“HOMBRES DE VERDAD”: EL PARADIGMA ÉTICO DEL ABACUÁ

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“HOMBRES DE VERDAD”: EL PARADIGMA ÉTICO DEL ABACUÁ
1.-
RELIGIÓN, VALORES Y CONTROL SOCIAL.
La religión es un concepto general que designa un fenómeno extremadamente
complejo teniendo en cuenta la magnitud de su incidencia en la vida cotidiana, al
dotar a los creyentes de una forma peculiar de interpretar el mundo y darle un sentido
a las relaciones de los hombres con respecto a su entorno, interviniendo por ende en
los procesos sociales.
Toda manifestación religiosa es un proceso que comienza con su nacimiento, pero
que en su reproducción, al mismo tiempo de mantener determinados niveles de
continuidad, se va adaptando a los sectores, generaciones o épocas, sufriendo en
este proceso modificaciones contextuales.
La religión en sentido general responde con sus peculiaridades a una necesidad
universal de protección ante las dificultades que se le han presentado al hombre en la
búsqueda de sobrevivencia, calidad de vida y equilibrio emocional entre otros
aspectos. Pero la religión cumple también funciones sociales en dependencia de las
necesidades que se generen tanto en grupos como en sujetos individuales, según las
condiciones de vida.
Moral y religión “son las más antiguas formas de la conciencia social (…) y
desempeñan significativas funciones reguladoras en la conducta social, de grupos y
de individuos” (Argüelles, 1987:79). La teoría marxista explica la forma en que, entre
la moral y la religión se van estableciendo estrechos nexos, de modo que, en la
medida que esta última va tomando normas y valores sociales a las que imprime un
sentido religioso, se van enraizando en la sociedad criterios que en su base tienen un
fundamento religioso, todo ello dentro de la natural relatividad de situaciones sociales
concretas diferentes.
Según los postulados del sociologismo axiológico, corriente seguida por autores como
Emile Durkheim entre otros, “los valores son el resultado de ciertas convenciones
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sociales que presuponen el apoyo de la mayoría y se promueven y reproducen a
través de las culturas y tradiciones” (Fabelo: 2003, 24). A partir de ello cada
generación encuentra al nacer un mundo de valores ya creados de los que se apropia
a través de la educación y le permite integrarse socialmente.
La base sobre la que descansan los valores religiosos es, precisamente, la creencia
en lo sobrenatural y adquirirá un alto grado de jerarquía en la escala del individuo en
la medida que esta creencia “le de un sentido a su vida, le reporte utilidad, logre
movilizarlo y orientarlo con cierto grado de estabilidad de acuerdo a sus necesidades
e intereses” (Perera: 1995,2), por lo que, al igual que el resto de los valores, o en
mayor medida de acuerdo a la categoría que adquieran en la escala del individuo,
inciden en los mecanismos que activan y pautan su personalidad, su pensamiento y
su actuar, tanto en su comportamiento litúrgico como en su conducta al interior del
grupo y su proyección social.
Si partimos de que toda manifestación religiosa lleva implícito un conjunto de normas
morales y de conducta que regulan el comportamiento de sus miembros, a la
Sociedad Abacuá, centro de nuestra investigación, si bien se le ha atribuido un bajo
nivel de elaboración teórica en función de la dispersión, heterogeneidad y
parcialización de enfoques condicionados por la independencia que en este sentido
han tenido los juegos y potencias, le es inherente un sistema de normas y principios
que nos permiten aventurarnos a la generalización de determinados valores que le
confieren el carácter de agencia de control social informal.
El estudio y análisis de la incidencia de estos valores en el ámbito social y en el
campo más estrecho de esta manifestación religiosa, debe conjugar la reflexión
teórica con la realidad inmediata del acontecer cubano en una visión integradora de
los múltiples elementos que conforman no sólo la compleja urdimbre social, sino
además su interacción dialéctica con estos grupos y sus miembros de manera
individual.
2.- HOMBRÍA Y CONTEXTO SOCIAL.
