16 de junio de 1955: entre recuerdo y reescritura Juan Besse Hace cincuenta años aviones de la marina de guerra y la aeronáutica, en un supuesto intento de asesinar al presidente Perón, bombardeaban el centro cívico de la ciudad y el Palacio Unzué, la hoy desaparecida residencia presidencial. En el campo de la memoria pública, e incluso en el más capilar de la memoria social1, el 16 de junio de 1955 marca un antes y un después. Y lo hace en dos sentidos: por un lado, visto retrospectivamente, marca el comienzo del fin de la experiencia de gobierno peronista; a la vez, es el inicio de un tipo de violencia que anticipa los métodos y los medios del terrorismo de Estado. Junio del 55 es un tiempo liminar, en el que las fuerzas que debían defender y custodiar a los ciudadanos de supuestos peligros exteriores, en un inquietante vuelco moebiano, se vuelven contra ellos. Momento de transición entre el terrorismo faccioso que hace uso de los medios del Estado y la asunción plena por parte de -en este caso sí- un estado de excepción que deroga por decreto la Constitución de 1949 e impulsa fusilamientos extrajudiciales que vulneran el orden jurídico liberal que la coalición vencedora en septiembre del 55 declama restaurar. La matanza de civiles indefensos esa tarde de junio preludia la ulterior criminalidad de lesa humanidad que caracterizará al estado argentino no sólo en la dictadura aramburista que siguió al derrocamiento de Perón sino a aquella del 76 que vino a cerrar, a sangre y fuego, el ciclo iniciado en el 45. * Las distinciones entre memoria social, memoria colectiva y memoria pública – en este último caso sin asociar lo público con lo oficial- exceden, por muchas y conceptualmente densas, la intención de este trabajo. Sólo dejamos planteada la necesidad de discernir sus filiaciones teóricas y sus consecuencias metodológicas a la hora de sus usos. Está claro que las definiciones se nutren entre ellas y, entonces, se solapan. En este escrito hemos optado por el primer término pero –en pos de esa opción- nos ha resultado imprescindible trabajar con algunas de las teorizaciones sobre el segundo y el tercero. 1 2 A lo largo de los años, diversas posiciones señalan que esta masacre perpetrada contra una Buenos Aires abierta ha sido silenciada. ¿Pero de qué silencio se trata?. Dos posiciones básicas nos ofrece el psicoanálisis -en especial el que tributa a la enseñanza de Lacan- para abordar en el campo de las ciencias sociales la tarea de pensar la relación olvido/recuerdo en la construcción de una teoría de la memoria social. Cabe entonces diferenciar el olvido que se relaciona con la represión, y retorna bajo la figura de lo reprimido, de aquel otro entendido como lo forclusivo, esto es, lo que no se ha inscripto y, por tanto, no retorna2. El bombardeo, como pocos acontecimientos políticos, ha sido y es fruto de una memoria social más extendida de lo que se cree y forma parte también de lo que Hugo Vezzetti denomina memorias militantes3. El 16 de junio es parte del acervo básico de las memorias construidas en el campo peronista4 y filo-peronista. En tal sentido, para amplias capas de población sujetas a esas memorias, las bombas del 16 de junio han pasado a ser, según el sentido que Andreas Huyssen5 toma de Ulrich Baer, un trauma entendido “más que como algo irrepresentable y fuera del tiempo” como una experiencia anclada en la historia. Noción de lo traumático que de alguna manera introduce los correctivos que Freud, de manera radical desde 19236, hiciera a la des-historización del trauma impulsada por algunos de sus epígonos. Véase Jorge Alemán (2000) “Lacan y la experiencia del fin de la metafísica” en Jacques Lacan y el debate posmoderno, Buenos aires, Filigrana, p. 121. 3 Hugo Vezzetti (2003) [2002] Pasado y presente. Guerra, dictadura y sociedad en la Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI Editores Argentina. 