LARAJEDON EL MISTERIO DE LOS ELEFANTES 2 Basado en una historia real… 3 4 *El número de elefantes muertos alcanzaba ya los dieciocho ejemplares, y los biólogos, con Arturo Gutiérrez a la cabeza tenían dos cosas en contra: el tiempo y la constante presión ejercida por el gobierno de Etiopía para que aquella epidemia se detuviera, si se trataba de una epidemia. Se estudiaron de forma exhaustiva a todos los elefantes que habitaban en una zona de diez kilómetros a la redonda de Zentická. Se comenzó estudiando los primeros cadáveres, posibles causas de la muerte, infecciones, alguna extraña epidemia por contaminación en el agua que bebían los elefantes. Únicamente en todos los cadáveres se observó una cosa en común: todos tenían una fisura en el corazón, concretamente en el ventrículo izquierdo. Era como si les hubiera estallado, pero ¿por qué? Y ¿cuál era la causa? No se detectaba ningún tipo de virus en sangre, ningún tipo de infección, y lo que más extrañó al equipo de biólogos es que todos los cadáveres fueran hembras. ¿Qué estaba pasando en aquella tierra?, se preguntaba el joven biólogo Pablo Merino. 5 Mientras, Mimbanná y Kelabul, seguían realizando sus tareas habituales. Entre ellos ahora existía un amor muy diferente a aquel que se siente cuando todo te sonríe en la vida y no tienes ningún problema. Existía el amor que hace falta para poder superar las tragedias, un amor que cada día se hacía más fuerte. Mimbanná a menudo recordaba aquellos tiempos de felicidad sobre aquella tierra que ahora estaba sumida en la tristeza, una tristeza que cada noche también se reflejaba en aquel viejo diario. Kelabul había hablado con Mimbanná de volver a viajar a Zimwea para poder vender sus tallas; ya llevaba demasiado tiempo sin hacerlo y necesitaba alguna manera de distraerse y no pensar más en la pérdida de Shokinná. Las gotas de lluvia golpeaban fuertemente sobre la tienda de campaña donde se alojaban Arturo y Pablo. Los dos intercambiaban opiniones sobre las extrañas muertes de aquellos grandes mamíferos; era todo un misterio. Hacía una semana que se capturó una pareja de elefantes, macho y hembra, se les analizó la sangre, la piel, las heces y en los dos animales era todo completamente 6 normal. Únicamente a la hembra se le detectó un elevado número de pulsaciones cardíacas, debido a un crecimiento anormal del ventrículo izquierdo del corazón, acompañado por una pérdida importante del apetito, una especie de anemia pero sin ningún tipo de explicación científica. A la mañana siguiente Kelabul se levantó muy temprano, más de lo habitual, para ir a Zimwea. Lo hizo con sumo cuidado para no despertar a Mimbanná, que dormía profundamente. Durante unos segundos la observó y se consideró el hombre más afortunado del mundo; todo en ella era belleza incluso sus pequeños defectos eran perfectos. Se acercó a ella y sin despertarla le susurró al oído: - Si pudiera elegir ser otra persona en este mundo elegiría ser tú. Y besó sus labios muy suavemente. Kelabul abandonó la cabaña cargado con sus tallas y partió hacia Zimwea. No creyó conveniente llamar a los telabel, pues llegaron muy tarde la noche anterior, después de cinco días de 7 viaje. Habían estado buscando especias a los pies de la montaña sagrada donde nacía el zafiro azul. Una hora después aproximadamente Kelabul se encontraba en la entrada de Nayuque y le vino a la mente aquella vez que tres hombres le quitaron sus tallas. Sin pensarlo mucho decidió rodear Nayuque y atravesar el río Shebele. Esto le llevaría una hora más pero no iba mal de tiempo. Pasados diez minutos Kelabul llegó al Shebele y frente a él no pudo evitar recordar a Shokinná, pues tiempo atrás los dos venían a bañarse y a jugar en aquellas aguas. Kelabul