Acerca de la Degeneración Macular Asociada a la Edad La Degeneración Macular Asociada a la Edad (DMAE) Coroides Esclera Retina Cornea Mácula (fovea) Cristalino Iri Nervio óptico Cuerpo ciliar Introducción La retina es la zona del ojo encargada de transmitir las imágenes en forma de impulsos nerviosos hasta el cerebro, que es el que interpreta las imágenes. Se sitúa tapizando el globo ocular por su parte interna. La retina es una estructura nerviosa, formada por fotoreceptores (conos y bastones) que son los que “ven”. Como estructura nerviosa que es, si estos fotoreceptores desaparecen, por cualquier patología, NO pueden regenerarse. Como la mayoría de tejidos, la retina recibe la nutrición que necesita por la sangre. A pesar de que la retina tiene sus propios vasos sanguíneos, la capa de fotoreceptores NO recibe sangre de los vasos retinianos, sino de los vasos procedentes de la COROIDES, que es la estructura ocular situada inmediatamente por detrás de la retina. Esto es de una enorme importancia para entender cualquier patología vascular que afecte a la capa de fotoreceptores. La mácula es la zona de mayor número de fotoreceptores de la retina. Es la responsable de la visión central. La Degeneración Macular Asociada a la Edad (DMAE) es la principal causa de ceguera legal en la población mayor de 65 años en los paises desarrollados. Teniendo en cuenta que en estos países el envejecimiento de la población es grande (especialmente en España) y que la esperanza de vida al nacer cada vez se alarga más, estamos ante una patología que supone ya, y más en el futuro, un verdadero problema social. Hay determinados órganos o sistemas que acusan más el envejecimiento que otros: el sistema cardiovascular, el osteoarticular y el ocular son tal vez los más afectados. La DMAE es una patología ligada al envejecimiento, cuya incidencia aumenta exponencialmente con la edad. Su etiología no está clara, pero parece ser que no es una sola la causa, sino que es multifactorial. ¿Que es la DMAE? La retina tiene un metabolismo muy activo. Eso quiere decir que consume mucho y también genera mucho material de desecho, que elimina. Con los años, la facultad de eliminar estos desechos se va perdiendo, lo que hace que se acumulen formando las denominadas DRUSAS. Fotoreceptores EPR Membrana de Bruch Coroide El problema de las drusas es el lugar en que se forman. Las drusas separan la coroides de la retina, podríamos decir que las “despega”. Las consecuencias de ello son graves por un motivo: los fotoreceptores (conos y bastones), que son las células retinianas capaces de “ver”, están irrigadas por vasos coroideos. Si la coroides se separa de la retina (se “despega” la membrana de Bruch), la capa de fotoreceptores queda sin irrigación, sufriendo una degeneración. Si la zona de la retina afectada es la mácula, que es la zona de mayor concentración de fotoreceptores de toda la retina, la consecuencia es una pérdida de la visión central. Ante esta situación, la retina puede reaccionar de dos formas, determinado los dos tipos de DMAE: el tipo seco y el tipo húmedo. En la DMAE seca, que es la más frecuente, lo que ocurre sencillamente es que la mácula se va atrofiando de modo progresivo. La evolución de este tipo de DMAE es lenta. En la DMAE húmeda, ante esta falta de irrigación, se da un fenómeno de neovascularización: se forman nuevos vasos sanguíneos (MEMBRANAS NEOVASCULARES) con la intención de suministrar oxígeno a la retina, pero lo que ocurre es que estos neovasos son muy frágiles, y exudan al exterior, empeorando el cuadro y destruyendo la mácula. Así, estos neovasos deben ser eliminados. La DMAE de tipo húmedo (también llamada exudativa) se comporta de un modo muy agresivo: evoluciona rápidamente hacia la ceguera. El tratamiento debe instaurarse de un modo rápido y en estadíos iniciales. Poco se puede hacer por la mácula si ésta ya está destruida. Diagnóstico de la DMAE El diagnóstico precoz es de vital importancia. Esto se