OPINIÓN DE LA JUVENTUD VASCA SOBRE LA VIOLENCIA DE GÉNERO:... PERSPECTIVA Y METODOLOGÍA PARA LA PREVENCIÓN.

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OPINIÓN DE LA JUVENTUD VASCA SOBRE LA VIOLENCIA DE GÉNERO: SU
PERSPECTIVA Y METODOLOGÍA PARA LA PREVENCIÓN.
Estibaliz Aldekoa Martinez
Teléfono: 653731316
Correo: [email protected]
A pesar de que durante los últimos años se han reducido las muertes y casos de mujeres
víctimas de violencia de género, sigue siendo una realidad extendida en nuestra sociedad
(Instituto Nacional de Estadística, 2014). La violencia de género es un proceso multicausal
(Ruiz-Pérez, Blanco-Prieto y Vives-Casares, 2003) y circular del que tanto víctimas jóvenes
como mayores tienen grandes dificultades para salir (Reizabal y Arruabarrena, 2011 y
Povedano-Díaz y Monreal-Gimeno, 2012). Para conocer la perspectiva que la juventud tiene
sobre la violencia de género, se ha formado una muestra de 60 jóvenes, hombres y mujeres,
residentes en la comunidad autónoma vasca y con edades comprendidas entre los 16 y los 25
años. Según los resultados obtenidos, existe un igual rechazo de la violencia física y
psicológica. Además, hay que destacar las charlas de profesionales como metodología mejor
valorada. Por último, se ha encontrado que no existen diferencias en cuanto a género ni edad.
Violencia de género, juventud, perspectiva, metodología y prevención.
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ÍNDICE:
Resumen.............................................................................................................. Pág. 1
Objetivos ............................................................................................................. Pág. 3
Marco teórico ......................................................................................................Pág. 3
1. ¿Qué es la violencia de género? .......................................................... Pág. 3
2. Epidemiología ..................................................................................... Pág. 5
3. Factores de riesgo para la violencia de género ...................................Pág. 5
4. Prevención de la violencia de género ................................................ Pág. 10
5. Perspectiva de los jóvenes sobre la violencia de género .................... Pág. 12
Metodología ........................................................................................................Pág. 15
1. Muestra ............................................................................................... Pág. 15
2. Técnica de obtención de datos ............................................................ Pág. 16
3. Técnica de análisis de datos ............................................................... Pág. 16
4. Evaluación .......................................................................................... Pág. 16
Resultados ...........................................................................................................Pág. 16
Discusión ...........................................................................................................Pág. 18
Conclusiones ......................................................................................................Pág. 20
Referencias bibliográficas .................................................................................. Pág. 21
Anexo: cuestionario ............................................................................................ Pág. 26
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OBJETIVOS:
El objetivo principal de esta investigación es identificar cuáles son las creencias de la
población joven sobre la violencia de género.
Dentro de esta meta, podemos distinguir los siguientes objetivos específicos:
 Saber si existen diferencia de opinión sobre la violencia de género en función de la edad.
 Saber si existen diferencia de opinión sobre la violencia de género en función del género.
 Conocer cuál es la metodología más adecuada para trabajar la prevención de la violencia de
género desde la perspectiva de la juventud.
MARCO TEÓRICO:
1. ¿QUÉ ES LA VIOLENCIA DE GÉNERO?
Definición:
Según el INE (Instituto Nacional de Estadística), “se entiende por violencia de género todo
acto de violencia física o psicológica (incluidas las agresiones a la libertad sexual, las
amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de libertad) que se ejerza contra una mujer
por parte del hombre que sea o haya sido su cónyuge o esté o haya estado ligado a ella por
una relación similar de afectividad aún sin convivencia”.
En función de lo que es aceptable y lo que no lo es, la concepción de lo que es y no es la
violencia de género ha ido cambiando a lo largo de la historia (Marugán, 2013). En los
inicios, el coito vaginal era el único modo de violación y se tenía la imagen del agresor como
una persona perturbada y ajena a la víctima. Sin embargo, y gracias a las Conferencias
Mundiales sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer (1980), aumentó más el número
de investigaciones, comenzando por el estudio de las características individuales. Con el paso
del tiempo, se fue dejando atrás la perspectiva exclusivamente psiquiátrica, lo que propició la
nueva definición dada en 1992 por la ONU (Organización de las Naciones Unidas): “todo
acto o amenaza de violencia que tenga como consecuencia perjuicio y/o sufrimiento en la
salud física, sexual o psicológica de la mujer”. A pesar de que en la actualidad se tiene mucho
mayor conocimiento sobre el tema, la violencia de género sigue siendo una realidad bastante
invisible incluso para los más jóvenes universitarios (Póo y Vizcarra, 2008).
Proceso:
Siguiendo con la información ofrecida en la web del ministerio de sanidad, servicios sociales
e igualdad, la violencia de género no aparece de un día para otro, sino que van surgiendo
detalles indicadores de ello. En el libro escrito por Reizabal y Arruabarrena (2011) se
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establece el siguiente proceso, el cual se da tanto en parejas adultas como en jóvenes
(Povedano-Díaz y Monreal-Gimeno, 2012). En la primera fase se da la acumulación de
tensión, cuando el maltratador demuestra agresividad no extrema y se dan pequeñas
agresiones psicológicas y físicas. En esta etapa la mujer niega la realidad y el maltratador
opina que su conducta es permisible, aumentando sus ataques, celos y sentimientos de
propiedad. La segunda fase es la del ataque. A consecuencia de la tensión creada en la etapa
anterior, el maltratador pierde el control y ejerce sobre la victima conductas agresivas y
perjudiciales; físicas, psicológicas, sexuales, económicas, espirituales y/o sociales. Esta
agresividad es tan extrema que puede llegar a causar la muerte de la víctima. Por último, llega
el falso arrepentimiento. El agresor demuestra arrepentimiento, pidiendo perdón y jurando
que nunca volverá a pasar y que en el futuro serán felices. Para ello, tiene muestras de afecto
y le hace regalos a la víctima. A consecuencia de todo esto, la victima idealiza la relación y al
agresor, llegando al punto de creer y perdonar.
Tras haber pasado estas tres fases, el ciclo vuelve a comenzar. Con el paso del tiempo, este
ciclo cada vez es más rápido y corto, por lo que las agresiones son cada vez más frecuentes y
fuertes. Además, la víctima cada vez posee menos recursos psicológicos y sociales a los que
acudir en busca de ayuda. Por lo tanto, cuanto más permanezca la mujer maltratada en ese
ciclo, mayores dificultades tendrá para que cese el círculo y mayor probabilidad de que las
consecuencias se vuelvan crónicas, siéndoles muy difícil escapar del control de la persona que
les maltrata (Echeburúa, Amor y Corral, 2002).
