Biografía Jacobo Arbenz

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J.C. Cambranes
Jacobo Arbenz Guzmán:
Por la Patria y la Revolución
en Guatemala, 1951-1954
Guatemala, 2011
Primera edición, 2011
Comisión Presidencial Coordinadora de la Política del Ejecutivo
en materia de Derechos Humanos (COPREDEH)
MSc. Dora Ruth del Valle Cóbar
Presidenta de COPREDEH
Carlos Oswaldo Morales Callejas
Director Ejecutivo de COPREDEH
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Subdirector Ejecutivo de COPREDEH
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autorización del editor.
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
De Julio César, ese personaje histórico tan extraordinario, se han escrito
frases tan elogiosas y acertadas, que merecen ser grabadas en una lápida:
“Fue un personaje fascinante.”
“Fue una figura irrepetible.”
“Con sus discursos comenzó a abrirse camino.”
“Era la política lo que le seducía. Política por ambición, nos dicen. Sin duda, pero
también para hacer cosas.”
“Era inteligente y seductor. Le amaban las mujeres.”
“Era amigo del pueblo.”
“Trató de introducir humanidad y justicia.”
“Luchó incansablemente.”
“Intentó liberar al pueblo de las imposiciones de una aristocracia de la tierra que
cerraba los caminos a las leyes agrarias.”
“Su amor al pueblo, su sincero reformismo lo demuestra su legislación agraria.”
“Con criterios políticos perdonaba y castigaba, seguía o sacrificaba sus sentimientos.”
“Tuvo amigos fieles y también se creó enemigos irreconciliables.”
“Sufrió traiciones.”
“Fue un hombre que hubo de aceptar los juegos dobles que se llevaban.”
“Fue asesinado por aquellos a quienes había perdonado.”
“Este hombre contradictorio y genial, humano, amado y odiado, superior, de
intenciones a favor del pueblo…aunque sujeto a inevitables compromisos, a veces,
¿qué planeaba para el futuro?
Sin temor a equivocarme, puedo asegurar que estas frases son aplicables
también a Juan Jacobo Árbenz Guzmán.
INDICE
Presentación........................................................................................
7
Prólogo...............................................................................................
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PRIMERA PARTE: LAS RAÍCES DE JACOBO ÁRBENZ........................ 11
Capítulo I: Origen paterno............................................................... 11
Capítulo II: Nacimiento y niñez....................................................... 19
Capítulo III: Adolescencia y juventud.............................................. 37
SEGUNDA PARTE: LAS RAÍCES DE NUESTRO PRESENTE................ 47
Capítulo I: El nacimiento de Jacobo Árbenz a la vida militar:
el Caballero Cadete 497................................................................... 47
Capítulo II: El nacimiento de Jacobo Árbenz a la vida política......... 71
TERCERA PARTE: LAS RAÍCES DEL ARBENCISMO........................... 75
Capítulo I: Jacobo Árbenz y Simón Bolívar....................................... 75
Capítulo II: Jacobo Árbenz y Kemal Atatürk..................................... 81
Capítulo III: Jacobo y María............................................................. 87
CUARTA PARTE: LAS RAÍCES DE LA REVOLUCIÓN DE 1944.......... 97
Capítulo I: La crisis del orden establecido........................................ 97
Capítulo II: La caída de los sátrapas................................................. 113
Capítulo III: La Revolución de 1944................................................ 131
Capítulo IV: El Presidente Revolucionario Jacobo Árbenz Guzmán.153
Capítulo V: Por la Patria y la Revolución.......................................... 161
ANEXO: Tiene la palabra Jacobo Árbenz............................................. 185
Entrevista exclusiva para Bohemia
BIBLIOGRAFÍA DE REFERENCIA.......................................................193
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
PRESENTACIÓN
El libro que presentamos en esta oportunidad es parte de un trabajo
más amplio realizado por el historiador guatemalteco, Doctor en Historia,
Julio Castellanos Cambranes, quien hace años se dedica al estudio y la
investigación sobre el período revolucionario 1944-1954.
Dentro del Acuerdo de Solución Amistosa firmado entre el Estado
Guatemalteco y la familia del expresidente Árbenz, se encuentra la
publicación de esta biografía, de manera que permita a los guatemaltecos
y guatemaltecas conocer quién fue Jacobo Árbenz Guzmán, como hombre,
como padre y esposo, como ciudadano, como presidente.
Para ello se contó con la anuencia de la familia del expresidente
para que el trabajo biográfico que estaba realizando el Dr. Castellanos
Cambranes fuera publicado como parte de este Acuerdo.
Queda con ustedes una manifestación más del reconocimiento y
dignificación del expresidente Árbenz Guzmán, en el entendido que estos
esfuerzos contribuyen a construir la memoria histórica de nuestro país y
nos ayudan a entender la historia, lo que se constituye en un elemento de
nuestra identidad.
Guatemala, octubre 2011.
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
PRÓLOGO
Observando detenidamente el rostro apacible de Jacobo Árbenz
en una conocida fotografía donde aparece en calidad de Presidente de
Guatemala, puede adivinarse que detrás de unos rasgos que muestran a
un hombre de penetrantes ojos y de inconfundible carácter adusto, se
encuentra una persona reflexiva e inquietante, de un fuerte temperamento,
comprometido con la revolución política, económica y social reclamada
por el campesinado e impulsada por él en su período administrativo. Por
aquí debemos comenzar al referirnos a nuestro biografiado. Virtudes y
defectos personales aparte, ese semblante serio y melancólico también nos
revela un personaje fascinante, capaz de ser abierto y afable, con gran
sentido del humor. La mencionada foto, que es la que más se conoce de
él, lo presenta con un impecable traje oscuro a la medida, pudiéndose
apreciar debajo del saco parte de la bandera presidencial de Guatemala,
con el bello quetzal, el ave nacional, estampado en medio del escudo de
armas, encima de los colores patrios azul-blanco-azul.
Jacobo Arbenz Guzmán se impuso la difícil meta de sacar adelante una
revolución social y económica en el medio rural guatemalteco, llegando
ésta a adquirir tal fuerza vital, que, por una parte, fue atacada con alevosía
y saña por el sector oligárquico; y, por la otra, se escapó al control de
la burocracia reformista que inicialmente apoyaba al Presidente. Su labor
fue meritoria y debe verse como tal. La historia de Jacobo Árbenz y la
Revolución de 1944-1954 es terrible y conmovedora, por lo que sobre
ella se han escrito ya trabajos interesantes por unos autores, que han sido
ampliados por otros.
Por esto es importante presentar y someter a severa crítica las
diversas visiones que se tienen de la Revolución de Octubre del período
1944-54 y el papel que jugaron los personajes que intervinieron en el
hecho histórico; decir qué carácter tuvo el proceso, quiénes fueron sus
verdaderos protagonistas y porqué actuaron como lo hicieron. Con ello no
sólo nos aproximaremos a nuestra propia visión del fenómeno y proceso
histórico, sino también al principal hombre de acción y organizador del
contexto revolucionario, Jacobo Árbenz, procurando crear nuevos trazos
firmes por otro sendero. No es mi propósito mencionar en este Prólogo,
las abundantes obras y a los diversos autores que han contribuido con sus
esfuerzos e investigaciones al conocimiento de la Revolución de Octubre
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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de 1944-54, ni tampoco comentar sus diversas interpretaciones sobre el
mencionado hecho histórico. Basta ahora con decir que la Revolución del
44-54 es la relación particular que une nuestro pasado próximo con el
presente, para hacernos actuar de manera revolucionaria de cara a nuestro
futuro.
Dos acontecimientos, entrelazados a manera de nudo gordiano,
marcaron a los guatemaltecos del siglo XX y nos siguen marcando en la
primera década del siglo XXI: el derrocamiento de la dictadura de Jorge
Ubico, en junio de 1944, por el pueblo de Guatemala; y la renuncia
forzada del Presidente Constitucional Juan Jacobo Árbenz Guzmán, en
julio de 1954, a causa de la traición de militares fascistas y su apoyo
incondicional al golpe de Estado organizado por el gobierno de los EE.UU.
por intermedio de la CIA. Han pasado ya 67 años desde la caída del
dictador Jorge Ubico y del inicio de la llamada “Primavera Democrática” de
Guatemala, y el problema de la revolución guatemalteca es más actual que
nunca debido a que literalmente la gente en nuestro país se está muriendo
de hambre por las imperantes desigualdad e injusticia social. Este hecho
por sí mismo justifica tratar el tema de Árbenz y la revolución cuantas
veces sea necesario. La historia muerta hace 57 años debe recuperar la
vida ahora que Guatemala vive aturdida por su pasado, indignada por su
presente y turbada por su futuro.
Se me ha ocurrido escribir otro libro sobre Jacobo Árbenz y la
Revolución, porque he deseado saber, en base a mis propias investigaciones
y análisis interpretativos, qué fue realmente lo que se dio en llamar la
Revolución del 44, y cuáles fueron las causas objetivas y subjetivas, para
que se haya producido dicho fenómeno histórico. Ante todo, siempre tuve
la curiosidad de averiguar por mí mismo quién fue realmente ese personaje
cuyo nombre se menciona hoy en día con una mezcla de nostalgia por no
pocos, e ignorancia por la inmensa mayoría de los guatemaltecos: Jacobo
Árbenz. Tuve el honor de conocerlo personalmente en La Habana, a fines
de 1962, siendo yo un hombre joven, y celebré con él ese fin de año y la
llegada del Año Nuevo en su casa del barrio Miramar, brindando todos
los presentes a las 12 de la Noche Vieja por un futuro mejor para nuestra
patria. Fue la última vez que lo vi con vida, ya que nunca volvió a pisar el
suelo de su amada Guatemala.
Escribir este libro dedicado a su memoria política lo considero un
verdadero privilegio. La divisa de su Gobierno fue “Por la Patria y la
Revolución”. Dos palabras que lo dicen todo.
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
PRIMERA PARTE: LAS RAÍCES DE JACOBO ÁRBENZ
Capítulo I: Origen paterno
Al examinar los actos y los acontecimientos del período inmediatamente
anterior o durante la presidencia de Jacobo Árbenz, por falta de precisión de
informaciones históricas de archivo, no me referiré a enigmas sin respuesta
hasta el día de hoy. Una de ellas es la controversial participación de Árbenz,
voluntaria o no, en el asesinato del coronel Francisco Javier Arana, ocurrido
lamentablemente durante la presidencia de Juan José Arévalo, siendo él su
ministro de la Defensa. Intentaré, eso sí, aclarar hechos y problemas que
no han sido silenciados, sino que han permanecido en la sombra, así como
precisar conocidos asuntos políticos conflictivos, como su firme oposición
al imperialismo norteamericano; o su ambivalente posición y divergencias
con la dirección del Partido Guatemalteco del Trabajo.
Tiene carácter de urgencia relatar nuestra historia contemporánea
de una manera nueva, veraz, para poder comprender los recientes
acontecimientos políticos, sociales, económicos y hasta religiosos, que
mantienen en convulsión permanente a nuestra patria. Ante todo, respecto
a la figura de Jacobo Árbenz Guzmán, es necesario decir que no existió
solo uno, sino que diversos Jacobos, que aparecen en el escenario de
esta biografía, según su edad y las circunstancias en que se desarrolla su
existencia. Es por esto que daré mi punto de vista sobre el curso de su
vida como Presidente, por medio de un relato lo más objetivo posible de
lo acontecido.
En primer lugar haré un breve resumen sobre los ascendientes directos
de Jacobo Árbenz, no sólo para conocerlos sino también para comprender
las condiciones y factores que pudieron determinar su temperamento,
carácter, gran sabiduría de la vida campesina y su correspondiente
pensamiento político, comúnmente ignorados, omitidos o tergiversados.
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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Para los Árbenz de todas las épocas nacidos en Suiza, el pasado no
está petrificado; tiene más importancia que el presente que a menudo
se despilfarra, y que el porvenir que está por crearse. Sin haber sido
aristócratas, los Árbenz tienen clara conciencia del significado de linaje,
de clan. Y esto es así, porque la sociedad suiza es una sociedad tradicional.
A diferencia de Europa, de donde provino la mayoría de los emigrantes
que, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, salidos de la nada, llegaron
a Guatemala masivamente, en América Central existía la posibilidad de
encontrar un nuevo país donde se pudiera ampliar el horizonte de la vida
con sólo invertir las energías que tenía el cuerpo, explotar al prójimo sin
límites y sin pagar impuestos.
Se ha dicho que el hecho de la emigración constituye una de las más
difíciles pruebas en la vida de un hombre. Se piensa en la inmensa soledad
que rodea al inmigrante fuera de su país, pero en Guatemala el inmigrante
europeo recién arribado nunca estaría solo, al contrario; en la neocolonia
alemana que se estaba organizando, se conocería a otros inmigrantes,
igualmente aventureros nacidos en la pobreza, se formaría una familia si se
era soltero, se harían nuevas amistades entre los nacionales, y, con el tiempo,
se adquiriría la anhelada respetabilidad social y política desconocidas para
la mayoría de ellos en sus países de origen.
Al leerse el libro Genealogía de la Familia Árbenz pueden conocerse,
a partir de fines del siglo XVI, diez líneas de antepasados directos de Juan
Jacobo Árbenz Guzmán. Si hemos de decir algunas palabras sobre ellos,
podría mencionarse que todos, con excepción del padre de Juan Jacobo
Árbenz Guzmán, nacieron y fallecieron en Andelfingen, una pequeña
ciudad situada en la Suiza alemana.
Los Árbenz nunca pertenecieron a ningún linaje distinguido de
nobleza. En el Libro de Familia puede verse que no fue gente de abolengo
aunque entre las diversas líneas genealógicas del tronco común, que
datan desde fines del siglo XVI hasta la década de 1980, pueden verse
artesanos, comerciantes, banqueros, profesionales, militares, síndicos y
hasta parlamentarios. Si se examina la genealogía de la rama que conduce
a Jacobo Árbenz Guzmán, a partir de fines del siglo XVI, se notará que fue
una característica familiar el ponerle los mismos nombres a las diversas
generaciones, aunque en el apellido de la familia se dieron algunos cambios
(Arbentz, Arbänz, Arbens), hasta quedar firme el apellido Árbenz, que a
partir del siglo XVII fue transmitido de generación en generación.
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
Los Árbenz que nos interesa conocer practicaron diversos oficios en
las sucesivas generaciones. Ninguno de ellos ocupó cargos burocráticos
importantes. Sin embargo, se distinguieron por su apego y dedicación a
una profesión que ejercieron tradicionalmente en su poblado: casi todos
fueron taberneros. Esto hace pensar que durante varias generaciones
heredaron un oficio de padres a hijos que parecía hecho a sus medidas,
por lo que aparentemente tenían el mismo destino al nacer; proporcionar
alegría a los amantes de la cerveza en sus reuniones después del trabajo
cotidiano.
La fecha del tronco familiar se retrotrae a fines del siglo XVI. Pantaleón
Arbentz (1594-1645), el primero que aparece en el libro genealógico, fue
maestro molinero y luego se hizo propietario de una taberna, dedicándose
a repartir cerveza a los alegres asiduos de su local. Su hijo, el primer Jacobo
que conocemos, cambió la escritura del apellido: se llamó Hans Jakob
Arbänz (1624-1668). No cambió de oficio, pues también fue maestro
tabernero como su padre, al igual que lo fue su hijo Hans Balthasar (16431699), quien cambió de nombre, pero no dejó de despachar cervezas. El
hijo de este último, fue el segundo Jacobo, Hans Jakob (1666-1731), siendo,
además de maestro tabernero, respetable juez comunal. Su hijo, Jakob
(1699-1771), volvió a ser sólo tabernero, no así su hijo, el cuarto Jakob
(1739-1797), quien se convirtió en tendero, ejerciendo alternativamente
como jurado oficial y luego fue nombrado teniente del ejército.
Sorprende que el hijo del primer militar Árbenz de la historia, el
quinto Jakob (1772-1846), no haya aprovechado el tirón hacia una escala
social superior que sin duda le dio su padre militar y no haya cambiado
de profesión, sino que volviera a ponerse a la cabeza del antiguo negocio
familiar de tabernero. Su hijo Salomón (1803-1870), sin embargo, sí
cambió de oficio aunque no de categoría social, convirtiéndose en maestro
herrero. El sexto Jacobo, Johann Jakob (1846-1911), quien siguiendo el
tardío desarrollo textil de su país se hizo fabricante de bordados, fue padre
del séptimo Jacobo (1883-1934), y abuelo del octavo Jacobo por línea
directa. Me refiero al niño que tuvo los apellidos Árbenz Guzmán, que
nació en la ciudad de Quetzaltenango y que, con el correr de los años,
sería un día el Presidente más brillante y revolucionario que ha tenido la
República de Guatemala.
Como la mayoría de sus ascendientes fueron rutinarios taberneros
profesionales, en más de 350 años ningún Árbenz en la historia familiar
llegó a tener un nivel social y político tan alto como el del Hans o Johann
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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Jakob quetzalteco en Guatemala. Sin embargo, en dicho Libro de Familia,
debajo del nombre de nuestro expresidente, puede leerse: “Coronel del
Ejército de Guatemala, 1944 triunviro de un régimen dictatorial”. Tengo
para mí que quien escribió el mencionado Libro de Familia, no tenía
conocimiento, ni se tomó la molestia de informarse de las circunstancias
históricas en que fue derrocada en Guatemala, en octubre de 1944, la
prolongada dictadura militar de los finqueros, ni de quiénes eran las
personas que asumieron el poder político, formando un triunvirato en
el pequeño país centroamericano. El régimen dictatorial fue el gobierno
depuesto. Jacobo Árbenz Guzmán fue el integrante más importante de una
junta cívico-militar progresista, precursora de todo un proceso de cambio
democrático burgués.
Es indispensable referirnos al padre de Jacobo Árbenz Guzmán, dado
el significativo papel que desempeñó en su niñez y adolescencia. A fines
del siglo XIX, un joven de dieciséis años, llamado Hans Jakob Árbenz
Gröbli, de Andelfingen, Suiza, se pone en marcha y emigra a Guatemala,
un lejano país en el centro de América, que se había convertido en
neocolonia alemana gracias a un dichoso Tratado de Comercio, firmado
en 1887 entre Werner von Bergen, el hábil representante diplomático
del Imperio Alemán, y Lorenzo Montúfar, el mofletudo negociador del
gobierno de Guatemala, historiador liberal y gran experto en ocupar altos
cargos oficiales.
A raíz de la firma de ese Tratado neocolonialista, por medio del cual
se buscaba respaldar jurídicamente la expansión del Imperio alemán a
un territorio centroamericano muy cerca de los EE.UU., la gran potencia
imperialista por excelencia, miles de alemanes más muertos de hambre que
vivos, salían en desbandada de su país en busca de fortuna o simplemente
una nueva vida en América, se desparramaron en el territorio guatemalteco
y en Chiapas, el vecino sureste de México, una extensa y amplia región
todavía en 1821 perteneciente a la Capitanía General de Guatemala, que
se había revelado muy apta para el cultivo del café, de gran y creciente
demanda en Alemania y el resto de Europa Central.
Entre los blancos europeos o norteamericanos más avispados llegados
al país, existía una concepción no escrita de obtener un patrimonio
básico que les permitiera ejercer el poder de manera dinástica, como si
se tratara de un linaje de nobleza adquirida. La regla era enriquecerse de
manera rápida, por medio de hábiles negocios que estaban a su alcance o
a través de la explotación del trabajo servil de los miserables campesinos
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
que caían en su poder. Estos negocios, generalmente turbios, los lograban
realizar con la complicidad de los sobornados mestizos que colocaban a
su servicio y que hacían el papel de alcahuetes, fungiendo como jefes de la
policía local, oficiales de los destacamentos militares o como pequeños y
medianos funcionarios públicos. Los extranjeros ocultaban discretamente
sus negocios y se cubrían de respetabilidad por medio del comercio
de importación y exportación, o moviendo dinero como prestamistas
usureros. La mejor garantía del éxito financiero, sin embargo, consistía en
invertir dinero en la adquisición de tierras y fincas con “mozos colonos”
para trabajarlas y producir café y otros frutos comerciales de exportación,
altamente rentables para ellos.
Cuando estos antiguos inmigrantes devenidos ricos comerciantes o
terratenientes capitalistas no vivían como barones medievales aislados en
sus fincas, habitaban cómodamente en la ciudad capital o en las ciudades
y pueblos de las provincias cercanas a sus plantaciones. Común para casi
todos ellos después de arribar a Guatemala, era aprender rápidamente
a enriquecerse, aprovechando las facilidades que les brindaban las
autoridades locales para robar y explotar a los indígenas guatemaltecos.
Otros blancos ya establecidos en el país, no tardaban en enseñarles que
los europeos durante generaciones constituían el sector minoritario, pero
poderoso, que ejercía el poder político y económico. A raíz de la invasión
española, a principios del siglo XVI, los colonialistas habían llegado a
constituir una minoría privilegiada de blancos y mestizos, que vivía del
trabajo productivo de la inmensa mayoría de la población campesina.
La mayoría de los alemanes arribados como inmigrantes a Guatemala,
más pronto que tarde habrían de alcanzar el éxito económico en terreno
favorable, gracias a la adquisición de tierras comunales y al trabajo esclavo
de la población campesina indígena, había partido de ciudades, pueblos y
regiones empobrecidas por las crisis periódicas financieras, que dejaban a
miles sin empleo y en la pobreza más absoluta. De acuerdo con una severa
costumbre, todos comenzaban desde el escalón más bajo trabajando como
empleados de otros alemanes llegados con antelación De acuerdo con una
severa y sana costumbre transmitida de generación en generación, todos
comenzaban desde el escalón más bajo trabajando como empleados, para
más tarde abrirse camino y alcanzar el éxito económico con la explotación
de la mano de obra indígena, para más tarde abrirse camino y alcanzar el
éxito económico con la explotación de la mano de obra indígena.
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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La emigración de suizos a Guatemala no fue masiva como la de los
alemanes. Si alguno se atrevía a llegar al país, muy pronto desaparecía
del mapa geográfico local sin dejar el menor rastro. Su juventud les
llevaba de un lado para otro sin echar raíces en ninguna parte. Los
primeros inmigrantes suizos que hemos conocido y de quienes vale la
pena decir algunas palabras, son Louis Gröbli y sus dos sobrinos Jakob
y Ernst Árbenz Gröbli, que le siguieron los pasos en busca de aventura y
fortuna. Louis Gröbli fue requerido como boticario a fines del siglo XIX,
por un empresario alemán establecido en Quezaltenango que consideró
conveniente que existiera un dispensario de salud privado que se encargara
de importar medicamentos alemanes para proveer a la creciente población
alemana del Occidente del país. A Gröbli le siguió su sobrino Hans Jakob
Árbenz, quien llegó a Quezaltenango a los 16 años, y más adelante su
hermano Ernst, diez años menor que él.
Ya en territorio americano, cada uno de los hermanos siguió más o
menos su suerte y su destino. Mientras que Hans Jakob se estableció en
1899 en la ciudad de Quezaltenango como ayudante de su tío boticario,
algunos años después su hermano diez años menor, Ernst, buscó una
fuente de riqueza en la región del Soconusco, Chiapas, hacia donde viajó
alrededor de 1910. También en ese territorio, vecino a Quetzaltenango y
arrebatado por México a Guatemala a mediados del siglo XIX, se estaban
erigiendo muchas fincas de café de propiedad alemana y todos los recién
llegados se convertían en nuevos buscadores de fortuna. Sin embargo,
parece que su estadía en ese lugar no fue un éxito ni mucho menos, pues
no tardó mucho en trasladarse a Guatemala. Aquí no laboró en la farmacia
sino que procuró poner en práctica su experiencia laboral adquirida en
Chiapas, buscándose la vida nuevamente en una finca de café. De él no
se sabe que haya tenido un papel sobresaliente en ese nuevo lugar de
trabajo. ¿Qué hizo este hombre durante su existencia singular en ese lugar
de ninguna parte, además de montar una bella mula con el estilo de un
gran finquero, tal y como aparece en una fotografía que se encuentra en el
álbum familiar de los Árbenz? Tampoco hay datos sobre si engendró hijos
o hijas entre las jóvenes indígenas laborantes en la finca, tal y como solían
hacer los jóvenes alemanes empeñados en transmitirles sus genes a las hijas
de la tierra que les había dado acogida. Parece ser que se mantuvo soltero,
ya que después de varios años regresó a su país solo, estableciéndose en
Zürich como comerciante de quesos, en donde falleció en 1938.
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
El padre del futuro Presidente de Guatemala, séptimo según la filiación
directa de los Jacobo Árbenz suizos, era un espíritu inquieto desde niño,
y ya durante su pubertad logró ampliar el horizonte de su propia vida
cruzando la frontera de su patria, siguiendo los pasos aventureros de
su tío materno que ya residía en Quetzaltenango, una pequeña ciudad
geográficamente muy accidentada, pero muy pintoresca cabecera del rico y
hermoso departamento del mismo nombre. No se imaginaba que el destino
le había designado una misión muy especial, distinta al enriquecimiento
personal soñado por todos los emigrados europeos. Lamentablemente
para él, su salud, temperamento y carácter no le condujeron a la opulencia
en Guatemala, el país exótico de ultramar y de nuevas oportunidades que
eligió para probar fortuna. Para triunfar como extranjero en nuestro país,
era necesario ser laborioso y tener espíritu empresarial. La honradez no
servía para hacer buenos negocios monetarios; es decir, había que saber
anteponer el espíritu de lucro para ganarse la vida, no tener ninguna
clase de escrúpulos para enriquecerse a costa de la explotación y ruina de
otros seres humanos. Sabido es que entre más fincas de café tuvieran en
propiedad y más ricos llegaran a ser los “civilizados” y “emprendedores”
inmigrantes alemanes, más tierras comunales le habrían robado al
campesinado y más desolación y muerte habrían causado. De ahí que el
hijo del Jacobo inmigrante no heredara de él dinero contante y sonante, ni
bienes territoriales materializados en extensas como valiosas fincas, sino
algo menos usual: grandes cualidades humanas.
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
Capítulo II: Nacimiento y niñez
Lagunas en información y testimonios documentales impiden
reconstruir el cuadro aproximado de los actos y acontecimientos en torno a
los suizos establecidos en Quetzaltenango durante el siglo XIX y principios
del siglo XX. El caso que nos ocupa, el de Hans Jakob Árbenz Gröbli,
es un buen ejemplo de lo que decimos. Lo desconocido de su historial
es verdaderamente lamentable, ya que nos impide conocer mejor los
determinantes primeros años de la existencia de nuestro biografiado y el
curso de su vida antes de conocer a quien sería su esposa el resto de su vida.
Su enlace con la madre de Jacobo, Octavia Guzmán, es toda una incógnita
histórica. Lo que sí puede advertirse por lo que sabemos de él, de manera
fragmentaria, por cierto, nos conduce a pensar que por haber arribado
al país siendo aún una persona muy joven, con el correr de los años su
vida y milagros, hazaña y proeza individual en el país que le dio acogida,
bien pudo haber sido semejante a la de otros jóvenes buscafortuna recién
bajados del barco, e impacientes aspirantes por adquirir un patrimonio que
les confiriera comodidad y un lugar privilegiado en “la buena sociedad”.
Lo que solían hacer los jóvenes colonialistas españoles arribados a América
durante su dominación, ligarse bien y casarse con la hija de algún viejo
inmigrante enriquecido o su descendiente criollo ávido de darle lustre
racial a su ya morena tez, era cosa del pasado. El país en vías de desarrollo
capitalista no tenía mucho espacio más para vagos domésticos.
Las fantasías de los jóvenes alemanes que llegaban a Guatemala, un país
con una población mayoritariamente analfabeta, pasaban por desquitarle el
dinero al que había pagado su viaje con fines mercantiles, y esto significaba
arremangarse la camisa a más no poder, entrarle al trabajo que se le tenía
predestinado y sudar la gota bien gorda, hasta salir de la deuda. Luego,
con la experiencia adquirida en la primera etapa mencionada, buscarse la
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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suerte por su cuenta. Vivir cómodamente en una ciudad o refundido en
lo más profundo de la montaña, vivir a la intemperie mientras se destruía
la selva, abriendo brechas para poder penetrarla y tumbando grandes
árboles para levantar en su lugar lo que con el tiempo sería una bellísima
plantación de café requería no sólo de agallas sino también tener un físico
apropiado. Si las fiebres de la malaria no lo mataban como resultado de
haberse convertido en alimento de toda clase de bichos chupasangre, su
soñado enriquecimiento era cuestión de “suerte”. Esta “suerte” dependía de
que estuviese en capacidad de adquirir tierras con campesinos nativos que
las habitaran y a la posibilidad de esclavizarlos y obligarlos a golpe de látigo
a trabajarlas para él. Había, por consiguiente, que ser despiadado y tener
mucha disposición a explotar a los trabajadores hasta que reventaran. De
esto último dependía que las fantasías se le hicieran realidad a todo alemán
miserable pretendiente a ricachón. Los jóvenes frágiles recién llegados al
país no tenían nada que buscar en la montaña.
El adolescente suizo Hans Jakob tuvo inicialmente mejor suerte que
la inmensa mayoría de otros inmigrantes llegados a Guatemala a fines del
siglo XIX y principios del siglo XX: su tío materno Louis, llegado al país
en la década de 1890 seguramente a instancias de algún finquero alemán
establecido en Quetzaltenango, se había convertido con el devenir del
tiempo en un próspero farmacéutico de la ciudad altense. Seguramente
en un viaje que hizo a su ciudad natal, encontró a Jakob con muchos
deseos de acompañarlo a su regreso, y después de conversarlo con sus
padres, aunque el joven no había concluido aún sus estudios secundarios,
se decidió que para él, el viaje y su estadía en Guatemala como ayudante
del tío, sería una gran experiencia para el futuro. Esta circunstancia
contribuyó a que el joven sobrino tuviese un aterrizaje blando en la ciudad
de Quetzaltenango y comenzara a trabajar como ayudante de su tío, siendo
aún casi un niño. Con los años resultó ser un joven caballero romántico,
y ya como un ferviente y apasionado admirador de la belleza geográfica
y de las féminas del país, tomó la decisión de insertarse en la sociedad
local y hacer su descendencia entroncando con una atractiva joven ladina
originaria de la capital.
De acuerdo con las condiciones de vida y normas sociales entre los
ladinos de la época, el enamoramiento de dos jóvenes de la ciudad de
Quetzaltenango pasaba por un ritual muy típico en ese entonces de los
pueblos hispanoamericanos: los futuros novios se conocían de siempre
por ser del mismo barrio, a veces por ser parientes, o porque un buen día
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se habían visto por primera vez en la calle, en alguna fiesta popular o de
amigos comunes, en la iglesia a la hora de la misa cantada del domingo
o en algunos de los rezos vespertinos de cada día. Si nunca se habían
hablado, de ahí en adelante, cada vez que se encontraban, sin mediar
palabra se comían mutuamente con los ojos. Por las noches de retreta, a la
vez que escuchaban alegres melodías de marimba o la tan de moda música
de viento tocada por la banda municipal, no dejaban de verse y más verse,
mientras daban vueltas y más vueltas en el Parque Central, ellos en sentido
contrario a las mujeres. Era la alegre costumbre. El siguiente paso se daba
al surgir y desarrollarse el fuego cruzado de mensajes escritos a mano en
papel perfumado, enviados y recibidos clandestinamente gracias a los
buenos oficios de alguna tía con vocación de celestina, prima o amiga, o
de alguna criada ávida de participar en el juego del amor de dos jóvenes
con grandes deseos de ir juntos al monte a cortar flores silvestres.
Pasado algún tiempo de los cruces de miradas en el parque y el contacto
epistolar, el pretendiente a “novio” le consultaba a su amada si podía ir a
su casa a hablar con su padre, evitando así la censura social. Si la respuesta
era sí, la “novia” preparaba el terreno adecuadamente, de tal manera que
“el novio” hablara con el futuro suegro, a fin de convencerlo de que era el
yerno adecuado. Si éste tenía mala fama, de nada valía su apariencia física
y modales educados. Una vez realizado el encuentro de presentación, si el
joven era aceptado, de ahí en adelante podía llegar a la casa como novio
oficial. De esta manera solemne se formalizaba la entrada a la casa de la
joven, y además de conocerse mejor a los suegros, se entraba en contacto
con el resto de la siempre numerosa parentela. Este ingreso a la familia
por la puerta grande, no sólo garantizaba la naciente relación amorosa y
la aceptación paterna, sino que procuraba cortar de cuajo habladurías de
familiares, ante familiares, amistades y del numeroso vecindario.
El noviazgo oficial significaba que se abría la posibilidad de formalizar
poco a poco una relación a todas luces conveniente para ambas partes,
con el fin de llegar finalmente a la boda eclesiástica y civil. Antes de que
se llegara a este momento cumbre, el novio podía visitar o pasear a la
novia públicamente, pero siempre acompañados de una estricta chaperona
encargada de que el encuentro en el hogar de la novia o el paseo callejero
fuesen vistos por todo el pueblo. En el hogar, el novio podía estar sentado
con la novia en la sala de la casa hasta las 9 de la noche, después de
llegar del rezo nocturno en la iglesia. La chaperona podía ser una familiar
cercana, comenzando por la madre, hermana o hermano pequeño, tía o
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abuela de la novia. También podía ser una empleada de plena confianza
familiar, considerada incorruptible. Como las reglas se crearon para ser
rotas, más de una chaperona alcahueta podía ser ganada para la causa
del amor sin barreras, a fin de que sus informes fueran positivos. Lo que
sucedía a continuación, era lo que se quería evitar por el padre de la novia
o lo que se quería provocar por la madre interesada en que la relación
llegara al mejor puerto posible: el matrimonio por la iglesia.
El sueño de toda joven ladina de clase media era llegar virgen al día
de su boda, contraer matrimonio muy enamorada de su príncipe azul,
deslumbrar a todos con su vestido de boda blanco, llevar un gran bouquet
de flores, darse con su esposo “el beso de amor eterno” frente al altar, procrear
muchos hijos y tener todos muchos éxitos en sus vidas. Las relaciones
sexuales prenupciales entre los novios, según los estereotipos del pasado,
eran tenidas por ilícitas y estaban acompañadas de despiadadas burlas en
el vecindario, de gritos histéricos de la madre de la novia y de amenazas
con pistola en mano por parte del suegro, para continuar con una visita al
cura parroquial y, finalmente, culminar en el matrimonio eclesiástico con
la bendición de Dios, y una gran fiesta de boda organizada por la madre y
pagada por el padre de la novia.
No sabemos si los futuros padres de nuestro igualmente futuro
presidente Jacobo Árbenz Guzmán tuvieron que pasar por todos estos
rituales de paso, o si, más afortunados, un buen día simplemente fueron
presentados en algún evento social por una hermana de Octavia, quien
tenía relación de noviazgo con otro joven inmigrante llegado de Alemania,
y con quien también se casaría más tarde. Esto hace pensar que las jóvenes
Guzmán se apartaban de las normas sociales de la época, frecuentando
círculos de jóvenes inmigrantes alemanes, lo cual no era común entre
las ladinas de costumbres rígidas. Fue precisamente su cuñado quien le
presentó la guapa Octavia al joven Hans Jakob, quien con la cabeza llena
de sueños por realizar, se enamoró de ella a primera vista y la boda no se
hizo esperar.
Así pues, la familia Árbenz-Guzmán se formó al casarse en 1911
Hans Jakob, nacido en 1883, en Andelfingen, Suiza, con Octavia Guzmán
Caballeros, nacida en la ciudad de Guatemala en 1885. Ella era una mujer
ladina, inteligente y producto de su entorno familiar de clase media; es
decir, había crecido con una educación religiosa, apegada a las costumbres
y tradiciones guatemaltecas, se desenvolvía con soltura y aspiraba a una
vida tranquila y despreocupada. Originalmente, los colonialistas españoles
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llamaban “ladino” al nativo del país que consideraban astuto, tramposo,
sagaz, taimado, poco de fiar. Poco a poco el apelativo despreciativo se fue
aplicando al mestizo que tradicionalmente se alió al blanco para explotar a
los indígenas, hasta que llegó a ser nombrado oficialmente así toda aquella
persona no considerada totalmente nativa del país.
Octavia Guzmán era una “ladina” típica de la clase media. Su actitud
ante la vida y su temperamento natural (de gran importancia conocer
desde ya, porque son parte fundamental de la futura personalidad de Juan
Jacobo), pueden describirse de la siguiente manera: amable, entusiasmo
por la vida, optimista por el devenir, calculadora para obtener provecho,
dada a cultivar la amistad y la benevolencia con el prójimo, trabajadora
en búsqueda del bienestar propio y familiar, afectuosa y sencilla con
los conocidos, orgullosa sin ser altanera con los extraños, gran sentido
práctico para buscar siempre sus propios intereses o beneficios, moderada,
con gran habilidad para disimular, dada a no hacer comentarios malignos
o desfavorables de alguien, proverbial determinación a salir adelante
en lo que se propone, mucha capacidad de organización, dada a tomar
todo demasiado en serio, buen sentido del humor, entusiasta y a la vez
desconfiada con actitud siempre en guardia, visión del mundo muy
apegada a la religión y a los aspectos materiales y económicos de la vida,
instrucción elemental básica para hacer proyectos futuros optimistas,
constante preocupación por los familiares y allegados, poco dada a intimar
con desconocidos, siempre vacilante en el actuar, fuerte tendencia a la
actividad creativa, interesada, con fuerte tendencia a ocultar la verdad
familiar o para decirla a medias, y gran sentido de la responsabilidad.
Los posibles rasgos psicológicos mencionados de Octavia son muy
reveladores, por cuanto no solo dibujan la personalidad de la madre sino
también la influencia que pudo haber tenido en sus hijos, especialmente
en el futuro presidente de Guatemala. A partir de que su hijo Jacobo tomó
parte en el gobierno de Juan José Arévalo, doña Octavia (más conocida
entonces como “doña Tavita”) agregó a las anteriores características de
su personalidad: dedicación a las causas públicas, fe en el progreso de
Guatemala y participación en el espíritu revolucionario de la nueva época.
Fruto del matrimonio, fue el nacimiento de la primera hija, Anna
Arabella, el 8 de agosto de 1912. Un año después nació un niño, a quien
bautizaron con el nombre de Juan Jacobo, tal y como se llamaba su padre, su
abuelo, bisabuelo, tatarabuelo, y demás ancestros de los mismos nombres.
Juan Jacobo Árbenz Guzmán nace el 14 de septiembre de 1913. Para
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diferenciarlo de su padre, el pequeño vástago fue llamado cariñosamente
Jacobito por sus padres y familiares cercanos. El pequeño Jacobo nació
saludable -según evoca la familia Árbenz-. De más está mencionar que
los primeros días se mantuvo acurrucado en el pecho moreno y maternal
de Octavia, pero, según cuenta su hijo, Jacobo Árbenz Vilanova, su padre
después de recibir el bautismo no mamó de la leche de su madre, sino la
de una vigorosa joven indígena que laboraba en su casa como empleada
doméstica. Aunque esto posiblemente se acostumbraba entre las familias
ladinas, influyó mucho en la futura personalidad del pequeño Jacobo,
llevándolo a decir con orgullo años después que él se sentía y consideraba
“puro indio” o “más indio que ladino”. Aunque no tenemos mucha
información sobre la vida de Jacobo a tan temprana edad, esta anécdota
familiar pone de manifiesto que para él la fusión cultural fue muy positiva.
Por su aspecto físico, el pequeño Jacobo no tenía nada de indígena: era
un niño blanco y rubio, de ojos azules, que al crecer alcanzó una estatura
mayor que la normal entre los indígenas y mestizos guatemaltecos. Por
eso, quizás, consideraba un insulto que se le llamara “Suizo”. Según refiere
su hijo, más de uno olió su puño al decirle dicho apelativo.
Doña Tavita, de profesión maestra de escuela primaria, era una mujer
enérgica, a quien no le gustaba que en su casa se hiciera algo sin su
autorización. Al nacer Jacobito, Octavia decidió abandonar temporalmente
el aula escolar, para dedicarse íntegramente a cuidar a sus niños en casa.
Consideraba un deber sagrado atender de manera prioritaria a su esposo, a
su niña y al recién nacido, el rubicundo y cachetón bebé de gran parecido
con su padre. Pensaba que ese paso sería lo más beneficioso para la familia,
especialmente para Hans Jakob, que así tendría toda la tranquilidad
necesaria para atender la farmacia.
Seis años después, el 1 de octubre de 1919, su madre dio a luz a
la segunda hija, Octavia Silvia. Según expresó en una oportunidad doña
Octavia, ella y su esposo sentían bendecido el hogar porque Anna Arabella
y Jacobito estaban encantados con su pequeña hermanita y la querían
mucho. Los tres crecieron con el siglo. Doña Octavia les enseñó a leer y a
escribir y a las niñas los oficios de la casa. Es de suponer que la hermana
mayor, Anna Arabella, jugó un papel muy importante ayudando a su
mamá en la crianza de sus hermanitos, especialmente en la de la pequeña
Octavia Silvia. Ése era entonces el estilo de vida en los hogares en donde
había más de dos niños. Los niños mayores asumían la tarea de cargar y
cuidar a sus hermanitos cada vez que se enfermaban.
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
Los tres niños Árbenz Guzmán nacieron en Xelajú, como también
suele llamarse a Quetzaltenango, la segunda ciudad en importancia de
Guatemala, que a principio del siglo XX tenía poca densidad de población.
Era una ciudad bellísima, de calles estrechas enclavada sobre una loma, en
medio de montañas. Quetzaltenango se llama también el departamento o
provincia más rica y poblada de Guatemala, que a raíz de su independencia
de España, en 1821, pretendió convertirse en un Estado independiente con
el nombre de Los Altos, por estar ubicado su territorio en altas cumbres
del occidente del país. Esto hace que imperen bajísimas temperaturas
en casi todas las épocas del año, caracterizándose sus habitantes por ser
gente recia, mayoritariamente indígenas fieles a sus costumbres y rituales
religiosos de origen maya-quiché.
Juan Jacobo nació y creció en el seno de una familia pequeño
burguesa. La religión practicada por su madre era la católica, hegemónica
en Guatemala en ese entonces por ser de hondas raíces coloniales.
Doña Tavita se consideraba una mujer con suerte porque su esposo era
complaciente con ella, respetaba sus hábitos y costumbres guatemaltecas
y nunca trató de imponerle sus normas, sino más bien permitió que ella
se encargara de la educación de los niños. De ahí que ella diera a sus hijos
una educación fuertemente impregnada de la herencia española, siguiendo
la tradición en que la pequeña burguesía percibía el concepto de familia.
Todos los días doña Tavita se levantaba al amanecer, iba a la iglesia y al
regresar de misa preparaba los desayunos. Decía que cocinar para su
familia era lo que más le gustaba en la vida. La convivencia con su esposo
parece ser que no le fue difícil. Esto llevó a que mientras estuvieron juntos,
ambos esposos siguieron las normas y el modelo de la familia cristiana que
convive satisfecha y feliz con lo que tiene, lo cual marcó las identidades de
las hijas y del hijo por el resto de sus vidas.
Sabemos que Jacobito aprendió a leer y a garabatear su nombre antes
de los cinco años gracias a las enseñanzas de su madre, quien, además, les
daba a sus hijos clases de religión por medio de la lectura bíblica. A pesar
de la fuerte influencia materna, que tuvo el efecto de un sólido sostén en la
infancia de Jacobo, se tomó en cuenta la herencia genética suiza. El padre
fue capaz de educar parcialmente a su hijo de acuerdo con las rigurosas
normas helvéticas, que más adelante le servirían al niño para salir adelante
en la vida. Dado el importante papel que sus padres desempeñaron en
su formación infantil, esta doble influencia religioso-cultural sería la base
sobre la cual se formaría la compleja personalidad del futuro gobernante
guatemalteco, cuyo significado trataré de explicar en esta biografía.
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Los tres hijos nacieron y vivieron muchos años en Xelajú, lo cual
indica que durante toda su niñez y parte de la adolescencia, nunca salieron
de la ciudad altense ni en el hogar cambiaron los hábitos y costumbres
tradicionales que imperaban en la localidad. No conozco la casa de
nacimiento de Jacobo, pero tengo entendido que la familia vivía en un
barrio ladino de la ciudad de colinas pedregosas, al lado de otros ladinos
pequeño burgueses como ellos. Este desconocimiento de la casa natal es
una pena porque repasar, aunque sea brevemente, los lugares donde ha
nacido, vivido o por donde ha pasado un biografiado los primeros años
de su vida, es como hacer un viaje fascinante que alimenta el imaginario
del público lector no especialista, al dotar de significado la primera
parte de la existencia del personaje por conocer. Así que lo único que
puede asegurarse, y esto no deja de ser importante, es que Jacobito y sus
hermanitas no tuvieron una niñez cargada de limitaciones. Sus padres
no fueron nunca pobres que malvivieran en infrahumanas condiciones,
como la mayor parte de los indígenas guatemaltecos. Vivir en condiciones
económicas limitadas las conocería Jacobo personalmente antes de cumplir
veinte años, ya que su vida como adolescente tuvo sus golpes, los cuales,
sin embargo, contribuyeron a formar su conciencia y serían para él muy
importantes en su futura existencia como político revolucionario. Para
despertar el interés y avivar el recuerdo, es nuestro deber mencionarlo
desde ya, por estar íntimamente vinculado a las preocupaciones y a
luchas políticas cotidianas, a menudo polémicas, del futuro presidente
guatemalteco.
Como madre, Octavia fue una mujer apegada a los estrictos lazos
sanguíneos que la unían a sus hijos, de quienes además de madre fue
tutora, lo cual podría catalogarse de típico en un hogar tradicional. Era
una familia formada por un hombre y una mujer casados y con hijos
biológicos; de hecho, el único aceptado en la sociedad de la época. Doña
Tavita, como toda mujer ladina de clase media que se respetara, era una
persona piadosa muy dada al rezo y a la lectura. Las paredes de la casa
estaban llenas de cuadros y figuras de religiosos. El mundo exterior,
abierto y excitante para la juventud, lo encontraba ella muy propicio para
la perdición de las almas, pero los fuertes sentimientos que tenía sobre la
religión pesaron menos cuando se trató de que Jacobito decidiera salir a la
calle con sus amiguitos a hacer travesuras propias de su edad. Cuando el
niño se propasaba en el horario de juego callejero, al regresar a casa tenía
que prepararse para una buena reprimenda y a veces, para algo más fuerte.
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
Tanto doña Tavita como Hans Jacob, su esposo, solían instruir a su
hijo, no sólo con el fin de que aprendiera buenos modales sino también
para que fuera aceptado por sus compañeritos de juegos como un niño
quezalteco más y no el hijo de un extranjero. A sus compañeros de juego
Jacobito les caía bien, porque en todos los deportes que hacía llevaba la
voz cantante. Como líder carismático, siempre se mostraba predispuesto a
dar el ejemplo con sus esfuerzos por ganar y por ayudar a sus compañeros
de equipo a salir adelante. Era el cerebro de los equipos que dirigía, por
tener la habilidad de comprometer y llevar al triunfo a sus compañeros de
juego. Jugar para ganar se convirtió en su pan de cada día.
A su padre, el boticario, apenas lo veía Jacobo durante el día. Trabajaba
en la farmacia establecida años antes por su tío, Louis Gröbli, fundador
de Gröbli & Hutter, una pequeña sociedad comercial importadora de
medicamentos alemanes en la ciudad de Xelajú. Con el paso de los años,
el padre de Jacobo llegaría a ser socio comercial del tío. Mientras tanto, el
poco tiempo que el padre pasaba en casa, contribuyó a que el pequeño
Jacobo no aprendiera de él el idioma alemán, por lo que sólo hablaba
castellano y algunas palabras en quiché, el principal idioma nativo de
Quetzaltenango. Esto no significa que no le interesase lo suizo. Por el
contrario, hasta los últimos días de su vida habló con frecuencia y gran
admiración de Suiza.
Después de su matrimonio con el joven suizo, doña Tavita decidió
dedicarse exclusivamente a las labores domésticas en la casa familiar y a
trabajos de costura, la que había sido siempre su afición, lo cual la hizo
muy independiente en la toma de decisiones familiares. Jacobo no nació ni
creció en la pobreza. No nos es posible reconstruir paso a paso la primera
parte de su infancia, pero sí es posible asegurar que los primeros años de
la vida familiar estuvieron enmarcados en una dichosa felicidad hogareña.
Los Árbenz Guzmán llegaron a constituir una familia bien establecida
de clase media. En su casa imperaba la ternura, ya que Jacobo Árbenz
padre era un hombre amoroso, responsable y respetuoso de las tradiciones
familiares. Sin embargo, aunque el primer viaje a sus raíces lo hizo Jacobo
padre cuando Jacobito tenía aún menos de un año; el segundo en 1920,
cuando el pequeño tenía ya siete años, es posible que lo haya recluido
en una invisible tristeza y melancolía, por la falta de cercanía y ternura
paterna. La ausencia diaria del padre cuando era boticario a tiempo
completo dejó también huella en el recuerdo del hijo, pero nunca como
la larga temporada que el padre pasó en Suiza la segunda vez. Como todo
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niño acostumbrado a jugar con su padre, en él prevalecían los sentimientos
de distancia y ansiedad por el retorno del papá.
Después de un largo compás de espera, Jacobito pudo comprobar que
la vida podía continuar sin la presencia en casa de su padre. Se ha dicho
que de niño era bastante introvertido y que este rasgo de su carácter fue
uno de los motivos de que encontrara refugio en la soledad reconfortante
de la pasión por la lectura y el estudio. Su introversión no significaba
sumisión. Su tendencia a permanecer callado cuando otros hablaban
tampoco significaba timidez. Con su temperamento tranquilo, nadie se
hubiese imaginado que el pequeño Jacobo se convertiría algún día en el
principal artífice de una revolución. Faltaba mucho aún para que triunfara
una revuelta popular que se conocería como Revolución de Octubre de
1944, y todavía otros años más para que llegara a Presidente de Guatemala
y a ser un decidido impulsor del Decreto 900 de Reforma Agraria.
Jacobo era una cabeza pensante y meditativa, alguien no dispuesto a
obedecer sin más, sino a tomar decisiones y a dirigir o conducir a otros
hombres. Sus dotes de mando eran cualidades connaturales, de alguien
nacido para ser obedecido. Ya en la escuela se caracterizó como un niño
muy popular entre sus compañeros de clase, lo cual se reflejaba en ser un
alumno aventajado, de mucho talento; y también en el ámbito deportivo,
como lo prueba su permanente designación como capitán del equipo
de fútbol, el principal juego en el patio durante los recreos. Su carácter
estable y bonachón, y la manera tan desenvuelta de hacerse cargo de todo,
seguramente eran causantes de su popularidad. No cabe la menor duda
que su éxito para comunicarse, saber tomar decisiones por otros, y ser un
gran organizador desde su época de líder juvenil marcará profundamente
su futuro durante sus años previos a jugar un papel de primer orden en la
política guatemalteca.
Por el contrario, no sabemos hasta qué punto Jacobo padre llegó a
tener éxito como farmacéutico. Según se nos ha relatado, el padre tuvo
hacia su hijo una actitud dura conforme el niño se hizo adolescente y luego
hombre. Posiblemente tenía esto que ver con el avance de su enfermedad,
de la cual no obtuvimos mucha información. A principios del siglo XX
muchas enfermedades, incluyendo cánceres, requerían de morfina para
paliar los dolores permanentes. Los enfermos se volvían muy irascibles
y Jacobo padre no fue la excepción. Su mirada de enfado permanente
fue objeto de comentarios entre su clientela. Aunque no era un hombre
avaro, se mantenía atado día y noche al negocio, deseoso de atender
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las necesidades de medicinas de su clientela, pero también las de una
enfermedad aparentemente degenerativa que comenzó a afectarle poco
después de haber desposado a Octavia. La enfermedad le producía mucho
dolor en partes vitales de su cuerpo y, para mitigar su dolencia, utilizaba
morfina muy a menudo, no siempre con éxito. De ahí que, cuando el dolor
corporal le era insoportable, mirara a sus clientes y al hijo con mal humor,
y, al mismo tiempo con tristeza y nostalgia en dirección a su vieja Suiza, su
lejana tierra querida donde residían sus padres, otros allegados y amigos.
El hacerse del tío en la farmacia le dio independencia y medios
financieros necesarios para viajar en dos oportunidades a Suiza, con la
finalidad de someterse a tratamientos médicos en sanatorios de montaña,
los cuales no se caracterizaban por ser precisamente baratos. Los viajes
a Suiza de Hans Jakob alteraban la vida de toda la familia, convirtiendo
sus pasados sueños en incertidumbre, ya que dejaba a su mujer e
hijos descuidados y ante un futuro incierto. Las largas temporadas de
irremediable soledad afectaban mucho a su joven esposa, hijas y a su hijo
Jacobo. Indudablemente lo que más les afectaba, era la incertidumbre
de si le quedaba poco tiempo de vida o regresaría sano algún día. Esta
prolongada ausencia causó en su actitud cotidiana los normales altibajos
de una madre que no tenía un hombre en casa y de quien sólo recibía
cartas, donde le contaba lo mal que lo estaba pasando sin ella y los niños.
Sólo el carácter firme de doña Tavita mantuvo a la familia emocionalmente
estable, según recordaría su hijo siempre.
Teniendo en cuenta el casi total desconocimiento de las peculiares
circunstancias de la niñez de Jacobito, la falta de testimonios vivos -además
de las pocas personas que lo conocieron muy de cerca o trabajaron con
él, además de su hijo, con quienes conversé detenidamente-, nos ha
impedido conocer la relación que existió entre el pequeño Jacobo y sus
dos hermanas. Para un biógrafo, esto es equivalente a haber perdido una
invalorable riqueza de datos que nunca se tendrán al alcance de la mano.
Las largas ausencias del padre nos hacen creer que en su hogar uno de los
valores más fuertes cultivados por su madre fue fomentar la unión entre
sus hijos, y también se recuerda que todos comían helados hechos en casa.
Se dice que las hermanas de Jacobo tenían una estrecha relación con su
madre, pareciéndose mucho en el carácter, y que desde niñas hablaban
con notoria madurez, compartiendo con ella las responsabilidades del
hogar. Mientras ella hacía la comida, una de sus hijas la ayudaba haciendo
la limpieza y la otra lavando la ropa sucia y tendiéndola para secarla al
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sol. Ambas muchachas tenían mucho carácter, eran de temperamentos
fuertes. Tal y como ella, no se dejaban de nadie. A su madre le gustaba
confeccionarles sus vestidos para que las dos niñas ladinas parecieran
muñequitas suizas. Posteriormente, las hacendosas hijas, convertidas ya
en atractivas muchachas que tenían inquieto al cura gallego de la iglesia
del Calvario, cogerían sus caminos por la vida, casándose Anna Arabella
el 30 de junio de 1929 con Roberto Aparicio Paganini, miembro de una
prominente familia quezalteca; y Octavia Silva el 25 de noviembre de 1946,
con Charles Kenneth Simmons, miembro de un prominente bufete de
abogados de la ciudad de Kansas, EE.UU., con una sucursal en Guatemala.
Es evidente que el pequeño Jacobo no siempre tuvo en casa a un
hombre que le sirviera como guía a seguir en la niñez, o como modelo
ejemplar en la juventud; no había un contrapeso del padre a la influencia
de la madre, quien forzosamente tuvo que hacer de cabeza de la familia,
además de sus tareas domésticas cotidianas, y de las hermanas, lo que
posiblemente no benefició al futuro Presidente, a quien siendo gobernante
se le achacaría, a menudo, actuar como títere de su esposa y ser objeto
permanente de su manipulación.
