LA CONFIGURACIÓN SOCIOESPACIAL DE LAS ÁREAS METROPOLITANAS ANDALUZAS: UNA DÉCADA DE

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LA CONFIGURACIÓN SOCIOESPACIAL DE LAS ÁREAS
METROPOLITANAS ANDALUZAS: UNA DÉCADA DE
CAMBIOS, 1991-2001
Autores: Palomares Linares, Isabel; Susino Arbucias, Joaquín
Datos de los autores:
Isabel Palomares Linares -autora de contacto- ([email protected]). Becaria FPU en el
Departamento de Sociología, Universidad de Granada.
Joaquín Susino Arbucias ([email protected]). Profesor del Departamento de Sociología,
Universidad de Granada.
Resumen:
En este trabajo se analiza la evolución de la estructura socioespacial de las áreas
metropolitanas andaluzas en la última década del siglo XX. Mediante la técnica
multivariante de construcción de clusters hemos creado dos conjuntos de
conglomerados sociales a partir de datos censales de 1991 y 2001, respectivamente. La
unidad de análisis es la sección censal y la variable clave la condición socioeconómica
de población. A partir de la descripción y comparación de ambos conjuntos,
observamos una tendencia hacia un cierto aburguesamiento en la configuración
socioespacial urbana relacionada con cambios sociales estructurales, una pérdida de
carácter agrario de las coronas metropolitanas y una consolidación generalizada del
fenómeno metropolitano.
Palabras clave: áreas metropolitanas, Andalucía, configuración socioespacial, análisis
de conglomerados.
1
1. Introducción
.
La ciudad, el fenómeno urbano, es un campo de investigación de larga tradición que
aglutina diversos focos y temas de atención. Dos de los más recurrentes y de mayor
calado dentro de la sociología son los referidos a su estructura física y social. En el
presente trabajo se analiza la evolución de las ciudades andaluzas durante la década de
los 90 teniendo en cuenta esta doble perspectiva pero centrando la atención en la
configuración social urbana. En relación con un proyecto de investigación más amplio
1
acerca de la estructura y dinámicas de las ciudades metropolitanas , nuestro primer
F
F
objetivo es proporcionar un sistema de clasificación del espacio urbano desde un punto
de vista social. Esta aproximación, refinada mediante nuevos datos y algunos ajustes
metodológicos, debe ser el punto de partida para posteriores estudios sobre el impacto
diferencial de la movilidad residencial en la reconfiguración social de la ciudad
metropolitana.
La idea en este primer paso en la investigación es conseguir una imagen secuenciada
de cómo ha cambiado la estructura social de las áreas metropolitanas andaluzas en su
conjunto. Para ello, hemos resumido en un único indicador (condición socioeconómica)
la estructura social de las unidades de población más pequeñas de las que se dispone
información, las secciones censales.
En cuanto a los resultados obtenidos, cubren varios frentes de interés. En primer
lugar, hacen posible elaborar una clasificación sistemática de los espacios urbanos,
generando mapas mucho más significativos que las actuales divisiones en distritos
administrativos. En segundo lugar, trabajar a nivel andaluz da pie a un nuevo ámbito de
contraste entre las diferentes ciudades, que histórica y contemporáneamente han seguido
diferentes modelos de crecimiento y reordenación urbanos. Conocido el cambio social
estructural en las áreas urbanas andaluzas, es posible determinar las dinámicas
específicas de cada uno de los casos y comprender mejor el alcance de estas
transformaciones.
1
Esta comunicación forma parte de los resultados del proyecto de investigación titulado "La movilidad
residencial en la reconfiguración social de las áreas metropolitanas españolas", del Plan Nacional de I+D
CSO2011-29943-C03-03, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación.
2
2. La delimitación de áreas sociales urbanas
“El espacio no es una dimensión vacía en donde los agrupamientos sociales se
estructuran, sino que tiene que ser considerado en términos de su implicación en la
constitución de los sistemas de interacción” (Giddens, 1995:368).
Esta doble dimensión del espacio es ineludible para caracterizar sociológicamente y
con propiedad las áreas de la ciudad. Pero tal planteamiento entraña una dificultad
añadida: ¿cómo aunar la dimensión social con la física?, ¿con qué criterios?
Leonardo (1995) distingue la investigación sobre la estructura social urbana como
una de las líneas de análisis más consolidadas del fenómeno urbano. Desde este
enfoque, se intenta buscar una división del espacio con criterios que sean más sociales
que morfológicos o administrativos. Para Lee et al. (1994), Giddens (1995), el mismo
mismo Leonardo (1995) o Ferrer y Jiménez (2009), el espacio de la ciudad tiene la
característica de ser a la vez espacio físico y social y la tarea del investigador es
desentrañar cómo la estructura social se inserta en esa estructura urbana.
Ya en el siglo XIX, con la concentración y expansión de la ciudad industrial, surgen
los primeros estudios cuya pretensión es identificar la distribución de zonas urbanas
segregadas por la condición social de sus pobladores. Ejemplos clásicos de estos
primeros acercamientos metodológicos son los llevados a cabo por Engels (1844) o
Booth (1902) en ciudades anglosajonas. Aunque con objetivos y procederes distintos,
son precursores de una línea analítica que ha perdurado en el tiempo. La ciudad deja de
ser un bloque comparable con su contrapuesto, el asentamiento rural, para convertirse
en una realidad compuesta, sólo abarcable y comprensible a través de áreas o
subconjuntos más pequeños pero dotados de sentido social específico.
