Diez libros argentinos

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10 libros argentinos
Estoy alejado del cualquier nacionalismo, y más aún de esos patriotismos miopes que se la pasan
afirmando que tal o cual cosa argentina está a la altura de cualquier país del mundo. En general eso
nunca sucede, por las razones que se quieran aducir, pero es falso en la mayoría de los casos. Me
enorgullece, entonces, afirmar que en el ámbito literario, Argentina sí le ha dado al mundo obras
magníficas que han surgido de acá, de algún zaguán perdido de Palermo o del escritorio ordenado de
algún rioplatense vacío de angustia. Esta lista, injusta como todas las listas, intenta enumerar algunos
libros que comprueban que es posible crear grandes obras desde nuestro pequeño lugar.
1. Ficciones − Jorge Luis Borges
¿Qué decir de este libro? ¿Qué comentario es capaz de hacerle justicia? No lo sé. De golpe me encuentro ante
la obligación de escribir algo al respecto, y eso es lo que estoy tratando de hacer. Puedo afirmar, al menos, que
Ficciones es una de los pocas obras que han sido capaces de transformar mi pensamiento en temas tan
complejos como el tiempo, el Universo o, incluso, Dios. Que ha sido una puerta de entrada hacia la filosofía
idealista, el budismo y múltiples escritores, como Chesterton, Stevenson, Kipling o Schopenhauer. Y que es
increíblemente entretenido. Juzgo un acto inconscientemente rockero comenzar el libro con un cuento tan
oscuro como Uqbar, Tlon, Orbis Tetrius, pero si uno logra entrar en la esencia del relato, se podrá quedar para
siempre con frases tan gloriosas como los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican a los
hombres. ¿Qué decir de este libro? Que aún hoy la literatura argentina gira en torno a él. ¿Qué decir de este
libro? Que es la obra máxima de un genio absoluto.
2. Los Siete Locos − Roberto Arlt
Cuando uno puede ver, detrás de cada palabra, debajo de cada personaje, el corazón del autor, está ante la
presencia de un libro magnífico. Y eso es lo que pasa con Los Siete Locos. Uno puede respirar las veredas de
esa Buenos Aires caótica de Arlt, y puede observar las paredes descascaradas de los conventillos de San
Telmo como si estuviera allí, caminando con Erdosain, entrando a los cabarets ruinosos, buscando la
redención imposible que le quite la terrible angustia de ser, de estar. Algunos han criticado la prosa caótica del
autor, pero eso es una suerte de miopía intelectual; la desprolijidad de Arlt es como el trazo de un pintor
notándose sobre su cuadro: un reflejo del alma. Le necesidad de escribir, la angustia como motor de una
literatura viva, son la base de la obra arltiana. Cómo él mismo dice en su inolvidable prólogo a Los
Lanzallamas: (...) Se dice de mí que escribo mal. Es posible. (...) Mas hoy, entre los ruidos de un edificio
social que se desmorona inevitablemente, no es posible pensar en bordados (...).
3. Zama − Antonio di Benedetto
¿Qué hemos hecho para estar vivos? Nada, realmente. ¿Y qué nos hace pensar que podemos cambiar algo,
entonces? La circunstancia es mucho más fuerte que el hombre, que no es más que el cadáver inerte de un
animal dejándose arrastrar una y otra vez por la marea, símbolo óptimo del eterno devenir universal. Si
Argentina estuviera ubicada en algún punto perdido entre Francia y Alemania, Zama sería considerada una de
las grandes novelas existencialistas, junto con El Extranjero y La Náusea. Pero di Benedetto ni siquiera era
porteño, era mendocino, y desde allí escribió una obra tan hermosa como compleja. El tiempo se hace sentir
en Zama, es el motor de la angustia, parece batir las costas de la inhóspita Buenos Aires de 1790 y la torturada
alma del protagonista, víctima de la espera. Este libro fue editado en 1956 y pasó inadvertido para el
establishment crítico de Capital, enfrascado como es costumbre en obras que la marea terminaría llevándose
para siempre. Pero Antonio di Benedetto estaba acostumbrado a esperar.