4 En el campo de la memoria de la militancia peronista las bombas de junio del 55 suelen hacer serie con las bombas que estallaron el 15 de abril de 1953 durante un acto en Plaza de Mayo. El atentado, que cobró seis muertos y noventa y tres heridos, significó la presentación en sociedad de los llamados ‘comandos civiles’. Ese mismo día algunos grupos peronistas asaltaron e incendiaron parte de la Casa del Pueblo -sede del Partido Socialista-, la Casa Radical, la sede del Partido Demócrata Progresista y la del Jockey Club en Buenos Aires. Contra lo que destaca la variopinta memoria antiperonista, la “ola de detenciones de opositores” que siguió al atentado de abril “produjo un efecto sorpresivo: un espacio de negociación, el único, que derivó finalmente en una Ley de Amnistía” que liberó a todos los detenido que no estuvieran implicados en actos terroristas, Daniel Cichero (2005) Bombas sobre Buenos Aires. Gestación y desarrollo del bombardeo aéreo sobre Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955, Buenos Aires, Vergara, pp.25-27. 5 Andreas Huyssen (2004) “W. G. Sebald: la memoria alemana y la guerra aérea” en Punto de vista, Nro. 79, Buenos Aires, Agosto, p. 10. 6 Véase especialmente Inhibición, síntoma y angustia (1923) y las ironías teóricas presentes en Análisis terminable e interminable (1937). 2 3 Al analizar la obra de W. G. Sebald7, Huyssen nos sugiere otra categoría pertinente que refuerza, en simultáneo, el abordaje del trauma como un real que resiste la simbolización pero que a la vez, al no estar clivado de la historicidad, es condición de la narración histórica: el bombardeo constituye así -para quienes carecemos de la experiencia misma- una experiencia de “traumatización transgeneracional”8. Y si lo es, podemos pensar que algo de la experiencia misma ha sido transmitido: no se puede olvidar aquello que no se recibió9. Otro aspecto de la historicidad del trauma se revela aquí: el que lo funda como objeto de una transmisión de carácter social. * Hoy mi generación10, la de los nietos de los protagonistas11 -o la de los hijos pero en el tiempo de los nietos- se ha puesto a contar, en la doble acepción de narrar los hechos y de contar los muertos, qué sucedió ese 16 de junio. Los libros de Gonzalo Chaves y Daniel Cichero reconstruyen -sobre la base de múltiples fuentes y con discrepancias propias de un estudio de memoria- la nómina de muertos. Esos nombres, hasta hace poco indistintos, atravesados por el más + (más) – (menos) 1 que según Lacan definen tanto al registro imaginario como al de lo real, todavía están en busca de una simbolización donde todo valga 1. Las listas son el comienzo del necesario camino de desolvido, destitución subjetiva de los sujetos Luftkrieg und Literatur publicada en 1999, editada por Anagrama en 2003 como Sobre la historia natural de la destrucción. 8 Andreas Huyssen (2004), op. cit., p. 12. Diversos aspectos que hacen a la construcción de la noción de traumatización transgeneracional pueden rastrearse en el fecundo intercambio epistolar entre Jacques Hassoun y Cecile Wajsbrot (2005) La historia a la letra, Leviatán, Buenos Aires. 9 Yosef Hayim Yerushalmi (1998) [1988] “Reflexiones sobre el olvido” en Y. Yerushalmi, N. Loraux y otros Usos del olvido. Comunicaciones al Coloquio de Royaumont, Buenos Aires, Nueva Visión, pp. 17-18. El desarrollo de algunas de las premisas de ese argumento puede verse en Yosef Hayim Yerushalmi (1996) [1991] El Moisés de Freud: Judaismo terminable e interminable, Buenos Aires, Nueva Visión. 10 Daniel Cichero (2005) Bombas sobre Buenos Aires. Gestación y desarrollo del bombardeo aéreo sobre Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955, Buenos Aires, Vergara. 11 Con casi diez años de diferencia, Alberto Carbone (1994) El día que bombardearon Plaza de Mayo, Buenos Aires, Editorial Vinciguerra y Gonzalo L. Chaves (2003) La masacre de Plaza de Mayo, Buenos Aires, De la campana. 