Esta línea analítica se sistematiza y encuentra asentamiento teórico a manos de los
primeros ecólogos de la Escuela de Chicago. En su interés por conocer cómo se
estructura y crece la ciudad, perfeccionan modelos explicativos de la diferenciación
socioespacial inherente a la organización urbana. El modelo de expansión y
distribución/redistribución de los grupos sociales en círculos concéntricos (Burgess,
1926), la segregación interaccional de dichos grupos en “áreas naturales” (Park, 1967) o
el modelo de las cuatro dimensiones básicas en la distribución social urbana (Shevky y
Bell, 1955) son planteamientos que sientan las bases de posteriores y diversas
aproximaciones metodológicas en la delimitación de áreas sociales. De entre ellas,
3
destacamos dos técnicas: las que delimitan tales áreas a través de análisis factorial y las
que lo hacen a partir de la construcción de conglomerados (clusters).
Desde el modelo estadístico factorial se intenta explicar la varianza existente en la
distribución residencial urbana a partir de un conjunto de variables que se reducen a un
número menor de factores. Las áreas sociales surgen de la combinación de las
características económicas, sociales o demográficas de los residentes en cada una de
ellas. Dentro de esta corriente llamada frecuentemente ecología factorial (Sweeter,
1965; Berry y Rees, 1969) se enmarcan investigaciones como las de Leonardo (1989),
Díaz (1989) o Leal (1990), pioneras en la delimitación social urbana dentro de nuestras
fronteras.
En cuanto al modelo de delimitación de áreas mediante la construcción de clusters
(Tryon, 1955), mantiene el mismo objetivo, la síntesis, pero el procedimiento cambia.
La clave ya no es tanto encontrar factores con capacidad para explicar las agrupaciones
como la homogeneidad con la que se agrupan las unidades de análisis con respecto a un
criterio (y no conforme a un conjunto de factores). La variable de estratificación, al
igual que ocurre con el análisis factorial, difiere en función de los objetivos de cada
investigación, pero abarcan tanto características sociales tales como la condición
socioeconómica de la población (Rodríguez, 2000; De Pablos y Susino, 2010) como
puramente físicas o funcionales (Bosque et al, 1991; Pérez Alcaide et al, 1991).
Cabe resaltar que ambos procedimientos no son excluyentes, frecuentemente se
utilizan de forma combinada. Primero realizando un análisis factorial con un conjunto
de variables y posteriormente construyendo conglomerados en torno a los factores
creados (Herbert y Johnston, 1976; Jiménez, 1984).
En la presente investigación se aplicará una metodología basada en la creación de
conglomerados para conocer la configuración social del espacio urbano andaluz en dos
momentos censales diferentes (1991 y 2001). Este procedimiento nos ha permitido
sintetizar una realidad compleja y cambiante, como la estructura social, en un único
indicador, el conglomerado al que pertenece cada sección. En esta primera exploración
nos interesa más saber cómo ha cambiado el conjunto andaluz en su estructura social
urbana y debatir la pertinencia de la propia técnica de análisis. A partir de esta
clasificación va a ser posible avanzar en dos direcciones distintas: por un lado, la
sofisticación y perfeccionamiento del procedimiento, para mejorar sus resultados. Por
4
otro, focalizar el análisis en áreas urbanas concretas, conectando los cambios
estructurales con las particularidades locales e históricas.
3. Metodología del estudio
3.1. El contexto urbano andaluz
La realidad urbana actual es metropolitana. Durante las dos últimas décadas del
siglo XX, las ciudades españolas se han ido expandiendo e integrando nuevos
municipios en su dinámica. Las ciudades andaluzas, aun con diferencias notables entre
cada una de ellas, responden a esta realidad supramunicipal. Por ello a la hora de
caracterizar su configuración social, así como su evolución, partir de esta dimensión
más amplia es imprescindible. Sin embargo en la legislación española, no existe una
delimitación convencional y consensuada de las áreas metropolitanas.
Desde los primeros intentos desarrollados en la década de los sesenta por la
Administración Pública a cargo del Ministerio de Vivienda (Boix, 2007), pasando por
los más recientes “Atlas Estadísticos de las Áreas Urbanas en España” (Ministerio de
Vivienda, 2000 y 2005) se han ido sucediendo nuevas clasificaciones encargadas por las
administraciones autonómicas y municipales. Es frecuente además que se establezcan
distintas delimitaciones de una misma aglomeración urbana ya que son creadas
siguiendo criterios diferentes. A los desarrollos institucionales, se les suman además las
investigaciones provenientes de la academia, igual de diversas en criterios y
metodologías.
Nosotros, de entre todas las opciones, nos hemos decantado por la delimitación
realizada por Feria (2008) a partir de la movilidad cotidiana por razón de trabajo. Los
motivos son varios. Por un lado, el autor utiliza un método ampliamente aceptado y
asentado a nivel internacional (equivalente a los empleados en el Censo estadounidense,
Eurostat o por parte de los gobiernos italiano y francés). Por otro, aplica tal metodología
de manera homogénea en todo el territorio del estado. Por último, esta propuesta es
fruto de un extenso conocimiento de la realidad urbana andaluza, cristalizada tras
multitud de estudios sobre la materia (Feria, 1992; Feria y Susino, 2005).
Como adelantamos, la construcción de las áreas metropolitanas parte de ámbitos
fijados a partir de la movilidad cotidiana por razón de trabajo. Este criterio delimita
ámbitos funcionales en los que la cohesión interna se produce a través de los mercados
5
de trabajo. El primer paso es el análisis de la movilidad residencia-trabajo donde se
verifica la integración de los municipios al proceso metropolitano. Posteriormente, se
aplican otros criterios de carácter metropolitano, como elementos de ponderación y
restricción de las delimitaciones anteriores (Feria, 2008). Finalmente, se incluyen en la
aglomeración los municipios cuyo mercado de trabajo ha alcanzado un cierto umbral
que permite identificarlo como supramunicipal.
