VIDA COTIDIANA EN EL SIGLO XIX (FRANCIA) CLASES SOCIALES Clase baja- campesinos, criados, obreros industriales, mineros, artesanos y mendigos Clase media- médicos, abogados, periodistas, profesores, curas, oficiales del ejército, funcionarios, campesinos acomodados y pequeños empresarios Clase alta- aristócratas, alto clero, banqueros, industriales, generales y comerciantes ricos AGRICULTURA En esta época la mayoría de la población francesa estaba formada por campesinos, que trabajaban una pequeña parcela propia, ayudados por su familia. Gracias a la Revolución Francesa habían dejado de pagar rentas a la nobleza y al clero y los más acomodados pudieron, además, quedarse con algunas tierras de la iglesia y de la aristocracia, que compraron en subastas. Por eso los campesinos franceses apoyaron a Napoleón para que no se restaurara la monarquía absoluta y volviera a ser todo como antes. Cuando en 1815 Napoleón fue derrotado y volvió a haber un rey, éste no se atrevió a devolver las tierras a los nobles y a la iglesia, para no provocar otra revolución. Pero no todos los campesinos eran iguales. Había algunos que cultivaban tierras de terratenientes y a cambio les pagaban una renta. También había algunos jornaleros, que eran campesinos sin tierras a los que los campesinos con más tierras contrataban para sembrar y recoger la cosecha. Los jornaleros eran gente muy pobre, que a veces pasaban hambre, cuando no encontraban trabajo. En invierno había poco trabajo y muchos de ellos se dedicaban a realizar hilos y telas en sus casas o a trabajar construyendo carreteras o vías de tren. A medida que pasaba el tiempo se iban introduciendo mejoras en la agricultura y muchos campesinos tuvieron que emigrar a las ciudades, pues cada vez había menos trabajo en el campo. Para sembrar el campo se utilizaba un arado tirado por bueyes, que hacía unos surcos, donde se echaban las semillas para enterrarlas después. De vez en cuando había que quitar las malas hierbas y abonar, lo que se hacía a mano. También había que dedicar tiempo a buscar leña (y cortarla), ir a por agua, dar de comer a los animales o a limpiar los establos. Tres meses después de la siembra se podía recoger el cereal, lo que necesitaba mucha mano de obra y se hacía con hoces. Después había que trillar, es decir, separar el grano de la paja, lo que se hacía con una especie de rastrillo. Luego el grano se llevaba al molino, para hacer harina (y ésta al horno para hacer pan), mientras que la paja se utilizaba para dar de comer a los animales o para rellenar los colchones. Lo que más se cultivaba era trigo (para hacer pan), cebada (para cerveza y alimentar al ganado), patatas, maíz (para pan y para alimentar al ganado) y viñedo (para hacer vino). En una parte de la parcela se cultivaba trébol o nabos, para que la tierra recuperara sus nutrientes y para dar de comer al ganado. A veces había heladas, inundaciones, sequías o plagas de insectos que destruían la cosecha, algo que pasaba de vez en cuando. Entonces los agricultores podían arruinarse y tenían que vender sus tierras (si tenían) para emigrar a la ciudad. Otras veces, sobre todo a partir de 1875, llegaban productos extranjeros más baratos y los agricultores protestaban, exigiendo al gobierno que prohibiese su entrada o que subiera las aduanas, para que fueran más caros. Además, entre 1863 y 1890 el viñedo francés se vio muy afectado por la filoxera, un insecto que se comía las plantas y que arruinó a muchos agricultores que cultivaban vides. Durante el siglo XIX la agricultura cada vez producía más alimentos, ya que se difundió el cultivo de la patata (más productiva que el trigo), se fue eliminando el barbecho (en vez de dejar descansar una parte de la tierra, se plantaban nabos y trébol para dar de comer al ganado) y ya no se pagaban rentas a los nobles. Por eso los agricultores cada vez estaban mejor alimentados y desde 1812 ya no murió gente de hambre en Francia. Además, a partir de 1860 se empezó a utilizar máquinas (algunas a vapor y otras tiradas por caballos) para trillar o recoger los cereales. También empezaron a usar abonos químicos en el campo, lo que permitió aumentar mucho la producción de alimentos. ALIMENTACIÓN La gente de clase baja comía sobre todo pan, patatas, sopa y legumbres (lentejas, garbanzos, alubias). La comida solían hacerla las mujeres de la casa, normalmente calentando una olla con leña. La carne era cara y se reservaba para ocasiones especiales. Pescado sólo se comía en localidades costeras, porque enseguida se estropeaba. Algo parecido sucedía con la leche, que sólo la tomaban los que tenían vacas u ovejas. En cuanto a las frutas y verduras, en el norte de Francia se cultivaban pocas, pero en el sur se consumían más, pues el clima permitía cultivarlas. Para beber en las comidas tomaban agua o vino. Como comían pocas proteínas y pocas grasas, solían estar muy delgados y crecían poco. Y si se quedaban sin trabajo podían pasar varios días comiendo sólo una vez al día. No obstante, a partir de 1870 la mejora del transporte y la aparición de barcos frigoríficos permitió que empezara a llegar carne y cereales baratos desde Estados Unidos, Rusia y Australia, lo que permitió bajar el precio de los alimentos y hacer que la gente trabajadora empezara a comer más cosas y a estar mejor alimentada. Estas mejoras también hicieron bajar el precio del café, el té, el chocolate y el azúcar, que antes eran caros, pero que ahora se pusieron al alcance de todo el mundo. También por esa época empezaron a ponerse de moda las conservas, con lo que las personas podían comer cosas que venían de lejos. La gente de clase media comía carne de vez en cuando, ya que ganaba más dinero o, si eran campesinos, tenían más animales. También comían más pescado y queso, que en esa época era bastante caro. Normalmente tenían una criada que era la que les hacía la comida (y se la servía). Si vivían en una ciudad, a veces salían a comer a algún restaurante. La clase alta comía mucha carne (faisán, perdices, ternera, cerdo) y bastante vino, además de marisco, queso y pasteles. Apenas comían pan, legumbres, patatas, frutas ni verduras, ya que eso lo consideraban comida de pobres. Su dieta era muy mala y por eso acababan engordando y a partir de los 60 años tenían problemas de salud, por falta de vitaminas (en esa época aún no se sabía ni lo que eran las vitaminas). Si vivían en una ciudad, a veces salían a comer a algún restaurante. Tenían muchos criados que les hacían y les servían la comida. CIUDADES En el siglo XIX París era la segunda ciudad más grande de Europa (después de Londres) con 750.000 habitantes en 1800 y tres millones en 1900. Otras ciudades importantes eran Marsella, Lyon, Lille y Burdeos, que crecieron en esa época por la llegada de inmigrantes desde el campo, para trabajar en la industria, sobre todo en Lyon (donde había una importante industria sedera) y Lille (con mucha industria del acero). Otros encontraban trabajo en la construcción, el comercio o el servicio doméstico. Las ciudades tenían barrios de clase alta y media, con casas elegantes, muchas tiendas, restaurantes, teatros y parques. Por esas calles se veían carruajes y gente bien vestida. Hacia 1820 pusieron las primeras farolas de gas y desde entonces empezó a haber luz por la noche, con lo que surgieron locales de copas, para hacer salidas nocturnas. A principios de siglo las ciudades estaban bastante sucias, incluso los barrios de clase acomodada, ya que no había alcantarillado ni recogida de basuras, con lo que se tiraba todo a la calle. Además, las calles eran de tierra y se llenaba todo de barro cuando llovía. Pero esto cambió a partir de 1840, cuando se empezó a poner alcantarillado, suministro de agua a las casas y adoquines en el suelo. Entonces los barrios de gente con dinero empezaron