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SAN BASILIO EN EL UNIVERSO KILOMBO-AFRICA Y PALENQUEAMERICA
Nina S. de Friedemann
Expedición Humana, Pontificia Universidad Javeriana.Bogotá, Colombia
MANGOMBE
En la lengua criolla de Palenque de San Basilio, Ma Ngombe quiere decir el
ganado, las vacas, los toros y los terneros que manejan los hombres en los
corrales de ordeño en el monte, o que empujan los niños y los jóvenes por los
potreros, por las trochas, o a lo largo y ancho de las calles polvorientas del
poblado. El ganado es tan vital culturalmente para los hombres y la comunidad,
como ha sido nguba, el rnaní que las mujeres han cultivado y cosechado en sus
rozas al ritmo de sus cantos de trabajo (Friedemann 1979).
MaNgombe y Nguba vocablos de origen Ki- Kongo, una lengua de la familia
Bantú dan cuenta del legado cultural africano llegado a Colombia desde el siglo
XV1 y registrado en la documentación historiográfica como gentes "Congo y
Angola".
EL CIMARRONAJE
Africa y la migración intercontinental, brutal y forzada de miles de africanos
constituyeron el trasfondo para la formación de la diáspora afroamericana, parte
integral de América ( Selassie 1992, Gueve 1981).
Mientras en el Nuevo Mundo americano, en el siglo XVI los africanos que llegaban
en la trata se rebelaban en lo que se llamó "cimarronaje" para formar quilombos
en Brasil, palenques en Colombia, México y Cuba, cumbes en Venezuela en Africa,
la resistencia de los Bijago de Guinea y la de los Jagas del Congo que armados en
escuadras de guerreros operaban en amplias regiones a partir de campamentos
fortificados llamados kilombos. Era parte de su lucha contra el negocio de la trata
(Lara 1981:128-149)
Lo singular es que en Colombia el fenómeno de resistencia del cimarronaje pueda
hoy día contar con un testimonio vivo actual y presente en el Palenque de San
Basilio el poblado de alrededor de 3.000 descendientes de africanos rebeldes,
erguido al pie de los Montes de María a 70 kms. de Cartagena de Indias, uno de
los principales puertos de la colonia española desde el siglo XVI hasta principios
del siglo XIX.
El Palenquero, la lengua criolla que se habla en el poblado, constituye un
testimonio vivo del legado africano KiKongo y Ki-Mbundu. Legado que asímismo
tiene numerosas expresiones en la cultura del poblado y de otras poblaciones en el
Caribe colombiano (Friedemann y Patiño 1983, Schwegler 1996).
LOS PALENQUES
ue en 1934 cuando mediante los estudios antropológicos de Aquiles Escalante salió
a la luz la importancia del fenómeno palenquero como hito histórico y cultural en el
horizonte de los nacientes estudios afrocolombianos. Pero es el libro de Roberto
Arrázola, Palenque, Primer pueblo libre de América que en 1970 irrumpe el
ámbito afroamericano para señalar al clmarronaje como el más temprano
movimiento libertario triunfante frente a Hspaña hasta la independencia de
Colombia misma. Es entonces durante ese decenio cuando los estudios
palenqueros empiezan a responder una serie de preguntas de interés para la
historiografía colonial de la subversión africana en América y para la historia
afroamericana (Bickerton y Escalante 1970; De Granda 1971, 1974, 1978;
Friedemann 1979, Del Castillo 1984). Por ejemplo: ¿Cómo se organizaron las
sociedades de los cimarrones? ¿Sobre qué bases políticas o militares? ¿Cómo se
formaron los libertadores que encabezaron las sublevaciones? Y desde luego,
¿cuáles fueron las posiciones ideológicas que en Africa por un lado auspiciaron el
negocio de la trata, en tanto que por otro estimularon la resistencia?
Actualmente, otras inquietudes son urgentes y tienen que ver con el escrutinio de
las ideologías socio-políticas que en nuestros países continúan auspiciando
procesos de oculta-miento y discriminación de los fenómenos culturales. Procesos
que pretendiendo invisibilizar el pasado africano y su protagonismo ancestral en
las nuevas sociedades afroamericanas y afrolatinoamericanas ignoran la
importancia de las epistemologías locales 1 (Friedemann 1992).
