CAMBIOS CLIMÁTICOS: DESAFÍOS PARA LA SOCIEDAD DEL BICENTENARIO Por Brian Samir Gines Bejarano “El impacto del cambio climático mundial puede presentar un reto mayor que cualquier otro al que se haya enfrentado la humanidad” Gro Harlem Brundtland1 Los cambios climáticos representan una alteración de las condiciones normales de la naturaleza que obedecen a causas antropogénicas. Se traducen en un peligro constante para la humanidad y los seres vivos que subsisten en las desgastadas condiciones del medio ambiente. Por lo tanto, la sociedad, consciente del compromiso asumido con la historia por la preservación del ecosistema, que es el patrimonio 2 más importante de nuestra existencia, debe converger en un punto homogéneo de acción para nuestra supervivencia: el cambio climático. Analizando dicha circunstancia, surge un nuevo interrogante: ¿Habrá otros doscientos años para nuestra historia y la del mundo? La decisión está en manos de todos. El despertar patriótico y la conservación del medio ambiente deben constituir una relación indisoluble. Los cambios climáticos, en un sentido estrictamente técnico, hacen referencia a un cambio en la distribución estadística del clima durante períodos de tiempo que van desde décadas hasta millones de años, presentando fenómenos climatológicos. No obstante, el uso reciente del término en política medioambiental, se refiere a cambios del actual clima. Las Naciones Unidas definen el cambio climático como “un cambio de clima atribuido directa o indirectamente a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera mundial, y que se suma a la variabilidad natural del clima observado durante periodos de tiempo comparables”, entendiéndolo desde esa perspectiva como sinónimo de calentamiento global. 1 Ex-presidenta de la Comisión Mundial de la Organización de Naciones Unidas para el Desarrollo y el Medio Ambiente. 2 El “patrimonio”, para el Derecho romano –que lo denomina patrimonium- es un “bien heredado, que debe transmitirse de padres y madres a hijos”. El calentamiento global es el resultado del aumento de concentraciones de gases de efecto invernadero, tales como el dióxido de carbono, los óxidos nitrosos, el metano, y los compuestos clorofluorocarbonados. Dichos gases están absorbiendo una cantidad creciente de radiación infrarroja terrestre, por lo que a causa del fenómeno denominado efecto invernadero, podría aumentar la temperatura del planeta Tierra entre 1,5 y 4,5 C. Entre sus principales consecuencias están los cambios de los patrones de precipitación y la alteración de las corrientes marinas. Dichos efectos son los señalados de forma general por la comunidad científica. Pero aún existe una gran incógnita con relación a otros efectos, ya que el cambio es bastante brusco. En los últimos 200 años se ha modificado la situación meteorológica del planeta, la que es considerada como "una anomalía" por el científico Ed Brook, profesor de geología de la Universidad de Oregon. Brook afirma que el comportamiento del clima se debe a que ha aumentado la emisión de gases contaminantes de forma considerable desde la Revolución Industrial, emisión ocurrida a una velocidad y magnitud que la Tierra no registró en centenares de miles de años, razón por la cual ha sentenciado que no "hay duda de que esto se debe a la influencia humana". El clima ejerce un rol protagónico en el comportamiento de la naturaleza y por consiguiente en la vida de todo ser humano, que necesita interactuar con su ecosistema --flora, fauna y recursos hídricos de una determinada región-- que termina moldeando a las culturas, tanto en el comportamiento como en la producción. Existe una estrecha relación entre el clima y el desenvolvimiento social, que debe ser responsable. La conservación de nuestro ecosistema es parte del proceso de emancipación, que no ha culminado en la gesta independentista de 1811, sino que es un proceso que continúa. El cambio climático posee un comportamiento global que afecta a cada país de forma distinta, pero aguda. Los efectos de la emisión de gases contaminantes de un país tienen un resultante a escala global, porque el cambio climático no discrimina las fronteras físicas ni la irresponsabilidad política y social. Los países, que están configurados en líneas geográficas entendibles solamente por los seres humanos, son igualmente afectados, pues la naturaleza no hace diferencia. Lo que ocurre en el mundo afecta al Paraguay. Nuestro país, según estimaciones de las Naciones Unidas, emite un mínimo porcentaje de gases tóxicos en el mundo, pero se ha visto muy afectado por enormes inundaciones y largas sequías, así como por la desaparición de más del 70 por ciento de nuestros bosques desde el siglo XX en la Región Oriental del País. Los factores antropogénicos son actividades humanas que modifican el medio ambiente y generan una cadena de efectos sobre el clima. La influencia humana es, pues, directa y sin ambigüedades. El actual consenso científico sobre el cambio climático es que la actividad humana es la más probable causa del rápido aumento de las temperaturas medias globales durante las últimas décadas. Por tanto, el debate actual apunta en gran medida a la forma de reducir el impacto de la actividad humana, y a la búsqueda de mecanismos de adaptación a los cambios ya acaecidos. Lo más alarmante en este escenario es el aumento de los niveles de dióxido de carbono debido a las emisiones procedentes de combustibles