La aproximación clínica en las Ciencias Humanas

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La aproximación clínica
en las Ciencias Humanas
Jacques Rheaume
Universidad de Quebec, Montreal
Al hablar de análisis clínico en Ciencias Humanas —prefiero este término a la sola noción de sociología
clínica, porque a mi juicio lo esencial es lo que hay de acercamiento clínico en las diferentes disciplinas
involucradas—, desarrollaré tres puntos. El primero será una afirmación: el análisis clínico no es una
disciplina, pero tiene necesidad de muchas disciplinas. En esto casi se podría decir que hay un juego de
palabras: “disciplina” implica orden, control, pero también tiene que ver con un sector académico. Así, el
análisis clínico tiene necesidad de disciplina, y de muchas disciplinas.
La segunda proposición es la siguiente: en el término “análisis clínico”, la palabra “clínico” es una
metáfora.
Mi tercer punto es que el análisis clínico es un método científico diferente en Ciencias Humanas. Tal
es la idea que desarrollaré a lo largo de mi exposición. Antes, sin embargo, plantearé dos principios
preliminares, ya que hay dos condiciones previas y particulares tras el proyecto clínico.
En primer lugar, la gente que adhiere a esta idea de un camino clínico, de un acercamiento clínico,
tiene una motivación muy profunda, que data quizás de mucho tiempo, y que es la pasión por el sujeto
social complejo. Es una pasión y, por lo tanto, es irracional; es una motivación fuerte y continua.
Algunas palabras sobre la pasión por el sujeto social complejo. Tomemos a las personas que forman
parte oficialmente del grupo de sociología clínica: lo que vemos es que ellas han hecho un camino, tienen
trayectorias profesionales diferentes y, de una manera irregular, tomaron una disciplina de base, luego
una segunda disciplina y a veces también una tercera. Pero siempre se ubican en la periferia de esas
disciplinas, atraviesan de una manera siempre un poco clandestina las fronteras de sus disciplinas. Son
sociólogos y se interesan en psicología; son psicólogos y se interesan en sociología, o se interesan en la
biología, en la historia, en la geografía. Son difíciles de contener en un orden disciplinario.
¿Y por qué ese desorden? Porque ellos buscan, antes que nada, comprender el sujeto social
complejo, y en general siempre encuentran que una disciplina, que una corriente de pensamiento, no da
cuenta realmente de esa dinámica, de esa articulación del sujeto individual y de lo social que lo atraviesa.
Y es por tal razón que yo diría que esta pasión por el sujeto social se sitúa siempre en el estado de
interdisciplinariedad como en un estado privilegiado. La interdisciplinariedad es un lugar privilegiado de
reflexión.
La segunda condición o idea previa es que el análisis clínico se apoya sobre una convicción: que el
conocimiento es indisociable de la acción social. Nosotros pensamos, osamos pensar, que hay un lazo
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Este artículo corresponde a la ponencia del autor en el Primer Encuentro de Sociología Clínica realizado en
Uruguay, junio, 1995. La traducción estuvo a cargo del grupo organizador, Grupo de Sociología Clínica del Uruguay,
en el marco de la publicación de todo el encuentro (Montevideo, 1996).
Proposiciones 29, marzo 1999: Rheaume, “La aproximación clínica…”
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entre la teoría y la práctica; que la práctica puede ser también praxis. Éstas no son ya ideas populares. La
división social del saber hace que los universitarios puedan alejarse y prescindir del contacto con las
poblaciones; y de la misma manera, los prácticos, que están en contacto con las poblaciones en la
intervención cotidiana de ayuda, de sostén, han aprendido también a alejarse de los universitarios.
Nosotros, los investigadores clínicos, somos ese pequeño grupo de investigadores que intentamos
reanudar el lazo entre la teoría y la práctica, entre los universitarios y los prácticos y las poblaciones. Y
ello no guiados por interés alguno, sino sólo porque tenemos esta pasión por comprender el sujeto social
complejo. Sin embargo, es claro que la condición de investigador permanece en una situación de
distancia en relación a los actores sociales. Pretendemos entonces, como máximo, acompañar a los
grupos, las colectividades, los individuos, en sus esfuerzos por transformarse, por devenir —en
definitiva— sujetos.
