DEPARTAMENTO DE COMUNICACIÓN NOTA DE PRENSA Las nuevas generaciones de padres cuestionan los estereotipos de la masculinidad, según un estudio de la Fundación BBVA Los nuevos padres coinciden en considerar anticuado el modelo tradicional y comparten un rechazo profundo hacia el padre autoritario y distante Los padres jóvenes rechazan el papel del “padre ausente o padre por delegación” y se reivindican como proveedores de afectos La afectividad y la ternura son los rasgos distintivos de la nueva paternidad Dos de cada tres españoles adultos y tres de cada cuatro jóvenes desean vivir en una familia de tipo igualitario, en la que el hombre y la mujer trabajen fuera de casa y se repartan por igual las tareas del hogar 02.07.2007.- El estudio de la Fundación BBVA sobre “Los hombres jóvenes y la paternidad”, dirigido por Inés Alberdi, catedrática de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, y Pilar Escario, psicóloga y presidenta del Instituto de Investigación Social ADVIRA, se centra en el surgimiento de una nueva forma de paternidad que no sólo afecta a la igualdad de género sino que implica una visión distinta de la masculinidad, fundamental para entender las nuevas formas de convivencia y de conciliación entre trabajo y familia. Las nuevas generaciones de padres están poniendo en cuestión el estereotipo de masculinidad, asociado tradicionalmente a la fuerza y el poder, para empezar a ejercer una “paternidad sostenible” que, según las autoras, introduce el compromiso de ser padre a través del tiempo, más allá de la infancia de los hijos y con independencia de las relaciones de pareja y otras circunstancias sociales o vitales. La investigación sociológica en la que se basa esta publicación ha utilizado una metodología cualitativa –consistente en la realización de entrevistas en profundidad y de grupos de discusión– para acercarse a los sentimientos, vivencias y actitudes de los jóvenes padres españoles; esta metodología se ha completado con datos estadísticos procedentes de estudios europeos sobre la paternidad. EVOLUCIÓN DE LA FAMILIA EN ESPAÑA La sociedad española ha experimentado en las últimas décadas una profunda transformación que ha generado cambios importantes en los valores que sustentan a la familia, en el reparto de funciones y trabajos entre sus miembros y en la composición, tamaño y estructura de los hogares. Aunque la familia sigue siendo una institución fundamental, las mejoras del sistema educativo, el reconocimiento legal de la igualdad de género, la desaparición de la discriminación de los hijos nacidos fuera del matrimonio y la incorporación de las mujeres al trabajo remunerado han transformado la organización y las relaciones personales dentro de la familia. El descenso de la fecundidad es una de las consecuencias de esta transformación: España, que tuvo en los años setenta una de las tasas de fecundidad más elevadas de Europa, se encuentra en la actualidad muy por debajo de la media (en 2005, la media española era de 1,34 hijos por mujer, mientras que la media europea se mantiene en 1,52 hijos por mujer). Tradicionalmente se ha entendido que la incorporación de las mujeres al mundo laboral iba unida a una reducción de la natalidad. Sin embargo, mientras en España se dan tasas de actividad femenina moderadas junto a tasas de fecundidad muy bajas, en el conjunto de los países nórdicos se registran tasas elevadas de actividad femenina acompañadas de una fecundidad mayor (1,75 hijos por mujer en Suecia) que la de los países europeos del sur. La dificultad para compaginar la vida familiar y laboral es uno de los factores que más influye en la escasa fecundidad y en las bajas tasas de participación laboral de las mujeres. Una de las razones que explican esta situación es el reducido gasto social que España dedica a apoyar a las familias y a los hijos, que repercute en la escasez de servicios como guarderías, comedores escolares, centros de día para dependientes y centros residenciales para mayores. Los permisos de maternidad, aunque la ley permite hasta dieciséis semanas de descanso laboral por nacimiento de hijo, no llegan a todas las mujeres porque es necesario tener una situación laboral estable para disfrutarlos. Hasta el año 2003 