Ramayana Sección I. legible, el ejercicio no será revisado.

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Ramayana
Sección I. Consulta la unidad uno de tu libro de texto para contestar las siguientes preguntas. Si la letra no es
legible, el ejercicio no será revisado.
1. Describe brevemente el medio físico, cultural y social donde floreció la literatura de la India.
2. Escribe tres rasgos importantes de la cultura de la India.
Sección II. Observa el video y contesta las siguientes preguntas.
1. ¿Qué libro ha sido adaptado? ¿El Mahabharata o el Ramayana?
2. Señala una característica de la literatura hindú presente en el video.
3. ¿Qué revela Hanuman a Bhima?
Sección III. Lee atentamente el texto y realiza el ejercicio.
1. ¿Sabes algo acerca del Ramayana?
2. ¿Qué es para ti un héroe?
3. A partir del título del texto redacta tu hipótesis de lectura.
Ramayana (Fragmento)
¿Quién es ese Rama? ¿De dónde procede Rama? ¿Cuál es su fuerza? ¿Cuál es su valor? ¿Por qué ha penetrado en
esta selva, casi inextricable? Después de estas palabras de Ravana la furia comenzó a contar, llena de cólera, lo
que realmente sabía de la vida de Rama: -Tiene un hermano -dijo- de vivo resplandor, vigoroso, virtuoso, sumiso
devoto a su hermano mayor. Igualmente que él con signos afortunados: se llama Laksmana. Una ilustre dama, de
grandes ojos, de talle encantador, es la esposa legítima de Rama: se llama. Sita. No he visto jamás sobre la faz de la
tierra mujer tan bella como ella. Ni las ninfas, ni la misma Kiesta, ni Yaksi, ni Gandarvi, ni las diosas pueden
comparársele. Sería la esposa que tú te mereces, genio de gran esplendor, lo mismo que tú el esposo digno de Sita.
El rey de los raksasas examinó minuciosamente el plan de su empresa, y dio esta orden a su cochero:-¡Que
enganchen su carro! Y se puso en marcha en seguida en dirección al Océano, soberano y señor de los ríos. Pasó la
ribera ulterior y en lugar solitario, puro, encantador, vio una ermita, en medio del bosque. Allí encontró un raksasa
llamado Maricha, que llevaba los cabellos cortados, una piel negra de gacela por vestido, y que vivía en la
abstinencia, sin probar alimento. Se aproximó al anacoreta y le dijo:-Maricha, escucha las palabras que van a
salir de mi boca, pues estoy afligido y el supremo refugio de mi aflicción es tu santidad. Tú conoces el Djanastana.
Allí vivían catorce millares de raksasas, que realizaban espantosas proezas, que obedecían a la voluntad de Kara,
que se habían distinguido multitud de veces por su destreza y acierto en la punteria con la flecha y el venablo.
Pues, bien, de pronto estos demonios de inmensa fuerza han venido a las manos con Rama, derrotándolos éste en
toda regla. Si, Rama, ha dado muerte en combate a Kara, a Dusana y a Trisiras; ha devuelto la seguridad a los
santos y la felicidad en todos los lugares de la selva Dandaka. Y este ser lleva, sin embargo, un vestido de cortezas,
y se dice penitente; pero tiene consigo una esposa célebre, denominada Sita, de grandes ojos, joven, bella y
encantadora como Sri y como Apadma. Conviértete, por medio de una metamorfosis, en gacela de pelaje de oro y
pintas de plata; vete a la ermita de Rama y muestrate a los ojos de Sita. Indudablemente que, en cuanto te oiga,
saldrá de la choza, y al verte en forma de gacela, le dirá a su esposo y también a Laksmana: "¡Coger vivo este
animal encantador!" Entonces ellos saldrán en persecución tuya. La ermita quedará indefensa y yo me llevaré sin
dificultad a la bella Sita. Y una vez que la pena debilite el vigor de Rama, mi alma, en el colmo de la dicha, gustará
el placer con toda seguridad. Maricha, consternado, tembloroso, pálido, turbado por el miedo, al ver a Ravana
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decidido, exclamó: "¡Marchemos!", y suspiró multitud de veces. Llegaron a la selva Dandaka, y el rey de los
raksasas y Maricha reconocieron bien pronto la ermita del piadoso. -¡He ahí la ermita de Rama, allá a lo lejos,
rodeada de árboles. Ejecutemos sin tardanza nuestro plan. Al oír las palabras de Ravana, Maricha desplegó toda su
rapidez, desposeyóse de la forma de raksasa, y convirtióse en el objeto encantador a todos los seres, en gacela de
oro, ornada de lotos brillantes como el sol, el lapislázuli y la esmeralda. Cuatro cuernos de oro, cuajados de
