¿La muerte de un hito judicial histórico? la sentencia Brown y la integración educativa la función política de los Jueces

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ÁMBITO JURÍDICO
¿La muerte de un hito judicial histórico? La sentencia
Brown y la integración educativa
En EE UU, padres de familia se han prometido que sus hijos se educarán por fuera de los
colegios segregados en donde el privilegio se autoprotege en la complacencia y en la
banalidad
Es indudable el papel- central que en el constitucionalismo contemporáneo ha jugado el
caso de Brown vs. Board of Education of Topeka decidido por la Corte Suprema de EE
UU en el año de 1954. Muchos de nosotros nos educamos admirando la capacidad de
transformación social que Brown encarnó. Para la conciencia jurídica moderna Brown es
la señal más clara que el derecho puede ser un dinamizador de la transformación social y
de la emancipación humana.
Tengo que reportar la mala noticia que es posible que Brown esté muriendo como
doctrina constitucional como resultado de un par de sentencias recientes del 2007. En
Brown, como sabe el lector, la Corte Suprema de EE UU utilizó los derechos
fundamentales para oponerse de forma valiente a la segregación racial imperante en
muchos sitios de EE UU donde se mantenía, de iure, un sistema educativo dividido para
blancos y negros.
La liberación de los antiguos esclavos fue reemplazada por un sistema en el que la
población negra solo tenía derecho a utilizar servicios y espacios exclusivamente
reservados para la colored people. Esta política fue sometida a revisión constitucional y la
Corte Suprema de EE UU la justificó en el año de 1896 (en el caso de Plessy vs.
Ferguson) sosteniendo la ignominiosa doctrina de que blancos y negros eran ciertamente
“iguales” pero que tal afirmación no exigía que tuvieran que compartir el mismo espacio
social. Bajo la Constitución, pues, podían estar “separate but equal” en restaurantes,
buses, escuelas, universidades, etc., etc.
Brown es la sentencia que valientemente refuta la doctrina de Plessy en contextos
educativos donde el apartheid racial resultaba particularmente odioso. En esa sentencia la
Corte Suprema exige al Distrito Judicial de Topeka, en Kansas, que elimine la
segregación racial de sus escuelas. Es muy posible, sin embargo, que el legado de
Brown haya entrado en crisis como producto de un par de casos decididos en julio del
2007 en los que una asociación llamada “Padres comprometidos con las escuelas de la
comunidad” demandó al Distrito Escolar de Seattle por continuar con esfuerzos de
integración racial entre estudiantes blancos y miembros de otras razas. En este caso, la
nueva Corte Suprema del Chief Justice Roberts afirma que los Distritos Escolares no
pueden negar el ingreso a una persona a una escuela exclusivamente por el color de su
piel. El punto, sin embargo, es que en esta sentencia los demandantes son estudiantes
blancos a quienes se les ha negado el cupo en escuelas muy apetecidas porque el
Distrito mantiene fórmulas de balance racial que pretenden reflejar la demografía de la
ciudad de Seattle para lograr así escuelas integradas y diversas. En la sentencia del 2007
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ÁMBITO JURÍDICO
el magistrado Roberts de hecho reclama el precedente de Brown para afirmar que la
Constitución de EE UU prohíbe la discriminación racial de cualquier tipo, incluso cuando
esta busca mantener niveles de integración racial y socioeconómica.
La redacción del artículo 13 de la Constitución colombiana tiene en su estructura interna
gran parte del desarrollo interpretativo del caso Brown y de su progenie más liberal de los
años sesenta y setenta. En su segundo inciso, el artículo 13 consagra en Colombia con
claridad la posibilidad que tiene el Estado y la sociedad de impulsar programas de acción
afirmativa que ayuden a corregir desigualdades históricas en el seno de la sociedad
colombiana. La claridad de la doctrina allí contenida es ahora añorada por más de un
constitucionalista en EE UU. De hecho, el inciso 2º del artículo 13 fue la recomendación
normativa explícita que Dworkin hizo cuando se le preguntó qué debía tener la
Constitución colombiana. La claridad doctrinal, sin embargo, no se ha traducido en acción
decidida por parte de la sociedad colombiana. En Colombia, desafortunadamente,
seguimos sin ver gran parte de la segregación racial y social en la que todavía vive
nuestra sociedad.
La reacción al caso de Concerned Parents ha sido fuerte. Para muchos padres blancos
las escuelas racialmente diversas son un gran logro social y educacional: ellos no quieren
que sus hijos se muevan toda la vida en el área cerrada de sus propios barrios (ya de por
sí segregados por la capacidad socioeconómica de sus padres) para luego tomar los
mismos buses con los mismos niños e ir a estudiar a los mismos colegios segregados por
ingreso. Las escuelas racialmente integradas son también socialmente integradas y ellas
producen intangibles sociales y políticos que una sociedad no debería ignorar.
En Colombia, por ejemplo, la división entre educación pública y privada reproduce la gran
brecha socioeconómica del país. Muchos de nuestros padres de familia, de hecho,
quieren elevar las murallas del sistema educativo en el que estudian sus hijos: entre más
costosa sea la educación, mayor selectividad y contacto entre las elites sociales que rigen
la vida política y económi-ca del país. Este argumento se articula expresamente cuando,
por ejemplo, los padres aceptan pagar costosos bonos de ingreso a los colegios privados.
Tales bonos son interpretados como la prima de pertenencia a la educación de los
privilegiados. El argumento frecuentemente invocado es que una mejor educación exige
mayor inversión y que, sin ello, no puede haber excelencia académica. Muchos estudios
demuestran, en cambio, que tal inversión no está relacionada con la calidad de la
educación pero sí con la preservación de una rígida segmentación social.
El fallo Brown, pues, parece ser que está decayendo, o al menos ha sido reinterpretado
por una Corte Suprema mucho más conservadora que la que creó ese precedente. Pero a
pesar de ello muchos padres de familia en EE UU, incluyendo blancos, se han prometido
que sus hijos se seguirán educando por fuera de las unidades residenciales y de los
colegios segregados en que el privilegio se autoprotege en la complacencia y en la
banalidad. Para hacer realidad esta visión se requiere de colegios públicos y privados
visionarios y valientes. ¿No sería esta una utopía interesante para nuestro país?
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