La aproximación clínica no es una disciplina
El primer punto de la proposición —la aproximación clínica no es una disciplina: tiene necesidad de
disciplina, y de varias disciplinas— es muy fácil. La aproximación clínica es antes que nada un método,
un método de investigación que no pretende construir un corpus teórico particular y que, al contrario,
tiene una actitud totalmente parasitaria: la de tomar lo mejor de teorías muy variadas —de la psicología,
de la sociología, de la antropología— con un solo criterio: que esas teorías, con sus conceptos, nos
ayuden a comprender mejor el sujeto social. Éste es el criterio primero de la aproximación clínica: el
análisis clínico requiere disciplina. Con esa postura, un poco parasitaria, es muy grande el peligro de que
la aproximación clínica se transforme en algo arbitrario, que se convierta en heteróclita, como una suerte
de improvisación teórica. De ahí la importancia de proveerse de herramientas para ajustar los
razonamientos y las reflexiones, para que en esa trayectoria interdisciplinaria no perdamos nada en lo
que se refiere al rigor.
Al mismo tiempo, es necesario recordar que el análisis clínico tiene necesidad de muchas disciplinas.
Pero en esta búsqueda de muchas disciplinas, y con todo rigor, debemos evitar la tentación (más bien,
constatamos que es una vía que no conduce a nada) de construir una mega-teoría, una suerte de
integración definitiva del saber sobre el sujeto social complejo.
¿Por qué esa postura interdisciplinaria? Repito: porque queremos comprender el sujeto social
complejo.
Una pequeña reflexión sobre la complejidad. Cuando hablamos de complejidad, simplemente
queremos decir que el sujeto humano está atravesado por múltiples dimensiones. El sujeto humano es
un individuo que se encuentra en relación con otras personas, con pareja o amigos, o un grupo; que
forma parte de un orden familiar, de grupos y de organizaciones formales; que existe en una sociedad, en
un continente y en un mundo.
Cuando uno se pregunta, ¿quién soy como individuo, cuál es mi sociedad?, está buscando en
profundidad. Pero la complejidad es más grande todavía, porque esta variedad de dimensiones se
expresa de diversas maneras. Los sujetos hablan y utilizan un pensamiento racional, pero también están
atravesados por emociones, y están provistos de un cuerpo, y parece que también tienen un
inconsciente, y también son seres que actúan, que se mueven, que gesticulan, en posturas más o menos
calmas o más o menos agitadas.
Proposiciones 29, marzo 1999: Rheaume, “La aproximación clínica…”
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Entonces, cuando queremos comprender al sujeto humano colectivo o individual, es a través de esta
gama de expresiones y actitudes que tenemos que captarlo. Y esta complejidad concreta no se detiene
aquí.
Otra dimensión muy importante es la historia, porque el individuo, el grupo, la organización, la
sociedad, se desarrollan a través del tiempo. Nosotros encontramos casualmente personas y grupos en
momentos históricos precisos, algunas más jóvenes, otros más viejos. Y estamos en este primer coloquio
de sociología clínica en Uruguay. No podríamos hacer un coloquio como éste dentro de diez años,
porque entonces estaremos en el octavo, en el noveno coloquio, y va a haber diferencias por la historia
que se creó. Y, aun si la historia se repite, no debe convertirse en idiota.
Ustedes comprenden bien que los apasionados por el sujeto social complejo son siempre
desgraciados y se encuentran comprimidos en una camisa de fuerza disciplinaria. El primer punto de la
sociología clínica hace referencia, pues, a la disciplina, y a la indisciplina.
El término “clínico” es una metáfora
Mi segunda proposición se refería al término “clínico”: el término “clínico” es una metáfora. Vincent de
Gaulejac explicaba que el término clínico como tal, evoca, hace referencia a la cama del enfermo y, por
extensión, a la intervención del médico sobre un paciente enfermo. Podríamos ver, en psicología clínica,
sobre todo en el psicoanálisis clásico, la imagen del diván, para permitir la intervención del psicoanalista.
Es de estas imágenes que nosotros partimos para hablar de la investigación clínica. Pero la investigación
clínica no es la realidad de estas imágenes. El análisis clínico no es un acto médico, no es un acto
psicoterapéutico: es el de la investigación.
De la metáfora clínica podemos retener tres trazos característicos, que pensamos útiles para la
investigación clínica: primero, la importancia de profundizar las situaciones singulares y concretas;
segundo, la importancia de reaccionar a situaciones sociales de sufrimiento y de malestar social, como
formas muy fuertes de interpelación de un sujeto social en crisis; y tercero, la investigación clínica se da
en la interacción entre los investigadores y la población.
