LAS GUERRAS DE INDEPENDENCIA EN LA CRISIS DEL

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FACULTAD DE GEOGRAFIA E HISTORIA: CURSO 2008-2009
CURSOS DE DOCTORADO
(Código 008) - LAS GUERRAS DE INDEPENDENCIA EN LA CRISIS DEL
ANTIGUO RÉGIMEN
Créditos: 3,0
El curso será impartido por:
José CEPEDA GÓMEZ
Esta asignatura se impartirá en el centro:
10700 FACULTAD DE GEOGRAFIA E HISTORIA
OBJETIVOS
Estudio de las guerras de Independencia de las Colonias británicas en Norteamérica y de la
Independencia española contra los Bonaparte, enmarcadas ambas en la época de las
revoluciones atlánticas y que, a nuestro juicio, reúnen una serie de coincidencias en su
planteamiento, justificación doctrinal y desarrollo, no bien conocidas.
METODOLOGÍA:
Todas las horas serán presenciales, sin distinción entre horas teóricas y horas prácticas.
Los alumnos podrán preparar, si lo desean, ponencias en la etapa final del curso.
CRITERIOS DE EVALUACIÓN:
Los alumnos deberán entregar un trabajo al final del curso. En el caso de que algún
alumno opte por presentar una ponencia, el guión de la misma -junto con la calificación
que merezca su exposición oral- servirán para su nota final.
PROGRAMA (Esquema-guión.)
El argumento de la escasa originalidad doctrinal de la Revolución Americana no
deja de ser una concesión al orgulloso europeocentrismo; es verdad que la base
ideológica de los tratadistas norteamericanos está en Locke, Montesquieu y Rousseau.
Pero ellos fueron los primeros en llevar a la práctica unos modelos teóricos que, por
mucho que hubiesen sido leídos y aceptados intelectualmente en Europa, tardaron
muchísimos años en descender al terreno de la realidad jurídica en la mayoría de los
países del Viejo Mundo."Los más grandes legisladores de la antigüedad -dejó escrito
John ADAMS- desearían ardientemente vivir en un momento en el que tres millones de
personas se encontraban con el poder total y una buena oportunidad de formar y
establecer el Gobierno más prudente y feliz que puede organizar la inteligencia
humana". Ellos fueron, en definitiva, quienes plasmaron en una Constitución los
principios básicos concebidos un siglo antes por Locke y desarrollados décadas más
tarde por los ilustrados franceses. Esos derechos fundamentales a la vida, la libertad y la
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búsqueda de la felicidad con los que nace el hombre han de ser protegidos por el
gobierno, que no tiene otra razón de ser que la de procurar que no se vulneren esos
derechos inalienables. Desde el momento en que, como dice la Declaración de
Independencia, "el pueblo tiene el derecho e incluso el deber de alterarlo o abolirlo e
instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios y a organizar sus poderes
en la forma que a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su
seguridad y felicidad", se está posibilitando la participación del gobernado en el
gobierno.
Es en la forma de llevar este principio a la práctica donde los norteamericanos
son capaces de alejarse de las utopías que, desde los autores clásicos griegos hasta los
tratadistas del Renacimiento o el Barroco europeo, habían planteado como una mera
hipótesis intelectual.
Pues bien, de la misma manera que hoy aceptamos la tesis de Godechot de que
las Revoluciones Atlánticas tienen un substrato europeo pero se desarrollaron en primer
lugar en América del Norte1, creo que puede resultar interesante acercarnos al estudio y
comparación de las Guerras de Independencia de las Trece Colonias contra Gran
Bretaña de 1776/1783 y la que enfrentó a los españoles contra Napoleón entre 1808 y
1814. Porque, lo avanzo desde ahora mismo, pienso que, quizás, también fueron los
norteamericanos los pioneros en la forma de hacer un nuevo tipo de guerra
revolucionaria.