a estar más limpios y pudieron empezar a tener agua en casa (antes tenían que ir a comprarla o tenían pozos en casa). Estos avances no llegaron a los barrios obreros hasta la década de 1870. Allí vivían los trabajadores de las fábricas y la gente más pobre. Estos barrios estaban muy sucios, ya que no tenían alcantarillado, ni adoquines en el suelo. Por eso a menudo estaban llenos de barro, de ratas y olían mal las calles. También estaban contaminados, pues estaban al lado de las fábricas, que no dejaban de tirar humo. Lo que también contaminaba bastante eran las chimeneas de las casas, que usaban carbón para calentarse. En estos barrios había pocas tiendas, no había parques y no tenían luz en las calles por la noche. En cuanto al suministro de agua, tenían que comprarla o ir a la fuente a por ella, lo que les obligaba a hacer bastantes colas. Además, los barrios obreros eran peligrosos, ya que, como había muchos pobres, la delincuencia era algo habitual. También había mucha prostitución en esos barrios, pues muchas mujeres no tenían dinero para vivir de otra forma. Por otra parte, en las ciudades había frecuentes atascos. Había muchos carruajes (de gente rica o que servían como taxis) y a veces no cabían todos en la calle. También había muchos carros con mercancías y, a partir de 1860, tranvías tirados por caballos, que ocupaban la vía pública. Además, los peatones no respetaban las aceras y andaban por todas partes, dificultando el tránsito de los carruajes. Por eso eran frecuentes los atropellos, cuando había menos tráfico y se circulaba a toda velocidad. COMERCIO En esta época no había supermercados ni grandes superficies. Todo eran mercados callejeros o tiendas pequeñas, donde pedías lo que querías y el dependiente te lo daba. Si era comida tenía que pesarlo y te lo llevabas tú en tu propia bolsa (no había bolsas de plástico. Eran de tela). La ropa no estaba hecha, sino que te la tenían que hacer a medida. Ibas al sastre, éste te tomaba las medidas y volvías al cabo de una o dos semanas a recogerla. Como esto era caro, había mucha gente que compraba las telas y se hacían ellos la ropa (normalmente las mujeres de la casa). Otros iban a mercados y compraban allí ropa de segunda mano, que solía estar sucia y a veces tenía pulgas o piojos. En las ciudades había bastantes tiendas (sobre todo en los barrios ricos), pero en los pueblos la gente solía ir a las ferias agrícolas (que se celebraban periódicamente en los pueblos más grandes) a comprar animales, comida que ellos no cultivaban y herramientas para el campo. También iban allí a vender sus productos o a buscar trabajo. Otras veces comían cosas que cultivaban ellos o algún amigo o familiar. Las demás cosas iban a las ciudades a comprarlas, porque en los pueblos había pocas tiendas. En las ciudades había muchos vendedores callejeros, que vendían bebidas (café, limonada, sopa) y comida (empanadas, patatas calientes, pescado frito, pasteles), ya que mucha gente pobre no tenía cocina en casa o llegaban muy cansados del trabajo para ponerse a cocinar. También había muchas mujeres que vendían flores y niños que repartían los periódicos, gritando las noticias. Otros se dedicaban a limpiar las botas de la gente a cambio de un poco de dinero. DINERO La moneda era el franco, que a mediados de siglo equivalía a unos 10 euros actuales. Se dividía en 100 céntimos, cada uno de los cuales equivalía a unos 10 céntimos de euro de ahora. Hasta 1850 se pagaba casi siempre con monedas, pero a partir de esa fecha los billetes se fueron haciendo cada vez más habituales. La gente de clase baja guardaba sus ahorros en casa, pero esto era peligroso, ya que les podían robar. Por eso escondían el dinero debajo de una baldosa, detrás de un ladrillo, dentro de un colchón o en un calcetín. La gente de clase media y alta tenía una parte del dinero en casa, pero otra parte la tenían en un banco, donde había más seguridad. Eso sólo lo podían hacer los que vivían en ciudades, ya que en los pueblos no había bancos. Además, los bancos a veces quebraban y entonces los que tenían ahorros allí se quedaban sin su dinero. Los bancos sólo prestaban dinero a la gente rica, al gobierno y a las empresas, por lo que muchos tenían que vender las joyas de la familia cuando necesitaban dinero. Otros recurrían a prestamistas, que te dejaban el dinero pero con un interés muy alto. Y si no devolvías el dinero a tiempo se quedaban con tus tierras o con tu casa. EDUCACIÓN A principios de siglo sólo iban a la escuela los niños de familia media y alta. Pero poco a poco el estado fue construyendo colegios y hacia 1830 ya iban la mitad de los niños. En 1890 ya asistían a clase más del 90 % de los niños. Los niños de clase baja solían ir a escuelas públicas, mientras que la clase media y alta iban a colegios religiosos. En esta época muchos de los hijos de familia humilde dejaban los estudios enseguida (a los nueve o diez años) para ponerse a trabajar en las fábricas o en el campo, ayudando a sus padres. Los niños que vivían en pueblos pequeños a menudo tenían que andar una hora, a veces bajo la lluvia, para ir al colegio más cercano. En las escuelas los profesores eran muy estrictos y pegaban (con la mano, con una correa o con un palo) a los que se portaban mal o no se sabían la lección. Allí sólo se enseñaba a leer y a escribir, las matemáticas básicas y algo de religión. Los colegios eran pequeños y normalmente solo tenían una clase y un profesor, sin patio ni biblioteca. Los niños y las niñas iban a colegios separados y los profesores eran siempre del mismo sexo que los alumnos. A las niñas se les enseñaba sobre todo religión, bordar y coser, para que pudieran ser buenas esposas y amas de casa. Se les enseñaba a leer para que pudieran conocer la Biblia. Hasta 1850 la mayoría de las niñas de clase baja no iban a la escuela, ya que eran sus madres las que les enseñaban en casa lo que necesitaban saber para ser buenas madres y esposas. La gente de clase media y alta estudiaba durante más tiempo que los pobres y algunos pasaban a los liceos, institutos públicos donde se daba secundaria. Allí aprendían historia, geografía, matemáticas, ciencias naturales, latín, griego clásico y lengua francesa. En esta época era muy importante saber francés, ya que era el idioma que utilizaban los europeos cultos para entenderse con la gente de otros países. La disciplina era muy estricta y se castigaba con azotes o con expulsiones (para siempre) a los que incumplían las normas. Muchos de los que iban a estos centros estaban internos y dormían allí, sobre todo si eran de pueblo, ya que los liceos sólo estaban en las ciudades. En estos casos veían poco a sus familias, ya que sólo volvían a casa en vacaciones. Los liceos tenían patio, muchas aulas y biblioteca. Durante la mayor parte del siglo fueron sólo para los chicos, ya que las chicas no estudiaban más que en primaria. No fue hasta 1880 cuando se abrieron los primeros liceos para chicas. Las madres de familias ricas contrataban profesores particulares para sus hijos, para que aprendieran las cosas fundamentales para ser un perfecto caballero o señorita. Las chicas podían recibir clases de piano, de urbanidad, de baile y de equitación, mientras que los chicos de familias ricas aprendían en sus casas baile, urbanidad, esgrima y equitación. Muy poca gente iba a la universidad. Los que lo hacían eran normalmente hijos de licenciados universitarios o de gente con algo de dinero que daba mucha importancia a la educación de sus hijos. Había pocas carreras y eran sólo para hombres. Sólo se podía estudiar medicina (para ser médico), derecho (para ser abogado, juez, fiscal o notario), filosofía y letras (para ser profesor o funcionario), ciencias (para ser profesor o funcionario) o teología (para ser cura). Posteriormente (hacia 