geopolítica de las aguas en el medio oriente

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CONTENIDO
Introducción
3
La crisis del agua
4
El Jordán y el Litani
6
La cuenca del Tigris y el Éufrates
7
El Éufrates
7
El Tigris
8
La calidad del agua en la cuenca del
Éufrates y el Tigris
8
Disponibilidades y necesidades de los tres
Estados de la cuenca
9
Turquía
9
Siria
9
Irak
9
La desregulación internacional
11
El caso de la cuenca del Tigris y el
Éufrates
12
Relaciones entre Turquía y Siria
16
La cuestión de la provincia de Hatay
(sanyak de Alejandreta) y las aguas del Orontes
16
La cuestión kurda como contrapeso en la
geopolítica bilateral del agua
17
1
Las relaciones entre Turquía e Irak
19
La cuestión kurda como contrapeso en la
geopolítica bilateral del agua
19
La cuestión de los oleoductos como punto
de dependencia de Bagdad a Ankara
20
El proyecto GAP de Turquía y las posturas de
Siria e Irak
23
El GAP y el problema kurdo
25
Conclusiones
26
Bibliografía
27
2
INTRODUCCIÓN
La cuestión del agua en el Medio Oriente, es uno de los temas claves para que uno
pueda entender mejor la realidad de esta región, que siempre atrae el interés de los
analistas de las relaciones internacionales y de la geopolítica. En el presente trabajo se
intentará presentar el asunto, centrándose en tres países, que serán Turquía, Siria e Irak.
Se analizarán las relaciones entre ellos que se ven bastante tensos, siempre que la
cuestión del reparto de las aguas de Tigris y Éufrates vuelve a ser cada vez más crucial.
En primer lugar se hablará de la crisis del agua en general y se destacará el
hecho de que dicha crisis pudiera volver a ser una posible fuente de conflictos. Se hará
primero una breve presentación de las dos cuencas de la región, el de Jordán y el de
Tigris y Éufrates. Se darán luego más detalles sobre las características y los potenciales
de los dos ríos en cuestión, y sobre las disponibilidades y las necesidades de cada uno
de los tres países por separado.
En segundo lugar se mirará el tema desde el punto de vista legal y se hablará de
la falta de leyes internacionales sobre la gestión de las aguas comunes. Se mencionarán
los principios generales propuestos por la Comisión de Derecho Internacional de las
Naciones Unidas, y se analizarán los acuerdos entre los países en cuestión y su
incapacidad para llegar en algún tipo de solución definitiva sobre el reparto de las aguas
de los dos ríos.
En tercer lugar se analizará el comportamiento diplomático de los tres países
sobre la cuestión. Esta análisis se basará sobre todo en tres componentes. El primero
sería el problema kurdo: se comentará por un lado el apoyo de Siria a los rebeldes del
PKK y la reacción de Turquía, y se analizarán por otro lado las relaciones entre Turquía
e Irak como países con poblaciones kurdas a sus territorios. El segundo sería el
problema del petróleo, que junto con el tema de los kurdos forman el eje de las
relaciones de dependencia entre Turquía e Irak. El tercero sería el problema de Hatay:
se comentarán las pretensiones de Siria sobre la soberanía de la región y se analizará la
cuestión de las aguas del Orontes.
Como último se hará una presentación del proyecto GAP de Turquía, se
analizarán las posturas de Siria y Irak sobre el tema y se buscarán sus finalidades
económicas y políticas (desarrollo del Sur-este del país, ventaja estratégica, eliminación
de la rebelión Kurda de la región).
Al final se intentará sacar algunas breves conclusiones y se destacará la
vinculación de la cuestión del agua con la política en general.
3
LA CRISIS DEL AGUA
El agua cubre más del 70% de la superficie total del planeta. Un 97% es agua salada y
tan sólo un 3% es agua dulce. De ese 3%, el 2.1% está almacenado en los hielos y
glaciares. El declive de los ecosistemas de agua dulce se está convirtiendo en un
problema importante que puede ser causa de numerosos conflictos en y entre Estados, y
que puede afectar a regiones donde este bien es escaso, como por ejemplo en Oriente
Medio. Este recurso natural se encuentra al límite de su explotación, ya que, aunque es
renovable, también es limitado y muy vulnerable a los efectos de la acción humana.
Hasta ahora, como era considerado un recurso inagotable, ha sido sometido a prácticas
de consumo irresponsables.
El consumo mundial de agua tuvo un vertiginoso crecimiento desde 1950. El
aumento general del nivel de vida en todo el mundo hizo que la demanda de agua
creciese más rápido que la población. El sector agrícola utiliza un 69% del agua, el
industrial un 21%, en usos urbanos se emplea el 6% y las pérdidas de embalses se
calculan en un 4%. El mayor porcentaje de utilización del agua, tendencia que va en
aumento, se destina a la irrigación. Durante este siglo la cantidad de agua usada para el
riego en la agricultura se ha multiplicado por diez. Es un proceso en el que se
desperdicia mucha agua, ya que una gran parte no llega a su destino o resulta
contaminada antes de volver al acuífero o al sistema fluvial superficial en donde se
reintegra. También puede producir importantes daños ambientales, pero bien
gestionado, si se evitan las pérdidas innecesarias, puede dar beneficios, ya que
generalmente aumenta e intensifica la productividad de las cosechas. Durante las
próximos décadas, un 80% de los alimentos para el aumento de población previsto,
provendrá de la agricultura irrigada.
Por un lado algunos países enfrentan problemas de saneamiento y salubridad de
las aguas y por otro lado algunos países ven afectado su desarrollo industrial por la falta
de agua dulce. En ocasiones esta escasez es la causa principal y única de su
estancamiento económico. Este hecho aumenta las tensiones entre naciones con
abundancia de agua y naciones con escasez. Quien tiene el control sobre un recurso
escaso, como el agua, tiene poder. De esta manera, este bien puede ser objetivo de
acciones militares en disputas por el poder político y económico. Redistribuir
económicamente el agua, un recurso sin sustitutos que suele fluir por más que un país,
resulta a veces difícil. El 47% de la extensión de tierra poblada en el planeta se sitúa en
las cuencas de ríos internacionales y casi 50 países de los cuatro continentes tienen más
de tres cuartos de su extensión total en dichas cuencas. Hay 261 cuencas
internacionales, compartidas por varios países, incluyendo 57 en África y 48 en Europa.
Esto quiere decir que casi el 40% de la población mundial vive alrededor de ríos
internacionales. Dos mil millones de personas dependen de una cooperación, por ahora
casi inexistente, que les asegure el suministro compartido de ese recurso vital. El agua
dulce ha estado y está presente en numerosos conflictos entre países.
En la actualidad son ya varios los países del área geográfica de Oriente Medio inmersos
en la crisis del agua. Hay dos grandes ejes fluviales que, al ser compartidos por
numerosos Estados, son foco permanente de tensiones entre ellos. Por un lado son las
4
aguas de los ríos Tigris y Éufrates que discurren por Turquía, Irak y Siria. Por otro lado,
el río Jordán, con sus afluentes, Yarmuk, Banias y Hasbani), y el río Litani, son fuente
de inestabilidad en la zona de Líbano, Siria, Israel y Jordania.
5
EL JORDÁN Y EL LITANI
La cuenca del río Jordán abarca parte de los territorios ocupados por Israel (Cisjordania
y los Altos del Golán), territorio jordano, y la parte suroeste de Siria. Esta área padece
una grave escasez de agua y sufre una crisis de gestión y protección del recurso. Todo
está relacionado, en un contexto conflictivo complejo: la cuestión de la ocupación de
territorios por parte de Israel es política, económica, y estratégica. Este país protege
celosamente sus aguas, acaparadas tras constantes enfrentamientos con Siria, Jordania,
el Líbano. Se ampara para ello en la doctrina sionista, según la cual el pueblo judío debe
"hacer florecer el desierto", lo que le lleva a esgrimir supuestos derechos sobre la
utilización del recurso.
Un ejemplo significativo de la importancia que se da al problema es el Embalse de la
Unidad, proyecto conjunto de Jordania y Siria sobre la utilización de las aguas del río
Yarmuk, principal afluente del Jordán, que Israel amenazó con bombardear si se llevaba
a efecto. En cuanto al río Litani, nace y fluye íntegramente en el Líbano y su agua es
utilizada por este país fundamentalmente para generar energía hidroeléctrica. Debido a
su bajo grado en sal, es una fuente atractiva de agua potable. Pero al alimentar, en parte,
las aguas del río Hasbani, que van a parar al río Jordán y a la zona de seguridad israelí
en el sur del Líbano, la cuestión se complica.
