LÍMITES Y RETOS DEL DISEÑO PARTICIPATIVO. COMPLEJIDADES METODOLÓGICAS Y EPISTEMOLÓGICAS EN

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LÍMITES Y RETOS DEL DISEÑO PARTICIPATIVO.
COMPLEJIDADES METODOLÓGICAS Y EPISTEMOLÓGICAS EN
UNA EXPERIENCIA DE DISEÑO DE UN ROBOT SOCIAL CON
NIÑ@S
Mireia Faucha¹, Núria Vallès², Miquel Domènech³
¹Dpt. de Psicologia Social, UAB. [email protected]
²Dpt. de Psicologia Social, UAB. [email protected]
³Dpt. de Psicologia Social, UAB. [email protected]
Resumen
Este artículo pretende desarrollar herramientas conceptuales que nos permitan interpretar
algunas dinámicas identificadas en una experiencia de diseño participativo (DP)
incorporando el debate sobre la ética del cuidado. Son múltiples las aproximaciones
alrededor de la participación en los procesos de diseño participativo en ciencia y tecnología
provenientes del campo de la ingeniería, el diseño, los estudios de la ciencia y tecnología y,
concretamente, la Actor-Network-Theory. Sin embargo, a lo largo de nuestra experiencia,
han emergido cuestiones que las herramientas teóricas de las que disponemos no nos
permiten aprehender. Es por esto que nuestra propuesta es complejizar el análisis de la
participación propuesta desde estas perspectivas. Con este objetivo, planteamos incorporar
la discusión sobre la ética del cuidado al análisis del diseño participativo en ciencia y
tecnología, entendiendo la participación como una cuestión de cuidado.
Palabras clave
Diseño Participativo, robot social, ética del cuidado, participación, Estudios de la Ciencia y
la Tecnología
Introducción
La motivación de este artículo es indagar en algunas cuestiones vinculadas al diseño
participativo, específicamente, profundizar en el concepto de participación con el fin de
desarrollar una herramienta teórica que nos permita interpretar una experiencia de diseño
participativo con niños y niñas.
Son múltiples las aproximaciones alrededor de la participación en los procesos de diseño
participativo en ciencia y tecnología. Por un lado, desde la ingeniería y el diseño existen
varias aportaciones y experiencias alrededor del conocido como Diseño Participativo (DP).
Desde estas disciplinas se reflexiona especialmente sobre el DP como metodología para
facilitar la participación de personas usuarias en las diferentes fases del proceso de diseño.
Por otro lado, desde los estudios de ciencia y tecnología (STS), a grandes rasgos, se discute
sobre la intensidad de la participación, su impacto público, así como la relación entre las
personas participantes -consideradas no expertas- y las personas diseñadoras -consideradas
no expertas. Finalmente, desde este mismo campo de estudio, las aproximaciones desde la
Actor-Network-Theory (ANT) se centran en analizar los ensamblajes de humanos y no
humanos que se articulan en este tipo de procesos participativos, así como las formas de
hibridación de diferentes formas de experticias y conocimientos.
Estas aproximaciones nos brindan una serie de herramientas teóricas para la interpretación
de nuestro proceso participativo que posibilitan el análisis de: a) Quién y cómo participa y;
b) Cómo aquello que concierne a los y las participantes es incorporado en el proceso u
objeto diseñado. Sin embargo, el hecho de que nuestra experiencia sea con niños y niñas
hace emerger con fuerza la preocupación apuntada por Puig de la Bellacasa (2011) en
referencia a la necesidad de tener en cuenta aquellos agentes que difícilmente tendrán éxito
en hacer escuchar su voz sobre aquello que les concierne. Que el proceso participativo se
haya desarrollado en un contexto fuertemente normativo (la escuela) y con un objetivo muy
dirigido (desarrollar un robot social para infantes hospitalizados) condiciona la simetría del
proceso y las formas de participación, cuestiones que las herramientas teóricas de las que
disponemos son insuficientes no nos permiten aprehender.
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Paralelamente, desde la filosofía y la teoría política existe una abundante literatura
alrededor de la participación, reflexión que, en general, no está presente en los estudios
sobre diseño participativo en ciencia y tecnología. En este sentido, nos parece relevante
incorporar el debate alrededor de la ética del cuidado al análisis de la participación para
complejizarlo y poder, así, dar respuesta a las preocupaciones antes mencionadas.