En muchos aspectos, la Guerra de Independencia de los Estados Unidos significa
el comienzo de una manera de entender los conflictos bélicos de un modo radicalmente
diferente a como se venía haciendo desde cientos de años atrás; y anuncia, con un tercio
de siglo de antelación, lo que sucederá en España entre 1808 y 1814. Fue la primera
guerra nacional de los tiempos modernos, aunque la práctica totalidad de los
historiadores europeos se olviden de ello2
1
Jacques GODECHOT, precisamente en la Ponencia que presentó al II CONGRESO HISTÓRICO
INTERNACIONAL DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA Y SU ÉPOCA y que tituló Caracteres
generaux des soulevements contrerevolutionaries en Europe a la fin du XVIIIème. siècle et au debut du
XIXème. siècle, recogido en el tomo II de los ESTUDIOS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA,
Zaragoza, Institución "Fernando el Católico", 1965, resumía su pensamiento con estas palabras: "..Selon moi,
la révolution française de la fin du XVIII ème siècle n'a pas été un mouvement isolé et limité à la France. Elle
fait partie d'un mouvement beaucoup plus vaste et plus général. Le grand courant d'idées "philosophiques"
né en Europe occidentale, et tout particulièrement en France au milieu du XVIII ème siècle a produit une
première révolution politique, économique, sociale dans les colonies anglaises d'Amérique du Nord aux
environs de 1770 (...) C'est pourquoi j'ai propose de donner à ce grand mouvement révolutionaire qui a duré
de 1770 à 1850 le nom de "révolution occidentale" ou encore de "révolution atlantique" puisque'il a touché la
pluspart des régions bordières de l'océan atlantique..." En nota, Godechot remite a sus conocidos trabajos
sobre el tema: Le problème de l'Atlantique du XVIème au XXème siècle (Ponencia al X Congreso
Internacional de Ciencias Históricas de 1955 en Roma) y Les Révolutions de la Histoire Universelle,
Encyclopédie de la Pléiade, t. III, págs. 345-425, París, Gallimard, 1958.
2
Un ejemplo. D. José María JOVER ZAMORA, autor de un célebre trabajo titulado La Guerra de la
Independencia española en el marco de las guerras europeas de Liberación (1808-1814), recogido en La
guerra de la independencia española y los sitios de Zaragoza, Zaragoza, 1958, págs.41-165, escribe lo
siguiente: "Las guerras de liberación o independencia son guerras nacionales. Las guerras del siglo XVIII
habían sido políticas; es decir, guerras llevadas a cabo por los Estados, mediante la utilización de militares
profesionales; las poblaciones civiles no intervenían directamente en las guerras, por más que sufrieran las
consecuencias de las mismas a través de contribuciones, sostenimiento de ejércitos, destrucciones, etc. Las
guerras nacionales son, por el contrario, guerras en las cuales la acción militar corresponde, no sólo a
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Porque son varias las semejanzas que se dan entre ambas guerras de
independencia:
1) Combinación de tres conflictos: guerra civil entre conciudadanos
(patriots contra tories y patriotas contra afrancesados); guerra internacional entre dos
grandes potencias rivales en la política y la economía (Gran Bretaña y Francia); y
guerra "revolucionaria" entre los partidarios de la legalidad y quienes inician un proceso
de ruptura con el pasado, marcada por el ardor de una de las facciones, cuyos
combatientes están imbuídos de muy fuertes (casi desconocidos hasta entonces)
principios político-ideológicos3.
2) Ejército regular poderoso (British Army y Grand Armée) -en cuyas
filas abundan los mercenarios de diversas latitudes, ya sean hannoverianos, de Hesse,
mamelucos o polacos- que se ve incapaz de destruir totalmente a la guerrilla y que no
domina sino las tierras que ocupan4.
En la Guerra de la Independencia española Napoleón confiaba en su
superioridad numérica y en la mayor experiencia de sus tropas, veteranas y con la
"moral de victoria de un ejército que no había conocido la derrota en tres lustros (...)De
aquí sus órdenes para una rápida ocupación del país, aun a riesgo de diluir sus fuerzas
hasta extremos tácticamente aventurados. Bessieres, sin perder el control de la
comunicación Madrid- Bayona, ocuparía Santander y Zaragoza, en tanto las fuerzas
reunidas en la capital marcharían sobre Valencia y Sevilla. El despliegue realizado con
efectivos limitados y siguiendo líneas divergentes implicaba, necesariamente, el
aislamiento de las columnas en el territorio, al no poder dejar guarniciones que
asegurasen su retaguardia. Napoleón -concluye ARTOLA- trata de ganar la guerra en
militares profesionales, sino a gentes del pueblo -de todas las clases sociales-, que participan
espontáneamente en la contienda porque estiman comprometido en ella algo que interesa, no estrictamente
al Estado sino a ellos mismos en cuanto hombres y en cuanto miembros de una comunidad. En realidad, la
primera guerra nacional de los tiempos modernos fue la librada por la Francia revolucionaria contra la
coalición europea (1792)..."(El subrayado es mío).