consigue con revisiones periódicas del fondo de ojo, controlando estrechamente los pacientes que presenten drusas. Se deben realizar exploraciones de la agudeza visual y con la rejilla de Amsler, prueba específica de función macular. Tratamiento de la DMAE La DMAE no tiene cura. El tratamiento va encaminado a mejorar en lo posible la pérdida de visión y frenar su evolución, manteniendo una visión útil. Para la DMAE seca se han propuesto sustancias antioxidantes, que pueden mejorar el pronóstico de la enfermedad. En otras patologías en que existen neovasos en la retina, como la retinopatía diabética, el tratamiento consisten en fotocoagular éstos con laser. Cuando los neovasos se sitúan en la mácula, el tratamiento con láser no resulta útil: el láser “quema” los neovasos pero también quema la retina situada junto a éstos. Si el tratamieno fuese en retina periférica (zona con escasa capacidad visual), como ocurre en la retinopatía diabética, no existen repercusiones negativas sobre la visión. Sin embargo, si lo que estamos fotocoagulando es la mácula, no nos podemos permitir destruir, junto con los neovasos, la zona de la retina con mayor capacidad visual. Así, el tratamiento con laser de la DMAE es poco utilizado y se limita a membranas neovasculares que están situadas alejadas de la FOVEA, que es la zona de mejor visión de la mácula. Aún así, la pérdida de visión que origina estos tratamientos por sí mismos y la dificultad de explicar al paciente que tras el tratamiento “verá peor”, ha hecho que el láser en DMAE se utilice muy poco. Otros tratamientos han sido propuestos con escaso éxito. El tratamiento debía actuar selectivamente sobre las membranas neovascualres sin afectar el tejido macular circundante. Epidemiología La DMAE es la causa más frecuente de pérdida severa de la visión en las personas de edad avanzada en los países occidentales. Se estima que la prevalencia de DMAE varía de menos del 2% a más del 10%, según la definición de DMAE utilizada, el sistema de clasificación y la edad y el medio ambiente de la población de estudio [1,2]. Aunque las cifras exactas varían, los estudios coinciden en que el riesgo de desarrollar DMAE aumenta con la edad, como se demuestra por los resultados del Beaver Dam Eye Study. Realizado con más de 3.500 pacientes en Beaver Dam (Wisconsin), el estudio ha demostrado que la incidencia de DMAE en fase inicial es más de 4 veces superior en las personas de más de 75 años que en las personas entre 55 y 64 años [3]. Puesto que la DMAE afecta a la población anciana, su incidencia aumentará significativamente en un futuro próximo a medida que las características demográficas de la población mundial se modifican; la Organización Mundial de la Salud estima que la población de 60 o más años de edad prácticamente se doblará durante los próximos 20 años [4]. Bibliografía 1. Hyman, L. en Age-related Macular Degeneration: Principles and practice. Ed. Hampton, G.R. et al. Raven Press, Ltd., New York. 1992; pp 1-35 2. Vinding, T. Acta Ophthalmologica Scandinavica 1995, Suppl 21:1-32 3. Klein, R. et al. Ophthalmology 1997; 104:7-21 4. World Health Statist. Annu.,Geneva World Health Organization, 1995 La DMAE es una de las principales causas de ceguera registrada en los países occidentales, representando aproximadamente la mitad de los registros del Reino Unido, por ejemplo [1]. Un estudio epidemiológico realizado con 1.000 pacientes en Copenhague halló que de 173 ojos con pérdida significativa de visión a causa de DMAE no neovascular o neovascular, el 13% estaban clasificados como legalmente ciegos. Los estudios realizados demuestran que, aunque la DMAE no neovascular es la forma más frecuente de la enfermedad, la pérdida de visión se produce en la mayoría de los casos debido a DMAE neovascular [2]. En general, la pérdida de visión central asociada a DMAE se produce después del desarrollo de desprendimiento seroso y hemorrágico de la retina y el EPR, causado por la NVC (80-90%), desprendimiento seroso del EPR sin NVC (5-10%) y atrofia geográfica del EPR sin exudación ni hemorragia (<5%) [3]. Aproximadamente la mitad de los pacientes con DMAE neovascular bilateral serán legalmente ciegos en un plazo de 5 años del diagnóstico [4]. El diagnóstico tardío puede ser parcialmente responsable del mal pronóstico: dado que la pérdida de visión puede pasar inadvertida si la afectación sólo es de un ojo, muchos pacientes pueden no ser diagnosticados de DMAE hasta que la enfermedad se ha hecho bilateral y ya está relativamente avanzada en el primer ojo. Bibliografía 1. Grey, R.H. et al. Br J Ophthalmol 1989; 73:88-94 2. Vinding, T. Acta Ophthalmologica Scandinavica 1995, Suppl 21:1-32 3. Bressler, N.M. et al. Surv Ophthalmol 1988; 32:375-413 4. Macular Photocoagulation Study Group. Arch Ophthalmol 111:1189-1199 1993; Aunque se han sugerido muchos factores de riesgo, hasta ahora sólo la edad se ha asociado firmemente a la DMAE [1]. Esto se debe en parte a que los estudios de otros factores se han realizado con un número de personas relativamente pequeño y han proporcionado resultados contrapuestos. Los estudios también incluyen diferentes grupos de pacientes: algunos se centran en personas con cualquier forma de DMAE (en los que la mayoría de los pacientes presentan grandes drusas) y otros se centran únicamente en la DMAE neovascular. La opinión general es que la causa de DMAE es una combinación de factores genéticos y ambientales. Algunos riesgos potenciales (tabaco, cardiopatía) pueden evitarse. Otros, están asociados a afecciones existentes; se cree que la DMAE neovascular en un ojo predispone al desarrollo de DMAE neovascular bilateral [2]. Posibles vínculos con el sexo, raza y color de los ojos sugieren que la DMAE puede ser familiar. Aunque no se conoce ningún gen específico, recientemente se han identificado algunos posibles genes [3]. Diversos estudios han investigado la influencia de la raza. Se han comunicado incidencias más bajas de DMAE neovascular en poblaciones negras que en poblaciones blancas [4,5] y la incidencia de DMAE puede ser especialmente baja en poblaciones asiáticas. En la India, por ejemplo, aproximadamente la mitad de las personas ancianas presentan deterioro visual, pero sólo en un 10% es debido a DMAE [6]. Bibliografía 1. Klein, R. Ophthalmology 1997; 104:7-21 2. Macular Photocoagulation Study Group. Arch Ophthalmol 111:1189-1199 3. Zhang, K. Et al. Surv Ophthalmol 1995; 40:51-61 4. Schachat, A.P. et al. Arch Ophthalmol 1995; 113:728-735 5. Pieramici, D.J. et al. Arch Ophthalmol 1994; 112:1043-1046 6. Singh, M.C. et al. J Indian Med Assoc 1994; 92:361-363 1993; Fisiopatología Las causas de la DMAE todavía no están diversas fases de la fisiopatología claras, están pero bien documentadas [1]. La DMAE afecta progresivamente el EPR. En una retina normal (como se muestra aquí), el ERP separa la capa coroidea de las neuronas retinianas o fotorreceptores. La capa coroidea proporciona el riego sanguíneo a la retina. En la DMAE, la neovascularización coroidea o la atrofia localizada lesionan el EPR, lo que se asocia con la lesión de los fororreceptores. Este proceso produce finalmente pérdida de visión. Bibliografía 1. Bressler, N. Surv Ophthalmol 1998; 32:375-413 Las drusas son el primer signo clínicamente detectable de DMAE. Se cree que una combinación de factores genéticos y ambientales, que posiblemente implican radicales libres, altera la actividad metabólica normal del EPR. Esto conduce a una acumulación de detritos membranosos o lipófilos, con engrosamiento amorfo de la membrana de Bruch, que constituye la barrera entre el EPR y la coroides. Estos depósitos son visibles oftalmoscópicamente, ya que se acumulan en la membrana de Bruch como drusas [1]. En la DMAE no neovascular, las drusas y depósitos difusos conocidos como lipofucsina pueden predisponer a un individuo, después de muchos años y por motivos desconocidos, a desarrollar zonas localizadas de atrofia