vida de los
1
hombres. Al final, la belleza salvará al mundo1[35]: la belleza comprendida
como una vida moral lograda que, a imitación de Cristo, atrae a los hombres
hacia el bien. No deja de ser significativo que los griegos consideraran como
ideal de la vida del hombre la kalokagathía, la posesión de todas las cualidades
físicas y morales, lo bello y lo bueno. El filósofo Jacques Maritain ha convertido
lo bello en un trascendental, a la par de lo bueno y lo verdadero: ens et unum et
bonum et verum et pulchrum convertuntur. Esta síntesis se manifiesta en la vida
del cristiano y, sobre todo, en la comunidad cristiana. No se trata de «demostrar»
a toda costa, sino de compartir el gozo de la experiencia de la fe en Cristo,
Buena Noticia para todos los hombres y sus culturas»
“Camino mejor”, camino de la “belleza”, “Ideal de vida”, lo “bueno”, son
categorías en consonancia con la razón, pero que en el mundo actual se
ajustan mejor a las connotaciones del Logos joánico.
La Fides et Ratio: el trasunto del logos en la cosmovisión cristiana de la cultura
No se le puede pedir novedad alguna acerca de la relación entre la fe y la razón.
Eso ya lo hizo la encíclica Aeterni Patri e incluso en la Veritatis Splendor. Sin embargo,
el contexto cultural en el que la Fides et Ratio (1998) se escribe está marcado por el
relativismo cultural en boga. Para mi representa un intento de dar respuesta a ese
relativismo, y lo hace a través de la búsqueda de la universalidad del Logos en el que
observa diversas acepciones.
1.- Hace referencia al logos como ley universal del mundo. Detrás de esta
noción se encuentran las intuiciones de Heráclito. Él entendía que este logos era una
ley universal que lo abarcaba todo… de manera inmanente, con una indudable
connotación: era el “polemos, padre de todas las cosas”, la dinámica de la
violencia, de la oposición de todas las cosas.
2. logos como una capacidad humana a la que la naturaleza y el hombre –como
parte de ella- está sometido y es gobernado por ese logos. La violencia de la naturaleza,
2
del universo, y del hombre como parte de ella convergen en el mismo proyecto
inmanente.
3. logos como palabra, es decir expresión del pensamiento. El logos humano es
por tanto capacidad de diálogo, de comunicación, de relación, de vínculo entre los
hombres.
Tras esta última intuimos que Juan Pablo II quiere denotar el atributo
fundamental del amor. Y los análisis de la noción de logos, de Ratzinger-Benedicto
XVI, nos adentran decisivamente en esa noción de su predecesor: la del logos joánico.
En el año 1968, el profesor Ratzinger en su Introducción al Cristianismo establecía esta
inseparabilidad entre el logos y el amor y buscaba su universalidad.
«El agapé -la caritas- es el amor donativo, oblativo, es el amor gratuito. Pero ese
Logos-Agapé tiene nombre de persona: Cristo, el logos del que nos habla Juan. Y está
para Ratzinger en la cumbre de toda la fe cristiana: “La fe cristiana es ante todo una
opción por el primado del logos en contra de la pura materia. Cuando decimos creo que
Dios existe afirmamos también que el logos, es decir la idea la libertad y el amor (…),
abarca y da origen a todo ser»2.
Lo explicita aún más: «Al principio hemos traducido logos por “sentido”. …
logos significa no sólo ratio sino verbum, no solo “sentido” sino “locución”. Es decir, el
Dios cristiano es no sólo razón, sentido objetivo, geometría del universo, sino que es
diálogo personal, relación, palabra y amor. Es razón vidente, que ve y que oye, a quien
se le puede llamar y que tiene carácter personal»3.
Cristo es el logos. Cristo es ese logos que se entrega y Él es, a su vez, la razón
universal del mundo. En Cristo se entiende unitariamente la noción de logos como
razón y agapé, amor. «El primado del logos y el primado del amor permanecen
idénticos. El logos no se presenta como la razón matemática de todas las cosas, sino
2
3
Introducción al Cristianismo, 1968, págs. 129-130.
La palabra en la Iglesia, 1973, Sígueme, Salamanca 1976, págs. 89-90
3
como amor creador hasta el punto de convertirse en com-pasión hacia la criatura»4
Cristo es por tanto el logos y el amor.
