Claude Debussy (Claude Achille Debussy; St. Germain-en-Laye, 1862 - París, 1918) Compositor francés. Iniciador y máximo representante del llamado impresionismo musical, sus innovaciones armónicas abrieron el camino a las nuevas tendencias musicales del siglo XX. Ya en su niñez había iniciado el estudio del piano en su hogar; sin embargo, no pensaba entonces en la carrera musical. Fue una antigua discípula de Chopin, la señora Manté de Fleurville, quien intuyó la vocación del muchacho e indujo a sus familiares a cultivarla. De esta forma, Debussy ingresó en 1873 en el Conservatorio de París; allí tuvo por maestros, entre otros, a Lavignac, a Marmontel y, en composición, a Ernest Guiraud. Claude Debussy Grato paréntesis en sus estudios fue, en el verano de 1880, su empleo de acompañante como pianista de cámara y profesor de piano de los hijos de una rica dama rusa, Nadesda von Meck, protectora de Chaikovski y fanática de su música, en sus viajes a través de la Francia meridional, Suiza e Italia. Esto le permitió conocer a Wagner. Debussy vio renovado el empleo en los veranos siguientes, posiblemente hasta 1884, y entonces visitó Moscú, donde pudo establecer cierto contacto con la música del "grupo de los Cinco". En el Conservatorio había adquirido fama de músico revolucionario; sin embargo, en 1884 logró el "Prix de Rome" con la cantata El hijo pródigo, que presenta al joven compositor aún envuelto en la amable sensualidad melódica propia del gusto de Massenet, pero también capaz de esbozar un aria perfecta en su género, como la de Lía. Los tres años pasados en Villa Médicis resultaron enojosos para el joven Debussy, que no sentía inclinación alguna por el clasicismo romano y con gran amargura echaba de menos París y su vida intelectual, inquieta y moderna. De Roma se trajo la cantata La Demoiselle élue (1887-88, La damisela bienaventurada), sobre un texto de D. G. Rossetti y de un gusto prerafaelista muy propio de la época; todavía arrastrado por un sentimentalismo hijo del siglo XIX, y musicalmente situado entre Massenet y Chaikovski, Debussy buscaba a tientas la salida hacia una nueva concepción artística y cayó, como era natural, en el wagnerismo. Más bien que de experiencias musicales (entre ellas contaron singularmente las llevadas a cabo en Rusia y el descubrimiento del canto gregoriano y de melodías exóticas africanas y javanesas, presentadas en la Exposición Universal de París), la liberación le vino de literatos y pintores: la amistad de poetas simbolistas y parnasianos, dominados por la figura de Mallarmé, y el ejemplo de renovación de la pintura impresionista fueron las fuerzas determinantes que impulsaron al compositor hacia un camino artístico original. Las obras líricas para canto y piano son las composiciones que permiten seguir mejor la evolución lógica del artista desde un formalismo melódico de gusto un tanto aburguesado hasta la creación de una prosa poética intensamente evocadora; así, Arietas olvidadas (1888), Cinco poemas de Baudelaire (1890), Fêtes galantes (1892 y 1904), Prosas líricas(1893) y Tres canciones de Bilitis (1898). De tal forma se forjó el nuevo lenguaje musical y dramático que le permitió aportar una solución personal al problema de la ópera con Pelléas et Mélisande, sobre texto de M. Maeterlinck y representada en la Opéra-Comique el 30 de abril de 1902 (su composición había durado diez años); el éxito fue muy discutido y sólo con gran lentitud la ópera llegó a conquistar el puesto que le correspondía en la historia de la música, como etapa básica en el desarrollo del teatro musical. En una segunda etapa, alcanza el primer plano de la producción de Debussy la música instrumental. De las posiciones de elegancia un tanto formalista propias de los dos Arabesque (1888) y de la Suite bergamasque (1890), para piano, así como del Cuarteto (1893) y del Preludio a la "Siesta de un fauno", de 1892, el compositor llegó, sobre todo en el ámbito pianístico, a la creación de un impresionismo musical que llevó a las últimas consecuencias la disolución de las formas clásicas realizada por el romanticismo y, al mismo tiempo, abrió las puertas al futuro. Con ello se produjo el tránsito del momentáneo clasicismo de Para el piano (1901) a la libertad impresionista de Estampas (1903), de L'isle joyeuse (1904) y de las dos colecciones de Imágenes(1905 y 1907). A la engañosa facilidad de El rincón de los niños(1908), obra abierta a sugerencias y temas de la vida actual, a pesar de su tema infantil, siguió, con los dos tomos de los Preludios (1910 y 1913), el equilibrio definitivo de la composición moderna para piano. La devolución a la música del sentido de la precisión fónica, o sea la conversión de la pieza instrumental en un consistente objeto sonoro donde se cobijan los eventuales valores expresivos