menos de un 50% de los nacimientos daba lugar a la prestación del permiso de maternidad. La Nueva Ley de Igualdad de 2007 ha reducido las condiciones para tener derecho al permiso de maternidad y es de esperar que se amplíe el número de madres trabajadoras que puedan disfrutar del mismo. Por otra parte, los permisos para los padres han sido, hasta ahora, muy restrictivos y derivados de los de maternidad; sólo un 1,54 de los permisos de descanso por nacimiento de un hijo, que se pidieron en 2003, fueron para hombres. La Ley de Igualdad ha introducido un nuevo permiso de paternidad, personal e intransferible, de 15 días para todos los hombres trabajadores que tengan un hijo biológico o adoptivo. EL HOGAR CONVENCIONAL CEDE TERRENO A NUEVAS FORMAS DE CONVIVENCIA De forma simultánea a la incorporación de las mujeres al trabajo remunerado, la diversidad familiar se ha extendido: aumentan los hogares unipersonales, los monoparentales, los de parejas sin hijos y se aceptan abiertamente las parejas del mismo sexo, que pueden contraer matrimonio desde la reforma del Código Civil de 2005. El hogar formado por una pareja con sus hijos es la forma más convencional de núcleo familiar y sigue siendo la forma de hogar más frecuente, aunque va 2 reduciendo su importancia relativa respecto a formas alternativas de convivencia. Las estructuras de convivencia que más aumentan son los hogares unipersonales, los hogares de un solo progenitor con sus hijos y los hogares de una pareja sin hijos. Cuadro 1. Tipología de hogares en España (porcentajes) Fuente: INE. Censo 2001 Uno de los aspectos que tanto en Europa como en España refleja los cambios en el interior de las familias es el aumento de las parejas que conviven sin ser matrimonio y, como consecuencia de ello, el aumento de los niños nacidos de mujeres solteras. Los hijos de madre no casada llegaron a ser un 25% de todos los niños nacidos en España en 2006. En Francia, Dinamarca e Inglaterra suponen ya más de un 40%. Otro de los rasgos demográficos fundamentales de la sociedad española ha sido el aumento de la esperanza de vida, que ha pasado desde una media de 34 años al comienzo del siglo XX hasta una media de casi 80 años al comienzo del siglo XXI. Como consecuencia de la longevidad coexisten un mayor número de generaciones de la misma familia, surgiendo nuevas formas de relación y de ayuda mutua intergeneracional. Paralelamente, cada vez son menos los miembros que comparten un mismo hogar (menos de tres personas por hogar). Por todo ello, una característica que diferencia las tendencias de cambio en la familia española, con respecto a lo que ha ocurrido en la mayoría de los países europeos, es el mantenimiento de grados muy elevados de interrelación, solidaridad y dependencia familiar. Esta situación se constata, por ejemplo, cuando se observa los altos porcentajes de familiares que cuidan de sus mayores o que mantienen económicamente a sus hijos incluso cuando éstos dejan de ser jóvenes. 3 Cuadro 2. Edad máxima en la que todavía el 50% de los jóvenes vive en la casa familiar con sus progenitores. Europa (2002) Fuente: Eurostat En la prolongación de la convivencia con la familia de origen también influyen las dificultades que tienen las mujeres y los hombres jóvenes para acceder al trabajo, así como la precariedad de sus situaciones laborales, factores que también explican el aumento de la edad de matrimonio en la sociedad española actual, que ha pasado de los 24,7 años para mujeres en 1970 a los 29,2 en 2004. Como consecuencia de este aplazamiento de la nupcialidad, se retrasa también el momento de tener los hijos; y, finalmente, ello influye en la reducción del número de hijos que se tienen. Además, la prolongación de la convivencia familiar de los jóvenes tiene como resultado la falta de entrenamiento o la incapacidad doméstica de muchos jóvenes. En la mayoría de los países europeos, en los que los jóvenes se independizan antes de su familia, hay una etapa de vida independiente previa al matrimonio en la que tanto hombres como mujeres aprenden a atender sus necesidades domésticas básicas. En España, sin embargo, apenas hay jóvenes que se independicen de sus padres sin casarse o sin pasar a convivir en pareja: casi un 