En esta acepción cristiana, y esto es absolutamente revolucionario, el logos y
el amor tienen nombre de persona. Aquí podemos entender que este amor es
donación. Y esto no es irracional, sino profundamente racional, aunque no es
reductible a razones humanas, porque la donación, la radical donación, es
esencialmente libre. Por ello, la razón exige una apertura a la libertad. Es decir, la
razón que se abre a la comprensión de la libertad divina, que no es sino su amor, es
una razón que da cumplimiento a su anhelo más profundamente sustancial.
El misterio del amor de Dios es, por tanto, profundamente racional, pero supera
radicalmente la razón, porque su esencia es la gratuidad, la donación auto-sacrificial.
Por ello el amor de Dios es el logos. Por eso la ley es el amor de Dios. Y esta es una
nueva cultura radicalmente original frente a todas las que habían sido presentadas en el
mundo helénico. En la Fides et Ratio no apreciamos únicamente una versión que trate
de dar explicación al ejercicio intelectual del hombre en la comprensión del misterio de
Dios. En la Fides et Ratio se aporta una cosmovisión acerca de toda realidad, porque
toda la realidad ha de ser leída ahora a la luz del amor que es el logos divino, es decir
la ley que gobierna el mundo, la ley que da explicación a todo lo que existe.
Cabe decir a la luz de esta nueva cosmovisión que se advierte tras la explicación
cristiana de la razón y de la fe, que lo que envuelve la realidad entera, que lo que es
explicación a todo lo que existe, es el LOGOS universal que estábamos buscando, pero
con su connotación más singular y menos griega: como amor gratuito de Dios para todo
hombre.
Cristo mismo, es esa ley universal, ese amor que todo hombre busca. Esta es la
tragedia que vive la “cultura de la muerte”, el mundo actual: sumergido en un vacío
intelectualismo, necesita saber que lo esencial de la realidad no son vanas ideas, sino
que el fundamento es un Dios-amor. Por eso, San Pablo presenta armónicamente la
doctrina de la Salvación, que es Cristo; de la Ley, que es Cristo; de la Sociedad, que es
la Iglesia, Cuerpo de Cristo. Con estas acepciones del Logos la cosmovisión griega
acerca de la ley y de la sociedad ha quedado radicalmente superada. Pero el Logos no es
4
Fede, verità, tolleranza, 2003, pág. 191.
4
una búsqueda aséptica, limpia e inocua de la verdad. El Logos se muestra en la historia
con una acepción censurada: el Logos es violencia. No sólo el Logos heracliteano,
polemos, también el LOGOS-Cristo trae la espada, enfrenta a unos contra otros,
desestabiliza el orden sagrado primitivo, jerárquico, pone en evidencia la violencia de
las instituciones culturales. El odio, la acusación (Satán), y el amor, la defensa
(Paráclito) actúan haciendo violencia. Este es el paso que da el discurso de Ratisbona:
no está implicado sustancialmente en ella, sino que la padece como siervo de YHVH y
ofrece un camino inédito para la convivencia.
El Discurso de Ratisbona
«En el séptimo coloquio (διάλεξις, controversia) editado por el profesor Khoury, el
emperador toca el tema de la "yihad", la guerra santa. Seguramente el emperador sabía
que en la sura 2, 256 está escrito: "Ninguna constricción en las cosas de fe"…
Sin detenerse en detalles, como la diferencia de trato entre los que poseen el "Libro" y
los "incrédulos", con una brusquedad que nos sorprende, se dirige a su interlocutor
simplemente con la pregunta central sobre la relación entre religión y violencia en
general, diciendo: "Muéstrame también lo que Mahoma ha traído de nuevo, y
encontrarás solamente cosas malas e inhumanas, como su directriz de difundir por
medio de la espada la fe que predicaba". El emperador, después de pronunciarse de un
modo tan duro, explica luego minuciosamente las razones por las cuales la difusión de
la fe mediante la violencia es algo irracional. La violencia está en contraste con la
naturaleza de Dios y la naturaleza del alma. "Dios no se complace con la sangre —
dice—; no actuar según la razón (σὺν λόγω) es contrario a la naturaleza de Dios.
