XXIV Jornadas Nacionales de Capellanes de Prisiones Madrid, 8 de febrero 2012 UNA MIRADA A NUESTRA REALIDAD SOCIAL EN CAMBIO Buscar la lógica que subyace a lo que está ocurriendo Víctor Renes Ayala Sociólogo Texto para la reflexión personal; no autorizada su publicación o edición 1 ÍNDICE I.- LA CRISIS NO ES COYUNTURA 1. Tiene una fenomenología, … … 2. … … pero tiene una historia oculta. 3. La crisis –la gestión de la crisis- está planteando un proyecto concreto. 4. Genera un tsunami que está envolviendo a la propia sociedad. II.- QUÉ SOCIEDAD ESTAMOS CONSTRUYENDO. EL BIG BANG DEL ESTADO DEL BIENESTAR. 1. Todas las crisis redefinen las relaciones sociales. Lo que está en cuestión no es sólo una política económica, sino una auténtica estrategia civilizatoria que implica un determinado tipo de relaciones sociales, de valores, e incluso de ser humano. 2. ¿Diluvio o Big Bang? La actual crisis está a caballo entre el Diluvio en el que flota el Estado del bienestar –su arca- y el Big Bang que re-construye / de-construye el modelo de estado-sociedad del bienestar. 3. La desestabilización de los estables, y el aumento de los inestables y ‘condenados’. 4. Se re-define la política social. 1. Una “nueva accesibilidad”. 2. Se rompe la universalidad. 3. Se consolida la dualización de la política social. 5. Se re-define y re-orienta “lo público”, lo social, lo colectivo, ¿lo comunitario? 1. La nueva comprensión del bienestar. 2. El sentido del asociacionismo. 3. La "salvación" de cuerpo como sentido de la solidaridad. III.- LOS ACTORES 1. La legitimación de un nuevo liderazgo. 2. La sociedad civil ante la nueva legitimidad. 3. Los ajustes y los procesos en marcha consolidan los cambios, llegan a “nuestra piel” y “nos tocan”. IV.- PREGUNTAS – INTERROGANTES - RETOS 1. La/s trampa/s. “Cómo estar”. 2 2. Comprensión de la realidad: ¿cuál es el reto?: 1. lo que se está cuestionando, al socaire de las medidas presentadas como inapelables para afrontar la crisis, es la propia “estructura del bienestar”. 2. lo que se está cuestionando es que la pobreza y la exclusión, como problema social, es “problema de sociedad”. 3. lo que se está cuestionando, por tanto, es la constatación a la que habíamos llegado de que la pobreza y la exclusión es algo indisociado de la sociedad del crecimiento y de su modelo social. 3. Las claves de la acción. “Haciendo qué”. 1. Primera clave: “¿Qué es hoy ‘solidaridad’?, o la dimensión económica de la acción ante la pobreza – exclusión social”. “La solidaridad hoy no es reductible a “dar”, sino que debe entenderse desde la perspectiva del “compartir”, y éste en su dimensión estructural” [SRS 42]. 2. Segunda clave: “La ‘recreación del sujeto y del tejido social’, o la dimensión política de la acción ante la pobreza – exclusión social”. “Conseguir las condiciones de posibilidad de que las personas en situación de pobreza – exclusión superen su situación, exige que se construyan como sujetos de su propio desarrollo”. 3. Tercera clave: “Acciones que ‘privilegian lo excluido’ que constituyen ‘proyectos alternativos’, o la dimensión social de la acción ante la pobreza –exclusión social”. “Compartir significa hoy solidaridad en un ‘proyecto que privilegia lo excluido’, lo que nos exige profundos cambios culturales, sociales y estructurales”. 4. Las propuestas. a. Crisis del estado de bienestar – solidaridad y distribución de la riqueza b. La pobreza y la exclusión como problema de sociedad – la creación de sujetos y la inversión social en las personas. c. La acción en los dos polos de la relación pobreza y exclusión – sociedad – las relaciones humanas no excluyentes y los proyectos alternativos a las formas de estructuración social generadoras de pobreza y exclusión. ÍNDICE DE ANEXOS Anexo I.- Los orígenes estructurales de la crisis. Anexo II.- El desbordamiento económico de nuestra sociedad. Anexo III.- Esta socio-antropología trastoca la articulación de las relaciones constitutivas fundamentales: reciprocidad, redistribución, intercambio. Anexo IV.- Una mirada larga para ver lo que tenemos cerca. Un proceso social en cambio. Anexo V.- El problema social como problema ético, pues desvela la cultura (entendida en sentido antropológico) y la ética que comporta la sociedad de la exclusión. Anexo VI.- Estructuras sociales, Modelo social y Valores. Anexo VII. La pobreza, ¿un supuesto obligado? Anexo VIII. Economía / sociedad / comunidad. Una economía a escala humana. 3 I.- LA CRISIS NO ES COYUNTURA 1. Tiene una fenomenología, … … La interpretación de la crisis que vivimos está todavía por hacer. Y es que aún existe opacidad en las condiciones que han hecho posible la crisis. En Europa ya no sólo se habla de "crisis del euro" sino que está planteada su propia desaparición; además se plantea que el problema está en los posibles "defectos" por parte de ciertos Estados, como si éstos fueran los responsables de la catástrofe. Y todo ello va haciendo olvidar, ya lo ha logrado, lo que ha hecho estallar la crisis mundial que está en el origen de la desestabilización, también de la desestabilización del euro: el ahogo de las hipotecas basura y, más fundamental, del mercado inmobiliario en EE UU. Y, mucho más, ha hecho olvidar lo que subyace al “éxito” (¡!) en que se asentó el boom de las hipotecas basura, como es la necesidad de liquidez, la desregulación financiera, la ruptura de economía financiera / economía realproductiva. A esta crisis se la ha ido calificando de diversa manera a medida que iba haciendo su itinerario: - primero una crisis financiera muy modesta, - después mutó en crisis económica, - más tarde fue crisis fiscal - y ahora es crisis de divisas. Estamos justo antes de la siguiente etapa, o sea, cuando en muchos países la deuda privada se ha convertido en deuda pública y resurgen los problemas fiscales. (Y esa situación de deuda privada –la mayor parte- + deuda pública, se denomina deuda “soberana” ¡!). El asunto no está aún terminado, y nos dirigimos hacia una profundización de esta crisis, ya que los remedios propuestos, que tienen la virtud poco gloriosa de satisfacer a medio plazo a los inversores, en realidad la agravan a largo plazo. Las causas son múltiples y no obedecen al principio de causalidad directo y simple. Son en bucle, en feedback: actúan sobre los efectos que provocan, haciendo que los mismos efectos actúen retroactivamente sobre esas mismas causas: - unos sostienen que lo que está en el origen de la crisis son sólo los préstamos hipotecarios; 4 - otros incriminan a la circulación descontrolada de capitales, los paraísos fiscales, la ausencia de transparencia que envuelve la actividad de los actores financieros, el papel de los grandes bancos que están a punto de quebrar pero que no podemos dejar que caigan en quiebra; - otros que, en Europa, es un defecto de flexibilidad del euro, que no ha sabido adaptarse a las fluctuaciones de coyuntura provocadas por la crisis; - las estadísticas truncadas de los Estados cogidos en falta, el papel hegemónico y más que egoísta de los gobiernos más poderosos de la zona euro, el sistema monetario internacional enteramente dominado por el G-2 (la alianza de facto entre el dólar y el yuan chino); - en fin, el liberalismo desbocado preconizado por la OMC en el sistema de los intercambios comerciales mundiales, que, al poner a competir a unos países con sistemas sociales diferentes, destruyen los logros sociales de los más desarrollados. Todas estas explicaciones tienen un gran contenido de verdad; tomadas aisladamente o en su conjunto, son esclarecedoras de la extrema complejidad de la situación. Sin embargo, ¿estamos seguros de que es esto el motor de esta crisis? 2. … … pero tiene una historia oculta. La cuestión está en lo que no aparece, en la estructura. Es decir, la crisis puede haber tenido un origen directo en las hipotecas basura y en la estructuración económica que les da origen (necesidad de liquidez, desregulación, sistema financiero independiente del productivo). Pero ese edificio se levantó sobre unos cimientos, sobre un humus económico-cultural, con fuerte respaldo político, que le daba cimiento, base y fundamento. Desvelar esto es entender las raíces de las causas. Para ello formulamos nuestra hipótesis: la causalidad en feedback de la crisis es en realidad la pareja contradictoria que se ha establecido en torno a los años ochenta del siglo XX, entre la extensión de producción infinita de mercancías a bajo precio, que exigía el desarrollo igualmente infinito del consumo, y el recorte salarial en todas partes para producir estas mismas mercancías y para luchar contra la inflación. En líneas generales: un movimiento mundial de alza del consumo y de deflación global de los salarios bajos y medios. ¿Pero cómo pagar todo lo que es ofrecido con unos salarios bajos? La respuesta es simple: con el crédito, la deuda. Por eso estos últimos 30 años han sido los de uno de los más apabullantes endeudamientos de la historia del capitalismo 1. La deuda privada en España es hoy en día una “No es de extrañar entonces que la tarea de hacer que los miembros de la sociedad sean dignos de crédito y se muestren deseos de hacer uso de él hasta el límite que les han ofrecido se haya convertido en una empresa nacional que encabeza la lista de las obligaciones patrióticas y esfuerzos de socialización. En el Reino Unido, vivir del crédito y endeudado se ha 1 5 de las más importantes en Europa; el enriquecimiento hipotecario de los hogares españoles ha resultado ser una cuerda de estrangulamiento (Anexo I). Y si la deflación salarial y el sobreconsumo están en el origen profundo de la crisis, el endeudamiento es el opio. Lo que ha generado la sociedad del “desbordamiento económico”. Así entendida la causa, encontramos mejor fundamento a la sociedad del “desbordamiento económico”, lo que significa una sociedad con unos valores prevalentes que son acordes a este modelo económico-social. (Anexo II). 3. La crisis –la gestión de la crisis- está planteando un proyecto concreto. En primer lugar, es importante tomar conciencia de la ausencia de responsabilidad colectiva ante la crisis. Nadie ha asumido los costes, salvo los presupuestos públicos, aunque antes se había expulsado a los estados de su imprescindible presencia para afrontar la desregulación generadora de la crisis financiera. Sin embargo todos debemos asumir las consecuencias de la crisis. Esta crisis financiero-económica está haciendo que se reestructuren cuestiones de fondo, referidas al gasto de los estados y a su déficit, a su inversión y a la deuda pública y privada, al control y disminución de las prestaciones sociales, etc. Ahora bien, lo que llama la atención es que justamente no se estén adoptando medidas referidas a lo que ha generado la crisis, es decir, a las transacciones financieras, etc., sobre las que muy tímidamente se proponen, sin convicción y más como propaganda electoral, alguna medida que aún no se ha puesto en práctica. Lo que está ocurriendo es justamente lo contrario, pues son los mercados, (¿quiénes son “los mercados”?), los que están decidiendo las medidas de ajuste y recorte que están recayendo “en la parte social y salarial”. Veamos esto, pues aquí se encuentra el nudo gordiano de la sociedad que se está construyendo solapadamente so capa de hacer frente a la crisis. O sea, la conclusión de lo sucedido y la premisa de lo que debe suceder, que se ya se percibe muy nítidamente y que se ha convertido en el axioma dominante, gestionada ya sin discusión y presente en todo tipo de decisiones, es que lo que hay que hacer es “crear nuevas condiciones para el crecimiento económico”. Así pues, la pregunta es: ¿qué condiciones? Y la respuesta, más que evidente es: las que “dictan” los mercados. Es esta la única respuesta que se da cuando, p.e. en un debate, se desautorizan y rechazan los argumentos de los críticos a las soluciones que se están arbitrando; e, incluso a veces, se denigra la lógica incluso económica de los que cuestionan el dictado de los mercados. Cierto que los mercados no son nuevos en el escenario mundial. Lo nuevo es la forma en que intervienen 2. Y es que han dado un paso más allá; o sea, no sólo determinan el tipo de regulación económica sino de toda la sociedad; no sólo de las relaciones económicas sino de las relaciones sociales. Es decir, han pasado a primer plano dando un paso más allá de su papel de convertido en parte del curriculum nacional, diseñado, refrendado y subsidiado por el gobierno” Baumann, Z.: “Vida de consumo”. Fondo de Cultura Económica, Madrid 2007; pág. 110. 2 No dejan de llamar la atención las duras palabras de Quadragesimo anno, nºs 105-110 sobre la dictadura de los mercados. 6 actor y agente histórico, pasando a ser AUTOR histórico del modelo civilizatorio. El dineropoder ha terminado por constituirse en la expresión de todas las cosas, que lo son en tanto son expresadas monetariamente, y ello conlleva y hace necesario que la sociedad se subsuma en la economía (monetaria) imponiendo una ética de la acumulación frente a la de la necesidad. El orden monetario y los valores que le consolidan constituyen el universo de referencia de las propias relaciones sociales (Anexo III). Este “gobierno” de las relaciones y estructuras sociales alcanzan cualquier límite, siempre guiados por el proceso de acumulación. Así está ocurriendo que cuando la crisis provocó el hundimiento de los mercados financieros, y la inversión en los mercados financieros y el inmobiliario se hizo peligrosa o inviable, la especulación cambió de destino y se dirigió a los mercados de petróleo y materias primas alimentarias. 4. Genera un tsunami que está envolviendo a la propia sociedad. Pero no todo se reduce al dominio-poder en la sociedad, que girará en torno a lo económico, de modo que se generará una nueva socio-antropología. De ello ya se venía hablando y diciendo. Y en eso habrá que acabar entrando. Pero antes hay algo importante que obliga a detenernos. Hemos podido pasar de los fenómenos (de las manifestaciones de la crisis) a la estructura (lo que constituye la causa más profunda), hemos considerado el cambio de Autor y, además, hemos considerado que está escribiendo un nuevo guión. Ahora bien, ese autor está escribiendo su guión ¿para el mismo escenario o para ser ejecutado en un escenario nuevo? Si “cada crisis necesita el estudio concreto de su propia complejidad”, en ésta crisis esto se produce de modo especial 3. Así y todo, para no ser simplistas en ningún análisis de cualquier crisis, hay que tener siempre presentes que en toda crisis hay dos factores cruciales: un primer factor se denomina "revelador" y el otro "realizador", como los denomina Edgar Morin. Por el primero asistimos a una realidad que no conocíamos previamente; lo que no quiere decir que porque no la conociéramos no existiera, incluso previamente, pues lo que probablemente ocurra es que ahora aflora y se la ve, pero podría haber estado latente antes. En gran medida es lo que con la crisis venimos diciendo que antes ya existía y que ahora se ve en plenitud. Por el segundo se desencadena un movimiento de fuerzas que no son únicamente de descomposición, desorganización y destrucción, sino fuerzas de transformación que propician el momento decisivo para la innovación, la construcción y las invenciones. 3 Cfr: Renes, V.: artículo de Corintios XIII, nº 135. Igualmente el artículo de J.Mª Tortosa en Documentación Social, nº 158. 7 O sea, las dos cosas, desorganización y reorganización. Lo que no quiere decir que la reorganización y el modelo emergente, deba ser entendido de un modo unidireccional; o sea, deba ser entendido en sentido “positivo” (o “negativo”). Esto será acorde al juicio que nosotros tengamos sobre las causas, los valores y la ética de un modelo social incluyente, cohesionado y justo. Lo que quiere decir es lo que literalmente dice, o sea, que “emerge un nuevo modelo” a partir de sus supuestos de innovación, construcción e invenciones. ¿Cuál? Y, sobre todo, ¿qué valores y qué valoración nos puede merecer? Por tanto, al menos como pregunta, es ineludible que nos cuestionemos qué tipo de cambio, de proceso histórico, están diseñando esos cambios en el escenario social dado el tipo de guión que se está representando. Se trata de un cambio, aun radical, ¿o de una mutación civilizatoria? Para los que “tienen sentido de las ondas muy largas de la historia, ésta ha empezado”. Pero ese cambio (del que no sabemos su dimensión y profundidad) no es puramente “derivado” de la crisis, sino una deriva cuyo sustrato es el mismo de la crisis, incluso anterior. Ahora bien, lo que sí es necesario señalar es que ese cambio se está produciendo en una situación de complejidad cuya novedad en la historia es de primera magnitud. Porque lo que es evidente es que la crisis modifica, en sentido traumático, el escenario y el propio teatro del cambio con las consecuentes y lógicas, y muy graves / gravísimas, consecuencias (Anexo IV). Nota de reflexión y pregunta. Deberíamos contribuir al ejercicio de reflexión, y actuación, que nos propone la propia DSI. Creo lúcida, y clarificadora, la posición que se plantea en Cáritas in Veritate (CV, 21), pues no olvidemos que toda CV está hecha como una reflexión sobre el desarrollo, “el modelo de desarrollo”, y que se retrasó por la aparición de la crisis Por lo que ha incluido, y articulado, este fenómeno en su reflexión. De ahí que sea mucho más imperativa la pregunta, la demanda y la exigencia que hace CV por “una nueva síntesis humanista”. ¿No es esto, además, la constatación de que el proceso de cambio es más que una tormenta aun profunda? 8 II.- QUÉ SOCIEDAD ESTAMOS CONSTRUYENDO. EL BIG BAN DEL ESTADO DEL BIENESTAR. 1. Todas las crisis redefinen las relaciones sociales. Si esto es así, aquí hay “mucha tela”. Esto no es ni inocente, ni mucho menos indiferente, para las opciones y decisiones que tomamos y que debamos tomar, sino todo lo contrario. Lo que está en cuestión es un modelo de sociedad. Lo digamos o no, lo queramos o no, lo sepamos o no, nuestra acción ante, frente y contra la pobreza y la exclusión social, está actuando ante y entre la agudización de las tendencias sociales dominantes que, en relación con el objetivo de las entidades sociales, tienen graves repercusiones: - la precarización (inseguridad – ejercicio – derechos) social, - la dualización social, - el neo-darwinismo social, - la acusación a las democracias de in-gobernabilidad. Ante ello, constatamos: la pérdida de muros de contención de los riesgos estructurales (debilitamiento de los sistemas protectores y de garantías de derechos), la pérdida de responsabilidad ante estructuras, procesos, y situaciones generadas por estas tendencias (cuestionamiento del estado del bienestar), y la legitimación, extensión y normalización de sus efectos (naturalización de la pobreza y la exclusión). Y la situación social (la tan traída y manoseada crisis), está agudizando esas tendencias, y anuncia una sociedad que, de no modificarse, está llevando hacia la dualización social y hacia la “polarización” social: - en la desigualdad 4 En febrero 2011 las empresas del IVEX han incrementado sus ganancias. Y aunque sea debido a la forma en que presentan sus cuentas, y a que mucho de su negocio/beneficio lo tienen en el exterior, lo que sí es real es que los bonus y los salarios de los altos ejecutivos han crecido, mientras el paro aumenta y los salarios se contienen o bajan. Eso “aumenta” la dualización hacia la polarización. 