¿Qué es el ALCA?

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¿Qué es el ALCA?
Los gobiernos y empresarios del continente están promoviendo activamente desde 1994, la creación del más
grande bloque comercial en el mundo, el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Estarán incluidos
en este acuerdo 34 países, cubriendo un territorio que va desde Alaska hasta Tierra del Fuego. El ALCA
tendrá un enorme impacto en las vidas de los 800 millones de personas que vivimos en este continente. Sin
embargo, muchos de nosotros jamás tuvimos noticias de su existencia.
El ALCA fue lanzado en 1994, en la Primera Cumbre de las Américas realizada en Miami, cuando el
presidente estadounidense invitó a 33 jefes de gobierno − a todos menos Cuba − para crear una agenda común
para el futuro de las Américas. La prioridad fundamental en esta agenda fue el libre comercio y la expansión
del TLC (Tratado de Libre Comercio, conocido además por sus siglas en inglés, NAFTA) que incluye a
Canadá, Estados Unidos, y México, a toda América. En 1998 se realizó la Segunda Cumbre de las Américas
en Santiago de Chile.
A partir del lanzamiento del ALCA, se inició un complicado y duro proceso de negociaciones con eje en las
reuniones anuales que mantienen los ministros de economía de los países participantes del proceso de
constitución del bloque comercial. Otros temas complementarios, por ejemplo en los planos políticos y
militares, forman parte de estas negociaciones.
Actualmente las tratativas apuntan a que los gobiernos y grupos de negociación obtengan un texto global para
la reunión anual que se realizará en Argentina en abril del 2001, de tal manera que la Tercera Cumbre de las
Américas a realizarse a fines del mismo mes en Québec, Canadá, represente un paso cualitativo hacia el
objetivo de hacer entrar en vigor al ALCA en el año 2005.
Cuál es la agenda del ALCA?
La creación del ALCA, al igual que el fallido Acuerdo Multilateral de Inversiones y la Ronda del Milenio de
la Organización Mundial del Comercio (boicoteada por miles de activistas en la ciudad de Seattle en
Noviembre de 1999) forman parte de una agenda global de liberalización del comercio que ha tenido, en
donde se ha aplicado, a las grandes corporaciones transnacionales como grandes ganadores, a expensas de la
gran mayoría de la población, el medio ambiente, y la equidad social.
La agenda del ALCA consiste en:
INVERSIONES:
Generación de acuerdos internacionales que limiten la capacidad de acción de los gobiernos sobre su propia
economía, medio ambiente y sociedad.
Creación de normas comerciales supranacionales que limiten la capacidad de acción y control de los
gobiernos nacionales sobre las actividades de los inversores.
DERECHOS:
Las corporaciones transnacionales pretenden usar los acuerdos comerciales, y la amenaza de emigración de
los capitales, para forzar a los países a reducir sus estándares de protección laboral, del medio ambiente, la
salud y la seguridad. − Para atraer las inversiones los gobiernos deben reducir los costos salariales e
impositivos de las corporaciones al mínimo.
DEUDA Y FINANZAS:
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Los bancos pretenden que el FMI y el Banco Mundial continúen aplicando los programas de ajuste
estructural en los países endeudados para garantizar el pago de los intereses sobre deudas que nunca podrán
saldar. − Los programas de ajuste estructural fuerzan a los países a cortar los programas sociales y
económicos para pagar los intereses de la deuda a los acreedores extranjeros. − Las corporaciones pretenden
limitar la acción del gobierno tendiente a regular los flujos de capitales especulativos en sus países.
AGRICULTURA − Las grandes corporaciones agrarias pretenden mayores mercados no solo para los cultivos
tradicionales, sino también para alimentos genéticamente modificados, que hacen a los agricultores
dependientes para la obtención de semillas, fertilizantes y pesticidas (castigando a los pequeños productores
en todo el mundo).
Qué dificultades enfrenta el ALCA?
Sin embargo, el proceso de negociaciones enfrenta dificultades en los diferentes países de la región:
1− Los sectores pro libre comercio de Estados Unidos no pudieron conseguir en el Congreso de aquel país, la
"vía Rápida" (Fast Track) para las negociaciones. Esto implica la obligación de que todo acuerdo sea
refrendado en el Congreso, y por lo tanto sujeto a la auditoria de representantes elegidos por el pueblo
estadounidense. Esta situación de negociación cerrada generaba el peligro de que temas como protección
ambiental y derechos laborales quedaran excluidos de la agenda de negociaciones. Sin embargo, grupos de
activistas lograron que estas cuestiones no comerciales sean contempladas antes de que la vía rápida sea
aprobada
2− Los bloques comerciales regionales, y especialmente el MERCOSUR cuestionan el proyecto del ALCA
como una simple extensión del Tratado de Libre Comercio (TLC). La posición del MERCOSUR se fortaleció
a partir de la crisis de México en 1994, que frenó el proceso de incorporación gradual de miembros al TLC
(Chile ya había sido elegido como el siguiente país en ser integrado). En este sentido, la negociación en
bloque por parte del MERCOSUR en las reuniones anuales de ministros de economía (especialmente en la
reunión de Santiago de Chile en 1998) consiguió posponer la entrada en vigencia de todos los acuerdos hasta
el 2005 y dio pie a que algunos sectores vieron en el proceso subregional, una esperanza de poder trazar una
política de incorporación al ALCA más autónoma. Sin embargo, la crisis brasileña y los conflictos internos
debilitaron la relación entre los principales socios, Brasil y Argentina.
3− En tercer lugar, los países de economías más pequeñas se preguntan qué beneficios obtendrán, siendo que
las 7 economías principales producen el 95 por ciento del PBI de la región.
Añadida a la dificultad de las negociaciones entre países, que ven en el Área de Libre Comercio de las
Américas más un peligro de ser invadidos por las enormemente más competitivas corporaciones
transnacionales, antes que una oportunidad de integración económica, social y ambiental justa, aparecen
grupos y sectores sociales de todo el continente que comienzan a cuestionar las negociaciones.
Una Alternativa al ALCA: la Alianza Social Continental
Paralela a la Segunda Cumbre de las Américas realizada en Santiago en 1998, se realizó la Cumbre de los
Pueblos de las Américas. En esta cumbre convergieron diversas organizaciones y movimientos sociales de
todo el hemisferio, para expresar su rechazo colectivo a la agenda neoliberal dominante en el proceso del
ALCA. Un agenda que promueve la liberalización del comercio y la inversión, la desregulación, la
privatización y las políticas económicas dirigidas por el mercado como fórmula para el desarrollo. La Cumbre
de los Pueblos se centró en la construcción de una Alianza Social Continental en torno a alternativas concretas
y factibles al modelo neoliberal de integración económica al servicio de las grandes corporaciones
trasnacionales. Frente a la perspectiva del ALCA como una herramienta que (al igual que el Tratado de Libre
Comercio) sirva a la expansión del neoliberalismo en todo el continente, la Alianza Social Continental
2
pretende construir una alternativa con base en las propuestas y la fuerza colectiva que emanan de las
organizaciones sociales de toda América.
La Sociedad Argentina frente al ALCA
En nuestro país todavía es incipiente el debate y la movilización pública frente a la incorporación de
Argentina a este proyecto trascendental. Consideramos fundamental que el gobierno informa a la sociedad al
respecto − transparentando el proceso, sus objetivos, alcances y consecuencias − y que desde las diversas
organizaciones y sectores de nuestra sociedad nos articulemos en un esfuerzo solidario para defender nuestros
derechos.
Invitamos a toda persona u organización que se interesa, a sumarse.)
El ALCA, Kagan y otros demonios
Vista desde una perspectiva latinoamericana, el ALCA es una de las piezas fundamentales de la
restructuración imperial y, en cuanto tal, será uno de los obstáculos más fuertes que deberá enfrentar el nuevo
gobierno brasileño. Para comprender al ALCA y sus gravísimas consecuencias para nuestra región hay que
situar esta iniciativa en el marco de las prioridades globales de los Estados Unidos en materia estratégica.
Sería minimizar su significado suponer que el ALCA se promueve tan sólo por las ventajas económicas que
arroja para los Estados Unidos. Ninguna iniciativa de tamaña envergadura es adoptada por Washington en
base a exclusivas consideraciones de orden comercial o financiero de corto plazo, o con el solo objeto de
favorecer a algunas firmas cercanas a la Casa Blanca o al Capitolio. Pese a la penosa rusticidad que exhibe
gran parte de la clase política norteamericana no hay que olvidar que, por debajo del tinglado electoral existe
un sofisticado y complejo entramado de instituciones y agencias que reclutan a algunos de los intelectuales y
expertos más destacados de ese país. Son ellos y no los ocasionales ocupantes de la Casa Blanca quienes
producen las visiones estratégicas de largo plazo que orientan la conducta de los primeros.
Así, en un trabajo reciente que tuvo gran repercusión en Washington, uno de los más influyentes asesores de
George W. Bush y académico de la Hoover Institution, Robert Kagan, sostenía que los Estados Unidos deben
ejercer su poder "en un mundo anárquico y hobbesiano, en el cual las leyes y normativas internacionales son
inseguras e inciertas, y la verdadera seguridad, defensa y promoción de un orden liberal todavía dependen de
la posesión y uso de la fuerza militar" (2002). Según Kagan los Estados Unidos deben con frecuencia actuar
como un verdadero "sheriff internacional," lo que provoca la irritación de algunos aliados europeos. Lo
notable es que pese a arrogarse esta condición la intervención "justiciera" de la superpotencia es recibida con
beneplácito por la comunidad internacional, porque está animada por el propósito de imponer la paz y la
justicia en un mundo anarquizado1. En tal escenario, los que están fuera de la ley deben ser neutralizados o
destruidos. Siguiendo con esta alegoría del lejano Oeste, Kagan sostiene que Europa, en cambio, no
desempeña el papel del sheriff sino el del cantinero, a quien sólo le importa que los malhechores consuman
sus licores y gasten el dinero obtenido de sus fechorías en su local. Nuestro autor remata su argumentación
apelando a un trabajo de un experto británico, Robert Cooper, quien alega que al tratar con el mundo exterior
a Europa "debemos regresar a los métodos más brutales de antaño −la fuerza, el ataque preventivo, el engaño
y cualquier cosa que sea necesaria. ... Entre nosotros mantenemos la ley, pero cuando operamos en la jungla
debemos también utilizar las leyes de la jungla". La jungla es, obviamente, todo el resto del planeta que se
encuentra fuera del Atlántico Norte. La "guerra preventiva" encuentra aquí plena justificación.
Esta visión de Kagan y Cooper ya había sido anticipada, unos años antes, por un trabajo de otro notable
intelectual orgánico del establishment norteamericano: Samuel P. Huntington quien, a diferencia de muchos
teóricos "posmodernos" no alberga la menor duda acerca del carácter imperialista del actual orden mundial.
Su preocupación es, en cambio, la debilidad de los Estados Unidos en su condición de "sheriff solitario".
Según este autor, la especificidad de la actual coyuntura internacional y los imperativos de la seguridad
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norteamericana obligan a Washington a ejercer el poder internacional de forma despótica e inconsulta,
promoviendo "los intereses empresariales norteamericanos bajo los slogans del comercio libre y mercados
abiertos y modelando las políticas del FMI y el BM para servir a esos mismos intereses [forzando a terceros
países] a adoptar políticas sociales y económicas que beneficien a los intereses económicos norteamericanos"
(Huntington, 1999). De esto se trata precisamente con el ALCA, pues como lo recordaba el Secretario de
Estado Colin Powell, "nuestro objetivo es garantizar para las empresas norteamericanas el control de un
territorio que se extiende desde el Ártico hasta la Antártica y el libre acceso sin ninguna clase de obstáculo de
nuestros productos, servicios, tecnologías y capitales por todo el hemisferio".
Los diagnósticos precedentes son ratificados en la obra de otro de los mandarines del imperio, como Zbigniew
Brzezinski, antiguo Jefe del Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos (1998). Debe notarse que
en el prolijo examen de los puntos candentes del tablero político internacional Brzezinski ignora por completo
a la América Latina y el Caribe. La razón salta a la vista de la lectura de su libro: atento a esta caracterización,
lo que aquí ocurra no cae en el terreno de las relaciones internacionales sino que se define, más bien, en el
marco de la política doméstica. La "presunción hegemónica," como se decía en una época, es una premisa
silenciosa del pensamiento imperialista que ocasionalmente habla a los gritos. Este es el marco estratégico que
organiza la política exterior norteamericana, y frente al cual deberá moverse el nuevo gobierno brasileño o
cualquier otro de la región que se decida avanzar por el sendero del posneoliberalismo.
El ALCA de no es
Bien mirado, el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) no es más que un acuerdo ultra neoliberal
impulsado por las poderosas corporaciones multinacionales y por el gobierno norteamericano para
incrementar los territorios de extracción de recursos, sus utilidades y su poderío en nuestro hemisferio.
Sin embargo, el argumento público que ellos presentan a favor del ALCA es que el libre comercio nos llevará
al fortalecimiento de la democracia en el continente y a la creación de prosperidad y desarrollo humano.
