LA FILOSOFIA ESPAÑOLA Y EL EXILIO Cinta Canterla (Diario de Sevilla, 16 de diciembre de 1999) Tres años antes de la guerra civil la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid conocía uno de los momentos de mayor esplendor de la filosofía española y probablemente el mejor de las Humanidades desde el Renacimiento. En ella enseñaban a la vez Ortega, García Morente, Zubiri, Besteiro, Gaos, Recasens Siches, Zambrano, Luzuriaga, pero también Menéndez Pidal, Gómez Moreno, Ibarra, Ballesteros, Pío Zabala, Américo Castro, Sánchez Albornoz, Asín Palacios, González Palencia, Ovejero,... En enero de ese año se trasladó al nuevo edificio de la Ciudad Universitaria, en cuya planta alta se instaló el Instituto de Filosofía Sanz del Río, que poseía una considerable biblioteca procedente del legado del viejo filósofo krausista, puesta después al día. Ese mismo verano, García Morente, que era el decano, organizó un crucero de estudios por el Mediterráneo en el que un grupo de casi doscientos alumnos y profesores se embarcaron para visitar las fuentes de la civilización europea (incluso Valle Inclán, que era Director de la Academia española de Bellas Artes en Roma, hizo un trayecto con ellos en el barco). Ortega y Gasset llenó dos veces el Teatro Español en el que la gente pagaba la entrada para oirlo- con la finalidad de destinar parte de lo recaudado a la expedición. Otros intelectuales como Gregorio Marañón y Juan Zaragüeta no sólo colaboraron activamente en los preparativos, sino que incluso aportaron dinero propio para becas. Y el Gobierno de la República, a través de sus Ministerios de Instrucción Pública y de Marina, fletó una motonave de la Transmediterránea, el Ciudad de Cádiz, para el viaje. La Residencia de Estudiantes organizó recientemente ( a finales de 1995) la exposición de los dibujos, mapas, cartas, fotografías y diario de ese crucero, en el que se visitaron yacimientos arqueológicos, ciudades, monumentos y otros lugares de interés cultural (también se impartieron numerosas conferencias), en Túnez, Egipto, Israel, Turquía, Grecia, Malta e Italia. Su catálogo es un testimonio ejemplar de lo que fue ese momento culminante de la enseñanza universitaria en España. Marañón escribió entonces en El Sol lo siguiente: “¿Qué piensa usted del momento político? – se acercó a preguntarme un reportero amigo- . No he sabido qué responderle. Mi política estaba en el Ciudad de Cádiz, que enfilaba graciosamente el alta mar. Para mí, la política no es el accidente de hoy, sino la semilla de mañana. Mi fe profunda está en esa trepidación sorda y recia que llega desde el subsuelo de la actualidad hasta nuestro corazón, lleno de entusiasmo por la gran patria futura. La gran política es sembrar con coraje para era España remota. Y eso han hecho los que ha preparado el viaje de la Universidad por el mar de la civilización antigua y eterna”. Desgraciadamente no era esa la idea de política que tenían otros españoles. Y cuatro años después el Ciudad de Cádiz, que efectuaba servicio de aprovisionamiento de víveres para la República, era hundido por los italianos, buena metáfora de las intenciones que el nuevo régimen tenía para las Universidades y la cultura. La mejor generación de humanistas desde el Siglo de Oro, muchos de ellos organizadores o pasajeros del mítico crucero, tenía que abandonar por la fuerza el país y dispersarse en el exilio. Y para hacerse una idea de lo que supuso para nuestro país la pérdida de sus mejores inteligencias, baste simplemente recordar la extensa nómina de exiliados correspondiente a sólo a una de las disciplinas de las humanidades, la filosofía. 