El Líbano no tiene todavía que afrontar graves problemas de suministro de agua, y Siria,
por su parte, recibe una importante cantidad de su suministro de los ríos Eufrates y
Yarmuk. Pero Israel, Jordania y los territorios ocupados se encuentran en una situación
crítica, al haber agotado prácticamente todos sus recursos convencionales.
La cuestión del agua había ido adquiriendo por lo tanto una importancia creciente en las
negociaciones de paz. Cisjordánia es una de las regiones más ricas en recursos
hidráulicos del Medio Oriente y los palestinos dicen que Israel está utilizando el 80%
del agua de esta región. Por lo tanto lo que piden es un reparto más igualatorio. Beirut,
por su lado, ha acusado muchas veces a los israelíes de que buscan a conseguir control
sobre el río Litani. Los libaneses consideran que esta era la razón fundamental por la
cual los israelíes mantenían hasta hace poco, fuerzas armadas en el sur del país. Israel,
por su parte, rechaza estas acusaciones. Siria afirma además que los israelíes no se
retiran de los Altos de Golán, los cuales ocuparon con la guerra del 1967, justo para
poder aprovecharse de los recursos hidráulicos de la región.
6
LA CUENCA DEL TIGRIS Y EL ÉUFRATES
Las aguas de los ríos Tigris y Éufrates discurren por Turquía, Irak y Siria. Las fuentes
de estos dos ríos se encuentran en un mismo Estado, Turquía, que es el único de la
región que no presenta de momento una situación crítica en cuanto a la capacidad de
abastecimiento de agua. Turquía se encuentra en una posición ventajosa con respecto a
Irak y Siria, por un lado geográficamente, al ser el Estado de la cabecera del río, y por
otro lado al ser un Estado política y económicamente más fuerte que sus vecinos, algo
que le permite utilizar el agua del Éufrates y Tigris como arma política para conseguir
acuerdos que le sirvan.
El tema más conflictivo se encuentra en el gran proyecto hidráulico que está
desarrollando Turquía conocido como Guneydagu Anadolu Projesi (GAP). Este
macroproyecto se está realizando en el Sudeste de Anatolia y se compone de 13
subproyectos: 6 en el Tigris y 7 en el Éufrates; la construcción de 21 embalses y 19
centrales hidroeléctricas. De todas estas obras, la que ha generado mayor debate ha sido
especialmente la de la gigante presa de Atatürk, cuya construcción está considerada de
loa países árabes como un acto beligerante.
Turquía también lanzó, aunque sin éxito, la idea de construir lo que llamó el
“Acueducto de la Paz”, que transportaría agua desde los ríos Seyhan y Ceyhan hasta
Siria, Jordania, Arabia Saudita y los países del Golfo Pérsico. Se llevaría agua potable a
más de 15 millones de personas. Los países árabes rechazaron el proyecto, con el fin de
evitar la excesiva dependencia de Turquía. Además, consideraban que el coste era muy
elevado. Turquía ha utilizado y seguirá utilizando su poder sobre el agua para negociar
con sus vecinos más próximos: con Irak, sobre todo a cambio de mejores condiciones en
el suministro de petróleo y con Siria, a cambio de que dejen de apoyar a los
independentistas kurdos.
El Éufrates
A lo largo de 2.315 kilómetros (400 en Turquía, 475 en Siria y 1.440 en Irak) el
Éufrates forma una cuenca de una superficie total de 444.000 kilómetros cuadrados, de
los que 124.320 kilómetros cuadrados (28% de la superficie total) se sitúan en Turquía,
75.480 kilómetros cuadrados (17%) en Siria y 177.600 kilómetros cuadrados (40%) en
Irak; por último, 66.000 kilómetros cuadrados (15%) constituyen la parte
completamente árida de la cuenca situada en el territorio de Arabia Saudí.
La aportación total interanual media del Éufrates es de 31.820 millones de
metros cúbicos por año. Esta media, llamada natural, está medida en la localidad de Hit,
en la frontera sirio-iraquí. La aportación anual mínima es de 16.871 millones de metros
cúbicos por año y la máxima alcanza los 43.457 millones de metros cúbicos por año. En
la frontera sirio-turca, el caudal anual medio es de alrededor de 30.400 millones de
metros cúbicos. Turquía y Siria participan respectivamente en este caudal medio en un
88% y un 12%. Irak y Arabia Saudí no intervienen más que muy episódica y
escasamente en la formación del caudal del río. Más del 98% del caudal del Éufrates, si
se integran en él los principales afluentes, procede de Turquía.
7
El Tigris
Las cifras sobre las aportaciones de los ríos de la región plantean enormes problemas a
los observadores. Diferentes modelos de cálculo hidráulico, numerosas errores de
apreciación y estimación, y muchas veces una voluntad política de no divulgar los datos
reales, están en el origen del problema. Esto es cierto para el conjunto de los cursos de
agua de la región y especialmente para el Tigris. Las cifras que aparecen más
frecuentemente, tras muchos descartes y verificaciones, sitúan el caudal interanual
medio de Tigris entre 47.000 y 49.700 millones de metros cúbicos por año.
En la frontera turca, el caudal medio del Tigris es de 16.8 kilómetros cúbicos
(18,5 en Mosul) y sus afluentes de Irán aportan un suplemento de 26.7 kilómetros
cúbicos. El resto procede de sus afluentes iraquíes, comprendidos aquellos cuyas
fuentes se sitúan geográficamente en Irán. Así pues, contrariamente al Éufrates, la parte
del caudal del Tigris que procede de Turquía no representa más que el 45% del total.
Esta información ilustra en buena manera la naturaleza del conflicto que opone a los
Estados de la cuenca sobre el reparto del agua. Aunque Turquía no puede intervenir más
que parcialmente sobre el cauce y el caudal del Tigris, dispone de un dominio total
sobre el del Éufrates, ya que proporciona cerca del 98% de su caudal.
Sin embargo, excepto en su parte turca, donde se han construido o están en
proceso de construcción algunas obras, el Tigris es difícilmente aprovechable, a causa
de su excesiva pendiente y de una topografía muy accidentada. Es el mismo caso de la
mayoría de los afluentes iraníes e iraquíes del río que le proporcionan más de la mitad
de su caudal anual medio.
La calidad del agua en la cuenca del Éufrates y el Tigris
En la cuenca del Tigris y el Éufrates, la calidad del agua disminuye a medida que se
avanza río abajo, pasando de menos de 250 miligramos de sal por litro en Turquía a más
de 600 miligramos por litro en la parte inferior de Irak y a 5.000 miligramos por litro al
sur de Basora. De los dos ríos, las aguas del Tigris, sobre todo las aportadas por los
afluentes del curso bajo, son las más saladas y no pueden ser explotadas en grandes
cantidades ni para el riego ni para el consumo. Si bien en el alto Éufrates, en Turquía y
Siria, la salinidad no sobrepasa los 400 o 500 miligramos por litro, alcanza los 6.100
miligramos río abajo.
8
DISPONIBILIDADES Y NECESIDADES DE LOS TRES ESTADOS DE LA
CUENCA
Turquía
Turquía es el único país de la región que no le falta agua, ya que sus recursos
hidráulicos son considerables. Las aguas de superficie llegan anualmente a los 185.000
millones de metros cúbicos por año. La tercera parte de estas aguas de superficie está
suministrada por Tigris y Éufrates. Por lo que respecta a los recursos hidráulicos
subterráneos, se les estima globalmente en 11.600 millones de metros cúbicos por año,
de los que 5.400 millones son realmente explotados. De todo el conjunto de sus recursos
hidráulicos, Turquía no consume más que 95.000 millones de metros cúbicos por año.
Siria
En Siria, la disponibilidad total de las aguas de superficie está evaluada en 33.700
millones de metros cúbicos, de los cuales 26 millones de metros cúbicos proceden del
Éufrates y de sus afluentes y 4,1 millones de metros cúbicos, de otros numerosos ríos
más modestos. En virtud del acuerdo bilateral firmado por Damascos y Ankara en 1987
y renovado en 1990, Siria recibe 15.750 millones de metros cúbicos de las aguas del
Éufrates (500 metros cúbicos por segundo). Otro acuerdo bilateral firmado con Irak en
1990 le otorga 6.600 millones de este volumen (42%), yendo los 9.000 millones
restantes a Irak.
Las instalaciones hidráulicas en Siria, cuyo objetivo es el de almacenar y
racionalizar la gestión de los recursos hidráulicos, y especialmente los fluviales, son
relativamente numerosas, aunque no bastan para responder al conjunto de necesidades
del país.
Irak
Las aguas de superficie en Irak ascienden a un total de 106.000 millones de metros
cúbicos por año. Siria y Turquía suministran el 50%, Irán el 30% e Irak el 20%. 80.000
millones de metros cúbicos de agua proceden del Tigris y el Éufrates (31 del Éufrates y
cerca de 50 del Tigris) y el resto llega de los cursos de agua situados al sur de Bagdad.