La fe es fruto del alma, no del cuerpo. Por tanto, quien quiere llevar a otra persona a
la fe necesita la capacidad de hablar bien y de razonar correctamente, y no recurrir a
la violencia ni a las amenazas. (...) Para convencer a un alma razonable no hay que
recurrir al propio brazo ni a instrumentos contundentes ni a ningún otro medio con el
que se pueda amenazar de muerte a una persona»
El abogar por no ejercer la violencia para expresar la fe es porque el Kerigma es
propuesto no impuesto. Y el kerigma propone que dios es amor, que su logos es amor…
San Juan lo contempla como la antítesis de la violencia, por tanto no puede
contradecirse, ir en contra de su propia razón de ser que es la donación de sí.
5
En esta argumentación contra la conversión mediante la violencia, la afirmación
decisiva es: “no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios”. Pero un
poco más adelante levanta, en mi modesta opinión, una “sospecha” y un “matiz” sobre
la que nos centramos para fundar el discurso: «actuar contra la razón está en
contradicción con la naturaleza de Dios, ¿es solamente un pensamiento griego o vale
siempre y por sí mismo? Pienso que en este punto se manifiesta la profunda
consonancia entre lo griego en su mejor sentido»
“Sospecha” de que el logos en sentido positivo no es sólo un hallazgo exclusivamente
griego, sino que YHVH –Dios amor-razón- se ha anticipado de manera incipiente a lo
largo de una historia de la salvación que está inspirada en el culminación de la figura
Christi “siervo de YHVH” en su consumación y agotamiento en Cristo-logos de Dios-.
Y “matiz”, porque su sentido no es absorbido del todo por su aspecto positivo de razón
no violenta. En su peor sentido sería aquel que nos remite a Heráclito, que es el que más
cerca está de lo sagrado arcaico, del Logos de la violencia, se refiere al mito, y este es
la justificación del sacrificio, de la razón dialéctica.
Posteriormente sobre abunda en este sentido: «Modificando el primer versículo del libro
del Génesis, el primer versículo de toda la sagrada Escritura, san Juan comienza el
prólogo de su Evangelio con las palabras: “En el principio ya existía el Logos” [...], y el
logos es Dios, nos dice el evangelista». «En realidad, [sigue diciendo el Papa] este
acercamiento [a la razón] había comenzado desde hacía mucho tiempo. Ya el nombre
misterioso de Dios pronunciado en la zarza ardiente, que distingue a este Dios del
conjunto de las divinidades con múltiples nombres, y que afirma de él simplemente «Yo
soy», su ser, es una contraposición al mito, que tiene una estrecha analogía con el
intento de Sócrates de batir y superar el mito mismo. El proceso iniciado en la zarza
llega a un nuevo desarrollo, dentro del Antiguo Testamento, durante el destierro, donde
el Dios de Israel, entonces privado de la tierra y del culto, se proclama como el Dios del
cielo y de la tierra, presentándose con una simple fórmula que prolonga aquellas
palabras oídas desde la zarza: «Yo soy». Juntamente con este nuevo conocimiento de
Dios se da una especie de Ilustración, que se expresa drásticamente con la burla de las
divinidades que no son sino obra de las manos del hombre (cf. Sal 115). De este
modo, a pesar de toda la dureza del desacuerdo con los soberanos helenísticos, que
6
querían obtener con la fuerza la adecuación al estilo de vida griego y a su culto
idolátrico, la fe bíblica, durante la época helenística, salía desde sí misma al
encuentro de lo mejor del pensamiento griego, hasta llegar a un contacto recíproco
que después tuvo lugar especialmente en la literatura sapiencial tardía».