Hay un abismo entre las ilusiones que han pretendido crear y lo que realmente puede esperarse de este nuevo
convite entre el tiburón y las sardinas. El imperio, con su disfraz mesiánico, invita a los pueblos a salvarse del
largo diluvio de la pobreza, pero los pueblos saben cada día mejor que los aguaceros vienen del Norte, de
donde no vendrá la salvación.
¿LIBRE COMERCIO?
El proyecto del ALCA no es, ni puede ser como promete, un acuerdo de libre comercio. No es posible, en
primer lugar, por la asimetría económica de los países enrolados, lo que implica necesariamente la
persistencia de un comercio desigual.
Lo que quiere realmente Estados Unidos es lograr la apertura total de los mercados del continente, al mismo
tiempo que protege los suyos. En este mismo año 2002 se elevaron los subsidios al agro en ese país hasta 180
mil millones en los próximos diez años, incluso cuando supuestamente estará vigente el ALCA. Sólo esta
medida, escandalosamente proteccionista, ha de producir un efecto ruinoso en América Latina, que verá
reducidos sus mercados de exportación agrícola e importará de Estados Unidos todavía más productos de ese
sector.
El ALCA no es ni será nunca propiamente lo que se llama una zona de libre comercio, porque de ser así
tendría que establecer la libre circulación no sólo de mercancías y capitales, sino también de personas, lo cual
es inimaginable, pues Estados Unidos cierra cada vez más sus fronteras a la migración latinoamericana.
No es tampoco el ALCA, ni jamás lo será, una unión aduanera, pues los negociadores no mencionan siquiera
una posible, aunque remota, incorporación de un arancel externo común.
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Por supuesto que no es, ni habrá de serlo por definición, un mercado común, en el cual los países
participarían en políticas económicas interactivas y convergentes, con tendencia a cierta igualación del
desarrollo.
No es el llamado comercio libre que impulsan las corporaciones y el gobierno norteamericano lo que Nuestra
América necesita. Lo que demandamos es comercio justo, inversiones reguladas y estrategias nacionales y
sub−regionales para el desarrollo, todo lo que el ALCA pretende enterrar definitivamente.
¿FORTALECIMIENTO DE LA DEMOCRACIA?
El ALCA no es una promesa democrática, partiendo de que las negociaciones sobre los distintos aspectos del
acuerdo han estado marcados por el secreto. Si hoy se conoce el borrador en que trabajan los negociadores, se
debe a la presión popular, que se impuso al deseo de ocultamiento total. Pero el borrador está plagado de
corchetes y puntos suspensivos, que no dejan ver las diferentes posiciones de los gobiernos en asuntos
específicos de discusión.
¿Cómo puede proclamarse democrático un acuerdo que afecta decisivamente la soberanía y las condiciones de
vida de los ciudadanos del continente, si se pone en vigor sin consultar a los pueblos directamente,
ocultándoles su contenido y sin que los parlamentos nacionales discutan siquiera esos temas cruciales, de los
cuales tampoco están enterados verdaderamente? Según el gobierno de Estados Unidos, la democracia, en los
países que integran el ALCA, será fortalecida por el solo hecho de la liberalización de los mercados, por la
gestión controladora de la Organización de Estados Americanos (OEA) y por la vigencia de la Carta
Democrática Interamericana, adoptada por ese organismo en Lima, el 11 de septiembre del 2001.
Pero la verdad es que el ALCA no es ni remotamente una garantía de desarrollo democrático en la región,
puesto que la llamada mano invisible del mercado, a lo largo de la historia, se ha convertido en puño
demoledor cada vez que los poderes políticos, militares y económicos del vecino imperial lo han considerado
necesario.
La OEA, por su parte, no puede engañar a nadie en su papel de promotor de democracia. Lo que el imperio
pretende, en el contexto creado por el ALCA, es resucitar a su viejo y desprestigiado Ministerio de Colonias,
el mismo que justificó todos los crímenes, las dictaduras sangrientas y las intervenciones norteamericanas en
América Latina.
¿PROSPERIDAD Y DESARROLLO HUMANO?
El ALCA, proyecto concebido como profundización de las mismas ideas neoliberales que han dado lugar a un
crecimiento sin precedente de la concentración del capital y la polarización máxima entre ricos y pobres, no es
la vía capaz de garantizar el desarrollo sostenible en América Latina y el Caribe, sino el trampolín para
acelerar el proceso de depauperación, pérdida de las soberanías nacionales y exclusión económica y política,
que han sufrido los pueblos en los últimos veinte años.
El diseño del ALCA no es propiamente una iniciativa latinoamericana y caribeña. Salvo contadas
excepciones, no ha habido en nuestros gobiernos, sumisos en su mayoría, intentos reales de hacer valer una
perspectiva desde los pueblos marginados, explotados y empobrecidos de la región. Es un proyecto dictado
por Estados Unidos.
No es el ALCA algo que tenga que ver con compromisos sociales o ambientales, sino que el destino de los
seres humanos quedaría netamente en manos de los intereses del mercado, bajo control de las corporaciones
transnacionales.
Todo lo que puede esperarse de ese futuro alcalino que nos quiere imponer Estados Unidos es seguir
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avanzando en el derrotero que ha convertido a Nuestra América en la región del mundo con la más injusta
distribución del ingreso y, por tanto, con espeluznantes escenarios de inequidad, injusticia y pobreza.
"El ALCA es un economicidio",
Evo Morales, dirigente indígena boliviano, ex candidato presidencial a la república de su país, considera que
el "ALCA es un economicidio". Así lo afirmó este martes 29 de octubre, en conferencia de prensa efectuada
en el Centro Cultural de la Universidad Católica, en el marco del Encuentro Continental de Reflexión e
Intercambio "Otra América es Posible", que se inició en Quito, desde el pasado domingo.
Este Encuentro Internacional que ha congregado a miles de participantes de los 35 países del continente y a
delegados de los pueblos europeos, forma parte de las Jornadas de Resistencia Continental contra el ALCA,
que se hacen para impedir que los gobiernos firmen el Acuerdo.
Según el dirigente boliviano el ALCA solamente va a ser un acuerdo para legalizar la colonización y es un
economicidio, que va a eliminar a la pequeña economía, que llevará a colapsar a la agricultura y de lo cual los
Pueblos no pueden ser cómplices.
Asimismo, enfatizó el líder boliviano que los Pueblos no se levantan porque quieren, sino que lo hacen
obligados por la injusticia, la desigualdad y la falta de respeto, dignidad y soberanía.
Indicó además que la conciencia va creciendo no solamente en Bolivia o Ecuador, sino en todas partes del
continente, como es el caso de Argentina, que se consideraba un país europeo, modelo del sistema, modelo del
modelo, pero ahora, es un país modelo de resistencia contra el Banco Mundial.
El líder indígena llamó a los gobiernos a revisar su posición sobre el ALCA, para evitar cualquier
confrontación, porque los Pueblos necesitamos integración, pero no estamos de acuerdo con políticas de
integración sometidas, subordinadas. La integración debe ser soberana, donde se respete la dignidad de las
mayorías nacionales, se respete el derecho a la vida.
Mientras tanto, en momentos que se desarrollaban las conferencias centrales del evento internacional, en las
calles de Quito se daban protestas frente al Hotel Suizo, donde se encuentran reunidos cerca de 800
empresarios que buscan darle un visto bueno al ALCA. Igualmente, avanzaba hacia la capital la caminata de
los Pueblos y Nacionalidades Indígenas, así como de campesinos y otros sectores sociales, los cuales harán la
toma de Quito, junto con cerca de 1500 participantes de los eventos de reflexión que se desarrollan
simultáneamente en varias instituciones académicas de la ciudad.
ALCA: Un concepto de dominación
Las inundaciones no se producen porque los ríos crecen, sino porque el país se hunde.(1)
Cuando al permanentemente pretendido y ejercido poder hegemónico de EE.UU en nuestro hemisferio le
dejaron de ser beneficiosas las dictaduras militares que proliferaron en una época en los países
latinoamericanos, se procedió a la instalación de las "democracias", las que consecuentemente se convirtieron
en rehenes de las políticas que les eran dictadas desde el norte, no significando ello más que una transición de
"dictaduras militares" a "dictaduras económicas", las que en definitiva respondían a un mismo código
hegemónico con otra fachada. Ello resultaba no más que un cambio estratégico.
El amo se encargó de fortalecer, ampliar y desarrollar diversos enclaves militares como para que nadie
olvidara que la fuerza continuaba constituyendo un elemento presente, encargándose de ejemplificarlo en no
pocas ocasiones.
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De otra parte se continuaron esfuerzos por cambiar la correlación de fuerzas en el ámbito global, quedando
ello coronado con la desaparición del campo socialista, lo que sin lugar a dudas, tuvo un efecto negativo en las
fuerzas de izquierda toda vez que, con excepción de Cuba, perdieron sus referentes de lucha.
En este contexto florecieron y se afianzaron las políticas neoliberales como modelo de ese nuevo diseño
estratégico de dominación, con su pesada carga de depauperación general.
Las economías latinoamericanas se hicieron más dependientes y en consecuencia más vulnerables. El camino
hacia la dolarización se hizo presente; continúo de forma galopante el inmoral endeudamiento económico,
donde para muchos incluso los servicios de deuda resultan ahora impagables; el FMI, como instrumento del
poderío hegemónico de EE.UU, continúo dictaminando y condicionando cada vez con mayor prepotencia y
ferocidad los rumbos de las economías latinoamericanas, la inmensa mayoría de los países de la región se han
convertido en observadores de la desaparición de sus bases productivas generadoras de riquezas propias a
partir de los procesos de privatización, quedándoles reservado el papel casi absoluto de proveedores de
materias primas para productores trasnacionalizados y en consecuencia han quedado como consumidores de
dichos productos; en fin bajo el tutelaje de EE.UU. crecieron las exigencias de los círculos de poder
económico que han obligado a los gobiernos latinoamericanos a proceder de forma tal que quedaron sin
opciones para tomar decisiones soberanas sobre el destino económico de sus pueblos.
Todo ello ha tenido un rápido y desastroso reflejo en el orden social; el desempleo alcanza cifras históricas y
crecientes, los aún presentes derechos laborales tienden a disminuir o desaparecer; el poder adquisitivo del
ciudadano se reduce cada día; quienes aún cuentan con alguna fuente de empleo no tienen garantías de
salarios justos y estables y en algunos casos de nada les ha valido contar con ahorros provenientes de sus
esfuerzos personales; en fin las grandes masas han quedado presas de la desesperación y la desesperanza y en
consecuencia para algunos no les queda más que el camino de la violencia, para otros rebelarse y luchar por
sus más elementales derechos sociales.
Otro rasgo de esa vulnerabilidad se ha expresado en los conduces políticos.
El entreguismo servil al amo del norte se convirtió en un rasgo fundamental de las políticas latinoamericanas;
de lo que se trata es de hacer "buena nota" para continuar formando parte del concierto desigual dirigido desde
Washington y obtener dividendos personales, sin detenerse a reflexionar en las consecuencias futuras o en el
peor de los casos, siendo conscientes de que su legado carecerá de un futuro promisorio para sus pueblos.
Durante todo este tiempo se continúo allanando el camino de forma abierta y a la vez sutil para alcanzar la
pretendida hegemonía total por parte de EE.UU., donde ningún paso dado ha resultado desconectado del
siguiente ni ajeno a esa estrategia global y donde la geopolítica se convirtió en una ficha clave y manejada al
antojo de la política norteamericana, cual sencilla y calculada partida de ajedrez, en la cual los obstáculos y
dificultades serían solteados a las "buenas" o a las "malas".
A modo de ejemplo, absolutamente de manera gráfica y combinativamente, vale citar:
− En política: Por lo general todo candidato que pretenda ser presidente de su país, previamente debe pasar
por la Casa Blanca a retirar su receta.
− En lo económico: Cúmplase lo dictado a través del FMI y el BM y tendrá mayores garantías de culminar el
mandato para el cual fue "elegido" por las minorías.
− En lo social: Arréglense las cosas internas de manera que no se proteste por inconformidades y para ello
úsese cuanta fórmula sea posible, ya sea mediante el negociado, el soborno, el desoído, las falsas promesas y
hasta la represión si fuera necesario.
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− En lo militar: Las bases militares en Panamá llegaban a su fin, pero el epicentro de ese fundamental factor
de dominación fue trasladado Manta y ramificado de forma abierta o solapada a través del Plan Colombia, del
Plan Puebla−Panamá o del Plan Cabañas, con ello queda "protegido" todo el hemisferio, vertiendo su señal de
presencia omnipotente.
Dadas las condiciones, pacientemente creadas, el escenario estaba listo para el lanzamiento del zarpazo final y
es cuando se comienza la puesta en marcha de su diseño bajo la figura del Acuerdo de Libre Comercio para
las Américas (ALCA), lo cual significará en términos históricos la concreción de toda una voluntad política
acariciada desde siglos atrás.
Este diseño, elaborado y negociado de manera casi oculta y alejado de la comprensión de sus supuestos
beneficiarios (los pueblos latinoamericanos), necesitaba un signo distintivo que indicara a todos que no hay
otra opción posible.
