Las mucopolisacaridosis (MPS) se clasifican como enfermedades de almacenamiento lisosomal (EAL), y son causadas por la ausencia o el malfuncionamiento de ciertas enzimas necesarias para el procesamiento de glucosaminoglicanos (GAGs), que son cadenas largas y complejas de carbohidratos presentes en cada una de nuestras células que ayudan a construir los huesos, cartílagos, tendones, córneas, piel y tejido conectivo. Los glucosoaminoglicanos también se encuentran presentes en el líquido que lubrica las articulaciones. Las personas que padecen de mucopolisacaridosis no producen suficientes cantidades de una de las 11 enzimas requeridas para transformar estas cadenas de azúcares en proteínas y moléculas más sencillas, o producen enzimas que no funcionan correctamente. Al pasar el tiempo, estos glucosaminoglicanos se acumulan en las células, la sangre y los tejidos conectivos, lo que produce daños celulares permanentes y progresivos que afectan el aspecto y las capacidades físicas, los órganos, sistemas y el funcionamiento del organismo del individuo, involucrando en algunos casos, el desarrollo mental. Este grupo de enfermedades metabólicas hereditarias tienen un patrón de herencia autosómicos recesivos, lo que significa que afecta solamente a los individuos que heredan el gen defectuoso de ambos padres (la excepción es la MPS II, o síndrome de Hunter, en el cual sólo la madre transmite el gen defectuoso al hijo, siendo esta una transmisión hereditaria ligada al cromosoma X). Cuando ambos padres poseen el gen defectuoso, en cada embarazo existe una posibilidad en cuatro de afectar al niño. Es posible que los padres y hermanos de un niño afectado no presenten muestras del trastorno. Los hermanos no afectados y ciertos parientes de un niño que padezca de una de las formas de mucopolisacaridosis pudieran llevar el gen recesivo y transmitirlo a sus propios hijos. Signos y síntomas Las MPS comparten ciertas características clínicas pero poseen diversos grados de gravedad. En muchas de ellas puede que estas características no sean evidentes al nacer, pero sí pueden hacerse cuando el progresivo acúmulo de glucosaminoglicanos comienza a afectar la estructura esquelética, los tejidos conectivos y demás órganos. Las complicaciones neurológicas pueden incluir daños a las neuronas así como dolores y deterioro en la función motora. Esta condición proviene de la compresión de los nervios o de las raíces nerviosas en la médula espinal o del sistema nervioso periférico. Dependiendo del subtipo de mucopolisacaridosis, los individuos afectados pueden tener un nivel de inteligencia normal o sufrir retardos graves y distintos grados de retrasos en el desarrollo y en el comportamiento. Muchos individuos pierden la audición, bien sea conductiva (sobretodo por alteración de la cadena de huesecillos del oído), neurosensitiva (por afectación de las células ciliadas en el oído interno) o ambas. La hidrocefalia comunicante, en la cual la circulación normal del líquido cefalorraquídeo se bloquea con el tiempo y causa una presión creciente intracraneana, es común en algunas MPS. La inserción quirúrgica de un catéter (derivación o shunt), puede ayudar a drenar el líquido. La córnea a menudo puede llegar a nublarse por causa del almacenamiento intracelular. La degeneración de la retina y el glaucoma también pueden afectar la visión del paciente. Los síntomas físicos incluyen generalmente rasgos faciales toscos (incluyendo puente nasal plano, labios gruesos, boca y lengua crecidas); baja estatura con el tronco desproporcionadamente corto; displasia osteoarticular (tamaño y/o formas alteradas de huesos y articulaciones) y otras irregularidades esqueléticas; espesamiento de la piel; órganos agrandados (tales como hígado o bazo); hernias y crecimiento excesivo del pelo en el cuerpo. Manos cortas en forma de garra, rigidez progresiva de las coyunturas y el síndrome de túnel carpiano, pueden restringir la movilidad y las funciones de la mano. Las infecciones respiratorias recurrentes son comunes al igual que las enfermedades obstructivas de las vías respiratorias y la apnea del sueño (caracterizada por la suspensión momentánea de la respiración durante el sueño). Muchos individuos afectados también presentan enfermedades cardíacas, a menudo asociadas al engrosamiento de las paredes, aumento del volumen de las cavidades o afectación de las