4 9 - en el acceso a oportunidades - en la garantía ante los riesgos - en la posesión y apropiación - en la seguridad - en las políticas sociales: los más pobres, menos (baja atención, descenso de recursos, pérdida de centralidad en las decisiones) // en los menos pobres, más (preocupación, mantenimiento de reconocimiento de necesidades) - …… Si hasta ahora hemos hecho bien nuestro recorrido, en este momento de nuestra exposición nos estamos confrontando con lo crítico, con el auténtico “nudo gordiano” ¿Cuál es? Esta crisis –como todas las crisis- redefine las relaciones sociales. Lo que está en cuestión no es sólo una política económica, sino una auténtica estrategia civilizatoria que implica un determinado tipo de relaciones sociales, de valores, e incluso de ser humano. De lo que se concluye que: “la cuestión que está planteada no es sólo de medidas (o de “políticas”) redistribuidoras, activadoras e integradoras, sino que es una cuestión “civilizatoria”; o sea, estructura el propio modelo de sociedad, y el propio modelo de persona”. 2. ¿Diluvio o Big Bang? Quedándonos más cerca podemos ver qué guión se está escribiendo que genera un cambio de escenario muy serio no solo en el corto plazo, sino incluso en el medio plazo. El problema es que las medidas de congelar las pensiones, parar las obras públicas, bajar el salario de los funcionarios, controlar el gasto de la ley de dependencia, etc. (reducir los recursos, más reducción en lo social) son todas ellas medidas que no sabemos si son la interrupción provisional de un modelo o son, por el contrario, el preludio de algo de mucho más calado. Ya no se oculta que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades no sólo los españoles sino todos los europeos desde hace muchos años; ahora se proclama que todos los elementos del modelo social europeo deben ser puestos en cuestión. Porque: - ¿volverá a ver pleno empleo, - es imposible la redistribución de la riqueza, 10 - es impensable la democracia económica, - no hay posibilidad de tener garantías laborales, - hay que adelgazar el Estado, - acecha la privatización de los servicios públicos, - nuestras pensiones corren un serio peligro? Si esto es así, y cualquier lector atento podrá confirmar que no otra cosa es la que transmiten los líderes europeos. Entonces hay que ser consecuentes y darnos cuenta de que no estamos puramente ante un problema económico. Estamos ante algo mucho mayor, estamos ante un problema de cambio histórico. No hay que remontarse a la primera guerra mundial para recordar que el Estado del bienestar nace de un consenso social demócrata, social-cristiano y liberal para hacer frente y evitar la fractura social de la Europa de los años treinta. El pacto entre la democracia competitiva de partidos y el Estado del bienestar keynesiano ha constituido la base del modelo europeo. ¿Qué es lo que se quiere decir? La actual crisis está a caballo entre el Diluvio en el que flota el Estado del bienestar –su arca) y el Big Bang que de-construye / re-construye el modelo de estado-sociedad del bienestar. 3. La desestabilización de los estables, y el aumento de los inestables y ‘condenados’. Cuando se acepta que los mercados dictan la política, que la soberanía es una quimera, que los sindicatos son organizaciones anacrónicas, hay que recordar esta historia para darse cuenta que nos estamos jugando el futuro de la democracia. No es lanzando a los parados contra los funcionarios, ni a los trabajadores contra los inmigrantes como se consolida una democracia. La democracia requiere virtudes cívicas donde es imprescindible la solidaridad. Sin ella no es factible la cohesión social. Pero la solidaridad no se puede fundar en un mundo donde la élite de poder va aumentando continuamente su riqueza mediante toda clase de medidas financieras y fiscales mientras los funcionarios, los trabajadores con empleo, los sindicalistas, los médicos y los profesores, son los que aparecen ante la opinión pública como unos privilegiados. Evidentemente no están sufriendo como la sufre el trabajador en paro, el excluido o el inmigrante sin papeles; pero lograr que la confrontación sea entre estos grupos sociales enfrentando a unos contra otros, es el último prodigio al que estamos asistiendo. Podemos denominar a estos sectores, como trabajadores, clases medias y clases populares. Lo real es que son los sectores decisivos en el mantenimiento de los servicios públicos mediante su imposición fiscal, pues en ellos recae en gran medida. Ésta era la base del “contrato social”, también denominado “pacto social-demócrata”, resultante de la 2ª gran guerra, cuyas bases se han debilitado tanto que empieza a ser cada vez más irreconocible. Hasta que, de seguir así, se 11 termine. ¿En esa hipótesis, cómo podrían mantener las sociedades la cohesión social y, por ende, el control de la agresividad social? Porque, hoy por hoy, sólo se atisba la sustitución de ese contrato social por el contrato mercantil (¿?). Resaltar esta crisis del Estado del Bienestar no debe entenderse como una defensa acrítica del statu quo del Estado de Bienestar, aunque recordar que el gasto social es una inversión social es más que oportuno en estos días. 4. Se re-define la política social. 1. Así pues, el ojo del huracán del diluvio son las clases medias, soporte histórico del estado del bienestar, y no los que quedan al margen del nuevo proceso, sino los que deben entrar en ese nuevo proceso “reconvertidos”, o sea, se trata de asegurar una “nueva accesibilidad” a los servicios públicos esenciales, educación, sanidad, dependencia, con un control sobre las condiciones de acceso basadas cada vez más en la capacidad y en la aportación del individuo. 2. Esto afecta a los sistemas generales del bienestar, de modo que rompe la universalidad, que queda desdibujada como valor, pues está cuestionada bajo sospecha de que oculta la falta de responsabilidad del no contributivo. 3. Y se consolida la dualización de la política social, aunque ya hace tiempo que veníamos asegurando que la política social se estaba redefiniendo en función de su relación con la gestión económica según la cual se atiende lo que es “rentable”, no sólo por su rentabilidad en sí, sino también por su rentabilidad para el mercado (para la empresa lucrativa); y en mayor grado cuando se trata de cuestiones que tienen relevancia política. P.ej.: - las políticas están centradas en la validez del “individuo” como sujeto capacitado de generar valor económico. De ahí, p.ej., el cambio de políticas de protección a políticas de activación, en base a la justificación de que el gasto debe derivar en “beneficio”; beneficio que se analiza como una función de gasto – coste – beneficio. ¿Cuál? El del crecimiento económico. - las prestaciones se miden desde parámetros no de necesidad sino de rentabilidad, como la dependencia, que es un juego de “seguros”, actividad rentable, inversores y actores económicos. Por ello se “marginaliza” lo que no lo es “rentable” así pautado ¿Qué es lo que se está “cerrando” con motivo de la crisis, y en qué no hay recursos? La cuestión es que estamos en presencia de una política “dualizada”; pero lo grave es la lógica que ha generado esta deriva, pues es la que lo legitima en sí. Legitimación que se abunda por el efecto de los contrarios, es decir, porque lo contrario (o sea, el gasto/inversión en los problemas 12 de pobreza /exclusión) ha sido dictaminado axiomáticamente que no es lógico ni asumible y, por ello, queda deslegitimado. Lo que hace que la apoyatura del argumento que legitima la política “vertida a lo rentable”, tenga una amplia carga proveniente de la des-ligitimación de lo que no sigue su lógica. Esto, evidentemente, no significa la desaparición de políticas y servicios para los pobres que no llegan y no pueden acceder a los sistemas generales, sino que abona y fundamenta la propia dualización de estos sistemas consolidando servicios pobres para pobres, que legitimarán su escasez por su no rentabilidad, así como legitimarán su función de no dejarles sin atención haciendo recaer en ellos mismos la responsabilidad de su situación y de su solución. Lo que consolida el “reducto” pobre de los pobres. 5. Se re-definen y re-orientan los servicios públicos, y más, pues alcanza a “lo público”, lo social, lo colectivo, ¿lo comunitario? - Incluso los servicios de interés general, llegando a incluir dentro de ellos como primer intento, hasta que lo acaben consiguiendo, los servicios sociales. Pero aun no habiendo conseguido esto todavía lo que sí se está imponiendo es su lógica. Así cada vez es más común que los servicios públicos sean prestados por “otros”, que su relación se rijan por las leyes del “mercado interior” (transparencia, concurrencia, competitividad), y que, en consecuencia, se estén transfiriendo del sector social al sector lucrativo, etc. (Aunque esto no es sino una derivada de la deriva que le es constituyente a la economía de mercado capitalismo) Lo que, de nuevo, es coherente con su lógica económica de mercado, y deja marginalizado y para “lo marginal” al pretendido sector social, que consideraba que su campo –lo social- era intocable. Pero no se puede zanjar esta cuestión sólo con un análisis de tipo económico, o económicopolítico, sino que es necesario completarlo, o sea, un análisis económico-socio-político, pues sin un análisis de los propios valores y de las propias relaciones sociales, es decir, de tipo antropoético (ver Anexo V), no se puede evaluar la consistencia que puede tener en una sociedad, así como su proyección y la demanda de ajuste de las estructuras sociales a un modelo social; o sea, a lo que constituye lo definitorio del modelo, que son los valores. Y, aun de forma inicial, algo de ello ya hemos ido planteando (ver Anexo VI). Sin entrar ahora a reiterarlo, hay tres conceptos que nos pueden ayudar a visualizar el modelo social emergente, pues se trata de conceptos fundamentales cuya comprensión simboliza los deseos –“los valores que se desean”- que se convertirán en políticas: - La nueva comprensión del bienestar. El bienestar social ha pasado a ser entendido como algo que el individuo se apropia, de forma particular, y no como la garantía de los derechos sociales 13 desde el acceso a bienes y servicios generales. (“El aseguramiento colectivo de los riegos individuales”). - El sentido del asociacionismo. Desde este ajuste en el propio concepto de bienestar, entendido desde la apropiación individual del bienestar, hay que entender la transmutación y el sentido del "asociacionismo" entendido y convertido en elemento de defensa del "status" privado de apropiación del bienestar, no el de la colectividad. - La "salvación" de cuerpo como sentido de la solidaridad. Si el asociacionismo ha pasado a ser juxtaposición de individuos afectos al mismo poder social, la solidaridad se refiere y se produce como unión de quienes se reconocen en los mismos intereses (corporativismo). 14 III.- LOS ACTORES 1. La legitimación de un nuevo liderazgo. La legitimidad ya en estos momentos viene derivada, si no impuesta, desde el axioma del crecimiento en que todo se reconduce a la dialéctica gasto-competitividad. Lo que titula a lo lucrativo como el patrón de referencia y es la legitimación del nuevo actor. Esta es la nueva “lógica de la acción” y ya en acción. Y se encarna típicamente en un determina actor y, por ello, estamos hablando de historia. Y como “alguien” suele enunciar de forma gráfica, este actor hizo su puesta de largo, de mayoría de edad, el día que se aprobó la ley de dependencia. ¿Contradictorio? Una política “progresista” sin recursos, sin compromisos, sin presupuestos, es una política “para quienes capitalizan los déficits”. Es decir, aunque esto se viene labrando desde hace dos décadas, es en esta segunda mitad de la década pasada (aun antes de la crisis) cuando emerge y toma liderazgo. Lo que no es sino la otra cara de la “deslegitimación”, o al menos la pérdida de la legitimidad que tenía el actor histórico como actor total en el campo del bienestar. Es decir, esta lógica ha supuesto el adelgazamiento de lo público que deja al Estado sin músculo. Insistiendo en que esto ya no es una cuestión de la pura crisis, sino de lo que subyacía previo a la crisis que ésta ha desvelado y que, en las decisiones adoptadas para la pretendida salida de la crisis, ha consolidado como la “opción de futuro”. O sea, el endeudamiento, los límites del gasto, el retroceso en el concepto impositivo, el déficit de ingresos del estado, etc., etc., ha ido adelgazado las posibilidades de un estado del bienestar que reconoce derechos, pero no lidera la sociedad, por lo que su músculo solidario se ha ido debilitando aún más. 2. La sociedad civil ante la nueva legitimidad. Debemos llamarnos la atención de tener la precaución (prevenir y precaver) de no considerar como avatares coyunturales o como simples requisitos procedimentales, los vaivenes de las subvenciones, las formas de contratación – concurso, la estructura de relaciones cada vez más empresarializadas que se exige a los grupos de la sociedad civil organizada (calidad, auditoría, …). Son, antes bien, las condiciones de ajuste a la nueva legitimidad que el actor emergente, que lidera lo social, conlleva de forma estrictamente natural. Él es así, y así debe ser la sociedad. La legitimidad en la actuación deriva, y derivará, del ajuste al estándar, que debe ser aceptado si no se quiere ser sospechoso, o si no se quiere tener que dar argumentos en un contexto en que “no se oyen”, y si se oyen “no se “escuchan”, pues no se corresponden al patrón que legitima lo que es lógico, lo que “debe” ser y, cada vez más, lo que es legal. Teniendo en cuenta que en este “debe” hay ya una opción también de bueno/malo. Lo que es coherente con la “lógica de los valores” a la que nos hemos referido. 15 No estamos, por tanto, sólo en la coyuntura sino que esto va siendo ya estructura, pues se está produciendo (al menos se está exigiendo que se produzca) la transmutación de cualquier agente a la autoproclamada legitimidad según el axioma de lo privado. Por lo que se está produciendo un proceso de reconfiguración de los actores. Y, en el caso del actor del sector social, se está produciendo la misma lógica. Como efecto notable, el tercer sector en su conjunto está perdiendo campo en lo social, dejando centros, servicios, etc. Pero no porque se cambia el rol de lo privado, sino porque se ha cambiado el concepto de lo privado en lo social, que antes se entendía privado pero no lucrativo, y ahora tiene dominancia lucrativa. Ahora bien, la disonancia cognitiva dice que la práctica y la teoría tienen que acabar conciliándose. Y en este caso ese ajuste implica y exige, dado que se trata de acción en el espacio público, que se regule esa relación teoría / práctica. Así que las normas, etc., que el gestor público está dictando devienen y se refieren a la lógica que lidera este nuevo actor -y autor- . Léase bien lo que significa la no modificación de la ley de subvenciones, las exigencias de certificación, la no negociación de la financiación del sector social, la forma de entender la actividad económica del sector social, su relación con el IVA., etc. Nota de reflexión y pregunta. Dado esto, o sea, la exigencia de ajuste a la nueva legitimidad por parte de la sociedad civil organizada (en un campo que le es connatural como es el campo social), la falta de interlocución, la falta de liderazgo, etc., podemos hacernos la pregunta de si esto es sólo sometimiento del actor social a la legitimidad del nuevo actor, o es la expresión de una corriente social más de fondo. Porque la lógica de los valores expresa la “sumisión” de la conciencia social (y por ende de la propia sociedad) a esa lógica y legitimidad. Lo que nos lleva inevitablemente a la pregunta de cómo es la conciencia social y de por qué se ha generalizado una actitud tan desactivada en las respuestas a esta situación. Respuestas que se manifiestan no sólo en las respuestas individuales (de los individuos en cuanto tales), sino en las respuestas que la propia sociedad da “de forma organizada” (de lo que es muestra relevante el sector social). 3. Los ajustes y los procesos en marcha consolidan los cambios, llegan a “nuestra piel” y “nos tocan”. El ajuste a la “dualización de la política” tiene presencia a través de signos que anuncian el futuro. Esto se está expresando ya, p.e. y a título simbólico pero significativo de un proyecto en construcción, en lo que se cierra y en lo que se abre: - se cierran recursos que conllevan procesos de trabajo (¿cuántos ejemplos hay en nuestro propio entorno?; muchos), pero se abren comedores, 16 - se cierran los 426€, pero se reenvían las demandas a los servicios de atención primaria y ayuda social; ¿y las respuestas? - se cierran recursos para los servicios sociales que no son para la dependencia, “y no pasa nada”; pero “se abre una tormenta” con los recursos que no llegan a la dependencia. - etc … Y no sólo en lo que se hace / no se hace, sino también en el cómo se hace. En este proceso de ajuste vemos cómo se transfiere lo que conlleva acumulación. Así lo estamos encontrando en la práctica. Hemos levantado con mucho sudor iniciativas que no eran contempladas, ni tenían apenas recursos, ni eran consideradas, etc., y cuando son rentables, las administraciones exigen pasar por concurso público para poder recibir los recursos. Moraleja, se los quedan los del sector lucrativo. Es decir en lo que está pasando entre nosotros, y en general en el tercer sector, no sólo nos tenemos que ajustar a las formas de gestión, sino de forma más radical, más en la raíz, nos tenemos que ajustar a las políticas. b. Si analizamos la administración pública, se nos alaba en tiempos de crisis, se nos requiere incluso. ¿Para qué rol? Si examinamos la práctica y recordamos los recursos que utilizamos para atención primaria, está clara la respuesta, “para atender a los que más lo necesitan”. Pero si analizamos esto descubriremos, en cuanto al rol que nos destinan: - que no oyen lo que decimos que “se necesita”, - que no entienden que es cosa (competencia, responsabilidad y obligación) suya, - que entienden, o al menos actúan como, que esa es “nuestra cosa”. c. Si analizamos los donantes particulares y donantes no finalistas, no podemos olvidar que los recursos recibidos y su aumento es “para eso”, pero no p.e., (al menos en una baja medida) para todo lo que esas personas necesitan para un proceso personal y solidario de integración social d. Si analizamos los donantes finalistas que gestionan recursos para hacer “obra social”, hay que admitir que cada vez más tratamos con entidades que aspiran al rol de las ONG; o, mejor dicho, que adoptan la dinámica de ONG, que no es sino la introducción en lo social de su rango como actor líder que lidera esta historia, haciendo que sea la presencia de la lógica de los entes lucrativos en lo social (que no es lo mismo que con su obra social se quieran lucrar en beneficios directos contabilizados). 