Evolución de los movimientos hacia ... metropolitanas andaluzas, 1981-2011. El perfil de sus protagonistas

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Evolución
de
los
movimientos
hacia
las
ciudades
centrales
metropolitanas andaluzas, 1981-2011. El perfil de sus protagonistas
José Manuel Torrado Rodríguez
Departamento de Sociología, Universidad de Granada.
[email protected]
Joaquín Susino Arbucias
Departamento de Sociología, Universidad de Granada.
[email protected]
Agradecimientos
Esta comunicación es parte de una tesis doctoral en curso, y se inscribe dentro del proyecto I+D:
“Reconfiguración social del espacio urbano y metropolitano” (CSO2011-29943-C03) dentro del
proyecto coordinado “Movilidad y Ciudad Real. Dinámicas y Cambios Territoriales y Sociales
en España”
Resumen
La movilidad residencial de la población se está convirtiendo en una variable clave para
la delimitación y explicación del fenómeno urbano el cual, hoy más que nunca, adquiere
una forma metropolitana. Desde su nacimiento, las áreas metropolitanas han ido
incrementándose en dimensión y complejidad, pasando por distintas etapas de evolución
causadas por el incremento paralelo de la movilidad interna en las mismas. Estas pautas
de movilidad residencial han dado lugar a momentos diferenciados en el desarrollo
metropolitano, en los cuales unos movimientos cobran mayor importancia frente a
otros: 1º) se produce la formación de las áreas, manteniéndose los movimientos de
concentración hacia las ciudades centrales, 2ª) la desconcentración residencial
auspiciada por la suburbanización de la población hacia los municipios circundantes, y
3º) una etapa de mayor complejización de la estructura de movilidad residencial dónde,
los movimientos de suburbanización prosiguen más allá de la primera corona
metropolitana, acompañados de nuevas dinámicas centrípetas, fase esta última bautizada
como recentralización.
El objeto en este trabajo es un tipo de movilidad residencial poco estudiado hasta el día
de hoy: los movimientos hacia las ciudades centrales debido, entre otras razones, a la
importancia que va cobrando en la fase de evolución reciente del desarrollo
metropolitano y también, por la importancia que se le atribuye en procesos de
transformación social del espacio urbano tan relevantes como la renovación urbana o la
“gentrification”.
El objetivo central de la comunicación consistirá en el estudio de estos movimientos a
través de los tres últimos censos de población, planteando un análisis de su evolución en
el conjunto de la movilidad residencial metropolitana, estableciendo las relaciones entre
el volumen de dichos movimientos y el perfil de sus protagonistas con respecto al
estadio de desarrollo metropolitano de las áreas concretas.
Para ello contamos con datos censales para Andalucía que nos han permitido una
delimitación de sus áreas metropolitanas en círculos concéntricos, que posibilitan, por
primera vez, la diferenciación de varios tipos de movimientos centrípetos según zonas
de origen: (sub)urbanas, en transición a lo (sub)urbano y rurales. Y que contemplan 4
variables clave para la caracterización de sus protagonistas: condición socio-económica,
relación con la actividad, edad y sexo.
Las técnicas a emplear van desde las meramente descriptivas, utilizando indicadores
como tasas brutas e índices estandarizados para el análisis de la evolución, hasta
métodos multivariantes (como la regresión logística) para explicar las diferencias
encontradas en la cuantía y perfiles de sus protagonistas.
Palabras clave
Movilidad residencial, áreas metropolitanas, desarrollo metropolitano, dinámicas
centrípetas, recentralización
Introducción
La movilidad residencial, el cambio de residencia sin otro fin que el cambio en sí
mismo dentro de un mismo espacio de vida, se ha convertido en un indicador clave para
el análisis de la estructura y transformación social de las ciudades actuales. La creciente
escala de la movilidad cotidiana, auspiciada por las posibilidades del modelo de
movilidad basado en el automóvil privado, que Bericat (1994) bautizó como
sedentarismo nómada, ha supuesto una expansión de los espacios de vida cotidianos de
los habitantes de las ciudades, espacios que han llegado incluso a fragmentarse en
diversos sub-centros a través de los cuales satisfacen sus necesidades cotidianas. La
creciente fragmentación y escala de la movilidad cotidiana crea la posibilidad de optar
por elecciones residenciales más allá de los límites administrativos municipales,
produciéndose un incremento sin precedentes de los cambios de residencia entre
municipios, los cuales acaban constituyéndose como mercados supramunipales de
vivienda, unidades funcionales y sociales, que ya a principios del siglo XX fueron
bautizadas como áreas metropolitanas.
Sin embargo, la expansión funcional de las ciudades no es más que la cara más visible
de la movilidad residencial, la cual, a la par que una dinámica demográfica que supone
la redistribución del contingente poblacional, es a la vez una acción social de individuos
y hogares (Susino, 2003), los cuales buscan a través de su elección, la consecución de
sus objetivos y metas vitales. Objetivos y metas vitales enraizados en la posición social
de individuos y hogares, que obedecen a sus habitus y subculturas de clase y
generacionales específicas. Existiendo en consecuencia diferencias, e incluso
desigualdades sociales significativas en la movilidad residencial, que suponen la
territorialización (Giddens, 1995) en el espacio metropolitano de la estructura de
desigualdad social: la división social del espacio urbano, materializada en la
consolidación de zonas principalmente obreras frente a otras de mayor estatus social.
Por tanto, en todo este proceso de metropolización, y su consecuente fragmentación
social de los espacios de vida de los distintos grupos sociales en una escala hasta hace
poco desconocida, la movilidad residencial juega un papel fundamental, en la medida en
que es la conducta propia de los distintos grupos que buscan fijar un punto de referencia
en el espacio metropolitano, una localización en torno a la cual organizar sus
actividades y, me atrevería a decir, sus proyecto vitales. En otras palabras, la movilidad
residencial de la población es la acción social a través de las cuales los distintos grupos
sociales producen y transforman las metrópolis actuales.
Sin embargo, desde un punto de vista funcional, las áreas metropolitanas actuales se han
conformado en un proceso histórico. Un desenvolvimiento espacial que según algunos
autores (Chesire, 1995) sigue una serie de etapas o estadios de desarrollo hasta la
conformación definitiva de las grandes regiones urbanas (como pueden ser en nuestro
país Madrid o Barcelona). Estas etapas han sido muy estudiadas, teorizadas y criticadas
(Nymstrom, 1995; Nel-lo, 2004) pero sin embargo, han mostrado ser un heurístico
fundamental para comprender el desenvolvimiento histórico de las ciudades, en tanto
que estructuras espaciales y sociales.
Se habla de varias etapas fundamentales en el proceso de metropolización,
caracterizadas por el crecimiento diferencial de coronas y cabeceras. Nosotros sin
embargo preferimos referirnos a este proceso, más que por los saldos poblacionales de
los componentes del sistema metropolitano (coronas y cabeceras), por la preeminencia
de unas formas de movilidad residencial sobre otras, fijándonos en la movilidad
intermunicipal, la cual es la que genera la naturaleza metropolitana (supramunicipal) de
las ciudades actuales.
En función de la predominancia de unos flujos u otros de movilidad intermunicipal
podemos describir el desarrollo metropolitano como sigue: 1º) se produce el
crecimiento de la ciudad central, por la expansión del área de influencia de su mercado
de trabajo hacia los municipios de alrededor, el cual atrae movimientos residenciales
hacia la misma procedentes de los municipios circundantes, llamados movimientos de
concentración. 2º) en un segundo momento se produce la desconcentración de la
población hacia los municipios más cercanos, perfilándose el área en este punto como
mercado de vivienda supramunicipal. Este es el llamado proceso de suburbanización.
3º) En un tercer momento la movilidad residencial se complejiza, continuando el
proceso de suburbanización de la población, pero apareciendo dinámicas “nuevas” que
manifiestan la consolidación del área como un mercado supramunicipal de vivienda.
Estas dinámicas nuevas son dos: los movimientos transversales entre municipios de la
corona metropolitana y los movimientos de recentralización. Estos últimos
diferenciados de la concentración originaria por su carácter eminentemente urbano tanto
en lo que refiere a sus municipios de origen como al perfil de sus protagonistas.
De este modo, las distintas áreas metropolitanas pueden ser clasificadas, según la
intensidad y tipos predominantes de su movilidad intermunicipal, en distintos estadios
de desarrollo metropolitano, los cuales tienen un correlato en las características sociales
y demográficas de sus protagonistas. Sin que este correlato suponga una homogeneidad
total en las características de la movilidad de las áreas del mismo tipo, ya que la cultura
urbana y la historia propia de cada ciudad configuran especificidades en cada área
concreta.