conocía muy bien el río, era un río muy ancho, de unos cien metros y su profundidad máxima era de un poco más de metro y medio más o menos a la altura de sus hombros. Mientras, en Zentická, Mimbanná tenía un sueño muy desagradable, veía a su marido en medio de un río bajo la lluvia más intensa que había visto jamás y observado por un cielo negro. Después se veía a ella misma llorando sobre unas tallas de madera. Mimbanná inconscientemente sabía que aquello no era un sueño sino un presagio, pero tenia un ápice de 8 tranquilidad porque sabía que su marido yacía junto a ella y cuando acabara aquella visión se despertaría y le advertiría. Cuál fue su sorpresa cuando alargó el brazo para abrazar a su marido y se dio cuenta de que Kelabul ya había partido hacia su destino. Sin perder un segundo se levantó y salió corriendo en busca de Kelabul, suplicándole a Dios que le diera fuerzas para llegar a tiempo. A unos diez kilómetros de allí, Kelabul estaba un poco nervioso, pues no sabía nadar, pero no era la primera vez que cruzaba aquel río, así que sin pensárselo más comenzó a adentrarse en aquellas aguas. Alzó la mano derecha, dejando así las tallas fuera del alcance del agua. De pronto el cielo comenzó a oscurecerse. Kelabul alzó la vista extrañado, - ¿qué está pasando?- se preguntaba. Sobre él, cientos de nubes negras se juntaban inexplicablemente y a los pocos segundos comenzó a llover con fuerza. Kelabul no podía creer lo que estaba viendo. En sus treinta y dos años nunca había visto llover dos días seguidos en aquella tierra. Empezó a ponerse muy nervioso, pues el caudal del río comenzaba a subir. Se encontraba justo en la mitad del río, y llovía con tanta 9 fuerza que apenas podía ver más allá de dos metros delante de él. El pánico empezó a apoderarse de Kelabul que a cada paso que daba hacia delante, hacía sin explicación que la lluvia cayera con más fuerza. No entendía lo que estaba pasando. Se detuvo durante un instante tratando de no perder la calma y justo en ese momento, de pronto, la lluvia se hizo menos intensa. Kelabul ya tenía el agua a la altura de la barbilla, soltó las tallas y empezó a caminar hacia delante lo más deprisa que pudo, intentando mantener la cabeza fuera del agua. De inmediato la lluvia comenzó a caer incluso con más fuerza que antes de detenerse. Kelabul se detuvo y de nuevo la lluvia volvió a perder fuerza. Podía ver la orilla a unos escasos veinte metros mientras notaba que las gotas de lluvia le recorrían el rostro mezclándose con sus lágrimas. Kelabul entonces comprendió que hiciera lo que hiciera estaba condenado; el agua ya le cubría el labio superior. Entonces cerró los ojos y pensó en Mimbanná, en aquella mujer que durante cinco años le había mostrado el amor verdadero, aquella mujer que durante cinco años había llenado su vida de momentos maravillosos… 10 Mientras, aproximadamente a un kilómetro de allí, sobre la tierra seca, extenuada y con los pies ensangrentados, Mimbanná corría desesperada gritando el nombre de su marido. A lo lejos podía ver el río y sobre él una mancha de nubes negras que descargaban la lluvia con suma fiereza. Minutos después a unos cien metros del río, vio como las nubes negras desaparecían y la lluvia cesaba. Entonces comprendió que había perdido a Kelabul, que una vez mas había llegado tarde. Caminó hacia la orilla y pudo ver la bolsa de las tallas, la abrió y las contempló. Vio que una de aquellas tallas era la representación de Kadubar y entonces recordó sus palabras: siempre hay un precio que pagar cuando se hace uso de la magia negra, y, como en aquella visión, los ojos de Mimbanná rompieron a llorar. Destrozada, se introdujo en el río y mirando al cielo, con la voz entrecortada y sumida en un mar