«Primeramente hay que notar bien que la belleza para la cual se debe buscar un ideal no es una belleza vaga, sino una belleza fijada por medio de un concepto de finalidad objetiva, y, consiguientemente, tiene que pertenecer al objeto de un juicio de gusto que no sea totalmente puro, sino en parte intelectualizado. Es decir, que en la clase de fundamentos del juicio donde deba encontrarse un ideal tiene que haber como base alguna idea de la razón, según determinados conceptos, que determine a priori el fin en que descansa la posibilidad interna del objeto. [...] Sólo aquel que tiene en sí mismo el fin de su existencia, el hombre, que puede determinarse a sí mismo sus fines por medio de la razón, o, cuando tiene que tomarlos de la percepción exterior, puede, sin embargo, ajustarlos a fines esenciales y universales y juzgar después estéticamente también la concordancia con ellos, ese hombre es el único capaz de un ideal de la belleza, así como la humanidad en su persona, como inteligencia, es, entre todos los objetos en el mundo, única capaz de una ideal de la perfección.» (KU, § 17; tr. García Morente. Austral, p. 133). Partes: Sujeto Sólo aquel que tiene en sí mismo el fin de su existencia, el hombre, que puede determinarse a sí mismo sus fines por medio de la razón, o, cuando tiene que tomarlos de la percepción exterior, Predicado puede, sin embargo, ajustarlos a fines esenciales y universales y juzgar después estéticamente también la concordancia con ellos, Universalización del predicado. ese hombre es el único capaz de un ideal de la belleza, así como la humanidad en su persona, Aclaración del predicado en otros términos (Paralelismo, metáfora?). como inteligencia, es, entre todos los objetos en el mundo, única capaz de una ideal de la perfección. Definiciones de hombre:: «aquel que tiene en sí mismo el fin de su existencia» aquel que «puede determinarse a sí mismo sus fines por medio de la razón» «el único capaz de un ideal de la belleza» el único capaz de «la humanidad en su persona» Repeticiones: Hombre: 15 repeticiones. «Sólo aquel que tiene en sí mismo el fin de su existencia, el hombre, que puede determinarse a sí mismo sus fines por medio de la razón, o, cuando tiene que tomarlos de la percepción exterior, puede, sin embargo, ajustarlos a fines esenciales y universales y juzgar después estéticamente también la concordancia con ellos, ese hombre es el único capaz de un ideal de la belleza, así como la humanidad en su persona, como inteligencia, es, entre todos los objetos en el mundo, única capaz de una ideal de la perfección.» Fin: 6 repeticiones. «Sólo aquel que tiene en sí mismo el fin de su existencia, el hombre, que puede determinarse a sí mismo sus fines por medio de la razón, o, cuando tiene que tomarlos de la percepción exterior, puede, sin embargo, ajustarlos a fines esenciales y universales y juzgar después estéticamente también la concordancia con ellos, ese hombre es el único capaz de un ideal de la belleza, así como la humanidad en su persona, como inteligencia, es, entre todos los objetos en el mundo, única capaz de una ideal de la perfección.» determinarse [sus fines], ajustarlos [a fines], concordancia [con fines] I) CONTEXTUALIZACIÓN I.1) Sobre la época y el autor: En 1790 ya han sido publicadas la Crítica de la razón pura (1781) y la Critica de la razón práctica (1788) que presentaban el acceso de la razón a lo sensible y a lo inteligible respectivamente, esto es, al ser y al deber ser. Kant ha publicado además otros escritos donde trata cuestiones culturales y sociohistóricas relacionadas directamente con la conexión entre lo sensible y lo inteligible1. En 1784 escribe la respuesta a la pregunta por la Ilustración y un primer ensayo sobre la historia de la humanidad; en 1785 publica una recensión sobre la obra de Herder sobre filosofía de la historia; en 1786 escribe un ensayo acerca del origen de la historia humana a partir de una exégesis del Génesis; y en 1789 publica un trabajo acerca del uso de los principios teleológicos en la explicación biológica y antropológica. Todos estos trabajos, que se situan entre las dos críticas, no solo por su fecha de publicación, sino por se temática, plantearon la necesidad de un trabajo crítico sobre la relación entre lo sensible y lo inteligible. A tal necesidad responde la publicación en 1790 de la Crítica del Juicio. Es importante una breve aclaración sobre le momento en que se hallaba la discusión estética en el momento en que Kant publica su tercera Crítica. En relación a éste ámbito da Kant la solución de las vinculación de las dos primeras Críticas, es decir, la concepción del sistema