60% de los jóvenes entre 18 y 35 años viven en el domicilio de sus padres, según datos de 2005. LA DECISIÓN DE SER PADRE La decisión y la libre elección son actualmente las bases de la existencia de las familias: primero la elección de pareja, luego la decisión de casarse y, finalmente, el momento de tener un hijo. Los entrevistados en el estudio de la Fundación BBVA perciben un cambio fundamental en la transición de ser pareja a tener hijos; con el nacimiento del hijo se crea un nuevo escenario en la vida de la pareja y de su 4 relación. Se deja de ser una pareja y se cambia al estatus de ser una familia: una estructura triangular con un nuevo lugar para el padre. Los hijos no son ya una consecuencia natural de haberse casado; hoy en día hay una independencia casi total entre el matrimonio y el tener hijos. De esta forma, las consideraciones que han influido tradicionalmente en la decisión de casarse, o de vivir juntos, como son los aspectos económicos, laborales o el de elegir el momento adecuado, pasan ahora a ocupar un lugar prioritario a la hora de tomar la decisión de tener un hijo. Un aspecto clave de este cambio es la libertad para decidir tener hijos y la aceptación social de la decisión de no tenerlos. Este respeto a la decisión individual coexiste con un sentimiento generalizado de que los hijos son una de las cosas más importantes y más positivas que un individuo puede tener. En una encuesta reciente, se reflejaba cómo, de forma abrumadora, la población española valora enormemente el tener hijos. Tanto para los hombres como para las mujeres, y en todos los grupos de edad, la idea de tener hijos y verlos crecer aparece como un hecho de una gran importancia para la propia felicidad. Cuadro 3. Valoración de los hijos. Encuestados que están de acuerdo con que “ver crecer a los hijos es el mayor placer de la vida” (porcentajes) Fuente: CIS. Estudio 2.529. Encuesta sobre Familia y Género, junio de 2003 Los entrevistados en el estudio de la Fundación BBVA asocian, además, la paternidad con el fin de la juventud y la entrada en la vida adulta, y la añoranza respecto de las etapas anteriores hace siempre referencia a la libertad y a la falta de responsabilidad. La paternidad se ha convertido en el nuevo rito del paso de la juventud a la madurez, similar al paso de la infancia a la adolescencia. De tal forma que, cuando se analizan las razones del aplazamiento de la llegada de los hijos, al lado de los criterios de carácter económico aparece con una fuerza indiscutible la razón, cada vez más aceptada socialmente, de “vivir la vida de pareja” antes de someterse a la disciplina y a las responsabilidades que suponen los hijos. Los jóvenes entrevistados quieren aplazar lo máximo posible el momento de tener hijos pero, a la vez, muestran el temor de tenerlos demasiado tarde. El retraso de la paternidad acrecienta el miedo a ser un padre mayor y a no tener energía suficiente para cuidarlos, así como a ser demasiado viejo cuando los hijos tengan 20 años. De esta manera, la edad media de la primera maternidad alcanzó los 29 años en 2004 y la edad más frecuente para tener hijos se sitúa entre 30 y 35 años, alterando la pauta de quince años atrás en la que la edad más prolífica era la 5 comprendida entre los 25 y los 29. En 1990, sólo el 36% de las mujeres que daba a luz tenía más de 30 años; en la actualidad, más del 60% de los niños que nacen son hijos de mujeres que tienen más de 30 años. UN NUEVO MODELO DE PATERNIDAD El complemento de la revolución familiar descrita anteriormente es el nuevo protagonismo que los hombres van adquiriendo en el entorno doméstico y familiar, y uno de los aspectos básicos de ese nuevo protagonismo es la paternidad. Inés Alberdi y Pilar Escario describen en esta investigación de la Fundación BBVA cómo interiorizar la paternidad supone para los hombres un proceso complejo, ya que implica un cambio de valores que tiene que ver con su identidad y con aspectos asociados incluso a la masculinidad, ya que ser padre en el momento actual supone también un cambio profundo respecto a los modelos paternos de su familia de origen. Según se desprende de las entrevistas realizadas, en la práctica de la paternidad se unen los aspectos satisfactorios