LA RESISTENCIA
No sobra recordar que el rechazo a la esclavitud manifiesto en Africa desde el
momento de la captura tuvo innumerables expresiones: fugas, suicidios,
rebeliones, infanticidios. En Cartagena de Indias, la resistencia fue constante y
hubo quienes lograron escaparse y eventualmente formar pequeñas bandas para
esconderse en los montes. Se fugaban de las galeras, de los trabajos mine ros, de
las haciendas, del servicio doméstico.
La organización de uno de esos grupos y su enfrentamiento con las milicias
españolas en el sitio de La Matuna fue de tal calibre que en 1603 el Gobernador
Gerónimo Suazo se vio obligado a firmar una capitulación de paz. (Arrázola 1970).
Los palenqueros de La Matuna con el líder Domingo (Benkos) Bioho a la cabeza,
enfrentaron a los españoles, con tal beligerancia que historiadores y estudiosos del
fenómeno palenquero con razón lo han señalado como "la guerra de los
cimarrones" (Borrego Pla 1973, Bossa Herazo 1971).
Durante el siglo XVII esta guerra se afincó en series de palenques agresivos,
defensivos de acción rápida e inesperada hasta el punto de que en 1691 el rey de
España expidió la cédula de agosto 23 en la cual les concedió a los palenqueros de
la Sierra de María su libertad (Arrázola 1970, Friedemann 1991) . Una libertad
general y absoluta, sin cuyo presupuesto infalible -en palabras de la misma cédula
real- ¨no vendrían a reducirse¨ [los palenqueros] (Arrázola 1970: 103) . Luchaban
fieramente con flechas, lanzas, arcabuces y piedras, detrás de empalizadas,
ciénagas y montes, frente a la soldadesca española, contra sus armas, contra los
perros. Atacaban las estancias, las quemaban, robaban el ganado y raptaban las
mujeres indígenas y las negras que encontraran para solucionar el desequilibrio del
poco número de mujeres. Las milicias españolas se ensañaban contra los bohios y
las siembras de yuca y maiz, frijoles, patatas y plátano y también apresaban
mujeres tndigenas y negras que usaban de paso como informantes para obtener
datos sobre el palenque por dentro.
La jerarquía de mando en el palenque se percibe a través de la lectura de
documentos oficiales que incluyen confesiones de algunos informantes. Allí, los
españoles interpretaron que en el palenque mandaba un jefe supremo, o rey, un
teniente de guerra, un algualcil, un tesorero y un jefe religioso. Y que como en el
caso del Palenque de San Miguel (1684) alcanzó a tener escuadras de a 8 y 10
hombres con un total de 600. El relato de sus guerreros que se emboscaban con la
cara pintada de blanco y rojo desde luego, es reminiscente de escenarios de luchas
tribales en lugares de Africa.
El estudio de los documentos que utilizaron Arrázola (1970) y Borrego Plá (1973)
para sus libros permite deducir que las escuadras de guerreo tenían además un
predominio étnicc). Así, por ejemplo, el Palenque El Tabacal (1693) en la misma
provincia de Cartagena estaba conformado por gente de las etnias africanas:
congos, popos y minas y no tenía negros criollos.
Los documentos además muestran desde 1529 la aparición de palenques en la
gobernación de Cartagena, en la de Santa Marta, en la de Riohacha y en la
península de la Guajira. El fenómeno es de tal magnitud hasta donde se ha podido
reconstruir a lo largo de los ríos Magdalena, Cauca, San Jorge y en el Litoral
Pacífico sobre nos como el San Juan y el Patía. La cartografía que hasta el
momento se ha consolidado muestra una nutrida ocurrencia de palenques sobre el
territorio que hoy es Colombia y a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII. Esto no
quiere decir que nuevos sitios no puedan aparecer. Al contrario, con la perspectiva
de investigaciones arqueológicas, las posibilidades de incremento de sitios
palenqueros cambiarán el panorama de conocimiento actual. De todos modos,
aunque pocos palenques mantuvieron continuidad sobre el territorio a lo largo del
tiempo, tal situación es testimonial del continuo asedio de las milicias españolas y
la permanente resistencia de los palenque ros.
De los caseríos que eran atacados salían huyendo hombres, mujeres y niños que al
no ser capturados buscaban cobijo en otros palenques. Así es como se entiende
entonces la propuesta de que San Basilio hubiera constituido un refugio al cual
hubieran llegado rebeldes de poblados cimarrones vecinos, con experiencias
culturales diversas. Por supuesto que algunos de los capturados quizás nunca
pudieron regresar a sus palenques y tampoco entrar a formar parte de ningún otro
(Friedemann 1979).