En contraste, sigue diciendo la carta de Ratisbona, con el voluntarismo de Duns Scotto
y del Islam.... «Dios no se hace más divino por el hecho de que lo alejemos de nosotros
con un voluntarismo puro e impenetrable, sino que, más bien, el Dios verdaderamente
divino es el Dios que se ha manifestado como logos y ha actuado y actúa como
logos lleno de amor por nosotros. Ciertamente el amor, como dice san Pablo,
«rebasa» el conocimiento y por eso es capaz de percibir más que el simple
pensamiento (cf. Ef 3, 19); sin embargo, sigue siendo el amor del Dios-Logos, por lo
cual el culto «λατρεία», un culto que para el cristiano, como dice también san Pablo, es
«λογικη» concuerda con el Verbo eterno y con nuestra razón (cf. Rm 12, 1)»
Pero, al logos que se queda en el conocimiento, que le falta el amor, le falta algo
más que un atributo, le falta su esencia: su idiosincrasia va ligada a amor de manera
inextricable, más incluso que a la razón-conocimiento, su ser es diffusivum sui. Esa es
mi intuición en la materia. El Logos griego es el logos heracliteano: no es sólo una
dialéctica racional poderosa, es la declaración radical de que “Polemos es el padre de
todas las cosas”. Ese logos es la violencia, eso es Heidegger y eso es Nietzsche… y es
con el postmodernismo con el que el logos joánico (amor y razón) ha de entrar en
litigio. Los “signos de los tiempos” son que la razón es decisionista (decidere: degollar
…al cordero) es instrumental y eficacista, ahorrativa, y está al servicio del Logos
violento-científico-técnico, es el Padre de la cultura humana. La filosofía que ha
despreciado a la metafísica y la ciencia que se ha reducido a praxis materialista y
biologicista están camino de retorno al mito. Se dejan llevar por los sentimientos de las
multitudes a golpe de sondeos de las masas, por la desesperación, la angustia, están
prisionera de la doxa. La filosofía le ha dejado el terreno a la ciencia, ha vuelto al mito,
veíamos al principio pero ahora añadimos: el mito es el diasparagmos dionisíaco. La
razón griega (el Logos en sentido positivo, “lo mejor del logos griego” que decía el
discurso de Ratisbona) está lejos de los procesos sociales de decisión, lo que hay es
Hybris heraclitana. Oposición de contrarios en una dialéctica destructora, esperando
que del mal salga el bien –entendido como paz social. Pero la fe en el Logos secular es
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la fe en Dionisos: la violencia como partera de una sociedad sin violencia utópica e
imposible. El logos de la filosofía está disfrazado con piel de cordero: las decisiones
democráticas, la opinión, son dictaduras de las mayorías, que no piensan racionalmente
ni se guían por principios, ni se someten a las leyes del logos racional, estamos en el
útero de una cultura sentimental. El Logos joánico enfrenta a todos, es violencia, trae la
espada, se presenta como un lobo que amenaza la falsa paz, los órdenes espurios, pero
trae la paz verdadera, la del Cordero degollado de Dios que carga con los pecados del
mundo. No en vano el Apocalipsis utiliza la palabra cordero 33 veces. Sin embargo, el
lobo Dionisos está sediento de sangre, reclama ser descuartizado, las aldeas griegas son
ahora el planeta, y la víctima tiene que representar a esta aldea global.
El origen de la cultura es el sacrificio: el sacrificio organizaba el orden, la
jerarquía, estructuraba el dentro y fuera, el bien y el mal (en este punto irrumpe con
fuerza todas las aportaciones de la teoría mimética: (Girard, Schwager, Allison, Eric
Gans… ). La cultura planetaria se ha construido y se construye sobre el sacrificio y por
tanto sobre la violencia, los millones de cadáveres sacrificados en el ara de la historia lo
atestiguan… el cristianismo tiene una misión universal: es por tanto contracultura: pone
en evidencia que los ídolos que adoramos están cortados por el mismo patrón, la fe en la
fuerza.
Cristo, el Logos joánico, es el primero que es consciente de esto: por eso
siempre está enfrentando en el evangelio a las multitudes de personas y demonios,
“Legión me llamo”. El “solo un dios puede salvarnos” heideggeriano es el logos de la
violencia última, legítima, cargada de razón. La técnica es el aparato de la razón. Pero la
poética, el retorno al Heráclito cercano a lo sagrado, es la otra cara del mismo dios:
vuelta al paganismo. Heráclito es el que más cerca está del mito, pero también el que
inaugura la dialéctica. La vuelta-latría, el otro culto- a la naturaleza es el retorno de
Dionisos. Se quiere prescindir de dos mil años de cristianismo, pero eso implica un
volver a empezar desde el mito y el mito es la naturaleza, y la naturaleza es violencia
sacrificial, esperanza entrópica en que la sangre de las víctimas regenere la savia social.