y enriquecedores y las limitaciones que impone en sus vidas. La intensidad, la entrega y la satisfacción son las emociones que aparecen con nitidez en la descripción que estos padres jóvenes hacen de su experiencia paternal, pero se advierte también una mayor libertad masculina respecto de la paternidad, en comparación con lo que es la maternidad para las mujeres. Ese carácter de voluntariedad que tiene para ellos les permite exigir un tiempo de reposo o de libertad personal que no se concede generalmente a las madres. Para los hijos, los beneficios de esta “nueva paternidad” son muy elevados. Los padres tienen una importancia fundamental en el desarrollo de sus hijos y cuando el padre se responsabiliza de la crianza, en condiciones similares a las de la madre, el niño muestra un desarrollo escolar y un comportamiento más saludable que cuando es sólo la madre la que atiende estas tareas. Esto sigue siendo importante también cuando los padres viven separados; para el niño es muy importante que el padre siga participando de forma equilibrada con la madre en su cuidado y en su educación. La nueva paternidad contempla el abandono del papel tradicional del “padre ausente o padre por delegación”, que no se relacionaba directamente con sus hijos, y reclama un modelo distinto en el que adquieren un mayor protagonismo los hijos en la vida de los padres, como una necesidad de relación mutua. La tradicional ausencia del padre estaba estrechamente relacionada con su condición masculina; era el proveedor del sustento para las necesidades básicas de la familia, pero ello estaba desligado de la relación afectiva. Actualmente hay un doble consenso, aceptado mayoritariamente por la sociedad, que por una parte disocia al padre como único responsable del mantenimiento de la familia, y reivindica, por otra, la presencia paterna como proveedor de afectos. 6 Hay un aspecto que hace especialmente atractivo el cambio que supone la paternidad para los hombres y es el estímulo que están recibiendo de sus parejas y de la sociedad en su conjunto. Entre los jóvenes padres de este estudio se ha podido detectar una forma de verse a sí mismos como pioneros en estas cuestiones. Se perciben como la primera generación que se acerca de una nueva forma a los hijos que, paradójicamente, es similar a lo que tradicionalmente hacían las madres en cuanto a afecto y cuidado. Hay que añadir que miden su paternidad en términos cualitativos, es decir, más en la calidad de tiempo que pasan con ellos que en la cantidad del tiempo empleado. DESIGUALDAD DE GÉNERO EN EL TIEMPO DEDICADO A LOS HIJOS Los hombres dedican muchas menos horas al cuidado de los hijos que las mujeres. Las encuestas recientes sobre el uso del tiempo en la sociedad española indican que las mujeres dedican más horas a la casa y a la familia que los hombres, a pesar de que sus horas de trabajo remunerado son muy similares. El resultado más visible de esta diferencia es que los hombres cuentan con más tiempo para el ocio y los deportes. Cuadro 4. Reparto de tiempos y actividades por género. Tiempo diario dedicado a cada una de estas actividades (media de todos los días del año, incluyendo tanto laborables como festivos y vacaciones) Fuente: INE, 2004. Encuesta de empleo del tiempo Concretamente, el tiempo que se dedica a cuidar de los hijos es una de los aspectos que marca mayores diferencias entre las jornadas diarios de los hombres y las mujeres: estas últimas dedican casi cuatro veces más tiempo a cuidar de sus hijos. Los hombres invierten únicamente 157 horas anuales al cuidado de los hijos, mientras que las mujeres dedican 561 horas al año (equivalentes a una 7 dedicación de casi 11 horas semanales por parte de las mujeres y de 3 horas semanales por parte de los hombres). Cuadro 5: Diferencias por género en el tiempo dedicado al cuidado de sus hijos (en horas) Fuente: Durán 2003. Encuesta CSIC sobre Uso del tiempo en España. LOS CAMBIOS DE ROL La llegada del hijo transforma la vida cotidiana, las horas de sueño, los espacios dedicados al ocio y las rutinas domésticas, desde de un punto de vista familiar pero también conyugal. El hijo impone una reestructuración funcional y emocional de la pareja, siembra alegrías, pero genera