Quisiera hacer una muy pequeña historia de lo que llamamos sociología clínica. Es una corta historia,
que podemos fechar en 1982: algunos sociólogos en la frontera de su disciplina, se encuentran en
México y deciden formar un grupo para hacer investigaciones clínicas. Eugène Enriquez era uno de las
cuatro o cinco personas que formaban parte de ese grupo.
En 1990, en el congreso de la Asociación Internacional de Sociología, en Madrid, una treintena de
investigadores provenientes de una decena de países decidimos formalizar nuestra existencia y
convertirnos en un grupo de investigadores. Este pequeño grupo explica que nosotros estemos aquí,
ahora. Y en esta pequeña historia hay un elemento importante: somos un pequeño grupo. . . tenemos
grandes aflicciones, pero tenemos conciencia de que somos pequeños, y que la pasión por el sujeto
social complejo es algo que no es muy fácil de vivir en nuestras instituciones o fuera de ellas. Y que en
algunos momentos somos muy pocos los que compartimos esta aventura.
Otro elemento de esta pequeña historia: hemos buscado una especie de término para lo que
queremos hacer, y la idea de sociología clínica sería un intento por desarrollar un nuevo proyecto que
tomaría lo mejor de las apelaciones o de las prácticas que muchos de nosotros teníamos por otros lados.
Psicosociólogos, animadores de grupo, trabajadores sociales, etnólogos: algunas personas conservan
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varias etiquetas, pero hay en la investigación clínica —a causa de la metáfora que acabo de presentar—
una especie de atracción, yo diría realmente una suerte de inspiración. El punto que nos unía era el
método clínico, y es lo que voy a desarrollar como último punto.
El método clínico es una actividad científica diferente
El método clínico es una actividad científica diferente en Ciencias Humanas, por su epistemología.
Seamos claros y un poco caricaturescos: el acercamiento clínico no comparte los presupuestos del
racionalismo empírico o del positivismo. Sin embargo, pretende compartir los presupuestos de la reflexión
científica y los mismos presupuestos científicos, a saber: la construcción del saber que tiene como eje el
racionalismo; una producción de conocimiento metódico, es decir, que se da a sí mismo las reglas de un
método riguroso que respeta los criterios fundamentales de la ciencia (por ejemplo, la idea de que
conclusiones e hipótesis deben ser confrontadas a la realidad, que deben ser validadas y
representativas); y, por último, que esta producción de conocimiento debe ser crítica, consciente de sus
bases epistemológicas y de sus bases sociales.
Reconocemos que estamos siempre situados socio-históricamente. Pensamos que el objeto de las
Ciencias Humanas es ese sujeto que habla, que actúa, y además —y esto es de vital importancia— que
ese sujeto son varios. Y que, por lo tanto, una actividad científica en Ciencias Humanas tiene que tener
acceso a esa conciencia subjetiva y transubjetiva de los sujetos sociales.
De esta manera, vemos que el acercamiento clínico participa de una epistemología interpretativa, y
que además privilegia la aprehensión del sujeto social complejo.
Lleguemos al método. Tres son los rasgos que caracterizan el método clínico: es una actividad
interactiva; es un trabajo de interpretación abierta; y requiere de un sistema de comunicación.
Es una actividad interactiva
En primer lugar, lo que caracteriza el acercamiento clínico es la actividad interactiva del investigador y la
población. Más allá de una técnica particular, el proyecto clínico pone el acento en ese proceso de
interacción. Pone el acento sobre esa palabra que se quiere producir, y que queremos dejar que se
produzca en los actores sociales, ya sean individuos, colectividades o comunidades más amplias. Pero,
inversamente, sabemos por experiencia que esos sujetos sociales que no somos nosotros no hablarán, si
nosotros no hablamos. Debemos, por tanto, nosotros también exponer lo que somos, lo que pensamos, y
desempeñar nuestro rol, que es producir análisis y compartirlos.
Esta interacción es una condición importante y mayor del acercamiento clínico. A ello se debe que los
investigadores clínicos hayan a menudo escrito y reflexionado sobre las condiciones de esta práctica
relacional, sobre la importancia del rol del investigador, sobre los fenómenos de transferencia, de contratransferencia, sobre las condiciones de reflexión compartida.