en el EPR [2]. La desaparición de la capa del EPR provoca una pérdida progresiva de fotorreceptores y un fallo gradual, pero lento, de la visión central si el centro de la fóvea está afectado. Existe algún indicio de que la forma atrófica de DMAE no neovascular, que se asocia con estrechamiento de los capilares de la capa coroidea (los coriocapilares) y pérdida del EPR, puede inhibir el crecimiento de nuevos vasos sanguíneos y por lo tanto reduce el riesgo de desarrollo de DMAE neovascular, aunque esta cuestión es controvertida [1]. Bibliografía 1. Bressler, N. Surv Ophthalmol 1998; 32:375-413 2. Sunness, J. Ophthalmology 1998 (en prensa) En la DMAE neovascular, la formación de drusas blandas y difusas se asocia con rotura de la membrana de Bruch. El EPR lesionado puede producir factores de crecimiento angiogénico, que estimulan el crecimiento de nuevos vasos sanguíneos desde la coroides [1-3]. La rotura de la membrana de Bruch se asocia más frecuentemente con la DMAE neovascular que con la DMAE no neovascular [4]. Las roturas en la membrana de Bruch pueden producir puntos a través de los cuales pueden crecer y proliferar nuevos vasos sanguíneos procedentes de la capa coroidea subyacente. Este proceso, denominado neovascularización coroidea (NVC), a menudo provoca una rápida, amplia y progresiva lesión de los fotorreceptores. El proceso se acompaña de la formación de tejido fibroso. El EPR se puede desprender de la cara externa de la membrana de Bruch con o sin crecimiento interno de tejido fibrovascular. Estos procesos pueden lesionar el EPR y los fotorreceptores, lo que conduce a una pérdida importante de visión. La progresión de la DMAE neovascular es casi siempre más rápida que la de la DMAE no neovascular y generalmente conduce a pérdida importante de la visión [1]. Aproximadamente un 70% de ojos con NVC subfoveal secundaria a DMAE tienen una agudeza visual de 20/200 o inferior en el plazo de 2 años [5]. Bibliografía 1. 2. 3. 4. 5. Bressler, N. Surv Ophthalmol 1998; 32:375-413 Husain, D. et al. Invest Ophthalmol Vis Sci 1997; 38:S501 Corjay, M. et al. Invest Ophthalmol Vis Sci 1997; 38:S965 Spraul, C.W. et al. Arch Ophthalmol 1997; 115:267-273 Bressler Am J Ophthalmol 1982; 93:157-163 Si la DMAE neovascular no es tratada se forman fibrocitos, presumiblemente a partir de la coroides, entre el EPR y los fotorreceptores, así como en el interior de los mismos. Con el tiempo, se forman estructuras fibrovasculares semejantes a discos que reciben el nombre de cicatrices disciformes, y que sustituyen la mayor parte del EPR, los fotorreceptores y la coroides interna en el centro de la mácula [1]. Las cicatrices pueden asociarse con hemorragia y filtración de líquido en el interior y debajo de la capa sensitiva de la retina, lo que puede distorsionar la estructura plana de la mácula [1]. Las cicatrices disciformes se asocian con lesión del EPR y de los fotorreceptores, lo que conduce a una pérdida de visión importante [2]. Bibliografía 1. Bressler, N. Surv Ophthalmol 1998; 32:375-413 2. Green, R.W. et al. Ophthalmology 1993; 100:1519-1535 Diagnóstico El diagnóstico de DMAE sigue unos pasos clave bien conocidos. La mayoría de los pacientes con DMAE únicamente acuden al médico cuando ya han experimentado algunos trastornos visuales como metamorfopsia, escotoma central o pérdida de agudeza visual. Por consiguiente, el diagnóstico se produce cuando la afección está relativamente avanzada y ambos ojos están afectados. La agudeza visual se mide usando optotipos como el de Snellen pero las escalas varían de un país a otro. Por coherencia, usaremos aquí el sistema de escala USA, con 20/20 para visión excelente, para describir la agudeza visual. Una vez que se han excluido otras posibles causas de pérdida de visión, como catarata, se dilata la pupila y se procede a la exploración de la retina con el biomicroscopio, usando una lámpara de hendidura y una lente, para visualizar la mácula estereoscópicamente. En la