2.- JESÚS DE NAZARET, verdadero Dios y verdadero hombre

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2.- JESÚS DE NAZARET, VERDADERO DIOS Y
VERDADERO HOMBRE
INTRODUCCIÓN
“Jesucristo es el Hijo de Dios hecho
hombre”. La predicación de Jesús, vigorosa,
expresiva y tan nueva en muchos puntos, y su
vida que provocaba el escándalo en muchos,
sobre todo a causa de los milagros, suscitaba
ya en su tiempo, y ha suscitado siempre, la
pregunta: ¿Quién es éste?. Se dieron entonces
muchas respuestas: es Juan el Bautista que ha
resucitado de entre los muertos; o también
Elías, uno de los profetas que ha venido de
nuevo (Mc. 6,14-15; 8,28). Lo decisivo es lo
que Jesús pregunta a sus discípulos y a cada
uno de nosotros: “Y vosotros ¿quién decís que
soy?”(Mc. 8,2)..
Lo primero que tenemos que decir es
que Jesús es un hombre, un hombre real como
nosotros. Los evangelios nos lo presentan en
toda su humanidad: nace de una mujer, crece y
se hace mayor, aprende un oficio, tiene hambre
y sed, es tentado, se cansa, hace preguntas,
siente el sufrimiento de los demás, se alegra
con los otros, especialmente con los niños; pero
también siente ira ante la dureza de corazón de
los hombres, tiene miedo, experimenta el
extremo dolor y muere, finalmente, en una cruz.
Es un hombre en cuerpo y alma.
Era, pues, igual a nosotros en todo, si
excluímos el pecado. A diferencia de los demás
hombres, no estaba sometido a la ley del
pecado. Al contrario, se hallaba completamente
abierto a la voluntad del Padre y al servicio de
los hombres. Es el hombre para los otros
hombres, que al final, por obediencia al Padre,
entregó su vida “por muchos”, es decir por
todos (Mc.10,45).
La confesión de Jesucristo como Señor
forma parte del contenido más antiguo de la
tradición bíblica y de la formación del Credo
cristiano. Cuando la Iglesia primitiva
reivindica este título para Jesucristo, lo que
está diciendo es: en Jesucristo aparece la
soberanía de Dios, en Él se hace presente Dios,
Él mismo es Dios.
La confesión de Jesucristo como Señor,
nos lleva a la verdad más importante de la fe
cristiana: Jesucristo es el Hijo de Dios. Esta
confesión aparece muy pronto en uno de los
textos más antiguos del Nuevo Testamento, en
el himno a Cristo de la carta a los Filipenses:
“ Él, a pesar de su condición divina, no se
aferró a su categoría de Dios; al contrario, se
despojó de su rango y tomó la condición de
esclavo, pasando por uno de tantos” (Fil.2, 68). El evangelio de Juan dice lo mismo (Jn.
1,14). En el Credo confesamos: “Creo en un
solo Seño Jesucristo, Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de
Dios verdadero”. (Catecismo Católico
Alemán; pág. 167 ss).
Consecuencias para nuestra condición de
cristianos
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Si Jesucristo es verdadero Dios y verdadero
hombre, ya no puede hablarse de ninguna
dimensión humana que sea, por principio,
profana y ajena a lo divino.
La obra salvadora y redentora de Jesús, no
puede entenderse únicamente como
salvación del alma, sino que tiene por
objeto la salvación de todo el ser del
hombre.
Ser discípulo de Jesús es aceptarlo como
Señor, por encima de todos los señores y
realidades de este mundo. Jesús es el
verdadero soberano del mundo.
Dios se hace hombre para hacernos
partícipes de su naturaleza divina.
Quien quiera saber quién es Dios y quién es
el hombre, tiene que mirar a Jesús para
tomarlo como norma.
Jesús, el Hijo de Dios, es la revelación
perfecta de Dios entre los hombres.
Jesús nos descubre que Dios es un Padre
que ama al hombre desinteresadamente.
Que Dios no es rival del hombre, sino
alguien interesado plenamente en su
liberación y salvación total. Alguien que se
pone siempre a favor del débil, del
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maltratado, del necesitado de ayuda. Que
defiende siempre la justicia y la verdad.