válvulas cardíacas. Una enfermedad lisosomal de almacenamiento que a menudo se confunde con la mucopolisacaridosis es la mucolipidosis, en la cual se almacenan cantidades excesivas de lípidos, además de los azúcares. Las personas con mucolipidosis pueden compartir algunas de las características clínicas asociadas a las mucopolisacaridosis (ciertas características faciales, anormalidades en la estructura ósea y daños cerebrales) y tener en la sangre mayores cantidades de las enzimas necesarias para sintetizar los lípidos. Diagnóstico El diagnóstico se puede hacer a menudo por medio de exámenes clínicos y análisis de orina. Los análisis enzimáticos (que examinan la deficiencia de enzimas en una variedad de células, cultivos de tejidos o fluídos corporales) también se utilizan para proporcionar un diagnóstico definitivo del tipo de mucopolisacaridosis. Se puede realizar un diagnóstico prenatal usando amniocentesis y pruebas en la vellosidad coriónica para verificar si un feto porta una copia del gen defectuoso o si padecerá el trastorno. El asesoramiento genético ayuda a los padres con antecedentes familiares de mucopolisacaridosis a determinar si son portadores de un gen mutado que pueda causar dichos trastornos. Tratamiento Actualmente no existe cura para estos trastornos. La asistencia médica se orienta al tratamiento de las condiciones sistémicas y a mejorar la calidad de vida de la persona. La terapia física y el ejercicio diario pueden retrasar problemas comunes y mejorar la capacidad de movimiento. Los cambios en la dieta no previenen la progresión de la enfermedad, pero el consumo limitado de leche, azúcar y productos lácteos ha ayudado a algunos individuos que presentaban mucosidad excesiva. La cirugía para extraer las amígdalas y el tejido adenoideo puede mejorar la respiración de los individuos afectados por trastornos de las vías respiratorias y apnea del sueño. El estudio de los parámetros de la función respiratoria en vigilia y durante el sueño pueden determinar el tipo de alteraciones y la posibilidad del uso de oxígeno o dispositivos para corregir dicha función y mejorar la oxigenación de sangre y tejidos. La cirugía puede también corregir hernias, ayudar a drenar el líquido cefalorraquídeo excesivo, liberar los nervios y las raíces nerviosas comprimidas por anormalidades esqueléticas y otras causas. Los trasplantes de córnea pueden mejorar la visión en los pacientes que presentan córneas significativamente opacificadas. Las terapias de reemplazo enzimático (TRE) actualmente están siendo utilizadas en las Mucopolisacaridosis tipos I, II, VI. Las mismas disminuyen los depósitos de GAGs de manera que se obtienen notorios cambios en la textura de la piel y pelos; disminución del tamaño de órganos como bazo e hígado; menor rigidez osteoarticular que se traduce en una mejor respuesta al ejercicio y cambios de postura; mejoría de la función respiratoria con disminución de la incidencia de complicaciones particularmente infecciosas; etc. La TRE en síntesis se demuestra útil en la reducción de síntomas, signos, disminuyendo el número de complicaciones y mejorando la calidad y expectativa de vida. El trasplante de médula y el trasplante de células madre de sangre del cordón umbilical han tenido un éxito limitado en el tratamiento de las mucopolisacaridosis y son muchos los riesgos y complicaciones derivadas de estos procedimientos. Tipos de mucopolisacaridosis Se han identificado siete tipos clínicos y diversos subtipos de mucopolisacaridosis. Aunque cada mucopolisacaridosis (MPS) se diferencia clínicamente, la mayoría de los pacientes generalmente presentan un período de desarrollo normal seguido en la evolución por una disminución del funcionamiento físico y/o mental. Dependiendo de la gravedad de los síntomas, la MPS I se divide en tres subtipos. Los tres tipos son causados por la ausencia o niveles escasos de la enzima alfa-L-iduronidasa. Los GAGs acumulados son el heparán sulfato y el dermatán sulfato. MPS I H, síndrome de Hurler, es el más grave de los subtipos de MPS I. El niño presenta retrasos en el desarrollo antes del primer año de vida y se detiene generalmente entre las edades de 2 y 4 años. A esto le sigue un deterioro y la pérdida progresiva de las capacidades mentales y físicas. El lenguaje puede sufrir limitaciones debido a la pérdida de la audición y al agrandamiento de la