CAPITULO 2 del libro Filosofía, Género y Pensamiento crítico de

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DE LA LEGITIMACIÓN A LA CONTESTACIÓN
CAPITULO 2 del libro Filosofía, Género y Pensamiento crítico de Alicia H. Puleo
(Servicio de Publicaciones de la Universidad de Valladolid, 2000)
En tanto que el feminismo, en su lucha,
tenga éxito, cambiarán las relaciones entre
los sexos, al tiempo que lo hará la identidad
colectiva de las mujeres, con lo que,
directamente, quedará afectada, asimismo,
la autocomprensión de los hombres. La
escala de valores de la sociedad como un
todo está en cuestión
Jürgen Habermas
Discursos de legitimación del sistema de género-sexo
La ideología sexual (o de género) es el conjunto de representaciones simbólicas de
género que funcionan como discursos de legitimación de la desigualdad en las relaciones
de poder entre los sexos. Janet Saltzsman caracteriza la ideología sexual de la siguiente
manera: "Las ideologías sexuales se definen como sistemas de creencias que explican
cómo y porqué se diferencian los hombres de las mujeres. Sobre esa base, especifican
derechos, responsabilidades, restricciones y recompensas diferentes e inevitablemente
desiguales para cada sexo y justifican reacciones negativas ante los inconformistas"1.
Si caracterizamos al patriarcado en palabras de Cèlia Amorós como un sistema
metaestable, comprenderemos que es un sistema social que se va adaptando a distintos
contextos históricos, sociales, políticos y económicos. Por consiguiente, su discurso de
legitimación tomará la forma cultural hegemónica de cada sociedad. En este apartado daré
Saltzsman, Janet, op.cit., p.44.
1
2
cinco ejemplos de ideología sexual (o ideología de género) tomados respectivamente de la
mitología, la religión, la medicina, el psicoanálisis y el arte2. En los capítulos siguientes
podrán encontrarse otros extraídos de la Filosofía.
La mitología, el discurso de legitimación de la desigualdad entre los sexos más
antiguo, ha sido objeto del análisis crítico de género. Mercedes Madrid ha mostrado que en
el mundo de las representaciones simbólicas de la Antiguedad griega encontramos dos
tipos de figuras de mujer: las que encarnan la feminidad positiva por integrarse al orden
masculino a través de su capacidad reproductora (Penélope, la esposa fiel) y las que
representan la feminidad negativa amenazante, aunque seductora (Clitemnestra, las
Sirenas, Medusa, las Amazonas)3. Recordemos también que Pandora es, como la Eva
bíblica, la que marca el final de la Edad de Oro con su lujuria, gula y curiosidad irreflexiva
que la lleva a abrir la jarra que encerraba todos los males del mundo.
La misoginia y el sexismo de la mitología no son fenómenos exclusivos de la
tradición occidental. El discurso explicativo de la realidad y del origen del Universo en los
pueblos etnológicos presenta a menudo los mismos rasgos. En diversos mitos de la
Amazonia se cuenta que las mujeres poseían el poder y que, hasta que los hombres,
valiéndose de tretas, no las vencieron, fueron dominados por ellas. Una variante de este
mito del matriarcado primitivo cuenta que ellas tenían los instrumentos de caza o de
música pero que los utilizaban mal por lo que los hombres tuvieron que arrebatárselos.
¿Cómo debemos interpretar estos mitos? Probablemente como narraciones que legitiman
el poder patriarcal. No se trataría de mitos que se refieran a un origen histórico del
patriarcado, a un tiempo real en el que las mujeres habrían tenido el control de las armas,
Puede consultarse también: Puleo Alicia H. (coord.),
Papeles sociales de mujeres y hombres, Materiales de apoyo
para el profesorado, Secundaria Obligatoria, Ministerio de
Educación y Ciencia, Madrid, 1995.
2
Ver Madrid, Mercedes, La misoginia en Grecia, ed.
Cátedra, Madrid, 1999. Puede consultarse también Iriarte,
Ana, Las redes del enigma. Voces femeninas en el pensamiento
griego, Taurus Humanidades, Madrid, 1990.
3
3
sino que serían explicaciones de por qué los hombres deben ser los únicos depositarios de
éstas.