3
El sargento inglés LAMB, que luchaba contra los independentistas, decía de los americanos que les
dominaba "una especie de ardor y rencor implacable que afortunadamente se desconoce en general en la
ejecución de las guerras.." (En An original and authentic Journal of Occurrences during the late American
War from its Commencement to the Year 1783 publicado en 1809).
Además, ante el "desafío exterior", se acentúan -o nacen- unos sentimientos "patrióticos" que hasta entonces
eran muy débiles o inexistentes. Y si es notorio que durante nuestra Guerra de la Inde- pendencia muchas
regiones dieron muestras de un patriotismo nacionalista (es el caso del "españolismo" de los catalanes),
también entre los rebeldes de 1776 la guerra contra los ingleses hizo que, por primera vez, se sintiesen
americanos, como dijo un representante de Carolina del Sur. Y esta actitud cobra más valor si se tiene en
cuenta que, hasta ese momento, las demás colonias ni habían tenido un afecto especial hacia los vecinos de
Nueva Inglaterra ni se sentían particularmente identificados con los habitantes de las "otras" Colonias.
4
Bajo el epígrafe de Raíces de la guerrilla, Nicolás HORTA RODRÍGUEZ en su trabajo Sociología del
movimiento guerrillero escribe: "Se acepta universalmente que la querrilla adquiere su mayoría de edad en
la Guerra de la Independencia. Pero no se trata de un fenómeno que surgiera milagrosamente en 1808, sino
que es culminación de un largo proceso (...) En la búsqueda de las raíces guerrilleras hemos de tener
presente que el hecho de su existencia no implica exclusividad; lo que sí reputamos exclusivo es el proceso
de formación, que responde a nuestra historia nacional y cristaliza en un resultado, la guerrilla de nuestra
Guerra de la Independencia, imitada primero y consagrada más tarde en el ámbito de la Historia
universal..." (En Fuerzas Armadas Españolas. Historia Institucional y Social, Madrid, Alhambra, 1986, tomo
II, pág.273-314).
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las ciudades y deja en poder de los españoles el control de las comunicaciones,
concepción estratégica que había de tener consecuencias decisivas..."5
En la Guerra de la Independencia norteamericana, los ingleses no contaban con hombres
suficientes para ocupar tantos objetivos cruciales y mantener abiertas las líneas de
comunicación. El comandante en jefe del Ejército Continental, Washington, resumió así
la situación:"...la posesión de las ciudades, mientras nosotros tenemos un Ejército en el
campo, no les sirve de mucho. Es a nuestro ejército, no a ciudades indefensas a quienes
tienen que dominar.." Por eso se ha dicho que los estrategas ingleses no llegaron a
captar el problema y se limitaron, a lo largo de la contienda, a controlar los principales
puertos de la costa atlántica norteamericana, desaprovechando en varias ocasiones la
oportunidad de aniquilar al exiguo, pero vivo, Ejército Continental de los rebeldes6".
3) Patriotas organizados por líderes carismáticos7 en partidas móviles, conocedoras del
paisaje y de los lugareños, que cuentan con la ayuda de los pueblos, sea esta voluntaria
u obtenida por la coacción, la amenaza o la violencia. En 1777, por ejemplo, "la milicia
de Farmington, Connecticut, visitó a un grupo de presuntos Tories (...) y después de
"educar" a esa gente en los fundamentos de la ideología republicana (les reconvinieron
a que no continuasen con su actitud previa, añadiendo que) no había peor cosa que
permanecer neutrales"8. Sin la coacción y la amenaza (una forma de guerra "total" en la
que el terror es utilizado como arma) el esfuerzo de Washington hubiese sido
considerablemente más difícil. Como sucederá, por supuesto, en la Guerra de la
Independencia española, en la que el papel de los guerrilleros en esta faceta, tan efectiva
como brutal, fue determinante.