lengua. Con el pasar del tiempo, las membranas transparentes de la córnea se opacifican y las retinas pueden comenzar a degenerarse. El síndrome de túnel carpiano (o una compresión similar de los nervios en otras partes del cuerpo) y las restricciones generalizadas del movimiento son comunes. Los niños afectados pueden ser muy grandes al nacer y parecer normales pero pueden presentar hernias inguinales o umbilicales. El aumento de estatura puede ser más rápido de lo normal pero comienza a retrasarse antes del final del primer año de vida y a menudo se detiene alrededor de los 3 años de edad. Muchos niños presentan un tronco corto y una estatura máxima de menos de 4 pies. Las características faciales particulares (incluyendo la cara y el puente nasal planos y una frente protuberante) llegan a ser más evidentes en el segundo año. Al llegar a los 2 años de edad, las costillas se ensanchan y presentan forma de remo. El hígado, el bazo y el corazón a menudo se agrandan. Los niños pueden presentar respiración ruidosa e infecciones recurrentes de las vías respiratorias o los oídos. La alimentación puede ser difícil para algunos niños y muchos presentan problemas intestinales periódicos. Los niños que padecen el síndrome de Hurler con frecuencia mueren antes de cumplir los 10 años de edad a causa de obstrucciones en las vías respiratorias, infecciones respiratorias o complicaciones cardíacas. MPS I S, síndrome de Scheie, es la forma más leve de MPS I. Generalmente los síntomas comienzan después de la edad de 5 años y el diagnóstico se hace después de la edad de 10 años. Los niños que padecen del síndrome de Scheie poseen un nivel de inteligencia normal o pueden presentar discapacidades de aprendizaje leves. El glaucoma, la degeneración de la retina y las córneas nubladas pueden deteriorar notablemente la visión. Otros problemas incluyen el síndrome de túnel carpiano u otras compresiones de los nervios, rigidez en las coyunturas, manos en forma de garra y pies deformados, cuello corto y enfermedad de la válvula aórtica. Algunos individuos afectados también padecen enfermedades obstructivas de las vías respiratorias y apnea del sueño. Las personas con el síndrome de Scheie pueden vivir hasta la edad adulta. MPS I H-S, síndrome de Hurler-Scheie, es menos severo que el síndrome de Hurler. Los síntomas comienzan generalmente entre las edades de 3 y 8 años. Los niños pueden presentar retraso mental moderado y dificultades de aprendizaje. Las irregularidades esqueléticas y sistémicas incluyen baja estatura, rigidez generalizada y progresiva, médula espinal comprimida, córneas nubladas, pérdida de la audición, enfermedades cardíacas, características faciales toscas y hernia umbilical. Problemas respiratorios, apnea del sueño y enfermedades cardíacas pueden presentarse en la adolescencia. Algunas personas que padecen de MPS I H-S necesitan el tratamiento de presión nasal continua positiva de las vías respiratorias (CPAP por su sigla en inglés) durante el sueño, para facilitar la respiración. La CPAP consiste en colocar una mascarilla sellada sobre la nariz y la boca que sopla aire dentro de la vía respiratoria superior para que no colapse mientras el paciente duerme. La esperanza de vida es generalmente entre los últimos años de la adolescencia y el comienzo de la década de los 20 años. Aunque no se han hecho ningunos estudios para determinar la frecuencia de la MPS I en Estados Unidos, los estudios realizados en British Columbia (Canadá) estiman que uno de cada 100 mil recién nacidos padece del síndrome de Hurler. Los estimados para el síndrome de Scheie son de uno en cada 500 mil nacimientos y para el síndrome de Hurler-Scheie, de uno en 115 mil nacimientos. MPS II, síndrome de Hunter, es causado por la ausencia de la enzima Iduronato 2 sulfatasa, con acumulación de dermatán sulfato y heparán sulfato. El síndrome de Hunter tiene dos subtipos clínicos y es la única de las mucopolisacaridosis en la cual sólo la madre puede transmitir el gen defectuoso al hijo. La incidencia del síndrome de Hunter se estima en uno de cada 100 mil a 150 mil nacimientos masculinos. Los niños que padecen de MPS II A, la forma más grave del síndrome de Hunter, comparten muchas de las mismas características clínicas asociadas al síndrome de Hurler (MPS I H) pero con síntomas más leves. El inicio de la enfermedad ocurre generalmente entre las