INNOVACIÓN ORGANIZATIVA EN I+D: UNA TIPOLOGÍA ANALÍTICA DE

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INNOVACIÓN ORGANIZATIVA EN I+D: UNA TIPOLOGÍA ANALÍTICA DE
ESTRUCTURAS PARA LA INVESTIGACIÓN COOPERATIVA E
INTERSECTORIAL
Sandro Giachi*
Manuel Fernández Esquinas
*[email protected]
Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA), Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)
C/ Campo Santo de los Mártires, 7, Córdoba, 14004, España
Resumen
En numerosos sistemas de I+D se observa una tendencia hacia la formalización de las
relaciones de colaboración entre universidades y empresas; no obstante, el conocimiento
acerca de la organización de las estructuras para la investigación cooperativa, como los
centros de investigación cooperativa (CIC), sigue siendo limitado. El objetivo del
presente trabajo es conceptualizar la naturaleza de los CIC, concebidos como una
innovación organizativa en I+D, a través de las evidencias empíricas disponibles y de
las contribuciones de la sociología de las organizaciones. Se definen las estructuras
cooperativas de I+D como organizaciones híbridas y de frontera, ubicadas entre dos
formas ideales de coordinación (jerarquías clásicas y redes inter-organizativas) y entre
diferentes dominios institucionales, como la ciencia, el mercado, el sector público y el
privado. A partir de la distinción analítica entre instituciones y organizaciones y del
concepto de incrustación (embeddedness), se identifican cuatro dimensiones relevantes
para el análisis organizativo de los CIC: la orientación de la I+D, la participación de
tipos de socios diferentes, la estructuración y el nivel de internalización del capital. A
partir de la sistematización de estas dimensiones, se propone una tipología analítica de
modelos organizativos y se discuten algunas de sus implicaciones para las actividades
de los CIC y su capacidad innovadora.
Palabras clave
Centros de Investigación Cooperativa; Frontera; Organización híbrida; Relaciones
Universidad-Empresa; Sociología de las organizaciones
1. INTRODUCCIÓN
La organización de las actividades de I+D ha cambiado profundamente en las últimas
décadas. Se ha asistido a la institucionalización de nuevas prácticas organizativas en la
investigación científica, como consecuencia de la adaptación de la ciencia a nuevas
misiones o demandas sociales, propias de la sociedad del conocimiento y la innovación
(Gibbons et al., 1994; Etzkowitz y Kemelgor, 1998). En particular, una estrategia
organizativa que ha conocido amplia difusión es dada por la colaboración entre
organizaciones o sectores diferentes, habiendo sido utilizada por muchos tipos de
actores empeñados en el campo de la I+D. Las ventajas asociadas con las estrategias
colaborativas variarían desde favorecer la innovación a través de la absorción de
conocimiento procedente del exterior de la empresa (Chesbrough, 2006), hasta la
transferencia de conocimiento y tecnología desde la universidad hacia la industria
(Kaufmann y Tödtling, 2000).
El presente trabajo trata de las estrategias organizativas formales para la colaboración en
I+D, como los centros de investigación cooperativa (CIC). Los CIC constituyen un
canal para la investigación cooperativa y la transferencia de tecnología, entre los
muchos existentes, como los proyectos colaborativos, los programas de formación, la
I+D subcontratada, etc. (Perkmann y Walsh, 2007). El modelo de los CIC ha conocido
amplia difusión en las últimas décadas, al menos en los países occidentales y más
desarrollados, por ejemplo EE.UU., Australia y Canadá; se trata a menudo de programas
de financiación promovidos por los gobiernos centrales, con la participación de
departamentos universitarios y empresas o asociaciones industriales (Arnold et al,
2004). De todos modos, en los últimos años este tipo de organización se ha difundido
también en varios países europeos, por ejemplo España, aunque en estos casos se trata
de un conjunto de experiencias más heterogéneas y con un fuerte arraigo local
(Fernández-Esquinas y Ramos-Vielba, 2011; Turpin y Fernández-Esquinas, 2011).
El interés para el estudio de los CIC reside en que representan, en muchos casos, una
formalización de relaciones previas de colaboración y una estrategia de más amplio
alcance, cuyo objetivo es realizar investigación aplicada en áreas de interés estratégico.
La creación de acuerdos formales entre organizaciones diferentes constituiría una
tendencia cada vez más frecuente en los sistemas de innovación contemporáneos,
reflejando la creciente complejidad de las actividades innovadoras y de las estrategias
organizativas adoptadas (Caloghirou et al., 2002). Los CIC son estructuras organizativas
2 formales y estables, que suelen asumir la forma de centros de I+D, tanto “virtuales”
como físicamente localizados (Boardman y Gray, 2010).
De todos modos, se sabe aun relativamente poco acerca de las características
identificativas y organizativas de los CIC (Boardman y Gray, 2010; Gray et al., 2013).
La mayoría del conocimiento disponible procede de estudios sectoriales o de casos
específicos, con una fuerte orientación administrativa o aplicativa. Escasean estudios de
carácter sistemático que permitan llegar a una definición para estas organizaciones y
una clasificación de los modelos organizativos que sean ampliamente compartidas. El
análisis organizativo de los CIC constituiría un tema relevante de investigación, dado
que la organización de las estructuras de colaboración tendría un impacto considerable
sobre el proceso de innovación y la transferencia de conocimiento y tecnología
(Perkmann y Walsh 2007).
El objetivo del presente trabajo es analizar la organización de las estructuras para la
investigación cooperativa e inter-sectorial, desde un punto de vista teórico y analítico.
Los objetivos específicos del estudio son dos: el primero es llegar a una definición
teóricamente fundamentada de estructuras para la investigación cooperativa; el segundo
es construir una tipología de modelos organizativos, a partir de la definición propuesta y
de las aportaciones teóricas de la sociología de las organizaciones. Mientras que la
elaboración de una definición ayudaría la identificación de las estructuras cooperativas
concretas, la construcción de una tipología favorecería el análisis de las dinámicas
organizativas que caracterizan estos centros y sus efectos sobre el proceso de
colaboración e innovación.
El artículo está estructurado de la siguiente manera: en primer lugar, se posiciona el
estudio de las estructuras para la investigación cooperativa en el contexto de los
estudios sociales sobre la colaboración entre universidad y empresas, diferenciando los
CIC de otros canales para la investigación cooperativa y la transferencia de tecnología.
A continuación, se identifican las características definitorias de un CIC, inscribiendo el
caso de estas organizaciones dentro de dos corrientes teóricas: los estudios sobre formas
híbridas de coordinación y aquellos sobre las fronteras culturales entre ciencia y otros
dominios institucionales. A partir de estas características definitorias, se identifican las
dimensiones organizativas más relevantes para clasificar los CIC y se sistematizan
dentro de una tipología analítica de formas organizativas. Finalmente, se describen
algunas de las implicaciones de la tipología, con particular atención hacia las
3 actividades y los resultados que se realizan en estas organizaciones y a la coherencia
entre valores y objetivos de la organización y las estructuras creadas.
