LA BUENA NOTICIA-2006: PARA LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD Por Fray Héctor Muñoz o.p. Navidad es una fiesta cristiana, sin lugar a dudas. Los bautizados celebramos un nuevo aniversario del nacimiento de Jesús, si bien no se trata de “festejar el cumpleaños del Señor”, pues a ciencia cierta, no sabemos exactamente cuándo nació. El mundo romano celebraba el 25 de Diciembre, el “día del sol jamás vencido”. En una verdadera traducción e inculturación, los fieles supieron y así lo manifestaron, que el verdadero sol jamás vencido era Cristo. Fue algo muy fácil, después de que la Iglesia dejó de ser perseguida, dar ese paso y celebrar la Navidad el 25 de Diciembre. ¿Y ahora…? Constatamos algo muy interesante, como dato para la fe y para la cultura. Más allá de las ideologías de turno y de los regímenes políticos totalitarios que han dominado la escena en los últimos sesenta años, el mundo festeja la Navidad, aun sin saberlo. En la Rusia marxista, a ninguno de sus líderes se le ocurrió que datar un documento: “20 de Septiembre de 1950”, en verdad estaba diciendo que Jesucristo había nacido 1950 años antes. Leo en los periódicos de hace pocos días, que en China harán un gigantesco “árbol de Navidad”, de 36 metros de altura, quizás sin saber que están manifestando a Cristo en ese árbol: un abeto (de hojas perennes): Cristo jamás se seca, es siempre fresco. Ese pino será iluminado, para mostrar al Salvador como “Luz del mundo”. Será adornado y se lo colgarán regalos, para significar a Jesús como obsequioso, abundante y dador de todo bien. Cuando este símbolo navideño nace en territorio germano, alrededor del siglo VIº, siempre estaba coronado por la estrella de Belén… A lo que voy es a que el mundo ha aceptado la Navidad y, si bien es posible que para muchos hombres y mujeres esté vaciado de su contenido más hondo (que Dios se ha hecho hombre en una humanidad como la nuestra…), es también verdad que muchos datos de la Navidad cristiana están presentes: que éste es un día de paz (y lo cantarán en villancicos); que es un día apto para la reconciliación y el perdón (conocí a unos papás, que no eran explícitamente cristianos, que retaban a sus hijos pequeños diciéndoles: -¿Por qué se pelean, si hoy es Navidad?); que es un día propicio para fomentar la unidad familiar, comiendo juntos, brindando, dándonos abrazos, invitando a los amigos… ¿Y mañana…? No soy adivino del futuro. Lo ideal sería que Navidad expresara de modo claro una fe que no discrimina a nadie, pero que manifiesta algo propio. Tengo conocidos ateos que se envían tarjetas de Navidad. Y esto no es malo. Pero mejor aún es que los cristianos celebren la irrupción de Dios en el mundo de los hombres, celebrando la Eucaristía, como misterio de comunión con Dios y con los hermanos; mostrándose como Iglesia, como fieles congregados en un solo rebaño bajo un solo pastor; como aquellos a quienes el misterio de la Palabra hecha carne, les muestra una vocación: así como en María la Palabra de Dios se hizo hombre, así también en nosotros, la Palabra de Dios sea de tal modo recibida que ilumine y convierta nuestra humanidad, haciéndola una con la de Jesús. Cuando nos digamos: ¡Feliz Navidad!, que estas dos palabras signifiquen: ¡Feliz el día en que Dios caminó con nuestros pasos y habló con nuestra lengua! ¡Feliz el día en que por el intercambio entre lo-que-es-de-Dios y lo-que-es-del hombre, sepamos que Dios se hizo hombre, para que nosotros nos hiciéramos como Dios. Dios “baja” al mundo de los hombres, para tomarnos y elevarnos al mundo de lo divino. Que esta Navidad sea, para todo hombre de buena voluntad, una oportunidad para descubrir lo que hay de Dios en el corazón del hombre. En esta constatación encontraremos un lugar de comunión…