Tipos:
A grandes rasgos, se definen tres tipos de violencia de género más comunes: la violencia
física, la violencia psicológica y la violencia sexual (Fernández-Pacheco, 2002). En lo que al
primer tipo de violencia se refiere, suele comenzar con bofetadas, patadas, quemaduras de
cigarro… pero pronto se vuelven cíclicas y aumentan de nivel, entrando en el proceso
anteriormente descrito. Esta violencia es la más fácil de detectar, e incluso existen protocolos
de actuación médica. La violencia psicológica, sin embargo, es mucho más complicada de
percibir, ya que se trata de desvalorar y agredir psicológicamente a la otra persona,
destruyendo su autoestima y aumentando el miedo. En este caso, se encuentran acciones
como los insultos, gritos, desprecios, humillaciones o amenazas. Por último, se encuentra la
violencia sexual, que se da cuando se obliga a alguien a realizar algún acto de carácter sexual
en contra de su voluntad.
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Además, de estos tres tipos de violencia de género principales, también se encuentran otros
que son menos visibles y de los que hay menor conciencia social, como la violencia
económica o la violencia estructural.
2. EPIDEMIOLOGÍA:
Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), a nivel mundial, un 30% de las mujeres
entre 15 y 69 años sufren violencia de género. En concreto, y haciendo referencia a la
población más joven, los porcentajes se quedan muy cercanos a la media tanto en el rango de
edad de 15-19 (29,4%), como entre los 20 y los 24 años (31,6%).
Siguiendo los datos del observatorio de la mujer, en 2015 se establecieron 129.193 denuncias
por violencia de género y fueron 6.005 las personas condenadas. Esto ha supuesto un aumento
de denuncias con respecto a años anteriores (126.742 en 2014, 124.893 en 2013 y 128.477 en
2012).
Según el informe del ministerio de 2014, la mayoría tanto de las víctimas como de los
agresores se sitúan entre los 31 y 50 años de edad, siendo en un alto porcentaje de
nacionalidad española, 67,9% de las víctimas y 69,8% de los agresores. Cabe destacar que la
mayoría de las víctimas, un 66%, convivía y era pareja de su agresor y, entre las víctimas,
solamente en el 31,5% de los casos de muertes existía una denuncia previa. De las 27.087 con
medidas preventivas, la mayoría de ellas se situaba en edades comprendidas entre 30-34 y 3539 (4.602 y 4.880 respectivamente). Seguida de los rangos anteriores, es decir, 20-24 y 25-29
años de edad (3.025 y 3.860). A partir de estas edades, las medidas de protección o medidas
cautelares disminuyen notablemente. En el caso de los agresores, las tasas más altas de
denunciados se encontraban en los rangos 31-40, 41-50 y 51-64 (25,9%, 27,8% y 22,2%). En
el resto de rangos de edad el porcentaje no superaba en ningún caso el 8%.
3. FACTORES DE RIESGO PARA LA VIOLENCIA DE GÉNERO:
La violencia de género es un fenómeno multifactorial en el que toman parte tanto
características individuales, como de la pareja, de la comunidad y de la sociedad en conjunto
(Povedano-Díaz y Monreal-Gimeno, 2012). Así, desde el marco teórico propuesto por RuizPérez, Blanco-Prieto y Vives-Cases (2003), no existe una sola causa para explicar el porqué
de la violencia de género, por lo que plantean un modelo multinivel en el que se da una
interacción causal entre los siguientes ámbitos: individual, familiar, comunitario y
sociocultural.
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En lo que a los adolecentes en concreto se refiere, no existe un único factor que explique por
sí solo la razón por la que estos se comporten de manera violenta o sufran violencia de género
sino que es un sistema formado por cuatro subsistemas (Povedano-Díaz y Monreal-Gimeno,
2012). El primero de ellos, y el más general, es el macrosistema que incluye la sociedad, la
economía, educación y los diversos tipos de desigualdades. El segundo nivel es el exosistema,
la comunidad en el que se dan las relaciones y en las que están situadas las escuelas y el
vecindario. El siguiente es el microsistema, donde se encuentran las relaciones más estrechas
como la familia, amigos y profesores. El último de los niveles, es el individual, es decir,
características psicológicas y biológicas.
Perfil mujer víctima:
Según Fontanil et al., (2002) la violencia se da tanto en mujeres jóvenes como en mayores,
habiendo convivido de media con su agresor 14,1 años de vida. En lo referente a los estudios,
casi la mitad de las mujeres había cumplido la enseñanza obligatoria, pero sólo un 6,2% de
ellas llegó a cursar estudios universitarios. Un dato a destacar es que el 74,2% de las mujeres
tenía un trabajo asalariado antes de sufrir violencia de género, disminuyendo hasta el 43,3%
tras la primera agresión. En un estudio realizado en 2010 por Labrador, Fernández-Velasco y
Rincón sobre las características socio-demográficas de las mujeres víctimas, se establece una
edad media de 36 años. Además, la mayoría tenían un nivel socioeconómico medio o medio
bajo (75%), y aunque el 58,2% de ellas eran activas laborablemente, un 38% de las mujeres
aún dependían económicamente del agresor.
Así, el colectivo de mujeres más vulnerables está formado por mujeres con un menor nivel
educativo, mayor número de menores a su cargo y extranjeras (Vives-Cases, Álvarez-Dardet,
Gil-González, Torrubiano-Domínguez, Rohlfs y Escribá-Agüir, 2009).
En lo referente a las características personales de las mujeres maltratadas, según el estudio
realizado por Matud en 2004, estas presentan más síntomas de depresión grave, ansiedad,
insomnio y síntomas somáticos. Además, también sufren más enfermedades y consumo de
fármacos, especialmente antidepresivos y ansiolíticos. En general, las mujeres víctimas de
violencia de género tienen una menor autoestima y se muestran más inseguras.. En cuanto a la
inteligencia emocional se refiere, la falta de ella supone una dependencia hacia la otra persona
(Blázquez y Moreno, 2008).
Además de estos factores, hay algunos que afectan especialmente a las más jóvenes. Así, en
un estudio estadounidense se encontró que tener amigas que son víctimas de violencia de
género, el consumo de alcohol y ser de una raza que no sea la blanca hace que las mujeres
sean más vulnerables (Foshee, Linder, MacDougall y Bangdiwala, 2001). Un dato importante
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es que, mientras que en el caso de los hombres el alcoholismo se trata como un factor
atenuante de la culpa y se le exculpa moralmente, a las mujeres alcohólicas se les culpabiliza
por el hecho de ser víctimas (Altell y Plaza, 2005). Otro factor encontrado, en este caso en
España, es el modelo de familia en el que las jóvenes han crecido (Ruiz, 2008). Teniendo en
cuenta la tendencia de la juventud a reproducir el estilo de pareja visto en casa, aquellas que
se han desarrollado en un hogar en el que la madre ha sido víctima de violencia tienen mayor
probabilidad de serlo ellas también.
