Luis de Góngora y Argote, Poesías, México, Porrúa, 1979, p. 15-96 Sombraban su contento o su cuidado, Cuál con voz dulce, cuál con voz doliente, Las tiernas aves con la luz presente, En el fresco aire y en el verde prado. Cuando salió bastante a dar Leonora Cuerpo a los vientos y a las piedras alma, Cantando de su rico albergue, y luego LUIS DE GÓNGORA Y ARGOTE EN EL SEPULCRO DE LA DUQUESA DE LERMA ¡Ayer deidad humana, hoy poca tierra; aras ayer, hoy túmulo, ¡oh mortales! Plumas, aunque de águilas reales plumas son, quien lo ignora mucho hierra. Los hueso que hoy este sepulcro encierra, a no estar entre aromas orientales mortales señas dieran de mortales; la razón abra lo que el mármol cierra. Ni oí las aves más, ni vi la aurora; Porque al salir, o todo quedó en calma, O yo (que es lo mas cierto) sordo y ciego. A UNA DAMA MUY BLANCA, VESTIDA DE VERDE Cisne gentil, después que crespo el vado dejó, y de espuma la agua encanecida, que al rubio sol la pluma humedecida sacude de las juncias abrigado, La Fénix que ayer Lerma, fue su Arabia es hoy entre cenizas un gusano y de conciencia a la persona sabia. copos de blanca nieve en verde prado, azucena entre murtas escondida, cuajada leche en juncos exprimida, diamante entre esmeraldas engastado, Si una urca se traga el Océano, ¿qué espera un bajel luces en la gabia? Tome tierra, que es tierra el ser humano. no tienen que preciarse de blancura después que nos mostró su airoso brío la blanca Leda en verde vestidura. *** Tras la bermeja Aurora el Sol dorado Por las puertas salía del oriente, Ella de flores la rosada frente, Él de encendidos rayos coronado. Fue tal, que templó su aire el fuego mío, y dio, con su vestido y su hermosura, verdor al campo, claridad al río. *** Llegué a Valladolid; registré luego desde el bonete al clavo de la mula; 1 guardo el registro, que será mi bula contra el cuidado de el señor don Diego. Busqué la corte en él y yo estoy ciego, o en la ciudad no está o se disimula. Celebrando dietas vi a la gula, que Platón para todos está en griego. La lisonja hallé y la ceremonia con luto, idolatrados los caciques, amor sin fe, interés con sus virotes. Todo se halla en esta Babilonia, como en botica grandes alambiques, y más en ella títulos que botes. *** Mientras por competir con tu cabello, oro bruñido el Sol relumbra en vano, mientras con menosprecio en medio el llano mira tu blanca frente el lilio bello; mientras a cada labio, por cogello, siguen más ojos que al clavel temprano, y mientras triunfa con desdén lozano del luciente cristal tu gentil cuello; goza cuello, cabello, labio y frente, antes que lo que fue en tu edad dorada oro, lilio, clavel, cristal luciente, no sólo en plata o viola truncada se vuelva, mas tú y ello juntamente en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada. A UNA ROSA Ayer naciste y morirás mañana; para tan breve ser, ¿quién te dio vida? ¡Para vivir tan poco estás lucida, y para no ser nada estás lozana! Si te engañó tu hermosura vana, bien presto la verás desvanecida, porque en esa hermosura está escondida la ocasión de morir muerte temprana. Cuando te corte la robusta mano, ley de la agricultura permitida, grosero aliento acabará tu suerte. No salgas, que te guarde algún tirano; dilata tu nacer para tu vida, que anticipas tu ser para tu muerte. A LOPE DE VEGA Embutiste Lopillo, a Sabaot en un mismo soneto con Ylec, y echándosele a cuesta a Lamec le diste un muy mal rato al justo Lot. Sacrificaste al ídolo Behemot, que matan mal coplón Melquisedec, y traiga para el fuego Abimelec sarmientos de la viña de Nabot. Guárdate de las lanzas de Joab, de tablazos del arca de Jafet, y leños de la escala de Jacob; no te metas con el rey Acab, ni en lugar de Bethelén me digas Bet, que con tus versos cansas aun a Job. Y este soneto a buenas manos va: ¡Ay del Alfa, y Omega, y Jehová! A DON FRANCISCO DE QUEVEDO Anacreonte español, no hay quien os tope, que no diga con mucha cortesía, que ya que vuestros pies son de elegía, que vuestras suavidades son de arrope. ¿No imitaréis al terenciano Lope, que al de Beleforonte cada día sobre zuecos de cómica poesía se calza espuelas, y le da un galope? Con cuidado especial vuestros antojos dicen que quieren traducir al griego, no habiéndolo mirado vuestros ojos. Prestádselos un rato a mi ojo ciego, porque a luz saque ciertos versos flojos, y entenderéis cualquier greguesco luego. SOLEDAD PRIMERA [FRAGMENTO] Era del año la estación florida En que el mentido robador de Europa -Media luna las armas de su frente, Y el Sol todos los rayos de su pelo-, Luciente honor del cielo, En campos de zafiro pace estrellas, Cuando el que ministrar podía la copa A Júpiter mejor que el garzón de Ida, -Náufrago y desdeñado, sobre ausente-, 2 Lagrimosas de amor dulces querellas Da al mar; que condolido, Fue a las ondas, fue al viento El mísero gemido, Segundo de Arïón dulce instrumento. Del siempre en la montaña opuesto pino Al enemigo Noto Piadoso miembro roto -Breve tabla- delfín no fue pequeño Al inconsiderado peregrino Que a una Libia de ondas su camino Fió, y su vida a un