En Occidente, durante largos siglos el discurso hegemónico ha sido el religioso. Se
explicaba el orden político y social en base a una supuesta voluntad divina. Cuando esta
explicación teológica es abandonada, también el discurso de legitimación del patriarcado
cambia de registro y se hace laico. A partir del siglo XVIII y más explícitamente en el XIX
y en el XX, las ciencias humanas serán el discurso de recambio fundamentador de las
relaciones de poder en el sistema de género-sexo. Con ellas, el patriarcado argumentará y
legitimará la situación de desigualdad entre los sexos.
Por lo general, las grandes religiones han enseñado a través de sus figuras los
lugares naturales de cada sexo4. Conscientes de ello, en la actualidad, teólogas y teólogos
cristianos feministas discuten el contenido de las Escrituras, diferenciando entre el
mensaje divino y el pensamiento patriarcal de los autores. Así, advierte Emilio García
Estébanez: "La pertinacia con que la religión patriarcal se representa la divinidad como
perteneciente al orden masculino tiene el rango de una idolatría. El pecado original
consistió en que los hombres quisieron ser como dioses" 5. Mercedes Navarro, por su parte,
muestra la necesidad de incluir la variable género en la reflexión de la ética teológica
cristiana. Los conceptos de pecado y de virtud tienen fuertes componentes de género que
hacen necesaria su revisión crítica6.
Ver, entre otros: Pikasa, J., La mujer en las grandes
religiones, ed. Desclée de Brower, Bilbao, 1991; Anderson,
B., Zinsser, J., Historia de las mujeres, una Historia
propia, ed. Critica, Barcelona, 1991; Wagner, Marina, Tú
sola entre todas las mujeres. El mito y el culto de la
Virgen María, Taurus Humanidades, Madrid, 1991; Gil, Alicia,
"La Biblia y la constitución del género", en Proyecto Now,
Mujeres,
Humanidades,
Comunicación
y
otras
Culturas,
Universitat Jaume I, 1998, pp.131-142.
4
García Estébanez, Emilio, ¿Es cristiano ser mujer? La
condición servil de la mujer según la Biblia y la Iglesia,
Madrid, Siglo XXI, 1992, p.170.
5
6
Navarro, Mercedes, "Pecado", en Navarro, Mercedes, 10
4
En el Renacimiento, en la polémica entre los misóginos y los defensores de las
damas, estos últimos intentaron interpretar de otra manera la figura de Eva, esa Pandora
judeo-cristiana, la mujer por la que el mal se introduce en el mundo, con el objetivo de
evitar la demonización de la mujer. Así, por ejemplo, Agrippa de Nettesheim aduce que la
orden de no comer los frutos del árbol del conocimiento había sido dada por Dios sólo a
Adán y que Eva la desconocía. Por lo tanto _y contra las lecturas misóginas de los Padres
de la Iglesia_ el pecador era el primer hombre. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de los
defensores de las damas la interpretación misógina proveniente, según algunos estudios,
de corrientes ascéticas anteriores al mismo cristianismo será la dominante. Me parece
interesante citar un fragmento del antiguo manual destinado a los inquisidores, el famoso
Malleus Malleficarum (Martillo de las Brujas) escrito por los frailes dominicos alemanes
Heinrich Kraemer y Jacob Sprenger en el siglo XV. En la introducción, los autores pretenden explicar por qué hay más mujeres que hombres entre los acusados de tener tratos con
el demonio. El resultado es un texto de sorprendente misoginia que vale la pena citar,
aunque sea fragmentariamente, como ejemplo paradigmático de la vinculación de las
nociones de sexualidad, pecado, feminidad y Mal: "Dado que (las mujeres) son débiles en
las fuerzas del cuerpo y del alma, no es extraño que pretendan embrujar a aquellos a
quienes detestan. Por lo que hace al intelecto o a la comprensión de las cosas espirituales,
parecen de una naturaleza diferente a la de los hombres (...) la razón natural explica que (la
mujer) es más carnal que el varón (...) Finalmente, examinando los carnales deseos de su
cuerpo: ¿de dónde proceden tan innumerables males para la vida humana? (...) realmente,
si el mundo pudiese estar sin mujeres, (...) si no existiese la malicia de las mujeres, (...) el
mundo quedaría libre de perjuicios innumerables (...) Su aspecto es hermoso; su contacto
es fétido, su compañía mortal (...) Concluyamos pues: todas estas cosas de brujería
provienen de la pasión carnal que es insaciable en estas mujeres (...) Santo Tomás explica
mujeres escriben Teología, Ed. Verbo Divino, Estella, 1993,
pp.258-298.