Perfil hombre maltratador:
Aunque son muy pocos los estudios realizados acerca de los hombres que maltratadores
(Carrasco-Portiño, Vives-Cases, Gil-González y Álvarez-Dardet, 2007), hay algún estudio
como el realizado por López (2004) en el que se establecen algunas características del
agresor. En lo referente a los factores socio-culturales, suelen pertenecer a clases sociales
bajas, ya que este medio socio-cultural fomenta el uso de la fortaleza corporal y la resistencia
física. Sin embargo, se vio que no existe una relación causal entre la agresividad de una
persona y la violencia de género. Por otro lado, y para hacer referencia a los factores
psicosociales, es necesario explicar las creencias y principios sobre los que se basa la relación
de pareja. Según estos estereotipos, el hombre es quien manda y el que decide usando la
violencia física, psicológica y/o sexual. De hecho, al estudiar la influencia de los roles
sexistas tradicionales, se puede percibir como los hombres los utilizan como justificación para
la violencia de género.
Para finalizar con el perfil del hombre maltratador, y volviendo al estudio de Carrasco-Portiño
et al., (2007), a nivel individual, se especifica que existe una tendencia a que sean hombres
impulsivos, paranoicos, inseguros y de personalidad depresiva. Además, suelen ser hombres
que en su niñez han sido expuestos a modelos de agresión dentro de la pareja, lo que les hace
suponer que la violencia es aceptable y normal (Hernando, 2007). A estos, hay que añadirles
otros factores, como los altos niveles de cólera, la baja autoestima o las creencias patriarcales
en contra de las mujeres.
Centrados ya en los jóvenes, se ha visto que aquellos que son violentos comparten una serie
de características en común (Álvarez-Cienfuegos y Egea, 2003): han vivido experiencias
dolorosas y tienen un pensamiento rígido, poca empatía, excesiva desconfianza y tendencia a
justificar la violencia. Un elemento principal es la educación, siendo más propensos al
maltrato aquellos que han sido criados bajo los valores de dominación, control y
manipulación hacia las mujeres. Los jóvenes también tienden a reproducir el estilo de pareja
de sus progenitores, por lo que aquellos que han crecido en un hogar donde la madre ha sido
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víctima de violencia de género tienen mayores posibilidades de convertirse en agresores
(Malik, Sorenson y Aneshensel, 1997 y Ruiz, 2008). En la investigación de Foshee et al.
(2001) también se encontraron datos que permitían concluir que los jóvenes maltratadores
suelen ser personas que justifican la violencia y creen que es el modo de solucionar los
conflictos.
Entre aquellos que ejercen la violencia de género, se ha visto que dentro del colectivo de los
jóvenes agresores sexuales hay una gran variedad (Díaz, 2003), es decir, es un grupo muy
heterogéneo.
Estereotipos y creencias sobre género:
Cada vez existe mayor consenso en la perspectiva multicausal de la violencia de género, lo
que hace necesario tener en cuenta factores como el sexismo, la ideología tradicional o las
desigualdades sociales (Ferrer, 2010). Tanto las creencias como las actitudes violentas hacia
las mujeres se construyen a partir de los valores básicos de las personas. De este modo, tanto
la culpabilización de la víctima como los mitos sobre violencia de género se relacionan con
las creencias de los roles tradicionales de dominación masculina.
Entre los estereotipos más destacados hay que tratar los roles sociales, los cuales se definen
como una posición tomada por el individuo en una situación social, la cual tiene límites
claramente definibles y respuestas internamente consistentes, y cuyas características son
conocidas por el público en general (Webel y Higgins, 2012). Los roles sociales establecidos
en nuestra sociedad hacen que las mujeres se encuentren en situación de desventaja.
Los sistemas de valores sexistas en los que se cree que el hombre es superior a la mujer y que
la violencia es un método adecuado para resolver conflictos son un factor que favorece la
violencia de género (Patró y Limiñana, 2005). Según Ruiz (2008), los estereotipos se
construyen social y culturalmente, y están dirigidos a crear mujeres sumisas que han de
agradar, servir y obedecer al hombre. Por el contrario, los hombres han de ser fuertes, no
pudiendo mostrar en ningún momento sus emociones. Cabe destacar que ninguno de los dos
estereotipos es positivo, ya que crea mujeres débiles e inseguras y hombres que únicamente
son valorados por sus logros. En concreto, se establecen cuatro ideas clave que fomentan
dicha desigualdad entre hombres y mujeres (Patró, Limiñana y Martínez, 2003). La primera
idea es que las tareas del hogar y el cuidado de los hijos son responsabilidades de las mujeres.
Por el contrario, y según el segundo valor, el hombre es el encargado de aportar el sustento
económico, teniéndose que labrar una carrera profesional y ser firme. El tercer punto fomenta
la desigualdad al establecer que los hombres son superiores a las mujeres y, por lo tanto, más
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capacitados e inteligentes. El último de los valores defiende que es el hombre el que sustenta
el poder familiar, y por lo tanto, el que toma las decisiones.
La principal conclusión extraída en el estudio realizado por Cantera y Blanch (2010) en
España, México, Puerto Rico y El Salvador fue que tanto hombres como mujeres relacionan
la fuerza con lo masculino y la ternura con lo femenino. Por lo tanto, se concluyó que los
estereotipos sobre la violencia de género están basados en los roles de género. La segunda
conclusión afirmaba que los estereotipos sociales normalizan la violencia de género,
reduciendo su visibilidad y las posibilidades de prevención e intervención.
Como consecuencia de las creencias negativas sobre la mujer, se puede desarrollar una
misoginia, lo que supone odio, rechazo y aversión de los hombres hacia las mujeres y lo
femenino (Ferrer y Bosch, 2000). Los roles y estereotipos de género crean mujeres que llegan
a ser víctimas legitimadas, mientras que fomentan hombres dominantes y con iniciativa. El
hombre se beneficia de su situación de poder para manejar y controlar a una mujer más
vulnerable. Tras la revisión de otras investigaciones, estas autoras concluyeron que la
misoginia es un factor que favorece la aparición de la violencia de género.
Por otra parte, un factor sobre el que se han creado grandes mitos es el amor, entre los que se
encuentran los siguientes estilos (Bosch, Ferrer y Alzamoraz, 2007): eros, amor pasional;
ludus, relaciones causales; storge relación íntima basada en la amistad; pragma, elección
racional; manía, amor obsesivo y ágape, amor altruista. Según las autoras, una creencia muy
extendida es la de que el amor lo puede todo, que es capaz de solucionar todos los problemas.