Incorporar la ética del cuidado y la concepción de ciudadanía que de ella se deriva nos
abrirá las puertas a analizar cuestiones dadas en muchos casos por sentado, como el mismo
concepto de participación o de persona usuaria.
Desde estas inquietudes, en este artículo pretendemos desarrollar herramientas conceptuales
que nos permitan incorporar la discusión sobre la ética del cuidado al análisis del diseño
participativo en ciencia y tecnología. Con este objetivo, en este artículo presentamos una
revisión y una propuesta teórica. En primer lugar, presentamos algunas de las principales
aportaciones alrededor de la participación en ciencia y tecnología. En segundo lugar, nos
centramos en la propuesta del diseño participativo (DP) como metodología para incorporar
la participación en el diseño de tecnologías y, seguidamente, exponemos específicamente
las experiencias existentes con niños y niñas. Una vez introducidas estas temáticas,
planteamos un recorrido que nos llevará a proponer unas herramientas teóricas para analizar
procesos de DP con niñas y niños. Así, cogemos como punto de partida la noción de matter
of concern como forma de entender la participación. A continuación, proponemos ampliar
tal noción con la propuesta de matter of concern, colocando el cuidado en el centro del
análisis; para, finalmente, proponer una concepción de participación desde la ética del
cuidado.
La participación en los estudios de la ciencia y la tecnología
La promoción y el estudio de la participación ciudadana en la producción tecno-científica
ha sido una temática central para los STS desde los años 70 (Bucchi y Neresini, 2008).
Desde entonces, la forma en la que se ha explicado cómo y por qué el considerado como
“público” ha participado en la producción de ciencia y tecnología ha mutado y ha dado
lugar a múltiples propuestas y debates. Aún ahora, la participación es un fenómeno de
interés y efervescente.
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Es en los años 60 cuando la participación en ciencia y tecnología toma una forma más
parecida a la actual (Lengwiler, 2008). En un inicio, el acercamiento de la ciencia y la
tecnología al público era explicado en base al conocido como “modelo del déficit de
comprensión pública de la ciencia” (Bucchi & Neresini, 2008). Este modelo sostenía que la
baja aceptación pública en los avances científicos y tecnológicos era debida a la
incomprensión por falta de información. En consecuencia, los esfuerzos iban encarados a
proveer al público de más información. Este modelo predominó hasta los años 90, cuando
empezaron a desarrollarse propuestas que planteaban que los desacuerdos entre público y
expertos se debían a la diferencia cualitativa entre la información de la que disponían unos
y otros. Por esto, proponían complementar el conocimiento experto con el conocimiento del
público. Aunque esta sea una propuesta notablemente distinta, comparte con la anterior una
clara separación entre aquellas personas que forman parte del colectivo público y aquellas
que pertenecen al colectivo experto (Bucchi y Neresini, 2008). Así, ambos colectivos se
siguen concibiendo como entidades claramente diferenciadas.
En contraste con estas dos posiciones, a mediados de los años 90 aparecen propuestas que
dan cuenta de una nueva forma de participación en ciencia y tecnología. Se trata de la coproducción como forma de generar conocimiento; una nueva forma de comprender y
proponer cómo puede ser la interacción entre personas consideradas expertas y las
consideradas público (Callon, 2001; Fallis, 2013). Estas iniciativas participativas apuestan
por poner en juego distintas voces que suelen ser invisibilizadas para llevar a cabo una
nueva forma de investigación, o de diseño, que se aleje, en palabras de Callon, Lascoumes,
y Barthe (2009) de la “investigación recluida” en los laboratorios. Así, el conocimiento del
público o personas legas no debe simplemente añadirse al conocimiento experto, sino que
éste es central en la producción de conocimiento tecno-científico y, por lo tanto, es
relevante que esté presente en su misma producción.
En función de cómo se define esta relación entre expertos y no expertos, el tipo de
participación y el momento en el que los usuarios empiezan a participar no será el mismo;
así, si en las primeras propuestas la participación se limitaba a tener información o a aportar
el conocimiento lego una vez producido conocimiento experto; las últimas propuestas
abogan por co-construir el conocimiento desde un inicio.