kantiano. Si la teoría era el tema de análisis de la primera crítica y en la segunda trataba la praxis, la tercera crítica «está pensada a partir de la tèkne como lugar de confluencia de las dos anteriores»1. De aquí la necesidad de referirse a éste contexto, es decir, de introducir el momento en que ha llegado la discusión estética en la época de Kant. Desde la época renacentista los tratados sobre lo bello han ido proliferando hasta llegar al siglo XVIII a las reflexiones de Lessing acerca del papel del arte en la educación del género humano, a Winkelman acerca del carácter modélico del arte griego clásico y a la fundación de la estética como doctrina específica de la belleza con Baumgarten. «Las categorías fundamentales se gestaron en los primeros años del s. 1 Tomo la lista de publicaciones de Turro pp 47 XVIII»2. En estos años comenzaba a relacionarse lo bello con un cierto placer estético. Las reflexiones sobre Addison apuntan a que este placer no esta fundado en los sentidos ni en el entendimiento, sino más bien en la imaginación. La búsqueda de una fuente del placer estético llevará a Kant, en la línea de Addison, a postular como su origen a la imaginación. En relación a esta cuestión, el empirismo inglés, y en especial Hume inauguran las discusiones acerca del gusto tratando de encontrar la base que lo hacía posible. Las conclusiones de estos trabajos no serán para Kant en absoluto satisfactorias, pues no serán suficientes para explicar los requisitos que el juicio del gusto debía cumplir: «es desinteresado, no proporciona conocimiento y es universal»3. La reflexión kantiana llevará en este sentido a una fundamentación a priori y necesaria del gusto que en el empirismo estaba sujeta al carácter factual de los gustos (es decir, no podían justificarse con universalidad). El sujeto trascendental kantiano propuesto en la primera crítica servirá para la justificación del juicio del gusto en un sujeto no empírico, esto es, no contingente. Kant resuelve así la necesidad de un sujeto sobre el que fundar el gusto proporcionando así la posibilidad de fundar las tradicionales categorías estéticas en el propio sujeto. Se extiende asi, al ámbito de la estética el particular giro kantiano emprendido en la primera crítica. La crítica del Juicio desborda sin embargo el ámbito estético para utilizarlo como clave de bóveda del entero sistema kantiano. I.2) Sobre la obra en general. «La tercera pregunta (a saber, ¿si actúo como debo, qué me está permitido entonces esperar?) es al mismo tiempo práctica y teórica en tanto que lo práctico es sólo un hilo conductor para responder a lo teórico y al elevarse, conduce así a cuestiones especulativas»4. Según la pregunta «¿Qué me está permitido saber?», Kant intenta superar la rígida división que determinaban las dos preguntas anteriores. Ello supone una unificación de los ámbitos teórico y práctico estudiados en las dos primeras Críticas. Repasamos lo dicho en los comentarios anteriores para presentar el proyecto de la tercer Crítica. En relación al conocimiento, la razón sólo puede atender lo fenoménico, produciéndose así la paradoja de que son «justamente aquellas ideas que ponen en marcha todo el mecanismo del conocimiento las que no reciben respuesta por parte de la filosofía teórica»5. Es precisamente esta limitación la que hace necesario un uso práctico de la razón. Pero éste interés, a su vez, se refiere al uso especulativo de la razón: en tanto que la felicidad (necesaria para el bien supremo) está en función de un cierto estado fenoménico, «el bien supremo sólo puede ser objeto de moralidad bajo la forma no contradictoria y postulable de una cadena de causas en que concuerda lo fenoménico y lo nouménico»6. Así pues, los intereses máximos de la razón teórica sólo pueden ser tratados por la razón práctica, y «el bien supremo sólo es pensable a partir del posible paralelismo causal entre fenómeno y noúmeno»7. La pregunta «¿qué me está permitido esperar?» se refiere a la necesidad de conectar lo teórico y lo práctico «puesto que la posibilidad de ambos está ya definida en relación recíproca»8. La posibilidad de tal conexión, que supone un vínculo entre el mundo inteligible y el mundo sensible, no puede realizarse en ninguno de los dos ámbitos anteriores, pues se trata de una cuestión que rebasa los márgenes de tal división. Ninguna de las anteriores críticas puede dar cabida a esta unificación que aparecerá tematizada como la crítica del sistema completo de la razón en la Kritik der Urteilskraft. Ahora bien, ¿en qué sentido se realiza este transito? La realización del bien supremo consistirá en una ordenación de lo fenoménico