4) Presencia de un cuerpo expedicionario aliado de los "patriotas" -compuesto en ambas
contiendas por soldados y marinos que habían sido hasta la víspera enemigos de los
ahora independentistas y sus opresores- que libró las principales y definitivas batallas,
pero que contó con la fundamental colaboración de los combatientes irregulares,
guerrilleros, milicianos o minutemen. Pero que, también en las dos guerras, no contaron
con el merecido reconocimiento de los generales a quienes ayudaron a lograr sus
victorias. Es sabido que Wellington y sus oficiales nunca valoraron en sus justos
términos las acciones de los guerrilleros; pero es menos conocido que Washington no
llegó a comprender la importancia de la Milicia. Y si en la guerra Peninsular las
guerrillas fijaron un elevado porcentaje de las tropas napoleónicas en España, obligando
a que las dos terceras partes del contingente francés se perdiese en tareas de guarnición,
control de comunicaciones y correos e impidiendo que los mariscales bonapartistas
5
En La burguesía revolucionaria (1808-1874), Madrid, Alianza, 1990, págs. 29-30. Por cierto, el propio
Artola, uno de los primeros y mejores historiadores de la guerrilla, decía en 1968 que "los españoles
abandonaron su fórmula primera -la guerra regular- estableciendo en su lugar un modo enteramente inédito
de hacer la guerra -la guerrilla-, primera aparición histórica de la guerra revolucionaria" (en La España de
Fernando VII, tomo XXVI de la HISTORIA DE ESPAÑA dirigida por Ramón Menéndez Pidal, Madrid,
Espasa-Calpe, 1968, pág. 242). Y en 1990 lo sigue manteniendo: "los españoles (adoptaron) un nuevo modo
de combatir, la guerrilla, primera aparición histórica de lo que hoy se denomina guerra revolucionaria".
6
José CEPEDA GÓMEZ, La Revolución Americana, en Historia Universal. El Siglo XVIII, Madrid,
Historia 16, en prensa.
7
8
Entre otros, cabe citar a John STARK, Francis MARION, Andrew PICKENS y Thomas SUMTER.
DIVINE, BREEN, FREDRICKSON y WILLIAMS: América. Past and Present, Glenview - Illinois,
Scott, Foresman & Company, 1987, pág. 138, vol.I.
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pudiesen disponer nunca de más de cincuenta o sesenta mil hombres en ninguna de las
grandes batallas, también en la Guerra de la Revolución Americana esas unidades
irregulares, dispersas, mantuvieron el control sobre grandes áreas del territorio.
5) Debilidad "constitucional" en el bando de los patriotas, que han de crear una
estructura política nueva, un Estado nuevo, al mismo tiempo que ganan su guerra de
liberación. Si los "representantes" de los patriots se reunieron en el Congreso
Continental y en su seno había distintas facciones., los patriotas españoles se juntaron
en las Cortes gaditanas. Y también en los bancos de San Fernando o de Cádiz había
diferentes opiniones políticas. En ambas asambleas se terminó por perfilar un sistema
político totalmente nuevo. Y, desde luego, las reuniones no fueron fáciles, ni en
Filadelfia ni en Cádiz; el peligro enemigo acechaba.
6) Como muestra evidente de que se entremezclaron una guerra internacional, una
guerra "revolucionaria" y una guerra civil, al acabar ambas "contiendas de liberación
nacional" fueron muchísimos los que hubieron de expatriarse y seguir el dramático
camino del exilio; si nuestros "afrancesados" buscaron, básicamente, el refugio de
Francia, los "realistas", "leales" o "tories" hubieron de encaminarse al Canadá, aunque
no pocos acudieron a la propia Inglaterra9. Y, ¡pobres de aquellos "vencidos" que no
tuvieron ocasión de huir o de camuflarse tras la victoria de los patriotas!10
7) Utilización por parte de los patriotas de una GUERRA PROPAGANDÍSTICA que
exagera las crueldades del ejército "invasor" y oculta las propias. Así por ejemplo,
aunque ambos bandos buscaron la alianza con las tribus indias, los rebeldes de América
acusaron a los británicos de propiciar la maldad de unos indios que "escalpelaban" y
violaban a las norteamericanas11. Y en grabados y representaciones gráficas de amplia
difusión reflejaban tales "abominables" hechos. Probablemente Goya repartió más
equitativamente su admirable carga de crítica contra la crueldad de la guerra12.