7 4 propuestos al olvido12, que una sociedad debe transitar para constituirse como tal en nuevos términos13. Sin embargo, en contraste con la enormidad del crimen, hasta hace muy poco, las narrativas sobre el 16 de junio fueron escasas. La mayor parte de ellas, han sido producidas en el campo de la investigación periodística -escrita o cinematográfica, mediante trabajos de cine documental, también como prácticas complementarias de la militancia política –(folletos, escritos breves) o en contados textos literarios14. Todas esas narraciones recortan -desde el exterior- la figura de un objeto ausente: el de la investigación en el campo específico de las ciencias sociales de los acontecimientos de ese día y de sus proyecciones tanto en la coyuntura golpista como en la larga duración. El 16 de junio ha sido enunciado, mencionado, referido en muchos escritos de muy diversa filiación disciplinaria o profesional; en ocasiones, brevemente descripto entre la procesión opositora de Corpus Christi llevada a cabo el 11 de junio y la apertura hacia las fuerzas políticas iniciada por Perón después del 16. Como si se tratara de una viñeta propia de las postrimerías del segundo gobierno peronista, su presencia inaugura una saga. La saga -y la señal- de su agonía. En fin, como parte de la serie de sucesos que jalonan el camino al golpe de septiembre. Así, la seriación imaginaria que toma al bombardeo como un acto necesario ha impedido su adecuada inscripción simbólica. Los relatos que lo hacen presente y los contornos del objeto ausente en el decir de las ciencias sociales no pueden entenderse sino se los reenvía a los fantasmas de memoria que desde diversas posiciones (de la izquierda a la derecha) presuponen una cierta subjetivación política del estar en la ciudad. A lo largo de las dos series que nos ocupan en la investigación mayor de la que forman parte estas notas sobre el lugar del 16 de junio en la memoria social: 1) la de los acontecimientos políticos/objeto de La recuperación de la distinción efectuada por Milner entre olvido, un olvido y el olvido permite trasponer el “fantasma de memoria” e introducir la experiencia de lo real, es decir la del acontecimiento en el trabajo de memoria. Véase Jean-Claude Milner (1998) [1988] “El material del olvido” en Yosef Yerushalmi, N. Loraux y otros Usos del olvido, Buenos Aires, Nueva Visión. 13 En palabras de Mommsen, “rendir cuentas es doloroso pero necesario si se quiere resolver definitivamente la relación” de una sociedad “con su historia; es un proceso de largo aliento y sólo en su final, no en su comienzo, puede nacer el olvido” Hans Mommsen (1988) “El Tercer Reich en la memoria de los alemanes” en Yosef Yerushalmi, N. Loraux y otros, op. cit., p. 65. 12 5 rememoración social (1955-1983) y 2) la de las políticas de memoria/objeto de análisis de nuestra investigación (1973-2005) que tienen como objetivo memorar dichos acontecimientos, se revela en su interfase la existencia de lo que ha sido a la vez -en simultáneo- una memoria de la ciudad de la militancia y una memoria de la ciudad antimilitante. En su reverso –pero al mismo tiempo-, otra ciudad, una ciudad no-militante no atravesada por las memorias de la militancia, pero sí por ciertos discursos que desde la enunciación periodística hasta la sociológica o la historiográfica han producido mojones sobre el acontecimiento. Esas ciudades imposibles que fueron el escenario posible de la constitución de modos de subjetivación política son el material imprescindible para pensar para qué, qué y cómo se transmitió de una generación a otra la matanza del 16 de junio. * En muchos de los relatos de la investigación académica (y conste que me reconozco como parte de ese campo de trabajo) a modo de una prefiguración arcaica del discurso de los dos demonios -que marcará, treinta años después, un segmento significativo de la discursividad de la recuperación democrática posterior al 83- el bombardeo hace pareja explicativa con la quema de las iglesias llevada a cabo la noche misma de esa jornada trágica15. Así, mediante