edades de 2 y 4 años. El deterioro en el desarrollo se nota generalmente entre las edades de 18 y 36 meses, seguido por la pérdida progresiva de capacidades. Otras características clínicas incluyen rasgos faciales toscos, irregularidades esqueléticas, obstrucción y complicaciones de las vías respiratorias, baja estatura, rigidez generalizada, degeneración de la retina (sin opacificación de las córneas), hidrocefalia comunicante, diarrea crónica, agrandamiento del hígado y bazo y pérdida progresiva de la audición. Manchas blanquecinas en la piel se pueden presentar en los antebrazos, la espalda y las piernas. La muerte a causa de dificultades respiratorias o fallas cardiovasculares por lo general ocurre a la edad de 15 años. Las características físicas de la MPS II B son menos obvias y progresan a un ritmo mucho más lento. El diagnóstico se realiza a menudo en la segunda década de vida. El intelecto y el desarrollo social no se ven afectados. Los problemas esqueléticos pueden ser menos graves, pero el síndrome del túnel carpiano y la rigidez de las coyunturas pueden restringir el movimiento y la altura es algo menor de lo normal. Otros síntomas clínicos incluyen la pérdida de la audición, visión periférica pobre, apnea del sueño, aunque las complicaciones respiratorias y cardíacas pueden contribuir a la muerte prematura. Las personas con MPS II B pueden vivir hasta o más allá de los 50 años. MPS III, síndrome de Sanfilippo, está marcado por síntomas neurológicos graves, tales como demencia progresiva, comportamiento agresivo, hiperactividad, convulsiones, algo de sordera y pérdida de la visión y una incapacidad para dormir por varias horas seguidas. Este trastorno tiende a presentar tres etapas principales. Durante la primera etapa, el desarrollo inicial de las capacidades mentales y motoras puede presentar algún retraso. Los niños afectados muestran un deterioro significativo en el aprendizaje entre las edades de 2 y 6 años, seguida por la pérdida eventual de capacidades de lenguaje y la pérdida parcial o total de la audición. Algunos niños nunca aprenden a hablar. En la segunda etapa del síndrome, el comportamiento agresivo, la hiperactividad, la demencia profunda y el sueño irregular hacen que estos niños sean difíciles de manejar, particularmente los que poseen una fuerza física normal. En la última etapa del síndrome, el mantenerse en pie se hace cada vez más difícil para estos niños y la mayoría deja de caminar a la edad de 10 años. El espesamiento de la piel y cambios leves en las características faciales, en la estatura, los huesos y las estructuras esqueléticas llegan a ser evidentes con la edad. El crecimiento generalmente se detiene a la edad de 10 años. Otros problemas pueden incluir el estrechamiento de las vías respiratorias en la garganta y el agrandamiento de las amígdalas y de las adenoides (también conocidas como vegetaciones), dificultando el comer o tragar. Las infecciones respiratorias recurrentes también son comunes. Existen cuatro tipos diferentes del síndrome de Sanfilippo, cada uno causado por la alteración de una enzima distinta necesaria para romper totalmente la cadena de azúcares del sulfato de heparán. Existe poca diferencia clínica entre estos cuatro tipos del síndrome, pero los síntomas parecen ser más graves y progresan más rápidamente en niños con el síndrome tipo A. La duración promedio del síndrome de Sanfilippo es de 8 a 10 años a partir de los primeros síntomas. La mayoría de las personas que padecen de MPS III pueden vivir hasta la adolescencia o algunos años más. Sanfilippo A es el más grave de los trastornos de MPS III y es causado por la ausencia o alteración de la enzima heparán sulfamidasa. Los niños que padecen de Sanfilippo A tienen la menor tasa de supervivencia entre todos los que padecen de trastornos de MPS III. Sanfilippo B es causado por la falta o deficiencia de la enzima N-acetil alfa D glucosaminidasa. Sanfilippo C resulta de la desaparición o alteración de la enzima acetil-CoA:alfa-glucosaminidasa N-acetiltransferasa. Sanfilippo D es causado por falta o deficiencia de la enzima N-acetilglucosamina 6-sulfatasa. La incidencia del síndrome de Sanfilippo (en todos los cuatro tipos) es de aproximadamente uno en cada 70 mil nacimientos. MPS IV, síndrome de Morquio, se estima que puede ocurrir en uno de cada 200 mil nacimientos. Resulta de la falta o