Sociedad civil y conflictos mineros La historia de la minería en el Perú ha estado plagada y mantiene en muchos casos prácticas de abuso contra las comunidades y sus derechos, sumado ello a un impacto altamente negativo contra el ambiente, cuyos efectos perduran luego de décadas de cierre de las minas a través de más de 700 pasivos ambientales. Por su puesto que para que todo ello ocurra, se ha tenido un Estado con un doble rol, pretendiendo con la misma mano promover y facilitar la inversión minera y, a su vez, fiscalizar la acción de las mineras sobre el ambiente y las comunidades locales. El balance de este doble rol es la ineficiencia e ineficacia. Es lógico entonces que en ese marco, la sociedad civil no haya alcanzado a desarrollar capacidades, mecanismos e instrumentos de gestión que le permita participar con relativa ventaja en los procesos de negociación y diálogo que hoy se impulsan, frente a empresas que manejan recursos técnicos, financieros y de información y un Estado que erróneamente ha actuado como permanente aliado de la empresa y que incumple con promover la disminución de asimetrías. Así, la promocionada inversión extranjera, el limitado rol regulador y de control del Estado, la existencia de enormes recursos minerales en nuestro suelo, la dura historia pasada y mayoritariamente presente, y la debilidad de la sociedad civil para la gestión del desarrollo condicionan a que, mientras se construyen salidas para manejar un conflicto por un lado, se ingrese en nuevos conflictos por el otro. El influjo de las tendencias globales Como ocurre en muchos casos, las tendencias globales trajeron el término Responsabilidad Social Corporativa, que casi de inmediato fue poniéndose por algunas empresas como cliché a sus viejas prácticas asistenciales de proyección a la comunidad –que la más de las veces son solo vehículo para coptar líderes comunales y autoridades– pervirtiendo así la esencia de la responsabilidad social, sin tener nada que ver con la práctica de un actor que contribuye al desarrollo de los pueblos afectados por su intervención. Es cierto que los pueblos requieren del compromiso trascendente de las empresas que aprovechan sus rescursos minerales, pues generalmente, en nuestras regiones y en el país, se trata del actor económico con mayores recursos (producto de las riquezas que extraen de las entrañas de nuestro suelo), así, donde ayer sólo hubo una empresa que no escatimaba medio para incrementar sus ganancias –al costo que pagan las comunidades y el medio ambiente– emergería en las localidades y en el país un actor del Desarrollo importante. En ese marco, no es sencillo en nuestro país reconocer que algunas empresas mineras empiezan a mostrar resultados de acciones con enfoque de responsabilidad social y ambiental. Pero, son las propias comunidades y sus líderes los principales evaluadores de las acciones de las empresas, algunas de las cuales por ejemplo, asumen voluntariamente el pago de regalías (seguro que con la incomodidad de sus pares en la SNM), aportan recursos para decidir con las comunidades locales sobre su inversión en Proyectos de Desarrollo, o, incluso, reconocen públicamente los graves errores que han cometido en su relación con la comunidad. Si bien el cambio de posición de las empresas mineras no es la solución, siempre será un factor que contribuirá a construirla, dependiendo también de la responsabilidad de los líderes de la Sociedad Civil –para recoger las aspiraciones de la población y entablar el diálogo y la negociación, avanzando a un nivel superior de solución de los problemas en esa zona– y de un Estado que asuma responsablemente su rol. Peleando contra la duda En casos como los mencionados, generalmente, la actitud corporativa fue motivada por la necesidad de hallar una forma efectiva para el manejo de los conflictos, por ello, aún muchos con prudencia nos preguntamos si se trata de cambios efectivos que se sostendrán en el tiempo –como parte de prácticas que corresponden a una sociedad que desarrolla– o si son una simple respuesta coyuntural de las empresas mineras frente a los conflictos, y en un particular período de alto precio internacional de los minerales. De otro lado, si bien aspiramos a alcanzar una cultura de diálogo y concertación, cuando no hay condiciones o no hay voluntad efectiva de las empresas o del Estado, es legítimo que la sociedad civil afectada ejerza su derecho de movilizarse con responsabilidad, asumiendo con ello también el desafío de hacer de la minería un factor económico al servicio del desarrollo sostenible y descentralizado. En esta perspectiva, parte del compromiso es integrar la ética y el desarrollo, en cuyo marco los actores deben rediseñar sus roles para alcanzar la eficiencia y eficacia que una gestión pública o privada modernas exige. Para ello, el Estado debe transformarse profundamente, las empresas deben comprender que el objetivo de lucro, siendo legítimo, no es suficiente –y que las más de las veces se convierte en obstáculo para contribuir a construir una sociedad democrática, equitativa y justa– mientras que la sociedad civil debe hacerse mas creíble y competitiva en sus propuestas. Diálogo e incidencia de la mano Si asumimos que está emergiendo una tendencia que lleva a las empresas a convertirse en actores social y ambientalmente responsables, como en todo período de tránsito, la presión social está haciendo lo suyo, abriendo a las empresas (especialmente a las que aún no empezaron) al diálogo y a modificar sus políticas empresariales, haciéndolas efectivamente responsables, y dialogantes. La consolidación de esta tendencia dependerá del grado de desarrollo que adquieran los actores en el proceso (Sociedad Civil-Estado-Empresas) y de los resultados concretos obtenidos en cada espacio. Así, diálogo e incidencia –entendida como conjunto de acciones de estudio, información pública, consulta, diálogo social, presión y/o denuncia, propuestas alternativas y de acción, que, mediante la movilización social y la participación en órganos representativos realizan las organizaciones de la sociedad civil– se convierten en dos instrumentos que la sociedad civil hace suyos para el manejo de los conflictos. En ese marco, la tarea de instituciones como la nuestra, reside en contribuir al fortalecimiento de la Sociedad Civil para que opte por el instrumento a utilizar en cada momento, haciendo uso eficiente y eficaz de ellos, y aprendiendo a mirar mas allá del escenario corto que ofrecen los conflictos, para actuar con visión estratégica abriendo caminos de solución a viejos y nuevos problemas. José Denis Rojas Alvarez Director Ejecutivo Asociación Civil Labor