Conforme el pequeño Jacobo fue creciendo, el niño que por nacimiento
era medio suizo y medio ladino, de naturaleza muy tímido, que hablaba
poco con los extraños y que sólo compartía juegos con sus hermanitas
en la sala de la casa, comenzó a jugar canicas con los otros niños en las
calles tan tranquilas como polvorientas de la vecindad. Jacobo recordaba
de adulto que, debido a que casi no habían carros que al circular pusieran
en peligro la integridad física de los transeúntes, además de jugar canicas
con los amigos del barrio, de niño pasaba gran parte del día en la calle,
dando de patadas a una pelota multicolor de goma, derrochando energía
a más no poder en el principal juego de ocio popular. Cuando la bola ya
no daba para más por estar ya desinflada de tanta patada, de algún lugar
salía otra, a veces de trapo o descosida, y el juego continuaba. Sólo los
aguaceros de los fuertes temporales en la época de lluvias, que a veces
dificultaban la visibilidad en pleno día, eran capaces de interrumpir los
juegos callejeros. Todo esto convirtió al niño “suizo” que había nacido
y crecido entre sábanas blancas y lleno de mimos, en otro niño más del
pueblo quezalteco, que aprendía los trucos del fútbol infantil viendo las
destrezas y soportando las irritantes rudezas de los niños mayores que
hacían de contrincantes.
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La vida deportiva al aire libre de Jacobo Árbenz, según contaba décadas
después el biografiado, se inició en la época del niño que descubre su
afición a las canicas, al fútbol callejero y a andar en bicicleta. La época en
que después de un duro partido regresaba a casa sudado y cansado, con
hambre y mucha sed, con la ropa hecha un asco y con la camisa rota, a
contarle a su madre sus más recientes incidentes futbolísticos y lo mucho
que le dolían los pies por las numerosas ampollas que le habían salido
de tanto jugar con un pequeño grupo de niños para meter goles en la
portería enemiga. Como es sabido, el fútbol aunque fuese de niños, es un
deporte rudo e intenso, pero también lleno de tácticas y estrategias para
vencer al enemigo en el terreno de juego. Doña Tavita fungía para su hijo
como máxima autoridad deportiva doméstica, sólo ella lo comprendía y
le prestaba atención a sus quejas infantiles y una estimable ayuda, para
superar esos cotidianos incidentes personales tan importantes en la vida
futbolística, como eran los empujones, codazos, zancadillas y patadas
en las espinillas de los otros jugadores, a quienes él también las había
proporcionado, pero con más rudeza a los otros niños, además de botarles
los dientes a más de uno por llevárselas de gracioso. Nadie le inspiró y
secundó para jugar, ni le dio tanto calor humano a lo largo de su vida,
como doña Tavita.
Con el paso de los años, jugar fútbol, “entrenar”, como alegremente
solía decir, pegando de carreras pateando la pelota en la calle hasta entrado
el atardecer en que se ponía el sol, se volvió rutina para Jacobito. Era
mejor que estar encerrado en la casa. Jacobo aprendió a jugar descalzo,
como los otros niños y adolescentes. Sus pies se acostumbraron a dar
tremendas patadas a la portería enemiga y, a veces, a otros niños jugadores
que lo provocaban con golpes inesperados o insultos, como cuando le
llamaban “suizo”, que ya dijimos que era para él un insulto. El castigo no
se hacía esperar, hasta convencerlos de la desventaja en que se colocaban
mofándose de él teniéndolo de frente. Se hizo prohibido pelear antes,
durante o después de jugar pelota, y poco a poco se cumplió con ese
reglamento, observándose buena conducta con el paso del tiempo. Esas
rencillas de niños fueron terminando conforme la vida hizo cada vez
mayores y más apacibles a los niños del vecindario. Abrumados por la
pobreza, la economía de subsistencia y el éxodo de familias enteras a
la capital, los vecinos se tranquilizaban viendo que sus hijos jugaran y
aprendieran poco a poco a convivir aferrados a sus tradiciones y raíces
populares. Para doña Tavita, era bueno que Jacobo descargara su energía
jugando fútbol con sus amigos. De hecho, lo veía como una bendición de
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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Dios, pero eso sucedía hasta las 6 p.m. en punto, hora en que su mamá lo
llamaba para entrar a la casa.
Una anécdota de su niñez que le gustaba referir a Jacobo Árbenz en
círculos familiares fue una aventura infantil en la cual fue protagonista, y
que refleja su carácter y espíritu inquieto. Como uno de juegos era montar
bicicleta en la calle, tomando en dirección inesperada para desorientar a
sus compañeros, un día se fue con su primo a un lugar de terreno escabroso
e inapropiado. En dicho lugar estaba el Jefe Político local, revisando la
construcción de un puente. Tanto él como las demás personas que le
acompañaban quedaron asombrados al ver la destreza con que Jacobo y
su primo manejaban sendas bicicletas, su valor y audacia infantil al pasar
en diversas ocasiones por encima de una tabla angosta que unía las dos
partes del puente en construcción, sin el menor temor de caer al vacío
desde una considerable altura, poniendo más que nerviosos a quienes los
observaban. El juego cesó cuando el Jefe Político mandó que los agarraran
y les jalaran las orejas, lo cual fue imposible, por la velocidad con que los
niños desaparecieron de la escena. A los primos les gustaba arriesgarse
al máximo conduciendo sus bicicletas en los lugares más peligrosos y de
difícil acceso, lo que los hacía sentirse diferentes y superiores a los demás
niños de su edad. Era entonces cuando más se ponía de manifiesto la
incipiente fuerte personalidad del pequeño Jacobo.
Muy pronto Jacobito demostró que, al igual que su madre, y a diferencia
de su padre, tenía un gran sentido del humor. Aunque nunca trató de
hacerse el gracioso, sus ocurrencias infantiles mostraban que poseía un
humor fino, irónico, con la persona adecuada y en el momento adecuado.
Cada día, desde muy temprano, solía reír doña Tavita a carcajadas ante
su más mínima ocurrencia. En casa Jacobo se burlaba, por ejemplo, de
los golpes que recibía en las peleas escolares, peleando con otros niños,
dejando entrever que los contendientes que se le enfrentaban, salían
siempre peor parados que él. No pretendía que un golpe no le causara
dolor sino que, pese a ser apacible, sabía defenderse cuando se indignaba.
Esto lo demostró más que verbalmente un día en clase.
Desde muy niño mostró Jacobito estar en contra de víctimas de la
injusticia, especialmente de los castigos corporales que practicaban los
maestros más severos, que consideraban que con la aplicación de métodos
de “mano dura”, meterían en cintura a los niños traviesos, rebeldes,
indisciplinados o alborotadores. Sentía que era humillante para un niño
indefenso tener que soportar castigos corporales de sus maestros, ya que
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
éste no tenía derecho a pegarle en público ni en privado por el solo hecho
de ser una autoridad. Debía amonestársele, censurársele, pero no pegarle,
decía a su madre. En una ocasión dio la cara por otro niño que no tuvo
el ánimo de aceptar su indebido comportamiento. Así que el recibir los
inmerecidos azotes, dio ejemplo de valor y entereza a sus compañeros,
soportando estoicamente el dolor que producían los golpes en sus carnes.
Según una persona que lo conoció siendo niño, Jacobito era muy
simpático y bueno, pero ya se veía que tenía un carácter fuerte y no se
dejaba de nadie. Esto lo demostró un día que un maestro le puso las
manos encima frente a los alumnos porque creyó que Jacobito se había
burlado de él imitando su voz chillona. Había sido otro niño sentado cerca
de él. La respuesta de Jacobito fue darle un reglazo al maestro, dejando
boquiabiertos a todos, incluyendo al maestro quien al comprender el error
que había cometido, le pidió disculpas y lo respetó de ahí en adelante. La
lección es que el ser pequeño no significaba que fuera inerme e impotente,
y que tuviera que soportar el abuso, la arbitrariedad y la violencia de los
mayores.
Como doña Tavita le había enseñado a sus hijos que eran pecados
graves la vagancia y el no tener voluntad, ni ideales en la vida, Jacobito
aprendió a ser una persona trabajadora, llena de energía en todo lo que se
proponía hacer. Lo demostró con las tareas escolares que hacía en clase o
en casa, en las cuales obtenía notas sobresalientes. Esto le hacía acreedor
a los permisos para, después de regresar de la escuela, jugar en casa con
sus hermanitas durante muchas horas o en la calle con otros niños. A
los deportes que hacía desde niño, les ponía siempre mucha fuerza de
voluntad. No le importaban los golpes que recibía.
Lo de tener ideales en la vida vendría después. Por lo pronto, a los
desconocidos que lo trataban, Jacobito les daba la impresión de ser un
niño mimado y huraño, quizás por ser hijo (varón) único, pero al tomar
confianza con cualquier persona que no pertenecía a su círculo familiar y
visitar su casa más frecuentemente, se comportaba con la naturalidad de
un niño de su edad y se le veía muy feliz, inmerso en todo tipo de juegos
infantiles con sus hermanitas. El carácter jovial y abierto de doña Octavia
hacía de su casa un centro de reuniones, con sus amigas que llegaban
diariamente, una tras otra o en alegre grupo, a pasarle toda la información
y rumores que circulaban por el barrio y en la ciudad.
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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Las primeras pautas de su futura singular existencia, las dio Jacobo
precisamente en su edad escolar. Desde un principio demostró tener una
inteligencia fuera de lo común. Rápidamente asimilaba todo cuanto le
enseñaban. Le fascinaba hacer preguntas difíciles y poner en aprietos a sus
maestros. Por su parte, procuraba dar respuestas lógicas, pero no fáciles de
contestar para la mayoría de los niños de su edad. Doña Tavita solía referir
lo preguntón que era Jacobo de niño, por ejemplo cuando preguntaba si
su padre iba a regresar. Siempre presionó a sus interlocutores a explicarle
aquello que no comprendía, aunque sus preguntas excedieran los límites
del conocimiento de éstos.
Su talento natural, unido a su espíritu inquisitivo, logró ser satisfecho
con la lectura, que doña Tavita estimulaba. Fue gracias a ella que desde
niño se convirtió en un gran lector de la Biblia y que su mente se llenara
de conocimientos impensables en otros niños de su edad, que no tenían
condiciones para ello. Al principio leyó en casa todo aquello que tenía a
la vista y caía en sus manos. Más adelante comenzó a pedirles prestados
libros a los padres de sus amigos. Aunque no se conocen con exactitud
los libros formativos de su niñez y adolescencia, en más de una ocasión
comentó que gustaba de leer biografías de grandes personajes. Es muy
posible que esta inclinación le haya conducido a interesarse por la historia
universal, que fue uno de los grandes temas de su preferencia a lo largo
de su vida. Se cuenta que hacía anotaciones manuscritas en los bordes de
las páginas y que, a veces, su madre lo reñía por ello. Paradójicamente, su
ansia por saber le apartó intelectualmente de la mayoría de sus amiguitos.
Como él mismo reconoció años más tarde, en muchas ocasiones prefería
la soledad y tranquilidad que proporcionaba la lectura y el estudio, a
estar perdiendo el tiempo en juegos que ya le parecían infantiles y, por
consiguiente, cada vez más aburridos para un joven que deseaba madurar
a pasos agigantados. Jacobo se convirtió en un gran conversador cuando
consideraba que sus palabras no caerían en el vacío, sopesando muy
bien lo que decía y analizando con detenimiento lo que escuchaba. Por
lo general, sus interlocutores se asombraban de los conocimientos del
niño y quedaban convencidos de que llegaría muy lejos, lo que no es
sorprendente, si tomamos en cuenta que sus maestros lo consideraban no
sólo como un alumno ejemplar, sino que como un futuro triunfador.
De su padre sacó Jacobo el deseo de superación y el espíritu
perfeccionista que le llegó a caracterizar. También le llegó a deber la risa
franca, la seriedad y el buen talante cuando la ocasión lo ameritaba. Sus dos
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
prolongadas ausencias, así como su enfermedad y fármaco-dependencia
le crearon al suizo fama de hombre extraño. Pese a estar cubierto de
respetabilidad por estar casado con una ladina y haber procreado con
ella dos niñas y un niño, circulaban rumores de todo tipo sobre su salud
corporal y mental. En la farmacia era una persona afable y trabajaba con
gran ahínco en medio de sus tormentos, pero era obvio que la enfermedad
le minaba también el carácter.
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
Capítulo III: Adolescencia y juventud
Jacobo Árbenz Guzmán fue un self-made-man, un hombre hecho a
sí mismo; pero, antes de 1944, con sus defectos y sus cualidades, fue el
producto de un medio social y de un régimen político. A través de su
historia, aparece la historia de Guatemala desde principios a mediados del
siglo XX. ¿Para qué serviría conocer la biografía de los primeros años de la
vida de un futuro hombre de Estado, si al mismo tiempo no fuera posible
bosquejar el cuadro de su país, de sus compatriotas y de su época? He aquí
por qué es necesario conocer al niño que se hace hombre. La pregunta
¿Quién fue, antes de octubre de 1944, Jacobo Árbenz? es lo que trataré de
responder a continuación.
Al crecer, además de dar cada vez más muestras de su gran compresión
intelectual, perseverancia y disciplina de trabajo, Jacobo se volvió robusto,
lleno de energía y con gran fuerza corporal. Hacía sentir su presencia con
solo entrar a algún lugar. Tenía mucha seguridad en sí mismo. Siguió
practicando deportes populares como el fútbol, pero en la adolescencia se
aficionó a la lucha libre, primero, y al boxeo, después. Este último deporte
requiere tanto una buena constitución física, como mucha agilidad en
los movimientos de piernas, pero también mucho cerebro para estudiar
al contrincante. Jacobo se hizo famoso por sus certeros ganchos que
intimidaban a sus oponentes antes de entrar en combate; tenía tanta fuerza
que al menor descuido dejaba tendido a su opositor, a quien no le quedaba
mucho ánimo para volver por más. Se ha mencionado la manera casual
como Jacobo decidió pasar de la lucha libre al boxeo. La anécdota es tan
reveladora que vale la pena repetirla, ya que refleja la personalidad del
biografiado. Y es la siguiente:
Como era costumbre en Guatemala, los amigos solían alegrarse
espiritualmente ingiriendo bebidas estimulantes en cantinas de barrio.
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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Cuando salían de ellas, se acompañaban hasta sus casas, si éstas quedaban
por el mismo rumbo. En una ocasión, después de una sesión de buenos
tragos, caminaba Jacobo con un amigo en una callejuela de Xelajú y vieron
que se dirigía hacia ellos el campeón de box local, conocido también por su
arrogancia. Al verlo, el amigo de Jacobo sugirió que se bajaran de la acera
porque era muy estrecha y podía surgir un conflicto. Jacobo le respondió
que él no se bajaba de la acera para darle el lugar a nadie, aunque se tratara
del campeón de box del universo, y siguió su camino con paso más firme.
Al toparse ambos frente a frente y no estar ninguno de los dos dispuestos a
cederle el paso al otro, surgió el conflicto, pero gracias a Dios y a los puños
de Jacobo poco después el campeón de box estaba tendido en la calle con
los brazos en cruz. Al recuperarse, prefirió hacerse amigo de quien lo había
derribado al primer asalto, invitándolo a visitar el gimnasio donde él era
el entrenador. Su propuesta no cayó en saco roto. Jacobo se apuntó de
inmediato y pronto se hizo común que venciera a cualquier contendiente
en el cuadrilátero, golpeándolo con sus poderosos puños, ya que su fuerza
física, heredada de su padre, era impresionante. Aún no era mayor de edad
y no había quién no lo viera en la ciudad con admiración y respeto.
El uso de la táctica y estrategia en el deporte es muy útil para superar
el agotamiento físico cuando éste llega a producirse, pero también son
importantes la autoestima y la autoconfianza, así como la voluntad y certeza
del guerrero de poder vencer al oponente. Y esta actitud la demostraba
Jacobo igualmente cuando comenzó a participar en campeonatos del
barrio de hacer el pulso con el puño cerrado. Siempre vencía al oponente.
Sus contendientes eran, por lo general, sus propios compañeros de juegos,
y a veces hasta personas mayores. En el caso de la lucha de brazos, como
también es llamada, no sólo intervienen los puños cerrados sino también
los dedos, las muñecas, antebrazo, hombro, espalda y fuerza abdominal.
Todo se ponía tenso en cuanto los contendientes apoyaban los codos sobre
la mesa y entrelazaban sus dedos. La capacidad mental y la aplicación
de la psicología del guerrero tenían más peso que la fuerza física. Con
su habilidad para superar cualquier dificultad, Jacobo fue desde su
adolescencia un reconocido pulseador de peso pesado.
La imagen que tenemos de Jacobo Árbenz adolescente es la de un
joven de figura espigada y de aspecto fuerte, que se destacaba tanto física
como intelectualmente, contrastando con los demás jóvenes de su edad.
En la escuela secundaria era uno de los de mayor estatura y rendimiento
escolar, de comportamiento recatado y gran poder de observación. No
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
hablaba mucho y hasta podía parecer un muchacho tímido por la manera
como sonreía, pero hacía notar su presencia, no pasaba desapercibido
aunque no deseara llamar la atención. Es posible que disfrutara saber que
vivía intensamente cada día que pasaba y que jugaba un papel protagónico
dondequiera que se encontrara. De aquí es posible que surgiera su gran
capacidad de soñar, que le acompañaría incluso durante los años de la
presidencia guatemalteca.
Además del boxeo, Jacobo disfrutaba el polo a caballo, para lo que
se requería ser muy buen jinete, además de poseer destreza, agilidad
y habilidad física. Corretear detrás de la bola y burlar al adversario
golpeándola con fuerza antes que él, era una de sus especialidades. Su
equipo ganaba siempre y él, personalmente, se ganaba una legión de
admiradores, especialmente en el medio femenino. Solía decir que lo que
más le gustaba de los caballos que montaba era su fortaleza, su velocidad,
su decisión y su lealtad. En las ocasiones que Jacobo jugaba con su equipo,
se formaba un concurrido como entusiasta público que llegaba a admirar
a su estrella, lo cual le llenaba de orgullo. De hecho, todos los deportes
que practicaba Jacobo los ejecutaba casi a la perfección, como si fuese
un profesional. En todos los deportes en que tomaba parte llegaba a
convertirse en el principal atractivo, en el centro de la atención del juego.
Cuando vivió en la finca que administraba su padre, se aficionó a montar
caballo, llegando a ser muy buen jinete, al punto que siendo ya oficial del
ejército fue el capitán de un equipo de polo, deporte muy en boga entre la
gente adinerada del país. Su rudeza y valentía en los deportes contrastaba
con su buena educación que infundía confianza a sus amigos y su gran
sensibilidad humana, indudable herencia de doña Tavita.
No parece que mostrara algún interés especial por las mujeres; los
encuentros que hizo con muchachas pueden verse como fogueos para el
momento que conoció a la mujer de su vida, la joven salvadoreña María
Cristina Vilanova, de quien se enamoró desde el momento en que le fue
presentada y con quien estaría unido hasta el día de su muerte. Asimismo
era conocido su legendario “abrazo de oso”, capaz de paralizar y asfixiar a
quien lo recibiera.
En la creencia de que el trabajo al aire libre le sería más sano, el
boticario aceptó la oferta de un amigo alemán para administrar una
pequeña finca de café situada en las tierras bajas de Quetzaltenango, la
llamada Bocacosta. Puede que el destino de Jacobito haya sido sellado
con el traslado de la familia Árbenz Guzmán de la ciudad al medio
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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rural cuando él tenía trece años. Fue en esta finca donde Jacobito tuvo
una gran conmoción al encontrarse con la realidad de su país: conoció
personalmente las grandes miserias y el alto grado de explotación a que
eran sometidos los campesinos indígenas por los finqueros, que veían en
ellos simple mano de obra esclava. Lo que más impresionó al adolescente
Jacobo Árbenz al entrar en contacto con el medio campesino, fueron los
abusos a que éstos eran sometidos por los finqueros, administradores,
capataces y supervisores.
Existía la creencia de que esa selecta élite de los finqueros alemanes
eran personas muy trabajadoras e inteligentes, y que eran esos atributos
los que los enriquecían rápidamente produciendo café para el mercado
exterior. Estaban convencidos de que el enriquecimiento dependía de que
produjeran café de buena calidad, es decir que lo que dieron en llamar
“grano de oro” se cultivara la variedad más apropiada a una determinada
altura de la montaña (entre 1,200 y 1,600 metros sobre el nivel del mar),
y que la producción contara con una receta perfecta para buenas prácticas
de manejo en las plantaciones y en el beneficio del grano seco. Nadie
tenía interés en reconocer que el verdadero “secreto” del enriquecimiento
de los finqueros, se debía a las facilidades que les daban los gobiernos
entreguistas de turno para hacerse propietarios de grandes extensiones
de tierras y, en especial, al buen funcionamiento de las leyes de trabajo
forzado que habían decretado en diversas épocas, con la única finalidad de
someter impunemente a los campesinos a condiciones de severa esclavitud
productiva. La opresión y explotación de la mano de obra indígena era el
verdadero “secreto” del enriquecimiento de los patrones blancos.
La estadía de Jacobo Árbenz Guzmán en una finca de café fue una
etapa que lo marcó para siempre y sobre la cual solía conversar en tono
grave, pero solo con sus familiares y allegados. En las fincas de café no
solamente trabajaban como esclavos la aplastante mayoría de los adultos,
hombres y mujeres, sino que los menores de edad estaban privados de ir a
la escuela y obligados a trabajar al lado de sus padres desde los cinco años.
Las familias solían ser numerosas porque las mujeres parían los hijos que
Dios, con ayuda del marido, quisiera mandarles. Los hombres hacían los
trabajos más pesados en las plantaciones, pero las mujeres trabajaban igual
o más que sus maridos en la recolección del fruto maduro, invirtiendo
mayor esfuerzo laboral porque, además de los trabajos que hacían en las
plantaciones al lado de sus maridos, tenían que realizar labores domésticas,
que cada día las extenuaban al límite. Y esto sin contar con que el trabajo
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
en las fincas se realizaba diariamente en condiciones de vida o muerte,
debido a que los trabajadores debían cortar el café en situación de riesgo,
pues las plantaciones solían estar llenas de serpientes venenosas, cuyos
venenos no contaban con antídotos y, en cuestión de minutos, penetraba
a gran velocidad en la sangre, afectando órganos vitales. Se jugaban la
vida diariamente, paso a paso. Los gritos de los que habían sido mordidos
y las graves consecuencias que les seguían, se volvieron tan normales
como cantar mientras se trabajaba. Lo peor de todo, es que los capataces
atribuían estos “accidentes” laborales a la negligencia de los trabajadores, a
fallas humanas. Según los capataces, el trabajador debía “revisar” siempre
el lugar donde iba a laborar.
Jacobo no tuvo en la finca la vida privilegiada por ser el hijo del
patrón o del administrador, pues el hijo era tratado por su padre como si
fuese un peón más. Esto era necesario por si algún día Jacobo quería ser
administrador de su propia finca, por lo que iniciaba el aprendizaje desde
el puesto más bajo en la escala de trabajador. Desde el primer día de su
entrenamiento como futuro patrón debía levantarse antes de la salida del
sol y hacer sus tareas de acuerdo con las necesidades o prioridades en la
finca. Las jornadas laborales eran extenuantes, aptas sólo para gente recia.
En la lucha tenaz del trabajo agrícola, desde preparar la tierra para sembrar
maíz y hacer la milpa, como hacer tareas de limpieza, sembrar y cuidar
los almácigos hasta convertirse en plantas, cortar café en la temporada de
cosecha, conocer cómo se llevaban a cabo todas las tareas relacionadas con
el secado del café, y hasta aprender a trepar a la copa del árbol más alto,
era considerado trabajo necesario, y Jacobo tenía que aprender a realizarlo.
En la primera mitad del siglo XX, la agricultura era el sector productivo
más importante de Guatemala. Sin embargo, los campesinos eran vistos
como ciudadanos de segunda categoría, eran la población mayoritaria pero
estaba obligada a vivir entre sombras pese a ser la creadora de la riqueza
nacional. En las fincas los campesinos andaban descalzos y vestidos con
harapos llenos de barro adherido. Sus viviendas no podían ser consideradas
casas, sino más bien chozas primitivas de guano, de una sola habitación en
donde a menudo cohabitaban varias familias, se cocinaban los alimentos
en un fogón con leña y todos dormían en el suelo de tierra, al lado de los
animales domésticos cuando los había, como perros famélicos, cerdos y
gallinas. El techo de las chozas solía ser de palmas. Casas de madera o adobe
con tejados de zinc sólo las tenían el dueño y el administrador. El agua que
se utilizaba para cocinar, beber u otros menesteres, podía ser de lluvia, que
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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se almacenaba en recipientes de metal generalmente llenos de insectos y
alimañas muertas, que producía múltiples enfermedades al ser bebida. En
casi todas las fincas había nacientes cercanas de agua que se aprovechaban
para las necesidades más inmediatas. Los más afortunados se abastecían de
agua de pozo y otros, menos afortunados, tenían que acarrear desde largas
distancias el agua de los ríos y las quebradas, doblegados bajo el peso de
las cubetas que les encorvaban las espaldas.
Lo peor de todo era que los trabajadores estaban ya tan acostumbrados
a malvivir sembrando y cosechando maíz y frijol para medio alimentarse y
poder sobrevivir, y a hacer sus tareas cotidianas en semejantes condiciones,
que soportaban su miserable vida como algo natural, como si ya no les
importara ser tratados más que como seres humanos como animales de
trabajo sometidos a la explotación de los propietarios, desde antes del
amanecer hasta después de la puesta del sol. En las épocas lluviosas o de
frío invernal, llovían las enfermedades infecto-contagiosas, endémicas y
mortales. No existía un médico ni personal sanitario de ninguna clase. Ni
siquiera medicinas para aliviar las temperaturas que pronto se convertían
en fiebres mortales. La ropa que todo el mundo llevaba puesta se
caracterizaba por su hedor a excremento, ya que las posibilidades de aseo
eran ínfimas. Esto significa que por falta de aseo personal, todo el mundo
portaba gérmenes que también les abrían las puertas del cementerio, pero
a nadie le importaba el mal olor porque sus olfatos ya no lo sentían.
Jacobo descubrió que los campesinos no habían elegido padecer
de miseria crónica ni ser esclavos de por vida del hombre blanco o su
compinche mestizo. Simplemente fueron convertidos en tales o habían
nacido en una finca, cuyos terrenos les habían sido robados a sus ancestros
por los alemanes o extranjeros de otras nacionalidades. El hombre blanco
era el saqueador, el asesino de indígenas desde los tiempos de la invasión
española. Según expresó el déspota Rufino Barrios, el asesino mestizo
que gobernó el país con mano de hierro de 1871 a 1885, promoviendo
la inmigración alemana, para él 100 familias alemanes valían más que
20,000 indios. Siguiendo este pensamiento típico de los ladinos frente a
los indígenas, despojó de sus tierras comunales a decenas de miles de
campesinos que las poseían desde tiempos inmemoriales y obligó a sus
moradores a trabajar a golpe de látigo para los inmigrantes. “Un terreno vale
por los peones que tiene para trabajarlo y convertirlo en una finca”, escribió
un cínico inmigrante alemán. Desgraciadamente no se equivocaba. Fue de
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
esta manera como el campesino que trabajaba en tierras de la comunidad
se quedó un día sin sus tierras de cultivo, y convertido en esclavo.
Huir de las tierras que le habían sido robadas no le era posible al
campesino si tenía familia. Sin embargo, sí huyeron de la esclavitud miles
de jóvenes solteros en busca de tierras para cultivarlas a escondidas, o
de trabajo en alguna parte. Los más audaces cruzaban las fronteras hacia
Belice o México, donde buscaban enmontañarse para siempre. Muchas
plantaciones se quedaron sin gente antes de ser terminadas. Algunas
familias volvieron. En otras el éxodo fue detenido encarcelando a los hijos
de los peones a manera de rehenes. Muchos que habían huido fracasaron en
el intento, por ser perseguidos por policías rurales y soldados del ejército,
quienes al capturarlos los llevaban amarrados para ser puestos en prisión.
Al salir de la cárcel, los campesinos eran amarrados y regresados a pie al
terruño que los había visto nacer, resignados pero sin perder la esperanza ni
la ilusión de volver a intentar escapar en alguna otra ocasión. La conducción
en condiciones humillantes y muchas veces sin darles alimentos durante
el trayecto, la llamaban por cordillera. Muchos campesinos no llegaban a
su destino pues morían de hambre y sed en el camino. Los que lograban
retornar vivos, se alegraban de volver a ver a sus padres y de tener por lo
menos un trabajo, ya que conseguirlo en otra parte se les había vuelto tarea
muy complicada por el sistema de dominación imperante.
Los dictadores “liberales” como Rufino Barrios, Manuel Estrada
Cabrera y Jorge Ubico, y sus camarillas de funcionarios corruptos, se
robaron miles de caballerías de tierras y se convirtieron en finqueros
cafetaleros. Ante las leyes que ellos mismos habían fabricado a su medida
e intereses, aparecían como patronos respetuosos de la Constitución de la
republiqueta. Gobernaron para establecer y mantener un sistema oligarca
de generaciones de propietarios de grandes latifundios que los hacían
producir con mano de obra esclava. Fueron ellos quienes posibilitaron las
oleadas de inmigrantes alemanes a quienes consideraban de raza superior,
civilizadores, según afirmaban con orgullo patrio. Históricamente se les
ha considerado erróneamente señores feudales, pues en realidad se trataba
de capitalistas agrarios, poseedores de grandes fincas que cultivaban con
esclavos legales, que bajo las condiciones de trabajo arriba descritas les
producían una plusvalía imposible de cuantificar, por el hecho de que la
ganancia provenía de producir café al más bajo costo posible y venderlo
en el mercado internacional al precio más alto posible. Para darle visos de
legalidad al sistema esclavista establecido, emitieron leyes.
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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Según sus relatos históricos hechos a personas de su absoluta confianza,
Jacobo se sintió siempre orgulloso de haber trabajado en una finca como
un peón más, pues aseguraba que ese recuerdo le había ayudado años
después a sacar adelante la Reforma Agraria en Guatemala. De su estadía
en esa finca sacó una conclusión: finquero no era la profesión que elegiría
para realizar sus sueños. Tenía grandes deseos de superación personal
y deseaba tomar la mejor decisión de su vida. Después de satisfacer su
curiosidad acerca de lo que era y significaba una finca para un inmigrante
alemán o suizo, había aprendido que era el peor lugar para la vida de un
campesino guatemalteco, pues vivía como esclavo y cualquier día podía
morir mordido por una culebra, por una enfermedad o simplemente de
hambre o envejecido prematuramente. Muchos niños morían al nacer,
otros días después, y la mayoría que lograba crecer, lo hacía desnutrido
y propenso a todo tipo de enfermedades. Las razones las tenía muy claras
y podía explicarlas hasta el último detalle a quien se las preguntara, por
haber compilado muchas anécdotas de sus pasadas experiencias juveniles
en el medio rural. Un medio que un guatemalteco de la ciudad nunca se
podía imaginar. Generalmente cuando hablaba de ello se ponía serio al
recordar sus pasadas amargas experiencias; en otras ocasiones hablaba con
bastante humor mientras apelaba a su memoria. Había temas relacionados
con su pasada experiencia en la finca que le conmovían siempre que se
refería a ellos: uno era la falta de acceso a la educación de la niñez en el
medio rural, especialmente en las fincas. El otro, no menos serio, era el
tema del racismo, la discriminación y la pobreza en que se encontraba la
población indígena del país.
En las fincas no existían ni escuelas ni personal cualificado para
instruir a los niños campesinos. En la inmensa mayoría de las fincas no
había escuela primaria, en donde se enseñara a leer y escribir a los niños.
Cuando había algún maestro que enseñara las primeras letras, los únicos
beneficiados eran los hijos del patrón, cuando éste vivía en la finca, y los
del administrador. Las escuelitas tenían unos pocos alumnos, a quienes
enseñaba un maestro o maestra empírico envejecido en el lugar juntamente
con sus pocos alumnos quienes se quedaban para siempre en la finca,
trabajando como personal de confianza del propietario, aprovechando
lo que habían aprendido. Algunos abandonaban el lugar en busca de un
mejor destino, se casaban y nunca más ponían las plantas de sus pies en el
caserío donde habían nacido.
Desde la invasión española de 1524, el campesino indígena fue llamado
despectivamente indio y fue visto más como un animal de carga y trabajo
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
forzado que como un ser humano; se les consideró fuerza laboral, y con su
esfuerzo y productividad se enriquecieron parasitariamente. Nunca se les
ha tratado en plano de igualdad ni se han respetado sus derechos humanos
y ciudadanos; su religión, cultura y estilo de vida han sido estigmatizadas
y motivo de mofas dentro de la población ladina. Todo esto lo observó de
cerca Jacobo en la finca, después de reflexionar sobre las advertencias que
desde niño recibía de los ladinos en Xelajú, en el sentido de que “el indio
es peligroso y hay que andarse con cuidado cuando está borracho porque le
sale el instinto asesino en contra del ladino”. El haber comprobado Jacobo
que los indígenas son muy trabajadores y muy agradables de trato cuando
ven en el ladino a una persona que no los discrimina, hizo que los apreciara
en todo lo que valen y posiblemente desde entonces procuró destacar sus
orígenes genéticos maternos.
En una ocasión, Jacobo Árbenz le confió a una persona de su
confianza, que siendo oficial del Ejército encargado de escoltar a la cárcel
por cordillera a unos campesinos fugados, sintió repugnancia por el
papel de instrumento de represión que estaba ejerciendo. Consideraba
que era injusto el trato que se les daba a esos hombres valientes que
habían tenido el coraje de romper sus cadenas y huir de la esclavitud.
Esas reflexiones fueron decisivas para solicitar su traslado del cuartel de
San Juan Sacatepéquez donde estaba estacionado, a la Escuela Politécnica.
Árbenz aún no comprendía que el robo de las tierras comunales por
parte de dictadores para entregárselas a los inmigrantes alemanes, estaba
estrechamente unida a la explotación, la opresión, la discriminación racial,
la pobreza, la desigualdad social y la exclusión a que se enfrentaban los
campesinos indígenas. Cuando lo comprendió años más tarde, procuró
como presidente hacer valer los derechos humanos fundamentales de la
población campesina, especialmente su derecho a la propiedad de la tierra.
Su pensamiento y su motivación revolucionaria lo llevaron a solicitarle a
sus colaboradores más cercanos, que hicieran todo lo posible por impulsar
el derecho de los pueblos indígenas al trabajo, a la asistencia sanitaria, a
la expresión y a la participación política, como ciudadanos guatemaltecos
de primera clase y no de segunda, en plano de absoluta igualdad con la
población ladina.
A la destacada dirigente magisterial que le servía como asistente
personal, Carmela Ramos de Castellanos, le pidió que viera que se
le prestara especial atención a los niños indígenas, facilitándose su
incorporación masiva a la educación primaria hasta en las aldeas y fincas
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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más remotas, que se promoviera su educación secundaria por medio de
becas de estudio. Le pidió también a doña Carmela, que se nombraran
maestros a indígenas y que se promovieran para altos cargos en el sistema
educativo nacional. Lamentablemente, su derrocamiento impidió que las
autoridades del gobierno revolucionario cumplieran con sus disposiciones
sobre mejorar el estado de los derechos políticos, civiles, culturales,
económicos y sociales de la población indígena guatemalteca.
A Jacobo no le había resultado nada fácil vivir y trabajar en la finca, porque
había sido impactado con esa realidad. Por ello, al poco tiempo tenía la
certeza que su futuro inmediato debía labrarlo fuera de ahí, donde lo único
útil había sido ver con sus propios ojos cómo los peones estaban destinados
a vivir y morir como animales de trabajo, sin contemplaciones ni la mínima
atención médica durante sus cortas vidas laborales. Recordaba que después
de salir de la finca y retornar a Quetzaltenango, hablaba muy orgulloso de
sus vivencias personales, que a veces más parecían historias fantásticas.
Contaba sobre la manera en que aprendió a cortar la maleza, pasándose
el afilado machete de una mano a la otra, manejando manejándolo con la
misma destreza. Este aprendizaje no le resultó nada del otro mundo, como
tampoco hacerlo todo con absoluta rapidez. Contaba que en poco tiempo
llegó a jefe de cuadrillas de chapeado, así como de pepescadores de granos
de café maduros caídos de las ramas. Nunca imaginó que regresaría al
medio rural, pero a hacer reformas profundas en el sistema de tenencia de
la tierra y a liberar a los campesinos oprimidos durante generaciones. Todo
por la patria y la revolución guatemalteca.
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
SEGUNDA PARTE: LAS RAÍCES DE NUESTRO PRESENTE
Capítulo I: El nacimiento de Jacobo Árbenz a la vida
militar: el Caballero Cadete 497.
En 1951, siendo Presidente de Guatemala el Teniente Coronel
Juan Jacobo Árbenz Guzmán, un militar cubano egresado de la Escuela
Politécnica, escribía lleno de nostalgia y admiración por Guatemala y su
Presidente revolucionario, los siguientes párrafos: “Por el amplio y pintoresco
Paseo de la Reforma, en la Nueva Guatemala de la Asunción, los árboles se
yerguen majestuosos y los pájaros vuelas y cantan sobre los sotos verdeantes
y las jacarandas en flor. Allí se yerguen, en medio de una especie de praderas
turgente, suntuosos chalets y edificios públicos que albergan el regimiento
motomecanizado, el Instituto de Nutrición y otros. Y por uno de los vados se
levan los muros amarillos, de suntuosas almenas coloniales, de la academia
militar conocida desde los tiempos de su fundación con el nombre de Escuerla
Politécnica, que ha dado los mejores frutos a Guatemala, traducidos en militares
nutridos de verdadera cultura y patriotismo, que a través de las edades, y con
muy raras excepciones, han sido orgullo del país, desde diversos ángulos de la
vida nacional.
Este instituto de pedagogía militar, el mejor de la América Central y uno
de los más prestigiosos de la América Latina entera, es orgullo de Guatemala
y su nombre es pronunciado con el mismo legítimo blasón con que los
norteamericanos hablan de West Point o los franceses de Saint Cyr. Y es que, sin
temor de caer en hipérboles, este centro docente ha ofrecido hombres forjados en
las recias disciplinas de la academia, acendraron su carácter y sus convicciones
democráticas para ofrecer a Guatemala los sazonados frutos de una educación
eficiente y moderna.
El 15 de septiembre de 1873, en conmemoración de un aniversario de
la independencia de Centroamérica, se dispuso en Guatemala la creación de
una academia para la enseñanza militar de la juventud que con el nombre
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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de Escuela Politécnica de Guatemala principió a funcionar donde quedaba el
antiguo Convento de la Recolección. Allí se construye todo lo necesario para el
establecimiento que debería tener todo el apoyo del licenciado Miguel García
Granados y del general Justo Rufino Barrios, los dos campeones del liberalismo
centroamericano que, en aquellos tiempos oscurantistas del último cuarto de
siglo del siglo XIX, llevaron acabo reformas que escandalizaron a los cándidos
espíritus nutridos en las fuentes de Felipe II y Torquemada.
Desde aquella lejana fecha la Escuela Politécnica ha sufrido transformaciones
fundamentales, tanto en el orden material como en la estructuración de sus
planes de estudio, hasta llegar a lo que es ahora: un centro digno de especial
mención en la América Latina y una fragua de acerados caracteres y de
militares de verdadera cultura, que desde los años mozos abrazan la carrera de
las armas, para graduarse de servidores de la patria, de la ley, de la justicia, de
la Constitución y del pueblo. […]
La Escuela Politécnica ha dado grandes figuras a Guatemala. La profundidad
de los estudios hace de los caballeros cadetes militares verdaderamente cultos,
llenos de civismo, de valor, de ideales patrióticos, de nobles sentimientos humanos.
Basta con decir que de ese establecimiento surgió el cadete 497, teniente coronel
Jacobo Árbenz Guzmán, actual presidente de Guatemala, modelo de disciplina,
de orden, de amor al trabajo, de respeto a la ley y otras cualidades que se
infiltran en ese centro de educación. […]
Con el grado de teniente coronel del Ejército, el cadete 497 llegó a la
Presidencia de Guatemala en hombros de las inmensas muchedumbres
desvalidas, de los maestros de escuela, de los universitarios, de los obreros, de los
campesinos, de todos los que han tenido hambre y sed de justicia social. Y con el
cargo de Presidente Constitucional libra una batalla titánica en defensa de los
postulados de la sobrenaía nacional contra la absorción de los grandes emporios
extranjeros, defiende el territorio de Belice de la codicia extracontinental,
propugna los magnos ideales de la unión de Centroamérica y continúa la obra
revolucionaria del educador Juan José Arévalo, que conduce a Guatemala por
los senderos de la liberación y cultura.
Y es que, como hemos dicho anteriormente, la Escuela Politécnica de
Guatemala es fragua de disciplina, de honor y de dignidad humanas, bajo los
recios procedimientos donde se pule los altos espíritus.”
La creación del Estado cafetalero favoreció el surgimiento del
capitalismo agrario en Guatemala y la destrucción de los remanentes del
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
feudalismno colonial, existente en el país desde su establecimiento por los
españoles en el siglo XVI. La nueva sociedad burguesa, sin embargo, se
focalizó en la ciudad de Guatemala y en los centros productores de café
más importantes del país. El Estado cafetalero fue una fase necesaria en el
desarrollo del capitalismo anómalo, que se desarrolló en base a relaciones
de trabajo y producción de carácter pre-capitalista, semi-esclavo.
El ejército de Guatemala fue creado para reforzar dichas relaciones
y proteger el Estado neocolonialista alemán. Jacobo Árbenz, al igual que
los hijos de los neocolonialistas alemanes, continuó perteneciendo a los
sectores dominantes de la sociedad guatemalteca después de la derrota
militar del Imperialismo alemán. Sus mejores amigos de la época de su
niñez y juventud pertenecían a los círculos de las familias ricas de Xelajú.
Él mismo, como hijo de boticario y luego de finquero, se sentía parte
del sector pudiente, pero nada parece indicar que estuviera plenamente
integrado en él, sino todo lo contrario: aún andaba en busca de su razón
de ser y de su destino. Jacobo había nacido y crecido en la segunda década
del siglo XX, por lo que había sido testigo y parte del neocolonialismo
alemán en Guatemala, del cual era producto pues su padre había llegado
a Guatemala en ese proceso. Árbenz casi no disfrutó del poder alemán
antes de la Gran Guerra, pero sí padeció el perjudicial efecto comercial
que tuvo en el país la derrota del imperialismo alemán en dicha guerra.
Como persona no ajena y fuertemente influenciada por su época, es muy
posible que el día de su ingreso a la Escuela Politécnica, en 1932, tuviese
una visión clasista de Guatemala y del gobierno ubiquista.
Sólo las represalias militares habían logrado mantener en
funcionamiento el orden establecido en el país por los liberales desde
1871. El ejército era necesario para aplastar la lucha de clase y mantener
la explotación de los campesinos por los finqueros. Los gobiernos lacayos
no podían existir sin el ejército, eran sus defensores. Como se ha dicho,
El sistema esclavista imperante, “convertía a los oficiales y soldados del
ejército en máquinas armadas, en instrumentos destinados a reprimir el
más mínimo anhelo de libertad”. De ahí que los sátrapas hicieran grandes
esfuerzos hipócritas y recurrieran a todos los subterfugios posibles para
ocultarle al pueblo lo que el ejército hacía en el interior del país. Por esto no
sería de extrañar que lo ignorara Jacobo a sus 19 años. La conciencia política
y de clase de los mismos oficiales, no digamos de los soldados, era de un
nivel muy bajo. Seguramente ninguno de los jóvenes cadetes de la Escuela
Politécnica sabía que los neocolonialistas y la clase dominante del país
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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utizaban a la juventud como instrumento para consolidar su dominación
de clase frente al campesinado. Jacobo, por consiguiente, era uno más de
las miles de personas ingenuas que constituían “la fuerza aletargada del
pueblo”, por lo que no se le puede reprochar su desconocimiento de lo
que era y significaba el ejército de Guatemala, así como de los intereses
que servía.
En todas partes el ejército es un instrumento de los sectores dominantes
para mantener sometidos a los sectores populares. Los ejércitos son, en
manos de las clases dirigentes, un ciego instrumento del que pueden
disponer a su arbitrio y lanzar contra el pueblo en cualquier oportunidad.
En el caso de las neocolonias como Guatemala en la década de 1930, el
ejército desempeñaba el papel de arma de los neocolonialistas burgueses
en su lucha contra los trabajadores en el medio rural y su libertad. En
todas partes los ejércitos presentan maneras distintas de actuar, de acuerdo
con las particularidades de los países donde actúan. En todas partes, sin
embargo, cumplen la tarea que se les ha asignado, siendo siempre su
principal característica la disciplina y la eficacia. La disciplina era lo más
importante porque sólo ella hacía posible la unión de todos los miembros
del ejército en la obediencia a una voluntad única, la del autócrata de
turno.
El Ejército hacía reclutamiento periódico de jóvenes voluntarios
dispuestos a hacer un servicio militar que despertaba la imaginación: vida
facil, cómoda, brillante y fastuosa y rápidos ascensos. El reclutamiento
forzoso de campesinos y “vagos” para convertirlos en soldados era cada
vez mayor, ya que no sólo había que custodiar a todos aquellos obligados a
trabajar construyendo y reparando caminos, sino que también a construir
edificios suntuosos en la capital, hacer postes para tendidos eléctricos,
de teléfonos, etc. Se trataba de la custodia de miles de hombres siempre
dispuestos a fugarse para regresar a sus pueblos. Y qué decir de los otros
miles que eran regresados al trabajo en las fincas o conducidos a las
prisiones departamentales.
¿Era la vocación de Jacobo Árbenz formar parte de unas Fuerzas
Armadas al servicio del poder neocolonial establecido en la segunda mitad
del siglo XIX? Obviamente no, para él no existía ningún poder neocolonial,
lo que existía era Guatemala y Jacobo tuvo desde niño una gran identidad
nacional, un gran amor por Quetzaltenango, que él identificaba con
Guatemala. El concepto de patria que aprendió en la escuela le acompañó
toda la vida. Su amor a Guatemala, a su patria, era un sentimiento que
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
se materializaba en el respeto a sus símbolos, tradiciones, instituciones
y autoridades. Era la razón principal para elegir la profesión de militar y
estaba dispuesto a formarse y educarse como tal. Consideraba que como
militar tendría el alto honor de hacer los máximos sacrificios, incluso
hasta entregar su propia vida por Guatemala. Ser miembro de las fuerzas
armadas tenía el objetivo de adquirir un compromiso total de entrega a su
patria, por lo que el amor a Guatemala debía ser el componente básico de
la personalidad del militar. Su vocación, por consiguiente, era honrar a su
patria, sirviéndola con dedicación y fidelidad absoluta.
En 1932, alguien que lo conoció el mismo día de su ingreso a la academia
militar y lo trató de cerca los siguientes veinte años, dijo que “poseía
la mente más brillante que jamás hubiera conocido”. Lo que interesa
ahora es conocer cómo se forjó su carácter y su personalidad de hombre
revolucionario en las Fuerzas Armadas, qué hizo para forjarse como tal y
cómo lo hizo cuando tuvo la oportunidad de jugar el papel relevante que
tiene en nuestra historia.
María Vilanova, su futura esposa, refiere su ingreso a la Escuela
Politécnica, de la siguiente manera: “Mi esposo era muy inteligente. Un primo
suyo, Eduardo Weymann Guzmán, hijo de Ernesto Weymann, de origen alemán,
y de una hermana de doña Octavia, fue el primero en hablarle de la posibilidad
de hacer una carrera militar. El mismo Eduardo asistía a la academia militar
en cuestión y lo alentó para que presentara los exámenes de ingreso. Estudió en
la finca con mucho empeño y en un solo año preparó las materias avanzadas de
secundaria. Luego se dirigió a la ciudad de Guatemala a rendir los exámenes y
para asombro de todos obtuvo el primer lugar. De inmediato, fue admitido como
alumno. El ingreso de Jacobo en la Escuela Politécnica alegró mucho a la familia
Árbenz. Don Jacobo no fue nunca un hombre expresivo en sus afectos, aunque
sí bondadoso, de modales impecables y de una contextura física envidiable. Mi
esposo me contó que una vez él le pidió prestada su guerrera de la Politécnica
para probársela pero ésta no le cerró, pues tenía un pecho demasiado ancho.
Doña Octavia, mujer muy reservada, bondadosa y llevadera, adoraba a sus
hijos. Jacobo estaba en la Politécnica y su vida por fin estaba encaminada.
Mostró la disciplina férrea que lo caracterizó muchas veces.
Siguió estudiando y destacándose por sus excelentes notas, su buena conducta
y su esfuerzo. Llegó a ser abanderado y Capitán de la Compañía de Caballeros
Cadetes, puestos honoríficos que hacía tiempo no se otorgaban. Siendo Sargento
Primero, logró eliminar muchos de los métodos punitivos brutales que se habían
utilizado en la Escuela Politécnica, donde existía una junta de antigüedad que
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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sojuzgaba y se imponía arbitrariamente a los nuevos. Ya graduado impartía
lecciones de Química, Física, Matemáticas, Arte de la Guerra e Historia
Universal, haciendo énfasis particular en la historia de América Latina y el
curso sobre “Bolivar”. También desempeñó el cargo de contador de glosa. Al
morir el padre de Jacobo doña Octavia regresó a vivir a Quetzaltenango”.
La versión de Amadeo García Zepeda, antiguo compañero de Jacobo
en la Escuela Politécnica y su compañero de armas en el Ejército durante
el período revolucionario, difiere un poco de la anterior, pero también nos
dibuja la recia personalidad de un hombre perteneciente a una generación
que buscaba “un futuro mejor” después de verse afectada con la quiebra de
los negocios paternos a causa de la crisis financiera de 1932, “de la que ni
siquiera los dueños de tierras y de fincas escaparon”. Según García Zepeda, al
terminar Jacobo los estudios de primaria, “deberá continuar los secundarios,
pero ello exige el ingreso a un establecimiento privado o público con pensum de
bachillerato, requisito obligado para el ingreso a la Universidad, para realizar
su proyecto de hacerse Ingeniero Civil. Sus padres, angustiados, constatan su
incapacidad económica para sufragar los gastos que aquello implica. Amigos
de la familia, enterados del problema se movilizan en su ayuda, y se preparan
para solicitar al General Jorge Ubico, Presidente de la República, cuando visite
la ciudad de Quetzaltenango en su gira anual acostumbrada, que se acercaba,
y se valieron del Gobernador Departamental para que intercediera durante la
audiencia que acostumbraba realizar. En efecto, le presentaron la solicitud para
que Jacobo Árbenz pudiera estudiar en la Escuela Politécnica. A Jacobo le tomó
de sorpresa la noticia, pues no estaba en sus proyectos adoptar la carrera militar.
Así quedó resuelto el problema. Árbenz sustentó y aprobó el examen.
Ingresaría como caballero cadete en la Academia Militar. Para el joven
Árbenz, esta era la oportunidad de ingresar a la Universidad de San Carlos de
Guatemala, ya que al egresar, después de 4 años de escolaridad, obtendría el
diploma de Oficial del Ejército, equiparado al bachillerato.
Doña Octavia, madre de Jacobo, luciría con discreto regocijo su satisfacción,
por los éxitos estudiantiles de su hijo, que debido a su excepcional talento, su
buen desarrollo físico y humano logró surgir como estudiante de alta calidad y
que al graduarse de Oficial del Ejército, lograría que su expediente ascendiera
a los más altos índices de la excelencia, por lo que se le consideró el mejor
cadete, orgullo de su tierra natal Quetzaltenango, de su familia y su círculo de
amigos. Por tales méritos, obtuvo como distinción ser nombrado Abanderado
de la Escuela Politécnica, puesto que mantuvo durante su época de estudiante.
Doña Octavia fue una madre ejemplar, que supo sembrar en su único hijo varón,
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
los mejores principios morales y éticos y gozó en verdad los frutos excelentes de
sus esfuerzos al identificarlo como estudiante poco común. Para entonces Jacobo
Árbenz se había convertido en el cadete acreedor de los más altos honores en
todas las pruebas de formación académica, físicas y deportivas, con alto grado
de perfección y destreza”.
La familia Weymann concuerda en todos los puntos mencionados,
precisando que su ingreso a la Escuela Politécnica fue el 27 de julio de
1932, “alcanzando un excelente récord académico. En los registros de
dicho centro de estudios se hace constar que recibió cuatro veces la placa
de alumno distinguido: en 1933, en 1934 en dos ocasiones, y en 1935.
Ascendió a cabo, sargento segundo, sargento primero, graduándose de
oficial de infantería y abanderado de la compañía de cadetes, el 22 de
diciembre de 1935”.
Rafael Aguilar de León, un antiguo amigo de la niñez de Jacobo y
luego compañero de promoción en la Escuela Politécnica nos relata que
al ingresar: “tuve el agrado de encontrar entre los catorce que formábamos la
promoción 26, a mi querido amigo de los Boy Scouts Héctor Medina, mi amigo
Julio Archila Peña y a Jacobito. Como todas las escuelas militares, los “nuevos”
tienen que aguantar las pesaderías de los “antiguos”, yo andaba siempre con
Jacobo.
El primer domingo, los “antiguos” le pusieron guantes de box a Jacobo
y lo pusieron a pelear con el negrito Mendoza, que era muy ágil y excelente
para el box Jacobo jugó con él sin golpearlo mucho durante tres minutos. El
negrito dijo ’ya estuvo bueno, que venga otro, que venga el negro Boné, que dice
que es el campeón‘ (el negro Boné peleaba muy bien). Algo grosero después de
unos brinquitos, Boné se lanzó con una seguidilla de golpes fuertes que hicieron
reaccionar a Jacobo, quien le dio al campeón una noqueada que lo dejó humilde.
Jacobo le preguntó: ’¿Tiene suficiente?’. Boné salió del cuadrilátero triste, le
habían quitado el “cartel”, ya no era el campeón. Desde entonces mi amigo
nunca tuvo que pelear con nadie, pues se impuso desde la primera semana.
Al llegar la época de exámenes, Jacobo logró la placa de alumno distinguido y
la tuvo hasta el último semestre. Fue sargento primero, jefe de la compañía de
cadetes y abanderado de la Escuela Politécnica. El evento en que el ministro
de Guerra e Inspector General del Ejército, capitán general don José Reyes le
entregó la bandera, un 30 de junio en parada militar en el Campo de Marte, fue
un acto hermoso”.
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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Jacobo Árbenz al salir de la pubertad, es decir al encontrarse en la fase
en que se producen las modificaciones propias del paso de la adolescencia a
la edad adulta, no tardó en despertar a una nueva vida: la vida en la ciudad
capital de Guatemala, donde sería parte del principal cuerpo represivo
del país, el Ejército nacional. ¿Sabía Jacobo valorar en forma correcta el
paso que había dado, ingresando como cadete a una institución del Estado
que sólo servía para provocar el terror y la muerte entre el campesinado?
