INDICE: Resumen 1 Introducción 2 Antecedentes 6 Preguntas a responder 11 Justificación 12 Objetivos 13 Material y Métodos 14 Resultados 22 Discusión 29 Conclusiones 33 Literatura citada 34 Anexos 41 RESUMEN Es bien conocido que el estrés por sustancias tóxicas puede afectar la tasa de alimentación del zooplancton. Sin embargo, es menos conocido el efecto en el cambio de selectividad de la preferencia alimenticia en los cladóceros. En el presente trabajo, se calculó la tasa de alimentación de 4 diferentes especies de cladóceros con 2 concentraciones de benomilo 0 y 0.12 mg L-1. Los resultados se muestra en ausencia y presencia del toxico. La menor tasa de alimentación la presentó Ceriodaphnia dubia con 0.020 y 0.025 mL herbívoro1 h-1 mientras que la mayor tasa de alimentación la presentó Simocephalus vetulus con 0.127 y 0.221 mL herbívoro1 h-1. Para la preferencia alimenticia, se ofrecieron 7 géneros de micro algas de diferentes tamaños. La aplicación de benomilo favoreció un cambio de preferencias de comida de Ceriodaphnia dubia a favor de Pandorina, Nitzchia dando un mayor consumo de Chroccocum; en Moina macrocopa a favor de Euglena y consumiendo preferentemente Chroccocum y Pandorina. En Simocephalus vetulus el mayor consumo apareció en Euglena y finalmente en Daphnia magna la presencia del tóxico incrementó en el consumo de Euglena. INTRODUCCION Los componentes del zooplancton constituyen una compleja red que típicamente se sostiene directamente del pastoreo o indirectamente de la detritofágia, sobre la producción fitoplanctónica de los sistemas acuáticos (Margalef, 1983). Por otra parte la productividad de los ecosistemas acuáticos dependen de la manera en cómo la materia orgánica de fitoplancton, la micro flora y el detritus es utilizado por los organismos heterotróficos (Monakov, 2003). Las comunidades zooplanctónicas dulceacuícolas están constituidas esencialmente por rotíferos y crustáceos. Los crustáceos planctónicos se dividen en branquiópodos y copépodos. De los distintos ordenes de branquiópodos, los más conocidos y estudiados son los anomópodos, conocidos tradicionalmente como cladóceros (Conde-Porcuna, et al., 2004). El término herbivoría se refiere a la ingestión de material de los productores primarios. Esta, en algunos sistemas, es capaz de regular la producción primaria (Cyr y Pace, 1993). Los estudios sobre este tipo de interacciones tienen una mayor tradición en sistemas terrestres, no obstante que existen evidencias de que la herbivoría es más intensa en ecosistemas acuáticos (Cyr y Pace, 1993) y fue hasta la década de los 1970´s que la importancia del forrajeo por el zooplancton herbívoro en el desarrollo de las poblaciones fitoplantónicas empezó a ser reconocido (Lampert y Sommer, 1997). Las tasas de herbivoría varían en los diferentes tipos de ecosistemas; dentro del agua, las algas son forrajeadas más intensamente que las plantas vasculares y los herbívoros remueven cerca del 51% de la producción primaria anual, mientras que en sistemas terrestres sólo llega al 18%, a pesar de que la biomasa de herbívoros es similar en ambos casos (Cyr y Pace, 1993). El rango de tamaño del alimento no excluye una especialización en tipos específicos de alimento. Sin embargo, durante el cambio de las estaciones la temperatura varía, lo que genera una constante rotación en la dominancia de formas del fitoplancton: algunas especies mueren y otras aparecen. Esto es acompañado de explosiones microbiales, cambios en la composición de detritus y en la aparición de protozoos (Monakov, 2003). En sistemas acuáticos el zooplancton herbívoro comprende a los rotíferos, cladóceros, copépodos y diferentes especies de protozoarios. La importancia de la presión ejercida por los grupos zooplanctónicos herbívoros se relaciona con la distribución espacial (Gaines y Lubchenco, 1982; Lampert y Taylor, 1985) y la sucesión del fitoplancton (Beisner, 2001; Sarnelle, 1993), así como con la disminución en la biomasa algal, que ocurre en los lagos a la mitad del periodo de crecimiento del fitoplancton, a la que se le denominó “fase clara” ya que generalmente se acompaña con una alta transparencia del agua (Lampert