17 IV.- PREGUNTAS – INTERROGANTES – RETOS. 1. La/s trampa/s. “Cómo estar”. La gravedad de la crisis, sus efectos con resistencia al tiempo, la grave incuria ante las consecuencias para las personas, etc., significa un reto y una trampa. ¿Qué trampa? “¿Instalarnos en la asistencia”? Exactamente eso no. “Instalarnos en la sustitución de la protección de los desprotegidos como rol institucional”. Ese sí puede ser. Pues eso conlleva dos cuestiones: - una, la des-responsabilización pública, con el efecto añadido de que la sociedad acabe entendiendo que no constituye una responsabilidad pública y, por ello, una obligación contributiva de los ciudadanos, de la propia sociedad, - segunda, nuestra contribución no querida, pero real, a la dualización del estado de bienestar, del propio modelo social. Por ello es un interrogante ineludible “cómo estar” en la conformación de este proceso de estado – sociedad del bienestar. Y su respuesta es un gran reto, porque la respuesta a “cómo estar” tiene exigencias. Exigencias de una lectura significativa, crítica y creativa de los signos de los tiempos; la implicación de la propia comunidad; una acción social que responde a una antropología y a un Modelo de Sociedad acorde a nuestra identidad. 2. Comprensión de la realidad: ¿cuál es el reto? Así pues, y como punto de partida, es necesario identificar el reto central que la pobreza y la exclusión social nos lanza hoy, e intentar discernir cuáles son, deben ser, nuestras opciones y decisiones. Y el primer reto es dilucidar qué es lo que está cuestionando la actual crisis y la gestión de la misma. Las medidas que se están adoptando y que se anuncian a adoptar afectan a las bases de la cohesión social y a las políticas sociales. Por lo que los efectos de las mismas, y su agudización que un proceso continuado y mantenido genera, no se pueden entender como medidas de urgencia e imprescindibles “mientras tanto”; no son un paréntesis “mientras” se retoma el crecimiento para así retornar al punto previo a la crisis; no son un paréntesis en el estado de bienestar; no se trata de “suspender temporalmente” el desarrollo del Estado del Bienestar que debería aplicar medidas para resolver el déficit histórico previo a la crisis y paliar los efectos del presente. Lo que se está haciendo es poner las bases de otro modelo de sociedad, porque: 1. lo que se está cuestionando, al socaire de las medidas presentadas como inapelables para afrontar la crisis, es la propia “estructura del bienestar”. 18 El bienestar responde a un compromiso esencial que ha mantenido al estado del bienestar, más allá de sus concreciones históricas. La clave está en que es un compromiso de afrontar y resolver colectivamente los riesgos individuales, los déficits sociales, y ya incluso el propio mantenimiento de los sistemas generales que, aun declarados intocables, hoy están siendo cuestionados o, al menos, reformulados de modo que afectan a su función histórica. 2. lo que se está cuestionando es que la pobreza y la exclusión, como problema social, es “problema de sociedad”. Y aunque a tanto no habíamos llegado antes de la crisis pues, de hecho, la sociedad del crecimiento no lo había asumido como tal, era perfectamente legítimo y legitimado plantearlo, exigirlo. Se había ido llegando a asumir que la pobreza y la exclusión social no eran sólo déficit y situaciones de carencias sino también que lo que en esas situaciones andaba en juego eran derechos exigibles; que si exigibles, deberían serlo por ley. Por lo que, lo que parecía un exabrupto literario, podía llegarse a decir en congresos, como era que habría que declarar ilegal a la pobreza. Pero, crisis mediante, cada vez nos estamos alejando más de lo que es lo más importante hasta casi parecer que estamos fuera de la problemática actual cuando afirmamos que “no se puede hacer frente a la pobreza sin afrontar el cambio más importante acaecido en su interior, y que consiste en que no se trata de un fenómeno periférico respecto de la actual dinámica social, sino que es intrínseco al desarrollo de la misma, y es expresión y catalizador de lo que constituye la problemática más profunda de nuestra sociedad”. Así: - la quiebra de elementos estructuradores de la sociedad, como el trabajo; - la crisis de valores y de solidaridad, que es crisis de valores morales y crisis de estructuras sociales; - la crisis de cultura social solidaria, o sea, de la decisión de proteger los derechos básicos y de hacer frente colectivamente a los riesgos individuales, que es la base y fundamento del denominado “estado del bienestar”; - la incapacidad, o cada mayor incapacitación, de integración de lo excluido; - la consistencia en la “sociedad paralela”, o la capacidad de gueto que combina etnia, barrio, y fracaso en la educación, que genera el espacio social de la des-ocupación y la des-cualificación; - la conciencia de “normalización” de la situación de grupos sociales en la pobreza – exclusión, políticamente irrelevante, con un papel socio-político para autoconvencimiento de la sociedad precaria de “salvados” frente a los “condenados”; - …… 19 el Todo ello va dejando fuera a la pobreza como problema de la sociedad. Ha quedado bien abonada la responsabilización del individuo, en una sociedad en la que las estructuras generadoras de desigualdad quedan ¿absueltas? Muy acorde todo ello con la concepción individualista de la sociedad, del bienestar, etc. 3. lo que se está cuestionando, por tanto, es la constatación a la que habíamos llegado de que la pobreza y la exclusión es algo indisociado de la sociedad del crecimiento y de su modelo social. Habíamos recorrido un largo camino para poder llegar a plantear como una cuestión sin paliativos que no era factible “erradicar la pobreza y la exclusión sin que se plantearan los dos polos, pobreza / sociedad”. Habíamos superado la vieja teoría de que la pobreza y la exclusión no eran conceptos / realidades significativas para la comprensión de la estructura social en que se producían. La comprensión del binomio pobreza / sociedad no podía quedar reducida a un solo polo; es decir, a “los-pobres-que-de-hecho-existen”, sin referencia al otro polo, a “lasociedad-en-la-que-de-hecho-.existen”. Y, ¿qué ocurre cuando se disocian esos dos polos? El resultante es paradójico, o sea, por más que se actúe frente a la pobreza y la exclusión, no se las puede “vencer”. Con el efecto consecuente de que se responde negativamente a la cuestión de si “es posible erradicar la pobreza”. Y se genera la conciencia de la “irrecuperabilidad de la pobreza y la exclusión”, la pérdida de legitimidad de las políticas que pretenden hacerlas frente, y se produce la responsabilización de los implicados en la pobreza y la exclusión como causantes de su propia situación. Es el efecto perverso de ocultar, dejar a salvo, y así exculpar, el polo de la sociedad en el afrontamiento de la pobreza. Lo que, más allá de la formulación, nos lleva a “naturalizar” la pobreza como fenómeno social. (Ver Anexo VII). Como consecuencia, una acción sólo en el polo de la pobreza, objetivamente hablando y más allá de la intención, puede ser colaboradora de mantener a los pobres en la pobreza, aunque pueda reducir sus carencias, a veces, su miseria. Para nosotros, esto es, -debe ser-, sustantivo para la comprensión y la acción ante la pobreza – exclusión social. 3. Las claves de la acción. “Haciendo qué”. Esto cuestiona la pretensión de hacer una aportación seria a la lucha contra la pobreza, si el mismo servicio a los pobres no es una aportación de la comunidad a una nueva sociedad. “No es posible responder a la pobreza y la exclusión social, y a sus retos, si no es desde una perspectiva y una acción social que se ‘encarne’ en un nuevo modelo de sociedad”. Por tanto, 20 Primera decisión: “no podemos desligar los aspectos de la pobreza, a las propias personas en situación de pobreza – exclusión, de las condiciones sociales en que se producen”. Primera opción: “la erradicación de la pobreza no es sólo ni principalmente trabajar por los pobres sino propugnar y crear las condiciones que les haga posible salir del estado de pobreza exclusión social”. Segundo decisión: “el modelo de sociedad es un modelo en el que el desarrollo social se ha trasmutado en un crecimiento excluyente en el que la pobreza –exclusión es el ‘síntoma’ revelador de sus estructuras y valores constituyentes”. Segunda opción: “la creación de condiciones que hagan posible la erradicación de la pobreza – exclusión, exige el cambio social”, la transformación de las estructuras y valores sociales dominantes, que se presentan como exigidas y exigibles para el ‘crecimiento para el bienestar’, pero que constatamos que no tocan, incluso ocultan, las condiciones económicas, sociales, culturales, antropológicas, es decir, estructurales, en las que sería posible el bien de todas las personas, de la comunidad, del bien común. En consecuencia, la clave fundamental de nuestra acción es estar acordes a un modelo de sociedad y de persona. Pero las preguntas giran no sólo en torno a esto, sino de responder a las preguntas de cómo estar” de la única manera que nos es factible, que es aterrizando y “aterrizándonos” en la acción concreta. Lo que no se resuelve con qué programas, servicios y actuaciones, sino con qué claves los realizamos. Es decir, es manifiesta la necesidad de mantener, proponer y defender valores económicos, políticos y sociales que den soporte a una acción mantenida en el tiempo. Para ello nos pueden servir, como interrogantes que nos guían, estas tres claves que, de hecho, forman una unidad compleja. a. Primera clave: “¿Qué es hoy ‘solidaridad’?, o la dimensión económica de la acción ante la pobreza – exclusión social”. “La solidaridad hoy no es reductible a “dar”, sino que debe entenderse desde la perspectiva del “compartir”, y éste en su dimensión estructural” [ Cfr. SRS 42]. Es cierto que la crisis está dirigida por los mercados, pero también es cierto que ha abierto fisuras: de hecho se están produciendo manifestaciones de una ingobernabilidad social de la que estamos siendo testigos en estos momentos, en la que se está produciendo “una revuelta – rebeldía de la desigualdad” en diversos puntos del planeta, que se ha convertido en una “revuelta – rebeldía de la dignidad”; fisuras en las que aparecen sus límites en los más que evidentes problemas medio ambientales que manifiestan a la cabezonería humana los límites de un planeta limitado. 21 No es, pues, una clave puramente económica, sino que afecta a la dimensión social, y en su desarrollo adquiere dimensión política. No es de extrañar que se estén necesitando nuevos indicadores del progreso, y que haya demandas de una nueva economía que exige deshacer la identificación de desarrollo con el puro crecimiento económico, de modo que el nivel de desarrollo no quede determinado por su nivel de producción. La relación entre equidad en la distribución de la renta y crecimiento económico planteada a nivel global por el Informe del PNUD en 2010 (cap. 6, págs. 116-117), tiene máxima vigencia al exigir que la economía debe servir a objetivos sociales y sostenibles, identificando la creciente desigualdad como un reto clave. Debe prevalecer la existencia de una influencia de la distribución equitativa sobre el crecimiento. Es la distribución la que influye en el crecimiento económico, de modo que la equidad lo favorece y la falta de equidad lo dificulta. Por tanto 1 – hay que plantear una economía a escala humana; y replantear el lugar social de la economía “deseconomizando” espacios en los que la lógica económica “de mercado” no tenga vigencia; 2 - la relación entre equidad en la distribución de la renta y crecimiento económico; hacer una clara declaración de que la economía debe servir a objetivos sociales y sostenibles, identificando la pobreza, la exclusión social y la creciente desigualdad como un reto clave. Se trata de dos objetivos que deben ser alcanzados si adoptamos una perspectiva completa del desarrollo. Debe prevalecer la existencia de una influencia de la distribución equitativa sobre el crecimiento. Es la distribución la que influye en el crecimiento económico, de modo que la equidad lo favorece y la falta de equidad lo dificulta. “La actividad económica no puede resolver todos los problemas sociales ampliando sin más la lógica mercantil. Debe estar ordenada a la consecución del bien común, que es responsabilidad sobre todo de la comunidad política. Por tanto, se debe tener presente que separar la gestión económica, a la que correspondería únicamente producir riqueza, de la acción política, que tendría el papel de conseguir la justicia mediante la redistribución, es causa de graves desequilibrios” (CV, 42). 3 - no reducir el proyecto humano a valores materiales contemplando las propuestas del “decrecimiento”, no como una receta ni como una doctrina cerrada, sino una necesidad de que el proyecto humano no se reduzca a valores materiales pues los conceptos de felicidad y vida buena no pertenecen a la esfera económica. Y esta propuesta se ubica en las tres esferas: la individual, la social y la política. El decrecimiento no significa recesión ni regresión, sino construir entre todos una sociedad más equitativa y socialmente sostenible. (Para la reflexión ver Anexo VIII). 22 b. Segunda clave: “La ‘recreación del sujeto y del tejido social’, o la dimensión política de la acción ante la pobreza – exclusión social”. “Conseguir las condiciones de posibilidad de que las personas en situación de pobreza – exclusión superen su situación, exige que se construyan como sujetos de su propio desarrollo”. Y no sólo a nivel personal-individual, sino como sujetos que toman conciencia social. Es decir, sostener una propuesta de este tipo debe significar que se está haciendo real a nivel de la acción lo que es una propuesta de persona y de sociedad que se resiste a aparecer, pero que cada vez se adivina como el anverso de la crítica a un modelo des-humanizador. Esto exige hacer frente a la destrucción del tejido social, y de la capacidad de dar respuesta por parte de los propios sujetos y por parte de la propia sociedad. Lo que hace necesario recomponer la relación desarrollo / servicios como otra dimensión de la relación sociedad / comunidad. Esto nos construye desde un rol que redefine los servicios, y que se asienta en un método, que no se reduce a lo puramente prestacional, sino que contempla el empoderamiento de las personas como criterio definitivo de su actuación. De ahí que el escenario de los agentes (de todo tipo) no sea sólo el espacio de los servicios sociales, sino que tienen su escenario en el espacio: - del Don: Relaciones: reciprocidad - de los Valores: gratuidad - de la Convivencia: acogida - de la Promoción: acompañamiento a los sujetos - de los Derechos: ciudadanía (dimensión política) No es, pues, una clave puramente política, sino que afecta a la organización social, y en su desarrollo adquiere dimensión económica. c. Tercera clave: “Acciones que ‘privilegian lo excluido’ que constituyen ‘proyectos alternativos’, o la dimensión social de la acción ante la pobreza –exclusión social”. “Compartir hoy significa actuar y realizar la solidaridad en un ‘proyecto que privilegia lo excluido’, es decir, desde el lugar que la sociedad niega, lo que nos exige profundos cambios culturales, sociales y estructurales”. Los proyectos de trabajo no serán de lucha contra la pobreza y la exclusión si no realizan modelos indicadores de nuevas formas, de nuevas posibilidades de relaciones humanas no excluyentes. Y si todo ello no se impulsa como una propuesta social que demanda cambio (transformación) social. Así serán proyectos alternativos a las formas de vida, de organización y de estructuración social generadores de pobreza y exclusión. 23 Esto no significa que esos proyectos sólo sean posibles a través de grandes montajes. Justo al revés. En este camp0 de acción, sólo se puede proceder de lo concreto a lo estructural, o no serán proyectos válidos. Sólo serán transformadores si tocan lo estructural desde lo concreto. Es obligado pensar “glocal”, es decir, no pensar sólo en las soluciones de lo inmediato –dimensión local-, sino que esa respuesta que debe ser práctica, concreta y adecuada, debe ser pensada, ofrecida, y realizada como expresión de un proyecto, de una aspiración y de una propuesta de más largo plazo y global. No es, pues, una clave puramente social, sino que afecta a la organización social, dimensión política, y en su desarrollo adquiere dimensión económica. Se tratará de proyectos quizá sencillos, incluso pequeños. Pero desde ahí se deben desarrollar y potenciar. Lo fundamental estará en que se trate de proyectos de acción que sean expresión de otras claves sociales. Esto exigirá la ubicación de los actores junto a las personas y desde las personas, a pesar de la pérdida de recursos monetarios. Y hará que los actores sociales ganen credibilidad, pero ¿pierden la “significación social”, eso sí, según está medida por el foco y cámara en la sociedad del espectáculo? 