deficiencia de la enzima N-acetilgalactosamina 6-sulfatasa (tipo A) necesarias para metabolizar el keratán sulfato. El inicio de Morquio se presenta entre las edades de 1 y 3 años. Las complicaciones neurológicas incluyen la compresión de los nervios espinales y de las raíces nerviosas, cambios esqueléticos progresivos extremos, particularmente en las costillas y el pecho; la pérdida auditiva conductiva y/o neurosensitiva y las córneas nubladas. El nivel de inteligencia es normal a menos que se presente una hidrocefalia que no sea tratada. El crecimiento físico se retarda y a menudo cesa alrededor de los 8 años de edad. Las anormalidades esqueléticas incluyen un pecho acampanado, aplanamiento o curvatura de la espina dorsal, huesos acortados y displasia de las caderas, rodillas, tobillos y muñecas. Los huesos que estabilizan la conexión entre la cabeza y el cuello pueden presentar malformaciones (hipoplasia del odontoide). En estos casos, un procedimiento quirúrgico llamado fusión de las vértebras cervicales puede ayudar a salvar la vida. Restricciones en la respiración, la rigidez generalizada y las enfermedades cardíacas son también comunes. Puede que los niños que padecen de la forma más grave del síndrome de Morquio no sobrevivan más allá de los 20 o 30 años. Los niños que padecen de MPS VI, síndrome de Maroteaux-Lamy, tienen un desarrollo intelectual normal, pero generalmente comparten muchos de los síntomas físicos encontrados en el síndrome de Hurler. El síndrome de Maroteaux-Lamy es causado por una deficiencia de la enzima N-acetilgalactosamina 4sulfatasa con depósitos de dermatan sulfato y tiene un espectro variable de síntomas graves. Las complicaciones neurológicas incluyen córneas opacificadas, sordera, espesamiento de la duramadre (membrana que rodea y protege el cerebro y la médula espinal) y dolores causados por la compresión o traumatismo de los nervios y las raíces nerviosas. El crecimiento es normal al comienzo y se detiene repentinamente alrededor de los 8 años de edad. A la edad de 10 años los niños presentan un tronco acortado, postura encorvada y restricciones generalizadas del movimiento. En casos más graves, los niños también presentan una espina dorsal curva y un abdomen protuberante. Los cambios esqueléticos (particularmente en la región pélvica) son progresivos y limitan el movimiento. Muchos niños también presentan hernias umbilicales o inguinales. Casi todos tienen algún tipo de enfermedad cardíaca, generalmente asociada al mal funcionamiento de las válvulas. MPS VII, síndrome de Sly, es una de las formas menos comunes de mucopolisacaridosis, estimándose que puede ocurrir en menos de uno por cada 250 mil nacimientos. El trastorno es causado por la deficiencia de la enzima beta D glucuronidasa con depósitos de dermatán, heparán y condroitín sulfatos. En su forma menos común, los niños afectados con el síndrome de Sly nacen con hydrops fetalis, donde el cuerpo retiene grandes cantidades de líquido. La supervivencia es generalmente de algunos meses o menos. La mayoría de los niños con el síndrome de Sly son afectados en forma menos grave. Los síntomas neurológicos pueden incluir retraso mental leve o moderado a la edad de 3 años, hidrocefalia comunicante, compresión de los nervios, córneas nubladas y una cierta pérdida de la visión periférica y nocturna. Otros síntomas incluyen baja estatura, algunas irregularidades esqueléticas, rigidez generalizada y restricciones en el movimiento y hernias umbilicales e inguinales. Algunos pacientes pueden presentar ataques recurrentes de pulmonía durante sus primeros años de vida. La mayoría de los niños con el síndrome de Sly viven hasta la adolescencia o un poco más. Hasta el año 2001, sólo se había reportado un caso de MPS IX. El trastorno fue causado por la deficiencia de la enzima hialuronidasa con depósitos de condrointín sulfato. Los síntomas incluyeron formación de masas nodulares de tejido suave situadas alrededor de las coyunturas, episodios de hinchazón dolorosa de las mismas y dolores que cesaron espontáneamente en el plazo de 3 días. Una radiografía de la zona pélvica mostró masas múltiples de tejido suave y una cierta erosión ósea. Otros rasgos incluyeron cambios faciales leves, estatura corta hereditaria y, como se ha visto en otros trastornos de MPS, un nivel normal de inteligencia y de los movimiento de las coyunturas.