Todo ello, desde luego hizo parte de las estrategias de huída y enfrentamiento
(Carrera Damas 1977) que han sido principios vitales de la resistencia y de la
creatividad cultural de la diáspora africana que en San Basilio aún se expresa en
los diversos perfiles de la comunidad contemporánea: en la organtzacion social, en
la funebria, en la lengua (Friedemann y Patiño 1983).
PALENQUE DE SAN BASILIO: LOS CUAGROS.2
El estudio etnográfico de Palenque de San Basilio realizado a partir de 1974
(Friedemann 1979) trajo a la luz la existencia de una organización social en donde
el cuagro ha desempeñado un papel primordial tanto en el pasado como en la
actualidad 3.
El cuagro es un grupo de edad. Posiblemente se originó como una creación
adaptativa a la situación de constante lucha que debieron enfrentar los poblados
de rebeldes contra las milicias españolas.
El estudio de sus rasgos contemporáneos de reclutamiento, inauguración,
entrenamiento y expresiones cotidianas en el ciclo de vida y su cotejo con datos
históricos permitieron esbozar los trazos del palenque colonial.
Estructuralmente, el cuadro como asociación de hombres y mujeres tiene dos
mitades, una femenina y otra masculina. Se ha movido en dos ámbitos polarizados
en el poblado: Arriba y Abajo. Ha proveído el escenario para la competencia
política-social contemporánea y el ejercicio de un doble antagonismo: el ritual que
aviva la tradición y la acción política. Este último le facilita a la comunidad su
participación en el transcurso regional.
Los cuagros, empezaban a formarse desde la infancia cuando niños y niñas salían
a jugar en la calle frente a sus casas. Así aunque en el cuagro podría reflejarse el
parentesco, era la contigüidad de la residencia lo que influía en su formación
(Friedemann y Patiño 1983).
LOS JUEGOS DE GUERRA
La tradición del cuagro se ha expresado en los puños de los hombres y en «las
muñecas" de las mujeres. En una especie de juegos de guerra la comunidad ha
celebrado sus memorias de rebeldía. Hasta hace corto tiempo enjambres de niños
y jóvenes conformaban cuadrillas como parte de festividades del poblado en junio
y en diciembre. Se entrababan en pelea los cuadros masculinos y los femeninos de
cada mitad del poblado con la otra mitad. Los juegos de puños en la tradición
palenquera han sido trasfondo para las incursiones que con éxito tuvieron desde
comienzos de este siglo aspirantes a boxeadores, boxeadores y campeones de
boxeo. En el decenio de 1970, un período intenso de campeones a nivel mundial,
el entrenamiento de los cuadros se hizo más frecuente. Entonces se improvisaron
cuadriláteros de polvo y palos de matarratón en los patios de las casas, a los
cuales se añadieron guantes de boxeo.
Una épica de nuevos héroes con nombres como Pambelé, Pambelecito, Rocky, o
La Cobra, todos boxeadores, se añadió así a la de los rebeldes Benkos Bioho,
Domingo Bioho, Domingo Criollo, Francisco Arará, Domingo Padilla y Pedro Mina
de los tiempos del cimarronaje colonial.
En 1974 era posible dibujar un mapa de conglomerados o compuestos de casas
que giraban alrededor de una casa mayor donde un «Mevo» o mayor modelaba la
cotidianidad del trabajo y las decisiones en marcos de cooperación Y reciprocidad
(Friedemann 1979,Friedemann y Patiño 1983). El hallazgo ha sugerido perfiles del
antiguo palenque que de acuerdo con documentación historiográfica de Arrázola
(1970:194) muestra cómo los palenqueros actuaban en coalición de escuadras de
diez hombres cada uno, con un capitán a la cabeza. Seguramente la antigua
jerarquía militar se transformó para proyectarse en la autoridad de cada «meyo»
en su compuesto, personaje a quien se ha respetado por su sabiduría y rectitud Y
quien con los otros en un tiempo se conformó la junta de vecinos, máximo
organismo decisorio en la comunidad.
En ese decenio de 1970 dentro del juego socio-político también ya fue posible
observar a sus jefes o «meyos» moviéndose apoyados en compuestos y cuadros,
pero asimilando los impactos externos de la política partidista. De esta suerte, la
injerencia de los partidos políticos en la territorialidad de las dos mitades Arriba y
Abajo hizo mella en la tradición para dar paso a la estratificación de la comunidad
sobre pilares políticos y economtcos (Friedemann 1979).
