Antonia María de la Misericordia Un carisma lleno de misericordia

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En este mundo nuestro
En este mundo nuestro
Antonia María
de la Misericordia
Un carisma lleno de misericordia
Soledad Cordero,
Oblata del Santísimo Redentor
De institutriz de princesas al servicio
y liberación de la mujer en prostitución
mienza su labor de educadora, primero llamada
por los marqueses de la Romana, para ser institutriz de su hija; más tarde, al frente de un pensionado para señoritas en Friburgo y, finalmente,
a los 26 años, es elegida por la reina María Cristina
de Borbón como institutriz de sus tres hijas, habidas de su matrimonio con el duque de Riánsares:
Milagros, María Amparo y Cristina.
Con ellas permanece desde el 25 de enero de
1848 hasta 1860, fecha en que se casa la más pequeña, su Titina, como ella la llamaba. En este
momento, Antonia sale del palacio y, con 38 años,
comienza una nueva vida, ¡y tan nueva!, que le
prepara el Señor.
Puesta la obra en marcha, y salvados muchos
obstáculos, se llegó a la conclusión de que para
que esa gran obra (de redención, diría más tarde
el papa León XIII) fuese una realidad, se necesitaba una congregación específica. Antonia de
Oviedo toma el hábito en 1870 y la inicia con el
nombre nuevo que el Señor le ofrece y ella asume,
a partir de este momento, será Antonia María de
la Misericordia.
Misericordia, nombre que elige al profesar en la
nueva Congregación de Religiosas Oblatas del
Santísimo Redentor.
Misericordia, amor que envuelve a Antonia en toda
su persona y la define en todo su ser.
Misericordia, que Antonia descubre en la intimidad
que vive con su Dios, que la lleva a olvidar amores
y bienes terrenos, a elegir su amor a Jesús, su
Redentor, y a sus preferidas, sus chipitinas, como
ella gustaba de nombrar a las chicas.
Misericordia, que el Señor derrama sobre nosotros
en todos sus dones: bondad, ternura, paz, justicia,
perdón. “Como el ungüento fino que se derrama
en la cabeza...” (Sal 132,2).
Misericordia de Dios que plenifica la persona de
Antonia y ella, desde esa misma misericordia,
realiza la obra que el Señor le encomienda: fundar
la Congregación de Religiosas Oblatas del Santísimo Redentor, porque Antonia, como María de
Betania, eligió la mejor parte: el amor preferencial
de Dios por los pobres.
Este año el papa nos invita a vivir el jubileo de la
Misericordia. En la familia oblata estamos de fiesta,
junto a nuestra madre fundadora, Antonia María
de la Misericordia.
Una respuesta ante el sufrimiento
de las mujeres
El pasado 16 de marzo celebramos el aniversario
del nacimiento de Antonia de Oviedo y Schöntal,
fundadora de las Oblatas del Santísimo Redentor
junto a José M.ª Benito Serra, obispo benedictino.
En el recién estrenado Año de la Misericordia nos
parece oportuno hacer una presentación y una
reflexión sobre su persona, ya que, para muchos
lectores de Icono, es una mujer desconocida.
Los comienzos
Antonia de Oviedo y Schöntal nació el 16 de marzo
de 1822 en Lausana, Suiza, de padre español y
madre suiza. Su niñez está plagada de claroscuros: es una niña muy querida y cuidada, dotada
de una cultura y educación exquisita, sin embargo,
pronto se queda sin padre y las necesidades del
hogar la obligan a trabajar. Con solo 16 años co14 ICONO / Abril 2016
Hace tiempo que conocía a un misionero, el
obispo de Daulia, José María Benito Serra, benedictino, a quien ayudaba en diferentes necesidades para la misión. Por varias circunstancias, este
obispo se quedó en España. En su celo apostólico, se encontró con la situación que vivían varias
mujeres, enfermas por los estragos de la prostitución, en el hospital de San Juan de Dios de Madrid. Él pretende ayudarlas, porque la sociedad
de la época no era propicia y, si se curan, nadie
quería admitirlas a trabajar. Ante este hecho, se
preguntó acerca de lo que podía hacer. Llamó a
varias instituciones, pero en todas le pusieron mil
dificultades. Finalmente, acudió a su amiga Antonia, pues conocía bien sus cualidades y grandeza
de corazón.
Cuando le propuso entrar en contacto con ellas,
para llevar la dirección del asilo que quería abrir,
Antonia sintió cierto temor y, ¿por qué no decirlo?,
repugnancia, se creía incapaz para ese trabajo.
Ella aseguró que fue la intervención de Ntra. Sra.
del Buen Consejo, el caso es que, enseguida,
consiguió superar estos sentimientos y, confiada,
sabiéndose en las manos del Señor, se volcó en
el empeño de propiciar los medios para llevar adelante la fundación del asilo soñado, en Ciempozuelos. Estábamos en 1864.
Ella eligió la mejor parte: el amor
preferencial de Dios por los pobres
ICONO / Marzo 2016 15
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