perlas, ornaban su hermosa frente. El Demonio, metamorfoseado en gacela, iba y venía delante de la puerta de
Rama. Sita quedó absorta de admiración en cuanto vio la gacela. La hija del Rey Djanaka, dijo estas palabras a
su esposo: ¿Ves, kakútstida, esa gacela de oro, con los miembros cuajados de pedreria? ¡Me gustaría, noble
esposo mío, sentarme sobre la rica piel de oro de esa gacela! Rama dijo entonces, radiante de alegría, al hijo de
Sumitra:
-Ya oyes, Laksmana, el deseo que esa gacela ha hecho nacer en mi videana; es preciso que permanezcas
atento al lado de esta hija de reyes hasta que yo haya derribado con una de mis flechas a la gacela. ¡No te muevas
en tanto que yo no vuelva! Al ver Laksmana aquella gacela, igual en esplendor a la celeste, sospechando algo, dijo
a su hermano:-¡No hay ninguna gacela de oro! ¿De dónde procede, pues, esa asociación contra natura de oro y
gacela? Reflexiónalo. A mi parecer esa gacela ha sido creada por magia: es un raksasa oculto bajo la forma de de
gacela. Rama, fascinado por la maravillosa gacela, dirigio estas palabras a Laksmana:-¡Si la gacela que yo veo
ahora, hijo de Sumitra, es creación de la magia, emplearé todos los medios para matarla, pues es el objeto de todos
mis deseos. No te muevas de aquí, mientras yo no vuelva: los demonios se disfrazan en el bosque con mil
ingeniosas formas! En cuanto el vástago y amor de Ragú hizo estas recomendaciones a Laksmana, corrió hacia la
gacela, decidido a darle muerte. Con el arco ornado y curvado y con dos carcajes sobre las espaldas, con una
espada de puño de oro ceñida al lado, se lanzó en persecución de la gacela. Tan pronto ésta aparecía como se
perdía o corría asustada; tan pronto se paraba, como desaparecía o volvía a mostrarse rapidamente. Con este juego
alejó al ragüida a bastante distancia de su choza. Al fin el dasarátida, engañado a cada instante por la gacela, llegó
bajo la bóveda umbría de un lugar tapizado de hierbas nuevas, y se detuvo allí. No lejos de el mostróse nuevamente
la gacela. Decidido a darle muerte, el héroe de inmenso vigor armó su arco con la mejor de sus flechas. De pronto,
Rama estiró la cuerda hasta cerca de la oreja, y apuntando a la gacela, abrió el puño y abandonó el acerado dardo,
que, viejo en el hábito de dar muerte al enemigo, atravesó el corazón de Maricha. Herido en sus articulaciones por
la incomparable flecha, rebotó a la altura de una palmera y cayó moribundo. Pero, una vez roto el prestigio,
apareció lo que era: un raksasa de largos dientes, adornado con todo género de joyas y una guirnalda de flores, con
un collar de tiro y finos braceletes admirables. Maricha, al caer derribado por el dardo, lanzó un grito espantoso, y
pensando servir una vez más a su señor, con una inflexión de voz parecida a la de Rama, exclamó:-¡Ah, Laksmana!
¡Sálvame! Su pensamiento era éste: "¡Si al oír esta voz, Sita, angustiada por amor a su marido, puede enviar aquí a
Laksmana le sería fácil a Ravana secuestrar a la princesa, abandonada por aquél, inmediatamente que Rama vio al
horrible raksasa, descubierto por la muerte, se apresuró a regresar, con el alma turbada, por el mismo camino que
había venido. Apenas hubo oído Sita el grito de angustia proferido por aquella voz parecida a la de su esposo, dijo
a Laksmana: -Vé y cerciórate de lo ocurrido al noble hijo de Ragú, pues el corazón y la vida parece que van a
abandonarme después de ese lastimero grito de Rama, pidiendo socorre en medio del peligro. A pesar de esto,
Laksmana, obedeciendo las órdenes de su hermano, no salió. Entonces Sita, la hija del rey Djanaka, le dijo,
encolerizada, estas palabras:- ¡Tu sólo eres amigo, Laksmana, en apariencia; no eres verdaderamente su amigo, ya
que no corres a socorrer a tu hermano! Laksmana respondió en estos términos a la videana, que hablaba bañada en
lágrimas y poseída de dolor: -¡Reina y mujer encantadora, es imposible que Rama perezca en un combate; por
tanto, no puedo dejarte sola en este lugar solitario. Me has sido confiada por el magnánimo Rama, devoto de la
verdad, como un precioso tesoro. No puedo, pues, abandonarte. Los gritos entrecortados que has oído no son de
él... ¡Rama, en caso de peligro, no dejaría nunca escapar una palabra indigna de su valor!