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“Para ser hombre no hay que ser abacuá, pero para ser abacuá hay que ser hombre”
(Pedro: 1961,18), así reza una sentencia de Alberto Pedro que junto a otras
manifestaciones semejantes nos permite afirmar que éticamente la Sociedad misma
descansa sobre el culto a la hombría y el valor. Sobre este aspecto existen diversos
puntos de vista muy estrechamente vinculados al compromiso inviolable que contrae
el iniciado de amarse y ayudarse entre sí como hermanos, unidad que desde el punto
de vista religioso se marca a partir de determinados signos en los recipiendarios y en
el propio cuerpo del aspirante que lo unen no sólo a Ekue y a los antepasados, sino
además, a sus hermanos en religión.
La hermandad se convierte a partir de la pertenencia en esta organización en un
principio social: "La sociedad abakuá hermana y provoca la amistad, el ser amigos:
“ambia”; amigos sinceros: “ambia koneyó”, entre los ekobios sin distinción de
rango o plaza". (Díaz: 1970, 94). Esta necesidad del ekobio trae como consecuencia
identificación con el otro, comunicación y sentimientos de pertenencia. La Sociedad
Abacuá, en cada juego o potencia proporciona sentido de identidad, alianza, apoyo e,
incluso, relación fraternal, más allá de los vínculos de sangre, forjados en lazos de
afecto y deber.
El concepto de hombría como valor que se refuerza en esta Sociedad puede tener
muchas interpretaciones: “La `hombría´ es entendida como agresividad, la venganza
ante lo que se consideran ofensas y el machismo en general (…) constituyen no solo
normas prevalecientes en los grupos religiosos, sino también valores morales que
regulan la conducta del grupo y del sujeto” (Argüelles, 1987:81). A partir de este
enfoque, ciertamente, la hombría guarda una relación directa con fenómenos relativos
a la criminalidad: acometividad y provocación relacionadas con actitudes de
represalias para solucionar desagravios implican la comisión de actos violentos,
desde una agresión verbal hasta riñas y altercados donde pueden tener cabida actos
delictivos contra la vida y la integridad corporal de otra persona.
Sin embargo, la hombría se ha visto desde otras perspectivas: Díaz Fabelo parte en
su análisis de este concepto de los antecedentes de esta hermandad en las
sociedades secretas tipo Ekpe en África: "Los iniciados sólo podían ser hombres
significativos en la sociedad si unían el valor personal reconocido públicamente (...).
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Si le huyó al tigre, si se acobardó en la guerra, si faltó a los ancianos, si hizo vida
deshonesta, si era lenguaraz, abusador, indiscreto, vago e insociable, no podía
pertenecer a la potencia" (Díaz: 1970, 73). En este caso vemos un análisis donde se
relaciona la hombría con actitudes o comportamientos de signo positivo como la
valentía, la discreción, el respeto a los mayores, la laboriosidad y la solidaridad.
En este mismo sentido existen criterios que vinculan el culto a la hombría con una
“actitud de espíritu heroica”, que a juicio de Sosa constituye una herencia de la forma
en que se interpretaba esta condición en África, como “exigencia moral de forma de
vida varonil que se manifiesta en el valor que se debe demostrar en la guerra o la
defensa del honor” (Sosa: 1982, 316), la hombría entendida como reminiscencia de
aquel hombre-leopardo que cobra confianza en sí mismo, coraje, sagacidad y
agilidad.
En indagaciones realizadas al respecto entre sus integrantes sobre el concepto de
hombre, podemos encontrar muchos considerando que: "Hombre no es sólo aquél
que no es homosexual, sino el que refleja la más pura dignidad del ser humano como
laborioso, fraterno, alegre, rebelde ante la injusticia, cumplidor del código moral
establecido por los antepasados formadores del Abakuá; es aquél que es buen padre,
buen hijo, buen hermano y buen amigo” (Argüelles: 1991, 48).