El Logos como polemos (y padre de todas las cosas), es sólo violencia, contra la propia
naturaleza y contra el hombre, Satanás expulsándose a sí mismo. ¿Podrá la violencia
expulsarse a sí misma. Por eso la cultura está bajo la protección del príncipe de este
mundo: cuya lógica –logos- es la expulsión, la exclusión, el sacrificio repetitivo. Hoy
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Heráclito está bien representado en el postmodernismo, en la cultura de la muerte:
prohibido sufrir, cueste lo que cueste, haya que sacrificar a quien haya que sacrificar.
Y esto Logos heraclitano sí es universal, y puede entrar en relación con la
universalidad del logos -amor-razón- superación de toda violencia y de todo sacrificio,
del rito arcaico, –porque todas las culturas conocen el sacrificio sangriento (¿podríamos
decir semina verbi?): el Rey Swazi, Purusha, Prajapati, Xipé-totec– y del mito porque
todos los sistemas de comprensión del mundo son justificaciones de la legitimidad de la
violencia para implantar sucesivos y espurios órdenes culturales. Este logos funciona
como un mecanismo de resolución de crisis: designa al débil, señala a la víctima,
dispone el sacrificio, congrega a la multitud unánime (contraria sunt circa eidem,
Suárez dixit), asesina, y hace retornar el orden social por un tiempo (en eso consiste su
virtud, los rivales enfrentados se aúnan frente a un tercero…a partir de aquel momento
Herodes y Pilatos se hicieron amigos. El mundo, dividido en rencillas interminables se
congrega como Uno en torno al cordero), hasta la próxima crisis que necesite un chivo
expiatorio, una víctima propiciatoria, ideal, que no sea susceptible de suscitar un
venganza sin fin.
La cultura cristiana tiene una misión respecto al resto de la culturas
proporcionarles las claves para superar el mito, para que se universalicen, de desvelar el
velo de las semina verbi. Esta clave es el Logos crucificado por amor.
Por esto es tan importante presentar la verdadera oposición no entre la fe y la
razón, como pretende el cientificismo actual, sino entre la fe en el Logos del amor y la
fe en el Logos de la violencia. Este es el logos griego por excelencia: el de Heráclito, el
que cree en la hybris heroica, y no en la santidad, el que cree en que hay una violencia
legítima justificada a toda costa y que cree que el amor-caritas es imposible. Por eso el
dilema del hombre futuro viene planteado en el evangelio en forma de apocalipsis, un
apocalipsis no como catástrofe vengativa de un Dios, como juicio, como acto humano,
pero que nos abre a la esperanza, a la conversión: según Girard –inspirador de la teoría
mimética que abunda en estas intuiciones-, nos es planteado como un trato sórdido… o
la reconciliación de la humanidad o la nada, pero el apocalipsis nos ayudará a lo
primero.
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Desde el principio, el discurso de Ratisbona, nos conduce a dar el paso de la
reconciliación del Logos joánico con el logos griego: Dios ha de ser razonable… pero
de inmediato se asocia a que ese Logos es el “Yo soy” y que la esencia de ese “yo soy”
es el amor. La insistencia en ese genuino hallazgo es porque no basta la razónconocimiento para salvarse, ni para comprender el mundo. Hace falta el amor. Pero hay
que dar un paso más, la razón a lo largo de su propia historia retorna al mito. Se
mitifica. La razón dialéctica es el logos heraclitano y Heráclito no distingue al logos en
su acción auto desenvolvente, dialéctica, de la acción del mito: violencia indiferenciada.
Aparece una nueva y verdadera oposición de la que son conscientes todos los
evangelistas: el amor se opone no a la razón, sino a la razón violenta, es decir al nuevo
mito. Eso es Heidegger. La verdadera oposición es Dionisos contra el crucificado, eso
es lo que ve lúcidamente Nietzsche y lo que hoy está empezando a intuir la cultura
laicista, los nuevos mitos de la política y el cientificismo: que la única oposición es
contra el amor, contra la donación gratuita –todo lo demás son reservas egoistas-, que
tiene nombre de Persona-, en el que convergen la verdad, la bondad, la libertad y la
esperanza.
