“AQUÍ NO SE ARROJA BASURA”
Domingo de Pentecostés b
P. Clemente Sobrado C.P.
27 de mayo de 2012.
Todos estamos habituados en esta
querida a Lima a irnos por la calle y
encontrar rincones con este letrero:
“Prohibido arrojar basura”. Y al pie del
mismo un montón de desperdicios.
Uno siente la impresión de que no
sabemos leer o lo leemos como una
especie de aviso para que allí
arrojemos
precisamente
nuestros
tachos de basura. Recuerdo un
artículo de José Luis Martín Descalzo
sobre el espantapájaros. Dios gorriones
estaban en una rama del árbol y cerca
se veía un campo de trigo maduro. Y
uno de los gorriones sintió hambre y se lo dice al otro.
Y el otro gorrión, de inmediato, le señala el campo de trigo. Sí, pero allí hay un
espantapájaros. Precisamente por eso. El espantapájaros es para decirnos que
allí hay trigo. No tengas miedo. Vamos.
A pesar de todo, yo sigo pensando que debiéramos poner más letreros que digan
“Prohibido arrojar basura”. Pues aunque muchos entiendan que es para decirnos
donde hay un rincón para echar nuestros desperdicios, a la larga terminaremos
todos por leerlos al derecho. Pero esto me parece importante no solo para
mantener limpias las ciudades, sino para mantener limpias a las personas, que
son templos del Espíritu Santo, el Espíritu habita en ellas. Y el Espíritu Santo es
luz, es limpieza, es luminosidad. No podemos llenar de basura el corazón donde
él habita. Por eso:
En primer lugar: “prohibido arrojarte basura a ti mismo”.
Hay muchos que se empeñan a llenarse cada día de basura.
Se pasan el día pensando en todo lo negativo de sus vidas.
Se pasan el tiempo recordando la basura de su pasado.
Se pasan la vida amontonando la basura que han ido acumulando toda la vida.
El gran peligro de nuestra memoria está en que la utilicemos para no olvidar lo
malo que hemos hecho en nuestra vida.
Para ello:
No digas nunca que tú no vales.
No digas nunca que tú eres menos que los demás.
No digas nunca que tú nunca serás nada.
No digas nunca que tú eres la última llanta del carro.
No digas nunca que tú “eres una basura”.
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Por lo que pueda suceder, debo decirte que “Dios no hace basura”. Cuando creó
las cosas, se quedó mirándolas y “vio que eran buenas”. Y cuando creó al hombre
y a la mujer, se quedó contemplándolos y se dijo “cómo se me parecen”.”Vaya si
son buenos”. Y ahora los ha convertido en templos vivos del Espíritu Santo.
Y tampoco:
Eches basura sobre la vida de los demás.
Que los demás no son nuestros basureros.
No los critiques, porque criticar es echar basura sobre ellos.
No murmures de ellos, porque es echarles más basura.
No los tengas en menos, porque es echarles basura para que no se vea lo que
valen.
También ellos son “templos vivos del Espíritu Santo”.
Repite muchas veces el día:
“Yo valgo”, “yo puedo”, “yo soy importante”.
Yo soy un pensamiento del corazón de Dios.
Yo soy una imagen y semejanza de Dios.
Yo soy tan formidable que, hasta Dios sintió envidia y se hizo hombre como
nosotros y decidió habitar en nosotros.
Y a los demás: Habla siempre bien de ellos. Es preferible equivocarse hablando
bien que acertar hablando mal. No te aproveches de sus defectos para airearlos.
La basura déjala para los barrenderos de la municipalidad. La basura tiene un
sitio propio. Pero en las afueras de la ciudad.
En algunos países ya están transformando la basura. Me parece estupendo.
¿No crees que también nosotros debiéramos aprender a reciclar nuestra basura y
la de los demás, para hacer con ella cosas nuevas? ¿No será esa la misión del
Espíritu Santo: reciclar la basura del corazón para darle nueva vida?
Clemente Sobrado C.P.
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