DMAE, se pueden observar drusas como manchas amarillas dentro de la zona macular. Si la exploración con el biomicroscopio sugiere el desarrollo de DMAE neovascular, por ejemplo por la aparición de edema macular o un EPR elevado, la mácula puede ser evaluada mediante angiografía fluoresceínica para confirmar la presencia de NVC, así como su tamaño, localización y otras características que pueden influir en su tratamiento. En algunos centros utilizan angiografía con verde de indocianina como una modalidad de estudio complementaria. Bibliografía 1. O'Shea, J.G. Postgrad Med J 1998; 74:203-207 Además de drusas, la mácula de los ojos afectados con DMAE clínica puede tener zonas de atrofia del EPR, neovascularización coroidea o ambas. Los pacientes con DMAE no neovascular pueden experimentar una pérdida gradual de la visión central. La atrofia geográfica, la forma más severa de DMAE no neovascular, se caracteriza por zonas bien definidas de atrofia del EPR y, subsiguientemente, de los coriocapilares. Aparecen anomalías pigmentarias en el EPR, los capilares desaparecen y, más tarde, los vasos coroideos de mayor tamaño pueden hacerse claramente visibles con el biomicroscopio. La angiografía fluoresceínica proporciona poca información adicional útil para el tratamiento. El diagnóstico de DMAE neovascular, por el contrario, se basa generalmente en la angiografía fluoresceínica, que muestra zonas de NVC como hiperfluorescencia y filtración. Oftalmológicamente, la DMAE neovascular aparece como lesiones de color verde grisáceo debajo de una retina elevada. La angiografía puede proporcionar más detalles acerca del tipo, tamaño y localización de la neovascularización y por tanto sirve de guía para el tratamiento. La DMAE neovascular puede conducir a una rápida pérdida de visión con un escotoma central y metamorfopsia, incluso en pocos días, y es responsable de hasta el 90% de la pérdida severa de visión asociada con la DMAE. Bibliografía 1. O'Shea, J.G. Postgrad Med J 1998; 74:203-207 2. Bressler, N. Surv Ophthalmol 1988; 32:375-413 Mediante angiografía fluoresceínica se pueden reconocer dos patrones básicos de NVC (clásica y oculta). La NVC clásica aparece como una zona bien delimitada de hiperfluorescencia uniforme en la fase inicial del angiograma. Durante la fase tardía, la filtración de colorante oscurece los bordes de la NVC observados en la fase inicial [1]. Pocas lesiones de NVC son exclusivamente clásicas en la DMAE; la mayoría tienen un componente oculto. Con angiografía fluoresceínica estereoscópica se pueden detectar dos patrones de NVC oculta. En primer lugar, se puede observar desprendimiento del epitelio pigmentario (DEP) fibrovascular, generalmente 1-2 minutos después de la inyección del colorante. Este DEP se caracteriza por hiperfluorescencia punteada, marcando una zona de EPR elevado. Las zonas de DEP fibrovascular son menos brillantes que la NVC clásica y los bordes pueden estar mal definidos o ser difíciles de delimitar. El segundo patrón de NVC oculta es la filtración a partir de una fuente indeterminada que aparece en las fases tardías del angiograma pero que no corresponde a NVC clásica o una zona de DEP fibrovascular en la fase inicial o media [2,3]. Los bordes de NVC tambiŽn pueden estar oscurecidos en los angiogramas fluoresceíicos por la presencia de hiperplasia pigmentaria, tejido fibroso, sangre espesa y desprendimiento seroso del EPR. Bibliografía 1. Bressler, N. Surv Ophthalmol 1998; 32:375-413 2. Macular Photocoagulation Study Group. Arch 109:1242-1257 3. TAP clinical study protocol, 1996 Ophthalmol 1991; La angiografía con verde de indocianina (ICG = indocyanine green), un sistema de diagnóstico que se encuentra en investigación, puede mostrarse útil como técnica complementaria de las técnicas habituales de diagnóstico por imagen. El ICG ha proporcionado información preliminar sobre tipos de NVC oculta [1] y drusas [2] y sobre el mecanismo de acción y la oportunidad de tratamientos