2. LAS RELACIONES UNIVERSIDAD-EMPRESA Y EL LUGAR DE LAS
NUEVAS ORGANIZACIONES PARA LA I+D COOPERATIVA
La literatura especializada sobre relaciones entre ciencia y empresa muestra la variedad
de canales y mecanismos de colaboración existentes. Algunos estudios sugieren que las
formas empleadas moldean las posibilidades de colaboración, las dinámicas en las que
los actores implicados realizan su trabajo y pueden condicionar los resultados que se
obtienen (Perkmann y Walsh, 2007; Ponomariov y Boardman, 2012). Por ello, es
necesario prestar atención a las especificidades de los tipos de colaboración, siendo uno
de los rasgos relevantes el grado de formalización de las relaciones a través de
organizaciones relativamente estables.
En los estudios sobre relaciones universidad empresa existen varias clasificaciones que
son útiles para resaltar las implicaciones que tienen en cuenta el grado de organización
formal de la cooperación. Una primera distinción tiene que ver con el nivel en el que
tiene lugar la colaboración, pudiendo ocurrir entre individuos o entre organizaciones.
Por ejemplo, el estudio de Katz y Martin (1997) señala que las estructuras para la
investigación cooperativa constituirían una forma de colaboración a nivel interorganizativo, sin implicar la existencia de lazos directos entre individuos. Otra
importante diferencia se refiere a la variedad de formas que pueden asumir los acuerdos
de colaboración, pudiéndose clasificar en función de los ámbitos donde se produce la
colaboración (Mora-Valentin, 2002). Las estructuras formales de colaboración tendrían
como principal dominio funcional la investigación, tratándose frecuentemente de
centros de I+D u organizaciones similares (Baba, 1988; Etzkowitz y Kemelgor, 1998).1
El estudio de Perkmann y Walsh (2007) propone una interesante clasificación de
vínculos universidad-empresa que puede servir como punto de partida. Destacan como
la colaboración constituye solo un tipo particular, más estrecho, de interacción. Los
acuerdos de cooperación serían el tipo de interacción con más alta implicación
relacional, y se diferenciarían entre acuerdos informales (como la investigación
1
Con “dominio funcional” se entiende una particular área de actividad, que cumple una función dentro de
una determinada organización o estructura social, constituyendo un conjunto homogéneo de valores,
normas y prácticas.
4 patrocinada) y formales. A su vez, estos últimos se diferenciarían entre consorcios (joint
ventures) y corporaciones formales, como los CIC, que se caracterizarían por la
horizontalidad, la interdependencia y la equidad en la participación entre las
organizaciones que colaboran (Hagedoorn et al. 2000). Corporaciones y centros
cooperativos de I+D pertenecerían al campo de la “ciencia abierta”, en oposición a el de
la “ciencia comercial”, propia por ejemplo de los servicios de consultoría tecnológica
(Perkmann y Walsh, 2007).
En cambio, el estudio de Ponomariov y Boardman (2012) diferencia entre las estrategias
de colaboración fundamentadas en la simple estipulación de acuerdos cooperativos y
aquellas que prevén la creación de nuevas estructuras formales. Ambas estrategias
poseerían niveles elevados de formalización, intensidad relacional y relevancia para la
industria. No obstante, mientras que en los acuerdos cooperativos el grado de
finalización de las actividades sería bajo y la participación de actores científicos estaría
motivada por el acceso a nuevos recursos, en las nuevas organizaciones colaborativas el
grado de finalización sería alto y la motivación académica estaría relacionada con el
aprendizaje a través de la colaboración.
Los estudios sobre centros de investigación cooperativa: un breve estado de la
cuestión
Los estudios sobre los centros de investigación cooperativa (CIC) han destacado la falta
de un conocimiento sistemático acerca de sus modelos organizativos. En muchas
ocasiones se ha subrayado la necesidad de construir una tipología de formas
organizativas, para poder identificar los diferentes modelos existentes y comprender qué
efectos tendrían sobre las dinámicas innovadoras (Perkmann y Walsh, 2007; Boardman
y Gray, 2010). No obstante, apenas se encuentran estudios que hayan pretendido
identificar las dimensiones organizativas relevantes para construir alguna clasificación
de estructuras de investigación cooperativa, excluyendo algunas pocas excepciones
(Bozeman y Dietz, 2001; Boardman, 2012; Gray et al., 2013).
En general, la contribución de los estudios sobre los atributos que caracterizarían a las
nuevas formas de organizar el trabajo científico, se podría resumir en el siguiente
listado de dimensiones relevantes (Jacob et al., 2000; Boardman y Gray, 2010;
Cummings and Kiesler, 2011):
5 
Colectivización de la investigación (interdependencia y problemas de
coordinación)

Cooperación inter-organizativa (redes de relaciones, riesgos para la identidad
organizativa y problemas de comunicación)

Inter-, multi- y trans-disciplinariedad

Aprendizaje y transferencia de conocimiento tácito
No obstante, este listado contiene dimensiones muy genéricas y que necesitan ser
organizadas y analizadas con detalle. Un punto de partida muy útil sería llegar a una
definición teoréticamente fundada para los CIC, que permita la identificación posterior
de algunas dimensiones organizativas relevantes para el análisis empírico de una forma
teoréticamente orientada. No es fácil encontrar al respecto una definición teoréticamente
fundada o universalmente aceptada, dado que los estudios disponibles generalmente
hacen referencia a las definiciones administrativas utilizadas en las evaluaciones de
programas específicos. Como señalado anteriormente, faltan estudios sistemáticos que
comparen las experiencias de diferentes países o de diferentes programas dentro del
mismo país, aunque existan algunas excepciones recientes (Turpin y FernándezEsquinas 2011; Gray et al., 2013).
En una reciente contribución (Boardman y Gray, 2010) se revisa mucho del
conocimiento acumulado sobre los CIC en las últimas tres décadas de investigaciones,
identificando tres dimensiones relevantes: la estructuración, las actividades y los
objetivos de la organización. La definición de CIC que proponen estos autores es la
siguiente:
“[…]an organization or unit within a larger organization that performs research and also has an
explicit mission (and related activities) to promote, directly or indirectly, cross-sector
collaboration, knowledge and technology transfer, and ultimately innovation” (Boardman y Gray
2010:450).
Por lo tanto, para que una organización reciba la denominación de CIC sería necesario
que: a) posea una estructura organizativa claramente definida; b) realice actividades de
I+D y c) tenga como objetivo explícito fomentar la colaboración entre diferentes
sectores para la transferencia de conocimiento. Así entendidos, los CIC se podrían
diferenciar de otras organizaciones (Gray et al., 2013), como las redes de colaboración
entre científicos individuales (no poseen una estructura formal), los organismos de
interfaz universidad-empresa como las OTRIS (no hacen investigación) o los
6 laboratorios universitarios o empresariales de I+D (no tienen como objetivo explícito la
colaboración).
No obstante, la definición propuesta por estos autores deriva principalmente de las
observaciones empíricas, principalmente a partir de la experiencia de EE.UU. Se trata
de una definición que surge a partir de las semejanzas observadas empíricamente entre
estas organizaciones. Se echa en falta una fundamentación teorética que permita
inscribir el caso de los CIC dentro de un marco analítico bien consolidado e
identificable con claridad en la literatura. En los apartados que siguen se propone una
definición alternativa, fundamentada principalmente en las contribuciones de la
sociología de las organizaciones, que permita identificar una serie de dimensiones
teoréticamente relevantes para facilitar el análisis empírico y -por ende- desarrollar una
tipología analítica de modelos organizativas de CIC.