Los repudiables ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en New York y Washington, propiciaron
(entre otras cosas) las condiciones para certificar ese necesitado signo distintivo. Otra es la historia después de
dichos condenables sucesos; estar contra el ALCA significa estar contra EE.UU., lo cual puede ser sumamente
peligroso para cualquier gobierno latinoamericano con excepción de Cuba, donde no sólo nos hemos
pronunciado en contra, sino que hemos expuesto un sinnúmero de argumentos que dicen de las reales
pretensiones de EE.UU. y alertado de sus consecuencias, bastando cono sólo mirar a nuestro alrededor para
apreciar el estado en que se encuentran nuestros vecinos.
Intentemos comprender que para la inmensa mayoría de los gobiernos latinoamericanos y caribeños les resulta
casi imposible oponerse al ALCA, dado el acumulado de dependencia que poseen.
¿Estaría el gobierno de Colombia en condiciones de oponerse al ALCA tomando en cuenta la existencia del
Plan Colombia?
¿Estaría el gobierno de Ecuador en condiciones de oponerse al ALCA, dado el grado de subordinación
económico−financiero que padece, contando en su territorio con ese enclave militar regional que significa la
base de Manta y hoy cuando el Plan Colombia se ha convertido en Iniciativa para la Región Andina?
¿Podrá el gobierno de Argentina oponerse al ALCA cuando los propios EE.UU. le han brindado como
respuesta al pedigüeño limosneo, un sonado caso omiso a sus reclamos?
¿Estaría el actual gobierno de Uruguay en capacidad de oponerse al ALCA cuando trata de hacer méritos con
el amo del norte al ofrecerse de patrocinador la mañosa injusticia contra Cuba en la Comisión de Derechos
Humanos de Naciones Unidas y llegar al punto de romper relaciones diplomáticas con el único país capaz de
enfrentar en verdad y resueltamente la política de EE.UU.?
A esto ha de sumarse el cuestionamiento a un gobierno como el de Chile que lejos de alguna postura de
oposición trata cada vez más de desmarcarse de sus iguales del hemisferio y acercarse cada vez más al amo
del norte.
Para ellos y otros gobiernos puede resultar difícil asumir posiciones opuestas, más cuando hoy bajo la
concepción de hegemonismo global de parte de EE.UU., el ALCA significa no un hecho en si, sino toda una
concepción que trasciende las fronteras latinoamericanas, significa el relanzamiento del sistema de poder ante
el estado de crisis que atraviesa el modelo neoliberal (ya intentado a través del AMI), significa un nuevo
modelo fundamentado en una mayor dosis de neoliberalismo, resulta un ensayo más del sistema capitalista
preconizado por EE.UU. y trabajado en su laboratorio natural: América Latina, donde las dificultades para
oponerse no pueden constituir un impedimento absoluto para el enfrentamiento, siempre y cuando exista la
voluntad política necesaria para ello, voluntad que sin lugar a dudas contaría con el respaldo de los pueblos.
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En medio de esta complicada coyuntura, los pueblos comienzan a comprender la triste realidad y el peligro
que les depara la concreción de este acuerdo, comenzando a movilizarse en aras de enfrentar y rechazar tal
engendro.
Hoy crece el número de entidades que se organizan en amplias redes para luchar contra el ALCA,
constituyendo no obstante una premisa fundamental, la acción coordinada y en unidad para que sus gestiones
fructifiquen y podamos librarnos de ese demoledor zarpazo.
Son los pueblos quienes deben decidir sobre sus destinos y para ello hace falta una mayor comprensión del
peligro que nos acecha, para entonces estar en mejores condiciones de luchar.
Decir No! Al ALCA es impedir que los países del continente pierdan lo poco que les resta de soberanía.
Somos actualmente 224 millones de habitantes, de los cuales 90 millones viven bajo la línea de la miseria, o
sea con una renta mensual equivalente a menos de US$ 30 dólares. Al transformar a América Latina y el
Caribe en una mera hacienda de los Estados Unidos, todos nuestros países quedarán aún más sujetos a la
injerencias de la Casa Blanca, reforzando la dependencia económica, política, cultural, tecnológica y hasta
monetaria.(2)
Resulta una responsabilidad histórica de los pueblos exigir a sus gobiernos entregistas que sean consecuentes
con el más elemental sentido de independencia y soberanía, así como trasladar la confianza de que otro mundo
es posible, otro mundo basado en la justicia social y el pleno derecho a la autodeterminación.
ALCA: no es solo anexión
Entrevista a Jed Jakobsen, Presidente de la Central Única de Trabajadores de Brasil
El dirigente laboral brasileño Jed Jakobsen estuvo en Quito en las reuniones de oposición al Área de Libre
Comercio de las Américas (ALCA)
¿Cómo ve Brasil el proceso para el ALCA con un trabajador en el poder?
Existe una visión de la opinión pública sobre las desventajas para Brasil. Por ejemplo, el sector industrial,
químico, electrónico, papel, etc., son industrias que no pueden competir con los estadounidenses. Las
empresas cerrarán, el desempleo aumentará y se incrementará el déficit comercial brasileño. El único que
gana es el exportador. Por ejemplo, el de azúcar, calzado, etc. Entonces, hay que mirar los acuerdos
comerciales estadounidenses. Allí se ponen límites en los sectores en que Brasil es un buen exportador. Por
ello se entiende claramente que no es un proceso del que saquemos un beneficio. Y esa es una visión general
que se tiene en Brasil.
¿En qué se modifica esto con Lula en el Gobierno?
Lula dijo claramente en su campaña que el ALCA dentro del diseño que planteó el Gobierno estadounidense
no es un acuerdo de integración sino uno de anexión. Por lo tanto, el Gobierno va a tener que rechazar el
acuerdo o salirse de las negociaciones. Claro que hay que ver cómo se hace esto sin provocar un rompimiento
mayor con EE.UU. o con los demás países. Esto es lo que esperamos con el nuevo Gobierno.
En ese escenario, ¿es la Unión Europea la alternativa al ALCA?
Un acuerdo similar al de la Unión Europea es posible en América Latina bajo ciertas condiciones. Pero eso no
va a suceder jamás mientras participe EE.UU. El ALCA es solo un acuerdo de libre comercio. El proceso
europeo es de integración económica. Para moverse desde el primero al segundo hay que pasar por varias
fases. Una de ellas es construir mecanismos macroeconómicos comunes.
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¿A qué se refieren éstos?
Por ejemplo, la tarifa arancelaria común. Es inimaginable pensar que EE.UU. se siente a discutir con Ecuador
u otro país, sobre cuál va a ser su nuevo arancel. Eso significaría violar sus conceptos de soberanía. Siempre
los Estados Unidos han hablado, desde su independencia, de ese concepto. Quizá en América Latina también
podamos hacerlo.
¿Qué otros mecanismos macroeconómicos pueden aportar a este objetivo?
No se puede pensar en un proceso de integración entre Paraguay y Brasil, por ejemplo, si Paraguay no eleva
su nivel de productividad o desarrollo económico, de lo contrario, se tratará solo de una anexión. El país más
grande, solo por serlo, ya saca provecho del acuerdo. Por eso es que la Unión Europea tuvo que invertir
muchos recursos en Portugal, Grecia, Irlanda y España, para que esos países que estaban retrasados alcancen
un equilibrio con las demás naciones del grupo.
José Martí: profeta del ALCA
José Martí, en La Revista Ilustrada, publicada en Nueva York, en mayo de 1891, advirtió a los pueblos de
América sobre las amenazas de una unión desequilibrada, impuesta por los intereses de los poderosos. "A
todo convite entre pueblos hay que buscarle sus razones ocultas", escribía Martí, quien, como periodista,
conoció los detalles de la primera Conferencia Internacional de las Américas, realizada en Washington.
"Ningún pueblo −decía el cubano− hace nada contra su interés; de lo que se deduce que lo que un pueblo hace
es lo que está en su interés": Y ese interés, plasmado en una declaración oficial estadounidense, en mayo de
1888, era "fomentar la unión aduanera" para "asegurar mercados más extensos". Ese mismo interés es
defendido por Jorge Bush II, en un esfuerzo que sintetiza "nuestra más grande empresa −nuestra meta−, crear
un Área de Libre Comercio de las Américas", al decir de Robert B. Zoellick, secretario de Comercio de
EE.UU., en una exposición hace pocos días, en la Sexta Conferencia Anual de las América del Miami Herald.
El ALCA es una apuesta de última instancia. Con un gran esfuerzo multilateral, los EE.UU., apoyados por una
pléyade de ideólogos, mercaderes y mercenarios, pretenden enraizar las reformas estructurales de inspiración
fondomonetarista. Neoliberalismo para siempre, parece ser la divisa que mueve tanto fundamentalismo y no
poca ignorancia. Transformando al ALCA en un caballo de Troya quieren vencer la resistencia y frenar el
creciente descontento en contra del ajuste interminable, expresado continentalmente en las urnas y en las
calles. Este equino, a diferencia de su antecesor griego, tiene su panza de cristal. Eso es una ventaja, permite
identificar sus razones ocultas. Y el conocimiento de éstas alienta el rechazo.
No al anexionismo planteado por el ALCA es una urgencia vital, pero insuficiente. Una oposición creativa
debe plantear simultáneamente la unión de los pueblos latinoamericanos y caribeños para hacer posible otra
integración, que permita, ejercitando aquello de que unión hace la fuerza, establecer vínculos armónicos y
equilibrados con las otras naciones del planeta. Y para ello se cuenta con varias pistas.
Sabiendo lo que no se quiere, la construcción de un futuro de dignidad será cristalizado a través de un proceso
político, social y cultural que no se agota en lo económico. Con un ejercicio democrático y absolutamente
transparente, los pueblos de América deben ir ratificando el contenido y la forma de una integración
sustentada en la cooperación, la solidaridad, la reciprocidad y la complementariedad, sobre bases de equidad y
sustentabilidad. Esta opción implica incorporar a otros actores, pues la sociedad no se compone sólo de
burocracias y grandes empresarios.
Esta nueva integración, que será la sumatoria de múltiples visiones, nunca la imposición de pensamiento
único alguno, cristalizará un proyecto de vida diferente. Y esto exige no caer presa de los cantos de sirena del
ALCA: hay que abrir los ojos para identificar "el peligro de abrirse por concepto de cortesía o por impaciencia
de falso progreso, a una política que atrae por el abalorio de la palabra y los hilos de la intriga", como
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recomendaba hace más 100 años Martí, profeta del ALCA.
Expectativas infundadas del libre comercio para América Latina y el Caribe
Está bastante extendida la idea que las tarifas arancelarias no son el principal obstáculo para el acceso de los
productos latinoamericanos al mercado norteamericano, pues ciertamente los aranceles son bastante bajos
(3−5%). Es real que la utilización discrecional de otros mecanismos no arancelarios tienen un peso mayor en
la creación de barreras al comercio, pero ello no niega la existencia de barreras arancelarias que afectan a
renglones importantes de la pauta exportadora latinoamericana y caribeña.
Los productos textiles, las confecciones, el calzado, el tabaco, las bebidas y los alimentos , que tienen un peso
significativo en las exportaciones latinoamericanas son afectados por altos aranceles, en algunos casos de
hasta 350% (las llamadas crestas arancelarias) o por aranceles que duplican y triplican el promedio; en el caso
de los alimentos, bebidas tabaco y productos agropecuarios el arancel promedio es de 13,3% , mientras para el
calzado, las confecciones y textiles son gravados con un arancel promedio de 10.2%.
Además están los aranceles específicos, que se calcula afectan al 50% de las importaciones agropecuarias de
los Estados Unidos.
En el caso de Canadá el obstáculo arancelario es todavía mayor; con un arancel promedio de 7.5% ,
importantes rubros de exportación para los países latinoamericanos están gravados con aranceles muy
superiores al promedio. A los productos de origen animal se les aplican aranceles 8 veces superiores al
promedio; los productos lácteos son gravados con aranceles entre 270−341%; las carnes en conserva con
276%, las carnes blancas con 263%, los quesos con 260% y otros preparados alimenticios con 224%.
Mención especial merece la progresividad arancelaria que estimula las importaciones desde nuestros países
con un bajo nivel de elaboración mientras sanciona con altos aranceles los productos manufacturados, que son
los más dinámicos en el comercio internacional. A manera de ilustración puede tomarse lo que ocurre con el
acceso de los productos de la cadena textil al mercado canadiense: los no procesados tienen un arancel del
1.1% y los manufacturados 15.4% .
El mensaje del "libre mercado" para nuestros países es claro: consoliden su condición como exportadores de
productos primarios
EXPECTATIVAS INFUNDADAS
En torno al libre comercio se construyen toda suerte de mitos, entre ellos el de que todos ganan y en
Latinoamérica y el Caribe la mayor expectativa se asocia a la posible atracción de inversiones al calor del
acuerdo. Un estudio realizado en los Estados Unidos titulado Trade Promotion Authority: Briefing Books,
cuyo objetivo es crear un ambiente favorable entre los norteamericanos a la concesión del fast track al
Ejecutivo plantea algunos argumentos que sería interesante divulgar entre los latinoamericanos. El 78.9% de
las inversiones norteamericanas en el exterior se localizó en países de altos ingresos, de lo que obviamente se
infiere que América Latina no es una región priorizada como destino de las mismas.