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Aproximación al Diseño Participativo
Hasta ahora, hemos expuesto cómo los STS han abordado la cuestión de la participación en
la producción de conocimiento tecno-científico. No obstante, esta preocupación por la
participación también se puede reseguir en las experiencias concretas que motivan la
participación en la producción tecno-científica. Encontramos sus orígenes en los
movimientos sociales que en los años 60 empiezan a reclamar estar presentes en la
producción científica y tecnológica. Por un lado, organizaciones de pacientes reclaman
poder intervenir en las decisiones referentes a las investigaciones médicas que les incumben
(Bucchi y Neresini, 2008); mientras que, a su vez, movimientos sociales, como el
ecologismo, o el movimiento antinuclear presionan para poder intervenir en controversias
medioambientales (Lengwiler, 2008).
Paralelamente, algunos sindicatos de trabajadores demandan ser parte del diseño de los
avances tecnológicos que se incorporarán en su lugar de trabajo (Kensing y Blomberg,
1998). Esta reclamación por participar en el diseño de tecnologías da lugar a múltiples
propuestas que tratan de incorporar el público en el diseño. Entre ellas, encontramos el
Diseño Participativo (DP), una metodología que nace en los años 70 promovida por los
sindicatos de los países escandinavos inspirada en la Investigación-Acción-Participación
(Clemensen, Larsen, Kyng, y Kirkevold, 2007, citado en Balka, 2010).
Este movimiento sindical pretendía aumentar el control de trabajadores y trabajadoras sobre
su propio trabajo y democratizar la tecnología que a partir de los 70 empieza a instaurarse
en todas las empresas (Kensing y Blomberg, 1998). Concretamente, el hecho que precipita
los desarrollos de DP es la introducción de los sistemas basados en ordenador (computerbased systems) en el lugar de trabajo. Las primeras críticas a esta implantación destacaban
que estos sistemas estaban diseñados sin tener en cuenta las necesidades y los intereses del
colectivo de trabajadores y trabajadoras, por lo que aumentaban el control sobre éste, sin
mejorar la calidad del lugar de trabajo. Es en este contexto que se reclama la participación e
involucramiento de este colectivo en el diseño de tales tecnologías y sistemas. Estas
demandas desembocan en los primeros proyectos de DP en Noruega a finales de los años
70, por ejemplo, con el proyecto UTOPIA (Kensing y Blomberg, 1998). A partir de los
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primeros diseños escandinavos, el DP se empieza a utilizar en relación a los sistemas de
información e implantación de ordenadores para ir extendiéndose a otros campos de la
tecnología y la ciencia.
Este pequeño acercamiento a la historia del DP muestra que esta metodología ha estado
ligada, desde un inicio, a la noción de ética y a la de democracia, y se ha concebido como
una herramienta para la transformación social. En esta línea, distintos autores dan cuenta de
cómo mediante la transformación de la tecnología a partir del DP se transforma la sociedad;
a la vez, reflexionan sobre los modelos democráticos que se promueven al hablar de
“democratización de la ciencia y la tecnología”; y contribuyen a la concepción del Diseño
Participativo como forma de caminar hacia esta democratización (Durant, 2011;
Biegelbauer y Hansen, 2011; Kensing y Blomberg, 1998).
Ante estos trabajos, han empezado a alzarse voces que disiden de, en su modo de ver, esta
visión más bien idealizada de la relación entre DP y transformación social (Beck, 2002;
Balka, 2010; Monteiro, 2003; citado en Kyng, 2010). Desde esta aproximación, se plantea
que los DP surgieron para la democratización del lugar de trabajo en un momento de auge,
también, de los sindicatos. A medida que ha pasado el tiempo, los trabajos alrededor del DP
se han centrado más en las técnicas en sí y en su resultado, pero menos en su dimensión de
transformación social. Por esto plantean la necesidad de replantear de qué forma el DP
redunda en el beneficio de las personas usuarias y de retomar, así, el compromiso con la
transformación social (Beck, 2002).
En la actualidad, el DP forma parte de un conjunto de prácticas que comparten la
preocupación por la incorporación de las personas usuarias en el proceso de diseño (Ratto,
Wylie y Jalbert, 2014). Sin embargo, en relación a las implicaciones políticas de la
incorporación de los usuarios en los procesos de diseño, a grandes rasgos, podemos
encontrar dos tendencias diferenciadas: Por un lado, encontramos toda una serie de trabajos
que entienden que la metodología del DP está inherentemente comprometida políticamente.