De la aplicación de dicho método en el contexto andaluz, quedan delimitadas las 10
áreas metropolitanas que tendremos en cuenta para el presente estudio. Las
aglomeraciones de Sevilla (49 municipios), Granada (46 municipios) Málaga (19
municipios) y Huelva (11 municipios) conforman áreas más extensas y consolidadas.
Le siguen aglomeraciones como la formada en Almería (9 municipios) y la Bahía de
Cádiz-Jerez de la Frontera (7 municipios). Córdoba (5 municipios) y Jaén (3
municipios) son áreas metropolitanas con coronas más pequeñas y próximas en el
terreno. Por último, la bahía de Algeciras (6 municipios) y la zona de Marbella (10
municipios), también son consideradas áreas metropolitanas, si bien sus estructuras son
atípicas, reticulares, por la ausencia de una cabecera claramente dominante.
3.2. Fuentes de datos
Para construir conglomerados espaciales que sean reflejo tanto de la posición de sus
habitantes en la estructura urbana como en la estructura social hemos acudido a los dos
últimos censos de población de los que tenemos datos con el suficiente grado de
desagregación espacial (1991 y 2001), a la espera de contar con los provenientes del
último censo (2011), del que aun no sabemos si su carácter muestral va a permitir
repetir los mismos análisis. El censo, hasta la fecha, es una fuente idónea para la
consecución de nuestros objetivos por dos motivos.
Por un lado, los datos censales se ordenan por secciones y distritos, lo que permite el
análisis a nivel inframunicipal. Aunque tales unidades están pensadas con fines
administrativos y estadísticos, es decir, no se corresponden con los barrios ni siguen
ninguna lógica que no sea la gestión estadística, la desagregación de los datos en
secciones de pequeño tamaño (menos de 1.500 habitantes) permite aunarlas en
agrupaciones que correspondan con la ordenación física y social de la ciudad
metropolitana. Evidentemente el encuadre no es perfecto, pero de entre las fuentes
6
existentes el censo es sin duda aquella con mayores y más fiables posibilidades para el
análisis.
Por otro lado, quizás la mayor ventaja de acudir a los censos para caracterizar y
dotar de significado social a las zonas sea su exhaustividad y el carácter de los datos
registrados en los mismos. Los censos -en España hasta 2001, al menos- recogen
información de toda la población, son universales. Aunque los datos se rellenan por
hogares, las unidades de recuento son los individuos. Esta universalidad es necesaria
para la correcta caracterización socioespacial de las secciones, pero también para la
comparación entre los dos puntos temporales que planteamos en este trabajo.
3.3. El procedimiento de construcción de clusters socioespaciales
El objetivo que nos fijamos con la aplicación del método de análisis mediante
clusters es reunir conjuntos de secciones censales lo más homogéneas posibles con
respecto a las características sociales de la población que allí reside. Para ello se han
realizado dos estratificaciones, una para cada momento temporal aunque el
procedimiento de construcción que aquí se explica ha sido el mismo para ambos
conjuntos de datos.
En primer lugar hemos extraído los datos de las secciones censales de todas las áreas
metropolitanas andaluzas sobre la condición socioeconómica 2 de la población ocupada
F
F
mayor de 16 años (en 1991 y 2001). Calculamos los porcentajes que representa cada
una de las diecinueve categorías de la condición socioeconómica en cada sección y
realizamos con ellos un primer análisis de conglomerados en dos fases con el criterio
intragrupo para comprobar cómo se agrupan las categorías de la variable. El programa
ofrece en su primer ajuste cinco cluster.
Se solicitan entonces las medias y centroides de cada categoría y grupo, así como el
historial de conglomeración, para analizar si la composición es homogénea y los casos
atípicos, ambiguos o difíciles de clasificar. En este caso, advertimos que existen dos
conglomerados muy amplios y heterogéneos en cuanto a la composición social, por lo
que no resultan útiles para el análisis de la estructura social espacializada. Por ello
decidimos realizar un nuevo análisis de conglomerados indicando al programa que
2
Variable construida por el INE que consideramos la mejor aproximación a la clase social de entre las
disponibles.
7
construya seis cluster. Analizando de nuevo los valores medios y comprobando el grado
de homogeneidad, finalmente decidimos operar con los cluster arrojados en este
segundo análisis quedando una tipología de seis grupos.
En el siguiente punto, esta clasificación del espacio urbano será explicada con
mayor detenimiento, pero dado que haremos alusión a ella a lo largo de todo el trabajo,
aclaramos ahora la terminología que hemos escogido para nombrarla. Las áreas sociales
resultantes serían: zonas burguesas; zonas de clases medias; zonas populares; zonas
obreras; zonas agrarias y zonas ambiguas (que recoge los casos atípicos difícilmente
clasificables con los demás grupos).
4. La configuración social de las ciudades en dos momentos distintos
Inicialmente vamos a interesarnos por las grandes tendencias de cambio entre 1991
y 2001 para el conjunto de las secciones. En 1991 las zonas populares englobaban tres
de cada diez secciones censales andaluzas (31%).
Similar peso representaban las
secciones denominadas de clases medias (25%). Una década después, las secciones
clasificadas como medias y populares también son las más numerosas e incluso ganaban
peso relativo con respecto al conjunto, en parte por la pérdida de secciones clasificadas
como obreras y sobre todo agrarias (gráfico 1). Sin embargo, si nos fijamos en cuánta
población ocupada agrupan (no sólo el número de secciones) la evolución no es
simétrica. Si en 1991 las zonas populares y medias eran la residencia del 31,1% y el
25% de los ocupados, porcentajes concordantes con los anteriormente mencionados, en
2001 residen en estas áreas un 31,6% y un 32,5% de los trabajadores activos (tabla 1).