1850) desapareció teología y apareció la carrera de farmacia. Quien quería ser maestro no iba a la universidad, sino que estudiaba durante un año en una escuela especial para maestros. Lo mismo los que querían ser ingenieros, que después de estudiar ciencias pasaban a una escuela politécnica. Estudiar en la universidad era caro y no había becas, así que los estudiantes más pobres trabajaban para sus compañeros lavándoles la ropa, limpiándoles la habitación (muchos estaban internos) o llevándoles el equipaje, para poder pagarse los libros o la matrícula. Las mujeres sólo podían estudiar a partir de 1850, para ser maestras o enfermeras, pero sólo lo podían hacer si su padre pensaba que era importante que las mujeres estudiaran, algo poco frecuente. FAMILIA En esta época los chicos y las chicas de clase baja solían conocerse en fiestas populares, por ser vecinos o paseando por el pueblo o la ciudad, normalmente los domingos. Entonces podían bailar juntos, charlar o irse de excursión al campo con la pandilla, lo que aprovechaban para conocerse mejor y quedar en más ocasiones. Normalmente no tenían relaciones sexuales antes del matrimonio, ya que si una mujer aceptaba y luego su novio la abandonaba, ya nadie se querría casar después con ella, pues ya no era virgen. Si además se quedaba embarazada y el padre no quería casarse ella no podía obligarle a hacerse cargo del niño. Además, una madre soltera era rechazada por todos (incluso por su familia) y tenía que sacar adelante al hijo ella sola, por lo que a menudo acababa abandonándolo en la puerta de un convento o de un orfanato. Normalmente los chicos se casaban entre los 25 y 30 años y las chicas un poco antes. Para hacerlo el chico tenía que pedir la mano de la chica a los padres, que entonces hablarían con él para conocerlo mejor (a él y a su familia). Otras veces hablaban también con los padres del novio, aunque en los pueblos esto no hacía falta porque todos se conocían. Si veían que eran gente honrada normalmente daban el permiso y se celebraba la boda. En las familias de clase media y alta, las cosas eran algo distintas. En estos casos los chicos y las chicas se conocían en fiestas privadas o porque los padres eran amigos y se presentaban a los hijos. Siempre que quedaban estaban acompañados por más personas (amigos, familiares), pues estaba muy mal visto que un chico y una chica se quedaran a solas. Si querían besarse tenía que ser a escondidas (en un descuido de los demás) y sólo podían tener relaciones sexuales después del matrimonio. Muchas veces los padres solían acordar el matrimonio de los hijos y no les dejaban que se casaran con otra persona. Casi siempre los emparejaban con alguien de un nivel económico parecido, pues querían que la pareja de su hijo o hija perteneciese a una buena familia, nunca a una más pobre que ellos. Otras veces el chico y la chica se conocían antes, se enamoraban y era el chico el que iba a ver al padre para pedir la mano de la chica. Entonces el padre se interesaba por el nivel económico de su familia, ya que si eran más pobres que ellos no le dejaba casarse con su hija. Normalmente el chico tenía más libertad para elegir a la novia, pero si había mucha diferencia de nivel social, su padre no le dejaba casarse. Antes de contraer matrimonio los novios podían quedar algunas veces para conocerse mejor, pero normalmente les acompañaba algún criado o algún miembro de la familia para que no se besaran ni tuvieran relaciones sexuales. Al poco de casarse llegaban los primeros niños. En esta época lo normal era tener tres o cuatro hijos por pareja, aunque alguno moría siempre de pequeño por enfermedades, sobre todo en las familias más pobres. Los hijos nunca llamaban papá o mamá a sus padres, sino padre o madre. Además, les hablaban de usted y les trataban con mucho respeto, ya que en esta época era frecuente que los padres pegaran a sus hijos. Les pegaban si se portaban mal, si hablaban con poco respeto o si sacaban malas notas en el colegio. Normalmente los padres castigaban a los niños y las madres a las niñas. Los padres hablaban de tú a sus hijos y les llamaban por su nombre. En las familias ricas los niños eran cuidados por una niñera y estaban poco tiempo con sus padres. Por otra parte, había gente que abandonaba a sus hijos recién nacidos, por ser madres solteras o por ser tan pobres que no podían mantenerlos. Entonces eran recogidos en inclusas, que eran centros de acogida para niños abandonados (expósitos). Allí compartían habitación numerosos bebés y eran frecuentes las enfermedades. Por eso muchos niños morían antes de cumplir un año. Cuando se hacían algo más mayores iban a los orfanatos, algo que también les ocurría a muchos de los que se quedaban sin padres, ya que muchas familias tenían tan pocos ingresos que no podían permitirse mantener a familiares. Los niños permanecían en el orfanato hasta que se hacían mayores o hasta que alguna familia los adoptaba, lo cual era poco frecuente. En casa el padre era la máxima autoridad y después la madre. La esposa estaba obligada a obedecer al esposo, pero podía dar órdenes a los hijos. En las familias más pobres eran habituales los malos tratos a las esposas, sobre todo cuando el marido estaba borracho o era alcohólico, algo bastante frecuente. Además, la gente consideraba normal que un marido diera un bofetón o un puñetazo a su esposa, si ella no le obedecía o le faltaba al respeto. El divorcio existió sólo entre 1792 y 1816 y a partir de 1884. El resto del tiempo las parejas no se podían separar. Cuando se podían divorciar era sólo en caso de adulterio o si algún cónyuge hubiera cometido un delito, por lo que muy poca gente podía hacerlo. Además, estaba mal visto por la sociedad, que lo veía como algo contrario a la religión. En las familias de clase baja las mujeres también trabajaban fuera de casa. Si vivían en el campo como campesinas y si estaban en la ciudad como criadas (en casas de familias acomodadas) o en fábricas textiles. Una vez se casaban tenían que encargarse también de las tareas de la casa, por lo que cambiaban de trabajo y se dedicaban a vender en el mercado, a planchar y a coser para otros o a dar el pecho a hijos de otras mujeres. Otras eran lavanderas (lavaban en el río ropa de otros) o fabricaban en casa cepillos o cajas de cerillas por encargo, cobrando muy poco por cada una, para ganar algo de dinero. Estos trabajos estaban muy mal pagados y les obligaban a trabajar más de diez horas al día. Además, en casa se dedicaban a cuidar a los niños, a cocinar, a hacer la compra y a lavar la ropa (a mano, en un río o en un fregadero), ayudadas por sus hijas. En las ciudades las mujeres de clase baja estaban tan ocupadas que no tenían mucho tiempo para limpiar, por lo que sus casas estaban bastante sucias. En las familias de clase media las mujeres eran amas de casa y sólo se dedicaban a la familia, lo que les dejaba algo más de tiempo libre. Además, contaban con la ayuda de una criada que les ayudaba a cocinar y a limpiar la casa. En cuanto a las familias ricas, en ellas la esposa tenía a su disposición a gran cantidad de criados: mayordomo, cochero, jardinero, ama de llaves (jefa de criadas), cocinera y numerosas doncellas. De esta manera, estas mujeres sólo se tenían que preocupar de dar órdenes a la servidumbre, así como de elegir a los nuevos criados. El adulterio estaba prohibido y se castigaba con varios meses de cárcel, en el caso de la mujer. A los hombres sólo se les castigaba con una multa y si matan a su esposa infiel y a su amante apenas se les castigaba. La mujer adúltera se libraba de la cárcel si su pareja le perdonaba. Otras veces había duelos (a espada o a pistola) por cuestiones de celos o por querer dos hombres a una misma mujer. Pero estos duelos sólo los hacía la gente de clase media y alta. Aunque