EL LUMBALÚ
En el universo de la religión, también debe mencionarse el trasfondo del cuagro
lumbalú, mejor conocido como cabildo lumbalú donde aún se percibe en su
jerarquía el sistema tradicional de transmisión de derechos de pertenencia y
sabiduría. Y además se mantiene una cartografía ceremonial con sitios asignados
para el muerto y los espíritus, para músicos, tambores y cantaoras, hombres,
mujeres y niños y sus respectivas actividades (Friedemann 1991a, 1994).
Cuando en Palenque de San Basilio se menciona al lumbalú, se evoca un ritual
sagrado con ritmo, melodía, sentimiento e imágenes que avivan una cosmovisión
de profundidades acuáticas, espacios terrenales y parajes de imaginería fantástica.
Es en la poética de los cantos de lumbalú donde se han precisado huellas sociales
y linguísticas de ancestro africano.
Los viejos cánticos del ritual dan cuenta de la historia de aquellos que fueran los
antepasados de los palenqueros:
chi ma nlongo
(soy de) los del Congo
chi ma (ri) Luango
(soy) los de Luango
Chi ma ri Luango ri Angola
De los Luango de Angola
Y también evocan siluetas de deidades que en el pasado africano debieron formar
parte de su pensamiento cosmológico.
eee calunga manquise ario negro congo chimbumbe
Aquí Calunga, término de origen Ki-Mbundo alude a océanos y mares y
columbra el pensamiento de gentes del Congo en torno al universo (MacGaffev
1986).
El trabajo linguístico de descodificación de estos textos poéticos realizado por
Armin Schwegler (1990, 1996) ha sido una notable contribución en este campo.
LOS ANDAMIOS DEL PALENQUE
Ahora bien. Cuando se analiza el proceso de la huida de los esclavos hacia las
ciénagas y los montes para construir caseríos temporales en donde se preparaban
acciones de enfrentamiento con las milicias españolas, si bien los palenqueros
venían de diversas etnias africanas, no se descarta el encuentro multicultural entre
ellos. Es cierto que el desarraigo emocional y la desterritorialización fueron
brutales. Pero los testimonios señalan procesos de reintegración étnica durante la
trata en Africa y en América en la colonia (Friedemann 1992a). El trabajo de
Nicolás del Castillo Mathieu (1982) ofrece datos básicos. Del siglo XVI al XIX por
ejemplo, gentes Angola y Congo aparecen predominantes de 1580 a 1640 y luego
de 1740 a 1811, y gentes Arara de 1640 a 1740.
Claro que regresando a la
colonia, surge otro hecho
histórico que en el trasfondo de
la reintegración étnica dibuja
andamios de la estructura
palenquera: Son las enfermertas
populares conocidas después
como
Casas
de
Cabildo
(Friedemann 1988). Y más
tarde, como cofradías con el
espíritu de aquellas que desde el
siglo Xli existían en España entre
diversas etnias y hasta entre
africanas,
cuando
éstos
empezaron a llegar a través del
Sahara y luego con navíos desde
las costas occidentales de Africa.
En Cartagena de Indias se iniciaron como barracas húmedas al borde del mar,
donde se arrojaba a los cautivos africanos enfermos, agonizantes, llegados en los
navíos negreros. Estas estaciones de recuperación de esclavos se convirtieron
además en refugios culturales que alentarían las memorias africanas. Los
documentos de beatificación de San Pedro Claver recogidos por el Padre Valtierra
(1980) hablan de los lamentos, lloros y lágrimas que junto con la percusión de
tambores y cantos acompañaban a los muertos en su viaje al otro mundo. Estos
ritos de funebria, de paso, le causaron más de una preocupación a Pedro Claver,
quien con razón intuía la existencia de un lenguaje de comunicación de los
africanos con el más allá, que de algun modo oponía resistencia a su tarea
evangelizadora. La reacción del Santo Claver de acuerdo con la documentación de
la época fue la de perseguir no sólo al toque del tambor, sino a los instrumentos
que sufrieron secuestro y rescate en eventos de forcejeo religioso entre él y los
africanos y sus descendientes (Friedemann yArocha 1986).
Con el tiempo estos refugios, conocidos como cabildos de nación, adquirieron
contornos culturales de etnias particulares que aludían a recuerdos africanos.
Tanto que en la Calle del Cancel y en la de Nuestra Señora del Pilar había Cabildos
Carahalí aunque cada uno tenía la especificidad de su región raizal Bibí y Briche. Y
sus miembros eran trabajadores de las fortalezas. Otros cabildos eran Congo,
Arará, o Mandinga.
