5 de julio de 2015

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PARA EL CELEBRANTE
respeta en su integridad, lo trasmite con fidelidad, y nunca lo usa para satisfacer sus
caprichos o por ansia de poder. La mejor señal para distinguir el verdadero del falso
profeta son aquellas palabras del Señor: "Por sus obras los conoceréis". Debemos
abrirnos al verdadero profeta enviado por Dios, apoyarlo, animarlo y colaborar con él
y con la misión que le fue encomendada.
XIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
«Alabado seas, mi Señor»
MONICIÓN DE ENTRADA
En este domingo estamos invitados a reconocer con
Jesús que “Un profeta es despreciado solamente en
su pueblo, en su familia y en su casa”. Un
reconocimiento que no sólo nos prepara a las
contradicciones y conflictos, sino también a examinar
si aceptamos las llamadas proféticas dirigidas a
nosotros. Que la celebración de la Eucaristía nos
ayude a caminar cantando, sabiendo que nuestras
luchas y preocupaciones no nos van a quitar el gozo
de la esperanza.
Nosotros como pueblo de Dios, Iglesia de Cristo, tenemos una misión profética. Tras
el Concilio Vaticano II, cuando la Iglesia habla de lo "profético" o "misión profética de
la Iglesia", hace referencia a sus intervenciones en la vida pública, sobre todo a
propósito de los derechos humanos o al modelo de desarrollo aplicado en los
distintos países. "La actuación de la Iglesia en materia de derechos humanos, en su
mensaje de liberación, en su opción por los pobres, pertenece a su misión y es algo
constitutivo de su ser" (Documento de Puebla)
No ser reconocida la Iglesia como la voz legítima de Cristo, como Iglesia profética, no
quiere decir que no lo sea. Hace pocos días que hemos conocido la encíclica
"Laudato si", un documento de la Doctrina Social de la Iglesia, un documento
profético. La "defensa de la casa común", que entre los cristianos tiene valiosos
antecedentes, es elevada por el Papa Francisco a la categoría de "deber moral para
con Dios y los hombres."
"¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están
creciendo?" (LS 160). Esta pregunta está en el centro de "Laudato si". "Esta pregunta
no afecta sólo al ambiente de manera aislada, porque no se puede plantear la
cuestión de modo fragmentario", y nos conduce a interrogarnos sobre el sentido de la
existencia y el valor de la vida social: "¿Para qué pasamos por este mundo? ¿para
qué vinimos a esta vida? ¿para qué trabajamos y luchamos? ¿para qué nos necesita
esta tierra?" si no nos planteamos estas preguntas de fondo -dice el Pontífice – "no
creo que nuestras preocupaciones ecológicas puedan obtener resultados
importantes."
El Papa nos llama a "descubrir el sentido trascendente de la vida de cada persona";
a descubrir la grandeza de Dios en su obra creadora, a cuidarla con amor y humildad.
Cómo nos cuesta a nosotros comprender y aceptar a ese Dios, a nosotros que
colocamos como valores supremos para nuestras vidas la riqueza, el poder, el gozo,
la posición social; a nosotros que buscamos a Dios cuando lo necesitamos para que
haga nuestra voluntad, y lo olvidamos y lo rechazamos cuando Él nos necesita a
nosotros.
“Si tú quieres salvar tus ojos, tus manos, tus bienes y no quieres compartirlos ni
someterlos a una justicia según el pensamiento de Dios, lo perderás todo.” (Beato
Oscar Romero)
Guión litúrgico, Domingo de Cáritas 5 de julio de 2015
XIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B, año del Señor 2015
www.caritas-sevilla.org
ACTO PENITENCIAL
Porque no escuchamos las palabras de los otros que nos llaman a cambiar
y convertirnos.
- Señor, ten piedad.
Porque no descubrimos el amor de Dios en este mundo que Él tanto ama.
- Cristo, ten piedad.
Porque no vivimos en pobreza, sencillez y confianza en el Padre.
- Señor, ten piedad.
MONICIÓN A LAS LECTURAS
Sabemos que la Iglesia es el Pueblo de Dios “santo y al mismo tiempo
necesitado de purificación”, como reconoció el Concilio Vaticano II (Cf. LG 8),
pero a menudo compartimos la actitud de los coterráneos de Jesús y
fácilmente ponemos etiquetas. Que la escucha atenta de la Palabra de Dios
nos ayude a avanzar en nuestro camino de conversión.
Lectura de la profecía de Ezequiel 2, 2-5
Sal 122, 1-2a. 2bcd. 3-4 (R.: 2cd)
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12, 7b-10
Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 1-6
PARA EL CELEBRANTE
ORACION DE LOS FIELES
Abriendo nuestro corazón a todos los regalos que Dios nos hace en su
creación, elevemos nuestra oración al Señor.