Y, por otro lado, hay autores que reclaman no dejar de hacer autocrítica porque no es la
metodología en sí lo que garantiza el compromiso ético y político, sino la constante
revisión del proceso y resultados que se obtienen al llevar a cabo un proyecto desde el DP.
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La participación de niños y niñas en el diseño tecnológico
La participación en el diseño de tecnologías no sólo se reduce a la participación de personas
adultas. Por el contrario, también hay múltiples experiencias que incorporan a niñas y niños
en procesos de diseño de tecnologías (Nesset y Large, 2004). Sin embargo, la incorporación
de niñas y niños en el diseño tecnológico se ha dado de la misma forma, ni en el mismo
momento que en el caso de las personas adultas.
La participación de niños y niñas, como concepto y como enfoque, se consolidó en 1989 a
partir de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño que
proclamaba sus derechos de participación. Así consideraba la participación un derecho
fundamental de los niños y niñas, al entenderse como el medio a través del cual se
construye una democracia y un derecho fundamental de la ciudadanía. De acuerdo con esto,
la participación de niños y niñas se refiere a los procesos participación en el dominio
público (escuelas, asociaciones comunitarias, o cualquier otro tipo de organizaciones),
fuera del ámbito familiar, a través de los cuales se comparten decisiones que afectan a sus
vidas y a la vida de la comunidad en la que viven (Hart, 1992).
Desde esta perspectiva, a pesar de que se reconocen experiencias de participación muy
positivas, algunos enfoques problematizan la “auténtica” participación de niños y niñas, la
forma en cómo a menudo los adultos subestiman sus competencias, al mismo tiempo que
los utilizan para influir o legitimar determinadas causas o decisiones. En este sentido, el
modelo desarrollado por Hart (1992), conocida como la escalera de participación infantil,
es referente para comprender de qué manera niños y niñas pueden involucrarse en
experiencias participativas. La escalera de la participación infantil establece una serie de
estadios que van de la manipulación o la participación meramente simbólica, hacia un
estadio de participación plena en la que niños y niñas comparten las decisiones con los
adultos, pasando por una serie de etapas con diferentes grados de implicación y
participación.
En el ámbito del diseño tecnológico, también a partir de los años 90, se desarrollan diversas
experiencias y estudios sobre la participación de niños y niñas en los procesos de diseño de
tecnologías de la información (ver Nesset y Large, 2004 para una revisión de las diferentes
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teorías y aplicaciones en este ámbito). El punto de partida de estas aproximaciones es la
conceptualización de niños y niñas como un importante grupo de usuarios y consumidores
de tecnología (Heller, 1998), lo que supone la necesidad de preguntarse sobre cómo se
pueden desarrollar nuevas tecnologías respetuosas con ellos y que respondan a sus
necesidades. Utilizando la misma lógica de las diferentes etapas que recoge la escalera de la
participación infantil de Hart, Druin (2002) propone un modelo para entender los diversos
roles que niños y niñas pueden tener en un proceso de diseño, y cómo esto puede afectar a
las tecnologías creadas. Este modelo sistematiza cuatro roles que van de menor a mayor
contribución: usuario, tester, informante y socio del diseño. Desde el rol de infante como
socio de diseño, algunos autores proponen el DP como una de las aproximaciones que
mejor se adapta al objetivo de incluir a niños y niñas en el diseño de tecnologías (Nesset y
Large, 2004).
A raíz de los estudios de Druin et al. (1997, 2001), Hanna et al. (1997, 1999) o Theng et al.
(2000), entre otros, parece que se ha demostrado que hacer participar a niños y niñas tanto
como sea posible facilita el desarrollo de innovaciones y mejora el diseño final de la
tecnología destinada a ellos. Así que actualmente parece que hay cierto consenso sobre los
beneficios de incluir niños y niñas en los procesos diseño tecnológico, y la discusión gira
entorno a cuáles son las mejores metodologías para involucrarlos en el diseño y superar
algunas de las limitaciones identificadas (Scaiffe y Rogers, 1999).
