Exaltación de la Cruz, 14/9/2014 Números 21, 4b-9; Salmo 77; Filipenses 2, 6-11; Juan 3, 13-17. Al coincidir este domingo con el día 14 de septiembre en el que la Iglesia celebra la Exaltación de la Cruz, la celebración de la Eucaristía es la de esta fiesta, por medio de la que la liturgia de la Iglesia nos invita a realizar lo que repetimos en la respuesta del salmo 77: no olvidar las acciones del Señor. Si algo no debemos olvidar es lo que Cristo ha hecho por todos y cada uno de nosotros: morir en la cruz, y esto es lo que nos recuerda esta fiesta: que Cristo ha muerto en la cruz para nuestra salvación, por eso la cruz, para el cristiano, deja de ser un instrumento de sufrimiento y muerte para pasar a ser instrumento de salvación. La cruz es sinónimo de mal, de sufrimiento, de carga, de algo duro y difícil para llevar, es también sinónimo de crisis, de momento duro, de agonía, donde no se ve salida ni salvación. Es algo parecido a la situación que nos narra la primera lectura tomada del libro de los Números: un pueblo que marcha por el desierto, sin agua, sin alimentos, y que se cuestiona los motivos que le hacen marchar por el desierto, incluso cuestionan al propio Dios. Algo similar estamos viviendo en esta época, caminamos hacia no se sabe dónde, y en el camino vemos que cada vez tenemos menos derechos, menos servicios, las cosas cuestan más, pero el salario cada vez es menor, desconfiamos, muchas veces con razón, de los líderes, pues no responden a las expectativas y con su comportamiento nos han defraudado, las instituciones no dan soluciones eficaces, cuestionamos al mismo Dios: aumentan los suicidios, se ve al prójimo como enemigo y rival,… Vivimos una situación de cruz, en la que todavía no vemos la cruz como salvación. En esta situación ¿dónde está Dios? En la Carta a los Filipenses se nos responde, Dios es el Cristo que desciende, que se despoja, que se hace como el hombre, como el hombre que sufre y que muere en la cruz. Dios está, ha estado y estará siempre con el crucificado, Cristo en la cruz se identifica con todos y cada uno de los crucificados. Por esto, el crucificado, los crucificados tienen esperanza, lo último no es la cruz, sino la elevación, el alzarse, el levantarse. Dios, en el cántico cristológico que leemos en la carta a los filipenses, levanta a Cristo sobre todo y le concede el Nombresobre-todo-nombre, Dios, en los Números, manda a Moisés levantar la imagen de una serpiente como signo de salvación; así la serpiente era la que causaba la muerte y ahora es la que salva. El Cristo que es levantado en la cruz es el que nos salva, no el que nos condena, sino el que nos salva. De aquí que el creyente, el que lleva la cruz o mira a la cruz, no puede ser pesimista, no puede dejarse vencer por el fatalismo y las circunstancias, sino que debe ser siempre optimista, hombre y mujer de esperanza, de ilusión, de alegría, que sabe que esta salvado, que lo que nos espera al final es levantarnos, elevarnos, la Gloria con el mismo Cristo. Que esta fiesta nos ayude a vivir la alegría de la salvación y a contagiarla.