leño. Del Océano, pues, antes sorbido, Y luego vomitado No lejos de un escollo coronado De secos juncos, de calientes plumas -Alga todo y espumasHalló hospitalidad donde halló nido De Júplter el ave. Besa la arena, y de la rota nave Aquella parte poca Que le expuso en la playa dio a la roca; Que aun se dejan las peñas Lisonjear de agradecidas señas. Desnudo el joven, cuanto ya el vestido Océano ha bebido Restituir le hace a las arenas; Y al Sol le extiende luego, Que, lamiéndole apenas Su dulce lengua de templado fuego, Lento lo embiste, y con suave estilo La menor onda chupa al menor hilo. No bien, pues, de su luz los horizontes -Que hacían desigual, confusamente, Montes de agua y piélagos de montesDesdorados los siente, Cuando -entregado el mísero extranjero En lo que ya del mar redimió fieroEntre espinas crepúsculos pisando, Riscos que aun igualara mal, volando, Veloz, intrépida ala, -Menos cansado que confuso- escala. Vencida al fin la cumbre -Del mar siempre sonante, De la muda campaña Árbitro igual e inexpugnable muro-, Con pie ya más seguro Declina al vacilante Breve esplendor de mal distinta lumbre: Farol de una cabaña Que sobre el ferro está, en aquel incierto Golfo de sombras anunciando el puerto. «Rayos -les dice- ya que no de Leda Trémulos hijos, sed de mi fortuna Término luminoso.» Y -recelando De invidïosa bárbara arboleda Interposición, cuando De vientos no conjuración algunaCual, haciendo el villano La fragosa montaña fácil llano, Atento sigue aquella -Aun a pesar de las tinieblas bella, Aun a pesar de las estrellas claraPiedra, indigna tïara -Si tradición apócrifa no mienteDe animal tenebroso cuya frente Carro es brillante de nocturno día: Tal, diligente, el paso El joven apresura, Midiendo la espesura Con igual pie que el raso, Fijo -a despecho de la niebla fríaEn el carbunclo, Norte de su aguja, O el Austro brame o la arboleda cruja. FÁBULA DE POLIFEMO Y GALATEA [FRAGMENTO] 1 Estas que me dictó, rimas sonoras, Culta sí aunque bucólica Talía, Oh excelso Conde, en las purpúreas horas Que es rosas la alba y rosicler el día, Ahora que de luz tu niebla doras, Escucha, al son de la zampoña mía, Si ya los muros no te ven de Huelva Peinar el viento, fatigar la selva. 2 Templado pula en la maestra mano El generoso pájaro su pluma, O tan mudo en la alcándara, que en vano Aun desmentir el cascabel presuma; Tascando haga el freno de oro cano Del caballo andaluz la ociosa espuma; Gima el lebrel en el cordón de seda, Y al cuerno al fin la cítara suceda. 3 Treguas al ejercicio sean robusto, Ocio atento, silencio dulce, en cuanto Debajo escuchas de dosel augusto Del músico jayán el fiero canto. Alterna con las Musas hoy el gusto, Que si la mía puede ofrecer tanto 3 Clarín -y de la Fama no segundo-, Tu nombre oirán los términos del mundo. 4 Donde espumoso el mar sicilïano El pie argenta de plata al Lilibeo, Bóveda o de las fraguas de Vulcano O tumba de los huesos de Tifeo, Pálidas señas cenizoso un llano, Cuando no del sacrílego deseo, Del duro oficio da. Allí una alta roca Mordaza es a una gruta de su boca. 5 Guarnición tosca de este escollo duro Troncos robustos son, a cuya greña Menos luz debe, menos aire puro La caverna profunda, que a la peña; Caliginoso lecho, el seno obscuro Ser de la negra noche nos lo enseña Infame turba de nocturnas aves, Gimiendo tristes y volando graves. 6 De este, pues, formidable de la tierra Bostezo, el melancólico vacío A Polifemo, horror de aquella sierra, Bárbara choza es, albergue umbrío Y redil espacioso donde encierra Cuanto las cumbres ásperas cabrío, De los montes esconde: copia bella Que un silbo junta y un peñasco sella. 7 Un monte era de miembros eminente Este que -de Neptuno hijo fieroDe un ojo ilustra el orbe de su frente, Émulo casi del mayor lucero; Cíclope a quien el pino más valiente Bastón le obedecía tan ligero, Y al grave peso junco tan delgado, Que un día era bastón y otro cayado. 8 Negro el cabello, imitador undoso De las oscuras aguas del Leteo, Al viento que lo peina proceloso Vuela sin orden, pende sin aseo; Un torrente es su barba impetuosa, Que -adusto hijo de este PirineoSu pecho inunda- o tarde, o mal, o en vano Surcada aun de los dedos de su mano. 4 Francisco de Quevedo y Villegas, Satíricas - Picarecas - PolíticasBurlescas - Filosóficas- Ascéticas Crítico literarias - Poéticas, Madrid, Edaf, 1981, 1482 p. Pues que da y quita el decoro y quebranta cualquier fuero, poderoso caballero es don Dinero. PODEROSO CABALLERO P'oderoso caballero es don Dinero. Son sus padres principales, y es de noble descendiente, porque en las venas de Oriente todas las sangres son reales; y pues es quien hace iguales al rico y al pordiosero, poderoso caballero es don Dinero. Madre, yo al oro me humillo; " es mi amante y mi amado, pues de puro enamorado de contino anda amarillo; que, pues, doblón o sencillo, hace todo cuanto quiero, poderoso caballero es don Dinero. ¿A quién no le maravilla ver en su gloria sin tasa que es lo más ruin de su casa doña Blanca de Castilla? Mas, pues que su fuerza humilla al cobarde y al guerrero, poderoso caballero es don