La participación como una cuestión de concernimiento
Como se ha explicado, en sus orígenes, el DP era concebido como una metodología
vinculada a la transformación social, movida por tres grandes motivaciones: pragmática,
teórica y política (Greenbaum, 1993). En sus inicios el DP estaba intensamente vinculado a
la acción política y al objetivo de transformación social. Así, el DP no se entendía como
una metodología neutral, sino que se consideraba una forma de diseñar concernida con la
ética del diseño y la democratización del lugar de trabajo. Sin embargo, hoy en día, la
mayoría de proyectos en DP, y también las experiencias en las que participan niños y niñas,
no reflexionan especialmente sobre democracia, sino que se centran en las metodologías, en
los resultados positivos para los participantes y para las empresas afectadas (Kyng, 2010), o
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bien analizan las relaciones de poder y las formas de empoderamiento de grupos más
marginales en el contexto del DP (Bannon y Ehn, 2013). De esta forma, al desaparecer
cualquier discusión sobre la democracia o sobre lo que supone la democratización del
diseño científico y tecnológico, el DP se aleja de la acción política y de su objetivo inicial
de transformación social.
Del mismo modo, a pesar de que la “participación” forma parte consustancial del “diseño
participativo”, esto implica que también se den pocas discusiones sobre qué es o cómo se
entiende la participación. Es paradójico que, aunque el concepto de “participación” puede
incluir una rica diversidad de prácticas, desde los estudios de DP se hayan desarrollado
pocos recursos analíticos y conceptuales para analizarla (Andersen et al., 2015).
Para nuestro análisis de una experiencia de DP de un robot social con niños y niñas, esto
supone que son prácticamente inexistentes las herramientas teóricas que nos permitan
analizar este proceso desde lo político, es decir, desde el potencial de transformación social
que suponen estos nuevos ensamblajes. En un contexto socio-técnico en el que el diseño en
general y el DP en particular es cada vez más heterogéneo y fragmentado, es decir, que
puede llevarse a cabo en distintas organizaciones y comunidades, con diversos actores y
con temporalidades intermitentes que a veces van más allá del diseño del producto o que
acaban antes de la integración cotidiana del diseño (Bannon y Ehn, 2013), consideramos
necesario desarrollar nuevos elementos conceptuales para comprender “lo político” en el
DP. Con la intención de explorar los cambios políticos acontecidos a raíz de un DP,
proponemos mover el foco de atención más allá de la inmediatez del diseño de objetos,
servicios u otros dispositivos. En este sentido hay algunas propuestas teóricas surgidas
desde la perspectiva de la Actor Network Theory (ANT), que ya han hecho este primer
movimiento. Éstas se acercan a la participación en las experiencias de DP dejando de
fijarse únicamente en el análisis del diseño del producto para pasar a centrarse en el análisis
de las relaciones de interdependencia entre los múltiples actores que participan en un DP
(Andersen et al., 2015; Light y Akama, 2014).
A pesar de que la ANT no conceptualiza explícitamente qué es la participación, propone
una aproximación para comprender los procesos en los que humanos y no humanos se
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imbrican y participan en redes de actores. Callon (1986) explica como una red de actores no
puede ser reducida solamente a los actores ni solamente a la red, es decir, una red de
actores es simultáneamente un actor cuya actividad es enredar elementos heterogéneos y
una red capaz de redefinir y transformar aquello que la constituye. De este modo, tal y
como proponen Andersen et al. (2015), Storni (2015) o Storni et al. (2015), entre otros,
utilizando la concepción de redes de actores de la ANT para comprender los procesos de
DP, podríamos considerar los participantes como actores configurados por una red de otros
actores, siendo la participación en y desde la red. Entonces, en un DP, la participación se
convertiría en una red relacional y heterogénea configurada en el proceso específico del
diseño.
Al reflexionar sobre la conectividad se exploran los compromisos éticos y políticos que se
establecen en las interrelaciones. La conectividad o interdependencia como eje principal del
análisis de un DP supone dos cuestiones: Por un lado, significa que se entiende que “la
participación” no tiene un significado a priori por sí misma, sino que emerge y debe ser
analizada y explicada en cada uno de los proyectos de diseño. Y, por otro lado, significa
que la unidad de análisis no son individuos o individualidades que hacen, se mueven,
opinan, etc. de forma libre y autónoma, sino redes de relaciones. De este modo, nuestro
objeto de análisis no son los usuarios o ciudadanos que participan más o menos en el diseño
de un producto, sino la red de relaciones de interdependencia que emergen a raíz de un DP.