Este mito presente en la sociedad hace que las mujeres permanezcan más tiempo en una
relación de pareja en la que sufren violencia de género, ya que ellas tratan de salvar la
relación. En concreto, el deseo por formar una pareja y las expectativas del amor romántico
hacen que las mujeres se vean introducidas en un laberinto del que les es muy difícil salir
(Bosch, Ferrer y Alzamora, 2006).
Hay que tener en cuenta que cada vez estamos más adentrados en la era de la tecnología, y los
jóvenes actuales crecen con su influencia. Por ello, los estereotipos de género fomentados
desde la televisión o el cine, influyen enormemente. Son numerosas las series de televisión
que presentan géneros dicotomizados y estereotípicos (Belmonte y Guillamón, 2008). En los
anuncios, la mayoría están realizados por niñas, siendo éstas una portada más atrayente a la
hora de vender los productos (Espiran, 2007). Por su parte, el cine tiene una gran importancia
a la hora de transmitir imágenes de feminidad basadas en la sexualidad y estereotipos que
categorizan a las mujeres en mujer-víctima o mujer-fatal (Berganza, 2003). Por último, uno de
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los estilos musicales que mejor ejemplifica este hecho es el reggaetón, el cual degrada y trata
a la mujer como un objeto sexual (Agudelo, Jaramillo, Navarro y Ramírez, 2013).
Con el objetivo de cesar estos estereotipos, los observatorios de la imagen de la mujer, el
decálogo del instituto oficial de radio y televisión y el estado están trabajando para fomentar
modelos femeninos no tan lesivos e imágenes más igualitarias. De hecho, según la ley 1/2004
“los medios de comunicación fomentarán la protección y salvaguarda de la igualdad entre
hombre y mujer, evitando toda discriminación entre ellos”.
4. PREVENCIÓN DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO:
Factores a tener en cuenta:
Lo más importante a destacar es que existe un gran desconocimiento entre los jóvenes sobre
la violencia de género (Hernando, García y Montilla, 2012). Sin embargo, siendo conscientes
de esto, los jóvenes desean una mayor formación y prevención. De hecho, tratar
específicamente el tema en la escuela reduce los principales factores de riesgo (Díaz-Aguado,
Martínez, Martín, Carvajal y Peyró, 2010): la justificación de la violencia y la minimización
de la violencia emocional. Este último punto es de especial importancia, ya que suele darse
desde la adolescencia en las primeras manifestaciones de la violencia de género en la pareja.
Además, la educación familiar también es importante, especialmente los mensajes dados por
las personas adultas del entorno más cercano acerca de la igualdad y la no violencia.
Al tratar la prevención de la violencia de género en parejas jóvenes, se trabaja con los mitos y
creencias. Como se ha comentado entre los factores de riesgo para la violencia de género, los
roles y estereotipos son una de los elementos que favorecen esta realidad social (Patró y
Limiñana, 2005). Por ello, muchos de los programas de prevención se centran en ellos. Sin
embargo, tal y como defiende Díaz-Aguado (2006), a pesar de que se ha avanzado mucho en
el ámbito referente al sexismo, todavía queda mucho por lograr.
Como se puede apreciar, la ideología de los adolescentes es el centro de atención de los
proyectos de prevención. Por ello, en el artículo de Hernando (2007) se presenta un programa
dirigido a cambiar actitudes individuales, conocimientos y habilidades del cuerpo estudiantil.
Entre los objetivos encontramos sensibilizar al alumnado sobre la violencia de género y
eliminar los mitos e ideas erróneas. Para trabajarlo, se hizo vio una película y se leyó un texto
para posteriormente hacer un debate final. Al final, se concluyó que el proyecto había sido de
gran éxito.
Por otra parte, en un estudio longitudinal llevado a cabo con estudiantes de secundaria se vio
que, aunque habían disminuido las tasas de justificación de la violencia, aún quedaba mucho
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por trabajar (Viniegra, 2007). En concreto, la autora resaltaba la necesidad de trabajar la
relación entre el sexismo, la violencia y el modelo de dominio-sumisión.
Tal y como se comprobó en la evaluación de diferentes programas de prevención (DíazAguado, 2003), hay algunos factores que son imprescindibles para el logro de resultados
positivos, como la lucha contra el sexismo y la violencia hacia las mujeres y el aumento de
conocimientos.
Metodología utilizada:
Según la ley orgánica 1/2004, es responsabilidad del Gobierno del Estado plantear medidas de
sensibilización, prevención y detección de la violencia de género. Por ello, se puso en marcha
el Plan Nacional de Sensibilización y Prevención de la Violencia de Género. En el ámbito
educativo, en concreto, ha de fomentarse la formación basada en el respeto, los derechos, la
libertad y la igualdad. Desde el instituto de juventud, se propone que estos programas han de
iniciarse desde la educación infantil, adaptándolos siempre a las capacidades de cada curso.
(regulado por la ley 1/2004).
En general, la metodología más utilizada suele ser el uso de materiales de coeducación e
igualdad de género, siendo la segunda opción más destacada la puesta en marcha de
programas concretos (Díaz-Aguado, 2009). Otra propuesta para la prevención de la violencia
de género es el trabajo en la forma de ser de los hombres jóvenes y los estereotipos de género
en concreto (Martínez, 2009). En este caso, mediante un procedimiento de aprendizaje entre
iguales se quiere fomentar el cambio de estereotipos y la forma de ser más igualitaria.
Por otra parte, como se ha comentado, algunos estudios avalan la hipótesis de que el amor
romántico fomenta la violencia de género (Bosch et al., 2006 y Bosch et al., 2007). Por ello,
otra de las metodologías utilizadas es el cambio de perspectiva sobre las idealizaciones en la
pareja. Es importante recordar que, según estos roles tradicionales que los medios
audiovisuales fomentan, ellos deben ser poderosos y responsables de la salvación de la mujer,
mientras que ellas son delicadas, abnegadas, dulces y resistentes al sufrimiento (Berganza,
2003). Para disminuir la influencia de estos mensajes, existen algunos programas de
prevención que pretenden dar herramientas a los jóvenes para que reflexionen con los medios
audiovisuales y en su vida cotidiana (Falcón, 2009).
Por último, uno de los métodos que cada vez está tomando más fuerza, especialmente entre
los jóvenes, es el uso de aplicaciones para móviles. A finales de enero de 2015 el profesor de
la UDIMA (Universidad a distancia de Madrid) Djamil Tony Kahale Carrilloha ha realizado
un estudio en el que ha valorado el nivel de uso de algunas aplicaciones diseñadas para la
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prevención de la violencia de género. Aunque hay dificultades para valorar su efectividad,
según las opiniones de los usuarios, estas aplicaciones han sido valoradas muy positivamente.