5
que la corrupción primera del pecado por la cual el hombre se ha convertido en esclavo del
diablo nos llega por la vía del acto genital. De ahí que Dios permita al Diablo ejercer un
poder maléfico más fuerte sobre estos actos que sobre los demás"7. Recordemos que hubo
medio millón de víctimas de la Inquisición quemadas bajo la acusación de brujería y que
de esa cifra el ochenta y dos por ciento eran mujeres. Nos podemos preguntar por las
razones de este exterminio organizado. Se han dado distintas respuestas. El antropólogo
Marvin Harris8 desde su perspectiva materialista cultural sostiene que las víctimas eran
escogidas entre las personas que menos poder y lazos con la sociedad tenían y que, por lo
tanto, carecían de posibilidades de venganza. Una anciana pobre y aislada podía ser una
buena víctima, chivo expiatorio de una situación de crisis económica, social y política.
Pero la perspectiva de género, sin invalidar esta hipótesis, permite completar la
explicación: la existencia de un antiguo discurso misógino facilitaba la canalización del
odio sobre ciertas personas. Así, Emilio García Estébanez9 destaca que los autores del
Malleus Malleficarum no inventan ninguna de las opiniones vertidas en él sobre la
inferioridad y malignidad de las mujeres, sino que se limitan a reunir y ordenar las que
encontraron en la Tradición y en los Libros Sagrados. Consiguen con ello convencer a sus
contemporáneos a pesar de que el magisterio de la Iglesia había sido anteriormente rotundo
en su negación de la existencia de la brujería por considerar las creencias supersticiosas
una herencia del paganismo. Otras interpretaciones feministas10 han visto en el discurso
sobre las brujas una oportuna justificación para eliminar a comadronas y curanderas que
Kraemer & Sprenger, El martillo de las brujas. Para
golpear a las brujas y sus herejías con poderosa maza, trad.
Miguel Jiménez Monteserín, Madrid, Felmar, 1976.
7
Harris, M., Vacas, Cerdos, Guerras y Brujas. Los enigmas
de la cultura , trad. Juan Oliver Sánchez Fernández, Alianza
ed., Madrid, 1980.
8
García Estébanez, Emilio, op.cit, Madrid, Siglo XXI,
1992, pp.138-140.
9
Ehrenreich, Barbara, English, Deirdre, Por su propio
bien. 150 años de consejos de expertos a las mujeres, trad.
Mª Luisa Rodríguez Tapia, Taurus Humanidades, Madrid, 1990.
10
6
competían con la emergente clase médica masculina poseedora de amplio conocimiento
filosófico y escaso saber empírico.
Como ya he señalado, por influencia del feminismo, existe actualmente toda una
corriente de hermenéutica biblica feminista que busca despojar a la religión cristiana de su
sesgo patriarcal
11
. Esta iniciativa tiene un precedente notable en el siglo XIX con
Elisabeth Cady Stanton y su Biblia de las mujeres. En la religión musulmana, Fátima
Mernissi realiza un intento similar con el Corán cuando, por ejemplo, sostiene que
Mahoma no ordenó que las mujeres llevaran velo y que el pasaje que se suele citar para
obligar su uso ha sido mal interpretado por los enemigos del Profeta12. En realidad,
"descenso del velo", en la sura 33, significa descenso del versículo del cielo y envío por
Alá de una cortina que separó al Profeta de unos invitados indiscretos. La actitud
igualitaria de Mahoma hacia las mujeres habría encontrado una gran resistencia. En ese
clima de tensión, y por la influencia creciente de Omar, su discípulo, surgieron suras
contrarios a las mujeres o, al menos, de interpretación confusa, como el que ordena
golpearlas cuando manifiestan Nuchuz (resistencia al débito conyugal).
Vemos, pues, que los textos sagrados siempre admiten _a veces con dificultad_ una
interpretación feminista. Para estas teóricas, el problema consiste en separar la palabra
divina de la forma histórica y textual que ésta asumiera (siempre dependiente de la
sociedad de una época dada), así como de las interpretaciones humanas posteriores.