estaban prohibidos, nunca se castigaba a nadie por ello. Si un niño nacía fuera del matrimonio (y los padres no se casaban después), la madre y el niño eran mirados con desprecio durante toda la vida, como una pecadora o como un fruto del pecado. En cambio el padre podía seguir llevando una vida normal, sin que nadie lo mirase mal por ello. Si el padre de familia moría la viuda se quedaba en una situación muy difícil, sobre todo si tenía hijos pequeños o era de clase baja. Las mujeres cobraban la mitad que los hombres, por lo que, aunque se pusieran a trabajar, no podían mantenerse a ellas y a sus hijos y acababan mendigando o vendiendo sus propiedades para poder sobrevivir. Por eso muchas intentaban casarse otra vez para tener a alguien que las mantuviera a ellas y a sus hijos. GUERRA De vez en cuando se hacían sorteos entre los jóvenes solteros de cada pueblo o ciudad y al que le tocaba hacía el servicio militar, que duraba seis años. Pero era posible pagar a otro para que fuera en tu lugar, por lo que al final sólo servían como soldados las personas de clase baja. A partir de 1872 se redujo a 5 años, pero lo hacían todos los jóvenes, entre 20 y 25 años. También lo hacían todos en la época de Napoleón (1800-1815). La mayoría de los mozos hacían el servicio militar en Francia, pero a algunos los enviaban lejos, pues les tocaba servir en la marina o en alguna de las colonias francesas en África, Asia o América. Las guerras más importantes que tuvo Francia en esta época fueron las guerras napoleónicas, en las que Francia estuvo en guerra contra Gran Bretaña (1803-1815), Austria (1805, 1809, 1813-1814), Prusia (1806-1807 y 1813-1815), Rusia (1805-1807 y 1812-1814) y España (1808-1813). En esa época el Imperio Francés abarcaba media Europa, pero todo terminó con la derrota de Napoleón. Otras guerras fueron la invasión de España (en 1823), la guerra de Crimea contra Rusia (1854-1856), la guerra contra Austria, en Italia (1859) y la guerra contra Prusia (1870-1871), en la que el emperador Napoleón III fue capturado y París sitiado y bombardeado durante varios meses. Al final la capital francesa se rindió y Francia lo hizo poco después. También hubo algunas guerras coloniales, como la invasión de Argelia (1830-1847), la de Indochina (1859), la de México (1863-1866), dos guerras contra China (1858-1860 y 1884) y la conquista de Madagascar (1894-1895). En el ejército la disciplina era muy estricta, siendo frecuente los azotes con látigo por cualquier falta, incluso por jugar a las cartas o llevar botones desabrochados. Si uno intentaba escapar era fusilado por desertor, en época de guerra, o metido en un calabozo durante un tiempo, en época de paz. Además, cuando había guerra a menudo pasaban hambre, sed, frío o calor, ya que tenían que marchar y dormir en tiendas de campaña aunque nevase, hiciese muchísimo calor, lloviese o estuviese todo lleno de barro. Andaban durante muchas horas al día y se levantaban muy pronto, además de no poder cambiarse de ropa ni lavarse durante meses, por lo que muchos acababan con piojos o pulgas. Al cabo de unos años los soldados eran licenciados y podían volver a sus casas, pero a veces morían antes o quedaban mutilados por heridas de guerra. Otros morían por enfermedades, sobre todo los que combatían en África o en Asia. Todos los militares muertos o mutilados tenían derecho a una pequeña pensión del estado, que llegaría a ellos o a sus viudas. Pero era muy poco y apenas daba para vivir. En el ejército también había personas de clase media y alta, pero no eran soldados sino jefes y oficiales. Había familias acomodadas o de tradición militar que enviaban a sus hijos a las academias militares para que hicieran carrera en el ejército. Ellos también marchaban a países lejanos y a veces acababan como generales o gobernadores. INDUSTRIA Y TRABAJO Durante las primeras décadas del siglo las grandes industrias fueron arruinando a los pequeños artesanos, ya que podían fabricar todo mucho más barato porque tenían máquinas. Muchos de ellos tuvieron que irse a trabajar a las fábricas, donde ganaban mucho menos dinero y trabajaban más, al igual que algunos campesinos arruinados, que llegaban del campo buscando empleo en la ciudad. En las fábricas textiles trabajaban muchas mujeres y niños, porque cobraban menos y no hacía falta fuerza física. Pero en las demás industrias predominaban los hombres, pues a menudo había que cargar pesos y mover cosas pesadas. En las fábricas había muchas máquinas que eran movidas por una máquina de vapor, que funcionaba quemando carbón. Por eso en las fábricas había siempre mucho ruido (por las máquinas en funcionamiento) y bastante humo (por las chimeneas). Los accidentes eran frecuentes y a veces los trabajadores quedaban inválidos o morían, por alguna caída o corte con alguna máquina. Otras veces cogían enfermedades por trabajar con productos químicos tóxicos, como el fósforo o por respirar vapor de mercurio. En esta época la gente trabajaba doce horas al día y sólo descansaban los domingos. Solían empezar a las seis de la mañana, paraban un rato para comer y salían a las siete de la tarde. Como los trabajadores eran gente pobre, normalmente vivían en casas de la empresa, que estaban al lado de la fábrica y que el empresario les alquilaba. En la fábrica había unas sirenas que avisaban cuando tocaba empezar o dejar de trabajar. El trabajo en la industria era muy cansado, porque apenas dejaban descansar. Los capataces (que eran siempre hombres) recorrían la fábrica y gritaban a los que estaban descansando o charlando, e incluso pegaban a los niños si hacían lo mismo. Si uno hacía algo mal se le ponía una multa o se le despedía. Los sueldos eran muy bajos, por lo que en las familias pobres trabajaban todos, ya que con el sueldo del padre no bastaba para vivir. Si uno protestaba o intentaba organizar un sindicato se le echaba del trabajo, pero aún así cada vez se fueron haciendo más sindicatos, ya que la gente estaba harta. Entonces los obreros se reunían a escondidas, para que no se enterara el empresario y ponían un poco de dinero cada semana, para poder aguantar en caso de huelga. Así si el empresario no les hacía caso le montaban una huelga y resistían hasta que cediera o se quedaran sin ahorros. A menudo el empresario traía gente de fuera para trabajar, pero entonces los huelguistas se ponían a la entrada de la fábrica y se enfrentaban con los recién llegados. Si la huelga salía mal el empresario echaba a los jefes de la huelga. Pero algunas huelgas salían bien y muchos trabajadores fueron consiguiendo mejorar sus condiciones de trabajo. Además, durante la mayor parte del siglo las huelgas estaban prohibidas, por lo que muchos líderes sindicales eran detenidos y enviados a prisión. En 1864 se permitió hacer huelgas, salvo a los funcionarios. En esta época no había vacaciones y si uno no trabajaba un día, porque estaba enfermo o había tenido un accidente, no cobraba. Por ello una enfermedad prolongada o un accidente grave del padre de la familia podía llevar a una familia a la pobreza. Tampoco había subsidios de desempleo, ni se cobraba ninguna indemnización en caso de despido. Por otra parte, los accidentes también eran frecuentes en las minas y en la construcción. Muchos trabajadores morían o quedaban mutilados por un desprendimiento del techo o explosión (en las minas) o por caer desde un andamio (en la construcción). Muchos mineros cogían silicosis, una enfermedad del pulmón por respirar polvo de carbón. Al final estaban tan mal que no podían trabajar y entonces eran despedidos. En el campo no había casi fábricas, pero sí que se mantenían con fuerza algunos oficios tradicionales. Los principales eran los herreros (que elaboraban herraduras, herramientas para el campo y rejas) y los carpinteros (que fabricaban