ES COSA DE DIOS - effunditdatabona

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ES COSA DE DIOS
(colgado)
Desde una esquina hacia el mundo
(copete)
En nuestro paisito, cada día golpea nuestra conciencia una realidad: la violencia,
muchas veces fruto de adicciones descontroladas.
Surge una pregunta: ¿Qué hacer; cómo detener este boomerang? Sin duda, hay
muchos intentos para ayudar a salir de ese círculo vicioso. Hoy presentamos uno:
la Fazenda de la Esperanza… Un esfuerzo más para responder a la necesidad
personal de estar de pie; la necesidad de “ser persona, imagen de Dios”.
(texto)
Sus orígenes
Nació en una esquina famosa como “boca de venta”, en Guaratinguetà (estado de
San Pablo) en 1983. Antonio, que la frecuentaba le suplicó a Nelson: “Hacé lo que
quieras pero ayudame, ¡por favor! ¡No puedo solo salir de esta vida! ¡No soporto
más ver a mi madre llorando!”.
Nelson trabajaba en una cooperativa, y todas las noches, al pasar por la esquina
de regreso a casa, los veía drogándose, pero sin quedar indiferente. Primero se
interesó por las artesanías de uno y luego se hizo amigo de todos y conquistó su
confianza. Tras el pedido de Antonio, varios se fueron a vivir juntos en una casa
alquilada, con el deseo de recuperarse de la droga poniendo en práctica la
palabra de Dios, viviendo el Evangelio. La cercanía espiritual vino del joven
párroco franciscano de origen alemán Fray Hans, que además de cuidar el proceso
de estos jóvenes, también acompañaba a los familiares en el comienzo de una
nueva vida.
En la primera “Casa de la bondad”, los muchachos empezaron a trabajar cortando
el pasto del vecindario con una máquina vieja que les habían donado: todo lo que
recaudaban servia para mantenerse. Al comienzo, no fue sencillo superar la
resistencia de los clientes que conocían su pasado. Pero nacía una original
experiencia de trabajo social en comunidad para la recuperación de
adictos que conocemos hoy como la Fazenda da Esperança (“Estancia de la
Esperanza”). Desde ese 1983 surgieron más de cuarenta Fazendas en Brasil y en
otros países, que han ayudado, aproximadamente, a diez mil jóvenes a liberarse
de la tóxico-dependencia. Más adelante, previniendo las recaídas de quienes
salían de la Fazenda, en 1999 nacieron los grupos Esperanza Viva como ayuda
recíproca para perseverar en la experiencia liberadora.
Fortalecidos y renovados, muchos jóvenes conscientes de que “lo que han
recibidos gratis, gratis lo deben entregar” (Mt 10,8), se ofrecen como
voluntarios para ayudar a otros a liberarse del vicio, en un nuevo camino de
luz, alumbrado por la palabra de Dios. A éstos se los llama Misioneros de la
Esperanza y gracias a ellos y al inmenso deseo de otros laicos que dejan todo
para servir a la juventud excluida, se constituyó, con la aprobación de la Iglesia,
la Familia de la Esperanza. Es una verdadera respuesta que encuentra en el amor
su principio básico y logra devolver a las personas su propia dignidad y el sentido
de la vida. Dos espiritualidades al servicio de la Vida: la espiritualidad
franciscana y la espiritualidad focolarina.
Presencia en Uruguay
Desde el primero de agosto de 2009, gracias a la comunidad católica peregrina en
la diócesis de Melo (que comprende a los departamentos de Cerro Largo y Treinta
y Tres) se constituyó la primera Fazenda de la Esperanza en el antiguo
establecimiento Quo Vadis, en Cerro Chato.
Son 53 hectáreas de campo: una casa capaz de recibir, por el momento, hasta 20
internos. Sus tres pilares educativos son el trabajo, la convivencia y la
espiritualidad. Están acompañados por jóvenes cuyo proceso ha finalizado y por
eso los pueden entender y sostener en cada etapa, además de la familia de los
caseros. Dos sacerdotes, Dante y Gabriel, siguen de cerca la experiencia .
Por el momento se dedican a la huerta, no sólo para ganarse el sustento sino
porque el trabajo también los dignifica y les permite encontrarse consigo mismos
y con los otros.
Aunque la espiritualidad sea otro de los pilares, nadie que no sea cristiano queda
excluido; pero se le pide respeto.
El primer requisito para ingresar a la Fazenda es que la persona desee hacerlo.
Es lindo ver como la gente se compromete con esta obra, y alguna vez arrima una
pala, comestibles, semillas, o simplemente les hace sentir que los quiere, que se
preocupa y los alienta en algo tan difícil.
Es ahí cuando uno descubre cómo el amor sana, recrea, devuelve la dignidad.