¿Era un oportunista que buscaba el éxito personal a toda costa, como un
provinciano pequeño burgués más? La conclusión que se puede extraer es
que en él impera el espíritu de dejarse guiar por el instinto, por la toma
de iniciativas propias de la juventud sin conciencia de clase de ningún
tipo, pero sí con fuertes intereses aún por crearse. Los requerimientos de
convertirse en una persona exitosa, encontraron respuesta en su ánimo
para salir de su querido terruño con vista a labrarse un futuro sin temor
a un posible fracaso o a que el intento de llevar a la práctica sus sueños
más íntimos de superación personal, tropezara con obstáculos inevitables
como insalvables.
Después de ingresar a la Escuela Politécnica, se mostró ansioso por
demostrar su capacidad como líder dejando atrás su pasado de niño y
adolescente provinciano. Aún no había comenzado a involucrarse en la
vida política del país, pero ya sentía la necesidad de aprender la disciplina
del deber y el sentido del patriotismo burgués. Sin embargo, en la Ciudad
de Guatemala todo le resultaba nuevo. Sabía que apenas se encontraba
en el último eslabón de una cadena de mando que estaba atada a su
formación profesional, y que lo único que necesitaba por el momento era
el apoyo moral de su padre y de su madre. Lo tuvo y no le fue nada mal en
los inicios, porque era un joven avispado con grandes deseos de triunfar
en un nuevo mundo por explorar. Se trataba de un mundo que podía
conquistarse teniendo las ideas adecuadas, que coincidieran con el poder
empresarial imperante en las instituciones de élite como era el Ejército.
Aquí se aprendía el manejo de las armas, pero también modales para
comportarse como un miembro de la clase alta, sobre qué debía hablarse
en privado y en público para caer bien y, en general, se aprendía todo
aquello que entrara en el marco de creencias y actitudes del sistema de
poder en la alta sociedad guatemalteca.
Sus expectativas de éxito social no se vieron defraudadas, Jacobo
Árbenz se entusiasmó con el deporte elitista del polo, que le abrió las puertas
para ingresar a un club privado donde jugaban equipos pertenecientes a
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
lo más rancio de la oligarquía cafetalera Era la gente privilegiada, la que
manejaba el poder tras bambalinas y tomaba las decisiones de alto nivel
en el país. Muchos de ellos no tenían una imagen real de lo que estaba
ocurriendo en Guatemala y Jacobo no dejaba de asombrarse, pero la
inesperada desaparición física de su padre fue para él un golpe muy fuerte,
que aunque rompió la burbuja en que se había introducido, encajó con
gran entereza de ánimo.
Es posible que pensara que estudiar ingeniería podría compatibilizarlo
con estudios militares, ya que dentro del Ejército eran muy solicitados los
ingenieros de caminos, así que la idea de volverse a reunir con su pariente y
amigo Eduardo Weymann no significaba renunciar a sus posibles estudios
universitarios. Como refiere Juan de Dios Aguilar de León, Jacobo sí se
inscribió en la Facultad de Ingeniería, llegando a cursar la clase de Física
que impartía el prestigioso ingeniero Jorge Erdmenger, “quien lo distinguió
cariñosamente”.
Es sabido que en la academia militar tuvo el joven Jacobo Árbenz la
oportunidad de exponer su gran talento a un nivel más alto que cuando
estaba en la escuela primaria y secundaria. Desde un principio tomó muy
en serio su nuevo papel como cadete. Su porte era erguido, deportivo,
con el rostro de un hombre inteligente, confiado y seguro de sí mismo.
Sus entrenamientos físicos y militares regulares los hacía Árbenz a fondo,
aprendiendo a mantenerse en forma y a mejorar cada día en las tareas
relacionadas con sus estudios. Dadas sus magníficas condiciones físicas
e intelectuales, no fue necesario armarse de muchísimo temple y energía
para destacar entre otros jóvenes igualmente deseosos de figurar en primer
lugar, pero lamentablemente mediocres por no decir una palabra más
dura. Como ya se ha mencionado, sus profesores le consideran un joven
despierto y agradable aunque de trato muy serio, que hace una carrera
militar brillante y merecía graduarse con altos honores como subteniente
de caballería.
Fue en la capital donde se le abrió un nuevo horizonte, al comenzar a
tomar mayor conciencia de su futuro, al tiempo que aprendía a manejar su
vida personal, lejos del ámbito hogareño. Jacobo sabía, desde que estaba
en la finca, que había otra vida fuera del medio rural, y que era esa vida la
que le ofrecía la posibilidad de ascenso social. Deseaba hacer una carrera
en un terreno propio, donde no tuviera nada que ver con su pasado de
hijo de un boticario suizo. Su niñez y juventud fueron muy importantes
para él, pero aunque estaba consciente de que nunca dejaría de ser el hijo
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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de un inmigrante con una ladina, entre sus planes estaba el reinventarse,
superando cualquier obstáculo que se le apareciera en un nuevo escenario.
A su corta edad estaba ansioso por poder demostrar su capacidad como
líder dejando atrás su pasado de niño y adolescente provinciano. Fue así
como comenzó a involucrarse en la vida política del país. No le fue nada
mal porque era un joven avispado con grandes deseos de triunfar en un
nuevo mundo por explorar.
Sus expectativas no se vieron defraudadas pese a la desaparición física
de su padre. Después de años de arrastrar su enfermedad, en 1943 Jacobo
padre tomó la drástica decisión personal de partir de Guatemala para no
volver jamás, disparándose un tiro en la boca y poniendo fin a su vida.
Según relata su nieto Árbenz Vilanova, su abuelo era un hombre adusto
de carácter fuerte, atrás había quedado su conocida jovialidad. En la casa
llegó a reinar un ambiente de angustia y tensión permanentes. El pasar
muchos años al borde de la muerte, y estar azotado permanentemente
por la enfermedad y el uso de la morfina, condujo a que con los años se
le deteriorara la mente, llegando a pensar que sólo el suicidio pondría
remedio a su mal crónico y degenerativo. Un día le preguntó el abuelo a
su padre cuál sería para un hombre la manera más rápida de acabar con
su vida. El hijo no adivinó que su padre tenía la intención de emprender
otro viaje, esta vez sin pasaje de retorno. Jacobo padre se las arregló para
que su hijo no cayera en la cuenta de sus intenciones y ambos hombres
conversaron abiertamente sobre la muerte, el uso y abuso que se hacía de
las armas de fuego, las desgracias humanas que provocaban y la necesidad
de que la paz imperara en el mundo. Jacobo hijo le dijo a su padre que
le repugnaban las muertes violentas y que cualquier crimen o suicidio no
dejaba nunca en buen lugar el nombre de la persona que lo cometiera.
El hijo del suicida potencial no sabía que su padre ya había llegado a la
conclusión de que sólo arrancándose la vida terminaría con sus terribles
sufrimientos.
La desaparición por siempre de su padre fue para el futuro presidente
un golpe doblemente fuerte. Para su madre, la muerte de su esposo significó,
inicialmente, su propia muerte. Más tarde se recuperó sentimentalmente,
ya que se ha dicho que se volvió a casar. Del padre de Jacobo tenía los
mejores recuerdos, consideraba que había sido feliz a su lado, que había
sido un buen hombre y un buen padre de sus hijos, honesto, responsable,
educado, y que aunque había llegado casi niño a Guatemala, con los años
se había convertido en todo un caballero suizo. Y aunque ella procuraba
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
recordar los buenos momentos pasados a su lado y junto a sus hijos,
su ida sin retorno fue una gran tristeza para todos en su familia. Pero
también para la familia Árbenz Guzmán, la muerte de don Jacobo significó
la llegada de días de situación económica muy ajustada, por no decir de
pobreza. Ella sabía que esas inesperadas responsabilidades de madre se
las había deparado la vida, pero trabajar para que ellos pudieran seguir
estudiando y lograran adquirir una posición social respetable, era lo
menos que podía hacer por sus hijos. No se ha contado aún la historia de
una antigua maestra de niños convertida en costurera que trabajó de sol a
sol para sacar adelante a sus hijas e hijo adolescentes. No sabemos si sus
hijas la ayudaban en esa tarea y si el mismo Jacobo desempeñó un empleo
paralelamente con la finalización de sus estudios. Lo que sí nos imaginamos
es a doña Tavita encorvada sobre su máquina de coser, procurando cumplir
con los compromisos de costura adquiridos con sus clientas. Dicen que
llegó a tener muy buena clientela, por lo que a ella y a sus hijos nunca
les faltó comida en sus platos, a pesar de la discreta pobreza con la cual
vivían. Doña Tavita era ya una viuda sola, sin complejos de superioridad,
con sus tres hijos apoyándola con firmeza para seguir adelante en la vida
con la cabeza muy en alto. Seguramente no fueron tiempos fáciles para
los jóvenes Árbenz Guzmán, pero aun así fueron felices. Algún día diría
su hijo Jacobo que le debía todo a esa maestra, esposa, madre abnegada,
costurera, y siempre trabajadora infatigable. Un mejor modelo de entereza,
energía, humildad y carácter no pudo haber tenido el futuro presidente de
Guatemala. Seguramente la imagen de su madre trabajando en la máquina
de coser, cosiendo y remendando ropa ajena en largas y agotadoras jornadas
de trabajo, fue lo que condujo a Jacobo a dar pasos decisivos en su vida,
a fin de que su madre y sus hermanas nunca más sufrieran escasez de
dinero. Su madre le dijo un día, como si hubiese intuido la trayectoria que
tendría su vida un no lejano día: “Hijo mío: el secreto de tu futura felicidad
está en no dejar que tu corazón se llene de rencor. Recordálo: mucha gente te
fallará, es inevitable. Te bajarán el cielo y las estrellas, les darás tu confianza y
te defraudarán, pero nunca cierres las puertas de tu corazón”.
La amistad entre Jacobo y Eduardo, su primo materno, sería de gran
importancia para su futuro, ya que fue precisamente su amigo y familiar
quien le indujo a unirse como cadete a la academia militar, en donde él
había ingresado con anterioridad. Hacerse militar no había sido nunca su
meta, pues al hombre de espíritu libre no le atraía la disciplina vertical, más
bien rechazaba la idea de tener que obedecer órdenes de otros hombres,
por lo general absolutamente ignorantes y muchas veces analfabetas.
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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Justo cuando empezaba a pensar seriamente en abrirse camino por la
vida estudiando ingeniería, a pesar de su inicial rechazo a la carrera de
las armas, la sola idea de volverse a reunir con su pariente y amigo lo
hizo optar finalmente por solicitar su ingreso a la Escuela Politécnica, pero
eso implicaba que dejara de estudiar en la Universidad. No conocemos
exactamente la fecha, pero tenía alrededor de 19 años. Él, el hijo de un
inmigrante suizo, se convierte en 1936, en un joven cadete de la escuela
militar.
Una manera de lucirse brillantemente en la Escuela Politécnica era
formando parte del equipo de jóvenes motociclistas entrenados para
hacer piruetas en moto para impresionar a los espectadores los días
conmemorativos de las fiestas patrias, el cumpleaños del dictador Jorge
Ubico, y en otros eventos de carácter cívico y militar. Este equipo de
motociclistas estaba formado por cadetes destacados que unían su pasión
por las poderosas Harley Davidson con su interés por proyectar la mejor
imagen del Ejército, en general, y de la Escuela Politécnica en particular.
Debía darse la impresión que el ambiente que imperaba entre los miembros
del equipo de moteros era de amistad, trabajo y disciplina, que el Ejército
constituía una gran hermandad de hombres valientes. Esto debía servir de
gancho para atraer a otros jóvenes a la carrera de las armas y solicitar su
ingreso a la academia de formación de la élite de los cuerpos represivos.
Recordaremos que Jacobo de niño hacía temerarias acrobacias con su
bicicleta que al final de sus días terminó hecha trizas. Saltar de la bicicleta a
la moto fue cuestión de tiempo y la posibilidad de adquirirla. Era divertido
y al mismo tiempo llamaba la atención con sus muestras de valentía que
hacía abrir las bocas de los mirones. Precisamente mostrarle a la gente su
ilimitado valor era la finalidad y Jacobo no tenía que hacer ningún esfuerzo
para probarlo, ya que a veces parecía, incluso, un suicida, haciendo saltos
increíbles sin apenas despeinarse. La recompensa, era la respuesta del
público con sus grandes aplausos llenos de afecto y satisfacción, y las
voluptuosas miradas de amor y deseo que le dirigían las bellas y no tan
bellas muchachas que acudían a la Escuela Politécnica en busca de jóvenes
cadetes, con el fin de pescarlos como novios y futuros padres de familia.
Ser miembro del equipo de moteros de la Escuela Politécnica tuvo,
sin embargo, un final nada feliz para Jacobo Árbenz, según lo refiere
Carlos Manuel Pellecer, de una manera más bien novelesca, pero no por
eso irreal: “En 1935, el último semestre, previo a graduarse de oficiales, los
cadetes participaron en un curso de motocicletas, cuyas prácticas de formación
60
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
y velocidad, tenían lugar en el cercano “Campo de Marte”. Desgraciadamente,
una tarde cuando el sol cayendo enceguece, Jacobo corría a la cabeza del pelotón
con el cual disputaba, no pudo ver los rieles clavados en el suelo para delimitar
las pistas e iba a tal velocidad que uno de ellos se le clavó en la pantorrilla.
El hierro, además de hacerlo caer arrastrándose por tierra, le penetró en la
carne desgarrándole los músculos gemelo y sóleo. De urgencia llevaron al
sargento primero al Hospital Militar. Su estado fue declarado de gravedad. Se le
aplicaron las primeras transfusiones. Hubo que proporcionarle rigurosa asepsia
e inyectarlo contra el tétano; luego lo difícil de contener la hemorragia en ese
punto de la extremidad. Vino sucesivamente el esforzado trabajo de los cirujanos
para reconstruir los músculos rotos y los nervios, las arterias y las venas. Por
primera vez en Guatemala se realizó un injerto de fibras específicas con la
propiedad de contraerse, que tuvo éxito, y por fortuna se evitó la amputación
de la pierna. Cuestión de nueve a diez semanas inmovilizado, que Árbenz
aprovechó repasando los cursos que debía sacar a finales de diciembre, previo a
obtener los despachos de oficial del ejército.
Tan exitoso fue el tratamiento, que los cirujanos creyendo hacerle un favor,
le dieron de alta, no obstante su intensa palidez y notoria debilidad, a fin de que
Jacobo disfrutara asistiendo a la “Feria de noviembre”, suntuosa por tratarse
de un homenaje al presidente Jorge Ubico, quien cumplía años el 10 de ese
mes. Árbenz quiso quedarse en la Escuela por su natural apatía al baile y la
parranda, además adujo serias limitaciones financieras, pues su padre había
muerto y la viuda, madre de Jacobo, carecía de recursos. Pero debió plegarse a
los reiterados ruegos de sus amigos, algunos de los cuales provenían de familias
adineradas de Honduras, Nicaragua y aún de Guatemala.
En un momento dado, el sargento Árbenz reconoció sentirse mal con
la primera copa de whisky, pues no era para poco su estado, después de las
intervenciones quirúrgicas y su larga estadía en el Hospital Militar. Continuó
parco al tomar, rechazando las bebidas alcohólicas. Por tratarse de una festividad
extraordinaria, los cadetes pudieron permanecer en la calle –numerosos en la
feria- más horas que de ordinario. A las 20:00 horas debieron estar en la Escuela
para establecer el “estado de fuerza” ante los jefes de turno.
Minutos pasados de las veinte horas, el sargento Jacobo Árbenz, tras
tener los datos numéricos de todas las secciones, informaba al teniente coronel
Marco Aurelio Mérida, subdirector de la Politécnica y durante una semana “jefe
de servicio” con el ritual saludo militar: “Mi coronel, no hay novedad… La
Compañía está completa. Todos los cadetes presentes”.
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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Mérida respondió al saludo y llegó a donde se alineaba el cadete Francisco
Morazán, quien balanceábase a punto de caer fuera de filas. Si esto no ocurría
era sólo porque sus compañeros de los flancos lo sostenían.
El teniente coronel acercándose al cadete, constató su completa embriaguez.
Ordenó entonces, que Francisco Morazán, Jorge Micheo y otros dos briagos que
descubrió en la formación fuesen conducidos a las bartolinas”.
Pellecer cuenta que también Jacobo fue conducido a una bartolina, siendo
además amenazado de expulsión por responderle desafiante al oficial superior
que lo acusó de estar él igualmente ebrio. “El sargento Árbenz sintió hambre,
pero mientras estuviera prisionero no tendría más que pan y agua, dos veces en
la jornada. Además dormiría en el suelo, sin cobijas. Meditaba preocupado en
lo que había ocurrido. Si Mérida lograba que lo expulsaran, él habría de pasar
por esa humillación de sentir, ante la bandera de la Compañía de Cadetes, que
había portado con orgullo en los desfiles, le arrancaran sus vueltas de sargento y
otros distintivos, incluyendo la pequeña placa que llevara sobre el pecho, donde
se leía “Alumno Distinguido”. En fin él podía sufrir ese y otros vejámenes, lo
que no sabía era cómo enfrentar a su madre, doña Octavia Guzmán viuda de
Árbenz, quien a sus torturas morales de los últimos tiempos, tendría que agregar
su salida de la Escuela Politécnica…”
Por suerte para Jacobo, según Pellecer, el ministro de la Guerra,
general José Reyes, rechazó la petición de expulsión, por considerarla
fuera de lugar: “Para el sargento primero Jacobo Árbenz, en aquel mundo de
arbitrariedades e intrigas, hubo varias circunstancias que le favorecieron. El
general de división don José Reyes, nativo de San Carlos Sija, Quetzaltenango,
en el curso de los años había hecho buena amistad con el suizo don Jacobo
Árbenz, padre de Jacobo, y era asiduo cliente de la farmacia de su propiedad.
De modo que el Ministro guardaba gran consideración para la familia Árbenz,
en todos sus miembros. Desde el ingreso de Jacobo a la Escuela Politécnica, había
seguido la carrera del muchacho, dispuesto siempre a estimularlo. Quería que
ese simpático patojo coronara los estudios militares para los que mostraba gran
aptitud…”
La relación de María Vilanova es más personal, pero también ella
señala que, efectivamente, Jacobo fue víctima de un abuso de autoridad
por parte de su oficial superior: “En Guatemala se celebraba una feria en
honor al cumpleaños del dictador Ubico (10 de noviembre), entre las actividades
programadas estaba un baile, a éste asistimos todos los amigos del grupo un 11
de noviembre. En una de las mesas se hallaban reunidos varios cadetes de la
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
Escuela Militar, próximos a graduarse. Ramiro Gereda me dijo: ‘Ven, María,
te voy a presentar a un cadete muy especial a quien llamamos “El Suizo”.’
Ese cadete era Jacobo Árbenz Guzmán. En esa misma mesa estaban reunidos
Adolfo Báez Bone, Mario Sosa Navarro, Paco Morazán y Chema Tercero. Báez
y Tercero (nicaragüenses) fueron fusilados en Nicaragua por conspirar contra el
régimen de Somoza.
Desde el primer momento en que conocí a Jacobo me sentí atraída por
él y él por mí. El “flechazo” fue mutuo. Jacobo era un hombre apuesto, serio,
muy reservado, pero desde el primer momento la atracción que hubo entre
los dos facilitó el diálogo y la comprensión. Árbenz siempre creyó en mí sin
reservas. Debo manifestar que soy una de las pocas personas en las que confiaba
íntegramente.
El día en que conocí a Jacobo lo noté muy pálido y no era para menos, por la
mañana había salido del hospital en donde había estado internado por más de un
mes, debido a un accidente en motocicleta, en el cual se le incrustó el pedal en la
pantorrilla, “el golpe le había tornado la pierna al revés”. Me contaba Jacobo que
ese accidente por poco le cuesta la vida. Cuando lo llevaron al hospital militar
lo atendió el cirujano doctor Salvador Ortega. En ese tiempo no se conocían
los antibióticos; la pierna de Jacobo comenzó a infectarse e inflamarse, de tal
manera que la hinchazón le llegaba hasta el hombro.
En determinado momento el doctor Ortega decidió amputar la pierna. Muy
cortésmente pero con firmeza Jacobo le dijo: ‘Doctor, usted no podrá hacer eso,
porque ya para esas horas de la mañana yo me habría quitado la vida; le digo
esto para advertirle y salvar su responsabilidad’.
Pasó la noche, y a la mañana siguiente como por milagro comenzó a
descender la inflamación. Cuando le dieron de alta, sus amigos de la Politécnica
lo fueron a recoger al hospital y con juvenil entusiasmo lo invitaron para que
los acompañara a la feria, pero Jacobo estaba lejos de sentirse totalmente bien.
Después de haber participado en la fiesta, nos despedimos. Ramiro Gereda,
Carmen y yo volvimos a la pensión y Jacobo y sus compañeros a la Politécnica.
A la entrada del plantel se desmayó. Esto fue interpretado por sus superiores
como una borrachera. Por este malentendido fue castigado durante un mes a
permanecer en bartolinas hasta el día de su graduación, aunque el desmayo
claramente había sido provocado por su problema de la pierna. Jacobo soportó
el castigo ya que tenía un estricto sentido del honor y la disciplina militar.”
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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Es sabido que en la academia militar tuvo el joven Jacobo Árbenz la
oportunidad de exponer su gran talento a un nivel más alto que cuando
estaba en la escuela primaria y secundaria. Desde un principio tomó muy
en serio su nuevo papel como cadete. Su porte era erguido, deportivo,
con el rostro de un hombre inteligente, confiado y seguro de sí mismo.
Sus entrenamientos físicos y militares regulares los hacía Árbenz a fondo,
aprendiendo a mantenerse en forma y a mejorar cada día en las tareas
relacionadas con sus estudios. Dadas sus magníficas condiciones físicas
e intelectuales, no fue necesario armarse de muchísimo temple y energía
para destacar entre otros jóvenes igualmente deseosos de figurar en primer
lugar. Aunque inicialmente fue tratado como un provinciano más, muy
pronto sus propios compañeros de estudios advirtieron que era alguien
a quien debían aprender a respetar. Después de sus actuaciones en el
gimnasio de la Escuela, muy pocos se preguntaban de dónde había salido
semejante fiera. A esto contribuyó no sólo el haberse robado el escenario,
tirando a la lona de un buen gancho al entrenador de boxeo, quien era el
campeón nacional de dicho deporte, sino también la demostración de que
su inteligencia era fuera de lo común.
Carlos Manuel Pellecer, futuro miembro prominente del Comité
Central del PGT, al cual renunció años más tarde exiliado en México, fue
alumno de Jacobo Árbenz en la Escuela Politécnica y durante los años
de su presidencia su estrecho colaborador como uno de los principales
dirigentes del proceso de reforma agraria; cuenta cómo lo conoció el día
que se presentó en el aula donde daría su primera clase como catedrático
del plantel militar: “Teníamos ante nosotros al joven oficial Jacobo Árbenz,
de quien conocíamos la leyenda. Ágil y fortísimo, había noqueado al profesor
de box, de lucha y gimnasia, después que hubo cumplido el largo castigo de
dos horas de plantón durante ocho noches, porque el cadete Árbenz, alumno de
nuevo ingreso, sintiéndose enfermo se negó a boxear con él. Furioso el capitán
Alberto Amézquita le había impuesto el exagerado castigo. Pero aquella mañana,
Árbenz dijo: ‘Póngase los guantes, mi capitán’, mientras enfundaba los suyos.
Amézquita, capitán asimilado como cualquiera de los civiles que daban algún
curso en la Escuela, lo vio despectivamente, accediendo al pedido de Árbenz, y
cuando éste se le puso enfrente, Amézquita, uno de los famosos campeones en el
box nacional, lanzó un gancho izquierdo a la mandíbula e inmediatamente otro
gancho derecho con la misma dirección, que a gran desconcierto del profesor
y los alumnos, el cadete Árbenz esquivó sin esfuerzo, replicándole tan fiera y
persistentemente, que golpeó al profesor varias veces. Árbenz no disminuyó
la agresión hasta cuando el otro cayó sobre el tablado casi sin sentido, pero
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
permaneció en guardia, esperando que el rival se levantara y continuara la
pelea. Mas el boxeador profesional se irguió sólo sobre una rodilla, levantó
ambas manos por encima de la cabeza, implorando: ‘-¡Ya está bien… cadete!
¡Ya está bien!...’ Amézquita nunca más invitó a Jacobo Árbenz a boxear con él,
ni tampoco volvió a mandar castigado a alguno de aquella clase.
De modo que el legendario Sargento Primero y Abanderado de la Compañía
de Caballeros Cadetes, era nuestro profesor de “Organización militar”. Seducidos
le clavamos con la vista. Era bello como los héroes de películas. De estatura
mediana, no muy alto ni bajo. Ancho de espaldas, cuello largo, musculoso,
sosteniendo una hermosa cabeza apolínea de pelo rubio y liso. Blanca la tez
muy pálida. La quijada cuadrada, boca pequeña, bien proporcionada; nariz
respingona que se dilataba con frecuencia; los labios delgados proclives a mostrar
la dentadura blanca y sana; la frente abombada, el ceño adusto, entre los ojos
grises, fríos, de penetrante mirada sin evasiones. Con aquel uniforme francés
de guerrera gris, botonadura alta, y pantalón rojo, se hubiera dicho Maurice
Chevalier en la opereta “La viuda alegre” o Ronald Colman en “Beau Geste”.
En suma, un ejemplar viril, exótico, cuya expresión melancólica en el rostro,
hacía pensar en “El Aguilucho”, desafortunado hijo de Napoleón Bonaparte
con la princesa austriaca. Podría ser asimismo un Tonatiuh contemporáneo,
ninguno de sus rasgos indígenas. Sus modales simples, el ritmo y austeridad de
sus palabras, revelaban una ingénita aristocracia”.
Como deportista, Jacobo Árbenz impresionaba a todo el mundo por
la pasión que colocaba en todo lo que hacía. No escatimaba esfuerzos,
inyectándole a todo buenas dosis de perseverancia, intensidad, rapidez,
disciplina, valentía, lucha, sudor y a veces sangre. En todos los campos
aprendió muy bien lo que tenía que hacer en cada momento y a cómo
comunicarse con sus superiores y, muy pronto, con sus subalternos, al
ser nombrado primer cabo gracias a la recomendación de un compañero
de mayor experiencia: Domingo Fuentes, con quien se reencontró en el
cuartel de San Juan Sacatepéquez después de graduarse ambos de oficiales,
y quien, juntamente con su hermano, también oficial del Ejército, le
acompañarían toda su vida de político profesional, hasta llegar don Mingo
a ser diputado al Congreso hasta el día del derrocamiento del gobierno
revolucionario. Este año de 2011, a sus 96 primaveras, tuve el honor y
gusto de conocer a este lúcido antiguo revolucionario, y de escuchar sus
interesantes relatos sobre Jacobo, a quien conoció de joven como muy
pocos. Encontré a don Mingo muy ansioso de compartir oralmente sus
conocimientos históricos y antiguas experiencias con Árbenz, a alguien
que lo transmitiría literalmente a la Historia.
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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La Escuela Politécnica era inicialmente un medio desconocido para
Jacobo Árbenz, pero gracias a sus magníficos atributos intelectuales,
valentía, gran predisposición al sacrificio, y a sus éxitos deportivos, que
pronto lo dieron a conocer, no tardó mucho en hacer nuevas amistades y
triunfar, convirtiéndose en un cadete muy popular entre sus compañeros
de estudios y en el abanderado del establecimiento. De hecho, fue hasta
que ingresó a la academia militar que Jacobo dejó de ser tratado como un
adolescente, para ser tratado como un adulto joven. El haber obtenido su
primer galón militar gracias a la recomendación de un destacado cadete
antiguo, fue para Jacobo de una gran magnitud y proporción, haciéndole
sentirse en el lugar preciso donde debía estar y pertenecía. Sueña con ser
oficial del Ejército. Había descubierto su vocación.
Ya se ha escrito que la vocación es algo que se descubre después de
pasarse por diversas etapas de la vida. Al principio simplemente surge un
gusanillo de algo que se desea ser, pero antes de tener la certeza deben
superarse muchas pruebas. Una de ellas es asegurarse de lo que no se
desea hacer, a menos que se quiera perder el tiempo irremediablemente.
Jacobo descubrió los días, semanas y meses, que trabajó en una finca, que
su primer objetivo era salir cuanto antes de ahí o continuaría el resto de su
vida leyendo todo tipo de novelas que cayeran en sus manos, bañándose
y pescando en el mismo río, cazando y tumbando gruesos árboles, y
refugiándose en la búsqueda de soluciones a los problemas cotidianos.
Después que la vida al aire libre había contribuido grandemente a su
desarrollo físico, debía llenar su espíritu abandonando a su familia y su
ciudad natal para siempre. En una palabra, buscar su vocación en la ciudad
capital. Al lograrlo, comenzó él mismo a formar parte de un decorado
que antes sólo había imaginado. Su ingreso a la Escuela Politécnica fue
para iniciar una nueva manera de vivir, más acorde con sus aspiraciones
de ascenso social y bienestar económico; todavía no le preocupaban los
derechos del campesinado ni el problema agrario, pero sí se dice que ya
hablaba de los oprimidos y las injusticias sociales; es decir, ya estaban
aflorando sus futuras inquietudes políticas de índole económico-social.
En sus primeros tiempos como estudiante lo que más le interesaba era
resolver los problemas de su educación y superación personal en el ámbito
de su formación profesional como futuro militar. Jacobo gozaba de mucha
simpatía entre sus maestros y condiscípulos por su actitud de respeto hacia
sus superiores y gran compañerismo. A todos los que le conocían se imponía
en seguida por su inteligencia política y su fuerte personalidad. En clases
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
se destacaba entre sus compañeros por su búsqueda de la supremacía en
todas las materias, siendo sus respuestas siempre muchísimo más amplias
y profundas de las que se le habían solicitado. Su vida fuera de las aulas
fue el germen de una actitud que siempre se encargó de alimentar con
tenacidad; desarrollar por medio de la lectura el pensamiento abstracto,
lógico, altamente especializado en la historia: la historia del poder político.
Jacobo Árbenz se había preparado y trabajado mucho a fin de tener
los méritos suficientes para ser nombrado Primer Cabo, equivalente a
abanderado de su promoción. Más tarde sería nombrado abanderado de
la Escuela Politécnica y Sargento Primero, máximo galardón al que podía
aspirar un cadete. Sus éxitos lo hacían sentirse muy orgulloso de ser
quezalteco, logrando llegar en muy poco tiempo a una posición destacada
que muy pocos habían alcanzado a su edad. Sus triunfos como estudiante,
al igual que como joven de armas, le aseguraron un futuro prometedor,
pero nunca nadie se imaginó lo que el destino le depararía: llegar a ser el
mejor presidente que había conocido la historia de Guatemala. Para que
esto se hiciera realidad, Jacobo Árbenz tenía que madurar como hombre
y desarrollar aún más su nueva personalidad. Esto sólo fue cuestión de
tiempo, el tiempo le señalaría cuál iba a ser su verdadero objetivo en la
vida. Su trabajo ahora era entrenar militarmente, estudiar académicamente,
pasar momentos agradables con futuros compañeros de armas, sus amigos
y compañeros de estudio,
Durante su estadía en la Escuela Politécnica, sus profesores le
consideraban un joven despierto y agradable aunque de trato muy
serio. Su inclinación a la lectura le daba una determinada imagen y un
prestigio indudable. Jacobo Árbenz hizo una carrera militar brillante, pero
relativamente corta. Se gradúa con altos honores como subteniente de
caballería, siendo joven y prestigioso, y con su uniforme de gala como
oficial de infantería se veía resuelto y elegante. Acabado el período de
formación profesional y graduarse, es destinado como oficial al Castillo
de San José, un cuartel de la capital, a prestar su servicio militar, como
subteniente, donde sirve en la oficina de dicho cuartel, preparando
informes que nadie lee para sus jefes inmediatos.
A fin de no estar detrás de un escritorio, al poco tiempo pide su
traslado y es complacido, enviándosele al destacamento militar de San
Juan Sacatepéquez. Durante meses su labor consiste en transportar víveres
y material militar del cuartel general de la capital a su destacamento
departamental, y en trasladar por cordillera (amarrados y a pie) a las fincas
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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correspondientes a quienes se habían fugado para ser libres, en donde les
esperaba la cárcel, el cepo, azotes y muchas veces, la muerte. Tiene a sus
órdenes a otros dos suboficiales y a una dotación de diez soldados. Harto
de ser utilizado como esbirro militar, pone en juego sus buenas relaciones
con sus antiguos profesores para obtener su traslado a la capital. Así, tras
un par de años como joven oficial, su nombramiento como catedrático
de la Escuela Politécnica le permitió volver a instalarse en la ciudad de
Guatemala.
En la Escuela Politécnica sus antiguos profesores lo estimaban, tanto
por haber sido un alumno abanderado como por su inclinación al estudio
y sus buenas aptitudes para la enseñanza. Sus alumnos pronto se refieren a
él con mucho respeto y admiración. Este trabajo le gusta a Jacobo Árbenz.
En el aula es el único que dice lo que hay que escuchar y puede utilizar
los conocimientos que ha acumulado a lo largo de sus lecturas y estudios.
Como catedrático con horarios rígidos se dedicó a enseñar sucesivamente
los cursos de Historia y Matemáticas, teniendo mucha paciencia y habilidad
para explicar a sus alumnos los oscuros problemas de la historia política
universal y las particularidades del álgebra. Siempre les repetía que para
resolver ecuaciones lo mejor era aguzar la mente. Con muchos de sus
alumnos estableció una profunda y fructífera amistad. Pronto se ponen
de manifiesto sus dotes de mando, su valor y su resistencia durante las
prácticas militares que regularmente lleva a cabo con sus alumnos.
En la primaria, la secundaria y en la Escuela Politécnica, Árbenz dio
pruebas de su talento y sus logros fueron más allá. Como catedrático de la
academia militar donde se formó, exigía de sus alumnos respeto, austeridad
y aplicación, por lo que muy pronto fue reconocido como un magnífico
catedrático de los cursos que impartía. Sus alumnos llegaban a sentirse
como frente a un oráculo capaz de darles respuesta a todas sus preguntas.
Árbenz se destacó enseñando la historia de las relaciones de los EE.UU.
con América latina desde un punto de vista completamente novedoso.
Después de devorar muchos libros de historia y de profundas reflexiones,
había llegado a la conclusión de que todas las cuestiones respecto a cómo
funcionaban dichas relaciones giraban en torno a la manera como los
EE.UU. hacían valer, ante todo, sus intereses de estado.
Siendo Jacobo Árbenz catedrático de historia de América, refiere
Pellecer su manera de enseñar: “Sólo en el tercer semestre dio a mi grupo
y a mí mismo la clase “Organización militar”, la cual poco se prestaba para
un intercambio ideológico por ser demasiado técnica, pero en los siguientes
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
semestres, le correspondió enseñarnos “Historia de América” e “Historia
Militar”. Ambas materias apasionantes para mí y para él. Creo que de ahí
provino la fuerte amistad intelectual establecida entre nosotros. Le gustaba
llamarme el primero a “decir la lección”, sabiendo que los cincuenta minutos
de clase me eran insuficientes. Mi padre desde los años de cursar la primaria,
amaba que analizáramos juntos, además de las simples memorias históricas,
las condiciones sociales, comerciales, económicas y hasta psicológicas en que los
participantes actuaban. La independencia de los Estados Unidos, la Revolución
Francesa, las guerras napoleónicas, la creación del Estado de Manchukuó, eran
temas que analizábamos según su método, con la suerte para mí, que en la
primaria tuve magníficos maestros, en particular el profesor Emilio Cifuentes,
a quien le encantaba analizar conmigo los grandes acontecimientos del pasado.
Estudiar equivalía a ver el trasfondo social y económico de los hechos históricos.
De modo que Árbenz tranquilo, me dejaba hablar y elucubrar la hora completa,
empleando también los minutos de recreo. Él tomaba nota de apreciaciones
o afirmaciones mías que le parecían novedosas o erróneas. Los muchachos
de mi clase dormían, escuchaban o se distraían de alguna manera, sin que a
nadie importase gran cosa nuestra polémica, y a la mañana siguiente, tocaba
el turno a Jacobo de discutir conmigo las objeciones que había anotado. Sus
observaciones sobre lo afirmado por mí o referencias al factor histórico en el
que me había apoyado, según el profesor, correcta o impropiamente. De nuevo
pasaba la hora del recreo. Si Árbenz no estaba satisfecho, a la ocasión siguiente
volvía a la carga. De ese modo todos aprendíamos. Yo gané respetabilidad y
afecto del contradictor que Jacobo era, aunque de tal me acusaba. Recuerdo en
particular nuestras discusiones sobre la Primera Guerra Mundial, las previas
por el dominio del comercio internacional; la derrota de Alemania; el Tratado
de Versalles y las monstruosidades de éste que amenazaban la paz, y cuyas
consecuencias fueron otras grandes discusiones diplomáticas hasta dar por tierra
con la Sociedad de Naciones; la ocupación de Etiopía por Italia y la misma suerte
que hubo de correr Albania, sin que los discursos pudiesen detener a Mussolini,
como tampoco después detuvieron a Hitler. También analizamos la política de
los Estados Unidos hacia América Latina, subrayando la actitud cobarde de
nuestros gobiernos. En nuestro caso, condenábamos las grandes concesiones de
tierras, puertos, ferrocarriles, etc. a favor de la United Fruit Company”.
Este perfil muestra una muy interesante faceta de su personalidad. Hasta
ahora sólo nos habíamos referido a un rasgo sobresaliente de su manera
de ser: destacarse en todo aquello que le interesaba y ser consecuente
hasta lograr el objetivo final, procurar ser siempre el mejor en lo que se
proponía. Como catedrático de historia es indudable que aspiraba a ser
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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sobresaliente y lo logró al convertir una clase de hisoria formal, común y
corriente, en un seminario donde él mismo podía aprender enseñando.
Nos dice Pellecer que Árbenz no tenía tendencia a dar cursos de historia
repetitivos, sino que procuraba escuchar lo que opinaban sus alumnos a la
par de enseñar. Esto es un síntoma de que Árbenz estaba modificando sus
convicciones a través de la discusión y la reflexión o lo que es lo mismo,
él mismo estaba en proceso de aprendizaje científico sobre la importancia
del análisis histórico. Mediante la técnica de la discusión con sus alumnos
de los problemas generales de la historia global universal, Árbenz estaba
transformando su pensamiento. No se trata de idealizarlo, haciéndolo
mejor de lo que era, sino simplemente de comprender que el joven
catedrático se encontraba en proceso de transformación de su concepción
de la historia.
Hasta entonces, Árbenz parece haber seleccionado los datos históricos
que poseía de un país, ordenándolos según la importancia que creía que
tenían para determinar el curso de los acontecimientos. La información
histórica erudita que poseía producto de sus lecturas le permitía conocer
cómo funcionaba un país, pero no los mecanismos de su dinámica interna.
Árbenz manejaba datos históricos empíricos sin el conocimiento de una
teoría que le posibilitara la selección de dichos datos. Sólo el conocimiento
de una teoría histórica y su aplicación a la realidad de una época
determinada le posibilitaría llegar a la comprensión del funcionamiento
de una sociedad en dicha época determinada. Conceptos como clase,
lucha de clases, propiedad privada, Estado centralizado, orden establecido
por una clase dominante, etc., le eran desconocidos aún. Sin embargo, el
proceso del conocimiento histórico en que se encontraba y su interés por
explicarse cómo funcionaba una sociedad, los mecanismos de poder que
se movían tras la fachada, lo llevarían, tarde o temprano, a una nueva fase
de comprensión de la historia y al verdadero conocimiento de la realidad
guatemalteca del pasado y del presente que estaba viviendo. Sólo era cosa
de tiempo llegar al conocimiento de la ciencia histórica y aplicarlo a la
práctica y a la modificación de dicha realidad.
Según Pellecer, su primer encuentro con Jacobo Árbenz fue en 1937,
por lo que sus clases y discusiones sobre la historia mundial y de los Estados
Unidos, tuvieron lugar en 1938, una época histórica muy difícil en todo
el mundo, incluyendo a Guatemala, digna de ser analizada y discutida en
clase. No importaba que todos o pocos de sus alumnos aprendieran las
enseñanzas del profesor y de las discusiones que tenían lugar en el aula.
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
Lo importante para nosotros es comprender el estado del conocimiento
histórico en que se encontraba Árbenz en esos momentos y los cambios
que estaban teniendo lugar en su concepción particular de la historia. Es
de imaginarse y comprensible que un hombre dado a la lectura y a la
reflexión solitaria, le prestara atención y fuera muy excitante debatir sobre
el acontecer internacional y los problemas generales de la historia, con una
persona tan inquieta e inquietante como Carlos Manuel Pellecer.
Jacobo Árbenz había nacido y crecido en la segunda década del
siglo XX, por lo que había sido testigo del neocolonialismo alemán en
Guatemala. De hecho, él mismo era producto de tal neocolonialismo,
porque su propio padre había llegado al país atraído por el trabajo como
ayudante de su tío que residía en Quetzaltenango. Árbenz disfrutó del
poder alemán y padeció el perjudicial efecto comercial que tuvo en el país
la derrota del imperialismo alemán en la Primera Guerra Mundial, así que
cuando discutía con sus alumnos algún tema histórico de importancia, en
1938, se sabía de memoria el trasfondo político y económico de los hechos
históricos de los que hablaba. Conocía muy bien los orígenes, lo acontecido
y el resultado de la Primera Guerra Mundial, la derrota de Alemania y el
Tratado de Versalles que le fue impuesto a los vencidos por los vencedores,
así como la latente amenaza de la paz desde el ascenso al poder de Adolfo
Hitler, en 1933. Sin embargo, deseaba romper con los perjudiciales
esquemas de la enseñanza teórica de la historia; quería que sus alumnos
no le prestaran tanta atención a los datos eruditos, sino que al escuchar sus
enseñanzas se sintieran estimulados a debatir sobre muchos temas, que los
comentaran extensamente con él, corrigieran sus apreciaciones erróneas
y, de ser posible, ahondaran más en el conocimiento en base a críticas
sensatas. De ahí que a todos sus alumnos les diera amplias oportunidades
para desarrollar sus argumentos, tal y como lo indica Pellecer.
Árbenz respetaba la independencia de criterio de sus alumnos, pero
procuraba explicar con gran inteligencia, pasión y una rara claridad, no
sólo la historia de los países sino también las realidades de las épocas
que trataba. Era un intento insólito en la Escuela Politécnica de estudiar
temas históricos que a nadie interesaban en Guatemala, juntamente con
la realidad de los pueblos más allá de la simpleza tradicional y de los
tópicos establecidos en la enseñanza de la historia tradicional. Pellecer
refiere que tuvo con su profesor “una sintonía intelectual casi completa”. Por
eso no fue nada raro que Pellecer fuera poco después llevado esposado
de la Escuela Politécnica a la Penitenciaría Central, la principal cárcel
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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ubiquista de la ciudad capital, acusado de rebelión contra el sistema
dictatorial imperante en el país desde 1931, donde pasó cinco años preso.
Después del derrocamiento de la dictadura sería liberado, incorporándose
activamente al movimiento revolucionario y, como veremos más adelante,
prestando invalorables servicios a los gobiernos de Juan José Arévalo y
Jacobo Árbenz.
La crisis de la economía mundial y la gran depresión de 1929, condujeron
a la quiebra financiera de Alemania y a la consolidación indiscutible de
los EE.UU. como primera gran economía y primera potencia imperialista
del universo. En Centroamérica y el Caribe, el predominio de los Estados
Unidos se había ya hecho sentir desde su emergencia como gran potencia
continental a mediados del siglo XIX. Como persona interesada en conocer
las relaciones de Guatemala con la gran potencia del Norte, Árbenz se
dedicó a analizar con criterio amplio, la historia de dichas relaciones y los
manejos de dicha potencia con sus vecinos del Sur. De esta manera, Jacobo
estudió no sólo la historia, sino también numerosos asuntos, esenciales
como controversiales, para entender la manera como los EE.UU. manejó
su política económica y social con América Latina.
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
Capítulo II: El nacimiento de Jacobo Árbenz a la vida
política
La Historia Universal que enseñaba y explicaba Jacobo Árbenz en la
Escuela Politécnica en 1938 contenía un repaso, hasta el mínimo detalle,
de los hechos acaecidos en el mundo en el siglo XIX, que dieron paso a los
terribles acontecimientos políticos, militares y financieros que se hicieron
sentir en la primera y segunda décadas del siglo XX. Nadie en Guatemala
tenía clara la crisis política que se avecinaba a nivel mundial. Existía en
todas partes una gran incertidumbre sobre los derroteros que iban a tomar
en un próximo futuro las grandes potencias nazi-fascistas Alemania, Italia
y Japón, enfrentadas ya política y económicamente a los grandes países
imperialistas, Estados Unidos, Inglaterra y Francia. En Guatemala reinaba
la euforia chauvinista entre los nazis locales y en los círculos del poder
económico y político germanófilo, a la cabeza del cual se encontraba el
dictador Jorge Ubico, gran admirador de Hitler y Mussolini.
En Guatemala, la gran depresión de 1929 afectó a los neocolonialistas
y a sus socios oligarcas, pero en especial a los sectores más empobrecidos
de los trabajadores y de la clase media urbana. El encarecimiento del
financiamiento y de los recursos que se acumulaban en los bancos
alemanes, agravó igualmente la situación crítica de los productores de café
guatemaltecos. Fuera de los interesados, muy pocos sabían que la oligarquía
tradicional, la formada por los finqueros criollos de origen español, estaba
siendo pisoteada por los neocolonialistas alemanes desde su arribo al
país. Después de ser puesta de rodillas al caer en la dependencia de los
exportadores de café que fijaban los precios del producto de acuerdo a su
conveniencia, estaba en plena bancarrota a causa de las prácticas delictivas
de las entidades bancarias de Hamburgo. Eran muy raros los finqueros
que no tuvieran sus futuras cosechas de café comprometidas con agiotistas
alemanes.
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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Uno de estos todo poderosos finqueros, comerciantes y usureros, era
el judío alemán Erwin Paul Dieseldorf, un ferviente nazi establecido en
Cobán desde 1889. En toda Guatemala era famoso, temido y odiado entre
los finqueros, por garrotero, pero también por su estrecha relación amistosa
y comercial con el dictador Jorge Ubico, a quien servía de banquero, espía
y hábil consejero político. Se decía que era el poder tras el trono, porque
había conocido a Ubico cuando éste era Jefe Político en Cobán en 1906, es
decir la máxima autoridad civil y militar del departamento de Alta Verapaz,
que tenía la mayor concentración de finqueros y súbditos alemanes del
país. Desde entonces Dieseldorff había cultivado una estrecha relación con
Ubico, colaborando con él en todo lo concerniente al manejo del poder.
Fue precisamente Dieseldorff quien introdujo en Guatemala las leyes
esclavistas que el Imperio alemán utilizaba en su posesión de Namibia,
para explotar a su albedrío la mano de obra nativa. Estas leyes fueron
traducidas por el propio Dieseldorff y hechas aprobar por el Congreso
guatemalteco con el nombre de Ley contra la Vagancia, siendo ya Ubico
dictador del país.
En los círculos políticos de Guatemala se conocía dicha ley, porque
hacía ya muchos años que Dieseldorff presionaba en los círculos de poder
político para que fuera promulgada, pero se consideraba muy dura para
ser aprobada. Cuando Ubico llegó al poder, Dieseldorff logró que fuera
aprobada sin ningún problema. La mayor parte de los parlamentarios
afines todos al régimen, se apresuraron a complacer al dictador, pensando
quizá que se trataba de una ley más. Seguramente nadie sabía que la ley
aprobada con el nombre de Ley contra la Vagancia, era la traducción literal
de la ley de trabajo forzado en un remoto como desconocido territorio de
África, llamado entonces Sudwest-Afrika, actualmente Namibia. Lo que
no se trataba ni se discutía en clase, por ser un tema tabú, era el relativo al
efecto que el neocolonialismo causaba en los pueblos donde se establecía;
en África al igual que en Guatemala
Árbenz sabía, y no callaba, que esa historia mundial terrible era la
causante de los años de grandes dificultades económicas por las que
estaba pasando Guatemala. El colonialismo, primero, y el neocolonialismo
después, eran los principales responsables de la injusticia social imperante.
La distribución de la riqueza era favorable para los neocolonialistas pero
particularmente desfavorable para el crecimiento económico del país. La
distribución muy desigual de la tierra y la exención impositiva virtualmente
total de los grupos de ingresos superiores en la agricultura eran una herencia
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
del pasado que no se podía cambiar sin alguna perturbación temporal de la
producción; pero a largo plazo un sistema más equitativo daría un uso más
productivo a la tierra y la fuerza de trabajo. Las políticas gubernamentales
del control burocrático que habían promovido la concentración de la
riqueza y el ingreso sólo habían disminuido la eficiencia. Un uso mayor y
mejor de los mecanismos e incentivos del mercado habría favorecido más
el crecimiento y la equidad. A corto plazo era necesario buscar disminuir
la disparidad de la riqueza. El aplazamiento de tal cuestión haría más
difícil su solución.
En consecuencia, sus conclusiones acerca del desarrollo social
de Guatemala eran pesimistas. Si los beneficios del producto creado
lo recibían en gran medida los neocolonialistas y demás grupos de
ingresos elevados, las desigualdades sociales y económicas no tenían una
justificación. Era necesario destruir dichas desigualdades en la estructura
social, causadas por el alto grado de explotación de los campesinos, los
mecanismos legales y las leyes esclavistas que la protegían. El sistema
fiscal dependía en gran medida de la tributación por los impuestos de
exportación de los frutos de la tierra como el café. Bajo el régimen del
ladino que gobernaba despóticamente desde 1930 el general Jorge Ubico,
el sistema fiscal funcionó políticamente bien, pues no sólo se pagaban
regularmente los sueldos de la burocracia estatal, civil y militar, sino que
el sátrapa se jactaba de haber acumulado recursos monetarios en las arcas
nacionales. Sin embargo, esos recursos no eran para nada invertidos en
la educación, sanidad y mejoramiento de las condiciones de vida de la
inmensa mayoría de la población paupérrima. Es decir, toda la palabrería
del dictador no valía nada ante la realidad del país. Su régimen era el reino
de los barones de la tierra, los “señores feudales” según la jerga de moda,
que vivían a expensas del trabajo esclavo del campesinado, “los siervos”.
Los malos tiempos para los colonialistas ocasionados por la grave crisis
económica y la recesión mundial que produjo la quiebra financiera de
1929, se reflejó en Guatemala con una disminución de la productividad
agrícola y el aumento de la ineficiencia económica, que inhibieron la
formación de capital. Malos tiempos para el neocolonialismo y para la
dictadura imperante.
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
TERCERA PARTE: LAS RAÍCES DEL ARBENCISMO
Capítulo I: Jacobo Árbenz y Simón Bolívar
¿Fue para Jacobo Árbenz Guzmán la estadía durante un mes en un
calabozo estrecho y casi completamente oscuro su nacimiento como
revolucionario? Como Jacobo no podía hablar con nadie en la bartolina,
seguramente se puso a reflexionar, a analizar friamente su situación y la
manera y rapidez con que se habían desarrollado los eventos que lo habían
conducido a la soledad en que se encontraba. Sus primeros pensamientos
fueron sin duda hacia la bella joven salvadoreña que acababa de conocer.
Jacobo no ignoraba la importancia que en la sociedad guatemalteca se le
daba al complejo entramado de relaciones de pareja y su vínculo con las
condiciones socioeconómicas de los pretendientes. Pensó en que debía
valorar en su justa medida la penuria económica en que se encontraba y
en que sería muy difícil que una muchacha rica se interesara por un militar
pobretón, cuyo salario mensual recién graduado no alcanzaría ni para
comprarle un par de zapatos de los que acostumbrada calzar. Su disciplina
militar le impuso seguir adelante con su vida sin dejar de seguir siendo
dueño de sí mismo.
María Vilanova escribió sobre Jacobo, lo siguiente: “Durante el tiempo
que estuvo castigado pidió prestados los libros para estudiar dentro de la celda
y rindió los exámenes finales con brillantes notas, habiéndose graduado con
honores. En la Escuela Politécnica llegó a ser Sargento Primero y abanderado de
la Compañía de Cadetes; grado que desde años atrás sólo había sido conquistado
por el Sargento Adolfo Hall.
Después de un tiempo lo volví a ver ya graduado, con placa de honor de
la Escuela. Comenzamos una relación que al principio fue de amistad pero que
pronto se transformó en noviazgo…”.
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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El aislamiento en prisión durante un mes produjo a uno de los más
grandes estadistas de América Latina del siglo XX. Fue en ese ambiente de
depresión que comenzó a forjar su espíritu revolucionario, leyendo una
biografía de Simón Bolívar, que le hizo “mirar hacia atrás y hacia delante”.
Se interesó por la historia universal, reflexionando seria y serenamente
sobre el mundo en que estaba viviendo. La humillación por la que estaba
pasando le hizo perder la fe en lo que hasta entonces le había dado interés
a su vida. La oscuridad casi total en que se encontraba, paradójicamente le
hizo “ver la luz”, como la ven los recién conversos. Una situación anímica
que ha sido llamada “la psicología de la conversión”. El éxtasis intelectual
producido con la lectura de la vida del Libertador no lo había tenido nunca
y sería tan grande, que más adelante, al regresar a la Escuela Politécnica
como catedrático de historia, creó un curso dedicado exclusivamente
a estudiar la vida, pensamiento y obra de Simón Bolívar. El estudio de
Bolívar tenía la finalidad de acercar a los jóvenes cadetes a un modelo de
militar ejemplar, transformador de una realidad colonial que le tocó vivir
desde su más tierna infancia.
Haciendo uso de su intelecto privilegiado, Jacobo Árbenz supo
discernir sobre la marcada influencia que tuvo la política en la estrategia
militar de Simón Bolívar, llegando, a la conclusión de que además de
político y militar fue un gran reformador social. Una conclusión notable
en alguien que aún no había obtenido sus despachos de subteniente en
la Escuela Politécnica. Su actitud adoptada para comprender lo histórico
y permanente en acciones de una gran guerra independentista pone de
manifiesto que Árbenz poseía un amplio criterio y una gran capacidad
interpretativa de la realidad, que aplicaba el conocimiento histórico. Su
conocimiento histórico lo aplicaba a la política y ésta a la estrategia militar,
dando por resultado un conocimiento objetivo de la historia de Simón
Bolívar, de su pensamiento humanista que le condujo a sus acciones de
guerra. En una palabra, La motivación principal del militar histórico
independentista era de carácter social. Árbenz era ya capaz de unir el sujeto
con el objeto de la historia; es decir, al hombre que es capaz de utilizar la
política y la estrategia para llevar a cabo un hecho histórico de relevancia
mundial. Así que con este instrumental intelectual se dedicó plenamente
a conocer al hombre Bolívar como autor de un hecho histórico; o sea, un
ser con elementos cualitativos y cuantitativos suficientes para lograr “pasar
a la historia”.
Su concepción del conocimiento histórico lo transmitió Árbenz a sus
alumnos en la Escuela Politécnica, tomando como modelo el documento
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
conocido como La Carta de Jamaica, escrita por Bolívar en su exilio de
Jamaica el 6 de septiembre de 1815 al comerciante inglés Henry Cullen.
A manera de introducción al curso sobre El Libertador, el catedrático de
Historia los hacía leerla y luego discutían los pasajes más emblemáticos de
la misma.