toneles, muebles y puertas. También reparaban carros). Las familias de clase baja solían dejar a sus hijos muy pequeños (de menos de 5 años) al cuidado de alguna vecina (pagándole un poco de dinero), de algún familiar o de alguna hija más mayor, mientras iban a trabajar. Cuando crecían, lo normal era que los hijos se dedicaran a lo mismo que el padre, quien les enseñaba su oficio en cuanto llegaban a los 12 ó 14 años. Si la familia tenía una tienda o cualquier otra empresa, eran los hijos varones los que ayudaban al padre y se quedaban luego con el negocio. Las hijas, en cambio, iban orientadas al matrimonio. A veces en las tiendas había dependientes, que cobraban muy poco y que dormían en la trastienda (un cuarto detrás del mostrador). En esta época había muchos criados, casi todos mujeres jóvenes, que dejaban el trabajo en cuanto se casaban y tenían hijos. Dormían en casa de sus señores y estaban disponibles casi todo el tiempo. Las que más trabajaban eran las doncellas, que se levantaban a las 6 de la mañana y trabajaban hasta las 10 de la noche, cuando se acostaban exhaustas. Se les daba de comer allí y ganaban muy poco dinero. Sólo podían descansar los domingos. Las mujeres que eran despedidas y no encontraban trabajo acababan ejerciendo la prostitución. Para ejercer la prostitución tenían que conseguir un permiso de la policía, que se lo daban tras hacerle unas preguntas y si no tenía enfermedades de transmisión sexual. Las prostitutas podían ganar en un día lo mismo que una chica trabajando durante siete días en una fábrica, pero tenían otros problemas. A menudo eran maltratadas por sus clientes, se quedaban embarazadas a menudo y cogían enfermedades de transmisión sexual. Por eso cada semana tenían que someterse a un control médico y si estaban enfermas se las llevaba a un hospitalprisión de donde no podían salir. Las que llegaban a la vejez iban ganando cada vez menos hasta que acababan en la miseria. Por eso muchas chicas dejaban la prostitución en cuanto encontraban otro trabajo. JUSTICIA En esta época había mucha delincuencia en las ciudades. Como no había ningún tipo de subsidio de desempleo ni indemnización por despido, mucha gente sin trabajo acababa en la miseria y terminaban robando por las calles, sobre todo de noche o aprovechando la multitud. También había muchos que asaltaban casas y se llevaban lo que podían, incluso ropa. Los ladrones eran tan pobres que robaban cualquier cosa que encontraran y que pudieran llevarse consigo. Hasta 1867 uno podía ir a prisión por deudas, lo que afectaba sobre todo a la gente pobre, que pedía dinero prestado y luego no lo podía devolver. En la cárcel se les obligaba a trabajar y sólo salían cuando pagaban lo que debían. Por otra parte, se castigaba con mucha dureza cualquier robo, aunque fuera pequeño. Uno podía pasarse varios años en la cárcel por robar una manta o algo de comida para dar de comer a su familia, por ejemplo. En las cárceles se amontonaban muchos presos, que vivían allí en malas condiciones y que eran obligados a hacer trabajos duros, como construir carreteras. Las epidemias y la suciedad eran frecuentes, así como la mala alimentación. A los asesinos se los castigaba con la guillotina, algo que se hacía en una plaza, con muchos curiosos que iban a ver la ejecución. Los violadores iban a la cárcel, pero se los perdonaba si se casaban con la víctima (siempre que fueran los dos de la misma clase social). En Francia los casos de asesinato los juzgaban jurados, es decir, gente elegida por sorteo, en vez de un juez. Los delincuentes más peligrosos eran enviados a la Guayana Francesa, donde las condiciones de vida eran muy duras y se les obligaba a trabajar en la selva. Allí muchos morían por enfermedades y era muy difícil escapar. No obstante, en Francia la gente tenía unos derechos. La policía no podía entrar en tu casa sin orden del juez. Si te detenían tenían que llevarte ante un juez antes de tres días y decirte de qué se te acusaba. Sin embargo, no siempre hubo libertad de expresión, ya que en la época de Napoleón (1800-1815), de Luis XVIII (18151824), Carlos X (1824-1830) y Napoleón III (1851-1870) se detenía a los que criticaban en público al rey o al emperador. La tortura estuvo prohibida a partir de 1830 y uno tenía derecho a un abogado, aunque mucha gente no podía pagárselo. También existía el derecho a recurrir (ir a otro juez) en caso de que no te gustara la sentencia, pero para eso había que pagar a un abogado, por lo que sólo lo podían hacer los que tuvieran dinero. POLÍTICA En este siglo hubo muchas revoluciones en Francia para conseguir más democracia. Entre 1800 y 1815 no había una democracia real, pues mandaba Napoleón y sólo había elecciones para elegir a los concejales de los ayuntamientos. Los alcaldes, los prefectos (gobernadores de provincia) y ministros eran nombrados por el gobierno. La gente que se dedicaba a la política era gente de clase media y alta que pudiera vivir sin trabajar, ya que la mayoría de los cargos públicos no cobraban sueldo. Además, tenían que tener amigos influyentes para que les nombraran para muchos cargos. En 1815 el rey Luis XVIII permitió que hubiera un parlamento, pero el gobierno era nombrado por el rey y sólo votaban los hombres ricos. Cuando Carlos X anuló las elecciones se produjo una revolución en París, que lo echó del trono y puso a otro rey (Luis Felipe de Orleáns). Este rey aumentó el número de personas que podían votar, pero seguían siendo muy pocos. Por eso en 1848 hubo otra revolución, que echó al rey y proclamó la república, que dio el derecho al voto a todos los hombres. En las revoluciones la gente se echaba a la calle, hacía barricadas y combatía con piedras o armas (el que tenía) a los soldados. Pero en 1851 el presidente (que era sobrino de Napoleón) dio un golpe de estado y poco después se hizo emperador, con el nombre de Napoleón III. Entonces podían votar todos los hombres, pero el parlamento sólo aprobaba las leyes. Era el emperador el que nombraba al gobierno. En 1870, durante la guerra contra Prusia, el emperador fue capturado por los prusianos y se proclamó la república. Un año después hubo una revolución socialista en París, que fue aplastada tras varios meses por el ejército, que fusiló a decenas de miles de rebeldes. Desde entonces Francia fue gobernada por un presidente elegido por el parlamento, en unas elecciones en las que todos los hombres podían votar. De todas maneras, sólo la gente de clase media y alta se dedicaba a la política, ya que entonces los alcaldes y diputados no cobraban nada. Por eso los que se dedicaban a eso tenían que tener rentas u otros ingresos para poder pasar mucho tiempo sin trabajar. Los cargos más altos los ocupaba gente rica, ya que tenían que gastarse mucho dinero en hacer campaña electoral. Había incluso una parte del parlamento (el Senado), donde sólo podía estar la gente que tuviera muchos ingresos. Por eso el gobierno siempre apoyaba a los empresarios y no se preocupaba casi nunca por los trabajadores. Además, las mujeres no podían votar. En Francia había monárquicos (que querían un rey), republicanos (no querían rey) y bonapartistas (querían a Napoleón o a alguien de su familia como emperador). No todos los monárquicos eran iguales, ya que unos defendían el voto para todos y otros sólo para los más ricos. A partir de 1840 empezó a haber socialistas, que defendían ayudas sociales y leyes que protegieran a los más pobres. RELIGIÓN La religión predominante era la católica, aunque había algunos protestantes y judíos. La gente era muy religiosa en los pueblos, por lo que era habitual bendecir la mesa antes de comer y acudir a misa todos los domingos. Las mujeres solían serlo más y muchas de ellas leían la Biblia, daban limosnas o asistían a la iglesia con frecuencia. En cambio en