El estudio de las características de los protagonistas movilidad residencial hasta el día
de hoy, ha tendido a privilegiar las dinámicas de suburbanización sobre las demás,
debida su importancia para el despegue de los procesos metropolitanos, así como por su
mayor volumen. Dejando un poco de lado los movimientos residenciales centrípetos,
relevantes tanto en la configuración inicial de las áreas (movimientos de concentración)
como en las últimas etapas del desarrollo metropolitano (recentralización).
Especialmente relevantes estos últimos movimientos en la actualidad, debido al papel
que se les achaca a sus protagonistas en procesos tan en boga como la “gentrification” o
la renovación social y demográfica de los centros metropolitanos.
Desde los estudios pioneros de movilidad residencial (Rossi, 1955) estos movimientos
se han vinculado a cambios en los cursos vitales de los sujetos, ligados a la disolución
de hogares, el nacimiento de hijos o la emancipación de jóvenes. Perfilándose como
unos movimientos propios de clases medias suburbanitas que buscan en la ciudad
central la proximidad a los lugares de trabajo, a los servicios (Sturtevant y Jung, 2011),
a las redes de apoyo familiar (Contreras, 2011), así como un estilo de vida más urbano,
abierto y amigable (Caufield, 1994).
Nuestro principal objetivo en esta comunicación es el estudio de estos movimientos
centrípetos, en concreto, el análisis de sus características sociales y demográficas, con el
objetivo de establecer la relación que guardan con el grado de desarrollo metropolitano.
Para ello contamos con datos censales de 1991 a 2011 para Andalucía, para los cuales
tenemos una delimitación doble de las áreas metropolitanas en círculos concéntricos: las
cabeceras, las áreas restringidas, asimilables al mercado de vivienda metropolitano
(Susino y Barrena, 2010), y las áreas amplias, asimilables a mercados metropolitanos de
trabajo (Feria, 2015). Junto a esta delimitación contamos con una clasificación de áreas
realizada por Feria y Susino (2016), que las agrupan según la intensidad y tipo
predominante de movilidad intermunicipal. Con estas herramientas podremos
diferenciar entre tres tipos de movimientos centrípetos según su origen: los procedentes
de la primera corona (zona de más antigua suburbanización, totalmente integrada en el
mercado metropolitano de vivienda), los de la segunda corona (correspondiente a zonas
integradas en el mercado de trabajo metropolitano pero no en el de vivienda) y los
procedentes del resto de la provincia. Para ponerlos en relación con la tipología de áreas
realizada por Feria y Susino (2016): esta tipología diferenciaba, en términos generales,
entre áreas de movilidad débil, dónde las dinámicas metropolitanas son aún incipientes,
de movilidad media, caracterizadas por el despegue de la movilidad intermunicipal, de
movilidad fuerte, con una consolidación de estas dinámicas, y de movilidad intensa,
caracterizadas estas últimas por una complejización y aumento sin precedentes de
dichas dinámicas.
Daremos dos pasos para la consecución de este objetivo general: Primero analizaremos
la evolución de la intensidad y características de la centralización para el conjunto de
áreas metropolitanas andaluzas de 1981 a 2011, con el simple objetivo de apreciar su
evolución general en relación al desarrollo metropolitano. Para, en segundo lugar,
analizar los determinantes de la centralización en los distintos tipos de áreas en el último
censo (2011), el cual dispone de un número mayor de variables relevantes referentes a
la estructura del hogar y la vivienda en las que residen los individuos.
Para abordar el primer sub-objetivo nos bastará con las técnicas clásicas de análisis
demográfico. En concreto, analizaremos la intensidad de los movimientos de
centralización en relación a la movilidad metropolitana, a través de tasas, así como
índices sintéticos de movilidad no afectados por la estructura de edades de la población.
En cuanto a las características, nos bastará con el análisis a través de tasas por grupos
sociales y de edad y la construcción de índices estandarizados sobre la media de cada
tipo de movilidad.
Para el segundo sub-objetivo hemos optado por la realización de modelos de regresión
logística binaria que nos dirán, para cada tipo de área, la probabilidad que tienen los
individuos de realizar un movimiento en lugar del resto de opciones posibles (no
moverse o realizar otro tipo de movimiento) en función de sus características,
clasificadas en cuatro bloques: demográficas y del hogar, socio-económicas, de la
vivienda y territoriales.
La evolución de los movimientos de centralización en el conjunto de la movilidad
residencial metropolitana, 1981-2011
En esta primera parte se ha realizado un análisis descriptivo de la evolución de la
movilidad residencial en el periodo 1981-2011, separando los movimientos de
centralización en los 3 tipos mencionados más arriba.
Antes de interpretar los datos se ha de tener en cuenta la evolución general del universo
metropolitano andaluz, el cual sufrió un proceso de maduración casi generalizada del
fenómeno metropolitano, con el consiguiente incremento y complejización de las
dinámicas de movilidad residencial. Pasando de estar compuesto en 1991 por 4 áreas de
movilidad débil (Huelva, Algeciras, Córdoba y Jaén), 4 de movilidad media, dos con
dominante descentralizadora (Sevilla y Bahía de Cádiz) y dos con predominio de los
movimientos entre los municipios de la corona (Almería y Málaga-Marbella), y sólo un
área con movilidad fuerte de descentralización (Granada). A tener en 2011 sólo un área
con movilidad débil (Córdoba), tres áreas con movilidad media (Cádiz, Jaén y
Algeciras), tres con movilidad fuerte (Almería, Málaga-Marbella y Huelva) y dos con
movilidad intensa (Sevilla y Granada).
Evolución de la intensidad de la movilidad residencial
Este proceso de desarrollo metropolitano generalizado se observa en el incremento
global del número de móviles y de los índices sintéticos de movilidad. Atendiendo a las
variaciones por tipo de movimiento, este desarrollo se traduce en un descenso de la
preferencia por la movilidad intramunicipal y un incremento sustancial de la movilidad
intermunicipal, en concreto, la suburbanización, los movimientos inter-corona y los
movimientos desde la primera corona hacia la cabecera fueron los que más se
incrementaron en intensidad y en número de móviles. En el caso de la centralización se
observa cómo, a un mayor estado global de desarrollo metropolitano corresponde un
incremento de los movimientos con origen en la primera corona, y un descenso de la
intensidad de la movilidad con origen en la segunda corona y en el resto de la provincia,
lo cual alimenta la hipótesis de la recentralización como fase avanzada del desarrollo
metropolitano, sin que esta llegue a significar un descenso de la suburbanización, sino la
aparición de cierta circularidad o complementariedad en las dinámicas de movilidad
residencial metropolitana por la irrupción de unos movimientos que, por su inserción en
el mercado de vivienda metropolitano, podríamos llamar de “recentralización”.
Tabla I. Evolución de la centralización en el conjunto de la movilidad residencial metropolitana
Intramunicipal cabecera
Intramunicipal corona
Suburbanización
1ª hacia cabecera
2ª hacia cabecera
Intermunicipal corona
Provincia hacia cabecera
Total m etropolitana
1991
632.813
317.732
74.716
12.658
15.835
40.154
32.589
1.093.908
Móviles
2011
655.873
467.437
191.560
27.922
18.715
96.187
34.234
1.457.694
Varaición
4%
47%
156%
121%
18%
140%
5%
33%
Índices sintéticos de Movilidad
1991
2011
Variación
1.991
1.790
-10%
1.673
1.659
-1%
227
493
117%
139
189
35%
158
136
-14%
190
326
71%
114
87
-24%
2.149
2.222
3%
Fuente: elaboración propia a partir de los censos de población de 1991 y 2011.
Antes de seguir se hace necesario un inciso, y es que, si bien es verdad lo dicho arriba,
si tenemos en cuenta la evolución 1991-2001 y 2001-2011, podríamos apreciar como la
intensidad total de la movilidad descendió en el segundo periodo, por un descenso de la
movilidad intramunicipal. Si bien la movilidad intermunicipal continuó su crecimiento
en términos generales de 1991 a 2011, no sucedió así con los movimientos centrípetos,
los cuales cayeron en intensidad en el periodo 1991-2001, para recuperarse en el
periodo 2001-2011. Este hecho lleva a pensar que el “boom inmobiliario” tuvo algo que
ver en la remisión de los movimientos centrípetos, así como la posterior crisis de 2008
pudo intervenir en su incremento respecto a los niveles de 1991.