Me parece que un ejemplo de este acercamiento en América Latina —que ha marcado al mundo de
investigadores en Quebec— es el de las reflexiones de Paulo Freire sobre el acercamiento dialógico. El
investigador debe entablar un diálogo con los prácticos y con la población, y este diálogo es muy difícil de
producir y a él es muy fácil renunciar.
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Es un trabajo de interpretación abierta
Una segunda marca de este método clínico es que el trabajo del investigador clínico es un trabajo de
interpretación abierta. Cuando el investigador clínico está en esa situación —con un individuo, un niño, un
adulto, un adolescente, un grupo, con dirigentes de empresa o dirigentes sindicales— su trabajo es
producir interpretaciones e hipótesis de reflexión, que somete en tiempos apropiados a la validación de
los actores humanos. Esto es muy importante, ya que estamos en el corazón del acercamiento clínico.
Lógicamente, la prueba de validación de una reflexión, de nuestra reflexión teórica, no pertenece sólo al
investigador, menos aún a los lineamientos de una técnica básica, a una nota estadística u otra. Y sí al
reconocimiento de la comprensión hecha por el investigador y por las personas mismas. Retomo a Paulo
Freire: hay una doble conversión difícil de hacer, en la cual el investigador debe dejarse influenciar, y la
población también debe dejarse influenciar. Es lo que Freire llamaba la “síntesis cultural”. Los dos
miembros del diálogo cambian, intercambiándose.
Esta segunda condición está en el juego clínico. Estamos lejos del modelo científico habitual, donde
la prueba debe ser independiente de los actores. Parafraseando a C. Cooper, si en las ciencias físicas o
la astronomía las hipótesis que se pueden fabricar están verificadas por los hechos o por las cosas, en el
ámbito de las Ciencias Humanas, en cambio, las hipótesis teóricas son refutables en la palabra de los
actores sociales. Cuando un grupo social no se reconoce en una implicación teórica, es el actor social
quien tiene razón. Hay que planteárselo: o no las entendió y volvemos a comenzar, o hay que pensar de
otra manera, hasta que lleguemos a una cierta realidad del sujeto social.
Requiere de un sistema de comunicación
Tercera y última condición: para realizar esta especie de ideal de un intercambio dialógico, de una
síntesis cultural, tenemos que poner en funcionamiento un sistema de comunicación. La investigación
clínica, muy concretamente, se basa en una larga experiencia de la práctica de intervención social. En la
organización comunitaria, en la consulta organizacional, en la formación de grupos, se trata de crear
lugares y momentos donde el encuentro sea posible, ya sea por la iniciativa del investigador, o que la
iniciativa venga de una demanda hecha por un grupo social, o de los dos.
Hay momentos en que investigador y actor social negocian los roles respectivos, el lugar de cada
uno, y de esa manera pueden comenzar juntos, con la menor ambigüedad posible, la reflexión clínica.
Cuando se trata de analizar un problema o una situación, los investigadores deben reflexionar con las
personas su experiencia, pero sin tomar su lugar. Son los actores sociales quienes tienen que actuar
sobre su situación. Pero para eso hay que poner mucha atención en crear lugares de encuentro en todas
las etapas de una investigación, cosa que olvidamos muy a menudo los investigadores, así como
olvidamos en ocasiones las ideas del propio sujeto.
Ustedes ven que hemos dibujado un modelo aparentemente perfecto.
Sin embargo, la producción democrática del saber es una verdadera utopía, aunque una utopía que
puede y debe ser fuente de inspiración.
Es un horizonte que nos permite medir si verdaderamente progresamos en las condiciones de
investigación y en el acceso al sujeto social complejo. Lo que puede consolarnos es que los
investigadores se ven tan desprovistos como la población, en la medida en que el sujeto social complejo
es igualmente una utopía.
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Buscamos todos volvernos, antes que nada, sujetos sociales complejos.
Porque sujeto lo somos siempre un poco; social, es más difícil; pero complejo es realmente muy
difícil.
Yo diría que hay que comprender este proyecto ideal como una especie de punto de referencia sobre
un camino muy largo que nos permite orientar mejor nuestra investigación y nuestra práctica. Porque, en
mi opinión, la investigación clínica se hace de una manera colectiva. No se hace con un solo investigador,
se hace con prácticos, con gente que interviene y con la población misma.
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