3. ¿QUÉ CLASE DE ORGANIZACIONES SON LOS CENTROS DE
INVESTIGACIÓN COOPERATIVA?
Las estructuras para la investigación cooperativa pueden ser conceptualizadas según dos
puntos de vista diferentes. La primera perspectiva hace referencia a los estudios sobre
estrategias organizativas híbridas (Powell, 1987; Menard, 2004), principalmente desde
el campo de la sociología económica y la economía institucionalista. En cambio, la
segunda perspectiva se refiere al concepto de organización de frontera (boundary
organization), desarrollado en los estudios sobre política científica o en el campo de la
sociología de la ciencia (Guston, 2001; Hellströmm y Jacob, 2003). Ambas perspectivas
han sido ya aplicadas, aunque cada una por separado, a la conceptualización de las
alianzas estratégicas en I+D (Croisier, 1998; Fransman, 2001; Johnson, 2008).
De todos modos, estas dos perspectivas pueden ser vistas como complementarias.
Algunos estudios sobre organizaciones científicas o económicas ya han destacado como
una organización híbrida es tal por poseer múltiples fronteras o por ubicarse en la línea
divisoria entre sectores, campos o dominios diferentes (Borys y Jemison, 1989; Miller,
2001; Sonnenwald, 2003; Davenport y Leitch, 2010; Murray, 2010). Se ha observado
también como el proceso de hibridación entre sectores o entre estructuras diferentes es
una tendencia característica de las nuevas organizaciones científicas (Gibbons et al.,
1994:37-38).
7 En una reciente contribución teórica, Gulbrandsen (2011) combina el concepto de
organización híbrida con el de frontera para el estudio de los institutos de investigación.
Ese trabajo constituye un buen punto de partida para conceptualizar también a los
centros de investigación cooperativa (CIC), considerados como un subconjunto de los
institutos de I+D en general. Los CIC constituyen un tipo concreto de centro que surge
en el contexto de diversificación, formalización y profundización de las relaciones
universidad-empresa. La naturaleza colaborativa de estos centros conllevaría algunas
especificidades para su conceptualización, que se analizan en los párrafos que siguen.
Además, a partir de la definición de CIC como organización híbrida y de frontera, se
espera poder avanzar en el estudio de ambas corrientes teóricas.
La posibilidad de integrar los conceptos de estrategias híbridas y de organizaciones de
frontera para definir a los CIC se justifica a partir de la separación analítica entre los
conceptos de institución y organización, operada por la sociología económica (Portes,
2007; 2010).2 Dentro de esta perspectiva, las estrategias híbridas de coordinación se
podrían ver como las estructuras organizativas “reales” creadas a partir del acuerdo de
cooperación, mientras que el concepto de organización de frontera se referiría al
dominio institucional en el que operarían las organizaciones híbridas, es decir, al
entramado constituido por los valores, normas, reglas y prácticas que les caracterizaría.
3.1. Los CIC como organizaciones híbridas
El concepto de “organización híbrida” tiene sus origines en el campo de la economía
institucionalista (Williamson, 1985; Menard, 1996; 2004). En general, se define
“híbrida” una organización que presenta rasgos característicos comunes a diferentes
formas organizativas. Los estudios han identificado la existencia de diferentes tipos de
formas híbridas, por ejemplo las siguientes: las franquicias, donde se combinan
procesos formales e informales de contratación (Mitronen y Möller, 2003); los procesos
de descentralización administrativa en las grandes corporaciones, donde se mezclan
patrones de gestión vertical y horizontal; las alianzas entre empresas, donde cada socio
2
Según esta perspectiva, las instituciones conforman el conjunto de valores, normas y reglas que otorga
legitimidad y sentido a una organización, configurando el “deber ser” de la misma; en cambio, las
estructuras constituyen el entramado de relaciones “reales” entre los actores sociales que dan vida a la
organización. En otras palabras, las instituciones constituyen el marco de expectativas y reglas acerca de
una organización, que se encarna en estructuras reales de relaciones de poder y comunicación (el “ser”).
Se ha destacado también que ésta es una distinción nominal, sin pretensiones de ser observable
concretamente en la realidad, y cuyo objetivo sería facilitar el análisis organizativo y evaluar la
congruencia entre las expectativas existentes acerca de una organización y sus dinámicas reales (Portes,
2007; 2010).
8 renuncia a una parte de su autonomía para lograr objetivos comunes (Borys y Jemison,
1989).
En general, las contribuciones desde la economía institucionalista suelen atribuir la
etiqueta de “híbrido” a aquellas formas de coordinación que ocupan una posición
intermedia en el continuum entre dos tipos ideales opuestos, el mercado y la jerarquía
(Williamson, 1985; Menard, 1996; 2004). La idea es que la elección de la forma de
coordinación más apropiada depende de la incertidumbre que caracteriza a la
transacción económica en cuestión. La transacción de mercado, o contratación, sería
preferible en el caso de intercambios simples, con un bajo grado de incertidumbre. En
cambio, al aumentar la complejidad, aumenta también el riesgo de conductas
oportunistas; en estos casos, se preferirá internalizar la transacción dentro de estructuras
jerárquicas, aumentando el control tanto formal como informal sobre los intercambios.
Las estrategias híbridas, por lo tanto, serán preferidas en presencia de valores medianos
en términos de incertidumbre y riesgos de oportunismo, y poseerían tres características
fundamentales: disponibilidad de recursos compartidos entre los socios; estrategia mixta para
gobernar las transacciones, combinando mecanismos formales e informales; la existencia de
dinámicas competitivas entre los socios (Menard, 2004).
Croisier (1998) clasifica las alianzas cooperativas de I+D como un tipo híbrido de forma
de coordinación, ubicándolas en una posición intermedia entre los tipos ideales del
mercado y de la jerarquía: respectivamente, entre la I+D subcontratada y la I+D interna
(Figura 1). Además, diferencia entre acuerdos cooperativos de tipo horizontal o vertical,
en función respectivamente de la presencia o ausencia de criterios de equidad en la
participación entre socios (Hagedoorn et al., 2000). Dentro de esta perspectiva, se
estipularía un acuerdo de investigación cooperativa por ser la estrategia más racional
cuando la incertidumbre y el riesgo de oportunismo no son muy elevados (Landry y
Amara, 1998; Menard, 2004).
De todos modos, el enfoque de los costes de transacción ha recibido algunas críticas con
arreglo a sus limitaciones para explicar la creación de organizaciones híbridas. En el
caso de los acuerdos cooperativos de I+D, se ha cuestionado que los costes de
transacción sean determinantes (Landry y Amara, 1998), destacando también la
importancia de factores como la confianza para prevenir comportamientos oportunistas
(Thune, 2007; Boardman, 2012). También se ha observado que la competición entre
socios existe, pero estaría mitigada por la presencia de dinámicas cooperativas que
9 cobrarían la misma relevancia que las de tipo competitivo, según un esquema “coopetitivo” (Carayannis y Alexander, 1999).
