“TORRES JOSÉ GENARO C/MERIAL ARGENTINA SA s/ DAÑOS Y

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Poder Judicial de la Nación
“TORRES JOSÉ GENARO C/MERIAL ARGENTINA SA s/ DAÑOS Y PERJUICIOS”
EXPTE. Nº 6620/99
JUZG. 51
LIBRE Nº
En la Ciudad de Buenos Aires, Capital de la República Argentina, a los
días del mes de Abril de Dos Mil Cinco, reunidos en
Acuerdo los Señores Jueces de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, para conocer en
los recursos de apelación interpuestos en los autos caratulados:“TORRES JOSÉ GENARO
C/MERIAL ARGENTINA SA s/ DAÑOS Y PERJUICIOS”, respecto de la sentencia de fs.
942/957 el Tribunal estableció la siguiente cuestión a resolver:
¿ES JUSTA LA SENTENCIA APELADA?
Practicado el sorteo resultó que la votación debía realizarse en el
siguiente orden: Señores Jueces de Cámara Doctores LEOPOLDO MONTES DE OCACARLOS ALFREDO BELLUCCI-OMAR JESÚS CANCELA
A la cuestión planteada el Señor Juez de Cámara Doctor Montes de Oca
dijo:
I.- Durante el período que existió la relación laboral entre las partes se
produjeron diversos informes de laboratorio respecto del actor con positividad en la reacción de
Huddleson, incluyéndose el diagnóstico de Brucelosis, clase IgG x IFI, a su vez, en este orden
de ideas, la sentencia de la anterior instancia refiere la respuesta del perito médico infectólogo
interviniente (fs. 934, punto l), que no ha sido observada por las partes, en el sentido que una
reacción de positividad del grado de l/20 y l/40 indica que el paciente ha sido infectado con
Brucella, en base a la alta especificidad de la reacción; asimismo, en el período post agudo de
la enfermedad, la escasa sensibilidad del método, debida predominantemente a la presencia de
anticuerpos lipopolisacáridos incompletos, su bajo valor y aún su negatividad, no pueden
tomarse como inactividad infecciosa ni como ausencia de infección. También la sentencia
contiene la referencia al dictamen de la “Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires”
acerca de la existencia de brucelosis activa cuando se comprueba la inmunoglobulina M (IgM)
a partir de l/l00 y en títulos crecientes; se agrega que la brucelosis activa es curable, aún en este
caso.
En tales condiciones, dice el señor juez “a quo” en su pronunciamiento
que la empleadora “habría” tomado conocimiento por medio de su servicio médico y a los
exámenes a los que fue sometido el actor con resultado positivo de la reacción de Hudlesson,
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indicativos de infección bacterial por la brucella en su organismo, aún cuando no se hubiera
activado la brucelosis, con anterioridad a la entrada en vigencia de la ley 24.557.
Consecuentemente, sigue diciendo el pronunciamiento, la normativa legal aplicable al caso
resulta ser la ley 24.028 que concede al empleado la opción de reclamar indemnización en sede
civil (art. 16), circunstancia que torna abstracta la cuestión introducida por Torres impugnando
la constitucionalidad de la ley 24.557. En definitiva, esta cuestión fue declarada abstracta
(punto I de la parte dispositiva de fs.957), se rechazó la defensa de prescripción opuesta por la
accionada y se hizo lugar a la demanda, condenando a esta parte a pagarle al actor la suma de
dinero que allí se indica, con costas e intereses.
Existen reproches de ambas partes, pero mientras la actora limita al
“quantum” del monto indemnizatorio, su contraria reprocha que se haya encuadrado el tema en
la opción invocada por el accionante en las disposiciones de la ley 24.028; en efecto, luego de
señalar la obligatoriedad de la nueva ley de riesgos del trabajo (24.557) refiere distintas
disposiciones de este cuerpo legal, especialmente aquella que excluye la responsabilidad civil
de los empleadores frente a los trabajadores y sus derechohabientes, con la sola excepción de la
derivada del art. 1072 del Código Civil. Extiende dicha obligatoriedad a todas aquellas normas
que disponen la derogación de la ley 24.028, las complementarias y reglamentarias, a partir del
l de julio de l996, aspecto que vincula con la efectiva existencia de la enfermedad (brucelosis) y
el conocimiento que de ella debió tener, conforme con las circunstancias del caso.