momentos de ansiedad y de conflicto. En este sentido se expresa buena parte de las zonas oscuras de la paternidad. La aparición del hijo en la pareja, tal como se detecta en este estudio, tiene que ver con la sustitución de un modelo de familia por otro. El hijo presiona para que el modelo cambie, y no sólo presiona en la estructura funcional o relacional, es decir, en lo que atañe a compartir, repartir y reestructurar funciones y relaciones, sino que ejerce su influencia en la percepción simbólica de las dos figuras: del padre y de la madre. Se pasa de un modelo en el que primaba la exclusividad en los roles masculino y femenino a una fórmula más funcional en la que se negocia el reparto de tareas y funciones. Las figuras del padre y de la madre pierden paulatinamente su especialización de género en cuanto a la distribución de esas tareas y abordarán una posición en la gestión familiar más de acuerdo con sus capacidades. Es prematuro –según las autoras– imaginar un modelo social en el que se diera una inversión total de responsabilidades, ya que aún estamos en una etapa en la que las mujeres tratan de alcanzar mayores cuotas de igualdad en el empleo y en la que las diferencias salariales entre hombres y mujeres son muy acusadas: según los estudios más recientes sobre salarios, las mujeres ganan un 25% menos que los hombres, a igualdad de tiempo y cualificación. Por otra parte, más del 60% de los españoles desean vivir en una familia de tipo igualitario, donde la mujer y el hombre trabajen fuera de casa y se repartan por igual las tareas del hogar. En el caso de los jóvenes entre 18 y 25 años, más de tres de cada cuatro declaran su preferencia por este tipo de familia (CIS 2004; Alberdi y Escario 2003). Sin embargo, no se acepta la hipótesis de que la mujer sea la proveedora económica más importante de la familia y que el hombre pasara a hacerse cargo de los hijos. 8 Aunque los entrevistados consideran importante la presencia de los dos progenitores, la ausencia se valora de distinta manera. Hasta ahora, la ausencia de la madre se ha vivido como una carencia importante en el cuidado de los hijos, mientras que la ausencia del padre se acepta como algo normal, integrado en su rol masculino. Esta percepción coincide con los resultados de otras encuestas: ante la pregunta acerca de si una madre trabajadora puede mantener “la misma relación de calidez y estabilidad con sus hijos”, aunque casi la mitad de los encuestados responde afirmativamente, el 46,2% niega esta posibilidad. Cuadro 6. Influencia del trabajo materno en la relación con los hijos (porcentajes) Fuente: CIS. Estudio 2.469, octubre de 2002 CUESTIONAMIENTO DE LOS ESTEREOTIPOS MASCULINOS El concepto de masculinidad asociado tradicionalmente a la fuerza y el concepto de la feminidad ligado a la ternura son estereotipos que empiezan a ponerse en entredicho, especialmente en lo que concierne a la ternura. La nueva paternidad está poniendo en cuestión la idea de que los hombres no puedan desarrollar sus sentimientos en forma de ternura hacia los otros. Se empieza revalorizando la ternura masculina hacia los niñós pequeños y puede ampliarse al desarrollo del cuidado, a lo largo de su vida, hacia los hijos y otros familiares. Cuando se trata de sentimientos, uno de los desencuentros de los nuevos padres consigo mismos no consiste tanto en sentirlos, sino en hacerlos visibles; porque entran en juego valores que atañen a su masculinidad. La expresión de los sentimientos está marcada por las diferencias de género, en este caso limitada por y para el género masculino, ya que las mujeres no rechazan que un padre muestre ternura hacia sus hijos delante de los otros ni de ellas mismas. Esta resistencia a mostrarse como padres sensibles o afectuosos es un rasgo impuesto ante el que los hombres empiezan a rebelarse y, en términos generales, la afectividad se constituye en la expectativa dominante de la paternidad. La vigencia de los estereotipos de género atañe también al ámbito de lo que se considera “natural”. Las cualidades asociadas del éxito masculino y femenino en el 9 entorno laboral son una prueba de que los progresos realizados en cuestiones como el reparto de tareas domésticas no han alcanzado aún al mundo