Con la secularización propia del advenimiento de la Modernidad, el discurso
religioso legitimador del monarca por derecho divino del Antiguo Régimen es suplantado
por una argumentación filosófica y científica. La religión es reemplazada por la Medicina
Ver, entre otros: Navarro, Mercedes, 10 mujeres escriben
Teología, ed. cit., Arana, Mª José et alt., El sacerdocio de
la mujer, Cuadernos Verapaz nº11, Ed. San Esteban,
Salamanca, 1993; Navarro, Mercedes (dir.), Para comprender
el cuerpo de la Mujer. Una perspectiva bíblica y ética, Ed.
Verbo Divino, Estella, 1996.
11
Mernissi, Fátima, Le harem politique. Le Prophète et les
femmes, Albin Michel, París, 1987.
12
7
filosófica de los siglos XVIII y XIX en su función de consejera de roles de género. A
medida que la sociedad se seculariza, las ciencias humanas toman el relevo del discurso
teológico, lo cual no significa que éste desaparezca. De hecho, durante largo tiempo, las
mujeres fueron el colectivo "devoto". En España o en Francia, los liberales decimonónicos
se quejaban de que sus mujeres fueran muy piadosas pero al mismo tiempo se cuidaban de
que no perdieran esa devoción porque, en el fondo, era una seguridad para sus propias
vidas privadas. Por otro lado, constituía una buena excusa a la hora de decidir si se daba el
voto a las mujeres o no. Como eran tan devotas, se arguía que no era conveniente
concederles el sufragio porque darían el poder a las fuerzas clericales reaccionarias. El
círculo fatídico se cerraba de esa forma.
Hacia mediados del XVIII, Pierre Roussel inaugura la serie de tratados sobre la
mujer de la Medicina llamada filosófica por su combinación de principios metafísicos y
observación empírica. En el siglo XIX, su principal figura es Cabanis13. Estos médicosfilósofos sostenían que la diferencia biológica que existe entre los sexos es la causa de la
diferencia de funciones y espacios sociales. Se trata, pues, de una justificación biologicista
de la reclusión de las mujeres en el ámbito privado, en el nuevo marco de la división
liberal entre las esferas pública y privada.
Esta Medicina filosófica forma parte de lo que Michel Foucault ha llamado
dispositivo de sexualidad. El filósofo francés llama la atención sobre la histerización total
del cuerpo femenino. Según los médicos decimonónicos, el cuerpo femenino se halla
regido por el útero. En el siglo XVIII se consideraba incluso que el útero era móvil, se
trasladaba de la cabeza a los pies y producía alucinaciones. Esto hacía de la mujer un ser
totalmente dominado por el sexo.
La consecuencia política que se extraía de este saber científico era que los hombres
debían ocuparse de la perfectibilidad de la humanidad, asumiendo todas aquellas acciones
culturales que la Ilustración concebía como necesarias para el progreso de la humanidad
Ver Fraisse, Geneviève, Musa de la razón. La democracia
excluyente y la diferencia de los sexos, trad. Alicia H.
Puleo, Cátedra, Madrid, 1991.
13
8
(educación, organización democrática y racional de los aspectos económicos, culturales,
sanitarios, etc., de la sociedad). Las mujeres, como seres dominados por su biología,
habían de dedicarse al perfeccionamiento de la especie. Se configura, así, el modelo ideal
de división sexual del trabajo del siglo XIX.
Algunas críticas feministas han visto en Freud la culminación de esta medicina
androcéntrica. Veamos, por ejemplo, lo que dice el clásico diccionario del psicoanálisis de
Laplanche en la entrada envidia del pene: "elemento fundamental de la sexualidad
femenina y móvil de su dialéctica. La envidia del pene surge del descubrimiento de la
diferencia anatómica de los sexos." En la descripción que hace Freud, cuando la niña
descubre que carece de pene, siente una espontánea envidia y desea poseer un pene;
"reconoce el hecho de su castración y con ello también la superioridad del hombre y su
propia inferioridad; pero se rebela asimismo contra este desagradable estado de cosas" 14.