Por supuesto que este análisis es contextual: el negro esclavizado, al juramentarse
en abacuá, afirma su condición en el reducido marco de la Sociedad primeramente,
pero luego, en el devenir histórico ésta se extiende al barrio, donde debe mostrase
como lo que siempre ha sido: un hombre valiente que desprecia los peligros y
desconoce el miedo.
La valentía, como condición inherente a la masculinidad tiene variadas maneras de
expresarse, la situación es la que define su interpretación en sentido positivo o
negativo. Por otra parte, no debe soslayarse que resulta muy difícil establecer
fronteras en la práctica para poder definir el origen de los valores y la fuente de las
interpretaciones que en el orden individual y en determinadas circunstancias han
generado un comportamiento delictivo o antisocial. Sería extremadamente superficial
considerar que siempre que un iniciado sostiene una riña o comete otro tipo de delito
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esta conducta está vinculada a su pertenencia a la Sociedad y la interpretación de los
valores potenciados en su seno: no podemos pasar por alto que al iniciarse el hombre
arriba a su hermandad con determinados valores preestablecidos y arraigados en
función de su interacción con el entorno familiar y social en sus múltiples
dimensiones.
Otra arista importante lo constituye la discreción como valor. Entre los iniciados en
esta organización impera como norma fundamental la no revelación de los
secretos, actitud que implica la no delación de los ekobios. Esta característica se ha
manejado como propiciadora para que al amparo de esta Sociedad se sientan
seguras personas que han cometido delito al encontrar protección e, incluso en
ocasiones, respaldo al estimular la venganza. Pero ¿es la discreción siempre una
cualidad negativa? No podemos olvidar que esta circunstancia facilitó en ocasiones la
protección de secretos insurreccionales “con la entereza de un hombre que prefiere la
muerte antes que entregar a sus semejantes” (Sánchez: 1951,15). La historia de la
humanidad refleja la forma en que, incluso en la actualidad, importantes instituciones
estatales en el mundo entero preservan informaciones valiosas sobre la base de este
mismo principio de secretividad que no implica otra cosa que mecanismo de
protección…….la traición generalmente en una actitud que se paga a un alto precio y
éste no es un punto de vista exclusivo del abacuá.
Para analizar esta temática no podemos pasar por alto que “El Abakuá no llama a
nadie para que se haga, tampoco obliga a nadie a hacerse (…) al Abakuá se viene a
cumplir con el juego y con los ekobios. Aquí recibimos a todo el mundo siempre que
sea hombre, buen hijo y buen amigo”. (Pedro: 1961,18).
El 1ro de abril de 1893 Martí publicó en Patria un artículo titulado "Una Orden Secreta
de Africanos" donde hace referencia a Tomás Surí, un africano desterrado en el
Cayo. A pesar de que en este artículo no utiliza la palabra ñáñigo, resulta evidente
que se refiere a ellos calificandolos con los términos de "hombres" y "patriotas". En
este artículo Martí plantea que esta orden realizó donativos para engrosar los fondos
de la guerra, ya que ellos "también quieren contribuir con algo al día de la patria", y
aunque señala que no falta “quien me critique y me tenga a menos porque me siento
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con ellos (...) "nunca me he reunido con tanto hombre honrado y de verdad en tan
poca gente" (Martí: 1963, 325).
Para ampliar el análisis más allá de la indagación bibliográfica nos acercamos a
algunos iniciados que nos ofrecieron sus criterios al respecto. En tal sentido todos los
interrogados coincidieron en que los valores que se promueven en esta hermandad
no nacen en el seno de la Sociedad Abacuá, sino que la misma potencia algunos que
estima válidos: Los valores nacen en la familia, en la comunidad. Para pertenecer a
esta Sociedad hay que tener ya, de antemano, esos requisitos y una vez dentro de la
hermandad tratamos de enfatizarlos. El que no traiga consigo esos valores no puede
entrar a nuestra Sociedad: para él las puertas están cerradas (Plaza, Ebión Efó).