ese montaje discursivo que homologa bombas y muertos con incendios y reliquias calcinadas, la represión ‘historiográfica’ y ‘sociológica’ de los hechos puede comenzar a ser explicada por los devenires mismos del campo político y del campo intelectual que, más allá de sus propias legitimidades, parcialidades y desencuentros, durante casi cincuenta años coincidieron en una estrategia sin estratega: la invisibilidad de la magnitud de los hechos y de las implicancias del acontecimiento. En el envés de esa estrategia silente, la contingencia del 16 de junio fue deviniendo, nublada y gris como esa tarde larvaria, en una condición necesaria de la reproducción de dichos campos en los años venideros. Principalmente, Guillermo Saccomano (2003) La lengua del malón . Véase Norberto Galasso (2005) Perón. Formación, ascenso y caída (1893-1955), Buenos Aires, Colihue, p. 696. Algunos ejemplos de los abordajes de investigación sobre el 16 de junio los hemos trabajado en Juan Besse (2006), op. cit. 14 15 6 * Volvamos por un momento al planteo de Huyssen respecto de la obra de Sebald. De hecho, la conjunción de los términos recuerdo y reescritura la hemos tomado de él16. Si el recuerdo conlleva el irrefragable advenimiento de la reminiscencia y por tanto la pesada presencia de lo imaginario organizando el discurso de la memoria, la noción de reescritura habla a las claras de una torcedura de lo escrito, se trata del acontecimiento de la escritura que se sobreimprime al acontecimiento17 y lo devela en lo que puede decirse de ese real, por estructura, indecible todo. Huyssen marca que, en el sub-texto del planteo de Sebald, la cuestión que está en juego refiere menos a una “represión psíquica de los bombardeos por parte de quienes los sufrieron, que [a] la represión política de los recuerdos de la guerra aérea”18. La hipótesis que muestra la obra de Sebald es a los ojos analíticos de Huyssen, una paradoja. Por una parte, Sebald logra hacer visible en el discurso público de Alemania los recuerdos de la guerra, dando lugar así a un nuevo tiempo de la construcción de una memoria pública, pero a la vez, demasiado aferrado a una metafísica –a su juicio muy propia de la filosofía alemana- que sustenta una historia natural de la destrucción, el autor termina reinscribiendo la repetición traumática del acontecimiento de la guerra aérea19. La cuestión es de qué naturaleza se trata, el término historia natural es en sí mismo un oxímoron conceptual que nos obliga a interrogarnos sobre si dicha historia es un capítulo más de las escatologías secularizadas o si, en cambio, la historicidad de la naturaleza se jugaría en el terreno de las consecuencias mismas de la naturaleza humana marcada por la lengua y el hecho de que los hombres seamos seres parlantes. De ser así, la ‘historia natural’ no sería otra cosa –aventuremos la hipótesis- que el reconocimiento del estatuto de la pulsión, como núcleo a-histórico, en la constitución de la historicidad. Sebald, entonces, sin querer o queriendo, vendría una vez más Andreas Huyssen (2004), op. cit., p. 11. Wajcman, al ponderar Shoah de Claude Lanzmann, sintetiza el grado cero de esta operatoria de la re-escritura, “Shoah no es un filme ‘sobre’, es una obra que hace de la Shoah un acontecimiento visible en nuestro presente”, Gérard Wajcman (2001) [1998] El objeto del siglo, Buenos Aires, Amorrortu, p. 22. 18 Andreas Huyssen (2004), op. cit., p. 11. 