La identidad femenina tendrá así distintas formas de evolución: a) puede rechazar la
sexualidad; b) puede practicar una "tenaz autoafirmación de la masculinidad amenazada"
15
conservando la fantasía infantil de llegar a tener un pene (complejo de masculinidad) e
incluso elegir un objeto homosexual; c) puede tomar la vía de la mujer normal la cual, a
través de un hijo varón, se apropia por fin del pene tan deseado.
A pesar de que el psicoanálisis fue _y es todavía_ durante largo tiempo un bastión
de definiciones patriarcales sobre los sexos, actualmente comienza a incorporarse, no sin
enormes resistencias, la perspectiva feminista de género con su analítica de las relaciones
de poder. Así, afirma la destacada psicoanalista Emilce Dio Bleichmar: "la sexualidad
humana es cultural: se trata de un sistema múltiplemente determinado y normativizado que
denominamos sistema sexo-género, fórmula que encierra un giro copernicano para la
Freud, S., "Sobre la sexualidad femenina", en Obras
completas, vol.III, trad. de Luis López Ballesteros y de
Torres, Madrid, ed. Biblioteca Nueva, 1967, p.522.
14
ibid.
15
9
teoría psicoanalítica, pues pone de relieve que es el género el que configura y normativiza
a la sexualidad"16.
Las primeras reivindicaciones del movimiento feminista en el siglo XIX y
principios del XX generaron una reacción misógina muy profunda que alcanza su cenit con
Otto Weininger. Tradicionalmente se ha considerado esta misoginia como un rasgo curioso
de ciertas personalidades cuando en realidad formaba parte de una respuesta reactiva a una
situación de conflicto entre los sexos. Había un importante grupo de mujeres que exigían
ser admitidas en esa sociedad moderna de la cual habían sido excluidas a través de la
adscripción al ámbito de lo doméstico. El discurso dominante va a tratar de justificar esa
exclusión. Por lo tanto, la lectura que debemos hacer de los grandes misóginos no ha de ser
únicamente personal ("ese excéntrico al que se le ocurrió decir que..."), sino contextual e
histórica.
En el ámbito del arte, como lo prueba el estudio de Bram Dijkstra17 sobre las
representaciones de la mujer en el arte finisecular, se produjo en la cultura decimonónica
una clara reacción frente a la resistencia de las mujeres a plegarse a los límites del angel
del hogar victoriano. Consecuentemente, el Eterno femenino aparece en numerosas
pinturas plasmado en la imagen de Circe, Salomé, del vampiro, de la sirena, asociado a
animales, como fuerza ciega de la Naturaleza, seductora y peligrosa que requiere fuertes
controles externos. Mujeres, judíos y negros son representados en esa época como seres
inferiores más sensuales que el varón intelectual de clase media. La Mujer como gran
tentadora arrastra al hombre hacia la animalidad, desviándolo de su destino de progreso y
espiritualidad. Sexismo, clasismo y racismo forman una amalgama ideológica en ese fin de
siglo que prepara ideológicamente el holocausto de la Segunda Guerra. Podemos advertir
aquí la relevancia del enfoque de género para acceder a la comprensión de las creaciones
culturales.
Dio Bleichmar, Emilce, La sexualidad femenina, Paidós,
Psicología Profunda, Barcelona, 1997, p.25.
16
Dijkstra, Bram, Idolos de perversidad. La imagen de la
mujer en la cultura de fin de siglo, trad. Vicente Campos
González, Madrid, ed. Debate, 1994.
17
10
Por su parte, María Teresa Alario18 ha señalado la persistencia de antiguos
estereotipos iconográficos femeninos en la pintura del siglo XX y ha insistido en la
necesidad de un análisis crítico del Arte con vistas a la coeducación.