según lo racional. Esta realización no es sino la actualización de la libertad en la naturaleza según la ley moral. La tercera Crítica deberá aclarar definitivamente la relación entre libertad y naturaleza, proponiendo con ello una cierta superación de la dicotomía entre lo teórico y lo práctico. Ya no se trata de «comprender los principios del objeto teórico ni de la acción práctica, sino de comprender como la naturaleza es el escenario donde la razón realiza sus intereses supremos»2. Tal ordenación tiene lugar según una facultad citada en las dos primeras Críticas: el Juicio. Kant lo coloca entre la facultad cognoscitiva y el sentimiento de deseos y aspiraciones como el sentimiento de placer y dolor. El Juicio, como capacidad de subsumir lo particular en lo general se refiere tanto al entendimiento como a la razón práctica. Este vínculo con cada una de las anteriores facultades será lo que permita su papel de mediación entre lo sensible, construido por el entendimiento, y lo inteligible, legislado por la razón. La tarea del Juicio es la de «descubrir cómo es posible que el objeto natural esté estructurado desde la libertad y, con ello, cómo la moralidad pueda introducirse en la naturaleza»3. La Crítica del Juicio, no da lugar, por tanto, a ningún ámbito distinto al de los anteriores (fenómeno-noúmeno). No funda ninguna parte metafísica del sistema, sino que más bien, media entre las partes metafísicas para intentar superarlas. Al Juicio le corresponde sólo una crítica y no nuevo ámbito de objetos propios ni una doctrina metafísica.. CONTINUA EN: pp 82. capítulo entero. ¡RESUMIR! En el siguiente capítulo hay un resumen. Finalidad. Cap 16. pp. 92 cap 17. pp 95 I.2.2) Rasgo más llamativo de la misma. La Crítica del Juicio, que se sirve del concepto de finalidad en el ámbito de la tèkne para la unificación de la filosofía teórica y la filosofía práctica presenta ahora una filosofía teorética. Esta tercera crítica puede resumirse como la crítica de la finalidad. belleza ideal belleza vaga belleza fijada concepto de finalidad objetiva, juicio de gusto que no sea totalmente puro, sino en parte intelectualizado. como base del juicio alguna idea de la razón determinados conceptos, que determine a priori el fin en que descansa la posibilidad interna del objeto. aquel que tiene en sí mismo el fin de su existencia, el hombre, determinarse a sí mismo sus fines por medio de la razón, cuando tiene que tomarlos de la percepción exterior, 2 3 Turro 50 turro 52 ajustarlos a fines esenciales y universales juzgar después estéticamente también la concordancia con ellos, ese hombre es el único capaz de un ideal de la belleza así como la humanidad en su persona inteligencia, es, entre todos los objetos en el mundo, única capaz de una ideal de la perfección.» ENJUICIAMIENTO Y COMPARACIÓN. Presentación. De forma algo particular preferimos aquí fundir los dos apartados de comparación y enjuiciamiento. Siguiendo la obra de Salvi Turró, partiremos desde el mismo lugar que la Crítica del Juicio, es decir, desde las dos críticas anteriores. Tirando del hilo veremos en qué consiste la necesidad de vincular estas dos obras, en qué ambito se realiza esta fusión, para finalmente llegar al texto que colocaremos coo un escalón más dentro de este análisis, explicando finalmente como culmina. Aunque la explicación es larga, este es una síntesis del material que ha sido necesario para la comprensión del texto y de la obra, sin que haya sido posible una brevedad mucho mayor. Desarrollo. Para comprender el lugar de la facultad del Juicio en el sistema kantiano, hay que referirse a las dos críticas anteriores. Kant distingue entre juicios determinantes, cuando la universalidad es dada y el juicio subsume debajo lo particular; y juicios reflexionantes, cuando para comprender el caso particular se subsume bajo conceptos universales. En este sentido el Juicio es «la conexión entre lo particular dado y lo universal construido»9. La facultad del Juicio no se refiere tanto a pensar algo particular como contenido bajo una regla (juicio determinante) sino a caundo «para algo particular dado se busca la regla, que, por tanto, no está dada»10. Tanto el entendimiento como la razón constituyen a priori dos marcos estructurales que están vacíos de contenido. Para la aplicación efectiva de ambos usos de la razón es necesario esta tercera facultad del Juicio. Su función es la de hacer de puente entre la Crítica de la razón pura y la Crítica de la razón práctica. La Crítica de la razón pura apunta a la construcción de clases, órdenes, géneros, especies y variedades, es decir, la función sintética a priori del