fósiles, aerosoles y cemento. También el uso indiscriminado del suelo, el agotamiento del ozono, la producción animal y la deforestación son causas que se conjugan para establecer un problema común: el calentamiento global. Con relación a los puntos citados, el Dr. Michael McElroy, de la Universidad de Harvard, había expresado: “Finalmente tendríamos que reducir de forma drástica el uso de los combustibles fósiles, una tarea nada fácil. ¿Cómo podemos persuadir a países como China, con abundantes suministros de carbón, para que limiten su desarrollo y el uso del combustible más económico y asequible que tienen? Es necesario un planteamiento internacional.” Las acciones deben enmarcarse en una concienciación global. Existe una paradoja en el campo del desarrollo económico, ya que el “progreso” tiene consecuencias que el planeta Tierra sufre. El concepto capitalista indica que es positivo acumular cada vez más riquezas, pero las actuales condiciones de la naturaleza lo contradicen. Debe existir una convivencia entre medio ambiente y crecimiento, que no puede atentar contra los recursos no renovables. Por eso, el “progreso” tiene que ser “sostenible”, un adjetivo que debe ser incorporado al término “crecimiento mercantil”, ya que no es posible concebir “riqueza” sin los recursos sobreexplotados que provienen del medio ambiente. En la agenda política internacional tiene que ser prioridad la sostenibilidad como una ley universal de supervivencia de nuestra especie y las demás que habitan el planeta, con consentimiento mundial. Pero es necesario comprender que el grado de responsabilidad histórica de las naciones desarrolladas –por el consumo desmesurado de la naturaleza- es muy superior a la de las naciones en vías de desarrollo, como el Paraguay. Debemos proceder de manera más ilustrada y comprometida, pues ya existen antecedentes negativos por la inapropiada explotación de la naturaleza. El ex-primer ministro británico Tony Blair había expresado que “en lo relativo a las políticas de cambio climático, la cruda realidad es que ningún país estará dispuesto a sacrificar su economía para resolver el problema”. Pero, en contradicción a su postura, el cambio climático puede causar mayores pérdidas si no es resuelto ahora. No podemos dejar que el consumo insaciable decida el futuro de la naturaleza. Después de todo, es nuestro futuro también. No se trata de elegir entre la economía o el medioambiente, ya que sería una dicotomía errónea. Sin planeta no hay economía. Es muy necesaria la existencia de voluntad política para la aplicación de acciones efectivas. En el mismo contexto, los derechos de las poblaciones indígenas y la inclusión de las comunidades locales en la planificación de soluciones, deben ser promovidos por el gobierno y acompañados por la sociedad. En América Latina, según estimaciones del Banco Mundial presentadas en un informe titulado el cambio climático delineará más pobreza e improductividad para la región. El aumento de temperatura y la inestabilidad del patrón pluvial, son síntomas de la nueva identidad del clima. El Banco Mundial ha enfatizado que se debe actuar para detener los cambios y mitigar sus efectos. Entre uno de los peligros mayúsculos, está la falta de agua potable. En el inventario de los daños materiales irreparables, que se encuentra en el informe “Desarrollo con menos carbono: Respuestas latinoamericanas al desafío del Cambio Climático”, publicado por el Banco Mundial en el mes de febrero del año 2009, se resalta que varios glaciares de los Andes han perdido una superficie significativa, lo que indica que si se continúa con el mismo ritmo de calentamiento, se verán afectadas –en los países andinos- la disponibilidad de agua y la producción de energía hidroeléctrica, ya que determinadas plantas dependen parcialmente del agua proveniente de los glaciares. Dicha situación demuestra la fragilidad –ante los cambios climáticos- de la producción de energía por fuentes hídricas, que es un mecanismo eficiente e importante para países como Paraguay que alberga tres hidroeléctricas. En la lista de perjuicios figuran el blanqueamiento de los arrecifes de coral caribeños que afectan a más del 65 por ciento de los peces, y la desaparición del bosque pluvial del Amazonas, lo que causa la modificación de la estructura natural de su entorno. Asimismo el Banco Mundial señala que el cambio climático será equivalente a un cambio en el tiempo de reproducción y distribución de las especies. En cuanto a la productividad agrícola, el informe indica que caerá entre un 12 y 50 % en el siglo XXII. Con respecto a las enfermedades, se estima que algunas como el dengue se expandirán progresivamente, y que en vez de erradicarse, aumentarán un 21% en el 2050, y hasta un 64% hacia el año 2100. Las calamidades que enfrentarían Sudamérica y el Caribe a causa del cambio climático no tienen relación con la pequeña cantidad de dióxido de carbono emitido, que según el informe, es del 12% a escala mundial. Entre las recomendaciones de la entidad crediticia resaltan la promoción de políticas públicas de transporte y la generación de energía renovable, con lo que se podría disminuir los efectos del Cambio Climático. El Banco Mundial insiste en que los países desarrollados deben auxiliar a los países en vías de desarrollo para la ejecución de planes medioambientales. Estos son datos dramáticos que esbozan la realidad de nuestra región con relación al calentamiento