Evolución de los calendarios de movilidad residencial
Observando en términos globales las tasas de movilidad residencial por edades, puede
apreciarse como se han producido de 1991 a 2011, cambios sustanciales en los
calendarios de movilidad residencial. Las tasas por edad siguen mostrando la vigencia
de las teorías clásicas de la movilidad residencial (Rossi, 1955), con una mayor
movilidad de los adultos jóvenes, acompañados en ocasiones por niños. Sin embargo en
las tres fechas analizadas se observan variaciones significativas en los calendarios
respecto a esta pauta general.
Figura 1. Evolución de las tasas de movilidad residencial metropolitana 1991-2011
Fuente: elaboración propia a partir de los censos de población 1991, 2001 y 2011.
En términos globales puede hablarse de un retraso generalizado en los calendarios de
movilidad, pasando de ser el grupo de 20 a 35 años el de mayor movilidad en 1991,
frente al grupo de 30 a 45 años en 2011. Sin embargo, la evolución a lo largo del
periodo es más compleja y no obedece sólo a un retraso generalizado de los calendarios
de movilidad. Así, se observa como detrás del incremento de la movilidad de 1991 a
2001, pueden encontrarse los cambios familiares, como se aprecia por el incremento en
las tasas de adultos de 30 a 40 años y niños. Mientras el descenso de 2001 a 2011 podría
explicarse por la remisión parcial de estos cambios familiares y el repunte de cambios
individuales, o de familias y/o hogares sin menores en su seno, lo cual se refleja en un
incremento de las tasas de los grupos de 30 a 40 años y un descenso de la de los
menores de edad, situándose estos últimos cerca de los niveles de 1991. Este cambio en
las tasas por edad se explica también por el cambio en las estructuras de edad de la
población residente y de móviles metropolitanos reflejadas en la figura 2.
Figura 2. Pirámides de edades y sexos de la población residente en el censo anterior y los
móviles metropolitanos en 1991 y 2011 (%)
Fuente: elaboración propia a partir de los censos de población 1991 y 2011.
En general la población de referencia envejeció, descendiendo el número relativo de
menores de 30 años, descendiendo consecuentemente los móviles en esas edades. Frente
a este descenso, se produce un incremento sustancial de los móviles mayores de 30 y
menores de 55, especialmente en el caso de los adultos de 35 a 50 años. Más interesante
de cara a nuestro trabajo es la evolución de los calendarios según el tipo de movilidad
residencial. Para analizar estos cambios hemos calculado unos índices en los que la tasa
media para cada tipo de movilidad asume el valor 100, pudiendo observarse
exclusivamente las diferencias en los calendarios para cada censo analizado.
Figura 3. Evolución de la distribución por edades de las tasas de movilidad residencial
metropolitana (índices base 100)
Fuente: elaboración propia a partir de los censos de población 1991, 2001 y 2011.
La evolución de los calendarios de movilidad por tipo de movimiento muestra cambios
relevantes en el periodo analizado que podemos resumir en los siguientes:
-
Se observa a lo largo del periodo una tendencia general a una progresiva
diferenciación de los calendarios de movilidad según el tipo de movimiento,
pasando de distribuciones bastante similares en 1991 a divergencias reseñables
en 2011.
-
Pese a las similitudes en 1991, pueden apreciarse algunas diferencias. En el caso
de los movimientos con origen en la corona (sumándole los movimientos con
origen en la provincia) se aprecia, en general, unos calendarios de movilidad
caracterizados por mayores intensidades en las edades jóvenes, ligando estos
movimientos a cambios por emancipación y, posiblemente, a una mayor
presencia de clases obreras, las cuales tienen una mayor movilidad en edades
jóvenes. Excepción a esta tendencia son los movimientos con origen en la
primera corona y destino cabecera, más parecidos a los que tienen origen en la
cabecera en lo que respecta a la mayor intensidad de los adultos maduros y
niños, indicando su vinculación a cambios de residencia de familias completas.
-
En 2001 comienzan a bosquejarse mayores diferencias en los calendarios de los
distintos tipos de movimientos. La mayor intensidad de niños parece apuntar a
que los movimientos con origen en la cabecera, los de centralización
procedentes de la primera corona y los intramunicipales en la corona, se van
vinculando a cambios de familias completas, frente a la centralización con
origen en la segunda corona y en la provincia y los movimientos inter-corona,
los cuales siguen muy vinculados a la movilidad en edades jóvenes, aunque
surgen en los dos primeros picos de movilidad en edades avanzadas (de 40 a 45
años). Asimismo, los movimientos de centralización procedentes de la primera
corona incrementan la intensidad en la edades superiores a 35 años,
diferenciándose cada vez más de la suburbanización, posicionándose como un
movimiento ligado a cambios en los ciclos vitales posteriores a la formación del
hogar, encuadrables dentro de la etiqueta de “recentralización”.
-
Y es en 2011 cuando los distintos movimientos asumen calendarios claramente
diferenciados de movilidad. Los movimientos intramunicipales siguen ligados a
movimientos de familias completas, mientras los cambios fundamentales se
producen en la movilidad hacia la corona y en la centralización. En el primer
caso la movilidad inter-corona y la suburbanización tienden a parecerse,
creciendo la intensidad en las edades de mayor movilidad residencial (25 a 30
años), y destacando la menor intensidad de la movilidad de los menores,
ligándose estos movimientos a cambios de hogares sin hijos, posiblemente
vinculados a la emancipación. En el segundo caso las dinámicas centrípetas
acaban adoptando calendarios diferenciados. Por un lado, los movimientos con
origen en la primera corona terminan de configurarse como movimientos de
“recentralización”, achatándose la distribución en las edades de mayor
movilidad, manteniéndose por encima de la media en los menores de edad, y
creciendo ligeramente en las edades donde la movilidad residencial tiende a ser
menor (edades superiores a los 45 años), quedando vinculados estos
movimientos casi con total seguridad a cambios en los ciclos vitales de los
sujetos, perfilándose como movimientos de “vuelta a la ciudad” de antiguos
suburbanitas. Por otro lado tenemos los movimientos con origen en la segunda
corona, estos se tienden a asemejar en cuanto a calendario a los movimientos de
suburbanización e inter-corona, con una agudización de la intensidad en las
edades de máxima movilidad. Por último tenemos los movimientos de
centralización con origen en la provincia donde se sitúa el área, estos se
mantienen como movimientos ligados a la emancipación, con picos de
movilidad en las edades de 20 a 35 años, siendo el movimiento centrípeto con
menor edad media de los tres estudiados.
Visto los cambios en la intensidad y el calendario en los tres últimos censos, puede
apreciarse como progresivamente, ante un mayor desarrollo del universo metropolitano
estudiado, tienden a dibujarse diferencias sustanciales entre los distintos tipos de
movimientos, especialmente en lo que respecta al calendario de la movilidad
residencial. Cambios y especificidades por calendarios que denotan los eventos de los
cursos vitales que desencadenan tales movimientos. Así, si en 1991, con la mayoría de
áreas metropolitanas andaluzas en procesos de incipiente metropolización, los
calendarios por tipos de movimientos apenas varían de manera sustancial; conforme se
van afianzando las dinámicas metropolitanas, los distintos tipos de movimientos van
vinculándose a diferentes calendarios y, según lo dicho, a diferentes etapas y eventos de
los cursos vitales de los sujetos. En el caso de la centralización se observa como los
movimientos con origen en la primera corona tienden a vincularse a cambios en los
ciclos vitales en edades maduras, posiblemente involucrando a familias completas, pero
también a individuos que se mueven ante eventos negativos como la disolución del
hogar. Los movimientos de la segunda corona tienden a asemejarse a la
suburbanización, mostrándose como un movimiento más ligado a la emancipación y
movilidad de adultos jóvenes y maduros. Mientras en la centralización no metropolitana
acaban destacando, a diferencia del resto de dinámicas metropolitanas, los adultos de 20
a 25 años, lo cuales, como veíamos en la figura 1, habían visto caer su tasa de movilidad
desde 1991.
Evolución de la movilidad residencial para las distintas categorías socio-laborales
Más allá de los cambios en la intensidad y el calendario de la movilidad, una visión
sociológica de la movilidad residencial debe tener en cuenta su relación con la
estructura de desigualdad social existente, ya que las pautas de movilidad, su intensidad,
dirección y calendario varían de manera significativa en función del grupo social de
pertenencia. Precisamente el cometido de este sub-epígrafe es analizar, en el periodo
estudiado, los cambios en la intensidad de la movilidad de los distintos grupos, su
participación en los distintos tipos de movimientos y sus calendarios de movilidad. Para
tal fin hemos construido una variable, la condición socio-laboral, que combina la
relación con la actividad y la condición socio-económica, para toda la población de 20 a
65 años (el grueso de la población en edad activa). Una variable que supone una buena
aproximación a la estructura de clases sociales.