MEMORIAS
Hablamos entonces de memorias culturales que se reflejan en el cántico del
ceremonial en los velorios de muerto, y en las celebraciones de santos que,
seguramente, continúan enmascarando iconos e iconografías del recuerdo
africano. En resumen, pensamos en nuevos sistemas culturales de poblaciones con
la presencia africana, que en Colombia al igual que en otros países de América se
expresan en imágenes e imaginería, en ritmos de poesía y música o en aromas y
colores transformados creativamente.
Son memorias que aparecen con vigor en diversos ámbitos:en el religioso de la
colonia, en las juntas de brujería, espacios de reconstrucción étnica (Maya 1992),
verdaderas asambleas de resistencia religiosa que adoptaron esa mascara de
brujería con el costo de la persecución de la lnquisición. Son memorias que
actualmente aparecen en las ceremonias funéreas del cabildo lumbalú, en
Palenque de San Basilio, recién mencionado (Friedemann 1994, Schwegler 1990,
1996) y en otros ámbitos. Por ejemplo, en las danzas de congos en el carnaval de
Barranquilla llegadas en la tradición de los cabildos e impregnadas con la memoria
de jerarquías militares parte de legendarios reinos africanos (Friedemann 1985,
1995), o en la danza de negros en Mompox, dramatización de un entrenamiento
guerrero de palenqueros en el monte (Arocha 1992). En otro campo, el de las
relaciones sociales, se aprecian huellas de la ética del comportamiento y de los
rasgos estructurales de la familia africana presentes en formas familiares
afroamericanas (Sudarkasa 1980, Friedemann y Espinoza 1995). En la familia
extendida, en Palenque de San Basilio la poliginia es parte del ciclo vital y la
consanguinidad es fundamental
EL BRICOLAJE EN LA RESISTENCIA
Por otro lado, en el movimiento palenquero, el testimonio de su amplia expansión
en espacios de tiempo y geografía da cuenta de un pensamiento compartido en
torno a motivaciones identitarias de tradiciones étnicas, familiares, o de gobierno.
Además, de un modo de resolución de conflicto por la vía de la alianza, el guerreo,
la compra de la libertad, u otros. En este punto es preciso mirar datos
relativamente recientes procedentes de la historiografía africana sobre el
movimiento de resistencia a la trata expresado en la acción de los kilombos en
Africa Central (Munanga 1996, Serrano 1996) y cotejarlos con aquellos de los
documentos oficiales españoles sobre los palenques en América, sus escuadras y
sus jefes.
El hecho contundente es que las condiciones de la esclavitud por horrorosas que
fueran no arrasaron la memoria cultural de sus victimas. La deculturación total no
ocurrio. En el marco de horizontes de creatividad, innovación, resistencia frontal y
subrepticia y quizás en la trama de lo que Jaime Arocha, siguiendo a Francis Jacoh,
ha llamado el proceso de bricolaje 4 las memorias del guerreo tribal y las de los
kilombos africanos pudieron también formar parte de la etnogénesis palenquera.
Es preciso entonces interrogar a la memoria afroamericana de la resistencia sobre
el kilombo africano del Congo, es decir, sobre las memorias africanas de la
resistencia a la trata. ¿Acaso algunos de sus elementos influyeron el pensamiento
beligerante del palenque que se concretó en América?Paulo Funari, miembro de un
equipo de investigacion arqueológica en Palmares (Brasil), no le encuentra
sustentación relacionai al quilombo brasileño con el kilombo de Angola. Su
afirmación la apoya en el dato de que el término lingüístico quilombo solamente
fue usado en Brasil en 1691, mientras el movimiento angolano tuvo lugar -dice
Funari- (1994) en la segunda parte del siglo XVII(1695-96).
No obstante, en cuestión de fechas el historiador Oruno lara (1981) menciona la
existencia de kilombos africanos entre 1568 y 1587, es decir, cien años antes de la
fecha mencionada por Funari. Y en la misma vena, Kabengele Munanga (1996)
documenta la historia del kilombo africano tanto en el uso del término linguístico de origen umbundu- como en el de su contexto histórico de suerte que coincide
con Lara (1981).
Kilombo
africano,
Chilombo,camp ou ville des
giagues.