4. Las propuestas. No se trata, con la enunciación de estas claves, de girar hacia una pura afirmación de valores. Si éstos no toman forma concreta, si no se toman cuerpo en propuestas y decisiones operativas, no dejarán de ser frases diletantes, sin contenido. Esto nos debe llevar a tres consideraciones finales que se derivan de la articulación estos tres aspectos: - lo que está en cuestión en el modelo de sociedad que hoy está proponiéndose de hecho; - las claves de la acción; - las propuestas que deben afrontar los cuestionamientos y hacer operativos las calves valorativas. a. Crisis del estado de bienestar – solidaridad y distribución de la riqueza La afirmación de la vigencia del estado de bienestar no de forma simple o según alguna de sus manifestaciones concretas, sino en su función histórica antes señalada, necesita hoy de una solidaridad que debe ser rescatada del puro sentimiento individual y pasar a ser expresión colectiva de la firme determinación de construir el bien común que exige su dimensión estructural en la redistribución de los bienes y la riqueza, para que realmente todos seamos responsables de todos de acuerdo a la responsabilidades que a cada uno deba atañer. Lo que se debe concretar en “Un Pacto y una Estrategia a nivel estatal por la Inclusión social” cuyas determinaciones venimos reiterando sistemáticamente y hemos presentado en nuestro 24 Manifiesto antes las inmediatas elecciones generales. De modo que la urgente necesidad de “Un Plan para el rescate de las Personas”, no sea considerado como una simple enumeración de medidas paliativas o de choque, sino que responda a una Estrategia global y coherente con lo que la cohesión y la justicia social requieren. b. La pobreza ya la exclusión como problema de sociedad – la creación de sujetos y la inversión social en las personas. La afirmación de la vigencia de que la pobreza ya la exclusión son un problema de sociedad, y no una cuestión de una pura dimensión individual, necesita hoy de un Agenda y un compromiso para conseguir que las personas en situación de pobreza – exclusión puedan superar esta situación y se constituyan en sujetos de su propio desarrollo. Nuestra sociedad no se puede permitir la pérdida de oportunidad que significa tener a tantas personas al margen de su dinámica social, económica y política. Por eso la inversión social en las personas es la mejor garantía para el progreso social y económico de nuestra sociedad. Lo que se debe concretar en “Hacer una clara elección de promover la inclusión en el Plano Local que priorice la acción en la proximidad de las personas”. c. La acción en los dos polos de la relación pobreza y exclusión – sociedad – las relaciones humanas no excluyentes y los proyectos alternativos a las formas de estructuración social generadoras de pobreza y exclusión. La afirmación de la vigencia de la necesidad de que la acción alcance a los dos polos de la relación pobreza y exclusión – sociedad, necesita hoy de proyectos de trabajo que hacen reales nuevas posibilidades de relaciones humanas no excluyentes. Proyectos que demandan cambio y transformación social pues son alternativos a las formas de estructuración social generadoras de pobreza y exclusión. Lo que se debe concretar tanto en un nuevo enfoque de la acción, como en un nuevo proceso de trabajo y en la coordinación entre los actores que actúan ante la pobreza y la exclusión social. Y exige medidas adecuadas para “Potenciar la participación del Tercer Sector de Acción Social en la gobernanza y en la lucha contra la pobreza y la exclusión social”. 25 Anexo I.- LOS ORÍGENES ESTRUCTURALES DE LA CRISIS No se puede entender por qué se ha producido la crisis reciente si no se tiene en cuenta, en primer lugar, que desde hace decenios se viene dando un proceso de hipertrofia de los flujos financieros como consecuencia de la abundancia de liquidez y de las posibilidades de rentabilización rápida y fácil que proporcionaban las nuevas tecnologías y las normas que garantizan la plena libertad de movimientos del capital. En los años sesenta del siglo pasado las multinacionales empezaron a generar grandes cantidades de beneficios que igualmente suponían un añadido en forma de dólares a la oferta mundial de dólares. Y, para colmo, cuando los precios del petróleo tuvieron una impresionante subida en los setenta, los países productores se encontraron con billones de dólares que no sabían dónde colocar, aumentando también con ellos la masa circulante de dólares. Los bancos, que eran quienes principalmente manejaban esa oferta de dólares, fomentaron el recurso al crédito con tal de colocar los dólares que circulaban con extraordinaria abundancia. Obtener préstamos era fácil y barato y los bancos los daban sin ningún problema. Cuando se produjo la revolución de las tecnologías de la información se pudieron empezar a utilizar de modo muy rápido y sin apenas costes. Así que las actividades especulativas que antes también se realizaban de modo más pausado y limitado, ahora se puedan llevar a cabo vertiginosamente. Con muy pocos medios se pueden movilizar millones y millones de cualquier moneda para comprar y vender al instante y obtener en cada transacción tasas de rentabilidad mucho más elevadas que las que podía proporcionar la puesta en marcha un negocio productivo. Lo que ocurrió fue que los medios de pago hasta entonces "sobrantes", y los que se fueron añadiendo atraídos por esa rentabilidad tan rápida y elevada a los mercados mundiales de dinero y activos financieros fueron creciendo sin parar y dedicándose a realizar operaciones puramente especulativas, desvinculándose cada vez más de la creación de negocios productivos, de la producción de bienes y servicios y de la creación de empleo. Para hacer posible este nuevo y muy rentable tipo de negocio financiero se llevaron a cabo reformas legales destinadas a garantizar la plena libertad de movimientos de los capitales y la casi plena desregulación de las actividades financieras. Mediante estas reformas se ha ido eliminando prácticamente cualquier tipo de traba a lo que pomposamente se llamaba innovación financiera y que no era otra cosa que la continua creación de activos para comprar y vender especulativamente gracias a los fondos multimillonarios que se iban acumulando Todo ello permitió aumentar el beneficio de las empresas dedicadas a la actividad financiera. En Estados Unidos pasó de tener un valor 1000 en 1970 a 3.000 en 2006, mientras que el producto nacional había pasado de 100 a 1.200 y el beneficio de las empresas no financieras de 100 a 1.900. Aunque, lógicamente, al mismo tiempo que aumentaba el beneficio se incrementaba el riesgo porque las operaciones que lo proporcionan son de naturaleza muy volátil e inestable, y trasladan estas características al conjunto de la economía. Un hecho que ha coadyuvado en gran medida a este proceso ha sido la desnaturalización del negocio bancario porque los bancos han pasado de ser intermediarios entre el ahorro y la actividad productiva para dedicarse a trasladar el ahorro a las actividades especulativas. Al convertirse en las principales fuentes de alimentación de la especulación, de las burbujas inmobiliarias, de la inversión en paraísos fiscales, no solo fortalecen la inestabilidad que produce y difunde la especulación sino que, además, han provocado una constante subfinan ciación de la actividad productiva. Y como un factor determinante de todos los anteriores hay que señalar al incremento de la desigualdad que se viene produciendo en la economía mundial en los últimos treinta años. El que fue Secretario de Trabajo con Clinton, Robert Reich, señalaba recientemente que en 1976, el 1% más rico de la población de Estados Unidos poseía el 9% de la riqueza y ahora, después de estos años de políticas neoliberales, ya acumula el 20%. 26 Lo que ha ocurrido en los últimos años es que las políticas neoliberales han impuesto un régimen de salarios reducidos y de trabajo precario que efectivamente permitieron recuperar las rentas del capital. Con los salarios más bajos como los que se impusieron se generaron beneficios pero creando escasez y, por tanto, se limitó el rendimiento y la capacidad de crecimiento potencial de la economía, es decir, el que se podría obtener si hubiera mayor demanda y se utilizaran todos los recursos disponibles, en lugar de dedicarlos a crear y destruir constantemente capital ficticio en los mercados financieros. Si se contrae la actividad lo que termina ocurriendo es que la actividad real proporciona una rentabilidad mucho menor que la que se puede obtener en las actividades financieras. Por eso puede decirse que la desigualdad en la distribución de las rentas originarias se ha convertido en el principal motor de la hipertrofia financiera que caracteriza al capitalismo de nuestros días y que ha sido el caldo de cultivo en el que ha debido desarrollarse una auténtica ingeniería financiera orientada a rentabilizar el papel, mediante complejos procedimientos de titulización que convierten el capital meramente ficticio, la deuda, en fuente de grandes aunque a la postre muy arriesgadas ganancias. Esa progresiva deriva de los capitales hacia el universo financiero es lo que debilita la actividad real y genera inestabilidad puesto que la base en la que allí se soporta la ganancia es la especulación que implica una asunción constante de riesgo y por tanto una tendencia permanente a la inestabilidad y a las crisis. La reducción de la masa salarial creó el problema del endeudamiento de las familias, que se resolvió a base de conseguir crédito, el cual fue creciendo, generando una expansión del sector financiero. Esa fue la génesis de la deuda privada. Esta deuda podía sostenerse porque el aval era la vivienda, cuyo precio iba subiendo. Cuando el precio de la vivienda, sin embargo, colapsó debido al colapso de la burbuja inmobiliaria, se creó un problema gravísimo que afectó enormemente a la demanda y al crecimiento económico. Además de lo anterior, la baja carga impositiva y los escasos ingresos del estado determinaron que el estado tuviera que endeudarse para poder financiar el limitado estado del bienestar. Es más, la sistemática bajada de impuestos, sobre todo de las rentas superiores, también contribuyó a aumentar el déficit estructural del estado, que se acentuó cuando, con la crisis y la recesión, los ingresos del estado disminuyeron. Estos déficits fueron aumentando la deuda pública que, sumada a la deuda privada, hizo que la deuda total alcanzara unas dimensiones extraordinarias. La crisis de las hipotecas es, por tanto, una derivación inevitable de este proceso de hipertrofia de lo financiero que convierte a la inversión en papel y capital ficticio (si es que a eso se le puede considerar inversión) en el uso más rentable del capital. Los bancos y los grandes fondos de inversión se han convertido en una maquinaria de creación constante de deuda a través de la titulización y de los sofisticados procedimientos de la ingeniería financiera para obtener fondos susceptibles de convertirse en nuevas fuentes de beneficio, pero todo ello al margen de la actividad productiva, de modo que ésta no puede sino debilitarse continuamente y terminar exhausta ante la falta de capital o de demanda real suficiente. En definitiva, la última y gran recesión de la economía mundial es algo más que el resultado de una crisis financiera derivada de la difusión de productos tóxicos. Es también la crisis que deriva del divorcio entre medios y fines, de la desnaturalización del dinero y de los medios de pago que de ser instrumentos para el cambio se transforman en objetos mismos del cambio. Es la culminación de un proceso histórico en el que la actividad económica se divorcia del oikos, del ámbito de lo doméstico en el que realmente se expresan las necesidades humanas y en donde mejor pueden quedar satisfechas, en donde nace la lógica económica de la necesidad y en donde se genera un tipo de relación social basada en la igualdad y en la capacidad efectiva de satisfacción. El dinero-poder ha terminado por constituirse en la expresión de todas las cosas, que lo son tan solo en la medida en que sean expresadas monetariamente, y ello conlleva y hace necesario que la sociedad se subsuma en la economía (monetaria) imponiendo una ética de la acumulación frente a la de la necesidad. El orden monetario y los valores y la moral que le es consustancial se consolidan así como universo de referencia de las relaciones económicas. 27 La economía mundial de nuestra época responde a una especie de diseño invertido: los recursos no se movilizan hacia la satisfacción de las necesidades humanas sino que se incentiva su uso improductivo que solo sirve para aumentar la ganancia contable. Y los propios mercados reales, de bienes y servicios esenciales, no siguen la lógica que pudieran imponer los productores y consumidores sino que funcionan al albur de los movimientos especulativos que disparan o hunden sus precios constante y artificialmente, llevando tras de sí una secuela permanente de insatisfacción y sufrimiento. Cuando la crisis provocó el hundimiento de los mercados financieros, o sea, cuando los mercados financieros y el inmobiliario comenzaron a dar muestras de flaqueza y la inversión allí se hacía excesivamente peligrosa, los capitales especulativos cambiaron de destino y los especuladores se dirigieron a los mercados de petróleo y materias primas alimentarias. Los precios de las materias primas y del petróleo se incrementaban aparentemente sin lógica alguna, empujando al alza la inflación y haciendo que la crisis real derivada de la falta de crédito se agudizara y, lo que es peor, que provocara la muerte de miles de personas que se alimentan de arroz o de los cereales básicos cuyo precio se disparaba día a día como consecuencia de la especulación. Mientras los bancos centrales y los gobiernos comenzaban a poner a disposición de los bancos quebrados cientos de miles de millones de euros, y la FAO y docenas de organizaciones no gubernamentales alertaban sobre el dramático incremento del hambre y la desnutrición, en la página web del Deutsche Bank, como en la de otros muchos bancos, podía leerse: "¿Quiere recoger los frutos de un posible aumento de los precios de los productos agrícolas? Deutsche Bank, como distribuidor, le propone dos maneras de beneficiarse". Y a continuación presentaba dos productos financieros a través de SICAV luxemburgueses. (Texto propio elaborado con aportaciones de muy diversos autores) 28 Anexo II.- EL “DESBORDAMIENTO ECONÓMICO” DE NUESTRA SOCIEDAD. Este trío de tríos sólo es un aguafuerte impresionista que nos pone en la pista de que no se trata de unas simples turbulencias, sino de algo más profundo, pues ninguno de esos cambios actúa al margen de los demás, sino que interactúan entre sí. Debemos tomar nota de que la actual crisis, sus supuestos, el modo de hacerla frente, la situación en que actualmente nos encontramos y el futuro que con ello estamos construyendo, se fragua en este nuevo contexto y abona este tipo de “proceso en cambio”. Pero no llegaremos a la profundidad de este proceso, si no percibimos que la crisis económica y el proceso de construcción social que con la post-crisis estamos proyectando, puede estar invisibilizando y dejando intocado el problema fundamental que subyace a nuestro modelo social, y es “el desbordamiento económico” en todos los ámbitos de nuestra sociedad ( 5). No sólo en el ámbito estricto de la producción y distribución de bienes, servicios y productos; no sólo en el ámbito de las finanzas y las transacciones comerciales, sino también en todos los elementos de la estructuración social, como la gestión de bienes sociales y de servicios, incluso de relaciones institucionales. Y transciende lo estructural e institucional llegando a la “cultura social”, a lo que constituye el “latir social”: deseos , aspiraciones, valoraciones. Este desbordamiento económico no se sustenta sólo por los “poderes” económico, o políticos, sino que se sustenta en la manera en que el marco de valores que configura la propia sociedad y su cultura social opera bloqueando nuestra responsabilidad. Un bloqueo que opera a manera de muro de contención “intangible” (6) pero no por ello menos consistente, y que se manifiesta en los “no-cambios”, por así llamarlos; o sea, en los cambios “frustrados” que, al principio de la crisis, parecía darse por descontado que deberían producirse. En primer lugar, la ausencia de responsabilidad colectiva ante la crisis. Nadie ha asumido los costes, salvo los presupuestos públicos, pero sin haber redefinido la función de los Estados que parecía que debía ser una consecuencia obligada del compromiso de los estados en su imprescindible presencia para afrontar la desregulación generadora de la crisis financiera. Los intentos de revisar determinados elementos del modelo económico, de controlar los flujos financieros, etc., etc., han dejado de tener vigencia. Incluso ya se puede hacer la pregunta de si, dada esta inacción, no se están generando las condiciones de la siguiente crisis financiera. En segundo lugar, la nula experiencia del fracaso del “modelo de crecimiento medido por el PIB”, pues todo parece reducirse a volver a detectar los brotes verdes de repunte del crecimiento económico, sin revisar ni en qué, ni para qué, ni cómo. A pesar de haber constatado que el sistema económico no tenía capacidad de autorregularse pese a la fe ciega que se tenía en ello, y de haber constatado que el crecimiento estaba desligado de la reducción de las desigualdades y la pobreza, rápidamente se está olvidando de todo ello a medida que los indicadores macroeconómicos empiezan a corregirse. En tercer lugar, el vaciamiento de contenido del “necesario” cambio de valores que afloró en los momentos álgidos de la crisis (7). No sólo no se han tocado, sino que se consideran intocables valores tan arraigados en nuestra cultura como la propiedad individual sin otra referencia al bien común; o como el crecimiento continuo en el consumo pues en estos momentos vuelve a tener auge la necesidad de retomar la senda del consumo como medida imprescindible de salida de la crisis; o los “derechos” centrados en el individuo de disfrute de algunos componentes del bienestar a los que sólo tenemos acceso los países más favorecidos y, dentro de ellos, los más favorecidos. Cfr. Ponencia de Luis Ayala en las XV Jornadas de Teología de la Caridad: “Hacia un nuevo modelo social: repensar el bienestar y el crecimiento”, en Revista CORINTIOS XIII nº 133; enero-marzo 2010. 5 Cfr. Peru Sasia: “La crisis de lo económico”, en Revista “Acontecimiento”, nº 93, 2009/4. Cfr. Ponencia de Pedro J. Gómez Serrano, en las XV Jornadas de Teología de la Caridad: “¿Crisis de valores o valores en crisis?”, en Revista CORINTIOS XIII nº 133; enero-marzo 2010. 6 7 29 Sin la asunción de responsabilidades y de cambio de valores, no es posible deshacer el muro que nos bloquea: muro hecho de aspiraciones creadas artificialmente, de modelos de éxito social, de falsedades convertidas en verdades por su machacona difusión; muro que nos aísla de valores como la comunicación interpersonal, el compromiso a favor de terceros, la piedad, la austeridad, el reconocimiento del débil o la solidaridad; muro que despliega toda su eficacia en la construcción de una individualidad que ignora al otro y nos lanza a consumir desactivando toda tentación de preguntarnos por las consecuencias de nuestras opciones de consumo y de modelo de bienestar. Por ello, las condiciones de la pobreza y la exclusión no son sólo causa-efecto de las estructuras económicas, sino también de este muro de bloqueo que genera unas relaciones sociales de rechazo e intolerancia ante los graves e intolerables efectos y situaciones sociales generadas por este modelo. Los que disfrutan del crecimiento se consideran los dueños sin límite del mismo y consideran a los excluidos del crecimiento como sospechosos de querer atrapar su bien-tener del que se consideran los dueños sin límite. (Extracto de un artículo propio publicado en la revista de Cáritas Corintios XIII, nº 135) 30 Anexo III.