sin menoscabo de su solidez, permite considerar realmente a Debussy como el iniciador de las tendencias musicales de la actualidad: en la estela de Estampas se desarrolla el florecimiento de las modernas obras de piano, con Ravel, Bartók, Schoenberg y Prokofieff. PRELUDIO A LA SIESTA DE UN FAUNO (1894) Claude Debussy (Saint-Germain, 1862-París, 1918) Está entre sus obras más importantes, su primera composición orquestal madura escrita a los 32 años, basada en un poema del escritor simbolista Stéphane Mallarmém, del que era asiduo visitante. También, fue un lector de Pierra Bandelaire, Paul Verlaine y otros; con el arte de estos maestros de la literatura, así como con los pintores llamados impresionistas la música que Debussy componía, tenía una afinidad esencial. Este año marca el comienzo de una nueva era musical con la aparición de esta obra, del intuitivo y visionario Debussy. Ya desde finales del siglo XIX, otros compositores (destaca Wagner) habían dado muestras de osadas creaciones musicales en donde asomaban las alteraciones cromáticas, aventuraban las modulaciones, acrecentaban eventualmente las tonalidades y se anunciaba la “liberación” de la disonancia, pero no es sino hasta la aparición del “Preludio la siesta de un fauno” que encontramos a un compositor subversivo, a un rebelde que rompe de manera radical con las ataduras de los esquemas clásicos -tanto en la presentación del tema como de su desarrollo-, que ofrece maneras sonoras cercanas a la improvisación que surge a partir de un único tema de flauta recurrente que juguetea con aire místico y oriental. Este acercamiento a la música oriental no es gratuito, en el año de 1889 Debussy asiste a la Exposición Universal de Paris, ahí escucha a unos músicos de la isla de Java que le influyen poderosamente, en especial su ensamble rítmico y el empleo de la hipnótica escala pentatónica. Con la creación de este preludio la música iniciaría un camino desconocido pero pletórico de hedonismo sonoro, de revolución armónica, de libertad melódica e intuición desbordada. Camino que se convirtió en obligada referencia entre los compositores de música sinfónica contemporánea y música popular cada cual con su particular manera de experimentación. Ya Pierre Boulez, autoridad en música contemporánea, escribió: “Igual que la poesía moderna enraiza en algunos poemas de Budelaire, hay motivos para decir que la música moderna nace con “La siesta de un fauno”. Ernest Giraud afirmó a propósito de una secuencia de acordes de Debussy: “Es bonito, no lo niego. Pero es absurdo teóricamente. No hay teoría: basta escuchar. El placer es la regla”, entendió que esa música no estaba puesta para el análisis sino para el encuentro con el espíritu, no hay razonamiento sino intuición y sensibilidad. Debussy se convirtió en el máximo representante del movimiento impresionista, musicalmente hablando. Pero, ¿qué se propone el impresionismo?, ¿cuáles son los pilares fundamentales de su estética? Fundamentalmente destaca la libertad formal, la importancia de las sensaciones y el timbre, ya que se busca sugerir más que exponer (algo) detalladamente. Debussy busca desde muy temprano en sus composiciones: inestabilidad tonal, sonoridades vagas... Para ello recurre a la escala tónica completa, el aumento de los acordes de quinta, la influencia oriental, el empleo de la modalidad (inspirado por la Edad Media), la transparencia tímbrica, la indeterminación entre disonancia y consonancia, la linea melódica deja de ser la esencia de la música para serlo los acordes, la sucesión cambiante de acordes utilizados más por sí mismos que por la relación que tenga con el anterior y el posterior Ya hemos visto que la estética de Debussy no trata de imitar, evocar sino de reflejar la esencia misma de la naturaleza y de traspasarla a armonías que estimulan la imaginación. Así nos dice: "La música hace una reproducción entre las correspondencias de la Naturaleza y la Imaginación". Éstas son dos palabras claves en la estética de Debussy. Ante todo proclama libertad absoluta. A quienes le pedían consejo sobre qué maestro debían seguir, les respondía: "No escuchéis sino al viento que pasa y nos cuenta la historia del mundo". En sus obras, Debussy quiso crear su propia técnica y su vocabulario. De esta manera se vio arrastrado a trastocar totalmente las rígidas normas musicales que hasta el momento habían permanecido estáticas. Esto respondía a su concepto de que "hay que buscar la disciplina en la libertad". Se declaró admirador de la flauta de cualquier anómimo pastor egipcio "porque él contribuye al paisaje y siente las armonías ignoradas en nuestros tratados. Ver nacer el día es más útil que escuchar una sinfonía. No hay que escuchar los consejos de nadie, sino solo del viento, que narra la historia del mundo".