Pero esas aguas son de muy mala calidad, ya que al atravesar las marismas hacia el sur,
se cargan de cantidades excesivas de sal. El volumen total del agua técnica y
cualitativamente explotable, tomadas en cuenta todas las perdidas, evaluadas en 10.000
millones de metros cúbicos, asciende a 43.200 millones de metros cúbicos de agua por
año.
Para aprovechar esta disponibilidad de agua y para gestionarla mejor, Irak ya
había realizado un cierto número de obras hidráulicas de almacenamiento y regulación.
La piedra angular de la red hidráulica moderna en Irak, en período de realización en
vísperas de la segunda guerra del Golfo que enfrentó a Irak con una coalición
internacional, es sin lugar a dudas el dispositivo de interconexión entre los dos grandes
ríos del país, el Tigris y el Éufrates. Construido en varias etapas, el sistema se apoya en
diferentes obras hidráulicas todas ellas conectadas en la gran depresión de Wadi Zarzar.
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La primera conexión fue la de Tigris al Wabi Zarzar,cuya capacidad de retención
en la cota 36 alcanzaba los 30.000 millones de metros cúbicos de agua. Una presa en
Samarra permitía desviar las aguas del Tigris hacia la depresión gracias a un canal con
un caudal total de 9.000 metros cúbicos por segundo. En cuanto a las aguas del
Éufrates, se orientaron de la misma manera hacia el lago Habbaniya y la depresión de
Abu Dippis, cuya capacidad total es de 6.750 millones de metros cúbicos. El
aprovisionamiento se hacía por un canal alimentado a partir del Éufrates al ritmo teórico
de 2.800 metros cúbicos por segundo.
La etapa siguiente consistió en la utilización del Wabi Zarzar como embalse
común. La aceleración de los trabajos de aprovechamiento hidráulico fue provocada por
la construcción por parte de Siria de la presa de Tabqa y su relleno de 1973 a 1976, lo
que hizo que la aportación del Éufrates a Irak se rebajara considerablemente. En 1974,
el caudal del río no era más que de 100 metros cúbicos por segundo y 135.000 hectáreas
de cultivos quedaron totalmente secas. Para paliar la peligrosa baja del cauce del
Éufrates, se hizo en 1976 un canal abierto que unía Éufrates a Wabi Zarzar. A lo largo
de 360 kilómetros, este canal, cuyo caudal teórico alcanza los 600 metros cúbicos por
segundo, encamina unos 6.000 millones de metros cúbicos de agua por año hacia el
Éufrates. El límite del agua, que volvió a subir hasta la cota de 65 metros por encima del
nivel del mar, ofrece ahora una capacidad total de almacenamiento de 85.000 millones
de metros cúbicos de agua en una superficie total de 2.700 kilómetros cuadrados.
Por último, un canal de traída de las aguas de la depresión hacia el Tigris
completó en 1982 lo que se convirtió en una verdadera red de interconexión hidráulica
que hubiera permitido un desarrollo extraordinario de la agricultura en Mesopotamia si
la guerra del Golfo no hubiera suspendido el conjunto de los trabajos y destruido una
gran parte de la infraestructura hidráulica de Irak.
Durante el bombardeo de Irak, que duró un mes, antes de la ofensiva terrestre
con el propósito de expulsar al ejercito iraquí de Kuwait, varias obras hidráulicas fueron
gravemente afectadas por los disparos aéreos de las fuerzas aliadas. La presa
Darbandilhan, sin quedar totalmente fuera de servicio, sufrió daños evaluados en un
50%. Las presas Dokan y Hadita fueron destruidas en un 75%, mientras que las presas
Ramadi, Saddam y Samarra quedaron totalmente inservibles. La destrucción sistemática
de las presas, estaciones de bombeo, centrales hidroeléctricas y fabricas de purificación
de agua, tuvo considerables consecuencias sobre el aprovisionamiento de agua potable y
de electricidad y sobre las producciones agrícola e industrial. El déficit agroalimentario
resultó particularmente agravado en un momento en el que el embargo impedía
cualquier importación de productos alimenticios debido a la prohibición de exportar
productos petrolíferos.
Sin embargo, desde el fin de la guerra, Irak consiguió, en un tiempo récord y a
pesar del embargo, volver a poner en servicio gran parte de sus infraestructuras
hidráulicas, permitiendo así mitigar los estragos y aumentar en gran medida la
producción de cereales para responder a las necesidades de la población.
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LA DESREGULACIÓN INTERNACIONAL
A medida que la población crezca y los recursos hídricos escaseen, los conflictos por el
agua se intensificarán, a menos que se alcancen acuerdos internacionales para la gestión
compartida de estos recursos. Como las más importantes cuencas fluviales del mundo
atraviesan varios países, los acuerdos sobre gestión y protección de los recursos de agua
dulce suelen darse a este nivel.
Según la Unesco, hoy existen 261 cuencas fluviales que son compartidas por dos
o más estados, lo que transforma esas zonas en focos de potenciales conflictos bélicos.
Lograr que esos pueblos cooperen para el uso racional del recurso es el desafío que
tienen por delante Naciones Unidas y los gobiernos del mundo. Algunos ríos aún son
fuente de tensiones, como el caso del Tigris y Eufrates, que nacen en Turquía y cuyas
aguas corren por Irak y Siria. Como se comento antes, esto ha permitido a los turcos
cambiar agua por petróleo iraquí y obtener de los sirios el compromiso de no apoyar a
los kurdos del norte de Turquía. El río Jordán y sus afluentes es causa de inestabilidad
entre Líbano, Siria, Israel y Jordania; mientras que el Nilo enfrenta a Egipto, Sudán y
Etiopía. Otros cursos fluviales han sido fuente de conflicto en Asia Central o el
subcontinente indio. Los Estados cuyo abastecimiento de agua depende únicamente de
la buena voluntad de sus vecinos, al encontrarse la fuente del recurso fuera de sus
fronteras, están en una posición débil a la hora de negociar acuerdos, sobre todo en
situaciones de escasez.
A continuación se concretan una serie de principios generales propuestos por la
Comisión de Derecho Internacional de las Naciones Unidas que pueden constituir una
base sólida - caso de ser aplicadas -, para ayudar a prevenir los conflictos asociados a
los recursos hídricos y, en su caso, a resolverlos.
- Utilización equitativa. El principio de utilización equitativa implica que cada uno de
los estados de una cuenca tiene derecho a una porción razonable y equitativa del uso
beneficioso del agua compartida.
- Prevención de perjuicios importantes a otros estados. Es la obligación de no
causar perjuicios de importancia a otros estados mediante acciones que afecten a
cursos de agua internacionales.
- Obligación de notificar e informar. Este principio atañe a la responsabilidad de una
nación de notificar a otras cualquier actividad que puede afectarles.
- Obligación de compartir datos. Este principio esta consiguiendo una amplia
aceptación, pero hay todavía varias regiones del mundo en las que se consideran
materia clasificada los datos fundamentales sobre recursos hidráulicos y se ocultan a
las naciones vecinas.
- Gestión cooperativa de los ríos internacionales. La Comisión esta considerando la
adopción de un principio de participación que afirma el derecho de todos los estados
de una cuenca a tomar parte en el desarrollo, uso y protección de los recursos
hídricos compartidos.
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- Obligación de resolver las disputas de modo pacifico. La carta de las Naciones
Unidas exige que los países resuelvan todas sus disputas, no solo las derivadas de
los recursos hidráulicos, sin recurrir a la fuerza.
El caso de la cuenca del Tigris y el Éufrates
El conflicto sobre las aguas entre los tres Estados de la cuenca del Tigris y el Éufrates
gira alrededor del estatuto jurídico de los dos ríos, el cual determina las modalidades de
reparto de las aguas disponibles. Para Turquía, ni el Éufrates ni el Tigris son ríos
internacionales, ya que ninguno de los dos es navegable en toda su longitud. Esta
exposición se basa en la declaración de Helsinki de la Asociación internacional de
derecho que considera que un río internacional “es navegable y une al menos a dos
Estados con el mar”. Sólo los llamados ríos internacionales exigen un acuerdo previo
entre el conjunto de los Estados ribereños. Turquía se considera, por lo tanto, libre para
utilizar las aguas de los dos ríos como le parezca, sin pedir el acuerdo previo de los dos
Estados de río abajo. Por su parte, Siria e Irak intentan hacer prevalecer el estatuto
internacional del río apoyándose en el otro término de la definición: los dos ríos
atraviesan más de dos Estados, al os que unen con el mar. Son, además, navegables en
largos tramos. Los dos Estados exigen, en consecuencia, un reparto “equitativo” y
definitivo de las aguas de los dos ríos.