Feminismo y género
En un temprano artículo de 1971 19, Nicole Claude Mathieu, socióloga del CNRS y
miembro del grupo responsable de la revista Questions Féministes, afirmaba que de las tres
variables fundamentales utilizadas en sociología y psico-sociología (categoría socioprofesional o clase social, edad y sexo) la primera ya había sido definida sociológicamente
largo tiempo atrás de manera pertinente con criterios sociológicos y no psicológicos o
biológicos. No sólo se describía a los grupos sociales, sino que se los estudiaba en su
relación, con lo cual se había llegado a una problemática de conjunto. Para la variable
edad, este tipo de estudios se hizo más tarde y, en cuanto a las categorías de sexo, la
conceptualización del sexo social, señalaba Mathieu, está por hacerse. Agregaba la autora
que, si se tenía en cuenta a los productores del discurso científico, se podía concluir que las
categorías de sexo constituían una dimensión de la sociología del conocimiento ya que las
obras de los investigadores varones excluían la categoría mujer o la trataban en un pequeño
anexo al final del capítulo o de la obra, anexo tan discreto "como si viniera del fondo de la
cocina"; por su parte, las investigadoras se ocupaban de las mujeres mostrándolas aisladas
(las mujeres en el trabajo, las mujeres en la política, etc.). Para Mathieu, este discurso de la
Alario,
Mª
Teresa,
"La
imagen:
un
espejo
distorsionador", en Alario, Mª Teresa, García Colmenares,
Carmen, Persona, género y educación, ed. Amarú, Salamanca,
1997, pp.87-112.
18
"Notes pour une définition sociologique des catégories
de sexe", en Epistémologie sociologique, II). Este artículo
se encuentra recogido en Mathieu, Nicole-Claude, L'anatomie
politique. Catégorisations et idéologies du sexe, París,
Côté-femmes, 1991.
19
11
sociología mostraba graves distorsiones en el nivel del lenguaje (por ejemplo, hombre
como sinónimo de ser humano) y no menos importantes distorsiones en el nivel de la
conceptualización (como ilustración de ello aludía a que sólo desde hacía poco tiempo para
calcular el coste del trabajador varón se comenzaba a tener en cuenta el trabajo doméstico
de la mujer para su mantenimiento cotidiano.
Diez años más tarde, bajo el título de "Femmes et théories de la société: remarques
sur les effets théoriques de la colère des opprimées" (1981)20, Colette Guillaumin
constataba que las teorías de las ciencias sociales, definidas como la faz mental de las
relaciones concretas, habían sufrido una verdadera revolución que pone en tela de juicio
sus principios. Recordaba el carácter único de los textos políticos generados por el
movimiento feminista en los años setenta: expresión directa del grupo oprimido, sin
intermediarios; a menudo, obra colectiva como las octavillas redactadas por grupos
feministas o los artículos que, por toda firma, llevaban un nombre de mujer sin el apellido,
considerado una marca patriarcal. En tanto textos provenientes de una minoría (en el
sentido sociológico de grupo de menor poder), los textos feministas fueron primeramente
devaluados (considerados como panfletos o bromas) o, por el contrario, señalados como
una amenaza. Sin embargo, terminaron por generar consecuencias de gran importancia a
nivel práctico y teórico.
Guillaumin distinguía cuatro efectos principales del resurgimiento del feminismo
en la segunda mitad del siglo XX: a) la relación entre ambos sexos, considerada hasta ese
momento por las ciencias sociales como una relación perteneciente al ámbito de la
naturaleza se convierte en una relación social. Se critican ciertos hechos considerados
anteriormente como incuestionables (por ejemplo: la división sexual del trabajo y el acceso
desigual a los recursos materiales y económicos). Se pasa de una descripción de la relación
entre los sexos como armonía preestablecida a otra descripción que la caracteriza como un
problema; b) Las ciencias sociales alcanzan poco a poco una visión dialéctica de los sexos
Este artículo se encuentra recogido en Guillaumin,
Colette, Sexe, Race et Pratique du pouvoir. L'idée de
Nature, París, Ed. Côté-femmes, 1992.
20
12
al concebir que ambos grupos (varones y mujeres) no son elementos previos a la relación,
sino fruto de la relación. Con el estudio de las relaciones de dominación, se supera el
punto de vista del problema de la mujer el cual no era más que una perspectiva patriarcal.
Ya no se habla de la condición de la mujer. Se abandona el estudio centrado exclusivamente en las mujeres para ver a éstas en su relación con los hombres y con el sistema
social21; c) La creación de útiles teóricos que permiten comprender rasgos específicos de la
dominación que habían sido estudiados separadamente. Entre estos últimos, se cuentan la
gratuidad del trabajo de las mujeres, la diferencia de salarios entre ambos sexos, el acoso
sexual, la presencia potencial constante de la violación como forma de control social que
reduce la libertad de desplazamiento de las mujeres, etc.); d) El cuarto legado del
feminismo a las ciencias sociales sería un conocimiento concreto y sistemáticamente
explicitado de la solidaridad de niveles de la realidad social. Lo concreto y lo ideológico se
muestran como dos fases de una misma moneda de manera aún más clara que en los
análisis sobre el conflicto de clases o el imperialismo.
