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PRINCIPIOS
RECTORES
02
2.1 Contribución a los objetivos sanitarios mundiales 44
2.2 Enfoque de salud pública 44
2.3 Fortalecimiento de los sistemas de salud a través de la innovación y el aprendizaje 44
2.4 Aumento de la eficacia y eficiencia de los programas 45
2.5 Promoción de los derechos humanos y la equidad sanitaria 45
2.6 Aplicación en función del contexto local 45
44
Directrices unificadas sobre el uso de los antirretrovirales en el tratamiento y la prevención de la infección por VIH
2. PRINCIPIOS RECTORES
2.1 Contribución a los objetivos sanitarios mundiales
La puesta en práctica de estas directrices contribuirá a avanzar hacia el logro del acceso universal a la
prevención, el tratamiento, la atención y el apoyo relacionados con el VIH, de conformidad con las metas
y objetivos articulados en la Declaración política sobre el VIH y el SIDA (1) de 2006 y la Declaración política
sobreel I yelSIDA:Intensificacióndenuestroesfuer oparaeliminarel I yelSIDA(2) de 2011. Las
directrices ayudarán también a alcanzar las metas específicamente referidas al sector de la salud que se
enuncian en la Estrategia mundial OMS del sector sanitario sobre el VIH/sida, 2011-2015 (3) y en el Plan
mundial para eliminar las nuevas infecciones por VIH en niños para el 2015 y para mantener con vida a
sus madres, 2011-2015 (4). Las principales metas para 2015 incluyen: reducir a la mitad el porcentaje de
jóvenes entre 15 y 25 años infectados por VIH, en comparación con 2009; reducir el número de nuevos
casos de infección por VIH en la población infantil en un 90%, en comparación con 2009; reducir el
número de defunciones por causas relacionadas con el VIH en un 25%, en comparación con 2009;
reducir a la mitad el número de defunciones maternas relacionadas con el VIH, en comparación con
2009; reducir a la mitad el número de defunciones por TB, en comparación con 2004; y proporcionar TAR
a 15 millones de personas en los países de ingresos bajos y medios. A más largo plazo, las directrices
contribuirán, y servirán de fundamento, a los esfuerzos encaminados a lograr la cobertura sanitaria
universal, que constituye uno de los pilares fundamentales de la agenda para el desarrollo después de 2015.
2.2 Enfoque de salud pública
En consonancia con las orientaciones proporcionadas por la OMS en relación con el VIH desde 2002, las
presentes directrices están basadas en un enfoque de salud pública para ampliar el uso de los ARV con
fines terapéuticos y profilácticos (5). La aplicación de un enfoque de salud pública responde al deseo de
asegurar a toda la población el acceso más amplio posible a unos servicios de alta calidad, sobre la base
de métodos simplificados y normalizados, y de hallar un punto intermedio entre la aplicación del nivel
asistencial confirmado como óptimo y lo que es viable a gran escala en contextos con escasos recursos.
2.3 Fortalecimiento de los sistemas de salud a través de la
innovación y el aprendizaje
Las recomendaciones e innovaciones en materia de prestación de servicios descritas en estas directrices
deben aplicarse con la finalidad de fortalecer el proceso asistencial integral y los sistemas de salud en el
sentido más amplio, en particular la atención primaria y la atención crónica.
En muchos entornos con una elevada carga de morbilidad por VIH ya se ha empezado a integrar los
servicios de atención al paciente con VIH en establecimientos de los primeros niveles de atención
sanitaria; por otro lado, los servicios de PTMI se están convirtiendo cada vez más en elemento básico
de los servicios de salud maternoinfantil. Los servicios relacionados con el VIH, la TB, la hepatitis, el
consumo de drogas y la reducción de daños se están integrando en grado desigual. A medida que
las personas que reciben TAR empiecen a envejecer y que la infección por VIH se convierta en una
enfermedad crónica y controlable, la mejora de la integración de los servicios relacionados con el VIH en
la atención a las enfermedades no transmisibles también irá cobrando mayor importancia. De acuerdo
con estas tendencias, las directrices promueven la adaptación de modelos de prestación de servicios que
refuerzan el proceso asistencial en relación con el VIH y propician un inicio precoz del TAR en diversos
entornos, asegurando que las personas sean derivadas a los servicios que correspondan y velando por
que permanezcan en ellos y observen el tratamiento de por vida.