El conflicto entre los tres países empieza a partir de los principios del siglo XX.
El artículo 109 del tratado de Lausana de 1923 estipulaba la necesidad de la formación
de una comisión mixta que agrupase a los tres Estados ribereños del Tigris y el Éufrates,
y que se encargase de tratar los problemas que pudieran plantear los trabajos de
construcción de obras hidráulicas de tal naturaleza que pudieran cambiar el caudal o el
flujo de los ríos. El mismo tratado de Lausana contenía una cláusula que estipulaba que
Turquía debía consultar a Irak antes de emprender trabajos hidráulicos. Los derechos de
Siria sobre las aguas del Éufrates fueron tratados en el tratado de Alepo de 1930.
En cuanto a negociaciones o tratados bilaterales o trilaterales, no tuvieron lugar
más que a partir de los años cuarenta, después de la Segunda Guerra Mundial. El 29 de
marzo de 1946 se firmó el primer tratado bilateral entre Turquía e Irak que concernía a
las aguas del Tigris y el Éufrates. El artículo 5 estipulaba que Turquía se comprometía a
informar a Irak de todos los trabajos que se proyectara en el curso de ampos ríos. El
mismo año, los dos países firmaron en Ankara un tratado de amistad y buena vecindad
que señalaba, una vez más, que Bagdad sería consultado por Turquía antes del
comienzo de cualquier proyecto de desarrollo en el Tigris o el Éufrates.
Desde 1962, se entablaron diversas negociaciones entre los tres Estados:
Siria/Irak (1962, 1974), Siria/Turquía (1962, 1971) y tripartitas (1965, 1971). Con estas
se buscaba un acuerdo sobre las modalidades de reparto de las aguas comunes. La
insistencia de los negociadores únicamente en los aspectos técnicos y en
consideraciones vinculadas a los muy espinosos problemas de que enfrentaban a los tres
Estados sobre la supresión de fronteras, sin olvidar el problema común de Kurdistán, no
permitieron que se alcanzaran resultados definitivos.
En 1964, Turquía propuso a Siria un acuerdo para el reparto definitivo de las
aguas del Éufrates, en contrapartida a un reparto de las aguas del Orontes. Este río tiene
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sus fuentes en las montañas libanesas, atraviesa Siria y va a desembocar al Mediterráneo
en el sanyak de Alejandreta, que desde 1939 que fue cedida por Francia a Turquía, sigue
reivindicada por Damascos. Pero para Siria, la aceptación de tal combinación equivalía
a reconocer la soberanía turca sobre esa provincia y de ahí el fracaso de las primeras
negociaciones.
En el mes de septiembre de 1965, durante el encuentro tripartito que tuvo lugar
en Bagdad, Irak exigió 18.000 millones de metros cúbicos por año de las aguas del
Éufrates. Turquía y Siria pidieron respectivamente, 14 y 13 millones, lo que hace un
total de 45.000 millones de metro cúbicos de agua, o sea 1.4 veces el caudal anual
natural del río que se sitúa en 32.000 millones de metros cúbicos al nivel de Hit, en Irak.
En los meses que siguieron, el conflicto sobre las aguas del Tigris y Éufrates se
agravó como consecuencia de la escisión ocurrida en 1966 en las filas del partido Baaz,
en el poder en Damascos y en Bagdad. Esta escisión, que se prolonga hasta hoy,
estableció une frontera impermeable entre los dos Estados vecinos hasta el punto de que
incluso las cuestiones vitales, como el agua o Palestina, no podían ya reunir a los
dirigentes de los dos Estados alrededor de un acuerdo consensuado. En la batalla
planteada entre los dos clanes baazistas, las aguas del Tigris y el Éufrates y las fronteras
comunes fueron a la vez las armas y los pretextos utilizados sin tregua por los dos
antagonistas. La tentativa de negociación emprendida en 1967 no sirvió más que para
fraguar el enfrentamiento entre Bagdad, que reclamaba 16.000 millones de metro
cúbicos de las aguas del Éufrates, y Damascos, que no quería concederle más de 9.000
millones de metros cúbicos por año.
Cuando Irán e Irak firmaron, el 6 de marzo de 1975, un acuerdo por el que
Teherán se comprometía a suprimir toda ayuda a los rebeldes kurdos del Norte de Irak,
en contrapartida a un acuerdo definitivo de las cuestiones ligadas con la delimitación de
las fronteras entre los dos Estados, Damascos acusó a las dos capitales de constituir un
frente antisirio y de conspirar contra su propia soberanía, afirmando que el régimen
iraquí había firmado los acuerdos con sus vecinos iraníes con el único objetivo de
preparar una agresión contra Siria.
En el mes de abril de 1975, en el momento en que Siria llenaba la presa de
Tabqa en el Éufrates, Bagdad reaccionó con virulencia y exigió una reunión de urgencia
del consejo de ministros de Asuntos Exteriores de la Liga Árabe con el fin de estudiar
las consecuencias de la construcción y de la puesta en funcionamiento de la presa siria
sobre el flujo del río en su curso bajo. Irak afirmaba que Siria había reducido el flujo del
Éufrates, unilateralmente, a un nivel excepcionalmente bajo e intolerable. Señalaba que
la construcción en el Éufrates de dos presas (Kiban en Turquía en 1973 y Tabqa en Siria
en 1975) había provocado una bajada de 9.000 millones de metros cúbicos de agua por
año de los 28.000 millones que llegaban hasta entonces a la frontera iraquí. Arguyendo
que el caudal del Éufrates había caído de 920 metros cúbicos por segundo a 197 metros
cúbicos por segundo, los iraquíes afirmaron que dichas medida ponían en peligro la vida
de tres millones de campesinos que vivían gracias a la agricultura irrigada a lo largo de
todo el valle del Éufrates. Durante varias semanas, Irak amenazó con recurrir “a todos
los medios a su disposición” para permitir el flujo normal de las aguas del río.
Rechazando estas acusaciones, Siria aseguraba que el 71% del agua que recibía de
Turquía pasaba directamente a Irak.
13
Con el fin de atajar el conflicto, la Liga Árabe formó, a finales de abril, un
comité técnico compuesto por Siria, Irak y otros siete Estados árabes, encargado de
negociar una solución equitativa a las diferencias que enfrentaban a los dos Estados.
Pero el 1 de mayo, Siria anunció que no participaría en sus trabajos.
A pesar de la oferta saudí, el 3 de mayo, de mediar entre las dos capitales, la
situación siguió agravándose. El 13 de mayo, Siria prohibía su espacio aéreo a loa
aviones iraquíes y suspendía los vuelos entre las dos capitales. A finales del mes de
mayo, pretextando que Irak estaba enviando tropas a la frontera entre ambos Estados, al
gobierno sirio desplazaba fuerzas desde sus fronteras con Israel en el sur hacia la
frontera con Irak. Tal desplazamiento, notoriamente inhabitual, tenía también otro
significado. Era popo después de la guerra de octubre y Kissinger se afanaba en
encontrar el medio para poner cara a cara a árabes y israelíes para que negociaran el
cese de las hostilidades. Resultaba por lo tanto muy significativo que por primera vez
fuerzas armadas árabes dejaran el frente con Israel para colocarse en posición de guerra
frente a otro ejercito árabe. Se podría pensar que en aquella época las autoridades
israelíes consideraban con razón que, a pesar de su alejamiento geográfico, la amenaza
militar iraquí era más inquietante que la que procedía de Siria. Una guerra entre Siria e
Irak no podía más que beneficiar al Estado hebreo al debilitar la capacidad militar de
Bagdad.
Hubo que esperar hasta el 3 de junio para que Arabia Saudí anunciara que su
mediación había llevado por fin, a un acuerdo entre las dos capitales árabes del Éufrates.
Gracias a este acuerdo, Siria se comprometía a ceder una parte de su propia parte
alícuota de las aguas del Éufrates a Irak.
Esta declaración de principios no fue seguida por la firma oficial de un acuerdo
o tratado bilateral. Sin embargo, parece que se consiguió y se firmó un acuerdo secreto
entre los dos gobiernos, por el que ambos se repartían la aportación anual del Éufrates,
calculada en la frontera, a razón del 58% para Irak y el 42% para Siria. El compromiso
conseguido gracias a la mediación de Arabia Saudí fue posible, además, gracias a
discretas presiones ejercidas por la USSR sobre los dos Estados. Recordemos que en la
época, en plena guerra fría, tanto Siria como Irak se encontraban en la órbita de la
Unión Soviética que, por otra parte, se había implicado en trabajos de construcción de
obras hidráulicas tanto en ambos Estados como en otros del Oriente Próximo. Pero
Damascos, que consideraba que cedía algo de su parte alícuota de las aguas del río,
amenazaba frecuentemente con recuperarla. En enero de 1991, mientras Irak estaba en
guerra y en el momento en el que Turquía interrumpía el flujo del Éufrates para el
llenado de la presa Ataturk, llevó a cabo su amenaza.