Aniversario
El 8 de agosto la Fazenda se vistió de fiesta en el marco de las celebraciones del
primer año. Estaban presentes los fundadores: Nelson y Fray Hans, el señor
Nuncio Apostólico, Mons. Anselmo Guido Pecorari, Mons. Heriberto Bodeant y
Mons. Roberto Cáceres, los sacerdotes de la diócesis, religiosos, amigos,
voluntarios del VIDES 1 y representantes de varias instituciones públicas y
privadas. Como no podía ser de otra manera, el momento cumbre fue la
celebración eucarística en la cual cuatro jóvenes que concluyeron su
proceso anual, egresaron de la obra. Fue muy emotivo escuchar los
testimonios de su experiencia. Uno de ellos, al recibir el diploma, dijo: “Es la
primera vez en mi vida que termino algo…”. Una experiencia que reconstruye y
restituye, para poder volver con animo renovado.
La Fazenda representa un testimonio de vida y de amor, no sólo para los
jóvenes adictos sino para toda la sociedad, tan enviciada de individualismo,
consumismo, falta de perspectiva, y miedo... y nos permite recordar que “cuando
me dono, me invade una inmensa felicidad”. Todos estamos invitados a un
camino de luz nueva y de felicidad; por lo tanto, la Fazenda siempre está abierta
para recibir visitas.
Hna. Laura Guisado fma
(RECUADRO 1)
Camino a la Fazenda, con todos mis conceptos y preconceptos, mi interés por ver el
proyecto y mi emoción de sentir sin ver... Así, en tránsito con dos compañeras del
Voluntariado, aquel sábado gris, nos dejamos llevar. Por momentos, el silencio era
nuestro aliado. No había curiosidad, no pretendíamos hacer crónica, íbamos por la
1
ONG internacional vinculada a las Hijas de María Auxiliadora.
IDEA, después la OBRA y detrás el HOMBRE, EL HOMBRE NUEVO.
No sé por qué, en algún momento, tarareé el " Viejo Divino", que tantas veces
escuché con mis hijos, en una especie de comprometida emoción (porque la
emoción es aliada del compromiso). Esa historia cantada del viejo, que una vez fue
niño orgullo de su mamá y a quien el alcohol derrota y destruye… Ese viejito
anónimo (y no tanto, después que compartís la melodía) quien se embebió y
durmió en su embriaguez, él que esperaba el triste y repetido final del vaso tibio de
vino...
A través de él advertimos que los finales no son siempre felices, y que los
responsables de torcer esas historias somos nosotros, sos vos, son los otros.
Muchos de nosotros tuvimos un alcohólico en la familia o entre los amigos. Y más:
ignorábamos la ENFERMEDAD, pero no el ENOJO que nos provocaba. No había
INFORMACIÓN, ni FORMACION a nivel educativo ni en el seno familiar. Se nos
enseñó a sufrirlo y esconderlo, a ignorarlo y, quizás, a no perdonarlo. Pero nunca
es tarde para reaccionar... Asi, llegué a la Fazenda para DAR UNA MANO (o eso
creíaí). Pero me la tendieron a mí.
FAZENDA ESPERANZA, RAZÓN, REALIDAD Y FE.
Ana Pintos de Rado,
integrante del VIDES (adultos) de Treinta y Tres
(RECUADRO 2)
Cuando surgió la posibilidad de visitar la Fazenda de la Esperanza, en mi interior
surgió un enorme SÍ. Ese SÍ empujó a salvar las dificultades climáticas y numéricas
para organizar la visita. Sentía mucha expectativa por lo que íbamos a encontrar,
pero predominaba el deseo de brindar nuestro tiempo a los muchachos.
Y ellos, ¿qué esperarían de nuestra visita? No lo sé. Posiblemente, cada uno nos
aguardaría con la esperanza de sentir que “para alguien soy importante y existo”.
La alegría expresada al recibirnos, hizo temblar mis cimientos y provocó unas
grietas por donde, el resto del día, se filtraron y mezclaron deseos inmensos de
brindar y recibir, escuchar y hablar, reír y llorar.
Al regresar sentí una plenitud interna: ellos nos habían demostrado que su FE los
ayudaba a superarse y a seguir adelante para vencer el nefasto camino de la droga.
Sentí unos deseos enormes de difundir esta experiencia: a cuantos se me cruzaban
quería contarles lo que habíamos vivido; los medios de comunicación debían
hacerse eco de esta experiencia, para que todos conocieran y ayudaran a sostener,
mientras fuera necesario, a la Fazenda. Recordé la palabra del Evangelio, cuando
los discípulos sienten la necesidad de desparramar la BUENA NUEVA.
Adelaida Pérez,
integrante del VIDES (adultos) de Treinta y Tres
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