LOS ENSAMBLAJES GLOBALES DEL IMPERIO. UNA INTEGRACIÓN DE LAS PERSPECTIVAS TEÓRICAS DE HARDT-NEGRI Y DELEUZE-GUATTARI Y SU APLICACIÓN AL CASO DE CHINA Alvaro Malaina [email protected] Resumen: La globalización ha sido teorizada por Hardt y Negri (2000) como un nuevo sistema de mando que implicaría una reorganización de la dominación capitalista, a escala global, dando forma a un Imperio no jerárquico sino reticular, sin centro y sin un “afuera”. La obra de Hardt y Negri se reconoce deudora del modelo del rizoma de Deleuze y Guattari (1987). Sin embargo su obra tiende a presentar el Imperio como una gran macroestructura que no permite captar plenamente sobre el terreno su modo de funcionamiento real que se caracteriza por la flexibilidad y la maleabilidad. Tomamos para ello el concepto de “ensamblaje” de Deleuze y Guattari, y su elaboración teórica por Collier y Ong (2005) como “ensamblaje global”. Un ensamblaje es un conjunto de partes heterogéneas, contingente y contradictorio, resultado emergente de combinaciones y recombinaciones; un ensamblaje global sería el resultado emergente e inestable de la combinación de formas globales en contextos locales situados. Las perspectivas del Imperio y del ensamblaje global son presentadas como contrapuestas, sin embargo aquí proponemos su complementariedad. Proponemos un modelo de “ensamblajes globales Imperiales” que combina ambas aproximaciones. El Imperio se sustentaría así según nuestra perspectiva en el flujo transnacional de formas y normas de racionalidad económica aplicadas de forma cuasi universal que operan una transformación de la subjetividad misma del individuo en el sentido de un “homo economicus” que actúa como “empresario de sí mismo” (Foucault) y que está en la base del denominando “neoliberalismo” en un contexto de reducción de seguridad social y polarización del “espacio social” (Bourdieu). Para lograr imponerse esta tecnología global de la subjetividad debe combinarse y recombinarse con políticas y éticas locales, dando lugar a complejos “ensamblajes globales”. Tomamos como ejemplo del modelo teórico propuesto el caso de China como parte del Imperio global. Y presentamos las tres dimensiones de política del “ensamblaje global chino”: tecnología (la “gubernamentalidad neoliberal” teorizada por Foucault), política (la estructura leninista del Partido Comunista Chino) y ética (el confucianismo y sus avatares históricos). Proponemos por tanto combinar los marcos teóricos de Hardt-Negri y Deleuze-Guattari para convertirles en herramienta de estudio de lo global, tomando como ejemplo en nuestro caso lo global en China. El trabajo es resultado una investigación postdoctoral en la Universidad de California-Berkeley y de sucesivas estancias de campo etnográfico en Beijing, China. Palabras clave: globalización, Imperio, ensamblaje global, China 1 1- El Imperio según Hardt y Negri Vamos a comenzar definiendo el concepto de Imperio que está en la base del presente artículo. En una obra extraordinaria y visionaria que ya ha sido calificada por muchos, como el filósofo esloveno Zizek, como “El Manifiesto Comunista del siglo XXI”, la obra Imperio, co-escrita por Antonio Negri y Michael Hardt (2000), es donde el concepto es presentado y definido. Imperio supone la más rigurosa y sistemática conceptualización de esa amalgama de procesos vaga y ambiguamente denominados como “globalización”. El Imperio es en síntesis el nuevo orden mundial oculto tras la llamada globalización, la última y definitiva fase de dominación del capitalismo, a escala planetaria, sin centro y sin fronteras. Una de las primeras aclaraciones que Negri y Hardt realizan es precisamente la distinción entre Imperio e imperialismo: el Imperio no es el imperialismo, desde el momento en que el imperialismo tiene centro (la metrópoli) y tiene fronteras (las que separan el centro colonizador de la periferia colonizada). Otra distinción importante sería entre Imperio y Estados Unidos: el Imperio no es Estados Unidos. Estados Unidos, posteriormente a Holanda y Gran Bretaña fue una potencia imperialista y centro de la economía-mundo, actualmente sería un nodo (muy poderoso) de un Imperio sin centro. El principal aporte (y la principal polémica) de la obra Imperio es dar la vuelta a los análisis críticos del capitalismo mundial: anunciar el paso del imperialismo (y especialmente del último imperialismo, el estadounidense) a una nueva forma de organización global sin centro, el Imperio. “El Imperio que llega no es americano y los Estados Unidos no son su centro” (2000: 335). Pero, ¿qué es entonces el Imperio? El Imperio es una nueva forma de