para la NVC [3,4], pero se necesitan más estudios para apoyar estos hallazgos. El ICG presenta fluorescencia a longitudes de onda del infrarrojo, lo que permite una mejor penetración a través del EPR; y, puesto que el ICG se une a las proteínas en un 98%, se produce muy poca exudación de colorante a partir de los vasos neoformados [5]. Aunque la angiografía fluoresceínica sigue siendo la técnica estándar, no siempre proporciona imágenes adecuadas de las lesiones ocultas. Las lesiones ocultas son visibles con videoangiografía ICG digital y, en un estudio de 1.000 casos, se pudieron distinguir tres tipos distintos de lesión oculta: placas (zonas grandes de hiperfluorescencia, generalmente subfoveales); manchas focales (pequeñas zonas de hiperfluorescencia), y lesiones mixtas (placas y manchas focales en la misma zona) [1]. La capacidad de mostrar NVC oculta usando ICG tiene diversas implicaciones: puede ayudar a delimitar lesiones [1] y la técnica puede proporcionar información sobre los mecanismos mediante los cuales la TFD estabiliza la visión [3,4]. Bibliografía 1. 2. 3. 4. 5. Guyer, D.R. et al. Ophthalmology 1996, 103:2054-2060 Arnold, J.J. et al. Am J Ophthalmol, 1997; 124:344-256 Schmidt-Erfurth, U. et al. Invest Ophthalmol Vis Sci 1998; 39:S242 Guyer, D.R. et al. Arch Ophthalmol 1996; 114:693-697 Holz, F.G. et al. Am J Ophthalmol 1998; 125:227-236 Las lesiones causadas por la presencia de NVC afectan la visión en diferentes grados según su posición. Si una parte o toda la lesión se encuentra debajo del centro de la zona avascular de la fóvea, la lesión se denomina subfoveal; las lesiones situadas hasta 200 micras del centro de la fóvea pero no debajo de ella se denominan yuxtafoveales; y las lesiones extrafoveales son las se encuentran por lo menos a 200 micras del centro de la fóvea [1]. Los pacientes con lesiones extrafoveales y yuxtafoveales tienen mal pronóstico y los estudios indican que después de 3 años, la mayoría de las lesiones extrafoveales no tratadas se vuelven subfoveales [2]. No obstante, las lesiones extrafoveales y yuxtafoveales bien delimitadas se han tratado con Žxito mediante fotocoagulación con láser durante varios años. Se ha conseguido mantener la visión durante un tiempo considerable, pero la NVC recidivó en el 50% de los casos en el plazo de 2 años [1]. La mayoría de los pacientes con DMAE presentan NVC debajo del centro foveal. Las lesiones subfoveales también tiene un mal pronóstico en cuanto a la visión [3]. La fotocoagulación con láser en estos casos ha demostrado que sólo es beneficiosa en lesiones seleccionadas, pequeñas y bien delimitadas con NVC clásica. Además, el tratamiento puede ir acompañado de una inmediata pérdida de visión [4]. Bibliografía 1. Macular Photocoagulation Study Group. Arch Ophthalmol 1991; 109:1220-1231 2. Guyer, D.R. et al. Arch Ophthalmol 1985; 104:702-705 3. Bressler, N. Surv Ophthalmol 1988; 32:375-413 4. Macular Photocoagulation Study Group. Arch Ophthalmol 1982; 100:912-918 Tratamiento de la enfermedad La investigación TAP y VIP (TAP, Treatment of AMD with PDT) ha demostrado que la TFD con verteporfina es un tratamiento apropiado para un porcentaje significativo de pacientes con alguna forma de DMAE neovascular. Sólo en los Estados Unidos, se producen cada año hasta 200.000 casos de DMAE neovascular, por lo que es probable que la demanda de TFD con verteporfina sea grande [1]. Enfrentarse a la demanda de tratamiento requerirá disponer de estructuras de derivación adecuadas junto con la provisión de formación y recursos. En las fases iniciales, la DMAE puede causar síntomas discretos, por lo que es importante que los médicos de atención primaria pregunten acerca de la visión de la población anciana anualmente. Las personas que presenten cualquier cambio y pérdida súbita de visión deben ser derivados a un oftalmólogo [3]. La derivación y el diagnóstico precoces son necesarios para mejorar el pronóstico. La formación permitirá a más centros