La discusión sobre la constitucionalidad de la reforma de ÁMBITO JURÍDICO

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ÁMBITO JURÍDICO
La discusión sobre la constitucionalidad de la reforma de
la salud: Colombia y EE UU
“El grueso de la reforma castigó a la clase media, al insistir que su mayor temor, la
enfermedad verdaderamente grave, no estaría cubierta por el sistema”
Por estos días se ha dado una discusión análoga en Colombia y en EE UU sobre una muy
extendida percepción de crisis en la prestación de servicios de salud. En EE UU el
problema fundamental radica en que millones de personas no tienen cobertura de salud,
porque no quieren o no pueden contratar los seguros que el mercado provee. En
Colombia, de otro lado, hay la percepción de que el sistema de salud ha logrado
progresos importantes y que, por primera vez, estamos teniendo una discusión política de
un verdadero Estado de bienestar: estamos discutiendo no si nuestra gente tiene derecho
a la salud, sino cuáles deben ser los estándares de calidad de tal sistema que, por
primera vez, parece ser de amplio acceso.
Frente a la crisis, en los dos países hubo respuesta legislativa. En EE UU se acaba de
expedir una gran reforma del sistema de salud, que busca, en términos básicos, obligar a
todas las compañías de seguros a expedir pólizas a quienes las requieran (garantía de
expedición obligatoria) y, al mismo tiempo, eliminar todo tipo de preexistencias. Para que
ello sea posible, la ley obliga a todo el mundo a comprar su seguro de salud, buscando
así el incremento del número total de asegurados, para que los jóvenes (que son más
“baratos” para el sistema) puedan pagar la salud de los más viejos y enfermos. Quien no
cumpla con esta obligación tiene que pagar un “impuesto” (según lo llaman los
demócratas) o una “multa” (según los republicanos), básicamente equivalente al valor que
hubiese tenido el pago de la póliza.
En Colombia, de otro lado, los problemas son distintos: por vía del contrato de trabajo,
todo el mundo está en la obligación de “comprar” su salud, salvo, claro está, una enorme
parte de la población que, a diferencia de EE UU, está auto, sub o desempleada, es decir,
que sin importar lo que haga el Estado, no puede pagar su salud, porque tiene otras
prioridades de supervivencia.
El primer problema de nuestro sistema es cómo financiamos y pagamos a todos ellos que
no lo pueden hacer y a quienes sería francamente injusto exigirles el pago de sus propias
pólizas, debido a sus bajísimos ingresos. Pero el segundo problema tiene que ver con la
calidad del servicio contratado cuando se compra un “seguro” de salud: la clase media
exige un servicio de salud de buena calidad que cubra casi todas las enfermedades
tratables y especialmente las que arruinarían sus propias finanzas, si tuvieran que asumir
ese costo; que el seguro cubra la cuenta de forma integral sin mayores traspasos de la
responsabilidad a los usuarios por vía de copagos, insumos no cubiertos, etc.; que el
sistema sea capaz de ejercer una medicina “humanitaria”, con adecuada atención a los
aspectos sicológicos y personales de tratamiento del enfermo.
En EE UU, apenas salió la ley, varios procuradores generales de Estados asociados la
acusaron por inconstitucional. Todos ellos republicanos, esgrimieron en su demanda
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típicos argumentos de la ideología constitucional americana para atacar la ley: la primera,
que el Congreso de EE UU no tiene autoridad para expedir una ley que obligue a sus
ciudadanos a contratar, es decir, que reduzca su espacio de autonomía individual so
pena, además, de imponerles una multa. El segundo argumento fundamental de la
demanda es que la ley obliga a los Estados a financiar, en una buena parte, el seguro de
todos aquellos que no lo pueden pagar, es decir, de las personas que ganen menos del
130% de los ingresos que definen oficialmente la pobreza en EE UU.
La demanda, pues, expresa los mitos del constitucionalismo de EE UU: que los
ciudadanos son individuos libres que toman decisiones según su parecer y que el Estado
no debe castigarlos por ser libres; con relación al segundo cargo, es básicamente la
aprehensión que tienen muchos Estados, liderados por la Florida, que ya gastan
demasiado en salud y que cualquier gasto adicional va a ir directamente a grupos que, en
puridad, deberían hacer mayores esfuerzos por salir de la pobreza (léase los inmigrantes).
Resultado posible: la Corte Suprema de EE UU rechazará la demanda y declarará la ley
constitucional.
En Colombia, de otro lado, la inconstitucionalidad, en realidad, se basa en el enorme
rechazo político que le dio la clase media y el gremio médico a las medidas del
Presidente. Igualmente, el rechazo descansó en el repelús que existe en el país por el uso
y abuso que se ha dado históricamente a los estados de excepción. En Colombia el
grueso de la reforma castigó a la clase media, al insistir que su mayor temor, la
enfermedad verdaderamente grave, no estaría cubierta por el sistema. Y si eso es así,
¿para qué quiere la clase media un seguro de salud?
En segundo lugar, porque el Gobierno y las EPS han pretendido que pueden convertir
rápidamente a los médicos de la tradición liberal-humanista en proveedores eficientes del
sistema socializado que, sin pruritos de conciencia, puedan pasar de una medicina
individualizada, experimental y libre a una estandarizada en sus tratamientos y
farmacopea y eficientista en su prestación.
En Colombia, y escribo esto solo a minutos de que salga el fallo, la corte declarará
inconstitucional la reforma, por la profunda aversión que le tiene a los estados de
excepción. El gran pecado del Gobierno fue político y no estrictamente jurídico: la salud
promete el plan obligatorio de salud (POS) para todos, pero el gran problema es cómo
hacerle creer a la clase media que las prestaciones extraordinarias de salud serán
realmente reconocidas y cubiertas, mientras se le hace creer al mismo tiempo a las
aseguradoras que el Gobierno puede parar esa aspiración social de la clase media y de
las clases sociales ascendentes. Una salud sin prestaciones excepcionales es impensable
para los usuarios, pero parece ser imposible para los aseguradores. El Gobierno, en
realidad, no tuvo buenas ideas de fondo sobre este conflicto. Quiso poner en cintura a los
médicos con multas y se le rebelaron; y prometió, de forma ambigua, como si la clase
media no se fuera a dar cuenta, mantener las prestaciones extra POS, mientras
maniobraba de todas las formas para reducirlas, dificultarlas y excluirlas. Ambos
esfuerzos fueron fallidos.
¿Alguien tiene, de manera urgente, mejores ideas para lidiar con este problema?
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