- ESTA SOCIO-ANTROPOLOGÍA TRASTOCA LA ARTICULACIÓN DE LAS RELACIONES CONSTITUTIVAS FUNDAMENTALES: RECIPROCIDAD, REDISTRIBUCIÓN, INTERCAMBIO. ¿Cuáles son las relaciones básicas que construyen nuestra ‘habitud’ como individuos / sociedad? Las que nos “ponen en relación con”, y sus múltiples combinaciones que nos ‘sueldan’, solidifican, solidarizan. Y en antropología y en sociología, tres (8) son las relaciones que nos ‘proyectan al otro’ desde la afirmación de nuestro propio ser individual / social. 1. La relación de reciprocidad, que nos aproxima a lo cercano, de modo que nos vincula a lo próximo, y cuya medida no es la equidistancia de la cantidad donada, sino la donación que como tal hacemos ‘desde todo lo que somos y tenemos’, cuya devolución es la donación de los otros que no tiene otra proporción que su ser y tener. Sólo con esta relación no hacemos sociedad, pero sin ella no podemos ser sociedad pues es una relación de ‘socialidad’ necesaria para que la ‘(in)-dividualidad’ sea lazo, unión, en la experiencia de que lo mejor que recibimos no está tasado por lo que damos. 2. La relación de redistribución, que nos relaciona con lo lejano, pues nos vincula al desconocido haciéndole así próximo, y por eso genera relaciones con el conjunto social pues todos aportan al conjunto social para que el centro distribuidor disponga de acuerdo a las necesidades del conjunto, lo que debe ser realizado como realización no de la donación como en la relación anterior, sino de la justicia. Tampoco sólo con esta relación no hacemos sociedad, pero sin ella no podemos ser sociedad pues es una relación de ‘societalidad’ necesaria para que el conjunto social se haga cargo de todas las particularidades, y para que todos los individuos puedan aportar su singularidad tejiendo la malla del conjunto social, en la experiencia de que lo mejor que se recibe es la solidaridad del conjunto para con el riesgo de la individualidad de cada uno. 3. La relación de intercambio, que no nos relaciona con otros –cercanos o lejanos- para hacernos próximos, sino que nos acerca a otros desde la mutua utilidad; o sea, en tanto individuos mutuamente necesitados de lo que cada uno puede ofrecer, y por eso intercambia las utilidades que unos tienen y otros necesitan y viceversa. Por lo que el intercambio nos pone en relación con otros individuos en tanto portadores de utilidades, y en base a ello no se establece relación estable, ni de proximidad, ni de reconocimiento. Es, pues, una relación que no espera de los demás sino ‘lo mismo’ que ha dado, pues el intercambio se realiza en, por y para la utilidad. Por lo que aquí no aparece ni la socialidad ni la societalidad, sino la equidistancia. Por ello es una relación que debe ser regida por la equidad. Además sin nada que la turbe, modifique o enrarezca. O sea, sin que el intercambio de utilidades entre individuos pueda estar mixtificado por “conexiones-relaciones” entre una parte de los individuos que intercambian frente a los otros individuos con quienes se intercambia. Si fuere el caso de que hubiere ‘relaciones’ en una parte, en este caso los individuos que intervienen en el intercambio no se encontrarán en la equidistancia (la equidad) que debe regir el mismo pues, por haber generado relaciones entre una parte de los que intervienen, se desequilibra la equidistancia a favor de una parte de los que intercambian. 4. Evidentemente las formas en que se articularán esas tres relaciones básicas , y cómo conformarán centros de redistribución, círculos de reciprocidad, instrumentos de intercambio, y sus variadas combinaciones, dan pie a una intensa creatividad social, no congelable en ninguna Karl Polanyi: “La gran transformación”. Ediciones La Piqueta. Barcelona 1989; E. Mingione: “Las sociedades fragmentadas”. Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. Madrid 1993. 8 31 instantánea denominable ‘fin de la historia’; justo lo contrario, son relaciones que se retroalimentan. La afirmación de la individualidad / la socialidad / y la societalidad, afirma los valores de la cooperación y de la competencia, pues nunca desaparece la dialéctica individuo / sociedad. Por ello no se trata de afirmar una de las tres relaciones en olvido de las demás. Pero también es verdad que la pura competición no genera sociedad si no es estructurada en la cooperación. Ésta es la cuestión que aparece como más relevante en nuestras sociedades hoy. Por ello sólo cuando la relación de intercambio está realizada en un conjunto social estructurado, en el que las relaciones de reciprocidad y redistribución garantizan el conjunto social, el intercambio puede ‘operar en sociedad’, pues sólo así no deshacen lo que les “enraíza en un suelo sólido”, en la sociedad. Lo que plantea todas las cuestiones, todas las dudas y todos los interrogantes, en una sociedad como la que estamos viviendo, en la que las relaciones mercantiles, ‘de mercado’, se han convertido en el parámetro de ‘ser sociedad’. (Texto propio) 32 Anexo IV.- UNA MIRADA LARGA PARA VER LO QUE TENEMOS CERCA. UN PROCESO SOCIAL EN CAMBIO. “Mirar la complejidad para ver lo cotidiano”, podría ser otra manera de decir lo mismo. Y esto, que parece contradictorio en sí mismo, no lo es al menos cuando queremos ver en profundidad (es decir, cuando queremos entender) la realidad social, la realidad de hombres y mujeres concretos. Quedarnos en lo que “aparece”, en lo que “sucede”, como suele ser frecuente, puede llevarnos a no ver lo que “acontece”, lo que lo produce. Y cuando esto ocurre, y es lo que suele ocurrir, podemos olvidar que no siempre “lo que es” es lo que parece y aparece. Las urgentes necesidades que esta crisis está manifestando, evidentemente están sucediendo; más aún, en sí mismas son un “acontecimiento”. Y hacerlas frente es algo más que urgente, pues es de justicia. De ello podemos dar fe fehaciente, o sea, una “Fe que hace lo que dice”, a través de los compromisos concretos de acción venimos desarrollando desde el inicio de la crisis ……. ¿Por qué, pues, necesitamos una “mirada larga para ver de cerca”, por qué hay que “mirar lo que acontece para ver –entender- lo que sucede”, si ya estamos actuando? ¿No será, incluso, contraproducente, pues una mirada larga es un mirar a largo plazo, es “ver lo de lejos” de forma compleja y global, y puede perder así la perspectiva de lo cercano, del hombre y mujer concreto que está sufriendo? No. Esta es la gran ventaja de la “opción por los pobres”, pues son ellos los que nos acompañan, siempre presentes, en nuestro recorrido, en la mirada. Más aún, son ellos el criterio de discernimiento, quienes nos ayudan a entender lo que miramos, para así ver lo que está sucediendo yendo más allá de las apariencias, para ver lo que está aconteciendo cuando es poco visible en lo que está sucediendo. Y de ello también podemos dar fe fehaciente. La mirada larga del VIº Informe Foessa, no sólo no nos despistó de lo que estaba ocurriendo sino que nos ayudó a ver mejor, imprescindible para actuar adecuada y eficientemente. De ello somos conscientes y testigos, juntos a muchos otros hombres y mujeres que han visto en este Informe una imprescindible referencia para entender la pobreza y la exclusión de hoy, y también los efectos de la crisis ( 9). Si se observa … … … se está conformando un modelo social europeo de claro corte economicista, a pesar de la ya más que reiterada confirmación de que crecimiento económico y desarrollo social llevan décadas divorciados, en el que todas las decisiones y medidas “están al servicio de” ese crecimiento, también las referidas a la lucha contra pobreza y la exclusión pues ésta forma parte de la “estrategia de empleo”, y éste al servicio del crecimiento económico. No es éste el lugar para hacer un análisis de esta estrategia ( 10), pero es el marco imprescindible para ver nuestro presente y nuestro futuro en un modelo europeo más que tibio en lo que afecta a la cohesión social, con unas bases de arena para que la justicia social construya sociedades basadas en la dignidad de las personas. La cuestión es que lo está en juego es un proceso que configurará no sólo lo económico, sino las opciones, los valores y las estructuras que condicionarán las sociedades en cuanto a su cohesión y su justicia social. Esto quiere decir que la propia crisis y las medidas adoptadas y que se adoptarán para hacerla frente (incluidas las que se refieran a pobreza y exclusión social), van a ir construyendo un modelo cuyos parámetros no se reducen a las medidas que se aplican en un momento de coyuntura. Son medidas que no están solo pensadas para hacer frente a la crisis financiero-económica como una situación coyuntural, sino como la base de una salida de la crisis que nos fortalezcan “económicamente”. Y, por ello, son medidas adoptadas en el presente pero que definen el futuro. Porque ya es conciencia común que el punto de llegada no será retornar al punto de partida después del paréntesis al que nos hemos visto obligados por la crisis. Cfr. Una exposición sintética de los resultados más destacados de este Informe en: Abril, Ana: “Hacia un nuevo modelo social: situación de partida desde los datos que aporta el VI Informe Foessa”; ponencia de las XV Jornadas de Teología de a caridad, 9 organizadas por Cáritas –todas sus ponencias están publicadas en: Corintios XIII, nº 133. Madrid, enero-marzo 2010. 10 Cfr. Número monográfico de la revista “Documentación Social”, nº 157, Madrid, abril-junio 2010: “Nueva estrategia europea: ¿hacia qué modelo social?”. 33 Por tanto, para desvelar el sentido y significado de las medidas que ahora se están tomando, … … debemos tomar en cuenta las tendencias que nos pueden ayudar a entender el proceso global que está aconteciendo. Así podremos entender la relación de estas medidas con los cuestionamientos que las tendencias más de fondo están produciendo y con las opciones que configuran el modelo de sociedad y sus opciones de cómo hacer frente a la pobreza y la exclusión social. Así pues, el objetivo de estas reflexiones tiene que ver con lo que “configura sociedades”, con sus opciones, bases y fundamentos. Por eso deben ser identificadas y más; es decir, deben ser discernidas para poder establecer líneas estratégicas de acción que darán mayor sentido y eficacia a las acciones concretas. Tomar conciencia de las tendencias que “configuran sociedades” tiene sus exigencias, fundamentalmente la exigencia de tomar conciencia de que estamos en un momento de cambio. No sólo de cambios, sino de cambio, y ello desde la incertidumbre pues no está definido su proyecto. Po lo que podríamos decir que se trata de “un proceso en cambio”, al menos del mismo rango que el producido a mediados de la década de los setenta del pasado siglo, momento en que se suele situar el final de los denominados “30 gloriosos”, o sea, los 30 años de constitución del modelo de “Estado de Bienestar”. Este cambio dio pie a la reconfiguración del modelo económico y laboral, pero también del rol de los Estados en su función protectora y de su propio papel en la economía y en las sociedades, y que ha generado el proceso de crecimiento económico que ha llegado hasta la crisis del año 2008. Pero que también reconfiguró los valores cada vez más destacados del individualismo, consumismo, privatización, y redefinió valores claves como el propio concepto de bienestar social, asociacionismo y solidaridad, etc. ( 11) Nuestro punto de partida va a ser detectar este “proceso en cambio” a través de sus manifestaciones que nos pongan en dirección a lo más consistente de este proceso en cambio. Aunque de todo ello, aquí y ahora, sólo pueda realizarse su enunciación. 1. En el proceso (¿orden?) mundial. El primer cambio a tomar conciencia es que la crisis financiero-económica no es de escasez de capital, sino de confianza; quién presta a quién, en qué condiciones, etc. Y eso está haciendo que se reestructuren cuestiones de fondo, referidas al gasto de los estados y a su déficit, a su inversión y a la deuda pública y privada, al control y disminución de las prestaciones sociales. Ahora bien, lo que llama la atención es que justamente no se están adoptando medidas referidas a lo que ha generado la crisis, es decir, a las transacciones financieras, etc., sobre las que muy tímidamente se están proponiendo alguna medida que aún no se ha puesto en práctica. Lo que está ocurriendo es justamente lo contrario, pues son los mercados, (¿quiénes son “los mercados”?), los que están decidiendo las medidas de ajuste y recorte que están recayendo “en la parte social y salarial”. El segundo es que de la actual crisis financiero-económica no es la única, pues antes de su explosión existían al menos otras dos: la crisis alimentaria, y sus cambios en el comercio mundial y en el consumo; y la crisis energética y medioambiental, y sus cambios en el acceso y uso de las fuentes de energía y de materias primas, y los concomitantes cambios en emisiones, clima, etc. Y la cuestión es que no se va a salir de una sin que eso afecte a las otras dos crisis que le son concomitantes. Ya, de hecho, se anuncia que la crisis alimentaria (de la que apenas se habla) se va a agravar en esta próxima década pues los precios de los alimentos van aumentar en una escala muy importante. Y, una vez más, es la dimensión social la prácticamente inexistente como lo muestra que el hambre crece así como la relación entre pobreza y medio ambiente y energía (12). El tercero es un cambio en la geopolítica, que influirá decisivamente en la gestión de las crisis económica y financiera, alimentaria, energética y medioambiental, pues China, India y Brasil, y 11 . Cfr. Cap. V del VIº Informe FOESSA (2008) sobre la evolución y procesos de reforma del Estado del Bienestar (en el que se continua la línea de análisis iniciada en el Vº Informe FOESSA (1994). 12 Cfr. “Hacia una nueva gobernanza de la seguridad alimentaria” ; publicado por la Campaña “Derecho a la alimentación” – promovida por Cáritas, Prosalus, …- Madrid 2010. Cfr. CÁRITAS. “Justicia climática. En busca de una ética global”. Vatican City: Cáritas Internationalis, 2009. 34 su tirón en las economías de Asia y de Latinoamérica, modifican las relaciones entre países desarrollados y los llamados “países emergentes”. Lo que, evidentemente, generará cambios importantes en los polos de poder mundiales, y en el propio orden comercial, especialmente de las materias primas, y también de los bienes de consumo con efectos en los grupos y sectores de los llamados “países ricos” acostumbrados al exceso y al sobreconsumo como la crisis ha dejado patente. 2. En la estructuración del nivel económico. Estos cambios hacen referencia a estructuras claves del proceso mundial, pero no definen todo lo que significa “proceso en cambio”, pues estos cambios están plenamente permeados y entrelazados con los cambios en la estructuración del nivel económico como nivel preponderante en la sociedad. El cuarto es el cambio en el modelo productivo, desde la tan traída y llevada inversión en I+D+i que persigue una economía basada en el conocimiento, lo que implica una serie de efectos en cascada que modificarán la relación formación – empleo – protección – ciclos vitales. Es un cambio de nivel mundial, pues los países están “compitiendo en productividad” que depende del valor añadido, hoy claramente dependiente del conocimiento. Y esto estructurará sociedades no solo en el orden mundial, sino en la propia estructura social en la que los grupos no capacitados para este tipo de competición quedarán “al margen”, “fuera de“ las posibilidades económicas, sociales y culturales. El quinto tiene que ver con la relación entre lo económico y lo social que, habiendo configurado el modelo social previo a la crisis como “sociedad del crecimiento” (Cfr. VIº Informe Foessa), está definiendo el conjunto de estructuras sociales en la nueva estrategia europea como “opción de sociedad”. Y esa relación se construye desde el crecimiento al que se le apellida como inteligente, sostenible e integrador. De modo que estas dimensiones dejan de ser sustantivas para ser puramente funcionales al crecimiento económico. Todo lo que implica el conocimiento (y la educación, la formación), el medio ambiente, y la integración social toman su sentido de ser dimensiones y contribuyentes del mismo. Y se ha convertido en el patrón de referencia no sólo de las decisiones económicas, sino políticas y culturales, y de ética social. El sexto hace referencia a la redefinición de las relaciones laborales y sus consecuencias, pues la cada vez mayor adaptabilidad a los cambios económicos y de modelo productivo, la mayor flexibilidad en los contratos, y los efectos en las transiciones entre empleo – desempleo – formación – empleo, se está configurando como flexiseguridad sin las condiciones para la Inclusión Activa, que debe incluir la relación entre flexibilidad y seguridad, o sea, las garantías de continuidad entre empleo – formación – protección y servicios de calidad (13). 3. En la estructuración social. Además de los claros efectos de los cambios señalados en la estructuración social, hay que señalar los que de forma más significativa están afectando a relaciones sociales fundamentales de la sociedad (14): El séptimo es un cambio que podemos llamar institucional, o sea, hace referencia a la función de la Institución pública en particular; lo que se denomina la “desafección de la democracia” por decepción, ¿incluso descrédito? Y ello es debido a una conjunción de hechos: los fenómenos ocurridos de corrupción; la distancia sobre la práctica de la democracia en nuestras sociedades - LORENZO, F. Flexiguridad: oportunidades y riesgos en el actual mercado de trabajo en la Revista: “Lan Harremanak”, nº 16. Bilbao: Universidad del País Vasco. 2008 14 “En la perspectiva relacional, la sociedad y los singulares subsistemas están constituidos por redes de relaciones sociales en los que la intencionalidad y el vínculo están presentes en formas, proporciones y contenidos diversos. En concreto, los ligámenes pueden ser de naturaleza estructural o de naturaleza personal. En todo caso, una genuina perspectiva relacional no renuncia a considerar las relaciones sociales como hechos sociales totales”. Manuel Herrera Gómez: “El Tercer Sector en los sistemas de bienestar”; Edita: Tirant lo blanc. Valencia 1998; pág. 253. 