entendimiento coincide con la función determinante del Juicio, pero presupone que lo particular es ordenable según estas divisiones. Esta función corresponde claramente al Juicio reflexionante. Por su parte, en la Critica de la razón práctica, se establece a priori el enunciado de la ley moral, a partir de la cual puede establecerse por universalización la legalidad de toda acción. Las consecuencias deducibles de la ley moral se corresponden con la función determinante del juicio. Pero, ¿cómo la acción individual del sujeto puede concebirse como un caso de la ley moral? Para esto es necesario la función reflexionante del Juicio. Éste concibe lo natural-fenoménico como ordenable en relación a principios de la naturaleza (KrV) y en relación a la moralidad (KpV). Kant presenta esta relación en términos de la relación physis-tèkne: elige el émbito del a tèkne para la comprensión de la facultad del Juicio. Por physis se refiere al conjunto fenoménico de la experiencia y por tèkne a aquellos productos resultado del concurso inteligente. Según el principio trascendental del Juicio, «la physis admite una consideración ´tecnica»11. Así, al afirmar el carácter técnico-artístico de la naturaleza (en cuanto que es posible el juicio reflexionante en ella) implica «pensar lo natural como ordenable por un sustrato inteligible –el ideal del la razón– y desde el momento que este sustrato se hace coincidir con un ser absolutamente bueno, la naturaleza se convierte en un todo teleológicamente estructurado hacia la consecución de la moralidad»12. Según este modo de pensar lo natural como arte, es posible una solución para el problema de cómo realizar la libertad en la naturaleza, es decir, cómo establecer un vínculo entre lo sensible y lo inteligible. Lo natural concebido en relación al arte puede ser producido en relación a los principios del entendimiento a la vez que puede ser lugar de realización de los fines morales (bien supremo, felicidad, perfección humana, estado racional, etc) 13. «La reflexión, por medio del paradigma técnico, tiende a establecer un tránsito entre las dos regiones ontológicamente separadas de la realidad»14. Es posible según esta perspectiva una unificación de lo real en la línea de la tradición platónica: el cosmos producido por el demiurgo divino. La tercera crítica supone así la superación del dualismo sensible-inteligible para una comprensión de la filosofía como sistema. «Lo que resultará de esta tarea será un nuevo modo de entender la realación physis-tékne, y con ello una nueva manera de entender la naturaleza y la acción humana en ella: una comprensión dentro de la cual transitará toda la filosofía decimonónica de Fichte a Marx»15 El juicio reflexionante se encarga de «pensar la multiplicidad fenoménica desde una noción unitaria que la reúna y la disponga»16. Es decir, hace posible «lo dado como conceptualizable»17. Según esto, la materialización de lo dado debe hallarse dispuesto para poder extraer de ella conceptos, reglas y leyes, es decir, «está estructurado en sí mismo en función del concepto bajo el que será subsumido»18. La propuesta presupone que los contenidos fenoménicos aparecen estructurados en función del concepto, es justo por ello por lo que es posible la subsunción en las operaciones del pensar. Según esto, puede definirse la noción de fin como «el objeto de un concepto en tanto que éste se considera la causa de aquel»19, es decir, «aquello cuya existencia parece presuponer una representación misma de la cosa»20; y finalidad como la «causalidad de un concepto respecto a su objeto»21. Puesto que el juicio reflexionante presupone un concepto para la ordenación de las series empíricas de la naturaleza, y puesto que la causalidad de una representación es la finalidad, entonces, «la finalidad de la naturaleza es un concepto a priori del Juicio reflexionante»22. Según esta comprensión teleológica de la naturaleza, que los objetos naturales puedan considerarse bajo finas impica que la naturaleza puede comprenderse según el modelo de lo técnico. El juicio reflexionante presenta así la realidad como técnica. En este sentido la tercera crítica puede verse como la «crítica del concepto de finalidad»23. Puede darse un objeto cuya estructura parezca obedecer a cierta intencionalidad, sin que podamos dar con ningún concepto como causa de su posibilidad. Por ejemplo, la combinación de forma y colores de una rosa, parece obedecer a un fin sin que podamos dar con él. Tal caso es el de una finalidad sin fin, es decir, una finalidad «sin concepto particular al que atribuir la causa del objeto»24. El objeto concuerda así con las características