et al., 1986; Lampert y Sommer, 1997). No obstante, el efecto de los herbívoros llega aún más lejos, ya que participan en la regeneración de nutrimentos limitantes y, bajo ciertas condiciones, la regeneración de nutrimentos puede compensar las pérdidas del fitoplancton por forrajeo (Sterner, 1986). El zooplancton no puede comer y/o digerir con la misma eficiencia todo el fitoplancton, influyen una gran variedad de factores, como el tamaño y composición del alga o la producción de toxinas (Dodson y Frey, 1991; Peters, 1984), por lo que la herbivoría actúa como una presión de selección para las algas pelágicas y se puede esperar la evolución de mecanismos que reduzcan la vulnerabilidad al forrajeo. Algunas de las características importantes que aumentan la resistencia a la herbivoría son aquellas que se relacionan con evitar la ingestión del zooplancton y las que evitan -en el caso de ser ingeridas daños al pasar por el aparato digestivo (Lampert y Sommer, 1997). Dado que la ingesta de alimento en los cladóceros es descrita como consecuencia de una restricción física debido al tamaño de las partículas (Geller y Müller, 1981), los patrones de competencia entre las especies han sido explicados en función del tamaño de los individuos, subestimándose cualquier mecanismo de selectividad de alimento. Las diferencias en habilidad competitiva entre cladóceros surgen como consecuencia de atributos y conductas alimenticias variables (Bern, 1990). A pesar que el tamaño corporal es una variable importante para predecir la habilidad competitiva entre cladóceros (Gliwics, 1990), son también numerosas las evidencias que muestran complejas conductas asociadas al consumo de recursos (Bern 1990). Sin embargo, Cyr y Curtis (1999) reportaron que, aun cuando de manera general la relación entre el tamaño del cuerpo del zooplancton y el intervalo de tamaño de partículas que puede ingerir se cumple, para algunos miembros del zooplancton, como Bosmina, esta relación no se ajusta a la ecuación de Burns (1968), ya que es capaz de ingerir partículas más grandes. Es posible que para los cladóceros el tamaño de partículas alimenticias sea determinado por más factores que el tamaño del cuerpo, por ejemplo, el espacio entre setas (Dodson y Frey, 1991). En general, se considera que los cladóceros no forrajean en el fitoplancton que mide más de 14 micras, que los rotíferos no pueden consumir fitoplancton mayor a 13 micras (Harris, 1986) y que las algas que son más grande que 30-35 micras no son ingeridas por el zooplancton (Cyr y Curtis, 1999). Otros factores, como la dureza de la pared celular de las algas, también influyen en el consumo del zooplancton: los flagelados, por ejemplo, son ingeridos más fácilmente que las diatomeas (Stutzman, 1995). Estos estudios han revelado eficiencias de consumo y umbrales de alimentación que difieren en la función de atributos morfológicos (McNaught. Et al.,1980), valor nutricional (Richman y Dodson 1983; Meise, et al., 1985; Bern 1990), sabor (DeMott, 1986) y niveles de respuesta alimenticia dependiendo de las concentraciones de alimento (Martínez, 2000). La tasa de aclaramiento es una medida de fluido de energía hacia en interior del animal, esta tasa es usualmente expresada en mL por individuo en un periodo de tiempo, es una aproximación de lo que extrae un animal de su medio. La cuantificación de la tasa de aclaramiento por parte del zooplancton, nos permitirá conocer en un futuro la cantidad y composición de las comunidades algales, las cuales están determinadas en principio y en parte por la presión del forrajeo del zooplancton sobre el fitoplancton. La determinación de la tasa de aclaramiento pueden ser usada en estudios de fluido de energía, ciclos minerales, en competencia por recursos, forrajeros óptimos y estudios en interacciones predador-presa entre otros. Por otra parte, los estudios de micro y macrocosmos implican un cambio en la escala y por lo tanto un aumento en la complejidad (Slodobkin y Richman, 1956; Richman 1983); (Johannes, 1968; Peters y Rigler, 1973); (Dodson, 1970; Hall et al., 1976; Lynch, 1977); (Lan y Frost, 1976; Lehman,1976); (Holling, 1959; Wilson, 1973).