Dinero. Nace en las Indias honrado, donde el mundo le acompaña; viene a morir en España, y es en Genova enterrado. Y pues quien le trae al lado es hermoso, aunque sea fiero, poderoso caballero es don Dinero. Sus escudos de armas nobles son siempre tan principales, que sin sus escudos reales no hay escudos de armas dobles y pues a los mismos nobles da codicia su minero, poderoso caballero es don Dinero. Es galán y es como un oro; tiene quebrado el color, persona de gran valor, tan cristiano como moro. Por importar en los tratos y dar tan buenos consejos, en las casas de los viejos gatos le guardan de gatos. Y pues él rompe recatos FRANCISCO DE QUEVEDO Y VILLEGAS 5 y ablanda al juez más severo, poderoso caballero es don Dinero. Es tanta su majestad, aunque son sus duelos hartos, que, aun con estar hecho cuartos, no pierde su calidad; pero, pues da autoridad al gañán y al jornalero, poderoso caballero es don Dinero. Nunca vi damas ingratas a su gusto y afición, que a las caras de un doblón hacen sus caras baratas; y pues las hace bravatas desde una bolsa de enero, poderoso caballero es don Dinero. Más valen en cualquier tierra, ¡mirad si es harto sagaz!, sus escudos en la paz que rodelas en la guerra. Pues al natural destierra y hace propio al forastero, poderoso caballero es don Dinero. ADVIERTE AL TIEMPO DE MAYORES HAZAÑAS, EN QUE PODRÁ EJERCITAR SUS FUERZAS Tiempo, que todo lo mudas, tú, que con las horas breves lo que nos diste, nos quitas, lo que llevaste, nos vuelves. Tú, que con los mismos pasos que cielos y estrellas mueves, en la casa de la vida, pisas umbral de la muerte. Tú, que de vengar agravios te precias como valiente, pues castigas hermosuras, por satisfacer desdenes. Tú, lastimoso alquimista, pues el ébano que tuerces, haciendo plata las hebras, a sus dueños empobreces. Tú, que con pies desiguales, pisas del mundo las leyes, cuya sed bebe los ríos, y su arena no los siente. Tú, que de monarcas grandes llevas en los pies las frentes; tú, que das muerte y das vida a la vida y a la muerte. Si quieres que yo idolatre en tu guadaña insolente, en tus dolorosas canas, en tus alas y en tu sierpe: si quieres que te conozca, si gustas que te confiese con devoción temerosa por tirano omnipotente, da fin a mis desventuras pues a presumir se atreven que h tus días y a tus años pueden ser inobedientes. Serán ceniza en tus manos, cuando en ellas los aprietes, los montes y la soberbia, que los corona las sienes. ¿Y será bien que un cuidado, tan porfiado cuan fuerte, se ría de tus hazañas, y vitorioso se quede? ¿Por qué dos ojos avaros de la riqueza que pierden han de tener a los míos sin que el sueño los encuentre? ¿Y por qué mi libertad aprisionada ha de verse, donde el ladrón es la cárcel y su juez el delincuente? Enmendar la obstinación de un espíritu inclemente, entretener los incendios de un corazón que arde siempre; descansar unos deseos que viven eternamente, hechos martirio del alma, donde están porque los tiene; reprender a la memoria, que con los pasados bienes, como traidora a mi gusto a espaldas vueltas me hiere; castigar mi entendimiento, que en discursos diferentes, siendo su patria mi alma, 6 las quiere abrasar aleve; estas sí que eran hazañas, debidas a tus laureles, y no estar pintando flores, y madurando las mieses. Poca herida es deshojar los árboles por noviembre, pues con desprecio los vientos llevarse los troncos suelen. Descuídate de las rosas, que en su parto se envejecen; y la fuerza de tus horas en obra mayor se muestre. Tiempo venerable y cano, pues tu edad no lo consiente, déjate de niñerías, y a grandes hechos atiende. EN QUE ARGUYE EN CONTRA DE LAS FALACIAS DEL TIEMPO Cerrar podrá mis ojos la postrera sombra que me llevare el blanco día, y podrá desatar esta alma mía hora a su afán ansioso, lisonjera; mas no de esotra parte, en la ribera, dejará la memoria, en donde ardía: nadar sabe mi llama la agua fría, y perder el respeto a ley severa. Alma a quien todo un dios prisión ha sido, venas que humor a tanto fuego han dado, medulas que han gloriosamente ardido, su cuerpo dejarán, no su cuidado; serán ceniza, mas tendrán sentido; polvo serán, mas polvo enamorado. A ROMA, SEPULTADA EN SUS RUINAS Buscas en Roma a Roma ¡oh peregrino!, y en Roma misma a Roma no la hallas: cadáver son las que ostentó murallas, y tumba de sí propio el Aventino. Yace donde reinaba el Palatino; y limadas del tiempo las medallas más se muestran destrozo a las batallas de las edades, que blasón latino. Solo el Tíber quedó, cuya corriente, si ciudad la regó, ya sepultura la llora con funesto son doliente. ¡Oh, Roma! En tu grandeza, en tu hermosura huyó lo que era firme, y solamente lo fugitivo permanece y dura. CÓMO TODAS LAS COSAS AVISAN DE LA MUERTE Miré los muros de la patria mía, si un tiempo fuertes, ya desmoronados, de la carrera de la edad cansados, por quien caduca ya su valentía. Salíme al campo, vi que el sol bebía los arroyos del hielo desatados; y del monte quejosos los ganados, que con sombras hurtó su luz al día. Entré en mi casa, vi que amancillada de anciana habitación era