13 35 dada la constatación de la dimensión de los problemas y el bajo nivel de compromisos y de actuaciones de las instituciones (multilaterales, mundiales y nacionales)-; la cada vez mayor “remisión a lo privado” de actuaciones que corresponden a la esfera de lo público, con la remisión al individuo y a la acción privada de responsabilidades de función pública cada vez más regidas por las leyes del mercado, y esta tendencia “in crescendo”; y el “descreimiento” y desvalorización de lo público y la política. El octavo, está referido al cambio poblacional dado el proceso de envejecimiento que recorre las sociedades. Y esto tiene un problema de base. Se trata de que el cambio generacional se da en los dos polos. En el polo de la juventud que, además de su pérdida de peso de los inactivos en relación con los activos y con el recambio poblacional, la precariedad e incertidumbre que recorre las sociedades especialmente en el mercado laboral ha hecho que se amplíe la edad de cierre del período “joven”. Y en el polo de la población post periodo de actividad laboral y envejecida, lo que además de lo que puede suponer como coste del peso de la población en pensiones y en dependencia, plantea un problema de crisis intergeneracional. La ampliación de la edad joven y el alargamiento de la vida post laboral, ha reducido el número de años y el número de personas que, en la edad adulta, debe soportar el peso de los inactivos, pues la población adulta en activo se ha estrechado y no tiene suficiente peso. Lo que supone la crisis del pacto intergeneracional anterior: los jóvenes pasaban pronto a población adulta, y así podían soportar el peso de la población postlaboral y envejecida, que tenía menos esperanza y tiempo de vida. Y esto hoy ha sufrido un giro radical. El noveno, es el cambio y el paso de sociedades con una amplia, o total, presencia de una cultura común y de historias compartidas, a unas sociedades con multiculturalidad y con historias de compleja, lenta y difícil tránsito a la interculturalidad. Y esto, que tiene expresiones muy potentes en el plano de un mundo global, lo tiene de forma muy significativa en el interior de sociedades desarrolladas, o mejor, ricas, con graves problemas de sustitución de la población activa, etc. Y plantea el problema de un proceso histórico en el que se juega qué integración y qué cohesión social, o qué proceso de confrontación. (Extracto de un artículo propio publicado en la revista de Cáritas Corintios XIII, nº 135) 36 Anexo V.- EL PROBLEMA SOCIAL COMO PROBLEMA ÉTICO, PUES DESVELA LA CULTURA (ENTENDIDA EN SENTIDO ANTROPOLÓGICO) Y LA ÉTICA QUE COMPORTA LA SOCIEDAD DE LA EXCLUSIÓN. 1.- Las raíces éticas de la crisis económica La actual crisis económica no es solo una crisis coyuntural o cíclica sino de carácter sistémico y no puede dejar indiferente a nadie ante la pregunta de ¿quién la padecerá?, pues es una crisis que está teniendo grandes repercusiones para la felicidad de las personas, para la construcción del tejido social y el propio modelo de sociedad. De ahí la pertinencia de señalar sus raíces no sólo económicos sino también éticas. De modo sintético las podemos resumir en: - La magnificación del sistema financiero, que ha acabado siendo un sistema económico al margen de la economía productiva o real, llegando a construir el propio sistema financiero como un espacio económico propio, ya que es un espacio económico que funciona sin normativa ni vigilancia, llegando a la contradicción de efectos perniciosos de que es un espacio construido al margen de “lo humano que gobierna lo humano”. - Todo se ha convertido en mercancía y el “mercado” ha funcionado al margen de la política, el derecho y la ética que, incluso técnicamente no podría reclamar para sí credibilidad, pues a pesar de sus proclamas en contrario no ha solucionado ni el hambre, ni la pobreza, ni el trabajo, ni la sostenibilidad. - Comportamientos “inapropiados” e inmorales de personas y de instituciones. Esto es visible en las decisiones, remuneraciones, etc., especialmente bancarias y políticas, como bien presenta el documental Inside job. - Es, por último pero no en último lugar una crisis antropológico-cultural, con elementos como: 1. el fetichismo del “dinero”, 2. la falta de “relación”, 3. la insaciabilidad de riquezas, y 4. el juego malévolo de la “confianza” convertida en “intereses creados”. 2.- Elementos de la crisis antropológico-cultural. 2. 1.- Más es igual a mejor. La centralidad de la cantidad (del crecimiento, del “quantum”, del crecimiento de lo cuantitativo, de lo económico, del PIB). Con ello ha quedado desplazada la centralidad de la persona, de sus necesidades, de sus capacidades y potencialidades, y ha reducido el desarrollo al crecimiento económico. Y se ha transitado a una sociedad centrada en el individualismo, el consumo, la persona como objeto para la producción, etc., en la que el crecimiento económico ha sido desigual, no ha posibilitado la redistribución de la riqueza de una forma justa y equitativa. Con ello, ha quedado trasmutado la propia concepción de la sociedad y del bien común que debería ser la finalidad de un desarrollo integral. De ahí que la creación de tejido social y comunitario, no es tomada como un bien social en sí; sólo va unido al interés de gestión de recursos, especialmente de gestión económica. En nuestra sociedad el crecimiento se ha convertido en el parámetro fundamental, según el axioma de que más es igual a mejor. De modo que la cantidad es la que valida la calidad. Y a ello se debe sacrificar lo demás. Crecimiento que, sin otra lógica, se identifica con Bienestar. Por tanto se confronta con la satisfacción de las necesidades como criterio, y relega la desintegración y la exclusión como cuestión que debería estructurar las decisiones; por lo que acaba constituyendo el conflicto en torno a la cohesión social como problema político número uno (no planteado ni abordado). 37 Es la realización del axioma dominante en la “sociedad del crecimiento” de que más es igual a mejor. Es la realización del axioma dominante en la “sociedad del crecimiento” de que más es igual a mejor Según esto, ¿qué valor posee el sujeto? Un modelo de sociedad identificada con el crecimiento económico como paradigma social, y con la apropiación individual del crecimiento (cuya manifestación tipológica es el "consumismo"), identifica necesidad con deseo, y éste con la posesión que ahoga todo proyecto de satisfacción que no se resuelva en lo inmediato. Como fenómeno social toma forma de propuesta en la objetivación de las decisiones en los propios deseos. Como categoría cultural identifica el fragmento con lo real. Lógicamente la ética individualista y neodarwinista encaja bien, así como la ética calvinista del éxito. Lo que se ha introducido en forma más o menos disimulada y secular en los comportamientos de los propios creyentes. Por lo que el pobre-el que no llega-el excluido, es el autorresponsable. Y de ahí, ya, el culpable. 2. 2.- El precio como la medida del valor. En este modelo de sociedad, incluso la vida de cada individuo tiene un valor mercantil; es decir, cuando todo se mide y se cuantifica por su valor económico esto mismo se acaba aplicando a la valoración de lo que merece o no merece la pena que el ser humano dedique sus energías. Lo que explica que el precio, no el valor, (“sólo el necio confunde valor y precio”, A. Machado) sea el patrón de referencia a la hora de tomar las decisiones. Todo lo que no es validado por el mercado por su productividad, por su rentabilidad y competitividad, debe ser rechazado. De ahí deviene la concurrencia como el valor fundamental. Y eso sin límite; o sea, si la competitividad necesaria para ser validada por el mercado se basa en expolios de la naturaleza o en la explotación de las personas, no se considera como cuestión relevante. La cuestión es la prevalencia ante el resto de 'oponentes' o competidores en el mercado. Y, lo que es más sangrante, esto queda legitimado por su contribución al P.I.B., es decir, al crecimiento y, desde ahí, al bienestar. Por lo que el bienestar queda significativamente reducido a los elementos mensurables y, finalmente, a su precio. Sin que se considere necesario que habría que contabilizar todos los destrozos realizados para ello como deseconomías, como nobienestar. Por tanto se confronta con un problema de fondo como es la inversión de la relación entre las personas y las cosas; por lo que relega la cuestión de las garantías de los derechos económicos y sociales, como principios rectores de las decisiones económicas. Y se cumple el segundo axioma: el precio es la medida del valor Según esto, ¿qué valor posee el sujeto? En la sociedad de la mercancía, todos quedamos igualados en el consumo, quedando velada toda otra situación, pues el consumo está desligado de toda la base y condiciones sociales en que se asienta la persona, los grupos sociales, la sociedad, quedando todos reconvertidos en un atomismo individual paralelo al precio de los átomos que se intercambian en la compra/venta, en la oferta/demanda. Como fenómeno social hace desaparecer toda dialéctica entre ser y tener: tener para ser/no ser por no tener/no ser por 'sobretener’; unos no son/por tener otros lo suyo. Es decir, la dialéctica tener-ser como dialéctica antropológica; y la dialéctica tener-ser como dialéctica estructural. 38 Como categoría cultural identifica el futuro como el terror, pues al identificar consumo y ser, todo lo que se resuelve en el proceso de “apropiación para su uso (consumo)”, no es; por lo que sólo considera anclado en firme lo que ahora se puede tener. Lógicamente esto encaja bien con la ética de la “celebración” de la acumulación y de la "celebración" (goce-disfrute) de lo inmediato, pues se produce una identificación de la posesión y del consumo con el ser, por lo que "tener" es el sustantivo que atomiza y anula el "ser", que queda como el adjetivo intrascendente. Por lo que el pobre es el perdedor, el que se debe construir bajo negaciones. 2. 3. Sin sujeto social. Esto da de sí una sociedad que no da valor a los bienes relacionales, “porque no tienen precio” para ser puestos en la compra / venta., que es lo que adjudica el precio. Por tanto, el que marca las opciones de lo que vale o no vale, es el mercado. Lo que nos lleva a una sociedad “sin sujeto” (¡!), pues el mercado intercambia objetos. Desaparece con ello cualquier “intangible” sin cuya aportación no puede haber sociedad. Tan grave es esto que la manifestación más radical está en la propia crisis que vivimos, pues en su base más profunda la crisis es una pérdida de la confianza, que constituye uno de los bienes relacionales más significativos socialmente hablando. Y sin esa confianza, no puede funcionar el mercado ¡Por cierto!, se reclama confianza cuando se trata de la confianza en el capital, del dinero, como un bien a proteger; pero no se aplica el mismo baremo a la seguridad en el empleo, en la vivienda, en la protección social, por ejemplo, que son bienes de obligada protección. Identificado crecimiento con bienestar, la cuestión es quién es el sujeto social. Y la respuesta es, sistemática y metódicamente, el individuo. El individuo, sin ninguna connotación a 'los otros', es lo único que se considera real; el resto se considera fabulaciones. Por sí mismo, el individualismo sospecha de los demás como de potenciales enemigos de 'su' bienestar. Lo que no es sino la traducción social y cultural de la concurrencia como ley básica de la economía, trasladada a ley de la sociedad. Por tanto se confronta con la sociedad a la que despoja de otros referentes antropológicos y sociales. Lo que constituye un fundamento enfermizo para una sociedad, pues desde el individualismo metodológico se sospecha y recela; o sea, se construye una sociedad infeliz y ansiosa, e injusta, pues acapara lo que no necesita despojando de ello a otros en su afán de cubrir su angustia con las cosas. Que no es sino la aplicación del tercer axioma: el mercado es el constituyente de la relación societal. Según esto, ¿qué valor posee el sujeto? En el Mercado no aparece la dimensión social, y por ello solidaria, puesto que absolutiza el fin con lo inmediato, la sociedad con la posesión, en el que no hay lugar ni cabida para transcender hacia el "otro", el diferente, que aparece como el potencial disputador del beneficio, del bienestar que el individuo ha alcanzado. Como fenómeno social legitima la fuerza de los "grandes" que quedan consagrados como los imprescindibles dinamizadores de la sociedad, pues su capacidad de consumo queda ‘bendecida’ como motor generador de riqueza. Como categoría cultural al no haber proceso, no hay esperanza. La incapacitación para la dimensión social y la no contemplación de la esperanza en su horizonte cultural, impide la relación con el tú como parte del propio yo, y "cierra" la trascendencia al "OTRO" como fundante del "nosotros". Lógicamente esto encaja bien con la ética del poder, o la identificación de consumo y poder, pues es lo que me garantiza lo inmediato, desde lo que poder ser. Por lo que el pobre es el que crea la inseguridad ante el que defenderse. 39 2. 4. En resumen. Todo ello produce que el entramado social sea un entramado construido sobre fuerzas que se repelen: - un tejido social construido sobre la base de lo económico validado por el Mercado, sobre la mercancía, es un tejido sin sujeto, pues el mercado intercambia objetos. - la valencia en que se apoya es la repulsión y no la integración social (el tipo de 'competición' en el mercado es su catalizador); la exclusión social, y no el proceso de solidaridad, es la manifestación de una cultura social 'que rechaza' (y las rupturas y fracturas sociales son la manifestación simbólica-límite más reveladora). - el "ser social", el "vivir social", se identifica desde una conciencia de aseguramiento individual de lo que a los individuos (que pasan a ser "mónadas" sociales) les diferencia de los que no se han salvado de la crisis (de la sociedad “fracturada”). (Texto propio) 40 Anexo VI.- ESTRUCTURAS SOCIALES, MODELO SOCIAL Y VALORES. Al llegar a la profundidad de este proceso, la crisis económica se ha convertido en crisis antropológica. Es decir, estamos fraguando un proceso de presente y de futuro en un contexto que algunos plantean, al menos como pregunta, como crisis de civilización, pues los supuestos en que se asienta no sólo no están resolviendo los problemas sociales que recorren nuestras sociedades, sino que tampoco se están resolviendo los propios problemas económicos, políticos; en definitiva, se están poniendo en evidencia cuestiones referidas al modelo de sociedad. “Los aspectos de la crisis y sus soluciones, así como la posibilidad de un futuro nuevo desarrollo, están cada vez más interrelacionados, se implican recíprocamente, requieren nuevos esfuerzos de comprensión unitaria y una nueva síntesis humanista” (Cáritas in Veritate, nº 21). ¿Cuáles son las tendencias sociales en que están configurando el modelo de sociedad? ¿Cuáles son los retos que todo ello nos plantea para una adecuada ubicación en nuestra actuación en el espacio / tiempo en que nos encontramos? 1. LA REDUCCIÓN AL ‘QUANTUM’. Nuestro modelo social ha colocado en el eje de sus decisiones la centralidad del “quantum”, del crecimiento de lo cuantitativo, de lo económico, del PIB. Con ello ha quedado desplazada la centralidad de la persona, de sus necesidades, de sus capacidades y potencialidades, y ha reducido el desarrollo al crecimiento económico. Y se ha transitado a una sociedad centrada en el individualismo, el consumo, la persona como objeto para la producción, etc., en la que el crecimiento económico ha sido desigual, no ha posibilitado la redistribución de la riqueza de una forma justa y equitativa. Con ello, ha quedado trasmutado la propia concepción de la sociedad y del bien común que debería ser la finalidad de un desarrollo integral. Este sistema no hace por sí mismo una redistribución de la riqueza. Lo que hace caer mitos que eran, y son, considerados como axiomas, como el que el crecimiento, y el empleo para el crecimiento (aun habiendo logrado antes de la crisis casi el pleno empleo), iban a acabar con la pobreza y exclusión. No ha sido así, y ha demostrado el fracaso de las políticas sociales que se han estancado en la lucha contra la pobreza y la exclusión. Lo que en una situación de crecimiento económico sostenido parecía una falta de realismo cuando asegurábamos la persistencia de la precariedad, de la pobreza, de la privación, de la exclusión, en el actual contexto de crisis hace necesario –casi obligados- a hacernos una nueva y más profunda pregunta: esta crisis, ¿es sólo una crisis económica?, ¿Es una crisis “social” más allá del crecimiento económico? Y si esto es así, ¿por qué? En definitiva, ¿qué es lo que anda en juego? Es decir, hay que analizar no ya sólo los aspectos económicos y políticos de esta crisis. Se trata de analizar también su componente antropológico y “societal”, o sea, la dimensión socioantropológica del modelo de desarrollo social para “entender significados”, lo que significa la crisis. 1. Para ello vamos a fijarnos en tres principios que funcionan a modo de tres axiomas configuradores del orden social: a. b. Más es igual a mejor (subordinación del ‘quale’ al ‘quantum’) El precio es la medida del valor (confundiendo ambos aspectos y deduciendo el segundo c. Validado por el mercado, que es el que da la medida del valor. al primero) [Ya se han desarrollado en el Anexo V) 41 2. Esta socio-antropología trastoca la articulación de las relaciones constitutivas fundamentales: reciprocidad, redistribución, intercambio. [Ya se han desarrollado en el Anexo III) 3. Todo esto tiene, al menos, dos consecuencias: que la ”mercantilización” de lo social (y de los servicios, y de las relaciones entre agentes) sea cada vez más dominante en todos los ámbitos, incluido el de la política social, de la acción y de los servicios sociales; que se sobre-entiende, sin necesidad de demostración ulterior, que el perdedor (el pobre, el excluido, el débil, …) queda “negado” y reducido a la insignificancia. Dado que el modelo antropológico subyacente está estructurado en torno al acumular y al consumo, queda invertida la relación Ser / Tener. La expresión y manifestación más potente en nuestra sociedad de cuál es su antropología está referida a su “identidad formal”, no a sus contenido real: es la ‘autovalía que vende’ (en el mercado social, no sólo en el económico). El que no tiene nada que vender, “pierde”, “no es nada”. 