soberanía transestatal que transciende a la soberanía estatal, una soberanía postmoderna que transciende a la soberanía moderna y que se fue gestando conforme el mercado se fue haciendo mundial y las poblaciones se fueran liberando de yugos coloniales y disciplinadores. El Imperio es un ente nuevo y sin precedentes que debe ser definido antes que nada en función de su poder soberano supranacional por encima de los Estados modernos. Es una nueva forma de soberanía ilimitada, que no conoce límites o que sólo conoce límites flexibles, eternamente móviles. Si el Estado-Nación fue el centro territorial de la soberanía moderna y el imperialismo fue su extensión más allá de sus límites fronterizos, el Imperio no tiene límites ni centro, pretende ser absoluto y eterno y abarcar la totalidad del planeta. El 2 Imperio es el mundo en el que todos, para bien y para mal, vivimos, y que no tiene un “afuera”. El Imperio expresa la emergencia de nuevas formas políticas y jurídicas transnacionales, que son resultado de la reestructuración productiva del capitalismo mundial. Mientras que los ideólogos neoliberales se vanaglorian de la reducción del poder político de los Estados-nación en la era de la globalización, la hipótesis de Hardt y Negri lo desmiente con contundencia: el Imperio expresaría una reformulación de la soberanía, que tomaría una nueva forma, “compuesta por una serie de organismos nacionales y supranacionales unidos bajo una única lógica de mando” (2000: 4). La lógica de mando es ya global, auto-transciende los límites soberanos estatales, pero los abarca igualmente. No homogeneiza ni elimina las diferencias, sino que las integra fructíferamente en su maquinaria flexible y modulante. La alianza entre Estados-nación e Imperio es total. La política no desaparece por tanto en la era del Imperio, como muchos creerían, siendo reemplazada por la economía. Todo lo contrario, se reformula y restructura dotándose de un poder infinitamente superior y omniabarcante. El Imperio no puede definirse de forma negativa, como la “globalización”, por referencia a la negación de algo ya pasado: ni por la declinación de los estados-nación, ni por la desregulación de los mercados internacionales. El Imperio es en sí mismo ya una construcción positiva, que afirma un nuevo mundo, radicalmente diferente al anterior. “El nuevo paradigma es tanto sistema como jerarquía, construcción centralizada de normas y producción extendida de legitimación, extendido por todo el mundo. Se ha configurado ab inicio como una estructura sistémica flexible y dinámica, articulada horizontalmente” (2000: 18). “El Imperio está emergiendo hoy como el centro que sostiene la globalización de las redes productivas y modela su red ampliamente inclusiva pretendiendo incorporar a todas las relaciones de poder dentro de su orden mundial - desarrollando al mismo tiempo una poderosa función de policía contra los nuevos bárbaros y los esclavos rebeldes que amenazan su orden” (2000: 22). El Imperio, impulsado por los formidables avances en las tecnologías de la comunicación, es una máquina inconmensurable que nace de una nueva economía informacional basada en creciente trabajo inmaterial, que ha borrado las tradicionales disyunciones de la economía política entre base y estructura, entre producción y reproducción. Es una máquina biopolítica que tiene como medio y fin la vida misma, el cuerpo y el alma de individuos y poblaciones. Una máquina totalizante sin afuera, que todo lo engulle en su seno. Una máquina a la vez económica, política, social y cultural. 3 El Imperio no homogeneiza ni elimina las diferencias (culturales, étnicas, sexuales, sociales, etc.), sino que las integra fructíferamente en su maquinaria modulante y flexible. Siguiendo el modelo imperial de la Antigua Roma y la tesis de Polibio sobre la forma perfecta del poder, tendríamos que el Imperio es una forma de poder emergente de carácter horizontal que se impone y engloba las tres formas de gobierno existentes – la monarquía, la aristocracia y la democracia- combinándolas en una única realidad soberana unificada. La monarquía cumple la función de asegurar la unidad y continuidad del conjunto sistema, si es necesario mediante la fuerza militar, en su mayor parte acarreada por Estados Unidos. La aristocracia, formada por las corporaciones multinacionales, los organismos internacionales y el conjunto de los Estados, tiene por función vigilar la circulación y reproducción del mando imperial, articulando a los elementos del sistema entre sí. La democracia finalmente convierte a la Multitud (abierta, inestable, compleja, creadora) en pueblo (cerrado, determinado, fijo) mediante mecanismos de representación y éste a su vez es representado en el Estado-nación, coloca por tanto al Pueblo bajo el mando del orden global. Lejos de suponer compartimentos estancos de poder, los tres niveles y sus tres funciones correspondientes son objeto de todo tipo de cruces e hibridaciones. En esta estructura integrada y piramidal de poder, las instituciones económicas trasnacionales como el FMI y el Banco Mundial, así como las corporaciones multinacionales serán claves a la hora de dar forma a la soberanía del Imperio, pero cómo vemos también los estados-nación sostienen al Imperio e incluso sus aspectos más democráticos, como el sistema de representación política, los medios de comunicación o las ONGs, que filtran la fuerza de la multitud en moldes representativos adecuados al orden capitalista. Una característica fundamental del sistema complejo Imperial naciente es su ausencia de centro. El Imperio es una red descentralizada, un sistema que se autoorganiza de forma permanente, sin un director central, a pesar de que Estados Unidos sea ciertamente el nodo que más poder tiene en la red y con más capacidad de influencia en el conjunto de la misma. Pero Estados Unidos no es su centro, sólo un nodo o “hub” de alta densidad conectiva. Un nodo por tanto con mucho poder, el nodo con más poder. Pero no el centro del sistema. Sus características de auto-organización y descentralización dan también al Imperio una gran robustez que le permite sobrevivir a cualquier ataque o contraofensiva contra él. No hay una sede del poder central. No hay 4 una Bastilla, no hay un Palacio de Invierno. Ni siquiera Wall Street o la Casa Blanca lo son. Aunque estos dos nodos desaparecieran de la red, ésta seguiría existiendo, se reorganizaría para adaptarse y sobrevivir. Acaso Wall Street sería sustituido por la Bolsa de Shanghai y la Casa Blanca por cualquier nodo Imperial global, acaso Londres, Tokyo, Berlín o Beijing, y si no, por ejemplo, Bombay, Abu Dabi, Sao Paulo o Moscú. Como dice Toni Negri, hoy no hay distinciones tan netas entre Primer y Tercer Mundo. El Tercer Mundo también está en el Primer Mundo, por ejemplo en los suburbios de las grandes ciudades globales occidentales como Nueva York, París o Londres donde se concentran grandes colectivos de inmigrantes. El Primer Mundo también está en el Tercer Mundo, por ejemplo en las urbanizaciones de lujo de las élites económicas de las grandes ciudades de los países en vías de desarrollo, como Beijing, Caracas, Sao Paulo o Bombay. El Imperio es una red global que como tela de araña todo lo envuelve y atrapa de una punta a otra del planeta. 2-Conectando el modelo de Hardt-Negri con el modelo de Deleuze-Guattari Aunque reconocida como influencia fundamental por Hardt y Negri, la obra de Gilles Deleuze y Felix Guattari no ha sido debidamente articulada con el modelo del Imperio, por lo que proponemos su integración (Malaina, 2015). El Imperio es un rizoma, como dirían Deleuze y Guattari. “Cualquier punto del rizoma puede ser conectado con cualquier otro, y debe serlo. Esto no sucede en el árbol ni en la raíz, que siempre fijan un punto, un orden” (Hardt y Negri, 1987: 13). “Un rizoma puede ser roto, interrumpido en cualquier parte, pero siempre recomienza según ésta o aquella de sus líneas, y según otras. Es imposible acabar con las hormigas, puesto que forman un rizoma animal que aunque se destruya en su mayor parte, no cesa de reproducirse. Todo rizoma comprende líneas de segmentaridad según las cuales está estratificado, territorializado, organizado, significado, atribuido, etc.; pero también líneas de desterritorialización según las cuales se escapa sin cesar” (1987: 15). En ese proceso de territorialización-desterritorialización permamente, que Edgar Morin llamaría auto-eco-re-organización, un ser puede hacer rizoma con otro ser y coevolucionar juntos constituyendo líneas de fuga. El capital inherente al Imperio así es como opera. “No hay imitación, ni semejanza, sino surgimiento, a partir de dos series heterogéneas, de una línea de fuga compuesta de un rizoma común que ya no puede ser atribuido ni sometido a significante alguno” (1987: 16). El capital se reinventaría a sí 5 mismo en cada uno de sus movimientos siendo su evolución imprevisable: el imperialismo económico-cultural homogeneizador no es un rizoma, sino un árbol o raíz. El Imperio no es imperialismo ni homogeneización. Es territorialización- deterritorialización rizomática permanente. Esa es la garantía de su supervivencia y constante reproducción. Es una “no estructura” estructurante, mutante, móvil, cambiante, dinámica. “Un