En el caso concreto de las zonas populares, comprobamos como al aumento de
secciones no le acompaña una mayor presencia de población ocupada. En todo caso, las
clases populares y medias tienen el papel protagonista en el espacio urbano
metropolitano andaluz.
Las grandes diferencias entre los conglomerados obtenidos en una fecha y en otra
las encontramos sin embargo en el resto de zonas. Las burguesas, en 1991 engloban al
10% de las secciones, aumentando dicho peso una década después en seis puntos
porcentuales (datos y aumento acordes con la cantidad de ocupados reflejados en la
tabla 1). Justo lo contrario les ocurre a las zonas obreras, menos numerosas en 2001 que
en 1991 (descienden del 19 al 14%).
8
Tabla 1. Ocupados mayores de 16 años en cada zona y año
1991
Total
Burguesas
Medias
Populares
Obreras
Agrarias
Ambiguas
Total
2001
%
Total
156.399
10,9
273.630
356.886
25,0
521.784
444.235
31,1
507.276
251.085
17,6
202.765
161.868
11,3
48.384
59.427
4,2
49.424
1.429.900
100
1.603.263
Fuente: Censos de Población y Viviendas, 1991 y 2001.
%
17,1
32,5
31,6
12,6
3,0
3,1
100
Las zonas agrarias son las que experimentan un descenso más brusco. Pasan de
congregar el 11% de las secciones metropolitanas a representar sólo el 3%. Este
disminución de las secciones y de la población con dedicaciones agrarias (ver Tabla 1)
podemos interpretarla en relación a los cambios sufridos por las ciudades andaluzas
durante las últimas décadas del siglo XX y principios del XXI. Con la expansión
metropolitana, las secciones de pueblos que en 1991 eran rurales pasan a formar parte
de la dinámica urbana en 2001. Lo que nos aporta este dato es la idea de que no solo se
incorporan a la dinámica metropolitana en cuanto a los mercados residenciales, variando
sus espacios construidos y sus flujos espaciales, estas zonas también se adaptan a la
estructura productiva y al mercado laboral de la aglomeración urbana, en el cual el
sector agrario es menos representativo. Más adelante, al analizar la presencia de las
categorías profesionales en cada zona confirmaremos esta idea con información más
precisa.
Las zonas ambiguas son minoritarias en ambas fechas y no varían apenas. En
nuestro análisis estas zonas estarán en un segundo plano. En primer lugar por su poco
peso relativo. En segundo lugar por su especial composición en cuanto a nuestra
variable de estratificación, la condición socioeconómica. Este conglomerado que hemos
denominado ambiguo, está compuesto en su mayor parte por profesionales de las
fuerzas armadas y en menor medida por autónomos. Ambos grupos profesionales
adolecen del mismo sesgo que ocurriría con una categoría que englobase al
funcionariado. Describen una condición contractual tan amplia y plural que difícilmente
es interpretable en términos de clase social. Por ejemplo, entre los autónomos hay
empresarios pero también feriantes, chatarreros, etc. Por ello, nos centraremos en los
cinco clusters anteriores, que sí guardan una correspondencia más real con las distintas
posiciones de la estructura social.
9
Gráfico 1. Conglomerados socioespaciales en 1991 y 2001, (porcentaje de secciones).
Fuente: Censos de Población y Viviendas, 1991 y 2001.
Con respecto a estos cinco conglomerados principales, el gráfico 1 nos informa de
una posible evolución al alza en la estructura social urbana andaluza coincidente en el
tiempo con la década de mayor expansión metropolitana. A la par que descienden las
secciones obreras y agrarias, ascienden las populares pero sobre todo las medias y
burguesas, debido justamente a la pérdida de peso sobre el conjunto de estas áreas
obreras y agrarias. Tal apreciación sobre la evolución de la estructura socioespacial y su
relación con la urbanización metropolitana, se sigue examinando en el siguiente
apartado del trabajo pero podemos empezar a matizar algunos aspectos deteniéndonos
en la composición socioeconómica 3 de cada zona y momento temporal de manera más
F
F
específica.
Los gráficos 2 y 3, muestran el peso de de las cinco categorías profesionales más
representativas en cada conglomerado de secciones censales. Centrándonos en la
evolución entre 1991 y 2001, existen algunas tendencias a resaltar. Por un lado, la
presencia del grupo de directivos, profesionales y técnicos aumenta en todos los
conglomerados. Pasan de representar el 16,9% del total de ocupados al 23,7% siendo
un aumento que se experimenta en zonas donde ya su peso era elevado (burguesas y
3
Hemos sintetizado las 19 categorías de la condición socioeconómica en 9 grupos en función de su
cercanía espacial en 1991 y 2001. Dicha cercanía se determina realizando un análisis de correlación entre
los porcentajes que representan las diferentes categorías dentro de las secciones.
10
medias) pero también en zonas populares (del 10,6 al 12,3%), obreras (del 5,6 al 11,6%)
y agrarias (del 4,7 al 9,1%) 4 .
F
F
Por el contrario, la presencia de obreros agrarios y no agrarios disminuye. En 1991,
tres de cada diez ocupados eran obreros no agrarios (29,1%). En 2001 el porcentaje
desciende hasta el 23,8%. En las zonas populares y obreras este descenso es más
acusado que en áreas burguesas y medias, menos pobladas por este grupo profesional a
principios de los noventa. Este aumento de las presencia de directivos y profesionales
junto con el descenso de las categorías de obreros puede ser consecuencia, como se verá
más adelante, de la propia evolución de la estructura social. No obstante siguen siendo
los dos grupos más discriminantes entre los conglomerados.