9
Alrededor de cien mil "leales" abandonaron definitivamente América tras la Independencia. Muchos se
encaminaron al Canadá, pero no fueron escasos los que buscaron en Londres un destino que, al cabo, se les
hizo amargo. Traidores para los vencedores, tampoco los ingleses les aceptaron como iguales. De hecho, ni
siquiera durante la guerra se fiaron de ellos los generales británicos, desperdiciando en ocasiones la
oportunidad de contar con una eficaz ayuda que se les ofrecía por gentes que conocían perfectamente el
paisaje y las formas más idóneas para hacer la guerra en América. Sobre los americanos que lucharon contra
la Independencia, vid. Wallace BROWN: The King's Friends: The Composition and Motives of the American
Loyalist Claimants, 1965.
10
Hubo ejecuciones de "leales" ya que, en palabras de un patriota, "a Tory is a thing whose head is in
England, and its body in América, and its neck ought to be stretched". Y las nuevas autoridades se incautaron
de las propiedades de muchos de esos "traidores".
11
"Desde el momento de iniciarse la guerra, se había apoderado de los colonos una gran indignación a causa
de que los ingleses empleaban indios..., sin recordar que ellos también lo hacían (...) El Saunder's New Letter
del 14 de agosto de 1777 proclamaba que los indios de Burgoyne, "junto con la infantería ligera inglesa",
habían "arrancado la cabellera a 700 hombres, mujeres y niños" en una zona donde, por cierto, no existían
"más que diez habitaciones humanas". (Se refiere al asesinato de una joven, Jane MacCrea, ocurrido el 27 de
julio de 1777 y que fue causa de una frenética y desproporcionada campaña de propaganda antibritánica).
Cfra. FULLER, General J. E. C.: Batallas decisivas del Mundo Occidental y su influencia en la Historia. Vol.
II. Desde la derrota de la Armada Invencible a la batalla de Waterloo, Barcelona, L. de Caralt, 1973,
pág.337.
12
Como dice AYMES, "En la serie de los Desastres de la guerra Goya acentúa lo patético al evocar la
crueldad de los invasores que saquean, violan y mutilan. Pero con todo no perdona a sus compatriotas que se
entreguen a feroces represalias. El pintor no pretende escribir la crónica gráfica de la guerra, traduce sus
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8) Desde luego, ambas fueron guerras en las que reapareció una crueldad que parecía
olvidada desde las contiendas del siglo XVII. Como nos recuerda ROBSON13: "puede
decirse que las guerras en el siglo XVIII se hacían con moderación (...) Este período de
guerra relativamente civilizado se concluyó por el trato dado a los leales por los
colonos victoriosos al terminar la guerra de la Independencia norteamericana, y por
las guerras revolucionarias francesas. La guerra, que había dejado de ser en el siglo
XVII un arma del fanatismo religioso, se convirtió en un instrumento del fanatismo
nacionalista".
9) Tras unos momentos iniciales confusos, será una batalla ganada por los "patriotas" la
que alcance una resonancia tal que acabe por decidir a terceros países a intervenir
decisivamente en el conflicto. Este pasa, así, de ser el mero acto de rebeldía de unos
pocos a una guerra internacional. SARATOGA y BAILÉN convencerán a París y a
Londres, respectivamente, de la oportunidad de participar en favor de los insurrectos. Y
reforzarán la moral de los revolucionarios. Del mismo modo que Bailén cambió el
ánimo de los ingleses en lo que respecta a la Guerra Peninsular, la batalla de Saratoga
(al norte de Albany, en el estado de Nueva York el 17 de octubre de 1777) será la
acción más decisiva de toda la Guerra de la Independencia de Norteamérica y no solo
porque animó a los rebeldes, sino por las repercusiones diplomáticas que tuvo14.