2. UNA MUNDIALIZACIÓN EXCLUYENTE La pobreza en la actualidad tiene rostro mundial. Por lo que ni los movimientos humanos (inmigración), ni los conflictos, catástrofes, etc., pueden ser bien explicadas si no se comprende este sistema / mundo. No podemos pretender disfrutar de las ventajas de este sistema / mundo, para luego echar por la ventana nuestros compromisos. Las fronteras de la responsabilidad se amplían e intensifican reclamándonos un compromiso universal. Para ello debemos ser muy conscientes de lo que significa este sistema / mundo. La globalización ha supuesto una ruptura de las coordenadas espacio-temporales y ha supuesto la expansión de las fuerzas de mercado a nivel mundial sin los obstáculos que supone la intervención pública. Dicho proceso ha supuesto un crecimiento económico importante en algunas zonas del planeta a costa de otros territorios. La desigualdad económica entre regiones del planeta es indignante e insostenible. No es que existan diferencias entre países es, como se suele denominar, “un abismo” éticamente inaceptable y grosero. Además, la misma lógica del sistema, en todos los territorios del mundo, va orillando a personas y colectivos en los márgenes del “crecimiento”. La lógica del sistema mundo abandona países, desampara a personas, prescinde de pueblos y colectivos. El ansiado crecimiento es un proceso que se realiza a costa de personas y pueblos. Esto tiene, al menos, dos consecuencias: Por primera vez, la masa humana ha dejado de ser necesaria desde el punto de vista material. La exclusión social presenta un panorama en el que una proporción importante de la población mundial está pasando de una situación estructural de explotación a una posición estructural de irrelevancia. La exclusión se vuelve invisible, irrelevante, población sobrante ... Nuestro nivel de consumo, nuestra manera de contaminar, los intercambios comerciales, nuestra política de defensa tiene una relación, y consecuencia directa, en el resto de países del mundo. Sin duda, dicha interconexión nos reclama una nueva forma de responsabilidad en el mundo. 3. LA CONSOLIDACIÓN DE LA VULNERABILIDAD. Las realidades de pobreza y exclusión se manifiestan a través de expresiones diferentes. Todas ellas responden a una misma construcción basada en estructuras que configuran nuestro modelo social que lleva inexorablemente a la generación de vulnerabilidad. Una vulnerabilidad 42 más contenida en épocas de bonanza económica y más generalizada épocas de crisis. En cualquier caso es propia del modelo. Estamos en un contexto de empleo productivo escaso y con unas prestaciones sociales que manifiestan una profunda vulnerabilidad (baja intensidad protectora) en el ámbito de las rentas, además con una clara tendencia a la privatización de los servicios (hacia el mercado o hacia las organizaciones sociales de ayuda). Además, la lógica de bienestar precario que mantiene las prestaciones en una baja intensidad protectora debilita la solidaridad de la sociedad para los grupos más desfavorecidos, y genera una “dualización” del bienestar al distinguir entre grupos “solventes” y no solventes, dirigiendo sus recursos a los primeros que, además, han dado entrada a la lógica mercantil del beneficio en la provisión del bienestar. Consecuentemente se invisibilizan los pobres escondiéndolos, pues sólo salen los previstos, (como ha ocurrido con la dependencia pero no otros grupos, como p.e. la pobreza infantil). El tratamiento de las políticas de inserción es un tratamiento mini económico y sin una clara apuesta por la inserción. Y se va construyendo una sociedad polarizada: los con trabajo versus los en paro, los inmigrantes versus los autóctonos, etc. Por lo que la exclusión social (ruptura de los sustentos precarios + déficit de accesibilidad a los derechos + pérdida de vínculos) resulta una consecuencia inevitable en la lógica sistémica. Que llega a asimilar a las personas excluidas a “residuos improductivos”. Desde esta lógica el único problema es cómo “reciclarlos” para que dejen de ser residuos y se conviertan en “productivos” para el sistema. La exclusión responde a esta lógica que la construye como una situación compleja de cruce de relaciones estructurales, sociales y personales; constituida por varias dimensiones que se retroalimentan y no responden a una lógica unidimensional ni lineal; que en cada situación concentra y manifiesta esa complejidad en diversos grados y niveles de mayor o menor gravedad. Esto tiene, al menos, dos consecuencias: • • la exclusión social (ruptura de los sustentos precarios + déficit de accesibilidad a los derechos + pérdida de vínculos) resulta una consecuencia inevitable en esta lógica que llega a asimilar a las personas excluidas a “residuos improductivos”. Desde esta lógica el problema que se plantea es cómo “reciclarlos” para que dejen de ser residuos y se conviertan en “productivos” para el sistema. (¡¡¿¿Son éstos los que llegan a nuestros centros??!!) la exclusión responde a esta lógica que la construye como una situación compleja de cruce de relaciones estructurales, sociales y personales; constituida por varias dimensiones que se retroalimentan y no responden a una lógica unidimensional ni lineal; que en cada situación concentra y manifiesta esa complejidad en diversos grados y niveles de mayor o menor gravedad. (¡¡¿¿Cómo actuar??!!) 4. INDIVIDUALISMO. 1. La pérdida del “otro”. 1.1. Las relaciones de este modelo de desarrollo son relaciones vueltas al individuo. Es cierto que la crisis nos está obligando a la pregunta por el propio significado del crecimiento. Ya sabíamos antes de la crisis que en relaciones entre crecimiento – desarrollo – distribución, aparece de forma contundente la ruptura entre ellas. Así, las relaciones de distribución y cualquiera de las relaciones que hacen efecto al empleo, a la protección social, a la lucha contra la pobreza y la exclusión, están endogámicamente centradas en el crecimiento. Ahora bien, siendo esto en sí mismo grave y de pleno significado, lo más significativo no es eso sino el que las relaciones sociales en torno al crecimiento son relaciones cerradas a la sociedad, 43 es decir, a la necesaria capacidad y aportación del mismo a “crear sociedad”. Están clausuradas en torno al propio crecimiento que, así, da la espalda a las condiciones que “crean sociedad”, cohesión social, justicia social. La sociedad es sobrepasada (el desbordamiento económico), el tipo de vida social se desvincula de las necesidades y de las funciones de los sistemas sociales. Por ello, antropológicamente, las relaciones de este modelo de desarrollo son relaciones vueltas al individuo que se define a sí mismo únicamente en la relación consigo mismo. Y eso mismo define la vida social, que deja de ser definida desde la relación y la “comunicación con los otros”. Más aún, hay quien eleva la vuelta al individuo como el máximo exponente de lo que debería ser y debería hacerse, pues proclama la “quiebra de la alteridad” que se produce en este “volverse a sí mismo”, como la constituyente del individuo y, por ende, de la sociedad. 1.2. El individuo como ¿sujeto? social. Éste es el “sujeto social”, el que únicamente dice “yo”, y tiene conciencia de que eso es lo que le constituye en derecho, y se propone como objetivo reivindicarse como “yo”. Es en el individuo, en la busca de sí mismo, de ser para sí, donde se centra el paradigma social que hace que emerja un Yo sin un Tú, donde el otro es el potencial competidor del crecimiento que el individuo debe conseguir, poseer y acaparar. Lo que está en cuestión es el propio “vínculo social”, pues “el otro” es un inexistente ante las condiciones del crecimiento como patrón de la relación social, y queda constituido “el-crecimientodesvinculado-del-otro” como el Totem que veri-fica lo que es bueno o no es bueno para el ser social, y para cada una de las personas de la sociedad. Este paradigma conforma una sociedad en que las dimensiones socio – comunitarias han acabado constituyendo un ámbito privado, casi no-social, haciendo emerger en cambio al individuo como el único sujeto legitimado, pues es el único sujeto posible en un modelo de crecimiento económico que se conforma como el patrón de lo que es y constituye la base social, la sociedad. Y esto de forma estructural, o sea, que constituye y estructura ese modelo de crecimiento – desarrollo –distribución. Cualquier cultura (cualquier proyecto, cualquier grupo – comunidad) que tenga como eje la “excentricidad”, o sea, encontrar el sentido en el “otro”, queda situada fuera de ese paradigma y, por ende, fuera de la legitimidad social que el modelo de sociedad estructurado en torno al crecimiento como validador de lo social ha sentenciado cuasi como de derecho natural. 1.3. Ha habido que “volver a la sociedad”, pero se reafirma el individuo. Así, cuando el individuo ha desarrollado todas las potencialidades de este proyecto, ha generado una situación que está en la base del crack que está representando la crisis. Porque, ¿qué significa que las únicas medidas que se han tomado para hacer frente a la crisis, hayan tenido que ser asumidas por “sociedad” que, a través del Estado, ha tenido que “hacerse cargo” de los destrozos que no había causado? Es decir, ha habido que “volver a la sociedad”, pues ha sido con los recursos de “todos, de toda la sociedad”, como ha habido que reflotar el sistema financiero, las inversiones para intentar paliar y salir de la crisis. Ha habido que recrear la sociedad, e incluso la propia política, que es justamente la que había desaparecido. Pero, a pesar de todo, la prevalencia del individualismo no está quedando cuestionada. Hay toda una antropología “sin tocar”, que sigue siendo continuidad del proyecto que ha hecho crisis. 2. La fragilización del vínculo social. El individuo autosuficiente e independiente se erige como paradigma. Exige ocupar en la sociedad todo el lugar como algo que a él sólo corresponde y reivindica recibir todos los éxitos, considerando los fracasos como responsabilidad sólo del individuo. Dejando su rol reducido al de objeto/mercancía, de modo que para sobrevivir y/o estar ha de adecuarse a los flujos cambiantes del mercado. A diferencia de otros cambios sociales que precisaban de una reconstrucción del sujeto, de hacer una persona diferente, el modelo social en el que estamos no lo precisa, sino que lo que 44 realmente le resulta útil es la destrucción de la capacidad de ser sujeto individual y colectivo, de ser protagonista y actor consciente y responsable de su vida y de la historia. Como corolario de esta emergencia individualista, tenemos la fragilización de los lazos comunitarios, la práctica desaparición de los espacios de vinculación secundarios (tejido asociativo), y el debilitamiento de los primarios (familia, vecindario…); así como la disolución del territorio como espacio-lugar; y la perdida de lo comunitario como el elemento sustantivo que dota de sentido y originalidad a lo social humano. Aparte de las no pequeñas cuestiones económicas que esta crisis ha dejado y dejará como efecto, y de las cuestiones político-institucionales que habrá que ver cómo se configuran “ex novo”, y de las nuevas relaciones internacionales con la energía, con la alimentación, con los países emergentes, etc., no podemos obviar el cuestionamiento antropológico-social. “No estamos autorizados a esta ceguera”. 3. Esto tiene, al menos, dos consecuencias: • • ¿qué hacer para el retorno del “sujeto”, de la persona como sujeto? Es decir, hay que poner en el centro de la tarea dos cuestiones clave: - la acogida / acompañamiento como eje de la acción que o es un proceso (un proceso “de ser”), o se queda en la periferia. - “no hay texto sin contexto”, o sea, no existe posibilidad de ser persona sin contextos personalizadores, y eso son contextos comunitarios, lugares y espacios de sentido humano ¿cuáles son los Recursos fundamentales? Para nosotros adquieren sentido prioritario los Bienes Relacionales. Ésta es la cuestión de los recursos de la comunidad y, por ende, de Cáritas (amor, frater, spes, gratuidad, acogida, entrega, donación, etc.), y cuál es – debe ser- su rol, y su articulación con los Bienes convencionales. 5. LO PÚBLICO COMO ESPACIO DESHABITADO. 1. El espacio de lo público está deshabitado, al menos ha perdido su densidad y su consistencia. En primer lugar porque se considera reducido “lo público” al ámbito del Estado, de las Administraciones públicas. Y, en segundo lugar, porque ha desaparecido de la conciencia común, y de su perspectiva y de su agenda, que el espacio público es el espacio de los derechos, por lo que es un espacio de participación de muy diversos actores, desde la lógica y real diferencia en los roles y funciones de los diversos agentes que actúan en él Son escasos y nada fáciles los espacios para el debate y la deliberación, y mucho menos si tratan de incluir en ellos a los “no profesionales” de lo político. El tercer sector, las organizaciones sociales, las organizaciones voluntarias deben tener entre sus primeras preocupaciones la “recreación” del espacio público. Desde sus actuaciones las entidades sociales están llamadas, como entidades intermedias, a regenerar el espacio público, dentro del diálogo, la construcción y la reconstrucción del tejido social y solidario, y la justicia. Es una responsabilidad que seguramente siempre hemos tenido pero nunca con tanta urgencia como hoy. O vamos generando puentes o el espacio público quedará siendo un espacio simplemente deshabitado o manipulado por los poderes sociales, económicos o políticos. En nuestro mundo el incremento de la libertad individual puede coincidir con el incremento de la impotencia colectiva, en tanto que los puentes entre la vida pública y la privada están desmantelados o ni siquiera han sido construidos. Las organizaciones tienen la capacidad, o al menos la potencialidad, de ser mediador entre lo privado y lo público. No hay espacios puente entre lo público y lo privado, donde desplegar preocupaciones, sensibilidades y responsabilidades como seres sociales. Más allá de algunas respuestas puntuales y efímeras apenas se dan “marcos cohesionados” de propuestas y protestas entre 45 diversos agentes, instituciones, movimientos, etc. Y por supuesto, aun en la escasez de estos espacios, la presencia y participación de las personas excluidas es prácticamente nula. Hoy la única acción que parce ser considerada legítima es la acción reducida al individuo (es la otra cara de la pérdida de lo público, del espacio común, del espacio de los derechos que entre todos consolidamos, garantizamos y defendemos), dejando en sospecha y duda de que cualquier otro planteamiento de acción común, colectiva, comunitaria se deba al interés y/o aprovechamiento particular. Lo que supone un claro reto para instituciones, organizaciones y entidades –como es nuestro caso- cuyas acciones deben ser proyectos compartidos que tienen presencia, dimensión y repercusión en lo público, y cuyas voces ponen altavoz a lo que en ese espacio ocurre, pero está in-visibilizado, oculto a lo “público” y sin repercusiones en los compromisos públicos. Este reto tiene una especial repercusión en el papel que hoy se asigna, o se pretende asignar al voluntariado en el espacio público. 2. El voluntariado como actor con identidad propia. Es común, incluso entre las propias entidades de voluntariado, ubicar, entender y plantear el voluntariado desde fuera de él, p.e., desde las carencias de la sociedad, de sus individuos, grupos y comunidades; desde las necesidades de las instituciones, de los servicios, de las prestaciones. Y esto, en momentos de crisis como el que vivimos, de una forma especial, alabando incluso su “utilidad”! (¿para quién?) para atender a los “efectos” de la crisis. Éste es uno de los problemas más graves del voluntariado, pues de esta forma se le define y se le ubica en el espacio de la acción, en el espacio de lo público (entendido según lo antes expuesto) definiéndole desde fuera, ubicándole como un instrumento, utilizándole como un recurso. Desde ahí, se adjudica al voluntariado el rol subsidiario del Estado y se le considera sustituto de su responsabilidad. Por lo tanto la cuestión debe ser planteada de otra forma; o sea, ¿qué encontramos cuando nos acercamos a entenderle ‘desde dentro’ de sí; es decir, desde entenderle de cómo se hace cargo el voluntariado de la realidad de la propia sociedad ? La respuesta es casi tautológica, o sea, siendo él mismo en su tener, en su hacer y en su estar en la realidad, y sólo así, siendo en su ser. Esto quiere decir que el voluntariado va a encontrar su ‘identidad’ en la realidad y en la realización de ese hacerse cargo de la sociedad, no en el discurso sobre su ser. Incluso más, su ser será lo que se esté realizando (lo que de hecho se realice) en ese hacerse cargo de lo que en la realidad existe y se manifiesta como pobreza, exclusión, marginación, personas que no cuentan, que son considerada prescindibles, etc. Resolver esta cuestión es resolver la cuestión de ¿tiene el voluntariado algún valor añadido? Pues si es así, será un actor en el espacio público cuya presencia es validada por si mismo, y su ausencia será un déficit en la propia estructura social, un déficit de la propia sociedad que manifiesta la “calidad moral” de una sociedad que no se hace cargo de sus propias fracturas sociales, de las personas pobres y excluidas. Veamos pues el tener, hacer y estar del voluntariado en esa tarea: El voluntariado desde su tener. ¿Qué “tiene” el voluntariado? Aparentemente nada. ¿Lo que le dan para que de? Esto es así cuando se le considera agente de crecimiento, no de desarrollo. Pero el voluntariado por tener tiene un montón de bienes, eso sí, se trata de bienes intangibles . Son “bienes relacionales” cuya característica es que a medida que se usan crecen, y si no se utilizan decrecen; justamente lo contrario de los bienes convencionales. Y, sin entrar en una enumeración, mencionaré sólo uno, el de la “gratuidad”: - gratuidad como gratis, como bien no mercantil, pues el voluntariado es manifiesta realización de que “hay algo” que no se reduce al intercambio crematístico de compra-venta, pues actúa sin contraprestación; - gratuidad como gracia, como don que acoge, acompaña, potencia, etc; 46 - gratuidad como gracia, ‘con salero y chispa’, que ‘hace gracia’, es decir, que positiviza la expectativa de novedad que rompe el pesimismo, etc. Y este “tener” tiene que ver con el derecho de todos a tener derechos, vínculos, redes, socialidad, solidaridad, apoyo, amistad, etc. Y esto le ubica mejor en la clave de su rol de “potenciador de capacidades y potencialidades”, (empoderamiento), más que en el de las prestaciones y los servicios. El voluntariado desde su hacer. Un “hacer” que da soporte a otros para que puedan ser. Es decir, su hacer es un hacer para hacer ser, en el que el activismo es la negación, pues en el hacer del voluntariado está su hacer hacerse como voluntario, además de hacer que las personas puedan ser. Y esto tiene que ver con que el sujeto de la acción no es él mismo voluntario o los otros (a los que se suele considerar como usuarios), sino el diálogo entre todos los actores de la acción y, por ello, también las personas a las que dirige su acción como actores de su propio desarrollo. Y esto le ubica mejor en el “espacio de lo público” y le identifica como actor y agente desde su propio rol. El voluntariado desde su estar. Estar no es un verbo estático, sino muy dinámico, pues nos ubica en un espacio / tiempo. Es decir, su estar nos ubica en una estructura y una historia, estableciendo nexos, uniones, vínculos, relaciones, etc., que rompen las dinámicas excluyentes. Y esto le ubica en el espacio de la sociedad y de su cultura social, y del propio imaginario colectivo, a los que plantea que es posible otra sociedad, otra cultura, otra capacidad de acogida, empatía y esfuerzo por la cohesión y la justicia social. Por tanto como crisol de valores y estructuras a las que contribuye para la construcción de una sociedad comunitaria y accesible. Y siendo así en su tener, hacer y estar, es como es el voluntariado en realidad, y eso es lo que es el voluntariado en su ser. Es decir, el ser del voluntariado se caracteriza por los valores que aporta en su realidad y en su realización desde su tener, su hacer, su estar, sin los que la sociedad se empobrece. Su ser, por tanto, no es un discurso ni unas palabras bien sonantes, sino algo que se trasluce desde lo que se practica. Y esto le ubica en los procesos de sentido y significado y, por ello, en los procesos de cambio y de proyecto social. 