rizoma no responde a ningún modelo estructural o generativo. Es ajeno a toda idea de eje genético, como también de estructura profunda” (1987: 17). Hay que situar esta afirmación en el marco de su ruptura con el estructuralismo, que seguiría el modelo del árbol-raíz (1987: 11). Deleuze es encuadrado generalmente en la corriente “postestructuralista” junto a Foucault por ejemplo. El hecho de que el rizoma para él no sea una estructura se entiende en el sentido de este debate intelectual y nunca implica una inclinación hacia un individualismo metodológico. “El sujeto ha muerto” sentenció Foucault. También para el postestructuralismo. Pero también cierto tipo de conceptualización estructural también. La estructura entendida como matriz invariante. Para Deleuze, como para Foucault, la estructura sigue determinando al sujeto, pero una estructura cambiante, mutante, que se transforma constantemente y que no puede ser reducida a una lógica binaria como en la lingüística de Saussure, en la antropología de Lévi-Strauss o en el psicoanálisis de Lacan. Incluso, llegan a decir Deleuze y Guattari, incluso el modelo del árbol-raíz (estructuralista) puede servir para aproximarnos al rizoma. Eso mismo habría hecho Hardt y Negri con su concepto de Imperio. Efectivamente, como veremos, en el caso de China y otras sociedades de Asia Oriental, tendríamos lo que dice también Deleuze: cómo el árbol-raíz puede incorporar o generar un rizoma en una axila o rincón cualquiera de sí mismo. Precisamente en China se daría ese entremezclamiento complejo del rizoma Imperial con la raíz confuciana y con el árbol del Partido-Estado. “Lo fundamental es que el árbol-raíz y el rizoma-canal no se oponen como dos modelos: uno actúa como modelo y como calco transcendente, incluso si engendra sus propias fugas; el otro actúa como proceso inmanente que destruye el modelo y esboza un mapa, incluso si constituye sus propias jerarquías, incluso si suscita un canal despótico” (1987: 25) En la ontología deleuziana en la base del Imperio todo conecta con todo. El árbol conecta con el rizoma. La raíz conecta con el canal. Incluso la dictadura conecta con la democracia. China conecta con Occidente. Siempre fue así en los estratos o niveles físicos y biológicos de evolución de la materia, ahora, con los procesos llamados de 6 globalización, el último estrato o nivel, el estrato o nivel social también. Es así como se cierra el círculo del Universo-Rizoma. 3-De la sociedad disciplinaria a la sociedad de control: el surgimiento de la tecnología neoliberal El Imperio se caracteriza por el paso de una sociedad disciplinaria a una sociedad de control. La sociedad de control no sucede a la sociedad disciplinaria: emerge de ella y se superpone a ella en el momento en que el sistema productivo fordista decae, nuevas subjetividades emergen y el capitalismo se reorienta hacia el consumo, la flexibilidad laboral y las estructuras organizativas deslocalizadas y reticulares. Ambas coexisten, como decimos. Y ambas comparten un mismo núcleo, que resulta perfeccionado en la era del control: la formación de los sujetos. Tanto la disciplina como el control se orientan a la formación de subjetividades adecuado al sistema de producción y consumo capitalista. Son ambos dispositivos de subjetivación de un nuevo poder sobre la vida, el biopoder. Esta es la base de la tecnología de poder del Imperio que le permite articular las diferencias entre sí y a la larga, pervivir y reproducirse, en un contexto de relajamiento de las tecnologías de dominación y represión de los Estados. El neoliberalismo o gubernamentalidad neoliberal, entendido como auto-gobierno racional, será como veremos su tecnología definitiva de poder. Será la tecnología de poder que se superpone a las demás, de nuevo no eliminando la tecnología de disciplina anterior, sino combinándose y complementándose con ella. La sociedad de control forjada siguiendo el modelo empresa y las tecnologías del espectáculo del Sinóptico servirán para asentar la gubernamentalidad neoliberal que si algo requieren es la producción y circulación de los valores adecuados a una mercantilización del conjunto de la sociedad y de la existencia de los individuos. Los dispositivos sinópticos conducen la mirada de todos hacia la figura triunfante del homo economicus, el “empresario de sí mismo” que se rige por cálculos racionales de coste y beneficio, mónada encerrada en sí misma y desvinculada de su entorno social, que será el vector de subjetivación y sujeción central del Imperio, su tecnología móvil y flexible de poder global. 