Gráfico 2. Composición por condición socioeconómica en los conglomerados de 1991
(cinco grandes grupos)
Fuente: Censos de Población y Viviendas de 1991
Otro rasgo importante de cara a entender la evolución es la pérdida de fuerza de
otras categorías en ese sentido (en cuanto a poder de discriminación y en cuanto al peso
4
Para ver los datos del resto de categorías profesionales no ilustradas en los gráficos remitimos a las
tablas A1 y A2 situadas en el apartado Anexos.
11
que representan sobre el conjunto). Esto ocurre, especialmente, con el resto del personal
de los servicios. En 1991 la presencia de este grupo de trabajadores tenía una lectura
lineal: iba aumentado desde cifras bajas en las zonas burguesas a otras cada vez
mayores hasta llegar a las obreras. En el 2001 esa linealidad se quiebra, el porcentaje de
trabajadores no aumenta, sino que disminuye al fijarnos en las secciones obreras. En
general esta categoría de ocupados disminuye su presencia considerablemente (del
18,5% de los ocupados en 1991 al 11,8% en 2001).
Otra de las cuestiones claves en la evolución parece ser la pérdida de presencia de
las clases agrarias y, especialmente de los obreros agrarios. Esto tiene que ver con la
evolución metropolitana de la que hablábamos anteriormente, con la incorporación de
los municipios de las coronas al fenómeno metropolitano, no ya por la movilidad
residencial, sino por la incorporación de los trabajadores agrarios a las actividades
económicas urbanas, especialmente a través de la construcción. Como consecuencia, la
clase obrera vive en gran medida en estas coronas.
Gráfico 3. Composición por condición socioeconómica en los conglomerados de 2001
(cinco grandes grupos)
Fuente: Censos de Población y Viviendas de 2001
12
Por último y aunque en los dos gráficos anteriores no se observa, cabe aclarar algo
con respecto a estas zonas agrarias. El concepto de agrarias para el quinto conglomerado
se ajusta mejor en la estratificación realizada en 2001 que en la de 1991. En 1991 los
empresarios agrarios no estaban en el mismo conglomerado que los trabajadores
agrarios asalariados (2,6%), encontrándose en mayor medida en las zonas ambiguas
(6,9%). En 2001, sin embargo, la población agraria (obreros y empresarios) se condensa
en el mismo conglomerado. Los empresarios agrarios ascienden al 9,6% y apenas tienen
presencia en las zonas ambiguas (0,6%). Ambos perfiles profesionales descienden su
peso en el conjunto, pero en 2001 los ocupados en tales categorías están más
concentrados en ciertas secciones.
En general, la estructura social de las ciudades ha evolucionado hacia un cierto
aburguesamiento, con una mayor presencia de clases medias y acomodadas (directivos,
profesionales, técnicos, personal administrativo) en todas las zonas de las áreas
metropolitanas. Espacialmente, la tendencia se dirige a una mayor heterogeneidad por
grupos profesionales en la composición social de las secciones. En 1991, los
conglomerados tienen un carácter más marcadamente burgués, medio, popular u obrero.
En 2001, con el aumento de determinadas categorías en todas las zonas y la pérdida de
relevancia de otras (población agraria), el carácter se mantiene pero las diferencias en la
composición de los clusters disminuyen.
5. La evolución de la configuración social de las ciudades
El análisis de los conglomerados realizado en el apartado anterior permite ver cómo
evoluciona la posición relativa de cada uno de los elementos como consecuencia del
cambio conjunto. Pero cabe aclarar que aunque los conglomerados tienen la misma
denominación en ambas fechas, no están conformados necesariamente por las mismas
secciones. En la tabla 2, observamos hacia dónde se han movido esas secciones en la
clasificación y si ese movimiento es coherente con los resultados expuestos hasta ahora.
Una primera cuestión la encontramos en la diferencia entre secciones que aparecen y
desaparecen entre censos. Desaparecen 30 (0,9% sobre el total de secciones en 2001) y
se construyen 557 secciones (17,1% sobre el total). De nuevo, reaparece la importancia
del fenómeno metropolitano pues aunque no lo reflejamos en la tabla, mientras que las
secciones desaparecidas suelen estar en el municipio central de la aglomeración, las
13
nuevas aparecen en municipios de la corona, lo que viene a confirmar el peso de la
suburbanización en la formación metropolitana andaluza. No podemos analizar los
cambios en estas nuevas secciones mediante la matriz pues no existían en 1991 y por
tanto no se agrupan en ningún conglomerado de esa fecha. Sin embargo, más adelante
nos detenemos para intentar incluirlas en el esquema interpretativo general.
En cuanto al resto de secciones, los movimientos parecen señalar la tendencia ya
apuntada hacia el aburguesamiento del conjunto. Permanecen en el mismo
conglomerado 1.300 secciones (39,2%) pero 1.191 (36,5%) cambian de conglomerado
hacia otro más alto (de obreras a populares; de medias a burguesas;…). Solo descienden
de categoría 186 secciones (5,7%).
Las mismas secciones no aparecen en los mismos conglomerados por motivos
diversos. En primer lugar, porque las características de los ocupados residentes en las
secciones cambian. Hay renovación generacional; movimientos residenciales; los
mismos individuos pueden desempeñar puestos distintos, e incluso puede variar el peso
de activos y no activos, variando así la composición de la zona y su inclusión en uno u
otro conglomerado. En segundo lugar hay un motivo más interesante desde nuestro
punto de vista: la posición relativa de cada elemento (sección censal) cambia porque
cambia el conjunto. Algunas zonas se aburguesan porque lo hace el conjunto de la
estructura social. Es decir, hay más zonas medias o burguesas porque hay un mayor
número de población trabajando en categorías antes más exclusivas y excluyentes en
función de la pertenencia a una clase u otra.