Asimismo, toda esa argumentación se encuentra vinculada en el agravio
de esta parte relacionada con el tema de la prescripción que oportunamente planteara, que
igualmente debe ser objeto de examen. En primer lugar, no puede soslayarse que el agravio de
la parte demandada respecto del marco jurídico aplicable concluye con el pedido en el sentido
que el reclamo indemnizatorio del actor se encuadre en el ámbito de la ley de riesgos de trabajo
(ver fs. 973 vta.), de manera que ante el subsistente planteo de inconstitucionalidad (véase “ad
eventum” lo expresado a fs. 994 vta.) efectuado por el reclamante, es preciso tener en cuenta la
descalificación de la exención de responsabilidad del empleador prevista por el nuevo
ordenamiento que efectuara la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en tanto quedan
desvirtuados los principios que atienden a una indemnización justa, lo cual no se logra si el
daño o el perjuicio subsisten en cualquier medida (A.2652. XXXVIII, recurso de hecho en
“Aquino, Isacio c/Cargo de Servicios Industriales S.A.” del 21 de septiembre de 2004). En este
precedente quedó claro que el nuevo régimen, al consagrar un marco reparatorio de alcances
menores que los del Código Civil, lleva a concluir que la exención de responsabilidad civil de
la empleadora carece de todo sentido y efecto útil, con mayor razón si se aprecia que al excluir,
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sin reemplazarla con análogos alcances, la tutela de los arts. 1109 y 1113 del código citado, no
existe adecuación a los lineamientos constitucionales de una indemnización integral del daño
que se encuentra en relación causal adecuada con el hecho perjudicial.
En tales condiciones, bien ha hecho el señor juez “a quo” en prescindir
de un régimen indemnizatorio que excluye la aplicación del principio contenido en el art. 19 de
la Constitución Nacional: “alterum non laedere” respecto del trabajador, como dice la Corte,
sujeto de preferente tutela jurisdiccional, quien se vé privado, en tanto que tal, de reclamar a su
empleador la justa indemnización por los daños derivados de la enfermedad laboral. En
consecuencia, por estas consideraciones, corresponde desestimar el reproche “sub exámine” de
la parte demandada y extender los efectos de la inaplicación de todas las disposiciones
mencionadas en el punto II. de fs. 220.
II.- En cuanto concierne a la defensa de prescripción, la sentencia refiere
razonamiento en el sentido que en la ficha médica individual confeccionada por la empleadora
respecto del accionante, consta que inició tratamiento por brucelosis el 29 de enero de 1997 (fs.
223), sin que existiera con anterioridad ninguna constancia de enfermedad como tal, es decir en
la comprensión que, debido a las características particulares de la dolencia, puede tener una
fase inactiva con niveles de titulación de reacción de Huddleson bajos o en forma asintomática,
concluyendo que el actor recién tomó conocimiento de su afección al iniciar el tratamiento, tal
como lo asevera el perito médico infectólogo designado de oficio, quien, por otra parte,
destacó que no ha comprobado la existencia de una comunicación formal al empleado, pero el
conocimiento surge de la derivación para tratamiento (cfr. fs. 897, punto 13); todo ello como
corolario de las aseveraciones señaladas al comienzo del presente pronunciamiento. Luego de
mencionar un precedente la sala 6a.de la Cámara Nacional del Trabajo, del 24/2/2003, el
pronunciamiento concluye que desde que el actor inició el tratamiento por brucelosis hasta la
fecha de inicio de la demanda, no transcurrió el lapso de prescripción previsto por el art. 4037
del código citado.
Debe puntualizarse que en la órbita de la responsabilidad contractual
surgen aplicables con mayor precisión las normas específicas de los arts. 12, especialmente inc.
d) de la ley 24.028, o bien, a todo a evento, la del art. 44 de la ley sobre riesgos del trabajo.
Es preciso tener en cuenta que al ejercer la opción prevista por la ley
24.028 el actor refirió la aplicación de diversos artículos del Código Civil (ver especialmente el
punto 4. de fs. 212), de manera que es menester precisar el momento en que puede considerarse
definitiva la secuela de la enfermedad que se examina. Al excluirse el sistema indemnizatorio
de la ley de riesgos del trabajo, como consecuencia de las razones expuestas en los párrafos
precedentes, queda invalidada la argumentación desarrollada por la accionada en torno a la
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existencia y conocimiento de la enfermedad con anterioridad al 1 de julio de 1996, fecha de
entrada en vigencia del apuntado régimen . Por otra parte, en el marco del ordenamiento que
debe aplicarse, bien puede admitirse la distinción que preconiza la recurrente, esto es que como
concepto de diagnóstico una cosa es enfermedad y otra muy distinta es reactividad positiva ante
las pruebas serológicas. En el mismo orden de ideas esta parte consideró insignificativas
diversas reacciones, especialmente la del 2/12/94; bien que con distinta finalidad, admite, que
resulta relevante el inicio del tratamiento para brucelosis, que determina, a su vez, el comienzo
del plazo de prescipción.