del concepto en general, es decir, con la unidad espontánea de las facultades cognoscitivas (sensibilidad, imaginación, entendimiento y razón), sin que podamos atribuir al objeto un concepto como causa. La finalidad sin fin es así forma y no objetivo-material, «predicable de aquellos objetos que despiertan en nosotros una concordancia de las facultades sin necesidad de contenido significativo concreto»25. Frente al Juicio teleológico, la noción de finalidad sin fin no se refiere al objeto sino al especial sentimiento que provoca en el sujeto por causa de su concordancia con las facultades cognoscitivas(el fonómeno concuerda con las condiciones generales de la síntesis conceptual). El fenómeno no es referido a ningún concepto, sino al juego que despierta el objeto en las facultades del sujeto. Tal juicio se llama Juicio estético de reflexión y está «fundado en el sentimiento producido pro la combinación de sensaciones (aisthesis)» 26. Así pues, el Juicio reflexionante estético es el modelo según el cual establecer el vínculo entre naturaleza y aquello inteligible que aporta el concepto en tanto que fin. Ahora bien, ¿a qué refiere Kant este juicio estético? A lo bello. En tanto que es aplicable a proceso producidos por el hombre y al mismo tiempo a la naturaleza, sirve para establecer la conexión finalística entre physis y tèkne. De esta forma, la belleza será una relación entre el objeto y las facultades de representación del sujeto. A esto lo llama Kant juicio del gusto, «no es pues, ningún juicio cognoscitivo»27. No tiene por tanto ninguna finalidad objetiva (si la tuviera sería un juicio con valor cognoscitivo-teleológico), sino que «al relacionar el objeto con las facultades del sujeto indica una cierta concordancia general entre ambos»28. La belleza puede definirse por tanto como «finalidad de un objeto sin representación de ningún fin»29. El objeto concuerda con nuestras facultades sin que sea posible subsumirlo bajo ningún fin. A la luz de la posibilidad de juicios de gusto sin concepto (finalidad sin fin) Kant se plantea, y aquí nos referimos por fin al texto del análisis, la posibilidad de un vínculo entre belleza y moralidad. Para ello argumenta contra la concepción racionalista, según la cual, la belleza es entendida como perfección. Bello es aquello que se adecua a aquella cosa que significa su perfección, es decir, a su fin. De esta forma es bello aquello que es lo que debe ser. Lo bello implica una unidad en la multiplicidad de acuerdo con un fin. Trazada en la estética racionalista la relación entre moralidad y belleza, Kant se pregunta por la validez de esta relación según la Crítica del Juicio. Para ello distingue dos tipos de finalidad objetiva: la utilidad (finalidad externa) y la perfección (finalidad interna). La satisfacción de la belleza no puede deberse a al utilidad «porque no sería entonces una satisfacción inmediata en el objeto, lo cual constituye la condición esencial del juicio sobre la belleza»30. Pero, ¿acaso «la perfección se aproxima más al predicado de belleza»31?. Kant distingue dos tipos de belleza, la belleza libre (pulchritudo vaga) y la belleza adherente (pulchritudo adhaerens). La primera «no presupone ningún concepto de aquello que deba ser el objeto»32. En ella «no hay perfección de ningún tipo, ni finalidad interna alguna a la que se refiera la composición de lo múltiple, que se ponga como fundamente de este juicio»33. Kant la llama «bellezas de esta o aquella cosa»34 y son existentes por si. El juicio de una belleza libre es el juicio del gusto puro, que «no presupone ningún concepto de algún fin para el cual deba servir lo múltiple del objeto dado y que éste deba representar»35 de forma que la libertad de la imaginación quedaría limitada. En cambio, la belleza adherente, presupone un concepto y la perfección del objetos según tal concepto. Se trata de una belleza condicionada que se refiere a «objetos que están bajo el concepto de un fin particular»36. Kant pone como ejemplo la belleza de los tatuajes de los neocelandeses: son bellos, pero no lo son los neocelandeses tatuados en tanto que no se adecuan como ser humano a lo que un ser humano deba ser en si. En la belleza 1 Turro 81 vozal 26. 3 vozal 187. 4 krv 804-805 5 turro 37 6 turro 37. 7 Turro 38 8 turro 38 9 turro 54 10 Ku. Intro. Pp 52 11 turro 83 12 turro 83 13 recogido en turro 84 14 turro 85 15 turro 86 16 turro 92 17 turro 92 18 turro 93 19 ku 10 20 ku einleitung, iv 21 ku 10 22 ku einleitung, iv 23 turro 94 24 turro 97 25 turro 98 26 turro 100 27 ku 1 28 turro 106 29 ku 17 30 ku b 44 31 ku b 44 32 ku b 48 33 ku b 49 34 ku b 448 35 ku b 49-50 36 ku b 49 2