El Panchatantra (fragmento)

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El chacal dijo:
José Alemany Bolufer, ed. Panchatantra,
Madrid, Paidós, 2007, 334 pp.
Panchatantra
-—Amigo, si es así, conozco yo una región extraordinariamente
hermosa, regad por un río lleno de hierba color de esmeralda; vente
allá y disfrutaremos junto
Lambakarna contestó:
(ca. 250 a. C.)
—Compadre, lo que dices es cierto, pero a los animales domésticos nos matan las bestias salvajes. ¿Qué me va a aprovechar aquella
región tan bonita?
EL BURRO QUE NO TENIA NI CORAZÓN NI OREJAS
En cierto lugar de un bosque vivía un león llamado Karalakesara, que tenía como constante compañero a un chacal llamado Dhusakara. Un día, al luchar con un elefante, el león recibió en su cuerpo
tan fuertes heridas que se quedó sin poder mover ni una pata. De ello
resultó que Dhusakara iba enflaqueciendo y el hambre le roía la garganta. Un día dijo al león:
El chacal respondió:
— ¡No digas eso, amigo mío! Esa región está defendida por mis
brazos como si fuera una jaula; nadie sino yo puede entrar allí. Además
hay en ella tres burras solteras que como tú sufrieron malos tratos de
sus amos lavanderas; han recobrad fuerzas y su juventud les hace
desear marido, así que me han dicho: «Si quieres demostrarnos que
verdaderamente eres amigo nuestro ve a la aldea y tráenos un maridó
apropiado para nosotras». Por eso te quiero llevar allá.
—Señor, me atormenta el hambre, no puedo dar ni un paso.
¿Cómo voy poderte servir así?
El león dijo:
Al oír estas palabras del chacal, dijo Lambakarna con el cuerpo
atormenta de amor:
—Escucha: vete y busca cualquier animal, que yo lo mataré a
pesar de mi estado.
— ¡Querido! Si es así, llévame aprisa, que con razón se ha dicho: "No hay mejor néctar ni peor veneno que una hermosa muchacha.
Abrazarla da la vida separarse de ella es la muerte." Y también: "Si
sólo el nombrarla induce al amo ¡qué delicia el verla y acercarse a
ella!"
Entonces el chacal se puso a buscar y llegó a un pueblo cercano.
Allí, a la orilla de un estanque, vio a un burro llamado Lambakarna,
que comía afanosamente loa escasos abrojos. Se acercó a él y le "dijo:
— ¡Deja que te salude, amigo! Hace mucho que no te veo. Cuéntame, ¿cómo has enflaquecido tanto?
Así, pues, se fue con el chacal al lugar donde estaba el león. Pero
cuando éste debilitado por la enfermedad, vio al animal y se levantó,
el burro salió huyendo aunque no sin recibir un zarpazo. Pero este esfuerzo, como todos los de aquello a quienes la fortuna es adversa, no
sirvió al león de nada.
Lambakarna respondió:
— ¡Ay, compadre! ¿Qué voy a contarte? Una lavandera cruel
me martiriza con enormes cargas y no me da de comer; no tengo más
alimento que estos abrojos polvorientos. ¿Cómo voy a tener fuerzas?
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Entretanto el chacal le dijo enfurecido:
dios del amor lanzará sobre ti si no lo haces su vehemente cólera, pues
se ha dicho: "Los necios que van por el mundo rechazando la victoriosa
bandera del amor que sostienen las mujeres, serán combatidos de la
manera más cruel por un monstruo marino: irán desnudos, la cabeza
rapada, algunos vestidos de rojo, otros con trenzas y tonsura". El burro
se dejó convencer por estas palabras y volvió a emprender con el otro
el mismo camino. Pues con razón se na dicho: "El destino mueve al
hombre a obrar mal conscientemente, pues de lo contrario, ¿cómo podría encontrarse placer en el mal?"
— ¿Así son tus golpes? Si se puede escapar hasta un burro en
tus mismos ojos, ¿cómo vas a luchar con un elefante? Ahora verdaderamente me doy cuenta de lo poco que vales.
El león contestó entre avergonzado y sonriente:
— ¿Qué culpa tengo yo? No estaba preparado, pues ni un elefante se escapa cuando ha recibido un zarpazo mío.
A lo cual el chacal dijo:
Entretanto, el burro, conducido por el chacal, llegó otra vez
junto al león y éste le mató, pues ya estaba preparado. Después de matarle, dejó a su compañero custodiándolo y se fue a bañar a un río, pero
el chacal, hambriento, se comió las orejas y el corazón del burro, y
cuando el león volvió de bañarse, después de haber venerado a los dioses y sacrificado a sus manes se encontró al burro sin corazón ni orejas.
Cuando vio esto se enfureció y dijo al chacal:
—Hoy mismo lo volveré a traer. Pero procura tener la zarpa preparada.
El león añadió:
— ¿Cómo va a volver quien ha escapado después de verme con
sus propios ojos? Debes buscar cualquier otro animal.
El chacal dijo:
— ¡Malvado! ¡Qué cosa tan indecente has hecho! Pues al comerte las orejas y el corazón, lo que queda son desperdicios.
— ¿Eso te preocupa? Basta con que tengas la zarpa preparada.
Después de esto, el chacal fue siguiendo las huellas del burro y
le vio paciendo en el mismo sitio. Cuando el burro vio al chacal le dijo:
El otro contestó con reverencia:
—No digas eso, señor, porque este burro no tenía orejas ni corazón y por eso ha vuelto después de haber estado aquí y de haber
huido al ver tu aspecto.
— ¡Vaya, compadre, a buen sitio me llevaste! Me ha faltado un
pelo para perecer. Dime, ¿qué atroz criatura era aquella de cuyo golpe
fulminante pude por inerte salvarme?
Estas palabras parecieron razonables al león; partió con él la
pieza y comió sin preocupación. Por eso digo yo: "El que viene y escapa después de haber visto la fuerza del león y vuelve a pesar de todo
es un necio que no tiene ni corazón ni orejas."
Cuando esto oyó el chacal soltó una carcajada y contestó:
—Amigo, era una burra muy robusta que al verte llegar quiso
abrazarte con pasión y avidez. Como saliste corriendo, alargó la mano
para retenerte. Así que ha decidido dejarse morir de hambre por ti y ha
dicho: «Si Lambakarna no es mi marido, me arrojaré al fuego o al agua
o me envenenaré; no puedo resistir la reparación». Muéstrate, pues,
complaciente y ve allá si no quieres asesinar a tu mujer. Además, el
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