Casi veinte años después de este artículo de C. Guillaumin, me parece importante
insistir en este nuevo fenómeno: la actual progresiva inclusión de la crítica feminista en los
estudios universitarios. El movimiento feminista ha sido un poderoso revulsivo en muchos
sentidos pero aquí me centraré en sus consecuencias en el ámbito del saber. La década de
los sesenta y setenta extiende su influencia hasta nuestros días ya que su impacto
epistemológico ha sido muy grande. Actualmente, en un momento en que en la calle han
desaparecido las grandes manifestaciones se produce, sin embargo, la implantación
académica del feminismo. Esto significa su entrada por primera vez en la corriente
principal de producción de conocimientos. Se trata de un fenómeno muy importante
porque puede ser una forma de superar el olvido generado por el carácter cíclico propio de
todo "nuevo" movimiento social. Como es sabido, existen diferentes hipótesis sociológicas
Para el tratamiento conjunto e interdependiente de hombre
y mujer en la familia española ver, Alberdi, Ines, "Las
mujeres españolas y la familia", en Astelarra, Judith
(comp.), Participación política de las mujeres, Madrid, CISSiglo XXI, 1990, pp.67-82.
21
13
sobre las causas que hacen que estos movimientos tengan fases ascendentes y fases de
repliegue e incluso de aparente desaparición (así por ejemplo, la teoría de Karl-Werner
Brand sobre la correlación entre períodos de crítica cultural a la modernidad y ciclos de
movilización y protesta22). Para el tema que nos ocupa, me interesa simplemente señalar la
importancia de la incipiente implantación académica del feminismo. La primera ola del
feminismo, el sufragismo, no lo había conseguido. Había realizado, en cambio, un paso
previo fundamental como fue el abrir las puertas de las Universidades a las mujeres.
El cambio producido ha sido muy profundo, si bien dista mucho de ser completo.
Como destacan Ana de Miguel y Rosa Cobo: "el feminismo, que comenzó reivindicando
un lugar en el espacio público para las mujeres _la reivindicación de ciudadanía en la
revolución francesa, el derecho al sufragio en el XIX_ ha terminado cuestionando los
conceptos clásicos de lo público y lo privado. (...) ha llevado al espacio público temas que
se han considerado exclusivos del espacio privado (planificación familiar, aborto, violencia
doméstica, etc.), ensanchando de este modo el ámbito de la política. En la actualidad, la
crítica a la desigualdad sexual se ha convertido, gracias a las luchas feministas, en un
elemento central de la cultura política de Occidente"23.
Desearía hacer una observación final sobre la diferencia entre la producción teórica
feminista de los años setenta y la actual. Las obras clásicas del feminismo de los setenta
como las de Friedan, Firestone, Millet... resultan relativamente fáciles de leer, son obras de
Brand, Karl-Werner, "Aspectos cíclicos de los nuevos
movimientos sociales: fases de crítica cultural y ciclos de
movilización del nuevo radicalismo de clases medias", en
Dalton, Russell, Kuechler, Manfred (comp.), Los nuevos
movimientos sociales, Edicions Alfons El Magnànim, Valencia,
1992, pp.45-70.
22
De Miguel, Ana, Cobo, Rosa, "Implicaciones políticas del
feminismo", en Quesada, Fernando, Filosofía política I.
Ideas
políticas
y
movimientos
sociales,
Enciclopedia
Iberoamericana de Filosofía, ed. Trotta, Madrid, 1997,
pp.203-204.
23
14
divulgación. Más tarde, la entrada en la Academia implicó la especialización. Por ejemplo,
la relectura de La Dialéctica del sexo de Shulamith Firestone realizada por la nórdica Anna
Jónasdóttir 24 tiene un nivel de abstracción y una terminología técnica de filosofía política
que la hace de difícil acceso. Hay que decir, sin embargo, que hoy también se editan
algunos libros feministas de divulgación como es el caso del célebre Reacción 25 de Susan
Faludi. Pero, en la mayoría de los casos, las producciones actuales son mucho más
complejas y especializadas. Este fenómeno constituye por un lado un obstáculo, por otro
un progreso ya que ahora la teoría feminista abandona la marginalidad contestataria para
transformar el discurso científico y filosófico. Sin embargo, el feminismo académico no
debe olvidar que la savia que lo nutre es el movimiento social del que surgió y no tiene que
abandonar nunca el diálogo con él, so pena de perder vitalidad y esclerotizarse en
escolásticas disputas.