Árbenz estaba convencido de que Bolivar había llegado al primer
puesto en el podio de la historia de América Latina, por luchar por la
conquista de la independencia y la libertad de los pueblos latinoamericanos,
y por pretender “enseñar a las masas el uso de esa libertad recién amanecida”,
ya que, según sentenciaba “un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su
propia destrucción”. Él creía que no se debía pensar en Bolívar sólo como el
hombre capaz de dar las grandes batallas que condujeron a la liberación de
las antiguas colonias españolas de la América Meridional, sino que también
“en aquel general que como estadista fundó naciones, estableció sistemas de
gobierno, organizó congresos continentales, desarrolló una ética política y sentó
las bases del nuevo derecho americano”. El perfil obtenido de Bolivar después
de estudiar su Carta de Jamaica, le mostró, por primera vez, las diversas
facetas de su personalidad -incluida su prominente vertiente literariacon una fórmula que iba a citar a menudo a partir de ese momento: “fue
absolutamente un genio”.
Desde su punto de vista, Jacobo consideraba que el rasgo dominante
del carácter de Bolívar fue su determinación de lograr la independencia
de los pueblos sudamericanos, sin importarle cuán arduo fue alcanzar esa
meta ni el precio que tuvo que pagarse en vidas para lograrlo. Fue una
auténtica enseñanza impartida para las futuras generaciones de militares
con espíritu revolucionario. De ahí que considerara, al igual que Pividal,
que el lenguaje de Bolívar el escritor se tornara “sobrio, austero y de
pensamiento elevado ante graves problemas sociales, capaces de conmover
los cimientos de su ideal independentista”, y que fuera capas de describir
“con la misma fuerza las virtudes del combatiente de fila y las amarguras
del dirigente político, entregado a los grandes debates de su tiempo: el
conflicto de ideas”. Árbenz supo que Bolívar no tenía ideas falsas sobre
el colonialismo y en su guerra contra él afrontó siempre con valentía
los golpes de la suerte. Impresionante fue para él leer que, con acierto
visionario de más de un siglo, había reconocido que existía “una Nación
muy rica, muy belicosa y capaz de todo”: los Estados Unidos, que parecían
estar “destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a
nombre de la libertad”.
JACOBO ARBENZ GUZMAN
79
Lo que más impresionó a Árbenz de la Carta fue la amplitud de los
puntos de vista de Bolívar, ya que aunque aparentemente su objetivo era
únicamente informar, al ingresar al terreno de la geopolítica presenta
diversos aspectos de una profunda reflexión crítica, que calaron igual
de profundo en su mente, haciendo que naciera en él lo que hoy en día
llamarían “espíritu bolivariano”. Sin temor a equivocarme, puedo asegurar
que la raíz del arbencismo es precisamente ese espíritu bolivariano, el cual
le acompañó durante toda su vida de adulto.
A tal punto llegó la obsesión de Jacobo por Bolívar, que quien pocos
meses después sería su esposa, María Vilanova, escribió en sus Memorias:
“Después de un tiempo lo volví a ver ya graduado, con placa de honor de
la Escuela. Comenzamos una relación que al principio fue de amistad pero
que pronto se transformó en noviazgo. Recuerdo que nos paseábamos por la
avenida bordeada de cipreses que quedaba frente a la Escuela Politécnica;
cualquiera hubiera creído que estábamos hablando de amor, pero no era
este tema el que dominaba nuestra conversación ya que con mis ansias de
llenar mis vacíos científicos y habiendo sido él profesor de esas materias
yo le preguntaba y él me respondía de acuerdo a sus altos conocimientos
relacionados con dichas disciplinas. Por ejemplo, me encantó conocer
bastante sobre Química y Física. Por supuestos que estos conocimientos
científicos que él me transmitía se proyectaban también hacía temas
militares, como por ejemplo la vida e historia de Bolívar y de José de San
Martín. ‘¿A quién se le puede ocurrir ver que una pareja aparentemente
enamorada esté enfocando su relación con temas científicos e históricos?’.
Esto lo relato para dar una idea de los múltiples lazos que unían a Jacobo y
a mi persona aparte de las teorías económico-político-sociales que también
discutíamos, sobre los cuales al final convergíamos en un ideal determinante:
que nuestros pueblos no sólo carecían del sustento diario en las bajas capas
sociales, sino que también los que dirigían esa política eran personas a
quienes no les interesaban ni ciencias exactas ni ciencias político-sociales”.
Una de las lecciones más importantes que sacó Jacobo Árbenz
de la Carta de Jamaica fue la convicción de que era necesario que los
guatemaltecos adquirieran conciencia política de su existencia colectiva.
Esta idea reafirmaba lo que había aprendido siendo aún estudiante de la
Escuela Politécnica. Esa era la manera como los liberales decimonónicos
concebían el concepto de “nación” y Árbenz creía que Guatemala debía
ser una nación integrada por blancos, mestizos y las diversas comunidades
y pueblos indígenas. El país multiétnico y multilingüe tenía el problema
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
político nacional de encontrarse dividido en sus lenguas, culturas,
religiones, creencias y modos de vida, considerándoseles a unos más
importantes que a otros. A este problema, según su opinión, sólo se le
podía hacer frente con posibilidad de éxito mediante la aplicación de
un programa estatal de exigencia nacional. En este punto Árbenz como
presidente lo único que consiguió fue enfrentarse a los comunistas, quienes
consideraban que más que de razas, el problema de la multiétnicidad era
un asunto de clases sociales. Sin embargo, como lo apunta Hobsbawm, las
fricciones entre grupos étnicos no necesariamente tienen que ver con la
posición que ocupan frente a los medios de producción sino que con un
arraigado sentido de identidad colectiva. Él da el ejemplo de los alemanes
del Báltico, en donde monopolizaban las tierras como hacendados, pero
vivían bajo gobernante no alemanes.
La idea de Árbenz después de leer y estudiar los escritos de Bolívar,
era crear en el medio rural y urbano, independientemente de que sus
habitantes fueran blancos, mestizos o indígenas, un sentimiento de
pertenencia nacional, de patriotismo, que actuara directamente sobre la
conciencia popular en el caso de una agresión o intervención extranjera,
tal y como sucedería en 1954. Es posible afirmar que la lectura del escrito
de Bolívar hizo pensar a Jacobo Árbenz seriamente en la posibilidad de
diseñar el escenario del futuro de la sociedad guatemalteca, una sociedad
donde previamente se hubiese extirpado “el servilismo que ha penetrado
en la conciencia nacional”, como hubiese dicho Engels. Al igual que
Bolívar, Árbenz pensó en poner su inteligencia al servicio de su pueblo,
no dejando las cosas como estaban, como hacían todos los pequeños
burgueses egresados de la Escuela Politécnica, sino mejorándolas de
acuerdo a su poder. Según las enseñanzas de Bolívar, Árbenz trataría de
inducir a los guatemaltecos a la disposición colectiva de morir por la
patria como indicio de patriotismo. Lamentablemente, como veremos más
adelante, Jacobo Árbenz no logró este cometido: al darse el golpe militar
e invadir el país la soldadesca mercenaria a sueldo de los EE.UU., no se
dio un levantamiento de patriotas que defendiera y salvara al gobierno
revolucionario. Pese a la Reforma Agraria, los habitantes de las áreas rurales
no se sentían identificados con el gobierno ni con el sistema estatal, por
lo que, desde el punto de vista político, ello condujo a su deslealtad. Sin
embargo, se debe señalar que no fueron los hombres del campo los que
le fallaron a su gobernante, a quien tenían en muy alta estima, sino que
la democratización fue confundida con electoralización por parte de los
allegados al Gobierno. El patriotismo de Estado, como lo entendía Árbenz,
JACOBO ARBENZ GUZMAN
81
lamentablemente no llegó a integrarse como componente emocional a la
conciencia de clase como fuerza política de los trabajadores de la ciudad y
el campo. La batalla de la propaganda fue ganada por los publicistas de los
medios de comunicación de masas al servicio del imperio.
Ya antes de abandonar la bartolina para reintegrarse a la sociedad
neocolonial de Jorge Ubico, Jacobo había llegado a la conclusión de que
no había perdido el tiempo entre rejas sino que había tenido la gran
oportunidad de encontrarse y conocer a Simón Bolívar. Muchos años
después aún tenía muy fresca en su memoria la primera vez que en
medio de una terrible oscuridad, ayudándose solo con la tenue luz de
una candela, leyó algo escrito o dictado por el Libertador. Por un lado
pasó cuatro largas semanas en medio de una total oscuridad, a la que tuvo
que vencer para poder sobrevivir y, por el otro, las lecturas y estudios lo
condujeron a la total conversión al bolivarismo de por vida, que cambió
completamente el curso de su destino personal, que no hubiese sido otro
sino el de la mediocridad de la vida mediocre de un militar mediocre más.
Ya había decidido entonces que lo que no había podido aprender en la
Escuela Politécnica durante sus casi cuatro años de estudios, lo aprendería
el resto de su vida en los libros. De ahí en adelante no perdería ni un solo
momento, entregándose a la lectura. Se esforzó en leer lo más que pudo.
82
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
Capítulo II: Jacobo Árbenz y Kemal Atatürk
De la lectura de noticias internacionales de los periódicos, que en él
era habitual, se apasionó cada vez más por devorar biografías de hombres
famosos, especialmente de aquellos que habían tenido un papel destacado
en la historia política universal y en la historia militar. Le fascinaban los
relatos apasionantes sobre personas que de una manera u otra habían
cambiado la trayectoria de los pueblos. Esto era así seguramente, porque
ya él mismo tenía una idea muy exacta de lo que como futuro militar
le impulsaría hacia adelante. Era el deseo de cambiar la vida que se le
había ya asignado. Fuera cual fuera su designación al abandonar la
Escuela Politécnica, la cambiaría de acuerdo a sus propios intereses,
no permitiendo que nadie ni nada fuera el rector de su vida futura. De
Bolívar había aprendido muchas cosas. Una de ellas era la necesidad de
adquirir un compromiso con su pueblo. Él sabía muy bien que no carecía
de talento, especialmente cuando se trataba de convencer a quienes lo
escuchaban hablar. No podía ni imaginarse que sus deseos personales no
fuesen tomados en cuenta por sus superiores, especialmente por ser ya una
leyenda con gran satisfacción de todo el mundo que le conocía. Algo muy
dentro de sí le decía que el mundo estaba a punto de iniciar un proceso de
grandes cambios, de acontecimientos decisivos para la humanidad, y que
debía de prepararse para ello. Al cruzar el umbral de la puerta de la cárcel
y reintegrarse a la vida militar, Jacobo parecía haber salido de la nada.
Con sus dotes como gran organizador y su inclinación hacia los contactos
personales, ya sabría adaptarse muy bien a lo que viniera, hasta llegar a
convertirse, costara el esfuerzo que costara, en líder a nivel nacional.
Así conoció el pensamiento de Kemal Atatürk, de quien se hizo
admirador. El líder de la lucha de liberación nacional turca y primer
presidente de la República de Turquía, se dio a conocer en todo el mundo
JACOBO ARBENZ GUZMAN
83
por haber librado una valiente guerra entre los años 1919 y 1923. Jacobo
tenía apenas 10 años cuando se dio el triunfo de los revolucionarios,
pero años después leyó la biografía de Atatürk, y quedó fascinado al
conocer más de cerca al personaje que le abrió a su país el camino de
la democracia parlamentaria, borrando para siempre del escenario un
imperio tan tiránico como obsoleto. Aunque no lo dejaran traslucir, su
ejemplo a seguir fue muy importante para los jóvenes militares de otros
países y latitudes, que en muchos casos tenían igualmente inquietudes
revolucionarias. Me equivoco, o el joven Jacobo interpretó con mayor o
menor rigor histórico el presente y futuro de Guatemala. El tema no era
nada fácil de abordar en esa época con extraños, aunque se tratase de
personas no demasiado partidarias del régimen imperante, por ser tema
tabú. Sin embargo, las noticias internacionales que se divulgaban en la
prensa cumplían una buena labor de información general, más que todo
porque había muchos europeos que las leían con avidez. Jacobo, con su
reconocida independencia de criterio, había adquirido la costumbre de
analizar a fondo todo lo impreso que caía en sus manos y le concernía, y
todo lo concerniente a Atatürk era ya para él política reciente que conducía
al establecimiento de una sociedad y un sistema presididos por el consenso
de la mayoría.
Según llegó a enterarse Árbenz, la vida de Kemal Atatürk no estaba
marcada por la lista espeluznante de crímenes y atrocidades personalmente
cometidas por él, como afirmaban sus enemigos. Todo lo contrario, según
sus admiradores, que se contaban por miles dentro y fuera de Turquía,
Mustafá Kemal Pascha, más conocido como Kemal Atatürk, era una
persona “sensacional”, un líder nato que pertenecía a los “hombres que
hacen historia”. La clase de hombres que formaban la elite de los sucesos
mundiales, los hombres que eran seguidos por las multitudes, que
despertaban de su adormecimiento con solo escuchar la voz del dirigente.
Su mayor mérito consistía en haber liberado a su pueblo del yugo
extranjero y haber construido un nuevo Estado. Lo más interesante para
Árbenz, eran las condiciones imperantes en Turquía que habían permitido
que jugara un papel tan destacado, así como sus experiencias personales
que le habían posibilitado convertirse en el máximo héroe nacional de su
pueblo.
Jacobo Árbenz sabía que Atatürk fue el militar capaz de derrotar a
los colonialistas griegos que tenían oprimidos a los turcos y que, gracias
a él, su pueblo tuvo la fuerza y la energía necesarias para llevar a cabo
84
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
una política independiente frente a los dictados de los imperialistas. En
su país musulmán hizo cambios reformistas propios de un hombre sabio
que logró sacar a Turquía del sistema medieval que oprimía a la población
campesina, convirtiéndolo en un país capitalista. Este conocimiento llevó
a Árbenz a estudiar más detenidamente su vida y milagros, a fin de sacarlo
de la leyenda y poder explicarse mejor el fenómeno Atatürk. Para Árbenz,
la verdad histórica exigía conocer las condiciones que permitieron que
esta personalidad llegara a jugar un papel tan destacado en la historia de
su país. Fue así como comprendió que la historia personal de Atatürk
formaba parte también de la historia de su pueblo. Éste necesitaba ser
liberado de la tutela política, económica e ideológica de las potencias
coloniales imperialistas y de la reacción feudal interna. De ahí que sus
éxitos personales, así como sus errores e inconsecuencias fueran dignos
de ser tomados igualmente en cuenta, ya que pertenecían al cúmulo de
experiencias por las que tenían que pasar los estadistas de los surgentes
Estados nacionales del siglo XX.
Desde la invasión de los colonialistas españoles a América, en 1524,
la estructura social de Guatemala no había experimentado cambios
radicales en cuatro siglos. Históricamente, el poder en Guatemala en
el siglo XIX fue obtenido en dos ocasiones a través de la lucha armada.
Los conservadores, en 1839, lo obtuvieron por medio de una guerra de
guerrillas al frente de la cual estaba quien luego fue el dictador Rafael
Carrera. En 1871, una guerra de guerrillas llevó al poder a quien sería
el dictador liberal, Rufino Barrios. De su línea político-ideológica fueron
los dictadores Manuel Estrada Cabrera y Jorge Ubico. Hasta que Jacobo
Árbenz tuvo 31 años vivió en un país en el que el poder constituyente se
mantuvo en manos de sátrapas. Sólo durante el período de 1920 a 1930,
los gobiernos de turno salieron triunfantes de las urnas o, por lo menos,
no de los campos de batallas armadas o amañadas. En 1938, España estaba
enfrascada en una guerra civil, mientras que el mundo se encaminaba a
pasos agigantados a una nueva guerra mundial. De hecho, la lucha armada
de los fascistas españoles contra la Segunda República española, era el
inicio de la ya inevitable conflagración, considerada ya el enfrentamiento
militar más trágico del siglo XX.
En medio de las dos grandes guerras mundiales se dieron en otras
partes del mundo diversos cambios revolucionarios de carácter burgués.
Uno de ellos fue en Turquía, donde se destacó el joven militar Kemal
Atatürk, considerado ya en la década de 1920 el padre fundador de la
JACOBO ARBENZ GUZMAN
85
República de Turquía. Según escribe Hobsbawm, a diferencia de Persia
y China, Turquía también liquidó el viejo régimen, pero hizo algo más
importante, lo reemplazó por uno nuevo, dando inicio a una revolución
que considera “el primero de los regímenes modernizadores del tercer
mundo”. Este régimen modernizador fue un: “Apasionado defensor del
progreso y la Ilustración frente a la tradición, del “desarrollo” y de una
especie de populismo no perturbado por el debate liberal.” En ausencia
de una clase media revolucionaria –de hecho, de cualquier clase
revolucionaria-, el protagonismo correspondía a los intelectuales y, muy
en especial, después de la guerra, a los militares. Su líder, Kemal Atatürk,
general duro y brillante, llevaría delante de forma implacable el programa
modernizador de los Jóvenes Turcos: se proclamó una república, se abolió
el Islam como religión del Estado, se sustituyó al alfabeto arábigo por el
romano, se abolió la obligación de que las mujeres fueran cubiertas con
el velo y se permitió su escolarización y, por otra parte, se obligó a los
hombres, si era necesario utilizando la fuerza militar, a que cambiaran el
turbante por el sombrero de tipo occidental. La debilidad de la Revolución
turca, muy notable en sus logros económicos, residía en su incapacidad
para imponerse sobre la gran masa de la población rural y para cambiar la
estructura de la sociedad agraria.
Sin embargo, las implicaciones históricas de esta revolución fueron de
gran trascendencia, aunque no han sido suficientemente reconocidas por
los historiadores, que en los años anteriores a 1914, tienden a centrar su
atención en las consecuencias internacionales inmediatas de la Revolución
turca –el hundimiento del imperio y su contribución al estallido de la
primera guerra mundial—y, después de 1917, en la Revolución rusa,
que adquirió proporciones mucho mayores. Por razones obvias, estos
acontecimientos eclipsaron los que ocurrían simultáneamente en Turquía”.
Tanto en Turquía como en Guatemala, los soldados se reclutaban
mayoritariamente de entre los campesinos y dentro de los cuarteles su
nivel de vida era como el de animales de carga. La mala alimentación,
los malos tratos por parte de sus superiores uniformados, las palizas y
la cárcel por cualquier motivo de contravención, estaban a la orden del
día. También a los oficiales se les pagaba salarios misérrimos. De ahí que
muchos de los reclutas potenciales preferían huir a las montañas antes
que ser capturados para “el cupo”. Muchos morían por enfermedades mal
atendidas o por desnutrición. Atatürk había comprendido después de
graduarse de oficial, que el imperio otomano era un anacronismo y que
86
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
el sistema feudal imperante era un obstáculo para el desarrollo nacional
burgués. Además, la burguesía existente era de origen extranjero, que se
enriquecía a través del comercio exterior e interior.
Siguiendo con las semejanzas entre Atatürk y Árbenz, encontramos
que en la academia militar ambos sintieron una gran inclinación por las
matemáticas y la historia. Precisamente por su gran interés y conocimientos
de matemáticas, a Atatürk su profesor le dio la denominación de honor
“Kemal”, cuyo significado era “El Perfecto”. Jacobo, por su parte, sería
pocos años después un brillante catedrático de matemáticas en la Escuela
Politécnica. El hábito de la lectura fue otra característica de Atatürk y
Jacobo, habiendo leído las biografías de grandes políticos revolucionarios
franceses como Voltaire, Montesquieu, Rousseau y Robespierre. Estas
lecturas despertaron en los dos jóvenes el espíritu rebelde, el sentimiento
anticlerical al comprender que el clero feudal era la principal base de
apoyo del absolutismo, y el reconocimiento de que sólo la soberanía
popular podía terminar con el despotismo de los sátrapas. El estudio de la
Ilustración francesa les llevó a la conclusión de que el pueblo poseía una
fuerza oculta que debía ser utilizada contra sus opresores y que el mundo
debía ser visto de manera realista, sin misticismos de ninguna especie.
Interesante, sin embargo, fue la sentencia de Lenin, quien decía que la
revolución turca fue burguesa. No fue una revolución “popular”, pues la
masa del pueblo, la inmensa mayoría, no se manifestó en forma activa,
independiente, en ningún grado notable, con sus propias reivindicaciones
económicas y políticas.
Importantes rasgos de sus personalidades parecidas no solo los
condujeron a leer obras formadoras de carácter sino también a ser
humildes y tolerantes con sus semejantes. Quienes no los conocían de
cerca, a menudo se formaban la falsa impresión de que eran presumidos
y hasta altaneros porque frente a los desconocidos solían guardar una
respetuosa distancia, aparentando indiferencia mientras los observaban
detenidamente con absoluta discreción. Esto concuerda con la gran
cantidad de personas de todos los estratos sociales, especialmente entre
sus compañeros de estudios, que se ganaron su confianza y nos cuentan el
“otro yo” de Jacobo Árbenz.
Tanto Atatürk como Jacobo eran ambiciosos, pero una ambición sana
de querer ser “algo” en la vida como militares profesionales al servicio de
una causa justa. En el caso de “Kemal”, se sabe que ya desde que era joven
estudiante de la academia militar, se vinculó a una organización secreta
JACOBO ARBENZ GUZMAN
87
que pretendía llevar a cabo cambios revolucionarios en la administración
y en la política de su país. De Jacobo Árbenz no sabemos nada al respecto,
pero al conocer y contraer matrimonio con una joven salvadoreña que
profesaba ideas revolucionarias se le abrió un nuevo mundo de ideas,
que muy pronto le convertirían en un potencial revolucionario. Puede
afirmarse por esto, que fue entonces que ingresó, calladamente, a la
política nacional.
Para que Jacobo Árbenz hiciera su ingreso en el escenario político
tenían que transcurrir aún varios años y él pasar por diversas experiencias
profesionales que le hicieron comprender que los intereses que estaba
sirviendo como militar, eran espurios, no contribuían en nada a la defensa
del país ni satisfacían las necesidades de la mayoría de la población
campesina. Como hemos relatado, después de graduarse como subteniente
de infantería fue enviado a prestar servicio al Castillo de San José, donde
conoció la sangrienta realidad sirviendo a un gobierno dictatorial,
capturando campesinos supuestamente voluntarios para servir al ejército
como soldados, utilizando métodos brutales a partir de los cuales las
acciones más parecían expediciones de castigo en contra de enemigos
declarados, que el reclutamiento de gente deseosa de servir a la patria.
Como resultado de sus acciones, las aldeas eran arrasadas, quedando
muchas en ruinas y sin un alma, ya que la mayoría de la población prefería
huir a las montañas cercanas.
De regreso en el cuartel ya con esos contingentes de “voluntarios” eran
castellanizados cuando no lo hablaban. Su alfabetización no resultaba fácil,
los suboficiales y oficiales tenían que hacer uso de la violencia, del cepo y
la cárcel para “civilizar” a los insumisos y demás elementos de tropa poco
receptivos. Si hemos de buscar los inicios del futuro compromiso social y
político de Jacobo Árbenz, los encontraremos muy probablemente en su
decepcionante labor de reclutador de muchachos “en edad de prestar su
servicio militar”, realizada en las aldeas y cuarteles.
88
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
Capítulo III: Jacobo y María
Los amigos y admiradores del agitado período de la “Primavera
Democrática”, María Cristina Vilanova fue la gran figura política; para
sus enemigos, una mujer temible que los hizo temblar. Curiosamente, la
verdad yace no a medias entre esos dos extremos, sino en otra dirección.
María Cristina Vilanova es sin ninguna duda una gran figura histórica.
Su papel de Primera Dama en el gobierno revolucionario de su esposo
Jacobo Árbenz, asistiendo a los jardines infantiles y haciendo obra social,
se mantiene en la memoria de los antiguos y jóvenes simpatizantes de la
Revolución de Octubre.
Sin embargo, las imágenes conocidas de María Vilanova no retratan
completamente a la dama de acero que fue junto a la figura del presidente
Jacobo Árbenz., la del mito de que fue ella quien lo hizo “comunista” y
lo tenía totalmente sometido, después de convertirlo en su marioneta.
Mentira o verdad, ellos son aspectos que no llegan a captar la esencia de su
importancia real en la Revolución de Octubre y en la llamada “Primavera
Democrática”. Como buena compañera de un presidente revolucionario,
y más aún como buena dirigente revolucionaria tras bambalinas, las
características más representativas de María Vilanova son el realismo, la
flexibilidad, algo de cinismo y, con el paso de los años, la lealtad hacia el
recuerdo de su marido y una obsesión con su memoria.
Algunos renegados comunistas han escrito sobre ella después del
asesinato de Jacobo Árbenz. Ella respondió con un libro de Memorias,
mostrando con ello un gran talento. La flexibilidad táctica de María
Vilanova la caracterizó durante toda su vida, hasta el día de su muerte, un
frío día de principios de enero de 2009.
JACOBO ARBENZ GUZMAN
89
Nadie advirtió en ella a la dama de acero que se escondía detrás de una
bella joven salvadoreña de nacimiento, que llegaría a ser una guatemalteca
de corazón y la más activa colaboradora del presidente Árbenz. Su
liderazgo era tan indiscutible, que una canción de moda le fue aplicada
durante años, cantándola ella misma con mucha gracia en mi presencia
pocos días antes de muerte: “María Cristina me quiere gobernar… y yo
le sigo, le sigo la corriente, porque no quiero que diga la gente, que María
Cristina me quiere gobernar…!”
Al principio junto al exitoso deportista Jacobo Árbenz, ella parecía sólo
una figura decorativa de lujo, pero ya durante el tiempo que fue ministro
de la Defensa de Juan José Arévalo, comenzó a destacar la arrolladora
personalidad de quien sería la mujer más prominente en el verdadero
primer gobierno revolucionario de la historia de Guatemala.
Aunque no se debe a su pluma la pequeña autobiografía en donde
relata sus orígenes, su infancia y juventud, su encuentro y matrimonio
con Jacobo Árbenz, la importancia de lo que dice me ha llevado a tomarla
como punto de referencia para señalar los inicios y primeros años de vida
revolucionaria de Jacobo.
En la lucha por el poder, llevado a cabo antes de ganar Jacobo las
elecciones presidenciales de 1950, el papel de María Vilanova fue
determinante para triunfo de su esposo. Los diversos intentos de
Francisco Javier Arana por darle un golpe de Estado a Juan José Arévalo
fueron neutralizados gracias a su activa participación. Su olfato en cuanto
a develar los vientos que soplaban fueron los que impidieron que el
golpista jefe de las Fuerzas Armadas y sus seguidores civiles y militares
contrarrevolucionarios se hicieran con el gobierno arevalista e iniciaran un
baño de sangre entre las fuerzas progresistas y sus dirigentes, tal y como
lo tenían planeado.
Fue una muestra de gran coraje, teniendo en cuenta el peligro que
corría a causa de su situación personal. Todas las veces que Jacobo
emprendió una lucha sin cuartel contra los intentos de golpe de Estado
de las fuerzas reaccionarias dentro del ejército, fue secundado por María
Vilanova. Nunca demostró ser una persona llevada por las pasiones,
sino al contrario, una persona de gran coraje personal, y, ya pasadas las
ambiciones feroces de la juventud, de lealtad férrea hacia la Revolución
de Octubre.
90
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
Según relata María Vilanova en sus Memorias, nació en El Salvador,
el 17 de abril de 1915, siendo hija de padre salvadoreño y madre
guatemalteca. Ambos pertenecían a familias de la oligarquía, pero él era
un capitalista agrario de alto vuelo, de origen alemán por el lado materno.
Era gran propietario de fincas de café y caña de azúcar, y estaba ampliando
sus negocios agrarios haciendo inversiones en plantaciones de algodón
para la exportación. Se dice que fue uno de los autores intelectuales de la
masacre gubernamental de más de 30.000 campesinos, efectuada en 1930
por la dictadura de Martínez, cuando María Cristina era una adolescente
de 15 años de edad. El conocimiento de la acción del padre la alejó de él
por el resto de su vida, haciéndola interesarse por el estudio de la vida del
campesinado salvadoreño, especialmente como objeto de explotación y
opresión por parte de la clase dominante a la cual pertenecía su familia.
María Cristina hablaba muy bien inglés, por haber sido enviada de
niña a estudiar a un colegio de monjas situado en California. Ella deseaba
continuar estudios universitarios, pero su padre la regresó a El Salvador
después de varios años, juntamente con sus dos hermanos y una hermana,
ya que lo único que le interesaba era que aprendieran bien el idioma inglés
y se hiciera ella secretaria comercial, para que trabajara en su empresa
agraria a su retorno al país.
“Además de trabajar en la oficina que administraba las fincas de su
familia, estudió pintura, se dedicó intensamente a leer y a llevar cursos
de materias que ampliaron sus conocimientos teóricos generales. A los
20 años; es decir, en 1935 viajó con su madre a Guatemala y fue en esa
ocasión que conoció a Jacobo Árbenz, precisamente en una fiesta en donde
se conmemoraba el cumpleaños del sátrapa Jorge Ubico, como ya lo refirió
en páginas anteriores. Relató que Jacobo y ella se gustaron desde que se
conocieron: ‘El “flechazo” fue mutuo. Jacobo era un hombre apuesto, serio,
muy reservado, pero desde el primer momento la atracción que hubo entre
los dos facilitó el diálogo y la comprensión. Árbenz siempre creyó en mí
sin reservas. Debo manifestar que soy una de las pocas personas en las que
confiaba íntegramente’.”
María Cristina tenía una elegancia al descubierto y una personalidad
fuera de control de las que impresionan, por la cual Jacobo no podía evitar
perder la cabeza. Con esa naturalidad de quienes están muy por encima
de todos, era lo que más se acercaba a su ambición de hombre: una mujer
hecha a la medida de sus exigencias. Su elegancia, su belleza y su espíritu
combativo seducen a Jacobo. Él era un hombre reservado, aunque muy
JACOBO ARBENZ GUZMAN
91
atlético. María era una joven graciosa y extrovertida. Y si bien la cuna
de Jacobo era a todas luces más humilde que la de su novia, él había
tomado la decisión de llegar a ser “alguien”. Tal y como lo cuenta María
Vilanova en sus Memorias, fue un amor a primera vista, pero al principio
los encuentros de ambos no son frecuentes, especialmente porque ella
residía en San Salvador y Jacobo en Guatemala. De vez en cuando él la
llama por teléfono o viceversa. A veces la invita a viajar a Guatemala para
encontrarse. Prudentemente, ella evita invitarlo a San Salvador, sabiendo
que sus padres no son de la opinión de que se involucre sentimentalmente
con un militar profesional guatemalteco, aunque por el lado paterno sea
de origen suizo.
Según relata ella: “La creciente amistad de Jacobo y mía se profundizó
rápidamente. Yo debí retornar a El Salvador, pero quedamos en contacto
por carta y por teléfono. Recuerdo que en mi casa pinté de memoria y a
grandes rasgos un retrato de Jacobo, mi madre tuvo que admitir que era un
hombre apuesto y me dijo que le encontraba cierto parecido con un prócer.
No creo que ese parecido físico haya existido jamás, pero me había salido
de una inspiración. También había alentado nuestra relación el hecho de
que Jacobo me había tratado con mucho respeto y cortesía. Además ambos
estábamos enamorados”. Cuatro meses después de conocerse se casaron,
sin el consentimiento de sus padres, quienes consideraron que la boda
era demasiado prematura. Pese a no contar con recursos económicos de
ninguna índole Jacobo decide casarse después de muchas reflexiones.
Refiere doña María: “Tanto Jacobo como yo estábamos de acuerdo en que
al casarnos no íbamos a celebrar un casamiento con “bombos y platillos”,
sino una boda sencilla. Jacobo no era especialmente religioso, su padre fue
protestante y doña Octavia, católica. Para cumplir con el rito católico,
Jacobo tuvo que confesarse y hacer la Primera Comunión. El sacerdote que
le confesó me comunicó que mi futuro esposo tenía un alma muy hermosa,
en el fondo muy cristiana y que esperaba que yo lograra con el tiempo hacer
de él un buen católico. El registro de nuestro matrimonio se celebró el 14 de
marzo de 1939, el mismo día que observamos la ceremonia religiosa en la
ciudad de Guatemala en la Capilla del Sagrario de la Catedral. Jacobo vistió
un uniforme de gala y yo llevé un traje sastre color blanco muy sencillo y
sombrerito blanco”.
Fue así como en marzo de 1936 contraen matrimonio el hijo de un
inmigrante suizo y la hija de un gran terrateniente salvadoreño. La boda
suscitó una curiosidad discreta entre sus conocidos, porque muy pocos
92
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
le veían pies y cabeza al enlace oficial de una muchacha inmensamente
rica y un joven inmensamente pobre. Para algunos se trataba de un par de
“presumidos”, un “suizo” y una “guanaca”, aunque la verdadera estrella de
ese evento fue María Cristina. Él cuenta entonces con apenas 23 años de
edad y ella con 21, pero ambos tenían ya grandes metas por alcanzar en sus
vidas personales y en común. El enlace resulta sorprendente para los padres
de María, ya que no tienen de Jacobo ninguna información sólida sobre
su solvencia económica y personal. Como grandes burgueses, deseaban
un yerno en quien pudieran confiar plenamente como comerciante. De
ahí que no consideren al joven militar guatemalteco digno de su hija, no
sólo por ser de categoría social menos favorecida económicamente, sino
también porque la opinión que recaban sobre él es variada, como dictaban
las circunstancias en que había transcurrido su vida.
Sin embargo, muy pronto deben reconocer que Jacobo es un hombre
físicamente completo, acompañado por un abanico de buenas cualidades,
al que se augura, sin ningún género de duda, un brillante porvenir. Para
decirlo en una frase: Jacobo como hombre es un magnífico partido para la
joven salvadoreña, un hombre a quien pueden confiar su hija. Así pues,
pese a que María Vilanova no contó inicialmente con la bendición de su
padre para contraer la boda, según nos cuenta, muy pronto recibió el
beneplácito de su familia. De hecho, ella fue una buena conquista para
él, aunque no haya sido ésta la razón fundamental de su matrimonio.
La pareja que Jacobo formaba con María Cristina fue muy pronto una
de las más requeridas socialmente de toda la ciudad. Con su presencia y
sus actividades sociales, hace de Jacobo Árbenz otro hombre. Aunque su
salario era modesto para las pretensiones de ambos, su boda con María
le hizo adquirir muy pronto gran protagonismo y prominencia en los
círculos deportivos de la alta sociedad capitalina, lo cual lo condujo a hacer
amistades nada despreciables y cruciales en su carrera hacia lo más alto de
la cúspide social. Como escribió ella, “Quedé casada con un subteniente
de infantería que ganaba cerca de setenta dólares mensuales destinados
para el mantenimiento del hogar”. Ella le introduce en el mundo político,
intelectual y artístico. Contribuye a desarrollar en él la sensibilidad social
que tenía medio dormida desde muy joven, modificando ventajosamente
la imagen de un político en ciernes y confiriéndole con ello nuevas
dimensiones.
En 1936 el mundo estaba envuelto en un clima de crispación política
debido al estallido de la guerra civil en España, que pronto involucró a
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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las potencias fascistas Alemania e Italia en una lucha común contra los
republicanos españoles apoyados por la Unión Soviética. María Cristina
y Jacobo se revelaron mutuamente como dos grandes lectores y discretos
simpatizantes de la República. Ella, con sus propios instintos belicosos
desde que era estudiante de secundaria en los EE.UU., lo alentaba a devorar
todos los libros posibles sobre estrategia militar, con el único propósito
de que descollara en el ejército en el futuro. Como sabía que la lectura
sobre dichos temas requería una particular concentración, solía dejarlo
solo durante horas, para que leyera y reflexionara lo leído. Más tarde lo
inducía a discutir de cuestiones políticas y sobre otros temas, pero como
sabía que él pensaba con su propia cabeza, procuraba sutilmente que sus
puntos de vista concordaran.
Jacobo y María la bella constituían una extraña pareja de lujo, gracias
a sus características personales que llamaban tanto la atención. Ambos
pertenecían a una generación de jóvenes que avanzaban con la fuerza de
los triunfadores. Entre sus proyectos pos matrimoniales, tenían muchas
y buenas ideas sobre la mejor manera de encaminar sus vidas futuras.
Aunque formalmente constituían dos jóvenes esposos interesados en
encauzar su matrimonio por los peldaños de la escalera típica que solían
subir los pequeños burgueses, en realidad sólo querían darle legitimidad
social a sus proyectos democráticos de reformas sociales. La experiencia
política de Jacobo y María era realmente nula. Sin embargo, no hay que
dejarse engañar por las apariencias: María tenía más en común con Árbenz
de lo que podía parecer a primera vista. Una larga lista incluiría, en primer
lugar, mucha buena fe unida a una férrea ambición y grandes deseos de
hacer “algo” por Guatemala. También compartían el gusto por el riesgo
y una clara propensión al estudio, la reflexión y la profundización de las
buenas ideas que pudieran resolver los grandes problemas políticos que
aquejaban al país, especialmente el concerniente a la falta de justicia social,
la desigualdad económica, y el establecimiento de las libertades públicas
de que se carecían. Su padre solía repetirle que en la vida podía lograr todo
lo que quisiera y que sólo bastaba con que se esforzara por conseguirlo.
“Mi matrimonio con Jacobo fue como una fantasía, yo había leído el
libro Matrimonio Inmortal, que es una novela de romance griego del siglo
IV A.C., la que trataba sobre el matrimonio del general y estadista llamado
Pendes que se casa con la hetaira griega llamada Aspacia. Este romance me
inspiró siempre. Quizá por ello la gente identificaba nuestra unión como
algo fuera de lo común.”
94
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
Tanto Jacobo como María tenían también un gran entusiasmo por
aprender a desmontar el aparato coercitivo de la dictadura, pero sabían
que debían actuar muy sigilosamente a fin de que los “orejas” no se
enteraran de sus inquietudes políticas, especialmente porque además
de estudiar, Jacobo y María fueron teniendo cada vez más en mente:
“hacer” la revolución. Su matrimonio les ha convocado para avanzar
intelectualmente hacia un futuro por construir; es decir, consecuencias
ventajosas que se materializarían en un nuevo Estado. Jacobo, con sus
cualidades ya mencionadas, podía haber tenido a cualquier mujer en
Guatemala y la eligió a ella, lo que significa que él también la vió como
una persona excepcional. Y no se equivocó, ya que muy pronto se le hizo
indispensable en sus años más vitales por venir. Los dos eran adictos al
estudio, al trabajo y a tener ilusiones de progreso social.
“Lástima que este tiempo no pudo dedicarlo a asistir a la Universidad
para llevar la carrera de ingeniería ya que le gustaba mucho; pero que
no coincidía con los horarios de trabajo porque en la Politécnica muy
frecuentemente tenía que hacer guardias de 24 horas, lo cual hubiera
impedido su asistencia regular a la Universidad. Digo de paso que estas
guardias eran agotadoras y su trabajo le exigía mucha atención.”
Jacobo y Cristina se amaban y respetaban mutuamente. Fue gracias a
ella que él pudo vivir intensos años apasionantes, adquiriendo un sólido
conocimiento de los problemas sociales y económicos del país. Gracias a
ella logró sobrepònerse a los momentos amargos pasados en la bartolina
de la Escuela Politécnica y a los golpes bajos asestados por las autoridades
de dicha Escuela. Gracias a ella Árbenz pudo aspirar a la creación de
una sociedad más justa para Guatemala. Sin temor a equivocarme, ella
le facilitó el tiempo libre y tranquilo que necesitaba para el estudio y la
reflexión, hasta que en 1944 decidió participar activamente en la política
guatemalteca.
Sabemos que María Vilanova era una mujer muy afectiva, pero
voluntariosa y con una fuerte personalidad. No extraña por esto que su
designio haya sido colaborar con su marido, ayudándolo a prepararse para
su futura vida política, caracterizada por haber dado y aguantado todo tipo
de batallas por la Revolución de Octubre. Árbenz se sentía orgulloso del
papel que ella jugaba en su vida y él siempre se lo agradeció. Admiraba en
ella su combatividad política, al igual que su estrecha relación con los más
significados miembros del pequeño mundo de la cultura guatemalteca.
Por ello no había nada que no le consultara sobre la manera de conquistar
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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la confianza de los guatemaltecos, lo cual hacía ella con gusto, incluso
cuando sabía que no siempre tomaba en cuenta sus opiniones. Existe una
anécdota familiar significativa: Jacobo Árbenz estaba una mañana en cama,
con el malestar de haber tomado algunas copas de más la noche anterior.
De repente, María entró a la habitación, se le plantó enfrente y en vez de
hacerle algún reproche, simplemente le puso ante sus ojos el Manifiesto
del Partido Comunista, de Marx y Engels, y le dijo: “¡Leé esto!”. Según
me relató su hijo Jacobo, su padre ya no salió del cuarto en todo el día,
dedicándose a leer y a estudiar el documento político mencionado.
Aunque parezca que no viene al caso describir un comportamiento muy
personal de Jacobo y María, diré que en medio de su trabajo hogareño, con
su costumbre de persona incansable, ella compartía con él su meticuloso
sentido del orden. De ese modo, con esa normativa práctica, logró la
pareja una mayor comprensión mutua. Sin embargo, obligatoriamente
debe decirse que María no siempre tuvo éxito en su intento de modificar
algunas de sus costumbres y hábitos, como el de dedicarse casi por
completo a su trabajo y dejar poco tiempo disponible para atender más el
hogar y la vida familiar. Su entrega incondicional al trabajo cotidiano no
buscaba el aplauso ni la adhesión de nadie. Simplemente fue siempre uno
de sus hábitos que más indignó a su esposa, quien aunque lo criticaba por
ello, en su fuero interno sabía muy bien que él sentía que trabajar era su
responsabilidad y que era una pretensión de su parte imposible de hacerla
realidad. Con el paso del tiempo comprendió ella que su manera de ser,
un hombre serio y muy trabajador, le hizo conquistar mucho respeto y
admiración entre sus adeptos políticos.
La cuestión esencial para la buena marca de la relación matrimonial
funcionaba a la perfección: María era extremadamente cariñosa con Jacobo,
lo cual él retribuía de la manera menos marcial que le era posible. María
nunca olvidaría los sentimientos amorosos de Jacobo hacia ella. En el
ambiente hogareño aunque no ponía reparos en que fuera ella quien dijera
la última palabra en asuntos de orden y manejo de las recetas culinareas,
personalmente él no dejaba de recordarle que los paches quetzaltecos
debían estar siempre por encima de las sabrosas pupusas salvadoreñas.
Por medio del cambo de impresiones atendía ella las tareas concernientes
a su familia y asuntos triviales de carácter social. Como una buena esposa
amante, le proporcionaba hasta el último capricho con tal de que comiera
y se alimentara suficiente, sana y equilibradamente.
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
Claro, sencillo, directo. Así es el lenguaje con que María Vilanova nos
resume su nueva vida al lado de Jacobo Árbenz. Más libre y más flexible
que cuando era soltera, pero también a un nivel material muy por debajo
de lo que estaba acostumbrada como muchacha de familia rica. Después
de medio siglo María demuestra que recuerda muy bien su nuevo hogar
de joven esposa, así como también supo comprender y hacerle frente con
modestia y dignidad a su papel de recién casada que se ve caer de su
pedestal de niña rica en medio de penurias económicas y habitacionales.
Se advierte, por lo que escribe, que fue capaz de interpretar su precaria
situación y de buscar y encontrar soluciones a los problemas domésticos
que tuvo que confrontar con su marido. Siente nostalgia y muestra cariño
por su suegra, doña Tavita, quien, a su manera, fue única y especial,
siendo lo más importante en ella, que siempre fue muy respetuosa de su
individualidad. También recuerda el entorno familiar de Jacobo, como
si llevara el triste luto de todos, hace años desaparecidos para siempre:
“Alquilamos una casita modesta por veinticinco dólares, la cual apode yo
después “La casa de las moscas”, ya que estaba cerca del botadero de basura
de la cervecería en El Zapote y los insectos infestaban las cercanías. El
único mueble elegante que teníamos era el sofá cama que estaba en la sala,
muy sencillo. Todos los demás muebles eran de pino y los compré ya hechos
en el Mercado Municipal, el cuarto de servicio no difería mucho del nuestro.
Doña Octavia y yo nos hicimos muy buenas amigas y nos llevábamos muy
bien, lo mismo puedo decir de mi cuñada Octavia y de Marmita, la esposa
de Eduardo Weymann, quienes fueron excelentes amigos nuestros, aun en
el exilio años más tarde. A mi suegra, un tanto parca en el hablar, le hacía
gracia mi locuacidad, por la cual surgió la idea de ponerme el apodo de
‘Periquito’.”
María Cristina personificando a una muchacha rica perteneciente a
la gran burguesía agraria salvadoreña, distaba mucho de ser una mujer
sumisa. Mientras que Jacobo es amante de la equitación, que le permite
introducirse y hacerse un espacio propio jugando al polo en los clubes
sociales de la elite capitalina, ella prefiere jugar al tenis, la lectura o el
paseo. Sin embargo, no tiene reparos en convertirse en cebollera cuando las
circunstancias así lo exigieron. “Como mi hermano era técnico agrícola y
tenía finca, empezó a enviarme productos para vender en Guatemala, pero
estos no dejaron ganancia. Traté de vender cebollas que pelaba a diario y las
sacaba a asolear porque al podrirse una, se podrían las demás. Al final tuve
que rematarlas en el mercado a un precio muy bajo. A mí no me importaba
realizar estos trabajos, aunque sé que mi esposo sufría por ello. Nunca le he
rehuido a ninguna disciplina por dura que sea, si es necesaria.”
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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Sobre sus hijas con Jacobo, nos relata de manera sencilla sobre su
nacimiento: “En aquel tiempo era raro que un matrimonio planificara la
familia, así que nuestra primera hija vino pronto. A solicitud de mis padres
decidí que la niña Arabella Irene naciera en El Salvador en mi antiguo hogar.
Fue una niña muy hermosa, rubia, de ojos verdes muy parecida a su padre;
a Jacobo se le avisó por teléfono de su nacimiento y se puso muy contento.
El nombre de la niña lo escogimos entre los dos, en recuerdo de su hermana
mayor fallecida a quien él quiso mucho. Mi padre se prendó inmediatamente
de su primera nieta y toda su vida le prestó atención y cariño. Después
del nacimiento de la niña yo regresé con mi hija y mi doncella Bernardina
a Guatemala en una camioneta de las que entonces hacían este trayecto.
Luego, cuando Arabella tenía casi dos años, Jacobo y yo nos fuimos a El
Salvador a visitar a mis padres, quienes pudieron en esa ocasión tratar más
de cerca a mi esposo”. […] “En abril de 1942 nació María Leonora, nuestra
segunda hija. Con el nacimiento de Leonora surgió la necesidad de una casa
más amplia. Decidimos trasladarnos a un barrio más salubre. Nuestra vida
había cambiado, pero no fue solamente la nuestra, ya corría el año de 1944,
año decisivo para la historia de Guatemala”.
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
CUARTA PARTE: LAS RAÍCES DE LA REVOLUCIÓN DE 1944
Capítulo I: La crisis del orden establecido
Luis Cardoza y Aragón, destacado poeta y escritor guatemalteco, salió
al exilio mexicano durante la dictadura ubiquista. Al derrocamiento del
sátrapa, regresó a Guatemala y luego vivió la Revolución de Octubre de
1944-54 como digno diplomático de los gobiernos de Juan José Arévalo
y Jacobo Árbenz. También estuvo presente en el país, promoviendo la
literatura y el arte. Desde el extranjero, sin embargo, siguió paso a paso
el proceso revolucionario y un solo párrafo de todo lo que escribió sobre
Jorge Ubico merece ser reproducirlo, para aventurar un poco en el absurdo
de una tiranía tan cruel como irrisoria: “El dictador Ubico no permitió que
existieran leyes de trabajo, organizaciones obreras, partidos políticos, prensa
independiente. Estaba prohibida la propia palabra “obrero”. Se tenía que
decir “empleado”. Los periódicos al hablar de las obras de la escuela “Jesús
Obrero”, llamábanla “Jesús Empleado”. Cuando el Congreso Eucarístico
de 1939, el dictador Ubico no autorizó la entrada de monseñor Sanabria,
arzobispo de Costa Rica, por “comunista”. Los indígenas guatemaltecos (tres
cuartas partes de la población) no podían circular por la calle principal de
la capital, para no mostrar al turista su color, su increíble miseria y sus pies
descalzos. Se podría recordar tanto en anécdotas, en episodios grotescos y
trágicos, en asesinatos y maratones reeleccionistas —¡ tantas cosas!— que
constituiría materia de muchos libros. Bien sabemos, dentro y fuera de las
fronteras, que los despotismos guatemaltecos se resumen en tres palabras:
nulos, sangrientos y fecales”.
Como diría Nicos Poulantzas, puede hablarse de crisis de un orden
establecido, es decir, de un sistema de dominación política, económica y
social -como el existente en Guatemala a mediados de 1944- cuando el
Estado (las instituciones y el aparato estatal), se ve sumergido en una crisis
absoluta. En la Guatemala de 1944, la crisis de la burocracia era total:
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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crisis del sátrapa Jorge Ubico y sus ministros serviles; del personal político
“de confianza”, que igualmente le hacía la pelota, como sus diputados;
de los funcionarios intermedios, jueces, militares, policías, maestros, etc.
Todo, porque fue resquebrajado el Estado cafetalero que coexistía paralelo
y en la sombra, con la expropiación del sistema económico y político
establecido por los neocolonialistas alemanes. Echemos una ojeada al
sistema económico y social que se había resquebrajado.
La economía neocolonial establecida por los alemanes con la
caficultura capitalista, y oficializada a través del Tratado de Amistad y
Comercio de 1887 entre el Imperio Alemán y la República de Guatemala,
no significó para Guatemala ni para los guatemaltecos una dorada época
de prosperidad. En el medio urbano no hubo ningún desarrollo industrial
y en el medio rural tampoco. El hecho de que un guatemalteco de origen
alemán haya inventado el café soluble no significa que el país se haya
industrializado, como tampoco que Guatemala se haya vuelto un país
capitalista. El país continuó siendo predominantemente agrícola. Eso sí,
en el medio rural donde se desarrollaba la caficultura y la economía de
plantación capitalista, aumentó la productividad gracias a las inversiones
capitalistas y a la intensificación de la explotación de los trabajadores
obligados a golpe de látigo, a prestar servicio como semi-esclavos en las
fincas de café y azúcar. Lo único que cambió en relación a las épocas
anteriores, fue la mayor pauperización de la población desposeída de sus
tierras y un mayor crecimiento del nivel de vida de la clase dominante,
cuyo modo y estilo dispendioso de vivir no tenía nada que envidiarle a los
ricachones europeos y norteamericanos de esa época.
Ante todo, es necesario volver a echar una mirada a la situación
económica y social de Guatemala momentos antes de que Jacobo Árbenz
se apoderara de la Guardia de Honor y diera con ello el banderazo para
romper el fuego contra la soldadesca ubiquista y el alzamiento popular,
que dieron al traste de manera definitiva con catorce años de tiranía. ¿Cuál
era, por ejemplo, el nivel de vida de las distintas clases sociales enfrentadas
a muerte en el país? El de la clase dominante nos es de sobra conocido al
igual que el de la amplia mayoría de la población trabajadora. Lo que sí
debe resaltarse ahora es el alto grado de sometimiento a que el sistema
burocrático-militar de las dictaduras liberales había conducido tanto al
campesinado como a la población urbana. Precisamente era esta pasividad
del pueblo lo que permitía el funcionamiento de la sociedad neocolonial.
El mecanismo del aparato burocrático-militar que permitía la existencia del
100
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
neocolonialismo mantenía a raya a la población, a la vez que incentivaba
a los extranjeros y a sus aliados oligarcas a aprovechar las leyes esclavistas
diseñadas por los neocolonialistas alemanes y servilmente decretadas por
sus lacayos guatemaltecos para hacer aumentar la productividad del trabajo
en las plantaciones. Las autoridades guatemaltecas estaban convencidas de
que sólo los extranjeros eran capaces de hacer inversiones de capital que
fueran productivas y colocaran a Guatemala en la vía del progreso técnico.
La economía neocolonial produjo las “dos Guatemalas” que perduran
hasta nuestros días, en una coexistencia que nada tiene ya de pacífica:
la del explotador y opresor, y la del explotado y oprimido: el rico en su
gran abundancia y poder absoluto, y la pobreza del pueblo común y su
total sujeción al salario miserable, tanto en la ciudad como en el campo.
Como veremos más adelante, la llamada “aristocracia” de origen español
desapareció como rica terrateniente ya a mediados del siglo XIX, dejando
de ser hereditaria. No es cierto que los grandes terratenientes guatemaltecos
de nuestros días sean los descendientes de los hacendados del período
feudal colonial, y que exista una “estirpe” de los llamados “conquistadores”.
Los grandes terratenientes de hoy en día son los descendientes de los
neocolonialistas del siglo XIX, y de la burguesía burocrático-militar
enriquecida en el ejercicio del poder gracias a los grandes robos de tierras
comunales alentadas por las dictaduras “liberales”, y a los negocios
turbios que realizaban (y siguen llevando a cabo) como paniaguados del
orden establecido. Lo que sí es cierto, es que el neocolonialismo creó una
sociedad consumista, con ricos vestidos a la última moda y con ropa de
marca, por una parte; y una sociedad de miseria y hambre, por la otra, en
donde los desheredados andaban en trapos de cucaracha.
Fuentes documentales refieren que en las fincas los peones y las mujeres
andaban casi desnudos. A los indígenas de Alta Verapaz que eran enviados
como recaderos a Cobán, se les veía en los caminos andar casi desnudos
y en harapos, y debían ponerse ropa “como la gente” antes de entrar al
pueblo. Las mujeres vestían solo una falda, teniendo desnudo la parte
superior del cuerpo. Su vivienda y mobiliario era miserable, así como su
régimen alimenticio. Casi nunca comían carne de vaca o de otros animales
domésticos que criaban en los terrenos que el finquero les proporcionaba,
para abastecer el mercado y procurarse unos cuantos centavos adicionales
a fin de no morirse de hambre. En su monótona alimentación diaria, sus
platos sólo podían ofrecer frijoles negros de su propia cosecha, que cocían
y comían acompañados de tortillas de maíz y chile. Sus chozas construidas
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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de adobe o barro tenían techos de palma seca, y solían albergar varias
familias numerosas, a veces en una sola habitación sin ningún mueble.
Durante las noches todos se daban calor los unos a los otros, y el frío y la
humedad de las lluvias causaban enfermedades que llevaban directamente
a la tumba. La pobreza era tan grande y miserable, que la vida en las
fincas y del pueblo, en general, sólo se puede describir como el hogar de la
carencia total y la morada de la tristeza y amargura. La elevada mortalidad
entre el campesinado se debía no sólo a las condiciones climáticas y a las
malas condiciones sanitarias y falta de atención médica en el medio rural,
sino también al hambre, producido por el deficiente régimen alimenticio.
Finalmente, la mortalidad de madres y niños era elevada porque su
inexperiencia e inmadurez física produjeron altas tasas de mortalidad. En
las ciudades, los hijos de un trabajador, común a la de todo el pueblo, no
podían tener otra ocupación que la de su padre, ni casarse con nadie que
no fuera de su misma condición social y económica.