3. Esto tiene, al menos, dos consecuencias: • • Nuestra presencia, tanto en la proximidad de las personas, así como en los “proyectos de base” en que se concreta el compromiso de los grupos y comunidades, como en el ámbito público, es y debe ser: - “una parábola de los “síes”, es decir, una parábola real, actuante y efectiva de todos los “pequeños relatos” que buscan hilvanarse en el “gran relato” de la filiación y la fraternidad universal, - y una “parábola de los “noes”, es decir una palabra que defiende, insta y denuncia lo invisible como visible, lo negado como afirmado, los insignificantes como significantes en plenitud de dignidad. la gratuidad, la reciprocidad y el “retorno del don”, el acompañante del “frater”, es lo más consistente de lo que entendemos por voluntariado (y nos aleja del voluntariado como sustituto, o subsidiario, de obligaciones de otros, o puro prestador barato de servicios, y nos hace operantes ante los retos que hemos ido identificando). 47 6. ESTRECHAMIENTO DEL LUGAR PARA EL SENTIDO. 1. Una sociedad vertebrada como agregación de de individuos no tiene lugar para ningún sentido compartido, y sin él no lo hay para una ética común. Un individuo convertido en objeto/mercancía, que no es ya sujeto, no necesita de un sentido individual sobre el que construir una ética ni una moral que llame al compromiso personal y social. El problema no es la competencia de ofertas de sentido, sino su ausencia. Hemos pasado del “sentido único en monopolio” al “pluralismo de sentido” y de éste a la “ausencia de sentido”. Nuestro mundo que presumía de haber roto el sentido único del mundo (proceso de secularización) y que ostentaba la multiplicidad de ofertas de sentido como fruto del progreso, se encuentra con un hueco vital de sentido que no sabe encontrarlo. Nuestras sociedades plurales y pluralistas no encuentran sentido para con-vivir y muchas de sus acciones se limitan a un mero co-existir. Nos enfrentamos a una ausencia de discursos con valoraciones densas (“principios por los que vale la pena morir o vivir”) que llamen al compromiso. En el mercado de los discursos existen muchos, unos fundamentalistas, otros estéticos, otros pragmáticos y otros tantos que son proclamas de “idealismo evasivo”. 2. En este contexto es en el que pretendemos ser significativos, desarrollar acciones y propuestas de sentido que sean significativos (15). Pero con su sola afirmación no es suficiente, pues para que sean significativos deben tener determinadas cualidades, ¿qué cualidad? Para empezar, podemos decir que una parte de la realidad toma "significación" en virtud de que dicha parte de la realidad está en relación con las ideas de valor con las cuales abordamos la realidad concreta. La cuestión queda situada en el ámbito de las cualidades que identificarán nuestras acciones. Y la cuestión es que no son acciones significativas sólo aquellas de tipo más o menos excepcional que son más relevantes pues todas las acciones 'significan' algo. Por ello debemos cuidar que lo que significan, lo que hacen 'visible', sea acorde a las cualidades que deben tener. ¿Qué es, pues, lo que debe impregnar todas y cualquiera de nuestras acciones para que lo que signifiquen sea acorde a lo que pretendemos? En primer lugar, debemos cuidar que nuestras acciones sean punto de referencia y pauta que, con una gran carga de calidad, muestren a otros un talante propio de saber hacer y ofrezcan un estilo que invite a recorrer el camino del servicio a los pobres y excluidos de una manera peculiar; incluyéndoles siempre en el centro de la acción, como sujetos primeros de su propio desarrollo, y evitando todo tipo de proselitismo que suponga una manipulación de las personas con las que trabajemos. El primer referente para ser significativos es, pues, el propio ser humano. Parece lógico, pues la referencia debe ser la dignidad de la persona que recibe la ayuda. En segundo lugar, nuestras acciones, por muy sencillas y cotidianas que sean, tienen que surgir de motivaciones claras y estar impregnadas de valores alternativos que permitan traslucir su significado, que no es otra cosa que la construcción de una sociedad inspirada en los valores del Reino. El segundo referente viene exigido desde un real hacerse cargo de la dignidad de las personas que reciben la ayuda; o sea, no es posible el pleno desarrollo de las personas en una sociedad 15 Cfr. V. Renes: “Acciones significativas”, Rev. Corintios XIII, nº 93, enero-marzo 2000 48 que lo haga inviable. Y viceversa, debe ser prioridad máxima el que las sociedades hagan viable el máximo de desarrollo de la dignidad de todos los seres humanos. Evidentemente esto es 'tomar partido'; es decir, es una toma de postura axiológica, pues no desde cualesquiera valores esto es viable. Por lo que la propia significación de las acciones deben hacer visibles unos valores que son los que deben constituir la estructura y la argamasa con que construir un modelo de sociedad de desarrollo humano. 3. Esto tiene, al menos, dos consecuencias: • • ser signos significativos: nuestras comunidades deben ser signos eficaces de que creemos en el Dios de la vida, pues hacemos vivir allí donde abundan las sombras de muerte. Acciones concretas dentro de un proyecto global de transformación de la sociedad que hemos de tener y asumir a la luz del Reino. los destinatarios son agentes y no objeto, y eso desde el momento mismo del planteamiento de la acción. No habría que emprender ninguna acción sin que en su seguimiento y evaluación participen los destinatarios de la misma. (Texto propio) 49 Anexo VII. LA POBREZA, ¿”UN SUPUESTO OBLIGADO”? La pobreza y la exclusión social nos revelan las opciones estratégicas que están conformando relaciones sociales significativas, que no son visibles desde el ángulo de la sociedad del crecimiento. Es inevitable la pregunta de si, dados los parámetros (valores y estructuras) de este modelo de sociedad, es posible erradicar la pobreza y la exclusión social. Se puede formular esta cuestión en forma de preguntas que, como tales, quedan como interrogaciones: 1 - Si las medidas adoptadas ante la crisis económica y las medidas impulsadas para el crecimiento económico se están realizando a través de medidas que 'fracturan y dualizan' la sociedad), la pobreza y la exclusión no es sólo su consecuencia, ¿sino un supuesto obligado? 2 - Si la dinámica social se estructura en torno al 'tener', la expulsión de las posibilidades sociales de los que están definidos por la incapacidad, la pobreza, el no-tener, la exclusión, ¿es un supuesto obligado? 3 - Si la cultura de la sociedad es la cultura de la mercantilización como instrumento, y del beneficio como objetivo que define lo adecuado / inadecuado (por tanto, lo correcto / incorrecto y por ello lo bueno y lo malo), los no-competitivos en el mercado, los expulsados del mecanismo del poder social, los excluidos de los fines y objetivos sociales, los marginados de los medios sociales 'normalizados', ¿son un supuesto obligado? 4 - Si los valores sociales son los valores del prestigio, de la competitividad agresiva que triunfa y vence sobre todos, aún a su costa, los pobres y excluidos como frustrados sociales, ¿son un supuesto obligado? 5 - Si el protagonismo social se estructura de esta forma, los pobres, los marginados, los excluidos, los que no tienen un papel y status socialmente reconocidos, los no-sujetos sociales, ¿son un supuesto obligado? 6 - Si su protagonismo es negado por la sociedad y pasan a ser objeto de nuestras ayudas y destinatarios de los servicios sociales, el paternalismo -por más de que tome formas nuevas y modernas- que mantiene a los pobres en la pobreza, ¿es un supuesto obligado? Es decir, o replanteamos las condiciones sociales en que se produce la pobreza y la exclusión social, la sociedad que la genera, los valores con que las estructuras sociales fraguan su argamasa y en los que se asientan, y reintroducimos el polo de la sociedad que genera la pobreza en la acción frente a la pobreza que genera la sociedad, o realmente no se está haciendo una opción por erradicar algo que percibimos como una injusticia para lo que tenemos recursos suficientes. (Texto propio) 50 Anexo VIII. ECONOMÍA / SOCIEDAD / COMUNIDAD. UNA ECONOMÍA A ESCALA HUMANA. Lo primero es caer en la cuenta de que debemos responder a una opción de fondo, que sea alternativa a las opciones y a la lógica social que nos gobierna. Y hoy, esta opción de fondo, exige deshacer la identificación de desarrollo al puro crecimiento económico, de modo que el nivel de desarrollo no quede determinado por su nivel de producción. Hoy está cuestionado ese modo de proceder. El objetivo del desarrollo, según el PNUD, no es aumentar la renta total, ni siquiera los ingresos de la familia sino "un proceso conducente a la ampliación de las opciones de que disponen las personas". El desarrollo debe ser económicamente sostenible, y tener su fundamento en las potencialidades y capacidades de las personas. Por lo que el desarrollo tiene un valor especialmente cualitativo frente a la pura cuantificación como valor del crecimiento. Por tanto, es necesario dar un giro a nuestro modelo de desarrollo. Y este nuevo modo de proceder debe asentarse sobre tres pilares: 1 – hay que plantear una economía a escala humana; y replantear el lugar social de la economia “deseconomizando” espacios en los que la lógica económica “de mercado” no tenga vigencia; 2 - la relación entre equidad en la distribución de la renta y crecimiento económico; hacer una clara declaración de que la economía debe servir a objetivos sociales y sostenibles; 3 - no reducir el proyecto humano a valores materiales contemplando las propuestas del “decrecimiento” como una necesidad, e identificando la pobreza, la exclusión social y la creciente desigualdad como un reto clave. Por tanto: 1. La relación entre “equidad en la distribución de la renta” y “crecimiento económico”. Se trata de dos objetivos que deben ser alcanzados si adoptamos una perspectiva completa del desarrollo. Debe prevalecer la existencia de una influencia de la distribución equitativa sobre el crecimiento. Es la distribución la que influye en el crecimiento económico, de modo que la equidad lo favorece y la falta de equidad lo dificulta. Hasta los años sesenta del pasado siglo prevaleció la idea de la existencia de una influencia negativa de la distribución equitativa sobre el crecimiento, que fue siendo sustituida a partir de entonces por la apreciación de la relación inversa: es decir, sería el crecimiento quien afectaría a la distribución, y no necesariamente en términos positivos. “Un hallazgo importante, a partir de varias décadas de experiencia con el desarrollo humano, es que centrarse exclusivamente en el crecimiento económico trae problemas. Si bien tenemos amplios conocimientos sobre cómo promover la salud y la educación, las causas de crecimiento siguen siendo inciertas y el crecimiento puede ser difícil de lograr. Más aún, concentrarse exclusivamente en el crecimiento en muchas ocasiones trae consecuencias ambientales negativas y efectos adversos en la distribución. La experiencia de China, … … subraya la importancia de llevar a cabo estrategias equilibradas que pongan énfasis en inversiones destinadas a las dimensiones del desarrollo humano distintas al ingreso, tanto por motivos intrínsecos como instrumentales. Más aún, si el crecimiento es un modo para lograr diversos fines –una idea bastante aceptada en la actualidad- su éxito” debe evaluarse según los objetivos más amplios de desarrollo humano que pretende promover. Todas las variables correspondientes deben estar sobre la mesa, a la vista, simultáneamente”. (Informe 2010 sobre Desarrollo Humano, cap. 6, págs. 116-117). 2. Hacer una clara declaración de que la economía debe servir a objetivos sociales y sostenibles : 51 “La actividad económica no puede resolver todos los problemas sociales ampliando sin más la lógica mercantil. Debe estar ordenada a la consecución del bien común, que es responsabilidad sobre todo de la comunidad política. Por tanto, se debe tener presente que separar la gestión económica, a la que correspondería únicamente producir riqueza, de la acción política, que tendría el papel de conseguir la justicia mediante la redistribución, es causa de graves desequilibrios” (Caritas in Veritate, nº 36). Es decir, la economía está, debe estar, a una sociedad más justa que aspire a una redistribución social, y no al revés. Por tanto, al servicio de: - conseguir recursos suficientes para todas las personas; - la inversión en empleos de calidad que garanticen un trabajo decente para todos, - el impulso de la Inclusión Activa, y la Economía Social para apoyar la Inclusión Social; - promover la relación formación – empleo – protección para generar unas condiciones no excluyentes de nadie; - garantizar el acceso a servicios básicos y de calidad; - potenciar la capacidad de los servicios sociales para ofrecer apoyos y acompañamiento para el desarrollo personal y la integración en la comunidad, consolidándolos como un pilar del Estado de bienestar. 3. Hay que plantear una economía a escala humana donde la racionalidad económica no se identifica con el lucro, la usura, la racionalidad formal, matemática o numérica. “Esto exige “una nueva y más profunda reflexión sobre el sentido de la economía y de sus fines”, además de una honda revisión con amplitud de miras del modelo de desarrollo, para corregir sus desviaciones y disfunciones. Lo exige, en realidad, el estado de salud ecológica del planeta; lo requiere sobre todo la crisis cultural y moral del hombre, cuyos síntomas son evidentes en todas las partes del mundo desde hace tiempo”. CV, nº 32.. 4. Es necesario plantear que lo económico no sólo necesita una revisión interna, sino un replanteamiento de su lugar social, “deseconomizando” espacios en los que la lógica económica “de mercado” no tenga vigencia, y se genere una lógica basada en el “factor C”, no considerado en el pensamiento económico y que, sin embargo, es factor clave de muchas de las iniciativas sociales: Co-laboración - Co-operación; Com-partir - Com-unidad; Com-pa(n)ñamiento-a [acompañamiento] - Com-pa(n)ñerismo; Calidad-lidez – Cariño …… 5. El “retorno” del don. El capítulo tercero de “Cáritas in Veritate” sobre “Fraternidad, desarrollo económico y sociedad civil” (especialmente nºs 34-39) es un capítulo especialmente valioso para repensar lo económico en el contexto de las relaciones sociales, que da un nuevo sentido a las relaciones de solidaridad, donación, reciprocidad, gratuidad … incluso dentro de la propia economía. Así: La actividad económica no puede prescindir de la gratuidad, que fomenta y extiende la solidaridad y la responsabilidad por la justicia y el bien común en sus diversas instancias y agentes (CV 38). 52 La solidaridad es que todos nos sentimos responsables de todos (SRS 38). Por tanto, la solidaridad no es algo que se sitúa más allá de los límites del mercado, ni es meramente un principio moral, sino que ha de ser un principio económico. Un mundo en la que todos tengan que dar y recibir sin que el progreso de unos sea un obstáculo para el desarrollo de los otros (CV 39). La apertura progresiva en el contexto mundial a formas de actividad económica caracterizada por ciertos márgenes de gratuidad y comunión (CV 39). Esto consentirá vivir y orientar la globalización de la humanidad en términos de relacionalidad, comunión y participación. CV 42 6. La tan preocupante “sostenibilidad social”, junto con la ambiental y la económica, no pueden ser planteadas de forma separada. Y sólo se producirá sostenibilidad social si no queda reducida a la pura redistribución social y económica para una garantía de derechos, imprescindible por sí misma y que hemos reclamado en los epígrafes anteriores, sino que se realiza desde el “acompañamiento” social. Y éste, o es una forma de realización del don, o no podría separarse del interés económico o político, que son insuficientes por sí mismos para una sociedad integrada, cohesionada y justa. 7. La crisis está dirigida por los mercados, pero ha abierto fisuras. Fisuras de las que estamos siendo testigos en estos momentos, en la que se está produciendo “una revuelta – rebeldía de la desigualdad” en diversos puntos del planetra, y los más que evidentes problemas medio ambientales que manifiestan a la cabezonería humana los límites de un planeta limitado. Es obligado, en consecuencia, contemplar las propuestas del “decrecimiento” no como una receta ni como una doctrina cerrada, sino una necesidad de que el proyecto humano no se reduzca a valores materiales pues los conceptos de felicidad y vida buena no pertenecen a la esfera económica. Y esta propuesta se ubica en tres esferas: la individual: en lo que se refiere a la persona, se trata de ideas como la simplicidad voluntaria, la no dependencia de la satisfacción de sus necesidades del sólo mercado y del consumo. social: como seres sociales, lo individual no puede disociarse de lo colectivo, en lo que tiene un rol predominante el “factor C”. político: toda iniciativa individual y social será marginada y abocada a desaparecer si no va acompañada de cambios en lo político. Así, tienen vigencia propuestas que hacen referencia: al reparto del tiempo de trabajo, la redistribución de las riquezas, el cambio de indicadores como el PIB por otros que reflejen la calidad de vida más que la riqueza material, el retorno de la agroecología, la información real acerca de la contaminación y sus consecuencias, el fomento de energías renovables, la reconversión de los sectores más contaminantes, etc., etc. en definitiva, el decrecimiento no significa recesión ni regresión, sino construir entre todos una sociedad más equitativa y socialmente sostenible. (Texto propio) 53