En opinión de los jóvenes (Fernández-Llebrez y Camas, 2012), hay algunos métodos que se
consideran más útiles que otros para prevenir la violencia de género. Así, los folletos
informativos, las campañas de sensibilización y la enseñanza de respeto mutuo son tres
métodos muy bien valorados tanto por las chicas como por los chicos. Sin embargo, en uno de
los métodos existen diferencias estadísticamente significativas entre los géneros, en concreto,
en la reeducación y reinserción de aquellas personas que han cometido un delito. En este caso,
las mujeres jóvenes consideran este método mucho más útil que los hombres de su mismo
rango de edad.
5. PERSPECTIVA DE LOS/LAS JÓVENES SOBRE LA VIOLENCIA DE GÉNERO:
Tanto en 2012 como en 2013, el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) realizó
estudios sobre la percepción que la sociedad tenía sobre la diferencia de género. El más
reciente fue realizado con jóvenes de entre 15 y 29 años, mientras que el primero se llevó a
cabo con personas mayores de 18 años. Cabe destacar que en ambos casos se tuvieron en
cuenta ambos sexos, no existiendo diferencias en la proporción muestral. A pesar de que se
encuentran grandes diferencias en algunas de las preguntas que se realizaron en las encuestas,
los porcentajes de respuesta obtenidos fueron muy similares en aquellas relevantes para el
tema que atañe.
Al preguntar por la ley integral contra la violencia de género, en ambos estudios se obtuvo el
resultado de que ésta era poco eficaz (38%). Este dato también se obtuvo en un estudio
realizado con 1395 estudiantes de la Universidad de las Islas Baleares (Ferrer, Bosch y
Navarro, 2011).
Siguiendo con los estudios realizados por el CIS, el 56% de los encuestados en ambos
estudios opinaban que las menores de edad suponían un colectivo vulnerable a ser víctimas de
violencia de género.
Otro aspecto relevante es la opinión sobre los diferentes tipos de violencia de género. En
ambos estudios opinaban, con un porcentaje superior al 85%, que los malos tratos físicos,
sexuales y la restricción de la libertad de la mujer eran inaceptables y debían ser penados por
ley. Sin embargo, en lo que a malos tratos verbales y amenazas se refiere, este porcentaje caía
hasta el 60%. Estos mismos datos se mantuvieron en el cuerpo estudiantil de la universidad de
Valencia (González y Mora, 2014) y en la de Islas Baleares (Ferrrer et al., 2011). Además,
estas diferencias aumentan significativamente si tenemos en cuenta la variable género, siendo
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las mujeres las que mayor gravedad otorgan a la violencia física y especialmente a la
psicológica (Fernández-Llebrez y Camas, 2012), dato que también se obtuvo en la
universidad de Huelva (Hernando et al., 2012).
En el estudio de González y Mora (2014), al preguntar a la muestra las posibles razones por
las que se podía dar la violencia de género los factores más destacados fueron las creencias
machistas, los estereotipos y los roles de género (96,15%). Con un porcentaje algo inferior
(86,4%) se encontraban las razones socioculturales y, situados entre el 67% y el 70%, se
argumentaban factores como la celopatía, el consumo de alcohol y drogas, la historia de vida
del agresor y los problemas mentales. Además, el cuerpo estudiantil que formó la muestra de
la investigación de Ferrer et al. (2011), añadieron los siguientes factores: consideraciones
sociales de la mujer, antecedentes de maltrato, el desigual reparto del poder entre géneros, el
bajo nivel cultural o el paro.
En un estudio realizado en unos colegios de Madrid (Meras, 2003), se quiso saber cuáles eran
las actitudes, valores y creencias relacionadas con la violencia de género. Mientras que los
chicos consideraban los celos una muestra de amor, las mujeres opinaban lo contrario. Por
tanto, la autora concluyó la importancia de abordar los estereotipos y creencias.
Cabe destacar que la mayoría de la información y conocimientos que los jóvenes tienen sobre
violencia de género la obtienen a través de los medios de comunicación (Hernando et al.,
2012). Como en los medios de comunicación suele ser muy común la presencia de creencias
estereotipadas (Belmonte y Guillamón, 2008), en los grupos focales y entrevistas realizadas
para un estudio mexicano (Ramírez, Cithlalli y Padilla, 2009) la equidad fue un tema central,
la cual se percibía como algo deseado pero posible hasta cierto punto, y es que, en opinión de
los jóvenes, en la pareja siempre hay alguien que da más que la otra persona.
Pese a que en la constitución española se recoge que todos los españoles son iguales ante la
ley, sin que surjan diferencias por sexo, esto no se ve en la realidad. Las mujeres, por el hecho
de ser mujeres, siguen estando discriminadas en todos los ámbitos de la vida (Pérez, 2009).
Sin embargo, las jóvenes actuales opinan que la igualdad está completamente o casi
conseguida. En este sentido, las mujeres jóvenes dan gran importancia a la libertad personal,
ya que previene las desigualdades.
En otro estudio realizado a 100 estudiantes universitarios de Melilla (68 de origen cultural
europeo y 32 de la cultura amazight), se quiso saber la asociación realizada entre el bienestar
y las conductas indicadoras de la violencia de género (Mohamed, Herrera y Carracedo, 2014).
Aunque en general eran las mujeres las que mayor nivel de malestar presentaban,
concretamente eran las de origen amazight las que más alto puntuaban. Según las autoras, esto
13
podría ser consecuencia de la educación recibida pues se les enseña que los sentimientos son
un tema privado que no se debe tratar con nadie.
Por último, una de las preguntas realizadas en el estudio de González y Mora (2014) fue si
perdonarían una sola vez, por amor, una conducta relacionada con la violencia de género. El
resultado obtenido fue que solo el 41,16% respondió que no toleraría ninguna de las
situaciones, siendo éste un dato que preocupa a los investigadores. Sin embargo, hay que
destacar que un 96% de la juventud estaría dispuesta a denunciar a una persona que maltrate a
su mujer (Fernández-Llebrez y Camas, 2012).
Materiales y dificultades para estudiar la opinión sobre la violencia de género:
Considerando los datos epistemológicos de la violencia de género, ésta sigue siendo una
realidad bastante extendida en la sociedad, por lo que en los últimos años han sido muchos los
estudios realizados con el objetivo de detectar y hacerlo visible. Según Casado (2012), entre
las investigaciones más importantes, cabe destacar la Macroencuesta llevada a cabo por el
Instituto de la mujer. El principal objetivo de esta encuesta es cuantificar la violencia contra
las mujeres en el ámbito doméstico, analizar sus rasgos socio-demográficos y estructurales y
detectar las consecuencias físicas y psicológicas de las víctimas. A pesar de que son muchas
las investigaciones que se han realizado, no todos los datos coinciden. Entre los diferentes
análisis comparativos que se han realizado, la conclusión extraída es que hay grandes
diferencias tanto metodológicas como conceptuales a la hora de estudiar la violencia de
género.