Quizás sea conveniente puntualizar que la inaplicación del régimen
indemnizatorio pretendido por la accionada responde a cuestiones sustanciales, según se ha
visto, vinculadas al resguardo de garantías constitucionales, y no al simple juego de plazos
legales, tal como lo postula la recurrente de fs. 971 vta.. Es que en realidad el plazo de
prescripción del art. 4037 del Código Civil (con el alcance indicado), corre, en principio, desde
que el actor tomó conocimiento del hecho dañoso, con mayor precisión, como sucede en el
caso de la enfermedad profesional, la acción prescribe a los dos años a contar desde la
determinación de la incapacidad, entendida como la fijación de la minusvalía. En efecto, lo
correcto es arrancar desde el conocimiento del hecho que determina la incapacidad en forma
fehaciente, lo que requiere una apreciación objetiva que ponga de manifiesto el cabal
conocimiento de su invalidez por parte del damnificado, sin que pueda suplirse esta exigencia
sobre bases inciertas, que no demuestran de manera concluyente que el actor dejó transcurrir
los plazos legales consciente de las afecciones que sufría (CSJN, Fallos 311:2056 y sus citas).
Bajo tales premisas, debe sí mencionarse la prolongada continuidad de
la infección con brucella bien que con las alternativas de una serología fluctuante, que
culminara con una positividad de la prueba realizada en noviembre de 1998 (“Elisa”) en
valores l/400; no es ocioso señalar que la incertidumbre que se advierte en el período anterior
se explica por las variaciones signo sintomáticas de la enfermedad, tanto como que la escasez
de síntomas pudieron producir la errónea comprensión respecto de la inexistencia misma o la
levedad de la afección que resulta curable; de manera que como lo explica el perito médico
infectólogo interviniente, para disminuir la posibilidad de errores diagnósticos se han
desarrollado nuevas técnicas de laboratorio, más sensibles a la presencia de anticuerpos (tal
como la señalada), dirigidas contra la brucella entera (ver fs. 895). Es así que en el presente
caso, debido a las alternativas que se describen en el dictamen con sustento en la prueba
documental agregada al proceso, han quedado demostradas la causa fuente y el factor de
imputación de una infección brucelar en el tiempo que se encontraba trabajando el actor para la
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demandada, infección persistente (no aguda), y que subsistía al momento del dictamen pericial
efectuado en el mes de septiembre de 2003, actualizada mediante la serología positiva en altas
diluciones según técnicas de fracciones brucelares, motivada por la existencia de bacterias en
“santuarios” donde resisten la acción de terapias y defensas naturales, aún con la estimulación
de sus antígenos en la producción de los anticuerpos detectables (ver incluso la respuesta
pericial de fs. 934). Todo ello resulta demostrativo, según la estimación pericial, de una causa
posible de reactivación de la enfermedad sin que medie reinfección exógena, aún cuando esta
reagravación no es indefectible. Asimismo, cabe puntualizar que en tanto no se ha comprobado
la existencia de una comunicación fehaciente al actor durante el período en cuestión,
lógicamente debe concluirse que su conocimiento resultó coincidente con su derivación para
tratamiento, tal como lo pone de resalto el señor juez “a quo”, sin que sobre este aspecto exista
cuestionamiento de la parte demandada, circunstancia que inexorablemente contribuye a
desestimar el agravio que formula esta parte, en consonancia con la conclusión expresada en el
primer párrafo de fs. 948.
III.- Igualmente existe agravio de la accionada por lo que considera
errónea valoración de las probanzas aportadas al proceso. Esta apreciación debe comenzar por
la circunstancia que el actor empezó a trabajar para la demandada el 24 de marzo de 1977 luego
de obtener un examen médico que lo declaró con salud práctica para el desempeño laboral (fs.
523 vta.), de manera que debe concluirse, según se ha visto, que el contagio ocurrió durante el
lapso que tuvo contacto con diversos productos biológicos y especialidades farmacéuticas
destinados a la salud animal. En este orden de ideas es posible predicar que la pretensión
sustentada en el art. 1113 debe aplicarse también a los casos de enfermedades del trabajo, sea
por la modalidad riesgosa en que se desarrollan o porque la degradación del medio ambiente ha
podido dar lugar a procesos patológicos, aunque con mayor precisión deberíase encuadrar en la
actividad culposa del empleador en el marco de las condiciones laborales (CSJN, Fallos
308:248) que no garantizan la integridad física del damnificado.