Figura 1: Formas de coordinación en I+D
Estructuras de coordinación de
I+D
I+D
externa
Subcontratación
A precio
fijo
A precio
variable
I+D
interna
Colaboración
Vertical
Horizontal
Multidivisional
Jerárquica
Jerarquías
Mercado
Fuente: adaptado de Croisier (1998)
Más en general, las contribuciones desde la corriente de la Nueva Sociología
Institucional han orientado sus críticas sobre dos puntos. En primer lugar, han destacado
la relevancia de otros factores, de tipo político, social y cognitivo, que operan en el
proceso de cambio organizativo (DiMaggio y Powell, 1983; Powell, 1990). En
particular, se ha destacado que la búsqueda de estrategias eficientes, en términos
racionales y competitivos, constituye solamente una de los factores que explicarían la
elección de una determinada forma de coordinación. Estos autores denominan a todos
estos factores “isomorfismos”, entendidos como la respuesta organizativa a factores
internos o externos que condicionan las estrategias dentro de un determinado campo
organizativo. Al lado del isomorfismo “competitivo”, teorizado por la teoría de los
costes de transacción, existiría un isomorfismo “institucional”, que deriva de los
condicionamientos políticos, sociales y culturales (DiMaggio y Powell, 1983).
Desde esta perspectiva, se ha afirmado que, mientras las formas de coordinación de
mercado derivarían de la prevalencia de isomorfismos competitivos y las formas
jerárquicas de los isomorfismos institucionales, las estrategias híbridas serían elegidas
por la existencia de un equilibrio entre los dos tipos de isomorfismos (Powell, 1987;
Cooney, 2006). Las organizaciones híbridas serían pues estructuras que surgen del
solapamiento de dos campos organizativos, el del mercado y el de las jerarquías,
10 caracterizados respectivamente por un isomorfismo competitivo y uno institucional
(Figura 2).3
Figura 2: El campo organizativo híbrido
Mercado
Presiones
competitivas
Jerarquías
Presiones
institucionales
Campo organizativo híbrido
Fuente: elaboración propia a partir de Cooney (2006)
En segundo lugar, desde la sociología económica se ha observado también que la
dicotomía entre formas de mercado y jerarquías, aunque considerados como tipos
ideales, es algo reductivo con arreglo a las estrategias organizativas empíricamente
observables. En particular, se ha notado la existencia de un tercer tipo ideal, constituido
por las formas de coordinación en red (networks) que, más que una forma híbrida,
constituyen un mecanismo organizativo con su propia autonomía conceptual y sus
especificidades (Powell, 1990). Por lo tanto, los tipos híbridos no derivarían solo del
solapamiento entre formas de mercado y jerárquicas, sino también de los solapamientos
entre cada éstos y los mecanismos en red.
A partir de esta consideración, se prefiere considerar las estructuras para la
investigación cooperativa como una estrategia organizativa híbrida ubicada entre los
tipos ideales de las redes y las jerarquías (Boardman, 2012; Gray et al., 2013), vistas
como formas de coordinación complementarias (Castells, 1996:cap.3; Mitronen y
Möller, 2003). Esta definición permitiría distinguir organizaciones como los CIC de las
simples redes inter-organizativas, caracterizadas por relaciones informales sin una
estructura centralizada (Powell, 1990), así como de las jerarquías clásicas, donde todas
las transacciones están internalizadas dentro de la estructura organizativa. Los CIC
3
El término “campo organizativo” fue introducido en sociología por DiMaggio y Powell (1983:148), para
referirse al conjunto de organizaciones que conforman un sector institucional reconocido como tal. Por lo
tanto, comprende a todas las organizaciones que juegan un papel dentro de un determinado sector de
actividad, incluyendo proveedores, clientes, agencias de regulación, posibles competidores, etc.
11 poseen más estabilidad, formalidad y autonomía organizativa que las jerarquías, a la par
que poseen más flexibilidad y externalización que las jerarquías; además se
estructurarían alrededor de mecanismos tanto formales (ej. contratación) como
informales (ej. reciprocidad) de coordinación y control. La Figura 3 ejemplifica la
ubicación de las estructuras para la investigación cooperativa entre los tipos ideales de
formas de coordinación.
Figura 3: CIC como formas híbridas entre las redes y las jerarquías
Estructuras para la investigación cooperativa
Redes
Mercado
Jerarquías
Fuente: elaboración propia a partir de Powell (1990) y Mitronen y Möller (2003)
3.2. Los CIC como organizaciones de frontera
La segunda corriente de estudios que se considera como útil para definir las estructuras
para la investigación cooperativa es dada por el concepto de “organización de frontera”
(boundary organization), definida como una estrategia organizativa para solucionar los
problemas de estabilidad y comunicación que caracterizan a estructuras de relaciones
ubicadas en la frontera entre entornos sociales o instituciones diferentes (Guston, 1999,
2001; Hellströmm y Jacob, 2003). En estas organizaciones se aúnan intereses
convergentes y el comportamiento organizativo está determinado en cierta medida por
las decisiones de los actores que están situados en ambos lados de la frontera y que
participan en la colaboración, a la par que estos -a su vez- dependen de ella para
adquirir determinados tipos de recursos (Guston 2001).
El éxito de una organización de frontera dependería de su capacidad de saber satisfacer
a sus socios al mismo tiempo en que resiste a las presiones externas. La existencia de
una estructura estable es un factor clave para que una organización de frontera pueda
12 mantener cierta independencia frente a los socios, aunque la estabilidad no derivaría del
aislamiento, sino más bien de la dependencia de criterios de autoridad y evaluación
externos. Por ejemplo, la incorporación de representantes de los socios en la propia
estructura de decisión constituiría una estrategia de cohesión al respecto (Guston, 2001).
En resumidas cuentas lo que caracteriza a las organizaciones de frontera pues es esta
tensión constante entre la autonomía organizativa y la dependencia del entorno,
interpretable a través de un modelo de principal-agente (Guston, 1999).
De todos modos, también se han subrayado las dificultades relacionadas con la creación
y gestión de las organizaciones de frontera, debido a la tensión entre roles e intereses
diferentes y señalando la necesidad de trazar unos confines institucionales y regulatorias
claros para evitar el conflicto (Tuunainen, 2005; Gulbrandsen, 2011), separando los
diferentes dominios funcionales (Minkoff, 2002) y epistémicos (Corley et al., 2006) que
coexisten en la organización. Esta actividad “de frontera” sería muy difícil de llevar a
cabo, debido a la importancia de factores contextuales y locales. Por lo tanto, el
desarrollo de una cultura organizativa híbrida ocurrirá solo en ciertos casos, mientras
que en otros la hibridación ocurrirá solo desde un punto de vista formal (Tuunainen,
2005).