A la hora de diseñar estudios para analizar la violencia de género, ha de tenerse en cuenta que
es una realidad muy variable que cambia en función del contexto socio-histórico. Por lo tanto,
la pregunta relevante es si los indicadores que se utilizan para estudiar la violencia de género
son adecuados o no, para lo que se concluyó que uno de los principales problemas de la
Macroencuesta es que utiliza indicadores de encuestas anteriores sin tener en cuenta los
cambios socio-culturales. Los roles de género están cambiando, ya que las mujeres acceden al
mundo laboral y son independientes (Alberdi, 2004) y temas como el control de los teléfonos
móviles, redes sociales… son realidades que aún quedan por analizar.
A modo de conclusión, Casado (2012) expone tres grandes dificultades a la hora de realizar
estudios para analizar la opinión de las personas sobre la violencia de género: ausencia de
distinción entre conflicto y violencia, ambigüedades y polisemia.
14
METODOLOGÍA:
1. MUESTRA:
La juventud que ha formado parte de este estudio está formado por 60 personas residentes de
la comunidad autónoma vasca, representando las mujeres el 61,7% y los hombres el 38,3%.
Con respecto a la edad, la muestra se sitúa en edades comprendidas entre los 16 y 25, con una
media de 20,63 años y una desviación típica de 2,341. Con el objetivo de conocer si existen
diferencias de edad, la muestra se ha dividido en dos rangos, uno formado con las personas
entre los 16 y 20 años (45%) y el otro con aquellas que tienen entre 21 y 25 años (53,3%).
En cuanto a la situación actual de la juventud que forma esta muestra, la mayoría son
estudiantes (73,3%), aunque también hay algunos que estudian y trabajan (21,7%) y dos
sujetos que ni estudian ni trabajan. Entre aquellos que estudian, cabe destacar la presencia de
estudiantes universitarios de grado (48,3%), encontrando también estudiantes de ciclo
(16,7%), de bachiller (15%), de postgrado (11,7%) y un sujeto que cursa secundaria.
2. TÉCNICAS DE OBTENCIÓN DE DATOS:
Para este estudio se ha llevado a cabo una encuesta formada por dos preguntas cuantitativas
del cuestionario del CIS (la quinta y novena) utilizado para el estudio de “la percepción social
de la violencia de género por la adolescencia y la juventud” (2013), una pregunta cuantitativa
creada ad hoc y cuatro preguntas para conocer los datos socio-demográficos.
El que supone el primer grupo de preguntas de la encuesta (ítems del 1 al 11) es la quinta
pregunta utilizada por el CIS. En este caso, se plantean una serie de situaciones expresando si
se consideran algo inevitable, aceptable en algunas circunstancias o totalmente inaceptable. El
segundo grupo de preguntas (ítems del 12 al 17) constituyen la novena pregunta del CIS, y se
plantean una serie de afirmaciones para las que ha de establecerse el grado de conformidad
(muy de acuerdo, bastante de acuerdo, poco de acuerdo o nada de acuerdo). Ambas son
preguntas cerradas, habiendo 4 y 5 opciones de respuesta respectivamente, incluyendo la
opción de no sabe/no contesta (NS/NC).
Por otra parte, se ha formulado una pregunta concreta realizada ad hoc. El decimoctavo ítem
de la encuesta es una pregunta cuantitativa dirigida a conocer cuál es el método más adecuado
para prevenir la violencia de género según la juventud. Hay que decir que se trata de una
pregunta cerrada con seis posibles respuestas, incluyendo las de otro método y no sabe/no
contesta (NS/NC). Para finalizar la encuesta, se plantean una serie de preguntas socio-
15
demográficas en las que se pregunta por el género, la edad y la situación laboral o educativa
del momento.
3. TÉCNICAS DE ANÁLISIS DE DATOS:
Para el análisis de la encuesta se ha utilizado el software SPSS, pues son preguntas
cuantitativas. Para conocer si existen diferencias de opiniones por género y edad, se han
comparado las medias mediante el método de student t.
4. EVALUACIÓN:
Teniendo en cuenta las características de las encuestas (Cea D’Ancona, 2009), la gran ventaja
que proporcionan es que se pueden obtener datos de una gran población de forma sencilla.
Además, y teniendo en cuenta que dos de las preguntas han sido extraídas de un estudio
realizado por el CIS, es posible la comparación entre estudios.
Previo a pasar los cuestionarios, se han tenido algunas dudas sobre el uso de las preguntas del
CIS, ya que no todos los autores están muy conformes con los indicadores utilizados (Casado,
2012). Existen grandes debates acerca de si los indicadores que se utilizan para estudiar la
violencia de género son adecuados o no, ya que se utilizan indicadores de encuestas anteriores
que no tienen en cuenta los cambios socio-culturales. A pesar de ello, se ha optado por el uso
de dichas preguntas porque forman parte de un cuestionario validado y realizado a escala
nacional, lo que permite la comparabilidad entre datos.
Por último, debe comentarse que ésta es una encuesta realizada a 60 jóvenes de la comunidad
autónoma vasca. Por lo tanto, son datos a tener en cuenta pero que no pueden ser plenamente
generalizados. Un elemento positivo de esta encuesta es que se han tenido en cuenta tanto
hombres como mujeres de un rango de edad acotado, lo que permite conocer más
concretamente el punto de vista de la juventud entre estas edades.
RESULTADOS:
Para analizar los datos cuantitativos, se ha utilizado el software informático SPSS. En primer
lugar, se han analizado los estadísticos descriptivos de los ítems del 1 al 18 para conocer la
opinión mayoritaria de la juventud de la muestra. Posteriormente, se han comparado las
respuestas en función del género y edad. A continuación, se ha realizado otro análisis
descriptivo para conocer cuál es la metodología mejor valorada por parte de la juventud
muestral, realizando también una comparación de género y edad.