Ya fin de tranquilizar a la opinión pública sobre la posibilidad de que ocurra un desplazamiento de inversiones
hacia los países del ALCA el mencionado texto señala que en el período 1990−1998 las inversiones
acumuladas en Canadá y México crecieron a una tasa promedio anual del 6.3% más baja que la acumulada
por el resto del mundo.
En su ánimo de persuadir al público norteamericano sobre las bondades del libre comercio plantea que detrás
de las inversiones van las exportaciones, razón por la que ya en 1997 el 31.8% del total de las exportaciones
norteamericanas eran exportaciones norteamericanas a sus filiales en extranjero; a ello se añade que este
11
proceso tiene un efecto positivo en la creación de puestos de trabajo y prueba de ello es que las compañías
norteamericanas que invierten fuera de los Estados Unidos emplean 19 millones de trabajadores
norteamericanos, lo que representa el 15% de los puestos de trabajo del sector privado.
Muchos sectores de América Latina y el Caribe se miran con respecto al ALCA como México en el TLCAN
(NAFTA), sin tener en cuenta que América Latina no tiene igual significado que aquel, considerado la
segunda frontera de Estados Unidos y hacia el cual las ETN de ese país desarrollan una estrategia diferenciada
con vistas a ganar eficiencia en la competencia con sus rivales europeos y asiáticos en el propio mercado
norteamericano, mientras el objetivo hacia otras subregiones del hemisferio es el acceso a los mercados y a la
explotación de recursos naturales.
No se puede obviar el papel que han jugado los medios y algunas instituciones en el sobredimensionamiento
de los aspectos positivos de la experiencia mexicana a partir del comportamiento de determinados indicadores
macroeconómicos que son interpretados como parámetros de una inserción exitosa en la economía
globalizada.
VEAMOS ALGUNOS DE ELLOS:
El mito fundador: México el mayor exportador de América Latina . En un corto período de tiempo devino el
primer exportador latinoamericano, aportando en el año 2000 el 47% del total de las exportaciones de bienes,
mientras en 1988 participaba con el 28% de las mismas, y en 1965 lo hacía con el 10%. .Sin embargo, habría
que agregar dos elementos: primero, casi el 50% de esas exportaciones corresponden al régimen de maquila,
con las características de volatilidad económica que caracterizan ese sistema; segundo, gran parte de las
exportaciones realizadas por México son realmente hechas por empresas norteamericanas. De las 25 mayores
empresas exportadoras latinoamericanas, 18 están ubicadas en ese país, pero de ellas 12 son empresas
privadas extranjeras.
El crecimiento de las exportaciones no es un reflejo del desarrollo de la industria nacional, por el contrario, el
contenido mexicano en las exportaciones se reduce cada vez más. En 1983 las exportaciones tenían un 85.9%
de contenido nacional (incluye maquila) en 1996 sólo lo tenía el 41.8%.
En las exportaciones no provenientes de la maquila, en 1983 el 91.4% era de contenido nacional, pero ya en
1996 sólo lo tenía el 37% de las mismas.
En las exportaciones de maquila contando el aporte de la mano de obra en 1983, el contenido nacional era de
22.4%, y en 1996 de 17%; si se excluye la mano de obra el contenido nacional de la maquila sólo alcanza el
2%.
Otra peculiaridad del desarrollo exportador mexicano bajo el TLCAN ha sido el cambio en la estructura de las
importaciones, si cinco años antes del acuerdo las importaciones de bienes de capital mostraban una tendencia
creciente, lo cual podía hacer pensar en la innovación de la planta productiva del país, con el TLCAN se
produjo un cambio en el patrón de importación y el 77% son bienes intermedios y materias primas, muchos de
los cuales hace diez años eran fabricados en México , pero como uno de los principios de los nuevos acuerdos
comerciales es la eliminación de los requisitos de desempeño a la inversión extranjera, sin detenerse en los
costos sociales y económicos del cierre de esas industrias esos suministros comenzaron a importarse, sin que
ello se justificara por la ineficiencia de la producción mexicana.
Los países de América Latina y el Caribe son llamados a destilar eficiencia, pero cuando el diferencial de
eficiencia los favorece, las reglas del juego cambian; el caso del acero habla por sí solo. Al decir de Stiglitz:
"A menudo los Estados Unidos manifiesta que, si bien el comercio es bueno, las importaciones no lo son". En
el mundo globalizado las reglas no son globales, para los países industrializados existen instrumentos de
política comercial cuyo uso al parecer está vedado a los países subdesarrollados. Las asimetrías no se dan sólo
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en el tamaño de las economías y en los niveles de desarrollo relativo, sino en la capacidad de imporner agenda
e instrumentos; por lo general el instrumento fundamental de protección comercial de los países
subdesarrollados son las barreras arancelarias, mientras los desarrollados aplican un complejo arsenal de
barreras no arancelarias como las cuotas a la importación, prohibición total o temporal a la importación de un
producto autorizado, salvaguardas, impuestos y gravámenes adicionales, impuestos internos que discriminen
el producto importado con respecto al nacional, establecimientos de precios mínimos de importación,
aplicación de medidas antidumping, subsidios, derechos compensatorios, licencias de importación no
automáticas, controles sanitarios y fitosanitarios, productos sujetos a evaluación de conformidad, requisitos
relativos a embalajes, rotulación (lo que incluye exigencias especiales en canto al tipo y tamaño de las letras y
traducción en las etiquetas de los productos), por sólo citar algunos.
En su conferencia magistral desarrollada en el IV Encuentro de Economistas sobre la Globalización y
Problemas del Desarrollo, celebrada en Ciudad de La Habana en febrero de 2002 Joseph Stiglitz, Premio
Nobel de Economía en 2001 señalaba: "Cuando trabajé en la Casa Blanca , aprendí tres principios generales:
todo el mundo cree en la competencia, siempre que no sea en el sector propio. El segundo principio es que
todo el mundo está contra las subvenciones, salvo que se apliquen en el sector propio. El tercer principio dice
que todo el mundo cree en la transparencia y la apertura, siempre que no se trate de las instituciones propias
las cuales argumentan la importancia del secreto y el carácter desestabilizador de demasiada información".
Las reglas del juego no son simétricas y los beneficios aparentes de un acuerdo como el ALCA que sigue lo
pautado en el TLCAN, en esencia son la destrucción de la industria nacional y de cadenas productivas
nacionales y/o regionales, en beneficio de las grandes empresas transnacionales y de los segmentos del capital
nacional aliados a esos intereses. La "maquilización" de América Latina y el Caribe sustituirá a la industria
nacional; los directivos de las corporaciones transnacionales a los gobiernos convertidos en administradores;
empleos precarios por su cobertura y de dudosa calidad por su baja productividad a la fuerza de trabajo
empleada en la esfera productiva; las estrategias empresariales a las estrategias de desarrollo; y los mercados a
la nación.
El ALCA visto desde los Estados Unidos
APOYO ENTUSIASTA DE WALL STREET
Las conversaciones y entrevistas de los hombres de negocios y de los banqueros de Wall Street, las opiniones
de los editores financieros y de los representantes del gobierno en Washington y la lectura de periódicos
económicos y documentos públicos nos indican que el ALCA goza de un apoyo entusiasta y casi unánime en
este país. La confederación sindical AFL−CIO, que en cualquier caso carece prácticamente de poder, está
tratando de imponer tarifas a las exportaciones de América Latina para proteger a los trabajadores
estadounidenses, pero si hacemos abstracción de algunos grupos afines a iglesias cristianas y de las
organizaciones latinoamericanas de solidaridad que se oponen al ALCA, el resto de la opinión pública
estadounidense ni siquiera conoce la existencia de este acuerdo comercial.
Tales premisas nos permiten plantear diversas preguntas: (1) ¿Cómo es posible que tras el fracaso de las
políticas de libre mercado aplicadas durante las dos últimas décadas en América Latina y la pobreza cada vez
mayor que sufre México bajo el NAFTA exista un respaldo tan firme por el ALCA?; (2) ¿Por qué sería
necesario el ALCA, si las compañías multinacionales estadounidenses y europeas han prosperado bajo el
actual marco neoliberal? y (3) ¿En qué aspecto de la estrategia de guerra global de la administración Bush
encaja el ALCA?
LA TRANSICIÓN, DESDE LOS BENEFICIOS EXORBITANTES AL ALCA. LOS BANQUEROS
ESTADOUNIDENSES Y EL FESTÍN DEL ALCA
Entre los años 1990 y 2002 −la "edad de oro del neoliberalismo"− los bancos y las compañías multinacionales
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obtuvieron un trillón de dólares en beneficios, intereses de la deuda y regalías provenientes de América
Latina. Además, la elite latinoamericana expatrió cerca de novecientos mil millones de dólares de "dinero
sucio" (fondos de origen ilícito) por mediación de los bancos estadounidenses y europeos. Éstos, durante el
mismo periodo, adquirieron más de 4000 lucrativos bancos públicos, compañías de telecomunicaciones, de
transportes, petroleras y mineras, y de venta al por menor en toda Latinoamérica, pero sobre todo en
Argentina, México y Brasil. El superávit del comercio de los Estados Unidos con América Latina compensó
más del 25% de su déficit con Asia o más del 50% con Europa. Las tasas de beneficios e intereses de las
compañías multinacionales y de los bancos estadounidenses en Latinoamérica duplicaron y triplicaron su
rentabilidad en los Estados Unidos. Dichas empresas, al relocalizarse en el cono sur, fueron capaces de reducir
sus gastos laborales en un 70 a 80%; la parte del mercado de venta al por menor en Latinoamérica se
incrementó de manera exponencial por mediación de los bancos y de las compañías filiales, sobre todo en la
comida rápida, en los centros comerciales y en los bienes raíces. En otras palabras, las políticas de "libre
mercado" dieron lugar a resultados diametralmente opuestos: por un lado, los beneficios más inmensos y la
mayor presencia de multinacionales estadounidenses en América Latina de todo el siglo XX y principios del
XXI y, por el otro, el crecimiento más bajo durante el mismo período en la región, especialmente en
Argentina, Brasil y México. La pobreza y el estancamiento de América Latina es un producto de la
concentración y la centralización de la riqueza, así como de la expansión de los Estados Unidos.
Los banqueros estadounidenses son de la opinión que los regímenes "neoliberales" fueron un éxito resonante
y consideran que el ALCA profundizará y prolongará los años literalmente dorados de 1990 a 2002. Las
transferencias masivas de riqueza hacia el "norte" han limitado la acumulación y el crecimiento local; la
privatización ha conducido a beneficios cada vez mayores y a un desempleo creciente; la desregulación
bancaria ha permitido que los bancos estadounidenses se apropien de los ahorros locales y transvasen de
manera ilegal miles de millones de fondos ilícitos desde América Latina a los Estados Unidos (entre los cuales
se encuentran los cien millones de dólares que el Citibank desvió a nombre de Raúl Salinas de Gortari),
mientras que, al mismo tiempo, los productores locales se enfrentaban a elevadas tasas de interés y a un
crédito exiguo; el "proteccionismo y el mercado libre" asimétricos han conducido al control del comercio al
por menor, de las telecomunicaciones y de los bienes raíces por parte de las compañías estadounidenses, así
como a cupos y restricciones a las exportaciones latinoamericanas de productos agrícolas (cítricos, azúcar,
algodón, langostinos, etc.), del transporte, de los textiles y de otras muchas mercancías. Si excluimos el
petróleo y los productos de las plantas de montaje −de propiedad extranjera−, que poseen un bajo valor
añadido, el porcentaje de las exportaciones latinoamericanas en comparación con las exportaciones de los
Estados Unidos ha disminuido considerablemente. Si este inmenso volumen de riqueza que se esfumó en
dirección de los Estados Unidos se hubiese invertido en América Latina durante la pasada década, el nivel de
vida habría aumentado allí un 40% y los sistemas nacionales de salud y educación habrían mejorado
enormemente.
La conclusión está bien clara: el apoyo de los Estados Unidos al ALCA se debe a los beneficios exorbitantes
que obtienen con las políticas de libre mercado y a la creencia de que el acuerdo consolidará el marco
necesario para la continuidad de las ganancias. La desintegración de las economías de América Latina y la
descomposición de sus sociedades únicamente entrarían en los cálculos de Wall Street y Washington si
llegaran a producirse revueltas populares, en cuyo caso Washington está preparado para imponer un control
militar, pero no para modificar las condiciones de explotación.
LA NECESIDAD DEL ALCA. CON EL ALCA NO HABRÍA IMPEDIMENTOS AL PILLAJE
IMPERIAL
El ALCA es una continuación necesaria del "libre mercado" porque establece una base institucional legal y
formal para la absorción absoluta de los recursos, ahorros, mercados, comercio y empresas de América Latina.