Que se preocupa siempre de la salud y la
felicidad última del hombre y que es capaz
de ir hasta la muerte por ser fiel a su
voluntad de salvar a la humanidad.
Aplicaciones a la Pastoral de la Salud.
 En nuestra actividad pastoral con los
enfermos y con los que sufren, hemos de
tener en cuenta todas las dimensiones de la
persona: la física, biológica, religiosa,
social, transcendente..., pues Dios se
encarna en todo lo humano para divinizarlo.
 Por igual motivo hemos de atender todas
las necesidades del enfermo: biológicas,
sociales, económicas, espirituales...
 Si aceptamos a Jesús como Señor, como
verdadero Dios y verdadero hombre, Él
debe de ser la medida, el modelo de toda
nuestra actividad, concretamente el modelo
en nuestro trabajo en el mundo de la salud y
de la enfermedad. Esto supone que como Él
y con Él nos esforcemos en reconstruir al
hombre entero, no sólo su salud física,
biológica… Como Jesús y con Él
infundamos al hombre enfermo y que sufre:
vida, le arranquemos de la desesperación,
le devolvamos la seguridad y le liberemos
de la culpabilidad; le reconciliemos con
Dios. Jesús no cura simplemente una
enfermedad. Jesús salva al hombre.
 Como Jesús y con Jesús le liberemos de la
marginación y lo integremos en la sociedad
y le devolvamos a la convivencia de modo
que, de nuevo, pueda oír, ver, caminar,
valerse por sí mismo.
 Jesús, lo libera de la soledad. Le hace sentir
que no está sólo, abandonado de Dios.
 Hemos de hacerlo gratis, como Jesús, que
vive totalmente de Dios y para Él, y no
quiere nada para sí, sino todo para los
demás, sobre todo para los enfermos, para
los que sufren.
 Esto nos exige conocer y llenarnos del
Espíritu de Jesús, de sus actitudes, de su fe,
de su confianza, de su amor, de su entrega,
de su compasión... para saber cómo tengo
que ser hombre, cómo tengo que vivir y
cómo tengo que enseñar a vivir a los
enfermos y a sus familiares y a los
sanitarios.
 Que como Jesús seamos sembradores y
cultivadores de perdón y de reconciliación.
 Que nuestra tarea pastoral siempre sea
promocional tratando siempre de integrar lo
más posible a los enfermos en la familia, en
la sociedad, en la comunidad creyente...
 Que nos pongamos siempre del lado y al
lado de los enfermos más necesitados y
maltratados por la sociedad, defendiéndoles
de las injusticias que puedan sufrir.
 Que combatamos todo lo que sea injusto en
el mundo de la salud y de la enfermedad.
 Que busquemos, como Jesús verdadero
Dios y verdadero hombre, la salud y la
salvación de cuantos trabajan en este
mundo, aunque sea desgastando nuestra
vida.
Texto bíblico. Filipenses 2, 6-8.
Cuestionario.
¿Quién es Jesús para ti?.
 Aceptar a Jesús como verdadero Dios y
verdadero hombre ¿qué consecuencias trae
para tu vida de cristiano?. ¿ y para tu vida
de agente de la Pastoral de la Salud?.
 Como grupo de Pastoral de la Salud ¿ en
qué debiéramos cambiar para ser
consecuentes con lo que decimos creer?.
¿Qué te dice el texto bíblico leído?.
Compromiso.
ORACIÓN COMUNITARIA
Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo.
Él es quien manifiesta a Dios invisible,
El primogénito de toda creatura.
Él es el Maestro de la humanidad,
es el Redentor.
El ha nacido,
muerto y resucitado por nosotros.
Él es centro de la historia y del mundo.
Él es Aquel que nos conoce y nos ama.
Él es el compañero y amigo de nuestra vida.
Él es el hombre del dolor y de la esperanza.
Él es la luz, es la verdad.
Él es camino, la verdad y la vida.
Él es nuestro Redentor.
Cristo es nuestro supremo bienhechor.
Cristo es nuestro libertador. Juan Pablo II
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