Para analizar la participación desde la ANT, Andersen et al. (2015) plantea utilizar la
noción de “cuestión de concernimiento” (matter of concern) de Latour (2004; 2005). Al
contrario que las “cuestiones de hecho” (matter of fact), que son afirmaciones universales
sobre la naturaleza de los fenómenos, los matter of concern abren continuamente los
mismos fenómenos irresolubles. Mientras que, si entendemos la participación como un
matter of fact, los procesos y los actores involucrados que posibilitan un diseño restarían
ocultos, la noción de matter of concern los saca a la luz y, precisamente, se centra en ellos.
En este sentido, el concepto de matter of concern hace dirigir la mirada hacia el aspecto
mediado y procesual de la realidad, haciendo especial hincapié en las relaciones entre
actores. Por lo tanto, entender la participación como un matter of concern supone poner de
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relieve la multitud de relaciones que median y transforman la participación en formas
específicas (Andersen et al., 2015).
La participación como un matter of concern huye de estándares universales sobre qué es o
no es la participación. A pesar de reconocer el valor analítico de modelos que definen
diferentes grados de participación (como los descritos por Hart, 1992 o Druin, 2002),
propone también huir de definiciones sobre la menor o mayor participación, a la vez que
plantea investigar de qué forma se constituye y se entiende la participación en situaciones
específicas. Entender la participación como una cuestión de concernimiento, pues, nos hace
reconceptualizar el proceso de diseño llevado a cabo. Desde esta perspectiva, no hay unos
estándares universales compartidos por todos los DP que nos faciliten su análisis en
términos de éxito, mejor o mayor participación o transformación social. Por el contrario, el
criterio de participación es desarrollado en base a cada experiencia concreta de diseño. Se
trata de hacer visibles todos los actores que constituyen y son constituidos en el proceso de
diseño; es hacer emerger cómo las cosas están ensambladas; desmembrar, de alguna forma,
la participación para entender de qué forma se desarrolla. Luego, no se presupone cómo son
o deberían ser las relaciones, sino que se resiguen para entender el cómo de la
participación.
La participación como una cuestión de cuidado
Estas herramientas teóricas nos facilitan, tal y como hemos mencionado, trasladar el
análisis hacia el proceso de participación en sí; un aspecto que hasta ahora había sido
olvidado por buena parte de la literatura alrededor del DP y, en especial, la participación de
niños y niñas en procesos de DP. Sin embargo, si nuestro objetivo es analizar el DP desde
su perspectiva de transformación social, necesitamos incorporar nuevas herramientas
teóricas que tengan en cuenta qué mundos posibilita la participación de niños y niñas en un
proceso de diseño. En este sentido, para comprender qué es y cómo se entiende la
participación en un proceso de DP con niños y niñas, proponemos indagar en las relaciones
de cuidado entre los actores participantes. Intentando hacer emerger “lo político” del DP,
las aproximaciones sobre las cuestiones de cuidado (matters of care) en la tecnociencia y la
11
ética del cuidado como forma de ampliar el concepto de ciudadanía nos ofrecen un marco
conceptual útil para analizar el DP llevado a cabo.
Puig de la Bellacasa (2011) plantea una posible respuesta a estas preocupaciones. Su
propuesta es transformar los matters of concern en matters of care. Según esta autora no es
suficiente sacar a la luz los ensamblajes que constituyen cualquier hecho, sino que
necesitamos plantear qué forma toman y, en especial, cuáles son invisibilizados,
pormenorizados o borrados. Se trata de intervenir en la articulación de cuestiones éticas y
políticas. De esta manera, mientras que la participación como cuestión de concernimiento
nos lleva a plantearnos las siguientes cuestiones: ¿qué participantes están presentes en el
proceso diseño? ¿qué articulación de concernimientos componen el proceso? O ¿de qué
forma se les permite participar? (Andersen et al., 2015). Hablar de participación como
matter of care implica tener en cuenta aquellos participantes que difícilmente tendrán éxito
a la hora de articular sus concernimientos y también aquellas cuestiones que no forman
parte de la visión del mundo predominante (Papadopoulos, 2008; citado en Puig de la
Bellacasa, 2011). A la vez, incorporar la concepción de cuestiones de cuidado en nuestro
repertorio teórico implica, siguiendo a Puig de la Bellacasa (2011), incorporar una serie de
preguntas que nos cuestionan sobre el cuidado en el proceso de diseño hasta ahora
olvidadas: ¿Quién cuida? ¿Cómo? ¿Para quién? ¿Por qué? y ¿Para qué? Estas preguntas,
trasladadas a nuestro proyecto de DP nos abren, a su vez, múltiples interrogantes éticopolíticos en relación a la articulación de procesos de DP: ¿Qué no está presente? ¿Qué
concernimientos se han obviado en el desarrollo del proceso y en el diseño (final)? ¿Qué
implicaría añadirlos? o ¿qué ensamblajes sociomateriales estamos contribuyendo a
articular?