Labat,
relation
historique
de
l
ethiopie
Occidental,1732
El kilombo africano, según estos dos
estudiosos, aparece como una asociación
de hombres, abierta, sin distingo de
filiación de linajes (lo cual lo convirtió en
una institución transcultural), que existió
desde el siglo XVI. Entonces, si africanos
procedentes de regiones de kilombo, como
fueron Angola y el Congo llegaron a
territorios americanos, es factible la
consideración de que memorias de tales
organizaciones pudieron haber contribuido
en la formación de palenques y de
quilombos afroamericanos.
En este orden de ideas, el requisito de
iniciación del niño que se convertiría en
guerrero en el kilombo africano - según
testimonio del historiador Cavazzi (Serrano 1996) publicado en Lisboa en 1687puede constituir una huella tenue en la iniciación de jóvenes en un cuagro en San
Basilio (Friedemann y Patiño 1983). Se considera tenue, en tanto que aunque el
ex’ento establece su legitimidad en la comunidad palenquera y el carácter
permanente en la vida y en la muerte de cada miembro, la sacralidad explícita que
acompaña a la ceremonia africana no es visible en San Basilio. O al menos, no ha
sido posible su documentación etnográfica.
El testimonio del historiador Cavazzi, citado por Serrano (1996: 26), enseña que en
el kilombo africano de los jaga la ceremonia de iniciación del niño como guerrero
requería una consulta con los ancestros, y para ello, la presencia de los huesos y
cenizas de los antiguos jefes de kilombos le concedía un carácter sagrado a la
escogencia de guerreros.
NOTA FINAL
El esbozo que he intentado hacer muestra la importancia de Palenque de San
Basilio en el universo kilombo-Africa y palenque-América. En una primera instancia
el cotejo de las fechas de predominio étnico Congo y Angola en Cartagena entre
1580 y 1640 (Del Castillo 1982) así lo proponen. Por otro lado, en la formación del
palenque y de los cuadros como pilares de las escuadras de guerreo es sugerente
la presencia de memorias africanas que hubieran participado en el proceso de un
bricolaje social.
Con todo, aunque en los últimos años los trabajos de investigación en el Palenque
de San Basilio han logrado desvelar puntos importantes para los estudios
afroamericanos, los vacíos son enormes. Uno de ellos es el de la arqueología de la
vivienda palenquera que en Colombia cuenta con un número nutrido de lugares.
Emprender esas pesquisas permitirá enriquecer el conocimiento sobre la antigua
organización social del palenque y su dinámica, tanto en la resistencia guerrillera
como en el transcurso de la cotidianidad familiar, laboral y religiosa. La arqueología
de los sitios de vivienda y de los artefactos seguramente contribuirá también a la
dilucidación de los contactos interétnicos, a la composición demográfica y a la
temporalidad de los poblados, entre otros.
Para terminar, no sobra recalcar la riqueza cultural del Palenque de San Basilio en
el concierto de las comunidades afroamericanas. Sus gentes, su poblado, su
historia, su lengua, son testimonios de procesos de creación e identidad de la
diáspora africana en América. En Colombia, son la vivencia del puente AfricaAmerica.
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-SERRANO, CARLOS. 1996. Ginga, la reina quilomba de Matamba ‘e Angola. En "América Negra" No. 11
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Mapa I,Palenques Siglo XVI. 1. 1529 La Ramada. 2 1598 Uré
Fuente: Friedemann y Patiño 1983
Mapa II Palenques Siglo XVII
1. 1600 La matuna
2.1603 Zaragosa
3.1633 Limon
4. 1633 Sanaguare
5. 1645 Tolu
6. 1679 La Ramada
7. 1684 San Miguel
8. 1684 Catendo
9. 1684 Gonzalo
10. 1693 Tabacal
11. 1693 Betancur
12. 1693 Matudere
13. 1694 Arenal
14.1694 Barranca
15. 1694 Bongue
16. 1694 Duanga
17. 1694 Zaragozilla
Fuente: Friedeman y Patiño 1983
18. 1694 Norozi
19. 1694 Cimarron
20. 1694 San Pedro
Mapa II Palenques Siglo XVII
1. 1600 La matuna
2.160 Zaragosa
3.1633 Limon
4. 1633 Sanaguare
5. 1645 Tolu
6. 1679 La Ramada
7. 1684 San Miguel
8. 1684 Catendo
9. 1684 Gonzalo
10. 1693 Tabacal
11. 1693 Betancur
12. 1693 Matudere
13. 1694 Arenal
14.1694 Barranca
15. 1694 Bongue
16. 1694 Duanga
17. 1694 Zaragozilla
Fuente: Friedeman y Patiño 1983
18. 1694 Norozi
19. 1694 Cimarron
20. 1694 San Pedro
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