16 17 7 a decir aquello aún inaudito para una parte significativa de los teóricos sociales: que la lengua no es una superestructura20. Sin embargo, la indicación de Huyssen no deja de ser pertinente, ¿hasta dónde es conveniente (o posible) distinguir represión psíquica y represión política de los recuerdos?. Si la política no es lo inconsciente, en cambio, lo inconsciente es –en lo que hace a sus efectos singulares y de un modo todavía a investigar- la política21. * A modo de hipótesis, los compromisos que el mismo gobierno peronista intentó establecer con los opositores en los meses subsiguientes a junio como también los acuerdos que durante los años de proscripción primero con la UCRI frondizista y después con el balbinismo- conllevaron sin duda una parte de este olvido, acaso políticamente necesario pero éticamente cuestionable. La iglesia católica hizo lo suyo bendiciendo con la fuerza de los iconos la masacre de junio y su reedición ampliada en el 76: la inscripción Cristo vence desde el fuselaje de los aviones acompañó la pasión de la metralla como los capellanes de la última dictadura absolvieron a los practicantes de la picana. La coyuntura de junio halló al país polarizado política y socialmente entre una base popular de sustentación del gobierno cada vez más inclinada a una religiosidad laica de cuño cristiano y una reacción oligárquica montada sobre el descontento de las clases medias22, Andreas Huyssen (2004), op. cit., p. 14. 20 Proposición que nos conduce a pensar los términos mismos de physis y thesis, como así también las relaciones entre la contingencia y le necesidad, que derivan de ese reordenamiento por los usos de las categorías mismas de la naturaleza y la cultura. Véase JeanClaude Milner (2003) [2000] “De la lingüística a la lingüistería” en Jacques Aubert y otros Lacan: el escrito, la imagen, Buenos Aires, Ediciones del Cifrado. 21 “Poco antes de mayo de 1968, Lacan escribía: ‘Ni siquiera digo que la política es lo inconsciente, sino simplemente: lo inconsciente, es la política’. Por su costado absurdo, no consideraremos aquí esta expresión demasiado abrupta. No, la política no es solamente lo inconsciente, sino que es también lo inconsciente, los fantasmas, los sueños, los fracasos y las angustias”, Michel Schneider (2004) “El Estado como semblante” en Yves Charles Zarka (dir.) Jacques Lacan. Psicoanálisis y política, Buenos Aires, Nueva Visión, p. 53. 22 Claro está que en la medida que la Iglesia Católica logró ‘acolchar’ la actividad opositora, el gobierno respondió con medidas que vulneraban el núcleo doctrinario de la catolicidad militante. Ni la Marina – excepto el Ministro del área Aníbal Olivieri-, ni una parte sustantiva de los comandos civiles eran católicos, es más según Cichero, el conflicto con la Iglesia sólo aceleró la velocidad del golpe y a su juicio “fue una coartada. La mejor de ellas” Daniel Cichero “Más 19 8 cada vez más abroquelada en torno de la actividad opositora de la iglesia que a púlpito batiente combatía el giro anticlerical del gobierno de Perón desplegado visiblemente a partir de 1954. En síntesis, la voluntad de aniquilar al ‘régimen’ peronista, aunque atravesada por ellas, estaba más allá de “razones de libertad o religión”. El bloque que se hizo con el gobierno -como lo puso de manifiesto el desplazamiento del General Lonardi en noviembre del 55- mostró que no había lugar para consignas como ‘ni vencedores, ni vencidos’ y que el objetivo inexorable era, en el más allá de los proyectos políticos heterogéneos que coincidieron en el frente cívico – militar de la “revolución”, rediseñar el país en una dirección contraria a los diez años anteriores. Ahora bien, con pocas excepciones, lo dicho hasta la fecha pone a descubierto, más que un silencio, un decir con sordina. Una minimización de los hechos y sus consecuencias que habla a las claras de una represión política de los recuerdos acerca del acontecimiento cuyas hebras es menester desanudar si se quiere inscribir el bombardeo de Plaza de Mayo como algo más que un morboso recuerdo traumatofílico23. El 16 de junio, transmitido de generación en generación por la vía de la memoria social, es una memoria abierta al trabajo de rememoración colectiva que cualquier sociedad necesita realizar a la hora de pensar el presente y construir líneas de análisis pero también cursos de acción hacia el futuro. En tal sentido, el trabajo de la función intelectual es colaborar con rigor y responsabilidad- en la dirección de una reescritura