Como vemos, entender la participación como “matter of care” conlleva prestar atención a
aquellos actores que pueden ser perjudicados en un ensamblaje. No se trata de caer en
criterios ético-políticos preestablecidos, pero sí de preocuparse por aquellos que pueden ser
desvalorizados y perjudicados. Transformar las cuestiones de concernimiento en cuestiones
de cuidado es comprometerse, siguiendo a Puig de la Bellacasa (2011), con el devenir de
los ensamblajes sociomateriales en los que participamos. Así, si para el proceso de DP no
nos es suficiente poner en juego las distintas voces que solían ser invisibilizadas y analizar
12
de qué forma están presentes sus concernimientos. Por el contrario, en tanto que no todos
los actores que participan en un proceso son iguales, ni participan de la misma forma en un
ensamblaje, entendemos que es relevante tener en cuenta qué posibilita el proceso que
estamos analizando, qué concernimientos prevalen y, en definitiva, a qué mundo
contribuye. Esto es, hablar de cuestiones de cuidado es implicarse en el porvenir de aquello
en lo que participamos.
La participación desde la ética del cuidado
Como se ha explicado en los párrafos anteriores, la propuesta de Puig de la Bellacasa
(2012) de ampliar la noción de matter of concern de Latour (2004; 2005) con los matter of
care parte de la constatación de que la vida no se autosostiene, sino que se crea y se
mantiene en una red de relaciones de interdependencia y responsabilidad. Al ampliar la
concepción de los matter of concern con los matter of care, significa que entendemos que
los cuidados son consustanciales de la vida y, por lo tanto, también de los procesos de
diseño; es decir, que todo proceso de diseño es un proceso articulado a través de relaciones
cuidado, de ensamblajes de dependencia e interdependencia entre los actores involucrados.
Así, si el cuidado está en el centro de cualquier proceso de DP, su análisis requiere de
herramientas teóricas que profundicen en las relaciones de cuidado.
Son diversos los estudios realizados desde los STS que reflexionan sobre el papel del
cuidado en contextos tecnocientíficos (por ejemplo, López et al., 2014; Schrader, 2015;
Star, 1991; o Suchman, 2003; entre muchos otros), los cuales parten de una concepción
amplia sobre qué significa el cuidado. En palabras de Fisher y Tronto (1999: 30),
entendemos el cuidado “como todo aquello que hacemos para mantener, continuar y
reparar “nuestro mundo” para que podamos vivir en él lo mejor posible. Este mundo
incluye nuestros cuerpos, nosotros mismos y nuestro entorno, todo aquello que buscamos
entretejer en una red compleja de sostenimiento de la vida”.
Uno de los puntos de partida de la visión amplia del cuidado utilizada desde los STS
proviene del debate alrededor de la ética del cuidado. Este debate propone una reflexión
política sobre el lugar del cuidado en la sociedad. La ética del cuidado es una noción que, a
pesar de estar integrada en el concepto de matter of care, ofrece una serie de herramientas
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conceptuales específicas. Tal y como hemos desarrollado en los anteriores apartados, no
entendemos la participación como algo dado de antemano o fijado por categorías
universales, sino como una noción a desmenuzar para poder redefinir en un contexto de
análisis específico. Por este motivo, y desde la voluntad de integrar el cuidado como
perspectiva de análisis, apostamos por reinterpretar “la participación” desde la ética del
cuidado.