Repárese que todas las circunstancias relevantes han sido prolijamente
examinadas por el señor juez “a quo” en su meditado pronunciamiento, a lo que se agrega el
desmantelamiento actual del sector donde el accionante cumplía funciones, en el área “aftosa”,
en “filtraciones” y también en “siembra” a lo que se añade la manifestación pericial en el
sentido que no se llevaba un control documentado específico de entrega de elementos de
protección personal; el perito ingeniero industrial no tuvo acceso a la planilla de control
administrativo de esta circunstancia. Igualmente no consta la presencia del actor en las planillas
demostrativas de capacitación, y según manifestaciones del encargado de planta no fueron
entregadas instrucciones referidas a las medidas preventivas de la brucelosis (fs. 757, resp. a la
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preg. 10). En definitiva, la cuestión se resolvió mediante la aplicación de normas de
bioseguridad muy estrictas previstas en la resolución n 219 de SENASA, que fueron
implementadas a partir del 8 de enero de 1996 (ver fs. 791), es decir, con posterioridad a la
manifestación de los primero síntomas de contagio en el actor.
Todos estos elementos de juicio se encuentran corroborados por el
resultado de las declaraciones testificales de fs. 731/735, también suficientemente examinadas
en la sentencia recurrida conformando un plexo probatorio que permite descartar el endeble
argumento de la accionada en el sentido que la infección pudo deberse a la ingestión de
alimentos contaminados (leche, quesos), sencillamente porque no es lo que ocurre según el
curso normal y ordinario de las cosas, pues esta vía de contagio tiene carácter sumamente
excepcional que al no encontrarse demostrada no puede ser aprehendida en el pronunciamiento.
Por estas consideraciones y las propias de la sentencia apelada, corresponde desestimar los
agravios y confirmar este aspecto del fallo.
IV.- Por lo que concierne al aspecto indemnizatorio en el “quantum”
establecido existen reproches de ambas partes, respecto de la incapacidad sobreviniente, en
primer lugar, entendiéndose por ésta cualquier disminución de las aptitudes psicofísicas que
tengan relación causal con el hecho dañoso y repercutan en la personalidad integral del
damnificado. En el ámbito de este daño patrimonial indirecto es preciso dejar en claro que la
brucelosis refiere una enfermedad que en la actualidad es curable pues una persona sometida a
tratamiento puede tener serología a bajos títulos y llevar una vida normal; como también una
persona a pesar de recibir tratamiento y mantener títulos bajos de anticuerpos puede sufrir
algún grado de invalidez laboral, familiar, sexual, social (en estos casos no se encuentra curada:
ver fs. 764, resp. al punto d). Por cierto que con mayor precisión al caso particular el dictamen
médico comprobó -mediante el estudio de múltiples exámenes- limitación de la flexo extensión
y rotación a nivel de la cintura pelviana, en los grados que se mencionan a fs. 893;
esplenomegalia moderada, indolora y hepatomegalia moderada, como así también un cierto
déficit psicológico que se acredita con el respectivo examen cuya realización no fuera
oportunamente cuestionada por la parte demandada, a pesar de haber tenido oportunidad de
hacerlo.
Para la determinación del “quantum” que corresponde establecer debe
tenerse en cuenta que el moderno método de tratamiento que señala el experto logra la curación
completa en el 94,3% de los casos, sufriendo recidivas por reactivación de la enfermedad el
5,7% restante. Por otra parte, la limitación funcional de la columna lumbar acredita que al
tiempo del dictamen el actor padecía alteración por discitis (L5/S1) con disminución del
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espacio intervertebral , consecuencia de un proceso destructivo por infección brucelar, mientras
que no reconoce el mismo origen el proceso de espondilolistesis, quizás de raíz congénita o
traumática. La minusvalía, sea de origen físico o psíquico, sumadas éstas en base al método de
las capacidades residuales, determinó un 23,82% de la total obrera. Además de estas secuelas
no han dejado de ponderarse las condiciones personales, familiares y socioeconómicas del
damnificado que resultan del informe de fs. 738, que incluye la remuneración abonada a Torres
en el mes de marzo de 1999, previo a su despido sin justa causa del 6 de abril del mismo año,
en su carácter de operario calificado especializado de producción.