Actualmente Turquía, militar y económicamente más fuerte que sus dos vecinos
de río abajo, rehúsa cualquier idea de un tratado definitivo que le comprometería
permanentemente y se limita a proponer acuerdos provisionales. Así que todas las
tentativas de negociaciones, especialmente las de 1962, 1980 y 1982, fracasaron
lamentablemente. El único compromiso que Ankara aceptó asumir, firmando en 1987
un protocolo con los otros dos interlocutores, fue el de dejar pasar río abajo un caudal
medio de 500 metros cúbicos por segundo de las aguas del Éufrates. Desde la
inauguración de la presa Ataturk, incluso ese protocolo, modesto de todas formas, no
fue totalmente respetado.
14
Al ser el derecho internacional particularmente ambiguo y no haberse concluido
nunca tratados internacionales, los tres Estados ribereños intentan imponer cada uno sus
propias políticas hidráulicas sin tener demasiado en cuenta las reacciones de sus
vecinos.
Irak por ejemplo se opone a la voluntad turca y siria de considerar que el Tigris
y el Éufrates constituyen dos ramas de un mismo sistema hidráulico comprendidas en
una misma cuenca. Y eso porque la unicidad de la cuenca puede ser percibida como una
propuesta de Turquía y Siria con la cual Irak recogiera su parte de los recursos
hidráulicos regionales directamente del Tigris dejando a ellos la explotación unilateral y
exclusiva de las aguas del Éufrates. Dicha propuesta no puede ser aceptada por Irak por
varias razones. En primer lugar, Tigris es difícilmente aprovechable en su curso alto y
sus aguas son bastante saladas. En segundo lugar, la mayor parte de las tierras agrícolas
y de los pueblos están concentrados en el Éufrates. Por lo tanto, una reducción de sus
aguas se traduciría sistemáticamente en un descenso de la producción agrícola, así como
de la producción eléctrica en un país en el que el Éufrates suministra la mayor cantidad.
De hecho, pueblos enteros necesitarían ser desplazados del valle del Éufrates al del
Tigris, algo absolutamente implanteable. En tercer lugar, Tigris, al dejar Turquía llega
directamente al territorio kurdo de Irak y pasa por la capital regional de Mosul, antes de
llegar a la cuenca baja. Nada en el mundo podrá forzar a Irak de aceptar que un día
pueda depender de las poblaciones kurdas organizadas como un Estado independiente o
como poder regional más o menos autónomo. En cambio, una vez que ha atravesado la
frontera siria, el Éufrates es totalmente iraquí y a lo largo de su valle no existe ningún
conflicto sobre la legitimidad del poder central.
Por su parte, Turquía defiende que los dos ríos constituyen una sola cuenca y
que son transfronterizos y no internacionales. El GAP por ejemplo, que es un proyecto
de irrigación a gran escala que implica considerables cantidades de agua, tendría
enormes dificultades para ver la luz si el Tigris y el Éufrates hubieran tenido el estatuto
de río internacional, que hubiera exigido un acuerdo entre los tres Estados ribereños
antes de cualquier tipo de inicio de las obras. Turquía por su lado, siempre utilizando el
eslogan “petróleo por agua”, propone una especialización sectorial de las producciones:
ella, que tiene las fuentes del río, produciría, gracias a una irrigación intensiva a gran
escala, con la lo que cubrir las necesidades alimentarías del conjunto de los Estados de
las cuencas y los abastecería de energía eléctrica. En contrapartida, Irak podría
garantizar el aprovisionamiento de petróleo para Turquía, del que depende
enormemente su economía.
La posición Siria es idéntica con la de Irak en lo que se refiere al estatuto
jurídico del Éufrates, al que considera un río internacional. Sin embargo, por razones
políticas y a causa de las relaciones conflictivas entre los dos regímenes baazistas del
valle de Éufrates, las autoridades sirias están lejos de aplicar a sus vecinos río abajo lo
que reclaman a sus vecinos río arriba.
15
RELACIONES ENTRE TURQUÍA Y SIRIA
Militar y financieramente, Siria se encuentra en una posición de debilidad frente a
Turquía y sus decisiones hidropolíticas. Sin embargo, Damascos supo utilizar como
contrapeso una carta de gran valor estratégico que era la protesta kurda, la cual se
convirtió a partir de los años ochenta en una verdadera guerrilla contra el ejercito turco.
Para contrarrestar los proyectos hidráulicos turcos, Siria había planteado a su vecino dos
exigencias: primero la restitución del sanyak de Alejandreta y segundo el reparto de las
aguas del Éufrates. Damascos comprendió rápidamente que, con la cuestión kurda,
disponía de una baza estratégica considerable, de la que podía sacar partido o utilizar
como medio de presión sobre Ankara. Turquía no paraba ni un momento a acusar a
Damascos por su apoyo a los kurdos del PKK, a los ármenios del ASALA (Ejercito
Secreto Arménio para la Liberación de Armenia) y a la guerrilla urbana de Dev-Sol,
sobre todo a partir de los principios de los años ochenta.
La cuestión de la provincia de Hatay (sanyak de Alejandreta) y las aguas
del Orontes
Las dos fuentes fundamentales de fricción entre Damascos y Ankara han sido, por un
lado la cuestión del apoyo sirio a grupos de oposición al régimen turco, y por otro lado,
y de menos importancia, las pretensiones de Damascos sobre la soberanía del Sanyak de
Alejandreta, o provincia de Hatay como fue rebautizada por los turcos cuando les fue
cedida por Francia en 1939. Según Yves Lacoste, profesor de Geopolítica en la
Universidad de Sorbonne VIII de Paris, el sanyak, donde vivía una minoría turca
importante, fue cedido con el fin de que Paris tuviese la opinión favorable de Ankara en
lo que tenía que ver con la instalación de bases aéreas que pudieran ser utilizadas para
un posible ataque a los pozos de petróleo de Bakú, en el caso de un conflicto entre el
Occidente y la Unión Soviética. Esta acción por parte de Francia provocó la indignación
de los intelectuales sirios, y desde entonces Damascos sigue reclamando Hatay, región
con mayor importancia estratégica debida a sus recursos hidráulicos, como un parte
inseparable del territorio sirio.
La cuestión de Hatay constituye hasta hoy por hoy un punto importante de
enfrentamiento entre Siria y Turquía. En 1989 por ejemplo, las fuerzas armadas sirias
derribaron un avión del servicio topográfico turco que volaba dentro del espacio aéreo
de Hatay, y en diciembre de 1989 el ministro sirio de la Prensa y Información declaró
durante una conferencia de prensa a Chipre que Siria no reconocería nunca la soberanía
turca sobre Hatay. La decisión relativa de Arabia Saudita de no expedir visa a las
personas nacidas en la región de Hatay, demuestra como una de las potencias
económicas y políticas más importantes del mundo musulmán está apoyando a Siria en
esta cuestión. Por otro lado, Badr al-Hameidi, director general del Arab Economic
Development Fund que tiene su sede en Kuwait, declaró en abril de 1984 que su
establecimiento no otorgaría ningún préstamo a Turquía para la financiación del
proyecto GAP y que nunca financiaría la construcción de una prensa cuyos beneficios
serían sólo para uno de los tres países en cuestión. Y eso a pesar del hecho que este
mismo establecimiento otorgó en el pasado varios prestamos a Turquía para la
construcción de diferentes obras.
16
Se debe subrayar, además, el hecho de que un gran parte del grupo alawíta que
está en el poder en el marco del régimen baazista de Damascos, tiene sus orígenes justo
al sanyat de Alejandreta.
El problema de Hatay está por otro lado estrechamente vinculado con la cuestión
del reparto de las aguas de Orontes. Siria no considera este como río internacional
puesto que no sólo se encuentra en su mayor parte dentro de territorio sirio sino que
desemboca, además, en la región de Hatay-Alejandreta. Las relaciones entre los dos
países se deterioraron cuando Siria empezó en 1990 la construcción de una prensa sobre
el río. La retención de las aguas del Orontes condenará definitivamente la irrigación de
la región de Hatay, que conoce un importante crecimiento demográfico. Por otro lado,
cualquier arreglo de la cuestión significaría de cierto modo la aceptación de la
dominación turca sobre la región. Puesto que Siria utiliza como justificación que
Turquía tampoco considera el Éufrates como río internacional, las dos partes no han
llegado en ningún tipo de acuerdo entre ellos.