despojos; mi báculo, más corvo, y menos fuerte. Vencida de la edad sentí mi espada, y no hallé cosa en que poner los ojos que no fuese recuerdo de la muerte. CONOCE LAS FUERZAS DEL TIEMPO Y EL SER EJECUTIVO COBRADOR DE LA MUERTE ¡Cómo de entre mis manos te resbalas! ¡Oh, cómo te deslizas, edad mía! ¡Qué menudos pasos traes, oh muerte fría, pues con callado pie todo lo igualas! Feroz de tierra débil muro escalas, en quien lozana juventud se fía; mas ya mi corazón del postrer día atiende el vuelo, sin mirar las alas. ¡Oh condición mortal! ¡Oh dura suerte! ¡Qué no puedo querer vivir mañana, sin la pensión de procurar mi muerte! Cualquier instante de la vida humana es nueva ejecución, con que se advierte cuan frágil es, cuan mísera, cuan vana. EN VANO BUSCA LA TRANQUILIDAD EN EL Cuando le quiero más ceñir con lazos, y viendo mi sudor se me desvía, vuelvo con nueva fuerza a mi porfía, y temas con amor que hacen pedazos. Voyme a vengar en una imagen vana, que no se aparta de los ojos míos; búrlame, y de burlarme corre ufana. Empiézola a seguir, fáltanme bríos, y, como de alcanzarla tengo gana, hago correr tras ella el llanto en ríos. REPRESÉNTASE LA BREVEDAD DE LO QUE SE VIVE, Y CUAN NADA PARECE LO QUE SE VIVIÓ ¡Ah de la vida! ¿Nadie me responde? Aquí de los antaños, que he vivido: la fortuna mis tiempos ha mordido, las horas mi locura las esconde. ¡Que sin poder saber cómo ni adonde la salud y la edad se hayan huido! Falta la vida, asiste lo vivido, y no hay calamidad que no me ronde. Ayer se fué, mañana no ha llegado, hoy se está yendo sin parar un punto; soy un fué y un será y un es cansado. AMOR A fugitivas sombras doy abrazos, en los sueños se cansa el alma mía; paso luchando a solas noche y día, con un trasgo que traigo entre mis brazos. En el hoy y mañana y ayer junto pañales y mortaja, y he quedado presentes sucesiones de difunto. DESCUIDO DEL DIVERTIDO VIVIR A QUIEN 7 LA MUERTE LLEGA IMPENSADA Vivir es caminar breve jornada, y muerte viva es, Lico, nuestra vida, ayer al frágil cuerpo amanecida, cada instante en el cuerpo sepultada. Nada, que siendo, es poco, y será nada en poco tiempo, que ambiciosa olvida; pues de la vanidad mal persuadida, anhela duración, tierra animada. y te dilatas cuanto más te estrechas. SIGNIFÍCASE LA BREVEDAD DE LA VIDA ¡Fué sueño ayer, mañana será tierra! ¡Poco antes, nada, y poco después, humo! ¿Y destino ambiciones, y presumo, apenas punto al cerco que me cierra? Llevada de engañoso pensamiento, y de esperanza burladora y ciega, tropezará en el mismo monumento. Breve combate de importuna guerra, en mi defensa soy peligro sumo; y mientras con mis armas me consumo, menos me hospeda el cuerpo, que me entierra. Como el que divertido el mar navega, y sin moverse vuela con el viento, y, antes que piense en acercarse, llega. Ya no es ayer; mañana no ha llegado, hoy pasa y es, y fué, con movimiento que a la muerte me lleva despeñado. A UN AMIGO QUE RETIRADO DE LA CORTE PASÓ SU EDAD Dichoso tu que alegre en tu cabaña, mozo y viejo aspiraste la aura pura, y te sirven de cuna y sepultura, de paja el techo, el suelo de espadaña. En esa soledad que, libre, baña callado sol con lumbre más segura, la vida al día más espacio dura, y la hora sin voz te desengaña. No cuentas por los cónsules los años, hacen tu calendario tus cosechas, pisas todo tu mundo sin engaños. De todo lo que ignoras te aprovechas; ni anhelas premios, ni padeces daños, Alzadas son la hora y el momento, que, a jornal de mi pena y mi cuidado, cavan en mi vivir mi monumento. CONTRA DON LUIS DE GÓNGORA Y SU POESÍA Este cíclope, no siciliano, del microcosmo sí, orbe postrero; esta antípoda faz, cuyo hemisferio zona divide en término italiano; este círculo vivo en todo plano; este que, siendo solamente cero, le multiplica y parte por entero todo buen abaquista veneciano; el minoculo sí, mas ciego vulto; el resquicio barbado de melenas; esta cima del vicio y del insulto; 8 éste, en quien hoy los pedos son sirenas, éste es el culo, en Góngora y en culto, que un bujarrón le conociera apenas. A UNA NARIZ Érase un hombre a una nariz pegado, érase una nariz superlativa, érase una nariz sayón y escriba, érase un peje espada muy barbado. Era un reloj de sol mal encarado, érase una alquitara pensativa, érase un elefante boca arriba, era Ovidio Nasón más narizado. Érase un espolón de una galera, érase una pirámide de Egipto, las doce tribus de narices era. Érase un naricísimo infinito, muchísimo nariz, nariz tan fiera, que en la cara de Anás fuera delito. Sor Juana Inés de la Cruz, Obras completas, México, Porrúa, 1981, 941 pp. Col. Sepan cuantos, 100 SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ ARGUYE DE INCONSECUENCIA EL GUSTO Y LA CENSURA DE LOS HOMBRES, QUE EN LAS MUJERES ACUSAN LO QUE ACUSAN Hombres necios, que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis. Si con ansia sin igual solicitáis su desdén, ¿por qué queréis que obren bien si las incitáis al mal? Combatís su resistencia y luego, con gravedad, decís que fue liviandad lo que hizo la diligencia. Parecer quiere el denuedo de vuestro