Aunque la razón hombres-tierra era similar a la del período feudal
colonial español, ya a fines del siglo XIX la producción agrícola por cabeza
era menor a causa del deterioro del suelo, que lo hacía menos productivo
por manzana cuadrada. Las mejores tierras de cultivo ya no producían
grandes mazorcas de maíz sino café, y las parcelas que se les entregaba a los
peones para su subsistencia sólo daban granos de baja calidad. Los aperos
de labranza continuaban siendo rudimentarios, de origen prehispánico,
y los arados, cuando eran usados por los campesinos, estaban hechos de
madera. De hecho, el consumo de carne era muy bajo y sólo los pequeños
propietarios campesinos podían darse el lujo de poseer ganado para
tracción en la agricultura, siendo los caballos un lujo que no cualquiera
podía darse. La esperanza de vida era muy baja aunque la fecundidad era
muy grande debido a la promiscuidad en que habitaban, que conducía a
que las niñas campesinas fueran hechas madres antes de la pubertad. Las
niñas empezaban a ser madres a la edad de doce años. Los residuos de los
cultivos y el estiércol de vaca no se usaban como abono. Para empeorar
las condiciones de producción de los campesinos, sus cosechas de granos
alimenticios básicos ya descritos, sufrían los ataques de las ratas y otros
roedores y de los insectos.
El sistema neocolonial generalizó el uso dispendioso de los recursos
agrícolas y forestales puestos generosamente a su disposición por las
autoridades guatemaltecas. A partir de 1871, con el robo de las tierras
comunales, fue revolucionada la propiedad de la tierra al hacerse privada
102
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
de carácter burgués. Pero al hacerse propiedad de los neocolonialistas
alemanes empeoró socialmente porque las comunidades fueron despojadas
de su principal recurso productivo, ya que las tierras ejidales que les
dejaron sólo les permitía explotarlas hasta un punto cercano al nivel de
subsistencia. Fuera de las propiedades alemanas, la tierra perteneciente
a guatemaltecos, ya fueran oligarcas, tierras municipales o de pequeños
propietarios, carecían de riego. En lo que al desarrollo económico del
país se refiere, el aparato estatal, por ser parasitario, no tenía ningún plan
ni proyecto de mejoramiento de la infraestructura productiva, fuera del
mejoramiento de las vías de comunicación que satisficieran los intereses
y necesidades inmediatas de los finqueros extranjeros y nacionales. En la
cúspide del sistema de dominación neocolonial, el sector enriquecido en el
poder siempre obtenía su ingreso cobrando impuestos a las exportaciones
o mordidas por autorizar monopolios, sin participar en el proceso
de producción. Los corruptos sátrapas y altos funcionarios estatales
necesitaban satisfacer sus lujos y el alto tren de vida que solían tener, con
amantes a granel, por lo que sus ingresos nunca podían ser suficientes.
Esto debe recalcarse: los altos funcionarios, comenzando con el dictador
de turno y sus hombres de confianza, empleaban sus ingresos ilícitos
de manera en gran medida improductiva, ya fuera atesorando monedas
norteamericanas de oro y joyas importadas, y en la adquisición de tierras
y construcción de palacetes en las zonas más residenciales de la capital.
Los costos estatales para la manutención de un ejército de oficiales y
soldados encargados de custodiar presos que construían caminos, tendían
postes de alumbrado eléctrico, postes para comunicaciones telefónicas,
obras públicas, etc., también eran elevados. Su armamento para el caso de
guerras parece haber sido tan obsoleto, que el mismo Clemente Marroquín
hizo en 1949 un detallado inventario del mismo, que seguramente sonrojó
al jefe de las Fuerzas Armadas, coronel Francisco Javier Arana, y al ministro
de la Defensa de Juan José Arévalo, Jacobo Árbenz: “Dije en cierta ocasión,
que el Ejército de Guatemala estaba desorganizado y mal equipado. Un
defensor de la “brillante administración” del general Ubico aseguró lo
contrario: es decir, que era uno de los timbres de gloria del expresidente. Sin
embargo, la breve polémica que vino a consecuencia de aquellas expresiones,
puso en claro una triste verdad: que Guatemala no había tenido ejército pero
sí un militarismo aplastante. Testimonios irrefutables de jefes de cuerpo,
de jefes de posiciones militares fuertes, han revelado en su defensa, que la
situación del ejército de la dictadura era completamente falsa. Ya hemos visto
cómo mi afirmación era exacta: el equipo militar, variado, diverso, colocaba
JACOBO ARBENZ GUZMAN
103
al soldado en desventajosa situación. Nada más trágico en una institución
militar, que la variedad de su equipo, que lo viejo de sus municiones, que lo
anticuado de su táctica.
Dije que el general Ubico había deslumbrado a los ignorantes con aquel
desfile de veintiséis mil soldados, un 30 de junio, luciendo las viejas piezas
de artillería que ya ningún ejército del mundo tenía en uso. Y todo eso se ha
confirmado cuando los que resistieron el ataque del 20 de octubre han dicho
la terrible verdad: que las armas eran de distintos modelos y calibres, y que
sus municiones correspondían al año 14; es decir, de antes de la primera
guerra mundial. Esto quiere decir, que si Guatemala hubiese tenido una
guerra con un país medianamente preparado, nuestra tropa hubiese sufrido
descalabros irreparables. De nada hubiera servido el derroche de valor; la
audacia de sus hombres; lo inteligente de sus jefes y oficiales. La derrota
se habría operado por deficiencia en la potencia de fuego ante un fuego
enemigo uniforme y efectivo.
¿Cuántos años tiene de garantía un cartucho? Siete años dicen unos;
pero dados los engaños del tiempo, la poca formalidad de los fabricantes,
ese tiempo se ha acortado; los cartuchos modernos se preparan para breves
días, para ser usados con rapidez, porque años más tarde, otros modelos,
otros tipos de munición estarían en vigor. Si Guatemala hubiese tenido
una guerra internacional el año 44, en vez de un encuentro entre la misma
tropa, su desastre se habría sentido profundamente. ¿De quién habría sido
la culpa? De la dictadura; y debe recordarse que el dictador era un general;
es decir, un soldado que debía cuidar de que la Institución armada estuviera
en pie de acción para cualquier evento, Era explicable que en los días
de 1906 nuestra tropa sufriera desastre tras desastre, porque el dictador
Estrada Cabrera interfería siempre y desarticulaba el mando y la unidad
del Ejército. Pero eso no debía suceder jamás bajo la administración del
general Ubico, militar obligado a conocer los peligros de una institución en
cuyas manos el país pone su seguridad y su porvenir.
Por eso, ante las declaraciones apuntadas, no cabe más que recordarles
a los actuales jefes del Ejército, para que se unifique el tipo de nuestro
armamento, que se renueven las municiones de la artillería, de la aviación,
de la propia infantería, para que no sucedan casos irreparables como
los apuntados. En 1906, la mayoría del armamento de infantería era el
Remington 43; el calibre 7 milímetros era aún escaso, cuando la tropa
armada del fusil llamado Reyna Barrios (siete milímetros) recibía en horas
bien difíciles, cajas de municiones del calibre 11. Y eso se evitará siempre
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
si se uniforman los equipos, y hasta las marcas. En 1928, el país necesitaba
de armas y de municiones. Recuerdo la cólera del general Chacón cuando
se enteró de la malísima compra que se hizo en aviones, en artillería, en
fusiles: los que negociaron con esta adquisición, sabían que podían negociar
con la sangre de sus propios compatriotas, y con la libertad y prestigio de
su patria.
Pero no obstante, compraron diez mil fusiles máuser que se destruían
ya en su madera, ya en sus piezas esenciales, como en los extractores. Los
cartuchos de esta fusilería se partían por mitad, encascabillando los fusiles.
Las piezas de artillería estaban descalibradas: habían sido usadas en la
guerra de Marruecos contra Abd El Krin; los aviones eran unas matracas
inútiles; y se habían gastado grandes sumas de dinero. Comerciar con esta
clase de asuntos es diez veces criminal, y por eso creemos en la necesidad de
ponernos al día en tal materia, si es que no lo estamos ya, como creemos”.
El neocolonialismo dio por resultado grandes comilonas para una
minoría de propietarios de plantaciones y una inmensa mayoría de
semiesclavos, sarcásticamente llamados “mozos”, para las fincas de café
y caña de azúcar y de sirvientes domésticos para las residencias de lujo
de los finqueros. El nivel de vida de la clase dominante era muy elevado
Los sastres importados de Alemania y hasta de Checoeslovaquia, para
confeccionarle a los ricos trajes finos que en nada tenían que envidiar a los
que adornaban los escaparates de las elegantes tiendas de lujo de Berlín,
París o Nueva York. Para satisfacer las necesidades artesanales, además
de sastres y modistas que producían vestidos de algodón fino y de seda
de alta calidad para las esposas y amantes de los ricos, trajeron al país
todo tipo de maestros artesanos, desde albañiles, panaderos, talabarteros,
charcuteros, herreros, carpinteros, joyeros, relojeros, etc., hasta armeros
(un armero alemán al servicio de Dieseldorff diseñó el machete “corvo”
que aún se usa en el medio rural de Guatemala como instrumento de
trabajo fundamental).
Los alemanes no desarrollaron ningún tipo de industria en los
pequeños centros urbanos, quizás para no hacerle la competencia a los
comerciantes de la metrópoli o quizá porque la población urbana era
escasa en relación con la población rural. Es decir, porque el mercado
interno y el poder de compra de productos industriales por parte de la
mayoría de capitalinos era insignificante. Lo más cómodo era importar de
la “madre patria” Alemania, todo lo que se necesitaba para el uso cotidiano
y, a cambio, exportar café. De hecho, en la metrópoli existía interés sólo
JACOBO ARBENZ GUZMAN
105
por el café, para el cual existía óptimas condiciones de producción:
buenas tierras regaladas y mano de obra semiesclava en abundancia. Otros
“productos coloniales”, incluyendo metales preciosos como oro, podían
obtenerse con mayor facilidad y menor inversión en otras colonias.
La mayoría de las residencias de los neocolonialistas y de la oligarquía
parasitaria se encontraban en la ciudad capital y en otras pequeñas ciudades
cercanas a las plantaciones. En la capital establecieron un sistema bancario
acorde a sus necesidades para la transferencia de fondos de Hamburgo
a Guatemala. También las ciudades eran los centros comerciales más
importantes, donde los criollos españoles y demás europeos dominaban
el comercio de importación y exportación desde el siglo XVI. El poder
económico de los alemanes llegó a la cúspide antes de la primera guerra
mundial. La pérdida de esta guerra los llevó a la declinación. Para fines
del siglo XIX, cuando el padre de Jacobo Árbenz arribó a Guatemala, sin
embargo, el poder de los neocolonialistas estaba en su apogeo.
La penetración de los neocolonialistas y las dictaduras de la clase
dominante fueron posibles por la docilidad de la sociedad guatemalteca,
la cual se logró precisamente a través del terror impuesto a la población
por medio de las fuerzas armadas. Los miembros del ejército, tanto los
oficiales como los soldados, eran seres intocables y su status superior los
hacía temibles, sin que ningún civil se atreviera a relacionarse con ellos por
provocar el rechazo y aislamiento social. También no hay que olvidar, que
una unificación de los enemigos del régimen en capacidad de iniciar una
lucha de resistencia que podía conducir a un movimiento armado contra
el régimen, se veía obstaculizado por la diversidad étnica y lingüística
existente en el país. Por eso aquellos ladinos o indígenas de los centros
urbanos que deseaban cambiar de posición económica y social, optaban
por buscar la manera de incorporarse a la estructura jerárquica organizada
del ejército, a fin de ser asimilados gradualmente al sistema de dominación
existente. Solo dentro del ejército se podía dar una movilidad social tan
fríamente calculada y, por lo demás, segura y plena. Socialmente era
como convertirse a una nueva religión y el sistema y la clase dominante lo
toleraba, e incluso lo promovía, por medio de un proceso de selección entre
los jóvenes dispuestos a servir “a la patria”. Para triunfar en la profesión
de garantes del sistema de poder establecido, todo lo que había que hacer,
era copiar los patrones de conducta de los oficiales de grados superiores
hasta llegar a ser plenamente uno más de ellos. A esto se le llamaba “haber
hecho una buena carrera militar”. Con el transcurso del tiempo, se podía
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
lograr la movilidad social deseada mediante un ascenso militar vinculado
estrechamente a una conquista política en el sistema, lo cual conducía, así
mismo, a una mejora del status económico. Esto era posible por medio del
acceso a la propiedad de la tierra o a la toma del poder político del Estado.
Esta diferenciación de carácter jerárquico en la ocupación de la
población, es decir entre los hombres con derecho a portar y usar armas
ofensivas para proteger el orden establecido y aquellos sin derecho y
obligados a soportar todo tipo de humillaciones, fue otro motivo de un
permanente resentimiento y odio del pueblo contra el sistema de opresión
dictatorial. La prohibición a portar y usar armas estaba motivada por el
temor de que el pueblo escenificara un levantamiento contra el sátrapa de
turno, se hiciera con el poder político y se diera inicio a una revolución del
orden establecido. Fue precisamente esto lo que ocurrió en la madrugada
del 20 de octubre de 1944.
Cuando se escribe o se habla de ese 20 de octubre los historiadores
burgueses y sus corifeos hacen aparecer la efemérides como algo no digno
de ser recordado, acusándola de haber sido el causante de los supuestos
desequilibrios políticos y económicos que le produjeron al país los dos
gobiernos revolucionarios que dominaron el escenario nacional de 1944 a
1954. Según refieren los académicos y políticos influidos por semejantes
opiniones, ambos gobiernos falsearon por completo la voluntad popular
después de 14 años de una dictadura ilegítima como repudiable. Se trata
precisamente de eso: de deslegitimar un período histórico de setenta
años de duración que se caracteriza, precisamente, por haber modificado
un sistema de dominación que se caracterizó por establecer y defender
regímenes antidemocráticos y creado todo, menos armonía social en la
sociedad rural tradicional guatemalteca. Las mencionadas opiniones,
expresadas desde 1954 han ejercido y ejercen gran influencia en la
conciencia de las nuevas generaciones de guatemaltecos y, evidentemente,
es muy importante que determinemos si resisten un serio análisis crítico.
Mi personal conclusión, es que tales opiniones distorsionan la memoria
histórica y sólo tienen la finalidad de engañar y manipular el conocimiento
de los hechos pasados.
La verdad es que, gracias a la acción personal de Jacobo Árbenz
Guzmán, el 20 de Octubre de 1944, la intentona de la oligarquía agraria
de perpetuar, una vez más, su dictadura de clase, arrastrada por el pueblo
guatemalteco desde 1871, sufrió un severo y mortal revés. La toma de la
Guardia de Honor y la destrucción de la resistencia armada del ejército
JACOBO ARBENZ GUZMAN
107
ubiquista del Castillo de San José contribuyó, más que nunca, a que
las masas populares volvieran a despertar. Éstas no estaban totalmente
dormidas como antes de junio de ese mismo año, cuando dio inicio la
lucha callejera en contra de la dictadura ubiquista, pero después que se
creía restablecida la dictadura de los finqueros en la persona del nuevo
sátrapa Ponce Vaides, un movimiento mucho más vasto y profundo sacudió
con gran energía el sistema de poder que Ubico había dejado intacto al
renunciar; es decir, después de haber sido relevado el sátrapa, poniéndose
Ponce Vaides al frente de todo el aparato de dominación burocráticomilitar de los finqueros, se había inaugurado un nuevo gobierno dictatorial
de imprevisibles consecuencias.
Lamentablemente, los dirigentes revolucionarios aún estaban en
plan de concientización ideológica y de adquirir más espíritu de lucha.
Las figuras del triunvirato establecido, el capitán Jacobo Árbenz, el mayor
Francisco Javier Arana y el empresario Jorge Toriello, conocido como “el
ciudadano”, eran los cabecillas de la conocida “Revolución de Octubre
de 1944”. El grado de su conciencia política era de distintos niveles. No
tenían una meta uniforme, predominando en ellos sus intereses personales
y gremiales, más que los colectivos.
Sólo Jacobo Árbenz representaba los intereses populares y de los
tres triunviros sólo él gozaba de una discreta fama en la ciudad. Se decía
que había sido un buen estudiante y un buen catedrático de la Escuela
Politécnica, pero, ante todo, se sabía que había salvado la revolución en
ciernes dándole un golpe de Estado a Ponce Vaides el 20 de octubre de
1944. Esto último le había hecho una aureola de héroe. Se destacaban
algunos importantes rasgos de su carácter. Algunos compañeros de
estudios habían comentado que siempre se mantenía apartado de todos,
que no tenía estrecha amistad con nadie, pero que nunca era descortés
con nadie. Siempre se había destacado entre sus compañeros de estudios
y de armas por su férrea voluntad de ser líder. Precisamente este rasgo era
el que proyectaban los retratos que de él presentaba la prensa: el de un
joven revolucionario fuera de lo común, con rasgos físicos que mostraban
mucha determinación y valor. En su mirada podía percibirse una sana
ambición, la ambición de un hombre de querer ser alguien, pero que estaba
en disposición de subordinar sus intereses personales a los de la liberación
de su patria. Entre los tantos designios políticos que se le atribuían a su
persona en los artículos de prensa, destacaba el que mencionaba que en
su casa se mantenía leyendo sobre temas específicos relacionados con
108
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
la manera de desligitimar la gran propiedad de la tierra. En realidad, las
lecturas que estaba realizando Jacobo tenían la finalidad de hacerlo tomar
la decisión más acertada y eficaz en el momento tan crucial por el que
estaba pasando; Después de setenta años de dictadura oligárquico-militar
lo más grandioso que podía sucederle había sido buscar integrarse a su
pueblo y, como futuro hombre de Estado, encaminarlo hacia un mejor
futuro.
Jorge Toriello, el “Ciudadano”, era el prototipo del hombre político de
la clase dominante. Pertenecía por origen a la burguesía agraria interesada
en establecer un Estado que administrara los asuntos que le convenían
a la ascendente alta burguesía de negocios, y que fuera este sector de la
clase dominante el que se hiciera con la hegemonía del poder político
en el país. Representaba los resabios del pasado, que pretendía sobrevivir
en el nuevo estado de cosas, cerrándoles a los guatemaltecos su acceso a
participar en las decisiones políticas de alto nivel, por medio del control
de los nuevos partidos del sistema en vías de formación. Para cumplir
esos fines, tenía en mente establecer una práctica política (que años más
tarde sería usual) basada en una Constitución real, que suplantara a la
legal, destinada a viciar y, en definitiva, a anular la voluntad popular. Su
trayectoria pública sería breve, al destruirse la pretendida red paralela
de poder que estaba organizando para deformar el Estado institucional,
terminando por desplomarse en el desprestigio político. Con el paso
del tiempo se convertiría en una figura “notable” del pasado, llevando
siempre como muletilla el título de “Ciudadano”, que nunca se supo lo
que significaba en un país donde toda persona al llegar a su mayoría de
edad se convertía oficialmente en ciudadana.
Francisco Javier Arana respondía a los intereses más oscuros de los
oficiales “de línea” del ejército; como ya hemos señalado, los oficiales no
formados en la Escuela Politécnica sino ascendidos en el escalafón por sus
servicios prestados en los cuarteles, donde lo que más se tomaba en cuenta
era la brutalidad con los inferiores y el servilismo con los superiores. Pero
también se hizo muy estimado por la oligarquía agraria y la Iglesia, que
deseaban establecer un Estado de apariencia constitucional, una ficción
de democracia, realizando periódicas farsas electorales con militares como
gobernantes. Pensaban que un nuevo tipo de caciquismo permitiría la
restauración del poder de los finqueros.
No fueron los hombres del triunvirato quienes lograron el triunfo de la
Revolución el 20 de Octubre de 1944 sino el pueblo, las masas populares
JACOBO ARBENZ GUZMAN
109
que secundaron la acción de los militares revolucionarios encabezados por
Jacobo Árbenz. Fue, como hubiese dicho un conocido experto en política
internacional, “la espontaneidad de las masas”. El secreto del éxito está
en las masas. Las huelgas estudiantiles y del magisterio iniciadas en las
postrimerías del gobierno ubiquista y luego extendidas a otros sectores
pone de manifiesto la profundidad que estaba alcanzando el movimiento
popular antidictatorial, pero también que se trataba aún de un movimiento
espontáneo, embrionario. No existía organización, no existía conciencia
de clase que moviera las acciones de protesta.
Se sabe que los motines primitivos reflejan cierto despertar de lo
consciente, los obreros han perdido la fe tradicional en la inamovilidad
del sistema que los oprime, han empezado a sentir la necesidad de
oponer resistencia colectiva y rompen decididamente con la sumisión
servil a las autoridades. Pero esto, sin embargo, más que lucha es una
expresión de desesperación y de venganza. Una huelga es un estadio
superior de conciencia de clase, que suele ser convocada cuando se
adquiere conciencia de su importancia para una lucha contra el patrón
o contra la autoridad inmediata de la institución a la que se pertenece.
En ambos casos, lo primero que hacen los demandantes, es ponerse de
acuerdo para estudiar las reivindicaciones que se harán, luego se analiza
el momento más adecuado para hacer los planteamientos. Un motín es
un levantamiento espontáneo, mientras que una huelga representa ya un
embrión de lucha de clases. La huelga es de tipo sindical, pero no tiene
que tener necesariamente un contenido ideológico; es decir, no tiene que
estar organizada por un partido político determinado. Eso fue lo que se dio
en Guatemala en las jornadas de protesta que llevaron al derrocamiento
de Ubico, primero, y de Ponce, después. Pero las huelgas también fueron
movimientos de masas espontáneas. Importante históricamente, es que
se dio la convicción de que era necesario agruparse para darle más fuerza
a las demandas y luego estar dispuestos a luchar por el éxito, tal y como
sucedió.
El movimiento revolucionario adquirió el apelativo histórico de
“Revolución del 44” no porque se haya producido una revolución en el
sistema de dominación socioeconómico y político -lo cual no fue el caso,
pues aunque logró eliminarse una dictadura opresora, el sistema que
representaba quedó intacto-. El siguiente paso a dar era precisamente
hacer los cambios necesarios para eliminar el sistema. Y fue esto lo que
procuraron hacer los jóvenes intelectuales, civiles y militares, que se habían
110
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
hecho con la dirección del movimiento revolucionario. Fue aquí cuando se
inició la lucha interna en la que participaron, en primer lugar, los jóvenes
burgueses que aspiraban con desarrollar el capitalismo en diversas áreas
de la producción agrícola, industrial y comercial, cuyo representante era
Jorge Toriello, y otros jóvenes más, algunos de la burguesía, que no tenían
ninguna orientación ideológica pero sí grandes deseos de que el pueblo
de Guatemala, especialmente el campesinado, mejorara su condición de
semiesclavitud y pobreza en que se encontraba. Entre ellos se encontraba
Jacobo Árbenz y otros civiles y militares patriotas más, pertenecientes
todos a la pequeña burguesía urbana. Estaba también un pequeño grupo
de jóvenes universitarios y del sector magisterial, que ya habían estudiado
o estaban comenzando a estudiar las doctrinas filosóficas, históricas y
económicas marxistas. De su núcleo más estudioso y decididamente
estalinista se formaría el Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT). Los
jóvenes fascistas que habían colaborado con la dictadura de Ubico,
estaban en plena retirada. No habían desaparecido por completo. Unos
pocos procuraron, con éxito, infiltrarse en el movimiento revolucionario.
Pronto se reorganizarían los fascistas y otros anticomunistas no fascistas,
se pondrían al servicio del imperialismo norteamericano, y se lanzarían
en contra del gobierno reformista de Juan José Arévalo, primero, y del
gobierno revolucionario de Jacobo Árbenz, al asumir éste la presidencia en
1951. Su principal ideólogo llegó a ser un antiguo luchador antiubiquista,
el periodista y propietario del diario “La Hora”, Clemente Marroquín Rojas,
la “bestia negra” de la Revolución de Octubre del período 1944-1954.
Clemente Marroquín Rojas fue un periodista autoproclamado
“independiente”, acérrimo crítico de los gobiernos de Juan José Arévalo
y Jacobo Árbenz. Repetidamente manifestó que estaban infiltrados y
manipulados por los comunistas, que sus promesas de lucha por la igualdad
y la justicia social eran demagógicas e ilusorias, que los resultados de sus
gobiernos eran más bien escasos y que la reforma agraria era un proyecto
fracasado. Según él, el mejor candidadato para suceder a Arévalo era
Francisco Javier Arana, procurando que los antiguos votantes de Arévalo
le perdieran la confianza y le retiraran su apoyo político al candidato
Árbenz. En esta campaña de desprestigio tuvo bastante éxito reiterar
machanomente la necesidad de sentar en el banquillo de los acusados a los
asesinos de Arana, después que éste fuera muerto en circunstancias nunca
esclarecidas durante los gobiernos de Arévalo y Árbenz.
Se ha escrito que la aristocracia criolla está constituida por terratenientes
hereditarios que han derivado sus ingresos de la utilización de peones en
JACOBO ARBENZ GUZMAN
111
el cultivo del café. Históricamente, la aristocracia criolla quedó en trapos
de cucaracha durante la guerra civil que sucedió a la Independencia de
Guatemala. Como resultado de dicha guerra, los liberales encabezados
por Francisco Morazán establecieron un gobierno liberal que expropió los
bienes de la Iglesia, que se distribuyó entre elementos no conservadores
o fueron vendidos al mejor postor, generalmente extranjeros. Al retornar
al poder los conservadores, intentaron constituirse nuevamente en el
sector más poderoso de la clase dominante, pero los tiempos y manera
de enriquecerse fácilmente habían cambiado. Ahora, el enriquecimiento
sólo se podía hacer a la sombra del poder político y como intermediarios
entre el Estado burocrático-militar y los neocolonialistas. Así que al
ascender al poder nuevamente los liberales, esta vez encabezados por
Rufino Barrios, y los conservadores volvieron a caer en desgracia, surgió
la figura del “cuelludo” o favorito del mandatario de turno, encargado de
vender concesiones de negocios a los interesados en el enriquecimiento
fácil aunque fuese de manera ilícita. El producto de dichas ventas debía ser
compartido en partes iguales con el mandatario para que, de esta manera,
ganaran todas las partes involucradas. Fue así como surgió el nuevo sector
poderoso dentro de la clase dominante: la burguesía burocrático-militar,
que fue la que le abrió al capital extranjero las puertas de par en par al
capital extranjero del neocolonialismo. Marroquín Rojas, fiel a su estilo de
darle palo a los oligarcas como a los comunistas, por igual, describe a este
nuevo rico en La Hora Dominical del 6 de febrero de 1949, de la manera
siguiente: “Sería exagerado decir que todos los capitales nacionales han
sido hechos a la sombra del Estado, pero sí podemos decir que la mayor
parte, y esa mayor parte llega escaso al noventa y cinco por ciento, son hijos
directos del Estado; esto es, nacidos, crecidos y mantenidos constantemente
por las fuerzas de la administración. Una parte de esos capitales labrados
directamente por gente que ha servido al Gobierno y que, desde su puesto
“con cachitas”, acumularon la riqueza, la botaron a manos llenas, o la
disfrutan aún. Otros capitales, los que se dicen independientes, se formaron
por la misma protección del Estado, exigiendo que éste les diera mozos casi
gratis, que les favoreciera con tarifas proteccionistas, o bien con monopolios
bárbaros que dejan siempre repletas las alforjas”.
Según Marroquín Rojas, “todos estos ricos, grandes y chicos, son
los ahora amenazados seriamente por las nuevas corrientes ideológicas.
Mejor y más claro: ellos serán los perdedores; pues siendo así, nadie de
éstos se apresta a luchar como debe lucharse, nadie suelta dinero para la
organización de un partido honesto; pero en cambio, andan por ahí muchos
112
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
tras los hombres conocidos por “de mano de hierro”, para que éstos les
protejan sus capitales con los mismos sistemas de los viejos funcionarios,
capataces antes que funcionarios. Los ricos, pues, no buscan la justicia,
no buscan el progreso a base del engrandecimiento general de los pueblos;
ellos buscan al hombre que, como Presidente, pueda ser capataz, pueda ser
esbirro que les limpie el camino de su tradicional modo de hacer plata. Y eso
ya no debe permitirse. El pueblo medio, el que es en rigor “alma de pueblo”,
debe aprestarse a la lucha. El rico no es un hombre de justicia, sino un
explotador. Por eso se mantiene indiferente en la lucha que libramos contra
el comunismo, con la esperanza de que de un momento a otro surja el tirano,
el déspota que aniquile toda esperanza de mejoramiento y vuelva a someter
a los trabajadores a sus caprichos y a sus intereses. En este sentido, son
mucho más amplias las empresas extranjeras que nuestros ricos infelices,
gorrones y sostenedores de todo despotismo”.
114
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
Capítulo II: La caída de los sátrapas
En abril de 1944 fue derribada la dictadura de Jorge Ubico, principal
cabecilla de los finqueros liberales creadores del sistema de dominación
estatal establecido en Guatemala en junio de 1871, cerrándose el capítulo
de historia donde predominó el Estado burocrático-militar de la clase
oligárquica, que le abrió las puertas del país al neocolonialismo alemán
de la segunda mitad del siglo XIX. Las causas de la caída de Ubico han
sido resumidas por Manuel Galich, a través de su discípula cubana, la
historiadora Orieta Álvarez, de la manera siguiente: “Desde la llegada de
Ubico al poder había desaparecido toda posibilidad de organización para
las grandes masas. El dictador no permitió que existieran leyes de trabajo,
ni organización obrera, ni partidos políticos, ni prensa independiente,
llegándose a prohibir el uso de la palabra “obrero”.
Anuló todo tipo de desarrollo democrático que permitiera la participación
siquiera limitada de algunos sectores y, como burla a las más elementales
libertades burguesas, se reeligió dos veces. Concentró el poder gobernando
en forma autoritaria y elaborando leyes que el Congreso tenía que aprobar
obligatoriamente. Desarrolló un aparato militar y policíaco que lo sostenía
en el poder, ejecutando sus órdenes, que incluían el fusilamiento sin juicio
previo. El espionaje, el chantaje, el destierro, la prisión y el aniquilamiento
físico de sus adversarios políticos fueron prácticas comunes. La frase
“muerto al intentar escapar” fue el final de numerosas figuras políticas.
Sin embargo, al estallar la Segunda Guerra Mundial le fue imposible
evitar que se difundieran en el país las ideas sobre la libertad y la
democracia que utilizaban los aliados. Esta propaganda tuvo eco en los
sectores oprimidos de la sociedad guatemalteca y fundamentalmente en
los intelectuales y estudiantes, que lograron importantes avances en su
organización.
JACOBO ARBENZ GUZMAN
115
El movimiento estudiantil también había sufrido las consecuencias de
la dictadura. La autonomía universitaria fue suprimida y se militarizaron
los centros de nivel secundario. Considerados por el pueblo “depositarios
de la rebeldía, de la altivez, de la crítica mordaz”, fueron confinados al
silencio y a la inactividad que imponía el régimen, aunque su avanzada
fue neutralizando el escepticismo y el pánico imperantes y sus inquietudes
cívicas se acentuaban paulatinamente.
A partir de 1940 se inició en la Universidad un movimiento
consciente y organizado de lucha contra el dictador y en defensa de las
libertades universitarias en el que jugó un importante papel el grupo de los
“escuilaches”, fundado anteriormente alrededor de Manuel Galich, Mario
Méndez Montenegro e Hiram Ordóñez, que redactó y difundió un documento
donde se proponía derrocar a Ubico. En este mismo año resurgieron dos
organizaciones estudiantiles más: Juventud Médica y El Derecho, ambas
con finalidades culturales y de reorganización del estudiantado, logrando
agruparse federativamente en 1943 con el nacimiento de la Asociación
de Estudiantes Universitarios (AEU), la cual trabajó arduamente para
preparar el movimiento que estalló al año siguiente contra la dictadura.
Durante la guerra, Ubico –que había sido abierto simpatizante del
nazi-fascismo- tuvo que expropiar los bienes alemanes en Guatemala,
bajo fuerte presión del gobierno de Estados Unidos, lesionando con esto a
sectores nacionales vinculados al capital alemán. También con la caída del
precio del café, principal fuente de divisas y el aislamiento de los mercados
europeos a que quedó sometido el país durante la contienda, se acentuó más
su dependencia del mercado norteamericano, al tiempo que disminuyeron
sus exportaciones. Todo ello resultó catastrófico para su ya de por sí endeble
economía. El gobierno ubiquista se fue convirtiendo así gradualmente en
un freno cada vez mayor para el desarrollo económico del país y en un
obstáculo para casi todos sus sectores sociales, a los que golpeó económica
y políticamente.
En 1944, la dictadura ubiquista se enfrentó a una serie de fricciones
dentro del bloque dominante. Los cafetaleros, que eran la base social
más importante de ese régimen, no querían arriesgarse ante una serie de
medidas que demandaban otros sectores, tales como la diversificación de la
agricultura y la industrialización, que garantizarían a dichos sectores un
lugar más importante en la vida económica del país y su posible ascenso
político.
116
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
Todo este panorama coincidía con la etapa final de la Segunda
Guerra Mundial. La propaganda norteamericana contra el fascismo y la
presentación de los ideales de “democracia y libertad”, contribuyeron a
minar el terreno a la dictadura de Ubico.
La unificación de todas las fuerzas antidictatoriales dio por resultado el
movimiento de junio de 1944, que fue encabezado por la juventud estudiantil
y dirigido por sectores de las capas medias urbanas y la incipiente burguesía
local, apoyados por la clase obrera y el pueblo en general.
Fueron éstas las condiciones que permitieron el derrocamiento del
gobierno de Ubico, el “gran final de una larga noche”, como ha sido llamado.
Representó la última postura de una oligarquía agrícola en decadencia. Su
ineptitud para resolver la crisis reveló su identidad.
Las circunstancias del “milagro” de las jornadas populares de junio de
1944, fueron la expresión de las contradicciones de aquella sociedad y el
inicio del proceso de maduración hacia una situación revolucionaria”.
En la caída de Ubico, la importancia que desempeñó la relación
existente entre la estructura social imperante en el país y la actuación
económica de los neocolonialistas y sus lacayos de la oligarquía, no
debe pasarse por alto. Sin embargo, la expropiación de los alemanes y su
expulsión del país no lesionó los intereses de los caficultores guatemaltecos
sino todo lo contrario: los liberó de sus acreedores. La inmensa mayoría de
los caficultores del país estaban endeudados con los alemanes, quienes les
hacían préstamos leoninos a cambio de sus cosechas futuras, pagándoles,
además, precios muy bajos por el café que compraban, ya que eran los
alemanes vinculados a los bancos y grandes empresas de importación de
café los que manipulaban los precios en el mercado internacional. El terror
del finquero guatemalteco era morir endeudado a un banco alemán y no
dejarles ni un centavo de herencia a sus hijos, que no sabían hacer otra
cosa que no fuera explotar “mozos” campesinos. De hecho, además de los
políticos advenedizos y la oligarquía agraria que anhelaban apoderarse de
las fincas alemanas expropiadas, no había en el país nadie más interesado,
que se sintieran más dichosos por la ruina y expulsión del país de la
mayoría de los odiados arrogantes neocolonialistas alemanes, que los
endeudados finqueros guatemaltecos. Así que al ser expulsados del país
los alemanes, se bailaron muchos sones chapines en el país. Sin embargo,
no se fueron todos. Algunos de ellos se las ingeniaron para permanecer en
Guatemala y otros regresaron a sus fincas de Guatemala en la década de
JACOBO ARBENZ GUZMAN
117
1950, después de haber sido derrotados militarmente y hecho prisioneros
en Stalingrado por el ejército de la Unión Soviética y haber permanecido
durante años sufriendo hasta casi la congelación en campos de trabajo
forzado en Siberia.
El problema del odio de clases que le tenía la población guatemalteca
a los neocolonialistas y a la oligarquía, fue que los sectores económicos
y políticos dominantes desde la invasión española del siglo XVI, durante
el feudalismo colonial español y después de la Independencia, a todo lo
largo de sus dictaduras conservadoras y “liberales”, nunca favorecieron los
intereses de la población autóctona. Durante la tiranía del sátrapa Ubico, la
población cada vez más amplia de la pequeña burguesía, conformada por
las capas medias urbanas, a las cuales pertenecían desde los artesanos hasta
los profesionales, empleados públicos, maestros, estudiantes universitarios
y trabajadores asalariados de diversa índole, aunque no estaban sometidas
al sistema esclavista imperante en el medio rural, habían quedado al
margen de las dádivas del neocolonialismo alemán y del imperialismo
norteamericano, llegando a formar un sector lleno de resentimiento
por su falta de movilidad social. Fueron ellos quienes formaron las
masas capitalinas que pasaron “del pánico al ataque”, forzando la salida
precipitada de Ubico.
Los sucesos políticos en Guatemala los refiere ampliamente Francisco
Villagrán Kramer en su Biografía Política de Guatemala. Este abogado,
hijo de un abogado de la United Fruit Co. y ex vicepresidente del dictador
genocida Romeo Lucas García, considera “el preludio” de la caída del
sátrapa el 22 de junio de 1944, cuando 311 profesionales y estudiantes
universitarios se arman de valor para presentarle un Memorial, donde
por primera vez en catorce años se critica abiertamente su Gobierno,
concluyendo que “Guatemala no puede substraerse a los imperativos
democráticos de la época. Es imposible frustrar con medidas coercitivas los
incontenibles impulsos de la generosa ideología que está reafirmándose en
la conciencia universal a través de la más sangrienta de las luchas libradas
entre la opresión y la libertad”. A esta protesta se suman maestros y otros
sectores populares que, a manera de “avalancha” le exigen su renuncia,
convirtiendo el día 25 en “Día del Maestro”, por haber sido asesinada ese
día la maestra María Chinchilla, que se convierte en mártir de la resistencia
y lucha antidictatorial. Como resultado, abrumado por la presión pública,
Ubico se acobarda y presenta su renuncia a un grupo de 17 generales,
quienes, en nombre del Estado Mayor General del Ejército, habían llegado
118
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
a pedirle que no renunciara. Entre ellos estaba Federico Ponce Vaides. La
renuncia fue llevada a la Asamblea para darle trámite legal y de esa manera
“se abrió una crisis de sucesión y también, el camino a la Revolución”,
concluye Villagrán.
A fin de evitar un desbordamiento popular, el 3 de julio se reunieron
en la Asamblea los burócratas de la dictadura, para informar oficialmente
sobre la renuncia de Ubico, y de la formación de tres generales “Designados
a la Presidencia”. Entre el público asistente se encontraba Jacobo Árbenz
y otros que muy pronto “se destacarían como dirigentes políticos”. Nadie
ha dado una imagen tan gráfica y detallada de lo ocurrido en la Asamblea,
como Villagrán Kramer, quien refiere que el público exigía la aceptación
de la renuncia. Como los diputados no pudieron imponer su voluntad,
eligiendo “libremente” a Ponce como el nuevo Presidente Provisorio, el
presidente de la Asamblea y otros diputados se retiraron. “A continuación,
un piquete de tropa desalojó a los diputados del hemiciclo y, de los palcos, a
la prensa y al pueblo.”
Como potro desbocado se sucedieron los acontecimientos, comenzando
a formarse “nuevas fuerzas políticas” que representaban candidaturas
presidenciales de individuos ansiosos por apoderarse de la silla presidencial:
“en especial abogados que se destacaron en los acontecimientos y algunos
militares, entre ellos, el Coronel Guillermo Flores Avendaño”. […] La
juventud universitaria se agrupó en un esquema político, el Frente Popular
Libertador. El magisterio se inclinó por regar la semilla de la candidatura a
la presidencia de uno de los suyos: un Doctor en Pedagogía que años atrás
había salido del país y que a la sazón se encontraba en la Universidad de
Tucumán, República Argentina: el Dr. Juan José Arévalo… era evidente que
la oposición por largos años reprimida comenzaba a organizarse”.
Tejiendo la trampa, los “triunviros” hicieron saber a los secretarios de
Estado y a los diputados, que ante la presión popular que “obstruía el curso
institucional” disolvieron la Asamblea Legislativa y nombraron Presidente
Provisorio al general Federico Ponce Vaides. Se hizo famosa la frase que se
dice pronunció éste dictadorzuelo al asumir el poder: “Jamás soñé, nunca
creí, llegar a ser Presidente”. Consumado oficialmente el acceso al poder
de Ponce, se hizo la pantomima de convocarse a elecciones presidenciales
para mediados de diciembre de 1944.
El relato que María Vilanova hace de la caída de Ubico y de la
participación de su esposo Jacobo Árbenz en el movimiento revolucionario,
JACOBO ARBENZ GUZMAN
119
merece ser reproducido en todo lo posible, por estar su versión enraizada
más que familiarmente. Dice ella: “Poco tiempo después del nacimiento
de María Leonora, una gran agitación social y política empezó a crecer
en Guatemala. El 30 de junio de 1944 el dictador Ubico se vio obligado
a renunciar de la Presidencia bajo la presión de un movimiento cívico de
gran amplitud. Ese movimiento había cobrado ya varias víctimas y la
inconformidad popular, aun dentro de las filas del ejército que siempre lo
había apoyado, se traslucía a simple vista. Catorce años de dictadura y
opresión tenían hastiado al pueblo.
Ubico renunció e impuso a un militarote que en muchos aspectos era
inferior al propio general Ubico; el pueblo se enardeció y desafiaba la
continuación de la dictadura del sucesor de Ubico. Éste se vio obligado a
repartir el poder entre un triunvirato militar, dentro del cual la Asamblea
Legislativa tenía que escoger a un Presidente provisorio hasta nuevas
elecciones.
Jacobo se identificó con el movimiento libertario desde el primer
momento. Lo hizo por cuestión de ética, es decir, porque comprendía que
era insostenible la permanencia de un gobierno que tenía el rechazo de
prácticamente toda la sociedad guatemalteca.
Árbenz era lo suficientemente patriota y estaba muy bien preparado
para incorporarse al movimiento político, más aún, cuando el pueblo se
lanzó a las calles a protestar. Ese pueblo fue recibido por la caballería que
agredió a punta de sables y descargas de armas de fuego de la infantería a
los manifestantes”.
Según refiere Jacobo Árbenz Vilanova, su padre estaba de vacaciones,
leyendo mucho como era usual en él. Los libros que solía leer le servían para
aclarar sus ideas y para mirar hacia el futuro con renovado optimismo. Fue
así como decidió cambiar el sistema de dominación oligarca tradicional y
su intento le daría muchas satisfacciones. En 1944, no obstante, al cabo
de varios años como catedrático, comenzó a acariciar la idea de cambiar
de actividad y dedicarse a la agricultura como propietario de una finca.
Según cuenta su hijo, su abuelo finquero le hizo más tarde un préstamo
que le permitió adquirir una finca en Escuintla, “El Cajón”, que había sido
propiedad de unos hermanos alemanes, y que más tarde se encontró que
tenía condiciones óptimas para cultivar algodón, de creciente demanda
en el mercado textil norteamericano. Su tío, finquero algodonero en El
Salvador, estaba dispuesto a prestarle asistencia técnica. Sin embargo,
120
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
el destino le tenía reservada la actividad política, y abandonando
temporalmente el proyecto agrícola al enterarse de que su esposa estaba
dispuesta a asistir a la Asamblea a protestar, interrumpió sus vacaciones
para asistir personalmente en lugar de ella. ¿El precio de un capricho
del destino? Todo parece indicar que este fue el momento que Jacobo
Árbenz no pudo llevar las riendas de sus deseos personales y la realidad
de Guatemala lo arrastró a los acontecimientos políticos que estaban ya
en efervecencia. Sin que su esposa le pidiera a gritos que hiciera algo por
su país, Jacobo sintió la necesidad de ir a verle personalmente el hocico a
la fiera que estaba a punto de salir de su jaula, para medírselo y obrar en
consecuencia, tal y como lo hizo más adelante.
María Vilanova expone en sus Memorias: “Cuando me enteré que se
había convocado a la Asamblea Legislativa para aprobar al sucesor de
Ubico, me interesé de inmediato en asistir a la Asamblea, pero tanto doña
Octavia como Jacobo se opusieron a que yo fuera. Jacobo decidió ir solo. Se
vistió de uniforme. Una multitud se agolpaba en la Asamblea; Jacobo subió
por las graderías y por casualidad se sentó junto a los hermanos Toriello,
Jorge y Guillermo (Willy). Tiempo atrás Jorge y Jacobo se habían conocido
jugando polo.
Cuando la tropa invadió la Asamblea para desalojarla e imponer la
candidatura del general Ponce Vaides para Presidente provisorio, Jacobo
quiso arrancarse las charreteras de su uniforme, preso de cólera ante la
brutalidad que estaba presenciando. Los hermanos Toriello comprendieron
su gesto, pero le aconsejaron que se abstuviera de hacerlo: que se calmara y
que se reuniera con ellos al salir de la Asamblea para discutir alguna posible
solución al problema. Así fue como se estableció una alianza imprevista y
secreta entre mi esposo y los hermanos Toriello; alianza cimentada después
en una amistad que duró muchos años.
Desde el principio acordaron reunirse y buscar la salida políticodemocrática para Guatemala. Jacobo asistía a las reuniones con los
hermanos Toriello cuantas veces podía y lo consideraba prudente; él estaba
más o menos al tanto de cómo iba desarrollándose la organización. Willy
Toriello se había relacionado con los estudiantes y obreros. Jorge Toriello
con industriales y personas de clase acomodada, pero patriota.
Jacobo, después de los sucesos en la Asamblea Legislativa, renunció a
sus cargos en la Escuela Politécnica y tomó la determinación de apoyar y
organizar un golpe contra los usurpadores del poder. Conversó con Carlos
JACOBO ARBENZ GUZMAN
121
Aldana Sandoval, que por entonces era Instructor General del Ejército. Le
pidió que localizara a un “militar de línea” que había conocido años antes
cuando dicho oficial estaba en el Cuartel Matamoros y ambos custodiaban
sendos grupos de presos que trabajaban en una obra que supongo era del
ejército. Ese militar era Francisco Javier Arana. Días más tarde, Carlos
Aldana comunicó a Jacobo que había localizado a la persona que le había
indicado, quien se encontraba en el Regimiento Guardia de Honor como jefe
de la unidad de tanques. Jacobo lo tuvo muy en cuenta en relación para los
planes del movimiento democrático”.
Antes de hundirse para siempre en las aguas negras del pasado histórico
de Guatemala y retirarse a morir a las entrañas del monstruo que lo había
engendrado, el último gesto de Jorge Ubico, “el idiota semisalvaje” -como
hubiese sido calificado por un lúcido revolucionario-, fue entregarle el
poder a otros “militarotes” como él, seguramente con la esperanza de que
resucitarían al gobierno de la oligarquía que dejaba él en una funeraria.
Como hemos visto, aires frescos habían penetrado ya en el país que durante
catorce años se le había cerrado a cal y canto la libertad y la alegría de vivir,
pero que ahora, caído el sátrapa, era al pueblo al que correspondía tomar
posiciones de vanguardia para encontrarse consigo mismo. Consciente
Ponce Vaides de que se encontraba al borde del precipicio y que su caída
sería inminente si no se desplazaba a un sitio más seguro para gobernar a
sus anchas, como lo había hecho Ubico, intentó hacer creer, y nada más
que eso, que Guatemala estaba muy cerca de emprender el camino hacia la
democracia. El problema era que ni Ponce ni los otros dos miembros de un
triunvirato impuesto por Ubico, tenían la menor idea de lo que significaba
la palabra “democracia” y para qué podía servirles de uso personal.
Después de hacerse nombrar Presidente de Guatemala por los
diputados del oficialista Partido Progresista Liberal que controlaban la
Asamblea Nacional Legislativa, y haber sido brutalmente expulsados del
recinto quienes protestaban a gritos, bajo la amenaza de ser conducidos a
prisión por la fuerza militar, ser acusados de rebeldía y de estar amenazando
la paz social. El recién estrenado nuevo sátrapa se ha de haber sentido
muy satisfecho en su nuevo papel de “militarote” dispuesto a conducir un
país, sin imaginarse que el futuro sepulturero de su gobierno lo observaba
atentamente con una profunda mirada de desprecio, no usual en él. La
“mano fuerte” que el sátrapa creía que necesitaba el país, y que colgaba
de su brazo derecho con displicencia, iba a ser muy pronto cercenada de
cuajo por la acción heroica y revolucionaria de ese hombre llamado Jacobo
Árbenz Guzmán.
122
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
García Añoveros cita un párrafo de lo escrito en un diario guatemalteco
que censura acremente el paso por el poder de Ponce Vaides, de la manera
siguiente: “El régimen de Ponce en nuestra historia es uno de los casos más
cargados de prostitución política que pueda darse. En 108 días de mando
provisorio cometió, asesorado por los perversos e irresponsables miembros
del Partido Liberal Progresista, los más vituperables excesos: asesinó,
encarceló, flageló, torturó, hizo emigrar a los ciudadanos que no comulgaban
con sus ambiciones de perpetuarse en el poder, destituyó a los servidores de
la Nación que discrepaban con su cuadrilla, violó la Constitución, suspendió
a los periódicos que no se convirtieron a la mordaza, contra la unánime
voluntad del pueblo e impuso y mantuvo indeseables funcionarios…”.
Según el historiador antes mencionado, el asesinato del diputado
ubiquista y director del periódico “El Imparcial”, Alejandro Córdova,
indignó profundamente a la intelectualidad del país, caldeando aún más
los ánimos en contra de la recién establecida dictadura, todo lo cual
contribuye a hacer de Juan José Arévalo el candidato presidencial más
idóneo por su enfrentamiento al régimen como candidato presidencial
apoyado por los partidos populares recién surgidos. “Arévalo intenta
convencer a los candidatos de los partidos opositores que hay que ir a la
revolución armada. No lo consigue, pero apoyado por partidos y asociaciones
cívicas, el 16 de octubre lanza un manifiesto en el que denuncia a Ponce de
querer perpetuarse en el poder, declarándose en paro electoral y dando por
cancelada su participación en las elecciones”, escribe Añoveros.
Lo que sucedió después es historia inédita, protagonizada por Jacobo
Árbenz, el ideólogo y principal artífice del movimiento revolucionario
armado que dio al traste con la breve dictadura de Ponce Vaides. La
tempestad de la Revolución estaba en el aire, y sólo quedaba por saber
qué día se soltaría el temporal. Era un asunto polémico y todos los
revolucionarios se sentían en mayor o menor medida abrumados por el
peso de sus responsabilidades. Había que hacer algo para evitar que Ponce
se adueñara totalmente del país como lo habían hecho sus antecesores
sátrapas, pero parecía que nadie sabía qué hacer. Jacobo Árbenz, como
militar, consideraba que había terminado la época de una solución pacífica
de los problemas que agobiaban a los guatemaltecos. Comenzó a trabajar
con un pequeño grupo clandestino de jóvenes militares y de civiles
dispuestos a luchar con ellos. El plan que elaboró tenía relación con la
manera como Atatürk logró tomar el poder en Turquía. Primero, organizó
una conspiración formando una sociedad secreta. La segunda parte del
JACOBO ARBENZ GUZMAN
123
plan, ambiciosa, tenía el objetivo de reconquistar por las armas el poder.
El proyecto siguió adelante, en el secreto más absoluto, durante los meses
de julio, agosto, septiembre y octubre de 1944.
El perfil de Francisco Javier Arana respecto al de Jacobo Árbenz era
muy distinto, así como eran distintas las actitudes políticas. El primero
era oficial de línea, a diferencia de Árbenz, que no sólo era egresado con
altos honores de la Escuela Politécnica sino que también había pertenecido
al cuerpo de oficiales catedráticos de la misma. Arana, en comparación
con Árbenz, era políticamente reaccionario y nada revolucionario ni
romántico, como él. Lo único que tenían ambos en común, era que no
estaban preparados ni acostumbrados a afrontar situaciones fuera del
gremio militar. Como escribe Hobsbawm, “La situación de los militares
profesionales es realmente paradójica: combina el poder colectivo con la
irrelevancia individual”, ya que “un golpe de estado puede ser derrotado
por cualquier signo de resistencia organizada que inmediatamente revela
las debilidades de los que buscan el poder, y que puede también dar tiempo
al resto del aparato civil y militar para decidir que no hay motivo para
cambiar de bando”. Sin embargo, como lo comprobaron Árbenz y Arana,
se pudo dar el golpe de estado contra el general Ponce porque se pudo
“movilizar una resistencia efectiva frente a un nuevo régimen débil, inseguro
y de orígenes irregulares”.
El verdadero artífice del golpe contra el usurpador Ponce, fue Jacobo
Árbenz, por la simple razón de que tenía la discreción y el conocimiento
teórico de cómo dar con éxito un golpe de Estado. En el primero de los
casos, no había nadie en toda Guatemala que supiera mantener la boca
tan cerrada en determinadas circunstancias y conservar sus pensamientos
más íntimos en lo más profundo de su alma como Jacobo. Y al respecto,
sólo hay que leer lo que escribió María Vilanova sobre la manera como él
supo conservar para sí la noticia de la muerte de su hermana Ana Arabella,
residente en Quetzaltenango: “Por coincidencia, el día que ella murió se
celebraba un baile en el Club de oficiales con motivo de la llegada del Año
Nuevo. Aunque a Jacobo no le gustaba bailar había prometido llevarme.
Llegó a casa muy pálido, deprimido y más serio que de costumbre, pero
no fue sino hasta días después que me contó que la misma noche del baile
su hermana había fallecido en Quetzaltenango. No es que Jacobo fuera
insensible, sino que era excesivamente reservado en cuestiones personales”.
124
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
Respecto a la preparación teórica para llevar adelante con éxito un golpe
de estado, basta conocer un poco más el acercamiento espiritual que tuvo
Jacobo Árbenz con Kemal Atatürk. Es sabido que es muy difícil escribir la
biografía de un hombre que pasa por muchas facetas en su vida. ¿Quién le
iba a decir a Jacobo al ingresar a la Escuela Politécnica, que un día siendo
militar profesional iba a tener una faceta de golpista? Esta faceta hubiera
sido imposible, de no haber llegado a la conclusión, de que no era posible
cambiar a Guatemala si antes no se comprometía con su pueblo, a utilizar
todas las vías posibles para llevar a cabo una revolución democrática, tal y
como lo había hecho Kemal Atatürk con su pueblo. Fue precisamente de
él de quien Árbenz tomó el modelo de organizar la conspiración. El joven
turco organizó en la Academia Militar donde enseñaba, un pequeño grupo
de jóvenes oficiales, a manera de célula, que se reunía clandestinamente a
discutir el problema nacional de Turquía, que era la falta de libertad de los
pueblos sometidos al Sultanato por la fuerza de las armas. La contraseña
cada vez que se reunían los jóvenes conspiradores turcos era “Vatan”, que
significaba “Patria”. Como uno de sus primeros objetivos, fue ganarse para
su causa a otros oficiales de la Academia, conversando con ellos sobre lo
desastroso que se encontraba la administración del país, pero sin culpar
a las más altas autoridades del Gobierno sino a los subalternos. Era una
forma de tantear el terreno que estaban pisando. De esas conversaciones
informales no sólo lograban percibir el grado de madurez política de los
otros oficiales sino también ideas para mejorar la situación imperante.
Atatürk tenía, al igual que Árbenz como catedrático, sesiones de
lecturas y discusiones de obras importantes sobre estrategia militar.
Ambos estudiaron con sus alumnos todo lo concerniente a la Revolución
francesa y el régimen constitucional de la República establecido por los
revolucionarios después del derrocamiento del viejo régimen monárquico.