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La videana, con los ojos hinchados de colera, respondió a las razonables palabras de Laksmana en estos
términos: -¡Ah, vil, vergüenza de tu estirpe, hombre de perversas intenciones, esperas, sin duda, al hablarme así,
que yo seré tu amante! Laksmana replicó a estas amargas y terribles palabras: -¡Pues bien, voy a donde se
encuentra el kakutstida; que la felicidad no se separe de ti, joven de rostro encantador! ¡Que las divinidades de este
bosque te protejan, señora de ojos encantadores, pues los presagios que ante mi vista aparecen me inspiran
espanto! ¡Que a mi regreso con Rama te encuentre aquí!
El justo Laksmana, conmovido de espanto, miró por última vez a la mitilana, y, a pesar suyo, por decirlo
así, partió. Entonces, viendo el monstruo de diez cabezas, el monarca de los raksasas, sola a esta beldad en el
solitario lugar, comenzó a agitar su espíritu demente este pensamiento: "¡He aquí el momento oportuno para
abordar a esta mujer de rostro encantador, ahora que ni su esposo ni Laksmana están cerca de ella!
Y el demonio de diez cabezas, aprovechando la excepcional ocasión, se presentó ante la videana,
metamorfoseado de brahmán mendigo. Se cubrió con una túnica fina y amarilla; se ató los cabellos en forma de
cresta, cogió una sombrilla, cambió su calzado por unas sandalias, se echó un paquete sobre el lado derecho de la
espalda, y completó el disfraz con un jarro de arcilla, que llevaba en la mano, y un palo.
Atravesado de una flecha de amor, el demonio nocturno, de alma corrompida, recitando las oraciones del
Veda, se dirigió hacia la mitilana, la de grandes ojos, y comenzó a adularla así:-¿Quién eres tu, mujer de sonrisa
ingenua? ¿Hija de los rudras o de los marutas? ¿Naciste de un Vasu, pues semejas una divinidad, ¡oh, tú!, de talle
encantador? ¿Quién eres, joven beldad, entre las diosas? ¿Eres, eminente dama, una gandarva? ¿Eres una apsara,
mujer de cintura esbelta? Mas aquí no vienen nunca ni los dioses, ni los gandarvas, ni los hombres; este lugar es el
refugio de los raksasas: ¿cómo viniste aquí? Mientras que el malvado Ravana hablaba, la hija del rey Djanaka se
alejaba de él con desconfianza y miedo. Al fin, la mujer de talle encantador, de formas elegantes, recobró su
confianza, diciéndose: "¡Es un bramán!", y le ofreció los agasajos que merece todo huésped. Después, acordándose
de las preguntas que le formulara antes Ravana, le respondió en estos términos: -Yo soy la hija del magnanimo
Djanaka, rey de Mitila: me llamo Sita, tu servidora; mi marido es el prudente Rama. Caminamos errantes por la
selva. Mi esposo estará pronto aquí, trayendome los frutos más hermosos de la selva... Ahora, dime, mientras
esperas a mi esposo, como te llamas, de que familia eres, y cual es tu raza; pero sin disfrazar la verdad. Herido
por una flecha del amor, el vigoroso demonio respondió a las palabras de Sita: -Escúchame, y sabrás cuál es mi
origen, y quién soy, y en cuanto lo sepas, no te olvides de hacerme los honores debidos. Me he metamorfoseado así
para venir a verte. Yo he derrotado a los hombres y a los Inmortales y al rey de los Inmortales. Yo soy ése a quien
llaman Ravana, el azote de los mundos; bajo mis órdenes, Kara gobierna aquí el Dandaka. Sé la primera de mis
esposas, augusta mitilana; la primera de todas esas numerosas mujeres; la de más alto rango por su belleza. La
encantadora hija del rey Djanaka respondió indignada al demonio:-¡Soy fiel a Rama, mi esposo, hijo heroico de
rey, de inmenso vigor, glorioso entre todos los hombres, que ha vencido en sí mismo los organos de los sentidos, y
cuyo semblante se parece al disco lleno de las noches! ¡Pretender quitar por fuerza su esposa a Rama, es como si
quisieras arrancar de la boca de un león, enemigo y destructor de gacelas, la carne que devora furioso!