de lágrimas, dijo: - ¿Por qué no mandas a tus nubes negras?, ¿Por qué no me llevas a mi también?, me has arrebatado lo que más quería, ¿por qué? Dios mío, ¿por qué? 11 Después de aquello Mimbanná decidió que sus días en aquella tierra habían acabado. En dos días partiría hacia su tierra natal, hacia el norte de Europa, y de nuevo su nombre volvería a ser el de Evelyn. El plazo que había dado el gobierno de Etiopía al equipo de biólogos para que resolvieran aquellas extrañas muertes había acabado, Arturo Gutiérrez y Pablo Merino, junto a los demás biólogos, redactaron un informe sobre todas las actividades científicas llevadas a cabo y sobre las conclusiones a las que se había llegado. INFORME: -En cuestión de seis meses han desaparecido todos los elefantes de aquella zona. Debido a que todas las hembras morían por causas desconocidas, los machos y las crías se desplazaban a otras zonas, donde, inexplicablemente, las hembras de elefante estaban a salvo de esta extraña enfermedad. -Las hembras de elefante sufrían un agrandamiento del ventrículo izquierdo del corazón y una pérdida considerable del apetito. A causa de este agrandamiento 12 las hembras comenzaban a desarrollar arritmias cardíacas que llevaban al animal a sufrir un paro cardíaco. Se ha intentado investigar la razón de estos síntomas, pero sin éxito. No se encuentra ninguna respuesta científica. -Causa de los síntomas que provocan la muerte de estos animales: desconocida. Para Arturo Gutiérrez Zabala y Pablo Merino este sería el único punto negro en sus carreras como biólogos, el único caso estudiado que nunca tendría respuesta. Mimbanná se despidió de toda la gente de Zentická y partió hacia el aeropuerto de Dire Dawa, llevando consigo una caja de madera, y en su interior tres de las cuatro únicas cosas que se llevaría de aquella tierra: la gasa blanca que le entregó Kadubar la noche antes de morir, una talla que Kelabul le había hecho de ella junto a Shokinná y aquel viejo diario lleno de conocimientos y misterios que nunca mas volvería a abrir. Los motores se pusieron en marcha y el avión comenzó a ganar velocidad. Mimbanná, ahora Evelyn, estaba un poco nerviosa, pues nunca le había gustado volar. Unos 13 minutos después y ya más calmada, miró a través de la ventanilla y vio como aquel continente olvidado se iba quedando atrás. Durante unos instantes recordó todo lo que aquella tierra le había dado y luego más tarde le había arrebatado. Eso hizo aflorar en Evelyn una gran emoción y tuvo que cerrar los ojos para intentar evadirse de aquel momento. Una nueva vida le esperaba lejos de allí, aunque tenía la fuerte sensación de que en su interior se llevaba algo muy especial de aquella tierra. Abrió los ojos de nuevo dirigiendo su mirada esta vez sobre el dedo anular de su mano izquierda, sobre aquella joya tan especial que su marido le regaló el día que le pidió que se casara con él. Se puso la mano sobre el pecho ayudándose con la derecha, cerró los ojos, y mientras presionaba aquella joya contra su pecho para que estuviera más cerca de su corazón, una lágrima recorría su mejilla para segundos después morir en sus labios. 14 CINCUENTA AÑOS DESPUÉS. GAVÀ (BCN), ( ESPAÑA) Era medianoche y Alejandro, como de costumbre no conseguía conciliar el sueño. Había algo en su cabeza que le perturbaba y ya contaba la oveja 956. Desistió del conteo y probó su propio método para dormir; un método que lo había aprendido de su padre: consistía en cerrar los ojos y pensar en muchas cosas a la vez. Con eso se conseguía llevar el cuerpo y la mente a un estado de agotamiento y finalmente se conseguía dormir. Alejandro era un joven de veintisiete años, rozaba el 1´80 de altura, tenía los ojos verdes y el cabello castaño,*** 15