En términos generales puede observarse en los índices reflejados en la tabla 2 un
incremento global de la movilidad residencial metropolitana para todas las categorías
socio-laborales (excepto los “otros inactivos”). Un incremento global que no es
homogéneo y no siempre sigue una tendencia creciente.
Tabla II. Evolución de la estructura y los índices sintéticos de movilidad por grupos sociolaborales
Población residente
Directivos, profesionales y técnicos
Empleados de adminsitrativos y de servicios
Resto de personal de servicios
Operario no agrarios
Empresarios no agrario con asalariados
Empresarios no agrarios sin asalariados
Clases agrarias
Parados
Pensionistas
Otros inactivos
Otros ocupados
Total
1991
201.078
210.185
117.724
296.219
41.772
92.886
85.468
360.752
163.423
749.785
27.415
2.346.707
2011
528.942
402.018
365.105
279.243
91.658
110.096
81.590
1.014.773
233.337
444.495
42.417
3.593.674
Variación
163%
91%
210%
-6%
119%
19%
-5%
181%
43%
-41%
55%
53%
1991
1.637
1.570
1.488
1.441
1.805
1.567
1.271
1.297
1.189
1.372
1.568
1.473
Índice Sintético de Movilidad
variación 1991- variación 19912001
2011
2001
2011
1.753
1.676
7%
2%
1.676
1.735
7%
11%
1.675
1.694
13%
14%
1.595
1.665
11%
16%
1.905
1.907
6%
6%
1.656
1.735
6%
11%
1.488
1.598
17%
26%
1.455
1.486
12%
15%
1.311
1.316
10%
11%
1.512
1.303
10%
-5%
1.632
1.607
4%
2%
1.586
1.584
8%
8%
Fuente: elaboración propia a partir de censos de población 1991, 2001 y 2011.
Así, si en 1991 veíamos una clara correlación entre la estructura de clases y la
movilidad, con una mayor movilidad de los directivos, profesionales y técnicos y de los
empresarios no agrarios con asalariados; en 2011, ante un incremento generalizado de la
movilidad en todas las categorías, las diferencias de clase en la movilidad se aminoran,
creciendo en mayor medida la movilidad de aquellos grupos de ocupados que
presentaban los índices más bajos, como eran los operarios no agrarios, el resto de
personal de servicios y las clases agrarias, asimilables estos dos primeros grupos a la
clase trabajadora o, en términos marxistas, el proletariado. Denotándose una tendencia a
la expansión de los comportamientos de los estratos superiores al resto de grupos
sociales.
Cabe decir, además, que dicha tendencia creciente a la movilidad también tiene su
origen en el cambio en la estructura ocupacional. De esta manera se ha producido un
aumento en las categorías de máxima movilidad tradicional (directivos, profesionales y
técnicos y empresarios no agrarios con asalariados), así como en algunas de las que más
han incrementado su movilidad (el resto de personal de servicios). Cambios en la
estructura ocupacional propios de una sociedad que avanzada hacia una economía cada
vez más terciarizada, en la que se combinan tendencias de profesionalización y
proletarización.
Más allá de estos cambios generales en la intensidad, es de especial relevancia para
nuestros objetivos el analizar la participación diferencial de los distintos grupos sociales
en los distintos tipos de movimientos residenciales contemplados en el análisis. Para tal
fin hemos optado, al igual que hicimos para analizar los calendarios, por calcular las
tasas de movilidad por grupos sociales para cada ámbito, y construir unos índices que
asumen la tasa media de movilidad para cada movimiento como el valor 100 (figura 4).
A través de estos índices podemos observar como los movimientos intramunicipales son
socialmente muy heterogéneos, sin que se produzcan cambios relevantes en el periodo
estudiado. Sin embargo, en los movimientos intermunicipales encontramos mayores
diferencias sociales junto a cambios más relevantes a lo largo de los 30 años analizados.
Así, si en 1991 son los estratos superiores de la escala social (profesionales y
empresarios con asalariados) aquellos con mayor propensión a realizar el movimiento,
progresivamente, su participación va decreciendo, mientras se incrementa de manera
paralela la participación de otros grupos sociales, situados en la parte media y baja de la
estructura social. Es decir, se aprecia una tendencia a la generalización de las pautas de
movilidad de los estratos superiores, como decíamos más arriba, de manera que son
estos estratos superiores los pioneros, por así decirlo, de procesos de movilidad que
progresivamente se expanden al resto de grupos sociales.
Si bien esta tendencia es también cierta para los movimientos centrípetos, estos se
caracterizan, a diferencia de la suburbanización y la movilidad inter-corona, por
mayores diferencias sociales en la propensión a realizar tales movimientos. Así, en
general, son los directivos, profesionales y técnicos, los empleados de servicios y el
resto de personal de servicios los protagonistas privilegiados de la centralización, lo
cual guarda relación con la actividad económica propia de las ciudades, más
especializadas, por lo general, en el sector servicios que los municipios de la corona
metropolitana. Esto puede llevar a pensar que estos movimientos estén, quizás,
vinculados a la búsqueda de una mayor proximidad al empleo.
En el caso de la centralización procedente de la primera y segunda corona, puede
observarse la tendencia a la generalización de la que hablábamos (más evidente en los
procedentes de la primera corona), sin que esta suponga, a diferencia de la
suburbanización y la movilidad inter-corona, que los grupos sociales que tenían menor
movilidad en 1991 lleguen a superar la tasa media de movilidad. Existiendo además
diferencias al principio del periodo, con una mayor presencia de empresarios no
agrarios con asalariados en los movimientos procedentes de la primera corona, que al
final del mismo se aminoran, llegando a presentar índices muy similares por clases
sociales al final del mismo (en 2011).
Los movimientos procedentes de la provincia (que no son movilidad residencial
metropolitana en sentido estricto) siguen una pauta más errática, diferente del resto de
tipos de movilidad intermunicipal, manteniendo distribuciones casi idénticas al
principio y al final del periodo, eso sí, con un descenso generalizado de las categorías
con mayores tasas en este ámbito (profesionales, empleados y resto de personal de
servicios)
Figura 4. Evolución de las tasas de movilidad por condición socio-económica (índices base
100)
Fuente: elaboración propia a partir de censos de población 1991, 2001 y 2011.
Pero las diferencias sociales no sólo se dan en la intensidad de la movilidad y en la
mayor propensión de los distintos grupos sociales a realizar distintos tipos de
desplazamientos, sino que los grupos presentan calendarios de movilidad diferentes.
Con el fin de visibilizar esas diferencias hemos optado por analizar la distribución por
edades (a través de índices que asumen la media de cada grupo como 100) para dos
grupos sociales “antagónicos”. De un lado los directivos, profesionales y técnicos,
representantes arquetípicos de las clases medias urbanas, y de otro, los operarios no
agrarios y al resto de personal de servicios, siendo los primeros los representantes de lo
que podríamos llamar el proletariado tradicional mientras, los segundos, constituyen el
nuevo proletariado de servicios propio de las sociedades capitalistas avanzadas. La
suma de ambos grupos supone algo más del 50% de los ocupados en 1991 y cerca del
65% en 2011.
Figura 6. Evolución de los calendarios de movilidad residencial de la clase trabajadora y las
clases medias altas en 1991 y 2011
Fuente: elaboración propia a partir de los censos de población 1991 y 2011.
Como puede apreciarse en la figura 6 las diferencias entre ambos grupos siguen
dibujando escenarios muy diferentes para ambos grupos. La clase obrera tiende a
cambiar de residencia en edades más jóvenes, mientras a partir de cierto punto
(generalmente a los 30 o 35 años de edad), su movilidad es menor que en las clases
medias altas. Esto se explica por las diferentes edades de emancipación de ambos
grupos, si bien la clase obrera se caracteriza por una emancipación más temprana y,
quizás, en condiciones más precarias, las clases medias tienden a emanciparse más
tarde, por la extensión de su periodo formativo y, posiblemente, a la espera de unas
condiciones más óptimas para la emancipación. Sin embargo, estas diferencias, si bien
estaban más marcadas en 1991, en 2011 se reducen, presentando calendarios de
movilidad por clases cada vez más similares, apareciendo, especialmente en la
movilidad intermunicipal, solapamientos sin precedentes en los calendarios.
