NIÑEZ FELIZ Y REALIZADA

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HISTORIA COMUNICACIÓN I
LIC. SONIA CASTRO
EGIPTO- VERSIÓN BREVE
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VERSIÓN BREVE
EGIPTO
EL ORIGEN DE LA CIVILIZACIÓN EGIPCIA
Pueblos nómadas del norte de África, semitas del Asia y negroides del centro
de África, agrupados en clanes, migraron y se instalaron a orillas del río Nilo,
convirtiéndose en sedentarios y dedicando sus esfuerzos a la agricultura. Con el fin de
aprovechar mejor la tierra, se agruparon en dos reinos: el Alto Egipto y el Bajo Egipto.
Cerca del año 3000 a.C., el rey Menes, del Alto Egipto, unifica estos dos reinos
y fija como capital a Menfis, formándose el primer Estado en la historia de la
humanidad.
EGIPTO: EL DESTINO DEL NILO
En medio del desierto del nordeste de África surgió Egipto, una de las
civilizaciones más espléndidas de la historia, cuyo desarrollo cultural dejó, entre otras
cosas, monumentales obras arquitectónicas que hasta hoy se mantienen como el
símbolo más distintivo de lo que fue la vida a orillas del Nilo.
Los egipcios fueron indudablemente un pueblo adelantado, que junto con
desarrollar un considerable poderío territorial se anticipó a muchas actividades que
conocemos hoy en día, como el arte, los cultivos o la astronomía.
Desde los inicios de su historia crearon una sociedad basada en la agricultura,
aprovechando las bondades del río Nilo, que de no existir habría hecho imposible la
existencia humana en ese lugar. Por lo mismo, el gran historiador griego Herodoto se
refería a Egipto como el “don del Nilo”.
Este caudal nace en los lagos Victoria, Alberto y Eduardo, en el centro de
África, donde el clima tropical provoca lluvias abundantes que hacen que el río sea
caudaloso hasta su desembocadura en el mar Mediterráneo.
En los meses de junio y octubre se producen las lluvias tropicales más
abundantes, por lo que el caudal del río aumenta enormemente. Cuando a finales de
septiembre las aguas empiezan a descender, depositan el légamo fertilizante en las
riberas del río, que los egipcios aprovechaban como zonas de cultivo. Ellos, luego de
sucesivas observaciones, descubrieron que existía un ciclo que se repetía
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periódicamente, y que existía una notable relación entre la crecida del Nilo y el
movimiento de los astros, lo que dio origen al año solar de 365 días.
Para que las crecidas del Nilo fueran bien aprovechadas, los egipcios tuvieron
que construir sistemas de canales de regadío y barreras de contención, cuyo trabajo
exigía de una gran disciplina colectiva que solo un gobierno fuerte podía imponer. Esta
es la razón por la cual se dice que el río Nilo determinó la formación del Estado y la
organización política del Antiguo Egipto.
Período predinástico
PERIODOS DE EGIPTO
En esta época se inicia la división del valle del Nilo en dos zonas: la del delta o
Bajo Egipto, y la parte septentrional del valle o Alto Egipto. Se reconocen aquí la
presencia de culturas que vivían de la caza, la pesca, la ganadería y el cultivo incipiente
de cereales. En la transición hacia el uso de los primeros metales se muestra un avance
en las técnicas de elaboración de cerámica y en la fabricación de vasos de piedra, y el
empleo de objetos de cobre forjado.
La cultura de Gerze, desarrollada hacia el año 3500 a. C., ocupó las técnicas
metalúrgicas y la decoración de la cerámica. Hacia el 3300 a. C., la cultura nagadiense
representó el tránsito hacia la época histórica.
Imperio Antiguo
(3100-2160 a. C.)
A finales del cuarto milenio a. C., el rey Menes, procedente del Alto Egipto,
unió a todo el país y fundó la primera dinastía. Desde entonces los faraones
ostentarían el poder del Alto y Bajo Egipto.
En esta época se crearon y consolidaron las características específicas de la
civilización egipcia, tales como la organización política, la escritura, la arquitectura y
el arte, entre otras manifestaciones culturales.
Las primeras dos dinastías se denominaron tinitas, por tener su capital en Tinis,
período en el cual se produjo un aumento en la prosperidad económica del pueblo
egipcio. Con la III dinastía, iniciada hacia el 2686 a. C., la capital se trasladó a Menfis
y los faraones iniciaron la construcción de las pirámides, que sustituyeron a las
mastabas (construcciones en forma de pirámide truncada) como tumbas reales. En
esta dinastía destacó el faraón Zoser, quien tuvo como consejero a un sabio llamado
Imhotep, el primer científico conocido de la historia, que alcanzó renombre como
médico, pensador y, en especial, como arquitecto al construir la pirámide de Saqara.
Los faraones siguientes también quisieron tener sus propias pirámides, sobre
todo durante el período de la IV dinastía (2613 a.C.), iniciada por Snefru y reconocida
como la época de mayor esplendor de la civilización egipcia. En este período se produjo
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la expansión territorial al sur de la segunda catarata, se realizaron expediciones a
Nubia y Libia, se impulsó el comercio marítimo en el Mediterráneo oriental; se inició la
explotación de las minas de cobre del Sinaí y de las canteras de Asuán y del desierto
nubio.