del trabajo. Para el éxito laboral masculino predominan características como la autoridad, frente a la buena imagen, cualidad típicamente femenina. La distancia más grande se produce al considerar el atractivo personal que se ve seis veces más importante en una mujer que en un hombre. La inteligencia, la preparación y el esfuerzo son requeridos para todos. Cuadro 7. Estereotipos masculinos y femeninos en el entorno laboral Fuente: CIS. Estudio 2.556, febrero de 2004 La compatibilidad de la familia y el trabajo es todavía un asunto de las mujeres y apenas parece ser un problema que se planteen los hombres. Un aspecto que diferencia las consideraciones relativas al trabajo y a la familia que tienen las mujeres y los hombres es su diferente valoración de los factores para elegir un puesto de trabajo. Según un estudio de 2005 del observatorio para la igualdad de oportunidades del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, tanto para hombres como para mujeres el factor más importante es el sueldo, pero en los hombres este factor cobra una importancia mucho mayor (un 31% lo señala en primer lugar). La diferencia más marcada está en la predisposición a elegir un trabajo que sea compatible con las responsabilidades familiares; a las mujeres (20,7%) les parece un factor de enorme importancia, mientras que para los hombres no es una consideración fundamental (sólo para un 9,4%), concediéndole menor importancia que las condiciones laborales o la cercanía al domicilio. LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS En el ámbito de la relación paternal, la tolerancia emerge como un valor central a través de todas las declaraciones de los padres respecto a sus 10 hijos. La defensa del libre albedrío de los hijos y este alarde de tolerancia están en consonancia con los estudios y los análisis que se hacen actualmente respecto de la sociedad española. No sólo en los estudios europeos destacan los españoles como una de las ciudadanías más tolerantes, sino que este rasgo también aparece en recientes estudios de valores a nivel global, como la Encuesta Mundial de Valores en la que colabora la Fundación BBVA y dirige Ronald Inglehart. Los jóvenes padres no se sienten identificados con el modelo –más autoritario– de la generación anterior. Sin embargo, como se refleja en una encuesta nacional sobre la familia, la idea de obligación y de sacrificio de los padres respecto de sus hijos sigue teniendo una validez muy amplia. Cuadro 8. Sentido de la obligación y de sacrificio respecto de los hijos (porcentajes) Fuente: CIS. Estudio 2.578. Opinión y Actitudes sobre la Familia, octubre-noviembre de 2004 Sobre los castigos a los hijos hay un marcado contraste entre la experiencia propia y lo que se desea para el futuro. Cuadro 9. Experiencia de castigos y de golpes durante la infancia (porcentajes) Fuente: Estudio 2.578. Opinión y Actitudes sobre la Familia, octubre-noviembre 2004 En general, la actitud de los encuestados es contraria a los castigos físicos. Sin embargo, hay una aceptación generalizada de que pegar a los niños, moderadamente, es una forma adecuada de tratarlos durante la infancia. El pegar a los hijos, tal y como han expresado algunos participantes en este estudio, apenas 11 tienen importancia y se desconoce, o no se piensa, cómo puede repercutir en el niño. Además, se percibe como un recurso espontáneo y más fácil que otros métodos persuasivos. Igualmente, las encuestas españolas reflejan esta aceptación mayoritaria del castigo físico a los niños. Un 63% aprueba el cachete o el azote a tiempo para evitar mayores problemas ante los hijos, frente a un 31% que lo desaprueba (CIS 2005). TIPOLOGÍA DE LOS NUEVOS PADRES Los nuevos padres coinciden en considerar “anticuado” el modelo tradicional y comparten un rechazo profundo hacia el padre autoritario, distante y ausente. Las características del nuevo padre van a ser las de “cercano, afectivo y presente en la vida de los hijos”. Sin embargo, la nueva paternidad no es homogénea. Presenta diferentes modelos de intensidad que permiten, en su conjunto, apreciar los rasgos de la nueva identidad que, como padres, están encontrando las jóvenes generaciones. Del análisis de las conversaciones mantenidas en estos