La ética del cuidado tiene sus orígenes en los estudios y luchas feministas. Desde algunas
de sus interpretaciones se aboga por entender la ética del cuidado como una propuesta de
des-privatizar y des-genderizar la noción de cuidado, con el objetivo de transformar los
límites morales que históricamente el cuidado ha contenido, feminizado y privatizado
(Tronto, 1993). Desde este tipo de interpretaciones, se entiende que la ética del cuidado
contiene dos dimensiones básicas (Sevenhuijsen, 2000, 2004): Una primera dimensión hace
referencia al cuidado como una serie de actividades concretas, es el cuidado en su sentido
más cotidiano de “cuidar de” o “cuidar a”. Desde esta dimensión, la ética del cuidado se
utiliza como una lente para rastrear una serie de cuestiones normativas, planteando
preguntas y proponiendo conceptos interpretativos para identificar cómo se articula el
“cuidar de” o el “cuidar a”. La segunda dimensión hace referencia al conjunto de valores
que guían la acción en diversos ámbitos sociales. En este sentido, la ética del cuidado ha
desarrollado una serie de debates sobre los significados y valores del cuidado en las
sociedades contemporáneas, que sirven como motivación para integrar el cuidado en la
discusión política.
Como explica Sevenhuijsen (2004) la motivación de fondo del enfoque de la ética del
cuidado es centrar la atención en el cuidado como concepto político y posicionarlo como
una práctica social y moral de la noción de ciudadanía. En los debates políticos
contemporáneos la ciudadanía tiende a conceptualizarse en términos de derechos y
obligaciones, entendiéndose entonces la participación como un derecho de los ciudadanos.
El sujeto moral de esta conceptualización del ciudadano es la de un sujeto libre que tiene
asociados una serie de derechos individuales. Este sujeto establece relaciones en base a sus
derechos y obligaciones y a la resolución de una serie de dilemas morales en función de una
jerarquización de derechos, obligaciones y relaciones. En cambio, el sujeto de moral que
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plantea la ética del cuidado siempre vive en una red de relaciones en la que cada uno tiene
que conciliar diferentes formas de responsabilidad (de uno mismo, de los otros y de la
relación entre ellos) (Sevenhuijsen, 1998).
Si interpretamos la participación desde la ética del cuidado, no podemos concebirla en base
a la distinción entre individuos y sociedad, sino en base a formas de responsabilidad y
relación en las interacciones. La participación desde el enfoque relacional que propone la
ética del cuidado comienza teniendo en cuenta las formas en las que las personas formulan
sus responsabilidades en un contexto social concreto y la manera en la que manejan los
dilemas morales de responsabilidad de uno mismo y de los otros, así como los conflictos
que pueden surgir entre ellos.
Lejos de contradecir la concepción de participación como matter of concern i matter of
care, la ética del cuidado lo amplía y lo complejiza. Nuestra propuesta de entender la
participación como una cuestión de cuidados se cimienta alrededor de tres suposiciones
teóricas: Por un lado, entender la participación como una cuestión de concernimiento; por
otro, entenderla, también, como una cuestión de cuidado; y, finalmente, incorporar el
debate sobre la ampliación del concepto de ciudadanía desde la ética del cuidado.
De este modo, nuestro objeto de análisis en un DP no son los usuarios o ciudadanos que
participan más o menos en el diseño de un producto, sino la red de relaciones de
interdependencia que emergen a raíz de un DP. No nos interesa, pues, fijarnos en el
producto final, en el resultado de un diseño en función de la participación. Por el contrario,
proponemos reseguir de qué forma se da la participación, qué actores participan y cómo lo
hacen.
Cuando la conectividad y la interdependencia se convierten en el foco de análisis, las
relaciones de atención y cuidado desplazan las metodologías del proceso y las
características del producto, convirtiendo la participación en un asunto de cuidados (un
matter of care). Esto es, no sólo se trata de hacer patentes las relaciones entre actores, sino
también preguntarse qué ensamblajes sociomateriales posibilitan y si estos contribuyen a
constituir y mantener relaciones de asimetría. En definitiva, rastrear y problematizar las
lógicas de cuidado que constituyen un proceso participativo.
15
Finalmente, en tanto que los cuidados pasan a ser el centro del análisis, deviene necesario
replantear la noción de ciudadanía que, en un inicio, había sido la base de la incorporación
de niñas y niños en procesos de diseño de tecnologías. Desde la ética del cuidado, la
ciudadanía se amplia, incorporando un aspecto ya central en las otras aportaciones: l
relaciones. Así pues, la participación en el diseño deja de ser un simple derecho individual
y se reconfigura como una práctica a entenderse desde la responsabilidad hacia y para la
red de interrelaciones en la que se produce. Una responsabilidad basada en cuidar y ser
cuidado.
16
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