Snefru emprendió la construcción de la primera pirámide auténtica, sin
escalones. A su sucesor, Keops, se debe la construcción de la mayor de las pirámides
en Gizeh. Kefrén, hijo de Keops, construyó otra más pequeña. La tercera de las
grandes pirámides fue levantada por Micerinos. Pero este auge arquitectónico
comenzó a decaer bajo las dinastías V y VI. En la V, iniciada hacia el 2494 a. C., se
produjeron modificaciones en el modo de gobernar, como consecuencia de la influencia
del clero de la ciudad de Heliópolis, que impuso la supremacía del culto al dios Sol.
Durante la VI dinastía, el gobierno de Pepi II -quien asumió siendo muy
pequeño- propició el traspaso del poder del faraón a los gobernadores de las
provincias (nomos), lo que se manifestó en la proliferación de grandes tumbas
privadas. Al final de este reinado, las invasiones de los pueblos asiáticos en el delta
del Nilo y las revueltas populares sumieron al país en el desorden y la desorganización
política.
Durante el primer período intermedio, comprendido entre los años 2160 y 2040
a. C., se sucedieron las dinastías VII y VIII en Menfis, la IX y la X en la Heracleópolis
y la XI en Tebas; esta última se impuso en todo Egipto durante el reinado de
Mentuhotep II, quien expulsó a los invasores del delta y reanudó el comercio con Asia
y el sur de Egipto.
Imperio Medio
(2040-1786 a. C.)
Los faraones de la XII dinastía consiguieron terminar con el poder de los
gobernadores gracias al apoyo de los sacerdotes de Amón.
Sesostris III y Amenemhet III emprendieron expediciones militares contra
los pueblos vecinos, extendieron la influencia egipcia al Cercano Oriente y a Nubia, e
impulsaron el comercio, la minería y la actividad agrícola.
Entre los años 1786 y 1567 a. C. se produjo una nueva desintegración del
estado, que favoreció la invasión del pueblo asiático de los hicsos, quienes utilizaron
caballos y carros de guerra -desconocidos por los egipcios- para imponer su poder.
Los faraones de la XVII dinastía de Tebas lograron vencer a los hicsos.
Kamosis hizo retroceder a los invasores hasta su capital, Avaris, y su sucesor, Ahmés
I, los expulsó.
Imperio Nuevo
(1567-1085 a. C.)
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Con Ahmés I se inició la XVIII dinastía. El faraón restableció el poder egipcio
en el norte de Nubia y controló a la nobleza.
Amenofis I y Tutmosis I extendieron las fronteras hasta la tercera y cuarta
cataratas, e iniciaron una nueva época de esplendor.
Con Tutmosis III el reino alcanzó su máxima extensión, y llevó el poder egipcio
hasta el río Éufrates.
Los reinados de Amenofis II y Amenofis III mantuvieron el esplendor del
imperio nuevo. Amenofis IV impulsó una reforma religiosa monoteísta centrada en el
culto al disco solar Atón, cambió su nombre por el de Akhenatón, y trasladó la capital
a Aketatón. Tutankamón, yerno de Amenofis IV, restableció los antiguos cultos, pero
murió prematuramente y el general Horemheb se proclamó faraón, reorganizó el
estado y combatió a los hititas.
Con Ramsés II, la ciudad de Tebas alcanzó una gran prosperidad. Se llegó a un
acuerdo con los hititas tras la batalla de Qadesh y se restauró el esplendor de
Tutmosis III. El último faraón poderoso de la XIX dinastía fue Menefta, quien se
enfrentó exitosamente con los pueblos del mar.
Ramsés III, de la XX dinastía, rechazó a los invasores y consiguió algunos años
de paz.
A fines del segundo milenio, Egipto había perdido su poder y prestigio en el
Cercano Oriente. Mientras, en el interior del país, nobles y sacerdotes acaparaban las
riquezas en medio de una generalizada situación de pobreza.
Decadencia del imperio
Tras el reinado el Sheshonq I, fundador de la XXI dinastía, el imperio quedó
dividido y fue ocupado por distintos pueblos, entre ellos libios, etíopes y asirios. El rey
asirio Asurbanipal conquistó Tebas en el 663 a. C.
Psamético I, fundador de la XXVI dinastía, expulsó a los asiáticos y se
proclamó faraón de todo Egipto, estableciendo la capital en Sais, cerca de la cual
surgió un asentamiento de comerciantes griegos denominado Naucratis.
El faraón Ahmés protagonizó un último momento de auge comercial a mediados
del siglo XVI a. C. Su hijo, llamado Psamético III, fue derrotado en el 525 por el rey
persa Cambises I, quien convirtió a Egipto en una provincia del imperio persa. Durante
este período la cultura egipcia se proyectó en el Mediterráneo oriental, especialmente
en Grecia y Judá.
ROLLO DE LOS MUERTOS
“No he hecho mal, no he cometido violencias, no he robado, no he disminuido las ofrendas
a los dioses; no he matado, no he mentido, no he hecho llorar a nadie; no he sido impuro ni
he muerto animales sagrados; no he sido calumniador; no he falseado el fiel de la balanza,
no he despreciado a los dioses en mi corazón. ¡Soy puro, soy puro, soy puro!”
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