Como hemos visto, las dinámicas de movilidad residencial por grupos sociales han ido
sufriendo un proceso de generalización conforme el universo metropolitano andaluz
maduraba en términos de movilidad residencial y afianzamiento del fenómeno
metropolitano. Así, si al principio del periodo (1991) existían mayores diferencias de
clase, tanto en la intensidad por grupos, en sus tasas de participación en los distintos
tipos de movimientos y en sus calendarios, al final del mismo (2011) estas diferencias
se han ido aminorando en todos los aspectos estudiados, generalizándose la movilidad a
cada vez más grupos, incrementándose la participación de las diversas categorías en las
distintas dinámicas de movilidad residencial, e incluso produciéndose solapamientos y
reduciéndose las diferencias en los calendarios de movilidad de grupos sociales
“antagónicos”.
Antes de proseguir con la segunda parte, podríamos terminar este primer análisis
descriptivo con tres proposiciones que resumen la relación de la evolución de la
movilidad y el desarrollo metropolitano vista a lo largo de este apartado:
-
Primero, que conforme se produce un afianzamiento y expansión de las
dinámicas metropolitanas suben en intensidad las dinámicas intermunicipales.
En el caso de la centralización, sólo aumenta la procedente de la primera corona,
la más integrada en el mercado de vivienda, mientras los otros dos tipos
estudiados descienden.
-
Segundo, que los calendarios de movilidad por tipo de movimientos tienden a
diferenciarse progresivamente conforme el desarrollo de las áreas es mayor. En
concreto, la centralización procedente de la primera corona tiende a vincularse a
procesos de “recentralización” alimentados por cambios en los ciclos vitales,
frente a los otros tipos de centralización más vinculados a la emancipación y la
movilidad residencial de jóvenes sin hijos.
-
Y tercero, que las diferencias por clases sociales, aunque para nada desaparecen,
tienden a aminorarse poco a poco actuando los estratos superiores de la
estructura social como pioneros en unos comportamientos que, conforme se
desarrolla el fenómeno metropolitano, se van extendiendo al resto de grupos
sociales.
La relación de las dinámicas de centralización con el desarrollo metropolitano,
2011
Hasta ahora hemos analizado la evolución de las dinámicas residenciales centrípetas en
el conjunto de la movilidad residencial metropolitana de 1981 a 2011, teniendo en
cuenta que en Andalucía se producía durante este periodo un proceso de maduración
generalizada del fenómeno metropolitano, relacionando la evolución en la intensidad,
los calendarios y la movilidad diferencial por clases con dicho desarrollo. Sin embargo
se hace necesario dar un paso más a la hora de establecer las relaciones entre el
desarrollo metropolitano y las características de las dinámicas estudiadas, mediante el
uso de técnicas más sofisticadas que nos permitan establecer la dirección, naturaleza y
significatividad de dicha relación, teniendo en cuenta, ya no sólo el desarrollo general
del universo metropolitano estudiado, sino la relación entre diversas características de
los individuos protagonistas de la centralización y el tipo de área metropolitana en las
que residen.
Para ello hemos optado por realizar, para cada tipo de área metropolitana, un análisis de
la probabilidad que tienen los sujetos, según sus características, de realizar cada tipo de
centralización (desde la primera o segunda corona o desde la provincia) en lugar de
optar por el resto de alternativas posibles (realizar otro tipo de movimiento o no
moverse). Para tal fin la técnica de la regresión logística binaria es la más adecuada ya
que nos permite cuantificar la probabilidad de realizar una acción (o pertenecer a un
grupo) en relación a un conjunto de variables independientes.
Tomamos 3 variables dependientes, una para cada tipo de centralización, y realizaremos
para cada una de ellas 4 modelos de regresión, una para cada tipo de área metropolitana,
pudiendo ver como varían las probabilidades de las distintas categorías de las variables
dependientes en cada tipo concreto de área: las de movilidad débil, media, fuerte e
intensa. Permitiéndonos analizar el cambio en las características de los móviles en
función del grado de desarrollo metropolitano. Para realizar los modelos hemos de
seleccionar sub-muestras que nos permitan contemplar las opciones reales de los sujetos
en cada tipo de área.
En aras de facilitar al lector la visión de los resultados hemos construido 3 tablas: la
primera muestra la probabilidad de realizar movimientos de centralización desde la
primera corona, la segunda refiere a los movimientos desde la segunda corona y la
tercera desde el resto de la provincia, contemplando cada tabla 4 modelos, uno para
cada tipo de área.
En las tablas se muestra la significatividad estadística y el exponencial de beta, este
exponencial permite leer los resultados de manera sencilla. Cada variable de las
variables independientes toma una categoría como referencia, que asume el valor 1, así,
un exponencial igual a uno indicará que la categoría analizada presenta una probabilidad
de ocurrencia del fenómeno de la variable dependiente (centralizarse desde un
determinado origen) igual al de dicha categoría de referencia. En caso de que este valor
sea superior a uno, indicará que la probabilidad de ocurrencia con respecto a la
categoría de referencia es mayor (por ejemplo si el exponencial de la mujeres es 1,28,
significará que las mujeres tienen un 28% más de probabilidad de centralizarse que la
categoría de referencia: los hombres), mientras que si es menor que uno la probabilidad
de ocurrencia será inferior (por ejemplo, si este valor para las mujeres fuera de 0,50, nos
estará indicando que las mujeres tienen una probabilidad de centralizarse un 50% menor
que los hombres).
Debido al mayor número de variables disponibles hemos optado por realizar este
análisis para el censo 2011, el cual contempla toda una amalgama de variables muy
útiles que podemos agrupar en 4 bloques: características demográficas y del hogar
(edad, sexo, estado civil y estructura del hogar), socio-económicas (condición socioeconómica, relación con la actividad y nivel de estudios), de la vivienda (superficies y
régimen de tenencia) y territoriales (lugar de trabajo o estudios).
Además de contemplar dichas variables tenemos para el mismo la clasificación de áreas
metropolitanas de Feria y Susino. Para saber qué áreas concretas corresponden a cada
tipo véase el principio del segundo epígrafe donde detallamos la pertenencia de las áreas
concretas a cada tipo. A este respecto el principal problema lo suponen las áreas de
movilidad débil, en las que sólo encontramos a Córdoba, y por tanto, no puede
considerarse representativa de la tipología en sentido estricto, puesto que al analizarla
mezclará características propias de su cultura urbana con las del grado de desarrollo
metropolitano, no obstante, también la hemos introducido en los modelos, por lo que
sus valores deben ser considerados con la debida prudencia.
Centralización con origen en la primera corona metropolitana
Esta primera tabla muestra la probabilidad que tienen los sujetos en cada tipo de área de
realizar un movimiento con origen en la primera corona, aquella que decíamos se
encuentra más inserta en el mercado de vivienda supramunicipal (metropolitano). Un
movimiento cuyas características nos llevó, en el análisis descriptivo, a clasificarlo con
la etiqueta de “recentralización”. En este caso no hemos realizado el modelo para las
áreas de movilidad débil ya que no era posible, al no tener una primera corona
metropolitana.
Tabla III. Modelos de centralización con origen en la primera corona para cada tipo de área
considerado
Débil
Mujer
menor19
de20a34
de45a64
mayor65
Unipersonal
Monoparental
Parejaconhijos
Otroshogares
Soltero
Viudo
SeparadoDivorciado
Directivosprofesionalesytécnicos
Restopersonaldeservicios
Operariosnoagrarios
Empresariosnoagrariosconasalariados
Empresariosnoagrariossinasalariados
Clasesagrarias
Parados
Jubiladosypensionistas
Otrosinactivos
Otrosocupados
NingunoOcupado
DosOcupado
MásdeTresOcupado
Sinestudios
Primarios
FPBachiller
Universitarios
Menorescursandoestudios
Menosde60
de61a75
de91a105
de106a120
Masde120
Alquiler
CedidaOtraForma
TrabajaFuera
TrabajaCorona
Constante
Rcuadrado de Cox y Snell
Sig.
-
Exp(B)
-
Sig.
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
**
**
***
***
***
*
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
**
***
***
***
***
***
1ª corona hacia cebecera
Media
Fuerte
Exp(B)
Sig.
Exp(B)
0,79
***
0,79
0,64
***
0,83
0,60
***
0,50
0,43
***
0,55
0,55
***
0,31
1,67
n.s.
1,02
0,54
***
0,84
0,73
***
0,64
0,57
n.s.
0,99
1,49
***
1,09
3,35
***
1,22
2,29
***
1,53
1,16
n.s.
1,02
1,17
***
0,85
0,49
***
0,71
1,67
**
1,16
0,62
***
0,57
0,62
***
0,35
0,50
n.s.
0,90
0,52
***
0,77
0,67
**
0,90
0,01
n.s.
0,94
0,42
***
0,64
1,24
n.s.
1,01
0,45
***
0,69
1,00
n.s.