convertirse en expertos en TFD para enfrentarse a la demanda de tratamiento. Se estima que la TFD durará unas 2 horas por paciente y que pueden tratarse simultáneamente dos pacientes. Por consiguiente, un equipo de atención sanitaria podría tratar hasta ocho pacientes al día y aproximadamente 2.000 al año. Cada nuevo centro necesitará invertir en láser para TFD, pero este coste puede ser compensado por los reembolsos de cada tratamiento [2]. Bibliografía 1. Starr, C.E. et al. Postgrad Med 1998; 103:153-161 2. Datos de archivo, CIBA Vision 3. Sunness, J.S. et al. Geriatrics 1998; 53:70-80 La pérdida de visión central tiene un notable efecto sobre muchos aspectos de la calidad de vida. Según una encuesta realizada a pacientes y familiares, la comunicación, el bienestar emocional, las tareas domésticas y las actividades de ocio se ven afectadas en todas las fases de DMAE [1]. La mayoría de los pacientes presentan dificultades para leer y escribir, en todas las fases de DMAE, que afectan su capacidad para realizar tareas sencillas, como decir la hora [2]. Aunque los familiares ayudan con frecuencia en las cuestiones de papeleo, los pacientes consideran que la lectura es una de las actividades más importantes necesarias de la vida cotidiana [3]. Los pacientes también sienten frustración y ansiedad cuando no son capaces de hacer lo que harían normalmente [4]. Las relaciones sociales disminuyen; los pacientes no pueden reconocer las caras y algunos de ellos ven a sus amigos con menor frecuencia. Muchos pacientes no pueden renovar su carnet de conducir y algunos experimentan problemas con los bordillos y las escaleras. Los pacientes con afectación de los dos ojos encuentran mayor dificultad para las actividades domésticas, especialmente en las fases tardías de DMAE. Los familiares ayudan a menudo en estas tareas, pero algunos se sienten frustrados por la cantidad de tiempo que implica la atención a los pacientes. Quizás nuevos tratamientos ayudarán a los pacientes a conservar su autonomía, tanto económica como física. El estudio VIP incluye un análisis del efecto de la TFD con verteporfina en comparación con placebo, sobre la calidad de vida [3]. Bibliografía 1. 2. 3. 4. Damiano, A.M. et al. Invest Ophthalmol Vis Sci 1998; S602 Alexander, M.H. et al. Arch Ophthalmol 1988; 106:1543-1547 Datos de archivo, CIBA Vision Williams, R.A. et al. Arch Ophthalmol 1998; 116:514-520 Perspectivas Muchas terapias en desarrollo para la DMAE se han centrado en conservar la visión restante. Los resultados de los ensayos de fase III TAP y VIP han proporcionado más información sobre la eficacia, seguridad y economía sanitaria de la TFD con verteporfina para la NVC coroidea secundaria a DMAE y Miopía Patológica. Después de los resultados de estos ensayos, un nuevo tratamiento está disponible para los pacientes con algunas formas de DMAE neovascular y Miopía Patológica. Mirando más hacia el futuro, la pérdida de visión puede ser restaurada mediante la sustitución del EPR dañado. Modelos en animales han demostrado que después de la extirpación o la lesión del EPR se produce atrofia de la capa coriocapilar. Las vías de investigación futuras implican técnicas para estimular la cicatrización del EPR o el trasplante con éxito de EPR de donante en la membrana de Bruch [1]. La terapia génica y las dietas que contienen nutrientes clave pueden proporcionar estrategias válidas para la prevención, que es el objetivo último para la DMAE. El Age-Related Eye Disease Study en curso puede identificar el papel del zinc y vitaminas en la prevención de la DMAE y proporcionar así información sobre las causas de la afección y posibles estrategias de prevención [2]. Una vez que se hayan identificado las causas de la DMAE y los genes responsables, la terapia génica puede convertirse en una opción viable para personas con riesgo de DMAE. Bibliografía 1. Del Priore, L.V. Semin Ophthalmol 1997; 12:45-55 2. Sunness, J.S. et al. Geriatrics 1998; 53:70-80