La Constitución francesa de 1876 enseñaba que lo que estaba en juego en la
Francia revolucionaria, era la eliminación del sistema feudal, especialmente
las condiciones de feudalidad bajo las cuales se explotaba a los campesinos
por la oligarquía feudal. Las palabras “orden feudal”, “burguesía”, “progreso
social”, “libertad”, “igualdad”, “patria”, etc. tenían un gran significado
político para los contemporáneos de dicha revolución, por lo que era
necesario estudiar su importancia tanto en el Imperio otomano como en la
Guatemala de Jorge Ubico.
Otro aspecto importante del quehacer conspirativo de Atatürk
aprendidos por Jacobo Árbenz, fue procurar incorporar en la aventura
JACOBO ARBENZ GUZMAN
125
político-militar clandestina, a elementos civiles de la pequeña burguesía,
como maestros, profesionales, artesanos y estudiantes. De entre ellos,
una vez incorporados al creciente equipo de golpistas revolucionarios,
saldrían elementos que más tarde defenderían los intereses nacionales
burgueses frente al régimen imperante. Fue así como en Turquía surgió
y se desarrolló un nacionalismo burgués que le garantizaría la libertad
burguesa al Imperio otomano en decadencia. De Atatürk tomó Jacobo
Árbenz muchos conceptos e ideas valiosas como las mencionadas, que
fueron para él motivos de mucha reflexión. Para llevar a cabo el golpe,
aprendió también el método de organización clandestina que aplicaría en
Guatemala para proteger a los militares golpistas contra la infiltración de la
policía. Consistía en dividir a la gente en grupos de cuatro y cinco personas
que operarían sin conocer a los miembros de otros grupos. La consigna
que identificaba a los activistas clandestinos de Jacobo Árbenz era “Por la
Patria y la Revolución”, y a juzgar por su atractivo y aceptación popular,
fue la misma divisa que se utilizó por sus seguidores y simpatizantes a lo
largo de su campaña presidencial y, ya en la silla presidencial, es lógico que
fuera el lema oficial del Gobierno arbencista hasta 1954.
María Vilanova nos da en sus Memorias un dato interesante y revelador
sobre el modo de operar de las células golpistas de Jacobo Árbenz: “La
organización que permitió alcanzar el triunfo fue estructurada en células
de cinco personas, las cuales fueron organizadas por los hermanos Toriello
y Árbenz. Cuando a mediados de septiembre de 1944 Árbenz regresó de El
Salvador, se reunió con los Toriello. El mayor Francisco Javier Arana no
estaba directamente involucrado en los preparativos para el golpe que se
planificaba en esas fechas, ya que la mayoría de los oficiales comprometidos
en el movimiento eran egresados de la Escuela Politécnica. A Arana se le
pidió su respaldo”.
Según explica Alfredo Guerra Borges, imprescindible actor y voz
durante la Revolución de 1944, y uno de los mejores conocedores
del entonces joven y carismático Jacobo Árbenz por haber sido de sus
más íntimos colaboradores, sin ser un arbencista convencido, por ser
igualmente obsesivamente consciente de sus enormes limitaciones políticas
y humanas: “Ubico cayó de la única manera en que podía caer: por una
explosión insólita e inesperada de voluntades que irrumpieron en las calles
pidiendo la renuncia del dictador. Una petición en tal sentido, firmada por
prominentes ciudadanos, fue entregada a Ubico, y éste comprobó, por medio
de aquel documento, que hasta algunos de sus más fieles servidores y amigos
habían resuelto abandonarlo.
126
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
El detonante de los acontecimientos fueron sucesos que años atrás no
hubieran estremecido al régimen. Los estudiantes, agrupados desde 1943 en la
Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU), recibieron con entusiasmo
la noticia de las acciones que, con amplia participación estudiantil,
habían provocado en El Salvador la caída del gobierno de Maximiliano
Hernández Martínez. El derrocamiento de este tirano fue celebrado por los
universitarios guatemaltecos calurosamente. A la AEU se sumaron otras
asociaciones estudiantiles, y el clima comenzó a caldearse. Ubico trató de
salir al paso de eventuales desafíos y cambió a las autoridades superiores
de la Universidad. La reacción estudiantil fue apoyada por otros sectores.
Por medio de manifestaciones públicas se pidió la renuncia del dictador
de los 14 años, cuya suerte se selló el 30 de junio. Tras la actuación de un
efímero triunvirato militar, el poder se concentró en el General Federico
Ponce Vaides. Era evidente la intención de perpetuar el régimen anterior,
aunque sin Ubico, pero ya la crisis política se había desencadenado.
Comenzó a madurar el desenlace final. En un clima de intensa actividad
política en todo el país, el Capitán Jacobo Árbenz, ex abanderado de la
Escuela Politécnica, renunció a su cargo de Comandante de la Compañía de
Cadetes y comenzó a preparar el plan que culminó el 20 de octubre.
El Capitán Árbenz pidió a su amigo, el Mayor Carlos Aldana Sandoval,
a la sazón Inspector General del Ejército, que localizara al Mayor
Francisco Javier Arana, un militar ‘de línea’ (es decir, no formado en la
Escuela Militar) a quien Árbenz había conocido años antes, cuando ambos,
al mando de sendos piquetes de soldados, cuidaban a un grupo de presos
que realizaba trabajos en obras públicas. En ese entonces, Árbenz estaba
de alta en la Escuela Militar y Arana en el cuartel Matamoros, pero aquél
había perdido de vista a éste e incluso ya no recordaba su nombre. Con
las indicaciones proporcionadas por Árbenz, Aldana Sandoval localizó a la
persona buscada en el cuartel Guardia de Honor, en la posición inmejorable
de jefe de la unidad de tanques. Arana aceptó colaborar en el plan de Árbenz.
En la madrugada del 20 de octubre de 1944 comenzó la acción bélica.
Los revolucionarios tomaron la Guardia de Honor y entonces Árbenz y el
empresario Jorge Toriello convocaron a la gente para que acudiera a dicho
cuartel a recibir armas. Por otra parte, grupos de estudiantes que esperaban
participar en el momento decisivo (aunque sin conocer todos los detalles
de la rebelión) llegaron a la Guardia de Honor en las primeras horas de la
mañana. La acción conjunta de las fuerzas populares y los militares alzados
dio por tierra con el gobierno de Ponce Vaides, al que reemplazó la Junta
JACOBO ARBENZ GUZMAN
127
Revolucionaria de Gobierno, integrada por el Capitán Jacobo Árbenz, el
Mayor Francisco Javier Arana y el empresario Jorge Toriello”.
Existen diversas versiones sobre la toma del cuartel “Guardia de
Honor”, la madrugada del 20 de octubre de 1944. La que más me parece
digna de ser tomada en cuenta, es la versión de la familia Árbenz, por
ser la que les contó el esposo, padre y abuelo Jacobo. Es la que habla del
famoso “abrazo de oso”, con que Jacobo solía paralizar a sus amigos, en
broma, y a sus enemigos, muy en serio. Su hijo, Jacobo Árbenz Vilanova,
nos ha referido el inédito hecho heroico, de quien, a fin de no derramar
sangre inútilmente la madrugada del 20 de octubre de 1944, se atrevió a
apoderarse él solo de la “Guardia de Honor”, el cuartel del ejército más
importante del país, capturando personalmente al jefe militar del mismo
por medio de un sorpresivo “abrazo de oso”. Ante el completo asombro
de los otros oficiales presentes se le acercó amigablemente al jefe militar,
lo abrazó con aparente afecto y sorpresivamente le gritó con voz enérgica:
“¡Ríndase, está usted detenido y bajo arresto!”.
Villagrán Kramer amplía el relato anterior, dándonos un cuadro donde
puede verse que la conspiración tenía todo un conjunto de otros militares
involucrados, además de los ya mencionados participantes en la toma de
la Guardia de Honor. Esto pone de manifiesto que la victoria sobre la
dictadura de Ubico y sus compinches, fue más que una simple batalla entre
oficiales y civiles revolucionarios atacantes y oficiales fascistas atacados. Se
hace evidente que el país se encontraba ya inmerso en una aguda lucha
de clases: “Cuando la artillería alzada abrió fuego sobre el Castillo de San
José, la oficialidad de este último ignoraba los planes de quienes sobre ellos
tiraban y tampoco sabía que la artillería recibida días antes en ese Castillo,
procedente de la Guardia de Honor, no era operacional. Sigilosamente
quienes se alzarían dejaron de enviar componentes importantes. En el
Castillo de San José, el Capitán Carlos Castillo Armas, al igual que los
restantes oficiales decidieron cumplir con su deber hasta que los impactos
de la artillería de la Guardia de Honor incendiaron el fuerte y obligaron
a bajar el puente permitiendo a soldados y oficiales abandonarlo. En el
otro Castillo -Matamoros- la oficialidad se sorprendió de la negativa de
sus jefes a autorizarlos a salir a sofocar la rebelión con las fuerzas que
comandaban. “El que intente salir será pasado por las armas”, dijo uno de
los Jefes, mostrando su desconfianza y la de los Generales y Coroneles en
el Palacio Nacional hacia la oficialidad que pretendía salir a rechazar el
ataque. En la Guardia Presidencial se encontraban recluidos los oficiales
128
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
de la compañía del Progreso que había sido desarmada dos días antes,
temiendo obviamente por su vida. Los oficiales de esa Guardia que también
provenían de la Guardia de Honor, no eran parte en el alzamiento mas sí
“oteaban” algo; sin embargo, nada delataron. Por lo demás, poco o casi
nada podía hacer el contingente de la Casa Presidencial frente a fuerzas
compuestas por soldados y civiles apoyados por tanques, que avanzaban
sobre el Palacio Nacional.
No sin antes producirse más de mil muertos y cerca de trescientos
heridos en menos de doce horas de intenso fuego de artillería y de tiroteos
en distintas partes de la ciudad, materializó el colapso del régimen Liberal
Progresista y su elenco de Generales. En efecto, al mediodía capitulaba el
gobierno liberal frente a las fuerzas revolucionarias y del pueblo armado
que las acompaña y se suscribía la siguiente Acta de Capitulación:
En Guatemala el día 20 de octubre de 1944, a las 12 horas, se reunió el
cuerpo diplomático en la Embajada de los Estados Unidos de Norteamérica
y recibió a los representantes del gobierno del señor general Federico Ponce
V., señores licenciado Luis Barrutia, coronel Francisco Andrade Guzmán y
mayor Humberto García Gálvez y a las fuerzas militares revolucionarias
y del pueblo armado que las acompaña, señores mayor Francisco Javier
Arana, capitán Jacobo Árbenz y don Jorge Toriello. Asistió también el
señor General don Miguel Ydígoras Fuentes, quien aunque no participante
de la revolución, ha sido elegido como garante por los representantes
revolucionarios. Después de detenida consideración se llegó a las siguientes
conclusiones: 1.- Deberán salir del país el presidente de la república general
Federico Ponce Vaides; los secretarios de Estado, excepción hecha de don
Mariano Pacheco Herrarte; los jefes de los cuerpos militares de la capital,
a saber: general Fidel Torres Guzmán, coronel Cesáreo Alfonso Argueta y
el señor comandante de armas de la plaza general Cenobio Castañeda; 2.Serán respetados los bienes que legalmente le corresponden a las personas
designadas en el número anterior; 3.- Las tropas acatarán las órdenes
que debe girar el presidente de la república, general Ponce, para que se
entreguen inmediatamente y desarmadas para ser concentradas en los
locales que designe la junta revolucionaria e incluyendo a las tropas que
se encuentran en el Palacio Nacional y demás guarniciones militares de
la república y al cuerpo de policía; 4.- El Cuerpo diplomático amparará el
asilo del señor Presidente Ponce y su séquito en las misiones diplomáticas
en que se acogerán mientras abandonen el país.
JACOBO ARBENZ GUZMAN
129
Se hace constar que el mando del gobierno de la república lo asume
inmediatamente la junta revolucionaria ya mencionada. En fe de lo cual
se firma esta acta por triplicado con los representantes de ambas partes
ya nombradas y los miembros del cuerpo diplomático acreditado en
Guatemala.”
Recuerda María Vilanova que con el golpe de estado victorioso
Federico Ponce Vaides y sus compinches quedaron totalmente a merced
de los triunfadores y al margen de la legalidad impuesta por las armas. La
capitulación se firmó en la Embajada de los EE.UU., a donde se presentara
Jacobo Árbenz, Toriello y Arana. Llevado de su empeño por hacerse del
poder legal, Jacobo Árbenz había convocado a Arana para reunirse con
los que proclamarían el triunfo de la insurgencia y el fin de la contienda
militar.
María Vilanova refiere que ella y las niñas regresaron a Guatemala
el 26 de octubre, y tuvieron la ocasión de presenciar una multitud de
250,000 personas, que apoyaba llena de alegría a la recién integrada Junta
Revolucionaria de Gobierno, compuesta por Jacobo Árbenz, Jorge Toriello
y Francisco Javier Arana. La Junta preparó las condiciones para celebrar
elecciones democráticas de un nuevo gobierno, fijando fecha para los
comicios en diciembre de ese mismo año. También se elegirían diputados a
la Asamblea, que se encargarían de convocar a una Asamblea Constituyente.
Como ya estaba cantado, fue electo Juan José Arévalo, doctor en Filosofía.
Jacobo Árbenz se reincorporó al ejército, obteniendo el grado de mayor,
curiosamente el 30 de junio de 1945, estando ya fungiendo como ministro
de la Defensa del Gobierno del presidente Arévalo.
“En la cuestión personal y en la vida de familia, sentí un cambio en
Jacobo”, escribe María Vilanova. “Anímicamente se sentía muy satisfecho
y optimista ante el futuro, pues había participado en la liberación de su
pueblo.” Según ella, el espectacular golpe de estado dado por Jacobo
Árbenz, no significaba que su motivación fundamental fuera trepar a
una elevada posición política y social sino simplemente desembarazar al
pueblo de las dictaduras de Ubico y Ponce Vaides. Se jugó la vida en el
empeño de promover la justicia social y de hacer que los guatemaltecos
le perdieran el miedo a los poderosos que les habían oprimido durante
décadas. Las palabras más oportunas que Vilanova encontró para exponer
el pensamiento y la principal motivación que tuvo Árbenz para efectuar su
heroica acción, fue: “Su deseo de encontrar un nuevo camino para servir a
su país”.
130
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
“Yo antepongo, sin ninguna duda, los ideales libertarios de mi esposo
a las motivaciones personales que la gente pudiera atribuirle. La prueba de
la honestidad del triunvirato es que, efectivamente, logró que se redactara
la Constitución en breve plazo, que se convocara a la elección presidencial
en un término perentorio y que tomara posesión de la Presidencia de la
República el candidato electo, cinco meses después de la Gesta de Octubre.
Eso se dio a pesar de todas las trampas, intrigas y hostilidades a que se
enfrentó el proceso democrático.”
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
Capítulo III: La Revolución de 1944
Los historiadores burgueses hacen aparecer la efemérides de la
Revolución del 20 de octubre de 1944, como no digna de ser recordada
por haber sido la causante de los desequilibrios políticos y económicos que
le produjeron al país los dos gobiernos revolucionarios que dominaron
el escenario nacional de 1944 a 1954. Según refieren los académicos y
políticos influidos por semejante opinión, ambos gobiernos falsearon
por completo la voluntad popular después de 14 años de una dictadura
ilegítima como repudiable. Se trata precisamente de eso: de deslegitimar
un período histórico de setenta años de duración que modificó el sistema
de dominación caracterizado por establecer y defender regímenes
antidemocráticos y haber creado un sistema de trabajo esclavista en la
sociedad rural tradicional guatemalteca. Las mencionadas opiniones,
expresadas desde 1954 han ejercido y ejercen gran influencia en la
conciencia de las nuevas generaciones de guatemaltecos y, evidentemente,
es muy importante que determinemos si resisten un serio análisis crítico.
Mi personal conclusión, es que tal opinión distorsiona la memoria histórica
y sólo tiene la finalidad de engañar y manipular el conocimiento de los
hechos pasados.
Ya hemos dicho que fue gracias a la acción personal de Jacobo Árbenz
Guzmán que se frustró la acción de la oligarquía agraria para perpetuar su
poder, con las acciones que desembocaron en la Revolución de Octubre.
Lamentablemente, los pocos dirigentes revolucionarios existentes
aún estaban en plan de concientización ideológica, de organización
política y de adquirir más espíritu de lucha. Jacobo Árbenz, según Jesús
García Añoveros, Árbenz “procuraba instruirse con libros que trataban
de temas políticos y en una de sus estancias en México compró material
JACOBO ARBENZ GUZMAN
133
sobre el socialismo y otras ideologías. Lógicamente sus ideas chocaban
con la ideología política de la clase social a la que pertenecía. Su vivaz y
apasionada esposa pronto comenzó a ejercer cierta influencia política sobre
las ideas de Árbenz, dotándolo de una ideología más abierta y sensible a los
problemas sociales de Guatemala”.
Las figuras del triunvirato establecido, el capitán Jacobo Árbenz,
el mayor Francisco Javier Arana y el empresario Jorge Toriello, fueron
reconocidos como los cabecillas de la “Revolución”. Sin embargo, no
tenían una meta uniforme, predominando en ellos sus intereses personales
más que los colectivos. De los tres, sólo Jacobo Árbenz representaba los
intereses populares y sólo él gozaba de un creciente prestigio social. Se
decía que había sido un buen estudiante y un buen catedrático de la
Escuela Politécnica, pero, ante todo, aunque su discreción y modestia
connatural le obligaron a no hablar nunca sobre su heroica hazaña de
entrar en solitario a la Guardia de Honor, se conoció que había salvado la
revolución en ciernes, al haber sido el artífice del golpe de Estado a Ponce
Vaides. Esto último le fue haciendo una aureola de héroe popular hasta
que a alguien se le ocurrió llamarlo “Soldado del Pueblo”. Se destacaban
algunos importantes rasgos de su carácter.
Como ingeniosamente escribió el escritor y diplomático mexicano,
Fedro Guillén, “se hablaba de Revolución, más que como término de
definición, como una palabra de indefinición”. Sin embargo, no se dio el
siguiente paso que cambiaría estructuras del sistema opresor.
En su ensayo Semblanza de la Revolución Guatemalteca de 1944-1954,
Alfredo Guerra Borges ofrece una breve, pero concisa opinión personal de
la Guatemala postubiquista y revolucionaria que le tocó vivir. Hoy en día
son muchos los historiadores que no logran ponerse de acuerdo respecto
a Jacobo Árbenz, a lo que significó la Revolución de octubre, y a los
motivos del fracaso del gobierno revolucionario. Al igual que los de otros
destacados testigos-actores de los diez años de la Primavera Democrática,
los análisis de Guerra Borges sobre la política y la sociedad de ese período
tan crucial, hace que nuevamente cobren vida los sucesos que presenció.
Sus líneas nos hacen comprender, que la mejor explicación que podemos
darle a la importancia del papel jugado por Jacobo Árbenz Guzmán en ese
proceso revolucionario, tiene que surgir de su obra como protagonista. Es
la misma importancia que para la historia del país tuvo el breve período
democrático, al cual se entregó Árbenz en cuerpo y espíritu revolucionario.
134
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
Afirma Guerra Borges que los jóvenes revolucionarios no sabían
inicialmente los cambios que debían hacerse para transformar la sociedad,
ya que se temía que cualquier reforma que se hiciera conduciría al
“desplome” de la nueva sociedad. Si recordamos que el mismo Manuel
Galich ha escrito que muy pocos sabían qué significaba la palabra
“imperialismo”, no es muy difícil llegar a la conclusión que la pequeña
burguesía no era otra cosa que un sector social integrado por mojigatos.
¿Cómo explicarse si no, que Juan José Arévalo, un reformista pequeño
burgués que no conocía otro mundo que el académico, fuera considerado
por los Estados Unidos una oveja negra en el contexto de un país con
una economía neocolonial y un sistema y gobierno político de un alto
contenido ideológico anticomunista? Actualmente es difícil imaginarse
una Guatemala donde el simple hecho de ser un intelectual sea signo
negativo en una personalidad.
En la Guatemala que estaba a punto de inaugurar un gobierno
democrático-burgués por primera vez en su historia, el no ir a misa los
domingos a escuchar los sermones de los curas franquistas, echando
pestes contra los comunistas era considerado una herejía. El no vestir
de “cucurucho” para Semana Santa era y el no estar metido en la iglesia
rezando novenarios a los múltiples santos, era considerado como una
traición a la religión, a la tradición y valores católicos sagrados. Todo el país
estaba saturado de prejuicios de todo tipo: de derecha, de izquierda, de
clericales, de anticlericales, prejuicios racistas, prejuicios y resentimientos
sociales, pero, ante todo, conforme se fue formando la conciencia social
entre la pequeña burguesía urbana que se vinculó al sindicalismo de
orientación marxista, de un gran odio de clases. Fue entonces que la
palabra “revolución” adquirió otro concepto además de asonada militar,
levantamiento popular o derrumbe de la dictadura ubiquista.
Todos estos conceptos estaban peligrando de desaparecer bajo el
gobierno arevalista. Nuevos dogmas estaban ocupando su lugar y era esto
lo que escandalizaba a los curas que temían perder su posición dominante
como grandes manipuladores del pensamiento. Según Marx, la revolución
democrático-burguesa que establece una república democrática que se ha
liberado de las cadenas de una tiranía de corte capitalista, “es lo que más
se acerca a la dictadura del proletariado, pues esta república, sin eliminar
en manera alguna la dominación del capital y, por consiguiente, ni la
opresión de las masas, ni la lucha de clases, lleva inevitablemente a una
expansión, a un desarrollo, a un despliegue e intensificación tales de esta
JACOBO ARBENZ GUZMAN
135
lucha, que, no bien se hace posible satisfacer los intereses vitales de las
masas oprimidas, esta posibilidad se realiza, inevitable y exclusivamente
por medio de la dictadura del proletariado”. Para Lenin, una revolución
es la cosa más autoritaria que existe; es un acto mediante el cual una
parte de la población impone su voluntad a la otra parte por medio de
fusiles, bayonetas y cañones, medios, todos ellos, altamente autoritarios;
y el partido victorioso debe mantener su dominación mediante el terror
que sus armas inspiran a los reaccionarios. Algo semejante nunca se puso
en evidencia en Guatemala ni durante el período reformista-burgués de
Arévalo, ni democrático-revolucionario de Jacobo Árbenz.
Los contemporáneos están de común acuerdo en que los estudiantes
y profesionales reformistas que tumbaron a Ubico no aspiraban a otra cosa
que a la implantación en Guatemala de las llamadas “cuatro libertades” de
la Carta del Atlántico. Esto se debía a que todo el mundo estaba ya harto
del sistema de opresión y, a la vez, del servilismo a que, por generaciones,
habían sido sometidos por las dictaduras “liberales” de la oligarquía
cafetalera al servicio del neocolonialismo. La caída de la dictadura
ubiquista, y del dictadorzuelo Ponce no significó un cambio del sistema
económico y social dominante hasta entonces, pero sí la oportunidad
de buscar nuevos horizontes para el progreso del país, la posibilidad de
hacer otro tipo de vida social y, ante todo, una gran oportunidad de sacar
adelante una revolución social democrático-burguesa, ya que el marco
político establecido con la llegada al poder de Juan José Arévalo permitía
hacerse ilusiones para un mejor futuro para todos. Como bien dice Guerra
Borges, la perspectiva de no volver a estar bajo la bota militar de una
dictadura burocrática hacía que todo el mundo se sintiera distinto, como
viviendo un sueño. Aunque no se supiera hacia dónde conducía la tan
anhelada libertad política, ni se conocieran siquiera “los móviles profundos
de la necesidad del cambio”, cada día que pasaba la población trabajadora
fue adquiriendo más conciencia de que el objetivo final tenía que ser la
revolución. El cambio de personas en la cúspide del poder político, no
era en sí una revolución, pero se hablaba de “Revolución de Octubre”
como una manera de acentuar que se había producido un quiebre del
orden establecido por los ricos, que conducía a una revolución del sistema
económico y social. Esto era verdaderamente significativo en el país, lo
que hacía estremecer de miedo a los miembros de la clase dominante.
Vistos a vuelo de pájaro los antecedentes de la elección presidencial
del candidato demócrata Juan José Arévalo Bermejo, conviene mencionar
136
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
sobre lo que respecto a él y a su período gubernamental escribió Jesús
María García Añoveros: “De los cuatro candidatos que se presentaron a las
elecciones presidenciales, Juan José Arévalo arrasó prácticamente. Pues
sobre un total de 295.000 votos emitidos logró 225.000; es decir, el 86%.
Había sido apoyado por los partidos de izquierda moderada que integraban
la Asamblea: el Frente Popular Libertador (FPL), el Partido Acción
Revolucionaria (PAR) y el Partido de Renovación Nacional (RN). Elegido
el 19 de diciembre de 1944, asumió oficialmente el poder el 15 de marzo de
1945 por un período de seis años.
La tarea que se le presentaba a Arévalo era muy difícil. Al democratizar
y modernizar un país que apenas sí tenía tradiciones democráticas y
económicamente subdesarrollado, con la gran mayoría de la población
analfabeta y que se había mantenido pasivamente ante el cambio y con
una clase dominante a la expectativa, iba a tropezar con muchos escollos.
Pero Arévalo demostró gran habilidad política y, aunque en algunos puntos
esenciales de la Constitución como era la supresión de la gran propiedad
agraria y los monopolios, apenas si los rozó, sin embargo, manteniendo
un buen equilibrio entre las fuerzas extra e intraparlamentarias, logró
importantes avances sociales y al menos sostener el edificio democrático
que tan trabajosamente se estaba levantando. A través de una ideología que
gustaba llamar “socialismo espiritual”, fundamentado en unos principios
lo suficientemente teóricos, amplios e inofensivos como para que pudieran
ser aceptados sin mayores problemas, Arévalo hizo gala de un notable
pragmatismo político con el que fue sorteando las dificultades, que no
fueron pocas.
En el campo educativo, del que tan necesitado estaba el país, se llevaron
a cabo algunas reformas que, dentro de su modestia, supusieron un avance. Se
dio comienzo a una campaña de alfabetización intensiva, que obtuvo escasos
resultados. Se creó la Ley Orgánica de Autonomía Universitaria, que ha
sido decisiva en el desarrollo de la Universidad de Guatemala, confiriéndole
una autonomía de medios y de gestión con resultados muy positivos. Se
crearon nuevas facultades en la Universidad, entre ellas la de Humanidades.
El magisterio se organizó gremialmente en el Sindicato de Trabajadores
de Educación de Guatemala (STEG), y se promulgó la ley de Escalafón
Magisterial que dio seguridad a los maestros en sus puestos de trabajo. En
Guatemala se asentó, como reconocimiento al desarrollo democrático del
país, la sede de la Unión de Universidades Latinoamericanas. Se creó la
Universidad Popular, escuelas nocturnas para obreros, misiones culturales,
JACOBO ARBENZ GUZMAN
137
la Escuela de Artes Plásticas y otras instituciones culturales. Sin embargo,
en el problema angustioso de la integración de las masas campesinas a la
escuela, los avances no llegaron a los mínimos necesarios.
Desde el punto de vista social el avance más importante conseguido
por Arévalo fue la promulgación, el 20 de febrero de 1947, del primer
Código de Trabajo de toda la historia de Guatemala cuya finalidad era la
regulación de las relaciones laborales y que, con algunas variaciones, ha
llegado hasta nuestros días. El Código de Trabajo, aun dentro de sus lagunas
y limitaciones, supuso un gran avance en las relaciones laborales que por
primera vez obtenían un marco jurídico frente a la arbitrariedad de patronos
y empresarios. Se suprimieron todos los decretos promulgados durante la
época liberal que obligaba al trabajo forzado en las grandes fincas y en
los servicios públicos, eliminando todo sabor feudal en las relaciones de
trabajo. […]
Otro de los logros importantes del gobierno de Arévalo fue, la Ley
de Seguridad Social. Antes del triunfo de la revolución no existía en
Guatemala seguridad social alguna; en las fincas el auxilio médico dependía
exclusivamente de la buena voluntad del terrateniente. Funcionaban algunos
hospitales nacionales con un número de camas totalmente insuficiente para
las necesidades de la población, que contaba con un reducido número de
médicos concentrados en los núcleos urbanos mayores. La población, en su
mayoría absoluta, acudía a los servicios de la medicina privada y de los
curanderos indígenas, que siempre han gozado de una gran aceptación entre
el pueblo guatemalteco.
El 30 de octubre de 1946 el Congreso de diputados emitió la Ley
Orgánica del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, La Ley creaba un
régimen nacional, unitario y obligatorio que cubría unos servicios mínimos;
la cuota se financiaba en un 50% por los empresarios y el resto por los
trabajadores y el Estado”.
A manera de una segunda opinión, el siguiente párrafo escrito
por Alfredo Guerra Borges, en el Volumen VI de la Historia General de
Guatemala publicada por la Asociación de Amigos del País, hace un
extraordinario número de prestidigitación, al sintetizar con un lenguaje
políticamente muy correcto y académicamente impecable, las diversas
tareas que se impusieron realizar, no siempre con el éxito deseado, los
compañeros de viaje de Juan José Arévalo durante su período presidencial,
de 1945 a 1951: “A partir de 1945 el proceso de cambio dio crecientes
138
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
muestras de maduración. En un cuadro de profundo atraso de la economía,
de las instituciones y de la sociedad en su conjunto, había que comenzar por
sentar gradualmente las bases de la modernización capitalista del país, que
fue el sentido profundo de aquel proceso decenal. Los pasos que se dieron
en los primeros años del gobierno de Arévalo respondieron claramente a
necesidades sociales y de modernización largamente sentidas. Esa orientación
tuvieron las reformas bancaria y monetaria de 1945 y la Ley de Fomento
Industrial de 1946, la creación del Instituto de Fomento de la Producción,
del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, la legislación petrolera,
etcétera, medidas que crearon, junto a otras semejantes, el esperado marco
institucional para estimular la actividad económica. La profunda reforma
educativa, en la que Arévalo exhibió su reconocida competencia, tendió
a remover los obstáculos al desarrollo. La legislación social (ante todo el
Código de Trabajo, el primero que Guatemala conoció en su historia) creó el
marco, igualmente esperado, para que las clases subordinadas trataran de
cobrar su lugar en la historia, lo que se consiguió después de vencer grandes
resistencias, inclusive dentro del propio gobierno y, por supuesto, del sector
más conservador del ejército. Todo ello se ejecutó junto a un amplio ejercicio
de los derechos humanos, la más insólita de las innovaciones.”
Fue con la toma de posesión de la presidencia de Arévalo cuando
comenzó el cambio de mentalidad y de actitud hacia el futuro. Primero
paulatinamente y luego, poco a poco, más acelerado, pero lamentablemente,
no en el plan de carrera desesperada que las circunstancias exigían. Nadie
se dio cuenta que su peor enemigo no era la oligarquía desplazada del
poder, ni los militarotes humillados por los jóvenes militares patriotas y
reformistas, ni el arrogante imperialismo norteamericano herido en su
prepotente soberbia imperial, sino el tiempo necesario para realizar las
obras propuestas. Debe reconocerse, sin embargo, que se tuvo que partir
de cero y que las fuerzas materiales y psicológicas a disposición de un
pedagogo por excelencia, favorecían la incompetencia. En lo que a deseos
de superar obstáculos y contradicciones de todo tipo se refiere, nunca
antes se había visto algo semejante en el país.
La Revolución del 44-54 se convirtió en la gran ocasión de “hacer algo
por Guatemala”, que nadie se quería perder. Los hombres que vivieron y
participaron en esos sucesos, y aún están vivos, se acuerdan perfectamente
de la principal motivación de lo que hacían: engrandecer a Guatemala.
Nadie pensaba que se tratara de un trabajo inútil, mucho menos Jacobo
Árbenz, cuya biblioteca la enriqueció con libros nunca antes vistos ni
JACOBO ARBENZ GUZMAN
139
leídos por nadie en Guatemala. Viajó a México a comprar libros y a hacer
contactos con editoriales y librerías, para que le tuviesen informado de las
últimas novedades publicadas. La lista de los libros comprados en una sola
ocasión, y a una sola editorial, es impresionante. María Vilanova la guardó
como el tesoro que es para un historiador interesado en profundizar en
el pensamiento de Jacobo Árbenz, para conocer su capacidad intelectual
en el momento de asumir la presidencia de la República de Guatemala.
Leer cada uno de esos libros leídos por Árbenz no sólo nos permitiría
tomar debida nota del tipo de literatura que le interesaba e iba a leer en
Guatemala, sino que quien los había adquirido, personificaba al timonel
cuyo puesto de trabajo en el barco llamado Revolución del 44, se encontraba
justo al lado del capitán, urgido de asistencia y conocimientos naúticos
elementales para saber en qué dirección debía dirigir la nave para arribar
a buen puerto.
Todo lo que Juan José Arévalo emprendió como jefe de Estado revela
las interioridades de una sociedad que había permanecido en las tinieblas
de una feroz dictadura, pero que expulsado Ubico del poder, anhelaba
y tenía urgencia de pasar al mundo moderno. La pobreza y resignación
de la sociedad neocolonial guatemalteca estaba, con la ayuda de Arévalo
y sus colaboradores, en vías de ser transformadas por medio de grandes
proyectos de futuro. Como puede comprobarse por las reformas que
comenzaron a hacerse y se estaban haciendo, la intención de Juan José
Arévalo era hacer realidad los sueños de los jóvenes revolucionarios que le
habían entregado el poder en bandeja de oro, para poner al país en en la
ancha pista del progreso económico, político y social; liberar a Guatemala
del neocolonialismo y de la intromisión y explotación del imperialismo
norteamericano.
Proyectos como mejorar los pésimos caminos existentes y construir
carreteras con maquinaria moderna en vez de mano de obra esclava
sometida a trabajos forzosos, tendrían que esperar un poco durante el
período de Arévalo. Nadie mejor que Jacobo Árbenz para conocer esa
situación, pero ya estaba haciendo lecturas sobre la manera de superar el
estado de cosas. Lo que más le afectaba a Jacobo, era conocer el grado de
pobreza que se estaba viviendo en el medio rural y no ver que se hiciera
algo por adelantar el proyecto de reforma agraria. Sin embargo, para no
perder tiempo, sus energías entonces se concentraron en hacer productiva
su existencia de burócrata encargado de cuidar que no le dieran un golpe
de Estado al presidente. Así que hizo traducir en México el libro de Lenin
140
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
“La cuestión agraria”, desconocido aún en lengua castellana, y conforme le
llegaban los capítulos recién traducidos, se aplicaba a su lectura. “Arévalo
fue un presidente reformista, y por ello mismo adecuado al momento
histórico en que le tocó dirigir los destinos del país. Tras tantos años de
obligada inmovilidad y de forzado silencio, fue indispensable transitar un
período inaugural (el período ‘girondino’ de la revolución guatemalteca)
para que la sociedad superara su entumecimiento. Fue aquél un período
de acumulación de fuerzas y de configuración de las conciencias”, escribe
Guerra Borges con gran conocimiento de causa.
La mecanización de la agricultura aún se hacía esperar. Arévalo
propugnó, ingenuamente (y seguramente para ganar un poco de tiempo
y poder aclarar mejor sus pensamientos reformistas) “un acercamiento”
entre los finqueros y los trabajadores de sus fincas, en la creencia que se
podía llegar a un “socialismo espiritual” si se conversaban los problemas
existentes en las relaciones laborales. Primer paso para ellos era reunir
en una pequeña población cercana a la ciudad de Guatemala, Escuintla,
a poderosos terratenientes que dormirían en cómodas camas de hotel, y
a trabajadores temporeros de aspecto enfermizo cuyos lechos serían las
bancas de madera del parque local. El espíritu de triunfalismo del proyecto
reformista arevalista difícilmente podía tapar con el dedo el resentimiento
que provocaba su demagogia política y sus retóricos discursos. Pese a lo
anterior y a los obstáculos que solían aparecer donde menos se esperaba,
se estaba teniendo éxito en la realización de diversos proyectos, por lo que
la gente involucrada en ellos hacía mayores todos los esfuerzos necesarios
por sacarlos adelante. No faltaban, sin embargo, los enemigos del proyecto
revolucionario, que hacían todo lo posible por desprestigiarlo, denunciando
públicamente al gobierno arevalista. En ocasiones, los ataques al régimen
eran violentos, bien organizados por el sector oligárquico, siempre
temeroso no tanto de lo que se estaba haciendo sino de lo que estaba por
venir. La intención era minar la base social de la Revolución, que cada vez
se hacía menos ancha debido a las críticas diarias, especialmente de parte
del periodista Marroquín Rojas, cuándo no.
El problema grande de Juan José Arévalo no fueron los ataques verbales
y por escrito de que fue objeto y objetivo, por parte de sus enemigos.
Su verdadero problema provino de su incapacidad para enfrentar una
realidad: su Gobierno se convirtió en un verdadero desgobierno. Sus
proyectos como gobernante de un país casi soterrado por la opresión y
explotación del neocolonialismo e imperialismo, fueron obstaculizados
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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por una burocracia gubernamental cuyas principales características eran
la indolencia en el trabajo, el sectarismo político y el escapismo social a
través del alcoholismo consuetudinario.
“Por las circunstancias de la época, todas las nuevas medidas
revolucionarias suscitaron profundas confrontaciones sociales”, escribe
Guerra Borges. “Una irascible oposición conservadora, desde una posición
moderada hasta otra de reminiscencias oligárquicas, impugnó cuanto se
impulsaba con criterios revolucionarios. De su lado estuvo en todo momento
una jerarquía católica profundamente conservadora, presidida por el
Arzobispo Mariano Rossell Arellano. Tampoco disimuló su hostilidad el
gobierno estadounidense, cuya incomprensión del fenómeno asombra aún
más después de los años.
Desde entonces, la oposición tildó de ‘comunista’ todo tipo de cambio,
lo que magnificaba las tensiones y las desbordaba al ámbito internacional
(eran los años del Comité McCarthy en Estados Unidos y posteriores a John
Foster Dulles). En los inicios mismos de la Revolución, la Iglesia alertó
contra el peligro del comunismo, y en fecha temprana se fundó un Partido
de Unificación Anticomunista. Curiosamente, el propio Presidente Arévalo
tuvo siempre arraigadas convicciones anticomunistas, aunque nunca tuvo
la agresividad y la neurosis persecutoria de otros sectores y personalidades.
Para propios y extranjeros el argumento resultó ser muy ventajoso en el
asedio y el acorralamiento del gobierno; en efecto, sirvió para múltiples
propósitos. Sharon Meers aporta un hecho que ilustra este extremo: ‘En los
inicios de la guerra fría, los diplomáticos británicos encontraron que la
manipulación de la política del anticomunismo en Guatemala era la forma
más simple de proteger sus intereses en Belice’.”
¿Qué se esperaba del Dr. Juan José Arévalo cuando se le llamó a
Guatemala para que viniera a ejercer la presidencia de la República,
sabiéndose que no tenía ninguna experiencia como estadista? Quizá se
pensó tener a un candidato “progresista”, que fuera lo bastante figurón
como para atraer la atención de los electores que no estaban interesados
en otro militar como presidente.
Luis Cardoza y Aragón nos presenta el perfil quizás más generoso que
alguien haya escrito sobre Juan José Arévalo. Sus palabras rescatan en gran
medida la alicaída figura histórica del socialista espiritual: “¿Cuál era la
formación política del presidente Arévalo al ser elegido? No era muy clara ni
definida: nunca se había interesado a fondo en problemas sociales y políticos.
142
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
Surgía del pueblo, de sus libros y su esfuerzo, del aula universitaria. Llegó
a Guatemala con justo renombre, después de años vividos en Argentina,
dedicado a disciplinas filosóficas y pedagógicas, que son parte medular en
su vida. Dotado de talento, con cultura humanista, estudioso y de sencillez
complicada, desde sus primeros pasos avanzó con seguridad. Los vaivenes y
oscilaciones no se originaron por carencia de entereza sino por flexibilidad
política. Cuando fue más flexible para no romper la vara de la justicia,
siempre se inclinó, como reclamaba Don Quijote, de parte de la bondad.
Entró en la batalla política criolla como alumno criollo aventajado. Hombre
bueno, responsable, cauto, siempre supo escuchar, y su naturaleza atlética
y jovial y su simpatía y su talento, rápidamente le facultaron para hacerse
un estadista verdadero. Entró en el país tomado de la mano, en plena noche,
como quien entra a una selva. Muchos meses de su gobierno fueron ese
caminar por la selva, abriéndose camino, buscando por dónde nace el sol.
Ojos brillaban como brasas entre los matorrales: le acompañaba toda la
sinfonía extraña y nocturna de la selva virgen y enmarañada y la voluntad del
pueblo de ascender. A veces, como que se escapaba él o como que se escapaba
el pueblo, se soltaban de la mano, y parecía que todo había terminado. Los
problemas eran complejos y medio mundo, en nombre de la libertad, que
jamás se había conocido mejor, lanzaba proyectos, críticas, programas,
protestas, calumnias y cañonazos. Innumerables serían las anécdotas, y en
sus Memorias, Juan José Arévalo nos ofrecerá un documento de gran riqueza
por su varia experiencia y su talento de escritor. Presionado por todas partes,
amenazado y apoyado, exigiéndosele impaciente definición, bosquejó —
acaso inspirado en Alfredo Palacios— aquella tentativa de imposible
equilibrio del socialismo espiritual: en efecto, Marx no fue arevalista. El
doctor Arévalo nunca puso en práctica teoría política alguna y nunca
se interesó por el socialismo científico. A veces, se nos antojó demasiado
arevalista. Un líder consecuente de la burguesía progresista, leal a su pueblo
y sincero en sus conceptos, y que nunca pretendió no ser idealista, no ser
antimarxista. En sus discursos políticos encontramos repetidas alusiones
de tal orden, sin ofrecer análisis detenidos para explicarse los problemas
nacionales y la crisis contemporánea. Entre los mejores, por su dignidad,
por claridad y energía, se halla el discurso memorable que pronunció al
entregar el mando a su sucesor, el presidente Árbenz. Consecuente en su
antiimperialismo ejercitado siempre, nunca teórico y verbal, superó muchas
veces las limitaciones que la posición burguesa lleva en sus entrañas en tales
planteamientos. Su gobierno fue antiimperialista y antifeudal dentro del
marco de dificilísima transición y dentro del marco de su patriótica posición.
El gobierno que le sucedió, el de Árbenz, también fue, necesariamente,
JACOBO ARBENZ GUZMAN
143
burgués, y con él se acrecentó la lucha antiimperialista y antifeudal con
la reforma agraria y otros aspectos fundamentales de la emancipación
económica. Arévalo fue muy sensible a la intriga, a pesar de su personalidad,
y extraordinario en el arte de no ofrecer blanco: la mayoría de los golpes
nunca encontraron su cuerpo. Su preparación general, su intuición y astucia,
pusiéronle en su sitio: uno de los buenos presidentes de América. A veces,
como que el escenario era incomprensible para sus posibilidades o como
que había desajuste insalvable. Mientras tanto, las conjuras se sucedían
una tras otra, las divisiones internas, las ambiciones nacientes, el exceso de
maniobras petulantes de partidos políticos inexpertos, demasiado móviles y
sinuosos, bajo un diluvio interminable de críticas, insinuaciones malévolas,
calumnias, molestias, peligros, insultos y ametralladoras. Optimista por
temperamento, seguro y cordial, fue estableciendo un orden propio, lleno de
ambición noble y espíritu democrático. Su tolerancia, su paciente capacidad,
que formaron disciplinas pedagógicas y conocimientos psicológicos, le
sirvieron de rompeolas. El Congreso tiraba de una parte, el Poder Judicial
de otra, el pueblo organizado, los partidos. A veces se pensó que Guatemala
corría el riesgo de ser descuartizada. Un empeño general en ir adelante, mil
propósitos chocándose al mismo tiempo, se diría que desearan despedazar
nuestra vida. Con la mejor intención, se remaba en diversas direcciones y la
barca retrocedía o giraba peligrosamente sobre el mismo sitio. Una pequeña
barca que, por vez primera, conocía las aguas mar adentro, donde soplan
los vientos huracanados y fluyen, poderosas e invisibles, las corrientes
fundamentales. Muchas veces sentimos que nos quedábamos en la orilla y
que ni siquiera se nos había invitado para el naufragio. Es una proeza, aún
no bien aquilatada, que Arévalo haya conservado el poder. Estaba dentro de
una jaula de fieras. El caos se veía a flor de piel. Hubo temporadas en que
nos acostábamos cada noche cambiando domicilio por órdenes suyas para
salvar la vida, con el sobresalto de despertarnos al día siguiente con un
nuevo presidente. Velamos muchas noches en casas amigas transformadas
en sitios fuertes de civiles. Las fuerzas políticas se organizaban llenas de
contradicciones y diferencias”.
Dice Alfredo Guerra Borges: “Arévalo realizó esfuerzos para sacar al
país del estancamiento industrial en que se desenvolvía. Se duplicó el número
de las escasas industrias que había en Guatemala y que apenas si rebasaban
las setecientas. Las industrias que se introdujeron fueron de transformación
de bienes con plantillas muy reducidas. Fueron notables los aumentos
en el consumo de energía eléctrica y cemento. Subió el producto interno
bruto, aumentaron los ingresos y gastos del Estado y las importaciones y
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
exportaciones, especialmente de capital y consumo. Como contrapartida,
los precios de los alimentos básicos aumentaron sobre los salarios, cuyas
subidas fueron insuficientes.
Aunque el gobierno de Arévalo no se enfrentó con los monopolios,
tema que le hubiera ocasionado demasiados dolores de cabeza, sin embargo
estimuló la inversión mediante la creación del Instituto de Fomento de la
Producción, del Banco de Guatemala y la Ley de Fomento Industrial. A
pesar de las limitaciones y carencias en el campo del desarrollo económico,
es indudable que el cambio propició un avance considerable con relación a
los gobiernos anteriores. Aumentó notablemente la producción de los dos
principales productos de consumo interno, el maíz y el frijol, así como del
producto de exportación por excelencia, el café.
Uno de los fenómenos sociales más importantes del período arevalista
fue la creación y el espectacular crecimiento de los sindicatos que tuvieron
un fuerte impacto en la vida política del país. Se configuraron dos tipos
de sindicatos que acabaron concentrándose en sendas confederaciones: por
un lado, los que integraban el proletariado urbano y rural y, por otro, los
que sumaban el variado campesinado rural. Los primeros se desarrollaron
muy rápidamente y se constituyeron según las modalidades del trabajo
de los obreros, predominando ideológicamente los de inclinación hacia la
izquierda. Arévalo no puso cortapisa alguna a la creación de estos sindicatos
de asalariados que desembocaron en octubre de 1951 en la poderosa
Confederación Nacional de Trabajadores de Guatemala (CGTC), que ya
contaba en esa fecha con unos sesenta mil miembros.
El gobierno de Arévalo dificultó la fundación de sindicatos de
trabajadores del campo no asalariados. Diversas razones operaron en
contra de un pronto desarrollo de las organizaciones campesinas: la
propia configuración semiasalariada del campesino, el ser muchos de ellos
propietarios o usufructuarios de minifundios, la peculiar dependencia
que este tipo de trabajadores tenían con los finqueros, la temporalidad
en el trabajo, la fuerte oposición desplegada por los terratenientes a los
sindicatos campesinos, la desconfianza de éstos ante los líderes sindicales y
la propia prevención de Arévalo frente a este tipo de sindicatos por los serios
problemas que le pudieran crear con la oligarquía terrateniente. No fue sino
hasta 1948 en que los movimientos campesinos lograron hacer triunfar sus
aspiraciones y obtuvieron libertad de sindicalización.
JACOBO ARBENZ GUZMAN
145
A partir de este momento surgen con fuerza y en mayo de 1951,
apenas Árbenz había obtenido la presidencia de Guatemala, se fundó la
Confederación Nacional Campesina de Guatemala (CNCG), en cuyo seno
se integraron y potenciaron numerosos sindicatos campesinos, la cual llegó
a tener un vigoroso y extraordinario desarrollo.
Pronto los sindicatos comenzaron a hacer sentir su presencia, aunque
los conflictos y huelgas que provocaron casi nunca revistieron excesiva
gravedad y, en la mayoría de los casos, se solucionaron por la vía del
compromiso. Hay que tener en cuenta que las huelgas siempre fueron
controladas por el gobierno o los partidos políticos, sin olvidar que la
clase dominante poseía su poder económico intacto y servía de freno
constante a las reivindicaciones de los sindicatos. Las mayores huelgas se
llevaron a cabo por los trabajadores agrícolas de las grandes plantaciones
bananeras de la United Fruit Company (UFCo.), que entre 1944 y 1949
protagonizaron grandes movimientos huelguísticos, consiguiendo aumentos
salariales y otras ventajas; en la de 1949, ante el peligro de que la huelga se
saliera del cauce tolerado, intervino el ejército para restablecer el orden. Ni
el gobierno de Arévalo, ni los partidos políticos, ni siquiera los sindicatos
permitieron a los trabajadores que sobrepasaran los límites prudenciales
que las circunstancias sociales imponían al país.
Una subida excesiva de los salarios de los obreros agrícolas podía
suponer un ejemplo a imitar por el resto del campesinado agrícola no
asalariado que trabajaba en los latifundios de los terratenientes, lo que
hubiera provocado el enfrentamiento con la clase dominante que de ningún
modo estaba dispuesto a ceder en este punto.
El Presidente Arévalo, bien por convencimiento propio, bien por las
fatales consecuencias que le podía acarrear, se opuso a cualquier intento
serio de reforma agraria, a pesar de las peticiones y presiones de las
organizaciones sindicales. Arévalo llegó a afirmar que ‘en Guatemala no
existe problema agrario, lo que pasa es que los campesinos sicológica y
políticamente están incapacitados para trabajar la tierra. El gobierno les
creará la necesidad de trabajar el campo, pero, eso sí, no revisando nada
contra otra clase determinada’. Presionado por los sindicatos, campesinos y
algunos partidos políticos el 21 de diciembre de 1949 se promulgo la Ley de
Arrendamientos Forzosos. La ley establecía que todos aquellos campesinos
que no tuvieran tierras podían solicitar parcelas en arrendamiento a todo
propietario que las tuviera disponibles.
146
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
Realmente esta ley, que obligaba a los propietarios a arrendar parcelas
que ellos no cultivaran a los campesinos sin tierra, no tenía precedentes
en el pasado agrario y, si se hubiera aplicado, quizás hubiese significado
un principio de reforma agraria, pero la negativa y resistencia de los
propietarios a acatarla fue tajante. En suma, durante el mandato de Arévalo
lo preceptuado por la Constitución de 1945 acerca de la función social de
la propiedad privada y la prohibición expresa de los latifundios quedó en
papel mojado.”
Nada afectó negativamente más a la Revolución ni a la imagen del
presidente Juan José Arévalo, que la muerte de Francisco Javier Arana en
el Puente de la Gloria, en Amatitlán. El hecho sangriento ocurrió en el
preciso momento en que la perspectiva de nuevas elecciones presidenciales
había estabilizado al régimen, reemplazando el malestar y resentimiento
de la clase dominante y el imperialismo norteamericano por una tibia
aceptación, que sólo era producto de la esperanza de que Arévalo y sus
compañeros de viaje abandonaran muy pronto el poder. Ya faltaba un poco
más de un año para entrar en campaña electoral y los derechistas estaban
ilusionados con quien creían sería el futuro presidente de Guatemala:
el coronel de línea Francisco Javier Arana. Los resultados de los cuatro
años y pico de gobierno de Arévalo dejaban mucho que desear, pero la
certeza de que más temprano que tarde sería historia, animaba el espíritu
de quienes no creían en el derecho inalienable que tienen los pueblos de
progresar. Los esfuerzos de Arévalo en este sentido habían sido una y otra
vez torpedeados por los oligarcas y sus acólitos de la pequeña burguesía
servil. Todo el mundo creía que Arévalo fuera tan fanático con respecto a
su peculiar concepto de socialismo espiritual, que nadie entendía a ciencia
cierta, pero ¿a quién le importaba eso? Lo importante, era que pronto
estarían de vuelta en las alturas, los hombres del auténtico poder: el poder
del dinero.
A Arévalo, por consiguiente, le faltaba muy poco para seguir
sobreviviendo como presidente después de no haber sido capaz de
responder a la interrogante popular: “¿Quién mató a Arana?”. Visto
históricamente, Juan José Arévalo fue en Guatemala una como especie
de gobierno de transición entre la dictadura y la revolución democráticoburguesa que cerraría el ciclo de revoluciones burguesas de Guatemala.
Desde el minuto uno de su gestión presidencial Arévalo trató de salirle
al paso, con algunas advertencias, ante la previsible avalancha de trabajo
que se le venía encima como nuevo jefe de un Estado a la deriva, a los
JACOBO ARBENZ GUZMAN
147
remanentes del ubiquismo. No lo hizo mal al principio y hasta puede
decirse, en honor a la verdad, que hizo todo lo humanamente posible por
poner al país al día en materia de seguridad social, como ya fue señalado.
Desde su punto de vista, consideraba que era posible con un Código de
Trabajo bien elaborado, arrancar de raíz los motivos de discordia social
heredados de las dictaduras cafetaleras.
Juan José Arévalo, gran amante de dirigirle a sus conciudadanos
discursos floridos y apasionados, dejándose arrastrar por su entusiasmo
de reformista burgués, expresó que los problemas sociales y económicos
de Guatemala podían resolverse por medio de un socialismo espiritual de
gran contenido filosófico y moral. De acuerdo a su concepción “socialista
espiritual”, pretendía demostrar que la pobreza no es el resultado de un
conflicto irreductible entre las clases sociales sino por falta de escolaridad. La
escolaridad obligatoria de los niños y jóvenes permitiría una educación que
desarrollara muchos talentos en la juventud guatemalteca. Las condiciones
insostenibles de miseria permanente e insalubridad general en que vivían
los campesinos, podían resolverse por medio de su libertad. Según él, la
miseria era producto de falta de oportunidades de trabajo, de protección
estatal, de edad, de enfermedades, de falta de desarrollo regional, y de
descriminación racial, lacras todas que han asolado Guatemala.
Lamentablemente, Arévalo llegó a creer, y esto lo dejó muy claro a
través de sus bien elaborados discursos, que su movimiento “arevalista”
era el poseedor exclusivo del ejercicio del poder y que cualquier iniciativa
por parte de personas distintas de su idelogía “socialsta espiritual”, debería
considerarse no válida. Según Arévalo, era el Congreso el que debía emitir
leyes y las disposiciones propicias para el desarrollo socioeconómico
y social del país. Para eso existían las “Comisiones específicas” de
legisladores, que pretendían convertirse en verdaderos profesionales de la
discusión parlamentaria y la emisión de leyes apropiadas para cada caso
circunstancial. Arévalo pretendió que como jefe del Ejecutivo, de acuerdo
a sus responsabilidades constitucionales y a través de negociaciones entre
los dirigentes campesinos y los representantes de los finqueros y hombres
de negocios, bien asesorados por sus abogados, se estableciera una especie
de “diálogo social”, que condujera a una armonía de clases capaz de lograr
un entendimiento de ambos sectores. De este entendimiento saldrían
proyectos de igualdad de oportunidades. También deseaba, en caso de
confrontación entre finqueros y campesinos, o entre campesinos y ejército,
restablecer la calma por la vía pacífica, antes de que se produjeran choques
de clase violentos.