Tal como hemos visto más arriba, el neoliberalismo ha obtenido un tremendo éxito para Wall Street, pero
todavía existen pequeños espacios de control local, así como unas pocas y debilitadas leyes restrictivas
nacionales y sociales y, en algunos casos, regímenes endebles incapaces de poner en práctica en su totalidad
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las políticas de Washington a causa de la presión popular. El ALCA permitirá la abolición de dichos
impedimentos que limitan el pillaje imperial. Tal como ha sido concebido, las políticas económicas del ALCA
serán dictadas por una comisión dominada por los Estados Unidos, de la misma manera que dominó la OEA,
la BID y otras organizaciones regionales. Los reglamentos del ALCA serán impuestos por un personal
administrativo y por alianzas militares bajo el control de los Estados Unidos. El ALCA nace ya adulto de la
matriz neoliberal, pero es también un intento de que sus políticas y estructuras se vuelvan "irreversibles". El
ALCA, tras eliminar los organismos legislativos y ejecutivos locales sujetos a la influencia popular, los
sustituirá por comisarios no elegidos bajo la dirección de los departamentos estadounidense del Tesoro y del
Comercio, que supervisarán y formularán las políticas destinadas a una mayor penetración de los Estados
Unidos, así como a proteger a las empresas estadounidenses de cualquier competición, a expensas de sus
contrincantes europeas y de los productores latinoamericanos.
Por último, las compañías multinacionales estadounidenses consideran que el ALCA es un medio para
impedir que sus rivales europeas se hagan con los lucrativos recursos latinos y con partes del mercado. Dado
el cada vez mayor déficit comercial de los Estados Unidos con el resto del mundo, el ALCA permitirá
incrementar los excedentes comerciales y facilitar las transferencias hacia el norte del "dinero sucio". El
desmoronamiento de los regímenes neoliberales que les sirven de clientela, así como el auge de los
movimientos populares y la elección en las urnas de regímenes progresistas, hacen que el ALCA se proponga
arrebatar el poder de la toma de decisiones de manos de su desacreditada clientela para ponerlo en las de
funcionarios imperiales.
EL ALCA Y LA ESTRATEGIA DE LA GUERRA GLOBAL DE BUSH. ¿PERMITIRÁN LOS
MOVIMIENTOS POPULARES LA JAULA DEL ALCA?
Mientras que los funcionarios económicos estadounidenses se ocupan del trabajo preparatorio previo al pacto
del ALCA en el año 2005, las autoridades de alto rango de la administración Bush cumplen un trabajo
diferente, pero paralelo: la conquista militar y el monopolio de los recursos estratégicos petroleros a través de
la guerra y posterior ocupación de Iraq, así como de probables guerras futuras y colonizaciones de otros países
productores. Los intensos esfuerzos de Washington por fomentar un golpe militar en Venezuela y promover
una guerra total en Colombia son el punto de convergencia entre la conquista por la fuerza de los recursos
petroleros y América Latina.
El predominio de la ultraderecha militarista en el régimen de Bush (Wolfowitz, Perle, Cheney, Rice y
Rumsfeld) significa que, al menos de manera temporal, la guerra y las políticas represoras tienen prioridad por
encima de las económicas, incluido el ALCA. Washington asume que su clientela de regímenes
latinoamericanos y el activo de que dispone entre los serviles ministros de asuntos exteriores se ocuparán de la
promoción del ALCA. Desde el punto de vista estratégico, si fuera necesario imponerlo, los señores
estadounidenses de la guerra confían en sus lazos cada vez mayores con los militares y la policía secreta de
América Latina (eso que se suele denominar fuerzas de seguridad y servicios de "inteligencia).
Estudiado con objetividad, el énfasis que pone el régimen de Bush en la conquista militar se sustenta en el
enorme déficit económico actual y en la esperanza de los futuros beneficios monopolísticos que obtendrá tras
controlar el petróleo del Oriente Próximo y Venezuela. Mientras tanto, en el período de "transición" que va
del déficit actual a las ganancias futuras, Washington trata de exprimir América Latina para obtener la
diferencia. Sin embargo, los cálculos de Washington y de Wall Street no tienen en cuenta el alcance y la
profundidad de la emergente ola de movimientos populares contra el ALCA y su brazo militar; mientras que
Washington se ocupa de sus proyectos de construcción imperial, las masas están cada vez más inquietas y la
clientela de regímenes neoliberales empieza a convertirse en un accidente de la historia. Queda por dilucidar
la cuestión de qué ocurrirá en primer lugar: ¿Crearán los movimientos populares regímenes nacionalistas y
socialistas antes de que Washington pueda encerrarlos en la jaula del ALCA? Yo apuesto por los movimientos
populares.
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NOTA DEL TRADUCTOR:
ALCA: Área de Libre Comercio de las Américas.
AFL−CIO: American Federation of Labour merged with Congress of Industrial Organisations.
NAFTA: North American Free Trade Agreement.
OEA: Organización de Estados Americanos
BID: Banco Interamericano de Desarrollo.
El ALCA, ni prójimo de la Unión Europea
En algunos escenarios no faltan voces que comparan el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) con
la propuesta de integración que dio lugar a la Unión Europea. Si los europeos se unen, por qué no los
americanos, se preguntan algunas personas. Detrás de este planteamiento, aparentemente razonable, hay claros
intereses y también un marcado desconocimiento del tema.
Para empezar, el diseño del ALCA, su lógica y los ritmos planteados para su introducción son dictados por los
EE.UU. En realidad no ha habido un intento real para proponer ajustes desde una perspectiva latinoamericana.
Y no sólo eso, no hay condiciones para que algún país latinoamericano, ni siquiera Brasil, pueda proponer
cambios sustantivos. Inversiones y comercio agotan la propuesta. No se plantean esquemas políticos e
institucionales compartidos. Por ningún lado asoman compromisos sociales o ambientales, más allá de los ya
contemplados en varios tratados internacionales, algunos de los cuales no han sido ratificados por los EE.UU.
El ALCA, en definitiva, sintetiza la pretensión de Washington para ampliar a todo el hemisferio la vigencia
del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), cuyo peso es determinante en esta
integración puramente mercantilista. Como reconoce Susanne Gratius, en un interesante análisis realizado
desde la visión europea, difundido por la Fundación Friedrich Ebert (ver www.lainsignia.org), "el ALCA es
preminentemente una iniciativa de EE.UU. para mantener su competitividad económica e influencia política
en el mundo".
Mientras el ALCA gira alrededor de la "teología" del libre mercado, la iniciativa europea, que también apoya
la integración comercial, se ajusta a una dimensión política−institucional y social. Frente a la práctica
asimétrica que se deriva del librecambismo yanqui, en Europa se incorporan criterios de equidad; basta
recordar los fondos de cohesión y los fondos regionales para apoyar financiera y técnicamente a los países de
menor desarrollo relativo para que alcancen el nivel de las naciones más ricas (como sucedió con España),
algo que no asoma por lado alguno en el ALCA. En la Unión Europea se construyen espacios para el diálogo
político entre sus países miembros: el Parlamento Europeo, por ejemplo; hay un esfuerzo sostenido por
configurar un marco jurídico común: el Tribunal Europeo de Justicia, para citar otro ejemplo; y aún el
esquema de unificación monetaria, a partir de una largamente trabajada convergencia de políticas económicas,
transformó a la renuncia de las monedas nacionales en una opción para ganar en soberanía regional, a través
de decisiones democráticas; como muestra adicional de las diferencias con Europa asoma la dolarización
unilateral de las economías latinoamericanas, alentada de diversas maneras por los grupos de poder de
Washington, que son los mismos que impulsan el ALCA con el apoyo de un entusiasta coro de intelectuales e
ignorantes orgánicos.
Mercado común sí, pero con equilibrio social y con coordinación política, asoman en la estrategia europea;
proceso en el que no están ausentes debilidades y contradicciones. A pesar de eso, hay mucho que aprender de
Europa, sin llegar a la copia simplona de su experiencia integracionista.
¡Arriba las manos, esto es el ALCA! (Historias de genios sin ingenio)
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Hay un cuento en el cual un tipo encuentra una lámpara de la que brota un genio. Pasado el susto, el suertudo
le pide al genio de la lámpara no ver más a su suegra. Cumpliendo con el deseo, el genio le arrancó los ojos.
Me vino a la mente esta historia al leer que el genio George W. Bush, propuso talar los bosques para terminar
con los incendios forestales. La propuesta fue enunciada el 22 de agosto en Oregón, uno de los grandes feudos
de las empresas madereras, uno de los sectores que otorgó mayor apoyo económico a la campaña presidencial
de Bush en el 2000, según el grupo ecologista Cascadia Forest Alliance.
Por asociación de ideas recordé a otros "brillantes" exponentes de la política estadounidense y de esa
particular forma de ver el mundo y sus problemas. Lyndon Johnson solía decir: "Cinco dólares gastados en el
control de la natalidad son más rentables que cien dólares aplicados al crecimiento económico". Por su parte,
Robert McNamara argumentaba que el problema de los pobres del mundo no era que recibieran poco, sino
que eran muchos, y que resultaba más barato matar a un guerrillero en el vientre de su madre que más
adelante en las montañas.
Entonces, con estos ejemplos y la última ocurrencia del inefable Bush, podríamos deducir que desde Estados
Unidos se propone:
−Para terminar con el hambre, matemos a los pobres.
−Para acabar con las inundaciones, sequemos los ríos.
−Para hacer crecer nuestra economía, achiquemos las otras.
−Para reproducir nuestra agricultura, castremos las semillas del Tercer Mundo, pues de castrar campesinos y
asalariados rurales se encarga desde hace años el agrotóxico DBCP.
−Para vender más, derribemos todas las fronteras, menos la nuestra, al grito de: ¡Arriba las manos, esto es el
ALCA!
−Para ganarle al analfabetismo, juntemos a todos los analfabetos y perdámoslos por ahí.
−Para poner fin a las denuncias sobre el recalentamiento de la Tierra, confinemos en la Antártida a los
ecologistas, similares y afines.
−Para mejorar los índices de empleo, combatamos a los desempleados.
−Como buena parte de la humanidad morirá de sed, privaticemos los acuíferos ya, una medida que ayudará al
destino y también al beneficio económico de nuestras empresas.
Es por ello que también:
−Para acabar con los ataques terroristas, debemos ser los únicos terroristas.
−Para defender la democracia, se apoyarán todos los golpes de Estado.
En honor a la verdad, debemos señalar que esta lógica ha traspasado las fronteras estadounidenses y hoy es
posible advertirla por estas latitudes del Río de la Plata. En Argentina, Mauricio Macri, presidente del club de
fútbol Boca Juniors y candidato a jefe del gobierno porteño, dijo la semana pasada refiriéndose a las personas
que hoy se ganan la vida juntando cartones entre la basura: "Es tan delito robar la basura como robar a un
señor en la esquina", y "además (los cartoneros) no pagan impuestos".
En Uruguay, un general retirado afirmó, tras ser consultado sobre las largas colas que hace la gente para
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recibir un plato de comida: "Sí, hay hambre, pero también hay mucha gente que no quiere cocinar". Al día
siguiente un paisano llamó a Radio Centenario, y comentó: "Mire, puede ser, yo tenía un amigo que dormía
en el piso para no hacerse la cama".
El abismo entre las ilusiones y los efectos del ALCA
El acuerdo de libre comercio para América Latina (ALCA) es un proyecto estratégico de Estados Unidos
dirigido a consolidar su dominio de la región, a través de nuevos mecanismos de penetración comercial,
mayores controles de la inversión y refinadas formas de supervisión de los flujos financieros. Pero la puesta
en marcha de este plan se aceleró abruptamente en los últimos meses por tres necesidades coyunturales de la
gran potencia: atenuar los efectos de la inminente recesión económica, detener el avance europeo en la zona y
reforzar las alianzas militares frente al deterioro de muchos regímenes políticos latinoamericanos.
El ALCA comenzó a diseñarse hace siete años, pero estuvo congelado hasta 1998. La iniciativa tomó un
nuevo impulso bajo la presidencia de Bush y en las recientes cumbres de Buenos Aires y Quebec apareció la
propuesta de adelantar la fecha de inicio del convenio al año 2003. La motivación inmediata de Estados
Unidos es la búsqueda de un desahogo comercial externo frente a la desaceleración de su economía. A
diferencia de Asia y Europa, la región constituye un nicho exportador para las compañías norteamericanas,
que podrían incrementar sensiblemente sus exportaciones si el dólar comienza a declinar en el próximo
período [2].
El ALCA apunta a frenar a la competencia europea trabando las negociaciones de otros acuerdos libre
comercio, que particularmente promueve España a través de las cumbres iberoamericanas. Frente a este
desafío las 500 corporaciones estadounidenses más vinculadas a Latinoamérica presionan por acelerar el
ALCA tomando como modelo la legislación del NAFTA norteamericano, las cláusulas comerciales de la
OMC y la disciplina financiera del FMI. Las negociaciones inicialmente secretas ya han tomado estado
público y enfrentan una fuerte oposición dentro de Estados Unidos por parte del sector no internacionalizado
de la industria, que perdería posiciones con el acuerdo. Sus representantes lograron impedir que el Congreso
le otorgara a Clinton (y hasta ahora también a Bush) el "fast track" que se necesita para suscribir
aceleradamente los convenios.