parecer loco al niño, que pone el coco y luego le tiene miedo. Queréis con presunción necia hallar a la que buscáis, para pretendida, Tais y en la posesión, Lucrecia. ¿Qué humor puede ser más raro que el que, falto de consejo, él mismo empaña el espejo y siente que no esté claro? aunque cualquiera mal haga: la que peca por la paga o el que paga por pecar? Con el favor y el desdén tenéis condición igual, quejándoos, si os tratan mal, burlándoos, si os quieren bien. ¿Pues para qué os espantáis de la culpa que tenéis? Queredlas cual las hacéis o hacedlas cual las buscáis. Opinión ninguna gana, pues la que más se recata, si no os admite, es ingrata, y si os admite, es liviana.. Dejad de solicitar y después con más razón acusaréis la afición de la que os fuere a rogar. Siempre tan necios andáis que con desigual nivel a una culpáis por cruel y a otra por fácil culpáis. Bien con muchas armas fundo que lidia vuestra arrogancia, pues en promesa e instancia juntáis diablo, carne y mundo. ¿Pues cómo ha de estar templada la que vuestro amor pretende, si la que es ingrata ofende y la que es fácil enfada? Mas entre el enfado y pena que vuestro gusto refiere, bien haya la que no os quiere y quejaos enhorabuena. Dan vuestras amantes penas a sus libertades alas y después de hacerlas malas las queréis hallar muy buenas. ¿Cuál mayor culpa ha tenido en una pasión errada: la que cae de rogada o el que ruega de caído? ¿O cuál es más de culpar, 9 ROMANCE VI Ya que para despedirme, dulce idolatrado dueño, ni me da licencia el llanto ni me da lugar el tiempo, háblente los tristes rasgos, entre lastimosos ecos, de mi triste pluma, nunca con más justa causa negros. Y aun ésta te hablará torpe con las lágrimas que vierto, porque va borrando el agua lo que va dictando el fuego. Hablar me impiden mis ojos; y es que se anticipan ellos, viendo lo que he de decirte, a decírtelo primero. Oye la elocuencia muda que hay en mi dolor, sirviendo los suspiros, de palabras, las lágrimas, de conceptos. Mira la fiera borrasca que pasa en el mar del pecho, donde zozobran, turbados, mis confusos pensamientos. Mira cómo ya el vivir me sirve de afán grosero; que se avergüenza la vida de durarme tanto tiempo. Mira la muerte, que esquiva huye porque la deseo; que aun la muerte, si es buscada, se quiere subir de precio. Mira cómo el cuerpo amante, rendido a tanto tormento, siendo en lo demás cadáver, sólo en el sentir es cuerpo. Mira cómo el alma misma aun teme, en su ser exento, que quiera el dolor violar la inmunidad de lo eterno. En lágrimas y suspiros alma y corazón a un tiempo, aquél se convierte en agua, y ésta se resuelve en viento. Ya no me sirve de vida esta vida que poseo, sino de condición sola necesaria al sentimiento. Mas ¿por qué gasto razones en contar mi pena, y dejo de decir lo que es preciso, por decir lo que estás viendo? En fin, te vas. ¡Ay de mí! Dudosamente lo pienso: pues si es verdad, no estoy viva, y si viva, no lo creo. ¿Posible es que ha de haber día tan infausto, tan funesto, en que sin ver yo las tuyas esparza sus luces Febo? ¿Posible es que ha de llegar el rigor a tan severo, que no ha de darles tu vista a mis pesares aliento? ¿Que no he de ver tu semblante, que no he de escuchar tus ecos, que no he de gozar tus brazos ni me ha de animar tu aliento? ¡Ay, mi bien, ay prenda mía, dulce fin de mis deseos! ¿Por qué me llevas el alma, dejándome el sentimiento? Mira que es contradicción que no cabe en un sujeto, tanta muerte en una vida, tanto dolor en un muerto. Mas ya que es preciso, 10 ¡ay triste!, en mi infelice suceso, ni vivir con la esperanza ni morir con el tormento, dáme algún consuelo tú en el dolor que padezco; y quien en el suyo muere, viva siquiera en tu pecho. No te olvides que te adoro, y sírvante de recuerdo las finezas que me debes, si no las prendas que tengo. Acuérdate que mi amor, haciendo gala del riesgo, sólo por atropellarlo se alegraba de tenerlo. Y si mi amor no es bastante, el tuyo mismo te acuerdo, que no es poco empeño haber empezado ya en empeño. Acuérdate, señor mío, de tus nobles juramentos; y lo que juró tu boca no lo desmientan tus hechos. Y perdona si en temer mi agravio, mi bien, te ofendo, que no es dolor, el dolor que se contiene en lo atento. Y a Dios; que, con el ahogo que me embarga los alientos, ni sé ya lo que te digo ni lo que te escribo leo. PROCURA DESMENTIR LOS ELOGIOS QUE A UN RETRATO DE LA POETISA INSCRIBIÓ LA VERDAD, QUE LLAMA PASIÓN Este que ves, engaño colorido, que del arte ostentando los primores, con falsos silogismos de colores es cauteloso engaño del sentido; pues ambos atormentan mi sentido: aquéste, con pedir lo que no tengo; y aquél, con no tener lo que le pido. DETERMINA QUE PREVALEZCA LA RAZÓN Baste ya de rigores, mi bien, baste: no te atormenten más celos tiranos, ni el vil recelo tu quietud contraste con sombras necias, con indicios vanos, pues ya en líquido humor viste y tocaste mi corazón deshecho entre tus manos. CONTRA EL GUSTO éste, en quien la lisonja ha pretendido excusar de los años los horrores, y venciendo del tiempo los rigores triunfar de la