148
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
En tales circunstancias, ¿quién le iba a decir al presidente Arévalo
que la vía del diálogo social no era la más adecuada para evitar los
estallidos sociales después de siglos de opresión de clase?. No contaba
el mandatario que la mala fe de unos, y la inercia de otros presagiaban
interminables debates en largas sesiones plenarias. Diversos proyectos
sometidos al Congreso eran discutidos y rechazados, a veces por motivos
verdaderamente triviales. Las iniciativas arevalistas, que eran restringidas
y las circunstancias creadas, no permitían ir muy lejos sino avanzar a paso
de tortuga. Este tortuguismo daría mucho que hablar y terminaría por
desprestigiar su Gobierno. Los defectos de funcionamiento del gobierno
arevalista, sólo ponían de manifiesto una gestión gubernamental soñolienta,
que consideraba que el monopolio del poder político constituía su mejor
seguro de vida, pero dicha exclusividad improductiva se volvía día a día
más asfixiante.
Desde un principio surgieron problemas de carácter administrativo
en la cúpula del poder político. La elaboración de proyectos de desarrollo
por parte de los arevalistas condujo a que otros sectores de revolucionarios
le pusieran cortapisas a todo aquello que consideraban incoherente,
inapropiado, no realista, y simplemente se negaran a secundarlos,
surgiendo con ello fuertes discrepancias en el seno del Gobierno, que eran
aprovechadas por los enemigos de la Revolución. No en balde se vivía en
un país en el que el poder constituyente había surgido de un golpe de
estado secundado por el pueblo armado, y que luego las urnas habían
legalizado. Sin embargo, se seguía mirando hacia atrás, sin terminar de
asumir el pasado cercano sino a vivir de él y a utilizarlo como arma política
en apoyo del presente, como diría un renombrado catedrático de Derecho
español. A pesar de todo eso, había cabezas pensantes que miraban hacia
el futuro con más conciencia de clase y de la realidad única que estaba
viviendo el país.
El desarrollo del proceso revolucionario, si es que existió en el momento
de la toma del poder por Jacobo Árbenz y sus compañeros de lucha, se
vio interrumpido por el estancamiento que se dio en el país durante el
gobierno arevalista. Todo porque el presidente Juan José Arévalo se dedicó
más a frenar al movimiento comunista, en acelerada expansión después
de que jóvenes comunistas salvadoreños establecieron una “escuela de
cuadros” llamada “Claridad”, que a acelerar el proceso de transformación
que el pueblo esperaba. Para los jóvenes revolucionarios, los elementos
reformistas y no reformistas infiltrados en el gobierno arevalista, tenían
JACOBO ARBENZ GUZMAN
149
el carácter de peligrosos competidores. Era un secreto a voces que los
arevalistas llevaban adelante negociaciones con la oligarquía para lograr
sobrevivir en el Gobierno, sin importarles los intereses de la Revolución
guatemalteca, cuyos representantes más lúcidos rechazaban todo tipo de
negociaciones secretas con los elementos enemigos más recalcitrantes de
los trabajadores de la ciudad y del campo.
La visión que tenía sobre la Revolución de Octubre María Vilanova,
como esposa del ministro de la Defensa con funciones de guardaespaldas de
lujo, que nos refiere en sus Memorias, puede considerarse históricamente
muy rigurosa; mejor dicho, tiene rigor histórico, en general carácter
documental, por lo que se hace imprescindible cederle nuevamente la
palabra escrita. Ante todo, respecto a los permanentes intentos por deponer
a Arévalo por medio de un golpe de Estado, refiere la señora Vilanova
que el origen de muchas de las conspiraciones e intentos de golpe fue el
intento de la oligarquía y demás fuerzas retrógradas de impedir la puesta
en práctica de las reformas democráticas. Al efecto, trataron de seducir a
sectores del ejército.
“Todos esos golpes fracasaron gracias a la lealtad de mi esposo y sus
cercanos colaboradores que estuvieron al frente del Ministerio de la Defensa
en ese período. Aún así, ese período conllevaba una fuente de tensiones por
el hecho de que Arana ocupaba la jefatura de las Fuerzas Armadas. A él no
le agradaban las medidas democráticas del gobierno, antes bien, prestaba
oídos a los sectores conservadores que veían en él al líder que necesitaban
para recuperar sus privilegios perdidos.” […] “Lo que hacía más peligroso
el papel de Arana, era la disposición constitucional de que el Jefe de las
Fuerzas Armadas tuviera autonomía completa frente al Presidente de la
República, toda vez que era nombrado por el Congreso por un período de
seis años y no por el Poder Ejecutivo de la República. Esto a muchos nos
pareció un error. De hecho eran dos presidentes y, en determinado momento,
se llegó al enfrentamiento directo. Lástima que en esa oportunidad no
abolieran las fuerzas militares autónomas, quedándose únicamente con las
fuerzas de policía. Costa Rica inteligentemente en su revolución de 1948
abolió completamente el ejército fortaleciendo así su estabilidad política
inmediata y futura. Caro tenía que pagar Guatemala su equivocación; la
sufrió Arévalo, pero éste tuvo la suerte de contar con un Jacobo Árbenz
Guzmán, quien le libró de que Arana y sus partidarios le dieran un golpe
de Estado durante su gobierno. Observando el pasado podemos constatar
que a Árbenz no le era posible controlar al ejército y fue éste quien en 1954
150
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
lo expulsó del poder, terminando así la revolución democrática. Francisco
Javier Arana era un hombre inteligente y amable, pero muy ambicioso. Como
Jefe de las Fuerzas Armadas tenía gran poder. Todos los nombramientos
militares de importancia estaban en sus manos. La ambición de Arana
hizo que se desviara el poder que tenía, ya que la reestructuración y la
organización del ejército la aprovechó para su propia ambición personal,
que de inmediato era arrebatarle la Presidencia al doctor Arévalo”.
Se veía llegar la guerra civil. El gobierno arevalista se estaba
descomponiendo y visiblemente se perdía el entusiasmo revolucionario
del inicio, debido a su manera letárgica de ejercer el poder. De hecho,
no fue mucho lo que logró avanzar en cuatro años de ejercicio del poder
presidencial, debido a la existencia de una fuerte indolencia burocrática. Esto
debe atribuírse, en gran medida, a la falta de claridad ideológica pregonada
por el socialismo espiritual que predicaba el jefe de Estado reconvertido
en un nuevo mesías, quien hacía todo lo imposible por formar fervientes
discípulos y partidarios “arevalistas”. La falsa concepción doctrinaria
inyectada a muchos miembros de la pequeño burguesía seguidora de
Arévalo, tuvo el efecto de una pesada lápida sobre el pensamiento crítico de
muchos jóvenes revolucionarios integrantes de la nueva burocracia estatal.
Como es sabido, no puede haber revolución sin teoría revolucionaria, y si
Arévalo insistía en la aceptación de teorías socialistas falsas, los únicos que
salían ganando eran los representantes de la llamada “libertad de empresa”,
orquestada y hábilmente manipulada por su astuto director Clemente
Marroquín Rojas. Éste abominaba públicamente de cualquier interferencia
por parte del Estado arevalista en las dinámicas de la propiedad y del
mercado. Todos los días, al caer la tarde, los voceadores del periódico
“La Hora” que recorrían las oscuras calles de la ciudad de Guatemala, se
veían prácticamente asaltados por el público ávido de leer sus famosos
“editoriales”, que literalmente les arrebataba de las manos los periódicos
que tenían a la venta. Eran escritos sobre diversos temas de actualidad, de
especial interés para el escaso público lector del país, muy bien elaborados
y expuestos con el lenguaje popular pintoresco que le gustaba a la gente.
La muerte de Francisco Javier Arana y diversos proyectos mal diseñados
y peor puestos en práctica, como la pretendida división del Petén en dos
departamentos, en uno de los cuales se tenía el plan de colonizarlo con
campesinos sin tierra, para convertirlo en una gran finca ganadera, terminó
en la construcción de una gran base militar, y con el resto de entusiasmo
popular por el arevalismo. Por si lo anterior fuera poco, antes de la muerte
JACOBO ARBENZ GUZMAN
151
de Arana, toda Guatemala se enteró de los preparativos conspiratorios del
jefe de las Fuerzas Armadas, lo cual provocó una histeria colectiva entre
los altos funcioarios del Gobierno. Esto dejaba traslucir los profundos
disgustos y las divergencias existentes entre las filas del arevalismo y sus
aliados políticos. Nadie parecía ponerse de acuerdo respecto a la manera
de manejar los asuntos del aparato administrativo. Así que la frustración
generalizada también había hincado los dientes en un fuerte sector del
ejército. El enfrentamiento político existente en Guatemala, reflejo de la
agudización de la lucha de clases a nivel nacional, estaba llegando a su fase
final. Todo el mundo en Guatemala estaba pendiente de las noticias de los
radioperiódicos, algunos de los cuales ya habían filtrado la noticia, aún sin
confirmar por ser “secreto de Estado”, de la toma de varios cuarteles por
las fuerzas aranistas. Por ahí iban las cosas, cuando a Arana se le ocurrió
ir personalmente a desmantelar un arsenal del Gobierno, escondido en
un chalet presidencial ubicado a orillas del cercano lago de Amatitlán.
Desafortunadamente, Francisco Javier Arana nunca regresó vivo de esa
expedición militar.
La muerte del coronel Arana desencadenó la confrontación militar
planeada y fomentada por los sectores oligarcas y todas las fuerzas
derechistas de oposición al gobierno arevalista. El desenlace, sin embargo,
fue desfavorable a ellos, ya que Jacobo Árbenz logró derrotarlos con la
ayuda de militares leales y fuerzas civiles armadas para defender los logros
de la Revolución. Si los antiarevalistas esperaban un levantamiento popular
en contra del Gobierno, tal y como había ocurrido cuando Jacobo Árbenz
organizó el golpe de Estado contra Ponce Vaides, se equivocaron de cabo a
rabo. Al estallar las hostilidades entre los dos sectores del ejército, Árbenz
contó con la participación de contingentes de voluntarios del pueblo, que
una vez armados defendieron con mucho valor el Estado democrático
y con su decidida participación, inclinaron la balanza a favor de este.
Respecto a la mayoría de la población de la ciudad de Guatemala, en honor
a la verdad, todo quedó en una fase muy contemplativa.
Al dejar el poder, el presidente Arévalo habló a su pueblo y a los
pueblos de América, con palabras memorables. De tal mensaje, en que
alude a lo padecido por la constante y violenta intromisión extranjera,
tomo los siguientes conceptos: “Tenía yo entonces la convicción -y sigo
teniéndola- de que una nación no puede ser libre, mientras no sean libres
uno por uno todos sus habitantes, y de que la dignidad de la República
está hecha como síntesis magnificada de la dignidad que se aloja viviente
152
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
y actuante en cada uno de los pobladores del suelo. Para alcanzar eso en
Guatemala, teníamos que chocar con la particular estructura social y
económica del país: de un país en el que la cultura, la política y la economía
estaban en manos de trescientas familias, herederas de los privilegios de la
Colonia o alquiladas a las factorías extranjeras o constitutivas de una secta
administrativa oficial que protegía los intereses de aquéllas y multiplicaba
geométricamente los suyos. Un noventa por ciento de nuestra población
vivía en cabal situación de servidumbre económica, sin derecho a la cultura
y sin ciudadanía”.
En sus palabras finales, encontramos estos conceptos que siguen
teniendo resonancia continental: “De pie hemos llegado a este 15 de marzo
de 1951. Guatemala ha demostrado en seis años, que no hay poder humano
capaz de humillar la voluntad de un pueblo cuando sus gobernantes no lo
traicionan. Pueblo y gobierno juntos, producen dignidad”.
“Pueblo de Guatemala: Durante seis años hice consagración de mi
vida para vivir con dignidad el cargo de Presidente y buscar la felicidad
de mis compatriotas según mi propia conciencia me lo ha indicado. La
historia dirá si estos seis años significan algo para el progreso espiritual
de la nación. Lo que sí puedo deciros ya, es que en ninguno de los muy
difíciles momentos transcurridos durante la conducción de los destinos del
país, busqué la defensa y salvación de mi propia vida ni os di las espaldas.
Creo haberme conducido con lealtad, no sólo para vosotros, el pueblo hoy
viviente, sino, además, para con los superiores destinos de Guatemala, y creo
haber contribuido a la expresión de una sensibilidad política guatemalteca.
No sabría deciros si esto que se ha logrado en Guatemala deba llamarse
democracia o cosa parecida. Los profesores de doctrina política le darán
un nombre. Pero si por fatalidad de hábitos conceptuales o por comodidad
idiomática quiere llamársela “democracia”, pido a vosotros testimonio
multitudinario de que esta democracia guatemalteca no fue hitlerista ni fue
cartaginesa”.
Permítanme intentar una última explicación que considero necesaria
para cerrar este capítulo. Juan José Arévalo tuvo durante su período
presidencial todo tipo de presiones, tanto de los sectores de derecha como
de la izquierda radical. Sin embargo, no cedió ante ninguna y abandonó el
cargo, en 1951, con la convicción de haber cumplido con su deber cívico
y reformista. Una vez fuera del poder presidencial, privado de toda clase
de responsabilidades políticas, Arévalo se distanció en cierta medida del
proceso revolucionario. Su reputación en Guatemala como ex presidente
JACOBO ARBENZ GUZMAN
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democrático-burgués aún es grande, pero muchos saben que apoyó con
desgana los proyectos más audaces de la Revolución. Me parece que podría
decirse que en más de una ocasión adoptó una posición abiertamente
contrarrevolucionaria, lo cual le hizo mucho daño al proceso de
transformación económica y social que estaba en marcha. Los comunistas
no le perdonan a Arévalo, haber expulsado del país a sus correligionarios
salvadoreños. Arévalo le temía al comunismo, al cual consideraba más
nefasto que el peronismo influido por el fascismo. También muchos le
reprochaban el ser un reformista falto de convicciones revolucionarias.
Simplemente consideraban, que con su salida de la presidencia había
terminado su carrera política. Él no lo creyó así. Excluido totalmente de
las tareas de gobierno, se dedicó a viajar como “Embajador Itinerante”
del Gobierno revolucionario de Árbenz y a costa del erario público. Daba
conferencias de todo tipo, con su espíritu narcisista de siempre. No cabe
la menor duda que Arévalo procuró transferirle a Jacobo Árbenz, de una
manera muy particular, sus antiguas ambiciones políticas mal satisfechas
cuando estuvo en el poder. Sin duda alguna, contribuyó a formar a Jacobo
Árbenz como dirigente político, pero, por suerte, no logró inculcarle
el espíritu reformista que lo animaba a él. Árbenz, a diferencia de su
predecesor, supo comprender y adaptarse mejor a las exigencias políticas,
económicas y sociales del campesinado. La pretensión de Arévalo, de
volver a la presidencia en la década de 1960 fracasó estrepitosamente, por
no haber sido nunca perdonado por la oligarquía agraria ni por los altos
jefes militares, que no olvidaban su prepotencia durante su presidencia y
las humillaciones a que los sometió en no pocas ocasiones. Con los años,
Arévalo se puso al servicio del Estado oligárquico neofascista imperante
hasta nuestros días, llegando a ser una reliquia del pasado, pero también
un miembro prominente más del escenario derechista tradicional.
Como escribe Añoveros: “Es verdad que los pasados vicios estructurales
de todo tipo que arrastraba durante centurias el país no eran fáciles de
cambiar y menos de eliminar. Se trataba de una ingente tarea que hubiese
necesitado el concurso y sacrificio de todas las fuerzas sociales, algo
imposible de conseguir. La herencia que iba a recibir Árbenz, después de seis
años de democracia y decenios de dictaduras, era la de un país en los límites
extremos del subdesarrollo. Y la tarea que se impuso Árbenz para dar el
salto necesario era ingente y por encima de sus fuerzas. Aquí dio comienzo
el drama de nuestro protagonista que fue el de su propio país”.
154
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
Capítulo IV: El Presidente Revolucionario Jacobo
Árbenz Guzmán
Juan Jacobo Árbenz Guzmán llegó a lo que llegó gracias a que supo
asimilar a la perfección sus lecturas y a las reflexiones que hizo sobre
su época. No dejó nada fuera de su mirada. De ahí que adoptara una
determinada orientación política y tomara partido por los pobres de su
patria. Pero como hombre del pueblo y a la vez oficial del ejército de
la tiranía veía los acontecimientos como si hubiera pertenecido a ambos
bandos. Lo que él conocía mejor, era a los seres humanos explotados y
oprimidos. Lo que él aborrecía, era a los tiranos. Y sabía, como pocos,
que la única manera como los tiranos se habían sostenido en el poder, era
gracias al ejército que había sido creado para salvaguardar los intereses de
la clase dominante que había creado el Estado parasitario de la oligarquía
cafetalera. Por consiguiente, si se quería destruir este Estado, era necesario
destruir antes al ejército de los ricos. Al llegar al poder, sin embargo, no
lo hizo, sino que, por el contrario, permitió que Francisco Javier Arana,
tomara la iniciativa y fuera nombrado jefe de las Fuerzas Armadas, el
puesto que, en honor a sus méritos y valía personales, le correspondía a
él. La flaqueza ante sus compañeros de armas que se empeñaron en que
fuera Arana el jefe del ejército y no él, lo perdió políticamente. El ejército
de los finqueros, en vez de ser disuelto por medio de un ejército de los
trabajadores en armas, fue fortalecido durante el gobierno arevalista. Y
Jacobo Árbenz tuvo mucho que ver con eso, al no tomar una posición
política más consecuente con su actitud revolucionaria ante la dictadura
poncista. No es equivocado decir que Árbenz se dejó engañar a sabiendas,
creando confusión entre quienes llegaron a considerar que esa debilidad
tenía su origen en la pertenencia al ejército. La guerra de clases no se había
iniciado aún y ya estaba perdida de antemano, debido a que Jacobo Árbenz
consideró necesario e imprescindible fortalecer primero su posición como
ministro de la Defensa de un filósofo dedicado a la enseñanza universitaria,
JACOBO ARBENZ GUZMAN
155
antes de entrar en zafarrancho de guerra. La única explicación lógica que
se nos ocurre, es que con su actitud honesta, sólo delató a los observadores
cercanos su total desconocimiento del enemigo de clase y su espantosa
miopía. Toda duda, toda vacilación, envalentonaron al enemigo, que con
los intentos de golpe de Estado, no se sabe a ciencia cierta cuántos de ellos
verdaderos y cuántos simplemente rumores, únicamente quería tantear
hasta dónde podía llegar en su obsesión por recuperar el poder perdido.
Según refiere Alfredo Guerra Borges en ya varias veces citado ensayo
histórico sobre la Revolución de 1944, los partidos de la izquierda
guatemalteca no conocían el verdadero pensamiento político de Jacobo
Árbenz, especialmente lo que pensaba sobre los puntos más controvertidos
de la futura campaña presidencial, como el tema de la reforma agraria,
siendo él mismo un finquero algodonero: “La campaña presidencial de
1950, en la cual los partidos democráticos y las organizaciones populares
apoyaron la candidatura de Jacobo Árbenz, se realizó bajo el lema de la
reforma agraria. Árbenz recorrió el país anunciando su propósito de
realizarla. En aquel momento casi nadie lo tomó en serio, ni siquiera los
partidos políticos que lo apoyaban, ya que por lo general, y de manera
justificada, no se cree en la sinceridad de las promesas electorales. Además,
el propio Árbenz era propietario de una finca algodonera y, por su condición
de militar, se le asociaba a los sectores conservadores”.
Como recordaba Cardoza y Aragón, a Jacobo Árbenz, como ministro
de la Defensa de Arévalo, se le consideró “el sostén más firme y ecuánime
del orden constitucional y el gobierno de la República”. No en balde le
había salvado de los problemas de desestabilización a que se vio sometido.
Sin embargo, para 1950 muchos revolucionarios consideraban que lo
realizado por Juan José Arévalo durante su presidencia, no era suficiente
para llegar a la conclusión de que había hecho una obra material e
intelectual impecable y revolucionaria. Ni uno ni lo otro. Los interesados
en una verdadera transformación del país ya no era sólo aquel puñado
de hombres de octubre de 1944, apenas seis años antes, sino que ya se
contaban por cientos de miles los que consideraban que ya era hora de
que la Revolución remontara el vuelo. Ya había llegado el momento de
abandonar definitivamente la inercia y la incertidumbre que caracterizaron
al arevalismo.
En Guatemala, hacía tiempo que existía la convicción generalizada
de que Jacobo Árbenz era la persona más idónea para proseguir con la
Revolución de Octubre de 1944; es decir, sacar adelante el proceso
156
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
revolucionario. Todo el mundo sabía ya que poseía una inteligencia
luminosa como un faro, una cultura envidiable, una sólida experiencia
militar, así como una gran influencia entre los círculos revolucionarios,
especialmente entre los dirigentes sindicales, a la mayoría de quienes
trataba personalmente. Ya se había hecho amigo personal de José Manuel
Fortuny, joven comunista fundador del que se constituiría en el Partido
Guatemalteco del Trabajo, y cuñado del coronel Aldana Sandoval, quien
se lo presentó.
Según Añoveros, para 1950 hacía tiempo que Árbenz era considerado
“la oveja roja” del antiguo triunvirato formado a raíz de la caída de Ponce:
“La relación de algunos elementos comunistas con Árbenz comenzó cuando
se casó con Cristina Vilanova, que gustaba de mantener contactos con
los grupos izquierdistas. Antes de que llegara a asumir la Presidencia la
casa de los Árbenz se convirtió en una especie de tertulia para connotados
izquierdistas y por ella pasaron muchas de las personas que después le
ayudarían en su carrera presidencial. Es indudable que el trato con estos
políticos abrió nuevas perspectivas sociales e ideológicas en el pensamiento
de Árbenz, que hasta el momento se había caracterizado por una carencia
de ideología política concreta. La participación de Árbenz en el golpe
revolucionario de octubre de 1944 fue para derrocar un sistema dictatorial
y abrir el camino a una democracia política. Su esposa estuvo bastante
influenciada por dos comunistas que intimaron con ella: la chilena Virginia
Bravo Letelier y la salvadoreña Matilde Elena López.”
El que Árbenz fuera adquiriendo conciencia social de los problemas de
su país no quiere decir que, en manera alguna, que su pensamiento fuera
comunista. Tacharle de comunista, como algunos hicieron, fue una burda a
la vez que hábil calumnia urdida para atacar sus reformas y desprestigiarle
a los ojos de la opinión pública y mundial. Ni siquiera después de su salida
al exilio Árbenz se radicalizó en sus ideas”.
Idea absurda o no, lo más importante, antes de todo, era lograr
convencer a Arévalo de que Árbenz no tuvo ninguna participación en la
muerte de Arana, como paso previo a su aceptación por parte del presidente
y de sus más cercanos colaboradores, y de que los intereses de la Revolución
exigían su nombramiento como su sucesor presidencial. No se trató de
una decisión precipitada. Arévalo había tomado sus precauciones. Para
ello se encontraba y conversaba con diversas personas y personalidades.
¿Convenía que nuevamente un militar llegara a la cúspide del poder sin
JACOBO ARBENZ GUZMAN
157
temor de que fuera él el culpable de entronizar una nueva dictadura? Desde
hacía tiempo había pensado detenidamente, sopesando muy a menudo si
era Jacobo Árbenz o Arana el candidato más conveniente para sucederle.
¿Qué pensaban sus amigos los comerciantes judíos que le apoyaban dentro
del gremio de comerciantes, para ser aceptado como buen gobernante,
a cambio de su colaboración en las Naciones Unidas para la fundación
y reconocimiento de un Estado hebreo en pleno territorio palestino?
¿Estarían los judíos dispuestos a apoyar la candidatura de Jacobo Árbenz,
siendo éste ya visto muy allegado a los comunistas? Bueno, si él le daba
continuidad a la política pro-israelí adoptada por Arévalo, por supuesto
que le darían su apoyo, no por algo se les considera los más versados del
mundo para hacer negocios fabulosos.
Era tanto el respeto que infundía Jacobo Árbenz a nivel internacional,
que el mismísimo expresidente general Lázaro Cárdenas lo invitó a su
casa a cenar una noche a él y a su esposa, en una ocasión en que ambos
visitaron la ciudad de México, mientras que al expresidente Juan José
Arévalo nunca se dignó ni siquiera recibirlo en audiencia privada! Con
decir que hasta Clemente Marroquín Rojas, el temible Clemente, a quien
todos evitaban irritar, para que no les sacara sus trapos íntimos al sol,
no se atrevió nunca a escribirle públicamente sus verdades, como hacía
con medio mundo, para que todos se enteraran, tal y como era su estilo
personal. La gran popularidad internacional de Jacobo Árbenz había
surgido después de haberse sabido que había sido él el artífice del golpe
de Estado a Ponce. El anuncio de que Jacobo Árbenz se iba a presentar a
las elecciones presidenciales no iba a tomar por sorpresa a nadie. Todo el
mundo sabía que su candidatura se basaría en su convicción de que podía
obtener la elección. No sería ninguna sorpresa porque ya como ministro
de la Defensa se comportaba abiertamente como el candidato sucesor de
Arévalo. Tampoco se trataba de una apuesta imposible de ganar entre los
revolucionaros porque entre los posibles candidatos de los partidos de
izquierda, era el más serio y responsable.
Si Árbenz lograba ser nombrado sucesor de Arévalo por el presidente
y los arevalistas, la mitad del camino ya estaba andado. La otra mitad,
era la aceptación del campesinado, de los trabajadores urbanos y de
la clase media, de la cual había él surgido como hijo de un malogrado
farmacéutico suizo. Arévalo estaba saliendo de una larga y trabajosa gestión
presidencial, que él sabía muy bien no había sido aceptable para muchos
158
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
de sus antiguos simpatizantes. En diversas ocasiones, conversando con
Jacobo en su calidad de ministro de la Defensa, éste le había manifestado
abiertamente que se consideraba que su Gobierno vacilaba demasiado en
el aspecto de las reformas que se necesitaban con carácter de urgencia,
incluyendo el de la desigual propiedad de la tierra. Que él deseaba darle
prioridad a ese candente problema nacional. Arévalo lo puso al corriente
de todos los problemas administrativos con que tropezaba a diario. Árbenz
entendió que ese diálogo de sordos no era el motivo de su encuentro con
Arévalo y le urgió a que le diera su respaldo político.
“Se acercaba el momento de encontrar al candidato idóneo para
continuar el desarrollo democrático que había emprendido Guatemala”,
escribe María Vilanova en sus Memorias “Mi esposo, el presidente Árbenz”:
“Personas representativas de los más limpios antecedentes e ideales
democráticos, se acercaron a mi esposo para consultarle si él podría aceptar
la candidatura para el próximo período presidencial que continuaría al
del doctor Arévalo. Jacobo y yo convenimos que aceptar la candidatura
presidencial era una urgente tarea histórica en un período muy difícil de
la democracia guatemalteca. A mí me pareció que era un deber de Jacobo
continuar luchando por los ideales a los que había jurado lealtad desde
que entró en la política. Honestamente hablando y aunque se tratara de sí
mismo, Jacobo Árbenz estaba en la obligación de aceptar este reto histórico.
Para ello, debía estar en plena posesión de todas sus facultades y de todos sus
recursos físicos, mentales y morales; resistiendo a sus amigotes militares que
trataran de desviarlo por otros caminos. […] El día 5 de febrero de 1950, el
Partido Integridad Nacional de Quetzaltenango, constituido en su mayoría
por la clase social acomodada de aquella región postuló la candidatura de
Jacobo a la Presidencia. Este Partido estaba formado por algunos amigos de
infancia de Jacobo entre otros, Nicolás Brolo, quien después ocupó un puesto
en el gabinete, como Ministro de Agricultura”.
La nominación de Jacobo Árbenz por integrantes de importantes
círculos políticos y comerciales de Xelajú sacudió a Arévalo, quien
entendió muy bien el mensaje en clave política. Arévalo no tuvo
otra opción que aceptar que la popularidad de Jacobo Árbenz era
verdaderamente arrolladora y que en la campaña electoral por iniciarse
o se le apoyaba plenamente o se estaba contra él. Arévalo lo consideraba
un gran estratega militar y político, lo había defendido al máximo y, de
hecho, era gracias a él que podía terminar su gestión sano y salvo. Árbenz
JACOBO ARBENZ GUZMAN
159
había estado siguiendo puntualmente el desarrollo del proceso político de
la presidencia de Arévalo a todo lo largo de los años transcurridos desde
1945 a 1950 y había adquirido un amplio conocimiento de la degradación
del prestigio de la Revolución. Deseaba enmendar errores cometidos,
pero, ante todo, darle un nuevo impulso al proceso revolucionario, por
medio de una reforma agraria. Así que Arévalo no tuvo otra opción, que
seguir lamentando en silencio la muerte de Arana y dar por cerrado el
caso. El resto salió anunciado en la prensa de la época: “¡Jacobo Árbenz
Guzmán será mi sucesor!, ¡Hoy Arévalo, Árbenz mañana!, ¡Por la Patria y
la Revolución!, ¡Que viva Guatemala!”. La suerte estaba echada, no había
posibilidad de dar un paso atrás “¡ni para agarrar impulso!”.
La designación de Jacobo Árbenz como candidato a presidente de
Guatemala por un pequeño partido organizado por sus amigos quetzaltecos
tomó por sorpresa a Arévalo y a muchos dirigentes políticos de la pequeña
burguesía aglutinada en varios partidos de izquierda democrática no
radical. Mucha gente le tenía simpatía a Árbenz, pero el caso no resuelto
de la muerte de Arana y el que se hubiese hecho finquero de la noche a
la mañana, después que todo el mundo sabía que había empeñado su
pistola para costear el agasajo de los huéspedes de su boda, años antes,
había levantado algunas suspicacias sobre enriquecimiento ilícito, lo
cual empañaba su imagen de hombre íntegro. Más tarde se revelaría que,
aunque los sondeos preveían una victoria demoledora de Árbenz sobre los
demás candidatos, el resultado de las votaciones a favor de Árbenz no fue
tan espectacular como la cantidad de votos que habían llevado a Arévalo
a la presidencia, seis años antes. Árbenz arrasó en el Occidente del país,
de donde era oriundo, pero esto no fue igual en otras partes. Sin embargo,
bien vale la pena recordar, que ya en plena campaña presidencial, cada vez
que Jacobo ingresaba a un local preparado para celebrar un mítin electoral
o subía a una plataforma elevada para que lo viera bien su público, era
recibido con largos como efusivos aplausos por multitudes entregadas
deseosas de verlo y escucharlo decir que la Revolución estaba, finalmente,
marchando a todo vapor por la vía correcta. Todo terminaba siempre
con grandes como estruendosas ovaciones y fuertes gritos de “¡Viva el
Presidente Árbenz” y “¡Por la Patria y la Revolución en Guatemala!”.
Durante la campaña presidencial Jacobo Árbenz prometió adoptar una
posición firme frente a la oligarquía cafetalera y sus aliados imperialistas.
Esto era precisamente lo que más les gustaba oír a sus simpatizantes.
Árbenz sabía muy bien que estaba adquiriendo un serio compromiso
160
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
con sus potenciales electores, pertenecientes en su inmensa mayoría a
simpatizantes de otros partidos de izquierda, pero como decía parte de
una estrofa de la tonadilla “es un hombre de palabra, por eso estamos con
él, es un hombre de palabra, por eso estamos con él…”. Debe tomarse en
cuenta que Árbenz y su esposa tenían un pequeño grupo de avezadísimos
expertos que programaban rigurosamente las visitas al interior del país, en
donde, como he apuntado, Jacobo, de la manera más firme y directa, hacía
gala de su atinado y perspicaz sentido de las realidad política, social y
económica de Guatemala. Sus enardecidas palabras siempre recibían de su
público, un fuerte espaldarazo de reconocimiento revolucionario, lo cual
lo hacía hincharse de orgullo patrio. En el curso de la campaña electoral,
los periodistas no dejaban de perder la ocasión de entrevistar a Jacobo
Árbenz, planteándole en cada ocasión el tema de la reforma agraria, que él
solía responder con mucho conocimiento técnico, haciendo hincapié en el
beneficio que la misma le depararía al campesinado.
Hasta donde sabemos sobre el rumbo decidido que Jacobo Árbenz
le había dado a su estrategia de lucha revolucionaria, desde el mismo
momento que había sabido captar el mensaje de Bolívar contenido en la
Carta de Jamaica, con su firme y prudente conducta se había propuesto
descubrir y valorar la manera de hacer cambiar el sistema de dominación
política existente en Guatemala bajo la dictadura de Jorge Ubico. Le llevó
años elaborar su táctica y estrategia utilizada para el derrocamiento de
Ponce. Quienes lo conocieron y trataron de cerca sabían que hacía tiempo
que Árbenz había tomado partido por la causa del campesinado. Llegó
a ser un gran estudioso de los escritos de Lenin sobre el tema agrario en
su país y en otros países capitalistas. Durante la Guerra Civil española
de 1936 a 1939 estaba del lado republicano. Como buen estratega
militar, seguía con gran detenimiento los movimientos armados de ambas
fuerzas contendientes en el territorio español, de acuerdo con su lectura
diaria de los periódicos. Sus conversaciones y discusiones con su esposa
María Cristina, solían ampliarse por una cuidadosa ponderación de las
circunstancias y de las repercusiones que de lo que sucedía en España,
habrían de tener necesariamente sobre el inmediato futuro de Guatemala.
Hacía tiempo que Árbenz se había revelado como un gran conocedor de
la historia española y mundial. Conocía la guerra secular en suelo español,
conocía el período musulmán y todos los detalles de la Reconquista.
Precisamente aquellas conversaciones le pusieron de manifiesto a María
Vilanova, sin que él lo quisiera, que estaba muy versado en la historia de la
JACOBO ARBENZ GUZMAN
161
República española que los fascistas franquistas estaban destruyendo paso
a paso, sin la menor vergüenza ni escrúpulo, a la vista del mundo entero.
Posiblemente nunca se imaginó Jacobo Árbenz que algo semejante pasaría
en Guatemala algunos años más tarde, siendo el pueblo de Guatemala el
protagonista de su historia, y él presidente de la república.
162
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
Capítulo V: Por la Patria y la Revolución
Los favorables resultados de las elecciones para Jacobo Árbenz fueron
definitivos para el futuro inmediato de Guatemala. Sin embargo, al dejar
entrever tan pronto sus futuras intenciones políticas, produjo una reacción
en cadena de júbilo entre los revolucionarios y, al mismo, tiempo, de furia
y rechazo entre los enemigos de la Revolución de Octubre.
La oligarquía temía el día que Árbenz fuera investido presidente de
Guatemala porque sabía que a partir de entonces las leyes promulgadas y
por promulgar por los revolucionarios eran algo que les iba a amargar la
existencia y con las cuales debían contar de ahí en adelante. Ella sabía que
era ocioso querer influir sobre ellas, pero en tanto se contara con la ayuda
de los Estados Unidos, era menester no perder de vista la posibilidad de
romper la cadena de éxitos de Jacobo Árbenz. La oposición interna debía
esperar la actuación del presidente Árbenz y contraatacar de acuerdo a
las circunstancias. Lo primero, sin embargo, era esperar a ver qué pasaba
y entrar al ataque con la certeza de que vencerían a Árbenz y su proyecto
de gobierno mediante las acciones venidas de los EE.UU., sobre las que el
recién electo presidente no pudiera influir.
Según García Añoveros, Guatemala se encontraba arrastrando las
lacras del pasado ubiquista. Arévalo se había revelado como un reformista
que lo más que logró durante su período de gobierno fue “mantener las
formas democráticas”, pero “la nación seguía anquilosada en un pasado que
necesariamente había que superar. Árbenz fue el presidente que, al tomar
conciencia clara de la situación de su patria, se propuso con todas sus fuerzas
llevar a término el deseado cambio, delineando un programa de gobierno que
incluía las transformaciones exigidas por la sociedad guatemalteca. Luchó
por conseguir sus propósitos e intentó poner los medios adecuados”. Fue así
JACOBO ARBENZ GUZMAN
163
como Árbenz colocó sobre la mesa su concepción de desarrollo capitalista
que se adelantaba en mucho a su época, sin mencionar al propio Gobierno
de Arévalo, en que se puso de manifiesto que más que desarrollo, lo que
se vio fue cómo sus asesores y él mismo lo único que lograron fue ponerse
en ridículo frente a sus opositores, que veían cómo iban tambaleándose de
una solución de emergencia a otra. Todo el mundo veía con claridad cada
vez mayor el estancamiento económico y social en que había caído el país.
Jacobo Árbenz, con su espíritu de lucha y su pensamiento lúcido, tenía la
peculiaridad de que, para él, nada era imposible de lograr si se contaba
con un eficiente elemento humano de apoyo surgido de las entrañas del
pueblo.
Esa manera optimista de razonar deseaba ponerla en práctica por
medio de un programa de Gobierno idóneo, acorde al proyecto nacional
que había elaborado durante los días que escribió el discurso que le dirigiría
a su pueblo el día de la toma de posesión de la presidencia. Al llegar el 15
de marzo de 1951, sus palabras dirigidas desde el Estadio de la Revolución,
resaltaron que llevaría a cabo el desarrollo económico de Guatemala,
convirtiéndola de una nación dependiente y de economía semicolonial, en
un país económicamente independiente; y de país atrasado y de economía
predominantemente precapitalista, en un país moderno y capitalista. Esta
transformación se haría de tal manera que produjera la mayor elevación
posible del nivel de vida de las grandes masas de la población.
Árbenz tenía que plantarle cara a su destino, dando por concluida la
época de Arévalo e iniciando una nueva en el momento histórico que le
había tocado vivir. María Vilanova resumió los puntos más importantes
de su Discurso, subrayando su intención de liberar a Guatemala del
neocolonialismo extranjero. El sistema de dominación extranjero basado
en la agricultura capitalista destinada a la exportación de café y del
banano producido por la UFCo. La única manera de lograrlo era, según
él, nacionalizando todas las tierras sin cultivar, pero también el sistema
de transporte de personas y productos hacia los puertos construidos con
ese fin, la electricidad, las comunicaciones, y todo aquello que favorecía
exclusivamente sus intereses, mientras que a Guatemala sólo le producía
pérdidas económicas y el subdesarrollo. De ahí que lo primero que Jacobo
Árbenz emprendió, fue finalizar la construcción de la carretera al Atlántico,
que pondría en comunicación amplias regiones agrícolas del país.
El discurso de Jacobo Árbenz también giró en torno al proyecto de Ley
Agraria, que garantizara una distribución más equitativa y justa de la tierra
164
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
en Guatemala. Según María Vilanova, el principal objetivo de la reforma
agraria era darle un carácter social a la propiedad de la tierra, dado que
en1950, el 76% de los propietarios poseía sólo el 10% de la tierra, mientras
el 2.2% de los terratenientes poseía el 70%. “Árbenz propuso claramente
que se aumentara el nivel de productividad del país, de modo que los
precios bajaran, y aumentara el poder adquisitivo de la población, para
que ésta alcanzara una forma de vida más decorosa y sana. Básicamente,
su objetivo era modernizar el escaso complejo industrial que el país tenía,
y la búsqueda de nueva tecnología para impulsar la productividad en la
vida nacional. En 1950, en Guatemala había 5,315.475 manzanas de tierra
en fincas distribuidas en pocas manos, sólo 213.441 estaban arrendadas
y 294.410 bajo otras formas de propiedad.” Se trataba claramente de
desarrollar el capitalismo en la agricultura, no el comunismo. Sin embargo,
sus enemigos se dieron a la tarea de acusarlo de “comunista”, sabiendo lo
desprestigiado que estaba el término a nivel internacional.
Las medidas reformistas de Arévalo se materializaron en prestaciones
sociales, como el Código de Trabajo, decretado en 1947, el Seguro Social,
en 1948, y en obras de alguna significación en el orden económico,
político, asistencial, educativo y cultural. Arévalo no realizó ninguna obra
revolucionaria. Conservó intacta la estructura de poder neocolonial. No
realizó cambios en las relaciones económicas y sociales de dominación.
Ni siquiera puede hablarse de haberse llevado a cabo un gobierno de
transición, ya que no se atrevió a enfrentarse a los barones de la tierra. La
reforma agraria propugnada por Árbenz sí abrió un período totalmente
nuevo, revolucionario, en la historia agraria de Guatemala, agudizándose
la lucha de clases como nunca antes. El Seguro Social establecido por
Arévalo, que empezó a beneficiar a 70,000 trabajadores poco después de
haber sido decretado, el 2 de enero de 1948, se dice que para fines de 1953
protegía a más de 240,000. Pero Árbenz, además de decretar la Reforma
Agraria, nacionalizó los muelles de Champerico y San José, en el Pacífico,
al caducar los contratos, y en el momento de ser derribado su Gobierno
“comunista”, estaba por ser concluidos la carretera al Atlántico y el Puerto
de Santo Tomás, construidos para destruir el monopolio del ferrocarril
y de Puerto Barrios, propiedad de la United Fruit Company. Además, se
trabajaba intensamente en la construcción de la hidroeléctrica de Marinalá
(45,000 kilovatios hora) que hería los intereses de la Electric Bond and
Share. Su programa de Gobierno vulneraba los intereses de las tres
grandes empresas norteamericanas que representaban al neocolonialismo
JACOBO ARBENZ GUZMAN
165
norteamericano que controlaba la economía de Guatemala después de
haber expulsado al imperialismo alemán del país.
“El Código de Trabajo lo resintió la United Fruit como un latigazo en
el rostro”, escribió Cardoza. Sin embargo, los golpes dados al imperialismo
norteamericano por el gobierno de Jacobo Árbenz, como el Decreto 900 o
Ley de Reforma Agraria, la construcción de la carretera al Atlántico, puertos
e hidroeléctricas nacionales, vulneraba intereses de esencia y necesidad del
imperio. El desarrollo económico de Guatemala estaba siendo entorpecido
por la dominación y explotación de los EE.UU., como antes lo había sido
por el imperialismo alemán. El gobierno revolucionario de Jacobo Árbenz
sólo podía salir adelante con sus programas de desarrollo económico y
social destruyendo totalmente dicha dominación y explotación. No valían
los paños tibios como los aplicados por Arévalo y Árbenz lo sabía. Lo
único que podía hacer para sacar a Guatemala del estado de atraso en que
se encontraba era luchar vigorosamente contra el neocolonialismo.
Como bien lo señaló Cardoza, “el nombre de Jacobo Árbenz se
encontrará unido para siempre a la reforma agraria y a su renuncia de la
presidencia. No fue prematura la promulgación de esta ley ineludible. Fue
una ley equilibrada, sin pizca de radicalismo, discutida democráticamente
por todos los sectores sociales, que resolvía problemas de tierras ociosas,
ya planteados por los romanos siglos antes de Cristo. La reforma agraria
hacía radicalmente lo contrario del comunismo: multiplicaba la propiedad
privada. El propio New York Times (21 de mayo, 1952) lo estimó así.
Para la United Fruit Company -el mayor propietario de tierras del país,
muchas de ellas incultas- la ley entrañaba un carácter directo de liberación
nacional. Árbenz siguió los pasos de Emiliano Zapata -voz telúrica,
espíritu de la tierra, aportación universal de la Revolución Mexicana- y no
siguió los de Sandino. El presidente Árbenz repartió las primeras tierras,
devolviéndolas a sus dueños legítimos, despojados desde la Conquista. Se
iniciaba la integración económica de una patria. En la Suprema Corte de
Justicia se presentaron amparos, instancia no contemplada por la Ley de
Reforma Agraria. El presidente Árbenz pasó el caso en consulta al Congreso
y éste comprendió que aceptarlos equivalía a destruir la reforma agraria.
De acuerdo con la Constitución, el Congreso destituyó a los magistrados”.
Según Guerra Borges, “entre el 5 de enero de 1953 y el 16 de junio de
1954, un día antes de iniciarse la fase final de la operación de Estados Unidos
contra el gobierno de Árbenz, se emitieron 1,002 decretos de expropiación;
fueron afectadas tierras de propiedad privada, con una extensión total de
166
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
1,091,073 hectáreas (29% de la superficie en fincas registradas por el censo
agropecuario), de las cuales se completó el proceso de expropiación en
603,615 hectáreas (55%). A ello hay que sumar 280,000 hectáreas de las
Fincas Nacionales, con lo cual el total de tierras transferidas a los campesinos
y trabajadores agrícolas se elevó a 883,615 hectáreas. En el lapso indicado
recibieron tierra unas 100,000 familias, lo que es equivalente a un poco más
de 500,000 personas, de acuerdo con el tamaño de la familia rural estimado
por Naciones Unidas. La Agencia Internacional de Desarrollo (AID), con
base en los censos de población y agropecuario, estimó que en 1950 los
trabajadores sin tierra sumaban un total de 248,000, y de ello se concluye
que la reforma agraria benefició, en 18 meses, a una cantidad que oscilaba
entre el 31% y el 40% de la fuerza de trabajo que carecía de tierra”.
La pregunta que se ha hecho Alfredo Guerra Borges: “¿Qué hubiera
ocurrido en el supuesto de que Árbenz no hubiera sido derrocado?”, la
responde él mismo: “Las principales consecuencias de la reforma agraria,
si ésta se hubiera completado en 1957 aproximadamente, pudieron haber
sido las siguientes: en primer lugar, una elevación vertical del ingreso de los
campesinos y, en consecuencia, de su bienestar y de su capacidad de compra
de productos industriales. Esto se pudo observar cuando los campesinos que
recibieron tierras cultivadas en las Fincas Nacionales vendieron su primera
cosecha a principios de 1954. En segundo lugar, el mercado de trabajo se
hubiera modificado profundamente por la reducción de la oferta de mano
de obra agrícola. Por lo tanto, al reducirse sustancialmente el desempleo
estructural, el trabajador de la tierra hubiera mejorado su capacidad de
contratación en las fincas grandes. En tercer lugar, en las fincas medianas
y grandes que contratan mano de obra estacional se hubiera modificado de
manera sustancial la tecnología agrícola, como respuesta al incremento del
salario en el campo y la eliminación del desempleo rural estructural”.
La telaraña de los neocolonialistas norteamericanos enemigos de las
reformas que estaba impulsando el gobierno de Jacobo Árbenz, incluía
no sólo agentes encubiertos de la CIA y a innumerables representantes
diplomáticos, militares, económicos, culturales y religiosos del imperio
sino también a los diversos sectores del país que se sentían lesionados en
sus intereses o marginados del poder político. “Numerosos propietarios
de fincas, en uso de los recursos que la ley ponía a su disposición”, escribe
Guerra Borges, “demostraron que sus propiedades no eran afectables, o lo
eran en una extensión menor que la indicada en el expediente respectivo.
Otros muchos, en cambio, pusieron resistencia violenta a la reforma;
JACOBO ARBENZ GUZMAN
167
varios líderes campesinos fueron asesinados; otros fueron encarcelados por
autoridades locales afines a los intereses afectados. La Iglesia Católica se
puso decidida y abiertamente en contra de la reforma y numerosos sacerdotes
realizaron en sus localidades una activa campaña de oposición, abierta y
encubierta. En apoyo de la reforma agraria, la movilización también fue
muy intensa. En este sentido, los Comités Agrarios locales desempeñaron
un papel muy importante.”
García Añoveros, sacerdote católico español nacionalizado
guatemalteco y egresado como licenciado en Historia de la Universidad
de San Carlos de Guatemala, escribió la única biografía conocida de
Jacobo Árbenz, en donde además de dar datos sobre la vida y obra del
expresidente, refiere los graves acontecimientos ocurridos en el país,
pero aporta reflexiones personales sumamente interesantes, que bajo
ningún concepto pueden ser tildadas de “comunistas” o “izquierdistas”.
Estas reflexiones, por el contrario, se caracterizan porque proyectan
el pensamiento de una persona que comprende la importancia que le
dio Árbenz a la búsqueda de un equilibrio social y a la elevación de la
conciencia colectiva en los asuntos fundamentales para el futuro de
Guatemala. El historiador hispano-guatemalteco expresa que durante
el período de 1951 a 1954, los guatemaltecos, con la excepción de los
sectores oligárquicos, el alto clero y sus colaboradores, mostraron en las
urnas y en las calles su interés de que continuara la evolución hacia la
democracia. Resalta que el camino andado desde octubre de 1944 condujo
a una mayor justicia social, brindando libertades políticas que permitieron
leyes de amplio contenido social. En el entendido de que el Gobierno
de Jacobo Árbenz engendró múltiples incomprensiones, desconfianzas
y antagonismos sociales, Añoveros procura ser parte de un pensamiento
histórico serio y objetivamente informativo, no callando los aspectos más
discutibles de la realidad guatemalteca del período que estudia. Así, refiere
que al asumir Árbenz la Presidencia de Guatemala, el 15 de marzo de
1951, contó con el apoyo “de una confortable mayoría parlamentaria y con
un amplio respaldo popular”.
En plan de probar que las decisiones tomadas por los dirigentes
revolucionarios en la década de 1944-1954 fueron idóneas, García
Añoveros señala que el proceso revolucionario de octubre de 1944 se
hubiera quedado vacío de contenido sin una transformación agraria.
Científicamente podemos demostrar que tiene razón. Hoy sabemos
que en apariencia la reforma agraria de Árbenz no tenía más que
168
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
implicaciones económicas, pero que, en el fondo, era la expresión viable
del enfrentamiento de un pequeño país pobre y subdesarrollado con un
enemigo poderoso del mundo capitalista. “Árbenz tenía plena conciencia
del problema”, escribe Añoveros, “como también la tenían sus enemigos en
sentido inverso. Se estaba jugando el futuro de Guatemala. Y, efectivamente,
se jugó, aunque los perdedores serán la mayoría del país y los ganadores,
como desgraciadamente había sucedido hasta entonces, unos pocos. En
realidad, el gran perdedor fue Guatemala y sus consecuencias todavía
siguen vivas”.
Según Añoveros, “había que dar tierra y trabajo a una población en
veloz crecimiento, una educación mínima y una alimentación suficiente.
Era necesario mejorar la salud y la higiene públicas y hacer descender
los índices de morbilidad y mortalidad. Urgía la industrialización del
país. Había necesidad de diversificar la producción agrícola, llegar a un
reparto equilibrado de la tierra y romper el binomio latifundio-minifundio
aumentando el número de propietarios medios. Era preciso poner en cultivo
las tierras ociosas, activar la productividad y rentabilidad de la tierra,
utilizar mejores técnicas en los cultivos, mejorar las formas de tenencia de la
tierra, buscar medios de financiamiento y aumentar el cultivo de productos
básicos de consumo y racionalizar el cultivo intensivo de la tierra. Había
necesidad de aumentar la cabaña ganadera para que la población pudiera
consumir más carne. Era preciso un aumento del producto interno bruto, de
los salarios, de los ingresos de la población y de los presupuestos del Estado
para atender los servicios mínimos de la población. Había que transformar
la economía agraria de tipo colonial dependiente del exterior en una
economía independiente y diversificada. Era imprescindible disminuir la
intensa explotación a que estaba sometida la fuerza de trabajo, instaurando
unas relaciones de producción capitalista y suprimiendo todos los vestigios
de explotación servil de mano de obra. Era necesario un mejor reparto
de la riqueza; disminuir las tensiones entre las clases sociales, acortando
las distancias entre explotadores y explotados. Urgía sacar al indio de
la explotación y marginación en que vivía. La importante conclusión
que queremos sacar de todo lo expuesto, es que el único camino posible
para llegar a un cambio socioeconómico en el país era a través de una
transformación radical de la estructura agraria; la reforma agraria era la
única posible”.
Es sabido que la explotación colonial le ha dado al colonialismo
diversos aspectos y formas, siempre en beneficio de su estrategia mundial.
JACOBO ARBENZ GUZMAN
169
Precisamente era por esto que las condiciones internacionales favorecían
la ejecución de reformas agrarias en los países emergentes. Como bien
apunta Añoveros, ya en 1950 la FAO declaraba que “formas inadecuadas
de la estructura agraria y en particular de los regímenes de propiedad de
la tierra en los países y territorios subdesarrollados impiden el desarrollo
económico y reducen en consecuencia los niveles de vida especiales entre los
trabajadores agrícolas, arrendatarios y pequeños propietarios”. La propia
ONU publicó en 1951 los resultados de un estudio sobre la situación
económica de los países subdesarrollados, señalándose a Guatemala como
un país donde urgía implementar una reforma agraria. Los neocolonialistas
norteamericanos pretendían inclinarse a reformas capitalistas de tipo
estructural, que permitiera el surgimiento y consolidación de una amplia
clase media consumista de productos manufacturados en los EE.UU., pero,
por otra parte no estaban dispuestos a renunciar al saqueo neocolonial de
materias primas y a la explotación de mano de obra barata y a provechosas
inversiones de capital en su llamado “patio trasero” americano. Guatemala
no se encontraba en 1951 liberada de la dictadura esclavista de los
finqueros cafetaleros. Durante el período revolucionario se comparaba a
éstos con los antiguos “señores feudales” y hoy en día suele llamárseles
“barones de la tierra”, pero en realidad eran explotadores capitalistas de
la peor especie que aplicaban los métodos clásicos del neocolonialismo.
El movimiento revolucionario impulsado por Jacobo Árbenz avivó entre
ellos sus actitudes contrarrevolucionarias, apoyando con entusiasmo al
imperialismo que se enfrentaba a las medidas del Gobierno a favor del
campesinado.
Es por lo anterior que es necesario poner de relieve, como lo hace
Añoveros, que la reforma agraria originó un fenómeno social muy
importante en Guatemala, ya que por primera vez en la historia del país
se atacó por la vía legal a los terratenientes y al latifundio, favoreciéndose
al campesinado. “Los campesinos poseían un instrumento legal que les
permitía obtener tierras hasta entonces intangibles”, dice Añoveros.
Pudieron comprobar que a los poderosos barones de la tierra, “la ley que
hasta entonces siempre había estado del lado de sus intereses protegiendo sus
propiedades, les expropiaba sus tierras para dárselas a ellos. Este fenómeno
social supuso para el campesino un cambio psicológico e ideológico de
primera importancia, pues se percató de que era posible colocar la ley a su
favor y hacerse con tierras hasta entonces imposibles de conseguir. Aunque
la reforma agraria acabaría siendo abortada, el campesinado adquirió una
conciencia social hasta entonces inexistente, que ha tenido efectos muy
positivos en el futuro de la historia de Guatemala”.
170
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
Una breve ojeada histórica de Añoveros, nos arroja bastante luz sobre
la política neocolonial del imperialismo norteamericano antes y durante el
gobierno de Jacobo Árbenz. Refiere el historiador que la UFCo inició su
actividad contrarrevolucionaria en Guatemala desde que se promulgó el
Código de Trabajo, en febrero de 1947, al considerar la sindicalización de
los trabajadores agrícolas lesivo para sus intereses. Al iniciar los trabajadores
exigencias salariales y de mayores prestaciones sociales, y el uso de la
huelga como arma de lucha, los abogados y publicistas de la empresa
protestaron con poco éxito ante el gobierno de Guatemala. Ante esto, los
personeros de la Frutera le declararon la guerra al gobierno arevalista ante
la opinión pública y el gobierno de los EE.UU. Su lucha tuvo como aliados
eficaces la prensa e instituciones políticas para “indisponer a los EE.UU.
con Guatemala”. Como resultado, el gobierno norteamericano pasó de
presiones indirectas a la intervención directa en los asuntos internos de
Guatemala, “introduciendo un elemento peligrosamente perturbador como
era la acusación de penetración comunista” en el país.