las ciudades se iba menos a misa, sobre todo los hombres de clase baja, que preferían ir a la taberna. En esta época se crearon grupos religiosos que ayudaban a los pobres, como las hermanas de la caridad, que organizaban comedores para necesitados o albergues para huérfanos. La sociedad francesa era más laica que en la mayoría de los países europeos y la religión tenía poco peso en la política o en la educación. SANIDAD En esta época la gente de clase baja moría sobre todo de tuberculosis, pulmonía, tifus y cólera. El tifus lo transmitían los piojos y el cólera se cogía por beber agua contaminada por bacterias, aunque también se contagiaba. A veces había epidemias que mataban a miles de personas en las ciudades. Los que tenían más dinero y podían huir se iban entonces a pueblos cercanos para no contagiarse y las autoridades establecían un cordón sanitario, para impedir el paso de infectados. Cuando la gente se ponía enferma seguía trabajando (ya que si no, no cobraba) y sólo cuando estaban muy mal iban a un hospital de la beneficencia o de alguna institución religiosa. Allí muchas personas compartían la misma habitación y había pocos médicos y medicinas para atenderlos. Las salas estaban sucias (las sábanas se lavaban poco) y estaban llenas de ratas y pulgas, a veces con enfermos en el suelo, si no había camas para todos. Por ello era fácil contagiarse de nuevas enfermedades en los hospitales. Además, sólo existían en las ciudades, por la que la gente de los pueblos no tenía asistencia sanitaria. La gente de clase baja vivía poco, sobre todo los obreros de las ciudades, que respiraban mucho aire contaminado, estaban mal alimentados y vivían en barrios muy sucios y con mucha gente, donde era fácil contagiarse. Muchos niños morían por infecciones (sobre todo los de menos de 5 años) y los que llegaban a adultos vivían una media de 40 años (en las ciudades) ó 50 (en el campo). En las ciudades se vivía menos porque había más suciedad, más contaminación y era más fácil contagiarse. Las clases medias y altas podían pagar un médico, que iba a su casa en caso de enfermedad. Pero aún así había numerosas enfermedades que todavía no se sabía curar, por lo que vivían menos que ahora. Muchos morían de tuberculosis (porque alguien se lo contagiaba) o de de pulmonía y los que iban a prostíbulos morían a veces de sífilis (enfermedad de transmisión sexual). Otros fallecían de infartos y apoplejías (infarto cerebral) porque comían demasiadas grasas. O de cáncer, porque fumaban y bebían mucho alcohol, no tomaban casi frutas y verduras y en esa época no se conocía esa enfermedad. De repente se ponían enfermos (a partir de los 50 años) y después de una semana o dos en la cama, con fuertes dolores, se morían, sin que los médicos supieran por qué. Por eso en las familias acomodadas, si uno no moría de niño por alguna enfermedad, lo normal era vivir unos 65 años. Muy pocos llegaban a los 75. Muchas mujeres morían en partos, porque había poca higiene y los niños nacían en casa, sin ningún médico que ayudase a la madre (sólo comadronas). También había muchos niños que morían poco después de nacer por lo mismo. Pero las mujeres llevaban una vida más sana que los hombres, ya que no fumaban y no bebían alcohol. Por ello, si no morían en un parto solían vivir algo más que los varones. Si una persona tenía una herida grave en la pierna o en el brazo lo más frecuente es que se le amputara el miembro para que no muriera de la infección. Esto se hacía con unas sierras, que cortaban la carne y el hueso, aunque provocando grandes dolores al paciente. Al principio no había anestesia y se emborrachaba al paciente para que se enterara menos. También se le ponía una mordaza en la boca para que apretara los dientes y no se oyeran tanto sus gritos. A partir de 1850 empezó a usarse el cloroformo como anestesia, pero al principio sólo los ricos podían pagarlo. Por otra parte, la gente no se cepillaba los dientes, por lo que muchos se infectaban y dolían mucho. Entonces tenían que quitárselos con unas tenazas y sin anestesia, algo que era aún más doloroso, pero evitaba sufrir más dolores. Por eso a la mayoría de los adultos les faltaba algún diente y a partir de los 50 les faltaban ya la mayoría. La gente de clase alta se ponía dentaduras postizas, aunque se soltaban con facilidad y no podían comer cosas muy duras. Los demás ancianos se veían obligados a alimentarse a base de líquidos y de papillas, a partir de los 60 años, aunque eran pocos los que llegaban a esa edad. En esa época ya se vacunaba a los niños para que no cogieran la viruela, enfermedad que poco a poco fue desapareciendo. Pero aparte de eso, los médicos sabían muy poco del funcionamiento del cuerpo humano y no podían curar casi nada. Cuando uno estaba muy enfermo le sacaban sangre con sanguijuelas (una sangría) lo que empeoraba aún más su estado o le hacían una lavativa (le metían agua con una jeringuilla por el culo, para limpiar los intestinos). Otras veces le decían que cambiase de aires, para irse a un clima más fresco o más cálido. O que tomase las aguas en un balneario. Pero eso no solía servir de mucho y sólo lo podían hacer los más ricos. TIEMPO LIBRE Lo que se hacía en el tiempo libre dependía mucho del sexo y de la clase social. Los hombres de clase baja tenían poco tiempo libre porque estaban casi todo el tiempo trabajando. Mientras estaban en el trabajo sólo tenían libre un rato para comer, cuando podían aprovechar para charlar con los compañeros. También tenían la última hora de la tarde (después de las siete) cuando aprovechaban para irse a la taberna y tomar cerveza o vino con los amigos. Allí podían jugar a las cartas o hablar sobre asuntos del trabajo. Había hombres que se gastaban gran parte de su sueldo en bebida, mientras que su familia pasaba hambre. Los domingos descansaban y podían ir a pasear con su mujer, quedar con los amigos o divertirse en algunas fiestas populares (ferias, verbenas, etc), donde había músicos y se bailaba. En las ferias había vendedores de comida, se hacían concursos de fuerza, de tiro, se intentaba coger algo subiendo a un palo e incluso a veces había tiovivos (al principio tirados por caballos y a finales de siglo eléctricos). Otras veces iban andando al campo para comer allí y pasar el día con la familia. A partir de 1850 se difundieron los locales nocturnos en las ciudades y muchos obreros empezaron a ir allí a beber, a fumar y a ver a las chicas que bailaban y cantaban allí. Los artesanos y obreros cualificados ganaban un poco más y podían ir de vez en cuando al teatro, si vivían en una ciudad. Las mujeres de clase baja tenían aún menos tiempo libre, ya que cuando salían de trabajar tenían que encargarse de comprar la comida y de las tareas de la casa. Además, los domingos también tenían algo de faena, pues había que hacer la comida y cuidar a los niños pequeños. No obstante, charlaban con otras mujeres en las tiendas o en el mercado, donde podían encontrar a sus amigas. También podían encontrarse con ellas en los ríos o fregaderos, cuando iban a lavar la ropa. O en las fuentes, cuando iban a por agua. Y los domingos podían permitirse descansar algo y charlar con sus amigas, a menudo de cotilleos de otras personas del pueblo (o del barrio). Los hombres de clase media compraban todos los días el periódico y les gustaba leerlo en el sillón de su casa, mientras fumaban o se tomaban alguna bebida alcohólica. También iban a los cafés a charlar con los amigos, habitualmente de política o de noticias recientes, así como jugar a las cartas. De vez en cuando iban a algún restaurante, al teatro o, si vivían en una ciudad importante, a un museo. Entonces iban con su mujer y se ponían ropa elegante. En el teatro silbaban, gritaban o incluso tiraban cosas a los actores si no les gustaba el espectáculo. También