El comportamiento que en nuestra Sociedad se aconseja y exige de sus miembros no
es diferente de lo que aconseja o exige la masonería o el Partido Comunista: se le
pide al hombre que sea íntegro desde la cuna y que al entrar a la Sociedad dé lo
mejor de sí mismo, que sea un ejemplo positivo. (Obonekue, Usagaré Sangrimoto).
Otro iniciado nos refería: El concepto Abacuá de hombre es simple, el que puede
tener cualquier cubano. A mi criterio se concreta en no ser afeminado. Lo que sucede
es que socialmente el abacuá debe mostrar su hombría y como no existe una clara
diferencia entre lo que puede o no asimilar, en ocasiones puede mostrarse conflictivo,
pero en el fondo lo que existe es el concepto que personalmente él tiene sobre la
hombría y esto no está escrito ni regulado, no puede estarlo ya que depende de la
historia de cada cual. Muchos de estos comportamientos no vienen de la religión en
sí, son el resultado de la vida de un
hombre en medio de un
ambiente hostil.
(Obonekue).
Este punto de vista deja definido que la interpretación de la valentía como valor que
distingue la masculinidad no se encuentra determinada por la pertenencia a la
Sociedad, sino que posee una influencia mucho más amplia: la pertenencia al mismo
tiempo a una familia y a una comunidad donde también se reproducen y afianzan
valores que determinan en un momento dado la elección de un determinado tipo de
conducta o comportamiento.
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Este criterio es sostenido en su estudio por Torres Zayas quien asegura “Cierto que el
ñañiguismo es un culto a la hombría, como lo han demostrado ya muchos autores,
pero huelga destacar que no es el abakuá quien crea las normativas del barrio, sino a
la inversa” (Torres: 2005, 16).
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A pesar de que de manera oficial el grado de institucionalización de la Sociedad
Abacuá ha posibilitado el acercamiento a esta manifestación religiosa, estereotipos
enraizados en la subjetividad social insisten en relacionar la hombría del abacuá sólo
a comportamientos de significado negativo
pasando por alto su carácter
profundamente humanista.
La valentía y el arrojo del abacuá en la defensa de la honra, su sentido de justicia,
resistencia y unidad, son los pilares sobre los que descansa la existencia de esta
hermandad y, paradójicamente, los mismos que ha enarbolado históricamente
nuestro pueblo en su lucha por su independencia y soberanía. Ya lo sentenció el
Apóstol “Uno que otro airado habrá, por disimulada soberbia, o por impaciencia de
justicia; pero en los brazos abiertos cae toda esa montaña de odio. Lo dominante es
el amor”.
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BIBLIOGRAFÍA

Argüelles Mederos, Aníbal: Los llamados cultos sincréticos y el espiritismo
como expresiones religiosas en la sociedad cubana contemporánea.
Departamento de Estudios Sociorreligiosos, Material mecanografiado, CIPS,
1987.
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Díaz Canals, Teresa: Moral y Sociedad, Una intelección moral en la primera
mitad del siglo XIX cubano, Publicaciones Acuario, Centro Félix Varela, La
Habana, 2002.
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Díaz Fabelo, Teodoro: Introducción al estudio de los abakuá, Material
mecanografiado, La Habana, 1970.
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Martí, José: Una Orden Secreta de Africanos, en Obras Completas, Editorial
Nacional de Cuba, La Habana, 1963.
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Perera
Pintado,
Ana
Cecilia:
Valores
religiosos
y
cambio
social,
Departamento de Estudios Sociorreligiosos CIPS, Documento mecanografiado,
1995.
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Pedro Díaz,
Alberto: Para iniciarse en la sociedad abakuá, en Actas del
Folklore, No. 4, La Habana, 1961.
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Sánchez, Julio C: El Ñañiguismo. s/ editor, Imprenta OReilly 259, La Habana,
1951.

Sosa, Enrique: El carabalí. Ed. letras Cubanas. Habana. 1984.
------- Los ñáñigos. Ed. Casa de las Américas. 1982.

Torres, Zayas Ramón: Relación Barrio/Juego Abakuá. Tesis para optar por
título de Master en Antropología, Universidad de la Habana, 2005.
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