De acuerdo con Añoveros, el presidente Juan José Arévalo, “alarmado
por la acusación”, declaró públicamente que en caso de una guerra mundial,
Guatemala “tenía una y solo una lealtad, geográfica, política y militarmente
con los EE.UU.” Esto, no obstante, tuvo que expulsar al embajador
norteamericano Richard Patterson, en 1950, por estar involucrado en una
conspiración para derrocarlo. “La UFCo., por tanto, ya estaba procediendo
a partir de 1947 en contra de los gobiernos guatemaltecos en los EE.UU.
a través de un plan perfectamente delineado, actuando en los niveles de
opinión pública, del gobierno y de la CIA. Dos eran las acusaciones en que
basaba su intento: la influencia y el poder del comunismo, por un lado, y el
perjuicio que los intereses económicos norteamericanos estaban sufriendo
en Guatemala; dos gravísimas acusaciones a las que eran muy sensibles el
pueblo y el gobierno estadounidense.” Así, en el escenario guatemalteco
de 1954 aparecen en acción coordinada contra Guatemala: los abogados
de la United Fruit Company, del Departamento de Estado de los EE.UU.,
los estrategas de la institución criminal CIA, el embajador de los EE.UU.,
John Peurifoy, el jefe de los mercenarios guatemaltecos a sueldo de la CIA,
Carlos Castillo Armas, los oficiales traidores del ejército de Guatemala, y
los gobernantes cipayos de Nicaragua y Honduras que colaboraron con
el imperialismo para el derrocamiento del gobierno constitucional del
presidente Árbenz.
JACOBO ARBENZ GUZMAN
171
Al final de la Segunda Guerra Mundial el imperialismo norteamericano
había fortalecido su poderío militar, económico y político a nivel mundial
y era cada vez más agresivo ante la Unión Soviética y los comunistas
internacionales que seguían los dictados de Moscú. Como el Gobierno
de Árbenz había sido marcado por los EE.UU. como controlado por los
comunistas locales, su destino estaba ya trazado. Fieles a su estrategia
imperialista de hacer que sus instituciones políticas siguieran los dictados
de sus círculos comerciales y financieros, el Departamento de Estado,
dirigido por John Foster Dulles, un abogado de la UFCo., y su hermano
Allen Dulles, el director de la CIA, llegaron a la conclusión definitiva de
que el gobierno arbencista “había atentado seriamente contra los intereses
norteamericanos al expropiar las tierras de la UFCo.”, por lo que lo menos
que podían hacer era “intervenir en Guatemala y protagonizar un cambio
de régimen”. Por eso Añoveros considera que “el derrocamiento de Árbenz
aparece históricamente como una secuencia que se divide en tres tiempos: los
años que discurren desde 1947 (promulgación del Código de Trabajo durante
la administración de Arévalo) hasta junio de 1952, en que se aprueba la ley
de reforma agraria por el gobierno de Árbenz; los sucesos que ocurren desde
junio de 1952 a febrero de 1954 (los dos años escasos en que se va aplicando
la reforma agraria y crece la reacción contra Árbenz); los hechos acaecidos
entre marzo y junio de 1954 (aquellos que ya inciden inmediatamente en
la caída de Árbenz)”. Según el historiador, la Frutera “tenía dos bazas
muy importantes a su favor: de una parte, la participación probada de los
comunistas en la reforma agraria, la legalización del partido comunista en
Guatemala y su influencia en Árbenz; de otra parte, la subida al poder en
los EE.UU. de una administración republicana con un gobierno decidida
y obstinadamente anticomunista. En este segundo tiempo, a diferencia del
primero, la UFCo. sigue actuando, pero ya como comparsa, pues el papel
de primer actor lo iba a asumir la Administración de los EE.UU. y la CIA”.
Según Añoveros, un primer intento de derrocamiento del Gobierno
de Árbenz “se realizó en marzo de 1953. La UFCo., cuyas primeras
expropiaciones eran ya un hecho, propuso llevar a cabo un levantamiento en
Guatemala, plan que los hermanos Dulles aceptaron y encargaron al coronel
J.C.King. Este entró en contacto con oficiales del ejército de Guatemala
descontentos con Árbenz a quienes entregó armas. La UFCo facilitó 64.000
dólares para la operación. El 29 de marzo de 1953 doscientos sublevados
ocuparon la ciudad de Salamá, cabecera departamental de la Baja Verapaz.
En pocas horas fueron reducidos por el ejército, cuya acción hizo fracasar
otros levantamientos en diversos lugares”. Pese a que los mercenarios que
172
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
habían participado en la asonada militar confesaron que el levantamiento
había sido subvencionado por la UFCo., el Departamento de Estado
“endureció aún más su postura hacia Guatemala”. Se ha sabido después,
que los imperialistas sólo buscaban un pretexto para derrocar a Árbenz.
Los intereses de la UFCo. no les preocupaban tanto como implantar en el
país un gobierno títere pronorteamericano, que permitiera que la economía
guatemalteca dependiera totalmente de los EE.UU. y pudieran intervenir
en el país cuantas veces fuese necesario.
En Guatemala, los enemigos visibles e invisibles de la Revolución
de Octubre buscaban también el derrocamiento de Árbenz, para
impedir la aplicación de la reforma agraria, retomar el control político
del gobierno perdido y establecer las bases de nuevas generaciones de
oligarcas fascistas. Ya la experiencia y costumbre les había convencido
de que su existencia y supervivencia como clase dominante dependía
de su alianza al neocolonialismo extranjero. La fórmula de la alianza al
imperialismo alemán había sido la correcta antes de desaparecer éste del
escenario político y económico de Guatemala. Asociarse al imperialismo
norteamericano aunque fuera como socio menor era ahora la correcta.
La oligarquía agraria no hacía distinción entre ambos imperialismos, en
términos tanto de moralidad política como de importancia económica.
De lo que no tenía duda, era que la defensa de sus intereses de clase
estaba en manos de los EE.UU. Se trataba de una oligarquía apátrida y sin
identidad nacional, surgida en Guatemala como producto del colonialismo
español y reforzada en el período independiente por la penetración del
neocolonialismo alemán. Éste dominó el país durante más de 50 años,
ocultándose tras la pantalla de un gobierno oligarca, que le era totalmente
dependiente en lo económico. El dominio extranjero indirecto se volvió
costumbre para los sátrapas guatemaltecos y sus socios oligarcas, quienes
añoraban ese poder tras el trono y estaban interesados ahora en que la
dependencia económica fuera también política y militar.
“En abril de 1953 fue enviado a Guatemala el secretario de Estado
adjunto para Asuntos Interamericanos John Moors Cabot”, refiere Añoveros,
“que poseía intereses en la UFCo., para elevar una enérgica protesta ante
Árbenz por la expropiación y especialmente por lo que se consideraba una
compensación injusta. El gobierno de Guatemala respondió que las quejas de
la Compañía carecían de fundamento y, todavía más, cuando la Compañía
había defraudado durante muchos años a la hacienda de Guatemala y
obtenido enormes beneficios. Cabot no varió en su postura intransigente,
JACOBO ARBENZ GUZMAN
173
pero tropezó con la firmeza de Árbenz que de ninguna manera se mostró
dispuesto a ceder frente a las presiones tanto del exterior como del interior.
Árbenz tenía conciencia de que había sido elegido democráticamente por
el pueblo y que los cambios y reformas que estaba propiciando eran buenos
y justos para la población guatemalteca. No estaba dispuesto a doblegarse
en estos asuntos, ni siquiera ante los EE.UU. Es justo destacar esta actitud
firme de Árbenz, razonable y positiva para cualquier observador imparcial,
en defensa de una política agraria y social beneficiosa para su país. […]
El Departamento de Estado se reafirmó en su postura: la expropiación a
la UFCo había sido discriminatoria y la compensación insuficiente y los
comunistas debían ser expulsados del gobierno de Guatemala. Hay otro
importante matiz en las declaraciones del Departamento de Estado, pues
afirmaba no actuar como agente o vocero de la UFCo. La actitud del
gobierno estadounidense era inflexible y no quiso admitir razón alguna
de las expuestas por el ministro de Relaciones Exteriores de Guatemala,
Guillermo Toriello. Se había llegado a una situación tal que para los
hermanos Dulles era un axioma incontrovertible la penetración comunista
en Guatemala, asunto que llegaba mucho más lejos y superaba en gravedad
a la expropiación de la empresa bananera. El problema comunista era el eje
fundamental del problema sobre el que los EE.UU. no transigirían jamás.”
“A partir de este momento se fragua la “Operación Éxito” para el
derrocamiento de Árbenz. La dirección fue encomendada al coronel Albert
Haney, que se había dedicado en la guerra de Corea en la conducción y
seguimiento de un grupo guerrillero clandestino en Corea del Norte. Esta
vez el plan se planificó inteligentemente en tres direcciones: lo primero y
principal era socavar la lealtad del ejército hacia Árbenz, que era su principal
sostén; en segundo lugar se iniciaría una propaganda masiva en contra del
régimen de Árbenz para socavar su popularidad entre las masas obreras y
campesinas; en tercer lugar, pero más que nada como apoyo logístico y de
distracción, se crearía un cuerpo expedicionario de unos cientos de hombres
para llamar la atención, pues en buena lógica se asumía que una invasión
armada estaba condenada al fracaso. Llegado el momento se recurriría a
tender un puente de plata a Árbenz mediante el soborno y en caso contrario,
se procedería a un golpe incruento por parte del ejército. Sólo en última
instancia intervendrían los marines.
La Operación Éxito fue aceptada y bendecida por los hermanos Dulles;
su financiamiento sería de 20 millones de dólares. Hay que reconocer que
la Operación Ëxito estaba perfectamente planeada, ya que iba dirigida
174
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
directamente a hacerse con el control del ejército guatemalteco, auténtico
árbitro de la situación, como así sucedió. De esta manera, la conspiración
siempre se podría exhibir como un asunto interno de Guatemala y no
como una intervención de los EE.UU., que siempre sería mal vista en
Latinoamérica. La operación comenzaría en enero de 1954 y culminaría en
julio del mismo año con la invasión de mercenarios.
En estos meses de tensa situación hace su aparición un singular
personaje que va a tener que ver mucho con nuestra historia inmediata. Se
trata de John Peurifoy, nombrado embajador de los EE.UU. en Guatemala
en octubre de 1953. Era persona de trato duro, rudo en los modales,
convencido anticomunista y que no guardaba las mínimas formas exigidas
por la más elemental diplomacia. De carácter avasallador, entraba en
derecho a lo que se proponía sin mayores contemplaciones. Había estado de
embajador en Grecia los años 1950 a 1953 recién acabada la guerra civil
que asoló al país y, en connivencia con la derecha, se había distinguido por
su persecución a los elementos de izquierda, se le llamaba el carnicero de
Grecia. Este hombre era precisamente el que necesitaba el Departamento
de Estado en Guatemala para que la Operación Éxito tuviera buen fin. No
hablaba español ni sabía gran cosa acerca de Guatemala ni tampoco le
importaba. Para él, su papel, que se lo aprendió muy bien, era luchar contra
el gobierno comunista de Árbenz. Lo que tenía de rudo le sobraba de astuto.
Estuvo siempre en contacto directo con la CIA y se portó como un excelente
peón.
Cuando llegó a su destino lo único que sabía era que los comunistas
mandaban en Guatemala, que la reforma agraria llevaba al comunismo y
que había expropiado a la UFCo. El 16 de diciembre de 1953 Árbenz invitó a
una cena a Peurifoy y su esposa. Durante seis horas estuvieron discutiendo:
Árbenz, intentando demostrar que la influencia de algunos comunistas no
era ninguna amenaza, que la UFCo había cometido muchos abusos y que
la reforma agraria no tenía nada de comunista. Peurifoy insistió en que
había comunistas en el gobierno y tenían que desaparecer y que también los
EE.UU. favorecía las reformas agrarias dentro de unos límites.
Peurifoy, a su estilo, informó a John Foster Dulles diciendo que, aunque
Árbenz no parecía ser comunista, su sucesor podría serlo y que no había otro
camino que el derrocamiento de Árbenz. Como puede suponerse éste y otros
informes influían decisivamente en el gobierno de Eisenhower en sus planes
de derrocar a Árbenz. El embajador pronto comenzó a desarrollar todo un
programa desestabilizador en Guatemala: rumores, sobornos, introducción
JACOBO ARBENZ GUZMAN
175
de agentes de la CIA, propaganda hablada y escrita. No reparó en medio
alguno que pudiera ser útil. La alarma fue creciendo en Guatemala y el
embajador guatemalteco en Washington, Toriello, se entrevistó con el propio
Presidente de los EE.UU., al que encontró casi ayuno de lo que en realidad
estaba sucediendo en Guatemala, pero sin poderlo convencer.
Un nuevo personaje hace su entrada en escena. Los Estados Unidos
necesitaban encontrar la persona adecuada para encabezar la invasión
de mercenarios a Guatemala que, a ser posible, podría encabezar
posteriormente el gobierno que resultara. Se barajaron varios candidatos y
al final escogieron al hombre que a su juicio poseía las cualidades ideales:
manejable, militar, nacionalista, anticomunista, con aspecto de mestizo y
con cierta aureola de héroe en algunos sectores guatemaltecos.
La persona elegida fue el coronel exiliado Carlos Castillo Armas. Hijo
ilegítimo de un terrateniente que había abandonado a su madre, había
nacido en 1914. Ingresó junto con Árbenz en la Escuela Politécnica del
Ejército de donde pasó a recibir entrenamiento en los EE.UU. Arévalo le
había nombrado director de la Escuela Politécnica pero en 1949,a raíz del
asesinato de Arana de quien era un fiel admirador, dimitió del cargo. El 5
de noviembre intentó dar un golpe de estado al mando de 70 hombres, pero
fracasó en el intento, quedando herido y prisionero. Condenado a muerte,
dos días antes de su fusilamiento logró escapar a través de un túnel en
circunstancias nunca aclaradas.
Ya en 1952, antes de que la CIA lo eligiera como el cabecilla de los
invasores, había recibido fondos por valor de $60.000 del dictador de la
República Dominicana, Leónidas Trujillo, para conspirar contra el gobierno
de Guatemala. En agosto de 1952 Castillo Armas aceptó inmediatamente la
propuesta que la CIA le hizo para dirigir la invasión planeada con el título
de libertador de Guatemala. El conspirador podía mostrarse satisfecho pues
contaba con el apoyo de Trujillo, los EE.UU., la UFCo. y los dictadores
de Nicaragua y Honduras. En la segunda quincena de septiembre de 1953
se trasladó a Florida, en donde la CIA había montado el cuartel general
de la Operación Éxito para formalizar los pactos. La CIA le ofreció $3
millones y el equipamiento de unos grupos armados para la invasión;
la UFCo. le entregaría armas e intentaría crear una quinta columna de
apoyo en el interior de Guatemala. A cambio y cuando triunfara el golpe,
la UFCo. recuperaría sus tierras y concesiones [109] en Guatemala. El
23 de diciembre de 1953 Castillo Armas, que había levantado su centro de
operaciones en la capital de Honduras, Tegucigalpa, proclama su Plan de
176
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
Tegucigalpa y crea el Movimiento de Liberación Nacional con la intención
de liberar a Guatemala del comunismo bajo el lema Dios, Patria y Libertad.
En Honduras y Nicaragua Castillo Armas, aconsejado por la CIA, logró
reunir un pequeño grupo de mercenarios y preparó un plan de invasión y
propaganda. El proyecto cayó en manos del gobierno de Guatemala que lo
hizo público y en el que aparecían los países e instituciones implicados. La
CIA no hizo el menor caso y prosiguió con su Operación Éxito adelante,
mientras que el Departamento de Estado aseguraba que todo era una
patraña.
El gobierno democrático de Árbenz no gustaba a Honduras y Nicaragua,
países en donde gobernaban genuinos dictadores. Las libertades que se vivían
en Guatemala eran un mal ejemplo para las dictaduras vecinas de ambos
países, que no disimulaban sus deseos de que Guatemala volviera al redil
de los regímenes autoritarios. Anastasio Somoza, fundador de la dinastía
de su nombre, apoyó decididamente con dinero y armas la Operación Éxito
y especialmente a Castillo Armas, convirtiéndose en decidido colaborador
de Estados Unidos en el proyecto. En Nicaragua se montaron algunos
campamentos para entrenar a un grupo de subversivos e incluso se facilitó
un aeródromo para albergar a doce aviones. No le iba a la zaga en Honduras
el dictador Juan Miguel Gálvez, en cuyo territorio se montó el estado mayor
de Castillo Armas, quien recibió toda clase de facilidades para entrenar a su
“Ejército de Liberación”.
A primeros de marzo de 1954 se reúne en Caracas la X Conferencia
Interamericana de la OEA, para tratar temas económicos. Pero para John
Foster Dulles, la Conferencia fundamentalmente iba a ser un foro para
denunciar la presencia comunista en Guatemala. De esta manera, los EE.UU.
pensaban encubrir la Operación Éxito y su intervención en Guatemala
bajo el pretexto de una resolución favorable; los norteamericanos ya no
aparecerían como agresores de la pequeña república sino como defensores
de la seguridad del hemisferio y ejecutores de una política anticomunista
general. Dulles propuso en la Conferencia una resolución en la que se
especificaba que la dominación o control de las instituciones políticas de
cualquier Estado americano por parte del comunismo internacional se
podía considerar una amenaza para todo el Continente, lo cual exigiría una
acción apropiada según los tratados existentes.
Dulles se refería al Tratado de Río de Janeiro de 1947, que otorgaba a
los ministros re relaciones de la OEA la facultad de adoptar medidas de tipo
JACOBO ARBENZ GUZMAN
177
económico e incluso intervenir en el caso de que la independencia política
de un Estado americano quedara afectada por ‘una agresión que no fuera un
ataque armado’. Para nada hablaba Dulles en su propuesta de Guatemala,
aunque su intención y sus planes resultaban harto claros y bien conocidos
por los países de la OEA.
Guillermo Toriello, nombrado recientemente ministro de Relaciones
Exteriores de Guatemala, desde un principio conocía las intenciones de
Dulles y la trampa que podía suponer para su país la aprobación de la
resolución. El 5 de marzo pronunció un valiente y encendido discurso en
el que sin ambage alguno denunció la campaña de difamación emprendida
contra Guatemala y no tuvo inconveniente alguno en señalar a los EE.UU.
como el causante de la situación. Se preguntaba Toriello cuáles eran las
verdaderas razones para calificar al gobierno de Árbenz de comunista,
para afirmar que Guatemala era una amenaza para el Continente y para
justificar una intervención en su país.
Las respuestas para Toriello eran simples: la política económica del
gobierno de Árbenz había afectado a los intereses y monopolios de empresas
extranjeras que impedían el progreso y desarrollo económico del país;
el “pretendido comunismo” de las reformas llevada a cabo no era sino
un pretexto para mantener la dependencia económica de las repúblicas
americanas y los deseos de independencia nacional y progreso; daba la
sensación de que ciertos funcionarios de los EE.UU. quieren restaurar esa
política que tanto daño causó.
Toriello no pudo ser más explícito y, aunque su discurso fue largamente
ovacionado, la resolución presentada por Dulles, que durante dos semanas
estuvo presionando sobre las delegaciones con amenazas y represalias, se
aprobó con algunos retoques no sustanciales el 26 de marzo de 1954. Votaron
a favor de la resolución 16 países y se abstuvieron México y Argentina; hubo
un solo voto negativo, el de Guatemala. Dulles ya podía contar con una
buena baza a su favor, al menos de cara al exterior.
A finales de abril de 1954 Peurifoy es llamado por el Departamento de
Estado para evacuar consultas e informar de la situación en Guatemala.
En realidad, Peaurifoy acudió para insistir en que el peligro comunista
cara vez era mayor en Guatemala y que había que actuar rápidamente. El
embajador estaba impaciente por acabar con Árbenz cuanto antes y ofreció
planes de inmediata ejecución. No quedó defraudado, pues el 26 de abril
Eisenhower denunció ante el Congreso que Guatemala había caído bajo
178
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
la influencia comunista y que intentaba extender el comunismo a otras
regiones del área sudamericana. Mientras tanto la Operación Éxito seguía
su curso y se colocaron treinta aviones a disposición de los futuros invasores
con algunos pilotos norteamericanos.
El 15 de mayo de 1954 el carguero sueco Alfhem desembarcaba en Puerto
Barrios un cargamento de armas con todo sigilo. El flete que se ocultaba
bajo el nombre de “equipo óptico y de laboratorio” eran armas por valor
de $1 millón, que Árbenz había comprado a Checoslovaquia para evadir el
embargo de venta de armas impuesto por los EE.UU., que desde 1948 pesaba
sobre Guatemala y que había impedido la compra de armas de Guatemala
en los EE.UU. y demás países occidentales. El ministro de la Defensa acudió
al puerto a recibir las armas que fueron llevadas secretamente en un tren
militar a Guatemala y guardadas en los cuarteles. En realidad, parte de las
armas, según Árbenz había convenido confidencialmente con el jefe de las
Fuerzas Armadas, coronel Carlos Enrique Díaz, debían guardarse en lugar
seguro, fuera del alcance del ejército, para ser entregadas al pueblo en caso
de emergencia; pero precisamente en esos días el coronel Díaz se encontraba
en Chile en misión oficial, por lo que el plan fracasó. Luego se comprobaría
que una buena parte de las armas no funcionaba al provenir de desechos de
la Segunda Guerra Mundial. La CIA, por supuesto, estaba enterada de la
operación, que comunicó inmediatamente al Departamento de Estado.
Para el gobierno estadounidense el suceso de cargamento de armas
resultó un excelente motivo para volver a denunciar la penetración comunista
en Guatemala y avivar el complot. Tanto el Presidente Eisenhower como su
Secretario Dulles hicieron declaraciones públicas en que abiertamente ya
hablaron de dictadura comunista en Guatemala; la mejor prueba era que un
país comunista del Este había entregado armas al gobierno de Guatemala
y que con ellas se querían formar milicias populares para llevar a cabo la
revolución en Honduras y Nicaragua. El peligro se cernía sobre el Canal de
Panamá, el punto más estratégico del Continente; los EE.UU. tendrían que
intervenir.
Tampoco la Iglesia católica quedó al margen de la Operación Éxito.
El arzobispo de Guatemala, Mariano Rossel Arellano, hacía tiempo que no
veía con buenos ojos la marcha del país y estaba convencido que Guatemala
caminaba hacia el comunismo. A primeros de abril, el cardenal de Nueva
York Francis Spellman, a instancias de un funcionario de la CIA, envió un
emisario para entrevistarse con el arzobispo de Guatemala. La intención era
lograr la influencia de la Iglesia para apoyar el movimiento contra Árbenz.
JACOBO ARBENZ GUZMAN
179
Rosell era un ferviente nacionalista, aunque de ideología abiertamente
anticomunista; en realidad no podía tener queja alguna de Árbenz, que
jamás hizo declaración alguna de signo anticlerical ni favoreció actividad
alguna en contra de la Iglesia. Si a la Iglesia no se le reconocía personalidad
jurídica y a sus miembros se les prohibía desempeñar cargos políticos
era porque así lo ordenaba la Constitución. Pero el arzobispo no estaba
dispuesto a tolerar la más mínima veleidad comunista y aún más cuando
creía firmemente que el peligro comunista en Guatemala resultaba real.
En abril de 1954 Rosell publicó una carta pastoral sobre los avances
del comunismo en Guatemala, que contenía una acusación directa a las
autoridades por la libertad de que gozaba el comunismo en Guatemala
y los avances que estaba consiguiendo. Decía el arzobispo que el
comunismo anticristiano avanzaba en la patria ocultándose bajo la capa
de reivindicaciones sociales a favor de las clases menesterosas; que el
gobierno cerraba la entrada de ministros del culto católico, pero abría las
puertas a aventureros internacionales enviados por la Tercera Internacional
que querían descristianizar el alma del pueblo guatemalteco; que los
comunistas gozaban de total libertad y estaban atentando contra la unidad
nacional, penetrando en las cátedras y en la literatura, suscitando odios y
multiplicando las células comunistas. Para contrarrestarse al comunismo
se propone el desarrollo de la doctrina social de la Iglesia y una cruzada
nacional contra el comunismo.
A partir de este momento el arzobispo llegó a hacer llamamientos al
pueblo para subvertir el orden constitucional y dispuso que se hicieran
procesiones por toda Guatemala con el Cristo de Esquipulas, imagen que
goza de una veneración y respeto extraordinario en toda Centroamérica,
con la finalidad de hacer creer al pueblo que el gobierno comunista iba a
prohibir las imágenes y el culto cristiano. La CIA, por su parte, se encargó
de esparcir en avión por todo el país miles de copias de la homilía en la que
se pedía que el pueblo de Guatemala se levante como un solo hombre contra
(el comunismo) ese enemigo de Dios y del país.
En mayo prosiguió la escalada de la Operación Éxito. El día uno aparece
por primera vez en las ondas la emisora clandestina La Voz de la Liberación
que operaba desde Nicaragua; sus programas eran una incitación continua
al levantamiento contra Árbenz. Las hojas de propaganda escrita contra el
gobierno eran cada vez más numerosas y se esparcían por toda la república.
Castillo Armas seguía desarrollando impunemente sus actividades en
Honduras, reclutando y preparando grupos de mercenarios a los que se
180
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
unieron algunos guatemaltecos opuestos a Árbenz. Seguían llegándole
armas mientras que los EE.UU. firmaban un tratado de seguridad con
Honduras y Nicaragua en clara amenaza a Guatemala.”
El 24 de mayo el Presidente Eisenhower ordena un bloqueo disimulado
en las costas de Guatemala con la finalidad de ‘vigilar’ a todo buque
sospechoso de portar armas para el régimen guatemalteco; de hecho y
en contra de las leyes internacionales se llegó a la detención y registro de
varias embarcaciones. Sobre esta misma fecha la Administración de los
EE.UU. da los primeros pasos para convocar una conferencia de la OEA
en julio, a la vez que elabora planes para iniciar un bloqueo económico a
Guatemala en un intento de estrangular su economía. A finales de mayo
unos aviones sobrevuelan la capital de Guatemala lanzando octavillas en
las que se acusaba a Árbenz de querer formar un ejército popular para
substituir al ejército regular; el ejército de Guatemala debía levantarse para
cortar este intento y derrocar a Árbenz; se amenaza con bombardear el
Palacio Nacional. La Operación Éxito estaba consiguiendo uno de sus fines
principales: atemorizar, asustar y confundir al pueblo de Guatemala.
Lógicamente, el gobierno de Árbenz comenzó a alarmarse ante
una situación cada vez más peligrosa y confusa. El ministro de Asuntos
Exteriores Guillermo Toriello ofreció puentes diplomáticos para enfrentar
la escalada subversiva. Los días 24 de mayo y uno de junio se entrevistó con
el embajador norteamericano Peurifoy, haciéndole una serie de propuestas:
la firma de un tratado de no agresión con Honduras, el nombramiento de
una comisión para analizar el contencioso entre Guatemala y los EE.UU.;
la posibilidad de renegociar con la UFCo el tema de la compensación de
tierra, y de una entrevista personal de Árbenz con el Presidente Eisenhower.
Pero todos estos razonables esfuerzos por salvar una situación cada día más
difícil y complicada ya eran tardíos. Los EE.UU. no estaban dispuestos a
ceder en sus pretensiones y para el Departamento de Estado el derrocamiento
de Árbenz ya era un hecho fuera de toda discusión.
Los insurgentes, a pesar de haber operado con la ayuda de doce aviones
de los que tres fueron derribados, no pudieron conseguir nada positivo y
eso que el ejército de Guatemala sólo disponía de seis viejos aviones para
adiestramiento de tropas, por lo que su capacidad para una batalla era
nula. Árbenz creía haber resistido bien los primeros intentos invasores y el
21 de junio estaba persuadido de que dominaba la situación y el ejército le
era fiel. No pensaba lo mismo el embajador Peurifoy, que sabía mejor que
Árbenz cómo pensaba el ejército y que cuatro días antes había convocado a
JACOBO ARBENZ GUZMAN
181
la prensa y declarado públicamente: “ha empezado la batalla de Guatemala,
no daremos un paso atrás”.
A partir del 23 de junio se intensifican los ataques aéreos de los
rebeldes contra posiciones y ciudades de Guatemala. Las fuerzas de Castillo
Armas logran adentrarse en algunos lugares del territorio guatemalteco.
La situación en el frente era confusa, pues mientras en algunos lugares se
rechazaba decididamente a los invasores, en otros se les dejaba tranquilos y
el ejército rehuía la confrontación. Se estaba haciendo patente que al menos
parte del ejército no seguía las directrices del gobierno de Árbenz. El 24
de junio Castillo Armas entra en la ciudad de Chiquimula, situada en el
oriente del país, y nombra un gobierno provisional. Muy pocas bajas, no
más de 17 soldados muertos de ambos bandos y unas decenas de heridos,
habían ocasionado los enfrentamientos entre el ejército y los invasores. El
25 de junio hay nuevos bombardeos en la capital en donde cunde el pánico.
El ministro de Asuntos Exteriores de Guatemala envía un telegrama al
Secretario de Estado de los EE.UU. suplicando, más que exigiendo, que
cesaran los bombardeos y que se cumpliera el mandato de la ONU de que
finalizaran todas las actividades militares.
Mientras tanto, el astuto Peurifoy había montado una gigantesca
campaña de propaganda que magnificaba la invasión: los rebeldes avanzaban
hacia Guatemala y el pueblo se había sublevado; nada ni nadie podía ya
evitar el triunfo de los insurgentes. Peurifoy, la CIA y la UFCo manejaban
completamente la información que recibían periodistas y corresponsales
extranjeros. Pocos sabían lo que de verdad estaba ocurriendo, lo único que
se sabía era la ficticia realidad que había creado Peurifoy. A pesar de esta
propaganda dirigida hubo en estos días de junio movimientos populares
favorables a Árbenz en 22 países latinoamericanos e incluso algunos
Congresos se manifestaron en contra de la invasión.
El 25 de junio, a pesar de la alarmante situación, el gobierno tenía
noticia de que las fuerzas de Castillo Armas no avanzaban hacia el interior.
La población guatemalteca no se había unido a los invasores, aunque
tampoco se había levantado en armas contra ellos a pesar de que algunos
líderes habían intentado formar algunos grupos de resistencia. Sin embargo,
un mensaje especial recibido por Árbenz el 26 de junio enviado por un
coronel le ponía en aviso de que los jefes y oficiales que estaban en el frente
de operaciones le negaban su apoyo y pedían su renuncia. La posición de
Árbenz comenzaba a ser desesperada y, a partir de este momento, pensó
seriamente en renunciar al poder.
182
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
El 25 de junio dio orden al jefe de las Fuerzas Armadas, coronel Carlos
Enrique Díaz, de que entregara armas a los contingentes populares que en
número de 5.000 habían prometido los partidos políticos y los sindicatos.
Al día siguiente el coronel Díaz le comunica a Árbenz que los jefes del
ejército se habían negado a entregar las armas y que apenas si fueron
mil los voluntarios que fueron a recibir las armas prometidas a quienes,
por el contrario, se entregaron unos fusiles de madera para que hicieran
la instrucción al mando de militares de baja graduación, sufriendo un
verdadero escarnio.
Llegó el 27 de junio, que iba a ser fatídico para Árbenz. Peurifoy
creyó que ya era el momento adecuado para actuar. Aunque la invasión del
ejército mercenario había sido un fracaso (algo que ya había sido previsto
por Operación Éxito, ya que se trataba más que nada de un instrumento
de presión psicológica) y las masas no se habían levantado contra Árbenz
como creía Castillo Armas (aunque tampoco lo habían hecho a su favor), sin
embargo, el ejército, la institución clave del momento que se vivía, negaba
su obediencia a Árbenz y le pedía dejara el poder. El decidido embajador
norteamericano convocó a los jefes militares y les pidió lisa y llanamente
que dieran un golpe de Estado y derrocaran a Árbenz. Para vencer alguna
posible resistencia Peurifoy se encargó de recalcar que se trataba de una
guerra contra los EE.UU. y les amenazó con bombardear a Guatemala con
aviones provenientes de Panamá. En realidad, dichas amenazas y exigencias
sobraban para unos jefes militares que de por sí estaban dispuestos a dar el
golpe. Los militares decidieron entonces enviar al jefe del Estado Mayor ,
coronel Díaz, para enterar a Árbenz del estado de las cosas.
Árbenz, al percatarse ya de que su situación era insostenible, al fallarle
el apoyo del ejército, tomó la decisión de dimitir. La decisión, firmeza y
energía que había demostrado hasta el momento se vino abajo para dar
paso a una persona hundida y psicológicamente destrozada. Sin embargo,
su postura fue realista pues nada podía hacer frente a un ejército que no le
obedecía, una oligarquía poderosa que propiciaba ardientemente su caída,
unos grupos políticos que en esos momentos no tenían poder alguno, un
Congreso que había perdido fuerza moral, unas masas que se comportaron
pasivamente y la decidida oposición de los Estados Unidos.
Árbenz puso como condiciones para entregar el poder que de ninguna
manera se negociaría con Castillo Armas, que se respetaran los logros de
la revolución y las reformas llevadas a cabo, que no sufrieran la vida y los
bienes de sus colaboradores y que el mando lo entregaría a una junta de
JACOBO ARBENZ GUZMAN
183
jefes del ejército encabezada por el jefe de las Fuerzas Armadas, Carlos
Enrique Díaz. El domingo 27 de junio a las 21.15 se dirigió por radio al
pueblo de Guatemala, anunciando su dimisión. En su discurso recalcó que
la situación a la que se había llegado se debía a la falsa acusación que
había cundido, de que el comunismo se había adueñado de Guatemala, para
ocultar la verdadera realidad que no era sino los intereses de la UFCo. y de
círculos pronorteamericanos. Los intereses financieros de los EE.UU., “que
han invertido enormes sumas de dinero en América Latina temen que el
ejemplo de Guatemala sea imitado por otros países latinoamericanos”. Su
renuncia la hacía en el jefe de las Fuerzas Armadas “porque estoy seguro de
que garantizará la democracia en Guatemala y de que todas las conquistas
sociales de nuestro pueblo se mantendrán. Asumí la Presidencia con una
fe profunda en el sistema democrático, en la libertad y en la posibilidad
de lograr la independencia económica para Guatemala… Algún día serán
derrotadas las oscuras fuerzas que hoy oprimen al mundo subyugado y
colonial. Deseo que se mantengan las conquistas populares de la revolución
de octubre…Quizás muchos de ustedes piensen que cometo un error. Estoy
sinceramente convencido de que no es así”. El discurso era sincero, pero sin
ningún valor real, pues el poder le había sido arrebatado.
De esta manera desaparecía de la historia de Guatemala un buen
gobernante que había luchado por hacer efectivas para su pueblo las
libertades democráticas, el avance y el progreso social y material, y había
puesto en marcha una reforma agraria, paso obligado para construir en
Guatemala una sociedad moderna que la liberara del subdesarrollo”. (Jesús
María García Añoveros, Jacobo Árbenz, Madrid: Historia 16 Quorum,
1987).
El escritor español Miguel Delibes, escribió que los protagonistas
de sus relatos son invariablemente perdedores, seres aplastados por la
sociedad, la ignorancia, la política, la organización o el dinero; es decir,
seres perdedores y aplastados por aquellos recursos de que se vale un
dictador para imponer su dominio. ¿Fue Jacobo Árbenz Guzmán un
hombre que no pudo superar la prueba del poder?, ¿un perdedor más en
la Historia? Gore Vidal dijo que Lincoln había sido un hombre agobiado
por su destino. ¿Lo fue igualmente Árbenz? El escritor norteamericano
Norman Mailer, reflexionando sobre el papel de los Estados Unidos en
la destrucción del sueño guatemalteco, de desarrollar un país civilizado
y progresista en el marco de un anhelado -aunque totalmente utópico-
184
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
capitalismo con justicia social, escribió que se trató de una “patética
aventura surrealista y repugnante, sumida en el atolladero de una lógica
con anomalía de indignidad humana”.
A los guatemaltecos que a la caída del Gobierno del presidente Jacobo
Árbenz éramos niños, y a las generaciones que nos han sucedido, la
intervención armada del imperialismo norteamericano nos robó nuestra
independencia política, nuestra libertad y nuestra dignidad, que nuestros
padres habían logrado adquirir después de máximos sacrificios. Los
acontecimientos que sucedieron a la toma del poder por los fascistas
del Movimiento de Liberación Nacional, que todavía detentan el poder
político en Guatemala, nos hicieron descubrir, sin haber sido ésa su
intención, la personalidad combativa de nuestro pueblo. Descubrimos, a
partir de la década de 1960, una fuerza revolucionaria desconocida, que
tarde o temprano se convertirá en factor de creatividad, de prosperidad
y de civilización, como lo soñó Jacobo Árbenz cuando aún era un joven
que anhelaba -después de la larga noche de tiranías-, que despuntara un
luminoso amanecer para la patria.
PRESIDENTE JACOBO ÁRBENZ:
¡PRESENTE!
¡Por la Patria y la Revolución en Guatemala!
186
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
ANEXO: Tiene la palabra Jacobo Árbenz
Entrevista exclusiva para Bohemia
Por Raúl Roa
Si en el principio allá fue el Mediterráneo, en el principio aquí fue el
Caribe, verbo y sujeto ambos de la historia vieja y de la historia nueva,
borrascosos hitos de un mismo proceso todavía inconcluso. Dos mares
reverberantes y azules en que se cruzan caminos y fronteras, pigmentos
y ritos, codicias y paisajes, aromas y peces, ciclones y nostalgias,
depredaciones y resentimientos, inverecundias y proezas, andrajos y
gemas. En el Caribe se fundieron pugnazmente Europa. Asia y África con
la América desvalida y rebelde que adoró al sol y aportó el maíz. Mar
de oro y plata, sembrado de perlas que forman collares de islas. Tierra
preñada de azúcar, tabaco, banano, cacao, café, caucho \ petróleo. Mar
de aventureros y libertadores, bandidos y apóstoles. Proscenio de Drake y
Miranda. Bolívar y Boves, Juárez y Maximiliano. Martí y Weyler. Morazán
y Walker. Sandino y Somoza. Pontón y fortín, finca y andén. Mar nuestro
de otros, basurero y fornalla, cocodrilo y jaguar. Paraíso perdido de la
utopía de mañana.
De sus cálidas ondas emerge Guatemala como rugosa esmeralda
salpicada de sangre. Vientos de tragedia sacuden sus bosques, sus lagos, sus
montes y sus ruinas. La muerte se pasea —color de ceniza— por el Pelen y
la Antigua. Chichicastenango y Zacapa. Guatemala se atrevió a ser quién es
y se urdió la conjura. Se alzó de la servidumbre y fue invadida y ultrajada.
Romanos y cartagineses se disputan hoy sus colores, perfumes y tesoros,
mientras Bizancio sonríe y Cuauhtémoc impetra. La infiltración comunista
fue el pretexto, la United Fruit el vehículo. Tirano Banderas el báculo. Alí
Baba el testaferro, la recóndita motivación el petróleo recién descubierto
y el pueblo guatemalteco la víctima propiciatoria. Triste victoria del buitre
sobre el quetzal a la que no son ajenos los que en Guatemala no supieron
ver. oír y entender a tiempo que la ruta era otra y el mundo redondo.
JACOBO ARBENZ GUZMAN
187
Pero lo injustificable, sin embargo, queda en pie clamando iracundamente
justicia entre bayonetas ciegas, silencios comprados y anuencias cobardes:
la “liberación” de Guatemala es una ofensa a Dios y un escarnio a los
hombres.
Hora va siendo ya de precisar responsabilidades y de distribuir
sanciones. A Jacobo Árbenz toca, por su posición y jerarquía, decir la
primera palabra en este sombrío proceso. Bohemia le ha ofrecido, por mi
conducto, tribuna abierta y auditorio americano. Difícil fue la misión; pero
está ya cumplida. Juzgue ahora el lector por su cuenta.
En una sala recoleta de un edificio cualquiera de México, el coronel
Jacobo Árbenz me brinda un cigarrillo y se dispone a responder a mi
interrogatorio. Hasta hoy su paradero ha sido un enigma y hermético su
silencio. Soy el primer periodista que logra trasponer los umbrales de su
apartamento. Las frases de rigor en tales casos y recíprocas alusiones a
nuestro encuentro en Guatemala —fuimos presentados por el ex presidente
Juan José Arévalo en los dramáticos días subsiguientes a la sublevación del
coronel Arana— inician la plática. Y, enseguida, y a fondo, la primera
pregunta: ¿Puede considerarse comunista en algún sentido la revolución
guatemalteca de octubre? Rápida y esquemática aflora la contestación:
“Desde el punto de vista de su naturaleza, la revolución de octubre fue
una típica revolución antifeudal y, por ende, de raíz burguesa, proyección
democrática y contenido antiimperialista. No podía ser de otro modo dada
la estructura social de Guatemala y su dependencia política y económica
de los monopolios norteamericanos, principal obstáculo para el desarrollo
capitalista y la plena soberanía del país. ¿En que sentido puede calificarse
de comunista una revolución que beneficiaba a la burguesía nacional, a
la clase media, al proletariado y particularmente a los campesinos? ¿Cabe
concebir una revolución comunista que garantice y promueva la propiedad
privada y se hace para provecho de todas las clases sociales?”.
La caracterización que hace el coronel Árbenz de la revolución
guatemalteca es abstractamente correcta. Considero, sin embargo, que
es indispensable concretar sus objetivos. Tras concentrarse un instante,
responde esta vez con estudiada lentitud: “Los objetivos de nuestra
revolución, derivados de su propia naturaleza, pueden clasificarse
en nacionales e internacionales. Abolir la servidumbre mediante una
reforma capitalista del régimen agrario de la propiedad, elevar las
condiciones generales de vida, crear un amplio mercado interno con
vista al desarrollo industrial, rescatar el suelo, el subsuelo y los servicios
188
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
públicos, democratizar efectivamente la estructura del estado, codificar las
relaciones entre el capital y el trabajo, velar por la salud pública, extirpar
el analfabetismo, difundir la cultura y transformar la mentalidad popular
en consonancia con las necesidades, intereses y responsabilidades de la
nueva Guatemala fueron los principales objetivos de carácter nacional.
En el orden internacional, el objetivo céntrico fue mantener incólume la
soberanía nacional y respetar los derechos de los demás pueblos a fin de
ser respetados por ellos.”¿Satisfecho?”.
Era esencial para la comprensión del problema guatemalteco este
previo esclarecimiento de la naturaleza y objetivos de la revolución de
octubre. Pero no hay que olvidar --arguyo-- que las revoluciones pueden
malograrse, desviarse o pervertirse. Una de las cuestiones más debatidas
antes y ahora es la que se refiere a la composición de su gobierno y a la índole
de los partidos y sectores que compartieron con usted las responsabilidades
del poder. “Esa controversia --me ataja súbitamente-- carece de sentido.
De los cuatro partidos en que se sustentó mi gobierno, el Partido de la
Revolución Guatemalteca, el Partido Acción Revolucionaria y el Partido
Renovación Nacional estaban compuestos por elementos provenientes de
la burguesía y de la pequeña burguesía y sólo uno, el Partido Guatemalteco
del Trabajo, bastante pequeño por cierto, integrado por comunistas.
Únicamente los tres primeros compartieron las responsabilidades del
poder. Los sindicatos obreros y campesinos jamás gobernaron: pero sí
le dieron pleno respaldo a las medidas progresistas del régimen. En el
Congreso tenían representación todos los matices de la opinión pública.
De 58 diputados, 5 pertenecían a la oposición reaccionaria, 4 al Partido
Guatemalteco del Trabajo. 13 figuraban como independientes y 36 a los
partidos de gobierno”.
Sería sobremanera interesante, coronel Árbenz, puntualizar
determinados extremos de la política de su gobierno. “No sólo interesante,
sino imprescindible -rectifica, llevándose la mano a la frente en gesto muy
característico. En su conjunto esa política tendía a convertir a Guatemala en
un país de estructura capitalista y de desarrollo económico independiente
hasta donde nuestros precarios recursos lo permitieran. Pero vayamos
por partes. El supuesto fundamental de la transformación planeada
era la reforma agraria. Su promulgación trajo aparejada de inmediato
la abolición de la servidumbre, el ensanche del mercado interno y la
inversión de capitales en nuevas industrias. El monopolio del transporte
ferroviario, el de la producción y exportación del banano, el del manejo
JACOBO ARBENZ GUZMAN
189
portuario y el de la energía eléctrica tenían sus días contados al iniciarse
la construcción de la carretera al Atlántico, del puerto y muelle de Santo
Tomás y de la hidroeléctrica de Marinalá. Eso, desde luego, perjudicaba a
la United Fruit, al International Railway of Central America y a la Bond
and Share; pero beneficiaba al pueblo guatemalteco, sometido por esas
empresas a las más primitivas condiciones de vida. Idéntico propósito
perseguirían el Banco Agrario y el Instituto de fomento de la Producción y
la fundación del Banco Industrial y el de Comercio Exterior. Ese modesto
programa de puras reformas de tipo capitalista fue malévolamente tildado
de comunista por la propaganda interesada. Era un mal ejemplo para los
pueblos hispanoamericanos aquel pujante renacimiento sin ayuda extraña
de un pequeño país, secularmente a merced de generales analfabetos y
caudillos bárbaros. Ya va viendo usted la razón profunda del sambenito
que nos endilgara la Frutera y el State Departament”.
La reforma agraria fue uno de los blancos preferidos de los adversarios
del gobierno de Árbenz. Insistir sobre su naturaleza y alcance me parece
obligado. “Comparto su criterio se apresura a decirme. La propaganda
imperialista ha tendido una densa cortina de calumnias sobre la cuestión.
Mediante la acción del Consejo Agrario Nacional y del Departamento
Agrario Nacional, con el auxilio del Banco Agrario, del Crédito Hipotecario
y del Ministerio de Agricultura se distribuyeron en usufructo vitalicio,
propiedad privada inenajenable por 25 años y propiedad cooperativa, vastas
zonas de tierras ociosas a los campesinos carentes de ella, facilitándoseles
créditos, semillas, abonos, tractores, ganado, caminos públicos, agua
potable, energía eléctrica y ayuda técnica. En poco más de un año más
de 90 000 campesinos recibieron tierras ociosas de las fincas nacionales
-antigua propiedad de alemanes nazis- de latifundistas guatemaltecos y de
la United Fruit, todas expropiadas con la correspondiente indemnización.
La negativa del gobierno de acceder a la reclamación establecida por
la frutera —en manifiesta contradicción con el valor declarado en la
Matrícula fiscal— fue uno de los determinantes de la intervención abierta
de Estados Unidos en Guatemala, que se había limitado a poner en práctica
las recomendaciones de las Naciones Unidas sobre la materia”.
El coronel Árbenz se pone a hojear un ejemplar de Bohemia mientras
yo arreglo mis notas. La coyuntura es de perlas para interrogarle sobre
la actitud de su gobierno ante la prensa y la oposición. Aborda el tema
resueltamente. “En Guatemala había dos clases de prensa: la democrática
y la reaccionaria. Esta última agotó la infamia en sus ataques, desde mentir
190
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
a sabiendas hasta fomentar la subversión y demandar la intervención
extranjera. Respetuoso de la constitución, mi gobierno toleró que la prensa
de oposición —financiada en su mayoría por la United Fruit- dijera lo que
quiso decir e incluso lo que quizás no quiso decir. La oposición política
tuvo libertad para todo: hasta para conspirar. De una y otra, se valdría, en
sus torvas maquinaciones, al embajador Peurifoy, a la vista de todos”.
La reverberante limpidez de la atmósfera y la suave temperatura nos
incitan a proseguir la plática en el bosque de Chapultepec. Caminamos
largo rato bajo la sombra dorada de centenarios ahuehuetes; pero al
divisar una avenida de palmeras -verdor de trópico en el mero altiplanoinstintivamente torcimos y nos adentramos en ella. Ha llegado el momento
de hacer la pregunta y la hago. ¿.Ejercieron influencia o no los comunistas
en su gobierno? “Si por influencia entiende usted -repuso- que los
comunistas orientaran y decidieran la política de mi gobierno, no tuvieron
ninguna. Los comunistas guatemaltecos formaron parte de la coalición
de partidos que me eligió presidente. En Cuba. Chile y Costa Rica los
comunistas han tenido cargos en el gabinete. Ningún comunista figuró
en el mío. Es falso, asimismo, que yo impusiera a los comunistas en la
dirección de los sindicatos. En Guatemala se respetó, durante los regímenes
revolucionarios, la libertad sindical. Lo del “comunismo sindical” fue un
pretexto. Lo que se quería era que yo expulsara a los comunistas y a los
líderes nacionalistas de los sindicatos e impusiera directivas a gusto y
medida de las empresas extranjeras. Por ahí precisamente se acentuó al
rojo vivo la presión norteamericana”.
Sobre una rotonda del bosque de Chapultepec se alza, como
afirmación y desafío, el monumento a los niños héroes. Las severas
facciones del coronel Árbenz denotan tremante emoción al evocar la
legendaria hazaña. Yo vuelvo a la carga. ¿Intentó alguna vez su gobierno
dirimir el conflicto planteado directamente con el de Estados Unidos? “Si
usted se refiere --precisó-- a la gestión amistosa que inició un gobierno
hispanoamericano, debo responderle categóricamente que la vi con muy
malos ojos. El gobierno de Estados Unidos jamás se responsabilizó con
la conjura que urdió y la agresión que organizó contra Guatemala. En
todo caso, esa gestión debía haber tenido como centro los gobiernos
de Honduras y de Nicaragua, cómplices convictos y confesos del State
Departament y de la frutera. Si se refiere usted a las conversaciones que
sostuve con el embajador Schoenfeld y una sola vez con Peurifoy. no cabía
solución alguna porque Washington exigía la rendición incondicional. Las
JACOBO ARBENZ GUZMAN
191
diferencias de mi gobierno eran con las compañías extranjeras. ¿A título
de qué podía el gobierno norteamericano resolver a nombre de ellas? Si tal
hubiera ocurrido, se habría demostrado que era el gobierno el que dictaba
su política a las compañías o éstas a aquél. Sin embargo, si el gobierno
de Estados Unidos hubiera ofrecido alguna posibilidad de negociaciones
decorosas no la habríamos desechado”.
La atención se concentra unos minutos en la Conferencia de Caracas.
Según el coronel Árbenz. allí obtuvo Foster Dulles. no obstante la denodada
pelea del canciller Toriello, vía libre para la intervención en Guatemala.
“A partir de entonces -declara- los mercenarios de Castillo Armas fueron
proveídos en Tegucigalpa, de pertrechos, vehículos, aviones, uniformes,
alimentos y dinero. Nicaragua, por orden de Foster Dulles. rompió
relaciones diplomáticas con Guatemala y Honduras rechazó el pacto de no
agresión que le propusimos. El embajador Peurifoy. por su parte, introdujo
en Guatemala numerosos técnicos en sabotaje y en acciones de comando,
ya puestos a prueba en Grecia. Puedo decirle que el propio Peurifoy se jactó
más de una vez de dirigir, desde la embajada, los bombardeos aéreos y de
trasmitir a Castillo Armas los planes del Estado Mayor. Su responsabilidad
es similar a la de un criminal de guerra. El pueblo guatemalteco nunca lo
olvidará. Ni tampoco olvidará a Foster Dulles”.
La actitud del ejército y del pueblo guatemaltecos durante la crisis
que dio al traste con el régimen constitucional es todavía motivo de
especulaciones. Nadie más indicado para disipar los equívocos que el
coronel Árbenz. “En lo que al ejército respecta –dice-- hay que distinguir
la conducta ejemplar del coronel Carlos Enrique Díaz, jefe de las fuerzas
armadas, y de algunos oficiales y de casi toda la tropa, del miserable
comportamiento de los militares que se pasaron a Castillo Armas y a
Peurifoy por soborno, cobardía o afinidad. La actitud del pueblo no pudo
ser más decidida y compacta. Sin recursos casi, se enfrentó valerosamente
a los invasores en Puerto Barrios, Zacapa, Santa Rosa y Escuintla. Los
oficiales traidores se negaron a proporcionarle los escasos efectivos de que
disponíamos. Ya sabe usted que el último cargamento de armas que llegó a
nuestras manos corrió una odisea y sirvió de combustible a la campaña de
prensa que precedió a la invasión. Se compró donde se pudo al cerrarnos
los Estados Unidos todas las puertas. El viaje de Arévalo a Cuba -que tan
hondo resentimiento produjo en los enemigos de la actual situación- se
debió exclusivamente a eso”.
El punto neurálgico de la tragedia guatemalteca sigue siendo la
inesperada renuncia del presidente Árbenz. Pero no hay más remedio que
192
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
escarbar en la llaga. La placidez del lugar fronda espesa, estanque dormido,
soledad nemorosa- es marco propicio para las confesiones lacerantes.
Grave el tono, sombría la mirada, todo tenso, el coronel Árbenz responde:
“En rigor de verdad yo no renuncié. A mí se me impuso una decisión de las
camarillas militares presionadas ferozmente por Peurifoy de entregarle el
poder al ejército. Yo no me incliné ante esa decisión. Yo estuve dispuesto a
entregarlo a un militar leal, al coronel Díaz, bajo dos condiciones: repudio
de todo pacto con los invasores y la preservación de la vida de los dirigentes
políticos y sindicales y de las conquistas democráticas de la revolución
de octubre. Por aceptarlas, el coronel Díaz sería derrocado por Peurifoy.
No niego que en la apreciación del asunto cometí errores de importancia.
Pero lo cierto es que la mayoría de la oficialidad del ejército me había
traicionado, y si bien el pueblo inerme permaneció fiel al gobierno, ya éste
carecía de sus atributos”.
En el bosque de Chapultepec tiene su rincón José Martí. Para un
guatemalteco y un cubano desterrados era imperativo rendirle tributo. Los
azares de su vida en México y en Guatemala destilaron en la plática y su
amor encendido a nuestra América, a cuyo albedrío, dicha y decoro ofrendó
generosamente su sangre, iluminó nuestros pechos y renovó nuestra fe. “El
pueblo guatemalteco -afirmó dramáticamente el coronel Árbenz- ha sido
momentáneamente derrotado por las fuerzas enemigas de la democracia
y del progreso. Pero ya advirtió Martí que cuando un pueblo entra en
revolución no sale de ella hasta que la corona o se extingue. Guatemala
seguirá viviendo porque la revolución de octubre será coronada”. Camino
de su apartamento, la charla fluye melancólicamente por cauces ajenos a
la política. El proscripto tiñe de añoranzas sus referencias a Cuernavaca,
Toluca y Guanajuato. Ya otra vez en la recoleta sala en que se inició esta
entrevista pide papel y pluma y estampa un saludo al pueblo cubano
por conducto de Bohemia, en el que vibra su gratitud por el fervoroso y
militante apoyo que le prestaron a Guatemala en la hora más desventurada
de su historia. Un trago refrescante pone término a mi plática con el
presidente constitucional de Guatemala. Frases de mutuos cumplimientos
y renovados testimonios de gratitud a Bohemia por haberle ofrecido la
oportunidad de expresarse sin reservas ni cortapisas. Y nos despedimos
con un apretón de manos y un hasta luego. El palo periodístico que
significa haberle soltado la lengua al personaje más discutido del momento
no me lo quita ya nadie...
(Tomado de: Bohemia, 14 de noviembre de 1954. pp. 48-50)
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-1954
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