1993 fue también una fecha señalada para la filosofía española. En ese año puede considerarse definitivamente constituido el nucleo inicial de la Escuela de Madrid (García Morente, Zubiri y Gaos), que tendrá su asiento institucional en la Facultad de Filosofía y Letras de esta ciudad, aunque en estrecha conexión también con el área de influencia cultural de Ortega (prensa, revistas, colecciones, órganos políticos, etc.). Entre ese año y 1936 se sitúa el periodo de máxima vigencia de la misma, unos años de gran actividad en los que hay que ir añadiendo a los anteriores los nombres de Luis Recasens Siches, María Zambrano, Joaquín Xirau, Julián Marías, … El golpe de Estado del 36 acabaría con todo aquello: la Escuela de Madrid tiene que dispersarse a partir de ese momento. Ortega vivirá, sucesivamente, en París, Holanda, Argentina y Lisboa, volviendo por temporadas a España a partir del 45, hasta morir en Madrid en Octubre de 1955; Zubiri interrumpirá su docencia en Madrid para reanudarla en Barcelona de 1940 a 1942, año en el que se retira definitivamente de la docencia oficial; García Morente, tras una estancia breve en París y otra en Tucumán (Argentina), regresa a España para ingresar en el seminario y ordenarse sacerdote en medio de una gran crisis personal (finalmente acabaría recuperando su cátedra en la Universidad madrileña); José Gaos abandona su cátedra, ganada en 1933, y tiene que exiliarse en México, donde moriría en 1969. Otros muchos exiliados continuaron su trayectoria filosófica fuera de España. Entre los más directamente influenciados por la filosofía de Ortega, Manuel Granell (que moriría en Caracas), Francisco Ayala y Luis Recasens Siches (que moriría en México) fueron los que salieron del país. Julián Marías permanecería en Madrid tras salir de la cárcel - fue puesto en libertad con un sobreseimiento provisional de la causa-, pero al reintegrarse a su carrera académica se encontró con que el tribunal le suspendía con gran agresividad la tesis doctoral. Se le negó el acceso a la Universidad de por vida. De la llamada Escuela de Barcelona, Jaime Serra Hunter, Joaquín Xirau - que en 1933 fue nombrado decano de la Facultad de Filosofía y Letras de Barcelona y que tan buenas relaciones tenía con Ortega- Eduardo Nicol (todos ellos fallecidos en México), José Ferrater Mora y Juan Roura-Parella fueron los exiliados. Entre los filósofos sociales y del derecho, tuvieron que salir del país José Medina Echavarría (muerto en Santiago de Chile), Lino Rodriguez Arias y Manuel García Pelayo (muerto en Caracas). Más próximos a la filosofía política socialista, también murieron fuera de España Fernando de los Ríos (moriría en Nueva York), Luis Araquistain (fallecido en Ginebra) y la personalidad fundamental del exilio filosófico español: Juan David García Bacca (muerto en Quito); Adolfo Sánchez Vázquez , en esta misma corriente, volvería a España en los años ochenta. Y para finalizar este rápido panorama de nuestro exilio filosófico, habría que recordar a Eugenio Imaz (muerto en México) y Luis Farré; pero también a don Julián Besteiro, profesor junto a Ortega en la Facultad de Madrid, que no pudo huir a ningún sitio porque murió en la cárcel de Carmona. Este impresionante grupo de intelectuales dio lugar a una extensa producción filosófica, escrita fuera de España, que constituye una parte esencial del pensamiento español contemporáneo, y que no siempre se ha tenido suficientemente en cuenta (a pesar de los esfuerzos de los magníficos especialistas en filosofía española). Basta echar un vistazo a la amplia lista de sus obras y a la limitada de las que están efectivamente disponibles en edición española para hacerse cargo de la exactitud de esta apreciación. Hay una triste anécdota que ilustra esto. Cuando en 1992 G. Bueno propuso a García Bacca para el premio Príncipe de Asturias, el resto del jurado, que pensaba que lo merecía más José Luis Aranguren, ni siquiera sabía quién era. Y sin restar méritos a la filosofía del interior, la que se hizo en