El concepto de organización de frontera permite estudiar cuestiones como la identidad,
las normas y las prácticas, es decir el sistema cultural, de una organización híbrida. Los
CIC han sido descriptos como un ejemplo de rupturas entre fronteras culturales;
concretamente, entre los dominios de la ciencia y de la industria, o entre los dominios
del sector público y el privado (Hill y Turpin, 1993; Gulbrandsen, 2011). Las
implicaciones de esta ruptura serían importantes, dado que conllevarían importantes
problemas con arreglo a la identidad, los valores y el comportamiento de los actores que
trabajan en los CIC (Garrett-Jones et al., 2010). Una estrategia corriente en los CIC para
alcanzar la estabilidad es dada por la búsqueda de equilibrio en los beneficios obtenidos
por los socios del centro, considerados a la vez como colaboradores y competidores, a
través de una dinámica de “co-opetición” (Carayannis y Alexander, 1999).
La tabla I recoge las principales características que definirían una estructura para la
investigación cooperativa, a partir de su conceptualización como organización híbrida
de frontera. Estas características además definirían a los CIC como una innovación
13 organizativa en el sector de la I+D (Hage, 1999), por diferentes razones.4 En primer
lugar, los CIC serían estrategias organizativas coherentes con el paradigma de la
“innovación abierta” (Chesbrough, 2006; Boardman y Gray, 2010), dado que
fomentarían la capacidad innovadora de sus socios a través de la circulación del
conocimiento dentro de la red inter-organizativa formada por el acuerdo cooperativo. En
segundo lugar, la flexibilidad y adaptabilidad de los CIC facilitaría la comunicación
entre organizaciones y sectores diferentes, gracias a su capacidad de gestionar los flujos
de información derivada por la cercanía al modelo en red (Powell, 1990; Castells,
1996:cap.3); esta organización facilitaría la recombinación creativa de los recursos, a
través de un sistema más eficiente de división del trabajo en la organización (Hage
1999).
Tabla I: Características definitorias de una estructura para la investigación cooperativa
Características estructurales (formas híbridas
de coordinación)
a) Poseen más flexibilidad y adaptabilidad que
las jerarquías, y menos que las redes
b) Poseen más autonomía, formalidad y
estabilidad que las redes, y menos que las
jerarquías
c) Poseen recursos que son compartidos entre los
socios
d) Dependen (al menos parcialmente) de los
socios por los recursos que reciben
e) Pueden ser estudiadas como un problema de
principal (socios) – agente (centro de I+D)
f) Se caracterizan por una elevada intensidad
relacional y la existencia de un “diálogo
continuo” entre los socios que las componen
Características institucionales (organizaciones
de frontera)
a) Son organizaciones ubicadas en la frontera
entre dominios institucionales diferentes,
como la ciencia, la industria, el sector público
y el privado
b) Suelen crearse para alcanzar objetivos de larga
duración
c) Sufren una tensión constante entre los
objetivos de sus socios y la propia autonomía
organizativa
d) Se caracterizan por dinámicas de co-opetición
entre sus socios (competición y normas de
reciprocidad)
e) Operan en diferentes dominios funcionales y
epistémicos
f) Necesitan establecer reglas formales e
informales (actividad de frontera) para
mantener separados sus dominios funcionales
y epistémicos
Fuente: elaboración propia.
4
El término “innovación organizativa” se suele utilizar con al menos dos significados (Hage 1999). El
primer significado se refiere a la capacidad de una organización de innovar, es decir, de crear nuevo
conocimientos o productos; el segundo, se refiere a aquellas actividades (y sus resultados) que dan lugar a
la creación y difusión de un nuevo tipo de organización o de nuevos modelos de gestión dentro de las
organizaciones, como es el caso de las técnicas de control de la calidad total o de la aplicación de las
tecnologías informáticas a las estrategias de comunicación de la empresa. En ambos casos, este concepto
está evidentemente relacionado con el de “Cambio organizativo”, que se refiere a una situación más
general, que no conlleva necesariamente una mejora con respecto a las condiciones anteriores (Hage
1999). En la presente investigación se utiliza el término innovación organizativa con referencia a ambos
significados, el de capacidad de innovar y el de proceso/producto de la innovación. Se consideran los CIC
como una forma novedosa de organización, que presenta más capacidad innovadora que las estructuras
tradicionales de I+D.
14 4. DIMENSIONES BÁSICAS DEL ANÁLISIS
En el presente apartado se presentan y discuten algunas dimensiones teóricas útiles para
el análisis organizacional de las estructuras colaborativas de I+D, como los centros de
investigación cooperativa (CIC). Al respecto, la sociología económica ofrece una
perspectiva interesante a través del concepto de incrustación (embeddedness).5 La
incrustación es considerada una dimensión relevante para el análisis de organizaciones,
postulando que el contexto político, social y cultural condiciona las características y las
estrategias organizativas (Granovetter, 1985). Además, el efecto de la incrustación sería
particularmente fuerte en el caso de las organizaciones híbridas y cooperativas
(DiMaggio y Anheier, 1990). Como muchas otras organizaciones, o incluso en mayor
medida, las estructuras para la investigación cooperativa no están ubicadas en el vacío o
en un entramado de transacciones solamente económicas, sino en una densa red de
relaciones sociales, caracterizada por repetidas interacciones entre actores con diferentes
intereses y capacidades (Thune, 2007).
Existen otras buenas razones para considerar la incrustación como un elemento
relevante para el análisis organizativo de los CIC. En primer lugar, los centros de I+D
son estructuras sujetas a importantes condicionamientos externos, que afectan por
ejemplo a sus objetivos y pautas de financiación (Crow y Bozeman, 1987; Baba, 1988;
Cruz-Castro et al., 2012). En segundo lugar, las organizaciones de frontera son
estructuras particularmente sensibles a las estrategias empleadas y los recursos
proporcionados por sus socios (Guston, 2001; Gulbrandsen, 2011). En tercer lugar, se
ha observado que los CIC suelen mostrar niveles moderados de autonomía y
estructuración, siendo frecuentes, en cambio, estrategias externas de liderazgo y
autoridad (Garrett-Jones et al., 2010; Boardman, 2012).
Desde la perspectiva del Nuevo Institucionalismo Sociológico, se combina el concepto
de incrustación con la distinción analítica entre instituciones y organizaciones, vista
anteriormente (Portes, 2007; 2010), y se reconoce la existencia de dos tipos de
incrustación: la institucional, referida a los vínculos regulativos, normativos y
cognitivos que condicionan las estrategias económicas y organizativas; y la estructural,
que se refiere a la red de relaciones sociales dentro la cuál tienen lugar las transacciones
y la comunicación.
5
El concepto de embeddedness se refiere al contexto social en el que están arraigadas las transacciones
económicas y las dinámicas organizativas (Granovetter, 1985).
15 A partir de esta distinción, se encuentra una correspondencia entre cada tipo de
incrustación y cada una de las dos perspectivas definitorias de un CIC. La incrustación
institucional haría referencia a la ubicación de la cultura organizativa del CIC entre
diferentes dominios institucionales. Aunque las fronteras tienden a disolverse dentro de
los CIC, no obstante éstas pueden seguir existiendo, especialmente en las relaciones
entre los socios del centro, y pueden definir diferentes tipos de culturas organizativas.