Tabla 2. Matriz de orígenes-destinos de las secciones entre 1991 y 2001, números absolutos
1991
Burguesas
Medias
Populares
Obreras
Agrarias
Ambiguas
Nuevas
Total
2001
Burguesas Medias Populares Obreras Agrarias Ambiguas Desaparecen Total
259
148
6
1
0
5
105
524
17
460
243
27
5
8
199
959
1
32
486
428
14
9
148
1.118
0
6
68
28
252
17
66
437
0
2
12
12
23
28
12
89
1
13
12
10
0
44
27
107
1 279
10 671
6 833
4 510
5 299
4 115
0 557
30 3.264
Fuente: Censos de Población y Viviendas, 1991 y 2001.
14
En la tabla 3 se presenta tal dimensión del cambio estructural para comprobar su
relación con la evolución de los conglomerados pero antes, queríamos detenernos en
dos fenómenos directamente observables en la matriz y que afectan sobre todo a las
áreas más alejadas y contrapuestas en la escala social. Un primer fenómeno es el
aumento de áreas burguesas (que pasan de agrupar a 279 a 524 secciones), delimitación
dentro de la cual quedarían las zonas realmente exclusivas (que son muy difícilmente
identificables estadísticamente). Estas urbanizaciones y espacios se entremezclan con
otros, no son espacialmente amplios como para conformar secciones de "de alto nivel".
Además, la condición socioeconómica construida a partir de los censos no es
suficientemente sutil como para captar las élites, a pesar de la universalidad de los
datos. Es decir, que los conglomerados no representan bien la distribución espacial de
las clases más altas, quedando fuera de la clasificación o difuminándose entre otras
categorías profesionales que abarcan multitud de situaciones socioeconómicas (como en
el caso de los autónomos).
Un segundo fenómeno afecta a las zonas populares, obreras y agrarias. La mayor
parte de secciones agrarias en 1991 pasan a ser obreras en 2001 y la mayor parte de
secciones obreras pasan a ser populares. En cuanto a las agrarias, ya hemos aclarado que
tienden a desaparecer porque su sector de actividad también lo hace. La matriz
presentada en la tabla 2 revela otro dato: los trabajadores agrarios no se han adaptado al
sistema productivo urbano a partir de su inserción laboral en todas las profesiones. El
trasvase de estas secciones hacia zonas obreras nos indica que la población de las
coronas se ha ido incluyendo en sectores con demanda de operarios de baja o sin
requerimiento de cualificación, caso de la construcción o de la producción
manufacturera. En este sentido, las coronas de las áreas metropolitanas andaluzas son
espacios que han perdido su fuente de actividad principal, su raíz agraria, pero que
mantienen un fuerte carácter obrero.
En cuanto a los trasvases entre las zonas obreras y populares ocurre algo parecido.
Las zonas populares incluyen antiguas secciones obreras más heterogéneas en su
composición y con más presencia de grupos profesionales cualificados, mientras que
permanecen en la misma categoría las secciones que conforman los barrios y espacios
más excluidos de las ciudades. En 2001 las áreas obreras básicamente están compuestas
por secciones de la corona, antes agrarias, y por las pocas secciones de los municipios
centrales que se han quedado un tanto al margen del cambio estructural ascendente. Nos
15
referimos a barrios como Almanjáyar en Granada o las 3.000 viviendas en Sevilla,
zonas de verdadera exclusión social. Esta distinta respuesta al cambio puede ser un
signo de polarización social en el contexto del ascenso social del resto de
conglomerados.
En la tabla 3 hemos intentado representar este cambio estructural midiendo la
evolución de las categorías de la condición socioeconómica en todo el conjunto
metropolitano andaluz (cuáles aumentan su presencia y cuáles la disminuyen). La
intención es justamente conocer si la evolución de la composición interna de los
conglomerados (vista en el apartado 4) y los movimientos de secciones entre zonas
(abordados en párrafos anteriores) está directamente relacionada con cambios en la
estructura social y en qué medida unos conglomerados se ven más afectados que otros
por estos cambios.
Para empezar, encontramos el mismo efecto generalizado de aparente elevación de
la estructura social que veníamos advirtiendo en la composición de los clusters. La
población con dedicaciones agrarias es la que más disminuye durante la década (los
asalariados lo hacen un 37,5% y los empresarios agrarios un 5,4%). También desciende
el número de operarios con o sin cualificación no agrarios (un 8,4%). Por contra,
aumentan los trabajadores del sector servicios (42,3%), el personal administrativo y
comercial (12,9%) y sobre todo, la categoría de directivos, profesionales y técnicos
(56,5%). Este aumento generalizado de algunas profesiones y el declive de otras, refleja
una dimensión fundamental en el cambio experimentado por la sociedad en los últimos
decenios: la transformación de los sistemas productivos y con ello de los mercados
laborales locales. En las áreas metropolitanas andaluzas la presencia del sector servicios
o el aumento de la oferta de trabajos técnicos y profesionales responden a esta
transformación estructural.
Cabe, sin embargo una apreciación a tener en cuenta de cara futuros y más
depurados análisis. Ciertamente, el grupo de directivos, profesionales y técnicos
aumenta su presencia en concordancia con el cambio general, pero quizás también se ha
hecho más diverso, y oculta grandes diferencias de estatus en el seno de la propia
categoría. Razón por la que habría más trabajadores de este tipo en las áreas populares e
incluso obreras. De la misma forma podemos analizar con mayor detenimiento a los
trabajadores de los servicios, categoría demasiado amplia e inespecífica.