1,05
1,84
***
1,14
2,71
n.s.
1,02
2,06
***
1,75
8,87
***
1,93
1,62
n.s.
1,06
1,00
n.s.
1,05
1,27
***
1,12
1,17
***
0,87
1,07
n.s.
0,96
5,47
***
3,17
2,51
***
2,38
0,24
***
0,34
0,03
***
0,07
0,07
***
0,19
0,05
0,05
Intensa
Sig.
***
n.s.
***
***
n.s.
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
*
n.s.
***
***
***
***
***
n.s.
***
***
***
***
**
***
***
***
***
***
***
***
Exp(B)
0,80
0,91
0,79
0,62
0,94
0,76
0,81
0,72
0,84
0,81
0,81
1,73
0,83
0,79
0,78
1,62
1,17
0,89
0,67
0,67
0,94
1,05
0,71
1,23
0,55
0,40
0,71
1,00
2,11
1,96
2,66
1,73
1,06
0,49
0,43
4,05
1,53
0,33
0,10
0,13
0,04
Fuente: elaboración propia a partir de censo de población 2011.
En lo que respecta a las características socio-demográficas, pueden observarse varios
cambios relevantes en la edad, el estado civil y la estructura del hogar. Respecto a la
edad se va pasando de una distribución típica por edades, en la que las edades de mayor
movilidad (de 35 a 45 años, que es la categoría de referencia) tienen una propensión
mayor al resto de categorías, a otra, especialmente marcada en las áreas de movilidad
intensa, en la que cobran cada vez más protagonismo los menores de 19 y los grupos
mayores de 45, los de menor movilidad. No menos relevantes son las variaciones por
estado civil, así podemos ver como solteros y viudos pasan de tener una probabilidad
muy superior a los casados en las áreas de movilidad media, a tener un propensión
inferior en las áreas de movilidad intensa, sin que descienda significativamente la
propensión de separados y divorciados. Complementaria a estas tendencias es la
evolución de las probabilidades en función de la estructura del hogar, descendiendo
significativamente la propensión de los hogares unipersonales con respecto a las parejas
sin hijos, con un paralelo aumento de los hogares monoparentales y otros hogares,
aunque todos tengan una propensión menor que la categoría de referencia en las áreas
de movilidad intensa.
Estos cambios en las variables socio-demográficas dibujan un perfil característico de
estos movimientos que va configurándose en paralelo a un mayor desarrollo de las
dinámicas metropolitanas. Este perfil que acaba conformándose en las áreas más
maduras se caracteriza por la movilidad de familias completas e individuos.
Movimientos motivados, a la luz de los datos, por acontecimientos negativos de los
cursos vitales como la disolución del hogar, o positivos, como el nacimiento de los
hijos, y que, cada vez aparecen menos ligados a la emancipación (así parece indicarlo la
propensión decreciente de solteros y la creciente de las edades de menor movilidad). En
cuanto a las formas de convivencia, estos móviles se caracterizan por una presencia
relevante de formas “no tradicionales” de convivencia. Quedando así más asentada la
hipótesis que relaciona estos movimientos a cambios en los ciclos vitales posteriores a
la conformación de un hogar y que vincula a estos movimientos a cambios propios de la
segunda transición demográfica.
En cuanto a las características socio-económicas, las diferencias por tipos de áreas
parecen ratificar la hipótesis planteada más arriba de la
generalización de estas
dinámicas al resto de grupos sociales. De este modo, se puede apreciar como conforme
se desarrollan las áreas la propensión de los grupos “pioneros” (los directivos,
profesionales y técnicos y el resto de personal de servicios) en realizar este tipo de
movimiento desciende mientras, paralelamente se incrementa la propensión de los
grupos que en las áreas de movilidad media tenían una menor propensión, los operarios
no agrarios. Aparentemente contradictoria con esta tendencia es la evolución del nivel
de estudios, caracterizada por un descenso progresivo de la probabilidad de aquellos que
tienen estudios primarios y bachiller o formación profesional, mientras se mantienen en
niveles superiores a la categoría de referencia los que poseen estudios universitarios.
Esto parece indicar que pese a la tendencia a la generalización que señalábamos estos
movimientos de centralización siguen muy vinculados a las clases medias.
Por último, las características de la vivienda parecen mostrar datos congruentes con la
evolución de la estructura del hogar, creciendo la probabilidad de que estos
centralizadores residan en viviendas más pequeñas conforme el desarrollo
metropolitano es mayor, algo propio del sistema residencial de las ciudades centrales de
las áreas más consolidadas.
Centralización con origen en la segunda corona metropolitana
Tendencias diferentes según el nivel de desarrollo metropolitano encontramos en el caso
de la centralización procedente de la segunda corona. Los cambios en el perfil sociodemográfico se caracterizan por la mayor presencia relativa de mujeres conforme
pasamos de áreas menos desarrolladas a áreas más maduras. La tendencia por edades
muestra divergencias también con la centralización desde la primera corona, destacando
el descenso de la propensión de los menores de 19 años y de los mayores de 65 años
conforme la madurez de las áreas es mayor, vinculándose progresivamente estos
movimientos a cambios individuales o de hogares sin hijos, ligados o bien a la
emancipación o bien a cambios en las últimas etapas del ciclo vital. Coherente con esta
idea es la creciente propensión de haberse centralizado de los hogares unipersonales, de
los separados y divorciados y, sobre todo, de los viudos.
Las características socio-económicas parecen reforzar la idea de la importancia de los
movimientos de personas mayores, debido al creciente papel que van asumiendo los
jubilados en las áreas de movilidad intensa en relación a las débiles y medias. Otras
variaciones significativas según la clase social muestran como estos movimientos
tienden a asimilarse, al menos en estas variables, a los procedentes de la primera corona
en las áreas de mayor madurez, con una creciente relevancia de los directivos, el resto
de personal de servicios y los empresarios con asalariados, lo cual casa con lo que
veíamos en el análisis descriptivo. No existen tendencias claras en el resto de variables
según pasamos de unos tipos de áreas a otras, ni siquiera en el caso de la vivienda, las
cuales parecen caracterizarse, independientemente del tipo de áreas, por ser en general
inferiores a 90 metros y por un régimen de alquiler.
Se observa pues como conforme pasamos a áreas de mayor madurez del fenómeno
metropolitano, este tipo de centralización se va asemejando a las dinámicas de
“recentralización” en lo que respecta a las características socio-económicas y a la
importancia de cambios individuales ligados a acontecimientos negativos de los cursos
vitales como la separación y el divorcio. Sin embargo, las diferencias fundamentales
con los movimientos procedentes de la primera corona residen en la creciente
importancia que van asumiendo los movimientos ligados a las últimas etapas del ciclo
vital (movimientos de jubilados), y el papel decreciente de los cambios familiares (que
se refleja en la propensión decreciente de los menores de 19), vinculándose estos
movimientos en mayor medida a cambios individuales o de familias sin hijos, teniendo
la emancipación residencial de adultos jóvenes mayor relevancia que en la
“recentralización”.
Tabla IV. Modelos de centralización con origen en la segunda corona para cada tipo de área
considerado
Débil
Sig.
Mujer
menor19
de20a34
de45a64
mayor65
Unipersonal
Monoparental
Parejaconhijos
Otroshogares
Soltero
Viudo
SeparadoDivorciado
Directivosprofesionalesytécnicos
Restopersonaldeservicios
Operariosnoagrarios
Empresariosnoagrariosconasalariados
Empresariosnoagrariossinasalariados
Clasesagrarias
Parados
Jubiladosypensionistas
Otrosinactivos
Otrosocupados
NingunoOcupado
DosOcupado
MásdeTresOcupado
Sinestudios
Primarios
FPBachiller
Universitarios
Menorescursandoestudios
Menosde60
de61a75
de91a105
de106a120
Masde120
Alquiler
CedidaOtraForma
TrabajaFuera
TrabajaCorona
Constante
Rcuadrado de Cox y Snell
***
***
***
***
n.s.
n.s.
***
***
***
***
*
***
***
***
***
***
***
***
*
***
***
n.s.
n.s.
***
n.s.
***
n.s.
***
**
n.s.
***
***
***
***
***
***
n.s.
***
***
*
Exp(B)
0,72
0,37
0,31
0,72
0,83
1,09
1,55
0,49
0,78
0,70
0,72
0,33
0,63
0,44
0,26
0,44
0,27
0,17
0,74
0,19
0,26
1,46
1,05
1,93
0,62
0,86
1,47
1,36
1,49
6,19
2,24
0,70
0,46
0,42
9,71
1,05
0,19
0,06
0,72
0,08
Sig.