Demás está señalar que el grado de invalidez comprobado pericialmente
no traduce matematicamente una cierta cuantía indemnizatoria sino que constituye un
parámetro más de aproximación económica, que para la determinación cuantitativa debe ser
conjugado con todos los elementos de juicio incorporados al proceso, de modo especial que la
indemnización reclamada por la vía que antes se indicara sólo aprehenderá la disminución de
posibilidades genéricas en el marco y con las alternativas señaladas en las respectivas y
relevantes conclusiones científicas señaladas en los parágrafos precedentes. Desde luego que no
resulta superfluo agregar que el informe producido por el Hospital Muñiz (fs. 769) donde se le
diagnosticó al actor brucelosis activa, señaló que al momento del alta presentaba incapacidad
laborativa pero no invalidez para las relaciones familiares y sociales. Asimismo, sea permitido
señalar que el precedente que se cita en el cuarto párrafo de fs. 979 vta., comprendía distintos
presupuestos de hecho con el que aquí se juzga.
Desde otro ángulo, el examen del reproche del actor, permite afirmar que
el daño biológico que refiere no tiene carácter autónomo, pues si la afectación a la integridad
psicofísica genera disminución de posibilidades patrimoniales, integra la incapacidad y, por
consiguiente, es un daño patrimonial indirecto; si no se produce esa disminución, forma parte
del daño extrapatrimonial o moral (esta sala, feb. 25/1998, que se publica en E.D., t. 177, págs.
275/277, voto del dr. Greco y su lúcida comparación con el derecho italiano). Es que si un daño
no es patrimonial necesariamente es extrapatrimonial, y si no es lo uno ni lo otro, no es daño.
No queda margen para la pretendida clasificación tripartita entre esos daños y el denominado
biológico, carente de principio de división. Lo mismo ocurre con el daño psicológico,
notoriamente improcedente en el presente caso en el que no ha quedado afectada la
personalidad del damnificado, por cuanto el ordenamiento legal no admite tampoco un “tertium
genus”, según la invariable comprensión de la sala (véase, entre muchos otros, el antecedente
que se registra en La Ley, t. 2000-E, págs. 465/466; íd., rec.libre n 408.700, sent. del
14/3/2005, voto del dr. Bellucci). Por todo lo expuesto, con la apreciación sólo a título
comparativo de las disposiciones de los decretos 658 y 659/76, júzgase prudente fijar en la
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suma de dieciocho mil pesos, la reparación de la partida “sub exámine”, en la comprensión que
conforma un capital que debidamente invertido habrá de generar una renta mensual
presumiblemente equivalente a la pérdida derivada de la minusvalía comprobada.
Con respecto a la determinación cuantitativa de la reparación del daño
moral, las fundadas razones expresadas por el señor juez “a quo”, con sustento en las
constancias del juicio, no han sido objeto de crítica eficaz por ninguna de las partes, pues no
pasan de ser meras disconformidades subjetivas, de por sí insuficientes para modificar el
criterio expuesto.
V.- Por estas consideraciones, corresponde desestimar los agravios y
confirmar la sentencia apelada, excepto en cuanto al monto de la indemnización del daño
patrimonial indirecto que deberá reducirse a la suma de dieciocho mil pesos. Las costas, en esta
instancia, deberán imponerse en el orden causado, en mérito al resultado de los respectivos
recursos (arts. 68 y 71 del Código Procesal).
Los Señores Jueces de Cámara Doctores Carlos Alfredo Bellucci y Omar Jesús Cancela
votaron en el mismo sentido por razones análogas a las expresadas en su voto por el Doctor
Montes de Oca. Con lo que terminó el acto.
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Buenos Aires,
de abril de 2005.Y VISTOS:
Por lo que resulta de la votación de que instruye el acuerdo que
antecede, se confirma la sentencia de fs. 942/957 en lo principal que decide, excepto en cuanto
al monto de la indemnización del daño patrimonial indirecto que se reduce a la suma de
dieciocho mil pesos ($ 18.000). Las costas, en esta instancia, se imponen en el orden causado.
Los honorarios de los profesionales intervinientes serán regulados una vez fijados los de
primera instancia. Devueltas que sean las actuaciones se proveerá lo pertinente a fin de lograr el
ingreso de la tasa judicial (arts. 13 y conc. de la ley 23898). Notifíquese, incluso al Sr. Fiscal
de Cámara en su despacho, y devuélvase. LEOPOLDO MONTES DE OCA. CARLOS
ALFREDO BELLUCCI. OMAR JESÚS CANCELA. ES COPIA
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