Esta resonante victoria rebelde hizo creer a los franceses que ya era hora de apoyar a las
claras y sin tapujos a los norteamericanos, a quienes se veía con inmensa simpatía desde
los momentos iniciales de su lucha, y sobre todo tras la llegada a París del representante
del Congreso Continental, Benjamín Franklin, uno de los hombres más admirados y
queridos por la sociedad francesa del siglo XVIII, pero a quienes se regateaban los
auxilios directos, oficiales, que pedían para continuar la guerra contra Londres. Hasta
que llegan a Europa las noticias de Saratoga, el conde de VERGENNES, responsable de
la política exterior de Luis XVI, no se atrevió a comprometer los recursos económicos y
militares de Francia al servicio de la causa independentista y los socorros que llegaron a
los norteamericanos en los primeros momentos lo fueron por iniciativas individuales de
hombres como el marqués de LAFAYETTE. Pero la buena nueva que supuso la noticia
de la derrota inglesa determinó a Versalles a actuar decididamente. Así las cosas, el 6 de
febrero de 1778 Franklin firmó, en nombre del Congreso Continental, un tratado de
comercio y alianza con la Monarquía Francesa; ésta apoyaba la independencia de los
Estados Unidos. En lógica respuesta, el gobierno de Lord North declaró la guerra a
Versalles (14 de junio de 1778) por lo que se internacionalizó el conflicto, máxime
desde que los buenos oficios de Vergennes lograron que Carlos III de Borbón, Rey de
España, firmase el tratado de Aranjuez de 12 de abril de 1779, por el que se ratificaba el
Tercer Pacto de Familia signado 18 años antes entre las dos Coronas borbónicas.
propias obsesiones transmutando en apocalipsis aquella época en la que la peste, el hambre, el
bandolerismo, el desarreglo de la razón van exterminando a la humanidad" AYMES, J. R.: La guerra de la
Independencia en España (1808-1814), Madrid, Siglo XXI, 1980, 2 edición, pág. 56.
13
En Las Fuerzas Armadas y el Arte militar, del tomo VII de la Historia del Mundo Moderno de la
Universidad de Cambridge, Barcelona, Sopena, 1971, pág. 123.
14
Por cierto, frente a lo estipulado en el campo de batalla por los generales victoriosos en ambos encuentros,
no se cumplieron las capitulaciones y los soldados vencidos en Saratoga y en Bailén sufrieron penalidades en
su duro cautiverio. En el caso norteamericano, fue el Congreso el que rechazó la generosidad de los generales
GATES y ARNOLD y negó a los prisioneros el libre paso hacia territorios británicos.
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10) Utilización del sentimiento religioso por parte de los "patriotas" -fundamentalmente
de los estamentos populares- como elemento aglutinante contra el diablo inglés o el
anticristo francés. Si en la Península el catolicismo radical "demonizaba" a Napoleón y
sus partidarios, en las Colonias norteamericanas un protestantismo extremado era
patente entre los rebeldes. En los años inmediatamente anteriores a la Independencia, en
pleno fervor anticatólico, el odio de los "norteamericanos" contra los papistas se
mezclaba con la apetencia de tierras a la hora de plantearse el tema del Canadá. En tanto
que el gobierno inglés pretendía que sus nuevos súbditos de origen francés conservasen
sus costumbres y su religión católica, los habitantes de las Trece Colonias utilizaron
esta política de atracción de Londres a los quebequeses como un ingrediente más en su
lista de agravios contra Londres. La parafernalia que se venía utilizando
tradicionalmente con motivo de la claramente anticatólica fiesta del Pope's Day (5 de
noviembre) sirvió de modelo a las manifestaciones contra la Stamp Act en Agosto de
1765. Y, desde luego, ya durante la Revolución Americana se identificaba traidor con
pecador (es el caso del general Benedict Arnold -el brillante combatiente rebelde de la
primera etapa de la Guerra revolucionaria americana que se pasó a los ingleses en 1780que en los panfletos aparecía cabalgando sobre el diablo), tal y como sucederá en la
Guerra de la Independencia española15.
En resumen.