7 En el curso del Collège de France de 1978, sobre Seguridad, Territorio y Población, Foucault explora más en detalle la biopolítica de la población, en relación general con la cuestión de la gobernanza corporativa y el “arte de gobierno”, introduciendo un nuevo concepto: la gubernamentalidad. Podríamos definir sucintamente la gubernamentalidad como la racionalidad del gobierno biopolítico de la población. Es una racionalidad y tecnología de poder vinculada al nuevo biopoder. Foucault entiende el gobierno de variadas formas, como una práctica de poder ejercida por muy diversas instrancias, no sólo por el presidente, también por el padre, el pedagogo, el maestro, e incluso por el sujeto mismo, como veremos. Por esta razón, Foucault define el gobierno en un amplio sentido como “conducta de la conducta” y por tanto abarcando tanto el “gobierno del yo” a “gobierno de los otros”. Foucault encuentra que el modernidad occidental la población es inducida progresivamente a auto-gobernarse. “Los medios que el gobierno emplea para alcanzar estos fines son, en cierto sentido, inmanentes a la población; es la población misma donde el gobierno actúa directamente” (Foucault, 2009: 105). Foucault encuentra en la gubernamentalidad una combinación de lo que denomina tecnologías de la dominación (realizadas por un agente externo sobre el individuo) y tecnologías del yo (realizadas por el individuo sobre sí mismo) (Foucault, 1993: 203-204). Una combinación de auto-gobierno y de gobierno ejercido por el presidente, el maestro y el padre. Las tecnologías del yo serán cada vez más importantes en el contexto de la globalización y la economía liberal que requieren una gradual reducción de las tecnologías de la dominación y del grado de coerción. Las tecnologías del yo tendrán cada vez más importancia en una gubernamentalidad que cada vez incorporará más los principios del liberalismo político. El objetivo es finalmente gobernar a los individuos a través de su propia libertad (Dean, 1999). Esa es la clave del poder global del Imperio, su tecnología infalible de poder que se adapta a los más diferentes y variados contextos locales. La gubernamentalidad neoliberal extiende en suma la racionalidad económica más allá del campo económico mismo, englobando el conjunto de la sociedad y de la existencia individual (la relación del individuo con su educación, también con su matrimonio, con su descendencia, etc.). La sociedad entera tiende a ser concebida como una empresa y cada una de sus manifestaciones como un pequeño negocio potencial, 8 empezando por el individuo mismo, estando siempre en juego el éxito o el fracaso según los criterios de un mercado extremadamente competitivo. El neoliberalismo precisamente generaliza la forma económica del mercado “al campo social en su conjunto” (Foucault, 2008: 242). La gubernamentalidad neoliberal es al mismo tiempo un factor explicativo de la polarización del espacio social en diferentes posiciones objetivas, en relación con la polarización de propiedad del capital (no sólo económico, también cultural, social y simbólico). Esta polarización del espacio social ha sido muy bien analizada por el sociólogo Pierre Bourdieu (1984, 1990). El neoliberalismo exacerba la distribución desigual de capital en un contexto de progresiva reducción de la seguridad social y de las políticas redistributivas del Estado de Bienestar. La reducción del sector público en beneficio del sector privado, la desregulación fiscal y las políticas de flexibilidad laboral, promovidas por el programa neoliberal, igualmente benefician a minorías privilegiadas en lugar de a la mayoría de la sociedad, contribuyendo al incremento del poder de dichas minorías y a la precarización de las mayorías. 4-Los ensamblajes globales del Imperio y el ejemplo de China El origen del Imperio es euro-americano, reconocen Hardt y Negri. Sin embargo, el Imperio es ya una estructura de mando global que envuelve a todo el planeta, sin un “afuera”. Ahora bien, ¿cómo se aplica el Imperio en regiones no occidentales? ¿Como mera estructura homogeneizante? ¿Mero calco del modelo euro-americano? Ciertamente no es así. Y es este punto el que Hardt y Negri no dejan lo suficientemente claro, no explicitan la forma de aplicación y funcionamiento del Imperio en regiones distintas a Occidente. Es aquí donde el concepto de “ensamblaje global” de Aihwa Ong y Stephen Collier nos es de gran utilidad. Ha habido malentendidos que entienden el Imperio como una estructura unívoca determinante, cuando está lejos de serlo, dando cabida a una infinita gama de multiplicidad y complejidad, pues en cuanto rizoma, el Imperio es uno y múltiple a la