El objetivo de transformación del discurso científico y filosófico hegemónico está
lejos de ser alcanzado pues mientras las investigadoras feministas dialogan con pensadores
y científicos y manejan las teorías en boga en cada disciplina, por lo general, los científicos
y filósofos no consideran necesario conocer las teorías feministas. Ha pasado bastante
tiempo hasta que Habermas comenzara a tomar en cuenta las observaciones críticas de las
feministas habermasianas.
Otros pensadores se apropian de los conceptos sin citar a las teóricas feministas que
los forjaron. Tal es el caso de Pierre Bourdieu que ha publicado La domination masculine
(1998) sin las referencias bibliográficas de rigor y presentando como suyas teorías que las
materialistas radicales francesas habían desarrollado veinticinco años antes26. Hay
24
Jónasdóttir, A, op.cit.
Faludi, S., Reacción. La guerra no declarada contra la
mujer moderna, Barcelona, Anagrama, 1993. Su lectura es de
gran interés ya que ofrece un análisis agudo de algunos
fenómenos de la cultura de masas.
25
Ver el análisis detallado de estas omisiones en Mathieu,
Nicole-Claude, "Bourdieu ou le pouvoir auto-hypnotique de la
domination masculine", en Les Temps Modernes, nº 604, maijuin-juillet 1999, pp.286-324.
26
15
feministas foucaultianas aunque Foucault apenas reconoció en alguna entrevista lo que su
constructivismo debía a los estudios de género...
En todo caso, para cerrar ya este capítulo quiero recordar que el sociólogo Anthony
Giddens caracteriza al feminismo como un fenómeno de reflexividad de la Modernidad 27.
Si las ciencias sociales modifican las prácticas sociales, a su vez las prácticas modifican las
ciencias. Hay un feed-back continuo. Un estudio sobre un determinado fenómeno social
provoca un cambio en las prácticas, lo cual a su vez genera un cambio en las ciencias. A
través del feminismo, entendido como fenómeno de reflexividad, la sociedad se mira, se
modifica, se critica y se transforma. Desde los años setenta hasta hoy, muchas cosas han
cambiado en Occidente con respecto al género. Se han modificado debido a
transformaciones económicas y sociales pero también porque ha habido algo que se llama
feminismo. Como teoría y como movimiento ha producido cambios en la sociedad y éstos
a su vez han incidido en el discurso filosófico y científico.
La crítica a la estratificación de género y a su cultura androcéntrica emprendida por
la segunda fase del movimiento feminista en nuestro siglo incluye antiguas
reivindicaciones pero también va más allá de la exigencia de igualdad de derechos28. La
impugnación de un orden basado en la división sexual del trabajo y en la oposición de las
esferas de lo público y lo privado apunta a una redefinición de las identidades de género.
Implica una actitud reflexiva y crítica hacia el ámbito microestructural en el que se dan a
diario infinitas interacciones entre hombres y mujeres en la familia, la pareja, el trabajo, la
amistad... Y, como estamos viendo, también vuelve su mirada crítica hacia las ciencias
humanas para examinar su sesgo androcéntrico. Su influencia en ellas ha sido poderosa. El
enfoque crítico de género, como esfuerzo de superación del sexismo y del androcentrismo,
Giddens, A., Consecuencias de la Modernidad, trad. Ana
Lizón Ramón, Madrid, Alianza, 1993.
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Puleo, Alicia H., "Feminismo", en MARDONES, José María
(dir), 10 palabras clave sobre Movimientos sociales, Ed.
Verbo Divino, Estela, 1995.
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forman parte de esta gran transformación de las relaciones entre los sexos que está en
curso.
El estudio de la Filosofía no queda al margen de este fenómeno histórico inédito.
La segunda parte de este libro está dedicada a las diferentes investigaciones realizadas en
dicho ámbito desde la crítica de género.
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