¿Sabía que…? Los ministros de finanzas

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LA SALUD, PILAR BÁSICO DEL ACUERDO SOBRE EL CLIMA
¿SABÍA QUE…? INTEGRANDO LA SALUD EN LAS POLÍTICAS
ENERGÉTICAS Y CLIMÁTICAS, PODEMOS MEJORAR LA ECONOMÍA,
HACER FRENTE AL CAMBIO CLIMÁTICO Y MEJORAR LA SALUD PÚBLICA
Mensaje de la OMS dirigido a los ministros de finanzas: Si se tienen en cuenta los
problemas sanitarios en la elaboración de las políticas climáticas, se puede aumentar la
eficiencia de la economía, incrementar los ingresos, mejorar la salud y afrontar el cambio
climático.
¿Por qué deben importar los efectos del cambio climático a los ministros de finanzas?
1. La no inclusión de la salud en la política energética y climática conduce a decisiones
económicamente ineficientes. Es bien sabido que las subvenciones y las externalidades (esto
es, los efectos en terceros que no participan directamente en una transacción) provocan
distorsiones en los mercados, y, en general, reducen los beneficios para la población. A nivel
mundial, en 2015, el apoyo al sector energético en forma de subvenciones y externalidades no
compensadas se cifra en unos US$ 5,3 billones. Si bien la atención se ha centrado
principalmente en los US$ 330 000 millones a que aproximadamente ascienden las
subvenciones antes de impuestos (es decir, directamente sobre el precio de los combustibles), la
energía recibe un apoyo mucho mayor, debido a que hay otros efectos externos nocivos que no
se incluyen en el precio del combustible. A nivel mundial, la mayor externalidad negativa del
consumo energético es la contribución a la contaminación atmosférica local, que, en la
actualidad, ocasiona más de siete millones de muertes cada año: más de cuatro millones de esas
muertes se deben a la contaminación del aire en interiores, mientras que más de 3,5 millones a la
contaminación del aire exterior. Se estima que en 2015 los efectos en la salud no compensados
del consumo energético debidos a la contaminación del aire exterior ascienden a US$ 2,7
billones, es decir, algo más de la mitad del total de la ayuda recibida por el sector.
2. Los países pueden eliminar esas subvenciones fijando un precio al carbono, lo que iría en
su propio beneficio. Independientemente de las ventajas que tenga desde el punto de vista
climático, los países pueden establecer un precio para el carbono que beneficie a la población de
sus países. Fijar un precio nacional para el carbono que sea adecuado permitiría aumentar el
precio de los carburantes más contaminantes y maximizar el beneficio neto global: los beneficios
para la salud y otros beneficios para el medio ambiente, más un aumento de los ingresos, menos
las pérdidas sufridas por los consumidores a consecuencia del aumento de los precios de la
energía. Dado que los beneficios y el costo afectan únicamente a su población, los países no
tendrían que esperar a firmar un acuerdo internacional para adoptar medidas en beneficio del
interés general de sus ciudadanos.
3. La eliminación de las subvenciones al sector energético generaría grandes beneficios para
la salud y el medio ambiente. Imputando un precio adecuado a las externalidades sanitarias de
los combustibles, desaparecería la injusta ventaja competitiva de que gozan en la actualidad los
combustibles más contaminantes, los combustibles más limpios serían relativamente más baratos
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y se fomentaría la eficiencia energética. Se estima que si se establecieran precios adecuados a la
energía a nivel nacional, se reduciría el número de muertes debidas a la contaminación del aire
aproximadamente en un tercio y disminuirían las emisiones de gases de efecto invernadero en
más de un 20%.