podian ir a la ópera, al circo (cuando había) o a las carreras de caballos o de excursión al campo, a pasar el día descansando con la familia. Si estaban solteros podían ir a locales nocturnos como el Folies Bergère (fundado en 1869) y el Moulin Rouge (desde 1889), que estaban en París y que eran famosos por sus bailarinas. Otras veces leían libros, normalmente novelas (Victor Hugo, Honoré de Balzac, Emile Zola, Stendhal) o de historia. Los jóvenes leían libros de aventuras, como los que escribían Julio Verne o Alejandro Dumas, o salían a pasear con los amigos, para conocer chicas. A partir de 1850, con la difusión del ferrocarril, se empezó a ir en verano de vacaciones a la playa, normalmente a Bretaña o a Biarritz. Otras veces iban a balnearios a tomar las aguas, si el médico se lo recomendaba. A partir de 1870 se empezó a poner de moda el patinaje, el ciclismo y el tenis. Las mujeres de clase media tenían poco tiempo libre, porque se dedicaban sobre todo a ser amas de casa. Pero de vez en cuando charlaban con las vecinas o acompañaban a su marido al teatro, a un restaurante o a otros espectáculos. Si iban a la playa se cambiaban en unas casetas que luego eran empujadas hasta el mar para que nadie las viera meterse en el agua. Las playas tenían zonas separadas para sexo y los bañistas se bañaban con un bañador que cubría todo el cuerpo. De jóvenes leían libros románticos (Madame Bovary, de Flaubert, o La Dama de las Camelias, de Alejandro Dumas) o religiosos. También leían folletines, que eran historias de amor por entregas, que aparecían todos los días en el periódico. Uno de los principales autores de folletines de esa época era Eugen Sué. A partir de 1875 empezó a haber revistas ilustradas de moda, así como prospectos publicitarios para pedir cosas por catálogo. También por esas fechas se puso de moda el patinaje, el ciclismo y el tenis. Los hombres de clase alta ocupaban su tiempo libre organizando o acudiendo a fiestas privadas, en las que bailaban y cenaban. Allí aprovechaban para charlar con otras personas de la alta sociedad, aumentando así sus amistades. También les gustaba ir de cacería, a la ópera, a restaurantes caros o al teatro. Otras veces salían a pasear a caballo, con algún amigo. También solían fumar, leer periódicos y libros, al igual que la clase media. En verano podían irse de vacaciones, lo que hacían acompañados por sus criados. Podían irse a la playa (en Bretaña o Biarritz), donde coincidían con otras familias de clase media y alta, o visitar Londres, Viena o las ciudades italianas. También estaban de moda los balnearios, donde solía ir gente con dinero a tomar las aguas, para curarse alguna enfermedad. Los más importantes eran los de Vichy (Francia), Baden-Baden (Alemania) y Karlsbad (Austria). Hasta 1850 se viajaba sobre todo en diligencia y desde entonces fueron más habituales los viajes en tren. Las mujeres de clase alta pasaban las mañanas dando instrucciones a los criados. Cuando querían visitar a alguna amiga mandaban a una criada para que pidiera cita y acudían luego a verla, normalmente por la tarde. Entonces charlaban mientras tomaban té o chocolate con pastas. Algunas eran aficionadas a leer, normalmente novelas de amor, folletines o libros religiosos. También acompañaban a sus maridos a la ópera, a restaurantes, al teatro o de viaje. Había mujeres de clase alta que hacían obras de caridad, dando dinero a mendigos o a instituciones religiosas para que ayudaran a los pobres. Los niños de clase baja se pasaban el tiempo libre en la calle con sus amigos, charlando, jugando, peleándose con otros niños o haciendo travesuras (tirar piedras, romper cosas). Los de clase media y alta estaban más tiempo en casa y jugaban con soldaditos de plomo, triciclos, rompecabezas, caballos de madera u otros juguetes. Los niños de familia rica tenían, a partir de 1850, trenes de juguete, con vías y estaciones, que montaban en sus casas. Las niñas de clase baja pasaban su tiempo libre charlando con sus amigas o saltando a la comba en la calle. Y las otras, que salían menos a la calle, tenían muñecas u otros juguetes y jugaban con familiares o con hijas de amigos de sus padres. TRANSPORTE Y VIAJES La gente trabajadora de las ciudades apenas viajaba y lo normal era que pasaran toda su vida sin salir de su ciudad. Los de los pueblos se movían más, ya que a veces iban a la ciudad o pueblo grande más cercano para vender sus productos, buscar trabajo o comprar cosas. Pocas veces se alejaban más de 50 km de su pueblo, salvo que decidiesen emigrar a una ciudad o a América, buscando una vida mejor. Si se movían por el país iban andando o en carro hasta 1850. A partir de esa fecha podían también coger el tren, si iban lejos. Si se hacía de noche por el camino dormían al aire libre, en medio del campo, o sobre la paja de una fonda, en el establo, con más gente. Para poder alejarse más de 50 km de casa hacía falta hacía falta ir a la comisaría y pedir un pasaporte, diciendo adónde se iba y para qué. Normalmente la policía lo daba, pero había que pagar unas tasas y llevar el pasaporte encima, por si te paraban por el camino. Si no lo llevabas te detenían y podías estar preso una temporada. Las personas de clase media podían viajar por asuntos de trabajo. En ese caso cogían la diligencia o, a partir de 1850, el tren. Las diligencias eran como los autobuses ahora: se cogían en las plazas o delante de una fonda y se podía subir si se pagaba un billete. Si se llevaba equipaje se pagaba más y se ponía en el techo o en el maletero. En una diligencia podían ir hasta diez personas (ocho dentro y dos al lado del conductor, lo que salía más barato). Una diligencia iba a 10 km/ h y hacía 100 km al día, parando de vez en cuando para cambiar los caballos en las casas de postas, ya que los animales necesitaban descansar. Al final del día, si no se había llegado al destino, se paraba en una fonda, donde podías comer y dormir en una habitación. Y al día siguiente continuaba el viaje. Cuando empezó a haber trenes las diligencias fueron usándose menos, pero como el tren no llegaba a todas partes, aún se empleaban para algunos trayectos. Los trenes iban muy despacio, entre otras cosas porque iban parando en muchos sitios. Contando las paradas iban a 25 km/h de media y en un día podían hacer 400 km. Si se hacía de noche durante el viaje, la gente dormía en el tren. Los ricos comían en el restaurante del tren e iban en coches-cama, para dormir durante el trayecto. Además, había vagones de primera (los mejores), segunda o tercera (los peores), siendo más caros a medida que mejoraban. Por eso, la gente rica que viajaba en tren nunca se mezclaba con la pobre. Por otra parte, los trenes se estropeaban a menudo, por lo que no era raro salir de una estación con una hora o más de retraso. En las ciudades grandes había hoteles de lujo para la gente rica. En cuanto a los barcos, la mayoría eran de vela hasta 1850. Entre 1850 y 1885 eran de vapor, pero tenían también velas por si fallaba el motor o se producía alguna explosión de la caldera, algo que sucedía de vez en cuando. A partir de 1885 los barcos habían mejorado mucho y la gran mayoría ya eran sólo de vapor. Los de vela eran mucho más lentos, ya que tardaban ocho semanas en cruzar el Atlántico, mientras que los de vapor lo hacían en una semana. Hasta 1850 no había apenas barcos de pasajeros y si uno quería viajar por mar (normalmente para emigrar a Argelia, que era colonia francesa en esa época) tenía que ir a un barco mercante y pagar al capitán por un camarote. Si uno era pobre podía pagarse el viaje trabajando en el barco, si necesitaban a gente. Cuando empezó a haber barcos de pasajeros había diferentes camarotes. Los pobres iban en tercera clase (en habitaciones compartidas con más familias, durmiendo en literas y sin