Respondamos diciendo: Que aprendamos a valorar, Señor, el
regalo de tu creación.
-
Por la Iglesia, que como madre, enseñe siempre a conservar nuestro
planeta tierra, que nada de este mundo le sea indiferente y nosotros
cuidemos la creación como casa habitable para todos, roguemos al
Señor.
-
Por los cristianos que nos preocupemos por unir a toda la familia humana
en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, roguemos al Señor.
-
Para que todos colaboremos como instrumentos de Dios en el cuidado de
la creación, cada uno desde su cultura, su experiencia, sus iniciativas y
sus capacidades, roguemos al Señor.
-
Para que denunciemos y luchemos contra la cultura del descarte que
excluye a los seres humanos y a las cosas, convirtiéndolas en basura,
roguemos al Señor.
-
Para que el compromiso de nuestra comunidad con los más pobres, a
través de su cáritas parroquial, sea testimonio de que hemos descubierto
el amor de Dios y su desmesurado cariño hacia todos nosotros,
roguemos al Señor.
-
Para que descubramos el reflejo de Dios en todo lo que existe y su
contemplación nos lleva a adorar al Señor por su creación, roguemos al
Señor.
Dios, dador de todo bien, ayúdanos a que nuestro avance técnico no destruya
ni deteriore sino que respete y goce los bienes de la creación, que tú has
regalado al universo. Por Jesucristo nuestro Señor.
MENSAJE PARA ANTES DE LA COLECTA
Dice el papa Francisco en la encíclica “Laudato si” que “Mientras más vacío
está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y
Guión litúrgico, Domingo de Cáritas 5 de julio de 2015
XIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B, año del Señor 2015
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consumir.” Nosotros hemos conocido el amor de Dios y con amor queremos
responder. Por eso tengamos el gesto de colaborar en el cuidado mutuo
hacia aquellos hijos suyos más necesitados, los pobres a los que nuestra
comunidad, a través de su cáritas parroquial, atiende. Para ellos os pedimos
vuestra colaboración en la colecta que vamos a realizar. En las manos de
Dios nuestra aportación será engrandecida por su gracia.
REFLEXIÓN
La liturgia de hoy nos interpela a ser profeta en medio de un mundo obstinado.
Ezequiel es denominado “hijo de Adán”, destacando la debilidad humana frente a la
grandeza de Dios. Jesús va dándose a conocer, y es en su propio pueblo donde
causa extrañeza y hostilidad. No es fácil reconocer que alguien, cuyos orígenes y
pasos sean conocidos, intente un día enseñarnos algo. Dejamos de ver lo que
tenemos ante los ojos y preferimos recordar lo que tenemos en la memoria. Decimos
"Nadie es profeta en su tierra" y en muchas ocasiones es verdad. A veces estamos
tan cerca de algunas personas y no vemos su grandeza. Otras veces, y eso es aún
peor, no reconocemos lo bueno en el otro porque sentimos en nuestro interior la
envidia o los celos.
No ser reconocido como profeta en su tierra no significó para Cristo dejar de serlo.
Aunque las profecías hablaban de Él, pobre y humilde, ellos esperaban un Mesías
majestuoso que irrumpiera en la historia de su pueblo lleno de gloria, poder y
majestad. Por eso los que compartieron su vida durante tantos años, no fueron
capaces de reconocer la presencia y la acción de Dios en Jesús, el hijo del
carpintero.
El profeta en las sagradas Escrituras aparece con una misión difícil: denunciar el mal
que existe, denunciar el mal que impide al hombre llegar a su realización, a su
salvación; denunciar el mal que se ha "estructurado" y que impide que el pueblo, la
comunidad de hombres y mujeres, marche por los caminos de liberación. El profeta
tiene en sus manos la misión de anunciar la salvación que viene de Dios, anunciar
que Cristo es salvador de todo ser humano. El profeta no busca engrandecerse a
costa de su misión. El profeta sufre incomprensión, no tiene acogida entre los suyos,
pero sabe que lo importante es estar "en medio de su pueblo" y cumplir la misión que
se le ha encomendado.
En un mundo confuso por la aparición de falsos profetismos, nosotros que decimos
ser seguidores de Cristo, debemos aprender a distinguir entre los verdaderos y falsos
profetas. Es necesario que sepamos acoger al verdadero profeta, el mensaje que él
nos trae, porque su palabra no nace de su iniciativa, sino que la recibe de Dios para
darla a los demás. El verdadero profeta no es propietario del mensaje, por eso lo
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