El peso de la motivación político−militar para firmar el ALCA es menos visible, pero más decisiva. Desde
hace varios años una escalada de rebeliones populares, rurales y urbanas, con alto nivel de organización y
nítidas demandas sociales conmueve a muchos países de América Latina. Estos movimientos acentúan la
erosión de distintos sistemas políticos, que han perdido legitimidad por su incapacidad para satisfacer los
reclamos populares. El descreimiento en los regímenes vigentes precipita la interrupción de mandatos (Perú),
la disgregación de gobiernos (Ecuador), el colapso de estados (Colombia) y la desintegración de partidos
tradicionales (Venezuela, México).
"Preservar la estabilidad" frente a estas convulsiones es una prioridad del gobierno norteamericano, que
identifica estas crisis con el debilitamiento de su "responsabilidad en la seguridad continental". A través del
ALCA intenta reforzar su intervención militar encubierta en Colombia, el rearme regional asociado a la "lucha
contra el narcotráfico", los ejercicios bélicos tipo Vieques y la presión diplomática para alinear a los gobiernos
latinoamericanos en sanciones contra los países diabolizados por el Departamento de Estado (Cuba, Irak,
Libia, Corea del Norte). Estados Unidos logró desactivar el desarrollo nuclear independiente de Brasil y
Argentina y ahora pretende generalizar internacionalmente estos ejemplos de disciplinamiento, para avanzar
con el proyecto armamentista del escudo antimisiles.
Los viejos argumentos del neoliberalismo
Nadie cuestiona en la actualidad que el ALCA es un proyecto hegemónico de Estados Unidos. Pero al cabo de
una década de preeminencia ideológica neoliberal existen algunas voces que idealizan esta dominación. Si
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tradicionalmente la supremacía de una gran potencia era objeto de crítica inmediata y de acusaciones de
imperialismo y colonialismo, actualmente se escuchan argumentos que reivindican la conveniencia de esta
dominación. Las justificaciones antropológicas, geográficas o raciales son esgrimidas por quiénes afirman que
el ALCA servirá para contrarrestar "la falta de espíritu emprendedor de los latinoamericanos". Presagian que
si la región pierde la oportunidad de encolumnarse detrás del liderazgo norteamericano, no podrá escapar a su
destino de pobreza y decadencia [3].
Pero es muy difícil demostrar que América Latina estuvo alguna vez disociada de este padrinazgo y
especialmente durante la última década de regresión económica y social.
Los cuatro grandes desequilibrios que ha sufrido la región en este período −endeudamiento externo,
especialización exportadora, intercambio desigual y contracción del poder adquisitivo− no son consecuencia
de su distanciamiento de Estados Unidos. Más bien expresan los efectos del estrechamiento de las relaciones
de subordinación con esta potencia. Las crisis económicas padecidas por la región no obedecen a taras
endémicas de los latinoamericanos, sino a la inserción crecientemente dependiente de la zona en el mercado
mundial [4].
Otros analistas argumentan que ya "no alcanza con los mercados internos para salir del subdesarrollo" y
puntualizan que el ALCA contribuirá a perfeccionar "nuestra competencia exportadora" y favorecerá el
ingreso de la región en "el mayor mercado del mundo" [5]. ¿Pero cuáles son los síntomas de agotamiento de
los mercados internos? ¿La opulencia del poder de compra y los niveles de consumo de la población? ¿Y
cómo harán los productos latinoamericanos para penetrar en el mercado más competitivo y exigente del
mundo? ¿De qué forma revertirán las abismales diferencias de productividad que hasta ahora frustraron este
ingreso? Cualquiera de estos interrogantes cuestiona las creencias ingenuas en un despegue regional sostenido
en el ALCA. Pero los "formadores de opinión" no contrastan sus ilusiones con el curso real de los
acontecimientos, sino que simplemente reiteran su confianza en el incremento de las exportaciones y la
afluencia de las inversiones.
Muchos promotores del ALCA son también partidarios de la dolarización, aunque no aportan evidencias de su
conveniencia para las economías centroamericanas que adoptaron esta política cambiaria (Guatemala, El
Salvador). Tampoco registran que en Ecuador este rumbo fue implementado como un recurso de emergencia
frente al colapso financiero. El único país que ha experimentado su vigencia durante un período prolongado
(Panamá) no puede ser presentado como un modelo de erradicación de la pobreza y el desempleo. En las
últimas décadas esta nación debió someterse −cómo cualquier otro deudor regional− a 17 programas de
estabilización del FMI [6].
Es indudable que la dolarización está asociada con el proyecto del ALCA pero no es su condición, ya que en
el gobierno estadounidense existen fuertes divergencias en torno a la utilidad de esta alternativa. Por eso hasta
ahora las naciones latinoamericanas que renuncian al señoreaje de su moneda no obtienen, a cambio, ningún
compromiso de la Reserva Federal de actuar como prestamista de última instancia frente a las crisis bancarias.
Si en las economías pequeñas y comercialmente integradas a Estados Unidos el impacto de esta asimetría
puede ser tolerable, para la Argentina o México semejante desigualdad tendría consecuencias devastadoras.
Por el momento, el interés norteamericano en el ALCA es primordialmente comercial y no está sujeto a un
avance de la dolarización.
Como toda iniciativa empresarial el lanzamiento del ALCA fue rodeada de un gran operativo de marketing.
Mediante esta campaña de ventas se intenta renovar las fantasías que acompañaron en los 90 a los planes de
privatización. Pero como siempre ocurre con el neoliberalismo, el bienestar que se augura constituye una
promesa a futuro, mientras que los sacrificios requeridos para su implementación son exigencias inmediatas.
Nueve áreas de concesiones sin contrapartida
19
A medida que la negociación avanza se escuchan menos alegatos a favor de la "hermandad" y la "integración"
de los americanos y más reclamos de las corporaciones estadounidenses en distintas áreas de la economía.
En el plano de los servicios, las corporaciones estadounidenses pretenden ingresar en los negocios previsional,
educativo y sanitario. Son actividades particularmente lucrativas porque la clase media alta de la región tiende
a recurrir a la prestación privada ante la debacle de los servicios públicos. En el campo de las inversiones se
debate una legislación que otorgará a las compañías extranjeras el derecho de recurrir a tribunales
internacionales con mayores atribuciones que los sistemas jurídicos nacionales. Estos regímenes ya rigen en el
NAFTA y han convalidado indemnizaciones a favor de varias empresas que litigaron contra los estados de
Canadá y México [7].
En el terreno de las compras del sector público se discute eliminar los mecanismos de adquisición preferencial
de bienes entre los proveedores locales. Especialmente en el campo de la construcción los consorcios
norteamericanos podrán barrer a cualquier competidor que no cuente con un acceso equiparable al crédito
internacional [8].
En el plano aduanero, los negociadores estadounidenses apuntan a lograr la total apertura de las economías
latinoamericanas sin aceptar a cambio un mayor flujo de importaciones. Las barreras para−arancelarias de
Estados Unidos abarcan el 34% del nomenclador y funcionan mediante un discriminatorio sistema de
denuncias de dumping. Con este régimen fueron recientemente penalizadas, por ejemplo, las exportaciones
argentinas de miel con un gravamen del 60 %.
La agricultura es el área clave del convenio, porque mientras avanzan en la destrucción de las regulaciones
protectoras del pequeño campesino latinoamericano, las corporaciones del "agro−bussines" obstruyen
cualquier atisbo de la libre competencia en su propio terreno. El secretario de comercio D. Evans ya declaró,
que los subsidios al agro por 97.000 millones de dólares al año que rigen en Estados Unidos "no entrarán en la
discusión del ALCA" [9]. Esta decisión no depende, además, de las negociaciones con América Latina, sino
de tratativas con la Comunidad Europea para que reduzca subvenciones equivalentes. Si esta pugna se
mantiene irresuelta quedarán frustradas todas las expectativas de los exportadores argentinos en el ALCA.
Algunas estimaciones ya anticipan que el saldo final de este convenio para la Argentina sería un aumento del
30−35 % de las importaciones y una reducción del 4 % de las exportaciones [10] El ALCA consagrará
definitivamente los derechos de patente, que tantos beneficios proporcionaron a los sectores del "high tech"
norteamericano luego de la extinción del desarrollo informático local de Argentina y Brasil. Ahora están en
disputa las redituables rentas del negocio farmacéutico, especialmente por el malestar que produce entre las
corporaciones el programa brasileño de lucha contra el sida. Este plan salva vidas y cura enfermos, pero no
satisface las exigencias de lucro de los laboratorios internacionales.
Finalmente, el ALCA autorizará a Estados Unidos a continuar violando los convenios de protección al medio
ambiente. El NAFTA convirtió a varias zonas fronterizas de México en cloacas tóxicas y se estima que el 40
% de los bosques en el estado de Guerrero fueron destruidos como consecuencia del avance de la
contaminación [11]. El ALCA también promoverá una mayor flexibilidad salarial, siguiendo el modelo
implantado en las maquilas mexicanas.
Si se observan globalmente los efectos del acuerdo en todas las áreas es indudable que el ALCA potenciará la
dependencia del ciclo económico regional de la evolución del PBI norteamericano acentuando la
vulnerabilidad de la actividad productiva zonal. EL FRACASO DEL MERCOSUR.
De la forma en que está planeado actualmente el ALCA implica la desaparición del Mercosur, porque la unión
aduanera sub−regional no puede subsistir dentro de una zona general de libre comercio. Para las
corporaciones norteamericanas el Mercosur constituye un terreno de disputa con los rivales europeos y un
marco ya obsoleto para la protección de sus actividades con aranceles y subsidios nacionales o regionales.
20
La intención estadounidense de fracturar la asociación sudamericana se expresa nítidamente en las propuestas
de acuerdos bilaterales con Chile, que recientemente fueron extendidos a la Argentina. Pero la situación de
ambos países es muy diferente, porque Chile tiene una base fabril estrecha y ha desarrollado un comercio
complementario con Estados Unidos a través de ventas mineras, frutícolas y madereras. En cambio la
Argentina todavía conserva cierto desarrollo industrial propio, que sufriría un tiro de gracia con el ALCA
[12].
Pero es indudable que toda la artillería de Estados Unidos está dirigida contra Brasil, que detenta el mercado
más apetecido y el conglomerado industrial más autónomo de las corporaciones norteamericanas. A diferencia
de otras naciones, Brasil no puede acomodarse al ALCA sin renunciar a las posiciones que ha conquistado en
todos los mercados. Por eso su gobierno rechaza adelantar el inicio del acuerdo y busca en Venezuela un
aliado estratégico.
Estas presiones disolventes acentúan la tendencia disgregadora interna del Mercosur.
En su décimo aniversario el deterioro de esta asociación es reconocido por todos sus promotores. No pudo
avanzar en la formación de una moneda común, ni en la creación de instituciones políticas y jurídicas
regionales. Tampoco se afianzaron los acuerdos aduaneros porque el arancel común nunca llegó a
implantarse, no se forjó una instancia de arbitraje de los conflictos y las divergencias en torno a los subsidios
y sistemas de compra gubernamentales no se resolvieron [13].
Pero estas diferencias se profundizaron con la reacción de cada país frente a la crisis de su deuda. Mientras
que Brasil optó por devaluar el real y subir los aranceles, la Argentina apostó a la convertibilidad y a la
apertura. Toda la gama de economistas y políticos [14] que continúan proponiendo "ingresar al ALCA desde
el Mercosur", no logran explicar como podría articularse esta negociación conjunta, si al cabo de una década
no se lograron acuerdos mucho más elementales.
Propuestas para el "otro mundo posible"
A diferencia de la Comunidad Europea el ALCA no crea zonas homogéneas, porque ningún país retrasado
tiende a aproximarse a la economía motriz del acuerdo. No están previstas transferencias presupuestarias del
norte al sur y las brechas de nivel de vida que separan a cualquier país latinoamericano de Estados Unidos se
mantendrán. La causa de las diferencias entre la Comunidad Europea y el ALCA son obvias: la primer
asociación se proyecta como un bloque dominante que desafía a Estados Unidos, mientras que la segunda es
una pieza de la dominación norteamericana para enfrentar esta batalla. Por eso es muy adecuado caracterizar a
esta iniciativa como un proyecto imperialista y recolonizador de América Latina. Si este proceso se consuma
cambiará por completo el carácter de la burguesía regional y quedará zanjada la actual discusión teórica en
torno a su naturaleza dependiente o transnacional [15].
Lo que está a la vista es la incapacidad de la clase dominante latinoamericana para encarar un proyecto
integrador propio. Los pactos andinos y centroamericanos experimentaron el mismo fracaso que ahora
protagoniza el Mercosur. Si durante todo el siglo XX las burguesías regionales no pudieron desarrollar el
programa bolivariano, en la actualidad han perdido el interés en este objetivo porque su nivel de asociación
con el capital metropolitano es sustancialmente mayor.
Los diez años del Mercosur estuvieron también signados por atropellos sin precedentes a las condiciones de
vida de los trabajadores. En lugar de regulaciones laborales comunes y medidas de protección a los
asalariados, en los países involucrados se multiplicó la precarización laboral y el aumento del desempleo. Esta
experiencia permite concluir que un proyecto de integración genuina de los pueblos deberá partir de otros
principios.