vejez y del olvido, Al que ingrato me deja, busco amante; al que amante me sigue, dejo ingrata; constante adoro a quien mi amor maltrata; maltrato a quien mi amor busca constante. es un vano artificio del cuidado, es una flor al viento delicada, es un resguardo inútil para el hado: Al que trato de amor hallo diamante; y soy diamante al que de amor me trata; triunfante quiero ver al que me mata y mato a quien me quiere ver triunfante. es una necia diligencia errada, es un afán caduco y, bien mirado, es cadáver, es polvo, es sombra, es nada. RESUELVE LA CUESTIÓN DE CUÁL SEA PESAR MÁS MOLESTO EN ENCONTRADAS CORRESPONDENCIAS, AMAR O ABORRECER Feliciano me adora y le aborrezco; Lisardo me aborrece y yo le adoro; por quien no me apetece ingrato, lloro, y al que me llora tierno, no apetezco. A quien más me desdora, el alma ofrezco; a quien me ofrece víctimas, desdoro; desprecio al que enriquece mi decoro, y al que le hace desprecios, enriquezco. Si con mi ofensa al uno reconvengo, me reconviene el otro a mí, ofendido; y a padecer de todos modos vengo, Si a éste pago, padece mi deseo: si ruego a aquél, mi pundonor enojo de entrambos modos infeliz me veo. Pero yo por mejor partido escojo de quien no quiero, ser violento empleo, que de quien no me quiere, vil despojo. EN QUE SATISFACE UN RECELO CON LA RETÓRICA DEL LLANTO Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba, como en tu rostro y tus acciones vía que con palabras no te persuadía, que el corazón me vieses deseaba; y Amor, que mis intentos ayudaba, venció lo que imposible parecía: pues entre el llanto, que el dolor vertía, el corazón deshecho destilaba. 11 EN QUE DESCRIBE RACIONALMENTE LOS AFECTOS IRRACIONALES DEL AMOR Este amoroso tormento que en mi corazón se ve, sé que lo siento, y no sé la causa porque lo siento. Siento una grave agonía por lograr un devaneo que empieza como deseo y para en melancolía. Y cuando con más terneza mi infeliz estado lloro, sé que estoy triste e ignoro la causa de mi tristeza. Siento un anhelo tirano por la ocasión a que aspiro y cuando cerca lo miro yo misma aparto la mano. Porque si acaso se ofrece después de tanto desvelo, la desazona el recelo o el susto la desvanece. Y si alguna vez sin susto consigo tal posesión, cualquiera leve ocasión me malogra todo el gusto. que pueda templar mi saña. Siento mal del mismo bien con receloso temor, y me obliga el mismo amor tal vez a mostrar desdén. Y cuando a averiguar llego el agravio porque riño, es como espanto de niño que para en burlas y juego. Cualquier leve ocasión labra en mi pecho de manera que el que imposibles venciera se irrita de una palabra. Y aunque el desengaño toco, con la misma pena lucho de ver que padezco mucho padeciendo por tan poco. Con poca causa ofendida suelo, en mitad de mi amor, negar un leve favor a quien le diera la vida. A vengarse se abalanza tal vez el alma ofendida y después, arrepentida, toma de mí otra venganza. Ya sufrida, ya irritada, con contrarias penas lucho, que por él sufriré mucho y con él sufriré nada. Y si al desdén satisfago es con tan ambiguo error que yo pienso que es rigor y se remata en halago. No sé en qué lógica cabe el que tal cuestión se pruebe, que por él lo grave es leve y con él lo leve es grave. Sin bastantes fundamentos forman mis tristes cuidados, de conceptos engañados, un monte de sentimientos. Hasta el labio desatento suele, equívoco tal vez, por usar de la altivez, encontrar el rendimiento. Y en aquel fiero conjunto hallo, cuando se derriba, que aquella máquina altiva sólo estribaba en un punto. Tal vez el dolor me engaña, y presumo sin razón que no habrá satisfacción Cuando por soñada culpa con más enojo me incito, yo le acrimino el delito y le busco la disculpa. No huyo el mal ni busco el bien, porque, en mi confuso error, ni me asegura el amor ni me despecha el desdén. En mi ciego devaneo, bien hallada con mi12 engaño, solicito el desengaño y no encontrarlo deseo. Si alguno mis quejas oye, más a decirlas me obliga, porque me las contradiga, que no porque las apoye. Porque si con la pasión algo contra mi amor digo, es mi mayor enemigo quien me concede razón. Y si acaso en mi provecho hallo la razón propicia, me embaraza la injusticia y ando cediendo el derecho. Nunca hallo gusto cumplido, porque entre alivio y dolor hallo culpa en el amor y disculpa en el olvido. Esto de mi pena dura es algo del dolor fiero, y mucho más no refiero porque pasa de locura. Si acaso me contradigo en este confuso error, aquel que tuviese amor entenderá lo que digo. QUEJASE DE LA SUERTE: INSINÚA SU AVERSIÓN A LOS VICIOS, Y JUSTIFICA SU DIVERTIMIENTO A LAS MUSAS En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas? ¿En qué te ofendo, cuando sólo intento poner bellezas en mi entendimiento y no mi entendimiento en las bellezas? Yo no estimo tesoros ni riquezas; y así, siempre me causa más contento poner riquezas en mi pensamiento que no mi pensamiento en las riquezas. Y no estimo hermosura que, vencida, es despojo civil de las edades, ni riqueza me agrada fementida, con que con docta muerte y necia vida, viviendo