16
Tabla 3. Evolución de las categorías socioeconómicas de los ocupados mayores de 16
entre 1991 y 2001
Total de ocupados
Empresarios agrarios
Empresarios no agrarios con asalariados
Autónomos no agrarios
Directivos, profesionales y técnicos
Resto del personal administrativo y comercial
Resto del personal de los servicios
Operarios con o sin cualificación no agrarios
Obreros de explotaciones agrarias
Otros ocupados y no clasificados
Total
Variación
1991
2001 Absoluta Relativa
16.525
15.637
-888
-5,4
46.112
73.915
27.803
60,3
102.445
99.549
-2.896
-2,8
242.290
379.181 136.891
56,5
282.983
319.602
36.619
12,9
174.544
248.407
73.863
42,3
416.623
381.530 -35.093
-8,4
98.359
61.458 -36.901
-37,5
50.019
23.984 -26.035
-52,1
1.429.900 1.603.263 173.363
12,1
Fuente: Censos de Población y Viviendas, 1991 y 2001.
Este posible efecto de difuminado de la estructura por el crecimiento de categorías
ocupacionales poco específicas desde el punto de vista social también aparece en el
gráfico 4. El gráfico representa las variaciones entre 1991 y 2001 de los porcentajes de
las categorías socioeconómicas en cada uno de los conglomerado de 1991. Es decir,
ilustra cómo habría evolucionado la presencia de cada categoría de mantenerse los
mismos conglomerados. Esta última comparación es ineludible ya que hasta ahora
nuestras unidades de análisis han sido los conglomerados, que como sabemos no están
compuestos necesariamente por las mismas secciones en 1991 y 2001. En esta ocasión,
lo que hacemos es comparar los datos de las mismas secciones censales (de los mismos
espacios) en dos puntos temporales distintos.
Realizando tal ejercicio de comparación hay varios puntos interesantes a resaltar.
En primer lugar, las zonas clasificadas como burguesas en 1991 apenas han variado su
composición. Solo ha aumentado levemente el grupo de directivos, profesionales y
técnicos. Son el resto de zonas las que más han visto variar su estructura social interna.
Acorde a los datos generales de la tabla 3, este grupo profesional aumenta su
presencia medida en puntos porcentuales, sobre todo en las dos categorías intermedias
(medias y populares), pero disminuye en las obreras y aumenta levemente en las
agrarias. Esta disminución en las zonas obreras, puede ser otro signo de polarización ya
que mientras el resto de zonas participan en la tendencia general al alza, estas zonas no
experimentan tanto los efectos.
17
Gráfico 4. Variación porcentual de las categorías socioeconómicas entre 1991 y 2001 en
secciones clasificadas según conglomerados de 1991
Fuente: Censos de Población y Viviendas, 1991 y 2001.
En las zonas obreras de 1991, sin embargo, ha aumentado mucho el número de
trabajadores del sector servicios. Este ascenso, de hecho, es la causa de que diez años
después muchas de estas secciones no hayan sido clasificadas como obreras sino como
populares. Idéntica interpretación podemos hacer entre las zonas agrarias y obreras. Las
primeras han visto aumentado el porcentaje de operarios no agrarios pasando muchas
secciones a las áreas obreras en los conglomerados de 2001.
En todo caso, lo que comprobamos en el gráfico es que mientras que los espacios
burgueses no pierden homogeneidad, el resto de espacios tiene una configuración social
más heterogénea y compleja (dado que muchos de sus residentes se encuentran en estas
categorías profesionales amplias y complejas para determinar el estatus social). En las
zonas medias y populares por la mayor presencia de directivos, profesionales y técnicos.
En las obreras por el peso de los empleos en el sector servicios. En las agrarias, por la
convergencia entre una población agraria en descenso y una población obrera en
aumento.
Por último, para abarcar la totalidad del espacio de estudio, completamos el análisis
anterior con las nuevas secciones, las que no existían en 1991. En la tabla 4 queda
18
patente que estas secciones son igualmente heterogéneas pues las diferencias con
respecto a la estructura del conjunto del área son mínimas. No obstante, la variación en
porcentajes revela que hay una menor presencia en estas nuevas secciones de los grupos
de menor movilidad: obreros agrarios, empresarios agrarios y obreros no agrarios. Es
decir, que son ocupadas por las clases con más recursos para moverse. Lo interesante de
este dato de cara al futuro urbano andaluz, es justamente dónde se ubican estas nuevas
secciones (en la corona) y con qué otras secciones comparten el terreno (con secciones
clasificadas como obreras).
Tabla 4. Composición socioeconómica de las nuevas secciones y diferencias con
respecto al total general (porcentajes)
Empresarios agrarios
Empresarios no agrarios con asalariados
Autónomos no agrarios
Directivos, profesionales y técnicos
Resto del personal administrativo y comercial
Resto del personal de los servicios
Operarios con o sin cualificación no agrarios
Obreros de explotaciones agrarias
Otros ocupados y no clasificados
Total
Nuevas
Total
Diferencia en %
0,9
5,1
5,9
26,1
20,4
14,6
22,1
3,4
1,7
100
1,0
4,6
6,2
23,7
19,9
15,5
23,8
3,8
1,5
100
-7,8
9,8
-5,8
10,2
2,2
-6,0
-7,2
-12,4
15,5
0,0
Fuente: Censos de Población y Viviendas 2001.