global. En nuestra región debemos enfrentarnos a una amenaza de cambio climático que presenta características ambientales distintivas, tales como el hecho de que en Sudamérica se localizan algunos de los países con mayor disponibilidad de agua dulce, y con mayor biodiversidad del planeta Tierra. En este contexto, nuestro país presenta un nivel muy alto de vulnerabilidad con respecto al cambio climático, que podría causar desastres que comprometerán considerablemente nuestro desarrollo. Y coincidiendo con Al Gore, se puede afirmar que el cambio climático “puede originar convulsiones políticas y sociales”. Es acertado considerar que nuestra soberanía natural está en un serio peligro, y que los derechos humanos y los derechos de la naturaleza son dos conceptos que revisten la misma dignidad. El profesor Stephen Hawking ha declarado que “El peligro radica en que el calentamiento de la Tierra se vuelva auto-sostenible, si es que ya no lo ha hecho. El deshielo de los casquetes polares ártico y antártico reduce la fracción de energía solar que se refleja en el espacio y eso aumenta aún más la temperatura. El cambio climático tal vez extermine la selva amazónica y otras selvas tropicales, y acabe así con una de las principales formas en que se elimina el dióxido de carbono de la atmósfera… Tenemos que revertir con urgencia el calentamiento de la Tierra, si es que todavía estamos a tiempo.” Un informe sobre el Paraguay, del Programa de las Naciones Unidas, señala que los efectos del cambio climático a nivel nacional van desde olas de calor, inundaciones y tormentas, a prolongadas sequías, difícil acceso al agua y alimento, salinización de los suelos, y el detrimento de las fuentes para la agricultura y el consumo humano. Se estima que la temperatura aumentará de 22º C a un rango entre 23.2º a 27.8º C para el 2100, y las precipitaciones de un promedio anual de 1.800 mm a 2.124 mm para el 2100, lo que hará inestable la condición de la naturaleza en nuestro territorio. El rendimiento de cultivos y la disminución de la producción de carne y leche son solamente algunas de las consecuencias, mínimamente predecibles con los datos considerados actualmente. En nuestro país, a causa de la deforestación ocurrida en la Región Oriental, en 40 años, comprendidos entre 1.945 y 1.985, se han talado más de 4.916.452 hectáreas, que representan un promedio aproximado de 123 mil hectáreas cada año. La importancia de los bosques radica en que cubren grandes áreas del planeta, y actúan como hábitats de animales, conservadores del suelo, y modeladores de flujos hidrológicos, uno de los elementos más importantes de la biosfera de la tierra. La pérdida de los bosques es uno los problemas más graves del Paraguay y del mundo. Ya no se puede pretender no aceptar la extrema gravedad de la situación: la sociedad del bicentenario debe plantear acciones estratégicas con suma urgencia. Planeta o desaparición: ésa es la cuestión. Existe un modelo político y económico que culminó por contaminar la esencia de nuestra existencia, que es la protección de nuestro ambiente. La corrupción, la ceguera política y social, y el consumismo inconsciente son causas de la crisis ecológica, circunstancia inaceptable desde una óptica consecuente con valorar y continuar los esfuerzos iniciados por nuestros próceres en 1811. Cicerón había afirmado que “La Historia es el testigo de los tiempos, la antorcha de la verdad, la vida de la memoria, el maestro de la vida”; aquel tiempo que ya se fusiona en pretérito, aquella verdad inspiradora para nuestros pensamientos, aquel maestro para nuestra vida, para identificar los errores y no volver a cometerlos, y para sentir el compromiso y la deuda que tenemos con nuestra patria. El bienestar de todos los habitantes de nuestra tierra guaraní radica en la independencia que cada paraguayo conquista, una conquista que se enmarca dentro de parámetros individuales, pero que tiene un efecto plural. Cada persona constituye un filamento que teje el encaje “ñandutí” del Paraguay; los variados colores son las diversas labores, el resultado, es nuestra tierra y su cultura. Los paraguayos de 1811 buscaron la independencia patria con el objetivo primordial de constituir una autonomía y una soberanía que permitiesen el desarrollo de nuestra gente, que debe estar acompañado de un proceder comprometido con el medio ambiente. El despertar patriótico nos permite ser partícipes de un cambio de los detrimentos que envuelven a nuestra nación, y que eso se traduzca en el Paraguay que queremos para Hoy, resultado de un largo y arduo proceso de edificación nacional, iniciado desde que nuestra tricolor flameó en las pasturas guaraníes, hoy ciudades que albergan a miles de compatriotas, y que se encuentran en peligro. Hemos heredado una nación. Ahora es responsabilidad nuestra conquistarla. Son cuantiosas las vidas y circunstancias que tuvieron que conjugarse para que se erigiera nuestro Paraguay en el mapa. Desde hoy, tenemos que convenir en escribir un nuevo capítulo en la historia, una nueva independencia nacional que depende de todos los paraguayos. Convoco a la sociedad del bicentenario a ser partícipe del despertar patriótico comprometido con el cambio climático, uno de los mayores desafíos de la historia de la humanidad, para un Paraguay y un mundo que no nos esperan para mañana, sino que lo hacen desde ayer. GANADOR DEL PRIMER PREMIO (22/09/10): Una placa del CCPA y Gs. 2.000.000.-