La cuestión kurda como contrapeso en la geopolítica bilateral del agua
El gobierno sirio, al darse cuenta de que tenía los medios para forzar a Turquía para que
tomase en consideración sus intereses, se resolvió a usar un arma de temible eficacia y
ampliamente rentable, que era el apoyo a los opositores radicales del PKK (Partido de
los Trabajadores de Kurdistan). Abdullah Ocalan, el líder del partido, no se dejaba
engañar y conocía perfectamente las razones de la oferta siria, pero decidió responder
positivamente y aprovechar la ayuda ofrecida para decidirse por la acción armada. El
mes de agosto de 1984, el PKK se sintió lo suficientemente fuerte, preparado y formado
como para lanzarse a la batalla contra el gobierno turco. Entre los años 1980-1985, las
regiones de la frontera norte de Siria con Turquía fueron utilizadas para varios ataques
al territorio turco.
Sin perder de vista sus propios intereses y objetivos, Damascos, aun negando
oficialmente sus relaciones con el PKK, intentó varias veces regatear cerca de las
autoridades turcas una eventual ruptura con el PKK contra ventajas hidráulicas,
territoriales y políticas. En 1986, durante una visita a Turquía, el primer ministro sirio
afirmó a sus interlocutores que su gobierno estaría dispuesto a firmar un protocolo de
seguridad concerniente a las fronteras entre los dos Estados si Turquía aceptaba integrar
en él la cuestión de las aguas del Éufrates. Un año más tarde, Turgut Ozal viajó a
Damascos y firmó un protocolo de seguridad que no mencionaba explícitamente al
PKK, un acuerdo de cooperación económica y una “nota” por la cual Turquía se
comprometía a dejar pasar por la frontera siria un mínimo de 500 metros cúbicos de
agua por segundo de las aguas del Éufrates.
En abril de 1992, con ocasión de la visita del ministro del Interior turco a Siria,
los diplomáticos turcos pidieron en vano la modificación de los términos del protocolo
para que hiciera referencia directamente a las relaciones establecidas entre Damascos y
los rebeldes del PKK.
Antes de aceptar el restablecimiento de relaciones amistosas con Siria y poner
término al conflicto sobre las aguas del Tigris y el Éufrates, Turquía exigió de Siria tres
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concesiones. En primer lugar, el fin de todo apoyo directo o indirecto a los militantes
kurdos del PKK y su expulsión de los territorios sirios y libaneses. En segundo lugar, la
renuncia definitiva a la provincia del antiguo sanyak de Alejandreta, y como último el
reparto definitivo de las aguas del Orontes, al que como se comentó antes los sirios
consideran como un río enteramente sirio-libanés.
Damasco, para quien esas exigencias eran inaceptables, y para mejorar, o mejor
dicho, para no cortar definitivamente las relaciones con su vecino poderoso, pareció
orientarse hacía una concesión muy calculada. Impuso a los militantes del PKK una
limitación de las libertades de movimiento y acción a partir de su territorio, en
contrapartida a la garantía turca de dejar pasar en el Éufrates un caudal medio de 500
metros cúbicos por segundo. En octubre de 1998, después de presiones fuertes por parte
del gobierno turco al gobierno de Siria (amenazas que tenían que ver sobre todo con el
reparto de las aguas), se firmó entre los dos países un acuerdo por el cual los sirios se
comprometieron a cesar todo tipo de ayuda a los kurdos, quienes se vieron obligados de
abandonar definitivamente sus bases libanesas y sirias. Desde entonces las cosas
sucedieron muy rápidamente: Öcalan fue expulsado de Siria, pasó a Rusia y luego a
Italia. El gobierno italiano se negó a extraditarle a Turquía, y en dos semanas Ocalan se
vio obligado a viajar de un aeropuerto internacional a otro pidiendo asilo sin poder
conseguir ninguno. Al final el líder de PKK fue detenido en la residencia del embajador
griego en Kenya donde se escondía.
18
LAS RELACIONES ENTRE TURQUÍA E IRAK
Los dos países encuentran la mayoría de las veces un terreno de entendimiento común,
que tiene que ver sobre todo con las reivindicaciones de los autonomistas kurdos,
entendimiendo que llega hasta la cooperación militar. En general los dos vecinos se
encuentran en un tipo de interdependencia por tres razones: En primer lugar es el
problema kurdo y la cuestión de seguridad a lo largo de las fronteras entre los dos
países. En segundo lugar es el reparto de las aguas de Tigris y Éufrates. Y en tercer
lugar es la dependencia de Irak en rutas de transportación terrestre y marítima.
La cuestión kurda como contrapeso en la geopolítica bilateral del agua
Las ofensivas turcas contra los kurdos del Norte de Irak han coincidido varias veces con
los ataques militares de Bagdad contra las organizaciones kurdas iraquíes, es decir la
Unión Patriótica de Kurdistan (UPK) y el Partido Democrático de Kurdistan (PDK).
En octubre de 1984, los dos países llegaron a un acuerdo secreto que daba a los
dos partes la posibilidad de perseguir a los kurdos pesmergas dentro de los territorios de
los dos países, a lo largo de la frontera turco-iraquí y en una profundidad de 10
kilómetros por el uno y el otro lado de la frontera. Muchas han sido las ocasiones que
este acuerdo fue aplicado. Durante la primera Guerra del Golfo, las persecuciones de los
kurdos por destacamentos del ejercito turco en el territorio del Norte de Irak se hacían
libremente con la “bendición” de Bagdad. En agosto de 1991, la aviación turca, en
conforme con el acuerdo antes citado, utilizó el espacio aéreo iraquí y bombardeó sin
piedad las poblaciones kurdas de la provincia de Erbil, con el fin de echar de la región a
los miembros del PKK. Esta operación de la aviación turca ha sido recibida con una
satisfacción absoluta por Bagdad. En marzo de 1995, las fuerzas armadas turcas
atacaron con carros de combate, aviones y 35.000 soldados, a los kurdos del Norte de
Irak, en una profundidad de 40 kilómetros al interior del territorio iraquí y a una
longitud de 300 kilómetros de frontera.
Sin embargo, las relaciones entre los dos países no han sido siempre perfectas.
La firma del protocolo económico siro-turco en 1987, y sobre todo la exclusión de Irak
de las negociaciones turcas sobre el reparto de las aguas del Éufrates, han hecho que
Bagdad adoptase una postura más reservada, o sea más flexible, en lo que concierne su
cooperación con Turquía que tenía como fin la exterminación y la represión de la
rebelión kurda. Así que a partir de 1988, el PKK disfrutaba más libertad de
movimientos, y aumentó sus ataques contra el ejercito turco a partir de bases de
lanzamiento dentro de los territorios del Norte de Irak.
Después del fin de la guerra entre Irak e Irán y la represión de la rebelión kurda
en el Norte de Irak, la cual fue acompañada de atrocidades y matanzas (la más conocida
fue la de Halabya en marzo de 1988 cuando Bagdad utilizó armas químicas contra las
poblaciones kurdas), unos 60.000 de kurdos pasaron en territorio turco. Esta vez,
Turquía buscó parecerse favorable a los kurdos de Irak, hasta que llegó al punto de
mencionar su derecho constitucional a la autonomía (según la constitución iraquí). Por
un lado, esta afirmación ha tenido como fin de dividir el frente unido kurdo de las dos
partes de la frontera turco-iraquí. Por otro lado, ha tenido como fin de presionar el
19
gobierno de Irak, que de todas formas se encuentra aislado en plan internacional, de
manera de que Bagdad aceptase a conceder petróleo a Turquía en condiciones más
favorables. Detrás de estas declaraciones de Ankara se encuentra también otro asunto,
que es el de las minorías turcomanas de Irak. La idea era de que si se fuese concedido a
los kurdos el derecho de autonomía, porqué no pasar lo mismo con las minorías
turcomanas. Están conocidas, además, las pretensiones turcas sobre las villas de Mosul
y Kirkuk, regiones muy ricas en petróleo y pertenecientes a Irak, pero que Turquía
considera legalmente suyas. A continuación se analizará más el papel que desempeña el
petróleo en las relaciones entre los dos países.
Hoy por hoy, la postura de Ankara cambia una vez más iniciando una serie de
acciones que señalan a Bagdad como el “dueño” legal del norte de Irak (gobernado “de
ipso” por el Frente del Kurdistán Iraquí, una coalición de partidos kurdos), e intenta así
impedir que surgiese un estado independiente en esa zona y, más aún, que este estado
pudiera ayudar a sus propios kurdos.
La cuestión de los oleoductos como punto de dependencia de Bagdad a Ankara
A partir de los principios de los años ochenta, y a pesar del clima reciproco de
desconfianza y miedo de una excesiva interdependencia, las relaciones entre Turquía y
Irak han estado bastante estrechas y estables. Todos los acuerdos sobre temas de energía
entre Turquía e Irak tienen que ser considerados dentro de un marco no solo económico
sino también político.