4. Las armas secretas − Julio Cortázar
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El lugar común es elegir a Rayuela como obra capital de Cortázar, pero creo que el tiempo le hace un favor
más grande a su trabajo como cuentista que a esa novela desmesurada, voluntariamente caótica, lúdica en
extremo. Porque ya encontramos las obsesiones de Oliveira mucho mejor enfocadas en ese personaje
inolvidable de El Perseguidor, Johnny Carter, víctima de su propia lucidez, saxofonista genial que logra
destejer la complejidad del Universo durante unos breves instantes, sublimes, mientras toca su instrumento, y
que luego, cuando desciende, debe convivir otra vez con el mundo ordinario, con el hecho de pagar la luz o de
meter la pizza en el horno, con el irremediable absurdo. El Cortazar de Las Armas Secretas encuentra en las
tramas de sus cuentos las plataformas válidas para desarrollar sus obsesiones sin perder la línea, y es capaz de
jugar con la literatura sin que la literatura juegue con él. Junto con Todos los fuegos el fuego, marca el punto
más alto de una obra marcada siempre por la calidez humana del propio Julio.
5. El sueño de los héroes − Adolfo Bioy Casares
Quizás el destino del hombre sea inevitablemente trágico; quizás todo hombre tenga un camino asignado y,
aún cuando intente huirle, sea su obligación desandarlo; quizás el amor sea la única vía de escape para nuestra
naturaleza autodestructiva; quizás los sueños escondan las cifras de aquello que estamos destinados a ser;
quizás todo esto no sea más que un gran sueño que entrevemos por momentos, en instantes efímeros en que la
realidad pareciera agrietarse misteriosamente. Cuando Bioy Casares le refirió a su amigo Borges el argumento
de El sueño de los héroes, el bueno de George le dijo que era la historia más linda del mundo. La sentencia
pareciera exagerada, pero cuando una accede a su lectura, adquiera pasmosa verosimilitud. La manera en que
Bioy aborda sus temas, alejado de solemnidades, con su encanto característico de lord inglés, y los personajes
encantadores de arrabal porteño que los personifican, construyen una novela que además de ser deliciosa para
su lectura, es trágicamente humana.
6. Respiración artificial − Ricardo Piglia
¿Qué es Respiración Artificial? Estuvimos haciéndonos esa pregunta entre nosotros durante mucho tiempo. La
conclusión a la que llegamos es que se trata de un ensayo novelado, un conjunto de ideas que asumen cierta
estructura ficcional para ganar efectividad. Todos sabemos que Piglia es mucho mejor analista que novelista,
aunque él se empeñe en escribir lo contrario. La comparación que realiza entre Borges y Arlt es brillante
porque no sólo nos sirve para entender la literatura argentina, sino la historia misma de nuestro país. La
conclusión a la que llega uno de los personajes, partiendo de aquél mítico día en que Descartes se levantó
junto a la estufa, aún hoy me causa una impresión tremenda, por lo bien que esta expuesto su punto de vista.
¿A dónde conduce la filosofía? A la nada. Y es antológico el supuesto encuentro entre Kafka y Hitler, porque,
otra vez, desde los libros es capaz de trasladarnos a la historia, y entonces entender su complejidad, su
carácter absurdo, sus trampas, sus supuestas casualidades, su artificiosidad.
7. Misteriosa Buenos Aires − Manuel Mujica Lainez
Antes de comenzar a elaborar esta lista, estuvimos barajando nombres y títulos que podían servir para
conformarla. Fue ahí cuando mi hermano Diego me dijo: tenés que incluir Misteriosa Buenos Aires. Le
respondí que me encantaría, pero que nunca lo había leído. Su respuesta fue salomónica: leelo, pelotudo, y me
vas a dar la razón. Así que tomé una vieja edición que había en casa y, escuchando a los Magnetic Fields,
comencé a leer. No me detuve hasta que terminé el último de sus cuentos, El salón dorado. Es un libro
excelente, conformado por una serie de relatos que van narrando la vida de múltiples personajes en distintos
momentos de la historia de Buenos Aires, desde la tragedia de El hambre, que refiere la vida de los primeros
expedicionarios a las órdenes de Pedro de Mendoza, fundador de la ciudad, hasta los últimos estertores de un
siglo XIX en el que la vieja aldea fue adquiriendo su esquiva identidad. Mujica Lainez no tiene problemas en
ser crudo o fantástico, según lo requiera la historia. Tenías razón, Gordo.