En cambio, el concepto de incrustación estructural haría referencia al proceso de
estructuración de las organizaciones híbridas, es decir, a la distinción entre modelos
organizativos jerárquicos y en red. Aunque la forma de coordinación del acuerdo
cooperativo entre los socios corresponde a una estrategia híbrido, puede que la
estructura organizativa del CIC se acerque más a los modelos de la jerarquía o de la red.
En los párrafos que siguen, para cada tipo de incrustación se identifica un bloque de
dimensiones útiles para el análisis empírico y para la construcción de una tipología de
formas organizativas de CIC. La selección de las dimensiones se apoya principalmente
en las contribuciones de la sociología de las organizaciones, así como de los estudios
previos sobre la organización de los CIC, desde diferentes perspectivas disciplinares.
Evidentemente, las dimensiones que se presentan a continuación no reflejan todos los
aspectos que caracterizan a la organización de las estructuras cooperativas de I+D; más
bien pretenden constituir una selección estratégica que permita la construcción de un
modelo teórico parsimonioso.
4.1. Dimensiones institucionales
Se identifican dos dimensiones que reflejan la incrustación institucional del CIC. Cada
una de ellas se refiere a un tipo de frontera cultural: la frontera entre ciencia y mercado,
por un lado; y la frontera entre sector público y sector privado, por el otro (Hill y
Turpin, 1993; Gulbrandsen, 2011). Cada dimensión pretende medir el mayor o menor
arraigo del CIC en un dominio institucional o en el otro. Con arreglo a la primera
dimensión, la frontera cultural entre ciencia y mercado se especifica a través de los
objetivos del acuerdo de cooperación y -más concretamente- por la orientación de las
actividades de I+D.
Las estructuras para la investigación cooperativa pueden ser creadas por razones muy
diferentes y para perseguir fines muy distintos (Liyanage y Mitchell, 1994; Jacob et al.,
2000; Carayol, 2003). En particular, los estudios acerca de los centros de I+D han
observado que la propiedad de los resultados constituye una importante variable
16 discriminatoria, distingüendo entre investigación con fines comerciales y con fines
académicos o generalistas (Crow y Bozeman, 1987; Emmert y Crow, 1989; Bozeman y
Crow, 1990; Laredo y Mustar, 2000). La I+D comercial está orientada hacia el mercado
y el beneficio económico: en este caso, los resultados de la investigación suelen ser
exclusivos o protegidos por los derechos de propiedad intelectual, normalmente a favor
de los socios, los clientes o los usuarios del centro. En cambio, la I+D generalista está
orientada hacia los valores propios de la ciencia académicos, privilegiando los
beneficios humanos, sociales o medioambientales generados por la investigación.6
Esta distinción tendría sentido también en el caso de las estructuras para la investigación
cooperativa. Algunas de ellas surgirían para generar ventajas competitivas directas para
la industria, por ejemplo mejorar los procesos productivos de la industria local, o
resolver problemas tecnológicos específicos de una o más empresas que son socios del
centro. En cambio, otros CIC se ocuparían de problemas de amplio calado político o
social, conforme los intereses de actores como los gobiernos, la comunidad académica o
aquellas empresas preocupadas por los grandes desafíos de la sociedad del siglo XXI; es
el caso, por ejemplo, de temas de investigación como el cambio climático, la lucha
contra el cáncer o las energías renovables.
Aunque es de esperarse que muchos centros desarrollen actividades de I+D con fines
diferentes, comercializando parte de sus resultados y difundiendo otros de forma
“abierta” (por ejemplo a través de publicaciones científicas o informes públicos), se
considera que la orientación generalista y la de tipo comercial constituyen dos casos
extremos, dos “tipos ideales” que permitirían clasificar las motivaciones que subyacen a
la decisión de crear estructuras cooperativas de I+D y arrojar luz sobre las estrategias de
colaboración de los socios. Estas diferencias reflejarían la existencia de una frontera
cultural entre tipos diferentes de CIC, así como el riesgo de que una orientación se
imponga en las practicas organizativas, minando la legitimidad del centro de cara al
dominio institucional opuesto (Gulbrandsen, 2011).
En cambio, con arreglo a la segunda dimensión, la frontera cultural entre sector público
y privado se especifica a través de la participación efectiva de socios públicos y
6
Esta diferenciación entre I+D comercial y generalista recuerde la distinción tradicional entre
investigación básica o aplicada. No obstante, aunque puedan existir correspondencias y solapamientos, no
se trata de la misma dimensión. De hecho, se puede pensar en actividades de ciencia básica orientadas a
las posibles explotaciones comerciales a largo plazo, así como a investigaciones aplicadas que busquen
resolver problemas sociales, sin finalidades lucrativas.
17 privados en los CIC; por ejemplo, con arreglo a su nivel de implicación en la
propiedad, la financiación, las actividades de I+D o la gestión del centro. De esta
manera se podría diferenciar entre CIC donde es mayor la influencia de socios públicos,
otras donde es mayor la participación de socios privados, así como modelos mixtos de
colaboración. Aunque ambos tipos de socios suelan estar presentes en los CIC, podrían
existir muchos casos donde haya una presencia mayoritaria de uno de los dos tipos
(Hewitt-Dundas y Roper, 2011; Gray et al., 2013).
Partiendo desde la idea que “todas las organizaciones son públicas” (Perry y Rainey,
1988; Rainey y Bozeman, 2000), esta dimensión no ha de ser considerada como una
distinción neta, sino más bien como un continuum que pretende medir la intensidad de
la influencia que el sector público ejerce sobre el centro (Crow y Bozeman, 1987;
Emmert y Crow, 1989; Bozeman y Crow, 1990; Joly y Mangematin, 1996). La frontera
entre organizaciones públicas y privadas separaría culturas organizativas diferentes, y
conllevaría patrones de legitimidad diferentes (Gulbrandsen, 2011), diferenciando entre
CIC caracterizados principalmente por valores, normas y reglas características del
sector privado, y otros más cercanos a sistemas culturales propios del mundo
empresarial.
Estas dos dimensiones pueden tener implicaciones importantes para la naturaleza y el
funcionamiento de un CIC, en particular con arreglo a los modelos auténticamente
híbridos entre los dos. En primer lugar, hay que considerar el tema de la identidad social
de la organización (Cummings y Kiesler, 2011). Si el centro está incrustado en
diferentes dominios institucionales, se podrían generar “tensiones de rol” entre sus
investigadores y trabajadores, debido a la coexistencia de valores, normas y prácticas
diferentes (Boardman y Bozeman, 2007). Podría ser el caso, por ejemplo, de CIC
orientados hacia resultados de I+D relevantes tanto para la industria como para la
sociedad, o de centros donde coexisten prácticas organizativas burocráticas o
empresariales. Es posible que los CIC caracterizados por incrustaciones institucionales
múltiples desarrollen una cultura organizativa híbrida que permita obviar estas
diferenciar y reducir el conflicto (Garrett-Jones et al., 2010), por ejemplo a través de
actividades “de frontera” (Tuunainen, 2005).
