Cien argentinos dicen... De lunes a viernes alrededor de las dos de la tarde podemos ver por canal 13 un programa de los llamados de entretenimientos o pasatiempos. Un conductor (“el afamado Monchi”), dos familias, una tribuna, algunas asistentes, y demás. El juego, básicamente, consiste en lo siguiente: Previamente se encuestan 100 argentinos. Luego las familias deben adivinar, según dice el conductor, la respuesta más popular a determinada pregunta. Si aparece en la lista suma la cantidad de puntos que corresponde a las personas que hayan dicho esa respuesta. Simple. ¿Qué sentido tiene ponerse a escribir sobre este programa?. Un historiador de las costumbres, un socio-historiador, podrá detectar determinados hábitos, gustos, formas de pensar de un argentino tipo de esta época. Obviamente que con un margen de error teniendo en cuenta la población encuestada, sobre qué universo, etc. Pero esto no me interesa. Mi reflexión apunta a otro lado. Encuentro en este programa el paradigma del criterio posmoderno de verdad. Paso a explicarme. El objetivo del juego no es dar la respuesta correcta. O en todo caso es correcta en cuanto está referida a lo que estos cien famosos, y a la vez anónimos, argentinos dicen. Ni siquiera importa qué es lo que yo pienso al respecto. Veamos un ejemplo: “Cien argentinos encuestados, tres respuestas en el tablero, le pedimos la respuesta más popular a la siguiente pregunta: Mencione una persona famosa argentina mayor de 60 años”. No hace falta explicitar que “Mencione...” no es ninguna pregunta porque no viene al caso. Estos cien argentinos ya dieron su respuesta. Usted sólo tiene que adivinar qué es lo que dijo la mayoría de estas personas. Si por su cabeza se cruza “Ernesto Sábato” no importa. Sabe que no es de los primeros nombres que aparece en la cabeza de la mayoría de los argentinos. Si dijo “Mirta Legrand” sumará 42 puntos. Si optó por “Susana Giménez” gana 23 puntos. Y el que nombre a “China Zorrilla” se hará acreedor de 11 puntos, sin importar su país de origen. ¿Cuál es el criterio?. Acertar lo que dijo la mayoría. La verdad podrá cambiar, evidentemente, con sólo preguntarle a otros cien argentinos. Igualmente todavía estamos dentro del campo de lo opinable. Ahora citemos otro ejemplo. “Cien argentinos encuestados, cinco respuestas en el tablero, le pedimos la respuesta más popular a la siguiente pregunta: ¿cuánto dura un partido de básquet?”. Hay varias respuestas posibles de las que podríamos llamar correctas a priori. En Argentina 40 minutos, en la NBA 48 minutos, aunque puede sumarse algún que otro tiempo suplementario, pero no mucho más. La respuesta número 1 fue “90 minutos”. “40” y “48” no aparecían entre las cinco respuestas más populares. Increíble. Ya habíamos aclarado que el criterio era adivinar lo que decía la mayoría. Pero lo que es más grave, y se nota en respuestas como la mencionada, es que no importa si hay correspondencia con la realidad. Sin embargo hay algo más. Cuando dicen “respuesta más popular” uno piensa en la voz del pueblo. Y de última: vox populi, vox Dei. Pero no. Popular hace referencia a unos ignotos cien argentinos, a una elite de encuestados. Esta pequeño, ínfimo, porcentaje de argentinos decide, en última instancia, quién gana y quién no. Una pequeña porción se convierte en parámetro de todos. Un 100 argentinos dicen logró que Menem gane 3 elecciones. En EE.UU., un 100 electores dicen reeligió a Bush. En la época de Jesús, un 100 judíos dicen liberó a Barrabás. Finalicé el artículo pero no me quedé tranquilo. Sentí que había engendrado un monstruo. Me consideré, por un instante, un aristócrata elitista antidemocrático. Y peor aún, un gorilón ultraderechista ortodoxo y conservador. Gracias a Dios una frase más se presentó ante mí: Y para los católicos, el Espíritu Santo es cien cardenales dicen. Ahora puedo dormir en paz.