En primer lugar deberá basarse en la satisfacción de reivindicaciones básicas como el aumento del salario
21
mínimo, el seguro al desempleo y la gratuidad de la educación y la salud. Coordinar políticas para alcanzar
estos objetivos implica apuntalar la solidaridad y no la competitividad, alentar la estabilidad laboral y no la
movilidad del capital, promover el mejoramiento del nivel de vida y no la eficiencia de los negocios.
En segundo término no hay integración genuina sin remover el obstáculo que interpone la deuda externa para
el desarrollo sostenido como lo demostraron las crisis mexicana de 1995, brasileña de 1998 y Argentina de
2000−2001. La cesación de pagos destruye cualquier esfuerzo de progreso regional y los interminables ajustes
del FMI impiden una reconstrucción complementaria de las deterioradas economías latinoamericanas.
Finalmente, la integración debe estar concebida en perspectiva como parte de un proceso de transformación
socialista, porque el capitalismo constituye un obstáculo insalvable para la superación de la condición
periférica de los países de la región. Existe una ligazón directa entre el viejo sueño de la unidad
latinoamericana y el establecimiento de nuevas formas de propiedad y gestión colectiva de la economía.
El debate de estas propuestas se inserta en el nuevo clima político internacional creado por las protestas contra
la globalización. Los negociadores del ALCA ya experimentaron directamente esta hostilidad callejera en
Buenos Aires y Quebec. Lo novedoso es que muchos manifestantes ya no se limitan a proclamar que "otro
mundo es posible", sino que definen cuál es ese universo deseable y como puede ser alcanzado.
[2]Ver Bilbao Luis. "Democracia amurallada". Le Monde Diplo, mayo 2001, Buenos Aires.
[3]Ver Oppenheimer Andres. "Qué se espera para América Latina" (La Nación, 2 de enero de 2001, Buenos
Aires), "La posible partición de las Américas" (La Nación 6 de agosto de 2000), "Geografía y cultura:
¿factores de progreso?" (La Nación 1 de agosto de 2000).
[4]Desarrollamos este tema en Katz Claudio. "Las nuevas turbulencias de la economía latinoamericana".
Revista Periferias n 8, 2 do semestre de 2000, Buenos Aires.
[5] Grondona Mariano. "América Latina: ¿se salvará con el ALCA?" La Nación, 12 de abril de 2001.
[6] Edwards Sebastian. "El dólar no es la cura mágica" (Clarin 13 mayo de 2001).
[7] Barlow Maude. "Area del libre comercio y la amenaza para los programas sociales" The Councill of
Canadians, www.canadians.org, abril 2001.
[8] IDEP. "Los capitales únicos ciudadanos del ALCA". Nosotros−ATE, marzo 2001, Buenos Aires.
[9] D.Evans. Página 12 , 10 de abril de 2001.
[10]Lucita Eduardo. ALCA un proyecto hegemónico. Realidad Económica 178, febrero− marzo 2001.
[11]Documento del "Comité Argentino contra el ALCA", marzo 2001, Buenos Aires.
[12]Cual será la posición definitiva de la Argentina es un misterio, porque el país se encuentra al borde de la
cesación de pagos y de un eventual colapso deflacionario. Hasta tanto no se emerja de este caos perdurará la
indefinición del gobierno en favor del Mercosur o del ALCA. En la crisis actual se adoptan medidas que
parecen apuntalar una u otra opción, pero en realidad son medidas improvisadas que no persiguen ningún
objetivo claro.
[13] Ver: Bouzas Roberto "El bloque puede desaparecer". Página 12 de abril de 2001.
22
[14] Bordenave Marcela. "Mercosur o ALCA". Pagina 12, 10 de abril de 2001 y Guadagni Alieto. "El ALCA
desde el Mercosur". La Nación, 29 de marzo de 2001.
[15] James Petras sugiere que este cambio ya se ha producido. Rebelión 17 de marzo de 2001 y Página 12, 13
de mayo de 2001.
Claudio Katz es economista, investigador y docente de la Universidad de Buenos Aires y del Conicet.
Resumen de las principales propuestas de Estados Unidos para el ALCA
En las reuniones de Venezuela en la semana pasada, y de Panamá, el 12−13/5/2002, Estados Unidos insiste en
forzar la convergencia en torno de sus intereses. La postura de los gobiernos latinoamericanos ha sido tibia,
débil y cobarde.
El contexto internacional no es de liberalización, pero sí de creciente proteccionismo comercial. Al inicio de
mayo Estados Unidos decidió aumentar los subsidios a los agricultores, reduciendo así la competitividad de
productos agrícolas importados. Esto afecta a algunos sectores exportadores de los países en desarrollo, en
particular a Brasil. Algunas semanas antes Estados Unidos había tomado medidas proteccionistas contra el
acero importado −y uno de los principales afectados también fue Brasil. La reacción de la Unión Europea fue
también crear barreras al acero importado, ampliando el efecto negativo sobre las exportaciones brasileñas de
acero.
Observamos también que el comercio internacional decreció en los últimos 12 meses, excediendo apenas los
US$ 6 billones en 2001 − un valor casi despreciable, si se compara con la danza de los capitales especulativos,
cuyas transacciones exceden los US$ 1,5 billones por día! El telón de fondo de este avance del proteccionismo
de los países ricos y de esta disminución de la actividad comercial internacional para la economía de los
países altamente endeudados, como Brasil y Argentina, es que ellos están supuestamente en pleno esfuerzo
para ampliar sus balanzas comerciales a fin de viabilizar el servicio de la deuda externa −en realidad, del
conjunto del pasivo externo, incluyendo las transferencias en divisas relativas a lucros, dividendos, royalties y
otros pagos. Hay que considerar además el agravamiento de la vulnerabilidad externa del sector público
brasileño ante una megadeuda interna, un tercio de la cual en títulos con corrección cambiaria. Dificultades en
el ámbito de las exportaciones obligan a Brasil a un esfuerzo extra para reducir las importaciones, a fin de
obtener algún superávit comercial, o al menos evitar un déficit, que cargaría seriamente la situación de sus
reservas internacionales y lo obligaría a una nivelación aún más costosa de la deuda externa.
La conclusión es que los países del Norte, sobre todo Estados Unidos, no tienen ningún empacho en aumentar
las dificultades comerciales de los países endeudados, en particular de algunos "emergentes" (hoy
sumergidos) como Brasil y Argentina. En este año electoral en Brasil, la impresión que dan los negociadores
de Estados Unidos es que desean crear la mayor presión posible sobre el gobierno que tomará posesión al
inicio del 2003. Merece, pues, que nos detengamos en los elementos esenciales de la propuesta de los Estados
Unidos para el ALCA, presentada en la reunión de Venezuela hace pocos días.
1. En la reunión de Venezuela fue definido que los países integrantes de la futura ALCA deberán entregar
hasta el 15/1/2003 sus propuestas de liberalización de mercados en cinco áreas fundamentales:
* bienes industriales
* agricultura
*servicios
*compras gubernamentales
*inversiones directas extranjeras
Liberalización en cursiva, para indicar la orientación política del acuerdo. Mientras Estados Unidos protege, a
23
los supuestos asociados les obliga a liberalizar. A Estados Unidos, la mayor potencia comercial de América, le
interesa la "libertad", y la "igualdad de derechos", pues con ellas Estados Unidos predomina y somete a los
asociados a las reglas que le favorecen. Es la ley del más fuerte −el darwinismo comercial, coherente con el
darwinismo social que se refuerza en las relaciones de producción capitalista. Pero para otros países del
continente, en particular aquellos de América Latina y Caribe, esta libertad es una trampa, y la igualdad de
derechos se basa en la desigualdad de condiciones en el punto de partida. Dar derechos iguales a socios
desiguales es beneficiar al más fuerte y perjudicar a los ya perjudicados.
2. Se definió también que las tarifas referenciales de exportación para la apertura comercial que el ALCA
pretende promover serán las que estuvieran en vigor el 15/1/2003, o las que la OMC haya aprobado hasta el
final del 2004. Prevalecerán las que fueran más bajas. Con esto, el nuevo gobierno brasileño no tendrá tiempo
para tomar aliento. Ya de inicio estará metido en un juego de cartas marcadas.
3. Con relación a las inversiones, Estados Unidos quiere igual tratamiento a los capitales extranjero y nacional
(algo que el gobierno de Fernando Henrique Cardoso trató de introducir ilegítimamente por enmienda
constitucional luego del inicio del primer mandato −un súbdito que es más realista que el rey...). Notemos que
la propuesta norteamericana en esta área retoma diversos puntos del Acuerdo Multilateral de Inversiones
(AMI), que fue derrotado en las negociaciones oficiales de la OCDE por presión de los movimientos sociales
globales, pero fue soterradamente transferido al ámbito de la OMC. Hoy hace parte de las discusiones de esa
organización bajo el título TRIMS (Medidas sobre Inversiones Relacionadas con el Comercio).
La liberalización de las inversiones externas se vienen infiltrando en diversos acuerdos bi y multilaterales,
inclusive bajo la forma de condiciones en los paquetes de "salvamento" del FMI.
4. En relación a las compras gubernamentales, la pretensión norteamericana es que las reglas del ALCA se
apliquen no solamente a nivel federal sino también a los gobiernos estaduales y municipales.
Esto significa una imposición más de gobernanza de arriba hacia abajo.
Las reglas que son buenas para los protagonistas de la globalización del capital serían impuestas hasta el nivel
más local de gobierno, robando una vez más la soberanía a la población de definir sus propios caminos de
desarrollo. A quién comprar, estimulando puestos de trabajo para quién, valorizando los productos de quién,
adoptando qué políticas de precios −todo eso son decisiones que deberían competir a la población de cada
municipio y estado, en acuerdo con sus respectivos gobiernos. Esto, claro, en contextos de democracia
participativa. La lógica del ALCA es inversa: las decisiones vienen de arriba, en beneficio de los agentes
económicos más fuertes y capaces de ofrecer los precios más bajos. Nuestra respuesta es: estos no deben ser
las únicas directrices para las compras gubernamentales.
Es derecho soberano de los países, estados y municipios el de decidir a quién compran y con qué criterios. En
la perspectiva de la socioeconomía solidaria, un criterio no necesariamente mercantil se presenta: el de
facilitar compras de empresas o redes de producción asociativa, autogestionaria y ambientalmente sustentable,
y de comercio justo.
5. Recordemos que la Cámara de Representantes de Estados Unidos concedió al Ejecutivo, a fines del 2001,
un mandato negociador que saca de la negociación del ALCA todos los principales temas de interés de Brasil
(ver artículos de Paulo Nogueira Batista Jr. en la Folha de Sao Paulo). La conclusión de este economista en su
artículo "Alca y Vocación Colonial" (FSP, 2/5/2002: B2) es: "Y nadie en el gobierno brasileño parece hacer la
pregunta obvia − ¿qué es lo que Brasil aún está haciendo en esa mesa de negociaciones?" Evoquemos, en fin,
las palabras del Embajador Samuel Pinheiro Guimaraes: "La sociedad brasileña debe, por lo tanto,
movilizarse desde ya en defensa de preservar el derecho soberano de Brasil a tener una política de desarrollo,
que tiene que ser construida por instrumentos de política comercial, industrial y tecnológica que una futura
ALCA vendrá a impedir definitiva y legalmente". (Jornal dos Economistas, marzo del 2002: 5).
24
Marcos Arruda, es economista y educador del PACS (Instituto de Políticas Alternativas para el Cono Sur, Río
de Janeiro) y miembro del Instituto Transnacional .
ALCA: Una necesidad estratégica de los Estados Unidos
Después de los acontecimientos del 11 de septiembre del 2001 el Comité de Medios y Arbitros de la Cámara
de Representantes aprobó el fast−track. ¿ Por qué tanta urgencia? Podríamos decir. En el discurso oficial, las
razones parecen, como siempre, idealistas y hasta filantrópicas; en la realidad, los problemas y necesidades de
América Latina no cuentan a la hora del balance de los grandes intereses de la superpotencia. La premura se
explica porque Estados Unidos necesita descargar el peso de su propia crisis sobre los hombros de América
Latina. El ALCA nació en otro contexto histórico, en 1994, en plena onda expansiva de la euforia del capital.
Ahora el sistema muestra síntomas de agotamiento. No es sólo un problema que afecta a los Estados Unidos
de América. Japón se sumió en 1992 en una crisis del sector inmobiliario que se contagió a las finanzas y,
desde entonces, la segunda economía mundial no termina de levantarse. México se derrumbó en 1994, los
Tigres Asiáticos en 1997, Rusia en 1998, Brasil en 1999 y Argentina, el modelo de Washington, vive el peor
momento de su historia. En los propios Estados Unidos "caen el PIB, la producción industrial, las
inversiones, la confianza del consumidor, las ventas, las ganancias empresariales y la Bolsa. Aumentan el
desempleo, el déficit externo y el pánico." Estados Unidos busca consolidar América Latina como su región
exclusiva de dominio, frente a la competencia Europea y Asiática, aprovechando los recursos naturales y la
fuerza de trabajo barata de la región, desbaratando los avances productivos que habían logrado históricamente
para convertirlos en un mercado de importación y consumo.
