Las escuelas católicas de Tierra Santa, un elemento integrador

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Aceprensa, 11 Abril 2007
Educar a todos para aprender a convivir
Las escuelas católicas de Tierra Santa,
un elemento integrador
Jerusalén. Las escuelas católicas en Tierra Santa persiguen un doble objetivo: el de
difundir los valores de la fe para apuntalar un cristianismo cada vez más
minoritario y el de fomentar la convivencia entre las religiones en una región que
vive décadas de enconado conflicto.
En Israel y los territorios palestinos, los cristianos suponen ya menos del 2% de
la población y son en su mayoría palestinos residentes en Cisjordania que, además de
vivir asediados por la ocupación israelí, deben salir adelante en una sociedad cada vez
más islamizada. En Belén, por ejemplo, el número de cristianos ha caído de cerca del
70% en 1967 a menos del 15%, si se tienen en cuenta los campos de refugiados anexos.
Según explica el vicario de la Custodia Franciscana de Tierra Santa, el padre
Artemio Vítores, los cristianos de los territorios palestinos se quejan de una creciente
presión por parte de sus vecinos musulmanes, por ejemplo, para que vivan el ayuno del
Ramadán o para que las mujeres lleven el chador. La prensa israelí publicó además en
los últimos meses informaciones sobre ataques islamistas a cristianos de Belén y otras
ciudades, principalmente debido a disputas por tierras en medio de las ansias
expansionistas de clanes familiares.
En un contexto así, la Iglesia se ve abocada a proporcionar a los niños y jóvenes
cristianos un hogar educativo en el que desarrollarse sin la presión a la que podrían
verse sometidos en una escuela musulmana, una presión reforzada por el conflicto. De
todas maneras, al tener un amplio alumnado musulmán, los colegios católicos son al
mismo tiempo un ejemplo de convivencia entre las religiones, un campo en el que
aglutinan siglos de experiencia.
Los centros gestionados por la Iglesia recogen el 4% del alumnado total de
Tierra Santa, una proporción acorde con la reducida población cristiana. Según cifras
oficiales, en Israel hay 17 escuelas católicas con unos 21.600 alumnos, de los cuales un
60% son cristianos y el resto musulmanes. Desde hace décadas, los judíos en Israel
suelen frecuentar exclusivamente escuelas judías, aunque entre los profesores de las
escuelas católicas se encuentran también algunos judíos. Por su parte, en los territorios
palestinos hay 18 escuelas católicas con unos 15.700 alumnos, de los cuales un 45% son
cristianos y un 55% musulmanes.
Alumnos de todas las confesiones
A principios del siglo XIX, en medio de las presiones bajo el imperio turco para
que los cristianos abrazaran el islam, las escuelas franciscanas en Tierra Santa
empezaron a admitir a alumnos de otras confesiones cristianas, sobre todo a los
ortodoxos griegos, por aquel entonces el grupo más numeroso en la región. Así, en una
decisión tomada el 20 de febrero de 1809 por el Consejo de la Custodia de Tierra Santa,
se decidió que los ortodoxos griegos podrían formar parte del alumnado, pero bajo dos
condiciones: el consentimiento de los padres y el respeto al reglamento de la escuela.
Dichas normas siguen aún vigentes y se aplican en el día a día también en el trato con
los alumnos musulmanes, cuya presencia en las escuelas católicas de Tierra Santa está
permitida desde principios del siglo XX.
Las escuelas católicas en Tierra Santa tienen como principio fundamental el
respeto a la fe de los alumnos, sea cual sea. Al considerarse que la educación en la fe es
igual de valiosa para un cristiano que para un musulmán, en muchas escuelas, cuando
los cristianos tienen su clase de Religión, un profesor musulmán imparte al mismo
tiempo en otra aula lecciones de religión islámica para los demás alumnos.
Dicho respeto se exige también a los alumnos para con la escuela. Así, cuando al
comienzo de las clases se reza el Padre Nuestro, los musulmanes mantienen el silencio o
rezan alguna oración propia. En conformidad con el reglamento aceptado de antemano
al matricularse, un alumno no puede tampoco exigir, por ejemplo, que se descuelgue el
crucifijo de un aula, ni las chicas tienen permitido acudir a clase con el velo islámico.
Aunque este último punto pueda parecer una contradicción al ya citado principio
del respeto mutuo, los responsables de las escuelas católicas instan a contemplar el
chador en su justo contexto. El padre Vítores explica que en los años setenta era raro en
las calles de Jerusalén encontrar a mujeres musulmanas con el velo, pero que éste, ante
el avance de grupos radicales islámicos, empezó a imponerse más tarde en reacción al
mundo occidental y en especial a la ocupación israelí de Palestina.
Enorme esfuerzo económico
Vítores afirma que este primer siglo de convivencia entre musulmanes y
cristianos en las escuelas católicas demuestra que es posible una convivencia real,
incluso en una situación tan difícil como la de Oriente Medio: “Los testimonios de los
alumnos que han convivido juntos en las escuelas ponen de manifiesto que se crea no
sólo una convivencia real y un respeto mutuo, sino que es normal la amistad entre
alumnos cristianos y musulmanes. Es verdad que pueden influir otros sentimientos,
como son la camaradería, tener la misma lengua y quizás los mismos sentimientos
nacionalistas palestinos. Pero también es verdad que la religión no es, en este caso, un
motivo de separación.
”Al contrario –añade Vítores–: la convivencia se prolonga también en la
universidad. De hecho, los estudiantes que han convivido juntos en las escuelas
cristianas, siguen siendo respetuosos y tolerantes en la universidad; los musulmanes que
no han vivido con los cristianos, en general no están abiertos a la tolerancia y al diálogo
con ellos”.
Las escuelas católicas en Tierra Santa suponen para la Iglesia y las órdenes
religiosas que las gestionan un enorme esfuerzo económico. En Israel, el Estado
financia en torno al 46% de los gastos de las escuelas elementales y hasta más de un
80% en las secundarias. Pero en los territorios palestinos los centros deben sostenerse
con las aportaciones de las familias de los alumnos, algo difícil en vista de las penurias
económicas que atraviesa la población desde el comienzo de la segunda intifada. Gran
parte de los padres no tienen dinero que aportar, al llevar años sin recibir un salario.
Debido a ello, las dos escuelas gestionadas por los franciscanos en Tierra Santa
generan pérdidas anuales por un millón de dólares, sin contar eventuales construcciones
y reparaciones. Por su parte, las religiosas Hijas del Calvario, que dirigen el colegio
español Virgen del Pilar, un centro al que acuden niñas de los sectores más pobres de
Jerusalén, afrontan serios problemas todos los meses para pagar los sueldos de los
profesores.
Vicente Poveda
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