***
***
***
***
***
***
***
***
***
n.s.
***
**
***
***
***
***
***
***
***
***
***
n.s.
***
***
**
n.s.
n.s.
***
***
***
***
n.s.
***
***
***
***
n.s.
***
***
***
2ª corona hacia cebecera
Media
Fuerte
Exp(B)
Sig.
Exp(B)
0,82
*
0,96
1,37
***
0,63
0,77
***
0,76
0,21
***
0,34
0,45
***
0,51
0,72
***
0,84
0,16
***
0,71
0,28
***
0,57
0,31
***
0,73
1,02
***
0,69
1,41
***
1,30
0,81
***
1,32
0,77
***
1,30
0,52
n.s.
1,01
0,46
***
0,80
0,37
***
1,53
0,51
***
1,26
0,48
n.s.
1,03
0,37
n.s.
1,09
0,25
***
0,80
0,17
***
0,79
0,93
n.s.
1,14
0,83
***
0,75
0,83
***
1,19
0,81
***
0,59
0,97
***
0,59
0,96
***
0,90
1,40
n.s.
1,02
2,19
***
1,50
4,53
***
2,77
1,29
***
1,45
0,98
***
1,26
0,63
**
1,08
0,60
***
0,61
0,73
***
0,55
1,42
***
2,99
0,93
***
1,37
0,24
***
0,25
0,10
***
0,07
0,50
***
0,22
0,03
0,03
Intensa
Sig.
n.s.
***
***
n.s.
***
**
***
***
***
**
***
***
***
n.s.
***
***
***
***
***
n.s.
***
*
n.s.
***
n.s.
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
Exp(B)
0,97
0,20
0,63
0,99
0,80
1,16
0,72
0,64
0,70
1,11
2,73
2,03
1,25
1,09
0,71
2,47
0,38
0,30
0,74
1,03
0,84
1,29
0,94
1,43
1,02
0,15
0,45
0,58
1,78
6,74
2,81
1,78
0,48
0,25
0,25
2,19
0,89
0,22
0,05
0,21
0,04
Fuente: elaboración propia a partir de censo de población 2011.
Centralización con origen en el resto de la provincia
En el caso de los movimientos centrípetos procedentes del resto de la provincia
encontramos variaciones menos claras de las características de los móviles en relación
al tipo de área metropolitana.
El principal cambio en las características de estos móviles lo encontramos en las
características socio-demográficas, principalmente en la edad y la estructura del hogar.
En términos de edad se aprecia un cambio de una mayor propensión de las edades de
máxima movilidad tradicional (35 a 45 años) en las áreas menos consolidadas a un
creciente protagonismo de las edades de adultos más jóvenes (20 a 35 años), los adultos
maduros (de 45 a 65 años) y los menores de 19 años, lo cual vincula estos movimientos
a la emancipación a edades más jóvenes que en los movimientos procedentes de la
segunda corona y a un creciente papel de los cambios familiares. Así parece indicarlo la
evolución de la estructura del hogar, con la creciente importancia de las parejas con
hijos y, especialmente, por el incremento de las familias monoparentales, las que
aumentan su propensión conforme pasamos a áreas más consolidadas.
En líneas generales, se produce un incremento de la propensión de los “hogares no
tradicionales” respecto a las parejas sin hijos, en concreto, de los hogares
monoparentales y los unipersonales, asemejándose en estos términos al resto de
dinámicas de centralización.
Respecto a las características de clase, encontramos un predominio generalizado de las
clases medias urbanas (directivos profesionales y técnicos y empleados de los servicios)
que es independiente del desarrollo metropolitano. Cabe destacar en esta variable la
propensión creciente de jubilados y pensionistas lo cual, combinado con la creciente
importancia que cobran los movimientos de hogares sin ocupados en las áreas más
consolidadas, liga a estos movimientos a cambios que se producen en las últimas etapas
del curso vital de los sujetos, asemejándose en este aspecto a los movimientos
procedentes de la segunda corona.
Tabla V. Modelos de centralización con origen en el resto de la provincia para cada tipo de área
considerado
Fuera hacia cebecera
Débil
Sig.
Mujer
menor19
de20a34
de45a64
mayor65
Unipersonal
Monoparental
Parejaconhijos
Otroshogares
Soltero
Viudo
SeparadoDivorciado
Directivosprofesionalesytécnicos
Restopersonaldeservicios
Operariosnoagrarios
Empresariosnoagrariosconasalariados
Empresariosnoagrariossinasalariados
Clasesagrarias
Parados
Jubiladosypensionistas
Otrosinactivos
Otrosocupados
NingunoOcupado
DosOcupado
MásdeTresOcupado
Sinestudios
Primarios
FPBachiller
Universitarios
Menorescursandoestudios
Menosde60
de61a75
de91a105
de106a120
Masde120
Alquiler
CedidaOtraForma
TrabajaFuera
TrabajaCorona
Constante
Rcuadrado de Cox y Snell
***
***
***
***
*
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
Media
Exp(B)
1,10
0,24
0,25
0,35
0,86
0,56
0,38
0,27
0,74
0,61
2,80
3,89
1,27
0,64
0,60
0,22
0,46
0,16
0,56
0,46
0,58
0,24
0,97
1,44
1,08
0,14
0,41
1,08
1,35
4,35
5,43
2,39
1,08
0,70
0,22
7,21
0,78
0,05
0,35
1,55
0,07
Sig.
***
***
***
***
***
***
***
***
**
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
*
***
***
***
***
***
***
***
***
***
**
***
***
*
Fuerte
Exp(B)
1,09
0,86
0,71
0,37
0,50
0,97
0,27
0,39
0,41
0,47
1,18
1,60
0,84
0,68
0,46
0,63
1,03
0,17
0,23
0,65
0,27
0,47
0,94
1,29
0,54
0,43
1,10
1,28
2,09
3,22
1,76
1,26
0,68
0,25
0,31
2,73
1,12
0,06
0,32
0,87
0,03
Sig.
***
***
**
***
***
**
***
***
***
***
***
***
***
***
*
***
***
***
***
***
***
*
**
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
**
Intensa
Exp(B)
1,08
0,81
0,93
0,47
0,52
0,91
0,54
0,42
0,83
0,50
2,96
1,62
1,41
0,76
0,93
0,27
0,60
0,38
0,49
0,74
0,68
1,22
0,93
1,18
0,43
0,60
1,01
1,23
1,71
2,10
1,43
1,61
0,60
0,59
0,20
3,15
1,00
0,05
0,19
0,87
0,06
Sig.
***
***
***
***
***
***
***
**
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
***
**
***
***
***
Exp(B)
1,07
1,49
1,01
0,70
0,64
1,84
1,23
0,43
0,93
0,33
0,55
0,42
1,15
0,74
0,52
0,61
0,63
0,34
0,54
0,80
0,60
0,87
0,87
1,36
0,22
0,29
0,50
0,70
1,41
0,79
1,62
1,12
0,47
0,34
0,11
2,56
1,07
0,07
0,26
1,59
0,07
Fuente: elaboración propia a partir de censo de población 2011.
Conclusiones
Como hemos ido viendo a lo largo de la presente comunicación, existen relaciones, en
general, entre el estadio de desarrollo metropolitano y las características sociales y
demográficas de los protagonistas de las distintas dinámicas de movilidad residencial. Y
esto se muestra como cierto tanto en el análisis agregado que realizábamos de 1981 a
2011, como para los distintos tipos de áreas de 2011.
La relación entre desarrollo metropolitano y características de los móviles puede
definirse a través de sus tres implicaciones principales:
Primero, conforme el nivel de maduración del área es mayor, mayor es la diferenciación
en términos de calendario de las distintas dinámicas. Así, se pasa de unos calendarios de
movilidad muy similares para las distintas dinámicas en las áreas incipientes, hacia una
progresiva complejización y diferenciación en las áreas más consolidadas,
produciéndose una vinculación diferencial de las distintas dinámicas inter-municipales a
determinadas etapas del ciclo de vida familiar y de los cursos vitales de los individuos.
En segundo lugar, las distintas dinámicas de movilidad residencial, especialmente las
inter-municipales, son iniciadas en su origen por los grupos sociales que se sitúan en la
parte alta de la jerarquía social (las clases medias-altas y altas). Así, estos grupos juegan
el papel protagonista en la mayoría de dinámicas de movilidad residencial cuando las
áreas metropolitanas están en una fase incipiente de su desarrollo. Sin embargo,
conforme se asientan las dinámicas inter-municipales de movilidad residencial (y por
tanto el área metropolitana se consolida) la base social de estas dinámicas se diversifica.