8. Nadar de noche − Juan Forn
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Nadar de noche comienza con esta cita de Anthony Burgess: ¿Quién no ha sido defraudado? No pensemos,
sin embargo, que el culpable es un sistema, o la sociedad, o un Estado, o una persona. Son nuestras ilusiones
las que nos van defraudando. Todo comienza en el calor del vientre materno y el descubrimiento de que hace
frío allá afuera. ¿Y acaso es culpa del frío que haga frío?. Creo que hay un doloroso momento en la vida de
un hombre en el que éste finalmente nota que nunca será estrella de rock o futbolista consagrado. Ese
momento se encuentra en algún lugar entre la juventud y la adultez, en el que avanzamos casi a tientas, dando
manotazos, ni hombres ni pendejos, entes decepcionados por sus propias limitaciones, a punto de encarar una
vida que dista trágicamente de aquella que soñábamos. El libro encara ese estado de ánimo, lo traslada a
personajes que viven en departamentos, que no le han encontrado la solución al gran problema, o que se
aferran desesperadamente a alguna idea para poder sobrevivir entre tanta oscuridad.
9. Adán Buenosayres − Leopoldo Marechal
Es realmente difícil escribir sobre este libro. En primer lugar, hay que entender a Marechal como un poeta,
que desde su lugar de poeta se lanzó a la aventura de la novela pero que nunca, y eso está claro en la prosa de
Adán Buenosayres, nunca renunció a su pasión por los versos celestiales. Adán (platónico) busca la Unidad
que está detrás de los cosas, aquello que amalgama el caos en el que vivimos, y emprende una suerte de viaje
simbólico (lo simbólico es muy fuerte en el libro, desde el nombre) que lo llevará a banquetes dionisíacos,
odiseas homéricas y viajes dantescos. Marechal, apelando a una literatura experimental fascinante, bucea en el
alma de Buenos Aires, en su génesis, en el bagaje cultural (y su necesaria cuota de fantasía) de las personas
que la crearon, analiza lo gauchesco, pero en vez de enfrentarlo con el progreso a la manera sarmientina,
descubre la permanencia de esa extraña mitología en los intersticios de la nueva sociedad, esa que él ve y
describe, lleno de amor no correspondido, en su Cuaderno de Tapas Azules.
10. Uno y el Universo − Ernesto Sábato
Nunca simpaticé mucho con Sábato. El Túnel me ha parecido siempre una novela sobreestimada y nunca pude
pasar (aunque lo intenté dos o tres veces) las cincuenta páginas iniciales de Sobre Héroes y Tumbas. Odio el
condenado libro. Pero hace poco me llevé una sorpresa bárbara con este librito de ensayos ordenados
alfabéticamente, que aborda temas tan disímiles como la física cuántica y el surrealismo, la expansión del
Universo y el socialismo, de una manera tan amena e inteligente que provoca un irresistible placer. Sábato
analiza a Borges de la misma manera que éste, en sus ensayos, teoriza sobre Wilde o Swedemborg, generando
unas páginas brillantes sobre la obra del maestro ciego. El autor tampoco prescinde del sentido del humor.
Cito esta breve digresión titulada Hombre y mujer: Habrá siempre un hombre tal que, aunque su casa se
derrumbe, estará preocupado por el Universo. Habrá siempre una mujer tal que, aunque el Universo se
derrumbe, estará preocupada por su casa. Otro humorada muy buena, de nombre Gengis Kant: Bárbaro
conquistador y filósofo alemán.
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