engañas y muriendo enseñas! EN QUE EXPRESA LOS EFECTOS DEL AMOR DIVINO Mientras la Gracia me excita por elevarme a la Esfera, más me abate a lo profundo el peso de mis miserias. Hago disgusto a lo mismo que más agradar quisiera; y del disgusto que doy en mí resulta la pena. Amo a Dios y siento en Dios; y hace mi voluntad misma 13 Con tardo vuelo y canto, del oído 25 mal, y aun peor del ánimo admitido, La virtud y la costumbre en el corazón pelean y el corazón agoniza en tanto que lidian ellas. Y aunque es la virtud tan fuerte temo que tal vez la venzan, que es muy grande la costumbre y está la virtud muy tierna. EN QUE DA MORAL CENSURA A UNA ROSA, Y EN ELLA A SUS SEMEJANTES Oscurécese el discurso entre confusas tinieblas; pues ¿quién podrá darme luz, si está la razón a ciegas? Amago de la humana arquitectura, ejemplo de la yana gentileza, en cuyo ser unió naturaleza la cuna alegre y triste sepultura. ¡Cuán altiva en tu pompa, presumida, soberbia, el riesgo de morir desdeñas, y luego desmayada y encogida de tu caduco ser das mustias señas, Padezca, pues Dios lo manda; mas de tal manera sea, que si son penas las culpas que no sean culpas las penas. PRIMERO SUEÑO, QUE ASÍ INTITULÓ Y COMPUSO LA MADRE JUANA INÉS DE LA CRUZ, IMITANDO A GÓNGORA. Piramidal, funesta, de la tierra nacida sombra, al Cielo encaminaba de vanos obeliscos punta altiva, escalar pretendiendo las Estrellas; si bien sus luces bellas 5 --exentas siempre, siempre rutilantes-la tenebrosa guerra que con negros vapores le intimaba la pavorosa sombra fugitiva burlaban tan distantes, 10 que su atezado ceño al superior convexo aun no llegaba del orbe de la Diosa que tres veces hermosa con tres hermosos rostros ser ostenta, 15 quedando sólo o dueño del aire que empañaba con el aliento denso que exhalaba; y en la quietud contenta de imperio silencioso, 20 sumisas sólo voces consentía de las nocturnas aves, tan obscuras, tan graves, que aun el silencio no se interrumpía. teniendo por mejor, en mis verdades, consumir vanidades de la vida que consumir la vida en vanidades. Rosa divina que en gentil cultura eres, con tu fragante sutileza, magisterio purpúreo en la belleza, enseñanza nevada a la hermosura. de lo que es alivio, cruz, del mismo puerto, tormenta. De mí misma soy verdugo y soy cárcel de mí misma: ¿quién vio que pena y penante una propia cosa sean? la avergonzada Nictimene acecha de las sagradas puertas los resquicios, o de las claraboyas eminentes los huecos más propicios 30 que capaz a su intento le abren brecha, y sacrílega llega a los lucientes faroles sacros de perenne llama, que extingue, si no infama, en licor claro la materia crasa 35 consumiendo, que el árbol de Minerva de su fruto, de prensas agravado, congojoso sudó y rindió forzado. Y aquellas que su casa campo vieron volver, sus telas hierba, 40 a la deidad de Baco inobedientes, --ya no historias contando diferentes, en forma sí afrentosa transformadas--, segunda forman niebla, ser vistas aun temiendo en la tiniebla, 45 aves sin pluma aladas: aquellas tres oficïosas, digo, atrevidas Hermanas, que el tremendo castigo de desnudas les dio pardas membranas 50 alas tan mal dispuestas que escarnio son aun de las más funestas: éstas, con el parlero ministro de Plutón un tiempo, ahora supersticioso indicio al agorero, 55 solos la no canora componían capilla pavorosa, máximas, negras, longas entonando, y pausas más que voces, esperando a la torpe mensura perezosa 60 de mayor proporción tal vez, que el viento con flemático echaba movimiento, de tan tardo compás, tan detenido, que en medio se quedó tal vez dormido. Éste, pues, triste son intercadente 65 de la asombrada turba temerosa, menos a la atención solicitaba que al sueño persuadía; antes sí, lentamente, su obtusa consonancia espaciosa 70 al sosiego inducía y al reposo los miembros convidaba, --el silencio intimando a los vivientes, uno y otro sellando labio obscuro con indicante dedo, 75 Harpócrates, la noche, silencioso; a cuyo, aunque no duro, si bien imperïoso precepto, todos fueron obedientes--. El viento sosegado, el can dormido, 80 éste yace, aquél quedo los átomos no mueve, con el susurro hacer temiendo leve, aunque poco, sacrílego ruïdo, violador del silencio sosegado. 85 El mar, no ya alterado, ni aun la instable mecía cerúlea cuna donde el Sol dormía; y los dormidos, siempre mudos, peces, en los lechos lamosos 90 de sus obscuros senos cavernosos, mudos eran dos veces; y entre ellos, la engañosa encantadora Alcione, a los que antes en peces transformó, simples amantes, 95 transformada también, vengaba ahora. En los del monte senos escondidos, cóncavos de peñascos mal formados --de su aspereza menos 14 defendidos que de su obscuridad asegurados--, 100 cuya mansión sombría ser puede noche en la mitad del día, incógnita aun al cierto montaraz pie del cazador experto, 105 --depuesta la fiereza de unos, y de otros el temor depuesto-yacía el vulgo bruto, a la Naturaleza el de su potestad pagando impuesto, universal tributo; 110 y el Rey, que vigilancias afectaba, aun con abiertos ojos no velaba. El de sus mismos