España desde el fin la guerra civil hasta nuestros días, qué duda cabe que el desconocimiento efectivo de la del exilio sigue siendo imperdonable. Como también lo es que las nuevas generaciones no reciban memoria alguna (o en todo caso, muy limitada: Ortega, Zubiri y Zambrano todo lo más) de lo que fue lo mejor de nuestra filosofía. No es sólo ya un problema de justicia histórica o de reconocimiento moral. Es un estricto problema filosófico y hermenéutico: el de la construcción de nuestro horizonte de comprensión. Toda filosofía necesita una tradición en la que insertarse, y el horizonte de la nuestra, de la española reciente, está hoy todavía por construir. Es nuestra obligación moral e intelectual hacerlo teniendo presente la filosofía española en su conjunto. Pero también lo es no olvidar nuestra historia más reciente. Supongo que a esto se refería Javier Marías en El artículo más iluso ( El País, 26 de junio de 1999), uno de los artículos más polémicos al respecto de los últimos tiempos. Probablemente estaba haciendo algo distinto que expresar, como algunos han querido, su resentimiento de hijo de vencido o una mezquina insistencia en recordarnos el pasado nacional de algunos de nuestros intelectuales. La polémica no es nueva, y desgraciadamente aún no está definitivamente cerrada. Pero qué duda cabe de que el tiempo, con la ayuda de algunos de nosotros, acabará poniendo las cosas definitivamente en su sitio. LA FILOSOFIA DEL EXILIO EN EDITORIALES ESPAÑOLAS Según la base de datos del ISBN, las obras de Manuel Granell publicadas en España (El hombre, un falsificador, La vecindad humana, etc) están todas agotadas y no han vuelto a editarse desde hace unos diez años. Mejor suerte han corrido María Zambrano y Francisco Ayala, que tienen publicada en España toda su obra y se reedita con regularidad. De los trabajos de Luis Recasens Siches (Vida humana, sociedad y derecho, Nueva filosofía de la interpretación del derecho, Experiencia jurídica, lógica de la cosa y experiencia `razonable´, La filosofía del derecho en el s. XX…) sólo se han publicado un pequeño folleto (La naturaleza del pensamiento jurídico. Ed. Reus. 1971. 46 págs. ) y un pequeño libro (Iusnaturalismos actuales comparados. Ed. Universidades y Academias. Facultad de Derecho de Madrid. 1980. 150 págs.). De José Gaos sólo están disponibles en editoriales españolas La filosofía de la filosofía (Crítica.GrijalboMondadori. 1989), Introducción a el ser y el tiempo de Martin Heidegger (F.C.E., 1989) y Dos exclusivas del hombre (Ed. Inst. Alfons el Magnànim. Serie Política y Sociedad, nº 20. 1998). La UNAM, en cambio, comenzó a publicar sus obras completas en 1990. De Joaquin Xirau no se publicaba nada desde 1936, hasta que en 1983 la editorial Península editó una compilación de sus obras con el título Amor y mundo y otros escritos. Este año Anthropos, en colaboración con la Fundación Caja Madrid ha cubierto esa laguna con los tres volúmenes de sus obras completas, un esfuerzo editorial que merece todo el reconocimiento. (En México, su hijo Ramón editó en 1996 dos volúmenes de su Obra Selecta, publicados por el Colegio Nacional) . De la interesantísima obra de Eduardo Nicol, el ISBN sólo informa de la publicación en España de dos de sus escritos ( Historicismo y existencialismo y El problema de la filosofía hispánica, las dos en la editorial Tecnos y en 1961); ambas están agotadas. Juan David García Bacca tiene, en cambio, prácticamente publicada toda sus obras gracias a la labor sistemática de la editorial Anthropos, que desde 1982 va poco a poco sacando todos sus textos (con anterioridad, sólo Península publicó en 1971 unos Ensayos que están agotados). Está a punto de salir en la colección de Pensamiento Crítico, Pensamiento Utópico de Anthropos sus Confesiones. Autobiografía exterior e íntima. C.C.