pública del pasado que marcando los traumas24, cada vez que sea necesario –a la manera de una partera que cumple con su trabajo-, ayude en el advenimiento del porvenir. Los jefes de la asonada golpista, y los que los obedecieron, hicieron de coleccionistas de la muerte; allí donde las listas de los muertos hoy están sobre el 16 de junio de 1955” en carta de lectores Clarín, 21 de junio de 2005, p. 24. Según algunas lecturas, la posición gubernamental, y el sentimiento popular construido en torno a ella, tenía más visos de paganismo que de laicismo. Véase por ejemplo Jorge Luis Bernetti (1998) “De la Falange Española a la ALN y el MNT” en Pensamiento de los confines, número 1, segundo semestre. 23 Blas de Santos (2001), “Subjetividad, memoria, política” en El Rodaballo, Revista de política y cultura, Año VII, Nro. 13, invierno, pp. 7-15. 24 Slavoj Zizek (1998) [1996] Porque no saben lo que hacen. El goce como un factor político, Buenos Aires, Paidós, p. 352. 9 incompletas, algo trasunta el regusto de que les faltó, siempre, uno más. Recordemos que ese día, a las 12.40, era uno como cualquier otro en el centro de Buenos Aires, que la ciudad reverberaba en su cotidianidad, con los pibes en el trolebus, los que iban y venían del trabajo, los que excepcionalmente esa jornada fueron a la Plaza de Mayo. Por eso, pensamos con Sasturain que acaso, en un punto, sea inútil preguntar “a quién o a quiénes mataron el 16 de junio de 1955 en la Plaza de Mayo –y no vacilarían llegado el caso de volver a hacerlo-: también te mataron a vos”25. Frase que, en su cortante dramatismo, nos hace evocar la tesis de De Certeau26 acerca de que la literatura -al fundar el no-lugar en donde las operaciones reales de una sociedad dan con la vía de su formalizaciónconstituye el discurso teórico de los procesos históricos. Badiou, hace resonar el supuesto anterior de modo incremental “la literatura puede nombrar un real al que la política permanece[ría] cerrada”27 e invita a iniciar una disputa literaria. Sin embargo, las empresas reescriturarias de la historiografía o las mitologías oficiales son muchas veces, y con antecedentes que así lo justifican, sospechadas de pasión totalitaria. Letras en las que la denegación o la supresión del otro encuentran el umbral hacia su ulterior exterminio. La cuestión entonces consiste en desplegar literalmente los puntos de vista sociológicos o historiográficos que de algún modo velan o simplemente niegan los acontecimientos siniestros e iniciar el arduo trabajo de confrontarlos con las diversas perspectivas que nos ofrecen los distintos ángulos que confluyen en el trabajo de memoria social, no para optar por unos u otros –esto es, proseguir la postulación de dudosos dilemas- sino para afrontar el problema de lo que queda expuesto entre las diversas narraciones. El encuentro de perspectivas que hasta ahora quedaron reducidas a los circuitos de rememoración de distintas militancias es esperable que dé lugar a una nueva distribución de los discursos sobre el Juan Sasturain “El día que las bombas cayeron sobre Buenos Aires”, Suplemento especial, Diario Página 12, 16 de junio de 2005. 26 De Certeau sostiene que “bien lejos de considerar a la literatura como ‘expresión’ de un referente, es necesario reconocerla como análoga a lo que las matemáticas, por largo tiempo, han sido para las ciencias exactas: un discurso ‘lógico’ de la historia, la ‘ficción’ que la vuelve pensable”, Michel de Certeau (1995) [1987] Historia y psicoanálisis entre ciencia y ficción, México, UIA, pp. 97-98. 27 Alain Badiou (1990) [1985] ¿Se puede pensar la política?, Buenos Aires, Nueva Visión, p. 21. 25 10 pasado y habilite entonces la producción de un reparto “entre olvido y recuerdo en funciones diferentes” que haga del recuerdo el tiempo primero de la re-constitución del saber28 que propone y dispone la apórica relación de la historia y la memoria. 28 Jacques Hassoun y Cécile Wajsbrot (2005), op. cit., pp. 209 y ss.