Conviene estudiar en los programas nacionales de control del VIH la posibilidad de llevar a cabo
investigaciones sobre la aplicación, con miras a determinar el mejor modo de adoptar y adaptar estas
directrices a los respectivos contextos locales y ampliar los servicios más eficientes y eficaces.
2. Principios rectores
En contextos en que los recursos financieros son escasos, existen prioridades contrapuestas y el sistema
de salud está sometido a restricciones, puede ocurrir que los países tengan que hacer elecciones difíciles
entre un abanico cada vez más amplio de opciones en cuanto al uso de ARV para reducir las tasas de
morbilidad, mortalidad y transmisión del VIH. Las presentes directrices parten del principio de que los
países deben seguir ampliando y optimizando la eficacia y eficiencia de los programas de control del VIH
aplicando al uso de ARV un enfoque estratégico que incluya:
dar prioridad a la administración de ARV a las personas con VIH que más necesitan el tratamiento;
estudiar posibilidades de aumentar el impacto de los ARV en la prevención del VIH, iniciando el
tratamiento más precozmente en determinados grupos de población;
aumentar la eficacia y el alcance de los programas de ARV en todo el proceso asistencial mediante una
combinación estratégica de métodos de calidad garantizada para las pruebas del VIH, mejorando la
observancia y la permanencia de los pacientes en la asistencia, buscando fórmulas innovadoras para
la prestación de servicios, integrando el TAR en una gama más amplia de entornos y reforzando los
vínculos entre los distintos servicios; y
emprender esfuerzos, tanto a corto como a más largo plazo, encaminados a optimizar y armonizar los
regímenes terapéuticos y aumentar su asequibilidad, así como a concebir y poner en práctica servicios
de diagnóstico y de laboratorio sencillos y más asequibles que se ofrezcan en el mismo lugar de
consulta.
2.5 Promoción de los derechos humanos y la equidad
sanitaria
El acceso a los servicios de prevención, tratamiento, atención y apoyo en relación con el VIH debe
ser reconocido como fundamental para lograr el derecho universal a la salud; en ese sentido, las
presentes directrices han de aplicarse sobre la base de los principales derechos humanos y principios
éticos. En general, los programas de control del VIH deben velar por que los ARV y las intervenciones
conexas estén al alcance de las personas que más los necesitan, en particular las embarazadas, los
niños y las poblaciones clave, y por que se administren en un entorno lo menos propenso posible a la
estigmatización y la discriminación. Debe obtenerse en todos los casos el consentimiento informado
del paciente, sobre todo para someterlo a las pruebas del VIH, aunque también para iniciar el TAR.
Es asimismo imprescindible que estén en vigor las salvaguardias necesarias para garantizar la
confidencialidad.
Es posible que algunos países se enfrenten a importantes desafíos éticos al intentar aplicar estas
directrices en contextos caracterizados por la escasez de recursos y capacidad de los sistemas de salud.
Uno de los principales retos puede residir en priorizar la administración del TAR a las personas más
enfermas y a las que ya están recibiendo tratamiento, procurando al mismo tiempo ampliar los criterios
para iniciar el tratamiento. Cada país tendrá que programar su propia estrategia para asegurar que los
programas de ARV en marcha no se interrumpan y promover una ampliación del acceso al tratamiento
que sea justa y equitativa.
2.6 Aplicación en función del contexto local
La aplicación de las recomendaciones contenidas en las presentes directrices debe fundamentarse en el
contexto local, atendiendo a factores tales como la epidemiología del VIH, la disponibilidad de recursos,
la organización y capacidad del sistema de salud y la costoefectividad prevista de las intervenciones. El
hecho de que se recomiende encarecidamente la adopción de un enfoque específico en relación con la
prestación de servicios no deberá entenderse necesariamente como un apoyo incondicional al modelo
propuesto, en detrimento de otros modelos eficaces de prestación de servicios que puedan estar en vigor
en los países.
2 Principios rectores
2.4 Aumento de la eficacia y eficiencia de los programas
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