4. Fijar un precio adecuado al carbono a nivel nacional constituiría una importante fuente de
ingresos que podrían reinvertirse en salud y emplearse en otras inversiones socialmente
beneficiosas. Los análisis realizados muestran que la eliminación de las subvenciones a la
energía mediante un impuesto acorde con los intereses nacionales del país generaría sumas
equivalentes al 3% del PIB aproximadamente, o US$ 3 billones anuales. Esos ingresos podrían
utilizarse para sufragar gastos públicos que favorecieran el crecimiento, como por ejemplo
inversiones en infraestructuras, salud y educación.
5. Países con distintos niveles de desarrollo han reinvertido las subvenciones a la energía en
el sector de la salud y en otros sectores sociales. Distintos países de todo el mundo deben
afrontar un aumento cada vez mayor del costo de los servicios sanitarios, en particular en lo que
respecta al tratamiento de las enfermedades no transmisibles. Dado que, actualmente, las
ayudas al consumo energético son superiores al gasto sanitario total, y puesto que la mayor parte
de esas subvenciones son nefastas para la salud, existen sólidos argumentos a favor de emplear
los ingresos obtenidos en proporcionar cobertura sanitaria universal, privilegiando a la
prevención. Países como Noruega, el Irán o Indonesia ya han eliminado ese tipo de
subvenciones y han reorientado los fondos hacia inversiones en salud y educación.
¿Qué pueden hacer los ministros de finanzas para ayudar?
1. Colaborar con expertos del sector sanitario a fin de evaluar los efectos en la salud de las
diferentes fuentes de energía. Los distintos tipos de combustible tienen efectos muy diferentes
en la salud y otras externalidades, y, por consiguiente, su precio debe fijarse en consecuencia.
Existen estimaciones de ámbito mundial que pueden utilizarse como una primera aproximación,
que podrá ajustarse con posterioridad, evaluando los efectos sanitarios, económicos y
medioambientales en el contexto nacional.
2. Considerar la posibilidad de fijar un precio para el carbono que permita potenciar al
máximo los beneficios para la población. Puede utilizarse la información disponible sobre los
efectos sanitarios y de otro tipo de los distintos combustibles y sus usos, junto con una valoración
de las externalidades relacionadas con la salud y con otros aspectos, con objeto de determinar el
nivel adecuado del precio del carbono favorable al bienestar general de la población.
3. Idear medidas transitorias para salvaguardar el bienestar de las poblaciones más pobres.
Por lo general, son principalmente las personas y las familias más ricas quienes disfrutan de las
subvenciones a la energía, por lo que su eliminación constituye una medida económicamente
beneficiosa y progresista que favorece la igualdad. Ahora bien, algunas ayudas pueden ser
beneficiosas para la salud, como la reducción del precio de los combustibles menos
contaminantes para cocinar y producir calor, pues mejoraría el acceso de los más pobres a esos
combustibles. Al menos a corto plazo, la eliminación de las subvenciones y la imposición de un
precio al carbono podrían suponer un costo que podría perjudicar el bienestar de algunas
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poblaciones, en especial las más pobres, que, por lo general gastan una gran parte de sus
ingresos en energía y artículos de primera necesidad. Por tanto, es importante evaluar
cuidadosamente cómo garantizar que los ingresos derivados de la eliminación de las
subvenciones y el aumento de los precios de la energía contaminante se reinviertan en medidas
de carácter más social, por ejemplo, garantizando el acceso de la población más pobre a una
energía más limpia.
4. Incitar al sector sanitario a que apoye una reducción de los precios de las energías más
limpias y un aumento del precio de las energías contaminantes. Los ministerios nacionales
de la salud ya han contraído compromisos internacionales para fortalecer su acción contra la
contaminación atmosférica. Las asociaciones de profesionales de la salud y distintos grupos de la
sociedad civil, colaboran cada vez más en campañas de sensibilización y movilización de apoyo
en favor de un aire más limpio, así como para adoptar medidas para hacer frente al cambio
climático. Los profesionales de la salud son importantes y respetados promotores de las políticas
destinadas a mejorar la calidad del aire y proteger el clima.
Para más información puede consultar los sitios web siguientes:
www.who.int/globalchange.
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