Entre 1808 y 1814 los españoles "patriotas" luchaban desde las filas de la guerrilla o del
nuevo ejército que acababan de crear los diputados de las Cortes de Cádiz, y con la
ayuda del ejército de Wellington, contra los afrancesados y el Ejército francés, de quien
habíamos sido aliados en la lucha contra Gran Bretaña hasta poco antes. Era un triple
conflicto: guerra civil, guerra internacional y guerra "revolucionaria". El poderoso
ejército regular de Bonaparte se vio obligado a combatir en un tipo de guerra "total" que
rompía los esquemas seguidos por Napoleón y sus mariscales en las campañas
anteriores en Europa. En esa guerra "total" la coacción, la amenaza, la represalia, la
utilización del terror por parte de los "guerrilleros" para evitar que el enemigo cuente
con el apoyo de la población no implicada, hasta entonces, en las acciones bélicas, serán
armas tan brutales como determinantes en el resultado final. Concluida la guerra, el odio
que en ella se había puesto en juego no concluyó y fueron muchos los perdedores, los
"traidores", que hubieron de exilarse para evitar las violencias de los vencedores. La
dureza de la guerra se avivó con el uso de una publicística virulenta, que exageraba las
maldades del enemigo a la vez que ocultaba las propias. Dentro de la "guerra
15
"Durante la guerra -cuando los soldados estaban luchando y muriendo- la religión ayudó a sostener el
patriotismo. En 1775, por ejemplo, una compañía de soldados de Massachussets que iba camino de Quebec,
acampó brevemente en Newburyport, donde había sido enterrado George Whitefield. Antes de que las tropas
reanudasen su larga marcha hacia el Canadá, alguno de ellos abrió la tumba del predicador y cortaron
pedacitos del collar y las mangas de Whitefield, un hecho éste que solo puede parecer inconcebible a quienes
no entienden del todo la importancia de la religión en las vidas de los humildes soldados. Símbolos religiosos
y rituales de este tenor galvanizaron a los hombres y mujeres del pueblo llano expresando los valores que
dividían a las colonias de Inglaterra en términos morales. El Gran Despertar había preparado a los colonos a
ver el conflicto en términos de virtud americana y vicio inglés, de Dios y el diablo. Apelando a la fuerte
tradición protestante en las colonias, los patriotas movilizaron al pueblo americano hacia la revolución"
(DIVINE, BREEN, FREDRICKSON y HAL WILLIAMS, América. Past and Present, Scott, Foresman &
Co., Glenview, Illinois, 1987, I Vol., pág.145.)
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propagandística" ocupa un papel importante entre los patriotas el sentimiento religioso,
elemento aglutinante contra el "anticristo francés".
Por su parte, desde 1776 hasta 1783, otros patriots, los norteamericanos, se
habían enfrentado a los tories (los colonos fieles al rey Jorge III) y los ejércitos
británicos (que también contaban, como los de Napoleón en España, con mercenarios de
otros países), desde las milicias o encuadrados en las filas del nuevo ejército creado por
los representantes del Segundo Congreso Continental, y contaban con el apoyo de los
ejércitos borbónicos, enemigos hasta hacía muy poco tanto de los colonos como de los
ingleses. Era, también, un triple conflicto: guerra civil, guerra internacional y guerra
"revolucionaria". El ejército regular de S.M. se vio obligado a combatir en un tipo de
guerra "total" que rompía los esquemas seguidos por los generales británicos y sus
soldados en las campañas anteriores en Europa. En esa guerra "total" también aparecerá
la coacción, la amenaza, la represalia, la utilización del terror por parte de los
"militiamen" que consiguen evitar que el enemigo cuente con el apoyo de la población
que no puede, desde entonces, permanecer neutral, al margen de las acciones bélicas.
Tras la paz, no todos pudieron disfrutarla ya que fueron muchos los perdedores, los
"traidores", que hubieron de abandonar sus hogares en América y exilarse en Canadá o
en Gran Bretaña para salvar la vida y no sufrir la violencias de los patriotas vengativos.
Igualmente, apareció una guerra de panfletos y grabados de enorme éxito, que
aumentaba y deformaba las maldades del enemigo a la vez que escondía las propias. Y,
cuarenta años antes de su aparición en la Península, también en el marco de la
Revolución Americana, ocupó un importante papel entre los patriotas el sentimiento
religioso, elemento aglutinante contra el "demonio inglés".
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