ventanas), la clase media en segunda clase (en camarotes con ventanas) y los ricos en primera (habitaciones grandes y lujosas). Además, había salones y cubiertas distintas para cada clase, para que no se mezclaran. VIVIENDA En los pueblos las casas eran grandes y solían ser unifamiliares, con planta baja y uno o dos pisos. La planta baja se dedicaba a establo y a guardar las herramientas para trabajar en el campo. También podían guardar allí la cosecha. En el primer piso era donde vivían. Allí tenían una mesa y varias sillas para comer y una chimenea, despensa, vajilla, sarten y caldero, para cocinar. Si eran campesinos pobres la casa era pequeña (50-80 m2) y dormían todos sobre paja, en la misma habitación donde comían. Si eran campesinos medios la casa era más grande (100200 m2) y tenía varias habitaciones, con camas que tenían colchones de lana o paja. No solían tener armarios, ya que la ropa se guardaba en un baúl. Si eran campesinos acomodados tenían casas de tres pisos y el último lo usaban como almacén. En esos casos podían tener patios interiores y habitaciones para los criados. Cuando los jóvenes se casaban se hacían su propia casa (en terreno de la familia) o, más frecuentemente, se iban a vivir a casa de los padres del novio. Por eso en las casas rurales era normal que viviera mucha gente (una media de siete u ocho por vivienda). Algunos campesinos, los que tenían más dinero, pagaban a albañiles para que les hicieran las casas. Otros la hacían ellos, pero con la ayuda de albañiles. En las ciudades la mayoría de la gente vivía alquilada, pues no había préstamos para comprar casas. La gente de clase media pagaba su alquiler cada trimestre y los de clase baja cada semana. Si uno se retrasaba un poco se le echaba a la calle enseguida, con todas sus cosas. Por eso, si en una familia de clase baja el padre se quedaba sin trabajo y no encontraba otro rápido, enseguida se encontraban viviendo en la calle y pidiendo limosna. Los que vivían en la calle podían ser recogidos por la policía, que los llevaba a centros de beneficencia, gestionados por el ayuntamiento o por instituciones religiosas. Allí se les obligaba a trabajar a cambio de comida y alojamiento. O se les alquilaba a empresarios que les hacían trabajar muchas horas a cambio de mucho menos dinero que a la gente normal. En esos centros se separaba a las familias por su sexo y no se podía salir, a menos que uno demostrara tener un trabajo. Pero aún así en las ciudades seguía habiendo muchos mendigos. Muchos eran niños abandonados, cuyos padres habían muerto o que se habían escapado de un orfanato. Como no había ascensor, las casas no eran muy altas, con cinco pisos como máximo. En las ciudades los obreros vivían en casas pequeñas y en malas condiciones, aunque no todas eran iguales. Unos vivían en barrios obreros, mientras que otros habitaban barrios de clase media, pero en el tercer, cuarto o quinto piso, donde la gente con dinero no quería vivir, ya que no había ascensor y las viviendas eran muy pequeñas. Lo más barato era vivir en una buhardilla (el último piso). A menudo sus casas estaban sucias y tenían cucarachas. Apenas tenían muebles y los más pobres dormían sobre paja, ya que no podían pagarse camas. Normalmente dormían todos en una habitación y sólo los que vivían mejor podían permitirse una casa con dos habitaciones. La clase media vivía mejor, en pisos relativamente grandes, a poca altura (un primero o un segundo), para no tener que subir muchas escaleras. Sus casas estaban bien iluminadas y tenían varias habitaciones, una de las cuales (la más pequeña) era para la criada. Tenían muchos muebles, así como alfombras, espejos, cortinas y jarrones para decorar la casa. Era habitual pegar papel o tela de colores en las paredes para decorarlas. A partir de 1860 empezó a ser habitual hacerse fotografías, para enmarcarlas y tenerlas en casa. Para eso iban al fotógrafo, ya que nadie tenía cámara de fotos. Al principio las fotografías eran caras y por eso sólo se las podían hacer las personas de clase media y alta. Los ricos vivían en grandes mansiones. Normalmente tenían una en el campo, con grandes jardines, y otra en la ciudad, con un patio privado, donde guardaban el carruaje y los caballos. Sus casas solían tener tres plantas. En la planta baja estaban los almacenes, las cocinas y los establos. En la primera planta vivía la familia y en la segunda estaban las habitaciones de los criados. Las habitaciones de la familia estaban lujosamente decoradas, con muebles caros y decoración abundante. Los cuadros eran muy caros y sólo podían pagarlos los ricos. Por eso en las casas de la clase alta había retratos de la familia o de sus antepasados. También podían comprar cuadros de pintores famosos, normalmente de paisajes, mitológicos o escenas de la vida cotidiana. En el campo la gente se calentaba quemando leña en las chimeneas. En las ciudades los más ricos tenían chimeneas de leña, pero la mayoría de la gente usaba estufas de carbón, pues era mucho más barato. Pero había que mancharse para subir el carbón y ensuciarse de nuevo para vaciar las cenizas, por lo que eso lo hacían los criados en las familias pudientes. Había deshollinadores, que trabajaban limpiando las chimeneas de hollín (polvo de carbón) y acababan muy sucios y con enfermedades pulmonares, por respirar ese polvo. A principios de siglo no había alcantarillado y la mayoría de la gente no tenía ni aseos. La clase media y baja hacía sus necesidades en un orinal y, cuando se hacía de noche, lo vaciaban en la calle. Los ricos tenían una habitación donde hacían de vientre en una caja, que luego sus criados vaciaban. A partir de 1850 empezó a haber alcantarillado en los barrios más elegantes y poco a poco fueron dejando de hacer sus necesidades en orinales. En los barrios pobres eso tardó más y cuando empezaron a tener aseos (a partir de 1870, aproximadamente) los compartían entre varias casas. Por eso a menudo había que hacer cola para ir al retrete o lavarse la cara. A principios de siglo no había suministro de agua en las casas. La gente tenía que comprar el agua a un aguador o la sacaban de un pozo en el patio de su casa (si tenían). En los pueblos podían ir al río o a alguna fuente a llenar los cántaros de agua. Como no había agua en las casas, la gente no se lavaba casi nunca y olía bastante mal, aunque ellos estaban acostumbrados. Sólo los mineros se lavaban cada día llenando una bañera de agua de alguna fuente, porque salían muy sucios del trabajo. A partir de 1850 empezó a haber suministro de agua en las ciudades, ya que pusieron tuberías que la llevaban hasta las casas o a fuentes públicas. Entonces ya pudieron empezar a bañarse de vez en cuando, llenando bañeras y tomando el baño junto a la chimenea. Pero sólo la clase alta y media tenía al principio agua corriente en casa. Los más pobres tenían que ir a una fuente pública para llenar los cántaros de agua. En cuanto a la luz, a principios de siglo la gente se iluminaba con velas o candelabros, lo que hacía que las casas estuvieran bastante oscuras por la noche. A partir de 1830 se usaban quinqués (lámparas de aceite de ballena) y desde 1870 lámparas de queroseno, que iluminaban más, pero que a veces olían mal. A partir de 1890 empezaron a poner bombillas eléctricas en las casas, que daban mucha más luz que las anteriores. Pero sólo las tenía la gente de clase alta y media que vivía en las ciudades. En esa época no había neveras, por lo que se hacía necesario hacer la compra cada día. Tampoco había lavadoras, por lo que las mujeres lavaban la ropa a mano, en un fregadero en su casa (en las ciudades) o en uno público o en el río (en el pueblo). Para planchar había que calentar unas brasas y meterlas luego dentro de la plancha. Entonces se planchaba hasta que se enfriaban las brasas.