16
En cuanto a los datos descriptivos observados en los ítems relacionados con el nivel de
aceptabilidad de las situaciones planteadas, se ha visto que en la mayoría de los ítems existe
un gran consenso. Éste es el caso de los ítems 2, 4, 6, 7, 8, 9, 10 y 11, en los que más de un
90% de la muestra opina que son situaciones inaceptables. En el caso del ítem número 3
(controlar los horarios de la pareja), el porcentaje de personas que opinan que es totalmente
inaceptable baja al 71,7%, mientras que aumentan aquellas opiniones que creen que es
aceptable en algunas circunstancias (21,7%). Por el contrario, es en los ítems 1 y 5 donde las
opiniones cambian. En el primero item, el 50% de la muestra opina que es aceptable en
algunas circunstancias mantener constantes discusiones, mientras que en el caso del quinto
ítem, el 60% opina que es aceptable en algunas circunstancias dar voces a los hijos.
Haciendo referencia a los ítems dirigidos a conocer el nivel de acuerdo con algunas
afirmaciones, se ha comprobado que, en general, hay un alto grado de coincidencia. En los
ítems 12, 13, 16 y 17 la mayoría de las personas han optado por estar poco o nada de acuerdo
con la afirmación, teniendo respectivamente los siguientes porcentajes: 55%, 78,3%, 71,7% y
73,3%. En el caso del decimocuarto ítem, el 75% de la muestra opina que las víctimas
aguantan por los/las hijos/as. Por último, cabe destacar que la opinión más destacada es la de
estar bastante de acuerdo con que los agresores suelen tener una enfermedad mental (ítem 15).
Sin embargo, si se analiza si se está o no de acuerdo con dicha afirmación, los porcentajes se
igualan, siendo un 41,7% las personas que están muy o bastante de acuerdo con la afirmación
y un 43,3% las personas que están poco o nada de acuerdo.
Tras haber comprobado la normalidad y la homocedasticidad mediante las pruebas de
Kolmogorov-Smirnov y de Levene, se han llevado a cabo las comparaciones en función de
género y edad. En ambos casos no se han encontrado diferencias estadísticamente
significativas, aunque sí se ha encontrado una pequeña diferencia entre hombres y mujeres en
el ítem número 15, siendo ellas las que están más de acuerdo con la afirmación de que los
agresores suelen tener alguna enfermedad mental.
Pasando ahora al ítem número 18 mediante el que se pretende conocer cuál es, según la
juventud muestral, el método más adecuado para prevenir la violencia de género, se ha visto
que la opinión más destacada es el uso de las charlas de profesionales en las aulas (31,7%).
En un segundo nivel se encuentran las actividades (películas, lecturas…) en las aulas, la cual
ha sido la opción elegida por el 23,3%. A excepción de la combinación de métodos (18,3%),
el resto de las opciones se encuentran en un porcentaje inferior al 9%. También hay que decir
que en la categoría “otros” se han obtenido tres respuestas, dos de ellas recalcando la
17
importancia de la educación y otra proponiendo el uso de discursos de mujeres que hayan sido
víctimas y hombres que hayan ejercido la violencia de género.
Tras la comprobación de la normalidad y la homocedasticidad, se ha procedido a la
comparación de opiniones según el género y el rango de edad, donde no se han encontrado
diferencias estadísticamente significativas.
DISCUSIÓN:
Si tenemos en cuenta el primer bloque de ítems de la encuesta, llama la atención que hay una
mayor aprobación del control de los horarios de la pareja (ítem3) que del control de las
relaciones (ítem 4) o del estudio y trabajo (ítem 8). Hoy en día el control de la pareja se puede
hacer a través de las redes sociales o teléfonos móviles, pero ésta sigue siendo una realidad
que requiere de una investigación más profunda (Alberdi, 2004). Otro de los ítems a comentar
es el primero, aquel que hace referencia al hecho de mantener constantes discusiones y es
aceptado en algunas circunstancias por la mitad de la muestra, pero no por otro 40%. Esta
distinción tan notable de opiniones puede estar provocada por la inadecuación de los
indicadores que miden la violencia de género. Tal y como Casado (2012) argumenta, uno de
las mayores dificultades para estudiar esta realidad social es distinguir entre los conflictos y la
violencia. Por último, a diferencia de los datos obtenidos por el CIS en las encuestas de 2012
y 2013, en esta investigación no se han encontrado diferencias en cuanto al rechazo de la
violencia psicológica y física. Según los datos de la investigación, ambas poseen un
porcentaje de rechazo superior al 90%. Aunque en la investigación de Fernández-Llebrez y
Camas (2012) se encontró que existían diferencias entre hombres y mujeres, siendo estas
últimas las que más importancia otorgaban a la violencia psicológica, no se han encontrado
dichos resultados.
Pasando al segundo bloque de ítems, es importante conocer si los conocimientos de la
juventud son adecuados o no, ya que los estereotipos un factor de riesgo para la violencia de
género (González y Mora, 2014). Por ello, se ha considerado relevante tratar individualmente
cada uno de estos ítems.
En el caso del decimotercer ítem, la opinión mayoritaria rechaza la idea de que las mujeres
que sufren malos tratos los consienten porque son dependientes económicamente. Sin
embargo, según algunos estudios el hecho de ser económicamente dependiente sí se considera
un factor para mantener la relación (Echeburúa et al., 2002). Éste es un hecho que no está del
todo aclarado, ya que, aunque el 58,2% de las mujeres víctimas eran activas laborablemente,
18
un 38% de las mujeres aún dependían económicamente del agresor (Labrador et al., 2010).
Por lo tanto, no está muy claro si la dependencia económica es un factor de riesgo. En
relación a la formación, los resultados obtenidos coinciden con la investigación realizada por
investigación de Fontanil et al., (2002). En ambos casos el tener una baja formación no
supone un factor de riesgo para la violencia de género. Según el estudio, aunque sólo un 6,2%
de las mujeres víctimas habían cursado estudios universitarios, más de la mitad había
finalizado la enseñanza obligatoria. En contra de los datos obtenidos, también hay estudios
que sí consideran a las mujeres con baja formación un grupo de riesgo (Vives-Casares et al.,
2009). Otra razón argumentada para el hecho de que la mujer víctima aguante más tiempo en
una relación insana es la preocupación por los hijos e hijas. En este sentido cabe destacar que,
aunque las madres intentan proteger a sus hijos/as, estos/as también suponen una fuente de
fortaleza para cesar con la situación de violencia de género. En general, en opinión de la
juventud participante en la muestra no es cierto que las mujeres sufran maltrato porque lo
consientan, lo que reafirma el hecho de que el círculo de la violencia de género cada vez es
más rápido y limita los recursos psicológicos y sociales de las mujeres (Reizabal y
Arruabarrena,, 2011). Por lo tanto, las mujeres no permanecen en una relación porque lo
consientan, sino porque se ven envueltas en un círculo vicioso.
En lo referente al agresor, la opinión mayoritaria en cuanto a la procedencia de los agresores
concuerda con los datos obtenidos por el ministerio de sanidad, servicios sociales e igualdad.