Las relaciones políticas estables entre los dos países durante los años 60, han
hecho de Irak el mejor suministrador de petróleo para Turquía. Irak mostró además
interés en construir un oleoducto hasta el Mediterráneo a través de Turquía. Los líderes
turcos de entonces no consideraban esta dependencia total de Irak como una desventaja
política, ya que las relaciones parecían ser lo bastante estables.
Como se comento antes, las aspiraciones nacionales de la minoría kurda en Irak,
han sido siempre una fuente de grave preocupación para Bagdad. Por lo tanto necesitaba
la cooperación de Turquía para refrenar las actividades kurdas en la región de las
fronteras. Por su lado, Turquía también se interesaba por reprimir las mismas
aspiraciones de su propia minoría y mantener la paz y la tranquilidad en sus provincias
del sur-este. Sin embargo, los problemas de Irak eran más acusados. Y esto porque los
kurdos de Irak viven sobre todo en las provincias de Mosul y Kirkuk, dónde se produce
más de la mitad del petróleo del país. Por lo tanto, disturbios políticos en la región
podrían dañar gravemente a la economía iraquí. Cuando se construyó el oleoducto que
atravesaba las regiones kurdas, la colaboración con Ankara fue por lo tanto aún más
necesaria.
La cuestión de las transportaciones terrestres, sobre todo las de petróleo, ha sido
siempre un asunto de gran preocupación para Bagdad. Dada la situación política y
militar, los oleoductos desde Irak hasta los puertos de Siria o Líbano nunca han estado
una vía asegurada para el petróleo iraquí. Entre diciembre de 1966 y marzo de 1967,
Siria interrumpió el flujo de petróleo en el oleoducto iraquí. En 1972 nacionalizó su
parte del oleoducto y en 1973 duplicó los derechos de transito. Otro oleoducto que
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pasaba en parte por el territorio libanés, se cerró en 1976 a causa de la guerra civil en
este país. El oleoducto de Siria empezó a funcionar otra vez en 2000, mientras que los
intentos iraquíes para suministrar de nuevo el oleoducto libanés siguen sin resultado.
En el pasado, la transportación terrestre entre Turquía e Irak no ha sido muy
importante. Pero con la construcción del oleoducto Kirkuk-Dortyol en 1977 y
especialmente después del comienzo de la guerra entre Irak e Irán, esta ruta volvió a ser
vital para Irak.
Por lo tanto vemos que el problema kurdo, el reparto de las aguas del Éufrates y
la transportación de petróleo, son los tres ejes que caracterizan las relaciones entre los
dos países. Estos asuntos dan a Turquía una cierta influencia como contrapeso a la
ventaja que tienen los Iraquíes con el petróleo. Así que por un lado Ankara es capaz de
ofrecer a Bagdad algo que le afecta a sus intereses vitales, y por otro lado pide
condiciones especiales en lo que tiene que ver con el suministro de petróleo.
Indicativo del entrelazo sobre estos asuntos, petróleo, agua e seguridad, ha sido
el acuerdo firmado el 2 de julio de 1974 entre el primer ministro turco Bülent Ecevit y
Saddam Hussein. Este acuerdo establecía de que Irak concediese a Turquía un préstamo
para compra de petróleo y para la construcción del oleoducto, mientras que Turquía se
comprometiera a incrementar el flujo de agua y a cooperar con los iraquíes en
cuestiones que tienen que ver con la seguridad del oleoducto (algo que en realidad
significaba permiso de intervención turca dentro del territorio iraquí).
En abril de 1975, el nuevo gobierno que llegó al poder con Süleyman Demirel,
reafirmó el acuerdo. En general las relaciones entre los dos países en los finales de los
años 70 y los 80 volvieron a ser cada vez más estrechas. Sin embargo no faltaron los
problemas, como por ejemplo cuando se intensificaron las actividades kurdas a lo largo
de sus fronteras o cuando la cuestión de el agua volvió a ser más crítica. La guerra entre
Irak e Irán, a parte de que por un lado mejoró las relaciones entre Ankara e Bagdad,
añadió por otro lado más problemas cuando los iraquíes atacaron petroleros turcos en el
Golfo.
Sin embargo las relaciones entre los dos países siguieron siendo estrechas, a
pesar además del hecho de que Irak acumuló poco a poco una deuda enorme en respecto
a Turquía. La prensa turca hablaba entonces de la presión insuficiente que ejercía
Ankara a Bagdad en la cuestión de la deuda, y interpretaban el hecho como la
dependencia turca de la cooperación de Irak sobre el problema kurdo. Las relaciones se
vieron en realidad afectadas sólo cuando empezó la crisis de la Guerra del Golfo en
agosto de 1990.
Los poderes occidentales lo tuvieron muy claro desde el principio de que el
apoyo activo de Turquía era indispensable. Para entonces, casi el 60% de los
exportaciones de petróleo de Irak y la mayoría de su comercio exterior, pasaban por
Turquía. Ankara no vaciló mucho en participarse en las sanciones contra Irak, a pesar de
que sabía que eso significaría unas perdidas económicas enormes. Consideró que sus
intereses políticas e estratégicas eran más importantes que los intereses económicos, así
que el 7 de agosto, el presidente turco Turgut Özal decidió de cerrar las fronteras para
todo tipo de comercio, el petróleo incluido.
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Tres meses después del fin de las hostilidades, Irak manifestó su voluntad de que
se normalicen de nuevo las relaciones entre su país y Turquía. Ankara contestó que
estaba dispuesta a hacerlo sólo si Irak se conformaba con las resoluciones de las
Naciones Unidas. A principios de 1994, Turquía empezó intentando a presionar a la
ONU y a diferentes gobiernos para conseguir la reapertura de los dos oleoductos
iraquíes que atraviesan Turquía y el levantamiento del embargo que sufre Irak desde la
Guerra del Golfo. En agosto de ese mismo año, Turquía anunció oficial y
unilateralmente la apertura de la frontera de Habur, a través de la cual se sospecha que
intenta importar petróleo.
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EL PROYECTO GAP DE TURQUÍA Y LAS POSTURAS DE SIRIA E IRAK
Como se comentó antes, el GAP (Guneydogu Anadolu Proyesi, o proyecto de Anatolia
del sureste) compone de trece proyectos, de los cuales seis son en el Tigris y siete en el
Éufrates. El conjunto de las instalaciones consta al menos de 21 presas de retención y
almacenamiento de agua y 19 centrales hidroeléctricas. La presa más importante, por su
tamaño y su capacidad de almacenamiento es la presa Ataturk.
El GAP se concentra en el sur-este del país, de mayoría kurda, la región menos
desarrollada del país y cuyo PNB por habitante correspondía en 1985 al 47% de la
media nacional. En el plano agrícola, el objetivo del gobierno turco es intensificar la
producción local y transformar la región en “un granero del conjunto de Oriente Medio”
como lo señalaba el presidente Turgut Ozal durante la primera inauguración de la presa
Ataturk en enero de 1990. La irrigación está prevista sobre una superficie enorme, algo
que significa demasiadas cantidades de agua. Se estima que para la irrigación se
extraerá casi la tercera parte de la aportación anual del Éufrates, y de ahí las inquietudes
de los otros Estados ribereños río abajo, Siria e Irak.
Al haber rehusado las organizaciones financieras internacionales (por ejemplo el
Banco Mundial) participar en el proyecto, antes de que Turquía haya negociado y
firmado un acuerdo de reparto de las aguas del Tigris y el Éufrates con los otros dos
Estados ribereños, el gobierno turco financia una gran parte de los trabajos y pide a los
inversores privados que garanticen el resto. El proyecto se revela como una iniciativa
que tiene dos objetivos políticos: en primer lugar, de controlar definitivamente las aguas
del Tigris y el Éufrates con ayuda de una serie de presas, que le permitirían administrar
metro cúbico a metro cúbico las cantidades de agua que fluyen río abajo. En segundo
lugar, de poner fin a la reivindicación kurda, creando, a partir de desplazamiento voluntario o forzoso- de poblaciones kurdas, una ruptura territorial entre las zonas
kurdas y las bases de retaguardia de los rebeldes del PKK instaladas casi siempre al otro
lado de las fronteras entre Turquía y los dos Estados de Siria y de Irak (más detalles
sobre el asunto se dan al capítulo siguiente).
Por otro lado, el argumento turco para explicar que las instalaciones de la cuenca
alta del Éufrates y del Tigris no benefician únicamente a Turquía, sino también y sobre
todo a los otros dos Estados del valle es la regulación del caudal de los dos ríos durante
todo el año. El caudal del Éufrates puede descender naturalmente hasta 100 metros
cúbicos por segundo en verano y subir a 7.000 metros cúbicos por segundo en invierno.