vez. La influencia de Mil Mesetas de Deleuze y Guattari es clara y reconocida en este aspecto. La globalización capitalista no debería asemejarse a un terrible y devastador tsunami que todo lo asolara a su paso. No, su forma de actuación es mucho más sutil y tal vez 9 por eso mucho más poderosa. Anne Tsing lo asemeja a un arroyo que fluye y circula a través de los diferentes países, sociedades y culturas, deformando su suelo, erosionándolo lentamente, cavando sus propios canales. Las formas globales “son articuladas en situaciones específicas –o territorializadas en ensamblajes” (Ong y Collier, 2005: 4). El Imperio produce y se expresa mediante ensamblajes globales. Los ensamblajes son conjuntos compuestos de elementos u objetos heterogéneos que son puestos en interrelación. La noción de ensamblaje global, un concepto muy deleuziano, de Deleuze-Guattari retomado por Ong y Colliers, expresa muy bien la idea de la complejidad global, del entremezclamiento complejo de lo local y lo global. “Global forms interact with other elements, occupying a common field in contingent, uneasy, unstable interrelationships. The product of these interactions might be called the actual global, or the global in the space of assemblage. In relationship to ‘the global,’ the global is not a ‘locality’ to which broader forces are counterposed. Nor is it the structural effect of such forces. An assemblage is the product of multiple determinations that are not reducible to a single logic. The temporality of an assemblage is emergent. It does not always involve new forms, but forms that are shifting, in formation, or at stake. As a composite concept, the term ‘global assemblage’ suggests inherent tensions: global implies broadly encompassing, seamless, and mobile; assemblage implies heterogeneous, contingent, unstable, partial, and situated” (2005: 12). Los ensamblajes globales del Imperio, tendrían un vector fundamental que es la gubernamentalidad neoliberal y que corresponde a esas dinámicas de racionalización económicas expuestas. Si tomamos el caso de China, sin poder extendernos, dada la limitación del presente texto, tendríamos que el ensamblaje global del Imperio opera mediante la articulación de la tecnología neoliberal, con una política y una ética locales propias. La política china que ajusta con el Imperio global sería una política de corte leninista comandada por el Partido Comunista de China. Desde la era revolucionaria de Mao hasta el “socialismo con características chinas” de Deng Xiaoping y sus sucesores reformistas, la política china habría experimentado un sucesivo paso de racionalizaciones que la permitirían conectar finalmente con la gubernamentalidad neoliberal del Imperio. La ética china habría pasado en sus avatares históricos igualmente de estar centrada en la 10 doctrina originaria del confucianismo, influenciado e imbricado con el taoísmo y el budismo ancestrales, a ser racionalizada como ética de conducta práctica en el “neoconfucianismo” de las dinastías, despojado ya de los elementos místicos budistas y taoísta, y finalmente conectando con la filosofía racional occidental en el siglo XX. La ética confuciana habría así experimentado un tránsito similar al de la política de conexión con la tecnología racional del Imperio global. Todo ello habría permitido el engarce de China en el Imperio global. En suma, hemos presentado en este artículo un borrador de un modelo de ensamblajes globales Imperiales que esperemos sirve de utilidad como herramienta de análisis de los más variados fenómenos y lógicas de la llamada globalización. REFERENCIAS Bourdieu, P. (1984). Distinction: a Social Critique of the Judgment of Taste. Cambridge: Harvard University Press. Bourdieu, P. (1990). The Logic of Practice. Stanford: Stanford University Press. Collier, S. y Ong, A. (2005). Global Assemblages. Malden: Blackwell Dean, M. (2002). Liberal government and authoritarianism. Economy and Society, 31 (1), 37–61. Deleuze, G., and F. Guattari. (1987). A Thousand Plateaus: Capitalism and Schizophrenia. Minneapolis: University of Minnesota Press. Foucault, M. (1993). About the Beginning of the Hermeneutics of the Self. Political Theory, 21 (2), 198227. Foucault, M. (2008). The Birth of Biopolitics. New York: Macmillan. Foucault, M. (2009). Security, Territory, Population: Lectures at the Collège de France 1977-78. New York: McMillan. Hardt, M. y Negri, A. (2000). Empire. Harvard: Harvard University Press. Malaina, A. (2015). The Empire as Rhizome and Assemblage. Deleuze and Guattari’s Reading of Hardt and Negri’s Empire. The Global Studies Journal, vol. 8, número 2, 1-10. 11