6. Conclusiones
En este primer acercamiento a la configuración y reconfiguración social y espacial
de las ciudades andaluzas hemos comprobado cómo evolucionan las zonas (según la
clasificación de áreas) pero también cómo cambian en su composición interna (cómo
cambia la población que en ellas reside). Sintetizando, esta evolución se podría resumir
aludiendo a varios
fenómenos. Por un lado, la aparente elevación social o
aburguesamiento de muchas secciones, no solo porque ciertos grupos profesionales
ganen presencia dentro de los mismos y en el conjunto, también porque las propias
secciones se van integrando dentro de los conglomerados más provilegiados. Por otro,
la pérdida de zonas y población con dedicación agraria, fruto de la paulatina adhesión a
las ciudades de muchos municipios que en 1991 aun no eran metropolitanos. En menor
medida, también hemos atisbado ciertos signos de polarización en las zonas obreras que
habrá que precisar con posterioridad.
19
Entre las causas de esta aparente elevación social, ya se ha barajado la evolución de
la propia estructura social como factor que incide en la reconfiguración de las distancias
relativas entre las zonas. De hecho, hemos descubierto una mayor presencia general de
determinadas categorías socioeconómicas con efectos concretos en la reconfiguración
social de los espacios. Es el caso de los directivos, profesionales y técnicos, así como el
personal de servicios. Este efecto también se estudiará y depurará en los pasos
siguientes de la investigación para poder desmontar el “cajón de sastre” en que parecen
convertirse categorías tan diversas. Afinar tal cuestión nos ayudará en una mejor
comprensión del cambio concreto acontecido en cada zona.
Pero aunque hemos hecho hincapié en la incidencia del cambio estructural, la
explicación de la reconfiguración social de las ciudades andaluzas no se agota aquí. En
primer lugar, deberemos incorporar la movilidad residencial y migratoria al esquema
explicativo. Las migraciones provenientes de fuera de cada una de las áreas participan
en el cambio siempre que se ubiquen en el espacio urbano siguiendo una pauta distinta
de la pauta de localización espacial de los pobladores autóctonos. Pero sobre todo es
necesario incluir en la ecuación la movilidad residencial intrametropolitana, los cambios
de vivienda que no implican cambio de municipio.
Otra posible conclusión es constatar la extensión del fenómeno metropolitano. Estos
efectos ya se ven en nuestros datos, ligados sobre todo a la suburbanización y la casi
desaparición del proceso contrario, el de la centralización de los antiguos habitantes
rurales, ya sea con destino a la capital o a otros pueblos que ya han dejado de serlo, al
integrarse en la dinámica metropolitana. Este cambio es fruto de la ampliación de los
límites de la ciudad, que ha alcanzado hábitats anteriormente rurales, y la incorporación
de población al mercado laboral urbano (empezando por el abandono de la agricultura).
Otra vertiente de la consolidación metropolitana son las distintas dinámicas
residenciales internas, ya estén ligadas a la gentrificación, la movilidad en los barrios tanto en los procesos de emancipación como en los cambios familiares-, o la movilidad
espacial como forma de movilidad social vicaria.
Finalmente, habrá que prestar atención a los fenómenos macroestructurales que
constituyen el marco de significado en que se producen -o se han producido- tales
cambios. Nos referimos factores como la financiarización de la economía durante la
última etapa de crecimiento, estrechamente vinculada al desarrollo inmobiliario. La
generación de un efecto riqueza como consecuencia del aumento de precios de los
20
activos inmobiliarios, y la inversión por parte de diversos grupos sociales, no solo los
más acomodados, en la compra de vivienda son elementos que pueden y deben
enriquecer nuestra comprensión de las transformaciones en torno la vivienda.
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8. Anexos
Tabla A1. Condición socioeconómica 1991, porcentajes
Burguesas Medias Populares Obreras Agrarias Ambiguas Total
Empresarios agrarios
1,1
0,6
0,8
0,3
2,6
6,9
1,2
Empresarios no agrarios con asalariados
5,1
4,1
3,3
1,6
1,8
2,9
3,2
Autónomos no agrarios
4,7
7,5
9,0
5,5
6,7
6,1
7,2
Directivos, profesionales y técnicos
48,2
25,1
10,6
5,6
4,7
14,3
16,9
Resto del personal administrativo y comercial
24,5
27,1
20,3
15,5
6,7
13,9
19,8
Resto del personal de los servicios
5,3
11,0
14,4
18,5
6,9
9,0
12,2
Operarios con/sin cualificación no agrarios
6,7
19,0
35,5
46,6
30,6
23,5
29,1
Obreros de explotaciones agrarias
0,6
1,3
3,2
3,6
38,8
11,6
6,9
Otros ocupados y no clasificados
3,8
4,3
2,8
2,9
1,2
11,8
3,5
Total
100
100
100
100
100
100
100
Fuente: Censos de Población y Viviendas 1991.
Tabla A2. Condición socioeconómica 2001, porcentajes
Burguesas Medias Populares Obreras Agrarias Ambiguas Total
Empresarios agrarios
0,7
0,4
0,4
2,2
9,6
0,6
1,0
Empresarios no agrarios con asalariados
5,4
5,3
3,5
4,9
4,0
3,3
4,6
Autónomos no agrarios
4,2
6,3
6,5
7,6
8,6
4,7
6,2
Directivos, profesionales y técnicos
50,8
26,8
12,1
11,2
9,1
24,0
23,7
Resto del personal administrativo y comercial
20,8
23,7
19,5
12,3
11,6
18,7
19,9
Resto del personal de los servicios
8,5
15,8
21,1
11,2
11,8
14,5
15,5
Operarios con o sin cualificación no agrarios
7,7
19,1
33,1
34,5
24,1
22,8
23,8
Obreros de explotaciones agrarias
0,7
1,3
2,5
15,2
18,0
1,3
3,8
Otros ocupados y no clasificados
1,1
1,2
1,2
0,9
3,1
10,2
1,5
Total
100
100
100
100
100
100
100
Fuente: Censos de Población y Viviendas 2001.
23
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