Sin la regulación, Siria e Irak hubieran sufrido inevitablemente grandes sequías en
1989, 1990 y 1991, afirman, con razón, los turcos.
Sin embargo, estos últimos no están dispuestos a reconocer los efectos negativos
de las instalaciones para la situación de los otros dos Estados. Durante la inauguración
de la presa Ataturk y la primera fase de llenado en enero de 1990, las consecuencias río
abajo no tardaron en dejarse sentir. Veinticuatro horas después de la operación, el nivel
del río había bajado un metro en la frontera siria. Algunas semanas después, las
cosechas se resentían: sólo para Irak, se estimó en un 15% la perdida de las cosechas
causada directamente por la interrupción del flujo de agua. En Siria, las informaciones a
este respecto son mucho más escasas, pero se puede apostar que los estragos fueron
23
muchos. Por ejemplo el Éufrates suministraba a Siria, como media, 500 metros cúbicos
de agua por segundo o sea 15.568 millones de metros cúbicos por ano, mientras que
hoy, el caudal anual ha caído casi en un 40%. Ankara se había prometido a que el
volumen total anual de las aguas del Éufrates fuera mantenido gracias a las
compensaciones por la perdida registrada durante el llenado de la presa Ataturk, pero ni
Siria ni Irak disponen de medios para almacenar una cantidad de agua muy grande que
llegue en un período de tiempo relativamente corto. Durante el verano de 1993, el
llenado de la presa turca de Birecil, en las proximidades de la frontera siria, redujo el
caudal del Éufrates a 300 metros cúbicos por segundo.
A pesar de la construcción de una presa reguladora (Al-Baaz) y de la presa
hidroeléctrica Techrine en 1991, Siria encuentra siempre grandes dificultades de
aprovisionamiento de agua y sobre todo de electricidad. Si bien Irak conoce menos
problemas de cantidad que de calidad, vinculados a la gestión y la salinización de los
suelos, una reducción notable de los cursos de los ríos procedente de Turquía y de Siria
amenaza sin embargo con comprometer sus proyectos de rehabilitación a medio y largo
plazo, habida cuenta de que, con la de destrucción masiva de su infraestructura durante
la Guerra del Golfo, necesitará grandes esfuerzos de reconstrucción y grandes
disponibilidades de agua de buena calidad. Entre el mes de enero y el de febrero es
cuando Irak tiene mayor necesidad del agua del Éufrates para la irrigación. La ruptura
del curso del río por las autoridades turcas, para el llenado de la presa Ataturk, pone aún
más en peligro las cosechas, dado que en esa época la presa iraquí Al-Kadisiya está casi
seca tras varios meses de irrigación sin aportación suplementaria de agua de lluvia.
El río suministra actualmente el 40% de la electricidad producida en Irak. Si la
retención de las aguas del Éufrates por Turquía o por Siria se prolongase, la central
principal, construida en la presa Al-Kadisiya, amenazaría con pararse completamente.
Otras tres están amenazadas y la cuarta, en construcción, amenaza con no poder
funcionar nunca.
Una vez el proyecto GAP haya terminado, el caudal actual del Éufrates caerá de
alrededor de 30.000 millones de metros cúbicos a 16.000 millones por año en Siria y
pasará de 16.000 a 5.000 millones en Irak. Es cierto que la mayor parte del agua
utilizada por Turquía revertirá al curso del río, pero mientras tanto, se habrá cargado de
grandes cantidades de sales y de diversos productos químicos como abonos, pesticidas,
herbicidas etc... Como por su parte, los sirios desviarán para sus propias necesidades
cantidades siempre crecientes de las aguas del Éufrates, Irak se encontrará en una
situación cada vez más difícil, en la que la aportación del Éufrates y el Tigris bajará en
cantidad y calidad.
A pesar de su quejas, protestas y amenazas, Siria e Irak no han podido impedir
que Turquía llevase adelante la realización del proyecto. Ni siquiera han conseguido
imponer un plan de reparto de las aguas de los dos ríos. Esto se explica por numerosas
razones que ya se han citado más arriba: ausencia de derecho internacional sobre el
reparto y la gestión colectiva de los recursos hidráulicos comunes; ausencia de acuerdos
que comprometan a los tres Estados en lo que concierne a la gestión de las aguas del
Tigris y el Éufrates; ausencia de una coordinación entre Bagdad y Damascos que ni
siquiera tienen relaciones diplomáticas; la guerra Irak-Irán que, durante ocho años, le
impulso a Irak el mantenimiento de buenas relaciones con Turquía y por lo tanto le
impidió reaccionar eficazmente contra la política hidráulica de esta última; y por último,
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el aislamiento relativo y la debilidad económica de Siria, que no podía por sí sola
intervenir contra Turquía.
El GAP y el problema kurdo
El GAP responde a varios objetivos económicos, políticos y militares que surgen de la
geopolítica interna y externa de Turquía. En el interior, se trata con él de responder a las
reivindicaciones de los moderados del movimiento kurdo, que reclaman una mejora de
las condiciones de vida en el sureste Anatolio, con el fin de debilitar a los separatistas
del PKK (Partido de los Trabajadores Kurdos, de ideología marxista-leninista)
separándoles de sus simpatizantes y su base popular. La reordenación del territorio y la
creación de amplísimos perímetros irrigados, pensados para atraer a un contingente de
la población local, lo son también para hacer más eficaz el control policial y militar
frente a los rebeldes kurdos.
El proyecto de desarrollo plantea también, y sobre todo, el desplazamiento lejos
de las fronteras con Irak, Irán y Siria, de las poblaciones kurdas que viven actualmente a
lo largo de las fronteras que dividen a Kurdistan en varios territorios que dependen de la
soberanía respectiva de cada uno de los Estados de la región. El desplazamiento de
dichas poblaciones fronterizas separará a los militantes del PKK (con bases en Siria e
Irak) a la vez de su retaguardia y de sus terrenos de acción contra las autoridades turcas.
Así reagrupada, la población kurda será puesta bajo estrecha vigilancia, gracias
sobre todo a la irrigación, que constituye un excelente sistema de control de las
poblaciones. El país de los kurdos será definitivamente dividido en dos por una tierra de
nadie a lo largo de las fronteras internacionales entre Turquía y el resto de Estados de la
región.
Por sí sola, la presa Ataturk ha provocado ya el desplazamiento forzoso de varias
decenas de miles de personas, que vivían en unos 650 a 750 pueblos hoy anegados bajo
miles de millones de metros cúbicos de agua. Estas poblaciones escogieron en su
mayoría establecerse en Sanliurfa, donde gastan las míseras indemnizaciones recibidas
en adquirir un alojamiento, contrariamente a los deseos del gobierno que esperaba ver a
los desplazados reinvertir sus indemnizaciones en la agricultura irrigada del GAP.
Según sus promotores, este gigantesco proyecto provocará a medio plazo una profunda
e irreversible transformación de las estructuras socioeconómicas de la región del sueste
anatolio.
Ankara está preocupada por la presencia de los kurdos en el sur-este Anatolio,
puesto que esta población representa el 82% de dicha región, que es dónde se encuentra
la fuente del Éufrates y que además es por dónde pasan los dos grandes oleoductos que
arrancan del Irak del Norte, otra región kurda, y desembocan en el Golfo de
Alexandreta, región reivindicada por Siria.
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CONCLUSIONES
A partir de este breve análisis del tema, quedan claras dos cosas: En primer lugar el
hecho que la cuestión del agua en la cuenca del Tigris y el Éufrates, o mejor dicho, su
escasez y su mal reparto, es un punto de fricción entre los tres países de la región y
seguirá siéndolo hasta que se llega en un acuerdo aceptado por todas las tres partes. En
segundo lugar, es evidente que dicho asunto tiene que ser considerado también desde
una perspectiva histórica, puesto que no es la fuente sino un elemento más en las
relaciones, de todas formas, conflictivas entre los tres países en cuestión.
Como se comentó más arriba, todos los esfuerzos de los tres países para que
lleguen en alguna decisión concreta que satisficiera a todas las partes, han fracasado. Y
eso porque, casi siempre, las decisiones de los gobiernos de los países de la cuenca del
Tigris y el Éufrates sobre la cuestión, se basan sobre todo a criterios geopolíticos y no
tecnocráticos. El agua es, y lo será también para el futuro, estrechamente vinculado a la
seguridad nacional y los equilibrios de los poderes de la región. Y como no existen por
el momento reglas internacionales que pudieran ayudar, o obligar de cierta manera, a
que se encuentre una solución, parece que por los años a venir será difícil ver una
evolución significativa.
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