En segundo lugar, hay que considerar el tema de la innovación organizativa. La
orientación cultural del centro podría guardar una relación con variables como la
transferencia de tecnología y la capacidad de adaptación de la organización a otros
18 objetivos y prácticas organizativas (Bozeman y Crow, 1991; Corley et al., 2006;
Simpson, 2004). Por ejemplo, se ha observado que los centros de I+D orientados hacia
la producción de resultados relevantes para la industria local y el mercado han mostrado
más capacidad para redefinir sus estrategias, como reacción a los cambios ocurrido en el
entorno económico e institucional, a diferencia de los centros gubernamentales de
investigación (Cruz-Castro et al., 2012). También se ha observado que centros híbridos
con fuerte participación universitaria producen mayores beneficios a corto plazo y son
más innovadores; no obstante, son menos sostenibles, en comparación con aquellos
centros que poseen una fuerte participación empresarial (Hewitt-Dundas y Roper, 2011).
Por otro lado, hay que recordar que los CIC con incrustaciones institucionales múltiples
operarían en diferentes dominios funcionales (Minkoff, 2002) o epistémicos (Corley et
al., 2006). Esta heterogeneidad implicaría la existencia de una distancia cognitiva entre
partes diferentes de la organización (Noteboom, 2000). Mientras que, por lo general, la
distancia cognitiva es una característica que favorece la creatividad y la innovación, en
el caso de los CIC este factor podría operar también como una barrera que
obstaculizaría el éxito de la colaboración (Garrett-Jones et al., 2010). Por lo tanto, sería
de esperarse que los CIC con una incrustación institucional híbrida, posean más
capacidad innovadora, a la par que la organización y la colaboración se vuelven menos
sostenibles en el tiempo.
4.2. Dimensiones estructurales
Se identifican dos dimensiones que reflejan la incrustación estructural del CIC. Cada
dimensión es especificada en función del nivel de autonomía que el CIC muestra con
arreglo a dos temas cruciales para estas organizaciones: los procesos decisionales y la
dependencia de recursos (Garrett-Jones et al., 2010; Boardman, 2012; Cruz-Castro et
al., 2012). Con arreglo a la primera dimensión, el nivel de autonomía que el CIC posee
con referencia a los procesos decisionales se especifica a través de la estructuración
del modelo de gestión del centro (Corley et al., 2006; Thune y Gulbrandsen, 2011;
Boardman, 2012).
La dimensión de la estructuración pretende medir la capacidad del CIC para tomar
decisiones con independencia de los socios que forman parte de la organización. Esta
dimensión, además, pretende reflejar la naturaleza del mecanismo de coordinación que
se viene a crear para gestionar la I+D en el marco del acuerdo cooperativo, es decir, si
se acerca más al tipo ideal de las redes, de las jerarquías, o si se trata de un modelo
19 auténticamente híbrido entre los dos. Algunos centros pueden tener mecanismos más o
menos formales de decisión, como un comité directivo o un patronato, mientras que en
otros los investigadores pueden disponer de más autonomía. En ciertos casos pueden
existir mecanismos intermedios de autoridad, como un fuerte liderazgo por parte del
director del centro, o a través de consejos asesores o comités de expertos que evalúan
las actividades de I+D.
Los estudios sobre la estructuración de los centros de I+D han destacado una serie de
características
organizativas,
designándolas
con
etiquetas
diferentes,
como
formalización, estandarización, individualismo, flexibilidad, etc. (Lam, 2000; Jacob y
Helströmm, 2003). Todas estas características podrían ser resumidas según la conocida
tipología de formas institucionales de Douglas (1970). Según este modelo, existirían
tres formas básicas de organización social, en función del nivel de jerarquización
(control formal) y de cohesión (control social): la burocracia, la comunidad y el
mercado.7 Esta tipología ha sido aplicada también al análisis organizativo (Ouchi, 1980;
Douglas, 1986) y a las políticas de I+D (Schwartz y Thompson, 1990). Una tipología
análoga además ha sido propuesta para clasificar las organizaciones en función de sus
capacidades innovadoras, diferenciando por ejemplo entre burocracias, comunidades
profesionales y adhocracies (Mintzberg, 1979; Lam, 2000).
Estos tres tipos conformarían la dimensión de la estructuración para medir la autonomía
en gestión de un CIC. Se diferenciaría entre dos casos extremos: uno, de tipo
burocrático-vertical, donde es fuerte tanto el control social como el de tipo formal,
principalmente desde el externo de la organización, es decir, los socios. Otro, de tipo
flexible-horizontal, donde ambos tipos de control son bajos y los trabajadores
individuales gozan de un amplio margen de autonomía. Completaría la dimensión un
tipo intermedio, el “autoritario”, caracterizado por la (parcial) ausencia de control
formal y la presencia de algunos mecanismos de control social, operados principalmente
por el director del centro. Esta tipología además correspondería bastante a los modelos
de gestión detectados empíricamente por Liyanage y Mitchell (1993) con arreglo a los
CIC australianos y es bastante coherente con los tipos estudiados por Boardman (2012)
para los CIC estadunidenses.
7
El cuarto tipo (control formal elevado, control social bajo), correspondería al caso de la anomía, y a
ninguna organización social en concreto.
20 En cambio, con arreglo a la segunda dimensión estructural, la apropiación de los
recursos necesarios para el funcionamiento del CIC se especifica a través del nivel de
internalización del capital, o lo que es lo mismo, la existencia de recursos propios
del centro. Esta dimensión pretende averiguar si el mecanismo de apropiación de los
recursos se asemeja más al tipo ideal de las redes, de las jerarquías, o si se trata de un
modelo híbrido entre los dos.
En particular, se identifican tres formas de capital que tendrían relevancia para medir el
nivel de internalización e interdependencia de los recursos del centro: el capital
financiero, el humano y el físico-técnico. En términos ideales, un centro se considera
autónomo si:

no depende de organismos o fuentes externas para su financiación, como
transferencias públicas o cuotas asociativas, sino que logra su sostenibilidad
financiera a través de recursos logrados por fuentes competitivas;

posee personal contratado por el propio centro y estos trabajadores constituyen
la mayoría de la plantilla;

dispone de maquinarias, equipamientos e instalaciones que son de su propiedad
(es decir, ni alquilado, ni prestado, etc.).
Las dimensiones estructurales tendrían importantes implicaciones para algunas
características de la organización de los CIC. En primer lugar, los distintos modelos de
gestión implicarían diferencias importantes en términos de comunicación organizativa,
tipo de conocimiento empleado y capacidad innovadora (Mintzberg, 1979; Ouchi, 1980;
Castells, 1996:cap.3; Hage, 1999; Lam, 2000; Jacob y Hellströmm, 2003). Por ejemplo,
en las organizaciones verticales las pautas de comunicación suelen ser formalizadas y
mecánicas, el tipo de conocimiento empleado suele ser explícito y aumenta la eficiencia
organizativa, al precio de reducir la capacidad innovadora. En cambio, en las
organizaciones flexibles las pautas de comunicación predominan las dinámicas
informales y la comunicación lateral, el tipo de conocimiento empleado suele ser tácito
y la organización es más capaz de crear nuevas ideas o combinaciones, mejorando su
capacidad de hacer frente a entornos cambiantes.