LA ARTICULACIÓN DEL PLAN COLOMBIA CON EL ALCA
En las preocupaciones norteamericanas, expresadas en el borrador del ALCA, ocupan un importante espacio
los problemas de seguridad. La agenda es explícita, el ALCA busca combatir el narcotráfico, el tráfico de
armas, la corrupción, las migraciones, el terrorismo. La forma en que darán ese combate es mediante la
creciente militarización de la sociedad que, tarde o temprano, desemboca en una guerra de baja intensidad
contra los enemigos que ha elegido unilateralmente el poderoso imperio. Ahora mismo, a fines de febrero del
2002, luego de más de tres años de combate a las drogas en Colombia, las caretas ruedan por el suelo, los
gestos de Pastrana se parecen cada vez más a los de su homólogo norteamericano y el lenguaje de las bombas
y los fusiles se impone sobre los que soñaron en la posibilidad de una paz negociada y pacífica.
El ALCA, entonces, no puede prescindir de un elemento central de la actual estrategia de dominación
norteamericana para América Latina: la guerra contra la cocaína. Pues la guerra contra las drogas: "Al
criminalizar todo el proceso... permite que desaparezcan todas las tensiones estructurales, se despoliticen y
vacíen de contenido el problema de la injusticia, el desarraigo, la falta de oportunidades, la miseria, los
privilegios, etc., mientras se ofrece la oportunidad de reforzar los sectores militares brindándoles una
relación privilegiada con Estados Unidos, permitiendo la unificación de los ejércitos en su fase de formación,
en el desarrollo de las operaciones, compartiendo los mismos ideales, objetivos, preceptos morales".
EL APOYO DE LAS CLASES DOMINANTES LATINOAMERICANAS.
El agotamiento del modelo desarrollista de la CEPAL en los años 70, la explosión de la deuda externa en los
80 y la imposición del Consenso de Washington en los 90, han determinado un debilitamiento extremo de los
mínimos resquicios de autonomía que, en otros momentos, demostraron algunos sectores de la clase
dominante Latinoamericana. En la actualidad, las diversas fracciones de la burguesía del continente, han
optado, como mecanismos de vida, por el malinchismo y la sumisión de Felipillo. La hoja de parra que cubre
sus miserias es la globalización, pero, en el fondo, saben que sus últimas boyas se juegan en la completa
identidad con las imposiciones y los intereses de la burguesía metropolitana, esa es la raíz del apoyo a los
procesos de dolarización, al Plan Colombia y la Iniciativa Radical Andina, al Mercado Común de las
25
Américas. Lo hemos dicho en otros ácapites de este libro, las excepciones honrosas, son la Cuba de Fidel
Castro, el Presidente Hugo Chávez de Venezuela y Fernando Enrique Cardoso del Brasil que han advertido
que, si se mantiene el actual esquema del ALCA, Brasil no participará.
Los otros grupos de apoyo al actual esquema del ALCA son las grandes empresas transnacionales y la
burguesía monopolista norteamericana que serían las principales beneficiarias del mercado ampliado.
La historia oculta del ALCA. El Acuerdo entre el Tiburón y las Sardinas
Fuente: El Siglo, Chile
El Área de Libre Comercio de las Américas implica imponer el libre flujo de capitales entre la economía más
poderosa del planeta, la de EE.UU., y las economías subdesarrolladas, dispersas y endeudadas de América
Latina y el Caribe, bajo la ficción de que se trata de un pacto entre iguales, obviándose que el PIB sumado de
todas nuestras naciones es casi diez veces inferior al del país del norte.
La apuesta por la desregulación de las economías nacionales frente al gran capital, según el economista
chileno Hugo Fazio, haría crecer el "predominio existente ya en la región de parte de un grupo limitado de
consorcios financieros. Esta hegemonía ya la han establecido, primordialmente, los españoles BSCH y
BBVA, el norteamericano Citigroup y el holandés ING, en el sector bancario, de administradoras privadas de
fondos de pensiones y, en general, en el conjunto del sistema financiero".
Fazio advierte que la carencia de regulaciones internacionales al mercado de capitales "conduce a que se
transforme en una fuente de inestabilidad, especialmente al predominar el desplazamiento de los recursos de
corto plazo, tras la obtención de elevados beneficios". Hoy −tras el derrumbe del tratado de Bretón Woods que
regulaba estas transacciones en la década pasada− el 90% de las transacciones en el mundo son especulativas,
por un flujo mayor que las reservas monetarias de todos los estados del G−7.
El capital especulativo, son recursos que no están destinados a la producción, sino que se introducen en países
y regiones buscando ganancias principalmente en los tipos de interés que se les ofrezcan, y salen en cuanto
aparezca una oferta más atractiva en el negocio de multiplicar dinero en base de dinero.
Fazio señala que una de las características de la nueva generación de las crisis financieras se debe, justamente,
a los desequilibrios que produce la permanente entrada y salida de los capitales "golondrina" o especulativo.
Ante esto, aclara que "la experiencia enseña que aquellos países que adoptaron medidas regulatorias −Chile y
Colombia, con el mecanismo del encaje a los capitales de corto plazo en el período del efecto "tequila" (crisis
financiera de México a fines de 1994) o China y Taiwán en la crisis del sudeste asiático− amortiguaron o no
sufrieron los efectos desestabilizadores. Esta posibilidad se pierde absolutamente con el ALCA, o acuerdo de
libre comercio con EE.UU.".
El encaje es un instrumento que se utilizaba justamente para impedir el ingreso de capitales "golondrinas",
que exigía la permanencia en el país por un tiempo determinado de una parte de los recursos que se invertían.
Este elemento de regulación financiera fue eliminado en Chile hace un par de años.
Por otro lado, también resulta preocupante el que la imposición del ALCA es, en los hechos, una grave
trasgresión a la soberanía y la autodeterminación de los pueblos, concediéndoles a las transnacionales
privilegios que sobrepasan las legislaciones nacionales. Al respecto, Fazio señala que un claro ejemplo de lo
anterior es el afán norteamericano, con limitada resistencia local, de incorporar artículos del capítulo 11 del
Tratado de Libre Comercio de América del Norte −suscrito por EE.UU., Canadá y México.
El artículo 1110 del capítulo 11 del mencionado acuerdo, obliga a los estados suscriptores a compensar a los
inversionistas extranjeros en caso de decisiones soberanas de las autoridades nacionales que sean consideradas
26
expropiaciones. El gran cambio que genera este acuerdo es que eleva a los inversionistas a la calidad de
sujetos de derecho internacional, antes reservado exclusivamente a los estados.
También resulta atentatorio a la soberanía el que dentro de sus postulados el ALCA pretenda maniatar a los
estados a la hora de realizar alguna compra, aunque sea con un interés social, ya que se establece que estas
adquisiciones del sector público deben preferir a las "empresas que tengan mayor experiencia y mayor
volumen de negocios", es decir, a las norteamericanas.
El drama de las Sardinas
En la Patria Grande, los resultados de la adopción a rajatabla de los mandatos neoliberales están bastante lejos
de lo que se publicita. La liberalización de nuestras economías a partir de la década del 90, produjo un
crecimiento apenas la mitad del necesario −estipulado por Naciones Unidas− para empezar a salir del
subdesarrollo y terminar con la pobreza en la región, sin embargo tuvo un enorme costo de largo plazo.
Este crecimiento se basó en tres grandes ejes: las privatizaciones, el ingreso de capitales transnacionales y el
endeudamiento. En el caso de las privatizaciones, la acelerada venta de patrimonio nacional ciertamente trajo
importantes ingresos a los países que llevaron adelante esta política, pero lo que se puede vender se agota y
hoy no es mucho lo que aun podría privatizarse.
El otro eje es el del ingreso de capitales. De todos los capitales que han ingresado a este lado del continente,
un tercio corresponde a capitales especulativos de corto plazo, lo que son factores de desestabilización,
jugando un papel principal en todas las crisis de la última década. Por otro lado, estas inversiones también han
tenido una traducción negativa en la balanza comercial de nuestros países, dado que finalmente es más la plata
que sale que la que entra.
Por último, está el endeudamiento. En 1985, antes del desenfrenado ingreso de nuestras economías al
neoliberalismo, la deuda externa de América Latina era de 300.000 millones de dólares. Hoy la deuda supera
los 750.000 millones de dólares, comprometiendo el 56% de los ingresos por concepto de exportaciones de
bienes y servicios.
Las consecuencias sociales de la incorporación del nuevo sistema son desastrosas. Según estadísticas de la
ONU, en 1980 el 39% de los latinoamericanos era pobre, hoy lo son el 44%, que corresponde a 224 millones
de personas de los cuales 90 millones son indigentes. Se señala además que la distribución del ingreso es la
peor del mundo: el 20% más rico recibe un ingreso 19 veces superior al 20% más pobre.
Es con esta realidad que se va a acordar un sistema de libre comercio con la principal potencia económica del
planeta, que además tiene una serie de trabas para comerciar libremente. De muestra, sólo un botón: EE.UU.
tiene para su agricultura el sistema más sofisticado de subsidios que existe en el mundo, además de tener el
más alto grado de desarrollo de la técnica productiva en el área. Los subsidios que recibe la agricultura
norteamericana sobrepasan los 80.000 millones de dólares, y no están dispuestos a reducirlos.
Es en estos marcos que resulta complejo el que en el ALCA se pretenda establecer una relación "entre
iguales" o de "reciprocidad", entre la economía latinoamericana y caribeña y la de la potencia estadounidense.
Por otro lado, EE.UU. reduce la negociación de apertura de los mercados solamente a la reducción de los
aranceles, o los impuestos que pagan los productos extranjeros al ingresar al país, siendo que las principales
medidas proteccionistas del estado norteamericano no están precisamente en sus aranceles, sino en sus
particulares normas antidumping y subsidios. Al respecto, sólo recordar las declaraciones de la jefa de la
delegación negociadora de EE.UU. con Chile, Regina Vargo, quien señaló que su país "no quiere ver
eliminadas" las normas antidumping, por considerarlas "muy importantes para los trabajadores y compañías
norteamericanas". Estas medidas de protección no arancelarias van desde exigencias especiales en materia
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ambiental y de etiquetado, hasta la tristemente célebre "Súper" Sección 301 de la Ley de Comercio que
establece toda una serie de barreras y restricciones que incluso llegan a la exclusión de países que no cumplan
con los preceptos norteamericanos de respeto a los DD.HH. o democracia.
Lo que espera a nuestros pueblos
Para hacernos una idea de las implicancias de la imposición del ALCA, sólo basta un breve análisis de la
realidad mexicana tras la firma del Tratado de Libre Comercio con EE.UU. y Canadá en 1994, que no es otra
cosa que el ALCA a una escala menor.
En los 70, la economía mexicana creció a un promedio del 6,6% anual; en los 90 con TLC y un liberalismo
galopante, creció apenas un 3,1% anual. En términos per cápita, en los 70 el producto creció un 3,4% anual y
en los 90 lo hizo en un 1,3%.
Uno de los principales datos que se utilizan para apoyar este tipo de acuerdo, es el del ingreso de capitales. Si
bien México entre 1998 y el 2000 tuvo un importante ingreso de capitales, que fue de 36.378 millones de
dólares, sin embargo en ese mismo período la cuenta corriente del país azteca fue negativa, saliendo del país
48.699 millones de dólares. Es decir, salió más plata de la que entró.
Otro dato es que a fines del 2000 la deuda externa era de 163.200 millones de dólares, más que duplicando la
de 1982.
En cuanto a las exportaciones, también es cierto que con el acuerdo crecieron sustancialmente, pero lo que no
se menciona es que el 96% de las exportaciones mexicanas corresponden a unas 300 grandes empresas, las
cuales son en su gran mayoría o transnacionales norteamericanas o filiales de éstas. El 4% de las
exportaciones restantes se dispersan en más de 2 millones de pequeños productores mexicanos que día a día
de debaten entre ser absorbidos por las grandes empresas o quebrar.
Frente a esto, son ilustrativos dos ejemplos: el caso de la producción textil, que ha aumentado sustancialmente
sus exportaciones a EE.UU., de la que el 71% son empresas norteamericanas, que desplazaron a las
mexicanas. Se calcula que por cada dólar de exportaciones mexicanas, sólo hay 18 centavos de producción
nacional. Otro ejemplo es el de las empresas maquiladoras que proliferaron en la frontera, en donde todos los
insumos y maquinarias provienen del país del norte, instalándose en México sólo para aprovechar una mano
de obra 15 veces más barata. Se calcula que por cada dólar que exportan las maquiladoras, sólo dos centavos
corresponden a producción nacional./p>
El caso de la agricultura es donde más se refleja la imposibilidad de comerciar en igualdad de condiciones
entre economías endeudadas y subdesarroladas, con la principal economía del planeta, con todo su arsenal
proteccionista. México era un fuerte productor de arroz, hoy México importa de EE.UU. cerca del 50% de su
consumo interno de arroz. También esta el caso del algodón, donde México ha pasado de ser un tradicional
exportador, al principal importador. Hoy existen 6 millones de agricultores desplazados, que deambulan por
las grandes urbes en busca de algún trabajo.
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