grupos de padres jóvenes emergen tres tipos diferenciados: el padre intenso, el padre responsable y el padre complementario. El padre intenso Hay un primer tipo de padres intensos o maternales en los que priman los aspectos emocionales y afectivos y que definirán fundamentalmente su relación con el hijo. Las autoras lo denominan el “padre intenso”. Es el que está centrado en la atención al hijo, cuya aparición hizo que su vida cambiara totalmente. La interrelación entre el padre y el hijo supuso también un desplazamiento de la madre a un lugar menos preponderante. El contenido más potente de la paternidad para este tipo de padre es emocional. Los sentimientos de afecto por el hijo son totalmente nuevos e inesperados incluso para él mismo. Una vez que la paternidad adquiere estas dimensiones puede tener una cierta rivalidad con la maternidad, a la que se le discute la preeminencia. El padre responsable Hay un segundo tipo de padres que podríamos llamar “conscientes o responsables” en los que se hacen realidad por vez primera las aspiraciones de muchas mujeres de compartir y experimentar a dúo las alegrías y las dificultades de la procreación. Son los padres que aportan sus esfuerzos y que viven la relación con el hijo con el mismo sentido de responsabilidad y de obligación que las madres respecto de su cuidado. El padre responsable es el que desde antes de nacer el hijo ya ha asumido su papel. El proyecto de tener un hijo, o una hija, le llena de buenos propósitos. Está dispuesto a sacrificar sus horarios de trabajo, sus hobbies o deportes para estar más tiempo en casa. Su interrelación con el hijo no es exclusiva ni excluyente de la madre. La relación triangular es muy equilibrada y en su proyecto afectivo sobre el hijo la madre cobra un papel 12 fundamental, pero no reduce en nada el suyo. El valor está en el intercambio de papeles; su propuesta es compartir y adoptar un papel equivalente al de la mujer. El padre complementario Un tercer tipo de estos nuevos padres es el de aquellos que se muestran menos entusiastas y a los que podríamos llamar “adaptativos o complementarios”. Se caracterizan por apoyar desde el exterior lo que les piden sus mujeres, ya que una serie de labores paternas las ven con mayor naturalidad en sus mujeres que en ellos mismos. Se interesan, colaboran y aceptan las exigencias de su mujer porque creen que así es la realidad actual y que no se pueden evadir del rol de padres que les exige la nueva sociedad. Lo hacen más por adaptación que por convicción, porque comparten, con las imágenes tradicionales de la paternidad, la idea de que las mujeres son diferentes y de que es a ellas a las que les corresponde el ejercicio de la maternidad como algo exclusivo y propio. Tienen una conciencia aguda del cambio de vida que supone la paternidad y consideran que su vida de pareja se resiente. Más que compartir con su mujer, colaboran en las tareas y deberes domésticos. En su visión de la familia, la madre posee unos dones especiales que no tienen los hombres, y esto es lo que explica la diferencia en la dedicación de uno y de otra al cuidado de los hijos. Estos nuevos padres, en sus diferentes versiones, son la vanguardia del cambio familiar. Son jóvenes con voluntad de vivir de otra manera su relación de pareja y sus familias, y son a la vez hombres que tienen voluntad de adaptarse a las nuevas formas de ser de las mujeres. Se pliegan con más o menos voluntad a los cambios femeninos y es en la paternidad donde encuentran una posibilidad de desarrollo personal y una fuente original de esa nueva identidad masculina que van buscando. Ante todos estos cambios no es posible hablar del ocaso de la figura del padre, aunque a lo largo del siglo XX haya ido reduciéndose su protagonismo en el interior de la familia, sino de una renovación de su rol dentro de la familia. Los hombres, o al menos una minoría de ellos, empiezan a asumir un mayor compromiso en las funciones de la paternidad, lo cual no sólo potencia las oportunidades de las mujeres en el campo laboral, sino que mejora las relaciones entre los dos sexos. Si desea más información, puede ponerse en contacto con el Departamento de Comunicación de la Fundación BBVA (91537 66 15 y 94 487 46 27) 13