Es decir, que los grupos sociales más privilegiados actúan como una suerte de
“pioneros” en el comportamiento residencial y, progresivamente, su conducta se
expande al resto de grupos sociales. Este principio de “emulación” de las conductas de
los grupos más privilegiados por parte de los sectores populares no sólo es aplicable a la
movilidad residencial, sino que es un hecho constatado en lo que refiere a la prácticas
sociales en general y que constituye una de las bases fundamentales de las teorías
constructivistas sobre la distinción y el gusto de Bourdieu (1991).
Sin embargo, más allá de las dos tendencias generales descritas: la progresiva
diferenciación en términos de calendarios de movilidad y la generalización de las pautas
de movilidad a todos los grupos sociales, este trabajo tenía como objetivo central
ahondar en las relaciones entre desarrollo metropolitano y las dinámicas centrípetas, y
por tanto, en cómo estas tendencias han configurado la naturaleza demográfica y social
de dichas dinámicas.
En términos generales puede verse como las dinámicas centrípetas según su origen son
diferentes en lo que respecta a las características de sus protagonistas, aunque guardan
patrones comunes, como es la preeminencia en estos movimientos de las clases mediasaltas urbanas. Sin embargo, no era nuestra meta ahondar en estas diferencias y
similitudes, cometido que ya fue abordado en un trabajo anterior (Torrado, 2016), si no
analizar cómo, conforme las áreas se consolidan, estas dinámicas adquieren una
naturaleza social y demográfica diferente. Diferencias que en las primeras etapas de
conformación de las áreas no existían como tales, o al menos, no estaban tan marcadas.
De este modo, a lo largo de las páginas precedentes hemos podido demostrar que el
papel de las diferentes dinámicas centrípetas tiende a diferenciarse, hasta el punto de
constituirse como movimientos diferentes en lo que respecta a sus protagonistas,
jugando estas dinámicas papeles diferentes en el desarrollo metropolitano. Esta
constatación nos pone ahora en disposición de conceptualizar dichas dinámicas en
función del papel que juegan en la conformación de las áreas y en la transformación
social del espacio urbano-metropolitano, siendo este el principal aporte de nuestro
trabajo.
De un lado tenemos los movimientos procedentes de la primera corona metropolitana,
corona que, junto a la ciudad central, constituye el mercado de vivienda metropolitano.
Atendiendo a su evolución y sus características dijimos que podíamos identificar estas
dinámicas bajo la rúbrica de la “recentralización”. Pero ¿por qué recentralización? La
recentralización es un concepto utilizado especialmente en la literatura española
(Galiana y Vinuesa, 2012; López-Gay, 2011; Feria, 2011), a diferencia de otros
conceptos, como el de re-urbanización (Buzar et al., 2005) se caracteriza por referir
exclusivamente a la dinámicas de movilidad residencial metropolitana, y excluir del
mismo al resto de movimientos migratorios. Es decir, refiere movimientos dentro de un
mismo espacio de vida (dentro del área metropolitana) y no a aquellos que, aunque
relevantes, proceden del exterior. Los movimientos de recentralización serían aquellos
que provienen de la zona de más antigua suburbanización (Feria, 2011), dicha zona
corresponde con lo que llamábamos la primera corona. Y tienden a vincularse a cambios
en los cursos vitales de los sujetos propios de etapas del ciclo de vida familiar
posteriores
a la formación del hogar (Rossi, 1955). Cambios desencadenados por
acontecimientos negativos de los cursos vitales, como la disolución del hogar por
divorcio o separación, o por acontecimientos positivos, como el nacimiento de los hijos.
Que llevan a los que un día se suburbanizaron, o incluso a los hijos de los suburbanitas
(Caufield, 1994) a buscar una opción residencial en las ciudades centrales, motivados
por la mayor proximidad a los servicios de ocio y consumo, al trabajo, o a la cercanía de
la redes de apoyo (Contreras, 2011). Estos movimientos se caracterizan además por el
particular clivaje social de su protagonistas, principalmente miembros de las clases
medias urbanas, y por el mayor protagonismo que cobran en los mismos los hogares no
tradicionales, es decir, las nuevas formas de convivencia producto de la segunda
transición demográfica, como son los hogares monoparentales, los hogares
unipersonales y otros tipos de hogares no familiares, teniendo, no obstante, las familias
con hijos, un papel relevante en estas dinámicas.
Así, los hallazgos de este trabajo permiten conceptualizar efectivamente a estos
movimientos procedentes de la primera corona como movimientos de recentralización,
en la medida en que son movimientos que se vinculan a cambios en los cursos vitales de
sujetos de clase media alta, en los que “la vuelta a la cabecera cobra un sentido electivo,
de búsqueda de una opción residencial diferente a la suburbana” (Susino y Duque,
2013: 286). Coformándose como una suerte de movimiento opuesto a la
suburbanización, de sujetos que buscan constituir un espacio de vida basado en la
proximidad espacial a los lugares donde desarrollan sus actividades cotidianas,
perfilándose como unos cambios ligados a los nuevos estilos de vida urbanos (De
Pablos y Sánchez-Tóvar, 2003) de las nuevas clases medias. Pudiendo plantearse la
hipótesis que vincularía a estos movimientos con procesos de transformación social del
espacio tales como la “gentrification” (Lees, 2011) o la “renovación urbana”, es decir,
con la recuperación por parte de ciertos sectores de las clases medias de las zonas de las
ciudades centrales que un día fueron abandonadas por los mismos.
Sin embargo, los movimientos procedentes de la segunda corona no son clasificables
bajo el concepto de la “recentralización”, y es que, aunque se asimilan a los
movimientos procedentes de la primera corona en términos de sus características
sociales, no lo hacen en lo que respecta a los calendarios de movilidad, teniendo un en
ellos un papel relevante los cambios de residencia asociados a la emancipación por
formación de un hogar, principalmente de parejas sin hijos, aunque con una creciente
importancia de otras formas “no tradicionales” de convivencia. Así, creemos que
casarían mejor bajo la etiqueta de movimientos de “concentración” (Feria, 2011; Duque,
2015) por dos razones principales: primero, por su mayor similitud en términos de
calendario a las dinámicas de suburbanización y los movimientos entre municipios de la
corona metropolitana. Y segundo, y más importante, porque las diferencias en los
calendarios parecen indicar que no existe una lógica de “vuelta a la ciudad”, es decir,
que la elección de las ciudades centrales no se basa en un rechazo al modo de vida
suburbano, ya que la segunda corona no constituye la zona suburbana del área
metropolitana como tal y, sobre todo, porque sus protagonistas posiblemente no tengan
experiencia residencial en las cabeceras y zonas suburbanas metropolitanas que les
permita contrastar su elección en torno a estas dos alternativas. Es decir, que en el caso
de los movimientos de “concentración” no puede afirmarse el carácter electivo de las
zonas centrales que sí tienen los movimientos de recentralización.
Por último cabe hablar de los movimientos procedentes del resto de la provincia donde
se sitúa el área. Estos, debido a su carácter más errático en cuanto al cambio del perfil
de sus protagonistas respecto al estadio de desarrollo de las áreas son más difíciles de
etiquetar baja rúbrica alguna, aunque cabe comentar algunas de sus características. Si
somos estrictos, estos movimientos deberían ser conceptualizados como movimientos
de “urbanización” en la medida en la que supone el trasvase de población de áreas no
urbanas hacia las ciudades, alimentando los procesos de despoblación de lo rural y de
concentración de la población en hábitats urbanos. Así, lo que caracteriza a lo largo de
todo el periodo analizado a estos movimientos es el perfil joven de sus protagonistas, así
como el hecho de pertenecer a categorías socio-económicas propias de una economía
centrada en los servicios (la actividad económica propia de las cabeceras
metropolitanas), teniendo un perfil demográfico claramente similar al de otros
migrantes, y cada vez más diferenciado del conjunto de móviles metropolitanos.
Podemos concluir afirmando que efectivamente el desarrollo metropolitano correlaciona
con la diferenciación del perfil de los protagonistas de las distintas dinámicas de
movilidad, encontrándonos con un panorama cada vez más complejo y plural. No
obstante quedan aún muchos interrogantes planteados a la luz de los resultados ¿Cuál es
el efecto de los ciclos económicos en las dinámicas de movilidad residencial? ¿Afectan
a todas por igual? ¿En qué medida se debe el estado actual de las dinámicas
metropolitanas al desarrollo metropolitano y en qué medida se deben a los ciclos
económicos? ¿Existe un filtro residencial en las ciudades centrales que atrae a
determinados colectivos y repele a otros? A estas y otras preguntas iremos contestando
en los próximos años.
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