Tal y como los sujetos de la muestra opinan, no hay más agresores extranjeros que nacionales,
siendo españoles el 73,3% españoles y el 26,7% extranjeros en el 2015. Por el contrario, no
hay una opinión tan clara en cuanto a si los agresores tienen o no alguna enfermedad mental.
Según los resultados, la opinión mayoritaria es la de estar de acuerdo con la afirmación, pero
al agrupar las respuestas se ve que los porcentajes entre los que están y no están de acuerdo se
asemejan mucho. Aunque según los datos obtenidos por anteriores investigaciones (CarrascoPortiño et al., 2007; Hernando, 2007 y Marugán, 2013) nieguen que los trastornos mentales se
encuentren entre las características individuales de los agresores, sigue siendo un pensamiento
presente en la sociedad.
En relación a todos estos datos, cabe destacar que no existen diferencias estadísticamente
significativas ni en función del género ni la edad.
Por otra parte, se ha confirmado que el método mejor valorado por la juventud son las charlas
realizadas con profesionales dentro de las aulas, siendo en segundo lugar las actividades
dentro de las aulas la elección más escogida. Esta es una afirmación que coincide con el hecho
encontrado por Fernández-Llebrez y Camas (2012) según el cual la información relacionada
19
con la violencia de género es bien recibida por la juventud. Además, en este caso, no se han
encontrado diferencias de género en cuanto a la metodología optada, resultado obtenido
también en la investigación de Martínez (2009).
CONCLUSIONES:
Teniendo en cuenta los resultados, se ha llegado a la conclusión de que, en general, existe un
posicionamiento en contra de la violencia de género. Sin embargo, se mantiene la opinión de
que controlar los horarios, mantener constantes discusiones y dar voces a los hijos son
aceptables. En cuanto a los estereotipos, el único pensamiento que no coincide con los datos
estadísticos es el hecho de que se vea a los maltratadores como personas con trastornos
psicológicos. Hay algunos datos a tener especialmente en cuenta, que son los siguientes:
 A diferencia de los datos obtenidos por el CIS (2013) existe el mismo nivel de rechazo de
la violencia de género física y psicológica.
 A la hora de prevenir, la metodología más destacada han sido las charlas de los
profesionales en las aulas.
 No existen diferencias de género ni de edad. Por lo tanto, se pueden realizar proyectos de
prevención formados por grupos mixtos y de diferentes edades. Sin embargo, teniendo en
cuenta la dificultad que supone admitir que se es víctima o agresor, también sería adecuado
realizar sesiones independientes para hombres y mujeres.
 Propuestas de futuro: por un lado, se anima a continuar con el análisis entre la dependencia
económica y violencia de género. Por otra parte, se ve la necesidad de mejorar los
indicadores y la ley integral contra la violencia de género.
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ANEXO: CUESTIONARIO
Hola, buenos días/tardes. Estoy llevando a cabo una investigación para conocer la opinión de
la juventud sobre la violencia de género. Por ello, solicito su colaboración, pidiendo que dé su
opinión acerca de las cuestiones que se le preguntan. Le pido que conteste con total
sinceridad, ya que siguiendo la Ley sobre secreto estadístico y protección de datos personales,
sus respuestas serán totalmente confidenciales y anónimas. Le quiero agradecer de antemano
su colaboración en este cuestionario, ya que su opinión será de gran utilidad.
¡MUCHAS GRACIAS POR SU COLABORACIÓN!
En primer lugar, se realizan unas preguntas para conocer su opinión sobre la violencia de
género. Por favor, indique el número de respuesta con la que más se identifique en cada una
de las siguientes preguntas. Tenga en cuenta que siempre se da la opción de no sabe/no
contesta (NS/NC), pero procure recurrir a ella lo mínimo posible.
A continuación se le plantean algunas situaciones y comportamientos que pueden producirse
en las relaciones de pareja entre hombres y mujeres. Diga si los considera algo inevitable,
aceptable en algunas circunstancias o totalmente inaceptable.
1. Algo inevitable
2. Aceptable en algunas circunstancias
3. Totalmente inaceptable
4. NS/NC
1
2
3
NS/NC
1.-Mantener constantes discusiones
2.-Insultar o despreciar a la pareja
3.-Controlar los horarios de la pareja
4.-Impedir a la pareja que vea a su familia o
amistades
5.-Dar voces a los hijos e hijas
6.-Amenazar verbalmente
7.-Empujar y/o golpear cuando se enfadan
8.-No permitir que la pareja estudie o trabaje
9.-Decirle las cosas que puede o no hacer
10.-Delante de los hijos e hijas decir cosas que no
dejen en buen lugar al otro/a
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11.-Obligarle a mantener relaciones sexuales
¿Está usted muy de acuerdo, bastante, poco o nada de acuerdo con las siguientes
afirmaciones?
1. Muy de acuerdo
2. Bastante de acuerdo
3. Poco de acuerdo
4. Nada de acuerdo
5. NS/NC
1
2
3
4
NS/NC
12.-Hay más agresores entre los extranjeros
que entre los españoles
13.-Las mujeres que sufren malos tratos los
consienten
porque
son
dependientes
económicamente
14.-Las víctimas aguantan por los/las
hijos/as
15.-Los agresores suelen tener alguna
enfermedad mental
16.-Las mujeres que sufren o han sufrido
maltrato suelen tener un nivel formativo
bajo
17.-Si las mujeres sufren maltrato es porque
lo consienten
A continuación se le presentan dos preguntas para conocer su opinión acerca de los métodos
de prevención de la violencia de género y sus límites.
18.-En su opinión, ¿cuál es el método más apropiado para prevenir la violencia de género en
la población joven?
(1) Charlas de profesionales en las aulas.
(2) Actividades (películas, lecturas…) en las aulas.
(3) Fuera de las aulas (grupos específicos, cursos…).
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(4) Por internet.
(5) Otro método: ________________
(6)NS/NC
Para finalizar, se le plantean algunas cuestiones socio-demográficas que ayudarán a conocer
sus características personales. Recuerde que todos los datos son anónimos y confidenciales.
20.-Edad: _____años
21.-Género: (1) Hombre
(2) Mujer
(3) NS/NC
22.-¿En cuál de las siguientes situaciones se encuentra usted actualmente?
(1) Trabaja
(2) Estudia
(3) Ambas, estudia y trabaja.
(4) Ninguna, ni estudia ni trabaja.
(5) Otra: __________
(6) NS/NC
23.- (Solo para los que estudian) ¿Qué nivel de estudios estás cursando?
(1) Secundaria
(2) Bachiller
(3) Grado universitario
(4) Postgrado universitario
(5) Ciclo (medio o superior)
(6) NS/NC
MUCHAS GRACIAS POR SU AYUDA
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