perros acosado, monarca en otro tiempo esclarecido, tímido ya venado, 115 con vigilante oído, del sosegado ambiente al menor perceptible movimiento que los átomos muda, la oreja alterna aguda 120 y el leve rumor siente que aun le altera dormido. Y en la quietud del nido, que de brozas y lodo, instable hamaca, formó en la más opaca 125 parte del árbol, duerme recogida la leve turba, descansando el viento del que le corta, alado movimiento. De Júpiter el ave generosa --como al fin Reina--, por no darse entera 130 al descanso, que vicio considera si de preciso pasa, cuidadosa de no incurrir de omisa en el exceso, a un solo pie librada fía el peso y en otro guarda el cálculo pequeño 135 --despertador reloj del leve sueño--, porque, si necesario fue admitido, no pueda dilatarse continuado, antes interrumpido del regio sea pastoral cuidado. 140 ¡Oh de la Majestad pensión gravosa, que aun el menor descuido no perdona! Causa, quizá, que ha hecho misteriosa, circular, denotando, la corona, en círculo dorado, 145 que el afán es no menos continuado. El sueño todo, en fin, lo poseía; todo, en fin, el silencio lo ocupaba: aun el ladrón dormía; aun el amante no se desvelaba. 150 El conticinio casi ya pasando iba, y la sombra dimidiaba, cuando de las diurnas tareas fatigados, --y no sólo oprimidos del afán ponderoso 155 del corporal trabajo, mas cansados del deleite también, (que también cansa objeto continuado a los sentidos aun siendo deleitoso: que la Naturaleza siempre alterna 160 ya una, ya otra balanza, distribuyendo varios ejercicios, ya al ocio, ya al trabajo destinados, en el fiel infïel con que gobierna la aparatosa máquina del mundo)--; 165 así, pues, de profundo sueño dulce los miembros ocupados, quedaron los sentidos del que ejercicio tienen ordinario, --trabajo en fin, pero trabajo amado 170 si hay amable trabajo--, si privados no, al menos suspendidos, y cediendo al retrato del contrario de la vida, que--lentamente armado-cobarde embiste y vence perezoso 175 con armas soñolientas, desde el cayado humilde al cetro altivo, sin que haya distintivo que el sayal de la púrpura discierna: pues su nivel, en todo poderoso, 180 gradúa por exentas a ningunas personas, desde la de a quien tres forman coronas soberana tiara, hasta la que pajiza vive choza; 185 desde la que el Danubio undoso dora, a la que junco humilde, humilde mora; y con siempre igual vara (como, en efecto, imagen poderosa de la muerte) Morfeo 190 el sayal mide igual con el brocado. El alma, pues, suspensa del exterior gobierno,--en que ocupada en material empleo, o bien o mal da el día por gastado--, 195 solamente dispensa remota, si del todo separada no, a los de muerte temporal opresos lánguidos miembros, sosegados huesos, los gajes del calor vegetativo, 200 el cuerpo siendo, en sosegada calma, un cadáver con alma, muerto a la vida y a la muerte vivo, de lo segundo dando tardas señas el del reloj humano 205 vital volante que, si no con mano, con arterial concierto, unas pequeñas muestras, pulsando, manifiesta lento de su bien regulado movimiento. Este, pues, miembro 15rey y centro vivo 210 de espíritus vitales, con su asociado respirante fuelle --pulmón, que imán del viento es atractivo, que en movimientos nunca desiguales o comprimiendo ya, o ya dilatando 215 el musculoso, claro arcaduz blando, hace que en el resuelle el que le circunscribe fresco ambiente que impele ya caliente, y él venga su expulsión haciendo activo 220 pequeños robos al calor nativo, algún tiempo llorados, nunca recuperados, si ahora no sentidos de su dueño, que, repetido, no hay robo pequeño--; 225 éstos, pues, de mayor, como ya digo, excepción, uno y otro fiel testigo, la vida aseguraban, mientras con mudas voces impugnaban la información, callados, los sentidos 230 --con no replicar sólo defendidos--, y la lengua que, torpe, enmudecía, con no poder hablar los desmentía. VI Esta es la última escena de mi obra; Si los venenosos minerales, y si este árbol, aquí es la última milla de mi viaje, Cuyo fruto trajo la muerte a los inmortales, y mi carrera da su último paso, Si las cabras lascivas, si las serpientes envidiosas mi pulgada final y el postrer punto; No pueden ser condenadas, ay, ¿por qué lo seré yo? ¿Por qué la voluntad o la razón, que son parte de mí, separará la muerte en un instante Harán que un mismo pecado sea en mí más abyecto? mi cuerpo y mi alma, y dormiré algún tiempo; Y si es fácil la gloria y la piedad para Dios, mas mi parte despierta verá el rostro ¿Por qué su cólera severa me querrá amenazar? cuyo temor sacude ya mis huesos. Pero, ¿quién soy yo, Dios mío, para discutir Contigo? Haz de tu sangre, la única elevada, Entonces, cuando mi alma vuele al cielo, Y de mis lágrimas, un celestial Leteo y el cuerpo terrenal vuelva a la tierra, Y ahoga en él la negra memoria de mi culpa. mis pecados, que tienen su derecho, Otros claman y piden que también los recuerdes. al infierno caerán que los criara. Yo preferiría la misericordia que supone tu olvido. Declárame así justo, de mal limpio, pues dejo así demonio, mundo y carne. J. Donne J.Donne 16