En segundo lugar, los diferentes grados de internalización del capital pueden tener
implicaciones importantes para el funcionamiento y los resultados de un CIC. Centros
con una elevada dependencia del exterior para sus recursos pueden ser menos flexibles
21 y adaptables, aunque puedan lograr mayor estabilidad en la medida en que el entorno
sea estable y realizar proyectos de investigación de grande alcance. Además, la
procedencia específica de los recursos puede afectar considerablemente el tipo de
resultados producidos. Por ejemplo, aquellos CIC que dependen en gran medida de los
recursos procedentes de sus socios universitarios podrían ser más orientados hacia la
investigación académica y la producción de publicaciones en revistas científicas,
mientras que aquellos centros que dependen más del mercado, podrían privilegiar
actividades de consultoría y servicios tecnológicos.
5. HACIA UNA TIPOLOGÍA ANALÍTICA
En este apartado conclusivo se combinan las dimensiones propuestas para construir una
tipología analítica de modelos organizativos de CIC. En primer lugar, combinando las
dimensiones institucionales, se obtiene un espacio bidimensional constituido por cuatro
polos, que constituyen los tipos ideales de cultura organizativa del centro (Figura 4).
Cada cuadrante representa la combinación de dos dimensiones. Se identifican cuatro
configuraciones ideales de cultura organizativa: la de la “ciencia pública”, la de la
“ciencia privada”, la del “mercado público” y la del “mercado privado”. Los espacios
más cercanos al centro, en cambio, representan los modelos híbridos, que poseen una
posición intermedia en al menos una de las dos dimensiones; por ejemplo la “ciencia
público-privada”, la “ciencia-mercado pública”, etc.
El tipo cultural ideal de la ciencia pública corresponde bastante al de la academia
tradicional, ejemplificado por las Universidades o los OPIS, donde se combinan los
intereses académicos generalistas con las prácticas y los valores propios de la burocracia
pública. En cambio, el tipo del “mercado privado” correspondería al modelo
empresarial, que combina intereses privados con la cultura organizativa propia del
sector privado. Los otros dos tipos ideales son algo más original e híbrido. El tipo de la
“ciencia privada” correspondería a la combinación de objetivos generalistas con la
cultura organizativa privada; algunos han indicado que esto sería el caso de los centros
híbridos de investigación, como las fundaciones de I+D (Cruz-Castro y SanzMenéndez, 2007). En cambio, el tipo del “mercado público” corresponde a la
consecución de objetivos particularistas en un contexto burocrático-funcionarial,
análogamente al caso de las empresas públicas. Los tipos culturales híbridos,
finalmente, representarían culturas organizativas de frontera, intermedias entre las
22 anteriores, con el tipo más central (cercano al origen de los ejes) que sería híbrido con
respecto a ambas las dimensiones.
Figura 4: Tipología de culturas organizativas de CIC (dimensiones institucionales)
CIENCIA
CIENCIA
PÚBLICA
SECTOR
PÚBLICO
CIENCIA
PRIVADA
SECTOR
PRIVADO
CULTURAS
HÍBRIDAS
MERCADO
PÚBLICO
MERCADO
PRIVADO
MERCADO
Fuente: elaboración propia
En segundo lugar, combinando las dimensiones estructurales, también se obtiene un
espacio bidimensional delimitado por cuatro polos ideales, donde cada cuadrante
corresponde a la combinación de dos dimensiones (Figura 5). Se identifican cuatro tipos
ideales de estructura organizativa: la “burocracia”, con un elevado nivel de dependencia
del exterior en ambas dimensiones; el “grupo de investigación”, con un elevado nivel de
autonomía y flexibilidad; la “corporación”, autónoma y flexible en recursos pero no con
arreglo a la gestión; y la “adhocracia”, autónoma y flexible en sus decisiones, pero no
en términos de recursos y capital. No obstante, a estos cuatro tipos hay que añadir los
dos derivados de la categoría intermedia que ha sido identificada anteriormente en la
dimensión de la estructuración, denominada “autoritaria” (semi-estructurada). Se
identifican pues otros dos tipos ideales de estructuras, con un modelo “autoritario” de
gestión: el “departamento”, dependiente de los recursos externos; y la “spin-off”, que
23 dispone de capital propio.8 Finalmente, a estos seis tipos hay que añadir también los
modelos híbridos, posicionados más cercanos al centro del espacio, derivados de la
mezcla de los anteriores.
Figura 5: Tipología de estructuras organizativas de CIC (dimensiones estructurales)
ESTRUCTURACIÓN Y CONTROL EXTERNO
CORPORACIÓN
RECURSOS
PROPIOS
SPIN-OFF
BUROCRÁCIA
DEPARTA
MENTO
ESTRUCTURAS
HÍBRIDAS
GRUPO DE
INVESTIGACIÓN
DEPENDENCIA
DE RECURSOS
EXTERNOS
ADHOCRACIA
AUTONOMÍA Y FLEXIBILIDAD EN GESTIÓN
Fuente: elaboración propia
Haciendo referencia a la ya citada distinción analítica entre instituciones y
organizaciones (Portes, 2007; 2010), la tipología analítica propuesta permitiría
averiguar la consistencia entre el modelo ideal de organización (la institución) que
existe en la cultura organizativa específica, y la estructura organizativa adoptada. Es
decir que es posible evaluar la correspondencia entre los tipos de culturas organizativas
de los CIC con los tipos de estructuras organizativas. Por ejemplo, sería de esperarse
que aquellos centros caracterizados por una cultura organizativa público-científica
posean una estructura de tipo burocrático o departamental, mientras que aquellos
caracterizados por una cultura privado-mercantil exhiban una estructura organizativa
más flexible, por ejemplo del tipo “grupo de investigación” o “spin-off”.
8
Los nombres propuestos para los tipos de la tipología han de entenderse como simples etiquetas, cuyo
objetivo es facilitar su recuerdo e identificación y sugerir analogías. En ningún modo pretenden
corresponder a las organizaciones que suelen llevar ese nombre.
24 Además, cada configuración puede tener implicaciones para otras características
organizativas, a partir de los valores asumidos en cada dimensión. Por ejemplo, es de
esperarse que aquellos centros con una cultura “público-científica” se orienten más
hacia la producción de resultados generalistas y difundidos a través de los canales
valorados normalmente por la academia, como las publicaciones en revistas científicas
internacionales. En cambio, sería de esperarse que aquellos CIC caracterizados por una
cultura “privado-mercantil” generen sobre todo resultados comercializables a través del
mercado, para el beneficio de un grupo restringido de usuarios o clientes.
De todos modos, desarrollos ulteriores de la tipología, especialmente con arreglo a las
implicaciones de cada modelo organizativo, pueden esclarecer los diferentes aspectos
relacionados con la evaluación de las actividades y los resultados de los CIC. Además,
esta tipología puede ser aplicada al análisis organizativo empírico de los CIC en una
gran variedad de contextos, siendo lo suficientemente generalista como para abarcar las
experiencias de diferentes casos nacionales. Otra ventaja es dada por su fundamentación
teorética, que permitiría aplicar enfoques ya consolidados en otros campos estudiados
por la sociología de las organizaciones, y evaluar su consistencia también para el caso
de las estructuras cooperativas de I+D.
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