Así respondió esta mujer de alma pura al lenguaje impuro del demonio noctivago. Sita pronunció estas
palabras vivamente emocionada y temblorosa, como árbol roto por un elefante. El monarca de los raksasas
abandonó la forma de mendigo y recobro su forma natural. Era grande de cuerpo y brazos, de largo pecho, de
dientes de león, de espaldas de toro, abigarrado y de ojos encendidos. El impuro vagabundo de las noches dijo estas
palabras a Sita: -¡Mujer, si no me quieres por esposo en mi forma natural, emplearé la violencia para someterte a
mi voluntad! ¡No olvides que soy dueño de ti, insensata, y que puedo transformarme a mi placer y proporcionar a
aquel a quien yo quiero los bienes más deseados! E, impulsado por el amor, osó coger a Sita. Ésta, bañada de
lágrimas, encolerizada, le dijo:
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-¡Malvado, morirás a manos del magnánimo Rama! ¡Insensato; eres el más vil de los raksasas, pronto exhalarás el
último suspiro, lo mismo que tus parientes!
Las palabras de la bella videana inflamaron de furor al cruel Demonio, y sus diez caras fulguraron
exasperadas como nubes sombrías. Cogió por los cabellos con su mano izquierda a Sita, y con la derecha agarró
por los dos muslos a la princesa de ojos de loto. En cuanto Sita se vio en brazos del vigoroso demonio, gritó: -¡Ah,
mi amado esposo...! ¿Por qué no me defiendes, heroe? ¡Ah, mi Laksmana! El robusto demonio lanzóse con ella,
a pesar de su resistencia, en dirección a los cielos, en vuelo rápido, como Garuda condujera a la esposa del rey de
las serpientes. En aquel instante apareció, como por encanto, el carro de Ravana, y el raptor, amenazando a la
videana con voz fuerte y palabras brutales, apretóla contra su seno y colocóla en el vehículo.
En aquel momento dormía en la meseta de una montaña, en la selva, bajo el sol ardiente, el monarca de los
pájaros, Djatayu, el esplendoroso, el valeroso, el de fuerza extraordinaria. El rey de los pájaros oyó el ruido de un
carro, que rodaba con estrépito de tempestad. Miró al cielo, observó todos los puntos cardinales del espacio y vio a
Sita, la djanákida, lanzando gritos. El rey de los pájaros lanzóse a los aires con rápido vuelo. Una vez allí, el
poderoso volátil, enardecido de cólera, colocóse delante del raksasa, y contempló la ruta de su carro:
-¡Demonio de diez cabezas -dijo- yo soy el rey de los buitres, y me llamo Djatayu! ¡Soy un pájaro viejo,
endeble por la edad; pero vas a conocer pronto en combate el valor que aún queda en mí! ¡Vas a morir! ¡Abandona,
ser vil, el pensamiento de ultrajar a la mujer de otro, si no quieres que te baje de tu magnifico carro, lo mismo que
se sacude el fruto de la rama! Deja inmediatamente a la augusta videana o te anonadaré con mi espantosa mirada.
Irritado el raksasa por las justas palabras del buitre Djatayu, sus ojos, lo mismo que fuego ardiente, miraron
amenazadores a este. El demonio envió sobre el rey de los buitres una lluvia de flechas. El monarca de los pájaros,
inflamado de cólera, desplegó toda su fuerza, como una inmensa montaña, y cayó sobre el dorso de su enemigo y
lo destrozó con sus fuertes garras. Después, el pájaro rey destrozó con sus patas el arco y la flecha de su rival, y
retiróse con rápido vuelo.
Después de la lectura: contesta las siguientes preguntas.
1. ¿Qué es la epopeya?
2. ¿Qué textos de la India son considerados epopeyas?
3. ¿Quién es el monarca de los Raksas?
4. ¿Qué pretende y qué hizo el monarca anterior para alcanzar su objetivo?
5. El demonio se ha enamorado de Sita, esposa de Rama, ¿qué le dice para que tenga confianza y por qué accede
Sita a hablar con él?
6. ¿Qué símil utiliza Sita para describir a Rama? Señala dos ejemplos.
7. ¿Cuál era la forma real de Ravana?
8. Sita grita y pide que la salve su esposo, ¿quién acude a su ayuda y por qué?
9. Sobre la base de las siguientes definiciones, localiza y subraya en el texto (usando lápices de color) cinco
ejemplos para cada recurso.
Símil: compara personas, objetos, cosas o acciones con elementos de la naturaleza.
Epíteto: da una característica y cualidad del personaje.
10. Indica el significado de cinco palabras que aparecen en negritas.
Hernández, R. (2003) Literatura Universal. México: Siena Editores.
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