Notas desde Honduras

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ÁMBITO JURÍDICO
Notas desde Honduras: poder constituyente y reelección
“La cuarta urna de Mel Zelaya es (…) el aprovechamiento de una mayoría electoral, para
cerrar el espacio a los derechos políticos constitucionales del resto de la población”
El presidente de Honduras, Manuel Zelaya, ha propuesto una “cuarta urna” para el
próximo certamen electoral. A finales del 2009, habrá elecciones para presidente,
Congreso y gobiernos municipales. En la cuarta urna se convoca a una Asamblea
Nacional Constituyente, para cambiar la Constitución hondureña de 1982. ¿Cuáles
cambios se proponen? El principal objetivo parece apuntar a reformar el artículo pétreo
374, que prohíbe la reelección de quien ya hubiese ocupado la presidencia y, al mismo
tiempo, prohíbe la derogación o reforma de tal prohibición. A tal técnica se le conoce
como “cláusula pétrea” y busca crear un núcleo constitucional intangible.
Como antiguo miembro del movimiento de la “séptima papeleta” en Colombia, fue
imposible dejar de ver el paralelismo con la propuesta de Zelaya de la “cuarta urna”. Los
gobiernistas hondureños invocan constantemente el argumento según el cual una
manifestación del “constituyente primario” tendría la legitimidad suficiente para cambiar el
núcleo pétreo de la Constitución. Esta técnica de reforma tiene unas características
básicas: se hace primero una consulta popular o un plebiscito, que de manera directa o
por intermedio de una Asamblea Constituyente procede a realizar reformas
constitucionales. Ha sido usada con tanta frecuencia en Colombia y Venezuela, que
podría ser tenida como una constante estructural de su constitucionalismo y como su
principal aporte a las dinámicas políticas regionales.
En Colombia y Venezuela, el recurso al populismo constitucional tiene dos grandes
referentes históricos: la técnica arranca en 1957, cuando Colombia la despliega para
saldar cuentas con una dictadura (la de Rojas Pinilla) y Venezuela, para dar continuidad a
otra (la de Pérez Jiménez). Más recientemente ha sido utilizada para allanar el camino del
constitucionalismo liberal colombiano de 1991 y, luego, con un sentido político diferente,
para dar espacio al constitucionalismo populista, que ha inspirado la ideología del
presidente de Venezuela, Hugo Chávez, en países como la propia Venezuela, Ecuador,
Bolivia y ahora Honduras y Nicaragua.
Hay momentos en que los pueblos se levantan con singular fuerza para imponer cambios
institucionales radicales. Tales momentos, en general, son llamados “revoluciones” (en la
ciencia política) o expresiones del “constituyente primario” (en la limitada traducción que el
Derecho hizo de este fenómeno). Este nombre fue originalmente propuesto por el Abate
de Sieyes, para explicar el impacto constitucional de la Revolución Francesa. La doctrina
del “constituyente primario” se ha mantenido en estado latente en América Latina, donde
reaparece en el discurso político en las numerosas erupciones de energía popular que
han generado quiebres de régimen. El “constituyente primario”, sin embargo, no es tan
solo invocado en tales casos extremos: también se viene utilizando en apelaciones
directas al pueblo, para que generen un fenómeno político (aunque de dirección y fuerza
controladas) que permita cambios constitucionales que no serían posibles por canales
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¿Es la séptima papeleta igual a la cuarta urna? Los realistas y nihilistas políticos dirán que
son indistinguibles y que el asunto es meramente de poder. En mi opinión, estos recursos
al populismo constitucional son muy diferentes. Existen unas formas de populismo
constitucional de mayor calidad; hay otras, en cambio, que son manipulaciones más o
menos sofisticadas. ¿En qué consisten tales diferencias?
En la cuarta urna, por ejemplo, se busca crear un acontecimiento constitucional, mediante
el uso de mayorías políticas y electorales ordinarias. Los que votarán por el “sí” serán los
partidarios del presidente Zelaya, mientras que votarán por el “no” sus opositores; en la
séptima papeleta se creó una súper mayoría, que no respondía a esquemas clásicos de
gobierno-oposición y que no favorecía de forma evidente las aspiraciones de ningún
candidato o político en particular. En la cuarta urna la idea determinante es posibilitar la
reelección, sin que exista una agenda constitucional de mayor calado; en la séptima
papeleta la ciudadanía tenía una agenda constitucional mucho más amplia, que buscaba
abrir el espectro político que se había quedado aprisionado entre la Constitución de 1886
y el Frente Nacional. El constituyente primario de 1991 generó profunda incertidumbre
entre los actores políticos, porque quiso volver a repartir las cartas entre los jugadores; el
constituyente primario de Zelaya conoce los jugadores y quiere dar un par de ases
adicionales a su contendiente favorito.
En la séptima papeleta, Colombia conoció una nueva forma de distribución de poderes
entre políticos profesionales y sociedad civil; en el constituyente primario de Zelaya no
hay sociedad civil, solo electores regulares que serán canalizados por las estructuras
clásicas de los partidos donde ya se insertan. En la séptima papeleta el país político logró
amplios acuerdos interpartidistas, para concebir un nuevo marco constitucional; en la
cuarta urna se logrará acentuar la polarización que ya existe entre los partidos políticos.
En la séptima papeleta no hubo vencedores y perdedores evidentes, sino que inauguró un
tiempo de acuerdo y refundación contractualista del país y se le dio espacio al mito de la
Constitución como pacto social entre gente diversa; en la cuarta urna el sentido de
exclusión de las minorías políticas se acentuará marcadamente y los vencedores
ocuparán el espacio constitucional, en desmedro de los vencidos. En la séptima papeleta
se buscó abrir el ejercicio de los derechos políticos que había sido capturado por el Frente
Nacional; en la cuarta urna, una mayoría política tendrá acceso directo a la Constitución,
para reducir o cualificar los derechos políticos de las minorías.
Divididos como estamos entre izquierdas y derechas, la gente ama u odia el populismo
constitucional latinoamericano. Los de derecha aman los plebiscitos del 57 y odian los
más recientes. Los de izquierda, naturalmente lo contrario. Mi tesis, sin embargo, es que
tenemos que distinguir entre populismo legítimo, de buena calidad, y manipulaciones
partidistas del “constituyente primario”. Si me obligaran a calificar estos episodios
históricos, daría las siguientes notas: el plebiscito colombiano del 57 fue de mejor calidad
que el de Pérez Jiménez, puesto que logró una solución razonable a un impasse
constitucional. Hoy, no todo el constitucionalismo populista de la izquierda
latinoamericana es de mala calidad: la Constitución colombiana de 1991 y la boliviana del
año pasado son expresiones legítimas (aunque sigan siendo controversiales) del
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constituyente primario. La cuarta urna de Mel Zelaya es el ejemplo contrario: es el
aprovechamiento de una mayoría electoral, para cerrar el espacio a los derechos políticos
constitucionales del resto de la población.
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