Es necesario volver al mito y conocer lo que es, desvelar cómo se perpetúa bajo
las formas de la razón, y desmitificar la violencia que se esconde tras la razón dialéctica.
El mito es la ocultación del aparato sacrificial de lo sagrado arcaico, el logos Joánico es
la razón-amor que desvela la inutilidad de todos los sacrificios de los ídolos
ensangrentados de los ritos y de las ideologías en la historia, y proclamar la validez del
único sacrificio necesario: el que da la vida por otro, como Cristo, el que es el logosamor, nos ha ensañado a darla con su propia carne.
La historia de la cultura pivota entonces en torno a un binomio de opuestos: el
amor versus la violencia, Dionisos versus el crucificado. El logos heraclitano versus el
logos joánico, y aunque éste ya ha vencido a la violencia de manera definitiva, el mundo
se dirime todavía en su elección mientras vivimos en la escatología, y se demora la
parusía. Desvelar el origen sacrificial del orden social es la tarea de una filosofía de la
cultura. Porque es quitar el velo a la violencia, desenmascararla, y presentarle el rostro
que no se vuelve –paradigmatizado en la cruz- como antídoto y cómo fórmula para
organizar un orden que no exija víctimas inocentes.
10
El p. 4 del Doc. ¿Dónde está tu Dios? nos da las claves para saber dónde y cómo
tenemos que trabajar en la enseñanza de la filosofía, así como en la vida, para que el
diálogo con la cultura sea fecundo. A modo de resumen nos dice:
«Una visión sintética de las indicaciones, sugerencias y propuestas de personas
procedentes de diferentes culturas en los cinco continentes y de experiencias pastorales
muy diferentes, permite destacar los puntos siguientes que merecen una atención
particular:
– Importancia de dar testimonio de la belleza de ser amados por Dios
– Necesidad de renovar la apologética cristiana para dar razón, con dulzura y respeto,
de la esperanza que hay en nosotros (1Pe 3,15)
– Acercarse al homo urbanus mediante una presencia pública en los debates de
sociedad y poner el Evangelio en contacto con las fuerzas que modelan la cultura.
– Urgencia de enseñar a pensar, en la escuela y la universidad y tener el valor de
reaccionar, frente a la aceptación tácita de una cultura dominante, a menudo
impregnada de increencia e indiferencia religiosa, mediante una nueva y gozosa
propuesta de cultura cristiana.
– A los no creyentes, indiferentes a la cuestión de Dios, pero creyentes en los valores
humanos, mostrar que ser verdaderamente hombre es ser religioso, que el hombre halla
su plenitud humana en Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, y que el
Cristianismo es una buena noticia para todos los hombres y culturas»5
Todas las pretensiones del Doc. tienen que ver nuestra tesis: en el origen de la
cultura humana está la religión en sus diferentes manifestaciones sacrificiales –semina
verbi- que son reasumidas por el sacrificio definitivo del Logos –cordero-. La liturgia y
su belleza sobreabundan en la representación siempre actual de un Dios que se inmola,
con gestos que denotan la superación de todas las violencias, que abogan por el perdón.
El que la proposición del kerigma, mediante la evangelización, es la apologética más
directa y más universal, porque todo hombre está herido por el pecado original y, por
tanto, necesita ser rescatado-amado, y, por eso, además, es la propuesta gozosa y nueva
que todo hombre espera. No es la presentación de una ley mosaica –pesado fardo
farisaico- que nadie puede cumplir (el que esté libre de pecado que tire la primera
piedra, sea el primero en sacrificar, en ejercer la violencia, el que insulta a su hermano
5
La cursiva es mía.
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es un asesino, etc.), sino la oferta de la buena noticia por excelencia: el Logos amor no
pone condiciones, la que puede hacer razonable o defendible al Logos joánico como la
alternativa al Logos del mundo.
En fin, en una intervención de estas -necesariamente restringidas- dimensiones,
todo puede parecer tópico y adquirir defectos por omisión inevitablemente, pero sirve
de pinceladas de un cuadro cuyo trasfondo se intuye es riquísimo en contenidos. Con
temor y temblor te lo envío porque lo escrito hace permanente la exhibición de las
carencias.
12
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